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Estatuto del

Consumidor
comentado
ART. 42 CN - LEY 24.240 Y SUS REFORMAS
(INCLUYENDO LEYES 27.250, 27.265 Y 27.266)
NORMAS PERTINENTES DE LA LEY 26.994 (CÓD. CIV.
Y COM.) - LEY 26.993 - LEY 26.939 (DIGESTO JURÍDICO
ARGENTINO) - LEYES NACIONALES Y PROVINCIALES
COMPLEMENTARIAS - NORMATIVA REGLAMENTARIA
PERTINENTE - DIRECTRICES DE NACIONES UNIDAS
SOBRE PROTECCIÓN DEL CONSUMIDOR
DEL 22/12/2015 - DERECHO COMPAR ADO
EUROPEO Y LATINOAMERICANO
JURISPRUDENCIA - DOCTRINA

Tomo I
Estatuto del
Consumidor
comentado
ART. 42 CN - LEY 24.240 Y SUS REFORMAS
(INCLUYENDO LEYES 27.250, 27.265 Y 27.266)
NORMAS PERTINENTES DE LA LEY 26.994 (CÓD. CIV.
Y COM.) - LEY 26.993 - LEY 26.939 (DIGESTO JURÍDICO
ARGENTINO) - LEYES NACIONALES Y PROVINCIALES
COMPLEMENTARIAS - NORMATIVA REGLAMENTARIA
PERTINENTE - DIRECTRICES DE NACIONES UNIDAS
SOBRE PROTECCIÓN DEL CONSUMIDOR
DEL 22/12/2015 - DERECHO COMPAR ADO
EUROPEO Y LATINOAMERICANO
JURISPRUDENCIA - DOCTRINA

Tomo I

Demetrio A lejandro Chamatropulos


Anónimo
Estatuto del consumidor comentado / Anónimo; co-
mentarios de Demetrio A. Chamatropulos. - 1a ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: La Ley, 2016.
v. 1, 640 p.; 24x17 cm.
ISBN 978-987-03-3163-6
1. Consumo. 2. Derechos del Consumidor. 3. Defensa
del Consumidor. I. Chamatropulos, Demetrio A., com.
II. Título
CDD 343.071

© Demetrio Alejandro Chamatropulos, 2016


© de esta edición, La Ley S.A.E. e I., 2016
Tucumán 1471 (C1050AAC) Buenos Aires
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

Impreso en la Argentina

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or by any information storage or retrieval system,
without permission in writing from the Publisher and the author.

Tirada: 300 ejemplares


ISBN 978-987-03-3163-6 (Tomo I)
ISBN 978-987-03-3158-2 (Obra completa)
SAP 42018614

Argentina
Demetrio A lejandro Chamatropulos

Abogado (UNT). Magíster en Derecho del Trabajo y Relaciones


Laborales Internacionales (UNTREF) —tesis calificada con
recomendación de publicación—. Magíster en Derecho Empresario
(ESEADE) —tesis calificada como sobresaliente con recomendación
de publicación—. Doctorando en Derecho (UBA) —cursado
culminado y aprobado con tesis en estado de elaboración sobre
Derecho del Consumidor—. Profesor en grado (UBA y Universidad
Austral) y posgrado (UBA, UCA, Universidad Austral, ESEADE,
UCEMA y UCES, entre otras). Subdirector de la Maestría en
Derecho Empresario (ESEADE). Director de la Diplomatura en
Derecho del Consumidor y Defensa de la Competencia (ESEADE).
Director del Programa de posgrado “Derecho del Consumidor y
Empresa” (Universidad Austral). Autor de varios libros y de más
de cincuenta artículos de doctrina publicados en distintas revistas
especializadas. Disertante en congresos, jornadas y eventos
académicos. Jefe de redacción en Thomson Reuters - La Ley.

u
Prólogo

Le cupo su espacio a la duda acerca de si prólogo o epílogo, es


que ambos trasuntan cierta soberbia —sólo mitigada por el pedi-
do del autor— pero ante una obra de tal entidad aquel antídoto es
insuficiente; entre aquellos extremos, la opción es pronunciar la
primera palabra, antes que la última; y ello porque el principio es
siempre provisorio, sujeto a comprobación de cada lector; en defi-
nitiva, se asumen riesgos, con lo cual la vanidad pasa a ser útil para
sostener juicios apriorísticos.
Este prólogo va a prescindir de consideraciones personales del
autor, por tres órdenes de razones: la primera, porque a quien se
lo califica como autor se lo juzga por su obra, y esto es lo propio
de este sitio; segundo, porque los bien informados saben que me
acompaña en caros y ambiciosos proyectos, por lo cual resultaría
ciertamente tautológico; y tercero, por razón de coherencia, ya que
se hacía referencia a correr riesgos, y considerar aquellas cualida-
des personales sería abdicar de toda idea de aventura.
La primera aproximación a estos dos tomos revela una gran vir-
tud que va a signar toda la obra, el autor acierta en lo metodoló-
gico, y ello está absolutamente premeditado, en sus “aclaraciones
metodólogicas” promete lo que luego cumple en cada uno de los
artículos comentados. Allí justifica el tratamiento que le ha dado
a la materia, da razón de la exégesis, aunque admite sus limitacio-
nes y se esfuerza por superarlas, lo que consigue con comodidad.
Estimado lector, está Usted ante una obra con la más exhaustiva
visión del estado doctrinario, jurisprudencial y legislativo —inclu-
sive comparado— acerca de cada una de las cuestiones del derecho
de consumo.
Es necesario centrarse en este punto, para disipar ciertos equí-
vocos de la comunidad jurídica nacional, pero a la vez para descri-
bir las páginas que siguen: si se recurriera al adjetivo práctico, se
desmerecería la obra, tal vez Planiol —seguido por Ripert y más tar-
- XI -
XII Demetrio Alejandro Chamatropulos

de por Esmein— al titular “Tratado Práctico” su monumental obra,


pretendían dar otro mensaje: el de concebir una obra que proble-
matice las cuestiones de aplicación práctica del derecho. Cabe rei-
vindicar lo práctico como el actuar. Y el derecho es el debate acerca
de las razones de un curso de acción determinado, sea éste ex ante
—el consejo profesional— o ex post —la defensa de cierta conducta
conforme a derecho—. Bien, la obra es práctica. A Chamatropulos
no lo motivaron las respuestas que podría haber creído tener, sino
las preguntas e inquietudes que él tenía y aquellas que recogió de
las fuentes; esto es evidente en la lectura. Estas características se
vuelven exóticas en una actualidad dominada por cierto teoricis-
mo que parece autorizar a generar un opúsculo a partir de algunas
lecturas divorciadas de todo anclaje práctico.

Retomando la descripción, se decía que el manejo de fuentes


le otorga al autor la visión más amplia respecto de cada cuestión
que logra compilar con éxito, no es una erudición que confunde, es
una compilación que fundamenta y orienta. Valen algunos ejem-
plos: al referirse al concepto de “producto” se hace cargo de las
Bitcoin, para considerar si en rededor de su uso puede enhebrar-
se una relación de consumo (p. 35); a su turno, encara el deber de
seguridad, no como una letanía tan dogmática como vacua, sino
que le otorga sustancia con más de cincuenta supuestos de los más
variados rubros de la actividad económica, representados por más
de ochenta precedentes jurisprudenciales prolijamente sistemati-
zados (ps. 222 y sigtes.); no faltan los estudios “de campo”, pero es
sumamente revelador el punto desde el cual propone observar el
asunto de los daños punitivos, que a mi juicio —y pido disculpas
por la intromisión de apreciación— pone en evidencia la asignatu-
ra pendiente en materia de eficacia de nuestro derecho de consu-
mo (ps. 673 y sigtes.).

Párrafo aparte merece el trabajo realizado a nivel de cada ar-


tículo con la legislación, tanto nacional como comparada, constru-
yendo bastante más que un sistema de concordancia, sino que da
sustento al concepto de estatuto a la materia —las normas de dere-
cho interno—, llenando también la nota de completitud del siste-
ma y a su turno, de comparación, con las concordancias externas.

En suma, el acierto de la obra es el metodológico, en tanto


constituye una sistematización de información orientada a la ex-
posición problemática de las cuestiones que presenta la materia
Estatuto del Consumidor Comentado XIII

del consumidor. Esta definición de la obra parece pecar de mini-


malista respecto del rol autoral. Sin embargo, se imponen algunas
precisiones: (i) es habitual apreciar formulaciones enredadas en los
pliegues de la información; (ii) la compilación y articulación de las
fuentes del derecho requiere método —tanto de la pesquisa, como
de su exposición—; (iii) el manejo de fuentes está orientado a la
conclusión, a la respuesta; (iv) finalmente, no acierta con lo meto-
dológico quien desconoce la sustancia con la que trabaja.
La evolución del pensamiento jurídico va de la mano de la obra
literaria, y en este sentido, el libro —más que la monografía— im-
porta no sólo un compromiso con la dogmática, sino con la praxis,
la teoría que se encarna en el ejercicio profesional —en todas sus
formas— en la apertura de acciones, de defensas, en la argumen-
tación de posturas y fundamentación de decisiones. Estas circuns-
tancias están logradas aquí, lo que determina su nivel, la vara de
la producción literaria en materia de consumo, hoy se ha elevado.
Todas estas observaciones no me son indiferentes; por el con-
trario, me interpelan a ejercer una suerte de representación sin
mandato, no del autor, sino del lector, quien reclamará que este es-
fuerzo continúe, que se nutra de las novedades que se sucederán,
que a todo lo ya compilado, le adicione la evolución, la madurez
(tal vez las dos únicas virtudes del paso del tiempo); auguramos
futuras ediciones, el método asegura un crecimiento organizado.
Todo fin encubre un principio, lo provisional del primer párrafo
no era precaución, era provocación al lector para que me desmien-
ta, asumo el desafío con toda tranquilidad. El otro que queda for-
mulado, es el de la continuidad. Espero estar prologando el inicio
de una obra que no finalice con su primera publicación, sino que
las páginas acompañen la evolución de la materia, seguramente
—por siglos— el rol más digno del papel.

Fulvio G. Santarelli
Agradecimientos

Este libro sólo puede ser iniciado agradeciendo. Agradeciendo a


muchas personas (y lugares).
Gracias a mi provincia (Tucumán) y a mi ciudad de origen (Yer-
ba Buena). Allí comencé a tomarme en serio aquella difusa idea
originaria de transformarme en abogado.
Gracias a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de
Tucumán (UNT), por darme el título para ejercer la profesión con
la cual trato de ganar el pan para compartir con mi familia cada
día. Todavía recuerdo aquel examen libre de Derecho Procesal re-
probado con una ingrata nota “dos” que me hizo tomar conciencia
a tiempo y saber que al Derecho se lo estudia en serio o mejor no se
lo estudia.
Gracias a las ciudades de Quilmes y Buenos Aires que, allá por
el 2006, me abrieron las puertas gentilmente como si fuese un viejo
conocido suyo.
Gracias a las distintas personas y empresas con las que trabajé
(alternando éxitos y fracasos) y que me dieron la oportunidad de
sobrevivir en la “pequeña gran ciudad” los primeros años. Aún re-
cuerdo cómo había que “maximizar la utilidad” de todo peso gana-
do inicialmente debiendo (cada tanto) saltear alguna comida para
que la ecuación económico-financiera entregue un resultado más
auspicioso.
Gracias a las distintas universidades en donde se me permite
diariamente dar clases y alcanzar esos pequeños pero gloriosos
momentos de felicidad profesional. Especialmente a la Universi-
dad Austral y a ESEADE, por ser las que más confiaron en mí y me
llenaron de oportunidades. Destaco especialmente aquí la genero-
sidad de mi amigo Francisco “Pancho” Cárrega.
- XV -
XVI Demetrio Alejandro Chamatropulos

Gracias a los alumnos de grado y posgrado de todo el país por


escucharme y exigirme con preguntas sólidas. También por obli-
garme a intentar entregar las respuestas. Un gran número de las
dudas planteadas en esos ámbitos han sido incluidas en esta obra.

Gracias a las compañeras y compañeros de “ruta académica”


con quienes compartimos la pasión por lo que estudiamos. Los de
mi generación, pero también los de anteriores o posteriores. Mu-
chísimos de ellos verdaderos amigos. Esas personas con las que
podemos charlar horas y horas sobre Derecho como si el tiempo no
pasara. Gran parte de lo “pensado en voz alta” con ellos también se
vuelca en este libro.

Gracias a Thomson Reuters (La Ley), la mejor escuela de De-


recho del país para quienes trabajamos en su Dirección Editorial.
Allí uno estudia todo el tiempo y sin darse cuenta. El lugar donde
voy cada mañana con felicidad y al cual siempre quise llegar desde
aquel ya lejano examen reprobado con un dos que lo mostraban
como un objetivo inaccesible. Gracias al prologuista (Fulvio Santa-
relli) por proponerme hace algunos años “cambiar de vida” y mos-
trarme otra forma de encarar el ejercicio de la abogacía. Gracias
a todos los compañeros y personas con quienes comparto allí mi
día a día (destaco aquí a Silvina Lucero y a Jorge Horacio Alterini,
quien además me hizo un gran regalo aceptando dirigir mi tesis
doctoral próxima a presentar). Encuentro en ese lugar de trabajo
desde el pensamiento más sofisticado y elaborado hasta la mano y
el consejo amigo para alguna situación incómoda que nos presenta
la vida.

Gracias a mis amigos que no son abogados (son la gran mayo-


ría). Esos que se ríen cuando alguien me dice “el doctor Chama-
tropulos” o leen que seré “disertante” o “expositor” en algún lugar.
Es que no pueden dejar de recordar “célebres picardías en coau-
toría”. Sobre todo los de la infancia y la adolescencia con quienes
seguimos unidos a pesar de los distintos caminos que cada uno va
eligiendo. Ellos me hacen tomar conciencia de que el Derecho es
importante, pero que más lo son otras cosas bien sencillas, como
compartir un buen asado, reírnos y simplemente valorar momen-
tos cotidianos.

Gracias a mi familia (la de sangre y la política). El camino se


hizo menos difícil con su acompañamiento y ayuda. Especialmen-
Estatuto del Consumidor Comentado XVII

te a mis tres hermanos (Pablo, Mariu y Exe). En nuestras recorda-


das peleas de chicos ensayé mis primeros alegatos.
Gracias a Marilén, mi mamá. Sinónimo de generosidad en el
Diccionario de la Real Academia.
Gracias (como siempre) a Naty, mi pedacito de cielo en la tierra
y con quien conformamos un equipo indestructible.
Gracias a Ignacio (Nachito), que con sus seis meses de vida me
enseña todos los días (con su impresionante sonrisa) a tratar de ser
un buen papá, intercalando aciertos y errores, pero siempre bus-
cando mantener los primeros y no repetir los últimos.
Son las 00:18 hrs. de un día algo agotador. En el momento que
escribo esto lo miro embobado mientras duerme plácidamente en
su cunita y decido culminar el libro con la firme esperanza de que
Demetrio (mi papá) también nos esté mirando (y cuidando) a am-
bos desde el lugar destacado que merece y obtuvo en el cielo desde
aquel triste 5 de julio de 2015.
Índice general
Pág.

Prólogo............................................................................................................... XI
Agradecimientos............................................................................................... XV

Breves aclaraciones metodológicas


................................................................................................................... 1

Introducción

1. Evolución histórica y fundamento básico del Derecho del Consumi-


dor.............................................................................................................. 5
2. Los derechos básicos del consumidor.................................................... 17
3. Obligaciones o deberes generales de los consumidores....................... 24
4. Breves consideraciones sobre el Digesto Jurídico Argentino y su im-
pacto en el Derecho del Consumidor..................................................... 25
5. Estructura de la Ley de Defensa del Consumidor................................. 30

LEY 24.240
(DEFENSA DEL CONSUMIDOR)

TÍTULO I
Normas de protección y defensa
de los consumidores

CAPÍTULO I
Disposiciones generales

Art. 1º — Objeto. Consumidor. Equiparación.............................................. 33


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 34
Comentario........................................................................................................ 37
1. El objeto de la Ley de Defensa del Consumidor.................................... 37
XX Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pág.
2. La doble definición de consumidor........................................................ 37
3. Consumidores o usuarios........................................................................ 40
4. Bienes, cosas, productos y servicios....................................................... 40
5. El destino final.......................................................................................... 43
6. Beneficio propio o del grupo familiar o social....................................... 50
7. El particular caso de la empresa como consumidora........................... 51
8. Personas humanas (o físicas) y jurídicas................................................ 66
9. Adquisición o utilización de bienes o servicios..................................... 68
10. Carácter oneroso o gratuito del acto de consumo................................. 68
11. Las subcategorías de consumidores....................................................... 70
11.1. El consumidor directo..................................................................... 71
11.2. El consumidor fáctico o indirecto.................................................. 76
11.3. El sujeto expuesto a una relación de consumo (bystander)......... 78
12. El público indeterminado........................................................................ 84
13. Los asegurados y el caso de los terceros damnificados en materia
de seguros................................................................................................. 84
14. Los inversores como consumidores....................................................... 91
15. Los herederos del consumidor y los damnificados indirectos............. 98
16. El cesionario del consumidor.................................................................. 98
17. El consumidor cedente............................................................................ 99
18. La aseguradora como “consumidora”.................................................... 100
19. Titulares de derechos reales, poseedores y tenedores. Incidencia
de la buena fe............................................................................................ 101
20. Los contratos entre consumidores.......................................................... 101
21. Subconsumidores..................................................................................... 102
22. Consumidores calificados....................................................................... 104
23. ¿La persona por nacer es un consumidor?............................................. 108
24. Consumidores inmobiliarios................................................................... 108
25. El consorcio de propietarios.................................................................... 110
26. Tiempos compartidos, clubes de campo, cementerios privados y fi-
guras afines............................................................................................... 111
27. Usuarios de servicios financieros............................................................ 115
28. Asociados a mutuales.............................................................................. 116
29. Asociaciones de consumidores............................................................... 117
30. Los consumidores y la energía nuclear.................................................. 118
Estatuto del Consumidor Comentado XXI

Pág.
31. Los consumidores de medios de prensa y de comunicación.................. 119
32. Usuarios de redes sociales y buscadores de Internet............................... 119
33. El alcance de la noción de consumidor en el Derecho Comparado....... 121

Art. 2º — Proveedor......................................................................................... 133


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 134
Comentario........................................................................................................ 135
1. Persona humana (física) o jurídica. ¿El pequeño comerciante es
proveedor?................................................................................................ 135
2. Personas de naturaleza pública o privada. El Estado como provee-
dor.............................................................................................................. 136
3. Desarrollo profesional de la actividad.................................................... 141
4. Actividad profesional desarrollada de manera ocasional..................... 143
5. Carácter enunciativo de las distintas actividades comprendidas........ 144
5.1. Producción....................................................................................... 144
5.2. Montaje............................................................................................ 145
5.3. Creación........................................................................................... 145
5.4. Construcción................................................................................... 145
5.5. Transformación............................................................................... 145
5.6. Importación..................................................................................... 145
5.7. Concesión de marca........................................................................ 146
5.8. Distribución..................................................................................... 147
5.9. Comercialización............................................................................ 147
5.10. Prestación de servicios.................................................................... 147
6. ¿Se requiere realizar ofertas para el consumo para ser considerado
proveedor?................................................................................................ 148
7. ¿Pueden las entidades sin fines de lucro ser consideradas proveedo-
res?............................................................................................................. 149
8. El proveedor equiparado......................................................................... 150
9. Los proveedores extranjeros.................................................................... 152
10. Los profesionales liberales...................................................................... 153
10.1. Requisitos para la exclusión........................................................... 157
10.2. Observancia de la LDC en materia de publicidad........................ 160
10.3. Aplicación de sanciones previstas en la LDC a profesionales
liberales que violen la obligación de trato digno y equitativo..... 161
10.4. El profesional liberal que comercializa bienes en el marco de
su actividad...................................................................................... 162
10.5. El profesional liberal en el Derecho Comparado.......................... 162
XXII Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pág.
11. El caso del transporte aerocomercial..................................................... 169
12. Proveedores con status jurídicos particulares....................................... 169
13. Aseguradoras de Riesgos del Trabajo..................................................... 170
14. Corredores inmobiliarios y administradoras de consorcios................. 171
15. La actividad del juego y la apuesta.......................................................... 173
16. Proveedores del servicio de educación privada.................................... 175
17. Proveedores que actúan frente a inversores bursátiles......................... 175
18. El caso del auditor contable.................................................................... 177
19. Albaceas y administradores de herencias.............................................. 185
20. Las sociedades anónimas unipersonales............................................... 185
21. Contratos asociativos............................................................................... 186
21.1. Negocios en participación.............................................................. 187
21.2. Agrupaciones de colaboración...................................................... 187
21.3. Uniones transitorias........................................................................ 188
21.4. Consorcios de cooperación............................................................ 188
22. Contratos de agencia, concesión, franquicia y suministro................... 188
23. El fideicomiso........................................................................................... 190
24. El cedente de la posición contractual..................................................... 192

Art. 3º — Relación de consumo. Integración normativa. Preeminencia... 195


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 195
Comentario........................................................................................................ 197
1. La relación de consumo y el alcance del término “vínculo jurídico”... 197
2. El contrato de consumo........................................................................... 201
3. Interpretación del contrato de consumo................................................ 204
4. Los contratos conexos.............................................................................. 206
5. Forma del contrato de consumo............................................................. 208
6. Los contratos colectivos de consumo..................................................... 208
7. El Estatuto del Consumidor..................................................................... 209
8. El conflicto de normas en el tiempo....................................................... 212
9. Vigencia del principio in dubio pro consumatore.................................. 216
10. Las relaciones de consumo y el Derecho Internacional Privado......... 219
11. La relación de consumo en el Derecho Comparado............................. 226
Estatuto del Consumidor Comentado XXIII

Pág.
CAPÍTULO II
Información al consumidor y protección
de su salud

Art. 4º — Información..................................................................................... 231


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 231
Comentario........................................................................................................ 233
1. El deber de información.......................................................................... 233
2. Sujetos obligados...................................................................................... 238
3. Características esenciales de los bienes y servicios. Condiciones
de comercialización. Circunstancias relevantes.................................... 240
4. Información cierta, clara y detallada...................................................... 242
5. Carácter gratuito de la información........................................................ 244
6. El “soporte” en el cual debe ser brindada la información.................... 245
7. La resolución 906/1998 (Secretaría de Industria, Comercio y Mine-
ría de la Nación)....................................................................................... 249
8. Carácter “comprensible” de la información........................................... 250
9. El problema de la “sobreinformación”................................................... 251
10. ¿El proveedor sólo debe informar lo que conoce?................................. 253
11. Etapas del contrato de consumo en las cuales se debe informar.
La información en relaciones de consumo que no son contratos....... 253
12. Cumplimiento del deber de información a través de terceros............. 254
13. Información pública y notoria................................................................ 255
14. La diligencia del consumidor al informarse.......................................... 256
15. El caso del recall....................................................................................... 256
16. El ámbito espacial del deber de información........................................ 259
17. El denominado “deber de consejo”........................................................ 260
18. El deber de advertencia........................................................................... 264
19. El deber de información y sus particularidades en materia de salud..... 267
20. El deber de información en la comercialización de inmuebles........... 269
21. Información específica en materia alimentaria..................................... 270
22. El Sistema Métrico Legal Argentino (SIMELA)...................................... 270
23. “Sistema Electrónico de Publicidad de Precios Argentinos” (SEPA).... 271
24. Carácter de “documento público” del documento que contiene
la información destinada al consumidor............................................... 274
XXIV Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pág.
Art. 5º — Protección al Consumidor............................................................. 275
Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 275
Comentario........................................................................................................ 276
1. El deber de seguridad.............................................................................. 276
2. Utilización de los bienes o servicios en condiciones previsibles
o normales de uso.................................................................................... 281
3. Relación entre deber de información y deber de seguridad................. 283
4. Legitimación activa.................................................................................. 285
5. Legitimación pasiva................................................................................. 285
6. ¿El deber de seguridad tiene limitación temporal?............................... 286
7. Daños a resarcir........................................................................................ 286
8. Peligro para la salud o la integridad física.............................................. 287
9. La casuística jurisprudencial sobre el deber de seguridad................... 288
10. Mecanismos de colaboración entre países para impedir la circula-
ción de productos inseguros................................................................... 297

Art. 6º — Cosas y servicios riesgosos............................................................ 299


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 299
Comentario........................................................................................................ 300
1. Consagración de un deber de seguridad agravado............................... 300
2. Productos o servicios de alto riesgo........................................................ 301
3. Cosas y servicios riesgosos. Servicios públicos domiciliarios.............. 303
4. Observancia de mecanismos, instrucciones y normas establecidas
o razonables para garantizar la seguridad de lo comercializado......... 304
5. ¿Cuál es el nivel de diligencia que se requiere en el consumidor?....... 304
6. Entrega de manual de instrucciones de uso en idioma nacional......... 306
7. Artículos importados. Responsabilidad por el contenido de la tra-
ducción de los manuales......................................................................... 306

CAPÍTULO III
Condiciones de la oferta y venta

Art. 7º — Oferta................................................................................................ 307


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 307
Estatuto del Consumidor Comentado XXV

Pág.
Comentario........................................................................................................ 308
1. La oferta individual y la dirigida a público indeterminado.................. 308
2. La oferta por medios electrónicos........................................................... 309
3. La invitación a ofertar.............................................................................. 309
4. Plazo de duración de la oferta. Excepción............................................. 310
5. Modalidades, condiciones y limitaciones de la oferta......................... 311
6. Revocación de la oferta pública.............................................................. 313
7. No efectivización de la oferta.................................................................. 313
8. No efectivización de la oferta remitida por medios electrónicos......... 314
9. Oferta con contenidos contradictorios. Interpretación........................ 315
10. Consecuencias de la falta de cumplimiento de la oferta...................... 315

Art. 8º — Efectos de la publicidad................................................................. 317


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 317
Comentario........................................................................................................ 318
1. ¿Doble regulación del efecto de la publicidad?..................................... 318
2. La publicidad............................................................................................ 319
3. Clases de publicidad prohibida.............................................................. 320
3.1. Publicidad engañosa....................................................................... 320
3.2. Publicidad comparativa.................................................................. 329
3.3. Publicidad abusiva.......................................................................... 334
4. Medios para la difusión de publicidad................................................... 337
5. Obligaciones que genera la publicidad.................................................. 337
6. La acción de cesación.............................................................................. 338
7. ¿Responsabilidad de los medios de comunicación y de la agencia
de publicidad?.......................................................................................... 340
8. Los códigos de conducta......................................................................... 341
9. Datos del proveedor para el caso de contratación a distancia............. 343
10. Los concursos públicos............................................................................ 343

Art. 8º bis. — Trato digno. Prácticas abusivas............................................. 345


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 345
Comentario........................................................................................................ 348
1. Derecho del Consumidor y Derechos Humanos................................... 348
2. La obligación de trato digno, equitativo y no discriminatorio.............. 349
XXVI Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pág.
3. Las prácticas abusivas.............................................................................. 352
4. Reclamos extrajudiciales de deudas....................................................... 358
5. La conducta discriminatoria................................................................... 361
6. Los controles de seguridad...................................................................... 362
7. La falta o deficiencia en la atención al cliente....................................... 363
8. El caso especial de la atención de usuarios de servicios financieros... 365
9. La afectación del derecho a la imagen de los consumidores................ 366
10. Cumplimiento del contrato que constituye un acto peligroso para
la vida o la integridad de una persona.................................................... 367
11. Exigencia al consumidor de sumas de dinero no previstas en los
contratos bancarios de consumo............................................................ 367
12. El “trato preferente” a ciertos consumidores......................................... 368
13. El uso de títulos de crédito en las relaciones de consumo.................... 369
14. Obtención de ventajas indebidas en aquellos contratos de duración
en los cuales el cambio de proveedor es excesivamente costoso para
el consumidor........................................................................................... 370
15. La influencia indebida mediante aprovechamiento de infortunios
o circunstancias que afectan la capacidad de evaluación del consu-
midor......................................................................................................... 371
16. Los “premios”........................................................................................... 371
17. Las ventas “bola de nieve” o “piramidales” y su diferencia con el mar-
keting de redes.......................................................................................... 374
18. El spam y las llamadas telefónicas masivas por parte de proveedo-
res.............................................................................................................. 375
19. La puesta en el mercado de productos o servicios inseguros............... 376
20. Sobreventa de pasajes o entradas a espectáculos públicos.................. 376
21. La discriminación de precios y otros aspectos relevantes de los pro-
ductos y servicios. El consumidor extranjero........................................ 377
22. Las ventas atadas y la afectación de la libertad de elección................. 378
23. La vulneración de la privacidad.............................................................. 381
24. El marketing agresivo. El ejemplo de los sistemas turísticos de tiem-
po compartido (STTC)............................................................................. 382
25. La falta de entrega de comprobantes fiscales a los adquirentes
en el e-commerce...................................................................................... 383
26. La inclusión del consumidor en registros de deudores por plazos su-
periores a los legales................................................................................ 384
27. La negativa injustificada de contratar..................................................... 387
Estatuto del Consumidor Comentado XXVII

Pág.
28. El abuso de posición dominante en el mercado.................................... 388
29. Los actos de disposición sobre derechos personalísimos..................... 389
30. La investigación o experimentación médica sobre seres humanos
como práctica abusiva............................................................................. 390
31. Confidencialidad...................................................................................... 392
32. Las cláusulas contractuales abusivas..................................................... 392
33. Falta de talles en locales de venta de indumentaria.............................. 393
34. Esperas excesivas en lugares de atención al público............................. 394
35. Registros “no llame”................................................................................. 395
36. La violación sistemática de los “márgenes de tolerancia” en el con-
tenido de los envases............................................................................... 396
37. Inmuebles que presentan una superficie menor a la consignada
en el boleto de compraventa................................................................... 397
38. La lesión.................................................................................................... 397
39. Valoración especial del incumplimiento del art. 8º bis a los fines
de la aplicación de la multa civil............................................................. 398

Art. 9º — Cosas deficientes usadas o reconstituidas.................................. 401


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 401
Comentario........................................................................................................ 401
1. Concepto de cosas deficientes, usadas o reconstituidas....................... 401
2. Deber de información a cargo del proveedor........................................ 403

Art. 10. — Contenido del documento de venta............................................ 405


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 406
Comentario........................................................................................................ 406
1. Aplicación particular del deber de información. Contenido mínimo.... 406
2. Supuestos excluidos. La emisión de tickets............................................ 407
3. Entrega de certificado de garantía.......................................................... 407

Art. 10 bis. — Incumplimiento de la obligación.......................................... 409


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 409
Comentario........................................................................................................ 409
1. El incumplimiento del proveedor........................................................... 409
2. Eximición por caso fortuito o fuerza mayor........................................... 412
XXVIII Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pág.
3. Eximición por incumplimiento previo a sus obligaciones por parte
del consumidor......................................................................................... 414
4. Cumplimiento forzado de la obligación................................................. 416
5. Aceptación de otro producto o servicio equivalente............................. 416
6. Rescisión de contrato con derecho a restitución de lo abonado.......... 417
7. Posibilidad en cualquier caso de accionar por daños........................... 417

Art. 10 ter. — Modos de rescisión.................................................................. 419


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 419
Comentario........................................................................................................ 419
1. Rescisión de contratos a distancia.......................................................... 419
2. Remisión gratuita de constancia documental de rescisión contrac-
tual............................................................................................................. 420

Art. 10 quáter. — Prohibición de cobro........................................................ 421


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 421
Comentario........................................................................................................ 421

CAPÍTULO IV
Cosas muebles no consumibles

Art. 11. — Garantías......................................................................................... 423


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 423
Comentario........................................................................................................ 424
1. Deber de garantía legal............................................................................ 424
2. Cosas muebles no consumibles.............................................................. 425
3. Cosas que no se comercializan............................................................... 426
4. Cosas nuevas y usadas............................................................................. 426
5. Plazos de garantía y su cómputo............................................................. 427
6. Legitimación activa.................................................................................. 428
7. Legitimación pasiva................................................................................. 428
8. Vicios o defectos que se garantizan........................................................ 429
9. ¿Se garantiza la autenticidad de la marca?............................................. 430
10. Gastos de traslado y flete. Plazo para efectuar el traslado.................... 431
Estatuto del Consumidor Comentado XXIX

Pág.
11. Cláusulas abusivas................................................................................... 431
12. Las garantías extendidas.......................................................................... 432
13. El mal uso de la cosa como causal de exclusión de la garantía............ 434

Art. 12. — Servicio técnico.............................................................................. 435


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 435
Comentario........................................................................................................ 435
1. Sujetos responsables................................................................................ 435
2. Servicio técnico adecuado....................................................................... 436
3. Suministro de partes y repuestos............................................................ 437
4. Validez de la prestación del servicio a través de terceros...................... 438
5. Plazo de vigencia de esta obligación....................................................... 438
6. Imposibilidad de obtener repuestos por restricción de importacio-
nes............................................................................................................. 440

Art. 13. — Responsabilidad solidaria............................................................ 441


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 441
Comentario........................................................................................................ 441
1. Sujetos responsables del deber de garantía legal.................................. 441
2. ¿Quién responde por las garantías extendidas?..................................... 441

Art. 14. — Certificado de garantía................................................................. 443


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 443
Comentario........................................................................................................ 444
1. El certificado de garantía. Contenido mínimo....................................... 444
2. La notificación de la vigencia de la garantía a la cadena de provee-
dores. Efectos............................................................................................ 444

Art. 15. — Constancia de reparación............................................................ 445


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 445
Comentario........................................................................................................ 445

Art. 16. — Prolongación del plazo de garantía............................................ 447


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 447
XXX Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pág.
Comentario........................................................................................................ 447
1. Privación de uso de la cosa...................................................................... 447
2. El cómputo del plazo de garantía............................................................ 448

Art. 17. — Reparación no satisfactoria......................................................... 449


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 449
Comentario........................................................................................................ 449
1. La reparación no satisfactoria................................................................. 449
2. La triple opción del consumidor............................................................. 452
2.1. Sustitución de la cosa por otra de iguales características............ 452
2.2. Devolución de la cosa en el estado en que se encuentre con res-
titución de las sumas ya abonadas................................................. 455
2.3. Quita proporcional del precio........................................................ 456
2.4. Posibilidad de entablar acción por daños..................................... 457
3. ¿Es obligatorio para el consumidor transitar por este camino?........... 457

Art. 18. — Vicios redhibitorios....................................................................... 459


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 459
Comentario........................................................................................................ 459
1. ¿Subsistencia del régimen de vicios redhibitorios del CCyCN?........... 459
2. Particularidades de su aplicación en las relaciones de consumo........ 460
3. Plazo de prescripción............................................................................... 463

CAPÍTULO V
De la prestación de los servicios

Art. 19. — Modalidades de prestación de servicios.................................... 467


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 467
Comentario........................................................................................................ 467
1. Prestaciones de servicios incluidas........................................................ 467
2. Cumplimiento de los términos de las ofertas, publicidades y contra-
tos.............................................................................................................. 468

Art. 20. — Materiales a utilizar en la reparación......................................... 469


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 469
Estatuto del Consumidor Comentado XXXI

Pág.
Comentario........................................................................................................ 469
1. Contratos de servicios en los cuales rige................................................ 469
2. Obligación de emplear materiales nuevos o adecuados a la cosa. Ca-
rácter supletorio de la disposición.......................................................... 470

Art. 21. — Presupuesto.................................................................................... 471


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 471
Comentario........................................................................................................ 471
1. Contratos alcanzados por la obligación de extender presupuesto...... 471
2. Contenido mínimo del presupuesto....................................................... 472
3. Carácter gratuito del presupuesto........................................................... 473

Art. 22. — Supuestos no incluidos en el presupuesto................................. 475


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 475
Comentario........................................................................................................ 475
1. Supuestos no incluidos en el presupuesto............................................. 475
2. Deber de comunicar previamente al consumidor o usuario la reali-
zación de servicios, tareas o costos adicionales. Excepciones............. 476

Art. 23. — Deficiencias en la prestación del servicio.................................. 479


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 479
Comentario........................................................................................................ 479
1. Deficiencias en la prestación del servicio.............................................. 479
2. Deber de garantía. Su diferencia con el previsto en el art. 11, LDC..... 480

Art. 24. — Garantía........................................................................................... 483


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 483
Comentario........................................................................................................ 483

CAPÍTULO VI
Usuarios de servicios públicos domiciliarios

Art. 25. — Constancia escrita. Información al usuario.............................. 485


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 486
XXXII Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pág.
Comentario........................................................................................................ 486
1. Servicios públicos domiciliarios............................................................. 486
2. Proveedores tercerizados de servicios públicos domiciliarios............. 488
3. Deber de información en materia de servicios públicos domicilia-
rios............................................................................................................. 488
4. Interacción entre la LDC y las normas específicas que regulan cada
servicio público domiciliario. Autoridad de aplicación concurrente..... 490
5. Las audiencias públicas. Los fallos “CEPIS” y “Abarca” de la CSJN...... 492
6. ¿Se requiere el agotamiento previo de la vía administrativa?............... 497

Art. 26. — Reciprocidad en el trato................................................................ 499


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 499
Comentario........................................................................................................ 499

Art. 27. — Registro de reclamos. Atención personalizada......................... 501


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 501
Comentario........................................................................................................ 502
1. La atención personalizada a los usuarios............................................... 502
2. La utilización del servicio de atención al cliente para otras finalida-
des comerciales........................................................................................ 503
3. El registro de reclamos............................................................................. 504
4. Los plazos perentorios para “satisfacer” reclamos de los usuarios...... 505
5. La experiencia de la resolución 215/2011 (ENRE)................................. 506

Art. 28. — Seguridad de las instalaciones. Información............................ 507


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 507
Comentario........................................................................................................ 507

Art. 29. — Instrumentos y unidades de medición....................................... 509


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 509
Comentario........................................................................................................ 509
1. La medición de consumos y sus particularidades................................. 509
2. Plazo para la obligación de entregar facturas al usuario....................... 512

Art. 30. — Interrupción de la prestación del servicio................................. 513


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 513
Estatuto del Consumidor Comentado XXXIII

Pág.
Comentario........................................................................................................ 513
1. Interrupción o alteraciones del servicio público domiciliario............. 513
2. Presunción de imputabilidad a la empresa prestadora........................ 514
3. Eximición de responsabilidad del proveedor........................................ 514
4. Plazo de caducidad para interponer el reclamo.................................... 515

Art. 30 bis. — .................................................................................................... 517


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 517
Comentario........................................................................................................ 518

Art. 31. — .......................................................................................................... 521


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 522
Comentario........................................................................................................ 522
1. La presunción de error de facturación................................................... 522
2. Los efectos de la presunción de error de facturación............................ 524
3. El reclamo del usuario............................................................................. 525

CAPÍTULO VII
De la venta domiciliaria, por correspondencia
y otras

Art. 32. — Venta domiciliaria......................................................................... 527


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 527
Comentario........................................................................................................ 528
1. La contratación domiciliaria, por correspondencia y “otras”............... 528
2. La contratación domiciliaria o fuera de los establecimientos comer-
ciales.......................................................................................................... 529
3. Formalidades de los contratos domiciliarios o celebrados fuera
de los establecimientos comerciales...................................................... 534

Art. 33. — Venta por correspondencia y otras............................................. 537


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 537
Comentario........................................................................................................ 538
1. La llamada “venta por correspondencia”............................................... 538
XXXIV Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pág.
2. La mención obligatoria del domicilio del proveedor............................ 542
3. Los contratos celebrados a través de Internet........................................ 542
4. Aplicación de sanciones por incumplimiento del contrato.................. 543
5. El deber de información en los contratos de consumo a distancia...... 543
6. La regulación de las relaciones de consumo celebradas por Internet
en el ámbito del Mercosur....................................................................... 544
7. ¿Quién debe soportar el riesgo de pérdida o deterioro de la cosa?...... 546
8. Forma de los contratos a distancia......................................................... 547
9. Lugar de cumplimiento de los contratos a distancia............................. 547

Art. 34. — Revocación de aceptación............................................................ 549


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 549
Comentario........................................................................................................ 550
1. La revocación de la aceptación o derecho de “arrepentimiento”........ 550
2. Plazo e información de la existencia del derecho de revocación......... 552
3. Cómputo del plazo................................................................................... 555
4. Irrenunciabilidad del derecho de arrepentimiento.............................. 555
5. Ejercicio del derecho de revocación....................................................... 556
6. Consecuencias de la efectivización del derecho de revocación........... 558
7. Supuestos excluidos................................................................................. 559
8. Aplicación analógica del derecho de revocación en contratos para
los cuales no ha sido expresamente previsto......................................... 561
9. El derecho de revocación en los contratos financieros de consumo... 562

Art. 35. — Prohibición..................................................................................... 565


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 565
Comentario........................................................................................................ 565

CAPÍTULO VIII
De las operaciones de venta de crédito

Art. 36. — Requisitos....................................................................................... 569


Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas en el análisis de
este artículo............................................................................................... 571
Estatuto del Consumidor Comentado XXXV

Pág.
Comentario........................................................................................................ 573
1. La sustitución del art. 36, LDC................................................................ 573
2. El otorgamiento de crédito a los consumidores. Los “contratos ban-
carios de consumo”.................................................................................. 576
3. Operaciones financieras incluidas y excluidas en el art. 36, LDC........ 579
4. Aplicación particular del deber de información a estas operaciones.... 580
5. ¿A quién se debe informar?..................................................................... 582
6. Consecuencias del incumplimiento de los requisitos mínimos pre-
vistos en el art. 36, LDC............................................................................ 582
7. Adquisición de bienes o servicios que dependen de la previa obten-
ción de un crédito..................................................................................... 583
8. Facultades regulatorias del BCRA........................................................... 584
9. Juez competente....................................................................................... 584
10. La ejecución de títulos de crédito contra consumidores...................... 587
11. Breve mención de la problemática del “sobreendeudamiento
del consumidor”....................................................................................... 595
Breves aclaraciones
metodológicas

Como primera aclaración, se expresa que este trabajo ha sido


pensado como una herramienta de trabajo para intentar arrimar
respuestas concretas a problemas y desafíos diarios que el Dere-
cho del Consumidor plantea con cada vez mayor frecuencia. Asi-
mismo, la existencia de recientes, variados e impactantes cambios
legislativos que influyen intensamente en la materia y que serán
vistos a lo largo de esta obra, obliga más que nunca a ocuparse de lo
esencial: la explicación de los textos legales y sus alcances.
Teniendo presente el alto grado de familiaridad que ha genera-
do la Ley de Defensa del Consumidor (con sus más de 20 años de
historia) (1) entre los operadores jurídicos argentinos, he optado por

(1) En adelante LDC.


El texto vigente se basa, fundamentalmente, en la ley 24.240 (publicada en el Bo-
letín Oficial —en adelante BO— en fecha 15/10/1993). No obstante esto, normas
posteriores han incidido fuertemente en su contenido mediante importantes modi-
ficaciones e incorporaciones de preceptos. En tal sentido, se pueden destacar a las
leyes 24.787 (publicada en el BO en fecha 2/4/1997), 24.499 (publicada en el BO en
fecha 30/7/1998), 26.361 (publicada en el BO en fecha 7/4/2008), 26.993 (publicada
en el BO en fecha 19/9/2014), 26.994 (publicada en el BO en fecha 8/10/2014), 27.250
(publicada en el BO en fecha 14/6/2016), 27.265 y 27.266 (estas dos últimas publica-
das en el BO en fecha 17/8/2016).
La ley 24.787 incorporó los arts. 10 bis y 30 bis y efectuó agregados en el art. 8º.
La ley 24.499 incorporó los arts. 13 y 40, sustituyendo, asimismo, el art. 14.
La ley 26.361 (la más relevante de las modificaciones a la LDC), sustituyó los
arts. 1º, 2º, 3º, 4º, 10, 11, 25, 27, 31, 32, 34, 36, 41, 42, 43, 45, 47, 49, 50, 52, 53, 55, 59, 60
y 61, efectuó agregados en el art. 7º, incorporó los arts. 8º bis, 10 ter, 40 bis, 52 bis, 54 y
66 y derogó el art. 63 (cabe aclarar que esta derogación fue observada por el art. 1º del
dec. 565/2008 —publicado en el BO en fecha 7/4/2008—).
La ley 26.993 sustituyó los arts. 36, 40 bis y 45. Asimismo, incorporó el art. 54 bis.
La ley 26.994 (con vigencia a partir del 1 de agosto de 2015) sustituyó los textos de
los arts. 1º, 8º, 40 bis y 50.
La ley 27.250 sustituyó al segundo párrafo del art. 4º.
La ley 27.265 incorporó el art. 10 quáter.
Por último, la ley 27.266 sustituyó el texto del art. 38.

-1-

Demetrio Alejandro Chamatropulos

estructurar este libro utilizando a ella como pivot del sistema aun
cuando resulte algo heterodoxo. Esa elección responde entonces a
simples motivos de practicidad y comodidad para los lectores.
Dicho esto, y antes de ingresar al análisis exegético de las nor-
mas consumeriles, resulta conveniente efectuar algunas precisio-
nes metodológicas para que el lector sepa desde un inicio ante qué
tipo de obra se encuentra.
Así se puede decir lo siguiente:
1. Sin perjuicio de que se trata de un libro bajo formato de nor-
mas comentadas, el análisis no quedará reducido estrictamente a
su contenido. Con el correr de las páginas se verá que esto no sólo
es conveniente sino más bien necesario, pues constituye la única
manera de comprender realmente el alcance y magnitud de las so-
luciones del Derecho del Consumidor y su impacto fáctico.
2. Antes de comenzar el abordaje del articulado de la LDC, se
efectúa una muy breve reseña general sobre el Derecho del Con-
sumidor que ayudará a comprender la evolución de la materia y
el porqué de su importancia creciente y sus fundamentos básicos.
3. Los comentarios se realizarán a cada artículo de la LDC. No
habrá anotaciones a “bloques de artículos” o a capítulos enteros.
Se aclara que, como en toda ley, existen preceptos que por su
aplicación práctica o su carácter controvertido requieren un mayor
desarrollo en el comentario que otros. Pueden exhibir una exten-
sión considerable también aquellas anotaciones de disposiciones
que no hayan sido objeto de especial tratamiento doctrinario y ju-
risprudencial en el país hasta el momento pero que, sin embargo,
requieren un mayor grado de análisis. Es por ello que se encontra-
rán diferencias notorias de extensión en el abordaje de los distintos
preceptos que componen la LDC.
Así, por ejemplo, se deja desde ya advertido que los arts. 1º, 2º y
3º, por ejemplo, con los cuales se inicia el tratamiento exegético de
la LDC, serán objeto de un estudio detallado en cuanto contienen
las definiciones de consumidor, proveedor y relación de consumo (2),

(2) Se podría incluir aquí también una de las especies de la relación de consumo
(“el contrato de consumo”) que no ha sido conceptualizada en la LDC aunque sí se ha
ocupado específicamente del mismo el Código Civil y Comercial en su Libro Tercero,
título III, tal como se verá más adelante.

-2-
Breves aclaraciones metodológicas

respectivamente, delimitando, en consecuencia, el ámbito de apli-


cación del Derecho del Consumidor (3).
4. En el análisis de cada precepto se incluirán todas aquellas
normas externas a la LDC (generales o particulares, de mayor,
igual o menor rango) pero que complementan, corrigen y ayudan a
precisar el sentido y alcances del denominado Estatuto de Consu-
midor. Así, se encontrarán distintas citas de legislación nacional,
provincial y del Derecho Comparado. Dentro de esa línea y por su
trascendente impacto, es imperioso dedicarle buena parte de este
libro al análisis de las disposiciones correspondientes del Código
Civil y Comercial de la Nación (4) (CCyCN) (5).
5. Estando convencido de que las resoluciones de los jueces
constituyen una de las manifestaciones principales del “derecho
que se vive”, la explicación de los textos legales irá acompañada
tanto de aquellos casos jurisprudenciales de ineludible relevancia
en cada tema como de sentencias que, por tratar temas pocos fre-
cuentes, merecen ser puestas en conocimiento del público, aunque
no sean muy divulgadas.

(3) Javier Wajntraub resume muy bien esto expresando que la extensión del con-
cepto “relación de consumo” será una consecuencia de los límites que la legislación
le otorgue a sus elementos: sujeto, objeto y fuentes. Wajntraub, Javier H., “Análisis
exegético de la ley”, en Mosset Iturraspe, Jorge - Wajntraub, Javier H., Ley de De-
fensa del Consumidor, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2008, p. 58.
(4) El Código tuvo como base al Anteproyecto redactado por la Comisión de Re-
formas designada por el dec. 191/2011 (publicada en el BO en fecha 23/2/2011) inte-
grada por los Dres. Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco y Aída Kemelmajer
de Carlucci. Han prestado su colaboración para la realización de tal tarea una extensa
lista de juristas. El Proyecto fue elevado al Congreso el día 7 de junio de 2012 (Men-
saje del Poder Ejecutivo Nacional 884/2012) ingresando para su estudio en la Comi-
sión Bicameral para la Reforma, Actualización y Unificación de los Códigos Civil y
Comercial de la Nación. Dicha Comisión elaboró un predictamen que obtuvo media
sanción en la Cámara de Senadores en fecha 28 de noviembre de 2013 siendo trans-
formado en ley por la Cámara de Diputados el 1 de octubre de 2014 (ley 26.994, pu-
blicada en el BO en fecha 8/10/2014). Originariamente se preveía su vigencia para el
día 1 de enero de 2016 (conf. art. 7º, ley 26.994). Con posterioridad, esa fecha se ade-
lantó al día 1 de agosto de 2015 (conf. art. 1º, ley 27.077 —publicada en el BO en fecha
19/12/2014— que sustituyó el texto del art. 7º de la ley 26.994).
(5) El CCyCN, como se dijo antes, sustituyó los textos de los arts. 1º, 8º, 40 bis y
50. Asimismo, define de modo expreso al “contrato de consumo” y le dedica todo el
título III del Libro Tercero sobre Derechos Personales, regulándolo a lo largo de 31
artículos (arts. 1092 a 1122) que serán analizados detalladamente en esta obra.

-3-

Demetrio Alejandro Chamatropulos

6. Siendo quizás la materia jurídica que más aportes doctrina-


rios (directos o indirectos) ha recibido en las últimas dos décadas
de nuestro país, resulta imperioso citar los trabajos correspondien-
tes con cierto grado de detalle. Al igual que con la jurisprudencia,
no me limitaré aquí a mencionar sólo a grandes referentes jurídicos
o a trabajos ineludibles. Al contrario, se encontrará también la opi-
nión de autores, algunos poco conocidos, pero que han abordado
temas o expuesto ideas que no es aconsejable pasar por alto.
7. Por último, un cambio no menor es el nacimiento del Digesto
Jurídico Argentino (DJA), creado mediante la ley 26.939 (6), que tie-
ne un impacto significativo en las normas en general y en el Esta-
tuto del Consumidor en particular. Sabiendo que es una novedad a
la cual los operadores jurídicos no le han dado tanta trascendencia
se le dedicarán algunas líneas en la parte final de la introducción,
de modo previo a entrar de lleno en el análisis del articulado de la
LDC. Ello sin perjuicio de la referencia pertinente cada vez que el
comentario a un precepto determinado de la LDC así lo aconseje.

(6) Publicada en el BO en fecha 16/6/2014.

-4-
Introducción

1. Evolución histórica y fundamento básico


del Derecho del Consumidor

A modo introductorio, es conveniente explicar muy brevemente


cómo ha sido la evolución histórica de la protección de usuarios y
consumidores y su estado de situación actual en la Argentina.
En la búsqueda de un primer antecedente, es dable constatar
que los efectos de la Revolución Industrial se sintieron “jurídica-
mente” en diversos ámbitos. En algunos de ellos, por el profundo
impacto del cambio, tuvo lugar incluso el nacimiento de nuevas
ramas dentro de la ciencia del Derecho (por ejemplo, en las por en-
tonces incipientes relaciones de trabajo (1)).
Por una cuestión de lógica elemental, resulta una obviedad de-
cir que ese espectacular incremento de la producción necesitaba
ser acompañado, para que el sistema verdaderamente funcione,
por un crecimiento del mercado (léase compradores) que evite lo
que si no se transformaría en un veloz y perjudicial fenómeno de
acumulación de stock de productos por parte de los empresarios
o fabricantes que no tendrían dónde colocar esa mercadería que
elaboraban.
La práctica comercial demostraba, a su vez, que no sólo se re-
quería un número adecuado (y cada vez más numeroso) de com-
pradores (efectivos y potenciales) sino también mecanismos jurídi-

(1) Esta Revolución produjo una modificación esencial en la manera de concebir


el trabajo humano, pues provocó (además de un intenso incremento de la produc-
tividad) una serie de efectos colaterales nocivos para la salud de quienes prestaban
tareas en beneficio de patronos, dando nacimiento al Derecho del Trabajo o Derecho
Social que se empezó a construir sobre la base de regulaciones que limitaban la jor-
nada laboral o protegían contra infortunios, para luego ir creciendo paulatinamente
hasta ocupar su destacado lugar actual.

-5-

Demetrio Alejandro Chamatropulos

cos que permitieran efectuar transacciones en un tiempo tan veloz


como lo requería esa producción en serie.
Ya en el siglo XX, se le sumó a esto que se estaba gestando
la aparición de nuevas necesidades de las personas, derivadas
de la evolución en el reconocimiento de los Derechos Humanos
—DD.HH.— (derecho a la educación, a la salud, a la recreación, a
satisfacer los requerimientos del espíritu, etc.) (2).
De la economía precaria en la cual el individuo producía me-
ramente para su supervivencia, se pasó progresivamente a una de
mercado en la que se comercializa para compradores impersonales
y anónimos, que se guían por motivaciones económicas (o muchas
veces irracionales), estimuladas por la publicidad y la competencia
entre proveedores (3).
A medida que la realidad negocial se iba estructurando sobre
este último modelo, surgió la necesidad de crear herramientas ju-
rídicas que otorguen algún tipo de protección a los particulares in-
tegrantes de ese “mercado anónimo”. Nació así la figura jurídica de
los “consumidores” (4).
Y la manera que encontró el mercado para poder colocar sus
productos (y más modernamente servicios) de manera adecuada al
alcance del consumidor estuvo constituido por novedades como la
publicidad y los contratos con cláusulas predispuestas, en los cua-
les sólo cabía “tomar o dejar” el producto ofertado, sin poder discu-
tirse el alcance o contenido de esos instrumentos.
Al “poder de fuego” no sólo de las empresas fabricantes sino
también de las grandes compañías comercializadoras, se le sumó
el hecho de que los productos y servicios ofrecidos se fueron multi-
plicando, complejizando y sofisticando sin interrupción, desarro-

(2) Alterini, Atilio A., “Prólogo”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra,


Roberto A. (dirs.), Ley de Defensa del Consumidor comentada y anotada, t. I, La Ley,
Buenos Aires, 2009, p. 2.
(3) Alterini, Atilio A., “Prólogo”, cit., en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferre-
yra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 3.
(4) En rigor, bien apunta el autor brasileño Antonio Benjamín que “los consumi-
dores han existido siempre. Sólo que el derecho —o mejor, el legislador— no tenía
una percepción clara de su marco, como sujeto diferenciado de categorías tradicio-
nales (como el comprador o el arrendatario, por ejemplo)”. Benjamín, Antonio H.,
“Derecho del consumidor”, en Stiglitz, Gabriel A. (dir.), Defensa de los consumido-
res de productos y servicios, La Rocca, Buenos Aires, 1994, p. 88.

-6-
Introducción

llándose, a su vez, métodos de promoción y ventas cada vez más


incisivos (5) que fueron de alguna manera “arrinconando” progresi-
vamente a ese consumidor, que quedaba situado en una posición
de evidente desventaja respecto a su contraparte.
El cuadro se agravó para ese consumidor o usuario desprotegi-
do, quien, como consecuencia de la explosión industrial y tecno-
lógica que hizo un culto de la innovación permanente, no era ya
buscado “simplemente para consumir”, sino más bien para “volver
a consumir”. En dicho sentido, esa sobreoferta de bienes y servicios
influye en la actualidad no sólo en los hábitos de consumo sino di-
rectamente en el estilo de vida y las pautas culturales vigentes (6). Se
ha dicho que cada día se desean más bienes y servicios, aunque no
sean necesarios, explicándose que los consumidores “son víctimas
de esta vorágine, desde el pobre que compra por necesidad hasta el
pudiente que compra por vanidad” (7).
Esta dinámica conduce a que la “amortización” de la satisfac-
ción que cada producto produce en el consumidor o usuario sea
progresivamente más veloz, acelerándose así el ciclo de satisfac-
ción. Esto da como resultado el recambio por la “nueva versión”,
configurándose más consumo, lo cual termina presionando so-
bre todo el sistema de producción. Todo este vértigo se encuentra
acompañado por la publicidad y el crédito (8).

(5) Santarelli, Fulvio G., “El desarrollo del derecho de los consumidores y usua-
rios”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 17.
(6) Como reacción a este estilo consumista de vida actual, merece destacarse la
reciente Ley de Defensa del Consumidor boliviana (ley 453 de diciembre de 2013,
“Ley General de los Derechos de las Usuarias y los Usuarios y de las Consumido-
ras y Consumidores”) que establece como primer principio que rige la protección y
defensa de los consumidores el relacionado con el “vivir bien” (“art. 6.1, Vivir Bien,
­sumajkausay, suma qamaña, ñandereko, tekokavi, ivimaraei, qhapajñan. Se asumirá
y promoverá la complementariedad entre el acceso y disfrute de los bienes materiales
y la realización afectiva, subjetiva y espiritual, buscando satisfacer las necesidades en
armonía con la naturaleza”).
(7) Farina, Juan M., Defensa del Consumidor y del Usuario, 4a ed., Astrea, Buenos
Aires, 2008, p. 20.
(8) Santarelli, Fulvio G., “El desarrollo del derecho de los consumidores y usua-
rios”, cit., en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I,
p. 20.
Explica Germán Risemberg que, aun sin el marketing, la demanda de productos y
servicios seguiría viva. Pero sucede que el primero inflama la llama del deseo de los
consumidores, haciendo disminuir los lapsos de placeres generados por cada acto de
compra. Es decir, el marketing no crea necesidad sino que detecta la “energía desean-

-7-

Demetrio Alejandro Chamatropulos

Expresa Jorge Mosset Iturraspe (9) que el consumidor es un “tor-


pe” por distintas razones. Ello puede ser por el apuro con el que se
mueve, por la urgencia de sus apetencias, su falta de ilustración o
su impericia negocial. No obstante ello, dice este autor, las normas
deben escucharlo, tutelarlo y defenderlo.
Para intentar explicar toda esta compleja problemática hay otros
autores nacionales que comienzan a poner el acento en el “Análisis
Conductista del Derecho” —ACD— (en este caso del Derecho del
Consumidor) como nueva disciplina que busca evidenciar cómo
las personas ejercen sus opciones, las tendencias (innatas o no) que
afectan las preferencias supuestamente libres del adquirente de un
producto, entre otras cuestiones (10).
Vistas las cosas, desde el Análisis Económico del Derecho
(AED) (11), se recuerda que “en las últimas décadas se han desarro-
llado diversos modelos económicos que intentan explicar el fun-
cionamiento de los mercados caracterizados por participantes con
información asimétrica”. Se explica que dichos modelos son una
novedad, pues antes se analizaba al mercado bajo un contexto de
competencia perfecta. Ese mercado de competencia perfecta es
una entidad ideal que supone que el bien que se intercambia es ho-
mogéneo, que la información que tienen los sujetos respecto de la
calidad y precio de los bienes es perfecta, que los agentes econó-
micos actúan siempre de un modo racional y que ninguno de los
participantes en un mercado puede influir decisivamente dentro
de él respecto a la fijación de precios (12).

te” en estado de latencia en los consumidores y la dirige hacia determinadas marcas.


Risemberg, Germán, “Marketing y publicidad: una reflexión ética”, Revista de Dere-
cho del Consumidor, vol. 11, Juris, Rosario, p. 49.
(9) Mosset Iturraspe, Jorge, “Introducción al Derecho del Consumidor”, Revista
de Derecho Privado y Comunitario, 1994, nro. 5 (Consumidores), p. 11.
(10) Racimo, Fernando M., “El análisis conductista del derecho (Sobre algunas
correcciones al análisis económico del derecho)”, ED, 207-947.
(11) Si bien es frecuente resaltar la búsqueda de objetivos de eficiencia en el AED
ello no siempre es así. En no pocas ocasiones se puede prescindir de esa noción y
enfocarse simplemente en el “Derecho y sus Consecuencias”, pudiéndose estudiar,
verbigracia, el impacto de una norma determinada sobre un aspecto de la realidad.
Acciarri, Hugo A., “La regulación de los contratos de consumo en el nuevo Código.
Algunas notas para su análisis económico”, RCCyC, 2015 (septiembre), p. 277.
(12) Acciarri, Hugo A. - Tolosa, Pamela, “La Ley de Defensa del Consumidor
y el Análisis Económico del Derecho”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra,
Roberto A. (dirs.), cit., t. II, p. 6.

-8-
Introducción

Señala Mosset Iturraspe (13) que el Derecho y la Economía con-


fluyen en esta nueva rama de una manera que no ocurrió nun-
ca antes, pues el Derecho Civil ignoraba a la economía mientras
que el Derecho Comercial le daba una prioridad excesiva. Aclara-
ba este autor que lo cierto es que el Derecho del Consumidor no
puede prescindir de los proveedores, la industria y el comercio (14).
Inversamente, el funcionamiento del mercado requiere el recono-
cimiento de los derechos del consumidor (15).
Héctor Alegria expresaba hace un tiempo que cuando aparecen
nuevos fenómenos económicos con sus consiguientes impactos
jurídicos, inicialmente suele haber posiciones extremas. Ejemplifi-
cando sobre ello, recuerda que en su momento al Derecho Comer-
cial se lo calificó como “insolidario y antisocial” con respecto al
Derecho del Consumidor y, en sentido contrario, alguna voz reputó
a este último como un “derecho marxista”. Manifestaba que se tra-
taba simplemente de “preconceptos, propios de los primeros pasos
de este nuevo ámbito jurídico, pero superados en el actual estado
del Derecho del Consumidor” (16).
Atilio Alterini explicaba que si bien el pasado exhibió algunas
formas de protección a este tipo de sujetos, lo cierto es que los Có-
digos clásicos del siglo XIX no pusieron atención en el consumidor,
aunque sí se ocuparon del comprador, del locatario, etc. También
de otras figuras un tanto más novedosas como el destinatario de la
publicidad y el adherente en el contrato predispuesto (17).

(13) Mosset Iturraspe, Jorge, “Introducción al Derecho del Consumidor”, Revis-


ta de Derecho Privado y Comunitario, 1994, nro. 5 (Consumidores), p. 17, cit.
(14) Quince años después, este autor completaba un poco esa idea expresando
que el Derecho del Consumidor estaba más cerca del Derecho Civil que del Comer-
cial, pues mientras este último miraba más al proveedor, el primero se enfocaba en el
consumidor. Mosset Iturraspe, Jorge, “Del ‘micro’ al ‘macro’ sistema y viceversa.
El ‘diálogo de fuentes’”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2009, nro. 1 (Con-
sumidores), p. 19.
(15) Reich, Norbert, “Mercado, derecho y protección del consumidor como ciu-
dadano”, Revista de Derecho del Consumidor, vol. 10, Juris, Rosario, p. 3.
(16) Alegria, Héctor, “Régimen legal de protección del consumidor y Derecho
Comercial”, LA LEY, 2010-C, 821.
(17) El autor citado señala valiosos antecedentes en el Código de Hammurabi, las
Leyes del Manú y Roma, a cuya lectura se remite en honor a la brevedad. Alterini,
Atilio A., “Prólogo”, cit., en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A.
(dirs.), cit., t. I, p. 3.

-9-

Demetrio Alejandro Chamatropulos

Pero la comprensión del concepto “consumidor” suponía salir


de los cánones del derecho tradicional y partir del presupuesto de
que se estaba ante un “débil jurídico”, al igual que sucedió con los
trabajadores en sus relaciones laborales con el empleador (18).
Agregaba el civilista mencionado que la normativa argentina
sólo hacía referencia en contadas ocasiones a la noción de consu-
midor. Así, por ejemplo, el art. 451 del derogado Código de Comer-
cio lo excluía del régimen de la compraventa mercantil (19).
Con el transcurrir del siglo XX, la problemática del consumi-
dor comenzó a adquirir paulatinamente mayor importancia, pues
a diferencia de otros débiles jurídicos (como el trabajador), el sujeto
bajo estudio era ni más ni menos que el ser humano en sí, ya que
cada persona, en algún momento del día, consumía, independien-
temente de si era rico, pobre, poderoso, desvalido, sagaz, ingenuo,
etcétera.
En línea con lo que se ha venido señalando, expresa con acier-
to el italiano Guido Alpa (20) que el descubrimiento del “consumi-

(18) Uno de los autores que más han discutido la conveniencia de normas tuitivas
de los consumidores fue Mario Bonfanti. Su pensamiento está muy bien resumido en
las primeras páginas de su obra Derecho del Consumidor y del Usuario del año 2001.
Se puede ver en tal sentido el texto de su solapa, su prólogo y en la frase inicial del li-
bro (“Si ‘todos’ somos consumidores es mejor que la inmadura sociedad consumista
comience a madurar y, con ella, el Derecho del Consumidor”). En la solapa afirma
que esta rama del Derecho a veces exagera “la nota de victimización de la parte dé-
bil del contrato” y que se trata de un “Derecho menor” que resulta “una normativa
incierta y ambigua, que procura afirmarse a través de un imperativo ‘orden público’
de la ley, con poco de orden y menos aún de una opinión pública determinante”.
Agregaba que “se permanece aún en la inmadurez del consumismo jurídico”. Bon-
fanti, Mario A., Derecho del Consumidor y del Usuario, Abeledo-Perrot, Buenos Ai-
res, 2001.
(19) Art. 451, CCom. derogado: “Sólo se considera mercantil la compra-venta de
cosas muebles, para revenderlas por mayor o menor, bien sea en la misma forma que
se compraron o en otra diferente, o para alquilar su uso, comprendiéndose la mone-
da metálica, títulos de fondos públicos, acciones de compañías y papeles de crédito
comerciales”.
El CCyCN, al unificar el tratamiento legislativo de las materias civil y comercial
(valga la redundancia), suprime obviamente el concepto de compraventa mercantil,
dejando una noción única de dicho contrato, prevista en su art. 1123 (“Definición.
Hay compraventa si una de las partes se obliga a transferir la propiedad de una cosa y
la otra a pagar un precio en dinero”).
(20) Alpa, Guido, “El derecho de los consumidores y el ‘Código del Consumo’ en
la experiencia italiana”, Revista de Derecho Privado, nro. 11, 2006, Universidad Exter-
nado de Colombia.

- 10 -
Introducción

dor” es relativamente reciente, apareciendo progresivamente, en


los países del mundo occidental, a medida que se iban alcanzando
etapas superiores en el desarrollo del capitalismo. Agrega este au-
tor que el hallazgo no fue acompañado por una recepción legisla-
tiva inmediata pues esto demandó un tiempo considerable hasta
alcanzarse.
Es importante destacar, como dato histórico, que, luego de la
Segunda Guerra Mundial, se produce en los EE.UU. una impresio-
nante expansión del fenómeno del consumo (21).
En dicho sentido, y para medir la importancia que fue adqui-
riendo la noción de consumidor, puede citarse el célebre discurso
del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy (22) en el
cual expresó: “Consumidor, por definición, nos incluye a todos…
Son el grupo económico más grande, que afecta y es afectado por
casi todas las decisiones económicas públicas y privadas. Dos ter-
cios de todos los gastos en la economía son hechos por los consu-
midores. Sin embargo es el único grupo importante cuyos puntos
de vista a menudo no son escuchados”.
Esa década de los ‘60 marca el verdadero punto de inicio de la
materia a nivel global (23). Consecuencia de esa aparición del tema
en la agenda pública, se elabora tiempo después en Europa la Carta
de Protección a los Consumidores de 1973 (24), lo cual fue seguido

(21) En cambio, en Europa el consumo masivo no había irrumpido todavía pues


la economía de posguerra se estaba recuperando. Correctamente Gilles Paisant ex-
presa que el Tratado de Roma de 1957, más allá de nombrar tres o cuatro veces la pa-
labra “consumidor”, no se preocupaba por él. Es decir, todavía no existía en el Viejo
Continente el Derecho del Consumidor como tal. Paisant, Gilles, “La defensa del
consumidor en la Unión Europea”, Revista de Derecho del Consumidor, vol. 11, Juris,
Rosario, p. 3.
(22) Discurso titulado “Protegiendo los intereses del consumidor”, pronunciado el
15/3/1962 en el Congreso de los EE.UU.
Este hecho marcó un verdadero hito en la historia de la tutela de los sujetos men-
cionados, lo cual ha quedado evidenciado con la instauración de dicha fecha (a partir
de 1983) como el “Día Mundial del Consumidor” que se conmemora año a año, cada
vez con un nivel mayor de difusión social.
(23) A rigor de verdad, junto con el Derecho del Consumidor surgen o se consoli-
dan otras disciplinas jurídicas que buscan regular el mercado. Así se empieza a hacer
frecuente la legislación del medio ambiente, la antitrust o la de la salud. Porto Ma-
cedo (Jr.), Ronaldo, Contratos relacionales y defensa del consumidor, La Ley, Bue-
nos Aires, 2006, p. 166.
(24) Elaborada por la Asamblea del Consejo de Europa en fecha 17/5/1973.

- 11 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

por una serie de normas tuitivas que se vienen dictando, a lo lar-


go y ancho del mundo, desde esa fecha hasta el presente para re-
gular diversos aspectos relacionados con el consumo. Sin ánimo
excluyente y al solo título informativo se pueden encontrar las pri-
meras, por ejemplo, en Gran Bretaña (25), Alemania (26) o Francia (27)
aunque existen normas anteriores como la ley japonesa del 30 de
mayo 1968. En Latinoamérica, tanto Venezuela (28) como México (29)
tenían ya sus leyes consumeriles en los años ‘70.
En el marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
deben destacarse también las Directrices para la Protección del
Consumidor de 1985 (30) que significaron un nuevo impulso expan-
diendo a nivel global las preocupaciones que ya venía exhibiendo
la legislación principalmente europea de la década anterior (31).
Cabe destacar que en el mes de diciembre de 2015 se aprobó una
nueva versión de las Directrices para adaptar sus contenidos a las
necesidades de protección de los consumidores de la actualidad
(por ejemplo, lo relativo al comercio electrónico, la mayor tutela
del consumidor de productos financieros y la lucha contra produc-
tos falsificados) (32).
Centrando la atención específicamente en la Argentina, Rubén
y Gabriel Stiglitz han escrito que la evolución del Derecho del Con-
sumidor en nuestro país puede dividirse en etapas (33):

(25) Por ejemplo, la Fair Trading Act de 1973.


(26) Ver la Ley sobre Condiciones Generales de Contratación del 9/12/1976.
(27) Ley sobre la Venta a Domicilio del 22/12/1972, v.gr.
(28) Ley de Protección al Consumidor de 1974.
(29) Ley Federal de Protección al Consumidor de 1978.
(30) Aprobada por la Asamblea General de la ONU en fecha 7/4/1985.
(31) Sobre la necesidad de una regulación uniforme transnacional en materia de
Derecho del Consumidor Jean Calais-Auloy expresaba hace un tiempo, con respecto
al ámbito europeo, que las directivas comunitarias, al requerir una norma comple-
mentaria en cada país, sólo acercan a las legislaciones locales pero no las uniforman.
Concluye recalcando la necesidad de un Derecho del Consumidor en términos co-
munitarios. Calais-Auloy, Jean, “El Código Francés del Consumo”, Revista de Dere-
cho del Consumidor, vol. 9, Juris, Rosario, p. 65.
(32) Aprobada por la Asamblea General de la ONU en fecha 22/12/2015.
(33) Stiglitz, Rubén S. - Stiglitz, Gabriel A.,Contratos por adhesión, cláusulas
abusivas y protección al consumidor, La Ley, Buenos Aires, 2012, ps. 9 y ss.

- 12 -
Introducción

1. Un primer período, previo a la reforma del Código Civil en


1968 (a través de la ley 17.711), que adolecía de orfandad en materia
de soluciones normativas para el consumidor considerado como la
“parte débil” de una relación.
2. La segunda etapa, posterior a 1968, en la cual se reforma el
CCiv. y aparecen normas especiales con finalidad tuitiva como,
v.gr., las leyes de Abastecimiento, Lealtad Comercial y Defensa de
la Competencia, todas las cuales aportaban, aunque más no sea
de manera indirecta, algún grado de protección para los consu-
midores.
En esta etapa tuvo nacimiento, cabe destacar, un proyecto de
Ley de Defensa del Consumidor redactado por Atilio Alterini, Ro-
berto López Cabana y Gabriel Stiglitz, que luego de varias idas y
vueltas terminó resultando la base fundamental de la LDC del año
1993 (34).
3. La tercera etapa comienza a partir de 1993 con la sanción de
la LDC, en la cual comienzan a vislumbrarse soluciones específi-
cas, preventivas, colectivas, sean sustanciales, sean adjetivas, con-
cretamente pensadas para dar solución a la situación de usuarios y
consumidores.
Ya instaurado el Derecho del Consumidor como nueva discipli-
na de la ciencia jurídica, nuestro país no permaneció ajeno a dicha
tendencia mundial.
Es así como hace casi 22 años (en 1993) se sancionó la
ley 24.240 de Defensa del Consumidor (LDC), que fue reforzada
en 1994 con la reforma constitucional (35) que, en sus arts. 42 (36)

(34) Dicho Proyecto fue presentado en el año 1989 por el congresista Marcos Di
Caprio en la Cámara de Diputados donde obtuvo media sanción en 1990. En la Cá-
mara de Senadores se le introdujeron modificaciones en el año 1992, volviendo a la
Cámara de origen, en donde experimentó nuevos cambios aprobados el 30/6/1993,
obteniéndose la conformidad de la Cámara de Senadores que, finalmente sancionó
la LDC el 22/9/1993.
(35) Sancionada en fecha 15/12/1994.
(36) Art. 42, Constitución Nacional (CN): “Los consumidores y usuarios de bienes
y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su salud, se-
guridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de
elección, y a condiciones de trato equitativo y digno.
”Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la educación para
el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión de los

- 13 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

y 43 (37), consagró la vigencia de la “relación de consumo” y la pro-


tección del usuario y del consumidor.
Señala María Angélica Gelli que la incorporación de los dere-
chos de los consumidores y usuarios a la Constitución cruzó tres
líneas ideológicas distintas (38). Así, la línea liberal, en cuanto se
plasmó el deber del Estado de asegurar la competencia, controlar
los monopolios y asegurar la calidad y eficiencia de los servicios
públicos; la veta social, al imponerse a las autoridades proveer a
la constitución de asociaciones de consumidores y a la educación
para el consumo; y la línea de los intereses difusos que consagra,

mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficien-


cia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y
de usuarios.
”La legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución
de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia na-
cional, previendo la necesaria participación de las asociaciones de consumidores y
usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control”.
(37) Art. 43, CN: “Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de am-
paro, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omi-
sión de autoridades públicas o de particulares, que en forma actual o inminente le-
sione, restrinja, altere o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos
y garantías reconocidos por esta Constitución, un tratado o una ley. En el caso, el juez
podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisión
lesiva.
”Podrán interponer esta acción contra cualquier forma de discriminación y en
lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y
al consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en general, el afec-
tado, el defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, regis-
tradas conforme a la ley, la que determinará los requisitos y formas de su organi-
zación.
”Toda persona podrá interponer esta acción para tomar conocimiento de los da-
tos a ella referidos y de su finalidad, que consten en registros o bancos de datos pú-
blicos, o los privados destinados a proveer informes, y en caso de falsedad o discri-
minación, para exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o actualización
de aquéllos. No podrá afectarse el secreto de las fuentes de información periodís-
tica.
”Cuando el derecho lesionado, restringido, alterado o amenazado fuera la liber-
tad física, o en caso de agravamiento ilegítimo en la forma o condiciones de deten-
ción, o en el de desaparición forzada de personas, la acción de hábeas corpus podrá
ser interpuesta por el afectado o por cualquiera en su favor y el juez resolverá de
inmediato, aun durante la vigencia del estado de sitio”.
(38) Gonzalo Sozzo resaltaba que era paradójico que la LDC se sancionó en el ce-
nit del proceso de reforma neoliberal en el país. Sozzo, Gonzalo, “Ley de Defen-
sa del Consumidor Comentada”, en Bueres, Alberto J. (dir.) - Highton, Elena I.
(coord.), Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinal y jurisprudencial,
t. VIII-A, Hammurabi, Buenos Aires, 2011, p. 168.

- 14 -
Introducción

por ejemplo, la legitimación activa de dichas asociaciones para ac-


cionar a través de la vía del amparo en defensa de los derechos de
los consumidores y usuarios (39).
Como se mencionara en páginas anteriores, la LDC experi-
mentó varias modificaciones en los últimos años, siendo la más
importante la ocurrida en 2008, mediante la ley 26.361, que incor-
poró institutos jurídicos de gran importancia como, v.gr., los daños
punitivos, los cuales hasta el momento no existían en el derecho
nacional.
Sin perjuicio de ello, lo cierto es que el Derecho del Consumidor
tiene una vocación expansiva que desafía continuamente las fron-
teras jurídicas tal cual se las conocían hasta el momento.
En tal sentido, sostiene Dante Rusconi, en opinión que com-
parto, que el Derecho del Consumidor “es, sin dudas, la disciplina
jurídica que en mayor medida ha revolucionado, y ha hecho evolu-
cionar, el derecho en los últimos treinta años. En primer término,
al de raíz privada, y luego también al Derecho Público. Las institu-
ciones jurídicas clásicas son reinterpretadas y modernizadas por
esta nueva rama del conocimiento jurídico, dando continente a las
problemáticas derivadas de la ‘sociedad de consumo’” (40).
Enfocándose en el ámbito en donde más impacto se ha obser-
vado, Juan M. Farina (41) ha expresado que se ha producido un “es-

(39) Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina. Comentada y


concordada, t. I, 4a ed., La Ley, Buenos Aires, 2011, p. 594.
(40) Rusconi, Dante D., “Presentación”, en Rusconi, Dante D. (dir.), Manual de
Derecho del Consumidor, 2ª ed., AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2015, p. XL. Oscar Ro-
mera resalta también que “el sesgo privatista de la materia es sólo uno de sus aspec-
tos”. Agrega que la transgresión de sus normas también hace entrar en escena al De-
recho Penal, o más concretamente al Derecho Penal-Económico. Romera, Oscar E.,
“El consumidor y su protección penal”, en Lorenzetti, Ricardo L. - Schötz, Gusta-
vo J., (coords.), Defensa del Consumidor, Ábaco, Buenos Aires, 2003, p. 532.
En una posición diferente, Carlos Echevesti considera que las normas de defensa
del consumidor han sido escasamente aplicadas a nivel jurisprudencial. Incluso llega
a decir que “las normas del estatuto, no regulan, ni consagran obligaciones, ni institu-
yen derechos de fondo, con origen o en ocasión de aquella fuente. En consecuencia
sus preceptos no deciden nada. En todo caso, colorean, refuerzan o enfatizan una de-
cisión; como la peroratio en la retórica, se emplean para persuadir”. Echevesti, Car-
los A., “Naturaleza de la normativa del consumidor”, LA LEY, 2013-E, 1277.
(41) Farina, Juan M., cit., p. 4.

- 15 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

tallido” del Derecho Mercantil al aceptar, dentro de su contenido,


al Derecho del Consumidor.
Mosset Iturraspe señala, por su parte, que el Derecho del Con-
sumidor exhibe una interesante trayectoria: “primero fue la nor-
mativa específica, dentro de un microsistema de protección a la
parte débil del contrato o de la relación de consumo; luego, con
la reforma de la Constitución Nacional en 1994, el derecho de los
consumidores y usuarios se ‘publiciza’, adquiriendo relevancia o
jerarquía máxima, pasando a integrar la categoría de los ‘derechos
fundamentales’; y ahora, como respuesta a ese mandato consti-
tucional del artículo 42…se pone de resalto la jerarquía de la per-
sona humana y su necesaria protección con base en su debilidad,
inexperiencia o ligereza, además de necesidad, y la ampliación
de los supuestos contemplados, apuntando a alcanzar a personas
que antes se encontraban fuera de la tutela, excluidas por no ha-
ber sido partes del contrato de consumo, aunque padecieran las
consecuencias” (42).
En la búsqueda de algo de equilibrio, Gelli, desde la perspecti-
va constitucional, hace bien en aclarar que “dado que cuando una
norma otorga derechos a una persona recorta, en la misma medi-
da, las facultades de otra, la protección constitucional de consu-
midores y usuarios, debe ser compatible con los demás derechos
declarados y con los principios y valores de la Constitución” (43).
Por su parte, Juan Sola (44) expresa que todas las doctrinas ju-
rídicas tienen un costo y que una de las funciones del AED es no
sólo recordar eso sino mostrar esos costos, analítica o cuantitati-
vamente, para ejercer una presión justificada sobre los partidarios
de las distintas posturas con el fin de establecer compensaciones a
quienes sufren por la nueva regulación.
Este autor expresa que “a pesar que el costo de los derechos es
evidente, aparece frente a nuestra conciencia jurídica como una
paradoja o una amenaza a la visión del Estado de Derecho”. Esto

(42) Mosset Iturraspe, Jorge, “Análisis introductorio”, en Mosset Iturraspe,


Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 13.
(43) Gelli, María Angélica, cit., t. I, p. 585.
(44) Sola, Juan V., “La Constitución y la Economía”, en Sola, Juan V. (dir.), Trata-
do deDerecho y Economía, t. II, La Ley, Buenos Aires, 2013, p. 23.

- 16 -
Introducción

porque “establecer que un derecho tiene costos es confesar que te-


nemos que conceder algo para preservarlo” (45).
En resumidas cuentas, dice Benjamín que la importancia con-
temporánea de la materia está dada ni más ni menos por el hecho
de que “nada puede ser más actual que algo que se propone prote-
ger la vida cotidiana de los individuos”. Por lo tanto, siguiendo esta
línea de pensamiento, se está ante “la disciplina jurídica de la vida
cotidiana del habitante de la sociedad de consumo” (46).
Coincido con Alpa (47), quien al resaltar su notable desarrollo en
Europa, señalaba que el Derecho del Consumidor es “un auténti-
co laboratorio, en el que el jurista, el economista, el estudioso de
la política y de la sociología así como los estudiosos del lenguaje y
de los valores, encuentran una amplia materia de investigación y
reflexión”.
Sin perjuicio de todo lo dicho y del afán protectorio de esta ma-
teria, no se debe perder de vista que el Derecho del Consumidor
no supone una habilitación para demandar indiscriminadamente
intentando valerse simplemente de su condición de tal (48). Es que
la noble finalidad de esta materia quedaría desvirtuada si aquél a
quien la ley pretende equiparar al poderoso actuara con la misma
arbitrariedad o inequidad con que lo hubiera hecho éste de no me-
diar la tutela legislativa en cuestión (49).

2. Los derechos básicos del consumidor

Antes de entrar en el análisis de cada precepto de la LDC, es de


toda necesidad dejar plasmado de un modo general cuáles son los
derechos básicos del consumidor.

(45) Sola, Juan V., “El costo de los derechos”, en Sola, Juan V. (dir.), cit., t. II, p. 570.
(46) Benjamín, Antonio H., “Derecho del Consumidor”, cit., en Stiglitz, Gabriel
A. (dir.), Defensa de los consumidores…,cit., p. 87.
(47) Alpa, Guido, “El derecho de los consumidores: un laboratorio para los juris-
tas”, RCyS, 2008-109.
(48) CNCom., sala A, 31/3/2004, “D., C. c. Video Cable Comunicación S.A. y otro”,
JA, 2005-I-89.
(49) CCiv. y Com. 2a La Plata, sala II, 22/3/2005, “Lenz, Carlos E. y otra c. Abdala
Hermanos y otros s/acción redhibitoria”, La Ley online, 14/105152.

- 17 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

Lorenzetti (50) resalta que “los derechos del consumidor son una
especie del género ‘derechos humanos’” (51). Esto es una primera
gran pauta a tener en cuenta (52).
Por su vocación universal es correcta la cita de las Directrices
de la Naciones Unidas para la Protección del Consumidor (en su
versión de diciembre de 2015), en donde se establece que las nece-
sidades legítimas a satisfacer son las siguientes (53):
1. Acceso a bienes y servicios esenciales.
2. Protección de los consumidores en situación vulnerable y de
desventaja.
3. Protección de los consumidores frente a los riesgos para su
salud y su seguridad.
4. Promoción y protección de los intereses económicos de los
consumidores.

(50) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores, 2a ed., Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,


2009, p. 136.
(51) Ya en el año 2001 en un reclamo contra una empresa de medicina prepaga
la CSJN hacía referencia al derecho a la salud como un derecho humano de terce-
ra generación tutelado también por las normas de defensa del consumidor. CSJN,
13/3/2001, “E., R. E. c. Omint Sociedad Anónima y Servicios”, Fallos: 324:677.
(52) Christian Courtis expresa que “aunque los derechos del consumidor no for-
men parte del catálogo habitual del derecho internacional de los derechos huma-
nos, su relación con derechos así establecidos, como el derecho a un nivel de vida
adecuado, el derecho a la salud, el derecho a la alimentación el derecho al agua o el
derecho a la vivienda, son evidentes”. Agrega que si bien la falta de referencia direc-
ta en los instrumentos legales internacionales impone cierta cautela, es indudable
que los derechos del consumidor forman parte de los derechos económicos con base
en una correcta interpretación del art. 26 de la Convención Americana sobre Dere-
chos Humanos de 1969 (Pacto de San José de Costa Rica). Courtis, Christian, “La
protección de los derechos económicos, sociales y culturales a través del artículo 26
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos”, en Ferrer Mac-Gregor,
Eduardo - Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo (coords.), La Ciencia del Derecho
Procesal Constitucional. Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuen-
ta años como investigador del derecho, t. IX, UNAM, México D.F., 2008, ps. 388 y 389.
Manifiesta su acuerdo con esta postura: Gialdino, Rolando E., “Derechos econó-
micos, sociales y culturales y Convención Americana sobre Derechos Humanos”, LA
LEY, 2013-E, 909.
(53) Art. III.5, Directrices de las Naciones Unidas para la protección del consumi-
dor (versión de diciembre de 2015).

- 18 -
Introducción

5. Acceso de los consumidores a una información adecuada que


les permita hacer elecciones bien fundadas conforme a los deseos y
necesidades de cada uno de ellos.
6. Educación del consumidor, incluyendo lo relacionado con las
consecuencias ambientales, sociales y económicas que tienen sus
elecciones.
7. Disponibilidad para el consumidor de medios efectivos de so-
lución de controversias y de compensación.
8. Libertad de constituir grupos u otras organizaciones perti-
nentes de consumidores y oportunidad para esas organizaciones
de hacer oír sus opiniones en los procesos de adopción de decisio-
nes que las afecten.
9. Promoción de modalidades de consumo sostenible.
10. Un grado de protección para los consumidores que recurran
al comercio electrónico que no sea inferior al otorgado en otras for-
mas de comercio.
11. Protección de la privacidad del consumidor y la libre circu-
lación de información a nivel mundial.
Las necesidades que las Directrices buscan satisfacer son ma-
nifiestamente más variadas que las mencionadas en la versión an-
terior del texto (del año 1985 ampliado en 1999). En efecto, en este
último solo se hacía referencia a lo siguiente:
1. Protección de los consumidores frente a los riesgos para su
salud y su seguridad.
2. Promoción y protección de los intereses económicos de los
consumidores.
3. Acceso a una información adecuada que les permita a los
consumidores efectuar elecciones bien fundadas conforme a los
deseos y necesidades de cada uno de ellos.
4. Educación del consumidor, incluida la educación sobre la re-
percusión ambiental social y económica que tienen las elecciones
del consumidor. Igualmente la promoción de modalidades sosteni-
bles de consumo.
- 19 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

5. La posibilidad de una compensación efectiva al consumidor


por los daños que sufra.
6. Libertad de constituir grupos u organizaciones de consu-
midores y la oportunidad para esas organizaciones de hacer oír
sus opiniones en los procesos de adopción de decisiones que las
afecten.
La normativa del Mercosur (54), por su parte, considera como de-
rechos básicos del consumidor los siguientes (55):
1. Protección de la vida, la salud y la seguridad contra los riesgos
causados por las prácticas en el suministro de productos y servi-
cios considerados peligrosos o nocivos.
2. Educación y divulgación sobre el consumo adecuado de los
productos y servicios, quedando garantizadas la libertad de elec-
ción y el tratamiento igualitario cuando se contrate.
3. Información suficiente y veraz.
4. Protección contra la publicidad engañosa, métodos comer-
ciales coercitivos o desleales.
5. Prevención y resarcimiento de los daños patrimoniales y mo-
rales, respecto de los derechos individuales y colectivos o de los in-
tereses difusos.
6. Acceso a organismos judiciales y administrativos para la pre-
vención y el resarcimiento de los daños patrimoniales y morales,
respecto de los derechos individuales y colectivos o de los intereses
difusos, mediante procedimientos ágiles y eficaces, garantizándo-
se la protección jurídica, administrativa y técnica.
7. Asociación en organizaciones cuyo objeto específico sea la
defensa del consumidor y a ser representado por ellas.
8. Prestación adecuada y eficaz de los servicios públicos.

(54) Actualmente, los miembros plenos del Mercosur son: Argentina, Brasil, Para-
guay, Uruguay y Venezuela. Bolivia se encuentra en estado de adhesión. Chile, Perú,
Ecuador, Colombia, Guyana y Surinam son Estados Asociados (la incorporación de
los dos últimos se encuentra en estado de ratificación).
(55) Anexo, resolución 124/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur.

- 20 -
Introducción

Se ha dicho que la Ley de Consumidores española (56) refleja


muy bien cuáles son los derechos básicos de los consumidores y
usuarios (57). Ellos son (58):
1. Protección contra los riesgos que puedan afectar su salud o
seguridad.
2. Tutela de sus intereses económicos y sociales.
3. Reparación de los daños sufridos.
4. Información correcta respecto de los productos y servicios
que se adquieren, lo cual incluye la educación y divulgación de las
condiciones adecuadas de uso, consumo o disfrute de los bienes.
5. Las audiencias en consulta y la participación (a través de las
asociaciones de consumidores) en la elaboración de las normas ge-
nerales que los afecten directamente.
6. Protección administrativa, jurídica y técnica ante violaciones
de sus derechos.
Los Stiglitz (59) han propuesto sistematizar los derechos esencia-
les de los consumidores. Así, existen:
1. Derechos primarios fundamentales (deberes y funciones del
Estado). Se identifica aquí al acceso al consumo (60) y a la educación
para el consumo. Dentro del primero, aparecen la libertad de elec-

(56) Art. 8º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España que aprueba el texto refun-
dido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes
complementarias (con su última revisión vigente desde el 3 de julio de 2015).
(57) Farina, Juan M., cit., p. 24.
(58) Wajntraub efectúa una enumeración de carácter similar. Wajntraub, Ja-
vier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe, Jorge - Wajn-
traub, Javier H., cit., p. 63.
(59) Stiglitz, Rubén S. - Stiglitz, Gabriel A., cit., p. 47.
(60) Lorenzetti agrega al acceso a las prestaciones de salud invocando su previsión
expresa en el art. 42 de la CN. Este autor distingue entre derechos sustanciales (acce-
so al consumo, acceso a las prestaciones de salud y acceso a la educación), derecho
a posiciones jurídicas (protección de intereses económicos, protección contractual,
reparación de los daños y derecho a la organización colectiva), derechos procedi-
mentales (derecho a la jurisdicción y derecho a la eficacia) y derechos fundados en
la relación de consumo (trato digno y equitativo, derecho a la libre elección, derecho
a la información, derecho a la seguridad y derecho a la privacidad). Lorenzetti, Ri-
cardo L., Consumidores..., cit., p. 143.

- 21 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

ción, la no discriminación ni arbitrariedad, el trato equitativo y la


dignidad.
2. Derechos sustanciales (soluciones del derecho de fondo). En-
tran aquí los derechos a la seguridad (que incluye la protección de
la vida, la salud, la integridad, el medio ambiente y también la pre-
vención de daños), a la información y a la protección de intereses
económicos (calidad de productos y servicios, justicia contractual,
reparación de daños y efectos vinculantes de la publicidad).
3. Por último, los derechos instrumentales (mecanismos de im-
plementación). Enumeran dentro de esta categoría los derechos a
la organización, a la participación (representación, consulta y ex-
presión —ser oído—) y el acceso a la solución de conflictos (aseso-
ramiento y asistencia y acceso a la justicia).
Cierta doctrina ha agregado a todo el elenco de derechos men-
cionados el “derecho a la libertad de expresión” (61).
Daniel Vítolo ha resaltado la importancia no sólo de la libertad
de contratación del consumidor sino también de la “libre elección
de los alcances de dicha contratación”, lo cual es quizás una preci-
sión derivada de aquélla (62).
El derecho a la libre elección se relaciona con el principio de
“soberanía del consumidor” previsto en legislaciones como la pe-
ruana, y por el cual “las normas de protección al consumidor fo-
mentan las decisiones libres e informadas de los consumidores, a
fin de que con sus decisiones orienten el mercado en la mejora de
las condiciones de los productos o servicios ofrecidos” (63).
Ponderando los distintos derechos, se ha dicho que el acceso al
consumo es una prerrogativa primaria de los consumidores que si

(61) Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Garzino, María


Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián,Ley de Defensa del Consumidor. Co-
mentada, anotada y concordada, Errepar, Buenos Aires, 2013, p. 20.
(62) Vítolo, Daniel R., Las Reformas al Régimen de Defensa del Consumidor en el
Proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2012, p. 51.
(63) Art. V.1, Título preliminar, ley 29.571 de Perú (Código de Protección y Defensa
del Consumidor del año 2010).
Relacionado con esto, es interesante resaltar que en Ecuador se hace referencia al
derecho de los consumidores de recibir bienes y servicios no sólo competitivos sino
de “óptima” calidad (arts. 4.2 y 4.3, ley 2000-21 —Ley Orgánica de Defensa del Con-
sumidor—).

- 22 -
Introducción

no se le garantiza a todos los sectores de la población hace ilusorios


todos los demás derechos y garantías (64). Estoy de acuerdo con este
razonamiento (65).
Declarándose la existencia de derechos de tanta intensidad,
resulta claro que para que ellos se hagan efectivos se deberán in-
crementar necesariamente los costos de los proveedores (66), lo cual
genera entonces lógicas reacciones empresariales. Sobre este pun-
to, Atilio Alterini (67) expresaba que si bien los proveedores pueden
dejar de lado el cumplimiento de estas obligaciones por motivos
económicos ello los puede terminar perjudicando ya que si se des-
atiende “la demanda de calidad” que exigen actualmente los con-
sumidores, muy posiblemente éstos elijan a otro proveedor que sí
la satisfaga. Amén de ello, afirmaba que el proveedor que abarata
costos dejando de lado las normas de defensa del consumidor in-
curría en competencia desleal. Por último, ponía de resalto que se
trataba de una visión mezquina, pues ese proveedor, si desea ex-

(64) Stiglitz, Rubén S. - Stiglitz, Gabriel A., cit., p. 47.


En sentido coincidente, Laura Pérez Bustamante señala que el acceso al consumo
es el derecho fundamental del consumidor, pues de él dependen los restantes. Cabe
resaltar que esta autora se focaliza en el “consumo sustentable”, evidenciando así las
íntimas vinculaciones existentes entre la protección a los consumidores y la del am-
biente. Pérez Bustamante, Laura, Derechos del Consumidor, Astrea, Buenos Aires,
2004, ps. 49, 81 y ss.
Bolivia, por su parte, incluye de modo expreso el derecho a la alimentación como el
primer derecho enumerado a favor de los consumidores en su ley 453/2013 (arts. 10 a 12).
(65) Sobre el derecho de acceso al consumo es interesante resaltar la existencia
de normas referidas a la necesidad de que existan ciertos servicios universales. Así,
en materia de telecomunicaciones, la normativa de la Unión Europea (UE) busca ga-
rantizar la disponibilidad de un conjunto mínimo de servicios de buena calidad ac-
cesibles a todos los usuarios a un precio asequible y sin falsear la competencia. Para
lograr ello se establecen obligaciones en cuanto a la prestación de una serie de ser-
vicios obligatorios, como el suministro al público de líneas arrendadas. También los
derechos de los usuarios finales y las obligaciones correspondientes de las empresas
que suministran redes y servicios de comunicaciones electrónicas disponibles para
el público. Ver: directiva 2002/22/CE, 7/3/2002, relativa al servicio universal y los de-
rechos de los usuarios en relación con las redes y los servicios de comunicaciones
electrónicas.
(66) El punto II.2 de las Directrices de la Naciones Unidas para la Protección del
Consumidor de 1985 ya advertía algo de esto al decir que la política de protección de
consumidores de cada país mediante una política enérgica debía tener presentes los
costos y beneficios que entrañasen las medidas que se propongan. En el nuevo texto
de las Directrices de 2015 esta idea se repite en su punto III.4.
(67) Alterini, Atilio A., Contratos. Civiles. Comerciales. De Consumo, 2a ed., Abe-
ledo-Perrot, Buenos Aires, 2009, p. 140.

- 23 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

portar sus productos a un tercer país, muy posiblemente termine


quedando sujeto a normas de defensa del consumidor existentes
en el país importador e incluso “puede ser objeto de salvaguardas
tendientes a compensar la disminución artificial de costos” que ri-
jan en ese Estado.

3. Obligaciones o deberes generales


de los consumidores

A pesar de ser un grupo de sujetos vulnerables, los consumido-


res no sólo tienen derechos generales como los mencionados en el
punto anterior, sino que también deberes a cumplir.
Lo que sucede es que muchas veces esas obligaciones no apa-
recen expresamente enumeradas o especificadas en los textos
normativos en que se basa el Derecho del Consumidor. Así, ni en
el art. 42 de la Constitución ni en la LDC esos deberes se mencio-
nan.
La ley boliviana 453/2013 de Defensa del Consumidor, en el
marco del “consumo responsable y sustentable” que propone, es-
tablece una serie de deberes a cargo de los consumidores, lo cual
no es habitual en las leyes sobre la materia y es por ello que se la
destaca aquí.
En tal sentido, del art. 39 de esa norma se desprende que el con-
sumidor tiene los siguientes deberes:
“a) Informarse sobre el consumo responsable y sustentable, y
contribuir a promoverlo.
”b) Observar y asumir las advertencias e instrucciones en re-
lación al adecuado uso, consumo, instalación o conservación del
producto o servicio.
”c) Propender a no causar daños a la Madre Tierra por el consu-
mo y residuo de productos o servicios.
”d) Propiciar y ejercer un consumo racional y responsable de
productos y servicios.
”e) Denunciar la existencia de productos y servicios que pongan
en riesgo la salud o integridad física de la población.
- 24 -
Introducción

”f) Apoyar y promover en campañas y programas de concienti-


zación y sensibilización, para el ejercicio pleno de los derechos de
las usuarias y los usuarios, las consumidoras y los consumidores”.
También la ley ecuatoriana prevé expresamente obligaciones a
cargo de los consumidores, siendo ellas las siguientes:
“1. Propiciar y ejercer el consumo racional y responsable de bie-
nes y servicios;
”2. Preocuparse de no afectar el ambiente mediante el consumo
de bienes o servicios que puedan resultar peligrosos en ese sentido;
”3. Evitar cualquier riesgo que pueda afectar su salud y vida, así
como la de los demás, por el consumo de bienes o servicios lícitos; y,
”4. Informarse responsablemente de las condiciones de uso de
los bienes y servicios a consumirse” (68).
La ley colombiana, por su parte, también prevé deberes, des-
tacándose, por no estar previsto en los dos países recién mencio-
nados, el relacionado con el cumplimiento de “las normas sobre
reciclaje y disposición de desechos de bienes consumidos” (69).

4. Breves consideraciones sobre el Digesto


Jurídico Argentino y su impacto en el Derecho
del Consumidor

Más arriba se dijo que la sanción del DJA tiene un intenso im-
pacto práctico en distintas ramas jurídicas y en el Derecho del Con-
sumidor en particular, más allá de que esto pareciera no advertirse
con facilidad.
Explicado en términos sencillísimos, el DJA tiene por obje-
to aclararle al ciudadano cuáles leyes nacionales generales están
vigentes y cuáles no (conf. arts. 2º y 3º, ley 26.939). O utilizando
las palabras del legislador, la norma en cuestión “regula el orde-
namiento de las leyes nacionales de carácter general por medio del
procedimiento de consolidación normativa denominado Digesto
Jurídico Argentino” (art. 5º, ley 26.939).

(68) Art. 5º, ley 2000-21 de Ecuador.


(69) Art. 3.2.3, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consumidor).

- 25 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

De modo previo al análisis de cada precepto de la LDC, y to-


mando nota de que seguramente se trata de una novedad que no
todos los lectores conocen en detalle, se efectuará aquí un bre-
ve paréntesis para explicar las características principales de este
DJA, señalando, asimismo, algunas consecuencias prácticas que
puede originar en un caso concreto y que impactan en la materia
consumeril.
La totalidad de las leyes que integran el DJA se agrupan por
materia en categorías según el siguiente esquema: ADM) Admi-
nistrativo; ACU) Cultura, Ciencia y Tecnología; AED) Educación;
ASA) Salud Pública; ASE) Seguridad; ASO) Acción y Desarrollo So-
cial; B) Aduanero; C) Aeronáutico-Espacial; D) Bancario, Monetario
y Financiero; E) Civil; F) Comercial; G) Comunitario; H) Constitu-
cional; I) De la Comunicación; J) Diplomático y Consular; K) Eco-
nómico; L) Impositivo; M) Industrial; N) Internacional Privado;
O) Internacional Público; P) Laboral; Q) Medio Ambiente; R) Mi-
litar; S) Penal; T) Político; U) Procesal Civil y Comercial; V) Proce-
sal Penal; W) Público Provincial y Municipal; X) Recursos Natu-
rales; Y) Seguridad Social; y Z) Transporte y Seguros (conf. art. 7º,
ley 26.939).
La continuación de esta tarea, es decir, la actualización periódi-
ca del DJA, está a cargo de una comisión especial: la “Comisión Bi-
cameral Permanente del Digesto Jurídico Argentino” (conf. art. 8º,
ley 26.939).
Es importante destacar también que, desde la fecha de publica-
ción de la ley, se abrió un período de observaciones de 180 días en
el cual se pueden formular observaciones a dicho organismo sobre
el contenido del DJA (conf. art. 20, ley 26.939). Vencido dicho plazo
y resueltas las observaciones, se publicará en el BO la versión defi-
nitiva del DJA (conf. art. 23, ley 26.939). Si bien la Comisión Bicame-
ral Permanente del Digesto Jurídico Argentino decidió prorrogar
en su momento ese plazo hasta el 12 de mayo de 2015 (70) lo cierto es
que, hasta la fecha de edición de este libro no se conocen avances

(70) Leiva Fernández, Luis F. P., “Extensión del plazo para formular observacio-
nes al Digesto Jurídico Argentino (vencimiento: 12 de mayo de 2015)”, Anales de Le-
gislación Argentina (ADLA), nro. 34, diciembre 2014, p. 329. Informa este autor que el
Reglamento de la comisión (que, por ser interno, no se publica en el BO) fue aproba-
do el 13 de noviembre de 2014.

- 26 -
Introducción

sobre este punto ni tampoco se ha informado si ese período ha sido


nuevamente prorrogado.
Como consecuencia de lo expresado, a partir de ahora, cada ley,
además de su número de registro en el Congreso Nacional se iden-
tificará, a los fines del DJA, mediante la letra de la categoría (mate-
ria) correspondiente y un número arábigo, cardinal y corrido, que
debe respetar la fecha de sanción (conf. art. 16, ley 26.939).
Así, la ley 24.240 de Defensa del Consumidor se identifica en el
DJA como ley F-1884.
Pero no sólo eso: la labor de consolidación también implicó “re-
numerar” los artículos de cada ley, tomando nota de que en mu-
chas de ellas existen preceptos derogados (que producen “saltos”
en la numeración original) u otros con la denominación “bis”, “ter”,
“quater”, etc.
Como derivación de esto último, importantes disposiciones de
la LDC han dejado de identificarse con el número con el cual se
las conocía hasta ahora. En tal sentido, se pueden resaltar, v.gr., las
siguientes:
1. El art. 8º bis de la ley 24.240 sobre trato digno y prácticas abu-
sivas es ahora el art. 9º de la ley F-1884.
2. El art. 10 bis referido a las opciones que se le abren al consu-
midor ante el incumplimiento de la oferta o contrato por el provee-
dor, se transforma en el art. 12 en la ley F-1884.
3. El régimen de garantías sobre cosas muebles no consumibles
ya no comenzará en el art. 11 sino en el art. 14.
4. El capítulo referido a la prestación de servicios comienza aho-
ra en el art. 22 y no en el art. 19 como sucedía hasta hace poco tiem-
po atrás.
5. Las normas relativas a los usuarios de servicios públicos
domiciliarios ya no estará regido por los arts. 25 a 31 sino por los
arts. 28 a 35.
6. El capítulo denominado “De la venta domiciliaria, por corres-
pondencia y otras” ya no se encuentra en los arts. 32 a 35 sino en los
arts. 36 a 39.
- 27 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

7. El precepto que regula las “operaciones de venta de crédito”


ya no es el art. 36 sino el art. 40 de la ley F-1884 del DJA.
8. Las cláusulas abusivas ya no serán encontradas en el art. 37
sino en el art. 41 del texto en cuestión.
9. Otro tanto sucederá con el art. 40, que ahora será el art. 44.
10. El “daño punitivo” no estará más en el art. 52 bis sino en el
art. 58, ley F-1884.
Si bien, a primera vista, el DJA parecería ser un simple texto or-
denado que no produce efectos prácticos, lo cierto es que ello no
es necesariamente así. Dos ejemplos concretos son los siguientes:
1. En primer lugar, se citará la primera sentencia del país que
tomó en cuenta la existencia de este Digesto como herramienta de
interpretación para resolver un caso que involucraba precisamente
a la LDC.
Allí se dijo que “el Código Civil mantiene su ámbito diferencia-
do de imperio y vigencia, sin que pueda predicarse que ha sido de-
rogado implícitamente por la Ley de Defensa del Consumidor, ya
que el legislador ha contradicho ese criterio extremista mediante
la sanción del Digesto Jurídico Argentino —ley 26.939—, que con-
sagra listados de normas derogadas expresa y tácitamente, entre
las que no figura aquel plexo normativo, el cual fue renumerado y
renombrado como ley E-0026” (71).
Independientemente de que se comparta o no la solución adop-
tada (personalmente no estoy de acuerdo (72)), lo cierto es que el de-

(71) CApel. Trelew, sala A, 8/7/2014, “A., N. V. c. Lautaro S.R.L. s/perjuicios”, LA


LEY, 2014-D, 268.
(72) Existen dos trabajos autorales que han elogiado el razonamiento efectuado
en la sentencia: Ghisini, Fernando M., “Algunas reflexiones acerca del Digesto Jurí-
dico Argentino”, SJA 2014/09/17-37 y Giménez, Ariel F., “Primer impacto judicial del
Digesto Jurídico Argentino”, SJA 2014/09/17-31.
En una especie de postura intermedia se ha señalado que si bien el fallo es algo va-
lorable pues intenta evitar “la consumerización de relaciones que verdaderamente
no son de consumo”, se advierte que el hecho de que “la lógica jurídica utilizada se
sostenga en una supuesta eliminación de diferencias temporales por una posterior
revisión es algo que, indudablemente, requerirá un análisis más profundo y no podrá
agotarse en este solo decisorio”. Edwards, Ernesto, “La ley en el tiempo tras el Di-
gesto Jurídico Argentino”, La Ley del 23/9/2014, p. 7.

- 28 -
Introducción

cisorio referido es una manifestación concreta del innegable efecto


que puede tener el DJA.
2. En segundo término, uno podría imaginar un problema que
aún no se ha dado: ¿qué sucedería cuando el ordenamiento jurídico
prevé la mención expresa de un precepto determinado para fundar
una sentencia, una resolución administrativa, una demanda o un
recurso? O dicho en términos más concretos: ¿la falta de mención
del “nuevo número” de un artículo (o de la nueva denominación de
una ley), podría afectar al acto en cuestión?
Poniendo algunos ejemplos, esto podría suceder en las siguien-
tes situaciones:
a. Cuando un juez penal, al resolver sobre la procedencia de
una condena, cite el número de un artículo que no se corresponda
con el que surge del DJA.
En esta situación, se podría dar que el magistrado, al momento
de fundar su decisión, no tenga en cuenta la vigencia del Digesto, e
invoque un precepto que, en rigor, rige para otro delito. Ello, even-
tualmente, podría ser utilizado como defensa para recurrir esa re-
solución, alegando la vulneración de las garantías del proceso pe-
nal (principio de tipicidad).
b. Por otra parte, lo mismo sucedería cuando una sanción ge-
nérica (en sede administrativa o judicial) se fundamente en un nú-
mero de precepto que no es el correcto.
c. Poniendo la atención en una demanda o en una contestación
a ella, si se desea hacer reserva del caso federal, alertando sobre la
posible inconstitucionalidad de preceptos establecidos en normas
que han sufrido modificaciones producto del DJA, surgirían pro-
blemas también, puesto que, de no tenerse en cuenta lo previsto en
el Digesto, se podría pedir la inconstitucionalidad de disposiciones
que verdaderamente no han sido las que se han querido impugnar.
d. Dentro del ámbito del Derecho del Consumidor cabe advertir
que la “necesaria petición del parte” (“a instancia del damnifica-
do”) del daño punitivo que exige la LDC para habilitar la posibili-
dad de aplicar daños punitivos generaría alguna dificultad prácti-
ca también en el caso de que el consumidor realice la solicitud pero
invocando el art. 52 bis, sin hacer ningún tipo de referencia a lo que
sería el art. 58, ley F-1884. Ya se verá más adelante que existen sen-
- 29 -

Demetrio Alejandro Chamatropulos

tencias en las cuales se ha rechazado rotundamente cualquier tipo


de imposición de oficio de esta figura.
Al final de cuentas, recuérdese que el derecho se reputa conoci-
do por todos y que el DJA es ya una norma vigente.
Si bien estos errores deben ser considerados materiales, invo-
luntarios y subsanables a través de una simple rectificación en el
expediente (73), alguna línea doctrinaria más apegada a la ortodoxia
podría considerar que se trata de fallas insubsanables con sus co-
rrespondientes efectos jurídicos.

5. Estructura de la Ley de Defensa del Consumidor

Para facilitar la comprensión del análisis de cada precepto es


necesario esquematizar, de modo previo, el contenido de la LDC.
La ley en cuestión se encuentra compuesta por tres títulos, divi-
didos, a su vez, en capítulos.
El primer título se denomina “Normas de protección y defensa
de los consumidores” y se divide, a su vez, en diez capítulos. Ellos
son los siguientes:
1. Disposiciones generales (arts. 1º a 3º).
2. Información al consumidor y protección de su salud (arts. 4º
a 6º).
3. Condiciones de la oferta y la venta (arts. 7º a 10 ter).
4. Cosas muebles no consumibles (arts. 11 a 18).
5. De la prestación de servicios (arts. 19 a 24).
6. Usuarios de servicios públicos domiciliarios (arts. 25 a 31).

(73) Sobre todo en los momentos iniciales de vigencia del DJA ya que, si bien es
cierto que el derecho se reputa conocido por todos desde el “día 1”, tampoco se puede
desconocer que un cambio de tanta magnitud implica modificaciones que calan en
lo más profundo de la práctica profesional. Por esta razón, es que, en esa etapa ini-
cial, cuando, por ejemplo, el juez observe que uno de los litigantes ha incurrido en
una equivocación de este tipo, previo a hacerle perder su derecho o dejarlo perdurar
en su error, debería advertírselo con un proveído de carácter previo que le permita
regularizar la situación.

- 30 -
Introducción

7. De la venta domiciliaria, por correspondencia y otras (arts. 32


a 35).
8. De las operaciones de venta de crédito (art. 36).
9. De los términos abusivos y cláusulas ineficaces (arts. 37 a 39).
10. Responsabilidad por daños (arts. 40 y 40 bis).
El segundo título ha sido llamado “Autoridad de aplicación,
procedimiento y sanciones” y se compone de cinco capítulos.
1. Autoridad de aplicación (arts. 41 a 44).
2. Procedimiento y sanciones (arts. 45 a 51).
3. De las acciones (arts. 52 a 54 bis).
4. De las asociaciones de consumidores (arts. 55 a 58).
5. Arbitraje (art. 59).
Por último, el tercer título se refiere a las “Disposiciones finales”
y contiene dos capítulos:
1. Educación al consumidor (arts. 60 a 62).
2. Disposiciones finales (arts. 63 a 66).
Desde el punto de vista del orden de exposición de los distintos
aspectos que hacen al Derecho del Consumidor el índice de la ley
adolece de ciertas inconsistencias que conspiran contra una co-
rrecta hermenéutica de la norma analizada.
No obstante, teniendo en cuenta que el lector ya se “acostum-
bró” a leer la LDC tal como está expuesta, se seguirá el orden corre-
lativo de sus artículos para irlos comentando.

- 31 -
Ley 24.240
(Defensa del Consumidor)

TÍTULO I
Normas de protección y defensa
de los consumidores

CAPÍTULO I
Disposiciones generales

Objeto. Consumidor. Equiparación


Art. 1º — (Art. 1º, ley F-1884, DJA) (1)
La presente ley tiene por objeto la defensa del con-
sumidor o usuario. Se considera consumidor a la per-
sona física o jurídica que adquiere o utiliza, en forma
gratuita u onerosa, bienes o servicios como destina-
tario final, en beneficio propio o de su grupo familiar
o social.
Queda equiparado al consumidor quien, sin ser
parte de una relación de consumo como consecuen-
cia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o
servicios, en forma gratuita u onerosa, como destina-
tario final, en beneficio propio o de su grupo familiar
o social.
Texto según el Código Civil y Comercial de la Nación
(punto 3.1, Anexo II, ley 26.994).

(1) A rigor de verdad, el texto incluido en el DJA era el que tenía vigencia con ante-
rioridad a la sanción de la ley 26.994 (“Artículo 1º: Objeto. Consumidor. Equiparación.
La presente ley tiene por objeto la defensa del consumidor o usuario, entendiéndo-
se por tal a toda persona física o jurídica que adquiere o utiliza bienes o servicios en
forma gratuita u onerosa como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo

- 33 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 42, CN.


2. Arts. 2º, 16, 17, 19, 23, 24, 61, 103, 736, 1027, 1092, 1096, 1384 a
1389, 1605, 1772, 1887, 2044, 2073, 2075, 2087, 2100, 2101, 2111
y 2112, CCyCN.
3. Arts. 1º y 2º, decreto reglamentario 1798/1994.
4. Art. 131, CPen.
5. Ley 27.078 (“Argentina Digital. Tecnología de la información
y las comunicaciones”).
6. Arts. 1º, 2º y 83, ley 26.831 (Ley de Mercado de Capitales,
ley D-3341, DJA).
7. Ley 26.522 (Servicios de Comunicación Audiovisual, ley
I-3128 DJA).
8. Ley 26.356 (Sistemas Turísticos de Tiempo Compartido,
ley E-3040, DJA).
9. Ley 25.313 (Protocolo de Enmienda de la Convención de
Viena sobre Responsabilidad Civil por Daños Nucleares y la
Convención sobre Indemnización Suplementaria por Daños
Nucleares, ley O-2425 DJA).
10. Ley 25.300 (Ley de Fomento para la Micro, Pequeña y Me-
diana Empresa, ley K-2413, DJA).
11. Ley 24.557 (Riesgos del Trabajo, ley P-2044, DJA).
12. Ley 21.526 (Ley Entidades Financieras, ley D-1094, DJA).
13. Arts. 5º, 23 y 30, ley 20.744 (Ley de Contrato de Trabajo,
ley P-1018, DJA).
14. Arts. 80 y 118, ley 17.418 (Ley de Seguros, ley F-0067, DJA).

familiar o social. Queda comprendida la adquisición de derechos en tiempos com-


partidos, clubes de campo, cementerios privados y figuras afines.
Se considera asimismo consumidor o usuario a quien, sin ser parte de una relación
de consumo, como consecuencia o en ocasión de ella adquiere o utiliza bienes o ser-
vicios como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social, y a
quien de cualquier manera está expuesto a una relación de consumo”).

- 34 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

15. Ley 17.048 (Convención de Viena sobre Responsabilidad Ci-


vil por Daños Nucleares de 1963, ley O-0643 DJA).
16. Punto 1.1.2, Normativa sobre “Protección de los Usuarios de
Servicios Financieros” del Banco Central de la República Ar-
gentina (texto ordenado al 14/6/2016).
17. Art. 12, sección II, capítulo VI, título II, resolución 622/2013
(Comisión Nacional de Valores).
18. Arts. 1.d y 2º resolución 34/2011 (Grupo Mercado Común,
Mercosur).
19. Puntos II.3 y V.66, Directrices de Naciones Unidas sobre Pro-
tección del Consumidor, del 22/12/2015.
20. Art. 5º, ley 453/2013 de Bolivia (Ley General de los derechos
de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y los
consumidores).
21. Arts. 2º, 3.1, 3.2 y 17, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro de
Defesa do Consumidor).
22. Arts. 1º y 2º, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los De-
rechos de los Consumidores).
23. Art. 5º, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consumidor).
24. Art. 2º, ley 2000-21 de Ecuador (Ley Orgánica de Defensa del
Consumidor).
25. Arts. 2º, 73 a 76, 99 y 117, Ley Federal de Protección al Con-
sumidor de México.
26. Arts. 3º, 4ºy 5º, ley 1334 de Paraguay (Ley de Defensa del
Consumidor y del Usuario).
27. Arts. III.1, III.3 y IV.4 del Título Preliminar, y 76 a 80, ley 29.571
de Perú (Código de Protección y Defensa del Consumidor).
28. Arts. 2º, 4º y 5º, ley 17.250 de Uruguay (Ley de Relaciones de
Consumo. Defensa del Consumidor).
29. Decreto con rango, valor y fuerza de ley 600 (“Ley Orgánica
de Precios Justos”), de Venezuela del 23/1/2014 (reemplaza-
do por el decreto 2092 de similar naturaleza del 8/11/2015).
- 35 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

30. Art. 2.35, directiva 2014/40/UE sobre Aproximación de las


disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de
los Estados miembros en materia de fabricación, presenta-
ción y venta de los productos del tabaco y los productos re-
lacionados.
31. Art. 2º, directiva 2011/83/UE sobre los Derechos de los con-
sumidores, por la que se modifican la directiva 93/13/CEE
del Consejo y la directiva 1999/44/CE del Parlamento Euro-
peo y del Consejo y se derogan la directiva 85/577/CEE del
Consejo y la directiva 97/7/CE del Parlamento Europeo y del
Consejo.
32. Art. 2º, directiva 2005/29/CE sobre Prácticas comerciales
desleales de las empresas en sus relaciones con los consu-
midores en el mercado interior.
33. Directiva 2002/58/CE sobre Protección de la privacidad y las
comunicaciones electrónicas.
34. Art. 2º, directiva 98/6/CE sobre Protección de los consumi-
dores en materia de indicación de los precios de los produc-
tos ofrecidos a los consumidores.
35. Art. 2º, directiva 93/13/CEE sobre Cláusulas abusivas en los
contratos celebrados con consumidores.
36. Art. 14, directiva 85/374/CEE sobre la Aproximación de las
disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de
los Estados Miembros en materia de responsabilidad por los
daños causados por productos defectuosos.
37. Decisión 1351/2008/CE, Programa comunitario plurianual
sobre la protección de la infancia en el uso de Internet y de
otras tecnologías de la comunicación (Safe Internet).
38. § 13. Bürgerliches Gesetzbuch (BGB —Código Civil de Ale-
mania—).
39. Arts. 3º, 6º, 9º y 129.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de
España que aprueba el texto refundido de la Ley General
para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras le-
yes complementarias (última revisión vigente: 3 de julio de
2015).
40. Code de la Consommation de Francia (ley 93.949 de 1993).
- 36 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

41. Art. 3º, Codice del Consumo de Italia (decreto legislativo


206/2005).

 Comentario

1. El objeto de la Ley de Defensa del Consumidor

Aunque muchos puedan considerarla una expresión meramen-


te anecdótica, la primera oración del articulado de la LDC consti-
tuye una verdadera guía para el intérprete de esta ley. En efecto, al
disponer que “la presente ley tiene por objeto la defensa del consu-
midor o usuario”, se evidencia una verdadera toma de posición que
no puede ser dejada de lado por quien deba aplicar sus disposicio-
nes. Sobre este punto se volverá en otras partes de esta obra, inten-
tándose responder si todas las normas consumeriles son de orden
público o si, por el contrario, existe también “derecho supletorio
del consumidor”.
Sin perjuicio de lo dicho, tampoco será del todo prudente in-
terpretar a la LDC como una “isla” más allá de la jerarquía cons-
titucional de la materia sobre la cual trata y su prevalencia sobre
otras leyes con cuyas soluciones específicas pueda eventualmente
entrar en conflicto.
Por esta inserción dentro de un todo es que también se deberá
tener en cuenta lo dispuesto por el CCyCN cuando, al ocuparse de
la interpretación general de las leyes, ordena que sean tenidas en
cuenta “sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las dispo-
siciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los
principios y los valores jurídicos, de modo coherente con todo el
ordenamiento” (2).

2. La doble definición de consumidor

En primer lugar, se aclara al lector que el art. 1º, LDC, en su ver-


sión del año 2008 (texto según ley 26.361), que contenía la defini-

(2) Art. 2º, CCyCN.

- 37 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ción de consumidor, fue sustituido por el punto 3.1 del Anexo II de


la ley 26.994 que sancionó el CCyCN (3).

Si bien ambas definiciones presentan similitudes, también


existen importantes diferencias. Básicamente las siguientes (que
se desarrollarán en páginas venideras):

1. En la versión del art. 1º, LDC, según el CCyCN, se suprime la


referencia expresa a la adquisición de derechos en tiempos com-
partidos, clubes de campo, cementerios privados y figuras afines.

Se trata de una modificación que no produce ninguna conse-


cuencia práctica, ya que el texto del viejo art. 1º, LDC, al respecto
tenía un contenido simplemente aclaratorio.

En otras palabras, no podría sostenerse que la mera supresión


de la mención de la adquisición de derechos en tiempos comparti-
dos, clubes de campo, cementerios privados y figuras afines impli-
que dejar fuera del ámbito de tutela esas situaciones. Más adelante
se volverá sobre el punto.

2. En el 2º párr. del art. 1º, LDC, según la ley 26.361, se expresa-


ba lo siguiente: “se considera asimismo consumidor o usuario”. En
cambio, en la segunda parte del texto, en la versión del CCyCN se
usan las palabras “queda equiparado al consumidor”.

No se trata aquí tampoco de una diferencia sustancial, por lo


que no cabe detenerse en ellas. En ambos casos, se quiere dejar
aclarado que se trata de “consumidores asimilados o equiparados”.

3. La diferencia que sí debe resaltarse con intensidad, por sus


consecuencias prácticas, es la eliminación de los “sujetos expues-
tos a relaciones de consumo” prevista en el art. 1º in fine, LDC, ver-
sión ley 26.361, y que desaparece en el art. 1º de la ley consumeril
de acuerdo con la sustitución de texto llevada a cabo por el CCyCN.

La importancia de este punto amerita su tratamiento en un


apartado independiente más adelante.

(3) Se ha expresado que la noción de consumidor surge, en realidad, no sólo del


art. 1º, LDC, sino de todo el texto de dicha ley. Sozzo, Gonzalo, “Ley de Defensa
del Consumidor Comentada”, cit., en Bueres, Alberto J. (dir.) - Highton, Elena I.
(coord.), cit., t. VIII-A, p. 169.

- 38 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Sin perjuicio de ello, se advierte una curiosidad: el CCyCN no


sólo sustituyó el texto del art. 1º, LDC, sino que también, en su
art. 1092, se ocupa de definir al consumidor.
Dice que será tal: “la persona humana o jurídica que adquiere
o utiliza, en forma gratuita u onerosa, bienes o servicios como des-
tinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social”.
Por su parte, equipara al consumidor a “quien, sin ser parte de
una relación de consumo como consecuencia o en ocasión de ella,
adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma gratuita u onerosa,
como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar
o social”.
Comparándola con la fórmula vigente del art. 1º, LDC, se puede
observar que la única diferencia está dada por el hecho de utilizar
la denominación “persona humana” en vez de “persona física”. Esto
se encuentra en línea con la terminología que surge de los arts. 19
y ss. del CCyCN.
Como producto de lo señalado, se constata que llamativamente
existe un “doble concepto” de consumidor (LDC y CCyCN).
La explicación puede estar dada por el hecho de haber pretendi-
do el legislador “jerarquizar” la noción de consumidor, incluyéndo-
la expresamente dentro del Código sin dejarla sujeta a los vaivenes
que muchas veces sufren las leyes particulares (como sería la LDC).
Así, mientras estas últimas suelen sufrir cambios a veces frecuen-
tes, los Códigos tienen una mayor vocación de permanencia.
El argumento no convence, porque si ésa hubiese sido la inten-
ción, hubiese bastado con eliminar el art. 1º, LDC, o incorporar en
su texto una remisión expresa al art. 1092 del CCyCN (4).

(4) Razonando desde el AED se ha resaltado que en ciertas ocasiones la redundan-


cia normativa es saludable. Así, hay quienes consideran que frente a un objetivo de
importancia “la redundancia suele ser la regla: es preferible que los motores de un
barco o un avión excedan la necesidad estándar para el caso de que uno de ellos no
funcione…La redundancia efectivamente incrementa ciertos costos de búsqueda en
general, y en nuestro caso, también los costos de sanción de normas. Pero a veces, vale
la pena soportar esos costos, porque al mismo tiempo, puede reducir otros, quizás
muy superiores. Básicamente, costos de búsqueda de una norma importante y costos
de error relacionados con el fracaso de aquellas”. Se concluye expresando que, bajo
esas circunstancias, la redundancia es más virtud que defecto de técnica legislativa.
Acciarri, Hugo A., “La regulación de los contratos de consumo en el nuevo Código.
Algunas notas para su análisis económico”, RCCyC, 2015 (septiembre), p. 277, cit.

- 39 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

3. Consumidores o usuarios

Si bien muchas veces se suele utilizar el término “consumidor”


de manera genérica y omnicomprensiva, incluyendo no sólo a los
consumidores strictu sensu sino también a los usuarios de servicios,
lo correcto, a rigor de verdad (y lo que ordena la realidad económi-
ca) es poner en un pie de igualdad a las nociones de “consumidor”
y “usuario” y no tratar a estos últimos como una categoría residual
ya que, fundamentalmente, en los últimos años, somos testigos de
un crecimiento exponencial del concepto “servicios”, que ocupan
un rol cada vez más preponderante, con una magnitud y volumen
de negocios que no merece para nada un tratamiento secundario.
En tal sentido, es correcto el criterio de la LDC de referenciar en
la definición del sujeto protegido por el Estatuto Consumeril tanto
a consumidores como a usuarios.
Adicionalmente, no se debe creer que quedan incluidos como
consumidores solamente aquellos que adquieren o utilizan bienes
“consumibles”. Debe primar al respecto una visión que tenga más
en cuenta el consumo económico que el jurídico (5).
Hay autores que consideran que el término “usuario” no debe
quedar circunscripto sólo a los servicios sino que engloba también
a quienes utilizan bienes sin ser partes del contrato de consumo
(por ejemplo, los miembros del grupo familiar o social del consu-
midor contratante) (6).

4. Bienes, cosas, productos y servicios

El art. 1º, LDC, se refiere a vínculos jurídicos relacionados con


bienes o servicios.
El CCyCN, en su art. 16, al ocuparse de la distinción entre bie-
nes y cosas, establece que los bienes materiales se llaman cosas y
que sus disposiciones le son aplicables a la energía y a las fuerzas
naturales susceptibles de ser puestas al servicio del hombre.
Teniendo presente esta definición legal, se ha dicho que la dis-
tinción entre bienes y servicios es innecesaria, pues “en rigor, los

(5) Farina, Juan M., cit., p. 48.


(6) Vítolo, Daniel R., Defensa del Consumidor y del Usuario, Ad-Hoc, Buenos Ai-
res, 2015, p. 87.

- 40 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

mentados ‘servicios’ no son más que "bienes" debido a su nítida


naturaleza de obligaciones de hacer y en ese sentido objetos inma-
teriales susceptibles de valor económico”. Distinto hubiese sido di-
ferenciar entre cosas y servicios (7).
Por otra parte, se ha expresado que la noción de “bienes” es
más amplia que la de cosas o productos ya que, por ejemplo, per-
mite incluir a los inmuebles, ya que estos últimos no requieren
elaboración (8).
El Código de Defensa del Consumidor brasileño (CDC) (9) usa,
en cambio, el término “producto” dándole un alcance amplio al
concepto, expresando que engloba a cualquier bien, sea mueble o
inmueble, material o inmaterial (art. 3.1). Otro tanto puede decirse
de la normativa del Mercosur (10).
En España, en cambio, la noción de producto es más circuns-
cripta e incluye sólo a los bienes muebles (11).
En ese país se le da una relevancia especial a los “bienes o servi-
cios de uso o consumo común, ordinario y generalizado”, estable-
ciendo que los derechos de consumidores y usuarios deberán ser
objeto de especial protección por parte de los poderes públicos (12).
Se trata de una toma de posición importante que busca hacer pri-
mar lo colectivo por sobre lo individual, estableciendo un marco
protectorio diferencial para los primeros.
Un tema interesante a considerar aquí es si el cuerpo humano o
sus partes pueden ser objeto de una relación de consumo.
Parte de la respuesta se encuentra en el art. 17 del CCyCN al
expresar que “los derechos sobre el cuerpo humano o sus partes
no tienen un valor comercial, sino afectivo, terapéutico, científico,

(7) Alterini, Jorge H.- Alterini, Ignacio E., “Opinión sobre el art. 1092” en Al-
terini, Jorge H. (dir.) - Alterini, Ignacio E. (coord.), Código Civil y Comercial. Tra-
tado Exegético, t. V, La Ley, Buenos Aires, 2015, p 752.
(8) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 117.
(9) Código Brasileiro de Defesa do Consumidor —CDC— (ley 8078 de 1990).
(10) Art. 1.d, resolución 34/2011, Grupo Mercado Común, Mercosur: “Producto.
Producto es cualquier bien mueble o inmueble, material o inmaterial, de acuerdo a
los ordenamientos jurídicos de los Estados Partes”.
(11) Art. 6º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.
(12) Art. 9º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

humanitario o social y sólo pueden ser disponibles por su titular


siempre que se respete alguno de esos valores y según lo dispongan
las leyes especiales”.
Sin perjuicio de lo prescripto por esta norma, no se puede des-
conocer que, en la realidad, existen “verdaderos mercados” que gi-
ran alrededor de determinadas partes del cuerpo humano, Esto es
particularmente observable hoy en día en materia de tratamientos
de fertilización. Allí por ejemplo, quienes acuden a ellos general-
mente se encuentran en situación de hipervulnerabilidad, lo cual
debiera merecer una tutela particular del legislador y de quienes
interpretan las disposiciones consumeriles. Por supuesto que otros
supuestos que podrían referirse a partes del cuerpo humano (como
la venta de cabello natural, verbigracia) generan menos controver-
sia (en la medida en que no se detecten actos ilegales para su obten-
ción por parte de proveedores, claro está). Hay autores que conside-
ran que los residuos tampoco pueden ser considerados productos o
bienes de consumo (13). Si bien la letra de la ley pareciera darle apo-
yo a esta postura, se trata de una cuestión que merece corrección,
sobre todo teniendo en cuenta que los desechos no paran de crecer
año a año y constituyen un grave peligro para la vida o la salud de
los consumidores.
También es interesante resaltar lo que plantea Lorenzetti (14) so-
bre los bienes colectivos. Recalca que, al no existir derechos indivi-
duales sobre ellos, mal se podría predicar que se pueden celebrar
contratos de consumo sobre ellos.
Es interesante analizar también el caso del “bitcoin” y su posi-
bilidad de ser considerado un “producto” (15). Por mi parte conside-
ro que el interrogante merece respuesta afirmativa pudiendo ser
objeto de la relación de consumo. Esto porque, si de alguna ma-
nera cumple una función similar que el dinero (más allá de no ser
“moneda” estrictamente), no habría argumentos para negarle pro-
tección consumeril, por ejemplo, a su adquisición: sólo bastará al
respecto que la operación en la cual dicha “moneda virtual” se use
(o se adquiera) sea realizada entre un sujeto que cumpla los requi-

(13) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 520.


(14) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 100.
(15) Sobre la temática general de los bitcoins puede verse: Mora, Santiago J.,
“Monedas virtuales. Una primera aproximación al Bitcoin”, LA LEY, 31/12/2015, p. 1.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

sitos para ser considerado un proveedor y otro que pueda ser carac-
terizado como consumidor. Por lo demás, ya se verá que la materia
tratada en este libro incluye los actos a título oneroso y aquellos de
carácter gratuito, por lo que cualquier duda que se pueda originar
sobre este punto también queda despejada.

5. El destino final

La norma consumeril, en sus distintas versiones, considera


como elemento definitorio que se adquieran o utilicen bienes o
servicios como destinatario final.
El concepto de “destino final” constituye el eje que, en definiti-
va, permitirá resolver quiénes pueden ser consumidores o usuarios
y quiénes no (16).

(16) No se puede desconocer que existen autores que consideran que en el art. 42
de la Constitución no se evidencian ciertas restricciones que sí existen, en cambio,
en la definición de consumidor prevista en el art. 1º, LDC. Así, Pérez Bustamante ob-
serva que los empresarios vulnerables que integran bienes a procesos productivos,
aunque tendrían dificultades para invocar su inclusión en la LDC, podrían ser sujetos
protegidos por la norma constitucional superior. Es decir, esta autora prescinde en
estos casos de la limitación consistente en el “destino final” (sin entrar en su interpre-
tación amplia o restrictiva) y se enfoca de manera exclusiva en la vulnerabilidad del
sujeto en una relación, aun cuando éste sea un empresario que no adquiere bienes
como destinatario final sino con fines productivos comerciales. Expresa que aun ex-
cluidos de la LDC la protección de los “consumidores empresarios” alcanzados por el
art. 42 de la Carta Magna “no sería contraria a la finalidad de la protección del consu-
midor”. Pérez Bustamante, Laura, cit., ps. 23 y ss.
En correspondencia con esta línea de pensamiento, en un caso jurisprudencial se
decidió extender la tutela de la LDC a un taxista por las fallas del vehículo adquirido
para tal fin. Si bien se trató de un claro supuesto en el cual no se configuraba el con-
sumo final, los jueces esgrimieron que no era justo que, tratándose de una persona
física que adquirió un automóvil, utilizado como único medio de ingresos tanto de
él como de su grupo familiar, se pierda la calidad de consumidor pues, al contratar,
y actuando con la diligencia normal de un hombre común, no se hallaba en paridad
negociadora frente a la vendedora, de notoria ascendencia en el mercado de los auto-
motores. A ello agregaron los magistrados que “los consumidores, aunque cuantitati-
vamente mayoritarios, ya que ‘todos somos consumidores’, constituyen una minoría
cualitativa por su vulnerabilidad e inferioridad técnica, fáctica y jurídica frente al po-
der de las empresas especialmente las megaempresas, prestadoras y productoras de
bienes y servicios”. CCiv. y Com. 1a La Plata, sala III, 29/3/2007, “Hernández, Daniel
O. c. Ancona SA y otro”, LNBA, 2007-9-1067. En sentido similar: CCiv. y Com. Lomas
de Zamora, sala I, 21/2/2008, “Mercurio, Cosme G. c. Organización Sur Automotores
SA y otro”, LLBA, 2008 (mayo), p. 426.
No se puede dejar de hacer notar que ciertos autores han dicho con contundencia
que a la LDC, en rigor, no le interesa la vulnerabilidad del sujeto. Así, Fernando López

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Sin perjuicio de que se volverá sobre este tema cuando al abor-


darse la compleja problemática de la empresa como consumidora,
este punto requiere algunas explicaciones.
Para determinar con algún grado de precisión la figura del con-
sumidor existen distintos elementos que, valorados de manera
desigual, han motivado diferentes enfoques:
1. Destino final. Hace referencia al hecho objetivo que supone
retirar al producto o servicio del mercado, lo que es igual a su sali-
da de la cadena de valor (destinatario final fáctico).
2. Beneficio propio. Pone el acento en lo subjetivo: el uso privado,
doméstico o no profesional del bien (destinatario final económico).
3. Vulnerabilidad. Se identifica con la debilidad o hiposuficien-
cia del consumidor, que puede ser económica, técnica, jurídica o
informativa. Implica un desequilibrio entre las partes de la rela-
ción de consumo que merece ser atendido.
Haciendo distinto uso de esas herramientas, se han esgrimido
varias teorías para delimitar el concepto de consumidor:
1. Finalista, teleológica o subjetiva. Hace hincapié en el cri-
terio del uso no profesional del bien, que no debe interpretarse
como totalmente desvinculado del concepto de destino final sino
como condicionante del mismo o real agotamiento del bien en el
mercado.
Por ello, niega el carácter de consumidor aun cuando lo adquirido
tenga una relación indirecta con la cadena de producción o comer-
cialización de la persona en cuestión. A su vez, incorpora la noción
de hiposuficiencia o vulnerabilidad (informativa, negocial, etc.).
Ésta sería la posición adoptada por el art. 2º del decreto regla-
mentario de la LDC (dec. 1798/1994 (17)) al expresar que los bienes

de Zavalía expresaba que la cosmovisión de dicha norma era meramente económi-


ca pues buscaba una determinada orientación del mercado. Esto se explicaba por el
hecho de que el consumidor ya no podía cumplir por sí con su rol de regulador del
equilibrio de mercado. Ante ese diagnóstico se decidió buscar ese equilibrio por otros
canales. En definitiva, planteaba este autor que no existe protección para un consu-
midor individualmente considerado, sino para todos los consumidores. López de Za-
valía, Fernando J., Fideicomiso. Leasing. Letras hipotecarias. Ejecución hipotecaria.
Contratos de consumición, Zavalía, Buenos Aires, 1996, p. 449.
(17) Publicado en el BO en fecha 18/10/1994.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

o servicios son integrados en procesos de producción, transforma-


ción, comercialización o prestación a terceros cuando se relacio-
nan con dichos procesos “sea de manera genérica o específica”. Es
decir, pareciera no dejar espacio alguno para considerar que hay
consumo final en la medida en que exista algún tipo de integración
productiva. Debe recordarse que este decreto se encuentra vigente
y no ha sido modificado por ninguna de las reformas que la LDC
originaria ha sufrido a lo largo de los años (18).
A su vez, cabe recordar que el Proyecto de Ley de Defensa del
Consumidor de 1989 (Proyecto Alterini - López Cabana - Stiglitz)
expresaba en su art. 2º.1 lo siguiente: “Quedan excluidas de esta ley:
1. Las adquisiciones de cosas, o de su uso, o contratos de prestación
de servicios, que integren un circuito de producción o comerciali-
zación, o que sirvan principalmente a una actividad profesional”.
En los fundamentos del proyecto se explicaba que “se excluyen…
las adquisiciones de cosas o servicios que integren circuitos pro-
ductivos o comercializadores, o que sirvan a actividades profesio-
nales”.
Claudia Lima Marques (19) advierte que mediante esta postura
se satisface mejor la finalidad del Código de Defensa del Consumi-
dor brasileño de otorgar especial tutela a un grupo de la sociedad
especialmente vulnerable.
Una buena parte de la doctrina argentina se enrola en esta
postura (20).
2. Maximalista. A diferencia del enfoque anterior, no importa
la cuestión del uso que se le quiera dar (privado o profesional) ni
la debilidad frente al proveedor. Aquí únicamente se excluye el su-
puesto en que el bien es utilizado en forma directa en la cadena de
producción o de valor.

(18) Opina Farina que muchas de las disposiciones del dec. 1798/1994 eran inope-
rantes, luego de la sanción de la ley 26.361. Farina, Juan M., cit., p. 34.
(19) Benjamín, Antonio Herman V. - Lima Marques, Claudia - Bessa, Leonar-
do Roscoe, Manual de Direito do Consumidor, 3a ed., Editora Revista dos Tribunais,
San Pablo, 2013, capítulo III, apart. 2, versión e-book, disponible en el sitio web www.
proview.thomsonreuters.com.
(20) Se han manifestado expresamente a favor de esta interpretación, entre otros,
Stiglitz, Rubén S. - Stiglitz, Gabriel A., cit., p. 192, V; Farina, Juan M., cit., p. 63;
Bersten, Horacio L., Derecho Procesal del consumidor, La Ley, Buenos Aires, 2003,
p. 4.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En esta tesis (minoritaria hasta el momento en la Argentina) se


alista, por ejemplo, Federico Álvarez Larrondo, afirmando que “el
único elemento que hoy permite determinar quién es consumidor
y quién no lo es, es el de ser o no ser ‘destinatario final’. De tal ma-
nera, se observa que la nueva ley se ha alineado al concepto maxi-
malista de nuestra Constitución Nacional, que concibe al Derecho
del Consumo no como un régimen tutelar del débil jurídico, sino
como una herramienta reguladora del mercado, y de allí la ampli-
tud que debe guiar la interpretación de cada caso” (21).
En apoyo normativo de esta tesis se puede expresar que la
ley 26.361, al sustituir el art. 2º, LDC, eliminó de la redacción origi-
nal del precepto aquella parte de su segundo párrafo en el cual se
señalaba que “no tendrán el carácter de consumidores o usuarios,
quienes adquieran, almacenen, utilicen o consuman bienes o ser-
vicios para integrarlos en procesos de producción, transformación,
comercialización o prestación a terceros”. Se podría considerar que
la supresión normativa efectuada por el legislador abre el camino
para que los consumidores que adquieran o utilicen bienes o servi-
cios y los integren en procesos industriales o comerciales puedan
invocar la protección de la LDC.
En tal sentido, cierta jurisprudencia ha dicho que la supresión
que el art. 2º de la ley 26.361 realizó respecto de la exigencia que
contenía el precepto de idéntica numeración de la ley 24.240, con-
cerniente a la exclusión de la noción de consumidor a quienes con-
sumían bienes y servicios para integrarlos a procesos productivos,
configura una modificación de suma trascendencia que permite
estimar que se amplía el concepto de sujeto merecedor de la tutela
legal (22).
3. Mixta o subjetiva-relacional. Aquí el eje central del sistema
tutelar de la LDC es la vulnerabilidad del sujeto protegido.
Dentro de esta postura (defendida por Rusconi) se expresa lo
siguiente:

(21) Álvarez Larrondo, Federico M., “El impacto procesal y de fondo de la nue-
va ley 26.361 en el Derecho del Consumo”, Suplemento Especial Reforma de la Ley de
Defensa del Consumidor, La Ley, abril de 2008, p. 25.
(22) CNCom., sala F, 29/5/2014, “Agropecuaria Litoral SRL c. R., A. M. s/ejecuti-
vo”, LA LEY, 2014-D, 611.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

“a.- La vulnerabilidad del consumidor puede ser económica,


técnica, jurídica, informativa o material.
”b.- La vulnerabilidad es un ‘estado’ que en algunos casos, se
presume y en otras situaciones, es producto de las circunstancias
del caso.
”c.- El carácter de consumidor se presume siempre respecto de
las personas físicas y de las personas jurídicas sin ánimo de lucro,
mientras que esa presunción no opera respecto de comerciantes o
las empresas.
”d.- El carácter de consumidor puede presumirse respecto de
comerciantes o empresas cuando intervienen en operaciones rea-
lizadas fuera del ámbito de su actividad profesional habitual.
”e.- Los comerciantes y las empresas, para ser consumidores, no
deben adquirir o utilizar el bien como insumo directo de su activi-
dad productiva o comercial.
”f.- En algunos supuestos excepcionales, puede considerarse
consumidor al comerciante o empresario que adquiere insumos
para su actividad profesional en situación de vulnerabilidad ma-
terial, ya sea porque se trate de un bien escaso, esencial, insusti-
tuible, comercializado en condiciones monopólicas o mediante
una operación particularmente compleja, entre otras posibles si-
tuaciones; incluso podrán serlo cuando se encuentran expuestos a
prácticas comerciales anticompetitivas o abusivas que impliquen
un extraordinario sometimiento, aun respecto de otros sujetos
profesionales” (23).
Al analizar el tema de la empresa como consumidora se volve-
rá sobre esta dificultosa cuestión del destino final como elemento
tipificante del concepto de consumidor. Allí se verán cuáles son las
tendencias jurisprudenciales existentes en el país en donde se ob-
serva, de alguna manera, lo que expresa Bruno Miragem (24) respec-
to de Brasil, en donde los tribunales no llegan todavía a soluciones

(23) Rusconi, Dante D., “Nociones fundamentales”, en Rusconi, Dante D. (dir.),


cit., p. 188.
(24) Miragem, Bruno, Curso de direito do consumidor, 3a ed., Editora Revista Dos
Tribunais, San Pablo, 2012, parte 1, apart. 5.2.1, versión e-book, disponible en el sitio
web www.proview.thomsonreuters.com.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

unánimes. A diferencia del autor citado, Álvarez Larrondo sostiene


que, si bien existen vacilaciones, la última tendencia pretoriana en
el vecino país pareciera ser hacia la posición maximalista (25).
Lorenzetti (26), resumiendo un poco el estado de situación, ex-
presa que el criterio finalista preponderante ha comenzado a ex-
perimentar modificaciones en la actualidad, tomando impulso la
nota relativa a la “no profesionalidad” del sujeto. Si bien el criterio
sigue siendo subjetivo lo cierto es que el acento se pone aquí en la
actividad del sujeto a tutelar y no en el bien o servicio adquirido.
Agrega este autor que el cambio busca dar respuesta a la dificultad
para acreditar cuál es el destino del bien en el área de la alta tecno-
logía, “a la globalización creciente de la economía que obliga a to-
mar standards más amplios y por lo tanto más abstractos, y al deseo
de ampliar la protección”, buscando proteger así a los supuestos de
“parasubordinación” en donde las pequeñas empresas requieren
una tutela especial pues se encuentran en la misma situación de
vulnerabilidad fáctica. Manifiesta que esta postura “maximalista”
busca que el Derecho del Consumidor sea más una herramienta de
regulación del mercado, trascendiendo a la figura del consumidor.
Concluye afirmando que abarcar a todos aquellos (aunque sean
empresas o profesionales) que retiran bienes del proceso produc-
tivo o de distribución no siendo destinatarios finales “lleva a una
‘banalización’ de la protección, que sería indiferenciada, ya que no
todos los sujetos son consumidores en esta perspectiva” (27).
Se ha razonado que la adopción de un “criterio finalista nega-
tivo” relacionado con la no profesionalidad termina invirtiendo la
carga probatoria respecto de la no aplicación de las normas consu-
meriles, pues se libera al consumidor de la prueba de su carácter de
destinatario final. Esto porque la nota de “no profesionalidad” se

(25) Álvarez Larrondo, Federico M., “El empresario consumidor”, LA LEY, 2014-
D, 611.
(26) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 86.
(27) Farina, por ejemplo, opina que lo que debería definir al concepto de consu-
midor es la situación de vulnerabilidad de un sujeto determinado respecto de pro-
veedores más fuertes que él. Así ejemplifica que cuando un vendedor ambulante
compra harina para elaborar pasteles para su venta, el criterio de justicia exige que
ese sujeto merezca la tutela de la LDC pues la adquisición de la harina será para be-
neficio propio y no habrá integración a una cadena de producción o comercializa-
ción. Señala que ese sujeto lo que en realidad vende es su trabajo personal tal como
sucede con el artista o el artesano. Farina, Juan M., cit., p. 68.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

derivará directamente de la actividad del consumidor y no reque-


rirá que se verifique en un contrato específico (28).
Aun desde una postura finalista clásica (“positiva”, en palabras
de Lorenzetti) tampoco hará falta necesariamente que el consu-
midor acredite en un caso concreto su carácter de destinatario
final sino que, precisamente en virtud del principio de las cargas
probatorias dinámicas, será el proveedor el que deberá aportar ele-
mentos que permitan advertir que el sujeto que pide la tutela de la
LDC está excluido de ella, demostrando, por ejemplo, que el bien o
servicio adquirido está integrado a una actividad comercial o em-
presarial (29). De todas maneras, el criterio aquí propuesto no es pa-
cífico. Así, jurisprudencialmente se ha dicho que la LDC no se pue-
de aplicar a una acción intentada contra una compañía automotriz
para que se la condene a vender 42 vehículos a la misma persona
en los términos y condiciones realizadas en una publicidad gráfica,
ya que “bajo tan particular escenario fáctico…el accionante debió
arrimar a la causa algún elemento probatorio que —cuanto menos
en forma indiciaria— diera cuenta de su intención de adquirir 42
automotores —iguales— para destinarlos a su uso particular, pues
una operación de tal magnitud haría presumir que objetivamente
la misma no tiene como meta su utilización como destinatario final
de los bienes” (30). Pareciera desprenderse del fallo que la cantidad
de productos adquiridos puede influir sobre la prueba del destino
final de ellos. En tal sentido, mientras más bienes iguales o simila-
res se compren por el mismo acto, la presunción de destino final se
diluiría y se dificultaría la aplicación del Estatuto del Consumidor.

(28) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 97.


(29) El propio Lorenzetti, al analizar la problemática del empresario como consu-
midor, reconoce expresamente esto que se señala, afirmando que “hay supuestos en
que la categoría de consumidor queda clara ab initio y no suscita dificultades, pero
hay sectores de la actividad económica en los que resulta difícil acreditar este ele-
mento. Por ejemplo, en el servicio telefónico, puede haber un contrato para empresas
de carácter comercial o bien uno de consumo… La cuestión se resuelve por la regla
de la distribución dinámica de las cargas probatorias, en la medida en que quien tie-
ne los datos puede probarlos. Las empresas que contratan masivamente hacen llenar
formularios en los que consta claramente la finalidad, y normalmente no hay dudas
al respecto”. Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…,cit., p. 108.
(30) CNCom., sala B, 30/10/2015, “Milgron, Nicolás Martín c. General Motors de
Argentina SRL s/ ordinario”, La Ley Online, AR/JUR/54080/2015.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por último, en posición que comparto, se ha dicho que en caso


de duda sobre si una persona es consumidor o no, debe estarse a
favor de la inclusión del sujeto dentro del Estatuto (31).

6. Beneficio propio o del grupo familiar o social

La tutela legal funcionará no sólo cuando se adquieran o utili-


cen bienes y servicios en beneficio propio, sino también cuando el
consumo sea llevado a cabo por el grupo familiar o social del con-
sumidor contratante.
Farina lo identifica con “todo grupo que se caracterice por
vínculos de familiaridad, amistad, solidaridad, instituciones de
bien común, etc.” (32). También se ha dicho que en estos grupos hay
personas unidas sin relación de afectos sino “simplemente por una
situación de comunidad sociológica, como pueden ser los vecinos
de una propiedad comunitaria o condominial” (33).
Sin embargo, y acertadamente como expresa Pérez Bustaman-
(34)
te , el alcance de la noción “grupo social” es una de las zonas gri-
ses de la normativa, no existiendo “límites fehacientemente deter-
minables”.
Asimismo, y curiosamente, esa indeterminación de la norma
respecto al “grupo social” no ha sido casi objeto de análisis hasta el
momento, por lo que, en la práctica, resulta muy complejo determi-
nar cuándo un sujeto forma parte de él y cuándo no.
Esa imprecisión de la norma lleva a que doctrinaria (35) y juris-
prudencialmente (36) se haya considerado que incluso los emplea-

(31) Vázquez Ferreyra, Roberto A. - Romera, Oscar E., Protección y defensa del
consumidor, Depalma, Buenos Aires, 1994, p. 6 y Moeremans, Daniel E., “Contrato
de obra y de servicios en el Código Civil y Comercial”, Sup. Esp. Nuevo Código Civil y
Comercial de la Nación. Contratos en particular, 2015 (abril), p. 94.
(32) Farina, Juan M., cit., p. 55.
(33) Ghersi, Carlos A. - Weingarten, Celia (dirs.), Defensa del consumidor. Tra-
tado jurisprudencial y doctrinario, t. I, La Ley, Buenos Aires, 2011, p. 32.
(34) Pérez Bustamante, Laura, cit., p. 27.
(35) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., Derecho del consumidor, Alve-
roni, Córdoba, 2009, p. 31.
(36) CNCom., sala A, 21/11/2000, “Artemis Construcciones SA c. Diyon SA y otro”,
LA LEY, 2001-B, 839.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

dos de un empresario consumidor formen parte de su grupo social.


También que los beneficiarios de una asociación de bien público
forman parte de su grupo social (37).
De los dos supuestos fácticos señalados el más polémico, indu-
dablemente, es aquel que permite considerar a los trabajadores de
una empresa como miembros del grupo social de su empleador. Si
bien pareciera que ello produciría un aumento significativo de la
legitimación activa para reclamar con base en normas de la LDC,
ello no será tan así, puesto que, tal como se verá más adelante, el
empleador sólo podrá invocar la protección consumeril en muy
contadas ocasiones. Con base en esto, por más amplia y flexible
que sea la noción de grupo social, sus integrantes no podrán ser
considerados consumidores si es que, a su vez, no se considera pri-
mero un sujeto tutelado por la LDC a su empleador.
Contrariamente, se ha excluido al socio gerente de una compa-
ñía como integrante del grupo social de esta última (38).
Sin perjuicio de lo manifestado, ante la ausencia de precisio-
nes en la ley para definir los límites de “grupo familiar y social”, se
impone una interpretación amplia, flexible e inclusiva, que refleje
los hábitos sociales y de consumo que exhibe la cultura argentina.
Asimismo, en caso de duda deberá primar la inclusión de la perso-
na dentro del grupo social del consumidor o usuario, en virtud del
principio in dubio pro consumatore, que serán vistos al abordar el
art. 3º, LDC.

7. El particular caso de la empresa


como consumidora (39)

Lo que antes se dijo respecto de la necesidad de que exista “des-


tino final” para ser considerado consumidor, lleva a detenerse en
uno de los temas más conflictivos del Derecho del Consumidor ar-
gentino, razón por la cual se le dedicarán varias páginas.

(37) Farina, Juan M., cit., p. 53.


(38) CNCom., sala A, 17/7/2015, “Mijormi SRL c. Patagonia Flooring SA s/ordina-
rio”, La Ley Online, AR/JUR/35505/2015.
(39) Sobre este tema existe en nuestro país un libro específico que aborda la pro-
blemática. Se remite al mismo al lector interesado. Moro, Emilio F., Las sociedades
comerciales frente al Derecho del Consumidor, Delta Editora, Paraná, 2014.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Para analizar la viabilidad de considerar o no como consumi-


dor a la empresa, resulta de mucha utilidad retomar las nociones
doctrinarias (posturas teleológica, maximalista y mixta) que se
han explicado hace pocas páginas atrás.
Examinándolas, considero que el empresario sólo podrá invo-
car la protección de la LDC cuando destine a consumo final un bien
o servicio (postura teleológica), no bastando que sea integrado a su
cadena de comercialización, ni siquiera de manera sólo indirecta.
Ésa debe ser la postura correcta, aun antes de las reformas de
2008 y de 2014.
En efecto, la ley 24.240 (texto original de la LDC) caracteriza-
ba al consumidor con una visión teleológica, despreocupándose
en cierta medida de que quien consuma sea un particular o una
empresa.
Se ha expresado que esta mirada coincidía con la planteada por
la ciencia económica, que predica que “el consumo es la causa fi-
nal y el cumplimiento de todo el proceso económico: producción,
circulación, reparto… Es decir, para la economía, el consumidor es
un sujeto de mercado que adquiere bienes o usa servicios para des-
tinarlos a su propio uso o satisfacer sus propias necesidades, per-
sonales o familiares; participa de la última fase del proceso eco-
nómico, a diferencia del empresario, que adquiere el bien por su
valor de cambio para incorporarlo transformado a su proceso de
producción o distribución” (40).
Justamente, la LDC, en su art. 1º, expresaba que eran consu-
midores o usuarios “las personas físicas o jurídicas que contratan
a título oneroso para su consumo final o beneficio propio o de su
grupo familiar o social”.
Para esta concepción teleológica será destinatario final enton-
ces “aquel destinatario fáctico y económico de bienes o servicios,
sea la persona física o jurídica. Es decir, no bastará con ser des-
tinatario fáctico del producto, sino también económico del bien:
no adquirirlo para revenderlo, ni para uso profesional, pues el bien

(40) Fernández, Raymundo L. - Gómez Leo, Osvaldo R. - Aicega, María Valen-


tina, cit., t. II-B, p. 786.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

sería nuevamente un instrumento de producción cuyo precio sería


incluido en el precio final del profesional que lo adquirió” (41).
Como una reafirmación de esa óptica finalista, el segundo pá-
rrafo del art. 2º, LDC, les negaba el carácter de consumidores a
todos aquellos que “adquieran, almacenen, utilicen o consuman
bienes o servicios para integrarlos en procesos de producción,
transformación, comercialización o prestación a terceros”.
Para no dejar dudas, del art. 2º del dec. regl. 1798/1994 surge
que “se entiende que los bienes o servicios son integrados en proce-
sos de producción, transformación, comercialización o prestación
a terceros cuando se relacionan con dichos procesos, sea de mane-
ra genérica o específica”.
Sobre la base de lo mencionado, no obstante estar previsto que
una empresa podía ser reputada como consumidora o usuaria en
los términos de la LDC, lo cierto era que, en los hechos, se tornaba
bastante difícil dilucidar si una compañía adquiría un determina-
do producto para consumo final, o bien para incorporarlo a su pro-
ceso productivo o de comercialización.
Esta última duda llevó a que doctrinariamente se dé nacimien-
to a una serie de distinciones (que tienen validez en la actualidad,
incluso luego de las reformas operadas después de 2008) que per-
mitían regular la situación con mayor precisión.
Recurriendo a una clasificación expuesta por Lorenzetti (42), se
puede decir lo siguiente:
1. En algunos casos, los productos pueden ser adquiridos por
empresas, pero como consumidores finales. Es decir, se estaría
ante bienes “no integrados al proceso productivo”. Aquí existirían
situaciones que permitirían a la empresa invocar las normas con-
sumeriles para defender su posición.

(41) Fernández, Raymundo L. - Gómez Leo, Osvaldo R. - Aicega, María Valen-


tina, cit., t. II-B, p. 788.
(42) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., ps. 101 y ss.
Otros autores han intentado fijar pautas generales y objetivas bajo las cuales la per-
sona jurídica puede ser consumidora. Ellas son: debilidad estructural desde el punto
de vista técnico o profesional; que el bien adquirido sea un “valor de uso” que no se
incorpore de modo directo a una cadena de producción; y que exista desequilibrio
entre proveedor y consumidor. Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Car-
los A. - Garzino, María Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián, cit., p. 40.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Alguna jurisprudencia tiene dicho que ello sucederá con todos


los bienes o servicios adquiridos dentro del ámbito de la actividad
de la empresa, que no se relacionan ni directa ni indirectamente
con el objeto propio de aquélla (43).
Se puede poner el ejemplo de la compra de obsequios de fin de
año por parte de una compañía para sus empleados.
En una postura incorrecta, según mi criterio, Carlos Gilberto
Villegas sostiene que el cliente bancario es siempre consumidor
porque en todos los casos existe destino final en el servicio de cré-
dito contratado, aun cuando se trate de empresas o cuando se lle-
ven adelante actividades comerciales. Esto porque en 2008 fue su-
primido el segundo párrafo del art. 2º de la LDC originaria (44) que
era el criterio usado por el BCRA para diferenciar los créditos co-
merciales y los de consumo (45).
Se ha dicho también que los profesionales liberales que adquie-
ren bienes para desempeñar su profesión (por ejemplo, papel, com-
putadora, etc.) son consumidores en los términos de la LDC, ya que
lo adquirido no está integrado al servicio que prestan, para lo cual
solamente se requiere “su saber” (46). No estoy de acuerdo con esta

(43) CNCom., sala C, 6/3/2009, “Tacco Calpini SA c. Renault Argentina SA y otro”,


LA LEY, 2009-F, 806.
(44) Art. 2º, 2º párr., LDC, texto original. “…No tendrán el carácter de consumido-
res o usuarios, quienes adquieran, almacenen, utilicen o consuman bienes o servi-
cios para integrarlos en procesos de producción, transformación, comercialización o
prestación a terceros. No están comprendidos en esta ley los servicios de profesiona-
les liberales que requieran para su ejercicio título universitario y matrícula otorgada
por colegios profesionales reconocidos oficialmente o autoridad facultada para ello,
pero sí la publicidad que se haga de su ofrecimiento…”.
(45) Villegas, Carlos G., “Comentario al art. 1384”, en Rivera, Julio César - Me-
dina, Graciela (dirs.), Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, t. IV, La
Ley, Buenos Aires, 2014, ps. 279 y ss.
Coincidiendo parcialmente con esta posición, Gonzalo Rodríguez expresa que
cuando una empresa toma un préstamo bancario para renovar los vehículos de sus
gerentes o cuando utiliza una cuenta corriente sin integrar ese producto financiero
de manera directa a su proceso productivo el Estatuto del Consumidor podrá ser in-
vocado. Rodríguez, Gonzalo M., “La contratación bancaria de consumo”, en Sti-
glitz, Gabriel - Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado de Derecho del Consumidor,
t. II, La Ley, Buenos Aires, 2015, p. 739.
(46) Farina, Juan M., cit., p. 58.
En similar sentido, señala Antonio Rinessi que los profesionales liberales pueden
ser consumidores cuando adquieren elementos para el desempeño de su profesión
(escritorios, computadoras o muebles, por ejemplo) ya que no se trata de bienes que

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

posición, ya que en los ejemplos dados son casos de, como mínimo,
integración mediata.
También se expresó que el carácter de destinatario final no se
pierde por utilizarse el vehículo adquirido para ir al lugar de traba-
jo o para realizar visitas a una inmobiliaria de la cual se es socio (47).
El problema se da, como plantea Lorenzetti (48), respecto de
aquellos bienes o servicios que, aunque están integrados a la fina-
lidad comercial de la empresa, evidencian una “apariencia de con-
sumo final”, pues el bien se agota materialmente en forma inme-
diata (por ejemplo, la energía eléctrica (49)). Sin embargo, advierte el
autor citado que lo que en verdad importa a los fines del encuadre
legal no es el destino final visto desde la materialidad, sino des-
de una perspectiva jurídica. Por lo tanto “la ley argentina declara
que siempre que hay consumo final se aplica, salvo que esos bienes
sean destinados a la producción; es decir que, aun cuando exista
consumo final, si el bien es integrado en procesos productivos,
queda excluido. El bien es inmediatamente consumido, pero me-
diatamente termina en una venta o servicio a terceros con fines de
lucro”.
2. Se pueden encontrar también situaciones de “integración
parcial”. Aquí el bien utilizado ostenta una finalidad mixta.

se incorporarán al mercado. Afirma, no obstante, que distinto es el caso de farmacéu-


ticos, ingenieros o arquitectos que montan una empresa de su especialidad. Rinessi,
Antonio J., Relación de consumo y derechos del consumidor, Astrea, Buenos Aires,
2006, p. 67.
Otros autores resaltan que el profesional liberal debería ser considerado consumi-
dor porque no está incluido en la noción de proveedor del art. 2º, LDC. López De Za-
valía, Fernando J., cit., p. 476.
(47) CCiv. y Com. 1a San Isidro, sala II, 17/8/2010, “Bellagamba, Mariano Sergio c.
Volkswagen Argentina SA y otro”, RCyS 2011-III, 207.
(48) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…,cit., p. 104.
(49) Jurisprudencialmente se ha admitido el carácter de consumidora de una so-
ciedad de responsabilidad limitada en un reclamo contra una empresa de energía
eléctrica. Para así decidir se alegó que el consumo de la energía no estaba destina-
do al proceso de producción de la actora sino que quedaba circunscripto al ámbito
personal de consumo de la accionante. CCiv. y Com. Jujuy, sala III, 23/9/2015, “Con-
mise SRL c. Ejesa - Perico s/amparo”, La Ley Online, AR/JUR/36293/2015. También
se aceptó el reclamo del dueño de una confitería por los daños derivados de las in-
terrupciones del servicio de electricidad. CCiv. Com. Min. Paz y Trib. 4ª Mendoza,
16/9/2014, “Delisse SA c. Edemsa SA s/d. y p.”, RCyS, 2015-III-95.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por un lado, la cosa o servicio forma parte del proceso producti-


vo pero, simultáneamente, se desvincula de él.
Pasaría, v.gr., con un rodado afectado a una actividad de venta,
pero que, los fines de semana, es usado por el dueño de la empresa
para su disfrute personal.
Lorenzetti esboza aquí una serie de herramientas que permiti-
rían dilucidar cuándo hay una relación amparada por el Derecho
del Consumidor.
Fija los siguientes parámetros:
a. Criterio subjetivo ex ante. Haciendo uso de esta primera guía,
corresponde indagar si la persona que invoca la protección de la ley
es usualmente consumidor o, por el contrario, comerciante, sién-
dole aplicable la LDC sólo en el primer caso.
b. Criterio objetivo ex post. Bajo esta óptica, lo primordial será
observar cuál es el destino principal que se le da al bien. Es decir, si
será mayormente para consumo final, o bien si su uso fundamen-
tal se relacionará con su integración a un proceso de producción o
comercialización (50).
Del pensamiento del autor citado se desprende que en la solu-
ción actualmente vigente de la LDC, a diferencia del texto que regía
antes de la sanción de la ley 26.361, la tutela normativa correspon-
de, pues serán, por regla general, actos de consumo a menos que
se demuestre lo contrario, probando que se trata, en realidad, de
actos comerciales y en la existencia de ánimo de lucro (51).
En algún antecedente jurisprudencial se hizo aplicación de lo
expresado. Es decir, se tuvo en cuenta cuál era la finalidad princi-
pal que se le daba a la cosa y se aplicó la LDC. Se trataba puntual-
mente de una persona que adquirió una camioneta destinada tan-
to al ejercicio de su actividad industrial como al uso personal (52).
En otro caso se resolvió que correspondía aplicar el Estatuto a una

(50) Farina se inclina a utilizar este criterio, debiéndose indagar en cada caso cuál
es el destino principal del bien o servicio que se adquiere o utiliza. Farina, Juan M.,
cit., p. 65. Coincido con el criterio de este autor ya que armoniza mejor con el criterio
finalista del art. 1º, LDC.
(51) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…,cit., p. 129.
(52) CNCom., sala B, 29/12/2005, “Rosalino Cándido Medina González c. Peugeot
Citröen Argentina SA y otro”, La Ley Online, AR/JUR/8222/2005.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

sociedad compradora de un rodado por los desperfectos técnicos


que presentó el vehículo, pues se probó que si bien la unidad se ha-
bía adquirido para ser integrada a un proceso productivo como es
el transporte de mercaderías, fue también utilizada para satisfacer
necesidades de tipo familiar y personal de su socio gerente (53).
c. Inexistencia de ánimo de lucro. Lorenzetti (54) expresa que “si
existe ánimo de lucro queda excluida la relación de consumo”. Da
el ejemplo de la persona física no comerciante que compra un au-
tomóvil para revenderlo.
Si bien la solución es en principio correcta cuando se analiza el
universo general de los consumidores, debe advertirse que, en su-
puestos fácticos particulares, podría generar resultados disvalio-
sos, ya que podría llevar a la conclusión de excluir del Estatuto, por
ejemplo, a todo inversor que pretenda ser consumidor, ya que en él
subyace “ánimo de ganar” (o de “perder lo menos posible”). Ya se
verá más adelante que el “afán de lucro” no constituye un obstácu-
lo para ser consumidor (55).
Un poco relacionado con lo anterior, se ha dicho que, si bien
el afán de lucro excluye la figura del consumidor, ello no es siem-
pre así pues, v.gr., merece protección consumeril quien vende su
vehículo para comprar uno nuevo (56).
Sin perjuicio de lo dicho, la duda se puede generar también ante
supuestos de inexistencia de ánimo de lucro: ¿se puede predicar en
estas situaciones que sería aplicable siempre la LDC?

(53) CCiv. y Com. 1a San Isidro, sala I, 1/12/2011, “Tartaglini, María Julieta y otra c.
Andecam SA y otro s/daños y perjuicios”, LLBA, 2012 (febrero), p. 111.
(54) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…,cit., p. 105.
(55) En un anterior trabajo no se tomó la precaución de establecer esta distinción
y simplemente se dejaba sentado el principio general de que “si existe dicho afán no
se estaría ante una relación de consumo”. Chamatropulos, Demetrio A. - Nager,
María Agustina, “La empresa como consumidora”, Revista de Derecho Comercial,
del Consumidor y de la Empresa (DCCyE), abril 2012, p. 117. Con posterioridad, me
ocupé de modo específico del tema en Chamatropulos, Demetrio A., “El inversor
financiero y la tutela del Derecho del Consumidor”, en Duprat, Diego, Tratado de los
conflictos societarios, t. II, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2013, ps. 1477 y ss. Se puede
ver, también, entre otros: Paolantonio, Martín E., “¿El consumidor financiero es
consumidor?”, LA LEY, 2010-B, 1025. Bonfanti, en cambio, se ha manifestado expre-
samente en contra de considerar al inversor bursátil como consumidor. Bonfanti,
Mario A., cit., p. 85.
(56) Farina, Juan M., cit., p. 53.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En un caso fallado por un tribunal de San Isidro (57) se discutió


sobre este tema.
La actora era una asociación civil e invocó el amparo de las nor-
mas del Estatuto del Consumidor.
El tribunal rechazó la petición considerando que lo determi-
nante para el encuadre en la LDC no era el afán de lucro, sino que
el objeto de la contratación sea para consumo final, lo que no había
ocurrido en este caso.
Asimismo, los magistrados recordaron que el concepto “empre-
sa” no se identificaba necesariamente con el “lucro” ni tampoco se
restringía al campo de lo estrictamente mercantil.
Se basaron para ello en una noción amplia del término, carac-
terizándolo como una organización de recursos humanos y mate-
riales, destinadas a la consecución de un proyecto.
Sobre este tema Rinessi (58) sostiene que una asociación, aunque
puede actuar como consumidora, no lo será siempre, ya que si lle-
va adelante actividades económicas con carácter empresarial, aun
cuando esto se subordine a su finalidad de bien común, “estará
asumiendo un rol distinto al del consumidor, y su actividad deberá
ser considerada como empresarial, al menos en lo que a ella res-
pecta”. Ejemplifica con aquellas asociaciones que prestan servicios
a sus asociados.
En cuanto a las fundaciones, el mencionado autor razona que la
sola realización de actos altruistas no transforma automáticamen-
te a ellas en consumidoras (59).
d. Puede existir una “integración inmediata y total en el proceso
productivo”.
En este caso, al existir una sintonía total entre la finalidad de la
empresa y el destino que se le dará al bien, no procede la aplicación
del Estatuto del Consumidor.
Farina se pregunta qué sucede con aquellas cosas que se ad-
quieren en un primer momento para destino final pero que, con

(57) CCiv. y Com. San Isidro, sala I, 8/5/2008, “Sociedad Escolar Alemana de Villa
Ballester c. Ditada, Nicolás M. y otro”, JA, 2008-IV-395.
(58) Rinessi, Antonio Juan, cit., p. 46.
(59) Rinessi, Antonio Juan, cit., p. 48.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

el paso del tiempo, se terminan volcando hacia una actividad co-


mercial. Opina que allí cabe la aplicación de la LDC, ya que al mo-
mento inicial de configuración de la relación de consumo existía
destino final (60).
Jurisprudencialmente hay distintos casos en los cuales se ha
considerado que existe integración inmediata y total, rechazán-
dose, en consecuencia, el pedido de ser considerado consumidor.
Entre ellos se puede citar el supuesto del músico y compositor
que usaba una computadora para llevar adelante su tarea (61), el
camión utilizado para prestar el servicio de transporte (62), la ma-
quinaria adquirida para realizar limpieza y desmonte de un lote
de islas y otros trabajos en una zona frutícola (63), la adquisición de
una máquina fotocopiadora para un negocio (64), los vehículos au-
tomotores para destinarlos al servicio de remisería (65), el vehículo
utilizado en una explotación agrícola (66), la toma de créditos des-
tinados a una actividad comercial y no al consumo (67), la adqui-
sición de repuestos defectuosos por un mecánico para efectuar la

(60) Farina, Juan M., cit., p. 46.


(61) Es recomendable la lectura del voto de la entonces jueza Kemelmajer de
Carlucci en donde se ocupa de precisar el alcance del consumidor-empresario y la
posibilidad de que dicho sujeto invoque la tutela de la LDC. SCJ Mendoza, sala I,
12/10/2006, “Sellanes, Elian c. Frávega SACIeI”, RCyS, 2007-387.
(62) Ver, entre otros, CCiv. y Com. Azul, sala I, 17/5/2007, “Barrientos, Héctor
A. c. De Paoli, Franco A.”, La Ley Online, 70043903 y CNCom., sala A, 19/5/2009,
“Masciarelli, Claudio Francisco c. Volkswagen Argentina SA”, La Ley Online, AR/
JUR/19711/2009.
(63) JCiv. y Com. San Nicolás Nº 5, 16/2/2012, “Las Diagonales SRL c. Patricio Pal-
mero SAICyA s/daños y perjuicios”, LA LEY, 2012-C, 446.
(64) CNCom., sala D, 22/6/2006, “De Pascale, I. c. Lardo, D. R. y otros”.
(65) CNCom., sala C, 21/12/2005, “Blue Way SA c. Cidef Argentina SA y otro”, La
Ley Online, AR/JUR/8784/2005.
Para este supuesto, en opinión que no comparto, se ha dicho que la LDC protege
también como consumidor a aquel que adquiere un vehículo automotor para usarlo
como remise o flete ya que es el destinatario final del bien y no lo compró para reven-
derlo. Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 28.
(66) CCiv. Com. y Cont. Adm. 1a nom. Río Cuarto, 21/12/2011, “La Pampa Gringa
SA y Antonio Tavella c. Centro Automotores SA s/abreviado”, LLC, 2012 (mayo), p. 450
y CCiv. y Com. 5ª Córdoba, 22/6/2015, “Ortiz Roy, David y otros c. Automotores Mai-
pú SA y otro s/abreviado - cumplimiento/resolución de contrato - recurso de apela-
ción”, La Ley Online, AR/JUR/29247/2015.
(67) Sobre este punto se han dictado muchos fallos. Como muestra se puede ci-
tar CNCom., sala F, 20/5/2010, “Diagonal Norte SA c. Piovani, Juan Fernando”, DJ, del
3/11/2010, p. 84.

- 59 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

reparación en el vehículo de un cliente (68), la contratación general


de seguros que son esenciales para el desempeño de la actividad
empresarial de un sujeto determinado (69), la cobertura de riesgos
del trabajo contratada por un empleador (70), la locación de un in-
mueble en donde se instaló una boca de expendio de productos
elaborados en la planta procesadora de propiedad de la empresa
de la locataria (71), la adquisición de un vehículo para trasladar a los
socios de una compañía (72), la compra de una motocicleta para rea-
lizar el servicio de mensajería privada (73), entre otros.

Con una postura más amplia respecto a la tutela consumeril del usuario de servi-
cios bancarios se ha dicho que aquellos clientes que celebran operaciones financie-
ras activas para integrarlas a los procesos de producción, comercialización, etc., son
consumidores en los términos de la LDC ya que dichas operaciones “redundan en
beneficio del grupo social que configura la empresa”. Por su parte, en las operaciones
pasivas, esta misma postura autoral afirma que el cliente bancario siempre es des-
tinatario final, ya que el reingreso del dinero depositado al mercado financiero no
responde a una decisión de ese cliente sino que es el banco el que, en su calidad de
intermediario financiero, realiza esa colocación y presta dinero a terceros. Por último,
la protección lógicamente se extiende también a las operaciones de servicios, ya que
allí el carácter de destinatario final surge de manera indubitable. Barreira Delfino,
Eduardo, “Protección del cliente bancario”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Fe-
rreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. II, ps. 334 y ss.
(68) CNCom., sala A, 7/10/2013, “Altieri, Osvaldo Antonio c. Juntas Ciccarelli SRL
s/ordinario”, LA LEY, 2014-B, 338.
(69) En este caso se resolvió que el ejecutado no podía ser considerado consu-
midor a los fines de la procedencia de la excepción de incompetencia que interpuso
dado que el objeto de la sociedad ejecutante era la prestación de servicios de protec-
ción contra incendio en los procesos de extracción de madera, entre otras activida-
des, lo que hacía concluir que la actividad no permitía invocar la protección de las
normas consumeriles. CNCom., sala F, 29/5/2014, “Agropecuaria Litoral SRL c. R., A.
M. s/ejecutivo”, LA LEY, 2014-D, 611, cit.
(70) CNCom., sala E, 25/8/2010, “Asociart SA ART c. Humieniuk, Juan Carlos”, La
Ley Online AR/JUR/57186/2010. En similar sentido, se ha rechazado la aplicación de
la LDC al empleador que contrató un seguro de riesgos del trabajo pues se argumen-
tó que se trataba de una obligación legal de conformidad a las disposiciones de la
ley 24.557. CNCom., sala F, 16/11/2010, “Asociart SA ART c. Blanquer Hermanos SRL”,
DJ, del 18/5/2011, p. 65.
(71) CCiv. Com. y Cont. Adm. Río Cuarto, 15/12/2010, “Romanini, Élida E. c. Ga-
llasti y Sutil, Dora”, La Ley Online, 70067619.
(72) CCiv. y Com. 5ª Córdoba, 15/9/2015, “Rehabilita SRL y otro c. Maipú Auto-
motores SA y otro s/abreviado -daños y perjuicios - otras formas de responsabilidad
extracontractual”, RCyS, 2016-II-111.
(73) CNCom., sala D, 11/8/2015, “González, Diego Alejandro c. Betamotor Argen-
tina SA y otro s/ordinario”, RCCyC, 2015 (diciembre), p. 241.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

e. En otras situaciones puede darse una integración mediata del


bien al proceso productivo.
Se trata de cosas que, aunque no se encuentran plenamente
vinculadas al mismo, forman parte de la “base de soporte nece-
saria” para que la finalidad de la empresa se pueda efectivamente
cumplir (74).
Se podría poner el ejemplo de los equipos telefónicos que se uti-
lizan en las oficinas de una fábrica o de un establecimiento (a me-
nos que se trate de un call center, claro está).
En este supuesto es donde existirán las mayores dificultades
prácticas para dilucidar si corresponde o no la aplicación del Dere-
cho del Consumidor.
Si se observa con agudeza, se da lugar aquí una discusión simi-
lar a la que gira en torno al alcance de la responsabilidad solidaria
plasmada en el art. 30 de la ley 20.744 (75) (Ley de Contrato de Tra-
bajo —LCT—, ley P-1018, DJA) (76), cuando allí se habla de actividad
normal y específica propia de la empresa.

(74) Aquí encuadra la situación de muchos seguros contratados por los comer-
ciantes o las empresas, en la medida que no sean esenciales u obligatorios para la
actividad del empresario. Fabiana Compiani afirma que no serán contratos de con-
sumo aquellos seguros sobre bienes de la empresa que están integrados a procesos
de producción, transformación, comercialización o prestación de servicios a terce-
ros. Así, los seguros contra incendio o robo no serán objeto de protección en la LDC.
Compiani, Fabiana, “El contrato de seguro y la protección del consumidor”, en Pi-
casso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. II, ps. 438 y ss. En
igual sentido: Stiglitz, Rubén S., “Comentario a los arts. 1092 y 1093”, en Herrera,
Marisa - Caramelo, Gustavo - Picasso, Sebastián (dirs.), Código Civil y Comercial
de la Nación Comentado, t. III, Infojus, Buenos Aires, 2015, p. 494.
En una postura distinta Waldo Sobrino considera que las empresas aseguradas son
consumidores respecto de las entidades de seguro, ya que “existe una asimetría téc-
nica, económica y jurídica, a favor de la contraparte, que se encuentra conformado
por la Aseguradora (y todo el mercado de seguros y reaseguros internacional que la
respalda)”. Agrega que son destinatarios finales ya que no lucran con su contratación
y, además, no vuelcan al mercado el seguro contratado. Sobrino, Waldo A. R., Con-
sumidores de Seguros, La Ley, Buenos Aires, 2009, ps. 171 y ss., 591, 603 y concs.
(75) Según su texto ordenado por el dec. 390/1976, publicado en el BO en fecha
21/5/1976.
(76) Art. 30, LCT: “Subcontratación y delegación. Solidaridad. Quienes cedan to-
tal o parcialmente a otros el establecimiento o explotación habilitado a su nombre, o
contraten o subcontraten, cualquiera sea el acto que le dé origen, trabajos o servicios
correspondientes a la actividad normal y específica propia del establecimiento, den-
tro o fuera de su ámbito, deberán exigir a sus contratistas o subcontratistas el ade-

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Así, para discernir la aplicación de ese art. 30, LCT, se impone la


utilización de un criterio casuístico que permita analizar la activi-
dad no en abstracto, sino relacionada con su contexto.
Es decir, puede ser que determinado servicio en un caso forme
parte del proceso productivo, pero, analizado al abrigo de otras cir-
cunstancias, aconseje la adopción del criterio contrario.
Mutatis mutandi cabría aplicar este tipo de razonamiento (es
decir, “caso por caso”) para resolver los supuestos de integración
mediata o inmediata a los fines del encuadre de la situación de he-
cho en los términos de la LDC.
Es lo que sucedería, v.gr., con el servicio de alarmas de seguri-
dad instalado en una joyería (77). En este ejemplo claramente hay
una integración inmediata. En cambio, si ese servicio es contra-
tado en otro rubro en el cual no sea necesario y sólo se lo desee
poseer por tratarse de un empresario muy previsor, se estaría ante
un caso de integración meramente mediata.
Por lo tanto, en principio, aquí no se pueden sentar posiciones
apriorísticas, a menos que la integración (o falta de ella) surja de
manera manifiesta a través de un primer y rápido análisis.
Ahora bien, una vez definida la existencia de una integración
mediata en un caso concreto hay que recordar que la invocación del

cuado cumplimiento de las normas relativas al trabajo y los organismos de seguridad


social.
”Los cedentes, contratistas o subcontratistas deberán exigir además a sus cesiona-
rios o subcontratistas el número del Código Único de Identificación Laboral de cada
uno de los trabajadores que presten servicios y la constancia de pago de las remu-
neraciones, copia firmada de los comprobantes de pago mensuales al sistema de la
seguridad social, una cuenta corriente bancaria de la cual sea titular y una cobertura
por riesgos del trabajo. Esta responsabilidad del principal de ejercer el control sobre
el cumplimiento de las obligaciones que tienen los cesionarios o subcontratistas res-
pecto de cada uno de los trabajadores que presten servicios, no podrá delegarse en
terceros y deberá ser exhibido cada uno de los comprobantes y constancias a pedido
del trabajador y/o de la autoridad administrativa. El incumplimiento de alguno de los
requisitos harán responsable solidariamente al principal por las obligaciones de los
cesionarios, contratistas o subcontratistas respecto del personal que ocuparen en la
prestación de dichos trabajos o servicios y que fueren emergentes de la relación labo-
ral incluyendo su extinción y de las obligaciones de la seguridad social. Las disposi-
ciones insertas en este artículo resultan aplicables al régimen de solidaridad especí-
fico previsto en el art. 32 de la ley 22.250”.
(77) CNCom., sala E, 29/8/2007, “Celenza, Sergio Nicolás c. Prosegur SA”, La Ley
Online AR/JUR/6056/2007.

- 62 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Derecho del Consumidor sólo será posible en la medida en que se


adopte una postura “maximalista” para definir quién es consumi-
dor. En cambio, si se parte de la posición finalista la consecuencia
lógica será la exclusión del supuesto fáctico del Estatuto Consumeril.
Con el advenimiento de la ley 26.361 se alteró el contenido de
las caracterizaciones del “consumidor” y del “proveedor” que se
encontraban presentes en el texto original de la LDC. Si bien se
mantiene el criterio teleológico para escoger a quiénes se puede
considerar consumidores o usuarios, la posibilidad de que las em-
presas puedan invocar la protección del Estatuto ha tomado algo
más de fuerza.
Por ejemplo, se puede expresar, con base en el segundo párra-
fo del art. 1º, LDC, que una empresa no necesita haber contratado
efectivamente a un proveedor para invocar la protección.
Así, se puede dar el caso de que el bien haya sido adquirido por
una compañía para el consumo final de otra empresa que forma
parte del mismo grupo de aquélla, pero que no contrató efectiva-
mente con el proveedor.
En dicho caso, alguien podría alegar que esa compañía estaría
habilitada para solicitar la aplicación de las normas consumeriles.
Asimismo, resulta llamativa la supresión de parte del segundo
párrafo del original art. 2º, LDC, es decir, la que excluía del ámbito
de la ley a quienes adquirieran bienes o utilizaran servicios para
incorporarlos a procesos de producción, comercialización o pres-
taciones a terceros.
Si bien la situación puede llegar a generar alguna duda, la eli-
minación del mencionado fragmento no afectó la vigencia del cri-
terio teleológico que ha quedado lo suficientemente plasmado en
el vigente art. 1º, LDC, que resguarda “a toda persona física o jurí-
dica que adquiere o utiliza bienes o servicios en forma gratuita u
onerosa como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo
familiar o social”.
Un aporte interesante lo realiza Rusconi (78), expresando que no
sólo se deberá demostrar que la cosa no se encuentra destinada a

(78) Rusconi, Dante D., “La noción de ‘consumidor’ en la nueva Ley de Defensa
del Consumidor”, JA, 2008-II-1225.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ser incorporada a la actividad comercial o productiva del empresa-


rio, sino también que la adquisición del bien se realizó fuera de la
esfera de la actividad profesional de aquél (79). Lo relativo a la actua-
ción fuera de la esfera profesional del empresario ha tenido algu-
na recepción jurisprudencial, resolviéndose que pese a adquirirse
bienes dentro del ámbito de la compañía, la protección de la LDC
procede si éstos no se relacionan con el proceso de producción en
que consiste la actividad empresarial (80).
Sostiene este autor que, de lo contrario, se puede desvirtuar el
sistema legal, extendiéndose el amparo a supuestos que choquen
contra la protección que se le debe brindar al débil.
A rigor de verdad, la “no profesionalidad”, será una “no profesio-
nalidad relevante” cuando se trate de empresas, debiéndose preci-
sar en su máximo grado posible si su actuación se encuentra fuera
del ámbito de su especialidad o explotación habitual.
Así por ejemplo, en un recordado caso, se tomó en cuenta esta
idea de la “no profesionalidad relevante”, permitiéndose a la em-
presa invocar la tutela de la LDC en la inteligencia de que, además
de no integrarse el bien adquirido a la cadena de producción o
comercialización del adquirente, este último carecía de los cono-
cimientos técnicos o de la profesionalidad suficiente como para
“plantarse” en igualdad de condiciones frente al vendedor (81).
No obstante lo referido, debe tenerse en cuenta también la di-
mensión o envergadura de la empresa consumidora, pues puede
suceder que su capacidad de compra y su fuerza económica permi-

(79) Apartándose del criterio señalado, se ha sostenido recientemente que “la Ley
de Defensa del Consumidor es aplicable al reclamo efectuado en virtud de un des-
perfecto de fábrica de una camioneta, si el fabricante no demostró que fue adquirida
con la finalidad de integrarlo al proceso de producción, transformación, comerciali-
zación, o prestación de servicios a terceros, conforme al art. 2º de dicha ley, pues los
elementos obrantes en la causa evidencian que fue adquirido para uso particular”. Es
decir, deja en manos del proveedor gran parte de la tarea probatoria consistente en
demostrar la integración del bien adquirido a una cadena comercial. CNCom., sala F,
31/7/2012, “Copan Coop. de Seguros Ltda. c. Ford Argentina SA y otros s/ordinario”,
DJ, del 16/1/2013, p. 64.
(80) CCiv. y Com. Común Concepción, 10/6/2003, “Demos SRL c. Hyunday Motor
Argentina y otro”, DJ, 2005-1-1104.
(81) Se trataba de la adquisición por parte de una empresa constructora de un
vehículo automotor que se utilizaba para trasladar a sus empleados. CNCom., sala A,
21/11/2000, “Artemis Construcciones SA c. Diyon SA y otro”, LA LEY, 2001-B, 839, cit.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

ta negociar con los proveedores en igualdad de condiciones, com-


pensando así la falta de conocimiento técnico específico (82).
Centrándose también en esta idea de la envergadura de la em-
presa, se ha manifestado que normativamente sería aconsejable
proteger al “débil”, independientemente de que éste sea empresa
o persona física (83). En tal sentido, se ha afirmado que la LDC se
debería poder aplicar también en aquellos contratos en los cua-
les existe una “parte débil” aunque no sea consumidor final, en la
medida en que las circunstancias permitan advertir que existe un
evidente desequilibrio o falta de equidad en el contenido de ese
contrato, derivado de la posición dominante de una de las partes
en el mercado (por ejemplo el comerciante minorista ante la gran
empresa productora de bienes y servicios) (84).
Esta posición se compatibiliza bastante con la postura adopta-
da por lo que era entonces proyecto de reforma a la ley 24.240 y que
fue modificado al sancionarse la ley 26.361. En efecto, en el art. 2º
del citado proyecto se incluía dentro del ámbito de protección a
las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MIPyMEs) previstas
en la ley 25.300 (publicada en el BO en fecha 7/9/2000, ley K-2413,
DJA) (85).
Más allá de que sería deseable que se protegiera también a las
empresas débiles en todos los casos, aun cuando no adquieran
para consumo final, lo cierto es que el texto normativo actual no
admite ni siquiera remotamente esta posibilidad.
Debe distinguirse el supuesto de protección para el empresario
débil de la propia del consumidor y descartar el recurso a la analo-

(82) Junyent Bas, Francisco - Garzino, María Constanza, “La categoría jurídi-
ca de ‘consumidor’, en especial con relación a las personas jurídicas”, Revista de De-
recho Comercial, del Consumidor y de la Empresa (DCCyE), La Ley, nro. 5, octubre
2011, p. 73.
(83) Ver, entre otros, Crovi, Luis D., “La protección al empresario consumidor en
el contrato de leasing”, SJA, del 5/8/2009, y Ghersi, Carlos A. - Weingarten, Celia
(dirs.), Defensa del Consumidor…,cit., t. I, p. 37.
(84) Farina, Juan M., cit., p. 2.
(85) Rinessi, en similar posición, expresa que la extensión de la protección al pe-
queño empresario se funda en razones de equidad que se relacionan con la muy re-
ducida dimensión de la empresa o con la especial naturaleza de ciertas actividades
empresariales o profesionales. Rinessi, Antonio Juan, cit., p. 66.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

gía de situaciones (86), tratándose en aquél la relación de desequili-


brio entre profesionales (ámbito excluido de la LDC) por abuso de
posición dominante, con notas diferenciales que hacen impropia
la extensión sin más de soluciones; máxime si se considera que la
injusticia contractual es el género y la relación de consumo, una de
sus especies (87).
A lo dicho se puede agregar que la ley consumeril chilena se-
ñala expresamente que no pueden ser considerados consumi-
dores aquellos sujetos que estén incluidos en la definición de
proveedor (88).
Cabe destacar que, dentro del Derecho Comparado, esta ten-
dencia de incluir a la empresa como consumidora no es uniforme,
tal como se verá más adelante al pasar revista a la realidad de dis-
tintos países.

8. Personas humanas (o físicas) y jurídicas (89)

La protección del Estatuto del Consumidor, si bien apunta fun-


damentalmente a las personas humanas, no excluye a priori a las
personas jurídicas, aunque a éstas les resultará más dificultoso en
los hechos demostrar que constituyen un sujeto tutelable, tal como
se vio al abordar el tema de la empresa como consumidora.
La razón de esta dificultad es sencilla: un grandísimo número
de las personas jurídicas son sociedades que, como tales, se consti-
tuyeron para ejercer el comercio, a través del desenvolvimiento de
una determinada actividad económica. Es decir, lo que está en de-
bate es si esos entes pueden realizar, además de actos comerciales,
“actos de consumo” como destinatarios finales.

(86) Santarelli, Fulvio G., “La regulación del mercado a través del contrato. Una
propuesta para la protección del empresario débil”, LA LEY, 2007-C, 1044.
(87) Santarelli, Fulvio G., “El desarrollo del derecho de los consumidores y
usuarios”, cit., en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit.,
t. I, p. 32.
(88) Art. 1.1, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los Derechos de los Consu-
midores).
(89) Como antes se señaló, cabe recordar que si bien el art. 1092 del CCyCN (en
línea con los arts. 19 y ss. de este último) usa el término “persona humana”, los arts. 1º
y 2º, LDC, hacen referencia a “personas físicas”, razón por la cual se usarán ambas ex-
presiones indistintamente.

- 66 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Esta característica representa un obstáculo para considerarlas


protegidas, en la medida en que el propio art. 1º, LDC, requiere que
los consumidores o usuarios sólo serán tales en la medida que ad-
quieran bienes o servicios como destinatarios finales para benefi-
cio propio o de su grupo familiar o social.
Ante dicho panorama, las personas jurídicas en cuestión (prin-
cipalmente las sociedades) encontrarán compleja la posibilidad de
invocar la protección del Estatuto, ya que la gran mayoría de los
bienes y servicios que adquieren serán integrados a la cadena de
producción o comercialización de la actividad que desarrollan, por
lo que no serán destinatarios finales.
Además de ello entrarán en juego cuestiones “meta-jurídicas”,
que no por no pertenecer a la órbita del derecho dejan de incidir en
sus soluciones o en el razonamiento del intérprete. Así, por ejemplo,
será común que ante una empresa de gran envergadura, la tenden-
cia será interpretar restrictivamente el concepto de consumidor
para excluirla, más allá de que objetivamente pueda ser incluido
en esa categoría. Contrariamente, se puede observar que las pocas
veces que se admite el carácter de consumidora de una empresa,
se trata de aquellas de carácter pequeño o mediano, cuando no de
personas humanas comerciantes directamente. Esto se refleja a
veces en la jurisprudencia. Así, cabe citar un caso en el cual a una
sociedad anónima se le negó su encuadre en la LDC en el reclamo
a una empresa de seguridad por una alarma que no funcionó al
momento de un robo, pues se recordó que “acertadamente o no,
el legislador trató de generar un sistema de protección de la parte
que consideró más débil, supuesto que no es el de autos donde la
contratación se llevó a cabo entre dos importantes sociedades” (90).
Concordando con lo recién expresado, se ha dicho que lo que
define al concepto de consumidor no es la situación de debilidad
estructural sino su encuadre dentro de una categoría legal dise-
ñada que pone el acento en el destino final, sin embargo, “la desi-
gualdad congénita del vínculo jurídico puede ser un elemento para
inclinarse por la aplicación del estatuto en los casos poco claros,
reforzado por el principio de interpretación más favorable” (91).

(90) CNCom., sala E, 27/8/2004, “Cash Converters Central SA c. Prosegur SA”, DJ,
2004-3-1348.
(91) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 40.

- 67 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por último, no está de más de recordar que el proyecto Alterini-


López Cabana-Stiglitz proponía directamente que la protección re-
caiga sólo sobre las personas físicas (92).
Más adelante se verán algunos casos especiales de personas ju-
rídicas que no llevan a cabo actividades comerciales y que, por ello,
tienen más posibilidades de invocar el carácter de sujetos protegi-
dos por las normas consumeriles.

9. Adquisición o utilización de bienes o servicios

Se considera consumidor no sólo a quien contrata sino también


a quien consume o utiliza bienes o servicios como destinatario
final. Esto da lugar a una distinción tradicional que se ha hecho
entre consumidores directos y consumidores materiales, fácticos o
indirectos. Se prestará atención a ello más adelante.

10. Carácter oneroso o gratuito del acto


de consumo

Si bien la LDC es amplia en este punto y no hace distinciones


entre actos a título gratuito y oneroso, a decir de verdad, no existen,
salvo contadísimas excepciones, auténticas liberalidades en las re-
laciones de consumo.
Como bien lo han expresado Luis Carranza Torres y Jorge Ros-
si, las muestras gratis de productos (93), los comodatos de artefactos
electrónicos, el servicio mismo de televisión abierta no son actos
desinteresados. En todos ellos el proveedor obtiene beneficios di-

(92) En tal sentido, el primer párrafo de su art. 1º expresaba: “Aplicación. Las dis-
posiciones de esta ley se aplican a las relaciones jurídicas o establecidas entre quie-
nes, aun ocasionalmente, producen o comercializan cosas, o proveen servicios, y los
consumidores. Se considera tales a las personas físicas que contratan con relación a
esos cosas o servicios, para satisfacer necesidades personales, familiares o domésti-
cas” (el resaltado me pertenece).
En algún caso jurisprudencial se ha dicho también que el espíritu de la LDC es pro-
teger a las personas físicas y no a las jurídicas (CNCom., sala D, 18/12/2006, “Sierra
Gas SA c. EG3 SA”, La Ley Online, AR/JUR/9337/2006).
(93) El art. 1.a del dec. 1798/1994 ya expresaba hace veinte años que “serán con-
siderados asimismo consumidores o usuarios quienes, en función de una eventual
contratación a título oneroso, reciban a título gratuito cosas o servicios (por ejemplo:
muestras gratis)”.

- 68 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

recta o indirectamente a través de la provisión del bien o servicio


en cuestión (94). No obstante lo dicho, estos autores parecieran de-
jar una pequeña puerta abierta para que los actos “auténticamente
gratuitos” (si es que se puede decir que ellos existen, agrego por
mi parte) en los cuales no se espera absolutamente nada del con-
sumidor ni de terceros queden excluidos de la LDC (95). Esto por-
que según esta opinión se justifica plenamente la aplicación de la
norma consumeril a los actos gratuitos en la medida en que “no
surja en el caso concreto que la relación entre proveedor y consu-
midor consiste en una auténtica liberalidad del primero para con
el segundo” (96).
En sentido coincidente, se ha manifestado que estos provee-
dores también persiguen una finalidad de lucro, con la diferencia
de que la búsqueda se da diferida en el tiempo o el beneficio no
se encuentra representado en dinero, sino que puede consistir en
obtención de datos personales, incrementar la fidelidad a la marca
o su prestigio, el aumento de otros consumos, etc. (97). Lo expues-
to resulta fácil de advertir cuando se piensa en los ejemplos de
todas aquellas redes sociales, sistema de mensajería instantánea,
aplicaciones de teléfonos móviles, etc., de carácter “gratuito”. Allí
el proveedor antes del primer uso suele “advertir” incluso sobre la

(94) En similar sentido se ha dicho que la gratuidad de tales actos es sólo tal si
se mira desde una perspectiva “microeconómica”. Sin embargo, “macroeconómica-
mente” tienen carácter oneroso, pues los “costos” de los bienes aparentemente gra-
tuitos se encuentran incorporados a los precios de los bienes y servicios que comer-
cializan. Ghersi, Carlos A. - Weingarten, Celia (dirs.), Defensa del Consumidor…,
cit., t. I, p. 25.
(95) Ésa es la idea que evidencia la norma consumeril uruguaya que se aplica a la
provisión o prestación gratuita de bienes y servicios solamente en la medida en que
se realice en función de una eventual relación de consumo de carácter oneroso. En
tal sentido el art. 4º, ley 17.250 de Uruguay (Ley de Relaciones de Consumo. Defensa
del Consumidor) expresa lo siguiente: “Relación de consumo es el vínculo que se es-
tablece entre el proveedor que, a título oneroso, provee un producto o presta un ser-
vicio y quien lo adquiere o utiliza como destinatario final. La provisión de productos
y la prestación de servicios que se efectúan a título gratuito, cuando ellas se realizan en
función de una eventual relación de consumo, se equiparan a las relaciones de consu-
mo” (el resaltado me pertenece).
La ley 29.571 de Perú, por su parte, incluye dentro de su ámbito a las operaciones a
título gratuito “cuando tengan un propósito comercial dirigido a motivar o fomentar
el consumo” (art. III.3).
(96) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 36.
(97) Rusconi, Dante D., “Nociones fundamentales”, cit., en Rusconi, Dante D.
(dir.), cit., p. 217.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

existencia de una autorización expresa que le concede el usuario


para que aquél pueda utilizar sus datos personales. Es más: gran
parte de esos servicios no se pueden activar sin que se otorgue esa
autorización previa, lo cual deja evidenciada “la onerosidad encu-
bierta” de todos estos supuestos. Sin perjuicio de lo dicho, hay au-
tores que han aportado argumentos para cuestionar la inclusión de
los actos gratuitos dentro del ámbito de la LDC. En tal sentido, se
ha considerado que ello puede desmotivar a determinados provee-
dores a ofrecer productos o servicios “gratis” a los consumidores y
usuarios (98).
En materia de servicios, el Código brasileño sólo incluye dentro
de su norma a aquellos que se obtienen bajo una remuneración,
excluyendo, por lo tanto, a los de carácter gratuito (art. 3.2.). En si-
milar sentido se encuentra la norma uruguaya (99).
Otras legislaciones han sido más restrictivas y excluyen directa-
mente del ámbito de protección a las relaciones de consumo en las
que no esté presente la onerosidad (100).

11. Las subcategorías de consumidores

Teniendo en cuenta las distintas variantes que surgían de la le-


tra del art. 1º, LDC, en su texto según ley 26.361, se solía clasificar al
consumidor de la siguiente manera:
1. Consumidor directo (contratante).
2. Consumidor material, fáctico o indirecto.
3. Consumidor expuesto a una relación de consumo (bystander).

(98) Crovi, Luis D., “El contrato de consumo: influencia de su actual regulación
en los contratos civiles y comerciales”, Revista de Derecho Privado y Comunitario,
2009, nro. 1 (Consumidores), p. 439.
(99) Art. 5º, ley 17.250 de Uruguay: “Producto es cualquier bien corporal o incor-
poral, mueble o inmueble. Servicio es cualquier actividad remunerada, suministrada
en el mercado de consumo, con excepción de las que resultan de las relaciones labo-
rales” (el resaltado me pertenece). En similar sentido, el Código peruano no se aplica
a “los servicios que prestan las personas bajo relación de dependencia”, art. IV.4, título
preliminar, ley 29.571 de Perú.
(100) Arts. 3º, 4º.b, y 5º y concs. de la ley 1334 de Paraguay (Ley de Defensa del
Consumidor y del Usuario) de 1998 y art. 1º de la ley 19.496 de Chile.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

En las páginas siguientes se caracterizarán estas nociones. Se


adelanta desde ya que, en la actualidad, el concepto de bystander
ha sido suprimido tanto por el actual art. 1º, LDC (sustituido por el
CCyCN), como por el art. 1092 que es casi idéntico a aquél, tal como
se señaló páginas atrás.

11.1. El consumidor directo

Se suele señalar que el consumidor directo es el previsto en el


art. 1º, párr.1º, LDC, caracterizándolo como el que ha contratado con
un proveedor la provisión de bienes o servicios para su consumo fi-
nal (o de su grupo familiar o social). Se ha dicho que la figura del
consumidor nace vinculada al contrato (101). Es el caso más usual.
Sería el típico supuesto de alguien que, en un día de calor, se
detiene a comprar una bebida en un comercio para saciar su sed.
A la par de la situación señalada, existe otra, sobre la cual la
doctrina y la jurisprudencia, llamativamente, todavía no ha inda-
gado su inclusión también como consumidor directo.
Se trata de aquellas personas que adquieren o utilizan bienes
o servicios como destinatarios finales, aun cuando no los hayan
contratado. Es decir, los usualmente denominados por la doctrina
como consumidores materiales o indirectos y que se verán en el
apartado siguiente.
Considero que, aun sin mediar contratación previa, el mero
hecho del consumo o utilización de bienes o servicios como des-
tinatario final (personal, familiar o social) por parte de un deter-
minado sujeto lo transforma en consumidor directo frente a aquel
proveedor (102).

(101) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 98.


(102) Se ha expresado que “la doctrina trató el tema de los ‘terceros’ en los víncu-
los de consumo, porque parte del esquema del contrato, y al no ser parte, son ter-
ceros. Esta calificación dificulta la comprensión jurídica de la legitimación, ya que
obliga a elaborar complejos procedimientos, como el beneficio a favor de tercero,
redefinir el rol que representa el principio del efecto relativo de los contratos y otras
dificultades jurídicas. Estos obstáculos se superan si se redefine la causa fuente del
vínculo: contratos, actos jurídicos unilaterales y hechos jurídicos. En virtud de este
enfoque, no estamos en presencia de terceros, ya que la legitimación deviene del he-
cho jurídico de consumir”. Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 98.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

La propuesta efectuada equivaldría a entregar una solución en


cierta manera similar a la prevista por el art. 23, LCT, en el cual el
mero acontecimiento fáctico de la prestación de servicios hace pre-
sumir la existencia de un contrato de trabajo entre quien desempe-
ña dichas labores y quien se beneficia por ellas (103).
Como otro argumento más, debe considerarse que para ser con-
siderado consumidor no se requieren actos a título oneroso. Basta
con que los bienes o servicios se obtengan de forma gratuita. Ante
tal estado de cosas, se refuerza la postura de que el simple consu-
mo de una cosa o uso de un servicio transforma en consumidor di-
recto a quien lo lleva a cabo, ya que ni siquiera habría que indagar
si se pagó o no por lo que se está consumiendo o utilizando.
Por lo demás, la postura que sostengo encaja perfectamente con
cualquiera de las tres posiciones reseñadas que buscan caracteri-
zar la noción de consumidor y que antes se vieron.
Amén de ello, no debe olvidarse que la relación de consumo ha
sido definida por la propia ley en su art. 3º (que más adelante se
analizará) de manera amplia y flexible, lo cual debe ser particu-
larmente tenido en cuenta, al momento de determinar si existe un
“vínculo jurídico” entre un proveedor y un consumidor que, en su
carácter de beneficiario, “consume o utiliza” los bienes y/o servi-
cios provistos por aquél (104), lo cual debería superar, sin ningún tipo
de inconveniente, la valla consistente en el hecho de que el acto de
contratación de dichos bienes o servicios haya sido perfeccionado
eventualmente por un sujeto excluido de la tutela de la LDC.
Cabe agregar que la complejidad de las relaciones económicas
del mundo de hoy permite constatar la existencia de numerosos
e importantes vínculos jurídicos entre proveedores y terceros be-

(103) Art. 23, LCT: “Presunción de la existencia del contrato de trabajo. El hecho
de la prestación de servicios hace presumir la existencia de un contrato de trabajo,
salvo que por las circunstancias, las relaciones o causas que lo motiven se demostra-
se lo contrario.
”Esa presunción operará igualmente aun cuando se utilicen figuras no laborales,
para caracterizar al contrato, y en tanto que por las circunstancias no sea dado califi-
car de empresario a quien presta el servicio”.
(104) En tal sentido, la ley consumeril boliviana 453/2013 establece una defini-
ción de relación de consumo más precisa y completa que la argentina en su art. 5.10:
“Relación de Consumo. Es el vínculo que se establece entre el proveedor, que provee
un producto o presta un servicio, y quien lo adquiere, utiliza o consume como desti-
natario final”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

neficiarios (acreedores de obligaciones en cabeza de los primeros)


que han sido designados como tales en contratos celebrados entre
aquéllos y personas (físicas o jurídicas) que no son consumidores.
Deviene excesivo, inequitativo e injusto, a los fines de lograr la
protección prevista de las normas consumeriles, exigir a esos suje-
tos beneficiarios y “verdaderos consumidores en la vida económica
real”, la existencia previa de un consumidor principal o directo que
ha contratado previamente la cosa o servicio que aquéllos han con-
sumido o utilizado.
Pareciera, en el fondo, que se castiga a estos sujetos por el hecho
de no haber contratado por sí mismos. Una hermenéutica contraria
a la propiciada significaría lisa y llanamente retroceder a un estado
en el cual se generaría la tentación de identificar a las relaciones de
consumo con los contratos de dicha índole, lo cual ha sido defini-
tivamente superado en el año 1994, reforma constitucional de por
medio.
La reinterpretación del art. 1º, LDC, que se propone, permitiría
considerar al “tercero” como un consumidor (lógicamente, cuan-
do ello corresponda según se verá más adelante), prescindiendo
del análisis de la relación existente entre quienes suscribieron el
contrato.
Esto puede ser explicado utilizando el ejemplo de la relación en-
tre el trabajador y su Aseguradora de Riesgos del Trabajo (ART), a la
cual considero “de consumo” (105).
Cabe recordar que la doctrina ha recurrido a distintos elemen-
tos para delinear el alcance del concepto de consumidor (destino
final, beneficio propio y vulnerabilidad).
La interacción entre dichos elementos, a su vez, ha dado origen
a las posturas finalista o subjetiva, maximalista u objetiva y mixta
o subjetiva-relacional.
Cómo fácilmente se observará, el trabajador alcanzado por la
cobertura de una ART es un consumidor, independientemente de
la posición que se adopte para delimitar dicho concepto.

(105) Esta temática fue abordada en detalle en Chamatropulos, Demetrio A.,


“La invocación del estatuto del consumidor por los trabajadores frente a las ART”,
RCyS, 2011-XII-19.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Aun desde la posición más restrictiva, el sujeto estudiado conti-


núa englobado dentro de la noción de consumidor.
Así, se puede observar lo siguiente:
1. Es el destinatario final de las prestaciones a cargo de las
ART. En dicho sentido, tanto las indemnizaciones que se perciben
cuando se experimenta un siniestro como la cobertura en especie
que se otorga tienen como norte siempre la protección y la repara-
ción de la salud de dicha persona.
Asimismo, cuando la ley 24.557 (106) (ley P-2044, DJA) obliga a
las ART a garantizar que el empleado trabaje bajo condiciones de
seguridad adecuadas, la voluntad del legislador sigue evidencian-
do que la tutela del sistema apunta al trabajador indudablemente
(destinatario final fáctico).
2. Aunque resulte superfluo, no existe, obviamente, un uso pro-
fesional de los servicios y prestaciones recibidas por parte del tra-
bajador. Todas ellas redundan en su beneficio propio (destinatario
final económico).
3. Tampoco queda duda de la situación de vulnerabilidad en la
que se encuentra el trabajador siniestrado.
Aquí los hechos podrían hablar por sí solos. Siendo más gráfico:
se está frente a un sujeto cuyo cuerpo y salud se encuentra cubierto
por un particular tipo de seguro, provisto por un prestador al cual
ni siquiera ha podido elegir (ya que de eso se ocupa su empleador)
y frente al cual no goza ni siquiera de esa ínfima capacidad de ne-
gociación que existe a cuenta gotas en las contratos con cláusulas
predispuestas. Esto porque dicho vínculo ha sido negociado y cele-
brado también por el empresario que le otorga trabajo.
En otras palabras, el trabajador debe aceptar forzosamente (ya
que el seguro es obligatorio) la ART escogida por su empleador, sin
poseer voz ni voto al respecto, quedándole, solamente como alter-
nativa, esperar que la entidad que le haya tocado en suerte sea una
aseguradora diligente.
En síntesis, es un verdadero “consumidor cautivo”.

(106) Publicada en el BO en fecha 4/10/1995.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

El trabajador siniestrado, al ser un beneficiario de un seguro de


carácter obligatorio, debe ser considerado como un “consumidor
directo”.
Una de las alternativas para encuadrar la relación que une al
trabajador con la ART como un vínculo de consumo sería ubicar al
trabajador como un sujeto que consume o utiliza las prestaciones
que la aseguradora está obligada a otorgarle.
Esta interpretación del art. 1º, LDC, permitiría considerar al
trabajador como consumidor, prescindiendo del análisis de la re-
lación existente entre empleador y ART.
De dejarse de lado esta hermenéutica de espíritu protectorio,
el trabajador siniestrado, paradójicamente, podría llegar a ser con-
siderado un “no consumidor” en los términos de la LDC, pues su
vínculo con la ART sería reputado como un “accesorio” de un con-
trato que se podría reputar como “de carácter empresarial” entre
la aseguradora y su empleador y que no entraría, por lo tanto, en la
categoría de “contrato de consumo”.
No se incluiría en la categoría de contrato de consumo porque
se interpretaría que ese empleador, cuando pacta la cobertura para
sus dependientes, no lo hace como destinatario final del servicio,
sino simplemente para integrarlo a su proceso de producción o co-
mercialización en sentido amplio.
Al respecto, cabe recordar que el art. 5º, primer párrafo, de la
LCT, define a la empresa como “la organización instrumental de
medios personales, materiales e inmateriales, ordenados bajo una
dirección para el logro de fines económicos o benéficos”.
En caso de considerarse al trabajador como “consumidor indi-
recto”, sólo gozaría de la protección del Estatuto del Consumidor
para aquellos autores que sostienen que el empresario puede ser
consumidor no sólo respecto de los bienes o servicios que adquiere
para destino final sino también para aquellos que no son integra-
dos directamente al proceso de producción (integración en sentido
restringido) (107). Y no sólo eso. Además se debería considerar que la

(107) Álvarez Larrondo es uno de los doctrinarios que considera que la empre-
sa puede invocar la tutela de la LDC no sólo cuando consume con destino final sino
también cuando lo adquirido se integra de modo indirecto a su cadena de produc-
ción y comercialización. Álvarez Larrondo, Federico M., “El impacto procesal y de

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

contratación de la cobertura provista por la ART se integra sólo in-


directamente al proceso de producción y no de modo directo, pues
en este último caso, al empresario le quedaría directamente veda-
da la posibilidad de invocar la LDC a su favor.
Como claramente se observa, de sostenerse la línea divisoria
entre consumidores directos e indirectos, se podría dar la paradoja
de dejar a un “subconsumidor” (ya se explicará más adelante este
concepto) excluido de la LDC cuando, en realidad, merece esa tu-
tela mucho más que un buen número de consumidores que sí están
protegidos (108).

11.2. El consumidor fáctico o indirecto

Según lo que sostiene la doctrina mayoritaria (109), el concepto


de consumidor o usuario material o fáctico (o indirecto) incluye a
aquel que emplea o disfruta de bienes o servicios de manera sim-
ple, sin ser parte de un contrato de consumo (110).
Haría referencia, por ejemplo, a los miembros del grupo fami-
liar o social del consumidor denominado “directo” los cuales, no
obstante no haber contratado, han consumido o utilizado el bien o
servicio como destinatarios finales.
Sería el caso de aquella persona que ha sido invitada a comer
por un amigo a un restaurante, encargándose este último del pago
de la cuenta de la mesa. Aquel sujeto consume pero no contrata.

fondo de la nueva ley 26.361 en el Derecho del Consumo”, Suplemento Especial. Refor-
ma de la Ley de Defensa del Consumidor, La Ley, abril de 2008, p. 25, cit.
(108) Hace varios años se ponía de resalto que no puede haber un seguro sólo para
los pudientes marginándose al trabajador o a los sectores de menor poder adquisi-
tivo. Morello, Augusto M. - Stiglitz, Rubén S., “El denominado ‘seguro de perfil’.
Cuando la lógica del mercado desaloja a la lógica del derecho”, Revista de Derecho del
Consumidor, vol. 13, Juris, Rosario, p. 19.
(109) Entre otros, Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 98; Wajntraub,
Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe, Jorge - Wajntraub,
Javier H., cit., p. 44; Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Gar-
zino, María Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián, cit., p. 26.
(110) Lorenzetti expresa que la ley merece una corrección aquí ya que tanto el
“‘consumidor equiparado’ como el ‘consumidor expuesto’ son partes de la relación
de consumo pues la ley argentina permite consumir sin contratar”. Lorenzetti, Ri-
cardo L., Consumidores…,cit., p. 123.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Dentro de la definición legal se los puede ubicar cuando la LDC


expresa: “queda equiparado al consumidor…”.
Pareciera que la norma estima que no revisten strictu sensu el
carácter de consumidores, pero, sin embargo, por la íntima cone-
xión de ellos con los consumidores directos, ha decidido otorgarles
similar protección.
Dentro de este supuesto entrarían también, v.gr., aquellas per-
sonas que pueden resultar terceros beneficiarios de las prestaciones
previstas en un contrato de consumo celebrado por otros sujetos y
que cuentan con acciones judiciales para reclamar el cumplimien-
to de los derechos establecidos a su favor (111).
Tal como se mencionara en el punto anterior, la división entre
consumidores directos y consumidores materiales, fácticos o in-
directos luce a toda vista como artificial, no reflejando de manera
adecuada la realidad que se debe normar (112).
Y no sólo eso: la división en cuestión termina, en última instan-
cia, achicando el universo de sujetos que, aunque son fácticamente
consumidores de modo indudable, jurídicamente podrían dejar de
serlo por el simple hecho de considerar que la relación que los une
con los proveedores es accesoria a la de la persona que ha contrata-
do la adquisición o prestación de un bien o servicio.
A raíz de dicha accesoriedad, si bien no habría problemas para
invocar el Estatuto si el sujeto contratante es consumidor, las difi-
cultades se evidenciarían en todas aquellas situaciones en las que
ese contratante principal no puede ser considerado un consumidor
en los términos del Estatuto consumeril.
En conclusión, es inútil plantear una separación entre consu-
midores directos y materiales. Consecuencia de ello será que con-
sumidores directos no sólo serán los previstos en el párr. 1º del
art. 1º, LDC (y parte pertinente del art. 1092 CCyCN), sino tam-

(111) Lorenzetti expresa que “un contrato puede establecer un beneficio a favor
de un tercero. Por ejemplo: en un contrato de seguro, se celebra entre dos partes y hay
un tercero beneficiado, que no ha intervenido en la celebración. Es un contrato a fa-
vor de terceros, en el que el consumidor tiene acciones directas basadas en ese bene-
ficio aceptado, el que, siendo accesorio de la relación base y siendo ésta de consumo,
también lo es”. Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 100.
(112) Se ha manifestado que éstos “en realidad son consumidores sin otro adita-
mento, aunque se utilice la calificación de ‘equiparados’ para diferenciarlos de los
contratantes”. Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 123.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

bién todos los sujetos a los cuales se suele incluir actualmente en


la categoría de consumidores materiales, fácticos o indirectos. La
celebración o no de un contrato de consumo no parece un elemen-
to determinante para efectuar clasificaciones o distinciones entre
consumidores.

11.3. El sujeto expuesto a una relación de consumo


(bystander)

El bystander (traducido al español, el “espectador”) consti-


tuía una categoría, para muchos, controvertida (113), que surgía del
art. 1º, in fine, LDC (texto según ley 26.361), cuando expresaba que
sería considerado consumidor “quien de cualquier manera está ex-
puesto a una relación de consumo”.
Aquí ya se comienza a poner el foco en la noción de consumido-
res in abstracto o potenciales que gozan de la protección del Estatu-
to, no obstante, no haber efectivizado por sí, en los hechos, ningún
contrato de consumo, ni tampoco encontrarse vinculados a un su-
jeto que sí lo haya perfeccionado (114).
Expresa Lorenzetti (115) que una de las maneras de flexibilizar la
noción de consumidor (ampliándola) es acudiendo a procedimien-
tos de extensión analógica, tratando como consumidores a sujetos
que estrictamente no lo son.
Explica Rusconi (116) que se trata de personas que ni siquiera ad-
quieren bienes o utilizan servicios como consecuencia o en oca-

(113) Hay quienes planteaban incluso que su inclusión en la LDC era inconstitu-
cional, por superar las previsiones del art. 42 de la Constitución. Ello en la inteligen-
cia de que consideraba consumidor a un sujeto que no formaba parte de la relación
de consumo ni de modo directo ni conexo. Gerscovich, Carlos G., “La expansión
del derecho de los consumidores”, en Farhi, Diana - Gebhardt, Marcelo (coords.),
Derecho Económico Empresarial. Estudios en homenaje al Dr. Héctor Alegria, t. II, La
Ley, Buenos Aires, 2011, p. 1724.
(114) Rubén Stiglitz señalaba que la figura del bystander se terminaba confun-
diendo con la de ciudadano, produciéndose en la práctica una definición de consu-
midor demasiado genérica. Stiglitz, Rubén S., “Nuevos temas incorporados a la teo-
ría general del contrato en el Código Civil y Comercial de la Nación”, Sup. Esp. Nuevo
Código Civil y Comercial de la Nación. Contratos, 2015 (febrero), p. 1.
(115) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…,cit., p. 87.
(116) Rusconi, Dante D., “Nociones fundamentales”, cit., en Rusconi, Dante D.
(dir.), cit., ps. 196 y ss.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

sión de una relación de consumo sino que simplemente se encuen-


tran expuestas a esas relaciones (117).
Se incluirían, por ejemplo, dentro de esta categoría, el conjun-
to de personas a las cuales una determinada empresa considera
como “su mercado”, más allá de que dichos sujetos no terminen
contratando, consumiendo o utilizando nunca un bien o servicio
de dichos proveedores.
Edgardo López Herrera señalaba que “el bystander se diferen-
cia del consumidor no adquirente en que precisamente los daños
que pueda sufrir no provienen del consumo del producto, sino por
una causa alejada o como consecuencia mediata del consumo del
producto” (118).
Como supuestos de bystanders se podría hacer referencia, por
citar un caso, a todos aquellos sujetos, “potenciales consumido-
res” que son destinatarios de un mensaje publicitario efectuado
por un proveedor para incrementar la venta de sus productos o
servicios (119).
Así, en el caso de que el mensaje pueda ser considerado de índo-
le discriminatorio para determinados sujetos de la comunidad ha-
cia la cual fue dirigida la publicidad, estos últimos podrían invocar

(117) Centrados en la responsabilidad por producto, un aporte interesante lo rea-


lizan Luis Sprovieri y Gastón Dell’Oca expresando que para ser consumidor en es-
tos casos se requería que el bien haya entrado al mercado como consecuencia de
una relación consumeril. Acontrario sensu, si es que ello no se daba se estaba ante
un supuesto de responsabilidad por producto pero no se aplicará la LDC. Daban el
ejemplo de una máquina adquirida por un empresario para su actividad industrial.
Si, a causa de sus vicios los operarios sufrían daños, no sería aplicable el Estatuto del
Consumidor pues la cosa no fue adquirida con motivo en el marco de una relación de
consumo. Sprovieri, Luis E. - Dell’Oca, Gastón, Daños por productos elaborados,
AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2012, p. 18.
(118) López Herrera, Edgardo, Manual de responsabilidad civil, AbeledoPerrot,
Buenos Aires, 2012, p. 602.
(119) La Comisión nro. 9 (Derecho Interdisciplinario: Derechos del Consumidor:
Incidencias de las reformas introducidas por la ley 26.361) de las XXII Jornadas Na-
cionales de Derecho Civil, celebradas en Córdoba en 2009 identificó al bystander con:
“Quien se expone a una relación de consumo, a un peligro derivado de la misma o
quien resulta efectivamente afectado. La noción comprende, entre otras situaciones,
a: 1) Los sujetos indeterminados expuestos a prácticas comerciales; 2) Los sujetos
expuestos a los defectos de seguridad de los productos y servicios incorporados al
mercado por el proveedor”.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

su carácter de “personas expuestas a relaciones de consumo” para


accionar contra dicha conducta ilícita del proveedor.
Lo mismo sucedería en la situación de aquella persona que, no
estando vinculada de ninguna manera con un determinado pro-
veedor (ni directamente ni a través de otros sujetos) recibe un sin-
fín de llamadas telefónicas durante la madrugada a través de las
cuales, mediante mensajes pregrabados, se le ofrece contratar pro-
ductos o servicios.
Por el contrario, se ha rechazado la aplicación de la figura del
bystander en el caso de un niño que falleció a raíz de pisar un
charco de agua por el que pasaba un cable conectado clandesti-
namente por un tercero a la red eléctrica. En ese juicio se razonó
que no había relación de consumo con la empresa distribuidora de
electricidad (120).
Jurisprudencialmente y antes de la reforma a la LDC del año
2008, se puede recordar que la CSJN flexibilizó de alguna manera
el concepto de consumidor incorporando al denominado bystan-
der. Allí dijo que el derecho a la seguridad en la relación de consu-
mo abarcaba no sólo a los contratos, sino a los actos unilaterales
como la oferta a sujetos indeterminados. Luego agregó que “la se-
guridad debe ser garantizada en el período precontractual y en las
situaciones de riesgo creadas por los comportamientos unilatera-
les, respecto de sujetos no contratantes”. Siguió diciendo que “cada
norma debe ser interpretada conforme a su época, y en este sen-
tido, cuando ocurre un evento dañoso en un espectáculo masivo,
en un aeropuerto, o en un supermercado, será difícil discriminar
entre quienes compraron y quienes no lo hicieron, o entre quienes
estaban adentro del lugar, en la entrada, o en los pasos previos. Por
esta razón es que el deber de indemnidad abarca toda la relación
de consumo, incluyendo hechos jurídicos, actos unilaterales, o
bilaterales” (121).

(120) CCiv. y Com. 4ª Córdoba, 28/4/2016, “M., M. M. E. c. Empresa Provincia de


Energía de Córdoba (EPEC) s/ordinario - daños y perj. - otras formas de respons. ex-
tracontractual - recurso de apelación”, La Ley Online, AR/JUR/19592/2016.
(121) CSJN, 6/3/2007, “Mosca, Hugo A. c. Provincia de Buenos Aires y otros”, Fa-
llos: 330:563. En este caso, una persona fue lesionada en la vía pública mientras se
hallaba en las inmediaciones de un estadio de fútbol donde se disputaba un partido
de fútbol profesional. Demandó ante la CSJN, en instancia originaria, reclamando
daños y perjuicios contra el club donde se había realizado el evento y la Asociación

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Rusconi (122) resume expresando que la noción se identifica con


“la gran masa de consumidores espectadores de todas las relacio-
nes de consumo que los circundan”.
Agrega el mismo autor que la inclusión de este concepto consti-
tuye un verdadero punto de quiebre en la materia, dejándose atrás
el acto de consumo (“la acción de consumir”) como elemento que
caracteriza a la relación de consumo para avanzar hacia un para-
digma de protección, que centra su atención en las consecuencias
sociales que se derivan de la comercialización de bienes destina-
dos a los consumidores. En otras palabras, se coloca al interés co-
lectivo por sobre el individual.
Wajntraub (123) expresaba que la referencia al bystander, “si bien
importa un fortalecimiento de la tendencia ampliatoria…, debía
encontrar límite en la finalidad del régimen protectorio y sus des-
tinatarios y no ser funcional a una desvirtuación del sistema” (124).
Como antes se adelantó, el CCyCN suprimió la alusión al bystan-
der prevista en la LDC. Tanto la definición del vigente art. 1º, LDC,
como la existente en el art. 1092 del referido Código, eliminan toda
referencia al “consumidor expuesto”. Sin embargo, ese bystander sí
resulta protegido por las normas que regulan las prácticas comer-
ciales abusivas, el deber de información del proveedor y las publi-
cidades prohibidas en la medida que tutelan a todo aquel que que-
de “expuesto” a prácticas comerciales, sujeto determinable o no,

de Fútbol Argentino (AFA), en su carácter de organizadores y beneficiarios de aquél,


y el gobierno de la provincia de Buenos Aires, al que imputó la defectuosa prestación
del servicio de seguridad a cargo de la policía local. La Corte admitió el reclamo con
relación al club y la asociación codemandada, rechazándola, en cambio, respecto de
la provincia de Buenos Aires.
(122) Rusconi, Dante D., “Nociones fundamentales”, cit., en Rusconi, Dante D.
(dir.), cit., p. 196.
(123) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Itu-
rraspe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 44. En otro trabajo posterior resaltaba
que la figura se había transformado en una suerte de “comodín” que facilitaba la apli-
cación del Estatuto consumeril. Wajntraub, Javier H., “Las relaciones de consumo
en el Código Civil y Comercial y su repercusión en la actividad profesional y los pro-
cesos de consumo”, RCCyC, 2015 (agosto), p. 74.
(124) Fernando Shina reconocía que la inclusión de la figura del bystander al de-
recho argentino era de gran importancia pues “amplía (casi al infinito) la categoría
de sujetos que pueden ser considerados consumidor y usuario”. Shina, Fernando
E., Daños al consumidor. Soluciones jurisprudenciales a casos célebres, Astrea, Buenos
Aires, 2014, p. 148.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

“sean consumidores o sujetos equiparados conforme a lo dispuesto


en el artículo 1092” (125).
Expresa Lorenzetti (126) que “en estos casos no hay contrato, sino
un trato previo, una especie de responsabilidad precontractual
ampliada ostensiblemente”. Manifiesta que la tutela de estos afec-
tados o expuestos permite atacar preventivamente estas prácticas
aun antes del hecho del consumo controlando, v.gr., las cláusulas
abusivas de un contrato tipo. En los Fundamentos del por enton-
ces Anteproyecto de CCyCN de 2012 se explicaba que la supresión
obedecía al hecho de que la inclusión del bystander con carácter
general en el art. 1º, LDC, mediante la ley 26.361, constituyó una
traslación inadecuada del concepto previsto en el Código brasileño
que ubica la figura del bystander en su art. 29 al regular el capítulo
relativo a las prácticas comerciales, pero no de modo general den-
tro de la definición de consumidor de su art. 1º.
Se sigue explicando en los Fundamentos que “la fuente, si bien
amplía la noción de consumidor, la limita a quien se halla expuesto
a prácticas abusivas, lo que aparece como absolutamente razona-
ble. En cambio, la redacción de la ley 26.361, carece de restricciones
por lo que, su texto, interpretado literalmente, ha logrado una pro-
tección carente de sustancialidad y de límites por su amplitud. Un
ejemplo de lo expuesto lo constituye el hecho que alguna opinión
y algún fallo que lo recepta, con base en la frase ‘expuestas a una
relación de consumo’, han considerado consumidor al peatón víc-
tima de un accidente de tránsito, con relación al contrato de seguro
celebrado entre el responsable civil y su asegurador” (127).

(125) Art. 1096, CCyCN. Vítolo, por el contrario, señala que del art. 1096 CCyCN no
se desprende que continúe vigente la figura del bystander. Vítolo, Daniel R., Defen-
sa del Consumidor…, cit., p. 99.
En sentido distinto, se ha considerado que la protección consumeril del bystander
se mantiene en virtud del art. 42, CN, aun cuando haya desaparecido la referencia
expresa a él en el art. 1092 CCyCN. Lovece, Graciela, “Comentario al art. 1092”, en
Calvo Costa, Carlos A. (dir.), Código Civil y Comercial de la Nación concordado, co-
mentado y comparado con los Códigos Civil de Vélez Sarsfield y de Comercio, t. II, La
Ley, Buenos Aires, 2015, p. 141.
(126) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 99.
(127) Sobre este punto se puede citar ya un caso en el cual se resolvió que la LDC
no era aplicable a la acción de daños intentada por el damnificado contra quienes
formaron parte del contrato de seguro de responsabilidad civil. Allí se dijo que no se
apreciaba el vínculo del accionante con una relación de consumo ni tampoco que el
daño fuera ocasionado por esa relación. Se recalcó que la figura del bystander queda-

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Si bien en los Fundamentos se hizo referencia a que la modifi-


cación se realizó a los fines de depurar la redacción y terminología
conforme a observaciones efectuadas por la doctrina, lo cierto es
que otro sector de ella se ha opuesto a dicha supresión considerán-
dose incluso que afecta el principio de progresividad en materia de
adquisición de derechos. Así, en las XXIV Jornadas Nacionales de
Derecho Civil celebradas en la Universidad de Buenos Aires en el
año 2013, la Comisión nro. 8, denominada “Derecho del Consumi-
dor: La relación de consumo y el contrato de consumo. Protección
contra el sobreendeudamiento”, emitió una conclusión, por mayo-
ría, en la cual consideró: “Cualquier intento legislativo de suprimir
el ‘expuesto en la relación de consumo’ en la LDC debe declararse
inconstitucional (art. 42, CN, y arts. 1º y 2º, LDC)” (128).
Sin perjuicio de esto que surge de los fundamentos del Ante-
proyecto, cabe señalar que el art. 17 del CDC brasileño equipara
como consumidores a todas las víctimas de los daños derivados de
productos o servicios defectuosos (129).

ba limitada al ámbito de las prácticas abusivas lo cual lucía razonable. CNCiv., sala B,
15/9/2015, “Casanova, Silvina Florencia c. Flores, Cristian Ariel s/daños y perjuicios
(acc. trán. c/les. o muerte)”, RCCyC, 2015 (noviembre), p. 192.
(128) El Despacho en minoría sostuvo lo siguiente: “El Proyecto de Código Civil
y Comercial de 2012 no suprime al ‘expuesto en la relación de consumo’, y lo admite
en el ámbito de las prácticas abusivas, cuya amplia tipificación se fundamenta en la
cláusula constitucional de protección al consumidor. Esa metodología se explica en
el contexto del reconocimiento que realiza de los instrumentos preventivos, especial-
mente en la Teoría General de la Responsabilidad Civil (arts. 1710, 1711, 1712 y 1713),
como así también en la expansión de otros institutos tales como el deber de informar,
el deber de seguridad, el control de la publicidad y otras prácticas abusivas o fraudu-
lentas, la conexidad contractual, etc.”.
Sobre lo aquí debatido puede verse un extenso trabajo de José Sahian en donde el
autor señala que, si bien las normas de protección a los consumidores son susceptibles
de ser analizadas bajo el prisma del principio de progresividad en tanto se está ante de-
rechos humanos, no se verifica en el caso concreto un retroceso que origine reproche
constitucional o convencional pues la limitación o retroceso es justificable, en tanto se
ha comprobado “la existencia de un ‘interés imperioso’ (compelling interest) que justifi-
ca la medida adoptada. Por tanto, aunque regresiva, la restricción legislativa no es ilegíti-
ma”. A ello agrega que lo relativo al bystander no hace a la “esencia” del Derecho del Con-
sumidor, recordando que el art. 42 CN protege a los consumidores en el marco de una
relación de consumo y que el bystander “es un ‘extra’ relación de consumo, foráneo a
ésta”. Sahián, José H.,”El tercero expuesto a la relación de consumo”, en Müler, Germán
E. (coord.), Cuestiones de Derecho del Consumidor, Bibliotex, Tucumán, 2015, ps. 19 y ss.
(129) Gabriel Stiglitz afirma que “las eventuales víctimas de accidentes de consu-
mo que pudieran derivarse del incumplimiento del deber de seguridad” pueden in-
vocar la protección consumeril. Agrega que, de esa manera, el bystander en la Argen-
tina, y luego de la sanción del CCyCN, evidencia una protección similar a la que surge

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por último, el Código Consumeril peruano también incluye


dentro de su ámbito de aplicación al bystander de un modo bas-
tante amplio, pues su art. III.1 del título preliminar “protege al
consumidor, se encuentre directa o indirectamente expuesto o com-
prendido por una relación de consumo o en una etapa preliminar a
ésta” (el resaltado me pertenece).
Dicho todo esto, cabe formular una advertencia que puede traer
importantísimas consecuencias prácticas: no resulta difícil de sos-
tener que, en la medida en que la noción de prácticas comerciales
abusivas se interprete de manera amplia, el bystander tendrá legi-
timación en muchos más casos de aquellos que vienen a la mente
en un primer acercamiento al tema. Sucede que gran parte de los
incumplimientos de los proveedores suelen estar antecedidos o se
basan en prácticas abusivas previas. En tal sentido, por ejemplo,
el incumplimiento del deber de seguridad puede tener tal carácter
y permitir a un “expuesto” reclamar con base en las normas con-
sumeriles aun cuando, en el caso su legitimación no surja de los
arts. 1092 del CCyCN, o 1º, LDC, sino del art. 1096, CCyCN.

12. El público indeterminado

Al abordar la problemática del bystander, se puso la atención en


el “público indeterminado” como consumidor.
Los sujetos que componen ese grupo entrarían dentro de la no-
ción de “consumidor expuesto”, que, con la vigencia del CCyCN ya
no tiene aplicación general sino que ha sido circunscripta al ámbi-
to de las prácticas comerciales abusivas, como, v.gr., la publicidad
engañosa. Ya se prestará más atención a este tema al analizar el
art. 8º bis, LDC.

13. Los asegurados y el caso de los terceros


damnificados en materia de seguros

Se verá primero el caso del asegurado y la posibilidad de que


sea considerado un consumidor en el contrato que suscribe con
una entidad de seguros.

de la legislación brasileña. Stiglitz, Gabriel A., “El deber de seguridad en el Dere-


cho del Consumidor”, en Stiglitz, Gabriel - Hernández, Carlos A. (dirs.), Trata-
do…, cit., t. III, p. 74.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Compiani (130) expresa al respecto que el seguro constituye un


contrato de consumo cuando se celebra con un consumidor fi-
nal. Contrariamente, considera que “deben quedar excluidos, en
cambio, de la aplicación de las normas de defensa del consumi-
dor aquellos contratos de seguro en los que el asegurado no resul-
te consumidor, no lo celebre como ‘destinatario final’, se contraten
con relación a un interés asegurable sobre bienes que integran el
proceso de producción, transformación, comercialización o pres-
tación a terceros”.
Manifiesto mi acuerdo con esta autora aunque no con las con-
secuencias normativas que deriva del hecho de considerar al con-
trato de seguro como de consumo (131).
Dicho eso, se pondrá el foco en el tema más controvertido: la
posibilidad de que los terceros damnificados sean considerados
consumidores frente a la aseguradora del sujeto que le produjo el
daño. Esto ha sido objeto de intenso debate en los últimos años,
especialmente luego de la reforma a la LDC de 2008. Incluso pue-
de decirse que el avance de la consideración de éstos como sujetos
protegidos por la LDC ha sido una de las razones principales por las
cuales el CCyCN restringió el alcance de la figura del bystander, tal
como se vio recién que surge de los Fundamentos del Anteproyecto
que le sirvió de base al citado cuerpo normativo.
El iniciador de la postura por la cual se consideraba siempre
como consumidor al tercero damnificado en los seguros es Sobri-
no. Este autor afirmaba que ese sujeto, en los seguros de responsa-
bilidad civil voluntarios, entraba en la categoría de bystander. En

(130) Compiani, María Fabiana, “El contrato de seguro en el Código Civil y Co-
mercial”, LA LEY, del 22/10/2014, p. 1.
(131) Esto, porque manifiesta que en esos casos “resulta aplicable al contrato de
seguro celebrado con destino final de consumo, en cuanto resulten pertinentes, las
disposiciones de la ley de protección al consumidor” (el resaltado me pertenece).
Compiani, María Fabiana, “El contrato de seguro en el Código Civil y Comercial”, LA
LEY, del 22/10/2014, p. 1, cit.
En la vereda de pensamiento opuesta, Sobrino sostiene que “la Ley de Seguros es
aplicable a los Consumidores, siempre y cuando no contradiga ni violente ninguna
de las pautas, principios y normas establecidos en el art. 42 de la Constitución Na-
cional; los Tratados Internacionales; las leyes 24.240; 24.999; 26.361 y toda la nor-
mativa concordante dictada a favor de los consumidores”. Sobrino, Waldo A. R.,
“¿Se aplica la ley de seguros a los consumidores?”, LA LEY, del 19/11/2014, p. 1.
Según mi punto de vista las normas de la LDC desplazan a las previstas en la Ley de
Seguros cuando las primeras sean más favorables al consumidor.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cambio, ante seguros obligatorios esos terceros serían consumido-


res indirectos o conexos (132).
Los Stiglitz (133) expresaban que los terceros damnificados en los
seguros contra la responsabilidad civil no eran consumidores, ya
que “el contrato de seguro en el riesgo que nos ocupa tiene como
motivo (causa) impulsor para el asegurado, ser relevado por el ase-
gurador de las consecuencias dañosas de su obrar antijurídico. Por
lo demás… no constituye un contrato a favor de tercero (134), así como
que el tercero damnificado carece de un derecho propio contra el
asegurador ejercitable a través de una acción directa” (135). Asimis-
mo, afirmaban que “la palabra ‘ocasión’ tiene entre sus acepciones
el de ‘causa o motivo por el que se hace o acaece una cosa’, va de
suyo que el crédito del tercero damnificado le viene atribuido por
su carácter de legitimado activo de una pretensión fundada en ha-
ber sufrido un daño resarcible, ejercitable (exigible) contra el titular
de la conducta contraria a derecho, imputable y dañosa, y no ‘como
consecuencia o en ocasión’ del contrato de seguro”. Finalizaban
expresando que el vocablo “ocasión” evocaba una vinculación que
reputaban como inexistente en el caso analizado.
Por mi parte, si bien admito la posibilidad de que el tercero
damnificado pueda ser un consumidor, lo hago con argumentos

(132) Sobrino, Waldo A. R., cit., p. 594.


(133) Stiglitz, Rubén S. - Stiglitz, Gabriel A., cit., p. 196.
(134) El art. 1027 del CCyCN, al regular la estipulación a favor de terceros, dice que
“si el contrato contiene una estipulación a favor de un tercero beneficiario, determi-
nado o determinable, el promitente le confiere los derechos o facultades resultantes
de lo que ha convenido con el estipulante. El estipulante puede revocar la estipula-
ción mientras no reciba la aceptación del tercero beneficiario; pero no puede hacer-
lo sin la conformidad del promitente si éste tiene interés en que sea mantenida. El
tercero aceptante obtiene directamente los derechos y las facultades resultantes de
la estipulación a su favor. Las facultades del tercero beneficiario de aceptar la esti-
pulación, y de prevalerse de ella luego de haberla aceptado, no se transmiten a sus
herederos, excepto que haya cláusula expresa que lo autorice. La estipulación es de
interpretación restrictiva”.
El art. 1605 del citado Código le otorga al tercero beneficiario acción directa contra
el deudor para obtener su pago.
(135) El art. 736 del CCyCN expresa que la acción directa “es la que compete al
acreedor para percibir lo que un tercero debe a su deudor, hasta el importe del propio
crédito. El acreedor la ejerce por derecho propio y en su exclusivo beneficio. Tiene
carácter excepcional, es de interpretación restrictiva, y sólo procede en los casos ex-
presamente previstos por la ley”.

- 86 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

propios y circunscribiendo la protección a los casos de seguros de


carácter obligatorio (136):
1. El Derecho de Daños contemporáneo mira hoy en día más al
damnificado que al agente dañador.
2. Una clara manifestación de ello es que la lista de seguros de
responsabilidad civil de carácter obligatorio no ha dejado de crecer
en las últimas décadas.
3. La instauración de seguros de carácter obligatorio, sin perjui-
cio de garantizar indemnidad al asegurado, apuntan fundamen-
talmente a la protección de terceros damnificados. Son seguros
sociales. En algunos casos el carácter obligatorio de ellos se justi-
ficará en la gravedad de los daños que puede producir un siniestro
(aun cuando sea de difícil ocurrencia como sucede con los inciden-
tes nucleares) mientras que en otras ocasiones el fundamento es-
tará en la alta frecuencia de daños aun cuando no sean tan graves
(aunque lo pueden ser lógicamente).
4. Si bien la cuestión genera cierta duda, se podría decir que los
seguros de responsabilidad civil voluntarios no responden gene-
ralmente a la misma lógica que los obligatorios y allí sí se puede de-
cir que están más pensados para mantener indemne el patrimonio
del dañador que para proteger a los eventuales damnificados. No
obstante, cabe aclarar que existen casos en los cuales la gravedad
o frecuencia de los daños generados por ciertas actividades mere-
cerían la consagración normativa de un seguro obligatorio y que
su contratación no quede librada a la debida diligencia del agente
responsable de esos perjuicios.
5. Como una lógica derivación de mi postura expresada en al-
gún punto anterior de no diferenciar consumidores directos y ma-
teriales o indirectos, sostengo que, cuando se esté ante seguros
de responsabilidad civil de carácter obligatorio, el tercero damni-
ficado, al ser el sujeto al cual la norma que lo creó busca funda-
mentalmente proteger, podrá invocar siempre la existencia de una
relación de consumo frente a la aseguradora de su dañador por la
sencilla razón de que habrá entre ellos una relación de consumo
directa, evidenciada en un vínculo jurídico por el cual la última

(136) Los de carácter voluntario me generan algunas dudas que llevan a que, por
el momento, me abstenga de ponerlos en igual situación.

- 87 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

tiene ciertas obligaciones frente a aquél, relacionadas con la repa-


ración de los perjuicios sufridos. En cambio, cuando sean de carác-
ter voluntario, aparecerán dificultades para señalar la existencia
de una relación de consumo directa entre tercero damnificado y
aseguradora.
Partiendo entonces de la premisa de que la distinción entre
consumidores directos e indirectos es artificial, el vínculo entre
tercero damnificado y aseguradora (en el seguro obligatorio) será
siempre de consumo, independientemente de que el contratante
del seguro sea su destinatario final o lo integre a su actividad em-
presarial (por ejemplo, si se trata de una compañía de transporte).
Es decir, la relación entre tercero damnificado y aseguradora no
será un “accesorio” de una eventual relación de consumo principal
entre esta última y quien contrató el seguro.
6. Se observa entonces que a diferencia de Sobrino, considero
que el asegurado no siempre es consumidor. Solamente entrará en
esa categoría cuando sea destinatario final del seguro.
Por otra parte, también disiento con este autor en su idea de que
el tercero damnificado sería un consumidor material o indirecto
cuando se trata de seguros obligatorios, mientras que se estaba
ante un bystander si el seguro es voluntario (137).
La postura de este autor evidenciaría como debilidad la conse-
cuencia de que los terceros damnificados no podrían invocar el ca-
rácter de consumidores cuando el asegurado no es un consumidor,
lo cual sucede muy a menudo (daños provocados por empresas de
transporte de personas, v.gr.). Esto porque, al ubicar al consumi-
dor como uno de tipo material o indirecto (en los seguros obliga-
torios) lo hace partícipe de una relación de consumo accesoria de
una pretendida relación de consumo principal (entre aseguradora
y contratante) que en numerosos casos no se visualiza. Sin relación
de consumo principal no hay relación de consumo accesoria. Por
supuesto que en la concepción de este autor el contrato de seguro

(137) El CCyCN, al suprimir la figura del bystander dentro del concepto general de
consumidor, le quitó fundamento también a la tesis de Sobrino respecto de la pro-
tección de terceros damnificados en los seguros de carácter voluntario. No obstan-
te, ello quedaría subsistente en caso de que aquellos sujetos puedan demostrar que
el obrar de la aseguradora implicó o se basó en una práctica comercial abusiva. Allí
podrían invocar la protección consumeril en virtud del art. 1096, CCyCN, aun cuando
el bystander ya no aparezca en los textos de los arts. 1092, CCyCN, y 1º, LDC.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

es siempre de consumo y, con base en ello, puede sustentar su idea.


Sin embargo, la realidad jurisprudencial y doctrinaria argentina
advierte que el seguro es sólo un contrato de consumo cuando no
se integra o no se relaciona con bienes o actividades empresariales.
Es decir, cuando está presente la nota de destino final.
Independientemente de este debate, es importante decir tam-
bién que la jurisprudencia reiterada de la CSJN de los últimos años
pareciera ir tomando partido por la exclusión de estos sujetos como
consumidores, aun cuando no resuelva esto expresamente. En estos
precedentes, el Alto Tribunal, al realzar los efectos relativos del con-
trato de seguro y declarar su oponibilidad frente a los damnificados,
deja poco margen para que éstos puedan ser considerados consu-
midores, solicitando, por ejemplo, la declaración de abusividad de
alguna cláusula del contrato de seguro del cual no fueron partícipes.
Esta interpretación se infiere de varias decisiones emitidas en
las cuales la Corte tiene dicho que la franquicia prevista en el con-
trato celebrado entre la compañía de seguros y el asegurado es
oponible al tercero damnificado y que la sentencia no puede ser
ejecutada contra la aseguradora, sino en los límites de la contrata-
ción, en virtud del art. 118, párrafo tercero (138), de la ley 17.418 (139)
(Ley de Seguros, ley F-0067, DJA). Ello incluso cuando se dictó en
su momento jurisprudencia plenaria en el ámbito de la Ciudad Au-
tónoma de Buenos Aires (CABA) que declaró la inoponibilidad de
esa franquicia al damnificado (140). En otros casos, la Corte explicó

(138) Conf. CSJN, 8/8/2006, “Nieto, Nicolasa del Valle c. La Cabaña SA y otros”,
Fallos: 329:3054; 29/8/2006, “Villarreal, Daniel A. c. Fernández, Andrés A. y otros”,
Fallos: 329:3488; 7/8/2007, “Cuello, Patricia D. c. Lucena, Pedro A.”, Fallos: 330:3483;
4/3/2008, “Villarreal, Daniel Alberto c. Fernández, Andrés Alejandro”, Fallos: 331:379;
4/3/2008, “Gauna, Agustín y su acumulado c. La Economía Comercial SA de Seguros
Generales y otro”, LA LEY, 2008-B, 404; 4/3/2008, “Obarrio, María Pía c. Microómni-
bus Norte”, LA LEY, 2008-B, 402; 27/5/2009, “Machado, Mirta Beatriz c. Microómni-
bus Tigre SA”, DJ, del 5/8/2009, p. 2155, y 6/9/2011, “Nieto, Nicolasa del Valle c. La
Cabaña SA y otros s/daños y perjuicios (acci. trán. c. les. o muerte)”, Fallos: 334:988.
(139) Publicada en el BO en fecha 30/8/1967.
(140) En este caso, ya fallado con anterioridad por la Corte en el año 2006, y vuel-
to a poner bajo su estudio, se consideró que la invocación de la doctrina plenaria del
caso “Obarrio” no aportaba nuevos argumentos a la cuestión que llevaran a modifi-
car el contenido de la sentencia anterior. CSJN, 4/3/2008, “Villarreal, Daniel Alberto
c. Fernández, Andrés Alejandro”, Fallos: 331:379, cit.
Sin perjuicio de lo resuelto por la CSJN, aún luego de ese fallo de 2008, hay sen-
tencias de Cámara que invocaron la obligatoriedad de los plenarios para declarar la
inoponibilidad de la franquicia, bajo el argumento de que los fallos de la Corte no

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

también que la sanción de la reforma a la LDC mediante ley 26.361


no modificaba la conclusión anterior (141).
La jurisprudencia plenaria de la Cámara Nacional de Apela-
ciones en lo Civil había decidido que “en los contratos de seguro
de responsabilidad civil de vehículos automotores destinados al
transporte público de pasajeros, la franquicia como límite de co-
bertura —fijada en forma obligatoria por la autoridad de control de
la actividad aseguradora conforme la resolución 25.429/97— no es
oponible al damnificado (sea transportado o no)” (142).
Sin perjuicio de lo dicho, la propia CSJN dejó abierta alguna
duda cuando, en el año 2009, resolvió que, aun cuando la regla es
la oponibilidad de la franquicia al damnificado, ello no impide dis-
criminar entre la diversidad de situaciones que puedan plantear-
se y reconocer cuando se ha estipulado una franquicia que afecta
el acceso a la reparación de los daños sufridos por la víctima del
accidente (143).
Por último, también merece ser citado un precedente de la
CSJN en donde se rechazó un reclamo de daños por una persona
fallecida y otra que resultó herida. Las víctimas viajaban en la ca-
juela del vehículo de carga con tres amigos más, tratándose de un
lugar que no estaba habilitado para el transporte de personas y la
póliza del seguro excluía la reparación de los daños. La Corte ex-
presó que si bien el acceso a una reparación integral constituía un
principio constitucional que debía ser tutelado, ello no implicaba
desconocer que el contrato de seguro rige la relación jurídica entre

afectan la obligatoriedad de esos plenarios con base en el art. 303, CPCCN. Al respec-
to, ver por ejemplo, CNCiv., sala L, 5/4/2013, “Rivas, Ana Cecilia c. Línea 213 Socie-
dad Anónima de Transporte y otros s/daños y perjuicios (acc. trán. c. les. o muerte)”,
RCyS, 2013-VIII, p. 241.
(141) CSJN, 9/12/2009, “Martínez de Costa, María Ester c. Vallejos, Hugo Manuel
y otros”, La Ley Online, AR/JUR/65128/2009, y “Calderón, Andrea Fabiana y otros c.
Marchesi, Luis Esteban y otros”, 21/2/2013, LA LEY, del 6/3/2013, p. 11.
(142) CNCiv., en pleno, 13/12/2006, “Obarrio, María P. c. Microómnibus Norte SA
y otro”, LA LEY, 2007-A, 168.
(143) Cabe recordar que, en el caso concreto, se dijo que en materia de servicio
público ferroviario no existía una expresa obligación legal que imponga a los conce-
sionarios y a las aseguradoras establecer una franquicia en los contratos de seguro de
responsabilidad civil que celebren. La franquicia que se intentó hacer valer en juicio
era de 300 mil dólares. CSJN, 20/10/2009, “Ortega, Diego Nicolás c. Transporte Me-
tropolitano General Roca SA”, Fallos: 332:2418.

- 90 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

los otorgantes, y los damnificados revestían la condición de terce-


ros frente a aquéllos porque no participaron en el contrato, por lo
que si deseaban invocarlo, debían circunscribirse a sus términos.
Los jueces también manifestaron que la función social que debe
cumplir el seguro no implicaba que deban repararse todos los da-
ños producidos al tercero víctima sin consideración de las pautas
del contrato que se invocaba, máxime si los damnificados se colo-
caban en un lugar no habilitado para el transporte de personas y de
tal modo contribuían al resultado dañoso cuya reparación recla-
maban (144). Cabe recordar que, en la instancia inferior, la sala H de
la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil invocó el concepto
de consumidor, extendiéndolo a quien sin ser parte en una rela-
ción de consumo, como consecuencia o en ocasión de ella, utiliza
servicios como destinatario final y a quien de cualquier manera
esté expuesto a una relación de consumo. Sobre esa base, concluyó
que resultaba inaplicable a los damnificados lo dispuesto por los
arts. 1195 y 1199 del Cód. Civ. derogado, con fundamento en el efec-
to relativo de los contratos.

14. Los inversores como consumidores

Existe una preocupación evidente del sistema legal en tutelar


de una manera especial la posición del inversor financiero, pues
se lo considera un protagonista central para un adecuado funcio-
namiento de los mercados adonde las empresas acuden en la bús-
queda de financiamiento para hacer realidad sus proyectos (145).
Dentro de ese marco de tutela jurídica se analizará si los inver-
sores pueden invocar el carácter de consumidores, más allá de la
protección específica que les puede otorgar la ley 26.831 (Ley de

(144) CSJN, 8/4/2014, “Buffoni, Osvaldo Omar c. Castro, Ramiro Martín s/daños y
perjuicios”, LA LEY, 29/4/2014, p. 3.
(145) “Se ha resaltado la importancia, en los últimos años, de la función de los in-
termediarios financieros o de inversión” señalando que “el dinamismo de su gestión
es una de las explicaciones del florecimiento de una pluralidad de nuevas alternati-
vas de inversión y del importante crecimiento de los denominados ‘negocios del mer-
cado de capitales’”. Siendo tan necesaria la intervención de estos sujetos “se justifica
una tutela especial del ordenamiento jurídico para asegurar la eficiencia y corrección
de estas prestaciones y, de esa manera, proteger los intereses de los pequeños inver-
sores”. Abdala, Martín, “El consumidor en el mercado de capitales”, en Lorenzetti,
Ricardo L. - Schötz, Gustavo J. (coord.), cit., p. 210.

- 91 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Mercado de Capitales —LMC—, ley D-3341, DJA) (146) y normativa


complementaria.
En caso de que resulte admisible la posibilidad de considerar
como consumidores a los inversores, se examinará si ello puede
ser una solución universal (es decir, si “todos los inversores pueden
ser considerados consumidores”) o si sólo determinados inverso-
res pueden gozar de tal protección.
Haciendo un breve repaso, se puede decir que la influencia
del Derecho del Consumidor, si bien no se había plasmado en la
ley 17.811 (147) (ley F-0067, DJA), sí se encontraba presente en los con-
siderandos y en el espíritu del dec. 677/2001 (148) y, en la actualidad,
ocupa un lugar destacado entre los objetivos mencionados por la
LMC en su art. 1º (149).
La cuestión ostenta un notorio interés práctico, ya que asumir
que los inversores (o ciertos inversores) pueden invocar el Estatuto
del Consumidor les otorga una serie de herramientas que pueden re-
sultar de evidente utilidad para mitigar los efectos de relaciones ju-
rídicas que con frecuencia exhiben cierta asimetría en su perjuicio.
También es de muchísima importancia señalar que aquellos
inversores-consumidores que hayan adquirido valores negocia-
bles emitidos por entes públicos u organismos multilaterales de
créditos de los que la Argentina fuere miembro, pueden reclamar
protección legal con base en las normas del Estatuto del Consumi-
dor, más allá de que el art. 83, LMC (150), excluya expresamente la
aplicación de gran parte de la ley 26.831 a estos sujetos. Esto, por-

(146) Publicada en el BO en fecha 28/12/2012.


(147) Publicada en el BO en fecha 22/7/1968.
(148) Publicada en el BO en fecha 28/5/2001.
(149) Allí se expresa que uno de los objetivos de la LMC es “fortalecer los meca-
nismos de protección y prevención de abusos contra los pequeños inversores, en el
marco de la función tuitiva del Derecho del Consumidor”.
(150) Art., 83, ley 26.831: “Valores emitidos por entes públicos. La oferta pública
de valores negociables emitidos por la Nación, las provincias, la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, los municipios, los entes autárquicos, así como por los organismos
multilaterales de crédito de los que la República Argentina fuere miembro no está
comprendida en esta ley, sin perjuicio de las facultades del Banco Central de la Repú-
blica Argentina en ejercicio de sus funciones de regulación de la moneda y del crédito
y de ejecución de la política cambiaria. Se considera oferta pública sujeta a las dispo-
siciones de esta ley, la negociación de los valores negociables citados cuando la mis-

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

que según se verá al analizar el art. 2º, LDC, no existe obstáculo


alguno para considerar al Estado como proveedor en relaciones de
consumo.
Poniendo el foco en el art. 1º, LMC, pareciera que ella ha toma-
do como criterio general otorgar el carácter de consumidor sola-
mente al pequeño inversor, excluyendo, por lo tanto, al inversor
institucional (151).
Más allá de esta importante decisión legislativa que surge del
art. 1º, LMC, cabe aclarar que del articulado de la LMC no surge
un marco de tutela diferenciada para los pequeños inversores, más
allá de menciones ocasionales. Se debe concluir, por lo tanto, que
hasta el momento la LMC tutela a todos los inversores por igual,
sean pequeños o institucionales.
Dicho eso, se analizará si la conceptualización del art. 1º, LDC
(y del art. 1092,CCyCN), permite incorporar a los sujetos que llevan
a cabo actos de inversión.
Así es posible decir lo siguiente:
1. Es requisito necesario que el consumidor o usuario (o su gru-
po familiar o social) sea el destinatario final del bien o servicio en
cuestión.
Como primera medida cabe definir cuál es el objeto de la inver-
sión. La respuesta que da la LMC, en su art. 1º, es que la inversión
debe tener por objeto valores negociables.
Cuando se analiza la definición legal de valores negociables que
efectúa el art. 2º, LMC, se advierte que la característica común de
todos ellos es su extrema facilidad para ser convertibles en dinero.

ma se lleve a cabo por una persona física o jurídica privada, en las condiciones que se
establecen en el art. 2º de la presente ley.
”La oferta pública de valores negociables emitidos por Estados extranjeros, sus di-
visiones políticas y otras entidades de naturaleza estatal del extranjero en el territo-
rio de la República Argentina deberá ser autorizada por el Poder Ejecutivo nacional,
con excepción de las emisiones de los Estados nacionales de los países miembros del
Mercado Común del Sur (Mercosur), las que tendrán oferta pública automática bajo
condición de reciprocidad”.
(151) De estos últimos me ocuparé por separado en el punto referido a los “con-
sumidores calificados”.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

La dificultad se advierte por el hecho de que el dinero (152) no es


el típico bien que un sujeto adquiere para su consumo final sino
que, por el contrario, suele constituir un medio o herramienta para
adquirir a aquéllos o para ser empleado, directa o indirectamente,
como recurso en actividades económicas o comerciales.
Martín Paolantonio (153) sostiene que el problema surge del he-
cho de constatar que lo que el inversor “incorpora a su patrimo-
nio es un derecho a recibir un flujo de fondos con características
variables”.
Las particularidades del objeto en cuestión llevan a analizar
si los inversores, en general, pueden ser considerados como desti-
natarios finales en los términos de la LDC. Las posturas utilizadas
para caracterizar la figura del consumidor serán de mucha utilidad
para responder el interrogante.
Así, según la posición finalista, el inversor no podrá ser consi-
derado consumidor cuando el valor negociable adquirido haya sido
adquirido con miras a ser utilizado de manera directa o indirecta
en la actividad comercial o económica que lleva a cabo. Según esta
postura, entonces, solamente habrá destino final si el valor se ad-
quirió simplemente para obtener una ganancia o evitar pérdidas
derivadas, por ejemplo, de la disminución del valor de la moneda,
sin la idea de volcar el resultado de la inversión a actividad algu-
na (154). Es decir, cuando haya una genuina intención de ahorro, la
cual no implica necesariamente un afán de lucro, claro está, aun
cuando cabe reconocer en la práctica la dificultad para distinguir
ambas situaciones
Si, por el contrario, se mira desde la tesis maximalista u obje-
tiva, habría que razonar que el inversor sólo estará excluido de las
normas consumeriles cuando integre el valor negociable o su pro-
ducido de manera directa a su actividad económica. En virtud de
esto, quien se dedica profesionalmente a la actividad de compra y

(152) O los valores fácilmente convertibles en él.


(153) Paolantonio, Martín E., “¿El consumidor financiero es consumidor?”, LA
LEY, 2010-B, 1025, cit.
(154) En contra se pronuncia Paolantonio expresando que no existen razones para
que “el uso posterior a la relación de consumo impida la actuación del régimen tute-
lar”. Paolantonio, Martín E., “¿El consumidor financiero es consumidor?”, LA LEY,
2010-B, 1025, cit.

- 94 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

venta de valores negociables no podría invocar la protección del


Estatuto. Se aclara que no por su carácter de profesional sino por
la integración directa del bien adquirido a su actividad comercial.
Posicionándose desde la postura mixta o subjetiva-relacional se
observa que lo central será la vulnerabilidad del sujeto protegido
(sea económica, técnica, jurídica, informativa o material).
Considerando esta postura que la vulnerabilidad es un estado,
no se podrá establecer a priori si un inversor es o no consumidor,
sino que será preciso examinar las circunstancias de cada caso (en
algunos supuestos la vulnerabilidad lógicamente se presumirá).
Lo que sí se desprenderá de esta posición como principio es que
no todo inversor podrá ser rotulado como un consumidor. Sólo
será tal aquel que revista cierto grado de vulnerabilidad. En razón
de esto, los denominados inversores calificados quedarán, en prin-
cipio, excluidos de la protección de la LDC.
O dicho en otros términos y como derivación de esta idea, cuan-
do los inversores sean personas físicas o entidades sin fines de lu-
cro su carácter de consumidor se presumirá. Cuando se trate de
comerciantes o empresas, tal presunción cesará (155), aunque revi-
virá cuando éstos no se dediquen profesionalmente a actividades
de inversión o íntimamente relacionadas con ellas.
Siguiendo esta línea de pensamiento, habría que concluir tam-
bién que, en la medida en que se demuestre un estado de vulne-
rabilidad material del inversor (aun cuando sea un comerciante
o sociedad comercial), su posición podría encuadrarse dentro del
art. 1º, LDC.
En cuanto al criterio de la inexistencia de ánimo de lucro,
por las particularidades del objeto de consumo (el valor negocia-
ble) este parámetro no será de utilidad para resolver la inclusión
o no de un acto de inversión con destino mixto dentro del Esta-
tuto del Consumidor. Es decir, el ánimo de lucro no puede cons-
tituir un elemento concluyente para decidir si se puede o no ser
consumidor (156). En tal sentido, afirma Paolantonio que no existen

(155) Sobre todo si el valor es utilizado directamente en la actividad productiva o


comercial del sujeto.
(156) Cierta doctrina realza la importancia del afán de lucro como parámetro váli-
do para excluir al sujeto del ámbito de la LDC. En tal sentido, se ha dicho que si bien

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

fundamentos para circunscribir la noción de consumidor única-


mente a quien utiliza sus disponibilidades para la satisfacción de
necesidades actuales. Agrega que “el ahorro canalizado median-
te cualquiera de las modalidades autorizadas legalmente, impor-
ta la realización de un acto de consumo en el cual el ahorrista se
ve sujeto a las mismas circunstancias de debilidad en su posición
jurídica que el consumidor strictu sensu: carencia de información,
utilización de cláusulas predispuestas, ausencia de poder de nego-
ciación, etc.”. En relación con la cuestión del destino final expresa-
ba que “el concepto de consumidor no sólo es independiente de la
noción económica de consumo, sino que puede aun ser específico
para diferentes ámbitos de las relaciones económicas”. Afirmaba
que “la tutela del consumidor no depende de una noción física de
consumo, sino de la valoración del legislador, en cumplimiento del
mandato constitucional, de tutelar una situación de vulnerabili-
dad”. Agregaba, finalmente, que “el consumo final se entiende de
un modo más adecuado por su comparación con el otro polo de la
relación de consumo: el proveedor profesional” y que el “consumo
final apunta a una actividad realizada fuera del marco de la acti-
vidad profesional de la persona, y la ausencia de involucramiento
del bien o servicio objeto de la relación jurídica en una actividad
lucrativa o proceso productivo” (157).
Como se observa, existen buenos argumentos para considerar a
ciertos inversores como consumidores (158). Ahora bien, dependien-

en principio pareciera que los inversores están fuera del ámbito de la LDC pues en
ellos está presente el ánimo de lucro y no la satisfacción de necesidades personales
o del grupo familiar del inversor, no debe perderse de vista que en muchos casos de
“pequeños compradores” no los mueve el lucro sino la finalidad de ahorro. Quienes
defienden esta postura, si bien no se pronuncian expresamente a favor de la aplica-
ción de las normas de defensa del consumidor, sí expresan de manera contundente
que tiene derecho a información correcta y suficiente y a ser indemnizado por los
perjuicios que sufriere derivados de maniobras de agentes de bolsa o de los mercados
de valores. Farina, Juan M., cit., p. 102.
(157) Paolantonio, Martín E., “¿El consumidor financiero es consumidor?”, LA
LEY, 2010-B, 1025, cit.
(158) La “Protección del Consumidor de Servicios Financieros y Bursátiles” fue el
eje temático que abordó la Comisión Nº 8 de las XXV Jornadas Nacionales de Dere-
cho Civil de Bahía Blanca (1, 2 y 3 de octubre de 2015). Allí se concluyó por unanimi-
dad que los “consumidores de servicios bursátiles” estaban protegidos por el Estatuto
del Consumidor. Incluso se agregó que el principio protectorio lleva a incluir allí a los
inversores bursátiles en casos dudosos en la medida en que se observe asimetría en
la información y situaciones de no profesionalidad.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

do de cuál sea el criterio que se utilice para definir la noción de


consumidor, esa posibilidad será más amplia o más restringida.
Es importante decir que en un fallo la CSJN (159), al dejar firme
la multa impuesta a una calificadora de riesgo por parte de la Co-
misión Nacional de Valores (CNV), invocó como argumento que la
conducta llevada a cabo por la sancionada (que asignó una califica-
ción superior a la debida según su propio manual de procedimien-
to a obligaciones negociables emitidas por entidades financieras)
afectaba la confianza de los consumidores. Alguna doctrina tam-
bién se ha ocupado de vincular a estas agencias con la normativa
de defensa del consumidor (160).
En otro caso la Corte dejó firme una multa impuesta (de forma
solidaria) por la CNV a una sociedad, a los integrantes del direc-
torio, a los miembros del comité de auditoría y al consejo de vigi-
lancia por infracción al deber de información respecto de las con-
diciones de venta del paquete accionario. De modo contundente
y no dejando lugar a dudas de que el Derecho del Consumidor es
aplicable también en el ámbito bursátil, expresó el Alto Tribunal
que “la transparencia y la simetría de la información son los ejes
del adecuado funcionamiento del mercado de valores negociables.
La función económica y social del mercado de valores radica en
su capacidad para captar el ahorro del público y dirigirlo hacia la
inversión. Para alcanzar ese fin es esencial generar confianza y se-
guridad en los consumidores financieros, lo que depende en gran
parte de que ellos puedan acceder a toda la información disponible
—en especial, por la entidad emisora de valores negociables— que
sea susceptible de afectar la suerte de su inversión. Esa simetría en
la información permite la adecuada formación del precio y, en de-
finitiva, el desarrollo del mercado. Además, el suministro de infor-
mación es el modo de garantizar la plena vigencia de los derechos
consagrados en el artículo 42 de la Constitución Nacional” (161).

(159) CSJN, 15/4/2014, “Comisión Nacional de Valores c. Standard & Poors Ra-
tings LLC. Suc. Argentina s/organismos externos”, LA LEY, 2014-C, 33.
(160) Del Rosario, Cristian O., “La ley 26.831, Las agencias de calificación de
riesgo y la ley de defensa de consumidor”, Sup. Esp. Regulación del Mercado de Capi-
tales, 2012 (diciembre), La Ley, p. 37.
(161) CSJN, 24/9/2015, “Comisión Nacional de Valores c. Alpargatas SAI.C. s/or-
ganismos externos (seguimiento posible venta de paquete accionario - nro. 276/07)”,
LA LEY, del 29/10/2015, p. 11.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

15. Los herederos del consumidor


y los damnificados indirectos

Si bien parece una obviedad decirlo, cuando se produzca la


muerte de una persona vinculada a un proveedor por una rela-
ción de consumo, lógicamente sus herederos podrán invocar las
disposiciones del Estatuto para entablar el reclamo pertinente (162).
En alguna ocasión este tema fue objeto de tratamiento jurispru-
dencial (163).
Lo mismo puede decirse de sus damnificados indirectos (164).
Hay quienes incluso han propuesto que el Estado tenga legiti-
mación como consumidor en ciertos casos en su carácter de dam-
nificado indirecto (por ejemplo, por los gastos en salud que debe
soportar por los daños producidos a las personas por el consumo y
adicción al cigarrillo) (165).

16. El cesionario del consumidor

Expresa Wajntraub (166) que el cesionario del consumidor debe


ser considerado como un sujeto protegido por la LDC, ya que, al
recibir la transferencia de la posición contractual del cedente, goza
de todas sus prerrogativas.
A primera vista, se está ante una situación parecida a la del he-
redero del consumidor, por lo cual lo que señala este autor es lógico.

(162) La Comisión nro. 8 (Consumidor: La categoría jurídica de “consumidor”) de


las XXII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, celebradas en San Miguel de Tucu-
mán en 2011, emitió sobre el tema la siguiente conclusión: “Cuando el consumidor
sea víctima directa de daños causados por productos o servicios defectuosos, los ter-
ceros damnificados indirectos pueden fundar su acción en el art. 50 de la ley 24.240”.
También que era conveniente “incorporar a la ley 24.240 una disposición que con-
temple la equiparación al consumidor de todos quienes resulten ser damnificados
indirectos por los daños causados por productos o servicios defectuosos”.
(163) Ver, por ejemplo, CCiv. y Com. Mar del Plata, sala II, 2/11/2004, “Julián, Nés-
tor O. c. Federación Patronal Seguros”, La Ley Online, 35020631, y CCiv. y Com. 1a
Santiago del Estero., 9/5/2006, “Tolosa, Amanda del Valle y otros c. Metropolitan Life
Seguros de Vida SA y/u otros”, LLNOA, 2007 (febrero), p. 95.
(164) En similar sentido: López Herrera, Edgardo, Manual…,cit., p. 626; Spro-
vieri, Luis E. - Dell’Oca, Gastón, cit., p. 596.
(165) López Herrera, Edgardo, Manual…, cit., ps. 513 y 626.
(166) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Itu-
rraspe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 40.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

La cuestión, sin embargo, podría generar dudas en algunos su-


puestos en los cuales compañías o estudios jurídicos se dediquen
(como actividad empresarial específica) a “comprar”, masiva o in-
dividualmente, derechos litigiosos de consumidores para obtener
un lucro en caso de victoria judicial o de un acuerdo transaccional
favorable con el proveedor demandado. Si bien desde el punto de
vista estrictamente formal, pareciera forzoso permitirle a esos “in-
geniosos” empresarios invocar las normas consumeriles, lo cier-
to es que es una solución que entraría en pugna con su verdadero
espíritu.

17. El consumidor cedente

Relacionado con lo dicho en el punto anterior, se puede recor-


dar un caso en el cual se rechazó el pedido de una persona de ser
tenida como consumidor por cuanto ya había transferido el bien
adquirido a un tercero (en el caso, su hermana). Se evaluó que el
daño demandado era insubsistente a su respecto, por cuanto ha-
bía enajenado el equipo, lo cual implicó un desprendimiento de su
titularidad y de todos los derechos que le competían sobre él (167).
La cuestión puede ser controvertida en casos en donde, por
ejemplo, el daño sufrido por el consumidor fue anterior a la ena-
jenación del producto a un nuevo consumidor. Esto porque hasta
que no se desprendió del bien todavía era un sujeto tutelado por
el Estatuto Consumeril. La situación sería más compleja aun ante
supuestos de daños continuados iniciados antes de deshacerse del
bien, pero que continuaron sufriéndose después de ese acto. Tam-
bién pareciera imponerse la respuesta afirmativa en esta última
hipótesis.

(167) Se trataba de una persona que promovió acción de daños contra una empre-
sa de software en virtud del falso asesoramiento que le habría brindado con relación a
una notebook de su propiedad. Relató que su personal le informó que el equipo tenía
una falla cuya reparación era de un costo superior a la compra de uno nuevo, razón
por la cual lo enajenó a su hermana por un precio mínimo. Posteriormente, esta úl-
tima constató que el desperfecto era reparable sin costo alguno por contar con una
garantía extendida. Ante tal situación la primera reclamó el valor de la computadora,
la suma abonada en concepto de servicio técnico y un resarcimiento por daño mo-
ral. CNCom., sala F, 8/2/2011, “Ghio, Ana María c. Maxim Software SA”, LA LEY, 2011-
D, 160.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

18. La aseguradora como “consumidora”

También vinculado con el punto relativo al análisis del cesio-


nario como consumidor, hay que referirse al supuesto en el cual
la compañía de seguros accione, invocando las normas de la LDC,
contra el responsable si el asegurado dañado es un consumidor.
Cabe recordar al respecto que, salvo en los seguros de personas,
ello sería posible con base en el art. 80 de la ley 17.418 (168).
Existen aquí serios obstáculos para rechazar la posibilidad de
que la aseguradora “cesionaria” del consumidor invoque la protec-
ción consumeril, pues existe una norma específica que se refiere a
ello, autorizándolo. La solución no es justa, porque pone en manos
de un proveedor la posibilidad de invocar un “disfraz (legal)” de
consumidor cuando en realidad y por su naturaleza claramente no
lo es. Se trata de una cuestión que merecería alguna revisión nor-
mativa en el futuro.
Más allá de esta opinión, cabe informar al lector que la CSJN
se pronunció favorablemente en un reclamo planteado por una
aseguradora contra la concesionaria de una ruta por los daños su-
fridos por el asegurado por un accidente de tránsito sufrido a cau-
sa de la existencia de un animal suelto en el camino (169). En dicha
sentencia, la Corte invocó normas de la LDC para resolver el pleito
(concretamente el deber de seguridad del art. 5º del plexo consu-
meril).
También existen antecedentes en los cuales se aceptaron recla-
mos de aseguradoras con base en la LDC contra supermercados
por el robo de vehículos en sus playas de estacionamiento (170).

(168) Art. 80, ley 17.418: “Los derechos que correspondan al asegurado contra un
tercero, en razón del siniestro, se transfieren al asegurador hasta el monto de la in-
demnización abonada. El asegurado es responsable de todo acto que perjudique este
derecho del asegurador”.
(169) CSJN, 21/3/2006, “Caja de Seguros SA c. Caminos del Atlántico SAVC”, Fa-
llos: 329:695.
(170) Ver al respecto: SCJ Mendoza, sala I, 29/7/2011, “Labarda, Fernando Da-
río c. Libertad SA (Suc. Mendoza) p/d. y p. (con excep. contr. alquiler) s/inc.”, DJ, del
2/5/2012, p. 14, y CNCom., sala D, 3/6/2005, “HSBC La Buenos Aires Seguros c. Cen-
cosud SA”, DJ, del 8/3/2006, p. 645.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

19. Titulares de derechos reales, poseedores


y tenedores. Incidencia de la buena fe

Otra obviedad es que la acción de daños con base en la LDC


puede ser interpuesta no sólo por quien es el titular de un derecho
real sobre la cosa o bien, sino también por su tenedor o poseedor de
buena fe (conf. art. 1772, CCyCN).
Un ejemplo que puede resultar de significancia práctica estaría
dado por determinados daños que pueda sufrir el locatario de un
inmueble (típico ejemplo de tenencia) por los vicios o defectos de
construcción que éste evidencie. Sin perjuicio del habitual recla-
mo al propietario, el locatario también podría invocar su carácter
de consumidor frente a la empresa constructora que lo edificó. Se
aclara “determinados daños” porque algunos de ellos sólo podrán
ser sufridos por el propietario como dueño del bien.
Además de lo dicho, cabe observar que el citado art. 1772 men-
ciona a la buena fe como condición para la protección. Por esta ra-
zón, por ejemplo, el ocupante ilegal de un inmueble, si sufre daños
derivados de defectos de construcción del edificio, no podrá invo-
car el carácter de consumidor.

20. Los contratos entre consumidores

Puede suceder que un consumidor decida vender el bien que


adquirió oportunamente a otro consumidor. Al igual que sucede
con el cesionario, el “nuevo consumidor” podrá invocar la protec-
ción de la LDC.
Coincido con Lorenzetti (171) en que pareciera que el consumi-
dor que vendió su bien es un “consumidor transitorio” que deja de
ser un sujeto protegido por la LDC en el momento que celebra el
contrato con un nuevo consumidor, ya que este último terminará
siendo el destinatario de la tutela legal. Sin embargo, advierte di-
cho autor que la solución normativa es confusa y podría dejar obli-
gado al proveedor a quedar vinculado en los términos de la LDC
tanto con el primer consumidor como con los posteriores, generán-
dose “una gran cantidad de interpretaciones expansivas, sin límite

(171) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 126.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

alguno” (172). Se remite a lo explicado pocas páginas atrás al abor-


darse la situación del “consumidor cedente”.
Estos “contratos entre consumidores” obligan a analizar tam-
bién si quien se posiciona como “consumidor vendedor” no es en
realidad un proveedor en los términos del art. 2º, LDC. Si bien se
trata de un supuesto que debería ser abordado cuando se analice
ese precepto, razones de orden práctico llevan a referirse al mismo
ahora.
Sobre el punto, Carlos Parellada (173) explica que cuando, por
ejemplo, un consumidor vende una cosa usada por internet a otro
consumidor, no se transforma en proveedor pues le falta la nota re-
lativa a la profesionalidad. Como consecuencia de ello, la relación
entre ambos sujetos quedará excluida del ámbito de aplicación del
Derecho del Consumidor.
Si bien comparto esta postura, habrá que estar atentos a aque-
llos sujetos que se dediquen profesionalmente a vender cosas usa-
das, sea por Internet o por cualquier medio, ya que ellos sí deberán
ser incluidos en la noción de proveedor. Así, en un caso de compra-
venta de un automóvil usado se resolvió que quien comercializa
bienes usados no sólo no puede ser considerado consumidor sino
que, si hace de ello su profesión habitual, es un proveedor en los
términos del art. 2º, LDC (174).

21. Subconsumidores

Se ha definido a los subconsumidores como “aquellas personas


que por diversas razones están en una situación de debilidad ma-
yor que el común de la gente. Así, por ejemplo, los niños, ancianos,

(172) Rusconi señala, en cambio, que no sólo podrá invocar el carácter de consu-
midor el último adquirente sino también todos los anteriores que se fueron transmi-
tiendo el bien, ya que todos adquirieron el bien o utilizaron el servicio como conse-
cuencia o en ocasión de una relación de consumo y la ley no ha previsto limitaciones
al respecto, no pudiendo ser interpretada restrictivamente. Rusconi, Dante D., “No-
ciones fundamentales”, cit., en Rusconi, Dante D. (dir.), cit., p. 195.
(173) Parellada, Carlos A. “El comercio electrónico. Perspectiva desde el dere-
cho del consumo”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.),
cit., t. III, p. 419.
(174) CNCom., sala C, 28/12/2005, “Ama, Elena M. c. Cabriolet SA y otro”, RCyS,
2006-949.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

analfabetos o personas poco instruidas, extranjeros, turistas (175),


pacientes (176), personas con dificultad para procrear, etc.” (177). Hay
quienes agregan en este grupo a los consumidores de bienes ya
usados por otros, en la inteligencia de que generalmente no reciben
la cosa en su embalaje original ni con sus instrucciones de uso (178).
También se ha razonado que revisten este carácter los usuarios del
servicio de educación (179).
Existen voces que han planteado una situación de vulnerabi-
lidad especial en los casos de comercio electrónico, ya que allí el
consumidor afronta un complejo proceso de contratación (lo que
incluye su modalidad), con productos intangibles respecto de los
cuales muchas veces no puede comprobar sus beneficios (180). Aun-
que también se ha dicho que ello se producirá en la medida en que
la contratación electrónica involucre a sujetos que ya son vulnera-
bles por sí, como niños, ancianos o personas con capacidades dife-
renciadas, en el sentido de que son personas que pueden presentar
dificultades frente a la tecnología (181).

(175) Rinessi resalta que el turista es un sujeto particularmente vulnerable, aun-


que no lo es en todo sentido, sino sólo “en la medida en que se encuentra sometido
a las condiciones extrañas o desconocidas en su relación con el agente o empresa
de viajes, o lugares que visita”. Rinessi, Antonio J., “Protección del consumidor de
servicios turísticos”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.),
cit., t. II, p. 203.
Sobre los turistas, se ha afirmado también que “la situación de mayor fragilidad de-
riva directamente de su condición de desplazado, de encontrarse fuera del entorno
que conoce y domina”. Garrido Cordobera, Lidia M. R., “La protección del consu-
midor turista”, LA LEY, 2012-C, 1337.
(176) Casas Maia, Maurilio, “O paciente hipervulnerável e o princípio da con-
fiança informada na relação médica de consumo”, Revista de Direito do Consumidor,
vol. 86/2013, mar - abr / 2013, p. 203.
(177) Vázquez Ferreyra, Roberto A. y Romera, Oscar E., cit., p. 26.
(178) Sprovieri, Luis E. - Dell’Oca, Gastón, cit., p. 19.
(179) Hernández, Carlos A. – Trivisonno, Julieta B., “La tutela del usuario de
servicios educativos privados. Aportes del nuevo Código Civil y Comercial de la Na-
ción” en Stiglitz, Gabriel - Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado…, cit., t. II, p. 533.
(180) Sorbello, María Gabriela, Derecho práctico de defensa del consumidor,
Cathedra Jurídica, Buenos Aires, 2006, p. 31.
En el derecho brasileño el particular grado de vulnerabilidad de los consumido-
res que contratan electrónicamente ha sido estudiado con mayor profundidad que
en Argentina. Ver al respecto: Canto, Rodrigo Eidelvein Do, A vulnerabilidade dos
consumidores no comércio eletrônico, Editora Revista dos Tribunais, Sao Paulo, 2015.
(181) Lorenzetti, Ricardo L., Comercio electrónico, Abeledo-Perrot, Buenos Ai-
res, 2001, p. 229.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Coincido con la doctrina que opina que en este grupo de consu-


midores particularmente vulnerables se debería incluir también a
las personas que padecen algún tipo de “adicción al consumo” (182).
También hay que englobar en este supuesto a quienes forman
parte de relaciones de consumo “cautivas”. Esto sucederá con res-
pecto a todos aquellos bienes o servicios de primera necesidad o de
los cuales no se puede prescindir fácilmente para la vida diaria. La
cuestión se agravará cuando el bien o servicio sea comercializado
en situaciones de monopolio u oligopolio. El caso típico serían los
servicios públicos domiciliarios.
Otro supuesto muy gráfico está dado por los empleados públi-
cos a los que, como grupo masivo de clientes, se les impone la aper-
tura de una cuenta en una entidad financiera predeterminada por
el ente público a los efectos del cobro del salario (183).
En la práctica, los proveedores que se relacionen con este tipo
de consumidores deberán cumplir con un estándar de conducta
más alto inclusive que el exigible a cualquier proveedor ordinario.
Teniendo presente esta particular asimetría que se da en este tipo
de relaciones de consumo, cualquier paso en falso podría ser con-
siderado como una violación a la obligación de trato digno y equi-
tativo prevista en el art. 8º bis, LDC.
Desde ya se deja planteada la necesidad de regular normativa-
mente protecciones especiales para sujetos hipervulnerables, y así
echar mayor luz sobre este delicado tema (184).

22. Consumidores calificados

En el vértice opuesto de los subconsumidores se encuentran los


consumidores calificados.

(182) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 40.


(183) Kalafatich, Caren, “Monopolio salarial, el problema de los mercados cau-
tivos y la portabilidad como posible solución”, LLLitoral 2013 (septiembre), p. 821.
(184) Carlos Hernández considera que es razonable que se prevean protecciones
especiales en estos casos y que ello no implica fragmentar la noción de consumidor
“ya que la figura del subconsumidor es una especie del género en la cual se verifican
los elementos constitutivos de éste”. Hernández, Carlos A.,“Relación de consumo”,
en Stiglitz, Gabriel - Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado de Derecho del Consu-
midor, t. I, La Ley, Buenos Aires, 2015, p. 415.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Se pregunta Farina (185) si el consumidor merece tutela cuando,


por sus condiciones personales, tiene conocimientos superiores a
los que podría tener un consumidor medio sobre el bien o servi-
cio adquirido. Concluye que la protección se debe dar aun en estos
casos, pues la debilidad de estos sujetos no depende tanto de su
ignorancia sino más bien de su situación de vulnerabilidad en el
mercado ante la existencia de una posición dominante del provee-
dor en la relación jurídica que los une.
Un caso paradigmático de consumidores calificados podría ser
el de los “inversores institucionales” que actúan en los mercados de
capitales y que se encuentran enumerados en el art. 12, sección II
(“Inversores calificados”), capítulo VI (”Pequeñas y Medianas Em-
presas”), título II (“Emisoras”) de las Normas de la CNV de 2013 (186).
Allí se expresa que serán tales los siguientes:
1. El Estado nacional.
2. Las provincias.
3. Las municipalidades.
4. Las entidades autárquicas.
5. Los bancos y entidades financieras oficiales.
6. Las sociedades del Estado.
7. Las empresas del Estado.
8. Las personas jurídicas de Derecho Público.
9. Las sociedades de responsabilidad limitada.
10. Las sociedades por acciones.
10. Las sociedades cooperativas.
11. Las entidades mutuales.
12. Las obras sociales.
13. Las asociaciones civiles.

(185) Farina, Juan M., cit., p. 66.


(186) Aprobadas mediante resolución 622/2013 de la CNV, publicada en el BO en
fecha 9/9/2013. Estas normas experimentaron varias modificaciones posteriores.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

14. Las fundaciones.


15. Las asociaciones sindicales.
16. Los agentes de negociación.
17. Los fondos comunes de inversión.
18. Las personas físicas con domicilio real en el país, con un pa-
trimonio neto superior a los $ 700.000 (187).
19. Las sociedades de personas, con un patrimonio neto míni-
mo de $ 1.500.000.
20. Las personas jurídicas constituidas en el exterior.
21. Las personas físicas con domicilio real fuera del país.
22. La Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSeS).
En primer lugar, cabe expresar que de los objetivos de la LMC se
desprende que sólo los pequeños inversores están incluidos dentro
del marco de la tutela del Derecho del Consumidor.
Teniendo en cuenta la amplitud que exhibe la redacción de los
arts. 1º, LDC, y 1092,CCyCN, si bien no se puede negar a priori que
los inversores calificados estén excluidos de esa protección (cuan-
do existe el destino final), tampoco se puede pasar por alto que la
propia LMC ha limitado la invocación del carácter de consumidor
a una serie de sujetos.
De acuerdo con mi posición, si bien el criterio de “destino fi-
nal” será el que termine definiendo la situación de este particular
tipo de inversores, hay que reconocer que, teniendo en cuenta las
singulares condiciones de los sujetos en cuestión, la postura teleo-
lógica deberá ser matizada necesariamente con la mixta-relacional
a fin de evitar resultados indeseados permitiendo la invocación de
normas consumeriles por parte de sujetos que no la necesitan.

(187) Para este supuesto y el del ítem siguiente la normativa aclara que no se exi-
girá el patrimonio neto mínimo fijado en los supuestos de emisiones garantizadas en
un 75%, como mínimo, por una Sociedad de Garantía Recíproca (SGR) o institución
que reúna las condiciones establecidas por el para las entidades inscriptas en el Re-
gistro de SGR, o cuando se trate de emisiones efectuadas por sociedades que ya ne-
gocien sus valores negociables en el mercado.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

En razón de lo dicho, los inversores calificados sólo podrán in-


vocar su inclusión en la LDC cuando, además de ser destinatarios
finales del valor adquirido, se encuentren en una situación de vul-
nerabilidad respecto del proveedor. Si bien el estado de vulnerabi-
lidad deberá demostrarse por el inversor interesado en obtener la
tutela de la LDC, se podría acudir a presunciones o a la observación
del contexto en el cual el acto de inversión se lleva a cabo para tener
por acreditada dicha circunstancia (188).
La posibilidad de inclusión dentro de la categoría sería más ac-
cesible para algunos de los inversores calificados enumerados que
para otros.
Así, en principio, tendrían mayores chances de obtener la pro-
tección las sociedades cooperativas, las entidades mutuales, las
asociaciones civiles, las fundaciones, las personas físicas con patri-
monio neto superior a los $ 700.000 y las personas físicas domicilia-
das en el exterior.
Se hallarían en una posición intermedia las municipalidades,
las obras sociales y las asociaciones sindicales.
Por el contrario, les resultaría muy difícil invocar la protección
(sea por falta de destino final o ausencia de vulnerabilidad) al Esta-
do nacional, las provincias, las entidades autárquicas, los bancos y
entidades financieras oficiales, las sociedades del Estado, las em-
presas del Estado, las personas jurídicas de Derecho Público, las
sociedades de responsabilidad limitada y las sociedades por ac-
ciones, los agentes de negociación, los fondos comunes de inver-
sión, las sociedades de personas, con un patrimonio neto mínimo
de $ 1.500.000, las personas jurídicas constituidas en el exterior y
la ANSeS.

(188) En posición parcialmente similar a la que defiendo (en cuanto a la utiliza-


ción del criterio de “consumidor final”) Paolantonio afirma que el simple hecho de
ser un inversor calificado no autoexcluye a estos sujetos de la categoría de consumi-
dor. El autor pone el acento en la situación de las personas físicas, expresando que
debería calificarse como inconstitucional cualquier distinción que excluya del régi-
men tuitivo a una persona por el solo hecho de tener un patrimonio determinado.
En definitiva, para este autor, será la actuación en modo no profesional lo que defi-
na cuando se está ante un consumidor aun cuando se trate de un inversor califica-
do. Paolantonio, Martín E., “¿El consumidor financiero es consumidor?”, LA LEY,
2010-B, 1025, cit.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

23. ¿La persona por nacer es un consumidor?

El art. 19 del CCyCN dispone que la existencia de la persona hu-


mana comienza con la concepción aunque se trata, obviamente, de
personas incapaces de ejercicio, que no pueden actuar por sí mis-
mas (conf. arts. 23 y 24.a, CCyCN).
Teniendo en cuenta esto, si la persona por nacer es, valga la re-
dundancia, persona, resulta toda una obviedad que puede revestir
el carácter de consumidor.
Lo dicho puede tener un impacto gigantesco en determinadas
relaciones de consumo como, por ejemplo, las que tengan por obje-
to la prestación de servicios de salud, tratamientos de fertilización,
etcétera.
Asimismo, esa persona por nacer debe ser considerada miem-
bro del grupo familiar del contratante, lo cual impacta en el ensan-
chamiento del concepto legal de consumidor.

24. Consumidores inmobiliarios

Respecto de la temática de los consumidores inmobiliarios, el


art. 1º, inc. c), del texto original de la LDC preveía que sólo esta-
ba incluida en su regulación “la adquisición de inmuebles nuevos
destinados a vivienda, incluso los lotes de terreno adquiridos con
el mismo fin, cuando la oferta sea pública y dirigida a personas
indeterminadas”.
Con la sanción de la ley 26.361 desapareció todo tipo de restric-
ción en materia inmobiliaria y se le da a las relaciones de consumo
que versan sobre ella el mismo tratamiento otorgado a bienes mue-
bles y servicios.
Ariel Ariza (189) pone algunos reparos al respecto, manifestando
que la LDC ha prescindido de experiencias del derecho compara-
do en las cuales se regula la situación del consumidor inmobiliario
atendiendo a sus particularidades (190).

(189) Ariza, Ariel, “Contratación inmobiliaria y defensa del consumidor”, en Ari-


za, Ariel (coord.), La Reforma del Régimen de Defensa del Consumidor por ley 26.361,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2008, p. 41.
(190) Sobre el tema es interesante y útil la regulación sobre los contratos de crédito
celebrados por los consumidores para bienes inmuebles de uso residencial prevista
en la directiva 2014/17/UE del 4/2/2014.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

El dec. 1798/1994 establece un deber de información particular


en cabeza de ciertos proveedores cuando comercializan bienes in-
muebles o viviendas prefabricadas (191). No habiendo sido derogada
esta norma se impone su observancia en la práctica más allá de
que es cierto que es dejada de lado con frecuencia.
Por lo demás, dentro de esas legislaciones que regulan el tema de
manera singular, se puede encontrar, v.gr., la detallada regulación
de los productos o servicios inmobiliarios que realiza la ley 29.571
de Perú en los arts. 76 a 80, en donde se establece la información
mínima que debe otorgarse en el proceso de compra (art. 77) y en
el contrato de compraventa (art. 78), la regulación de la obligación
de saneamiento por parte del proveedor (art. 79) y el servicio de
posventa (art. 80) (192).
Otro tanto puede decirse de la ley consumeril mexicana que le
dedica al tema un espacio extenso a lo largo de ocho preceptos ubi-
cados entre los arts. 73 a 76.
Por mi parte, creo necesario agregar que la problemática del
consumidor inmobiliario en no pocos casos permitirá hablar de

(191) Art. 1º, inc. b), dec. 1798/1994: “En caso de venta de viviendas prefabrica-
das, de los elementos para construirlas o de inmuebles nuevos destinados a vivienda,
se facilitarán al comprador una documentación completa suscripta por el vendedor
en la que se defina en planta a escala la distribución de los distintos ambientes de la
vivienda y de todas las instalaciones, y sus detalles, y las características de los mate-
riales empleados”.
(192) Es útil transcribir el contenido y características de este servicio de posventa
inmobiliaria previsto en el art. 80 de la ley 29.571 de Perú: “Los proveedores deben
implementar y mantener procedimientos para ofrecer una información completa so-
bre lo siguiente:
”a. Los períodos de garantía, que son establecidos por el proveedor de acuerdo con
los siguientes criterios: (i) si son componentes o materiales, de acuerdo con lo esta-
blecido por el proveedor de los mismos; (ii) si son aspectos estructurales, como míni-
mo cinco (5) años desde emitido el certificado de finalización de obra y recepción de
obra por parte de la municipalidad.
”b. El manual de uso del propietario, que debe contener como mínimo la descrip-
ción de los componentes del inmueble, los cuidados que hay que observar para el
mantenimiento adecuado y los riesgos que pueden derivarse del mal uso.
”c. Disponer de personal idóneo y ofrecer diferentes alternativas de contacto para
la recepción de sugerencias, reclamos o solicitudes de servicios.
”d. Ofrecer servicio de atención: dar respuesta dentro del plazo establecido por el
proveedor e informar las causas ajenas al mismo que pueden afectar su cumplimiento.
”e. Establecer un procedimiento de atención de quejas sencillo y rápido que inclu-
ya el registro y seguimiento de las mismas”.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

consumidores hipervulnerables. Esto se observa con claridad en


los casos de adquisición o alquiler de vivienda única en jurisdic-
ciones en las cuales el acceso a ese bien se torna muy dificultoso.
El ejemplo más evidente es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

25. El consorcio de propietarios

Si bien ya me ocupé en general de la cuestión relativa a si las


personas jurídicas pueden ser consumidoras, resulta útil dedicar
unas líneas específicas al caso del consorcio de propietarios, pues
existen algunas particularidades a resaltar.
El art. 2044 del CCyCN expresa que “el conjunto de los propie-
tarios de las unidades funcionales constituye la persona jurídica
consorcio. Tiene su domicilio en el inmueble. Sus órganos son la
asamblea, el consejo de propietarios y el administrador”.
Como una lógica consecuencia de lo dicho en puntos anterio-
res, el consorcio revestirá posición de consumidor cuando sea des-
tinatario final de bienes o servicios. También cuando, por ejemplo,
los destinatarios finales del contrato de consumo celebrado por el
consorcio sean sólo los consorcistas (o incluso alguno de ellos in-
dividualmente considerado), en tanto forman parte del “grupo so-
cial” de la persona jurídica consorcio. Esta última hipótesis puede
ser de mucha relevancia práctica, ya que permitiría demandar in-
vocando la protección consumeril a cada consorcista, prescindien-
do de la “actitud colectiva” que decida tomar el consorcio en el caso
(nótese, por ejemplo, que este último podría decidir no accionar
judicialmente).
Bonfanti (193) ha entendido que el consorcio de propietarios está
protegido por la LDC, ya que no tiene finalidad lucrativa y adquiere
habitualmente bienes o servicios para el funcionamiento correcto
de las instalaciones del edificio, como, por ejemplo, ascensores, fu-
migación o calefacción, entre otros.
En un razonamiento que genera dudas, Farina (194) va un poco
más allá expresando que los consorcios pueden invocar la protec-
ción de la LDC, independientemente del destino que tengan los in-

(193) Bonfanti, Mario A., cit., p. 83.


(194) Farina, Juan M., cit., p. 98.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

muebles que forman parte del edificio. Expresa que sus adquisicio-
nes o utilizaciones de bienes o servicios serán siempre para destino
final.
Más clara es la posición de Rinessi, quien ha dicho que no se po-
drá invocar el carácter de consumidor cuando se trate, por ejemplo,
de edificios íntegramente dedicados a oficinas o estacionamiento
de vehículos (195).
La cuestión será más dificultosa cuando se trate de edificios en
los cuales algunas unidades tienen destino de vivienda mientras
que otras son de carácter comercial en proporciones más o menos
similares. En este supuesto, al generarse dudas sobre la inclusión o
no, estimo (no sin vacilar) que se impone la solución afirmativa, y
el consorcio debiera ser considerado un consumidor.

26. Tiempos compartidos, clubes de campo,


cementerios privados y figuras afines

El art. 1º, LDC, texto según ley 26.361, aclaraba expresamen-


te que los tiempos compartidos, clubes de campo, cementerios
privados y figuras afines se encontraban dentro de su ámbito de
aplicación.
No se visualizaba la razón por la cual fue necesario incluir esta
aclaración, ya que en toda la LDC no había ningún elemento que
permitiera ni siquiera sospechar que estuviesen excluidos.
De todas maneras, lo superfluo no daña.
En la búsqueda de una explicación se ha dicho que la expre-
sa mención de estos supuestos en el art. 1º, LDC, reafirmaba que
nuestra ley había abandonado al “objeto de la relación jurídica”
como elemento de calificación normativa. La adopción de un crite-
rio ratione materiae permitía excluir manifiestamente del ámbito
de la tutela consumeril determinadas relaciones de consumo por
el solo hecho del bien sobre el cual recaían (por ejemplo, los in-
muebles que estaban excluidos de la ley 24.240 en su versión ori-
ginal). A ello se agrega que “no se justifica limitar en virtud del

(195) Rinessi, Antonio Juan, cit., p. 44.

- 111 -
Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

objeto, porque ello trae incongruencias sistemáticas dentro del


ordenamiento” (196).
Esta sobreabundancia ha sido corregida por el CCyCN, tanto en
su art. 1092 como en la sustitución del art. 1º, LDC. Para evitar cual-
quier desinteligencia interpretativa se ha expresado que esa supre-
sión no quiere decir que los consumidores en estos casos queden
excluidos de la protección del Estatuto del Consumidor (197).
Es necesario expresar también que el CCyCN regula de modo
específico al tiempo compartido entre los arts. 2087 y 2102.
El mencionado art. 2087 conceptualiza al tiempo compartido
como el derecho real (198) por el cual “uno o más bienes están afec-
tados a su uso periódico y por turnos, para alojamiento, hospedaje,
comercio, turismo, industria u otros fines y para brindar las presta-
ciones compatibles con su destino”.
El Código aclara de todas formas que “la relación entre el pro-
pietario, emprendedor, comercializador y administrador del tiem-
po compartido con quien adquiere o utiliza el derecho de uso pe-
riódico se rige por las normas que regulan la relación de consumo,
previstas en este Código y en las leyes especiales” (199).
Sobre el tiempo compartido, se ha opinado que “las ventajas
para el consumidor son evidentes, ya que obtiene el uso de una
casa de vacaciones sin invertir en su compra, ni en los gastos de
mantenimiento y de servicios que le resultarían muy onerosos si
los tuviera que asumir individualmente, sin riesgos y pagando sólo
por el período de utilización efectiva. Y también lo son para el pro-

(196) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 88.


(197) Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Garzino, María
Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián, cit., p. 37.
(198) De acuerdo con los arts. 1887 y 2101 del citado Código, el tiempo compartido
es un derecho real. Otro tanto sucede con el cementerio privado (según el primero de
esos preceptos y el art. 2112, aunque este último se refiere al derecho real de “sepultura
sobre la parcela”) y los conjuntos inmobiliarios (según arts. 1887 y 2075 del CCyCN).
(199) Art. 2100, CCyCN. Sin perjuicio de lo que refiere la norma, cabe reparar que
no siempre habrá relación de consumo en la adquisición de tiempos compartidos.
Así, si se adquiere el mismo de un particular que no reviste el carácter de provee-
dor. Lo mismo sucederá si quien lo adquiere lo hace con la idea de transferirlo a un
tercero buscando una ganancia, actuando como intermediario. Pereira, Manuel J.,
“Comentario al art. 2100”, en Herrera, Marisa - Caramelo, Gustavo - Picasso, Se-
bastián (dirs.), cit., t. V, p. 212.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

pietario y el administrador, que obtienen una renta por el uso y los


servicios, al par que se aseguran la venta anticipada, que minimiza
las contingencias de temporadas poco propicias” (200).
También se señaló que, si bien se obtiene alta calidad vacacional
por el pago único de una propiedad, lo cierto también es que uno
de los problemas habituales es la “sobreventa de semanas” (201). Ello
motivó que en el año 2008 se sancione la ley 26.356 (202) de Sistemas
Turísticos de Tiempo Compartido (ley E-3040, DJA), que tuvo entre
sus finalidades tutelar los derechos de los usuarios. No obstante, ya
en el año 2007 existían fallos que consideraban al tiempo compar-
tido como un contrato de consumo (203).
Si bien los abusos suelen ser frecuentes en este ámbito, lo cier-
to es que existen pocas sentencias sobre este tópico (204). Haciendo
memoria se puede decir que, por ejemplo, en algún caso se ha con-
denado solidariamente a los vendedores de un complejo turístico
y a la empresa de intercambio vacacional por los daños derivados
de la no edificación del complejo, pues los primeros ofrecieron en
venta unidades funcionales a edificarse en terrenos que no les per-
tenecían y la segunda integró al sistema de intercambio complejos
cuyos comercializadores no eran sus propietarios, pese a que hicie-
ra creer a los compradores lo contrario (205).

(200) Mariani de Vidal, Marina - Abella, Adriana N., “Reglamentación legal


de los sistemas turísticos de tiempo compartido”, LA LEY, 2014-D, 870.
(201) González Silvano, María de las Victorias, “El tiempo compartido: siste-
ma y algunas reflexiones”, ED, 237-813.
(202) Publicada en el BO en fecha 25/3/2008. Cabe recordar que los arts. 8º a 25
y 39 de dicha ley fueron derogados por el art. 3º, inc. g), de la ley 26.994. Por lo tanto,
perdieron vigencia a partir del 1 de agosto de 2015.
(203) CNCom., sala A, 15/2/2007, “Morganti, Alberto c. Club House San Bernardo
SA y otro”, La Ley Online, AR/JUR/940/2007.
(204) Buscando mayor control sobre la materia, se dictó la resolución 438/2015
del Ministerio de Turismo (publicada en el BO en fecha 4/1/2016) que dispuso la
creación del Registro de Prestadores y Establecimientos Vacacionales afectados al
STTC, en el ámbito de la Dirección de Registro de Agencias de Viajes, dependiente de
la Dirección Nacional de Agencias de Viajes de la Subsecretaria de Calidad Turística
de la Secretaria de Turismo de dicho Ministerio (art. 1º de la citada resolución). Allí
se deben inscribir obligatoriamente los complejos vacacionales que operen bajo la
modalidad de STTC.
(205) CNCom., sala B, 30/6/2004, “González, Ignacia c. Intervac SRL”, LA LEY, 2004-
E, 998.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Los cementerios privados (206), por su parte, están regulados por


el Código en los arts. 2103 a 2113, uno de cuyos artículos dispone
que “la relación entre el propietario y el administrador del cemen-
terio privado con los titulares de las parcelas se rige por las normas
que regulan la relación de consumo previstas en este Código y en
las leyes especiales” (207).
Respecto de los cementerios privados, es necesario advertir que
la relación de consumo no se circunscribe estrictamente a lo re-
lativo a la parcela, sino que también se refiere a todo servicio de
carácter accesorio que propietarios y administradores de aquellos
pueden ofrecer al público.
También habrá que prestar especial atención al cumplimiento
del deber de seguridad por parte de estos propietarios y adminis-
tradores. Verbigracia, si se detecta un incumplimiento habitual
a normas de higiene o salud pública, ello podría configurar una
práctica abusiva y otorgar legitimación consumeril en los términos
del art. 1096 del CCyCN a los vecinos del predio, en su carácter de
expuestos a relaciones de consumo.
Una norma interesante y que puede influir también en dicha
relación es el art. 61 del Código en cuestión que regula las exe-
quias (208). En tal sentido, el propietario y el administrador del ce-
menterio privado podrían incurrir en responsabilidad en los tér-
minos del Estatuto del Consumidor si incumplen con la voluntad
expresa o presunta del fallecido o si no prestan debida atención a
las decisiones de los familiares mencionados en ese precepto.

(206) Conceptualizados por el art. 103 de ese Código como “los inmuebles de pro-
piedad privada afectados a la inhumación de restos humanos”.
(207) Art. 2111, CCyCN. Se ha resaltado la utilidad de establecer que la relación de
consumo se da no solamente con el propietario del predio sino también con su ad-
ministrador, ya que la mayoría de los conflictos que tendrá el consumidor adquirente
de la parcela serán con este último. Pereira, Manuel J., “Comentario al art. 2100”, en
Herrera, Marisa - Caramelo, Gustavo - Picasso, Sebastián (dirs.), cit., t. V, p. 225.
(208) Art. 61, CCyCN: “La persona plenamente capaz puede disponer, por cual-
quier forma, el modo y circunstancias de sus exequias e inhumación, así como la da-
ción de todo o parte del cadáver con fines terapéuticos, científicos, pedagógicos o de
índole similar. Si la voluntad del fallecido no ha sido expresada, o ésta no es presumi-
da, la decisión corresponde al cónyuge, al conviviente y en su defecto a los parientes
según el orden sucesorio, quienes no pueden dar al cadáver un destino diferente al
que habría dado el difunto de haber podido expresar su voluntad”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Por su parte, los clubes de campo están incluidos en la regulación


que el Código hace de los denominados conjuntos inmobiliarios
(arts. 2073 a 2086). Estos últimos están conceptualizados como “los
clubes de campo, barrios cerrados o privados, parques industriales,
empresariales o náuticos, o cualquier otro emprendimiento urba-
nístico independientemente del destino de vivienda permanente o
temporaria, laboral, comercial o empresarial que tenga, comprendi-
dos asimismo aquellos que contemplan usos mixtos, con arreglo a
lo dispuesto en las normas administrativas locales” (209), (210).

27. Usuarios de servicios financieros (211)

La normativa del Banco Central de la República Argentina


(BCRA) —texto ordenado al 14 de junio de 2016, sobre “Protección
de los usuarios de servicios financieros”— establece un concepto
particular de “usuario de servicio financiero” a los fines de la aplica-
ción de dicha reglamentación. Expresa que serán las personas físicas
y jurídicas que en beneficio propio o de su grupo familiar o social y
en carácter de destinatarios finales hacen uso de los servicios ofreci-
dos por los sujetos obligados en dicha reglamentación (212), como así

(209) Art. 2073, CCyCN.


(210) A diferencia de lo que sucede con los arts. 2100 y 2111 del CCyCN, aplicables a
los tiempos compartidos y cementerios privados, respectivamente, la regulación legal
de los conjuntos inmobiliarios en los arts. 2073 y ss. del CCyCN no hace referencia a la
existencia general de una relación de consumo. Esto se explica por el hecho de que allí
no sólo se incluye a clubes de campo y barrios cerrados o privados (en donde es apli-
cable el Derecho del Consumidor) sino también, por ejemplo, a parques industriales o
empresariales, supuestos estos últimos, en donde no existe la característica de “destino
final” que es necesaria para la configuración de una relación de consumo.
Respaldando lo arriba sostenido, se ha razonado que la ausencia de una norma
específica similar a los arts. 2100 y 2111 no viene a significar que el Derecho del Con-
sumidor no sea aplicable en materia de conjuntos inmobiliarios. Mariani de Vidal,
Marina - Abella, Adriana N., “Conjuntos inmobiliarios en el Código Civil y Comer-
cial con especial referencia a los preexistentes”, LA LEY, 2015-B, 869.
(211) Sobre el tema ver el punto V.66 de las Directrices de Naciones Unidas sobre
Protección del Consumidor de diciembre de 2015. Allí la normativa se ocupa expre-
samente de establecer aspectos que no pueden ser dejados de lado por los Estados
al regular los servicios financieros de consumo. Así, por ejemplo, la cuestión relativa
a conflictos de intereses en los proveedores de servicios financieros, mecanismos de
protección de activos de consumidores financieros, control y protección de los datos
de los consumidores contra el fraude y el abuso, etcétera.
(212) Dichos sujetos son las entidades financieras, las casas, agencias y oficinas
de cambio excepto para determinadas operaciones previstas en la normativa, los fi-

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

también quienes de cualquier otra manera están expuestos a una


relación de consumo con tales sujetos.
Forman también parte de esta categoría los deudores de cré-
ditos cedidos por las entidades financieras comprendidas en la
ley 21.526 (213) (Ley Entidades Financieras, ley D-1094, DJA), inde-
pendientemente de que hayan o no sido notificados fehaciente-
mente de la transferencia de su obligación, así como los deudores
de créditos adquiridos por entidades financieras por cesión.
Si se observa bien, cabe notar que este texto legal prevé un con-
cepto de sujeto tutelado más amplio que el que surge de la solución
general del CCyCN que antes se vio. Así, v.gr., incluye al bystander
o “usuario expuesto”.
Esta discordancia seguramente originará problemas de inter-
pretación en el futuro. Si bien la normativa emitida por el BCRA
tiene jerarquía inferior a las leyes, lo cierto es que se está ante una
norma más favorable a los consumidores en cuanto existen más
sujetos en condiciones de solicitar la aplicación de las normas con-
sumeriles, aun cuando su situación no encuadre dentro de los arts.
1092,CCyCN, y 1º, LDC. Ante lo apuntado, la norma aplicable al
caso es la emanada del Banco Central.
Por lo demás, el CCyCN le presta bastante atención a los con-
tratos bancarios de consumo, a los cuales regula específicamente
entre los arts. 1384 y 1389 (se verá esto más adelante).

28. Asociados a mutuales

La Corte mendocina resolvió en el año 2005 que el Estatuto del


Consumidor se aplicaba a la relación de consumo entre la persona
usuaria del servicio de salud prestado por la mutual (a cambio del

duciarios de fideicomisos acreedores de créditos cedidos por entidades financieras


y las empresas no financieras emisoras de tarjetas de crédito o compra, excepto por
las operaciones no comprendidas en la Ley de Tarjetas de Crédito. A ello cabe agre-
gar que cuando terceros desarrollen tareas relativas a servicios ofrecidos por los su-
jetos obligados recién mencionados o en su nombre, ambos serán responsables por
el cumplimiento de norma del BCRA (punto 1.1.2, texto ordenado al 14/6/2016 de la
normativa sobre “Protección de los Usuarios de Servicios Financieros”).
(213) Publicada en el BO en fecha 21/2/1977.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

pago de una cuota mensual), y dicha institución como prestadora


del servicio de salud (214).
La decisión es correcta. El hecho de que el consumidor sea, si-
multáneamente, un asociado de la mutual que le presta diversos
servicios (de salud, financieros, turísticos, etc.) no puede ser un
obstáculo para que se invoque la protección de la LDC. Sobre todo
teniendo en cuenta que las mutuales ocupan en la Argentina un
papel importante para la prestación de determinados servicios
como los recién mencionados (215).

29. Asociaciones de consumidores

Aclaran los Stiglitz (216) que sólo son consumidores las personas
físicas o jurídicas que pueden ser “aislados” en la relación que los
vincula con quien le suministra el producto o servicio. En razón de
ello, no entran en la categoría las asociaciones que agrupan a estos
consumidores.
Estoy de acuerdo en principio con esta postura. Estos sujetos, en
principio, simplemente representan los intereses de los verdaderos
consumidores y pueden actuar en defensa de ellos.
Sin embargo, si la asociación, a título personal, entabló una re-
lación de consumo con un proveedor, podrá ser considerada como
un consumidor ya que, al no llevar adelante actividad empresarial
alguna será siempre destinataria final de todos los bienes o servi-
cios que adquiera o utilice.

(214) SCJ Mendoza, sala I, 16/9/2005, “Sarmantano, Carolina V. c. Sociedad Espa-


ñola de Beneficencia y Mutualidad Hospital Español de Mendoza”, LLGran Cuyo, 2006
(julio), p. 762.
(215) En otro caso se condenó a una administradora de un plan de capitaliza-
ción y a una asociación mutual a restituir al accionante las cuotas abonadas en un
plan suscripto mediante una publicidad tendenciosa que inducía a suponer que se-
ría entregado un automóvil en un tiempo determinado. CCiv. y Com. Salta, sala III,
17/9/2015, “M., E. c. Planauto para fines determinados SA de Cap. y ahorro; APLA
(Asociación Mutual entre Trab. y Adherentes a Planauto) s/sumarisimo o verbal”,
RCyS, 2015-XII-100.
(216) Stiglitz, Rubén S. - Stiglitz, Gabriel A., cit., p. 179.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

30. Los consumidores y la energía nuclear (217)

La norma española excluye expresamente de su regulación de


la responsabilidad por bienes o servicios defectuosos a los daños
causados por incidentes nucleares, siempre y cuando esos perjui-
cios estén cubiertos por convenios internacionales que hayan sido
ratificados por los Estados miembros de la UE (218). Esto no es más
que una derivación de la normativa comunitaria europea sobre el
tema (219).
En la Argentina no existen inconvenientes de tipo normativo
que impidan a un sujeto reclamar en los términos del Estatuto del
Consumidor por los daños sufridos frente a un explotador nuclear.
Los usuarios de energía nuclear, en tanto sean sus destinatarios
finales, tienen derecho a invocar las normas consumeriles frente al
explotador, pues este último encuadra perfectamente en la noción
de proveedor que prevé el art. 2º, LDC. Incluso se podrían plantear
acciones contra otros sujetos distintos al explotador, pero que par-
ticipan de la actividad nuclear (siempre y cuando ellos puedan ser
considerados proveedores, lógicamente).
No obstante, la aplicación de las normas de defensa del consu-
midor podría implicar que el damnificado que invoca el carácter
de consumidor no pueda valerse de ciertos “beneficios” a favor de
los damnificados que surgen de la normativa internacional vigente
en materia de energía nuclear (220).

(217) Me ocupé de este tema en Chamatropulos, Demetrio A., “Daños masi-


vos derivados de la actividad nuclear y de hechos de terrorismo”, en Trigo Represas,
Félix A. - Benavente, María Isabel (dirs.), Reparación de Daños a la Persona, t. IV,
La Ley, Buenos Aires, 2014, ps. 115 y ss. También se puede ver Manóvil, Rafael M.,
“Responsabilidad civil nuclear”, Acad. Nac. de Derecho, 2010 (junio), p. 9.
(218) Art. 129.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.
(219) Art. 14, directiva 85/374/CEE, del 25/6/1985, sobre la aproximación de las
disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros en
materia de responsabilidad por los daños causados por productos defectuosos.
(220) La Argentina ha ratificado tanto la Convención de Viena sobre Responsabi-
lidad Civil por Daños Nucleares del 21/5/1963 como su Protocolo del 12/9/1997 sus-
cripto en la misma ciudad. Lo primero a través de la ley 17.048 (publicada en el BO
en fecha 16/12/1966) mientras que lo segundo mediante la ley 25.313 (publicada en
el BO el 18/10/2000). Cabe destacar que sólo la Convención tiene vigencia, pero no
el Protocolo por carecer este último del número de ratificaciones necesario exigido al
momento de suscribirse.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

31. Los consumidores de medios de prensa


y de comunicación

Independientemente del tipo de medio de comunicación de que


se trate (gráfico, radio, televisión, etc.) el destinatario final de sus
servicios o contenidos puede ser considerado un sujeto protegido
por el Estatuto del Consumidor (221).
En un antecedente jurisprudencial incluso se consideró que la
prensa cumple tanto el rol de ser proveedora de información y for-
madora de opinión pública, como el de prestar servicios que toda la
sociedad consume, constituyéndose en una empresa cuya esencial
finalidad es obtener lucro, razón por la cual su actividad encuadra
en las previsiones de la LDC (222).
Al solo título informativo, se puede citar también un caso que
llegó a plantearse en la CSJN (aunque se trató de una cuestión de
competencia), en el cual la parte actora invocó el carácter de usua-
rio y consumidor frente a distintos medios de prensa (en nombre
propio y de sus hijos menores de edad), buscando hacer cesar con-
tenidos en ellos publicados (se trataba de ofrecimientos, fotos y di-
bujos que caratuló como obscenos en la sección de avisos clasifica-
dos de seis diarios de circulación nacional (223)).

32. Usuarios de redes sociales y buscadores


de Internet

En la Argentina, el tema de la existencia de una relación de con-


sumo entre los usuarios de redes sociales y las empresas que han
ideado estas últimas va tomando importancia (224). Otro tanto suce-

(221) Sobre el tema cabe recordar que la ley 26.522 (Servicios de Comunicación
Audiovisual, ley I-3128 DJA), publicada en el BO en fecha 10/10/2009, contiene algu-
nas disposiciones que protegen a los usuarios o consumidores de estos servicios. En
tal sentido se destaca, por ejemplo, la regulación de la publicidad (arts. 4º, 59, 61, 68,
81 a 83, entre otros).
(222) CCiv. Com. y Garantías Penal Necochea, 2/9/1999, “Cazabat, Norma S. c.
Editorial Perfil SA”, LLBA, 2000-346.
(223) CSJN, 1/6/2000, “Rodríguez Ruiz, Alberto c. Diario Clarín y otros”, La Ley On-
line AR/JUR/5937/2000.
(224) Müler, Germán E., “La responsabilidad de las redes sociales en Internet”,
Sup. Act., 8/11/2012, p. 1. Con anterioridad se ha referido al tema: Tomeo, Fernan-
do, “Las redes sociales y su régimen de responsabilidad civil”, LA LEY, 2010-C, 1025.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

de con el vínculo con los buscadores de Internet (225), respecto del


cual se ha manifestado cierta jurisprudencia (226). Lo mismo podría
decirse con el vínculo con proveedores de servicios de mensaje-
ría instantánea o aplicaciones para teléfonos móviles, aun cuando
sean “gratuitos”, tal como se explicó en páginas anteriores.

(225) Bilvao Aranda, Facundo M., “Apuntes sobre la responsabilidad civil de los
buscadores de contenidos en Internet”, RCyS, 2013-I-25.
(226) En este fallo se dijo que el despliegue de actividades de los proveedores de
servicios de Internet, en cuanto traen aparejados riesgos para los usuarios y terceros,
pueden ser analizados en el marco de la responsabilidad objetiva y solidaria que con-
sagra el art. 40, LDC, en virtud de la cual todo aquel que interviene en la cadena ne-
gocial debe responder por los daños reclamados, salvo que pruebe causa ajena. CN-
Civ., sala J, 31/8/2012, “K., A. P. c. Yahoo de Argentina SRL y otro”, LA LEY, 2012-E, 662.
Sobre el tema es importante recordar que la CSJN en un trascendente fallo ha re-
suelto que los buscadores de Internet responden por el contenido que les es ajeno,
con base en las normas de responsabilidad subjetiva cuando han tomado efectivo
conocimiento de la ilicitud de ese contenido si tal conocimiento no fue seguido de un
actuar diligente. Es decir, se ha rechazado la aplicación de una responsabilidad basa-
da en factores objetivos de atribución. Al no haberse resuelto este caso con base en
las normas de defensa del consumidor, queda la duda de si la solución sería similar
si el reclamo se realiza con fundamento en la existencia de una relación de consumo
entre usuario y buscador de Internet. CSJN, 28/10/2014, “Rodríguez, María Belén c.
Google Inc. s/daños y perjuicios”, LA LEY, 2014-F, 401.
También puede citarse el caso de una acción de amparo intentada contra la Direc-
ción General de Defensa y Protección del Consumidor porteña a fin de que se le orde-
ne establecer un Protocolo Interno de Protección al Derecho de Intimidad por parte
de los proveedores de servicios de búsqueda en Internet domiciliados en la CABA.
El reclamo fue admitido en primera instancia pero revocado en cámara bajo el ar-
gumento de que al tratarse de un servicio vinculado a las telecomunicaciones que
tiene carácter interjurisdiccional, no resultaba adecuado que una regulación sobre
la materia pueda ser expedida por un organismo administrativo, so riesgo de exceso
reglamentario y alteración del principio de división de poderes. CCont. Adm. y Trib.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sala II, 25/2/2015, “Gil Domínguez, Andrés Fa-
vio c. Dirección General de Defensa y Protección del Consumidor del GCBA y otros
s/amparo”,LA LEY, 2015-C, 84. En primera instancia se había resuelto que, al haber-
se constatado que el organismo antes mencionado incurrió en una inactividad in-
constitucional respecto de la protección del derecho a la intimidad informática de
los habitantes de la CABA, cabía ordenarle que adopte, en un plazo de 180 días, las
medidas necesarias a fin de exigir a los proveedores de servicios de búsqueda de In-
ternet que incorporen de manera obligatoria el Protocolo antes citado. Como dato
de importancia también aclaró que los buscadores de Internet eran proveedores de
servicios no excluidos de la aplicación de la LDC y los que los contratan o utilizan
eran consumidores a los efectos de la misma normativa, encontrándose por ende en
el ámbito de la autoridad de aplicación el control de su desenvolvimiento y el poder
de policía sobre la actividad. JCont. Adm. y Trib. Nº 18 Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, 10/10/2014, “Gil Domínguez Andrés Favio c. Dirección General de Defensa y
Protección del Consumidor del GBA s/amparo”, DJ, 22/4/2015, p. 71.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

No existen dudas de que se trata de una relación de con-


sumo en la cual incluso el usuario entra en la categoría de
“sub-consumidor” (227).
Amén de ello, no puede desconocerse la activa participación de
menores de edad en redes sociales, por ejemplo. Esos proveedores
deberían tomar medidas adecuadas destinadas a evitar que se faci-
lite la comisión del delito de grooming (228), entre otros ilícitos.
El tema de la protección de los menores en el ámbito virtual es
tan relevante que la normativa comunitaria europea se ha comen-
zado a ocupar de ella. Se puede citar, por ejemplo, la decisión euro-
pea 1351/2008/CE (del 16/12/2008) que establece un programa co-
munitario plurianual sobre la protección de la infancia en el uso de
Internet y de otras tecnologías de la comunicación (“Safe Internet”).
Dicho programa busca dos objetivos fundamentales: profundi-
zar el conocimiento respecto del uso que los niños le dan actual-
mente a Internet, y determinar los riesgos a los que éstos se expo-
nen para poder luchar contra ellos.

33. El alcance de la noción de consumidor


en el Derecho Comparado

Es útil pasar revista por diferentes regímenes normativos de


Europa y Latinoamérica a fin de intentar vislumbrar si existen ten-
dencias transnacionales que permitan discernir cuál será el alcan-
ce de la noción de consumidor en los próximos años (229).

(227) Cierta protección normativa específica ha comenzado a evidenciarse re-


cientemente para los usuarios de Internet en general mediante la aparición de leyes
como la 27.078 denominada “Argentina Digital. Tecnología de la información y las
comunicaciones” (publicada en el BO en fecha 19/12/2014).
(228) Regulado en el art. 131 del CPen. (incorporado por la ley 26.904, publicada
en el BO en fecha 11/12/2013). Dicho precepto expresa lo siguiente: “Será penado
con prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años el que, por medio de comunicaciones
electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de da-
tos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier
delito contra la integridad sexual de la misma”.
(229) Es importante destacar que las Directrices de Naciones Unidas sobre Protec-
ción al Consumidor de 2015, en su punto II.3, caracterizan al consumidor expresando
que “A los efectos de las presentes Directrices, el término ‘consumidor’ hace referen-
cia, por lo general, a una persona física, con independencia de su nacionalidad, que
actúa principalmente con fines personales, familiares o domésticos, si bien se reco-

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Se centrará la atención primero en el caso de Europa, en don-


de se indagará tanto en su normativa comunitaria como en la de
algunos de sus países miembros. En segundo lugar, se pondrá el
foco en buena parte de los Estados latinoamericanos. Finalmente,
se determinará si existe alguna tendencia normativa a nivel global
o continental.
Comencemos por el viejo continente.
1. En el ámbito de la UE, por ejemplo, la normativa comunitaria
circunscribe directamente el concepto a la persona física, aunque
cabe aclarar que en esto el Derecho Comunitario funciona como un
piso mínimo, pudiendo los Estados miembros hacer más extensivo
dicho concepto de consumidor. Asimismo, en esas conceptualiza-
ciones de la UE se encuentra presente la nota de “ajenidad” respec-
to de eventuales actividades profesionales de los consumidores.
Como ejemplos de la normativa comunitaria que define al con-
sumidor de una manera restrictiva, se pueden citar las directivas
2011/83/UE de 2011 (230)” (231), 93/13/CEE de 1993 sobre “Cláusu-
las abusivas en los contratos celebrados con consumidores” (232),
98/6/CE de 1998 sobre “Protección de los consumidores en ma-
teria de indicación de los precios de los productos ofrecidos a los
consumidores” (233) o 2005/29/CE de 2005 sobre “Prácticas comer-
ciales desleales de las empresas en sus relaciones con los consu-

noce que los Estados Miembros podrán adoptar diferentes definiciones para abordar
necesidades internas específicas”. Como datos llamativos se observa que la protec-
ción se perfila en principio para las personas humanas y que la noción de “destino
final” no aparece en la noción transcripta.
(230) Directiva sobre los derechos de los consumidores, por la que se modifican la
directiva 93/13/CEE del Consejo y la directiva 1999/44/CE del Parlamento Europeo y
del Consejo y se derogan la directiva 85/577/CEE del Consejo y la Directiva 97/7/CE
del Parlamento Europeo y del Consejo.
(231) Art. 2º, directiva 2011/83/UE: “Definiciones. A efectos de la presente Direc-
tiva, se entenderá por: ‘consumidor’: toda persona física que, en contratos regulados
por la presente Directiva, actúe con un propósito ajeno a su actividad comercial, em-
presa, oficio o profesión…”.
(232) Art. 2º, directiva 93/13/CEE: “A efectos de la presente Directiva se entenderá
por:… b) ‘Consumidor’: toda persona física que, en los contratos regulados por la pre-
sente Directiva, actúe con un propósito ajeno a su actividad profesional…”.
(233) Art. 2º, directiva 98/6/CE: “A efectos de la presente Directiva se entenderá
por:…e) ‘consumidor’: cualquier persona física que compre un producto con fines
ajenos a su actividad comercial o profesional”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

midores en el mercado interior” (234). Lo mismo sucede cuando se


refiere a los usuarios, que sólo pueden ser personas físicas (235). La
directiva 2014/40/UE del 3/4/2014 sobre aproximación de las dis-
posiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados
miembros en materia de fabricación, presentación y venta de los
productos del tabaco y los productos relacionados contiene incluso
una definición de consumidor más precisa (y restrictiva) que las
anteriores (236).
2. España, por ejemplo, ha optado por definir a los consumido-
res de manera más o menos amplia. Los caracteriza como las per-
sonas físicas que actúan en un ámbito ajeno a una actividad pro-
fesional o empresarial y “las personas jurídicas y las entidades sin
personalidad jurídica que actúen sin ánimo de lucro en un ámbito
ajeno a una actividad comercial o empresarial” (237).
3. En Francia, si bien se discute sobre el alcance del concepto
de consumidor, lo cierto es que su Código específico en la materia
no trae definición alguna al respecto (238), lo cual colabora a tornar
impreciso el ámbito de aplicación de la legislación consumeril de
dicho país. Paisant ha puesto de resalto que tal incertidumbre con-
tribuye a contrariar la efectividad del Derecho del Consumidor (239).

(234) Art. 2º, directiva 2005/29/CE:“Definiciones. A efectos de la presente Direc-


tiva, se entenderá por: a) ‘consumidor’: cualquier persona física que, en las prácticas
comerciales contempladas por la presente Directiva, actúe con un propósito ajeno a
su actividad económica, negocio, oficio o profesión…”.
(235) Directiva 2002/58/CE, 12/7/2002, sobre protección de la privacidad y las co-
municaciones electrónicas.
(236) Art. 2.35, directiva 2014/40/UE, 3/4/2014: “Definiciones. A efectos de la pre-
sente Directiva, se entenderá por: 35. ‘consumidor’: toda persona física que actúe con
fines ajenos a sus actividades comerciales, empresariales, ocupacionales o profesio-
nales”.
(237) Art. 3º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “Concepto general de
consumidor y de usuario. A efectos de esta norma y sin perjuicio de lo dispuesto ex-
presamente en sus libros tercero y cuarto, son consumidores o usuarios las personas
físicas que actúen con un propósito ajeno a su actividad comercial, empresarial, ofi-
cio o profesión.
”Son también consumidores a efectos de esta norma las personas jurídicas y las en-
tidades sin personalidad jurídica que actúen sin ánimo de lucro en un ámbito ajeno
a una actividad comercial o empresarial”.
(238) Code de la Consommation (ley 93.949 de 1993).
(239) Paisant, Gilles, “La Protección a los Consumidores en el Derecho Fran-
cés”, disponible en el sitio web: http://aspirantesenj.wordpress.com/2007/06/05/con-

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

4. Alemania incluyó en su CCiv. modificado (BGB), vigente des-


de el año 2002, la noción de consumidor circunscribiendo el tér-
mino sólo a las personas físicas (240), en la medida en que el negocio
jurídico celebrado no se vincule con la actividad empresarial o pro-
fesional independiente de aquéllas (241).
5. El Codice del Consumo italiano, por su parte, también circuns-
cribe la tutela a las personas físicas (242) cuando actúan con fines
ajenos a su actividad comercial, profesional, industrial o artesanal.
En Latinoamérica, por su parte, también se observa un diferen-
te alcance de la noción de consumidor:
1. En el ámbito del Mercosur, cabe citar la resolución 34/2011
del Grupo Mercado Común, que establece ciertos conceptos bási-
cos del Derecho del Consumidor (243), aunque aclara que cada Esta-
do parte puede tener disposiciones más rigurosas al respecto para
garantizar un nivel de protección más elevado al consumidor en su
territorio (244).
Así, define al consumidor como “toda persona física o jurídi-
ca que adquiere o utiliza productos o servicios en forma gratuita
u onerosa como destinatario final, en una relación de consumo o
como consecuencia o en función de ella. No se considera consu-
midor aquel que sin constituirse en destinatario final adquiere,
almacena, utiliza o consume productos o servicios con el fin de
integrarlos como insumo directo a otros productos o servicios en
proceso de producción, transformación, comercialización o pres-
tación a terceros” (245).

ferencia-la-proteccion-a-los-consumidores-en-el-derecho-frances/ (fecha de consulta:


29/1/2015).
(240) El término utilizado en rigor es “personas naturales” (natürliche person).
(241) § 13, Bürgerliches Gesetzbuch (BGB): “Verbraucher ist jede natürliche Per-
son, die ein Rechtsgeschäft zu Zwecken abschließt, die überwiegend weder ihrer
gewerblichen noch ihrer selbständigen beruflichen Tätigkeit zugerechnet werden
können”.
(242) Art. 3º, Codice del Consumo (decreto legislativo 206/2005):“Definizioni. 1. Ai
fini del presente codice ove non diversamente previsto, si intende per: a) “Consuma-
tore o utente: la persona fisica che agisce per scopi estranei all’attività imprenditoria-
le, commerciale, artigianale o professionale eventualmente svolta…”.
(243) Consumidor, proveedor, relación de consumo, servicio, producto, deber de
información y oferta vinculante.
(244) Art. 2º, resolución 34/2011, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(245) Art. 1.a, resolución 34/2011, Grupo Mercado Común, Mercosur.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

2. El Código brasileño contiene una noción amplia de consu-


midor (246), abarcativa no sólo de personas físicas y jurídicas que
adquieran bienes y servicios como destinatarios finales sino que
también contiene a los denominados bystanders, aunque con un
alcance más restringido al establecido en el art. 1º de la LDC argen-
tina, texto según ley 26.361 (ya no vigente)
3. Chile, por su parte, en su ley 19.496 (247) define al consumidor
o usuario de modo ambivalente pues, si bien incluye a las perso-
nas jurídicas, advierte de modo expreso que todo sujeto que pueda
ser incluido en la definición de “proveedor” no puede ser tutelado
como “consumidor” (248). Aunque el razonamiento que efectúa la
norma es lógico y correcto, pareciera dejar poco margen para que
personas jurídicas (especialmente las constituidas con finalidades
de lucro) puedan invocar la protección de este plexo normativo.
4. La ley uruguaya 17.250 escoge también, en su art. 2º, un signi-
ficado amplio del concepto consumidor (abarcando personas jurí-
dicas), aunque su letra legal veda expresamente toda hermenéutica
que pretenda extender la protección a una persona jurídica respec-
to de bienes o servicios integrados no sólo directa, sino también in-
directamente en sus procesos de fabricación, comercialización, etc.
Es decir, el texto se pronuncia expresamente a favor de una postura
finalista, dejando de lado, por lo tanto, la idea maximalista (249).

(246) Art. 2º, CDC de Brasil: “Consumidor é toda pessoa física ou jurídica que ad-
quire ou utiliza produto ou serviço como destinatário final.
”Parágrafo único. Equipara-se a consumidor a coletividade de pessoas, ainda que
indetermináveis, que haja intervindo nas relações de consumo”.
(247) Art. 1º, ley 19.496 de Chile: “Ámbito de aplicación y definiciones básicas…
Para los efectos de esta ley se entenderá por:… 1.- Consumidores o usuarios: las per-
sonas naturales o jurídicas que, en virtud de cualquier acto jurídico oneroso, adquie-
ren, utilizan, o disfrutan, como destinatarios finales, bienes o servicios. En ningún
caso podrán ser considerados consumidores los que de acuerdo al número siguiente
deban entenderse como proveedores”.
(248) Art. 2º, párr. 2º, ley 19.496 de Chile: “Proveedores…No se considerará pro-
veedores a las personas que posean un título profesional y ejerzan su actividad en
forma independiente”.
(249) Art. 2º, ley 17.250 de Uruguay: “Consumidor es toda persona física o jurídica
que adquiere o utiliza productos o servicios como destinatario final en una relación
de consumo o en función de ella.
”No se considera consumidor o usuario a aquel que, sin constituirse en destinata-
rio final, adquiere, almacena, utiliza o consume productos o servicios con el fin de
integrarlos en procesos de producción, transformación o comercialización”.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

5. La ley 1334 de Paraguay (250) dispone una definición amplia de


consumidores y usuarios, incluyendo a personas físicas y jurídicas
que consuman como destinatarios finales.
6. La ley 453 de Bolivia se enrola en una postura muy parecida
a la de Paraguay (251).
7. El Código de Protección y Defensa del Consumidor peruano
define la noción de consumidor con un grado de detalle ostensible-
mente superior al del resto de las normas latinoamericanas sobre
la materia (252).
Así, además de incluir a las personas jurídicas de modo general
como lo hacen las otras legislaciones de la región, autoriza expre-
samente a los microempresarios a invocar la tutela del régimen en
determinados supuestos. Prevé como solución incluso para los ca-
sos de duda la aplicación del Código cuando no surja claramente el
carácter de consumidor o no de un sujeto.
8. La Ley Orgánica de Defensa del Consumidor ecuatoriana (253)
define también al consumidor de modo lato (abarcando personas
físicas y jurídicas) siempre y cuando actúe como destinatario final.

(250) Art. 4º, ley 1334 de Paraguay: “A los efectos de la presente ley, se entenderán
por:… a) Consumidor y usuario: a toda persona física o judicial nacional o extranjera
que adquiera, utilice o disfrute como destinatario final de bienes o servicios de cual-
quier naturaleza”.
(251) Art. 5.1, ley 453 de Bolivia: “Usuarias y Usuarios, Consumidoras y Consumi-
dores. Son las personas naturales o jurídicas que adquieran, utilizan o disfrutan pro-
ductos o servicios, como destinatarios finales”.
(252) Art. IV, ley 29.571 de Perú. “Definiciones. Para los efectos del presente Có-
digo, se entiende por:…1) Consumidores o usuarios. 1.1. Las personas naturales o
jurídicas que adquieren, utilizan o disfrutan como destinatarios finales productos o
servicios materiales e inmateriales, en beneficio propio o de su grupo familiar o so-
cial, actuando así en un ámbito ajeno a una actividad empresarial o profesional. No
se considera consumidor para efectos de este Código a quien adquiere, utiliza o dis-
fruta de un producto o servicio normalmente destinado para los fines de su actividad
como proveedor. 1.2. Los microempresarios que evidencien una situación de asime-
tría informativa con el proveedor respecto de aquellos productos o servicios que no
formen parte del giro propio del negocio. 1.3 En caso de duda sobre el destino final
de determinado producto o servicio, se califica como consumidor a quien lo adquie-
re, usa o disfruta”.
(253) Art. 2º, ley 2000-21 de Ecuador: “Definiciones. Para efectos de la presente
Ley, se entenderá por:…Consumidor. Toda persona natural o jurídica que como des-
tinatario final, adquiera, utilice o disfrute bienes o servicios, o bien reciba oferta para
ello. Cuando la presente Ley mencione al consumidor, dicha denominación incluirá
al usuario”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

9. Como nota saliente de la ley colombiana debe señalarse que


otorga el carácter de consumidor, aun cuando la persona física o
jurídica que actúa como destinatario final busque satisfacer una
necesidad de tipo empresarial, en la medida en que no se vincule
intrínsecamente con su actividad económica (254).
Es decir, da lugar a que empresarios invoquen la ley consume-
ril a su favor en los supuestos de bienes o servicios integrados de
modo solamente indirecto a la cadena de producción o comercia-
lización de los propios bienes o servicios que ofrece al mercado. Se
trata de una posición que se acerca mucho a la posición maxima-
lista, a diferencia, v.gr., de la legislación uruguaya que se inclina
por la solución contraria como antes se ha podido ver.
10. La Ley Federal de Protección al Consumidor de México de-
fine al consumidor también de un modo amplio, incluyendo per-
sonas físicas y jurídicas que actúen como destinatarios finales (255).
Asimismo, establece una original solución respecto de la posi-
bilidad de que los sujetos puedan ser considerados consumidores,
no obstante integrar los bienes o servicios a sus propias cadenas de

(254) Art. 5º, ley 1480 de Colombia: “Definiciones. Para los efectos de la presente
ley, se entiende por:… 3. Consumidor o usuario. Toda persona natural o jurídica que,
como destinatario final, adquiera, disfrute o utilice un determinado producto, cual-
quiera que sea su naturaleza para la satisfacción de una necesidad propia, privada,
familiar o doméstica y empresarial cuando no esté ligada intrínsecamente a su activi-
dad económica. Se entenderá incluido en el concepto de consumidor el de usuario…”.
A fin de evitar cualquier confusión o distinción artificial, se aclara que la ley colom-
biana, si bien hace referencia sólo a productos dentro del marco tuitivo, incluye den-
tro de dicho vocablo tanto a bienes y servicios. En tal sentido, el citado art. 5.8. define
a los productos como “todo bien o servicio”.
(255) Art. 2º, Ley Federal de Protección al Consumidor de México: “Para los efec-
tos de esta ley, se entiende por:… Consumidor: la persona física o moral que adquie-
re, realiza o disfruta como destinatario final bienes, productos o servicios. Se entiende
también por consumidor a la persona física o moral que adquiera, almacene, utilice
o consuma bienes o servicios con objeto de integrarlos en procesos de producción,
transformación, comercialización o prestación de servicios a terceros, únicamente
para los casos a que se refieren los arts. 99 y 117 de esta ley.
”Tratándose de personas morales que adquieran bienes o servicios para integrarlos
en procesos de producción o de servicios a terceros, sólo podrán ejercer las acciones
a que se refieren los referidos preceptos cuando estén acreditadas como microem-
presas o microindustrias en términos de la Ley para el Desarrollo de la Competitivi-
dad de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa y de la Ley Federal para el Fomento de
la Microindustria y la Actividad Artesanal, respectivamente y conforme a los requisi-
tos que se establezcan en el Reglamento de esta ley”.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

producción o comercialización, no sólo indirectamente sino tam-


bién de modo directo incluso.
Para poder acceder a esta protección diferenciada, la normativa
mexicana exige que se trate de microempresas o microindustrias
inscriptas como tales ante las autoridades del Estado.
Por otra parte, el legislador de este país ha establecido un techo
cuantitativo para que se pueda gozar de esta protección del régimen
de defensa del consumidor. En tal sentido, los arts. 99 (256) y 117 (257)
de esta ley permiten la tutela cuando las operaciones económicas
objeto del reclamo no superen una suma determinada de dinero
que se va actualizando periódicamente (actualmente ese monto
asciende a los 473.099 pesos mexicanos que equivaldrían a 25.628
dólares estadounidenses (258) o 380.064 pesos argentinos (259)).
Se constata así que se trata de una alternativa inexistente en el
resto de los regímenes legales del Derecho Comparado abordados
hasta aquí. Podría considerarse que existe cierta similitud con el
sistema peruano, pero en este último sólo se permite la invocación
de Estatuto consumeril cuando el objeto de consumo es ajeno al
giro del negocio del microempresario protegido.
Del panorama reseñado surge lo siguiente:

(256) El art. 99 de esta ley, al establecer que la Procuraduría Federal del Consu-
midor recibirá las quejas y reclamos de los consumidores, dispone, en su penúlti-
mo párrafo que “las reclamaciones de las personas físicas o morales a que se refiere
la fracción primera del artículo 2 de esta ley, que adquieran, almacenen, utilicen o
consuman bienes o servicios con objeto de integrarlos en procesos de producción,
transformación, comercialización o prestación de servicios a terceros, serán proce-
dentes siempre que el monto de la operación motivo de la reclamación no exceda de
$ 473.099”.
(257) El art. 117 preceptúa que la Procuraduría referida en la cita anterior puede
actuar también como árbitro entre proveedores y consumidores. Agrega que“cuando
se trate de aquellas personas físicas o morales a que se refiere la fracción primera del
artículo 2 de esta ley, que adquieren, almacenen, utilicen o consuman bienes o ser-
vicios con objeto de integrarlos en procesos de producción, transformación, comer-
cialización o prestación de servicios a terceros, la Procuraduría podrá fungir como
árbitro siempre que el monto de lo reclamado no exceda de $ 473.099”.
(258) Tomando el tipo de cambio oficial del día 23 de agosto de 2016: un dólar =
18,611 pesos mexicanos.
(259) Tomando el tipo de cambio oficial del día 23 de agosto de 2016: un peso ar-
gentino = 1,247 pesos mexicanos.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

1. Los principales países europeos y la UE parecieran avanzar


hacia la protección solamente de las personas físicas, dejando a un
lado a las jurídicas.
En tal sentido, se vio que la normativa comunitaria de la UE,
Alemania e Italia restringen claramente el concepto de consumi-
dor identificándolo con la persona física. Solamente España ex-
tiende normativamente la tutela a las personas jurídicas. Francia
se encuentra en una situación intermedia, producto de su falta de
definición legislativa de la noción de consumidor.
También se constató que la nota de ajenidad está presente en
todos los casos explicados.
Consecuencia de las dos características apuntadas, se podría
plantear que en Europa, en principio, resulta difícil que una com-
pañía (constituida bajo formas societarias, v.gr.) invoque la tutela
del Derecho del Consumidor a su favor. En España la posibilidad
guarda alguna chance más al igual que en Francia, en donde la in-
certidumbre legislativa puede permitir que en algún caso jurispru-
dencial se otorgue la tutela.
Cuando se trate de profesionales liberales o comerciantes uni-
personales, uno de los obstáculos desaparece (el requisito de ser
sólo persona física) y las posibilidades se pueden acrecentar. En es-
tas situaciones, lo que terminará definiendo la suerte de quien se
pretenda consumidor será la nota de ajenidad prevista en todas las
legislaciones revisadas (260).
Por otra parte, se observa que en Europa la figura del bystander
no es incluida en las definiciones de consumidor.
2. Latinoamérica pareciera que avanza en una dirección distin-
ta a la de Europa.
Así, se permite de modo expreso a las personas jurídicas invo-
car el Estatuto del Consumidor. En tal sentido, no hay discordan-

(260) Debe resaltarse que algunas normas comunitarias, si bien restringen la pro-
tección a los usuarios como personas físicas, lo hacen no sólo respecto del uso priva-
do de determinados servicios sino también con respecto al uso comercial. Esto acon-
tece, v.gr., con los usuarios de servicios de comunicación electrónica, definidos por el
art. 2.a. de la directiva 2002/58/CE.

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Art. 1º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cias entre la Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia,


Perú, Ecuador, Colombia y México (261).
Superada esa primera valla, también se constata que los países
referidos regulan lo relativo a la nota de ajenidad con diferentes
grados de intensidad.
Aquí hay algunas diferencias de criterio.
Por un lado, aquellas legislaciones que ni admiten ni niegan ex-
presamente la posibilidad de que un sujeto (que será generalmente
una persona jurídica) pueda ser considerado consumidor cuando
el bien o servicio adquirido o utilizado sea integrado directa o indi-
rectamente a la cadena de producción o comercialización de aquél.
Éstos son los casos que implican en la práctica mayores dificul-
tades, ya que la tarea de discernir qué empresa puede invocar la ley
y qué empresa no, queda en manos de la jurisprudencia y de la doc-
trina, con la incertidumbre jurídica que ello naturalmente origina.
Sería el caso de la Argentina, Brasil, Chile (262), Paraguay, Boli-
via, y Ecuador.
Por otro lado, están aquellos países que prevén expresamente
que, bajo determinadas condiciones, las normas de defensa del
consumidor protegen a quienes integran los bienes o servicios ad-
quiridos en procesos de producción o comercialización.
Aquí se encuentran Perú, Colombia y México.

(261) Entre los países sudamericanos cabe tener presente que Venezuela no cuen-
ta hoy en día con una Ley de Defensa del Consumidor. Cabe aclarar que sí las tuvo en
el pasado, con normas específicas en la materia que se fueron derogando unas a otras
en los últimos veinte años. La última de ellas (decreto con rango, valor y fuerza de ley
para la “Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios”, cuya última re-
forma fue publicada en la Gaceta Oficial de dicho país en fecha 1 de febrero de 2010)
fue derogada por el decreto de similar naturaleza 600, denominado “Ley Orgánica de
Precios Justos”, publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela el 23 de enero de 2014. A
su vez esta última fue reemplazada por un nuevo texto mediante el decreto 2092 pu-
blicado el 8 de noviembre de 2015.
(262) Respecto de este país cabe una salvedad, ya que si bien su texto no lo pro-
híbe expresamente, pareciera no haber mucho margen para que una empresa pueda
ser considerada consumidora o usuaria en los términos del Estatuto consumeril en
aquellos casos que adquiere o utiliza bienes o servicios integrándolos mediata o in-
mediatamente a su cadena de producción o comercialización.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 1º, ley 24.240

Dentro de este grupo, Perú pareciera autorizar en su ley la pro-


tección para casos de integración indirecta pero sólo en la medida
de que se trate de microempresarios, aunque la consagración de
una especie de principio in dubio pro actione lleva a flexibilizar os-
tensiblemente el criterio en los hechos.
Prestando atención a la norma mexicana, ella no distingue en-
tre integración mediata o inmediata, pero viabiliza la invocación
del Estatuto solamente para los microempresarios o microindus-
triales inscriptos como tales y en la medida de que las operaciones
involucradas no superen una cantidad determinada de dinero. Es
la única de las legislaciones aquí revisadas que busca fijar límites
acudiendo a alternativas monetarias.
El texto colombiano, por su parte, se inclina expresamente por
la tutela sólo para casos de integración mediata, aunque no pone
límites subjetivos (como Perú) o subjetivo-cuantitativos (como
México).
Por último, en posición solitaria se encuentra Uruguay, ya que
su régimen legal niega expresamente tutela a quien integre de
cualquier manera los bienes o servicios adquiridos a una cadena
de producción o comercialización. Al no efectuar diferenciaciones,
estaría vedada la invocación del plexo legislativo consumeril, tanto
en casos de integración directa como indirecta.
Respecto de la figura del bystander, ya se vio que la Argenti-
na tenía una norma muy amplia al respecto, que quedó ostensi-
blemente más reducida en su campo de actuación con la vigencia
del CCyCN. Otros países han incluido también la figura dentro del
concepto de consumidor, aunque con diverso alcance. Allí se en-
cuentran Brasil y Perú (263).
No incluyen, en cambio, al bystander en sus definiciones, las le-
gislaciones de Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Colom-
bia y México.

(263) En este caso, la noción de bystander no surge de la definición de consumidor


sino del art. III del título preliminar del Código de Protección y Defensa del Consumi-
dor: “Ámbito de aplicación. 1. El presente Código protege al consumidor, se encuen-
tre directa o indirectamente expuesto o comprendido por una relación de consumo o
en una etapa preliminar a ésta…”.

- 131 -
Proveedor

Art. 2º — (Art. 2º, ley F-1884, DJA) (1)


Es la persona física o jurídica de naturaleza pública
o privada, que desarrolla de manera profesional, aun
ocasionalmente, actividades de producción, monta-
je, creación, construcción, transformación, impor-
tación, concesión de marca, distribución y comer-
cialización de bienes y servicios, destinados a consu-
midores o usuarios. Todo proveedor está obligado al
cumplimiento de la presente ley.
No están comprendidos en esta ley los servicios de
profesionales liberales que requieran para su ejerci-
cio título universitario y matrícula otorgada por co-
legios profesionales reconocidos oficialmente o auto-
ridad facultada para ello, pero sí la publicidad que se
haga de su ofrecimiento. Ante la presentación de de-
nuncias, que no se vincularen con la publicidad de los
servicios, presentadas por los usuarios y consumido-
res, la autoridad de aplicación de esta ley informará
al denunciante sobre el ente que controle la respecti-
va matrícula a los efectos de su tramitación.
(Artículo sustituido por art. 2º de la ley 26.361 - B.O.
del 7/4/2008).

(1) Si bien el art. 2º, LDC, no ha sido sustituido por la ley 26.994 que sancionó el
CCyCN, debe advertirse que el art. 1093 de este último, al definir al contrato de con-
sumo también se encarga (indirectamente) de caracterizar al proveedor aunque sin
nombrarlo (art. 1093, CCyCN: “Contrato de consumo. Contrato de consumo es el ce-
lebrado entre un consumidor o usuario final con una persona humana o jurídica que
actúe profesional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o pres-
tadora de servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce
de los bienes o servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso priva-
do, familiar o social”). Dicha caracterización presenta algunas diferencias respecto al
art. 2º, LDC que serán mencionadas en las páginas siguientes.

- 133 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Arts. 16 y 42, CN.

2. Arts. 19, 1092 a 1094, 1442, 1445, 1448 a 1450, 1452, 1453, 1459,
1463, 1467, 1470, 1477, 1479, 1483, 1485,1502, 1512, 1520, 1609
a 1613, 1636, 1637, 1666, 1685, 1690, 1757, 1764 a 1766, 1768,
2065, 2176, 2523 y 2531, CCyCN.

3. Art. 2º, decreto reglamentario 1798/1994.

4. Ley 26.944 (Responsabilidad Estatal).

5. Ley 26.831 (Ley de Mercado de Capitales, ley D-3341, DJA).

6. Ley 24.557 (Riesgos del Trabajo, ley P-2044, DJA).

7. Ley 19.550 (Ley General de Sociedades, ley F-0067, DJA).


8. Ley 17.285 (Código Aeronáutico, ley C-0679, DJA).

9. Arts. 1.b y 1.e, resolución 34/2011 (Grupo Mercado Común,


Mercosur).

10. Punto II.3, Directrices de Naciones Unidas sobre Protección


del Consumidor del 22/12/2015.

11. Art. 5.2, ley 453/2013 de Bolivia (Ley General de los derechos
de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y los
consumidores).

12. Arts. 3º y 14, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro de Defesa


do Consumidor).

13. Art. 1º, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los Dere-
chos de los Consumidores).

14. Art. 5º, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consumidor).

15. Arts. 2º y 27, ley 2000-21 de Ecuador (Ley Orgánica de Defen-


sa del Consumidor).

16. Arts. 2º y 5º, Ley Federal de Protección al Consumidor de


México.
- 134 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

17. Art. 4º, ley 1334 de Paraguay (Ley de Defensa del Consumi-
dor y del Usuario).
18. Arts. IV del título preliminar, y 68.2, ley 29.571 de Perú (Có-
digo de Protección y Defensa del Consumidor).
19. Arts. 3º y 35, ley 17.250 de Uruguay (Ley de Relaciones de
Consumo. Defensa del Consumidor).
20. Art. 2º, directiva 2006/114/CE sobre Publicidad engañosa y
publicidad comparativa.
21. Art. 2º, directiva 2005/29/CE sobre Prácticas comerciales
desleales de las empresas en sus relaciones con los consu-
midores en el mercado interior.
22. Art. 2º, directiva 93/13/CEE sobre Cláusulas abusivas en los
contratos celebrados con consumidores.
23. § 14.1. Bürgerliches Gesetzbuch (BGB —Código Civil de Ale-
mania—).
24. Arts. 4º y 7º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España que
aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementa-
rias (última revisión vigente: 3 de julio de 2015).
25. Code de la Consommation de Francia (ley 93.949 de 1993).
26. Art. 3º, Codice del Consumo de Italia (decreto legislativo
206/2005).

 Comentario

1. Persona humana (física) o jurídica. ¿El pequeño


comerciante es proveedor?

Al igual que sucede con los consumidores, pueden ser provee-


dores tanto las personas físicas y las jurídicas (2).

(2) El art. 1093 del CCyCN se refiere a personas humanas en vez de físicas. Esto
está en línea con los arts. 19 y ss. del citado Código.

- 135 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Si bien el imaginario colectivo asocia casi automáticamente la


figura del proveedor con la de una persona jurídica de tamaño con-
siderable (la gran empresa), lo cierto es que también forman parte
de dicha categoría las pequeñas y medianas empresas (PyMES) e
incluso los comerciantes unipersonales, aun cuando sólo cuenten
con un patrimonio de pequeñas magnitudes.
Es decir, la norma argentina no categoriza distintas clases de
proveedores con base en su posición de mercado, envergadura eco-
nómica, niveles determinados de facturación, etcétera.
Sucede algo similar a lo que acontece con la LCT, en la cual los
grandes empleadores tienen, en general, las mismas obligaciones
que los pequeños y medianos.
Teniendo en cuenta las exigencias que establece la LDC respec-
to de los proveedores, es necesario que en el futuro, reforma legal
de por medio, se efectúen algunos distingos según la magnitud de
los proveedores. No resulta equitativo tratar igual a la gran empre-
sa que al pequeño comerciante.
Mientras ello no ocurra, todos aquellos sujetos que estén in-
cluidos en la noción general de proveedor estarán sometidos al
Estatuto del Consumidor de la misma manera, independiente-
mente de que es claro que cumplir con sus exigencias le será más
costoso (proporcionalmente hablando) al pequeño proveedor que
a aquél de mayor tamaño.

2. Personas de naturaleza pública o privada.


El Estado como proveedor

Según las normas argentinas, puede ser proveedor no sólo la per-


sona de naturaleza privada, sino también la de carácter público (3).
Es decir, los entes estatales (o bien las empresas en las que el Es-
tado tiene participación accionaria) que producen bienes o prestan
servicios se encuentran obligados al cumplimiento de la normativa
consumeril.
En sentido concordante, la normativa del Mercosur define al
proveedor como “toda persona física o jurídica, nacional o extran-

(3) El art. 1093 del CCyCN también permite que el proveedor sea de carácter pú-
blico.

- 136 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

jera, privada o pública, y en este último caso estatal o no estatal,


así como los entes despersonalizados de la Administración Pública
de los Estados Partes, que desarrolle de manera profesional, aun
ocasionalmente, actividades de fabricación, producción, montaje,
creación, construcción, transformación, importación, distribución
y/o comercialización de productos y/o servicios” (4). En esta defini-
ción se advierten más claramente las distintas variantes a través
de las cuales el Estado puede actuar como proveedor. Más claras
aún son las Directrices de Naciones Unidas de diciembre de 2015
en donde expresamente se aclara que se encuentra incluida en el
régimen consumeril la provisión de bienes y servicios por parte de
empresas estatales (5).
Si bien existe más consenso respecto de los servicios prestados
de manera indirecta a través de concesionarios (6), hay autores que
sostienen que en los servicios prestados por el Estado en forma di-
recta también se aplica el Estatuto consumeril (v.gr., escuelas, hos-
pitales, organismos de seguridad, registros de la propiedad inmue-
ble, etc.) (7). En apoyo de esta línea de pensamiento, cabe citar un
caso en el cual se aplicó la LDC a un hospital municipal por el error
de diagnóstico en que se incurrió respecto de una menor (8). Tam-
bién un precedente de la Suprema Corte bonaerense que razonó
que la expedición de informes registrales inexactos por parte del
Registro de la Propiedad de la Provincia de Buenos Aires transgre-
día el art. 4º, LDC (9).

(4) Art. 1.b, resolución 34/2011, Grupo Mercado Común, Mercosur.


(5) Punto II.3, Directrices de Naciones Unidas sobre Protección al Consumidor de
2015.
(6) Hay quienes advierten que el Derecho del Consumidor no aplica a los casos en
los cuales el Estado actúa en su rol de ejecutor de políticas públicas sino más bien a
los supuestos en los cuales interviene en el mercado desempeñando funciones em-
presariales. Hernández, Carlos A., “Relación de consumo”, cit., en Stiglitz, Ga-
briel - Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado…, cit., t. I, p. 431.
(7) Ghersi, Carlos A. - Weingarten, Celia (dirs.), Defensa del Consumidor..,
cit., t. I, p. 148 y Lowenrosen, Flavio, “¿Los usuarios de los servicios de educación
y salud pública, deben ser considerados consumidores en los términos de la Ley Nº
24.240. Una forma de eliminar diferencias con quienes acceden a esos servicios pres-
tados por el sector privado”, 3/6/2016, elDial.com - DC2120.
(8) CCiv. y Com. 4a Córdoba, 6/6/2013, “D., S. F. y otros c. Municipalidad de la Ciu-
dad de Córdoba s/ordinario - daños y perj. - mala praxis - recurso de apelación”, LLC,
2013 (octubre), p. 1005.
(9) Ver al respecto el voto del juez Alberto Pisano. SCJ Buenos Aires, 14/3/2001,
“Irisarri, Gilberto V. y otra c. Provincia de Buenos Aires (Ac. 67.882)”, RCyS, 2001-795.

- 137 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Debe advertirse, no obstante, que alguna jurisprudencia ha ne-


gado la existencia de una relación de consumo entre el usuario y el
Estado por los daños sufridos por el primero con motivo del trans-
porte ferroviario en los casos en que existe una empresa concesio-
naria que actúa a su propia costa y riesgo (10).
Asimismo, la sanción del CCyCN y la instauración legal de un
régimen reparatorio específico y diferenciado para los casos de da-
ños causados por el Estado (11), han puesto en el centro de la escena
a la responsabilidad de este sujeto como uno de los temas jurídicos
sobre los cuales más se debate en la actualidad.
Para contextualizar, sólo se dirá que el Anteproyecto de CCyCN
de 2012 contemplaba, en sus arts. 1764 a 1766, que la responsabili-
dad de Estado se regía por las normas civiles (12), solución opuesta
a la finalmente incluida en el Código que estableció, a propuesta
del Poder Ejecutivo, que este supuesto de responsabilidad queda-
ba excluido de su ámbito, debiendo ser regulado por las normas y
principios del Derecho Administrativo (13).

(10) CNCiv., sala M, 14/7/2011, “Troiano, Víctor Antonio y otro c. Transportes Me-
tropolitanos General Roca SA y otros s/daños y perjuicios”, DJ, del 18/1/2012, p. 73.
(11) Ley 26.944, publicada en el BO en fecha 8/8/2014.
(12) Art. 1764, Anteproyecto de CCyCN de 2012: “Responsabilidad del Estado. El
Estado responde, objetivamente, por los daños causados por el ejercicio irregular de
sus funciones, sin que sea necesario identificar a su autor. Para tales fines se debe
apreciar la naturaleza de la actividad, los medios de que dispone el servicio, el lazo
que une a la víctima con el servicio y el grado de previsibilidad del daño”.
El art. 1765 del Anteproyecto expresaba, a su vez, lo siguiente: “Responsabilidad
del funcionario y del empleado público. El funcionario y el empleado público son
responsables por los daños causados a los particulares por acciones u omisiones que
implican el ejercicio irregular de su cargo. Las responsabilidades del funcionario o
empleado público y del Estado son concurrentes”.
Por último, el art. 1766 del Anteproyecto establecía: “Responsabilidad del Estado
por actividad lícita. El Estado responde, objetivamente, por los daños derivados de
sus actos lícitos que sacrifican intereses de los particulares con desigual reparto de
las cargas públicas. La responsabilidad sólo comprende el resarcimiento del daño
emergente; pero, si es afectada la continuación de una actividad, incluye la compen-
sación del valor de las inversiones no amortizadas, en cuanto hayan sido razonables
para su giro”.
(13) Las disposiciones pertinentes del CCyCN preceptúan textualmente lo si-
guiente:
Art. 1764: “Inaplicabilidad de normas. Las disposiciones del Capítulo 1 de este Títu-
lo no son aplicables a la responsabilidad del Estado de manera directa ni subsidiaria”
(el capítulo 1 es precisamente el que regula la responsabilidad civil).

- 138 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Esa solución legal “por fuera” del Código estuvo dada, preci-
samente, por la ley 26.944, dictada también a propuesta del Poder
Ejecutivo. Cabe aclarar que si bien ella se sancionó casi tres meses
antes que el Código, lo cierto es que fue concebida desde el inicio
como un complemento normativo destinado a regular aquello que
quedaba expresamente excluido de aquél en virtud de sus arts. 1764
a 1766.
Teniendo en cuenta esto, queda la duda de si la exclusión pre-
vista en el CCyCN y la sanción de un régimen resarcitorio especí-
fico para los casos de daños producidos por el Estado, constituyen
impedimentos para que se aplique a ese mismo sujeto el sistema
reparatorio previsto en el Estatuto del Consumidor cuando actúa
como proveedor.
Estas dos novedades legislativas no obstaculizan para nada la
aplicación del régimen reparatorio de la LDC al Estado cuando ac-
túa como proveedor.
He analizado este tema en un trabajo a cuya lectura se remite (14)
y que tuvo su origen en una muy breve ponencia presentada en las
XXIV Jornadas Nacionales de Derecho Civil, celebradas en la Fa-
cultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en el
año 2013.
Luego del debate pertinente, el contenido de esa ponencia fue
aprobado por unanimidad en la Comisión nro. 8 de dichas Jorna-
das que concluyó lo siguiente: “I. Relación de consumo, conclu-
sión 6: También constituye relación de consumo la resultante de
los servicios públicos prestados por el Estado en forma directa o
por medio de concesiones (art. 42, CN, y arts. 1º y 2º, LDC). En caso

Art. 1765: “Responsabilidad del Estado. La responsabilidad del Estado se rige por
las normas y principios del Derecho Administrativo nacional o local según corres-
ponda”.
Art. 1766: “Responsabilidad del funcionario y del empleado público. Los hechos
y las omisiones de los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones por no
cumplir sino de una manera irregular las obligaciones legales que les están impues-
tas se rigen por las normas y principios del Derecho Administrativo nacional o local,
según corresponda”.
(14) Chamatropulos, Demetrio A., “La Responsabilidad del Estado y el Derecho
del Consumidor”, Derecho de Daños, 2015-I-143.
También se puede ver sobre el tema: Arias Cáu, Esteban J., “Responsabilidad del
Estado y de los funcionarios públicos en las relaciones de consumo”, en Stiglitz, Ga-
briel - Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado…, cit., t. III, p. 475.

- 139 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

de sancionarse el Proyecto de Código Civil y Comercial de 2012, el sis-


tema autónomo de responsabilidad por daños previsto en la Ley nro.
24.240 continuará siendo el aplicable en todas aquellas relaciones de
consumo en las cuales el Estado sea proveedor, desplazando a toda
eventual disposición nacional o local de Derecho Administrativo
que eventualmente se intente aplicar” (el resaltado me pertenece).
Se trata de un tema de particular importancia si se tiene en
cuenta que la realidad demuestra una actuación cada vez más rele-
vante del Estado como sujeto empresario. En el trabajo citado (15) se
enumeraban los diversos rubros en los cuales el Estado actúa en tal
carácter (explotación, administración y mantenimiento de puer-
tos; mantenimiento y mejora de infraestructura ferroviaria; trans-
porte aerocomercial de pasajeros; servicios de rampa para aviones;
provisión de agua potable y desagües cloacales; transporte de car-
ga por vía aérea; servicios turísticos; servicios y productos ban-
carios; servicio de ensayos ambientales para distintas industrias;
construcción de viviendas; servicio de correo postal y accesorios;
actividad nuclear; edición y comercialización de libros; soluciones
satelitales; generación, distribución y provisión de energía eléctri-
ca; fabricación de aeronaves; servicio de transporte ferroviario de
carga y de personas; agrotecnología; servicio de asistencia en tierra
en aeropuertos; juego y apuestas; radio y televisión; seguros; servi-
cios bursátiles; gestión y administración de fondos comunes de in-
versión; explotación de yacimientos carboníferos; producción y co-
mercialización de hidrocarburos; entre muchas otras). Allí se decía
también que otro tanto sucedía con los Estados locales, que son ti-
tulares de numerosas empresas también en distintas actividades. A
su vez, relevando el ámbito de actuación de dichas empresas (iden-
tificadas una a una) se constataba que muchas de esas compañías
proveían bienes o prestaban servicios a personas que actúan como
destinatarios finales, ocupando un rol similar al que desempeñan
los empresarios privados. A ello se sumaba que, en muchos casos,
se trata de servicios públicos que, en consecuencia, son utilizados
por millones de personas a lo largo y a lo ancho del país, lo cual
no hace sino realzar la importancia e impacto en la vida cotidiana
de las relaciones de consumo referidas. Se decía allí que tampoco

(15) Chamatropulos, Demetrio A., “La Responsabilidad del Estado y el Derecho


del Consumidor”, cit.

- 140 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

podía desconocerse que en muchas de las situaciones referidas se


estaba ante consumidores o usuarios “hipervulnerables”.
Jurisprudencialmente se ha condenado al Estado con base en
las normas de defensa del consumidor por los daños sufridos por
pasajeros del servicio de transporte público que no era prestado de
manera directa por aquél sino a través de un concesionario, aun
cuando en el contrato de concesión se pactó la responsabilidad ex-
clusiva de este último (16).

3. Desarrollo profesional de la actividad

Dice Farina (17) que existe profesionalidad cuando se “ejerce una


actividad con relevante capacidad y aplicación para lograr óptimos
resultados”.
Existen leyes en nuestro continente que no hacen referencia ex-
presa a la profesionalidad, aunque ello surge claramente de la no-
ción de proveedor contenida en sus textos legales (18).
La exigencia de desarrollo profesional de la actividad lleva a
que no se pueda encuadrar como proveedores, v.gr., a sujetos que
comercialicen bienes careciendo de esa nota distintiva (19).

(16) CCiv. y Com. 3ª Córdoba, 4/12/2014, “Olivera Cintia Mabel c. Municipalidad


de Córdoba s/ ordinarios - otros - recurso de apelación”, LLC, 2015 (febrero), p. 81.
(17) Farina, Juan M., cit., p. 84.
(18) Ver en tal sentido, el art. 4.b, ley 1334 de Paraguay o el art. 2º de la ley 2000-21
de Ecuador.
(19) La Comisión 9 (Derecho Interdisciplinario: Derechos del Consumidor: Inci-
dencias de las reformas introducidas por la ley 26.361) de las XXII Jornadas Nacio-
nales de Derecho Civil, celebradas en Córdoba en 2009, emitió al respecto la con-
clusión: “A los fines de establecer la noción de proveedor resultará determinante su
carácter profesional”.
Esto no puede ser afectado por la existencia de un error de técnica legislativa en el
art. 1093 del CCyCN en cuanto pareciera referirse a la actuación profesional u ocasio-
nal (el resaltado me pertenece). De admitirse la solución contraria, cualquier contra-
to aislado celebrado entre particulares no profesionales podría ser calificado como
una relación de consumo, en la medida que el adquirente sea destinatario final del
bien o servicio contratado. Desde mi punto de vista, esta interpretación amplia cons-
piraría contra la teleología de las normas consumeriles calificando como proveedo-
res a quienes, en rigor, no lo son. En épocas en donde es tan frecuente que las per-
sonas compran y vendan por Internet cosas o artefactos de su casa que ya no usan,
la interpretación que se haga de esta norma puede producir un impacto fáctico de
evidente relevancia.

- 141 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Ocupándose de una situación específica, sostiene el autor antes


citado (20) que el locador de bienes inmuebles está incluido dentro
de la noción de proveedor de la LDC sólo en la medida en que actúe
profesionalmente. Por lo tanto, concluye que el locador “común” no
lo está (21).
Comparto esta opinión. Así, cuando una persona que ha he-
redado un pequeño departamento decide ponerlo en alquiler con
destino a vivienda, faltaría el requisito de la profesionalidad exi-
gido por el art. 2º, LDC, para ser considerado un proveedor. Sin
perjuicio de lo dicho, cabe aclarar que si para celebrar el contrato
respectivo acude a los servicios de una inmobiliaria, esta última sí
será un proveedor ante el inquilino, pues actúa profesionalmente.
Se le prestará atención a la situación de estas últimas en un apar-
tado separado.
Por otra parte, distinto será el caso de la persona que se dedica
profesionalmente a dar en locación inmuebles destinados a vivien-
da. Allí debería aplicarse sin duda alguna el Estatuto consumeril,
más allá de que alguna doctrina expresó en su momento que, al
existir leyes específicas sobre locación de inmuebles (como la ley
23.091 (22) —ley E-1412, DJA—), aun cuando el locador pueda ser
considerado un proveedor procedería la exclusión bajo el principio
de que “una ley general posterior no deroga una especial, aunque
sea parcialmente” (23).
En similar situación se encontraría el individuo que decide
vender su bicicleta o cosas que ya no usa mediante una página de
Internet. Ello cederá solamente en el caso de que se encuentre pre-
sente la nota de profesionalidad exigida por la normativa de defen-
sa del consumidor.

(20) Farina, Juan M., cit., p. 104.


(21) Sobre este tema, Ariza advierte que la venta aislada de un inmueble por parte
de una persona no lo transforma en proveedor. Ariza, Ariel, “Contratación inmobi-
liaria y defensa del consumidor”, cit., en Ariza, Ariel (coord.), cit., p. 44.
(22) Publicada en el BO en fecha 16/10/1984. Cabe recordar que esta ley fue dero-
gada por el art. 3.a de la ley 26.994. Por lo tanto perdió vigencia a partir del 1 de agosto
de 2015.
(23) Gregorini Clusellas, Eduardo L., “El consumidor inmobiliario. Su tutela
en la ley 24.240 reformada por la ley 26.361”, JA, 2008-II-1261.

- 142 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

4. Actividad profesional desarrollada


de manera ocasional

La mención de la actividad desarrollada de manera ocasional


es una particularidad de la ley argentina (24). Por el contrario, hay
otras leyes latinoamericanas que exigen expresamente el requisito
de la “habitualidad” en la actividad desplegada por el proveedor (25).
No obstante también es interesante discernir qué se entiende
por habitualidad. En tal sentido, la norma peruana le da un al-
cance amplio al término expresando que “se considera habitual
aquella actividad que se realiza de manera común y reiterada
de tal forma que pueda presumirse que se desarrolla para con-
tinuar en el mercado. Este concepto no está ligado a un número
predeterminado de transacciones que deban realizarse. Las acti-
vidades de venta de productos o contratación de servicios que se
realicen en locales abiertos son consideradas habituales por ese
simple hecho” (26).
Esta interpretación amplia permite identificar de alguna mane-
ra el concepto de habitualidad con el de profesionalidad.

(24) En la normativa uruguaya, por ejemplo, se hace referencia solamente a la ac-


tuación profesional sin el aditamento de la ocasionalidad. Art. 3º, ley 17.250 de Uru-
guay: “Proveedor es toda persona física o jurídica, nacional o extranjera, privada o
pública, y en este último caso estatal o no estatal, que desarrolle de manera profesio-
nal actividades de producción, creación, construcción, transformación, montaje, im-
portación, distribución y comercialización de productos o servicios en una relación
de consumo” (el resaltado me pertenece).
Se vio recién que el art. 1093 del CCyCN pareciera prescindir de la nota de profe-
sionalidad, bastando entonces llevarse adelante una actividad meramente ocasional
(sin profesionalidad) para ser considerado como proveedor. Se trata simplemente de
un error de técnica legislativa según mi opinión
En sentido más o menos coincidente, Martín Sigal advierte también esa inconsis-
tencia y expresa que el art. 1093, CCyCN, al no referirse a la noción de proveedor del
art. 2º, LDC, pierde precisión, pues contrapone, equivocadamente, “profesionalidad”
con “actuación ocasional”. Agrega que no es claro si el art. 1093 citado reemplaza al
art. 2º, LDC. Sigal, Martín, “Comentario al art. 1093”, en Rivera, Julio César - Me-
dina, Graciela (dirs.), cit., t. III, p. 23.
Carlos Tambussi también recalca que la profesionalidad sigue siendo requisito,
aun bajo lo dispuesto por el art. 1093 CCyCN. Tambussi, Carlos, “Comentario al
art. 1093”, en Bueres, Alberto J. (dir.), Código Civil y Comercial de la Nación: anali-
zado, comparado y concordado, t. II, Hammurabi, Buenos Aires, 2015, p. 628.
(25) Ver el art. 1.2 de la ley 19.496 de Chile; art. IV.2, Título preliminar, ley 29.571
de Perú.
(26) Art. IV.8, Título preliminar, ley 29.571 de Perú.

- 143 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Se ha dicho que resulta una contradicción hablar de profesio-


nalidad y ocasionalidad, ya que el primer término es sinónimo de
habitualidad (27).
Lo que requiere en realidad la LDC no es “habitualidad” sino
“conocimiento del negocio”, o sea, un saber que pone a ese provee-
dor en una situación de superioridad respecto del consumidor o
usuario (28).
Se podría también mencionar el supuesto de quien, todos los
años, monta un local o stand para vender fuegos artificiales duran-
te unos días de diciembre con motivo de los festejos de Navidad y
Año Nuevo.

5. Carácter enunciativo de las distintas


actividades comprendidas

Con acierto se ha dicho que la enumeración de actividades del


art. 2º no es taxativa (29).
Este detalle es muy importante, ya que el dinamismo de la eco-
nomía lleva a que surgen continuamente actividades que sería im-
posible preverlas en una norma estática o taxativa (30).

5.1. Producción

La producción se identifica fundamentalmente con la actividad


de elaboración o fabricación de bienes, entendidas todas ellas en
un sentido amplio. Así, por ejemplo, abarcará no sólo productos
industriales sino también agrícola-ganaderos (31). También bienes
inmateriales como la obra intelectual en la medida en que sean
susceptibles de una relación de consumo (32).

(27) Vázquez Ferreyra, Roberto A. - Romera, Oscar E., cit., p. 12.


(28) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 30.
(29) Vázquez Ferreyra, Roberto A. - Romera, Oscar E., cit., p. 6.
(30) El art. 1093 del CCyCN, al caracterizar de alguna manera al proveedor, no
enumera las actividades que éste puede llevar adelante. Sólo se limita a señalar que
pueden ser empresas productoras de bienes o prestadoras de servicios que celebren
contratos con los consumidores que tengan por objeto la adquisición, uso o goce de
los bienes o servicios por parte de estos últimos.
(31) Farina, Juan M., cit., p. 86.
(32) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 111.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

5.2. Montaje

Cuando la LDC menciona el término montaje se refiere, básica-


mente, al proceso en el cual se ensamblan distintos componentes
para lograr un producto que se destinará a los consumidores.
Advierte Farina (33) que en el montaje generalmente están involu-
crados componentes del producto a ensamblar que son proveídos,
a su vez, por distintos sujetos. Opina que en la medida en que ellos
sean identificables podrán ser responsables ante los consumidores
por la cosa a la cual le hayan aportado elementos o componentes.

5.3. Creación

En la creación se puede ubicar, v.gr., a aquellos productos que


no existían hasta el momento en un mercado. El caso típico está
dado por las innovaciones tecnológicas.

5.4. Construcción

La mención de la construcción se debe simplemente a dejar


aclarado que los inmuebles están incluidos en la LDC, ya que éstos,
por regla general, no se producen sino que se construyen.
También para precisar que abarca a productos que no se fabri-
can “en serie” sino a pedido del consumidor o artesanalmente.

5.5. Transformación

El término transformación está asociado a los productos agrí-


colas (34). El uso creciente de la tecnología en ellos permite concluir
que, en una grandísima cantidad de casos, se está ante procesos
que cada vez se diferencian menos de la elaboración o fabricación.

5.6. Importación

En un país todos los bienes que se comercializan no se produ-


cen lógicamente dentro de él.

(33) Farina, Juan M., cit., p. 86.


(34) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 111.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Es por ello que la LDC también prevé la hipótesis de la importa-


ción de bienes producidos fuera de la Argentina.
Con buen criterio se ha razonado que no se menciona aquí al
exportador, en el entendimiento de que se encuentra regido por las
leyes del país de destino de sus bienes o servicios (35).

5.7. Concesión de marca

Jorge Otamendi (36) expresa que el objetivo principal de la marca


es distinguir productos y servicios y que su función de indicación
de origen se encuentra ya superada. Señala como funciones secun-
darias a la garantía y a la publicidad.
También se ha dicho que “la presencia de una marca en un
producto o servicio establece entre su titular y el consumidor un
vínculo económico y jurídico que tiene como sustrato un ‘puente’
simbólico, mediante el cual el consumidor satisface una carencia
informativa y psicológica, tanto para conocer qué está consumien-
do como para completar la ‘distancia’ entre lo que el consumidor es
y lo que desea ser” (37).
Desde hace años ya que la jurisprudencia de la CSJN resalta que
la protección del consumidor es una de las funciones de la marca (38).
Como consecuencia de ello, es lógico que se considere como
proveedor “aparente” a todo aquel que le ponga su marca a un bien
o servicio ya que ella proyecta confianza en el consumidor (39).

(35) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 112.


(36) Otamendi, Jorge, Derecho de Marcas, 8a ed., AbeledoPerrot, Buenos Aires,
2012, ps. 2 y ss.
(37) Schötz, Gustavo J., “Los titulares de marcas y las modificaciones a la Ley de
Defensa del Consumidor”, LA LEY, 2008-E, 979.
(38) Ver, por ejemplo, CSJN, 4/5/1982, “El Monaguillo, SA c. Provincia de Bue-
nos Aires”, Fallos: 304:597; 26/10/1989, “Laponia, SA c. Molinos Río de la Plata, SA”,
LA LEY, 1990-D, 108, y 10/9/1991, “Marriott Corporation c. RILA SA y/u otro”, Fallos:
314:1048. En otro precedente se puso de resalto la importancia de las denominacio-
nes de origen en materia de protección a los consumidores (CSJN, 15/9/1977, “Bo-
degas y Viñedos Santiago Graffigna Ltda. SA c. Instituto Nacional de Vitivinicultura”,
Fallos: 298:681).
(39) Relacionado con esto cabe hacer notar que los consumidores pueden elegir la
empresa con la cual contratan pero no los prestadores a los que aquella acudirá en su
zona o ciudad. De esta manera los consumidores “ven cómo terceros son introduci-
dos por la organización principal para ejecutar tramos de sus prestaciones que pue-

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

5.8. Distribución

Aquí se engloba a los diversos casos en los que exista la fina-


lidad económica de distribuir con fines comerciales (contratos de
agencia, concesión, distribución, suministro, franquicia, consig-
nación, etc.) o sin ella (como el caso del transporte) (40).
Opina Farina (41) que el agente de comercio no puede ser con-
siderado un proveedor en los términos de la LDC, ya que cuando
interviene lo hace como intermediario no formando parte de la re-
lación contractual que entablan los sujetos a los que ha ayudado a
contratar. No obstante, aclara que a ese agente sí le serán aplicables
ciertos deberes previstos para los proveedores como, por ejemplo,
el de información (art. 4º, LDC), los efectos de la publicidad (art. 8º,
LDC) y el contenido del documento de venta (art. 10, LDC).

5.9. Comercialización

Se trata de un término que casi no necesita explicación. Sólo


se dirá que de todo el listado de actividades previstas en el art. 2º,
LDC, la más habitual en la práctica será seguramente la comercia-
lización de bienes y servicios.

5.10. Prestación de servicios

Al igual que sucede con la comercialización no hace falta expli-


car qué significa prestar un servicio.
La prestación de servicios deberá ser interpretada ampliamen-
te, de manera que abarque la mayor cantidad de actividades que la
realidad económica presente. Esto porque, en la práctica, no faltan
“servicios poco ortodoxos” que superan los límites de cualquier ca-
beza creativa.
Como bien se ha señalado, existen prestaciones de servicios que
incluyen productos y viceversa, como el caso de la telefonía (42).

den ser inherentes al foco de la actividad misma o periféricos”. Sozzo, Gonzalo, “El
fenómeno de la incorporación de terceros al contrato”, Sup. Esp. Nuevo Código Civil y
Comercial de la Nación. Contratos, 2015 (febrero), p. 131.
(40) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 112.
(41) Farina, Juan M., cit., p. 91.
(42) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 113.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Al solo título informativo, la normativa del Mercosur en materia


de defensa del consumidor, conceptualiza al servicio como “cual-
quier actividad remunerada directa o indirectamente, suministra-
da en el mercado de consumo, por un proveedor profesional, cual-
quiera sea su objeto, que tenga por finalidad satisfacer necesidades
de consumidores en su carácter de destinatarios finales de los mis-
mos, con excepción de las relaciones laborales” (43).
Es importante destacar que existen ciertas prestaciones de ser-
vicios que estarán excluidas del ámbito de aplicación de la LDC.
En tal sentido, las de carácter laboral. La normativa consumeril
brasileña aclara expresamente este tema (art. 3.2, CDC). Esta so-
lución debe ser trasladada a la Argentina aunque se debe advertir
que, interpretada de manera excesivamente formal, podría llevar a
soluciones disvaliosas ante casos de personas que, si bien trabajan
en relación de dependencia, no tienen registrado su vínculo laboral
por exclusiva responsabilidad de su empleador (situación de alta
ocurrencia en la Argentina). Obviamente estos sujetos sometidos a
esta clase de irregularidades no podrían transformarse en provee-
dores por la ilegalidad mencionada.

6. ¿Se requiere realizar ofertas para el consumo


para ser considerado proveedor?

Expresa Lorenzetti (44) que el proveedor, para poder ser incluido


como sujeto pasivo de la LDC, debe realizar ofertas de bienes o ser-
vicios destinados a consumidores o usuarios.
No estoy de acuerdo con esta postura ya que, si se la interpreta
de manera literal, ello implicaría excluir a numerosas relaciones de
consumo que no tienen como causa un contrato celebrado por el
propio consumidor sino que los contratos de donde surgen sus de-
rechos han sido suscriptos entre empresarios que integran el bien
o servicio contratado a su actividad comercial. Precisamente esos
contratos tienen como antecedente una “oferta” que no fue dirigi-
da a consumidores o usuarios sino a empresarios, lo cual generaría
un vacío en la tutela de determinados sujetos consumidores.

(43) Art. 1.e, resolución 34/2011, Grupo Mercado Común, Mercosur.


(44) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 131.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

7. ¿Pueden las entidades sin fines de lucro ser


consideradas proveedores?

Rusconi (45) responde afirmativamente a la pregunta resaltando


que lo importante no es la búsqueda de lucro sino la profesionali-
dad de quien actúa como proveedor. Si bien ambas características
se dan conjuntamente, ello no sucede siempre. Sostiene que de lo
contrario se podría dejar sin tutela a los consumidores o usuarios
que se relacionan con obras sociales, asociaciones, mutuales, coo-
perativas, etc. El ánimo de lucro, por lo demás, no es un requisito
exigido por la LDC en su art. 2º ni tampoco surge, indirectamen-
te, del art. 1093, CCyCN. Amén de ello, no puede desconocerse la
fuerte presencia en el mercado que tienen hoy en día entidades sin
fines de lucro que ofrecen, por ejemplo, créditos para el consumo,
servicios de salud o paquetes de turismo.
Según Farina (46), el hecho de que las cooperativas efectúen sus
actos solamente respecto de sus asociados no impide excluirlos de
la LDC. Más si se advierte que, en muchos casos, cualquier persona
puede asociarse a ellas para adquirir sus bienes o servicios.
Respecto de sindicatos, en un caso sanjuanino en donde un
consumidor demandó por la escrituración de un inmueble, se con-
sideró que el hecho de que el demandado sea una entidad gremial
no era un obstáculo para la aplicación de la LDC, pues se trataba de
una norma de orden público (47).
También cabe recordar la condena recaída sobre una asocia-
ción deportiva y cultural por la muerte de una persona dentro de
una cancha de futsal como consecuencia de una caída y posterior
golpe contra una pared que se ubicaba detrás de un arco. La sen-
tencia tuvo como fundamento la violación del deber de seguridad
del art. 5º, LDC. La demandada previamente había resaltado su au-
sencia de finalidad de lucro, expresando que lo que se cobraba a los
no socios por el uso de sus instalaciones eran en realidad contribu-

(45) Rusconi, Dante D., “Nociones fundamentales”, cit., en Rusconi, Dante D.


(dir.), cit., p. 213.
(46) Farina, Juan M., cit., p. 114.
(47) CCiv. Com. y Minería San Juan, sala I, 9/4/2013, “Luna Quiroga, Graciela Mar-
ta c. U.P.C.N. y otro s/escrituración”, La Ley Online, AR/JUR/11840/2013.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ciones destinadas a solventar gastos de mantenimiento, limpieza,


uso de pelotas, iluminación, etcétera (48).
Los casos previstos en este apartado merecen especial aten-
ción, ya que cooperativas, sindicatos, obras sociales, mutuales, etc.,
prestan cada vez mayor cantidad y variedad de servicios a asocia-
dos y afiliados e incluso, en muchos supuestos lo hacen en alianzas
estratégicas con empresas de bienes y servicios.

8. El proveedor equiparado

Se ha dicho que son “aquellos terceros al vínculo de consumo,


intermediarios o colaboradores en la relación de consumo princi-
pal, pero que actúan frente a un consumidor o grupo de ellos como
si fueran el proveedor mismo”. Formarían parte de una “relación
de consumo accesoria” que tiene su razón de ser en una de carác-
ter principal. Se da el ejemplo de la empresa de cobros a deudores
morosos, contratada por una compañía de telecomunicaciones,
que hará responsable a esta última por el trato intimidatorio que le
profieren a los consumidores por vía telefónica o postal. También el
caso de los bancos de datos de personas que influyen con su activi-
dad en un sinnúmero de operaciones de consumo (49).
Acertadamente, se cita al brasileño Leonardo Bessa como el
principal propulsor de esta postura (50).
La idea del proveedor equiparado se fundamenta en la misma
preocupación que esgrimí anteriormente respecto de la necesidad
de extender la tutela consumeril a una serie de sujetos cuya inclu-
sión en las disposiciones legales protectorias no resulta del todo
clara.

(48) CCiv. Com., Lab. Min. y Familia Neuquén con competencia en la II, III, IV
y V Circunscripción Judicial, 3/1/2015, “M., M. X. c. Asociación Deportiva y Cultu-
ral Lacar s/d. y p. derivados de la responsabilidad contractual de particulares”, ED,
6/10/2015, p. 8.
(49) Rusconi, Dante D., “Nociones fundamentales”, cit., en Rusconi, Dante D.
(dir.), cit., p. 215.
(50) Las ideas de Bessa sobre el punto están resumidas en el abordaje del concep-
to de proveedor que efectúa Claudia Lima Marques en la obra citada más arriba. Allí
se señala la situación de especial vulnerabilidad en la que se encuentran las personas
cuya información personal está cargada en bases de datos, o los trabajadores respecto
de los cuales el empleador contrata un seguro de vida. Benjamín, Antonio H. V. - Lima
Marques, Claudia - Bessa, Leonardo R., cit., capítulo III, apart. 3.b, versión e-book.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

La diferencia es que por mi parte propongo eliminar la distin-


ción artificial entre consumidores directos y materiales o indirec-
tos, mientras que la tesis recién explicada busca el resultado a tra-
vés del ensanchamiento de la figura del proveedor.
La teoría del proveedor equiparado presenta cierta debilidad
para algunos casos particulares, pues hace funcionar a algunas
relaciones de consumo como accesorias de una de tipo principal.
Así, si en un caso concreto no existe esta última, tampoco exis-
tirán las primeras. Es decir, aparece el mismo inconveniente que
se planteó al explicarse los motivos de mi desacuerdo con la distin-
ción entre consumidores directos e indirectos.
Esto se entiende mejor al analizarse uno de los ejemplos dados
por la doctrina brasileña referida: el caso de los seguros contrata-
dos por los empleadores a favor de sus trabajadores.
Allí, para que exista relación de consumo accesoria es insosla-
yable sostener que la relación entre la aseguradora y el empleador
es de consumo, lo cual tiene algunos argumentos de explicación
si se parte de la postura maximalista del consumidor referida su-
pra (51) pero evidencia serios inconvenientes (cuando no imposi-
bilidad) si se conceptualiza al consumidor desde una perspectiva
finalista o teleológica (que es la actualmente mayoritaria).
Siendo más claros, la protección de sujetos vulnerables por
parte del estatuto consumeril en este ejemplo de relación de con-
sumo accesoria planteado, sólo sería posible en la medida en que
se sostenga en el caso concreto que la contratación de un seguro
por parte del empleador constituye un “acto de consumo final” por
parte de éste (si se adopta la posición teleológica) o que se encuen-
tra integrado sólo de manera indirecta a la cadena de producción,
comercialización, etc. (si se toma la postura maximalista).
En contrario sentido, si se razona que la contratación de un
seguro se encuentra siempre integrada aunque sea de manera in-

(51) La uruguaya Dora Szafir considera, por ejemplo, que los trabajadores benefi-
ciarios de un seguro obligatorio en materia de accidentes de trabajo son “consumido-
res equiparados” que obtiene tutela de su posición a raíz de la relación de consumo
entre estipulante (aseguradora) y el estipulado (empleador). Szafir, Dora (dir.), De-
recho del Consumidor. Tratado Jurisprudencial y Doctrinario, La Ley Uruguay, Bue-
nos Aires, 2011, p. 156.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

directa a dicha cadena (52), dejaría de haber relación de consumo


principal y, por lo tanto, también desaparecería la relación de con-
sumo accesoria (accesorium sequitur principale).
En conclusión, la solución para todos estos casos de sujetos no
amparados expresamente por la norma cumplirá mejor con la te-
leología tuitiva de las normas consumeriles si se elimina la diferen-
ciación que se ha elaborado doctrinariamente entre consumidores
directos e indirectos, no bastando con la reformulación de la no-
ción de proveedor, mediante la figura del “proveedor equiparado”.

9. Los proveedores extranjeros

El Código de Defensa del Consumidor brasileño aclara, en su


art. 3º, que los proveedores pueden ser nacionales o extranjeros.
La aclaración, aunque algo superflua, podría revestir utilidad
en algún caso, pues podría ocurrir que un país determinado a los
fines de atraer inversiones extranjeras “oferte” como un beneficio
el hecho de excluir a firmas extranjeras (o a determinadas activi-
dades en donde ellas participen) de la aplicación de las normas
consumeriles.
Esto no resulta descabellado, ya que el mismo art. 2º, por razo-
nes de política legislativa o de mera conveniencia, ha establecido
una exclusión para la actividad de los profesionales liberales que
cumplan con los recaudos previstos en dicho precepto.
Fuera de lo dicho, aquí el derecho internacional privado tendrá
soluciones normativas específicas para los contratos internaciona-

(52) Tratándose de seguros obligatorios para el desempeño de una actividad


(como lo son justamente los laborales, sean de vida o de riesgos del trabajo) la inte-
gración es directa ya que su contratación es esencial para el desempeño de la activi-
dad empresarial.
Todo lo relativo a la problemática de considerar a los trabajadores siniestrados
como consumidores frente a las ART puede consultarse en Chamatropulos, Deme-
trio A., “La invocación del estatuto del consumidor por los trabajadores frente a las
ART”, RCyS, 2011-XII-19. Con mayor grado de detalle también en mi tesis titulada “La
relación de consumo entre el trabajador y la Aseguradora de Riesgos del Trabajo”,
defendida oralmente en el marco de la Maestría en Derecho del Trabajo y Relacio-
nes Laborales Internacionales, dictada en la Universidad Nacional de Tres de Febrero
(UNTREF). Se trata de un trabajo inédito que no ha sido publicado hasta la fecha de
edición de esta obra.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

les de consumo (por ejemplo en materia de jurisdicción y legisla-


ción aplicable). Esto se abordará al comentar el art. 3º, LDC.

10. Los profesionales liberales

Como una primera aproximación a la regulación de las profesio-


nales liberales se puede citar al CCyCN que, en su art. 1768, expresa
que “la actividad del profesional liberal está sujeta a las reglas de
las obligaciones de hacer”. Luego agrega que “la responsabilidad es
subjetiva, excepto que se haya comprometido un resultado concre-
to”. Aclara que cuando la obligación de hacer se preste con cosas, la
responsabilidad no está comprendida por las normas que regulan
la responsabilidad derivada de la intervención de cosas y de ciertas
actividades, excepto que causen un daño derivado de su vicio. Por
último, no considera a la actividad del profesional liberal como una
actividad riesgosa.
Advierte con razón Farina (53) que la definición de profesionales
liberales no es precisa, aunque los usos y costumbres en nuestro
país las han identificado con aquellas que requieren la previa ob-
tención de un título universitario.
Dicho eso, se observa que la LDC excluye de su ámbito a los pro-
fesionales liberales “que requieran para su ejercicio título univer-
sitario y matrícula otorgada por colegios profesionales reconocidos
oficialmente o autoridad facultada para ello”.
Tambussi (54) considera correcta la exclusión, pues opina que,
de lo contrario, los profesionales liberales deberían responder bajo
parámetros objetivos con base en el art. 40, LDC, e incluso se po-
dría imponer responsabilidad solidaria a procuradores y gestores
que actúen junto a los abogados, por ejemplo. Considera que ello
contrariaría la naturaleza de las obligaciones de los profesionales
que son de medios como antes se vio.
Roberto Vázquez Ferreyra y Oscar Romera (55) se han pronuncia-
do de acuerdo también con la exclusión, expresando que “se justifi-

(53) Farina, Juan M., cit., p. 114.


(54) Tambussi, Carlos E., Juicios y procesos de consumidores y usuarios, Hammu-
rabi, Buenos Aires, 2014, p. 255.
(55) Vázquez Ferreyra, Roberto A. - Romera, Oscar E., cit., p. 7.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ca en razón de que estas profesiones por lo general están regladas,


y sometidas a normas éticas y deontológicas, sometidos sus inte-
grantes a controles por tribunales específicos (ej.: abogacía, medi-
cina, contadores, etc.)”.
Rusconi (56), por su parte, afirma que “cabría preguntarse si la
incorporación de estas actividades al régimen de defensa del con-
sumidor implicaría, en verdad, inmiscuirse en la reglamentación
del ejercicio profesional, ámbito que comprende, básicamente, el
control de la matrícula y la vigilancia de las normas de ética y dis-
ciplinarias”. Esto porque, recuerda el autor, la CSJN ha resuelto que
la reglamentación de las profesiones liberales constituye una atri-
bución de las provincias.
Más allá de esto, no han sido pocos los autores que consideran
que la exclusión legal de los profesionales liberales es una solución
normativa incorrecta (57).
Así Ghersi señala que la exclusión no hace más que reflejar una
actitud netamente corporativa, que sólo atiende a intereses mez-
quinos. También expresa que se está ante una excepción arbitraria,
ilegítima y carente de fundamento social (58).
Mosset Iturraspe (59), en línea similar, resalta que la solución le-
gal “tiene un tinte ‘corporativista’ de defensa de ciertas profesiones,
consideradas privilegiadas o muy representativas de la ‘sociedad
burguesa’ y, por ende, dignas de protección”. Agrega que la refor-
ma de 2008, al mantener la exclusión de estas personas del ámbito
de aplicación de la LDC, “es la prueba de un apego excesivo a la
tradición jurídica, de rendirse ante una solución que aunque sea
clásica aparece como injusta; que aunque provenga de Domat y del

(56) Rusconi, Dante D., “Nociones fundamentales”, cit., en Rusconi, Dante D.


(dir.), cit., p. 219.
(57) Se han pronunciado expresamente en contra, entre otros, Hernández, Car-
los A., “Los contratos de consumo: algunas tendencias actuales”, en Araya, Miguel
C. - Bergia, Marcelo R., Derecho de la Empresa y del Mercado, t. II, La Ley, Buenos
Aires, 2008, p. 77, y Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Gar-
zino, María Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián, cit., p. 49.
(58) Ghersi, Carlos A., “Los profesionales y la Ley del Consumidor (A propósito
de las XV Jornadas Nacionales de Derecho Civil)”, JA, 1996-I-839.
(59) Mosset Iturraspe, Jorge, “Análisis introductorio”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., ps. 15 y ss.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Código de los franceses, no se compadece con la realidad de los


servicios profesionales universitarios en los tiempos actuales”.
Ernesto Wayar (60), por su parte, ha sostenido que la exclusión
quizás se deba a que la correcta prestación de dichos servicios se
encuentra protegida por la sujeción del profesional a un colegio
que le impondrá normas éticas e instituirá una correspondiente
autoridad para hacerlas cumplir. No obstante, afirma que dicha ra-
zón no lo convence, ya que, por ejemplo, quienes venden productos
alimenticios, se encuentran regidos por un conjunto de preceptos
y órganos encargados de que sean observadas, y no por ello se en-
cuentran fuera del ámbito de aplicación de la LDC.
En una especie de posición intermedia, Luis Sáenz (61) conside-
ra que, si bien la inclusión de los profesionales liberales en la LDC
no es imposible, ello debería hacerse respetando las particulari-
dades de estas actividades, tal como sucede con la normativa bra-
sileña (62). Entre esas peculiaridades resalta que las obligaciones
de estos profesionales muchas veces son de medios y que la LDC,
tal como está estructurada hoy, no logra captar las característi-
cas que exhiben las actividades desarrolladas por profesionales
liberales.
Si bien ya me ocupé de esto en alguna ocasión anterior (63), no
puedo dejar de manifestar que la exclusión de los profesionales
liberales viola la garantía de igualdad ante la ley (art. 16, CN (64)),
tratándose de un privilegio inadmisible que requiere urgente co-
rrección, la cual lamentablemente no ha ocurrido con la revisión

(60) Wayar, Ernesto C., Tarjeta de crédito y defensa del usuario, Astrea, Buenos
Aires, 2000, p. 85.
(61) Sáenz, Luis R. J., “Los profesionales liberales y la Ley de Defensa del Con-
sumidor”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. II,
ps. 101 y ss.
(62) Se informa al lector que el CDC brasileño, si bien incluye a los profesionales
liberales dentro de su ámbito, aclara que su responsabilidad se evalúa bajo el pará-
metro de la culpa (art. 14.4).
(63) Chamatropulos, Demetrio A., “¿Profesiones liberales o privilegiadas”?,
Compendio de Jurisprudencia, Legislación y Doctrina, nro. 15, enero-febrero de 2008,
Errepar, p. 219.
(64) Art. 16, CN: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de
nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitan-
tes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la ido-
neidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

de la LDC que efectuó el CCyCN, que si bien sustituyó el texto de


algunos preceptos de la LDC, no modificó ni suprimió el segundo
párrafo del art. 2º de dicha ley (65).
La exclusión es sorprendente, sobre todo por el espíritu abarca-
tivo que inunda a la definición legal de proveedor, la cual engloba
prácticamente a toda actividad económica desarrollada con fines
de lucro.
La irrazonabilidad resulta patente cuando, recorriendo el arti-
culado de la LDC, se advierte que sólo dos grandes actividades se
encuentran eximidas de cumplir la ley: los profesionales liberales y
el transporte aéreo (aunque en este último caso se permite su apli-
cación supletoria como se verá al analizar el art. 63, LDC).
El argumento referido a la suficiencia del sometimiento de estos
profesionales al control de la matrícula o de la autoridad específica
de contralor no tiene sentido, pues si se actuara con ese criterio en
las distintas industrias (seguros, bancos, medicina prepaga, etc.)
un sinfín de actividades quedarían sometidas a una pretendida
“doble regulación” y de esta manera la LDC se quedaría práctica-
mente sin sujetos obligados a su cumplimiento, lo cual sería un
contrasentido.

(65) Como simple curiosidad cabe resaltar que el art. 1093 del CCyCN, al definir al
contrato de consumo y caracterizar indirectamente al proveedor se refiere a la presta-
ción de servicios sin efectuar exclusión alguna respecto de los profesionales liberales.
Cabe preguntarse si a través de la invocación del principio de norma más favorable
(conf. arts. 3º, LDC, y 1094, CCyCN) un consumidor vinculado con un profesional de
esas características no podría plantear que este último quede obligado a cumplir con
las normas consumeriles. Se deja planteada la inquietud para desarrollos doctrina-
rios posteriores. Amén de lo dicho, cabe recordar que incluso, como ya lo señalaba
Piero Calamandrei hace muchos años, existe una tendencia creciente en los aboga-
dos en particular (y los profesionales liberales en general, agrego) de llevar adelante
formas de ganancias adicionales mediante actividades que son extrañas a su profe-
sión. Calamandrei, Piero, Demasiados abogados, Victoriano Súarez, Madrid, 1926,
p. 93.
Sigal se pregunta también si el art. 1093, CCyCN, no implica una derogación tácita
del art. 2º, LDC, suprimiendo, en consecuencia, la exclusión de los profesionales libe-
rales de las normas de la LDC. Concluye que no, pues, para este tipo de derogaciones
el criterio a sostener debe ser siempre restrictivo, en consonancia con el criterio de
la CSJN (Fallos: 150:150). Sigal, Martín, “Comentario al art. 1093”, en Rivera, Julio
César - Medina, Graciela (dirs.), cit., t. III, p. 723. En similar sentido: Lovece, Gra-
ciela, “Comentario al art. 1093”, en Calvo Costa, Carlos A. (dir.), cit., t. II, p. 146.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Resulta oportuno cerrar este apartado recordando ciertos ante-


cedentes históricos con respecto a quienes desempeñan profesio-
nes liberales. Traer dichas épocas a los tiempos actuales no es algo
superfluo o caprichoso; al contrario, permitirá observar el gran
contraste existente entre la manera como estaban reguladas esas
profesiones en aquellos momentos y como se encara su tratamien-
to legal hoy en día.
Es realmente destacable que, en Roma, por ejemplo, quien ejer-
cía una profesión de las hoy llamadas liberales, no cobraba ningu-
na retribución por dicho servicio. Por el contrario, era una labor
que otorgaba gran dignidad a quienes las llevaban a cabo, lo que
compensaba con creces el carácter de gratuidad económica de la
prestación. Como bien señala López Herrera (66), lo que estaba en
juego era el honor del profesional. Es por ello que hoy en día es muy
utilizada la palabra “honorarios” para denominar a la retribución
que se obtiene por la prestación de dichos servicios.
Por supuesto que se deben poner las cosas en su justa medida
y expresar también que quienes desempeñaban estas actividades
se hallaban entre las personas integrantes de las esferas sociales y
económicas más altas, lo que, sin duda, permitía darse el “lujo” de
no cobrar por los trabajos realizados.
Lo antes manifestado sirve simplemente para recordar una ob-
viedad: si bien nadie exige que se trabaje ad honorem como en la
antigua Roma, resulta esencial un desempeño de actividades bajo
el mayor grado de diligencia posible. Y permitir que las profesiones
liberales sean reguladas por la LDC puede ser un conducente para
ello.

10.1. Requisitos para la exclusión

Los profesionales excluidos de la LDC deben cumplir necesa-


riamente distintos requisitos que a continuación se enumerarán.
Todos ellos deberán ser interpretados de manera restrictiva, en
atención a que la exclusión constituye una excepción al principio
general de que todo proveedor de servicios está incluido en la ley.
1. En primer lugar, debe tratarse de profesionales liberales.

(66) López Herrera, Edgardo, Manual…, cit., p. 654.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Wajntraub (67) señala que los profesionales liberales son aquellas


personas que reúnen dos requisitos: poseen título universitario y
trabajan de manera independiente.
Ello lleva a preguntarse qué sucede cuando el profesional
desempeña su actividad, no de manera independiente, sino valién-
dose de una organización empresarial.
La mayoría de la doctrina afirma que la exclusión cede en es-
tos supuestos (68). Al respecto se ha explicado que los profesionales
liberales estarán excluidos en la medida en que sus habilidades y
capacidades no resulten delegables en terceros. Cuando se produce
esa delegación, nace un proveedor de servicios previsto en el pri-
mer párrafo del art. 2º, LDC (69).
Lógicamente, cuando el profesional se vale de una estructura
empresaria, no sólo él queda incluido en la LDC, sino que también
la empresa de prestación de servicios que integra deberá respon-
der por sus actos. En tal sentido, se puede citar la solución dada
por la ley peruana, al ocuparse específicamente de los productos
y servicios de salud, que expresa que los establecimientos de salud
responden solidariamente por “los actos de los profesionales que
de manera independiente desarrollen sus actividades empleando
la infraestructura o equipos del primero, salvo que el servicio haya
sido ofrecido sin utilizar la imagen, reputación o marca del referido
establecimiento y esa independencia haya sido informada previa y
expresamente al consumidor” (70).

(67) Wajntraub, Javier H., Protección jurídica del consumidor, LexisNexis - De-
palma, Buenos Aires, 2004, AP 3201/000704.
(68) Se han pronunciado expresamente por esta postura, entre otros, Wajn-
traub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe, Jorge -
Wajntraub, Javier H., cit., ps. 50 y 51; En sentido similar: Lorenzetti, Ricardo L.,
Consumidores…, cit., p. 115; Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 37.
Bajo la vigencia del CCyCN hay autores que agregan que su art. 1093 otorga mayo-
res argumentos para sostener esta posición, pues dicho precepto, al mencionar como
proveedor a la “empresa”, daría lugar a que los profesionales liberales que desempe-
ñan su actividad bajo la forma de empresa puedan ser captados por las normas con-
sumeriles. Leiva Fernández, Luis F. P., “Comentario al art. 1093”, en Alterini, Jorge
H. (dir.) - Alterini, Ignacio E. (coord.), cit., t. V, p. 808.
(69) Farina, Juan M., cit., p. 115.
(70) Art. 68.2, ley 29.571 de Perú.
Respecto de los profesionales de la salud que forman parte de la “cartilla” de las
empresas de medicina prepaga se ha dicho que no pueden invocar la exclusión

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Asimismo, todos aquellos profesionales que no sean universi-


tarios deberían quedar incluidos en la LDC por no poder invocar
la excepción prevista en su art. 2º. En tal sentido, cabe recordar el
caso jurisprudencial de un productor de seguros que fue multado
por un incumplimiento frente a un asegurado (71).
Sin embargo, algún sector de la doctrina sostiene que los pro-
fesionales que no tienen título universitario sino terciario también
están excluidos de la LDC, porque ello se encuentra implícito en la
excepción prevista para los profesionales universitarios (72).
En tal sentido, es oportuno traer al presente una sentencia del
año 2011 en donde se expresó que el constructor matriculado que
suscribe el plan de obra para su aprobación por los organismos per-
tinentes, merece, pese a no poseer título universitario, ser inclui-
do en la excepción que prevé el segundo párrafo del art. 2º, LDC.
Agregaron los jueces que excluir de la excepción a los matriculados
sin título universitario, llevaría al absurdo de responsabilizar a los
maestros o profesores que enseñan a alumnos particulares, a los
masajistas, manicuras, etcétera (73).
Se trata de una interpretación extensiva de una excepción que
no tiene respaldo legal.
2. Necesidad de matrícula otorgada por colegios profesionales
reconocidos oficialmente o autoridad facultada para ello.
En opinión que no comparto, Farina (74) advierte que la exclu-
sión abarca también a los profesionales que no estén matriculados,
en la medida en que la profesión en cuestión requiera matricula-

prevista en el art. 2º, LDC, ya que dichos profesionales en sí mismos poseen una
organización empresarial intermedia entre la empresa de medicina prepaga y el
paciente y además “son un ‘insumo’ en la organización del sistema y estructura de
las empresas de medicina prepaga”. Ghersi, Carlos A. - Weingarten, Celia, Tra-
tado de regulación de la empresa de medicina prepaga, La Ley, Buenos Aires, 2012,
ps. 281 y ss.
(71) CApel. Noreste Chubut, sala A, 21/8/2003, “Fuentealba Ibánez, Leopoldo c.
Federación Patronal Coop. de Seguros Ltda. y/o Rey, Marcelo”, LLPatagonia, 2004
(mayo), p. 360.
(72) Farina, Juan M., cit., p. 115.
(73) CCiv. y Com. Lomas de Zamora, sala II, 12/7/2011, “Del P., J. R. c. M., C. A. y
otros”, APBA, 2012-1-67.
(74) Farina, Juan M., cit., p. 114.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ción. Señala que, de lo contrario, se daría la incongruencia de que


el abogado que emite un dictamen en una jurisdicción en la cual
no se encuentra matriculado debería responder como proveedor
en los términos de la LDC (75).
Agrega este autor que se debió haber previsto la exclusión para
profesionales habilitados para actuar, pues lo relativo a la matricu-
lación puede originar confusiones (76).
Sin perjuicio de la exigencia del control de matrícula, acerta-
damente expresan Graciela Pinese y Pablo Corbalán que ese con-
trol “no se traduce en modo alguno en tutela del consumidor o
usuario, sino que, por el contrario, atañe a otras cuestiones intrín-
secamente relacionadas a la profesión que se trate y su efectivo
ejercicio” (77).

10.2. Observancia de la LDC en materia de publicidad

Aun cuando el profesional liberal puede invocar a su favor la ex-


clusión del régimen, ello no podrá ocurrir respecto de la publicidad
que haga de sus servicios.
Según Wajntraub (78), “la realización de publicidad importa una
suerte de sometimiento voluntario del profesional al régimen pro-
tectorio especial de los consumidores, aunque corresponderá dis-
tinguir el contenido del anuncio, no alcanzando para involucrar
al profesional en el marco de la ley 24.240 el solo hecho de realizar
mensajes de carácter meramente informativos. Será necesario por
ende una publicidad relativa a características especiales de la pres-
tación, que puedan además ser diferenciadas de las comunes a la
actividad”.

(75) En contra de esta posición también: Wajntraub, Javier H., “Análisis exegéti-
co de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 51; Lo-
renzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 132.
(76) Farina, Juan M., cit., p. 115.
(77) Pinese, Graciela G. - Corbalán, Pablo S., Ley de Defensa del Consumidor,
Cathedra Jurídica, Buenos Aires, 2009, p. 76.
(78) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 52.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Se ha ejemplificado que en el caso de abogados recién gradua-


dos, hacer publicidades invocando el carácter de “especialista” en
tal materia violaría la ley (79).
En un caso se condenó a un odontólogo por valerse de publici-
dad engañosa para captar clientes incautos (80).
A lo dicho simplemente agrego que el profesional liberal hoy
cuenta con cada vez mayor cantidad de canales a través de los cua-
les puede publicitar sus servicios (página web personal, redes so-
ciales, blogs, aplicaciones en smartphones, etc.) e interactuar con
potenciales interesados en la prestación de ellos. En los hechos, su-
cederá que por la dinámica de su actividad diaria, muchas veces
y sin darse cuenta, estará intentando seducir clientes en espacios
virtuales de acceso público y quedará obligado, por lo tanto, en los
términos de la LDC por esa publicidad.

10.3. Aplicación de sanciones previstas en la LDC a


profesionales liberales que violen la obligación
de trato digno y equitativo

Otra excepción a la exclusión de los profesionales liberales a la


LDC que no está suficientemente estudiada podría estar dada por
el hecho de la violación del art. 8º bis, LDC, por parte de estos suje-
tos, cuando actúan en nombre de proveedores.
Al respecto, se ha manifestado que “la norma no requiere que
quien actúe en nombre del proveedor deba ser también conside-
rado proveedor en los términos de la ley 24.240. En este sentido es
dable destacar que, por ejemplo, si un abogado efectúa por cuenta
y orden de su cliente un reclamo de deuda extrajudicial relativo a
una relación de consumo con apariencia de reclamo judicial; y/o
un médico denigra a su paciente en el marco del servicio prestado a
través de una empresa de medicina prepaga (conductas que la nor-
ma califica como antijurídica); serán solidariamente responsables
en los términos del art. 8º bis” (81).

(79) Vázquez Ferreyra, Roberto A. - Romera, Oscar E., cit., p. 15.


(80) CNCiv., sala G, 13/3/2007, “Degleue, Cynthia L. c. T., A.”, RCyS, 2007-973.
(81) Quaglia, Marcelo C., “Salideras bancarias: ¿Responsabilidad de las entida-
des financieras?”, LA LEY, 2013-F, 333. En similar sentido: Hernández, Carlos A.,
“Relación de consumo”, en Stiglitz, Gabriel - Hernández, Carlos A. (dirs.), Trata-
do…, cit., t. I, p. 430.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

10.4. El profesional liberal que comercializa bienes


en el marco de su actividad
Otro supuesto en el cual el profesional liberal quedará incluido
dentro de la LDC se dará cuando comercialice bienes en el marco
de su actividad.
En esa dirección se puede encontrar un caso en donde se san-
cionó a un veterinario por vender un animal sin informar al consu-
midor los planes de vacunación, enfermedades, contraindicacio-
nes y demás datos indispensables para su cuidado. Se argumentó
que no correspondía la exclusión del art. 2º, LDC, ya que el vínculo
con el cliente era de carácter comercial y no se relacionaba con el
ejercicio de su profesión (82).
En otro antecedente semejante se consideró incumplido el de-
ber de información y de seguridad por incumplimiento del servicio
de guardería en una veterinaria respecto de la muerte de un perro
que fue dejado enfermo y con indicaciones de suministrársele re-
medios mientras su dueño se iba de vacaciones. Para aplicarse la
LDC, se dijo que no procedía la exclusión de profesionales liberales
del art. 2º, LDC, sino que se trató de la contratación del “servicio de
guardería”, que consistía en mantener y cuidar el animal hasta la
finalización del contrato, pactándose de antemano un precio dia-
rio sin concertarse atención médica veterinaria del animal a fin de
su curación o de diagnóstico, sino su mera estancia y cuidados (83).

10.5. El profesional liberal en el Derecho Comparado

Dado que se trata de uno de los temas más polémicos de la


actual LDC, se enunciarán algunas de las soluciones del derecho
europeo y latinoamericano respecto de la inclusión, exclusión u
omisión de la figura del profesional liberal como proveedor en los
términos de las leyes de protección a los consumidores.
Luego de reseñar las normas vigentes en cada jurisdicción, se
intentará descubrir si existen tendencias que predominen más ha-
cia la exclusión, la inclusión o la omisión normativa de la cuestión.

(82) CNCont. Adm. Fed., sala II, 6/5/1999, “Poggi, José María Federico c. Secreta-
ría de Comercio e Inversiones”, ED, 189-471.
(83) CCiv. y Com. 4a Córdoba, 27/5/2014, “F., L. A. c. C., G. A. y otro s/ordinario -
otros - recurso de apelación”, La Ley Online, AR/JUR/32058/2014.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Se comenzará por el continente europeo.


1. En la normativa comunitaria emanada de la UE las definicio-
nes de proveedores (denominados “profesionales” o “comercian-
tes”) tienen características manifiestamente abarcativas ausen-
tándose en ellas, por lo tanto, todo ánimo excluyente respecto de
los llamados profesionales liberales. Cabe citar, v.gr., las directivas
93/13/CEE, referida en páginas anteriores, sobre “Cláusulas abusi-
vas en los contratos celebrados con consumidores” (84), 2005/29/CE
sobre “Prácticas comerciales desleales de las empresas en sus rela-
ciones con los consumidores en el mercado interior” (85) o 2006/114/
CE sobre “Publicidad engañosa y publicidad comparativa” (86).
2. La Ley española, si bien distingue legalmente las nociones de
empresario (87), productor (88) y proveedor (89), establece definiciones
amplias para cada uno de estos casos.

(84) Art. 2º, directiva 93/13/CEE: “A efectos de la presente Directiva se entenderá


por:… c) ‘profesional’: toda persona física o jurídica que, en las transacciones regula-
das por la presente Directiva, actúe dentro del marco de su actividad profesional, ya
sea pública o privada”.
(85) Art. 2º, directiva 2005/29/CE: “Definiciones. A efectos de la presente Direc-
tiva, se entenderá por:…b) ‘comerciante’: cualquier persona física o jurídica que, en
las prácticas comerciales contempladas por la presente Directiva, actúe con un pro-
pósito relacionado con su actividad económica, negocio, oficio o profesión, así como
cualquiera que actúe en nombre del comerciante o por cuenta de éste…”.
Es de resaltar que en esta directiva se utiliza el término “comerciante” en vez de
“profesional”, los cuales se han utilizado de modo equivalente en este caso.
(86) Art. 2º, directiva 2006/114/CE: “A efectos de la presente Directiva, se enten-
derá por:…d) comerciante: toda persona física o jurídica que actúe con un propósito
relacionado con su actividad económica, oficio, negocio o profesión, así como cual-
quiera que actúe en nombre del comerciante o por cuenta de éste…”.
Vale el mismo comentario efectuado en la nota al pie anterior.
(87) Art. 4º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “Concepto de empresario.
A efectos de lo dispuesto en esta norma, se considera empresario a toda persona físi-
ca o jurídica, ya sea privada o pública, que actúe directamente o a través de otra per-
sona en su nombre o siguiendo sus instrucciones, con un propósito relacionado con
su actividad comercial, empresarial, oficio o profesión”.
(88) Art. 5º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “Concepto de productor.
Sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 138, a efectos de lo dispuesto en esta nor-
ma se considera productor al fabricante del bien o al prestador del servicio o su in-
termediario, o al importador del bien o servicio en el territorio de la UE, así como a
cualquier persona que se presente como tal al indicar en el bien, ya sea en el envase,
el envoltorio o cualquier otro elemento de protección o presentación, o servicio su
nombre, marca u otro signo distintivo”.
(89) Art. 7º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “Concepto de proveedor.
A efectos de esta norma es proveedor el empresario que suministra o distribuye pro-

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

3. En Alemania, el BGB (§ 14.1) se pronuncia por una solución de


alcance amplio que pareciera no dejar lugar a dudas a exclusiones
de los profesionales liberales.
En tal sentido, identifica a los empresarios como personas fí-
sicas o jurídicas que celebran negocios jurídicos en el marco del
ejercicio de su actividad empresarial o profesional (90).
4. El Code de la Consommation francés, así como no da la de-
finición de consumidor, tampoco entrega la de proveedor o em-
presario. En consecuencia, prima una interpretación amplia del
término, pues la exclusión de los profesionales liberales, al ser una
excepción al principio general, debe funcionar bajo un criterio de
interpretación restrictiva.
5. El Codice del Consumo italiano define al proveedor de mane-
ra amplia sin exceptuar a los que en la Argentina se conocen como
profesionales liberales (91).
Deteniendo la atención en Latinoamérica, se puede señalar lo
siguiente:
1. El Código de Defensa del Consumidor de Brasil, si bien no
excluye como proveedores a los profesionales liberales (92), prevé
dentro del Código un régimen de responsabilidad diferenciado.

ductos en el mercado, cualquiera que sea el título o contrato en virtud del cual realice
dicha distribución”.
(90) § 14, BGB: “Unternehmer. 1. Unternehmer ist eine natürliche oder juristische
Person oder eine rechtsfähige Personengesellschaft, die bei Abschluss eines Rechts-
geschäfts in Ausübung ihrer gewerblichen oder selbständigen beruflichen Tätigkeit
handelt…”.
(91) Art. 3º, Códice del Consumo de Italia: “Definizioni. 1. Ai fini del presente codi-
ce ove non diversamente previsto, si intende per…c) ‘professionista: la persona fisica
o giuridica che agisce nell’esercizio della propria attività imprenditoriale, commer-
ciale, artigianale o professionale, ovvero un suo intermediario…’”.
(92) Art. 3º, CDC de Brasil: “Fornecedor é toda pessoa física ou jurídica, pública
ou privada, nacional ou estrangeira, bem como os entes despersonalizados, que de-
senvolvem atividade de produção, montagem, criação, construção, transformação,
importação, exportação, distribuição ou comercialização de produtos ou prestação
de serviços.
”§ 1º Produto é qualquer bem, móvel ou imóvel, material ou imaterial.
”§ 2º Serviço é qualquer atividade fornecida no mercado de consumo, mediante
remuneração, inclusive as de natureza bancária, financeira, de crédito e securitária,
salvo as decorrentes das relações de caráter trabalhista”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

En efecto, aunque el art. 14 de dicho cuerpo normativo comien-


za expresando que los proveedores de servicios responden bajo los
parámetros de la responsabilidad objetiva por los daños que pro-
duzcan a consumidores, establece, en su parte final, que cuando
se trate de profesionales liberales se exigirá la acreditación de la
existencia de culpa como condición previa para que respondan por
los perjuicios que causen (93).
Si bien la aclaración pareciera en principio superflua, la legisla-
ción brasileña excluye de su ámbito, en su art. 3º, in fine, los servi-
cios derivados de relaciones laborales.
2. En Chile se adopta una posición similar a la argentina. En
efecto, se excluye a las personas que ostenten título profesional y
ejerzan su actividad independientemente (94).
3. La Ley uruguaya no prevé ningún precepto que excluya de
su ámbito a los profesionales liberales (95) aunque establece en una
disposición específica que su responsabilidad será objetiva o sub-
jetiva dependiendo cuál haya sido la prestación asumida por aqué-
llos (96), en una especie de variante más flexible que la dispuesta en
el Código brasileño.

(93) Art. 14, CDC de Brasil: “O fornecedor de serviços responde, independente-


mente da existência de culpa, pela reparação dos danos causados aos consumidores
por defeitos relativos à prestação dos serviços, bem como por informações insufi-
cientes ou inadequadas sobre sua fruição e riscos… § 4º A responsabilidade pessoal
dos profissionais liberais será apurada mediante a verificação de culpa”.
(94) Art. 1º, ley 19.496 de Chile: “Ámbito de aplicación y definiciones básicas…
Para los efectos de esta ley se entenderá por:… 2.- Proveedores: las personas natura-
les o jurídicas, de carácter público o privado, que habitualmente desarrollen activida-
des de producción, fabricación, importación, construcción, distribución o comercia-
lización de bienes o de prestación de servicios a consumidores, por las que se cobre
precio o tarifa.
”No se considerará proveedores a las personas que posean un título profesional y
ejerzan su actividad en forma independiente”.
(95) Art. 3º, ley 17.250 de Uruguay: “Proveedor es toda persona física o jurídica,
nacional o extranjera, privada o pública, y en este último caso estatal o no estatal, que
desarrolle de manera profesional actividades de producción, creación, construcción,
transformación, montaje, importación, distribución y comercialización de productos
o servicios en una relación de consumo”.
(96) Art. 35, ley 17.250 de Uruguay: “La responsabilidad de los profesionales libe-
rales será objetiva o subjetiva según la naturaleza de la prestación asumida”.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

4. En Paraguay no están comprendidos en la ley 1334 (97) “los


servicios de profesionales liberales que requieran para su ejercicio
título universitario y matrícula otorgada por la autoridad faculta-
da para ello, pero si la publicidad que se haga de su ofrecimiento”
(art. 4º, inc. d], segundo párrafo, ley 1334).
Se trata de una solución muy similar a la establecida en el 2º
párrafo del art. 2º de la LDC argentina.
5. La ley 453 de Bolivia excluye expresamente del concepto de
proveedor a quien ejerce una “profesión libre” (98).
6. El Código de Protección y Defensa del Consumidor perua-
(99)
no incluye dentro de la noción de proveedores a los profesiona-

(97) Ley 1334 de Paraguay. El concepto general de proveedor en este cuerpo legal
está previsto en el art. 4º: “A los efectos de la presente ley, se entenderán por:… b) Pro-
veedor: a toda persona física o jurídica, nacional o extranjera, pública o privada que
desarrolle actividades de producción, fabricación, importación, distribución, comer-
cialización, venta o arrendamiento de bienes o de prestación de servicios a consu-
midores o usuarios, respectivamente, por los que cobre un precio o tarifa…”. Al igual
que en el caso brasileño, el régimen normativo paraguayo excluye también de modo
expreso los servicios derivados de relaciones de trabajo (art. 4º.d, párr. 1º, ley 1334 de
Paraguay).
(98) Art. 5º.2, ley 453 de Bolivia: “Proveedores. Son las personas naturales o jurídi-
cas, públicas o privadas, que desarrollan actividades de producción, fabricación, im-
portación, suministro, distribución, comercialización y otras, de productos o de pres-
tación de servicios en general destinados directamente a las usuarias y los usuarios,
las consumidoras y los consumidores finales. No se considera proveedores a quienes
ejercen una profesión libre” (el resaltado me pertenece).
(99) Art. IV, ley 29.571 de Perú. “Definiciones. Para los efectos del presente Código,
se entiende por:…4) Servicio. Es cualquier actividad de prestación de servicios que se
ofrece en el mercado, inclusive las de naturaleza bancaria, financiera, de crédito, de
seguros, previsionales y los servicios técnicos y profesionales. No están incluidos los
servicios que prestan las personas bajo relación de dependencia…”.
A su vez, el art. IV también preceptúa, de manera muy detallada, la figura del pro-
veedor: “Definiciones. Para los efectos del presente Código, se entiende por:… 2. Pro-
veedores. Las personas naturales o jurídicas, de derecho público o privado, que de
manera habitual fabrican, elaboran, manipulan, acondicionan, mezclan, envasan,
almacenan, preparan, expenden, suministran productos o prestan servicios de cual-
quier naturaleza a los consumidores. En forma enunciativa y no limitativa se conside-
ra proveedores a: 1. Distribuidores o comerciantes. Las personas naturales o jurídicas
que venden o proveen de otra forma al por mayor, al por menor, productos o servicios
destinados finalmente a los consumidores, aun cuando ello no se desarrolle en esta-
blecimientos abiertos al público. 2. Productores o fabricantes. Las personas naturales
o jurídicas que producen, extraen, industrializan o transforman bienes intermedios
o finales para su provisión a los consumidores. 3. Importadores. Las personas natu-
rales o jurídicas que importan productos para su venta o provisión en otra forma en

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

les, aunque excluye expresamente a aquellos que actúan bajo rela-


ción de dependencia al igual que en otros países latinoamericanos.
7. En Ecuador, la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor
2000-21 define al proveedor de manera amplia sin excluir a los pro-
fesionales liberales (100).
Asimismo, y como dato llamativo prevé, en una norma específi-
ca que “Es deber del proveedor de servicios profesionales atender a
sus clientes con calidad y sometimiento estricto a la ética profesio-
nal, la ley de su profesión y otras conexas. En lo relativo al cobro de
honorarios, el proveedor deberá informar a su cliente, desde el ini-
cio de su gestión, el monto o parámetros en los que se regirá para
fijarlos dentro del marco legal vigente en la materia y guardando la
equidad con el servicio prestado” (101).
8. El Estatuto del Consumidor colombiano contiene una defi-
nición amplia de proveedor (o expendedor) y productor, evitando
excluir a los profesionales liberales (102).
9. La Ley Federal de Protección al Consumidor de México pre-
vé una extendida exclusión respecto de los profesionales, ya que
señala que “quedan exceptuadas de las disposiciones de esta ley,
los servicios que se presten en virtud de una relación o contrato
de trabajo, los servicios profesionales que no sean de carácter mer-

el territorio nacional. 4. Prestadores. Las personas naturales o jurídicas que prestan


servicios a los consumidores…”.
(100) Art. 2º, ley 2000-21 de Ecuador: “Definiciones. Para efectos de la presente
Ley, se entenderá por:…Proveedor: Toda persona natural o jurídica de carácter pú-
blico o privado que desarrolle actividades de producción, fabricación, importación,
construcción, distribución, alquiler o comercialización de bienes, así como presta-
ción de servicios a consumidores, por lo que se cobre precio o tarifa. Esta definición
incluye a quienes adquieran bienes o servicios para integrarlos a procesos de produc-
ción o transformación, así como a quienes presten servicios públicos por delegación
o concesión”.
(101) Art. 27, ley 2000-21 de Ecuador.
(102) Art. 5º, ley 1480 de Colombia: “Definiciones. Para los efectos de la presente
ley, se entiende por:… 9. Productor: Quien de manera habitual, directa o indirecta-
mente, diseñe, produzca, fabrique, ensamble o importe productos. También se re-
puta productor, quien diseñe, produzca, fabrique, ensamble, o importe productos
sujetos a reglamento técnico o medida sanitaria o fitosanitaria…11. Proveedor o ex-
pendedor: Quien de manera habitual, directa o indirectamente, ofrezca, suministre,
distribuya o comercialice productos con o sin ánimo de lucro…”.

- 167 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cantil y los servicios que presten las sociedades de información


crediticia” (103).
Se trata de una solución que se emparenta bastante con la ar-
gentina, aunque incluso pareciera tener un alcance más amplio, a
poco que se repare que no se refiere solamente a profesionales libe-
rales universitarios nucleados bajo entidades que ejerzan el control
de su actividad.
Luego de describir la regulación del tema en parte de Europa y
Latinoamérica se verá si resulta posible establecer tendencias.
1. En el continente europeo se observa que, si bien en los textos
legales relevados no se aclara de manera expresa que los profesio-
nales liberales deben ser considerados proveedores, tampoco exis-
ten exclusiones manifiestas.
En tal sentido, se podría afirmar que tanto la normativa comu-
nitaria como la legislación de defensa del consumidor de España,
Italia y Alemania tienen vocación de universalidad, en el sentido
de evitar exclusiones de determinados grupos de proveedores de
su ámbito de aplicación.
El Code francés, por su parte, si bien no define la figura del
proveedor, tampoco excluye de modo expreso a los profesionales
referidos.
2. En Latinoamérica, en cambio, el escenario es distinto.
Por un lado, existen países que excluyen expresamente a los
profesionales liberales de las leyes de tutela de consumidores y
usuarios.

(103) Art. 5º, Ley Federal de Protección al Consumidor de México.


Es muy importante señalar que el art. 5º, 2º párr. expresa: “asimismo, quedan ex-
cluidos los servicios regulados por las leyes financieras que presten las Instituciones y
Organizaciones cuya supervisión o vigilancia esté a cargo de las comisiones naciona-
les Bancaria y de Valores; de Seguros y Fianzas; del Sistema de Ahorro para el Retiro o
de cualquier órgano de regulación, de supervisión o de protección y defensa depen-
diente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público”.
En el art. 2º de dicha ley se establece, por su parte, la definición general de provee-
dor. “Para los efectos de esta ley, se entiende por:...II. Proveedor: la persona física o
moral en términos del Código Civil Federal, que habitual o periódicamente ofrece,
distribuye, vende, arrienda o concede el uso o disfrute de bienes, productos y servi-
cios…”.

- 168 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Aquí están los casos de la Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y


México. En el supuesto de este último país se vio que la exclusión
pareciera tener incluso alcances más amplios que en los otros cua-
tro Estados mencionados.
Por otra parte, se encuentran aquellos supuestos como los de
Brasil y Uruguay, en los que si bien se admite la inclusión de estos
profesionales en las leyes protectorias referidas se establecen cier-
tas salvaguardas en su favor (más ostensibles en el caso de Brasil
que en el de Uruguay).
Por último, hay países en los cuales no solamente no se los ex-
cluye sino que tampoco se prevén dentro de las normas consumeri-
les diferencias de tratamiento a favor de los profesionales liberales.
Entran aquí Colombia y Ecuador. Respecto de este último país
se señaló, incluso, como dato de interés, que se establecen dentro
del plexo consumeril disposiciones legales específicas que regulan
específicamente a este sector de proveedores.

11. El caso del transporte aerocomercial

Además del caso de los profesionales liberales, es oportuno ex-


presar que la LDC, en su art. 63, ha dispuesto otra gran limitación
en su aplicación con respecto a una industria en particular y sus
respectivos proveedores. Se trata del transporte aerocomercial, al
cual la LDC sólo se aplica supletoriamente en todo aquello que no
esté previsto en el Código Aeronáutico (ley 17.285 (104) —ley C-0679,
DJA—) y los tratados internacionales correspondientes. Se le dedi-
cará espacio al análisis de esta cuestión al comentarse el referido
art. 63, LDC.

12. Proveedores con status jurídicos particulares

Este tema fue abordado por la CSJN en un reciente caso. Se tra-


taba de un planteo del Banco de la Provincia de Buenos Aires, el
cual invocaba su estatus jurídico particular de institución autár-
quica de derecho público a fin de evitar la aplicación de sanciones
por violación a normas de la LDC. La Corte rechazó este argumen-

(104) Publicado en el BO en fecha 23/5/1967.

- 169 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

to, señalando que esos privilegios no guardaban relación con el


comportamiento del banco respecto del cumplimiento de normas
de derecho común y frente a la vulneración de las garantías consti-
tucionales de los consumidores (105).

13. Aseguradoras de Riesgos del Trabajo

Al comentar el art. 1º, LDC, se concluyó que los trabajadores son


consumidores frente a las ART con las cuales se hallan vinculados.
Como obvia consecuencia, estos últimos son proveedores ante los
primeros.
En un reciente caso jurisprudencial se llegó una conclusión si-
milar a la que defiendo, pero por otro camino.
En efecto, se resolvió que los trabajadores damnificados en los
términos de la ley 24.557 eran beneficiarios del contrato de seguro y
gozaban de la protección y herramientas que le provee la LDC ante
los incumplimientos en que dichas entidades incurrían y los daños
que les provocasen. Sin embargo, el fundamento fue que ante el in-
cumplimiento de la ART a sus obligaciones, con repercusión en el
empleador asegurado y en el trabajador, la tutela de los intereses de
ambos debía llevarse al ámbito de la LDC, pues la empresa, sin ser
parte directa en la relación de consumo, adquiere o utiliza bienes
o servicios en beneficio del grupo social empleado, y el trabajador
es el destinatario directo de la relación de consumo para la utiliza-
ción de bienes o servicios que debía la aseguradora (106).
Como se observa, los jueces, para llegar a la conclusión de que
la ART era un proveedor frente al trabajador, tuvieron que, previa-
mente, reconocer el carácter de consumidor al empleador. Esta úl-
tima parte del razonamiento es incorrecta, porque transforma la
relación de consumo del trabajador con la ART en un accesorio de
una relación de consumo principal que se pretende que haya entre
la aseguradora y el empleador (que claramente no existe).

(105) CSJN, 19/3/2014, “Banco de la Provincia de Buenos Aires c. DNCI -


Disp. 622/05 (exp. 29.184/02)”, LA LEY, 2014-D, 377.
(106) CApel. Comodoro Rivadavia, sala A, 29/10/2014, “P., A. E. y T. S.R.L. c. Pro-
vincia ART s/demanda sumarísima”, LLPatagonia, 2014 (diciembre), p. 689.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

14. Corredores inmobiliarios y administradoras


de consorcios

Ya se dijo antes que la venta o alquiler de inmuebles no trans-


forman a su propietario en proveedor en la medida en que no esté
presente en él la nota de profesionalidad.
A contrario sensu, cuando existan empresas dedicadas a la in-
termediación inmobiliaria, esa nota adquirirá relevancia y se es-
tará ante proveedores en la medida que se trate de inmuebles des-
tinados a vivienda (si no tiene tal finalidad ello no sucederá, pero
porque el destinatario no será un consumidor) (107).
Expresa Lorenzetti (108) que la actividad de los administradores
de consorcios, los corredores inmobiliarios y las empresas dedica-
das a la intermediación en el mercado inmobiliario está incluida
en la LDC en la medida que se celebre entre consumidores y pro-
veedores. Según este autor, estarán excluidas cuando sean llevadas
adelante por un profesional liberal. Ese razonamiento sería correc-
to a menos que se actúe en el marco de una organización empresa-
ria (hipótesis que por cierto es la más habitual) (109).
Precisando un poco el alcance de las obligaciones de los corre-
dores inmobiliarios, se ha expresado que el cumplimiento de las
obligaciones de la LDC por parte de ellos (fundamentalmente el
deber de información) no se refiere sólo a cuestiones fácticas (in-
formar medidas, características y comodidades del inmueble) sino
también jurídicas (110).

(107) Alguna doctrina ha aclarado no obstante que, aun en esos casos, no corres-
ponde otorgar el carácter de intermediario inmobiliario “a quien sólo ostenta el ca-
rácter de medio de difusión de una determinada oferta o publicidad”. Schvartz, Li-
liana, Defensa de los derechos de los consumidores y usuarios, García Alonso, Buenos
Aires, 2005, p. 45.
(108) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 136.
(109) Ariza, por su parte, sostiene que cuando el corredor desempeña funciones
de administración de propiedades y aun cuando sea profesional liberal, deja de estar
excluido de la noción de proveedor de la LDC. Lo mismo cuando se encarga de di-
fundir el emprendimiento o predispone los instrumentos precontractuales de la ope-
ración. Ariza, Ariel, “Contratación inmobiliaria y defensa del consumidor”, cit., en
Ariza, Ariel (coord.), cit., p. 47.
(110) Así, el corredor debe conocer si la operación es legalmente viable, si se
transmite la propiedad con base en títulos perfectos, si el propietario o locador está
en condiciones de venderlo o alquilarlo, etc. Expresa esta autora que, si esta última
labor lo excede técnicamente, debe buscar asesoramiento especializado o bien in-

- 171 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En consonancia con lo manifestado, en un caso se sancionó con


base en las normas de la LDC a una inmobiliaria por no brindar ab
initio información completa sobre la real situación dominial de un
inmueble que ofrecía en venta, teniendo los compradores que reca-
bar dicha información, cuya ausencia les impidió conocer y asumir
todas las características y consecuencias de la operación que se iba
a concretar (111).
En otro asunto se multó a una inmobiliaria por incumplir las
especificaciones contenidas en la propaganda de venta con respec-
to a la construcción de una vivienda (112).
También se condenó a una inmobiliaria y a un martillero, lue-
go de acordado y pagado el precio por el alquiler de una vivienda,
pues la firma del contrato nunca se concretó ni se entregaron las
llaves del inmueble, ya que quien se había presentado como repre-
sentante del locador, desapareció (113).
Se prestará atención ahora de la figura del administrador del
consorcio.
Como novedad legal puede decirse que los arts. 2065 a 2067 del
CCyCN regulan ahora la figura de este sujeto.
El art. 2065, señala que “es representante legal del consorcio
con el carácter de mandatario”, pudiendo ser un propietario o un
tercero, sea una persona humana o jurídica.
También aquí lo concluyente será la nota de profesionalidad. Si
el administrador es un propietario que, de buena voluntad, realiza

formarle de modo claro al consumidor que no se encuentra en condiciones de pro-


porcionarle información veraz y adecuada al respecto. Schvartz, Liliana, cit., p. 45.
(111) CNCont. Adm. Fed., sala I, 1/10/1997, “Dell’Oro Vio Breton Propiedades c.
Secretaría de Comercio”, LA LEY, 1998-E, 404. En similar, sentido, se encuentra un fa-
llo en donde la multa fue aplicada por no brindarse desde el principio información
completa acerca de la real situación dominial de la cochera que ofreció en venta con
un departamento (en el boleto figuraba que el comprador tendría la propiedad de
una cochera y en la escritura se le otorgó el derecho a la guarda del automóvil en un
espacio común, quedando en la práctica sin lugar para estacionar). CNCont. Adm.
Fed., sala II, 28/8/2003, “Cavi SA c. Ciudad de Buenos Aires”, LA LEY, 2004-D, 291.
(112) CCont. Adm. y Trib. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sala I, 4/3/2004,
“Castex Propiedades SA c. Ciudad de Buenos Aires”, La Ley, 21/9/2004, p. 7.
(113) CCiv. y Com. Jujuy, sala I, 24/10/2012, “Chambi, Carlota c. Ibáñez, Teresita
Beatriz y ‘Grupo Noa Estudio Inmobiliario’”, LLNOA, 2013 (febrero), p. 85.

- 172 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

la actividad en sus tiempos libres sin contraprestación alguna con


la sola finalidad de ser “buen vecino” no se lo debe considerar un
proveedor. Distinto será el caso en el cual intervenga una empre-
sa que se dedica profesionalmente a estas tareas, ya que allí clara-
mente le será aplicable la LDC.

15. La actividad del juego y la apuesta

El CCyCN se ocupa de regular lo relativo al juego y la apuesta en


los arts. 1609 a 1613.
Preceptúa que existe contrato de juego y apuesta cuando “dos o
más partes compiten en una actividad de destreza física o intelec-
tual, aunque sea sólo parcialmente, obligándose a pagar un bien
mensurable en dinero a la que gane” (art. 1609, CCyCN).
En ellos, el juez puede “reducir la deuda directamente origi-
nada en el juego si resulta extraordinaria respecto a la fortuna del
deudor” (art. 1610, CCyCN).
Es importante señalar que si el juego o la apuesta se trata de
aquellos que son considerados de “puro azar” no existe acción para
exigir el cumplimiento de la prestación prometida, aun cuando no
esté prohibido por el Estado (art. 1611, CCyCN). Sin embargo, si
son ofrecidos al público, sí existe esa acción. En este último caso,
la publicidad debe individualizar al oferente, pues de lo contrario
quien la efectúa es el responsable (art. 1612, CCyCN).
Por último, cuando se trata de juegos, apuestas y sorteos regla-
mentados por el Estado, no se rigen por los artículos antes citados
sino por las normas que los autorizan (art. 1613, CCyCN).
Sin perjuicio de las normas recién reseñadas, resulta de toda
obviedad que el proveedor que se dedica al rubro “juegos y apues-
tas” está incluido en la LDC. Y no solamente eso, su conducta de-
berá ser analizada con particular atención, pues del otro lado de la
relación tendrá sujetos que, en muchos casos, presentarán caracte-
rísticas de hipervulnerabilidad. El deber de trato digno y equitativo
del art. 8º bis, LDC, jugará aquí un rol fundamental.
Alguna doctrina ha sostenido, por ejemplo, que los “regla-
mentos” existentes en bingos y casas de juego similares deben ser
examinados al abrigo del Derecho del Consumidor, teniendo en
- 173 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cuenta que implican contratos por adhesión que pueden contener


cláusulas abusivas (114).
Alejandro Pérez Hazaña expresa que es indiscutible la apli-
cación del Estatuto consumeril a la actividad de juego que cuen-
ta con autorización estatal y se realiza en forma profesional. En
cambio “podría discutirse el caso de rifas o sorteos realizados por
personas dedicadas profesionalmente a fines distintos (colectas
solidarias)” (115).
Dicho eso, se advierten rápidamente dos problemas complejos.
Uno se relaciona con los juegos o apuestas online, en los cuales
el proveedor, en numerosas ocasiones, es una empresa que no está
domiciliada en la Argentina y, por lo tanto, se hace muy difícil en
la práctica poder controlar su adecuación a los estándares de con-
ducta previstos en la LDC.
El otro está dado por el hecho de que, en la actualidad, el propio
Estado suele llevar adelante estas actividades. Teniendo presente lo
dicho respecto de la aplicación de la LDC a las situaciones en don-
de el Estado actúa como proveedor, se impone aquí similar con-
clusión. Así, sin perjuicio de las normas que rijan un determinado
juego (lotería o casinos, v.gr.), las disposiciones de la LDC serán de
necesaria observancia.
A nivel jurisprudencial se encuentran casos en los cuales se ha
aplicado la LDC a supuestos de juegos.
Así, se recuerda, v.gr., el voto en disidencia parcial de un juez
que consideró que Lotería Nacional del Estado debía responder,
con base en las normas de la LDC, por los perjuicios ocasionados
a un cliente a causa de la maniobra dolosa realizada por un agen-
ciero que cobró un billete ganador que se le había reservado unos
días antes. Se razonó que el ente público debía hacerse cargo de los
daños producidos a los consumidores por la persona que ella de-
signa como su representante y respecto de quien posee facultades
in eligendo y de control en la comercialización de sus servicios (116).

(114) Barocelli, Sergio S. - Krieger, Walter F., “El error en el display y el alea
en el bingo”, DJ, 2007-I-975.
(115) Pérez Hazaña, Alejandro, “Jugando con los consumidores”, DJ, 18/11/2015, p. 1.
(116) CNCiv. y Com. Fed., sala II, 19/10/2012, “Speiser, Esther y otro c. Nocito, Julio
y otros s/daños y perjuicios”, ED, del 26/12/2012, p. 20, voto en disidencia parcial del
juez Ricardo Guarinoni.

- 174 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Más allá de ese aislado voto en disidencia parcial citado, lo cier-


to es que la jurisprudencia no ha avanzado mucho en la aplicación
de la LDC a estas situaciones. Más bien todo lo contrario (117).

16. Proveedores del servicio de educación privada

El crecimiento exponencial del servicio de educación privada


en todos los niveles lleva a dejar aclarado que se rige por la LDC.
Ello abarca, lógicamente, no sólo a la educación oficial sino tam-
bién a la que no reviste ese carácter.
Se pueden encontrar algunos precedentes que han señalado
que el “contrato de enseñanza” se rige por la LDC. Un supuesto que
quizás es habitual es el de los daños derivados de la omisión del
carácter de enseñanza no oficial en una publicidad (118).

17. Proveedores que actúan frente a inversores


bursátiles

Al comentar el art. 1º, LDC, se dijo que ciertos inversores pue-


den ser considerados consumidores.
Correlativamente, cuando ello sea posible hay que distinguir
quiénes podrán ser encuadrados como proveedores.
Haciendo una rápida enumeración, pueden actuar como pro-
veedores las siguientes personas jurídicas: los entes emisores, el
mercado de capitales, los agentes de negociación, los agentes de
corretaje, los agentes de liquidación y compensación, los agentes

(117) Se puede citar un caso de hace ya varios años en donde se consideró que
las normas de defensa del consumidor no debían aplicarse a un determinado jue-
go de azar organizado por la Lotería Nacional (el “Loto”) argumentándose que en
dichos juegos, si bien se estaba ante contratos de adhesión, a diferencia de los ser-
vicios públicos, no mediaba un estado de compulsión o necesidad, pues “juega el
que quiere”. Explicó la Cámara que ello significaba que “el participante, por un lado,
acepta voluntariamente las reglas no obstante su dureza y, por otro, que el Estado no
tiene interés en regulaciones que lleven a estimular una actividad que desea mode-
rar”. CNCont. Adm. Fed., sala IV, 30/3/2000, “Laurida, Tomás O. c. Lotería Nacional”,
DJ, 2000-3-1036.
(118) CCiv. y Com. La Matanza, sala I, 9/9/2004, “Boragno, Cristian Edgardo c.
Dragoun, Jorge y otro s/daños y perjuicios”, La Ley Online, 14/134645. En similar sen-
tido: CNCiv., sala C, 7/6/2007, “Bisso, Julia c. Braile, Margarita Angela”, La Ley Online,
AR/JUR/5429/2007.

- 175 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

de administración de productos de inversión colectiva, los agentes


de custodia de productos de inversión colectiva, los agentes de de-
pósito colectivo, las agencias calificadoras de riesgos, los estudios
de auditoría, etcétera.
También lo serán aquellos que no sólo pueden ser personas ju-
rídicas sino físicas también. Sería el caso, por ejemplo, de los agen-
tes registrados, los agentes productores de agentes de negociación
y los agentes de colocación y distribución que están definidos por
el art. 2º, LMC.
Si bien la LMC excluye de su ámbito de aplicación a los entes
públicos que emitan valores, considero que frente a aquellos inver-
sores que puedan invocar la tutela de la LDC, esos entes queda-
rán incluidos en la noción de proveedor del art. 2º, LDC, pues ella
recepta no sólo a personas de naturaleza privada, sino también a
las de carácter público. Ya se señaló antes que el Estado puede ser
proveedor.
Una solución contraria establecería un privilegio inadmisible a
favor de los emisores estatales que, por el solo hecho de ser tales,
verían notablemente fortalecida su situación en desmedro de los
inversores-consumidores que canalicen sus ahorros a través de la
adquisición de sus valores.
La situación se agrava si se advierte, como recién se mencio-
nó, que estos entes ni siquiera deben cumplir con las disposiciones
previstas en la LMC.
En cuanto a los Estados extranjeros, sus divisiones políticas y
otras entidades extranjeras de naturaleza estatal, también deben
ser considerados proveedores en los términos del art. 2º, LDC.
Por otra parte, debe recordarse que las universidades nacio-
nales pueden desempeñar funciones de calificación de riesgo (119).
Por lo tanto, se trataría de una entidad de origen estatal que po-
dría eventualmente ser demandada por un inversor-consumidor si

(119) Bernardo Carlino manifiesta sus dudas respecto de la eficiencia con que
podrán las universidades cumplir su función, fundamentalmente por el ritmo (más
lento) que exhiben los procedimientos internos universitarios de toma de decisiones
que no se corresponderían con la dinámica que requiere el mercado. Carlino, Ber-
nardo, “Ley 26.831 sobre mercado de capitales”, Sup. Esp. Regulación del Mercado de
Capitales, 2012 (diciembre), La Ley, 6/12/2012, p. 29.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

se demuestra que los daños sufridos por éste tuvieron por origen
la calificación efectuada por aquélla. Respecto de la actuación de
aquéllas, la LMC no establece exclusión alguna, a diferencia de lo
que sucede con la emisión de valores por parte de entes estatales.
La amplia enumeración de las actividades que los proveedores
pueden desempeñar permite incluir dentro de la LDC todas las ac-
tividades principales o accesorias que se observen en un mercado
de capitales. Así, no sólo se deberá prestar atención a la comercia-
lización de valores sino también a toda actividad vinculada a ella,
como, por ejemplo, la calificación de riesgo financiero.
Respecto de la exclusión de los profesionales liberales, ello es
particularmente grave en el marco de un mercado de capitales en
donde muchos de estos sujetos prestan labores de asesoramiento
de las más diversas. De hecho, las características de las valores ne-
gociables, la información que de ellos se brindará en prospectos,
publicidades, etc., son en gran parte decididas (o aconsejadas, me-
jor dicho) por profesionales de diversas materias, quienes deberían
responder por las consecuencias dañosas de sus conductas.
Cabe advertir, no obstante, que por la magnitud de estas fun-
ciones, las tareas en cuestión en muchas ocasiones no recaen en
profesionales que desempeñan su actividad de manera uniperso-
nal sino que lo hacen bajo una estructura empresarial que tiene
por finalidad prestar tareas de asesoramiento (y afines) a los suje-
tos intervinientes en un mercado de capitales.
Con base en lo recién dicho, y teniendo en cuenta que los privi-
legios o exclusiones deben interpretarse restrictivamente, las so-
ciedades de profesionales estarán incluidas en el marco de lo re-
glado por la LDC.

18. El caso del auditor contable

En otra ocasión me ocupé de analizar si los auditores (en gene-


ral y no sólo los contables) pueden ser considerados proveedores
en los términos de la LDC en dos ámbitos (120): en sus contratos con
sujetos auditados o contratantes de sus servicios y en la relación

(120) Chamatropulos, Demetrio A., “La responsabilidad de los auditores y las


normas de protección a los consumidores”, en Martorell, Ernesto E. (dir.) - Cha-

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

que exista con terceros que no han contratado con ellos pero que
puedan reclamar por los daños sufridos por su actuación.
Una primera gran dificultad que se presenta para el análisis es
determinar si los auditores pueden ser proveedores en los términos
del art. 2º, LDC. Ello por la exclusión de los profesionales liberales
prevista en dicho precepto que se explicó en páginas anteriores.
No habrá necesidad de ser muy sagaz para advertir que, como
la mayoría de quienes desempeñan funciones de auditoría podrían
llegar a considerarse profesionales liberales (121), su conducta no
podría ser analizada al abrigo de la normativa de defensa del con-
sumidor, salvo, claro está, lo referido a la publicidad que se haga de
sus servicios, tal como afirma el art. 2º, LDC.
Aquí valen los comentarios efectuados al abordar la problemá-
tica de los profesionales liberales en general y su exclusión de la
LDC.
Poniendo el foco en el caso bajo análisis, es oportuno recordar
que cuando la prestación del servicio de auditoría sea llevada ade-
lante mediante sociedades organizadas bajo una forma empresa-
ria (como sucede habitualmente en nuestro país), se encontrarán
incluidas dentro de la noción de proveedor prevista en el art. 2º,
LDC, no resultándoles aplicable, por lo tanto, la excepción relativa
a los profesionales liberales.
Esto resulta un dato significativo pues, en la práctica, resulta
muy raro que un auditor unipersonal actúe profesionalmente pro-
nunciándose, por ejemplo, sobre los balances de una empresa de
cierta envergadura.
En tal sentido, existe una tendencia en el mercado a buscar a
aquellos auditores que gozan de una trayectoria reconocida y que
además cuentan con una infraestructura considerable para hacer
frente a la labor que se les encarga (122).

matropulos, Demetrio A. (coord.), Tratado de la responsabilidad de los auditores,


t. II, La Ley, Buenos Aires, 2014, ps. 185 y ss.
(121) Aun en el concepto amplio de auditoría se puede observar que la función
suele ser llevada a cabo por profesionales de diversas ramas (contadores públicos,
abogados, ingenieros, médicos, etc.).
(122) Lorenzetti ha señalado que, a la par de los “clásicos contadores” que prestan
servicios como personas físicas, han proliferado grandes organizaciones de profesio-

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Ernesto Martorell ha manifestado hace ya algunos años que


“acompañando el proceso de ‘concentración de capitales’, y de ‘glo-
balización’ de la economía mundial, los Estudios de Auditoría han
ido adquiriendo dimensiones que —en no pocos casos— les brin-
dan una envergadura, solvencia económica (en función de su fac-
turación) y dotación de ‘staff’ profesional, superior a muchos de sus
clientes” (123).
La figura del auditor puede relacionarse también con la del pro-
veedor aparente.
Bajo esta figura se puede agrupar a todos aquellos sujetos que
poniendo su marca (o su firma) en una actividad empresarial aje-
na (sea provisión de bienes o prestación de servicios) colaboran
con ella buscando generar confianza en los consumidores, en
la medida que esa marca, firma o sello implica que lo ofrecido
por ese proveedor cumple con determinadas normas o reglas de
calidad.
Ahora bien. A nadie le escapa que la función del auditor se en-
cuentra íntimamente relacionada con la generación de confianza
en terceros.
Ante tal estado de cosas es válido preguntarse si, por ejemplo,
una empresa de auditoría al poner su firma en los estados conta-
bles de una compañía que desea obtener fondos de inversores bur-
sátiles puede quedar incluida en esa noción de proveedor aparente.
El interrogante merece respuesta afirmativa. Indudablemente,
la firma de un auditor constituye un elemento esencial para que
una persona decida invertir sus ahorros adquiriendo acciones, bo-
nos u otros valores negociables de la compañía auditada que sale a
buscar fondos en un mercado de capitales.
Innegablemente, la tarea profesional del auditor se encuentra
ligada de modo íntimo con la calidad, veracidad y razonabilidad
de la información que se puede obtener de una empresa, inde-

nales y compañías multinacionales de auditoría que han transformado el panorama


de la profesión. Lorenzetti, Ricardo L., Tratado de los Contratos, t. II, 2a ed., Rubin-
zal-Culzoni, Santa Fe 2004, p. 669.
(123) Martorell, Ernesto E., “Nuevos estudios societarios - La responsabilidad
de los estudios de auditores hoy”, LA LEY, 1998-F, 953.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

pendientemente de que lo auditado sean estados contables, pro-


cesos de producción, características de servicios u otros objetos
posibles (124).
Con base en lo dicho, considero al auditor como un “proveedor
aparente” que, como tal, formará parte de una relación de consu-
mo debiendo responder por los perjuicios derivados de su actua-
ción ante todos aquellos consumidores afectados por el producto o
servicio que hayan adquirido o utilizado del proveedor que actuó
como sujeto auditado (125).
Habiendo respondido que el auditor puede ser un proveedor
resta definir ante quiénes puede revestir tal carácter.
En primer lugar se pondrá el foco en el sujeto auditado.
Como primer comentario, se puede señalar que en la gran ma-
yoría de los casos el sujeto auditado es una persona jurídica con
fines comerciales.
Acá serán válidos los comentarios realizados en el comentario
al art. 1º, LDC, al analizar la problemática de la empresa como con-
sumidora. Así, si la auditoría está destinada a ser utilizada directa
o indirectamente en la actividad empresarial del sujeto auditado,
éste no podrá ser un consumidor ante el auditor. Sólo podría in-
vocar la protección consumeril si demuestra que existe “destino
final”, lo cual sería muy difícil de demostrar en un caso concreto.
Quizás ello se podría dar cuando se esté ante algunos organismos
estatales, asociaciones civiles (clubes deportivos, por ejemplo),

(124) Es oportuno mencionar aquí que las Directrices de Naciones Unidas sobre
Protección del Consumidor de 2015 preceptúan, en su punto IV.11.d, que “las em-
presas deben elaborar, según proceda, programas y mecanismos para ayudar a los
consumidores a adquirir los conocimientos y competencias necesarios para compren-
der los riesgos, incluidos los riesgos financieros, tomar decisiones bien fundadas y ac-
ceder a servicios competentes y profesionales de asesoramiento y asistencia, prestados
preferiblemente por terceros independientes, cuando sea necesario” (el resaltado me
pertenece).
(125) Marcelo López Mesa ha expresado que “la auditoría no ha dado todavía
cuantitativamente grandes problemas a los juristas y jueces argentinos, pero existen
signos a tener en cuenta; signos que muestran que en un futuro no lejano puede dar
comienzo reclamaciones numerosas como las que hoy sufren los abogados argenti-
nos”. López Mesa, Marcelo J., “La responsabilidad civil de los auditores”, LA LEY,
2000-F, 1317.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

fundaciones o congregaciones religiosas incluso, por sólo nombrar


algunos supuestos, aunque dichas hipótesis generan dudas.

Por otra parte, no hay que olvidar que la postura teleológica


debe matizarse con la subjetiva-relacional en ciertos casos.

Con base en dicha mixtura de posiciones, ante determinados


supuestos fácticos en los cuales se observe asimetría relacional no-
toria en perjuicio del auditor, el sujeto auditado, aun cuando consu-
ma o utilice el servicio provisto por aquél como “destinatario final”,
no podrá solicitar la tutela del Estatuto del Consumidor, pues de lo
contrario, la asimetría apuntada se profundizaría y, en definitiva,
se estaría desconociendo el verdadero espíritu de la LDC.

Sería el caso, v.gr., de la relación entre una pequeña empresa de


auditoría y un club muy popular de fútbol o la asociación nacional
que nuclee la práctica de dicho deporte.

En síntesis, previo a concluir si existe o no relación de consumo


entre auditores y personas jurídicas, habrá que prestar mucha aten-
ción a la magnitud tanto de los sujetos auditados como de quienes
le presten el servicio analizado.

En muchas ocasiones sucede que el servicio de auditoría no es


contratado por el sujeto auditado, sino por otra compañía que se
encuentra interesada en conocer el estado económico-financiero
de aquélla o su viabilidad a futuro.

Esto sucede en aquellos due diligences en los que, quien se en-


cuentra haciendo tratativas como potencial parte compradora de
una empresa, decide que se audite a esta última, como paso previo
a la toma de su decisión de adquirirla o bien para tener mayores
elementos al momento de ofertar un precio. En esas negociaciones
se puede convenir que los honorarios del auditor serán a cargo del
posible comprador.

Aun desde una postura maximalista que flexibiliza el ingreso


a la categoría de consumidor, los sujetos de este apartado no po-
drían ser considerados consumidores, pues el servicio de auditoría
que están contratando se orienta directamente a otorgar mayores
herramientas a los fines de decidir adquirir la compañía auditada
o eventualmente para determinar el precio a ofertar.
- 181 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En otras palabras, la contratación del servicio estaría integrada


directamente a la actividad empresarial de esa compañía que ac-
túe como potencial adquirente de otra.
Por último, toca intentar resolver la pregunta relativa a si los
terceros que se encuentran vinculados con un determinado suje-
to o ente auditado pueden invocar las normas de defensa del con-
sumidor para tutelar su posición respecto de los auditores de este
último.
Desentrañar este interrogante obliga a efectuar una serie de
importantes aclaraciones y distinciones.
Prioritariamente, cabe centrar la atención en las características
de dicho tercero.
Se deberá determinar la importancia que en cada caso concreto
tiene la función del auditor respecto de los terceros que se vinculen
por cualquier causa por el sujeto auditado. Asimismo, y en parale-
lo, habrá que constatar si en cada caso esos terceros pueden ser in-
cluidos dentro del concepto de consumidor previsto en los arts. 1º,
LDC, y 1092, CCyCN.
Cabe señalar que, en la medida en que la auditoría externa
tenga carácter obligatorio en virtud de determinadas normas le-
gales, existen mayores elementos para proteger desde el Derecho
del Consumidor a esos terceros vinculados con los entes auditados.
Se pueden destacar aquí los casos de las entidades financieras, las
cooperativas y las sociedades que ofertan públicamente valores ne-
gociables, entre otras.
Cuando se enfoca la atención en los auditores contables (126),
existe una serie de personas (físicas o jurídicas) que se encuentran
particularmente afectadas por la conducta que puedan llevar a

(126) Félix Trigo Represas afirma que la gran mayoría de los supuestos de res-
ponsabilidad extracontractual se dan cuando el damnificado es el Estado por eva-
sión impositiva o los casos en los cuales los afectados son terceros extraños, pese a
que el daño provenga de la ejecución de un contrato, como ocurre cuando se pro-
ducen dictámenes falsos, incompletos o insuficientes sobre la situación patrimo-
nial del cliente, induciendo ello a error respecto de los sujetos que contratan con él,
quienes de conocer la real situación seguramente no hubiesen contratado. Trigo
Represas, Félix A., “Responsabilidad Civil de los Contadores”, Revista de Derecho
de Daños, 2004-I-7.

- 182 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

cabo éstos al llevar adelante su labor respecto de una empresa o


ente determinado.
Así esos terceros, conociendo los resultados de una audito-
ría sobre una empresa o ente determinado harán uso de dicha
información utilizándola como un dato clave para tomar una
vasta serie de decisiones económicas respecto al sujeto audita-
do (127). V.gr., venderle o comprarle productos o servicios (sea a
pequeña o a gran escala), exigirle el pago de tributos, otorgarle
préstamos y garantías, extenderle cobertura de seguros, consti-
tuir joint ventures, adquirirle valores negociables para financiar
su desenvolvimiento (bonos, acciones, obligaciones negociables,
etc.), ofertar por una porción considerable del paquete acciona-
rio con la finalidad de tomar el control de la compañía, votar en
determinado sentido en asambleas societarias o de asociacio-
nes, etcétera.
Se ha dicho que, al realizar el auditor un control externo a la
empresa, su juicio independiente es seguido de manera atenta tan-
to por los accionistas de la sociedad como por terceros (128).
De esos terceros sólo interesarán aquí los que puedan invocar
el carácter de consumidores. Ellos generalmente serán inversores
que adquieren, por ejemplo, acciones o títulos de una empresa, va-
liéndose de la tarea que al respecto hicieron los auditores.
Así, cuando la información del auditor influya de modo decisi-
vo para tomar decisiones de inversión, el inversor podrá reclamar
con base en las normas de defensa del consumidor en la medida
en que su situación sea encuadrable en los arts. 1º, LDC, y 1092,
CCyCN. Ya se abordó este tema al tratar la cuestión del inversor
como consumidor.

(127) Es importante señalar que el grado de cumplimiento del deber de informa-


ción excede a las partes directamente implicadas en un acto de inversión determi-
nada. Como bien expresan Svi Bodie y Robert Merton, todos los días los medios de
comunicación anuncian, por ejemplo, los precios de las acciones y tasas de interés.
Ahora bien, de los millones de personas que reciben esas noticias, pocas adquieren
o se desprenden de acciones o valores. Sin embargo, muchos que no participan de
estos negocios utilizan, no obstante, esa información para adoptar otro tipo de de-
cisiones. Las empresas, e incluso las familias, al determinar cuánto ahorrar y cuánto
invertir, se guían precisamente por este tipo de datos. Bodie, Svi - Merton, Robert
C., Finanzas, Prentice Hall, México, 1999, p. 29.
(128) López Herrera, Edgardo, Manual…, cit., p. 745.

- 183 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Existirá relación de consumo con los auditores en todas aque-


llas situaciones en las cuales el servicio brindado por el auditor sea
esencial o contribuya de modo manifiesto para brindar confianza
o mayor información a los consumidores o usuarios, aun cuando
estos últimos no hayan celebrado un contrato con aquél.

El fundamento para la existencia de una relación de consumo


estará dado aquí, por la aplicación de las figuras del “proveedor
equiparado” y del “proveedor aparente”, o por la noción de consu-
midor que defiendo y que propone eliminar la diferencia artificial
entre consumidores directos o indirectos explicada el comentar el
art. 1º, LDC.

Aplicando las figuras del proveedor equiparado y del proveedor


aparente se podrá resolver, por ejemplo, la aplicación de Estatuto
del Consumidor en todos aquellos casos de inversores-consumido-
res que toman decisiones sobre la base de la actuación de los au-
ditores externos de entes que han emitido acciones u otros valores
negociables en los mercados.

En estos casos, la actividad profesional desarrollada por el


auditor analizando los estados contables de una compañía, y su
firma avalando su confección como “marca” o “sello” que otorga
confianza, constituye indudablemente un aspecto esencial que
tendrá en cuenta el inversor-consumidor al momento de decidir la
compra o la venta de valores negociables. La obligatoriedad legal
de auditorías externas ayuda a comprender la trascendencia de la
función del auditor y a comprender mejor la vinculación jurídica
que se dará entre dicho sujeto y el consumidor en los términos de
la LDC.

Por lo tanto, el incumplimiento de sus obligaciones por parte


del auditor será susceptible de generar daño a esos consumidores
que han actuado en el ámbito bursátil confiando en la idoneidad
de ese servicio de auditoría.

En estos casos, la figura del proveedor equiparado y la del pro-


veedor aparente serán idóneas para explicar la relación de consu-
mo. Ello, porque existiendo relación de consumo principal (entre
inversor y emisor de valores negociables) también existirá relación
de consumo accesoria (entre dicho inversor y el auditor que actúa
como servicio de soporte de ese emisor).
- 184 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

19. Albaceas y administradores de herencias

Los albaceas y administradores de herencias lógicamente pue-


den ser considerados como proveedores frente a los herederos y
legatarios.

Si bien la función de los albaceas está regulada en los arts. 2523


a 2531 del CCyCN, sus obligaciones deben ser analizadas también
desde el Derecho del Consumidor.

Por supuesto que las normas consumeriles no le serán aplica-


bles a aquellas personas que si bien actúan como albaceas carecen
del requisito de profesionalidad previsto en el art. 2º LDC.

20. Las sociedades anónimas unipersonales

Ley 19.550 (ley F-0067, DJA) experimentó modificaciones a raíz


de la sanción del CCyCN. Así, el anexo II, punto 2.1, le cambia la de-
nominación misma a la norma, la cual ahora se llama “Ley General
de Sociedades”.

Una de los cambios más relevantes es la incorporación de las


sociedades unipersonales al régimen legal, estableciendo como
limitaciones que ellas sólo pueden estar constituidas como socie-
dades anónimas y no pueden estar integradas, a su vez, por otras
sociedades unipersonales (punto 2.2, anexo II, CCyCN). También
debe integrarse el capital social al momento de su constitución de
acuerdo al texto vigente del art. 11.4, de la ley 19.550 (sustituido por
el punto 2.5, anexo II, CCyCN).

Siendo una alternativa para llevar adelante actividades empre-


sariales, es muy posible que en determinados supuestos el consu-
midor se enfrente a proveedores que revistan el carácter de socie-
dades anónimas unipersonales.

Asimismo y teniendo presente que la utilización de estas socie-


dades ha provocado cierta resistencia y muchas veces puede gene-
rar “cierta desconfianza” en la práctica negocial, cabría prestarle
mucha atención a los supuestos de extensión de responsabilidad al
socio que le dio nacimiento.
- 185 -
Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

21. Contratos asociativos

Se ha resaltado que el art. 1093, CCyCN, al caracterizar al pro-


veedor no sólo como una persona sino también como una “em-
presa”, abriría la puerta a que los emprendimientos derivados de
contratos asociativos puedan ocupar el rol de proveedores en los
términos de las normas consumeriles (129).
El CCyCN regula los contratos asociativos entre los arts. 1442 y
1478. Allí se incluyen a los negocios en participación, las agrupa-
ciones de colaboración, las uniones transitorias y los consorcios de
cooperación.
Se trata en general de “todo contrato de colaboración, de orga-
nización o participativo, con comunidad de fin, que no sea socie-
dad”, a los cuales “no se les aplican las normas sobre la sociedad,
no son, ni por medio de ellos se constituyen, personas jurídicas,
sociedades ni sujetos de derecho” (art. 1442, CCyCN).
Respecto de la responsabilidad ante terceros, el art. 1445 esta-
blece que “cuando una parte trate con un tercero en nombre de
todas las partes o de la organización común establecida en el con-
trato asociativo, las otras partes no devienen acreedores o deudo-
res respecto del tercero sino de conformidad con las disposiciones
sobre representación, lo dispuesto en el contrato” o las normas de
específicas previstas en los artículos antes mencionados.
Así como los proveedores pueden recurrir a la figura de la socie-
dad anónima unipersonal, también los contratos asociativos pue-
den dar origen a alianzas estratégicas entre ellos.

(129) Frustagli, Sandra A. - Hernández, Carlos A., “Comentario al art. 1093”,


en Garrido Cordobera, Lidia - Borda, Alejandro - Alferillo, Pascual E. (dirs.)-
Krieger, Walter F. (coord.), Código Civil y Comercial comentado, anotado y concor-
dado, t. II, Astrea, Buenos Aires, 2015, p. 359.
Sobre el punto se ha señalado que “la noción de proveedor del art. 1093, CCyCN, es
amplia e incluye “a todos los agentes económicos oferentes en el mercado y que, me-
diante su actividad obtienen un beneficio económico”. Lovece, Graciela, “Comen-
tario al art. 1093”, en Calvo Costa, Carlos A. (dir.), cit., t. II, p. 146.
Con una postura distinta, Vítolo señala que el art. 1093 evidencia un error concep-
tual ya que menciona a la empresa como sujeto de derecho cuando no lo es. Víto-
lo, Daniel R., Defensa del Consumidor…, cit., p. 109. En sentido concordante, se ha
dicho que, además de carecer de personalidad, su inclusión no agrega nada al texto
del art. 1093 (pues ya prevé a las personas jurídicas) y sólo genera, en cambio, incer-
tidumbre. Leiva Fernández, Luis F. P., “Comentario al art. 1093”, en Alterini, Jorge
H. (dir.) - Alterini, Ignacio E. (coord.), cit., t. V, p. 804.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Siendo novedades del CCyCN, y ante la eventualidad de que un


consumidor se enfrente eventualmente a situaciones en las cuales
se invoque la existencia de estos contratos, es útil informar aun-
que sea las características principales de ellos en general y de sus
subtipos.

21.1. Negocios en participación

El art. 1448 del CCyCN define al negocio en participación como


aquel que “tiene por objeto la realización de una o más operacio-
nes determinadas a cumplirse mediante aportaciones comunes y a
nombre personal del gestor. No tiene denominación, no está someti-
do a requisitos de forma, ni se inscribe en el Registro Público”.
En el mismo, “los terceros adquieren derechos y asumen obliga-
ciones sólo respecto del gestor. La responsabilidad de éste es ilimi-
tada. Si actúa más de un gestor son solidariamente responsables”
(art. 1449, CCyCN). No obstante, los partícipes, es decir, aquellos
que no actúan frente a terceros, “no tiene acción contra éstos ni
éstos contra aquél, en tanto no se exteriorice la apariencia de una
actuación común” (art. 1450, CCyCN).
Por último, el art. 1452 del CCyCN señala que “las pérdidas que
afecten al partícipe no pueden superar el valor de su aporte”.

21.2. Agrupaciones de colaboración

Según el art. 1453 del CCyCN “hay contrato de agrupación de


colaboración cuando las partes establecen una organización co-
mún con la finalidad de facilitar o desarrollar determinadas fases
de la actividad de sus miembros o de perfeccionar o incrementar el
resultado de tales actividades”.
El art. 1459 aclara que “los participantes responden ilimitada y
solidariamente respecto de terceros por las obligaciones que sus re-
presentantes asuman en nombre de la agrupación. La acción que-
da expedita después de haberse interpelado infructuosamente al
administrador de la agrupación. El demandado por cumplimiento
de la obligación tiene derecho a oponer las defensas personales
y las comunes que correspondan a la agrupación”. Asimismo, “el
participante representado responde solidariamente con el fondo
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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

común operativo por las obligaciones que los representantes hayan


asumido en representación de un participante, haciéndolo saber al
tercero al tiempo de obligarse”.

21.3. Uniones transitorias

Dice el art. 1463 del CCyCN que “hay contrato de unión transi-
toria cuando las partes se reúnen para el desarrollo o ejecución de
obras, servicios o suministros concretos, dentro o fuera de la Repú-
blica. Pueden desarrollar o ejecutar las obras y servicios comple-
mentarios y accesorios al objeto principal”.
Respecto de la responsabilidad frente a terceros, “excepto dis-
posición en contrario del contrato, no se presume la solidaridad de
los miembros por los actos y operaciones que realicen en la unión
transitoria, ni por las obligaciones contraídas frente a los terceros”
(art. 1467, CCyCN).

21.4. Consorcios de cooperación

De acuerdo con el art. 1470 del CCyCN, “hay contrato de consor-


cio de cooperación cuando las partes establecen una organización
común para facilitar, desarrollar, incrementar o concretar opera-
ciones relacionadas con la actividad económica de sus miembros a
fin de mejorar o acrecentar sus resultados”.
En materia de responsabilidad de los participantes, “el contra-
to puede establecer la proporción en que cada miembro responde
por las obligaciones asumidas en nombre del consorcio. En caso
de silencio todos los miembros son solidariamente responsables”
(art. 1477, CCyCN).

22. Contratos de agencia, concesión,


franquicia y suministro

Con similar finalidad expresada respecto de los contratos aso-


ciativos, es conveniente reseñar la novedad de los contratos de
agencia, concesión, franquicia y suministro que trae el CCyCN.
En los primeros tres contratos mencionados no se aplica el De-
recho del Consumidor, pues ninguna de las partes se encuentra
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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

en condiciones de invocar el carácter de sujeto tutelado por los


arts. 1092, CCyCN, y 1º, LDC.
Sin embargo, al comentar el art. 37, LDC, se verá que el CCyCN
ha decidido extenderle algunas soluciones provenientes del Esta-
tuto Consumeril (por ejemplo, la protección contra cláusulas abu-
sivas). Esto en la inteligencia de la asimetría negocial presente en
ellos pues generalmente son celebrados por adhesión a cláusulas
predispuestas por una de las partes, lo cual transforma al adheren-
te en el “débil” de la relación.
El contrato de agencia está regulado en los arts. 1479 a 1501.
El primero de ellos expresa que “hay contrato de agencia cuando
una parte, denominada agente, se obliga a promover negocios por
cuenta de otra denominada preponente o empresario, de manera
estable, continuada e independiente, sin que medie relación labo-
ral alguna, mediante una retribución”. Luego de ello aclara que “el
agente es un intermediario independiente, no asume el riesgo de
las operaciones ni representa al preponente”.
Como regla general “el agente no representa al empresario a los
fines de la conclusión y ejecución de los contratos en los que ac-
túa” (art. 1485, CCyCN) salvo respecto de la obligación de “recibir
en nombre del empresario las reclamaciones de terceros sobre de-
fectos o vicios de calidad o cantidad de los bienes vendidos o de los
servicios prestados como consecuencia de las operaciones promo-
vidas, aunque él no las haya concluido, y transmitírselas de inme-
diato” (art. 1483.e, CCyCN).
La concesión, regulada por los arts. 1502 a 1511 CCyCN, se con-
figura cuando “el concesionario, que actúa en nombre y por cuenta
propia frente a terceros, se obliga mediante una retribución a dis-
poner de su organización empresaria para comercializar merca-
derías provistas por el concedente, prestar los servicios y proveer
los repuestos y accesorios según haya sido convenido” (art. 1502,
CCyCN).
El contrato de franquicia, tipificado entre los arts. 1512 a 1524,
CCyCN, existe cuando “una parte, denominada franquiciante,
otorga a otra, llamada franquiciado, el derecho a utilizar un siste-
ma probado, destinado a comercializar determinados bienes o ser-
vicios bajo el nombre comercial, emblema o la marca del franqui-
ciante, quien provee un conjunto de conocimientos técnicos y la
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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

prestación continua de asistencia técnica o comercial, contra una


prestación directa o indirecta del franquiciado” (art. 1512, CCyCN).
Según el art. 1520.a del citado Código, “el franquiciante no res-
ponde por las obligaciones del franquiciado, excepto disposición
legal expresa en contrario”. El mismo artículo, in fine, expresa que
“el franquiciado debe indicar claramente su calidad de persona
independiente en sus facturas, contratos y demás documentos co-
merciales; esta obligación no debe interferir en la identidad común
de la red franquiciada, en particular en sus nombres o rótulos co-
munes y en la presentación uniforme de sus locales, mercaderías o
medios de transporte”.
A diferencia de los contratos de agencia, concesión y franqui-
cia antes mencionados, hay autores que resaltan que el contrato de
suministro puede involucrar a consumidores, en tanto sean desti-
natarios finales. Así se señala el ejemplo de los servicios públicos
domiciliarios (130).
Esta interpretación es acertada, pues el texto del art. 2176,
CCyCN, permite incluir como parte contratante a un consumidor
sin ninguna clase de obstáculo: “Suministro es el contrato por el
cual el suministrante se obliga a entregar bienes, incluso servicios
sin relación de dependencia, en forma periódica o continuada, y el
suministrado a pagar un precio por cada entrega o grupo de ellas”.

23. El fideicomiso

En algunos casos jurisprudenciales se aplicó el Estatuto del


Consumidor en materia de fideicomisos, condenándose a bancos.
Así, en un precedente se condenó a una entidad financiera in-
vocándose esas normas. Ella se había constituido en fiduciaria y
principal beneficiaria del contrato de fideicomiso en garantía ce-
lebrado con una empresa constructora y se la consideró responsa-
ble frente al comprador del inmueble fideicomitido. Esto porque se
razonó que integraba la cadena de comercialización del bien y no
era un mero agente financiero carente de vinculación con los even-
tuales clientes de la constructora fiduciante. A ello se agregó que

(130) Di Chiazza, Iván g., “Contrato de suministro en el nuevo Código. Análisis


crítico-comparativo con la doctrina y jurisprudencia previas”, RCCyC, 2016 (febrero),
p. 96.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

debió controlar que los bienes fideicomitidos (que estaban bajo su


administración) se encontraran correctamente terminados o bien
hacerse cargo de las eventuales reparaciones. Asimismo, y aunque
existía una cláusula en el contrato de preventa por la cual se la exi-
mía de responsabilidad, ello se consideró no oponible al consumi-
dor por resultar abusiva (131).
También hubo casos en donde se eximió del deber de responder
a la entidad financiera que se constituyó en titular del dominio fi-
duciario en un proyecto inmobiliario. Se consideró que la entidad
no era responsable frente al adquirente por la demora en su ter-
minación, pues se acreditó que resultaba ajena a las convenciones
sobre el plazo de entrega que la empresa vendedora pactó con este
último, tanto por las cláusulas de indemnidad establecidas en el
contrato de fideicomiso como por el principio de relatividad de los
contratos previsto en el art. 1195 del CCiv. derogado (132).
El contrato de fideicomiso está regulado entre los arts. 1666 y
1707 del CCyCN.
En el art. 1666 se expresa que “hay contrato de fideicomiso
cuando una parte, llamada fiduciante, transmite o se comprome-
te a transmitir la propiedad de bienes a otra persona denominada
fiduciario, quien se obliga a ejercerla en beneficio de otra llama-
da beneficiario, que se designa en el contrato, y a transmitirla al
cumplimiento de un plazo o condición al fideicomisario”. Por su
parte, el art. 1690, se ocupa del fideicomiso financiero definiéndolo
como aquel contrato de fideicomiso “en el cual el fiduciario es una
entidad financiera o una sociedad especialmente autorizada por
el organismo de contralor de los mercados de valores para actuar
como fiduciario financiero, y beneficiarios son los titulares de los
títulos valores garantizados con los bienes transmitidos”.

(131) CCont. Adm. Fed, sala II, 14/6/2005, “Banco Hipotecario c. Ciudad de Bue-
nos Aires”, JA, 2006-II-342. En sentido similar, entre otros: CNCiv., sala H, 19/10/2006,
“Baredes, Guido M. c. Torres de Libertador 8000 SA y otro”, La Ley Online, AR/
JUR/16231/2006; CCont. Adm. y Trib. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 9/5/2007,
“Banco Hipotecario SA c. Ciudad de Buenos Aires”, La Ley Online, AR/JUR/2835/2007,
y CFed. Salta, 12/6/2008, “Montenovi, Yolanda Nilda c. Biella SA y otro”, LLNOA, 2008
(octubre), p. 912.
(132) CNCiv., sala A, 19/11/2013, “B, .I .C. c. Barrio Parque los Robles SA y otro s/
cumplimiento de contrato”, La Ley Online, AR/JUR/105397/2013.

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Art. 2º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

El art. 1685 señala, por su parte que “los bienes fideicomitidos


constituyen un patrimonio separado del patrimonio del fiduciario,
del fiduciante, del beneficiario y del fideicomisario”. Luego de ello
agrega que “sin perjuicio de su responsabilidad, el fiduciario tiene
la obligación de contratar un seguro contra la responsabilidad civil
que cubra los daños causados por las cosas objeto del fideicomiso.
Los riesgos y montos por los que debe contratar el seguro son los
que establezca la reglamentación y, en defecto de ésta, los que sean
razonables”. Más adelante dispone que el fiduciario responde en
los términos de los arts. 1757 (133) y concordantes si no contrató el
seguro o si lo hizo, pero éste resulte irrazonable en la cobertura de
riesgos o montos.
Armonizar la regulación del fideicomiso con el Derecho del
Consumidor puede generar algunas dificultades prácticas. Así,
verbigracia, en los casos en que coincide la persona del fiduciante
con la del beneficiario. Podría suceder que un beneficiario perjudi-
cado se considere consumidor y reclame no sólo contra el fiducia-
rio (a quien es más fácil identificar como proveedor en los términos
del art. 2º, LDC) sino también contra los restantes fiduciantes en
virtud del art. 40, LDC (que, paradójicamente, al ser también bene-
ficiarios podrían ser consumidores como el reclamante).

24. El cedente de la posición contractual

La cesión de la posición contractual está regulada entre los


arts. 1636 a 1640 del CCyCN.
El primero de los mencionados expresa que “en los contratos
con prestaciones pendientes cualquiera de las partes puede trans-
mitir a un tercero su posición contractual, si las demás partes lo
consienten antes, simultáneamente o después de la cesión”. Cuan-
do la conformidad sea previa a la cesión, “ésta sólo tiene efectos
una vez notificada a las otras partes, en la forma establecida para la
notificación al deudor cedido” (art. 1636, CCyCN).

(133) Art. 1757, CCyCN: “Hecho de las cosas y actividades riesgosas. Toda persona
responde por el daño causado por el riesgo o vicio de las cosas, o de las actividades
que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por las
circunstancias de su realización.
”La responsabilidad es objetiva. No son eximentes la autorización administrativa
para el uso de la cosa o la realización de la actividad, ni el cumplimiento de las técni-
cas de prevención”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 2º, ley 24.240

Centrando la atención sobre los efectos de la cesión, desde que


se produce ella o, en su caso, desde que se produce la notificación
a las otras partes, “el cedente se aparta de sus derechos y obliga-
ciones, los que son asumidos por el cesionario. Sin embargo, los
cocontratantes cedidos conservan sus acciones contra el cedente
si han pactado con éste el mantenimiento de sus derechos para el
caso de incumplimiento del cesionario. En tal caso, el cedido o los
cedidos deben notificar el incumplimiento al cedente dentro de los
treinta días de producido; de no hacerlo, el cedente queda libre de
responsabilidad” (art. 1637, CCyCN).
Aplicada esta figura en el ámbito de las relaciones de consumo,
se podría dar que un proveedor que decide ceder a un tercero su
posición contractual en el vínculo con un consumidor quede libe-
rado de las obligaciones asumidas con respecto a éste en la medida
en que cumpla con lo dispuesto por el Código de acuerdo con lo
explicado páginas atrás.

- 193 -
Relación de consumo. Integración normativa.
Preeminencia
Art. 3º — (Art. 3º, Ley F-1884, DJA)
Relación de consumo es el vínculo jurídico entre el
proveedor y el consumidor o usuario.
Las disposiciones de esta ley se integran con las nor-
mas generales y especiales aplicables a las relaciones
de consumo, en particular la Ley Nº 25.156 de Defen-
sa de la Competencia y la Ley Nº 22.802 de Lealtad
Comercial o las que en el futuro las reemplacen. En
caso de duda sobre la interpretación de los principios
que establece esta ley prevalecerá la más favorable al
consumidor.
Las relaciones de consumo se rigen por el régimen
establecido en esta ley y sus reglamentaciones sin
perjuicio de que el proveedor, por la actividad que de-
sarrolle, esté alcanzado asimismo por otra normativa
específica.
(Artículo sustituido por art. 3º de la ley 26.361 - BO
del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 42, CN.


2. Arts. 1º, 7º, 257 a 259, 279, 724, 963, 1004, 1062, 1073 a 1075,
1092 a 1095, 1106, 1651, 2651, 2654 y 2655, CCyCN.
3. Art. 65, ley 26.993 (Sistema de Resolución de Conflictos en
las Relaciones de Consumo).
4. Ley 26.862 (Reproducción médicamente asistida).
- 195 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

5. Ley 26.682 (Marco Regulatorio de la Medicina Prepaga,


ley ASA-3242, DJA).
6. Ley 26.356 (Sistemas Turísticos de Tiempo Compartido,
ley E-3040, DJA).
7. Ley 25.326 (Protección de los Datos Personales, ley H-2431,
DJA).
8. Ley 25.156 (Defensa de la Competencia, ley K-2338, DJA).
9. Ley 25.065 (Tarjetas de crédito, ley D-2294, DJA).
10. Ley 22.802 (Lealtad Comercial, ley F-1368, DJA).
11. Art. 9º, ley 20.744 (Ley de Contrato de Trabajo, ley P-1018,
DJA).
12. Ley 14.250 (Convenios Colectivos de Trabajo, ley P-0393,
DJA).
13. Art. 7º, decreto reglamentario 1798/1994.
14. Art. 1.c, resolución 34/2011 (Grupo Mercado Común, Mer-
cosur).
15. Arts. 1º, 2º y anexo, resolución 126/1994 (Grupo Mercado
Común, Mercosur).
16. Anexo, decisión 10/1996 (Consejo Mercado Común, Merco-
sur).
17. Punto V.29, Directrices de Naciones Unidas sobre Protec-
ción del Consumidor del 22/12/2015.
18. Art. 5º, ley 453/2013 de Bolivia (Ley General de los derechos
de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y los
consumidores).
19. Arts. 56.i, 117, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro de Defesa
do Consumidor).
20. Arts. 1º y 2º bis, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los
Derechos de los Consumidores).
21. Art. 2º, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consumidor).
22. Art. 1º, ley 2000-21 de Ecuador (Ley Orgánica de Defensa del
Consumidor).
- 196 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

23. Arts. III, IV.5 y V.8 del Título Preliminar, ley 29.571 de Perú
(Código de Protección y Defensa del Consumidor).
24. Arts. 4º, ley 17.250 de Uruguay (Ley de Relaciones de Consu-
mo. Defensa del Consumidor).
25. Art. 5º, ley 1334 de Paraguay (Ley de Defensa del Consumi-
dor y del Usuario).
26. Art. 2º, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España que
aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementa-
rias (última revisión vigente: 3 de julio de 2015).

 Comentario

1. La relación de consumo y el alcance del término


“vínculo jurídico”

El art. 3º, LDC, utiliza un término que a primera vista impacta


como amplio: “vínculo jurídico”.
Uno de los grandes aciertos de la LDC es haber definido la rela-
ción entre consumidor y proveedor de manera laxa y flexible, califi-
cándola como un “vínculo jurídico”. De esta manera, se pueden cap-
tar normativamente esas relaciones fácticas que se vislumbran como
sumamente complejas en la vida cotidiana. Por supuesto que ello
obliga también a reexaminar constantemente lo que queda incluido
(y lo que no) dentro de las nociones de consumidor y proveedor.
Pérez Bustamante (1) expresa asimismo que “del texto constitu-
cional se desprende que las relaciones de consumo tienen una faz
de derecho privado y otra de derecho público que coexisten”, sien-
do “abarcativas de vinculaciones contractuales y extracontractua-
les en cuanto al derecho privado y en cuanto al derecho público,
también generadoras de obligaciones por parte del poder público y
de los particulares”.

(1) Pérez Bustamante, Laura, cit., p. 8.

- 197 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Dicho eso, se explorará entonces cuál puede ser el origen de un


vínculo de esa naturaleza al abrigo del CCyCN (2).
Así, el art. 257 del CCyCN define al hecho jurídico como “el
acontecimiento que, conforme al ordenamiento jurídico, produce
el nacimiento, modificación o extinción de relaciones o situaciones
jurídicas”.
Por su parte, el simple acto lícito, según el art. 258 de dicho Có-
digo, es “la acción voluntaria no prohibida por la ley, de la que re-
sulta alguna adquisición, modificación o extinción de relaciones o
situaciones jurídicas”.
De acuerdo con el art. 259 del CCyCN, el acto jurídico es el “acto
voluntario lícito que tiene por fin inmediato la adquisición, modifi-
cación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”.
La obligación es definida por el art. 724 del referido Código
como “una relación jurídica en virtud de la cual el acreedor tiene
el derecho a exigir del deudor una prestación destinada a satisfacer
un interés lícito y, ante el incumplimiento, a obtener forzadamente
la satisfacción de dicho interés”.
Expresa Farina (3) que el término relación de consumo busca
englobar a “todas las circunstancias que rodean o se refieren o
constituyen un antecedente o son una consecuencia de la activi-
dad encaminada a satisfacer la demanda de bienes y servicios para
destino final de consumidores y usuarios”.
Agrega que la relación de consumo “implica la obligación de una
o ambas partes de cumplir con aquellos deberes, impuestos por el
derecho, que consisten en dar, hacer o no hacer algo por una perso-
na a favor de la otra”. Manifiesta también que si bien una fuente es
el contrato, en muchas ocasiones este vínculo puede surgir de los

(2) Se advierte al lector que el Código, si bien define también a la relación de con-
sumo lo hace de una manera idéntica al art. 3º, LDC. En efecto, la única diferencia es
que su art. 1092 suprime la referencia al usuario, mencionando sólo al consumidor,
lo cual, obviamente no puede ser razón para interpretar que los primeros quedan
excluidos de este tipo de relaciones conforme se ha venido explicando a lo largo de
esta obra.
(3) Farina, Juan M., cit., p. 21.

- 198 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

“comportamientos observados por las partes, de los que pueden re-


sultar perjuicios o detrimentos de los derechos del consumidor” (4).
La regulación de la relación de consumo implica abandonar
la tesis contractualista que existía en la LDC original (5). Con base
en esto, la relación de consumo ya no sólo se puede originar en un
contrato, sino también en actos jurídicos unilaterales y en hechos
jurídicos. Por esta razón, puede nacer de prácticas comerciales
precontractuales, hechos ilícitos y declaraciones unilaterales
de voluntad (6). En otras palabras, no hay limitaciones en cuanto
a la causa del vínculo jurídico que será captado por las normas
consumeriles (7).
Resumiendo un poco el estado actual de situación, se puede
decir que habrá relación de consumo siempre que exista un suje-
to que encuadre su situación en los arts. 1º, LDC, o 1092, CCyCN,
como consumidor y que, de alguna manera y por cualquier cau-
sa, tenga derechos o pueda exigir el cumplimiento de obligaciones
a otro sujeto que, a su vez, sea un proveedor en los términos del
art. 2º, LDC (8).
La causa de ese vínculo obligacional será intrascendente. Lo
relevante será que exista efectivamente vinculación (sea o no de
origen contractual).
Consecuencia de lo recién expuesto es que no hay que distin-
guir entre relaciones de consumo principales o accesorias como lo
hace la doctrina tradicional (lo cual se vio al comentar los arts. 1º
y 2º, LDC). En realidad, toda relación de consumo será de similar
jerarquía y no puede haber dependencia de unas respecto de otras.
Páginas atrás se dijo que el hecho de considerar que ciertas re-
laciones de consumo serán tales sólo en la medida en que exista

(4) Farina, Juan M., cit., p. 117.


(5) Art. 1º, ley 24.240, texto original. A rigor de verdad, la reforma constitucional
del año 1994 al incorporar en su art. 42 la mención de la “relación de consumo” ya
había incidido fuertemente para que obtenga protección no sólo el consumidor con-
tratante sino también aquel que no lo es.
(6) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 88.
(7) Sigal, Martín, “Comentario al art. 1092”, en Rivera, Julio César - Medina,
Graciela (dirs.), cit., t. III, p. 716.
(8) En los Fundamentos del Anteproyecto se explica que la relación de consumo
comprende hechos y actos (unilaterales o bilaterales).

- 199 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

una de carácter principal que le sirva de fundamento, produciría


que, en los hechos, muchos consumidores no contratantes (incluso
algunos hipervulnerables), que indiscutiblemente merecerían la
protección del Estatuto, no puedan invocarlo cuando el contrato
del cual se derivan sus derechos no sea de consumo (generalmente
por ser celebrado entre dos empresarios). Así, se daba el ejemplo
del trabajador frente a su ART, del pequeño inversor frente al au-
ditor o a la calificadora de riesgos de la empresa que emitía deuda
que aquél adquiría.
Es que, en definitiva, existe la necesidad de que esa relación
de consumo sea abordada conjuntamente, tanto desde una pers-
pectiva jurídica como desde una económica, en la que se analice
cómo las conductas de los consumidores “se integran en proce-
sos que interrelacionan a la unidad de consumo y a la unidad de
producción, y que se encuentran condicionados por leyes econó-
micas objetivas y un contexto social, histórico y cultural” (9). Así,
para discernir la existencia de una relación de consumo, se debe
aplicar el principio de primacía de la realidad que ha sido recep-
tado en otros países de modo manifiesto en la letra de la ley (10).
También con una postura amplia y buscando ser omnicom-
prensivo, se ha dicho que “la relación de consumo se individua-
liza por el mero contacto social entre uno o varios proveedores y
uno o varios consumidores” (11).
Siendo un tema tan conflictivo, el alcance de la relación de
consumo puede variar lógicamente de país en país. Así, en algu-
nos Estados la noción legal es más abarcativa que en otros.
Hay legislaciones que, si bien son amplias, resaltan la caracte-
rística de la onerosidad de la relación de consumo. En tal sentido,

(9) Conte-Grand, Julio, “Perspectiva económica y jurídica. Necesidad de una


apreciación integral”, en Lorenzetti, Ricardo L. - Schötz, Gustavo J. (coords.), cit.,
p. 60.
(10) Art. V.8, Título preliminar, ley 29.571 de Perú: “En la determinación de la ver-
dadera naturaleza de las conductas, se consideran las situaciones y relaciones eco-
nómicas que efectivamente se realicen, persigan o establezcan. La forma de los actos
jurídicos utilizados en la relación de consumo no enerva el análisis que la autoridad
efectúe sobre los verdaderos propósitos de la conducta que subyacen al acto jurídico
que la expresa”.
(11) Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Garzino, María
Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián, cit., p. 11.

- 200 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

en Perú se expresa que es aquella por la cual “un consumidor


adquiere un producto o contrata un servicio con un proveedor
a cambio de una contraprestación económica. Esto sin perjuicio
de los supuestos contemplados en el artículo III” (12) (en dicho
art. III del título preliminar se amplifica su alcance, incluyen-
do al bystander y a las operaciones de carácter gratuito que ten-
gan un propósito comercial, destinado a fomentar o promover el
consumo).
Receptando un poco esa necesidad práctica de uniformidad
que exigen los negocios interjurisdiccionales, la normativa del
Mercosur define a la relación de consumo como “el vínculo jurí-
dico que se establece entre el proveedor que provee un producto
o presta un servicio y el consumidor, quien lo adquiere o utiliza
como destinatario final” (13).

2. El contrato de consumo

Se ha resaltado la importancia de los contratos de consumo di-


ciéndose que el contrato es un instrumento para satisfacer nece-
sidades humanas, que son básicamente de consumo. Con base en
ello se razona que, desde dicha perspectiva, más amplia que la de
la LDC, incluso los contratos entre empresas evidencian ese carác-
ter en cuanto expresan esa finalidad de consumo (14).
Aun sin llegar a una pretensión tan abarcativa del contrato de
consumo, el mismo está destinado a jugar un rol trascendental en
las relaciones entre los sujetos.
Ante tal estado de situación, sinceramente ha llamado la aten-
ción que la reforma de 2008 a la LDC no haya definido al contrato
de consumo, no obstante ser la principal fuente productora de re-
laciones de ese carácter.
El CCyCN, a diferencia de aquélla, se encargó de tal tarea de
modo expreso y no sólo realiza ello sino que le dedica todo el títu-

(12) Art. IV.5, Título preliminar, ley 29.571 de Perú.


(13) Art. 1.c, resolución 34/2011, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(14) Mosset Iturraspe, “Contratos en general en el proyecto de reformas al Códi-
go Civil Argentino de 1998. Estudio comparativo con la ley 24.240 de tutela al consu-
midor”, Revista de Derecho del Consumidor, vol. 12, Juris, Rosario, p. 3.

- 201 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

lo III del Libro Tercero sobre Derechos Personales, regulándolo a lo


largo de 31 artículos (arts. 1092 a 1122) (15).
Aquí viene una curiosidad: el referido título III se denominó
con el nombre de la especie (el contrato de consumo) e incluye
dentro al género (la relación de consumo), lo cual es objetable me-
todológicamente (16). De los Fundamentos del Anteproyecto surge
que, no obstante la regulación específica que se hace del contrato
de consumo, su definición legal depende de lo que se entienda
por relación de consumo. En esto de arrancar de lo particular a lo
general puede estar la explicación del método mediante el cual se
regula la materia en el Código.
Fuera de ello, en esos Fundamentos se afirma que los contra-
tos de consumo “no son un tipo especial más (ejemplo: la com-
praventa), sino una fragmentación del tipo general de contratos,
que influye sobre los tipos especiales (ejemplo: compraventa de
consumo), y de allí la necesidad de incorporar su regulación en la
parte general”.
Otro tema no menor es indagar si resulta conveniente ocuparse
de regular cuestiones ya tratadas por la LDC. También en los Fun-
damentos del Anteproyecto se aborda esta cuestión, explicándose
que lo que se ha incorporado son principios generales de protec-
ción del consumidor que actúan como una “protección mínima”.
Allí se señala que ello no es un obstáculo para que una ley especial
establezca condiciones superiores a las que prevé el propio Código.
Contrariamente, esas leyes especiales no podrán derogar esos mí-
nimos sin afectar el sistema. Se valora al respecto que un Código,
“como cualquier ley, puede ser modificado, pero es mucho más di-
fícil hacerlo que con relación a cualquier ley especial”.
Se afirma también que existe un beneficio en cuanto a la co-
herencia del sistema, porque hay reglas generales sobre prescrip-

(15) En los Fundamentos del Anteproyecto de Código se explica que la regulación


de los contratos de consumo dentro del mismo es un tema controvertido y que las so-
luciones de Derecho Comparado no muestran uniformidad al respecto. La Comisión
Redactora finalmente consideró conveniente su inclusión y tratamiento ya que “en el
ordenamiento jurídico argentino hay que considerar el rango constitucional de los
derechos del consumidor, la amplia aplicación de estas normas en los casos judicia-
les y la opinión de la mayoría de la doctrina”.
(16) En similar sentido: Sigal, Martín, “Comentario al art. 1092”, en Rivera, Ju-
lio César - Medina, Graciela (dirs.), cit., t. III, p. 715.

- 202 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

ción, caducidad, responsabilidad civil, contratos, etc., del CCyCN


que complementan la legislación especial proveyendo un lengua-
je normativo común. Esto se complementa, en materia de inter-
pretación, con “un ‘diálogo de fuentes’ de manera que el Código
recupera una centralidad para iluminar a las demás fuentes”. En
tal sentido se afirmó allí que “el intérprete de una ley especial re-
currirá al Código para el lenguaje común de lo no regulado en
la ley especial y, además, para determinar los pisos mínimos de
tutela conforme con el principio de interpretación más favorable
al consumidor” (17).
Por último se explicó que también resultaba necesaria la regu-
lación receptándose las “críticas que ha hecho la doctrina a la legis-
lación especial de consumidores”.
Sentado lo anterior, hay que fijar la atención en la definición del
contrato de consumo ubicada en el art. 1093 del Código.
Se prescribe allí que es tal “el celebrado entre un consumidor o
usuario final con una persona humana o jurídica que actúe profe-
sional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes
o prestadora de servicios, pública o privada, que tenga por objeto
la adquisición, uso o goce de los bienes o servicios por parte de los
consumidores o usuarios, para su uso privado, familiar o social”.
La definición transcripta no trae mayores problemas (18).
Se ha escrito que es innecesario que el Código defina al con-
trato de consumo, ya que lo relevante a los fines de la aplicación
del plexo consumeril es la existencia de una relación de tal índole,
que es más amplia que un vínculo contractual (19). Si bien es valioso
este aporte, no se puede dejar de resaltar que la gran mayoría de
las relaciones de consumo se originan en contratos de ese carácter.

(17) Sobre el punto, los Fundamentos agregan que “de conformidad con esta pers-
pectiva, se produce una integración del sistema legal en una escala de graduación
compuesta por: a) los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución Na-
cional; b) los principios y reglas generales de protección mínima y el lenguaje común
del Código; c) la reglamentación detallada existente en la legislación especial. Los
dos primeros niveles son estables, mientras que el tercero es flexible y adaptable a las
circunstancias cambiantes de los usos y prácticas”.
(18) Lo dicho sin perjuicio de su impacto en la caracterización del proveedor, tal
como se apuntó al comentar el art. 2º, LDC, a cuya lectura se remite.
(19) Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval - Carlos A., Garzino, María
Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián, cit., p. 55.

- 203 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Cabe recordar también que el contrato de consumo, no obstan-


te sus particularidades, no deja de ser, valga la redundancia, un
contrato ni, al final de cuentas, un acto jurídico.
Por eso es bueno traer a colación el art. 279 del CCyCN en cuan-
to dispone que “el objeto del acto jurídico no debe ser un hecho
imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas
costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la
dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que por un motivo
especial se haya prohibido que lo sea”.
En sentido concordante, según el art. 1004 del CCyCN, “no pue-
den ser objeto de los contratos los hechos que son imposibles o es-
tán prohibidos por las leyes, son contrarios a la moral, al orden pú-
blico, a la dignidad de la persona humana, o lesivos de los derechos
ajenos; ni los bienes que por un motivo especial se prohíbe que lo
sean. Cuando tengan por objeto derechos sobre el cuerpo humano
se aplican los artículos 17 y 56”.
Con base en lo dicho, un contrato de consumo deberá respetar
lo que surge de estas dos disposiciones.
Mirado con detalle se trata de un tema no menor y de impre-
visibles consecuencias si se advierte que el fenómeno de la venta
ilegal de productos es un fenómeno creciente y en ellas participan
en muchísimas ocasiones personas que podrían ser caracteriza-
das sin dificultad alguna como consumidores en los términos del
art. 1º, LDC.

3. Interpretación del contrato de consumo

El CCyCN se ha encargado de este punto, buscando establecer


algunas pautas generales que permitan arrojar claridad sobre los
alcances del contenido de un contrato de consumo.
Así, el art. 963 del CCyCN expresa que “cuando concurren dis-
posiciones de este Código y de alguna ley especial, las normas se
aplican con el siguiente orden de prelación:
”a) normas indisponibles de la ley especial y de este Código;
”b) normas particulares del contrato;
”c) normas supletorias de la ley especial;
- 204 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

”d) normas supletorias de este Código”.


Con base en esto, teniendo en cuenta que tanto el Código como
la LDC prevén un buen número de pautas indisponibles para las
partes, ellas no podrán ser dejadas de lado al momento de contratar.
Sobre el punto, acertadamente afirma Hevia que cuando exis-
tan normas indisponibles de defensa del consumidor, tanto en el
CCyCN como en la LDC, se aplicará la que resulte más favorable
al consumidor, en virtud de lo dispuesto en los arts. 1094, CCyCN,
y 3º, LDC (20).
Además de ello, el Código se ocupa también de señalar el prin-
cipio rector en materia de interpretación contractual. Dispone
que “el contrato se interpreta en el sentido más favorable para el
consumidor”, agregando que, cuando existiesen dudas sobre los
alcances de la obligación de dicho sujeto, se adoptará la que le sea
menos gravosa (21).
Relacionado con esto último, el Código también dispone una
clara excepción a la idea de que “cuando por disposición legal
o convencional se establece expresamente una interpretación
restrictiva, debe estarse a la literalidad de los términos utiliza-
dos al manifestar la voluntad”. En tal sentido preceptúa que ello
no es aplicable a las obligaciones que asumen el predisponente
en los contratos de adhesión y el proveedor en los contratos de
consumo (22).
Además señala, de manera general, que los casos regidos por
el Código deben resolverse según las leyes aplicables, conforme
con la Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos
en los que la Argentina sea parte. También, dispone que la fina-
lidad de la norma deberá ser tenida en cuenta para resolver esos
casos. Por último, los usos, prácticas y costumbres serán vincu-
lantes cuando las leyes o los interesados se refieren a ellos o en
situaciones no regladas legalmente, en la medida dn que no sean
contrarios a derecho (23).

(20) Sigal, Martín, “Comentario al art. 1094”, en Rivera, Julio César - Medina,
Graciela (dirs.), cit., t. III, p. 726.
(21) Art. 1095, CCyCN.
(22) Art. 1062, CCyCN.
(23) Art. 1º, CCyCN.

- 205 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

La referencia a los tratados de derechos humanos incide parti-


cularmente en la interpretación del contratos de consumo, ya que
un gran número de ellos tienen por objeto cuestiones abordadas
en dichos instrumentos (el ejemplo más importante es quizás la
salud de las personas).
Otro tanto debe decirse de la pauta general de la finalidad de la
norma. Al respecto debe recordarse que la primera frase de la LDC
es la siguiente (en su art. 1º): “La presente ley tiene por objeto la de-
fensa de los consumidores o usuarios”.
También cabe resaltar que los usos, prácticas y costumbres que
sean contrarios a derecho y que son tan habituales en la celebra-
ción y posterior desenvolvimiento de los contratos de consumo no
pueden perjudicar la posición del consumidor.
Por último, la interpretación de todo contrato de consumo debe-
rá realizarse siempre bajo dos condicionantes: “el principio de pro-
tección del consumidor y el de acceso al consumo sustentable” (24).
Conforme surge de los Fundamentos del Anteproyecto de Código,
esto último se relaciona con la “función ambiental” de los contra-
tos. Esta preocupación ha sido receptada en las Directrices de Na-
ciones Unidas sobre Protección al Consumidor de 2015 en donde
se señala que “debe procurarse que los consumidores tengan ac-
ceso a información inequívoca sobre los efectos de los productos
y los servicios en el medio ambiente, recurriendo a medios como
la elaboración de perfiles de los productos, la presentación de in-
formes ambientales por la industria, el establecimiento de centros
de información para los consumidores, la ejecución de programas
voluntarios y transparentes de etiquetado ecológico y los servicios
de consulta telefónica directa sobre los productos” (punto V.29).

4. Los contratos conexos

Teniendo presente que los contratos conexos impactan fuerte-


mente en el ámbito de las relaciones de consumo, se le debe dedi-
car unas breves líneas, ya que han sido regulados por el CCyCN.
El art. 1073 del CCyCN establece que “hay conexidad cuan-
do dos o más contratos autónomos se hallan vinculados entre sí

(24) Art. 1094, CCyCN.

- 206 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

por una finalidad económica común previamente establecida, de


modo que uno de ellos ha sido determinante del otro para el logro
del resultado perseguido. Esta finalidad puede ser establecida por
la ley, expresamente pactada, o derivada de la interpretación, con-
forme con lo que se dispone en el artículo 1074”.
Por su parte, el art. 1074 dispone que “los contratos conexos de-
ben ser interpretados los unos por medio de los otros, atribuyéndo-
les el sentido apropiado que surge del grupo de contratos, su fun-
ción económica y el resultado perseguido”.
Esto quiere decir que esos contratos deberán ser interpretados
como “partes de un todo”.
Ocupándose de sus efectos, el art. 1075, expresa que “según las
circunstancias, probada la conexidad, un contratante puede opo-
ner las excepciones de incumplimiento total, parcial o defectuo-
so, aún frente a la inejecución de obligaciones ajenas a su contrato.
Atendiendo al principio de la conservación, la misma regla se apli-
ca cuando la extinción de uno de los contratos produce la frustra-
ción de la finalidad económica común”.
El consumidor, en su vida cotidiana, se ve sujeto (cada vez con
mayor frecuencia) a innumerables situaciones en las cuales se en-
frenta a contratos conexos. La hipótesis más habitual es quizás
cuando, al adquirir un bien acudiendo a financiación de su precio,
se enfrenta a dos contratos “independientes”. Uno con un provee-
dor que le entregará el bien y otro con el que le concederá el crédito
correspondiente. Otro caso puede ser el relativo a la garantía por
buen funcionamiento y el servicio técnico de un bien que muchas
veces es brindado al consumidor por un sujeto distinto al que le
vendió la cosa. Los ejemplos pueden llegar casi al infinito, más si se
tiene en cuenta la creatividad y la dinámica que exhiben las activi-
dades y estrategias empresariales (25).
Sin perjuicio de soluciones específicas como las del art. 36, LDC,
estos tres preceptos les serán de gran utilidad a los consumidores
cuando en esos casos deban hacer valer sus derechos.

(25) Entre los nuevos ejemplos se podría citar quizás los relacionados a las alian-
zas de entidades financieras con toda clase de proveedores con los cuales se pactan
beneficios o descuentos para los clientes del banco, generándose cierta cautividad en
el consumidor. Lorenzetti, Ricardo L. - Lima Marques, Claudia, Contratos de Ser-
vicios a los Consumidores, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2005, p. 415.

- 207 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Se trata, en definitiva, de “simplificar” o “unificar” una relación


plurilateral que se vislumbra como “compleja” (desde lo formal) y
que en los hechos es gran causa de conflicto frente a consumidores.

5. Forma del contrato de consumo

La LDC no se ocupa de la forma de los contratos de consumo en


general.
Sin perjuicio de ello y teniendo presente que los contratos elec-
trónicos de consumo ocupan un lugar más que relevante en las
relaciones que los consumidores entablan con los proveedores, el
CCyCN, con buen criterio, dispone que cuando el referido Código
o las leyes especiales exijan que un contrato conste por escrito, el
requisito se tendrá por satisfecho si el contrato con el consumidor
o usuario contiene un soporte electrónico u otra tecnología simi-
lar (26). Se ha dicho que, de todas maneras, en atención a la finalidad
tuitiva de la forma escrita prevista, el consumidor podría exigir el
soporte papel en estos casos (27). Esta idea autoral recibió apoyo con
el nuevo texto del art. 4º, LDC, que enseguida se comentará.

6. Los contratos colectivos de consumo

Lorenzetti (28) sugiere que una buena alternativa para controlar


el contenido de los contratos de consumo y garantizar la igualdad
es que las condiciones generales de contratación sean acordadas
colectivamente entre los proveedores y entidades de defensa del
consumidor, como sucede en el título V del Código brasileño de
Defensa del Consumidor (29). Expresa que si bien en la Argentina
no hay norma específica al respecto, tampoco hay ninguna que la

(26) Art. 1106, CCyCN.


(27) Sigal, Martín, “Comentario al art. 1106”, en Rivera, Julio César - Medina,
Graciela (dirs.), cit., t. III, p. 755.
(28) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 270.
(29) En tal sentido, el art. 107 del CDC de Brasil permite condiciones colectivas en
materia de precios, calidades, cantidades, garantía y características de los produc-
tos y servicios, así como también sobre los reclamos y la composición en los con-
flictos basados en relaciones de consumo. Dichos acuerdos sólo serán válidos para
los miembros de las entidades que lo suscribieron. No obstante obligan a aquellos
miembros que luego dejan de serlo. El acuerdo tiene fuerza obligatoria a partir de su
registro notarial.

- 208 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

prohíba. Incluso plantea que se podría utilizar como base norma-


tiva al art. 56.i, LDC, que prevé las distintas funciones que pueden
cumplir las asociaciones de consumidores (30).
Manifiesto mi acuerdo con esta postura. Sólo agrego que se-
ría adecuado prever un marco general para la celebración de es-
tos acuerdos tal como acontece en materia laboral, en donde la
ley 14.250 (31) (ley P-0393, DJA) regula ciertas cuestiones básicas
(homologación, efecto ultra vires, alcances de su obligatoriedad,
etc.).

7. El Estatuto del Consumidor

Si bien se trata de un error frecuente, el Derecho del Consumi-


dor no se reduce normativamente sólo a la LDC o a las disposicio-
nes pertinentes del CCyCN.

La doctrina brasileña ha recalcado que, para garantizar su eficacia, resultaba nece-


sario establecer sanciones por los incumplimientos de los mismos. Sin embargo, el
veto al art. 108 de dicho Código impidió esa posibilidad. Marques, Claudia - Ben-
jamin, Antonio Herman V. - Miragem, Bruno, “Comentario al art. 107”, en Comen-
tários ao Código de Defesa do Consumidor, Editora dos Tribunais, Sao Paulo, 2013
(versión e-book).
(30) En relación con este tema, cabe recordar que el art. 26 del Proyecto Alterini -
López Cabana - Stiglitz arrimaba alguna alternativa de solución para que las condi-
ciones generales de contratación, previo a ser volcadas al mercado pasen por una
especie de “filtro” en el cual participarían no sólo los proveedores, sino también el
Estado y las asociaciones de consumidores. El art. 26 de dicho Proyecto decía tex-
tualmente lo siguiente: “Contratos tipo. En el ámbito de la Secretaría de Comercio
Interior del Ministerio de Economía funcionará una comisión honoraria, integrada
por representantes oficiales, de los productos, de los proveedores de servicios, y de
las asociaciones de consumidores, en las circunstancias que determine la reglamen-
tación.
”Quien pretenda emplear formularios de contratos tipo o condiciones contractua-
les generales podrá someter su texto a esa comisión, requiriéndole que dictamine si
se adecuan a las disposiciones del cap. I.
”Los formularios aceptados por la comisión honoraria serán reputados válidos, in-
clusive en juicio, a menos que el juez revea el dictamen. Esta revisión sólo procederá
a pedido de parte interesada, y podrá fundarse únicamente en su ilegalidad o arbi-
trariedad manifiesta”.
Por su parte, la Comisión 9 (Derecho Interdisciplinario: Derechos del Consumi-
dor: Incidencias de las reformas introducidas por la ley 26.361) de las XXII Jornadas
Nacionales de Derecho Civil, celebradas en Córdoba en 2009 emitió sobre el tema la
siguiente conclusión: “Es necesario regular un sistema de convenciones colectivas
de consumo, similar al del art. 107 del Código de Defensa del Consumidor de Brasil”.
(31) Según texto ordenado por dec. 1135/2004 (publicado en el BO en fecha
3/9/2004).

- 209 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

A rigor de verdad, su contenido es mucho más amplio, incluyen-


do un conjunto de normas íntimamente relacionadas entre sí, que,
en conjunto, conforman lo que se suele denominar como el “Esta-
tuto del Consumidor”, que no es otra cosa que el bloque normativo
que tiene por objeto brindar tutela jurídica a los consumidores y
usuarios.
Así, lo integran, por ejemplo, no sólo la LDC, sino también el
art. 42 de la CN, las leyes 22.802 (32) (Lealtad Comercial, ley F-1368,
DJA), 25.156 (33) (Defensa de la Competencia, ley K-2338, DJA) (34), y
cualquier otra de carácter general o especial aplicable a las relacio-
nes de consumo.
Entre las normas de alcance general se pueden citar al CCyCN.
Dentro de las de carácter especial y de contenido específico, exis-
ten muchas. Al solo título ejemplificativo cabe mencionar las le-
yes 25.065 de Tarjetas de Crédito (35) (ley D-2294, DJA), 25.326 de
Protección de los Datos Personales (36) (ley H-2431, DJA), 26.356
de Sistemas Turísticos de Tiempo Compartido (37), 26.682 sobre el
Marco Regulatorio de la Medicina Prepaga (38) (ley ASA-3242, DJA),

(32) Publicada en el BO en fecha 11/5/1983.


(33) Publicada en el BO en fecha 20/9/1999.
(34) Señala Esteban Rópolo que “la defensa de la competencia parte del presu-
puesto ideológico de que sólo asegurando el correcto y normal funcionamiento de
los mercados se permite acceder al consumidor a la mayor y mejor cantidad y varie-
dad de bienes y servicios al mejor precio posible”. Contrariamente, cuando se afecta
esa libre competencia, el perjudicado es el consumidor. Con base en esto, el autor
le da la bienvenida a institutos como las acciones colectivas y los daños punitivos,
pues sostiene que “como lo prueba la experiencia de los Estados Unidos, nadie mejor
que los propios perjudicados por los actos anticompetitivos para defender el correcto
funcionamiento de los mercados”. Rópolo, Esteban P., “Defensa de la competencia.
Interés económico general y protección del consumidor”, en Picasso, Sebastián -
Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs), cit., t. III, p. 241.
Dado de que se trata de una novedad normativa de alto impacto, es interesante se-
ñalar que la ley 26.993 eliminó al Tribunal de Defensa de la Competencia. De aquí en
adelante la autoridad de aplicación de la ley 25.156 será la que determine a tal efecto
el Poder Ejecutivo Nacional (hasta la fecha de edición de este trabajo todavía no fue
establecida). La ley 26.993 (en su art. 65) sustituyó el texto de distintos artículos de la
ley 25.156 (arts. 17 a 22, 52, 53, 58) y derogó otros (arts. 23 a 25).
(35) Publicada en el BO en fecha 14/1/1999.
(36) Publicada en el BO en fecha 2/11/2000.
(37) Publicada en el BO en fecha 25/3/2008.
(38) Publicada en el BO en fecha 17/5/2011.

- 210 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

26.831 de Mercado de Capitales (39), 26.862 de Reproducción médi-


camente asistida (40), entre otras.
Por otra parte, cabe advertir que no existe el peligro de super-
posición de normas que regulen situaciones similares, pues, en
dichos casos, la propia LDC, en su art. 3º (párrafos segundo y ter-
cero), establece el principio de aplicación de la norma más favora-
ble al consumidor (in dubio pro consumatore). Lo mismo surge del
art. 1094 del CCyCN. También está planteado en el art. 7º del ci-
tado Código que se verá en el punto siguiente. Por lo tanto serán,
en realidad, supuestos de “superposición aparente” de soluciones
legales.
Esto resulta importante destacar, ya que en las normas com-
plementarias se encuentran presentes muchas veces importantes
disposiciones que, reinterpretadas bajo el prisma de los princi-
pios basales que informan el Derecho del Consumidor, pueden
ser consideradas de utilidad para resolver adecuadamente los
conflictos surgidos en el marco de una relación de consumo.
En cuestiones como la mencionada es en donde adquiere tras-
cendencia el referirse a Estatuto del Consumidor en vez de a la
LDC simplemente.
Si el foco se posiciona directamente en la LDC, se constata que
ella pareciera no brindar soluciones para determinadas situacio-
nes específicas.
En sentido coincidente, se ha dicho que ese Estatuto estará
conformado por una serie de normas y principios de derecho pri-
vado patrimonial que sean de aplicación a la relación de consumo.
Se aclara que no está integrado por todo el ordenamiento jurídi-
co. Así, no formarán parte de él el Derecho Penal, el de Familia o
el Sucesorio (41). Estoy de acuerdo con ello, aunque es bueno acla-
rar que también integran el Estatuto normas de derecho público
nacionales e incluso provinciales. Entre estas últimas cabe citar
todas las leyes provinciales que regulan cuestiones procedimen-
tales y procesales de consumo a las que se le prestará atención
más adelante.

(39) Publicada en el BO en fecha 28/12/2012.


(40) Publicada en el BO en fecha 26/6/2013.
(41) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 60.

- 211 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En sentido contrario, Farina (42) rechaza que se esté ante un “Es-


tatuto”. Argumenta que no existe una clase, gremio o profesión de
consumidores pues todos los seres humanos son consumidores.
No estoy de acuerdo con esta postura tan tajante, pues en la me-
dida en que exista una categoría de “consumidor” (por más amplia
que ella sea) siempre habrá sujetos incluidos y excluidos de ella.
Por esta razón no es inválido hablar de Estatuto para referirse a las
normas que regulan la situación de los sujetos insertos en esa ca-
tegoría. Si se siguiera el criterio del autor citado, se daría la curiosi-
dad de que tampoco habría fundamentos para hablar de una Ley
de Defensa del Consumidor, ya que “consumidores somos todos”.
A diferencia de lo que sucede en la Argentina, en algunos países
la “norma madre” del Estatuto del Consumidor rige de manera sólo
supletoria en aquellas actividades reguladas por leyes especiales,
independientemente de que las soluciones previstas en estas últi-
mas sean menos favorables al consumidor que la primera.
Esto sucede, v.gr., en Chile con la ley 19.496 (43), en donde no se
produce el desplazamiento de las leyes específicas por la norma
consumeril de carácter general (44). También en Colombia (45).

8. El conflicto de normas en el tiempo


Si bien el art. 3º, LDC, se ocupa de regular lo que sucede en los
casos de superposición de normas vigentes que rigen la misma si-
tuación, también es interesante referirse a similar conflicto pero en
el tiempo (cuando una ley reemplaza a otra).
Aquí adquiere relevancia el art. 7º del CCyCN en cuanto dis-
pone, como regla general, que, a partir de su entrada en vigencia,
las leyes se aplican a las consecuencias de las relaciones y situacio-
nes jurídicas existentes. A ello agrega que las leyes no tienen efec-
to retroactivo, aunque sean de orden público (salvo disposición en
contrario). Preceptúa, asimismo, que aun cuando se establezca la
retroactividad no se podrán afectar derechos amparados por ga-

(42) Farina, Juan M., cit., p. 4.


(43) Excepto en cuestiones procesales en donde sí rige la ley 19.496 de Chile.
(44) Art. 2º bis, ley 19.496 de Chile.
(45) Art. 2º, ley 1480 de Colombia.

- 212 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

rantías constitucionales. Por último, señala que “las nuevas leyes


supletorias no son aplicables a los contratos en curso de ejecución,
con excepción de las normas más favorables al consumidor en las
relaciones de consumo”.
La consagración de la excepción referida en la parte final del
artículo en cuestión es una prueba cabal de la importancia que ha
adquirido el Derecho del Consumidor en los últimos tiempos y de
la necesidad de que las normas que lo conforman tomen nota de las
particularidades que evidencian las relaciones de consumo y que
se han venido reseñando a lo largo de esta obra.
La discusión sobre la interpretación en general del art. 7º,
CCyCN, ha generado una más que jugosa discusión (46).
En lo atinente a la materia de este libro, hay autores que fun-
damentan la solución de la parte final del art. 7º del Código en el
carácter de orden público de toda la materia consumeril (47).
Otros sostienen que la excepción prevista en la parte final del
art. 7º del CCyCN tiene una aplicación residual, ya que la mayoría
de las disposiciones consumeriles son de orden público, haciendo
entrar en juego, por lo tanto, lo dispuesto en el primer párrafo del
citado precepto que regula el momento de vigencia de las normas
que no tienen carácter supletorio (48). No falta doctrina que, por el

(46) Entre otros, puede verse al respecto: Rivera, Julio César, “Aplicación del
Código Civil y Comercial a los procesos judiciales en trámite y otras cuestiones que
debería abordar el Congreso”, LA LEY, 2015-C, 645; Junyent Bas, Francisco A.,
“El derecho transitorio. A propósito del artículo 7 del Código Civil y Comercial”, LA
LEY, 2015-B, 1095 y Kemelmajer de Carlucci, Aída, “El artículo 7 del Código Civil
y Comercial y los expedientes en trámite en los que no existe sentencia firme”, LA
LEY, 2015-B, 1146. Se analiza este tema con mayor profundidad en Kemelmajer de
Carlucci, Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y situa-
ciones jurídicas preexistentes, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, y Kemelmajer de
Carlucci, Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y situa-
ciones jurídicas preexistentes (segunda parte), Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2016. En
la segunda parte mencionada la autora completa argumentos vertidos en la prime-
ra y analiza desde una perspectiva casuística los distintos problemas generados por
la interpretación del art. 7º, CCyCN. Para ello se apoya en doctrina y jurisprudencia
referida específicamente a la aplicación de dicho precepto.
(47) Jalil, Julián E., “La aplicación del art. 7 del Código Civil y Comercial y su
impacto en el sistema de responsabilidad civil”, CCyCN, 2015 (octubre), p. 151.
(48) Heredia, Pablo D., “El derecho transitorio en materia contractual”, RC-
CyC, 2015 (julio), p. 30. En el mismo sentido: Kemelmajer de Carlucci, Aída, La

- 213 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

contrario, advierte que la excepción supera el ámbito meramente


contractual pues se refiere a relaciones de consumo lo cual genera
un campo de aplicación mayor (49).
Según mi punto de vista, el art. 7º, CCyCN, debe ser armoni-
zado con el art. 65, LDC, que establece que "la presente ley es de
orden público".
En un primer y apurado intento de sistematización alguien
podría considerar que el Derecho del Consumidor es siempre de
orden público y que, no existiendo normas consumeriles de ca-
rácter supletorio, devendría superfluo el agregado final del art. 7º
del CCyCN.
Esto porque el conflicto temporal de las leyes que regulan las
relaciones de consumo quedaría siempre abarcado por el párra-
fo primero del referido art. 7º, CCyCN, rigiendo la nueva ley para
todas "las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas
existentes".
Sin embargo, al observar la cuestión con más detenimiento,
este razonamiento podría ceder ante las siguientes situaciones:
1. Si el mismo Código se refiere en su propio texto (art. 7º, in
fine) a normas consumeriles "de carácter supletorio", ésta es la
mejor prueba de que (en el espíritu del legislador por lo menos)
ellas efectivamente existen o pueden existir (aunque puedan ser
pocas). Sólo hará falta identificarlas. Desde mi punto de vista, se-
rán en principio todas aquellas que no afecten el principio de pro-
tección al consumidor. Por ejemplo, las disposiciones generales
en materia de contratos que sean aplicables a la especie "contra-
tos de consumo" y que, a su vez, no vulneren el principio protec-
torio vigente en estos últimos.

aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y situaciones jurídicas pre-
existentes (segunda parte), cit., p. 216.
Otros autores sostienen que no todas las disposiciones del Título III del Libro III del
CCyCN (sobre contratos de consumo) son indisponibles para las partes. Barreiro,
Rafael F., “La aplicación de la nueva ley a las relaciones jurídicas anteriores a su vi-
gencia y las relaciones de consumo. El daño punitivo”, RCCyC 2016 (junio), 185.
(49) Varizat, Andrés, “Comentario al art. 7º”, en Garrido Cordobera, Lidia -
Borda, Alejandro - Alferillo, Pascual E. (dirs.) - Krieger, Walter F. (coord.),
cit., t. I, p. 8.

- 214 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

2. Si bien el art. 65, LDC, expresa que todo el contenido de esa


ley es de orden público, ello se deja de lado cuando existen ex-
cepciones legales expresas. Un ejemplo de disposición de carácter
supletorio es el art. 20, LDC, referido a qué tipo de materiales se
deben usar para efectuar reparaciones. También el art. 4º, LDC,
en su segundo párrafo, cuando permite que el consumidor por
voluntad expresa renuncie a su derecho a recibir información en
soporte físico y permita el uso de otro medio que el proveedor
ponga a su disposición.
Teniendo ello presente, el art. 7º, in fine, CCyCN, cumple una
función práctica importantísima, pues cada vez que se sancione o
emita una norma más favorable a los consumidores (en la medida
en que no contenga una disposición específica de derecho tran-
sitorio claro está), aun cuando sea de carácter supletorio, reem-
plazará a la que venía rigiendo hasta el momento, incluso para los
contratos en curso de ejecución. En este sentido su tratamiento se
asimila a las nuevas disposiciones de orden público que se vayan
dictando (50). La diferencia con estas últimas estará en que la nor-
ma supletoria nueva sólo reemplazará a la anterior en la medida
en que sea más favorable a los consumidores.
A la fecha de edición de este libro, la jurisprudencia ya ha tenido
la oportunidad de aplicar dicho precepto en el marco de conflictos
derivados de relaciones de consumo.
Así, se resolvió que era nula la cláusula compromisoria pacta-
da en un boleto de compraventa inmobiliaria suscripto con ante-
rioridad a la vigencia del CCyCN. Se alegó que, al estarse frente a
un contrato de consumo, en virtud del art. 7º, CCyCN, se tornaba

(50) En sentido similar Kemelmajer de Carlucci expresa que “las leyes de pro-
tección de los consumidores, sean supletorias o imperativas, son de aplicación in-
mediata”. Justifica la solución legal recordando la “clara raigambre constitucional”
que tiene el precepto. Agrega que “la incorporación de esta excepción pone a la
legislación argentina al día con las tendencias más modernas”, recordando que en
Francia, verbigracia, se sostiene cada vez con mayor frecuencia que las leyes deben
tener efecto inmediato en las relaciones contractuales, “pues éstas ya no respon-
den al viejo criterio de las leyes supletorias, sino a las imperativas que dominan al
derecho del consumo y de allí su aplicación inmediata”. Kemelmajer de Carlucci,
Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y situaciones jurídi-
cas preexistentes, cit.. ps. 60 y ss.

- 215 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

aplicable el art. 1651 del citado Código (51) que no permite someter a
arbitraje los conflictos derivados de las relaciones de consumo (52).
También se aclaró que las normas de defensa del consumidor
más favorables que se sancionan, si bien se aplican de manera in-
mediata no pueden regir con efecto retroactivo, aun cuando se tra-
te de normas de orden público (53).
En otro asunto se rechazó el pedido de aplicación de la ley
26.361 a un contrato de consumo concluido antes de su entrada
en vigencia (54).

9. Vigencia del principio in dubio pro consumatore

Tratándose de una norma de carácter transversal y que abar-


ca las más diversas materias, resulta lógico que, en la práctica, se
planteen dudas continuamente sobre el alcance de las disposicio-
nes y principios de la LDC.
Sostiene Wajntraub (55) que la referencia no sólo a “normas” sino
también a “principios” contenida en la parte final del art. 3º, LDC,
no es feliz, ya que la ley argentina no enumera cuáles son esos
principios por lo que, en definitiva, ellos surgen de las normas en
concreto.
El principio abordado en este apartado rige también en materia
de interpretación de los contratos de consumo (conf. art. 37, LDC)

(51) Art. 1651, CCyCN: “Controversias excluidas. Quedan excluidas del contrato
de arbitraje las siguientes materias: a) las que se refieren al estado civil o la capacidad
de las personas; b) las cuestiones de familia; c) las vinculadas a derechos de usuarios
y consumidores; d) los contratos por adhesión cualquiera sea su objeto; e) las deriva-
das de relaciones laborales. Las disposiciones de este Código relativas al contrato de
arbitraje no son aplicables a las controversias en que sean parte los Estados nacional
o local” (el resaltado me pertenece).
(52) CNCiv., sala F, 16/12/2015, “Blanco Rodríguez, María de Las Mercedes c. Ma-
dero Urbana SA s/cumplimiento de contrato”, La Ley, del 28/1/2016, p. 4.
(53) CCiv. y Com. Mar del Plata, sala III, 15/10/2015, “J., D. E. y otros c. P., M. A. s/
daños y perj. por uso automot. (c/les.o muerte) (sin resp.est.)”, RCCyC, 2015 (diciem-
bre), p. 182.
(54) CNCiv., sala H, 18/9/2015, “Trigueros, Raúl Omar c. Vaitech Internacional s/
daños y perjuicios”, RCCyC, 2015 (diciembre), p. 241.
(55) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 62.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

y de apreciación de la prueba en caso de conflicto entre un provee-


dor y un consumidor (conf. art. 53, LDC).
Se trata de una regulación similar a la existente en el art. 9º,
LCT (56).
También rige para determinar el alcance de la oferta dirigida a
los consumidores que aún no han contratado. En efecto, el art. 7º
del dec. regl. 1798/1994 expresa que “cuando por cualquier causa
en una oferta se hubieren incluido precisiones contradictorias, se
estará siempre a la más favorable al consumidor o usuario”.
Un tema importante a aclarar es que para que se aplique el
principio es necesario que se genere el estado de “duda”.
La duda, según el Diccionario de la Real Academia Española
(RAE) (57), significa “suspensión o indeterminación del ánimo en-
tre dos juicios o dos decisiones, o bien acerca de un hecho o una
noticia”.
Aun cuando la CSJN tiene dicho que la LDC integra el derecho
común, resultando complementaria de los preceptos contenidos
en los (por entonces vigentes) Códigos Civil y de Comercio (58), la
vigencia del principio in dubio pro consumatore implica la acep-
tación o reconocimiento de la autonomía del Derecho del Consu-
midor como “microsistema jurídico”.
Reafirmando esta autonomía, se ha expresado que del art. 3º,
LDC, se desprende, como primera regla, que la aplicación de la ley
consumeril “debe efectuársela de modo integrado con las normas
generales y especiales aplicables a las relaciones de consumo.
No dice que se integra con otras leyes, sino con las vinculadas al
consumidor, con lo cual reconoce la autonomía del microsiste-
ma”. Se continúa diciendo que “esta regla es correcta porque la

(56) Art. 9º, LCT: “En caso de duda sobre la aplicación de normas legales o con-
vencionales prevalecerá la más favorable al trabajador, considerándose la norma o
conjuntos de normas que rija cada una de las instituciones del derecho del trabajo.
”Si la duda recayese en la interpretación o alcance de la ley, o en apreciación de la
prueba en los casos concretos, los jueces o encargados de aplicarla se decidirán en el
sentido más favorable al trabajador”.
(57) Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, www.rae.es
(fecha de consulta, 31/1/2015).
(58) CSJN, 20/2/2007, “Dilena, Silvia Delia c. Peugeot Citroën Argentina SA”, Fa-
llos: 330:133.

- 217 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

fuente constitucional confiere al Derecho de los consumidores


el carácter iusfundamental, lo que significa que el sistema de so-
lución de conflictos normativos no está guiado por las reglas de
las antinomias legales tradicionales. Por ello, no es lícito fundar
la prevalencia de una ley en la circunstancia de que sea anterior,
o especial, como se ha notado en numerosos casos”. Se concluye
señalando que “el Derecho de los consumidores es un microsis-
tema legal de protección que gira dentro del sistema de Derecho
Privado, con base en el Derecho Constitucional. Por lo tanto, las
soluciones deben buscarse, en primer lugar, dentro del propio sis-
tema, y no por recurrencia a la analogía, ya que lo propio de un
microsistema es su carácter autónomo, y aún derogatorio de nor-
mas generales” (59).
Shina (60) explica que el principio de la norma más favorable
al consumidor constituye una especie de “sistema operativo” de
la ley 24.240, una suerte de “núcleo central de la autonomía del
microsistema”.
Un tema interesante a tener en cuenta es verificar si la sanción
del CCyCN afecta de alguna manera la inteligencia del principio
aquí tratado. Al respecto, Vítolo (61) advertía que el entonces Pro-
yecto de CCyCN al establecer una doble regulación de las relacio-
nes de consumo (la que surge del propio Código en los arts. 1092
a 1122 y la de la LDC misma) con textos no del todo coincidentes
podía generar conflictividad al momento de la interpretación. En
tal sentido señalaba la existencia de divergencias en lo referido a
cláusulas abusivas (arts. 1096 a 1099 y 1117 a 1122), información
y publicidad (arts. 1100 a 1103) y en las modalidades especiales
(arts. 1104 a 1109). Concluía que la instauración de este modelo
de doble régimen debería merecer una cuidadosa revisión. Si se
sigue la postura del autor, el principio in dubio pro consumatore
ha salido afectado a causa del Código.
Sin perjuicio de lo señalado por el autor recién citado, el Códi-
go busca solucionar las eventuales controversias que se produz-
can al respecto disponiendo que en los casos que puedan generar-

(59) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 49.


(60) Shina, Fernando E., cit., p. 14.
(61) Vítolo, Daniel R., Las Reformas…, cit., p. 38.

- 218 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

se dudas sobre la interpretación del Código o las leyes especiales,


prevalecerá la más favorable al consumidor (62).
Si bien parece sencillo, no siempre resultará fácil establecer
“la norma más favorable” al consumidor. Si se tratara de un caso
hipotético de prescripción, por ejemplo, podría suceder que una
ley contenga un plazo más favorable al consumidor pero la otra
causales de interrupción y suspensión más atractivos para dicho
sujeto. El interrogante que se generaría aquí sería: ¿se puede to-
mar el plazo de una y las causales de interrupción y suspensión de
la otra dando nacimiento a una especie de “norma ideal”? ¿O lo
correcto será tomar la regulación in totum de la prescripción bus-
cando determinar en cuál de las dos está regulado el instituto de
manera más favorable para el consumidor? Nótese que el impacto
fáctico que se deriva de ambas opciones es de singular importan-
cia. Si bien resulta difícil elegir la respuesta correcta, pareciera
más razonable la segunda, pues la primera transformaría al intér-
prete en “creador” de la norma.

10. Las relaciones de consumo y el Derecho


Internacional Privado

La LDC no contiene normas de Derecho Internacional Privado


específicas para las relaciones de consumo (63). Esto constituía un
relevante problema, ya que el número de relaciones transnaciona-
les que involucran a consumidores no para de crecer (fundamen-
talmente al abrigo del desarrollo de la tecnología) (64).

(62) Art. 1094, CCyCN.


(63) No obstante, expresaba Gustavo Schötz que, si bien ello no surgía explícita-
mente de la ley, el punto de conexión que resultaba apto para aplicar la LDC era la re-
sidencia habitual del consumidor. Lo mismo debía tomarse en cuenta para determi-
nar el juez competente. Agregaba que la ley no distinguía entre contratos celebrados
con proveedores nacionales o extranjeros. Recordaba que, en caso de duda, debía es-
tarse a lo más favorable de un consumidor. Con base en esto consideraba que la LDC
no era aplicable, por ejemplo, a un turista argentino que se encontraba de viaje fuera
del país y celebraba un contrato en esa extraña jurisdicción para ejecutarse también
en ella. Schötz, Gustavo J., “El consumidor en Internet”, cit., en Lorenzetti, Ricar-
do L. - Schötz, Gustavo J. (coords.), cit., p. 463.
(64) Se ha manifestado que “algunos fenómenos como la internacionalización de
los mercados, el turismo masivo y sobre todo el comercio electrónico han incremen-
tado el volumen global de las operaciones del consumidor a tal grado que ahora es
absurdo considerarlos exclusivamente desde la perspectiva de las pequeñas transac-
ciones individuales”. Sin embargo, se advierte con sorpresa que las normas sobre co-

- 219 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Con buen criterio cierta doctrina española pone de resalto que los
contratos internacionales ya no sólo son comunes en las relaciones
entre empresas sino que, como consecuencias de la expansión de las
transacciones electrónicas, involucran en muchísimos casos a per-
sonas físicas en contratos de consumo de carácter internacional (65).
Lorenzetti (66) reclamaba la conveniencia de que se actualicen
las normas de Derecho Internacional Privado en el ámbito de las
relaciones de consumo (67). Expresaba que si ello no acontecía, las
normas nacionales en materia de defensa del consumidor eran,
mientras tanto, aplicables de modo inmediato a todas las rela-
ciones de consumo pues además de ser de orden público, tienen
rango constitucional y están reconocidas en tratados de derechos
humanos.
Más allá de la falta de regulación del tema en el articulado de la
LDC, debe resaltarse que, en el ámbito del Mercosur, tomándose
nota del carácter transnacional de ciertos contratos de consumo,
se cuenta desde hace muchos años con la resolución 126/1994 del
Grupo Mercado Común que en su momento instruyó a la Comi-
sión de Defensa del Consumidor para que se elabore un reglamen-
to común para la defensa del consumidor dentro del ámbito de los

mercio electrónico no suelen ocuparse en detalle de los contratos internacionales de


consumo. Fernández Arroyo, Diego P., “La protección de los consumidores en las
transacciones internacionales: Un estudio comparativo”, Revista de Derecho Comer-
cial, del Consumidor y de la Empresa (DCCyE), nro. 4, agosto 2011, p. 91.
Es muy oportuno recordar aquí la siguiente reflexión de Parellada: “El fenómeno
del comercio electrónico es todavía demasiado joven para mostrar su perfil definiti-
vo, y el derecho del consumo, demasiado nuevo para entenderlo terminado. Ambos
evolucionan, como jóvenes, rápidamente, y el Derecho es demasiado anciano para
seguirles su ritmo”. Parellada, Carlos A. “El comercio electrónico. Perspectiva des-
de el derecho del consumo”, cit., en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Rober-
to A. (dirs), cit., t. III, p. 455.
También los sistemas de tiempo compartido tienen cierto carácter transfronterizo.
Kemelmajer de Carlucci, Aída, “El tiempo compartido (mal llamado multipropie-
dad) y la defensa de los consumidores en el derecho comunitario europeo. Posible pro-
yección al Mercosur”, Revista de Derecho del Consumidor, vol. 7, Juris, Rosario, p. 93.
(65) De Miguel Asensio, Pedro A., “Mercado global y protección de los consu-
midores”, en Cotino Hueso, Lorenzo (coord.), Consumidores y usuarios ante las
nuevas tecnologías, Tirant Lo Blanch, Valencia, 2008, p. 157.
(66) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 34.
(67) También otros autores manifestaban similar inquietud. Ver, entre otros, Scot-
ti, Luciana B., “Jurisdicción internacional en materia contractual”, LA LEY, 2012-C, 7.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

países que lo integran (68), con una agenda constituida por diversos
temas entre los cuales se encuentran, por ejemplo, los principios
que rigen la defensa del consumidor, las prácticas abusivas, la pu-
blicidad engañosa y abusiva, las cláusulas abusivas y la protección
contractual, la responsabilidad por daños, entre otros (69).
Lamentablemente, hasta el momento esta idea no experimentó
mayores avances, razón por la cual, mientras ese reglamento co-
mún no se apruebe, cada Estado parte seguirá utilizando su pro-
pia legislación de defensa del consumidor, aunque se establece la
limitación de que estas normas no podrán imponer exigencias a
los productos y servicios originados en los demás Estados partes
del Mercosur que sean superiores a las vigentes para productos y
servicios nacionales u originados en terceros países (70).
Es importante destacar también en este apartado la existencia
del Protocolo de Santa María sobre Jurisdicción internacional en
materia de relaciones de consumo (71), la cual sólo podría aplicar-
se dentro de un ámbito material limitado (72) a los conflictos que
vinculen a consumidores y proveedores domiciliados en distintos
Estados del Mercosur o domiciliados en el mismo país si es que la
prestación característica del contrato se realiza en otro Estado par-
te (73). La regla general que establece este Protocolo es que el con-
sumidor podrá demandar y ser demandado en el país donde se en-
cuentre domiciliado (74).

(68) Art. 1º, resolución 126/1994, Grupo Mercado Común, Mercosur.


(69) Anexo, resolución 126/1994, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(70) Art. 2º, resolución 126/1994, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(71) Anexo, decisión 10/1996, Consejo Mercado Común, Mercosur.
(72) Art. I, Anexo, decisión 10/1996, Consejo Mercado Común, Mercosur: “Ámbi-
to material. 1. El presente Protocolo tiene por objeto determinar la jurisdicción in-
ternacional en materia de relaciones de consumo derivadas de contratos en que uno
de los contratantes sea un consumidor, cuando se trate de: a. venta a plazo de bienes
muebles corporales; b. préstamo a plazo u otra operación de crédito vinculada al fi-
nanciamiento en la venta de bienes; c. cualquier otro contrato que tenga por objeto la
prestación de un servicio o la provisión de objetos muebles corporales. Esta disposi-
ción se aplicará siempre que la celebración del contrato haya sido precedida en el Es-
tado del domicilio del consumidor, de una propuesta específica o de una publicidad
suficientemente precisa y que éste hubiere realizado, en ese Estado, los actos necesa-
rios para la conclusión del contrato. 2. Quedan excluidas las relaciones de consumo
derivadas de los contratos de transportes”.
(73) Art. 2º, Anexo, Decisión 10/1996, Consejo Mercado Común, Mercosur.
(74) Art. 4º, Anexo, Decisión 10/1996, Consejo Mercado Común, Mercosur.

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Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Efectuado ese pequeño paréntesis respecto del estado de si-


tuación en el Mercosur, cabe decir que el CCyCN se ocupa de las
disposiciones del Derecho Internacional Privado en el título IV del
Libro Sexto (Disposiciones comunes a los derechos personales y
reales). Concretamente entre los arts. 2594 a 2671.
De esos preceptos, varios son dedicados a los contratos de
consumo.
Así, por ejemplo, se establece que el principio por el cual los con-
tratos se rigen por el derecho elegido por las partes en lo referido a
su validez intrínseca, naturaleza, efectos, derechos y obligaciones
(todo ello en virtud de la autonomía de la voluntad) no se aplica a
los contratos de consumo (75).
Se trata de una solución de toda lógica ya que, estando general-
mente ante contratos de adhesión, el predisponente seguramente
elegirá el derecho más conveniente para sus intereses.
Más allá de esa prohibición, los contratos de consumo tienen
sus propias reglas sobre jurisdicción y derecho aplicable en los
arts. 2654 y 2655 (76).
En virtud del primero, el consumidor (77), a propia elección, pue-
de demandar ante el juez de los siguientes lugares (78):

(75) Art. 2651, in fine, CCyCN.


(76) Sin perjuicio de estas dos normas, se ha resaltado que el Código argentino
no resuelve el problema de la calificación. Es decir, cuál es el derecho que se tomará
en cuenta para buscar, por ejemplo, la noción de consumidor y de contrato de con-
sumo. Ante esa omisión, el juez “podrá entender que lo más propio es recurrir al
sistema jurídico que vio nacer la relación (lex causae), y aplicar su propio derecho
material (lex fori)”. Rodríguez, Mónica, “Comentario al art. 2654”, en Calvo Cos-
ta, Carlos A. (dir.), cit., t. III, p. 897
(77) Hay quienes sostienen que esta norma solo puede ser invocada por el con-
sumidor individualmente pero no por las asociaciones de consumidores. Tampoco
podrá serlo por los terceros cesionarios del derecho transferido por el consumidor.
Iñiguez, Marcelo D., “Disposiciones de Derecho Internacional Privado. Parte es-
pecial”, JA, 2015-IV.
(78) Art. 2654, CCyCN.
A nivel jurisprudencial casi no existen antecedentes en donde se traten cuestiones
de Derecho Internacional Privado asociadas a contratos de consumo. Se podría citar
un caso resuelto en el año 2005, en donde se declaró la competencia de la justicia ar-
gentina en un reclamo contra un banco suizo por fondos depositados en una cuenta
bancaria abierta en el exterior a fin de obtener la restitución de los fondos deposita-
dos, en tanto dicha entidad había transferido sin su consentimiento parte de dicho
dinero a una cuenta abierta por los actores en el país. Allí se consideró abusiva en los

- 222 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

1. Lugar de celebración del contrato.


2. Lugar de cumplimiento de la prestación del servicio.
3. Lugar de la entrega de bienes.
4. Lugar de cumplimiento de la obligación de garantía.
5. Domicilio del demandado.
6. Lugar donde el consumidor realiza actos necesarios para la
celebración del contrato.
7. Lugares donde el demandado tenga sucursal, agencia o cual-
quier otra forma de representación comercial, cuando ellas hayan
intervenido en la celebración del contrato o cuando el demandado
las haya mencionado a los efectos del cumplimiento de una garan-
tía contractual.
Sobre este punto se sostuvo que “se ha previsto un abanico de
foros disponibles, todos ellos razonablemente previsibles, a favor
del consumidor actor y para garantizar y facilitar su acceso a la
justicia” (79).
Llama la atención que en un listado tan amplio no figure la op-
ción del domicilio del consumidor. Si bien varias de las numerosas
opciones dadas por el art. 2654 producirán, en los hechos, que el
consumidor demande ante los tribunales de su domicilio, hubiese
sido más razonable prever directamente esa opción a fin de evitar
su eventual dificultad de acceso a la justicia (80).

términos del art. 37, LDC, la cláusula de prórroga de jurisdicción hacia tribunales ex-
tranjeros existente. Además se razonó que el hecho de que los fondos se encontraran
vinculados con el funcionamiento de una cuenta abierta en Argentina motivaba la
intervención de la justicia nacional. CNCom., sala B, 22/6/2005, “V., M. C. c. UBS AG
(ex Unión de Bancos Suizos)”, JA, 2005-IV-784.
(79) Uzal, María Elsa, “Lineamientos de la reforma del Derecho Internacional
Privado en el Código Civil y Comercial de la Nación”, Sup. Especial Nuevo Código Civil
y Comercial 2014 (noviembre), p. 247.
(80) Sara Feldstein de Cárdenas expresa que “no deja de sorprendernos, y esta es
una omisión desafortunada, la falta de previsión legislativa del foro de protección
del consumidor, que le permitiría iniciar su acción ante los tribunales del lugar de
su propio domicilio. Esta decisión legislativa, según creemos, se encuentra a con-
tramano, en total desacuerdo con las tendencias actuales en la legislación compa-
rada tanto de fuente interna como convencional”. Feldstein de Cárdenas, Sara L.,

- 223 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Afortunadamente, cuando el demandado es el consumidor,


sólo se lo puede demandar ante el juez de su propio domicilio, no
permitiéndose al respecto el “acuerdo de elección de foro” (81). Ad-
mitir una solución distinta hubiese significado en los hechos la po-
sibilidad de que el consumidor sea juzgado en ausencia en nume-
rosos supuestos, con la consiguiente afectación de sus intereses.
Diego Fernández Arroyo advierte que en los contratos celebra-
dos fuera del establecimiento comercial y a distancia la jurisdic-
ción se unifica en el lugar de cumplimiento, en virtud de lo previsto
en el art. 1106, CCyCN (82).
En lo atinente al derecho aplicable a los contratos de consumo
internacionales, ellos se rigen por el del Estado del domicilio del
consumidor en las siguientes situaciones (83):
1. Cuando la conclusión del contrato fue precedida de una ofer-
ta o de una publicidad o actividad realizada en el Estado del domi-
cilio del consumidor y éste ha cumplido en él los actos necesarios
para la conclusión del contrato.
2. Si el proveedor recibió el pedido en el Estado del domicilio del
consumidor.
3. Si el consumidor fue inducido por el proveedor a desplazarse
a un Estado extranjero a los fines de efectuar en él su pedido.
4. Si los contratos de viaje comprenden prestaciones combina-
das de transporte y alojamiento por un precio global.
Fuera de ello, los contratos de consumo se deben regir por el de-
recho del país del lugar de cumplimiento. Si no se puede determi-
nar el lugar de cumplimiento, el contrato se rige por el derecho del

“Desprotección del consumidor transfronterizo. Hitos en el derecho latinoamerica-


no contemporáneo”, LA LEY, 2015-B, 727.
Se pronuncian también en contra de la falta de inclusión del lugar de domicilio
del consumidor para demandar: Rodríguez, Mónica, “Comentario al art. 2654”, en
Calvo Costa, Carlos A. (dir.), cit., t. III, p. 897, y Soto, Alfredo M., “Comentario
al art. 2654”, en Alterini, Jorge H. (dir.) – Alterini, Ignacio E. (coord.), cit., t. XI.,
p. 1001.
(81) Art. 2654, CCyCN.
(82) Fernández Arroyo, Diego, “Comentario al art. 2654”, en Rivera, Julio Cé-
sar - Medina, Graciela (dirs.), cit., t. VI, p. 957.
(83) Art. 2655, CCyCN.

- 224 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

lugar de celebración (84). En los Fundamentos del Anteproyecto se


explica que “la propuesta sigue soluciones que gozan de consenso
en numerosas fuentes, con una clara orientación material a favor
de la parte débil, pero sin descuidar la previsibilidad que garantiza
el derecho de defensa del cocontratante del consumidor”.
La regulación del Código respecto del derecho aplicable a los
contratos de consumo internacionales deja algunas dudas ya que,
por cómo está estructurado el art. 2655, quedan importantes “hue-
cos” a través de los cuales los consumidores domiciliados en la
Argentina deberán observar leyes extranjeras en los contratos in-
ternacionales que celebren. Esto se notará con intensidad en los
contratos electrónicos celebrados con proveedores domiciliados
en otros países.
Algunas leyes de defensa del consumidor latinoamericanas se
ocupan de establecer previsiones en materia de Derecho Interna-
cional Privado. La ley peruana, v.gr., expresa que ella rige no sólo
para las relaciones de consumo celebradas dentro de dicho país
sino también para aquellas que producen efectos allí (85).
Se ha señalado que la normativa argentina no permite al consu-
midor argentino la invocación de la ley extranjera aun cuando ésta
sea más favorable a sus intereses (86). Al respecto hay quienes ad-
vierten que si bien el Código busca evitar que en el contrato interna-
cional de consumo el proveedor le imponga al consumidor una ley
desfavorable a sus intereses no se pueden perder de vista que “los
países con un alto nivel de desarrollo, económico, social, jurídico,
suelen tener altos niveles de exigencia en la calidad de los produc-
tos, imponer certificaciones internacionales, y garantizar la tutela
de la parte débil de la relación jurídica de forma pormenorizada,
por cuanto no siempre, la aplicación del derecho del consumidor
redundará en beneficio de sus intereses. Quizá hubiere resultado
más adecuado abrir el espectro legislativo, dejando en manos del
magistrado la determinación del derecho que ‘en conjunto’ tutele
de forma más acabada los intereses del consumidor” (87).

(84) Art. 2655, CCyCN.


(85) Art. III.2, Título preliminar, ley 29.571 de Perú.
(86) Fernández Arroyo, Diego, “Comentario al art. 2654”, en Rivera, Julio Cé-
sar - Medina, Graciela (dirs.), cit., t. VI, p. 958.
(87) Rodríguez, Mónica, “Comentario al art. 2654”, en Calvo Costa, Carlos A.
(dir.), cit., t. III, p. 899.

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Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

11. La relación de consumo en el Derecho


Comparado

Teniendo en cuenta la importancia que tiene el flexible concep-


to de “relación de consumo” y los importantísimos efectos prácticos
que ello trae aparejado, resulta importante, a los fines de completar
el análisis de este art. 3º, LDC, informar brevemente sobre algunas
otras definiciones que el Derecho Comparado ha dado al respecto.

Cabe aclarar, de todas formas, que lo esencial para definir el


ámbito de aplicación del Derecho del Consumidor como mate-
ria serán las nociones de consumidor y proveedor. Es por ello que
muchas legislaciones se ocupan solamente de esos dos términos y
omiten conceptualizar a la relación de consumo como tal.

Ello en la inteligencia de que la construcción de esta última no-


ción será más sencilla, pues será ni más ni menos que “el puente”
que se tiende entre consumidor y proveedor.

No obstante lo dicho, puede resultar interesante mencionar


las fórmulas utilizadas fuera de la Argentina para definir a este
particular tipo de relación jurídica, pues variantes que pueden
aparentar ser imperceptibles traen consigo un ensanchamiento
o estrechamiento del ámbito de aplicación de las normas tuitivas
de los consumidores.

Se verán entonces algunos casos de regulaciones extranjeras


sobre este punto:

1. En España, por ejemplo, si bien no existe una definición ex-


presa, es posible extraerla en cierta manera del art. 2º del Real De-
creto Legislativo 1/2007 que aprueba el texto refundido de la Ley
General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras
leyes complementarias. Allí se prevé lo siguiente: “Ámbito de apli-
cación. Esta norma será de aplicación a las relaciones entre consu-
midores o usuarios y empresarios”.

Al igual de lo que sucede con la LDC argentina se trata de una


noción legal flexible que permite receptar con eficiencia todos los
distintos supuestos fácticos que el actual y complejo mundo de los
negocios puede originar.
- 226 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

2. El Código de Defensa del Consumidor brasileño, si bien men-


ciona en numerosas disposiciones a la relación de consumo, no la
conceptualiza en ninguna de ellas.
3. La ley uruguaya sobre Relaciones de Consumo expresa, en su
art. 4º, que la “relación de consumo es el vínculo que se establece
entre el proveedor que, a título oneroso, provee un producto o pres-
ta un servicio y quien lo adquiere o utiliza como destinatario final”.
Agrega que “la provisión de productos y la prestación de servi-
cios que se efectúan a título gratuito, cuando ellas se realizan en
función de una eventual relación de consumo, se equiparan a las
relaciones de consumo”.
La solución uruguaya pareciera quitarle algún grado de rele-
vancia a la relaciones entre proveedores y consumidores cuando se
encuentre presente el elemento de la gratuidad, lo cual es llamativo
si se advierte que día a día crecen las relaciones de consumo en las
cuales se proveen bienes o servicios de manera gratuita (piénsese,
por ejemplo, en la explosión de las redes sociales u otros servicios
que se prestan a través de Internet).
4. La ley paraguaya define expresamente a la relación de con-
sumo en su art. 5º como “la relación jurídica que se establece entre
quien, a título oneroso, provee un producto o presta un servicio y
quien lo adquiere o utiliza como destinatario final”.
Se observa aquí una marcada profundización de la idea que pa-
rece traslucirse en la ley uruguaya, pues directamente excluye del
ámbito de la relación de consumo, aquellos vínculos entre provee-
dores y consumidores en los que esté presente el elemento de la
gratuidad.
5. Chile, por su parte, en su ley 19.496, no define a la relación de
consumo de modo directo, pero en su art. 1º expresa que “la pre-
sente ley tiene por objeto normar las relaciones entre proveedores
y consumidores…”, lo cual no deja de ser una conceptualización
aunque imprecisa.
6. El muy reciente Código de Protección y Defensa del Consu-
midor peruano define a la relación de consumo a través de dos pre-
ceptos (el art. IV que es complementado por el art. III).
El art. IV, en su apart. 5º, dispone: “Relación de consumo. Es la
relación por la cual un consumidor adquiere un producto o contra-
- 227 -
Art. 3º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ta un servicio con un proveedor a cambio de una contraprestación


económica. Esto sin perjuicio de los supuestos contemplados en el
artículo III”.
A su vez el art. III expresa lo siguiente: “Ámbito de aplicación.
1. El presente Código protege al consumidor, se encuentre direc-
ta o indirectamente expuesto o comprendido por una relación de
consumo o en una etapa preliminar a ésta. 2. Las disposiciones del
presente Código se aplican a las relaciones de consumo que se ce-
lebran en el territorio nacional o cuando sus efectos se producen
en éste. 3. Están también comprendidas en el presente Código las
operaciones a título gratuito cuando tengan un propósito comer-
cial dirigido a motivar o fomentar el consumo”.
De la norma peruana se advierte la búsqueda de un concepto
amplio de relación de consumo que intenta receptar todo el uni-
verso posible de supuestos fácticos que la realidad económica pue-
de generar.
7. En Ecuador, la ley 2000-21 toma un criterio similar al que sur-
ge de las leyes española y chilena, pues una definición embrionaria
de relación de consumo puede extraerse del art. 1º, 2º párr., que
prevé que “el objeto de esta Ley es normar las relaciones entre pro-
veedores y consumidores…”.
8. La Ley colombiana 1480 no define a la relación de consumo,
aunque el término es mencionado en su articulado, al igual que en
Brasil.
9. La Ley Federal de Protección al Consumidor de México toma
un criterio similar a las leyes brasileña y colombiana, omitiendo
conceptualizar a la relación de consumo.
10. La más reciente de las normas consumeriles americanas (ley
boliviana 453 de 2013 expresa, en su art. 5º, que la relación de con-
sumo “es el vínculo que se establece entre el proveedor, que provee
un producto o presta un servicio, y quien lo adquiere, utiliza o con-
sume como destinatario final”.
Luego de este pequeño repaso del Derecho Comparado podría
concluirse que las leyes extranjeras no se han ocupado tanto de de-
finir el concepto de relación de consumo, sino que han colocado
su energía mayormente en delimitar las figuras de consumidor y
proveedor.
- 228 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 3º, ley 24.240

Sin perjuicio de lo dicho, pareciera que en todas ellas está defi-


nitivamente superada la antigua visión que no permitía al Derecho
del Consumidor avanzar más allá de los denominados contratos de
consumo.
En tal sentido, existe hoy consenso en que la relación de consu-
mo constituye el recipiente ideal para contener la riqueza de situa-
ciones en las que se vinculan (con consecuencias jurídicas) consu-
midores con proveedores.
Por lo demás, en algunos países de Latinoamérica se observa
cierta tendencia a realzar las relaciones de consumo onerosas res-
pecto de aquellas que involucran bienes o prestaciones gratuitas,
lo cual constituye un serio inconveniente, como antes se dijo, para
receptar nuevos tipos de vinculaciones jurídicas entre proveedores
y consumidores que se consolidaron en la era digital. Es el caso de
Paraguay y, en menor medida, de Uruguay.

- 229 -
CAPÍTULO II
Información al consumidor y protección
de su salud

Información
Art. 4º — (Art. 4º, Ley F-1884, DJA (1))
Información. El proveedor está obligado a suminis-
trar al consumidor en forma cierta, clara y detallada
todo lo relacionado con las características esenciales
de los bienes y servicios que provee, y las condiciones
de su comercialización.
La información debe ser siempre gratuita para el
consumidor y proporcionada en soporte físico, con
claridad necesaria que permita su comprensión. Solo
se podrá suplantar la comunicación en soporte físico
si el consumidor o usuario optase de forma expresa
por utilizar cualquier otro medio alternativo de co-
municación que el proveedor ponga a disposición.
(Artículo sustituido por el art. 1º de la ley 27.250
BO 14/6/2016)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 42, CN.


2. Arts. 59, 288, 329, 1100, 1106, 1107, 1382 y 1387, CCyCN.

(1) A rigor de verdad, el texto incluido en el DJA era el que tenía vigencia con an-
terioridad a la sanción de la ley 27.250 (“Artículo 4º: Información. El proveedor está
obligado a suministrar al consumidor en forma cierta, clara y detallada todo lo rela-
cionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, y las
condiciones de su comercialización.
La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada
con claridad necesaria que permita su comprensión”).

- 231 -
Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

3. Arts. 3º y 4º, ley 26.529 (Derechos del Paciente en su relación


con los Profesionales e Instituciones de la Salud, ley ASA-
3133, DJA).
4. Art. 26, ley 26.356 (Sistemas Turísticos de Tiempo Comparti-
do, ley E-3040, DJA).
5. Ley 19.511 (Metrología, ley ACU-0861, DJA).
6. Ley 18.284 (Código Alimentario Argentino, ley ASA-0757,
DJA).
7. Art. 1º, ley 17.565 (Farmacias, ley P-0701 DJA).
8. Arts. 1.b y 4º, decreto reglamentario 1798/1994.
9. Puntos 2.3.1.1, 2.4 y 2.5, normativa sobre “Protección de los
Usuarios de Servicios Financieros” del Banco Central de la
República Argentina (texto ordenado al 14/6/2016).
10. Resolución 12/2016 (Secretaría de Comercio).
11. Resolución 57/2004 (Secretaría de Coordinación Técnica).
12. Resolución 906/1998 (Secretaría de Industria, Comercio
y Minería de la Nación).
13. Disposición 7/2016 (Subsecretaría de Comercio Interior).
14. Disposición 9/2016 (Subsecretaría de Comercio Interior).
15. Disposición 18/2016 (Subsecretaría de Comercio Interior).
16. Art. 6º, ley 13.133 de la provincia de Buenos Aires.
17. Art. 6º, ley 7714 de la provincia de San Juan.
18. Art. 1.f, resolución 34/2011 (Grupo Mercado Común, Merco-
sur).
19. Art. 1º, resolución 1/2010 (Grupo Mercado Común, Merco-
sur).
20. Puntos V.17, V.18, V19, VI.81 y VI.94, Directrices de Naciones
Unidas sobre Protección del Consumidor del 22/12/2015.
21. Arts. 9.III, 14, 15 y 16, ley 453/2013 de Bolivia (Ley General
de los derechos de las usuarias y los usuarios y de las con-
sumidoras y los consumidores).
22. Arts. 6.III y 10.1 a 10.3, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro
de Defesa do Consumidor).
- 232 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

23. Arts. 17.c y 46, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los
Derechos de los Consumidores).
24. Art. 19, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consumidor).
25. Art. 34, ley 1334 de Paraguay (Ley de Defensa del Consumi-
dor y del Usuario).
26. Arts. 2.3, 2.4, 28 y 29, ley 29.571 de Perú (Código de Protec-
ción y Defensa del Consumidor).
27. Art. 11, ley 17.250 de Uruguay (Ley de Relaciones de Consu-
mo. Defensa del Consumidor).
28. Directiva 2014/40/UE sobre Aproximación de las disposi-
ciones legales, reglamentarias y administrativas de los Es-
tados miembros en materia de fabricación, presentación y
venta de los productos del tabaco y los productos relacio-
nados.
29. Directiva 2013/29/UE sobre Armonización de las legisla-
ciones de los Estados miembros en materia de comerciali-
zación de artículos pirotécnicos.
30. Art. 5º, directiva 2001/95/CE sobre Seguridad general de los
productos.
31. Art. L111-2, Code de la Consommation de Francia (ley 93.949
de 1993).
32. Art. 5.3, Codice del Consumo de Italia (decreto legislativo
206/2005).

 Comentario

1. El deber de información

Decía Gabriel Stiglitz (2) que “el objetivo prioritario del mo-
vimiento del consumidor en la materia, viene configurado por la
necesidad de profundizar las comunicaciones al público, sobre el
complejo de los elementos determinantes para la libre elección de

(2) Stiglitz, Gabriel A., Protección jurídica del consumidor, Depalma, Buenos
Aires, 1986, p. 36.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

las operaciones económicas más convenientes”. Continuaba el au-


tor platense expresando lo siguiente: “a la acentuación del nivel de
anoticiamiento, sigue por naturaleza la concientización del consu-
midor sobre sus propios derechos y, por ende, el fortalecimiento,
en alguna medida, de su originaria posición de debilidad en el
mercado”.
La autora belga Françoise Domont-Naert (3) ha resaltado hace ya
varios años que “la información al consumidor… tiene un efecto
preventivo: permite al consumidor renunciar a un contrato que no
responda a sus expectativas”.
En similar línea de pensamiento, el uruguayo Andrés Mariño
López explica que el deber de información está influido con fuerza
por el paradigma de la precaución. Así ha dicho que “se amplía el
elenco de sujetos que están obligados a informar, así como el de los
individuos que deben ser informados. Se modifica su contenido: la
información debe comprender los daños plausibles o potenciales
para una parte significativa de la comunidad científica. Y en con-
cordancia con esta línea tuitiva, se exige que se informe el riesgo
específico y las acciones a seguir una vez acaecido el daño para mi-
nimizar sus efectos” (4).
No es casual que el primer deber del proveedor que aparezca
enunciado en la LDC sea el de información.
Es natural que ello sea así, pues si bien la relación de consumo
suele exhibir diversos tipos de asimetrías, la de carácter informati-
vo es quizás la que mejor justifica la protección especial del Estatu-
to. Por lo demás, el derecho a la información tiene expreso sustento
constitucional en el art. 42, CN.
En tal sentido se ha dicho que “la información está en manos de
los expertos, porque la buscaron para elaborar el producto o sumi-
nistrar el servicio” (5).

(3) Domont-Naert, Françoise, “Las tendencias actuales del derecho de con-


tratos con respecto a la reglamentación de las cláusulas abusivas”, en Stiglitz, Ga-
briel A. (dir.), Defensa de los consumidores…, cit., p. 219.
(4) Mariño López, Andrés, “La obligación de informar al consumidor. El para-
digma de la precaución”, LA LEY, 2013-A, 844.
(5) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 64.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

Shina resalta también al máximo la relevancia del deber de in-


formación, expresando que “quizá sea el único (tema) de verdade-
ra importancia en los derechos del consumidor”. Luego agrega que
“no hay en este mundo ventaja más grande que la que tiene quien
conoce. Por eso es tan difícil que el poseedor de conocimiento bue-
namente lo comparta. Hay en la gnosis un poder insuperable”. Se-
ñala incluso que casi siempre el proveedor prefiere correr el riesgo
de ser sancionado por no cumplir con dicho deber antes que “com-
partir con su clientela la información que posee” (6).
Estando inmersos en un mundo caracterizado por una diná-
mica que exige que la toma de decisiones sea lo más veloz posible,
el cumplimiento de este deber buscar que las decisiones del con-
sumidor sean lo más libres y racionales posibles (7).
En otras palabras, es tal vez la única manera de lograr que el
contrato de consumo siga viviendo y que uno de sus elementos
esenciales (el consentimiento) permanezca relativamente a sal-
vo. Es por ello que se verá que la información debe estar presente
no sólo en la celebración del contrato sino también en la publici-
dad, en las tratativas previas entre las partes, en la ejecución del
vínculo e incluso, al momento de su extinción.
Expresa Mosset Iturraspe (8) que “la información, al transmitir
conocimientos, apunta a colocar al informado en una situación
parecida o semejante a la del informante, respecto del bien o del
servicio”. Manifiesta que “por la vía de la información se busca
‘acercar’ a las partes en sus conocimiento, con la finalidad de lo-
grar un cierto equilibrio en la relación”. Aclara que no por ello la
información producirá “el milagro de transformar al ‘ignorante’

(6) Shina, Fernando E., cit., p. 10.


(7) Ya se vio antes que las tendencias (innatas o no) influyen intensamente el
proceso de toma de decisiones por parte de los consumidores. Racimo, Fernan-
do M., “El análisis conductista del derecho (sobre algunas correcciones al análisis
económico del derecho)”, ED, 207-947, cit.
Hay autores como Gustavo Vallespinos y Federico Ossola que afirman que la idea
de un consumidor informado “llega a constituirse en una verdadera utopía, en ra-
zón de la velocidad propia de la sociedad consumista”. Vallespinos, Carlos G. -
Ossola, Federico A., La obligación de informar en los contratos, Hammurabi, Bue-
nos Aires, 2010, p. 348.
(8) Mosset Iturraspe, Jorge, “Análisis introductorio”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 20.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

en ‘sabio’ pero respecto del concreto negocio que se celebra, de


las características del bien o del servicio, otorga al careciente sa-
beres determinados que posibilitan una mejor decisión”.
Los Stiglitz (9) han sostenido que “la información aparece como
una primera condición de la racionalidad y de la libertad de elec-
ción del consumidor”.
Algunos autores como Bonfanti (10) advertían que aun cuando
el proveedor esté dispuesto a cumplir con el deber en cuestión
resultan decisivas las características del sujeto que está enfren-
te. Así, señalaba hace ya un tiempo que la información puede ser
útil o no “dependiendo de la forma cómo se la emite y, de modo
especial, de la persona que la recepta”. Agregaba que “si el consu-
midor o usuario carece de un mínimo de educación (económica),
la información podríamos decir que lo habrá de ‘complicar’ (grá-
ficamente) más que ilustrar”. No obstante lo dicho, aclaraba “que
con esto no queremos decir que no haya que informar, sino ubicar
este deber en sus límites adecuados”.
Expresando también la preocupación recién expuesta, debe
recordarse que, si bien el acreedor de la información es el consu-
midor, ello no lo exime de cumplir con su deber de colaboración
para que el proveedor pueda cumplir correctamente con lo que la
ley pone a su cargo. Así, “el consumidor debe prestar una activa
colaboración para lograr ser informado, pues el éxito de la comu-
nicación depende, en su fase final, de un hecho propio y exclusivo
del consumidor” (11).
En cuanto a la necesidad de la existencia de normas especí-
ficas sobre el deber de información, previstas en la LDC, hay au-
tores que sostienen que no son imprescindibles, ya que se puede
llegar a similares o mejores resultados con una adecuada inter-
pretación de las normas del derecho contractual (12). Por supuesto
que ese deber de información destinado a regir en las relaciones
de consumo se diferencia del que debe existir cuando se trata de

(9) Stiglitz, Rubén S. - Stiglitz, Gabriel A., cit., p. 22.


(10) Bonfanti, Mario A., cit., p. 96.
(11) Vallespinos, Carlos G. - Ossola, Federico A., cit., ps. 424, 486 y ss.
(12) Abdala, Martín E., El deber de información, Ábaco, Buenos Aires, 2007,
p. 40.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

contratos entre empresas, ámbito en el cual no puede ser llevado


al extremo de pretenderse que el obligado a cumplirlo se sustitu-
ya en la toma de la decisión sobre la oportunidad y conveniencia
en la celebración del contrato (13).
Este deber reviste tanta importancia que la normativa del
Mercosur se ha ocupado de definirlo expresamente y de manera
detallada como “la obligación de todo proveedor de suministrar
al consumidor, en forma cierta, clara y detallada, toda la informa-
ción relacionada con las características esenciales de los bienes
y/o servicios que provee según su naturaleza, características, fi-
nalidad o utilidad; así como las condiciones de su comercializa-
ción, especificando de corresponder y de acuerdo a las normas
especiales aplicables, entre otras informaciones, su origen, canti-
dad, calidad, composición, plazo de validez y precio, así como los
riesgos que en su caso presenten o puedan presentar, con la fina-
lidad de que los consumidores puedan realizar una elección ade-
cuadamente informada sobre los productos o servicios de que se
traten, así como un uso o consumo adecuado de los mismos” (14).
Se observa que la norma del Mercosur deja mejor graficada que
la LDC la necesidad de que el deber de información se siga cum-
pliendo aún después de celebrado un contrato.
Como no podía ser de otra manera, el CCyCN ha decidido re-
gular también al deber de información en el marco de las rela-
ciones de consumo. Esto surge de su art. 1100 que dispone que
“el proveedor está obligado a suministrar información al, con-
sumidor en forma cierta y detallada, respecto de todo lo relacio-
nado con las características esenciales de los bienes y servicios
que provee, las condiciones de su comercialización y toda otra
circunstancia relevante para el contrato. La información debe ser
siempre gratuita para el consumidor y proporcionada con la cla-
ridad necesaria que permita su comprensión”.
Si bien el art. 1100 del Código presenta una redacción muy pa-
recida a la del art. 4º, LDC, su contenido no es idéntico (15). Así,

(13) CNCom., sala D, 18/12/2006, “Sierra Gas SA c. EG3 SA”, cit., La Ley Online,
AR/JUR/9337/2006.
(14) Art. 1.f, resolución 34/2011, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(15) En contrario sentido Rusconi señala que no hay diferencias. Rusconi, Dan-
te D., “Los derechos de consumidores y usuarios”, en Rusconi, Dante D. (dir.), cit.,
p. 122.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

puede verse que el primero exige la información de toda circuns-


tancia relevante para el contrato, lo cual no está previsto en la
LDC (16).
Es auspicioso que se haya incluido la obligación de informar
todo lo relevante pues tiende a complementar a lo esencial (17). Esto,
porque relevancia no es sinónimo de esencialidad.

2. Sujetos obligados

La LDC no establece exclusión alguna respecto de quiénes son


los sujetos obligados a informar.
Por lo tanto, en principio, se trata de un deber de alcance ge-
neral para todos los proveedores, aunque es cierto también que
la información que deberá dar un proveedor se relacionará con la
función que cumpla ante el consumidor.

(16) Razona en similar sentido: Wasserman, Marcela J., “El derecho a la infor-
mación y las reglas de la práctica publicitaria en el nuevo Código Civil y Comercial
de la Nación “, 1/4/2016, elDial.com - DC20C2.
Sobre este punto, advierte Vítolo que la particular redacción del art. 1100, dife-
rente al art. 4º, LDC, originaría la siguiente consecuencia: 1. si se está ante una re-
lación de consumo regida por la LDC (sin contrato de consumo pues este se regiría
por el actual Código) se aplica el art. 4º que obliga a dar información “clara” pero no
a informar toda otra “circunstancia relevante”; 2. Por el contrario, ante contratos de
consumo (que curiosamente también son relaciones de consumo) la cuestión se in-
vierte y se suprime la obligación de dar información clara pero, en cambio, se debe
exteriorizar toda otra circunstancia relevante para el contrato. El autor citado expre-
sa que no se entienden las razones de esta diferencia de tratamiento, expresando
que la reforma “constituye un importante retroceso en los derechos y garantías de
los consumidores, quienes se verán fuertemente afectados no sólo por el conteni-
do de las nuevas normas propuestas, sino también por la inseguridad jurídica que
podrá generarse como consecuencias de las diferencias advertidas”. Vítolo, Da-
niel R., Las Reformas…, cit., ps. 111 y 112.
Hay que señalar aquí que la necesidad de que la información sea clara no ha sido
suprimida por el art. 1100, ya que dicho precepto, en su parte final, dispone expresa-
mente que la información se debe proporcional “con la claridad necesaria que per-
mita su comprensión”.
(17) En sentido coincidente: Sigal, Martín, “Comentario al art. 1100”, en Rive-
ra, Julio César - Medina, Graciela (dirs.), cit., t. III, p. 745.
Se ha dicho que la mención a toda circunstancia relevante incluye todo aquello
que sea útil y significativo para el consumidor. Frustagli, Sandra A. - Hernández,
Carlos A., “Comentario al art. 1100”, en Garrido Cordobera, Lidia - Borda, Ale-
jandro - Alferillo, Pascual E. (dirs.) - Krieger, Walter F. (coord.), cit., t. II., p. 367.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

Así, un fabricante tendrá que dar necesariamente información


relativa a las características esenciales de sus productos o las con-
diciones de uso seguro, pero seguramente no estará bajo su órbi-
ta informar al consumidor final las condiciones de comercializa-
ción del bien (por ejemplo, la financiación), pues éstas surgirán del
contrato que en definitiva celebre el adquirente del producto con
quien actúe como vendedor, y en el cual aquél no ha participado.
Lógicamente, esto no será aplicable cuando el fabricante decida in-
tervenir también, de modo total o parcial, en la comercialización.
Lo recién dicho permite preguntarse si un proveedor debe res-
ponder solidariamente (o mejor dicho concurrentemente) por el
incumplimiento del deber de información no observado por otro
proveedor.
En algún fallo se ha dicho que el deber de información incum-
plido por el vendedor no debe extenderse solidariamente al fabri-
cante, ya que cuando la LDC ha querido imponer la responsabili-
dad solidaria lo ha hecho expresamente (18).
La regla general es que cada proveedor sólo debe responder
por su propio incumplimiento del deber de información. Esto, que
parece una postura restrictiva o de poca tutela al consumidor, en
realidad no lo es, ya que el deber de información de cada proveedor
suele ser de alcance muy amplio. Así, si el fabricante no informó
lo necesario para un uso seguro del bien y el vendedor lo comer-
cializa a consumidores sin efectuar ninguna advertencia al respec-
to, este último responderá pero no por un incumplimiento ajeno
sino por uno propio, ya que es obligación suya también poner en
conocimiento del consumidor esas circunstancias, aun cuando el
fabricante no lo haya hecho (19).

(18) CCont. Adm. y Trib. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sala I, 28/2/2005,
“Simmons de Argentina SAIC c. Ciudad de Buenos Aires”, DJ, 2005-2-533.
(19) Otros autores llegan a similar conclusión expresando que, si bien el art. 4º,
LDC, no aclara quiénes son los sujetos obligados, en la práctica, responderán so-
lidariamente los sujetos del art. 40, LDC, cuando el daño al consumidor se haya
originado en un defecto de información. Pita, Enrique M. - Moggia De Samitier,
Catalina, “Comentario al art. 4º de la Ley 24.240”, en Rouillon, Adolfo A. N.
(dir.) - Alonso, Daniel F. (coord.), Código de Comercio: Comentado y anotado, t. VI,
La Ley, 2006, p. 1112.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

3. Características esenciales de los bienes


y servicios. Condiciones de comercialización.
Circunstancias relevantes

Según el Diccionario de la RAE (20), lo esencial equivale a lo


sustancial, a lo principal, a lo notable.
Contrariamente, lo que no reviste ese carácter pareciera que
no queda incluido bajo el deber de informar.
El problema observable es que, si bien en algunas situaciones
es fácil establecer qué resulta esencial, existen zonas grises en las
cuales discernir ello se hace complejo.
Esto hace entrar en las preferencias de los consumidores y los
motivos que los llevan a contratar, los cuales no siempre se guían
por elementos racionales. Estando en el plano de lo subjetivo, re-
sulta realmente difícil determinar qué es esencial para un consu-
midor en concreto.
Se verá un ejemplo concreto. Supóngase que un consumidor
adquiere una prenda de vestir en un local con la finalidad de re-
galársela a un familiar para un cumpleaños. Cumpliría su deber
de información el comerciante que omite la información relativa
a la existencia de un plazo dentro del cual se pueden hacer los
denominados “cambios de ropa”. ¿Se trata ello de una caracte-
rística esencial? Algunos podrían decir que no, pues se trata de
un aspecto meramente accesorio de la contratación. Otros, por el
contrario, teniendo presente el comportamiento que exhiben los
consumidores en estos casos, opinarán que hace a la esencia del
contrato que le informen si la prenda permite cambios y en qué
plazos.
Con la misma inquietud referida al alcance de la esencialidad,
Miguel Piedecasas (21) manifiesta que, si bien la LDC no lo aclara,
debiera considerarse incluido lo relativo al funcionamiento de la
cosa o del servicio, el sistema de atención y a la garantía.

(20) Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, www.rae.es


(fecha de consulta, 10/6/2016).
(21) Piedecasas, Miguel A., “La Ley 26.361. Reseña general”, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, 2009, nro. 1 (Consumidores), p. 90.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

El Code de la Consommation francés también resalta que el


deber de información incluye indicarle al consumidor el período
durante el cual es previsible que las piezas indispensables de pro-
ductos que comercializa estarán disponibles en el mercado (22).
Como se observa, la mención de características esenciales es
imprecisa. En tal sentido, es oportuno y conveniente el agrega-
do que efectúa el CCyCN al expresar en el art. 1100 que también
debe informarse toda “circunstancia relevante para el contrato”.
Esta última es más abarcativa y disipa dudas como las del ejem-
plo antes dado. También es de utilidad para discernir el alcan-
ce del deber de información sobre aspectos estéticos de los bie-
nes comercializados. Esto porque podría ser discutible que éstos
sean considerados características esenciales de los productos.
Sin embargo, necesariamente son “circunstancias relevantes”
aun cuando no hagan a la “esencia de la cosa”. Nótese que lo aquí
planteado puede tener un impacto práctico de importancia. Así,
si la concesionaria que vende un automóvil informa que existen
diez colores disponibles pero, al momento de la efectiva entrega,
el consumidor solo tiene para elegir entre tres de ellos, se esta-
ría siempre frente a un incumplimiento del deber de informar en
base al art. 1100, CCyCN, pues aun en el caso en que se considere
que el color del vehículo no es característica esencial sí sería, en
cambio, una circunstancia relevante a informar. Por el contrario,
si se pone la mirada solo en el art. 4º, LDC, un juez podría interpre-
tar que la estética no hace a la esencia y razonar, en consecuencia,
que no existe incumplimiento del proveedor. Esto por una senci-
lla explicación: las preferencias de los consumidores son diver-
sas. Por ello algunos sólo comprarían autos de determinado color
(considerándose que es algo esencial), mientras que para otros
ese aspecto pasa a un segundo plano y priorizan sus prestaciones
(para estas últimas se estaría ante una característica no esencial).
Sobre el tema parece útil la regulación existente en el Código pe-
ruano, que se ocupa expresamente de definir qué se entiende por
información relevante o esencial. Señala que será aquella “sin la
cual no se hubiera adoptado la decisión de consumo o se hubiera
efectuado en términos substancialmente distintos” (23).

(22) Art. L111-2, Code de la Consommation de Francia.


(23) Art. 2.3, ley 29.571 de Perú.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

4. Información cierta, clara y detallada

Una información para ser cierta debe, no solamente ser ver-


dadera, sino que también no tiene que generar incertidumbre. Lo
cierto entonces es que se relaciona tanto con lo verdadero como
con lo preciso.
La claridad se vincula con aquello que es inteligible o fácil de
comprender. Siendo así, resulta algo vital para la debida protección
de los intereses del consumidor.
La referencia a lo detallado se relaciona con la descripción
minuciosa y circunstanciada de las características de los bienes
o servicios y del contrato en sí. Ya se verá más adelante que un
exceso de detalles puede producir “sobreinformación”, lo cual es
un efecto no deseado del cumplimiento del deber contenido en
los arts. 4º, LDC, y 1100, CCyCN.
Por otra parte, se ha dicho que para que la información pueda
cumplir con su finalidad, también debe existir “proximidad” en-
tre ella y el destinatario, de modo que este último se pueda ano-
ticiar de aquélla. Así, por ejemplo, se expresa que habrá cercanía
cuando la información figure en etiquetas y no cuando se viabi-
lice por teléfono o correspondencia (24). En un caso se sancionó a
dos empresas encargadas de la organización e integración de un
entretenimiento televisivo por haber informado de manera inco-
rrecta el precio total que pagaba el consumidor por el envío de
mensajes de texto para participar en el programa. Para así deci-
dir, se razonó que el deber del art. 4º, LDC, no quedaba cumplido
con la difusión de un número telefónico de atención de consultas
gratuitas ni con el hecho de que las bases y condiciones aproba-
das por Lotería Nacional estén incluidas en la página web (25).
Asimismo, y en una oportuna reflexión, se ha manifestado
que no necesariamente la información se debe brindar por escri-
to. Ello dependerá de las características del bien o servicio. Por
ejemplo, se requerirá cuando el mismo sea peligroso o de mucha

(24) Tinti, Guillermo P. - Calderón, Maximiliano R., Derecho del Consumi-


dor, 3a ed., Alveroni, Córdoba, 2011, p. 45.
(25) CNCont. Adm. Fed., sala I, 14/7/2015, “Telinfor SA c. DNCI s/recurso directo
Ley 24.240 Art. 45”, DJ, 9/9/2015, p. 80.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

complejidad técnica o cuando normas lo establezcan de modo


obligatorio (26).
Al solo título ilustrativo, cabe señalar que algunas normas es-
peciales regulan de manera específica el deber de información.
Así, por ejemplo, la ley 26.356 de regulación de los Sistemas Tu-
rísticos de Tiempo Compartido (STTC) especifica que la informa-
ción debe ser suministrada con certeza y objetividad, debiendo
ser veraz, eficaz y suficiente (27).
Más allá de lo dicho, lo cierto es que aun admitida la existencia
de un deber de información a cargo del proveedor, la dificultad
principal es determinar en cada caso concreto su alcance, ca-
racterísticas y límite, todo lo cual no está previsto en la norma
consumeril (28).
Es por ello que, en la búsqueda de mayor precisión, una re-
ciente reforma del año 2012 al CDC brasileño aclara que se deben
incluir especificaciones de cantidades, composición e incluso im-
puestos que inciden en los bienes o servicios ofrecidos en el mer-
cado (art. 6.III, CDC).
En la misma línea, la norma consumeril boliviana se ocupa en
detalle del alcance y características del deber de información (29),

(26) Farina, Juan M., cit., p. 177.


(27) Art. 26, ley 26.356.
(28) Abdala, Martín E., cit., p. 133.
(29) Art. 14, ley 453/2013 de Bolivia: “El proveedor de productos o servicios, de
conformidad a su normativa específica, está obligado a: a) Proporcionar informa-
ción sobre las características, composición nutricional, forma de uso o conserva-
ción de los productos o servicios ofertados, de manera accesible para las usuarias
y los usuarios, las consumidoras y los consumidores. b) Proporcionar información
sobre los posibles riesgos que puedan afectar la salud e integridad física, que pro-
vengan del consumo o uso del producto o servicio. c) El proveedor de productos o
servicios alimenticios, está obligado a tener información accesible con relación a la
calidad del producto o del servicio y con las especificaciones de sus características
principales. d) Consignar el precio total en moneda nacional que incluya los tribu-
tos, comisiones y cargas que correspondan. e) Informar oportunamente sobre los
ajustes de tarifas en los servicios, así como el rango de precios que estén disponibles
para un mismo producto o servicio. f ) Proporcionar información en idioma caste-
llano, de ser necesario a través de etiquetas complementarias y, en lo posible, en
otro idioma oficial del Estado. g) Consignar en etiquetas las equivalencias de peso,
medida o volumen, cuando no correspondan al sistema nacional de pesas y medi-
das. h) Proporcionar información necesaria, cuando se cuente con una variedad de
productos o servicios de similares características, para que las usuarias y los usua-

- 243 -
Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

previendo incluso el supuesto especial de información sobre pro-


ductos alimenticios para personas vulnerables (30).
Si se observa bien, se trata de un dilema de técnica legislativa
muy parecido al observable en materia de cláusulas abusivas en
donde hay que optar entre definir solamente de modo muy gene-
ral el deber de información o bien, luego de establecer esa pauta
general, enunciar algunos supuestos particulares relacionados
con el alcance del deber en determinados casos concretos.
El Codice del Consumo italiano efectúa también un aporte in-
teresante sobre el deber de información, preceptuando que para
su cumplimiento se deben tener en cuenta ciertas particularida-
des, como, por ejemplo, el modo de celebración del contrato o los
medios de comunicación utilizados (31). Tomando lo señalado, re-
sultaría obvio que no estaría debidamente cumplido el deber de
información si las características del bien o servicio ofrecido se le
envían por correo electrónico a un consumidor no obstante tra-
tarse de un contrato a firmarse en papel sobre un producto o ser-
vicio destinado a un público que, a primera vista, pueda conside-
rarse no muy dúctil en el manejo de herramientas informáticas.

5. Carácter gratuito de la información

No sería posible el efectivo cumplimiento del deber de informa-


ción si es que el consumidor debiera pagar un precio para obtener-
la. Esto, por la sencilla razón de que, siendo el bolsillo “el órgano
más sensible” del cuerpo humano, muchos de ellos escogerían no
pagar aunque la consecuencia sea no informarse.
Previendo esto, la LDC consagra que ella siempre será gratuita.
Lo propio hace el art. 1100 del CCyCN. Al decir “siempre”, pareciera
que no se admiten excepciones. Así, el proveedor no podrá invocar
el excesivo costo que le genera suministrar cierta información y co-
brar un precio por ello.

rios, las consumidoras y los consumidores puedan asumir una decisión favorable
a sus intereses. En caso de medicamentos con el mismo principio activo o deno-
minación genérica, ofertar sus alternativas. i) Indicar la información de las ofertas,
cuando se publiciten rebajas de precios y promociones. j) Otros que se determinen
en normativa específica”.
(30) Art. 15, ley 453/2013 de Bolivia.
(31) Art. 5.3, Codice del Consumo de Italia.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

Más allá de lo dicho, advierte Santarelli (32) que “el principio de


gratuidad en la información no existe; la norma no va más allá de
prohibir la exteriorización de cargos específicos por accesos a in-
formación detallada de uso o de las características de un producto;
pero no impide que en el precio del producto se incluyan los costos
globales de su proceso industrial de producción, de sus costos de
comercialización, entre los cuales se incluyen los inherentes a las
regulaciones de cada producto o servicio, en particular, lo atinente
a la información”. Agrega este autor que “esta realidad inevitable
hace imprescindible poner la mirada en la educación al consumi-
dor habida cuenta que una sociedad con niveles de educación para
el consumo más elevados optimiza los frutos del dato informativo
pertinente. Es decir, frente a un público educado para el consumo,
es posible suministrar información de mayor calidad, en forma
más eficiente”.

6. El “soporte” en el cual debe ser brindada


la información

El 14 de junio de 2016 se publicó en el Boletín Oficial la ley


27.250 que efectuó agregados en su segundo párrafo al hasta ese
entonces vigente art. 4º, LDC, texto según ley 26.361.
Los segundos párrafos de ambos preceptos merecen ser
comparados:
1. El anterior texto preceptuaba que “la información debe ser
siempre gratuita para el consumidor y proporcionada con clari-
dad necesaria que permita su comprensión”.
2. Dicho párrafo, en el texto vigente, expresa: “La información
debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada en
soporte físico, con claridad necesaria que permita su compren-
sión. Solo se podrá suplantar la comunicación en soporte físico
si el consumidor o usuario optase de forma expresa por utilizar
cualquier otro medio alternativo de comunicación que el provee-
dor ponga a disposición” (se resalta lo que se mantiene de la ver-
sión anterior).

(32) Santarelli, Fulvio G., “Comentario al art. 4º LDC”, en Picasso, Sebas-


tián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 65. En similar sentido, Va-
llespinos, Carlos G. - Ossola, Federico A., cit., p. 484.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por su parte, se ha visto antes que el CCyCN también se refiere


al deber de información, su alcance y características.
Veamos:
El art. 1100, CCyCN, se enfoca específicamente en el deber de
información a consumidores, pero no contiene referencia alguna
al “soporte” en el cual debe ser brindada esa información, con lo
cual, hasta aquí, el actual art. 4º, LDC, no experimentaría modifi-
caciones en virtud de ese diálogo entre ambas normas.
Sin embargo, cuando se repasan otros artículos del Código
queda claramente evidenciada la intención general del legislador
de avanzar hacia un sistema en donde el soporte electrónico vaya
ganando lugar, en desmedro del “papel” (conf. arts. 288 (33), 329 (34),
1106, 1107, 1382, entre otros).
A esto se le deben sumar, por ejemplo, los continuos y ambicio-
sos procesos de digitalización de expedientes judiciales y adminis-
trativos que se vienen observando en los últimos años.
Pareciera entonces que “la huida del papel” es inexorable.
En dicho marco, el actual art. 4º, LDC, se aleja llamativamente
de esa tendencia, generando entonces más interrogantes que cer-
tezas (35), siendo difícil anticipar cómo será interpretado.

(33) Art. 288, CCyCN: “Firma. La firma prueba la autoría de la declaración de vo-
luntad expresada en el texto al cual corresponde. Debe consistir en el nombre del
firmante o en un signo. En los instrumentos generados por medios electrónicos, el
requisito de la firma de una persona queda satisfecho si se utiliza una firma digital,
que asegure indubitablemente la autoría e integridad del instrumento”.
(34) Art. 329, CCyCN: “Actos sujetos a autorización. El titular puede, pre-
via autorización del Registro Público de su domicilio: a) sustituir uno o más li-
bros, excepto el de Inventarios y Balances, o alguna de sus formalidades, por
la utilización de ordenadores u otros medios mecánicos, magnéticos o electró-
nicos que permitan la individualización de las operaciones y de las correspon-
dientes cuentas deudoras y acreedoras y su posterior verificación; b) conservar
la documentación en microfilm, discos ópticos u otros medios aptos para ese fin.
La petición que se formule al Registro Público debe contener una adecuada des-
cripción del sistema, con dictamen técnico de Contador Público e indicación de los
antecedentes de su utilización. Una vez aprobado, el pedido de autorización y la
respectiva resolución del organismo de contralor, deben transcribirse en el libro de
Inventarios y Balances. La autorización sólo se debe otorgar si los medios alternati-
vos son equivalentes, en cuanto a inviolabilidad, verosimilitud y completitud, a los
sistemas cuyo reemplazo se solicita”.
(35) Wajntraub se pronuncia decididamente en contra del texto de la ley 27.250.
Considera que se trata de un “claro perjuicio para el consumidor ya que limita el cum-

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

Expondré algunas dudas que puede generar su aplicación:


1. ¿“Soporte físico” equivale a “papel”?
Si bien a primera vista pareciera imponerse la respuesta afir-
mativa, no necesariamente es así, aun cuando sea lo más habi-
tual. Podría interpretarse que la documentación entregada en un
pendrive, un cd o dispositivos similares cumple con el requisito.
2. ¿Permitir que el consumidor “opte” por renunciar al “so-
porte físico” por “cualquier otro puesto a disposición por el pro-
veedor” transforma a esta disposición en supletoria o en materia
disponible?
Según mi punto de vista, e independientemente de lo acertado
o no de la solución legislativa, se puede encontrar aquí otro caso de
un precepto consumeril que puede ser dejado de lado por un pacto
expreso al respecto celebrado entre el proveedor y el consumidor.
3. ¿Cómo juega el principio protectorio con la obligación del
proveedor “de poner a disposición” otros medios alternativos de
información?
Complementando la respuesta al interrogante anterior, es opor-
tuno señalar que el consumidor podrá renunciar al soporte físico,
pero sólo en la medida en que el acceso a la información esté garan-
tizado por otros mecanismos que resulten adecuados para cumplir
la finalidad de la norma. Por ello, el consumidor podrá exigir que
se le proporcione información en soporte físico aun cuando haya
renunciado por escrito a él si, en el caso concreto, el medio alterna-
tivo para informar provisto por el proveedor no resulta idóneo en la
práctica para cumplir con su finalidad. Esto sucedería si ese medio
evidencia continuas fallas de funcionamiento, verbigracia.

plimiento del deber de información a una clase de formato que va cayendo en desuso
y no siempre es el que mejor cumple con la función pretendida”. Agrega que tampoco
puede obviarse “la negativa incidencia ambiental y los mayores costos de transacción
implicados”. Wajntraub, Javier H., “Un paso atrás en los derechos del consumidor.
Ley 27.250 modificatoria del deber de información genérico”, LA LEY, 14/7/2016, 1.
Leiva Fernández, comentando la misma norma, se diferencia expresando que, si
bien no está mal autorizar el uso de información electrónica para el que lo desee, es
reprochable la compulsión a utilizarla. Concluye sobre el punto sosteniendo que será
“bienvenida la información electrónica el día que nadie use relojes de muñeca para
ver la hora, el día en que no existan diarios en papel, cuando el protocolo notarial sea
virtual, cuando todos compren y paguen por smartphone”. Leiva Fernández, Luis F.
P., “Modificación del deber de información al consumidor. Incidencia en el Código
Civil Comercial”, LA LEY, 23/6/2016, 1.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

4. ¿La cláusula por la que se ejerce la opción debiera ser nego-


ciada individualmente o, por el contrario, podría formar parte del
contenido general predispuesto del contrato del consumo? ¿Podría
haber aquí un eventual supuesto de abusividad?
El art. 4º, LDC, no aclara cómo se debe renunciar al soporte
físico. Sin embargo, el principio protectorio aconseja que ello se
haga por documento separado, requiriéndose una suerte de “con-
sentimiento informado”, no pudiendo surgir la renuncia del texto
base o formulario en donde consten las condiciones generales de
contratación a las cuales adhiere el consumidor. Además de ello,
la cláusula por la cual se prescinda del soporte físico deberá supe-
rar los distintos tests previstos en la LDC y en el CCyCN en materia
de abusividad. Así, se tendría por no escrita, verbigracia, aquella
cláusula por la cual el consumidor renuncie a que se le provea
información en el soporte mencionado a cambio de la posibili-
dad de acceder a ella de manera virtual pero solo por un lapso de
tiempo breve, luego del cual deja de estar disponible.
5. ¿Determinados consumidores hipervulnerables podrían re-
nunciar al soporte físico también?
Si bien el texto del art. 4º, LDC, no admite diferenciaciones, no
sería prudente generalizar su solución, ya que ello puede afectar
justamente a aquellos consumidores que se encuentran en mayor
estado de vulnerabilidad. En tal sentido, los adultos mayores o los
usuarios del servicio de salud por ejemplo no deberían poder re-
nunciar al soporte físico.
Éstas son sólo algunas de las dudas que puede generar el segun-
do párrafo del art. 4º, LDC.
Siendo la primera norma emitida para “armonizar” el régimen
de la LDC con el del CCyCN, hubiese sido saludable que pueda
cumplir su objetivo. A primera vista pareciera que ello no se lo-
gró, pues los interrogantes generados son realmente de impor-
tancia (36).

(36) Leiva Fernández señala que la ley 27.250 constituye la primera reforma al
CCyCN, aunque aclara que no es expresa sino tácita. Leiva Fernández, Luis F. P.,
“Modificación del deber de información al consumidor. Incidencia en el Código Civil
Comercial”, LA LEY, 23/6/2016, 1, cit.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

7. La resolución 906/1998 (Secretaría de Industria,


Comercio y Minería de la Nación)

Como una lógica derivación del deber de información estable-


cido en cabeza de los proveedores, la resolución 906/1998 dictada
por la por entonces denominada Secretaría de Industria, Comercio
y Minería de la Nación (37) estableció una serie de prescripciones re-
lacionadas con el contenido que debían tener los contratos de con-
sumo celebrados por escrito. Fundamentalmente con la tipografía,
tamaño de letra y otros caracteres que ayuden a una más fácil lec-
tura del contrato.
Así, la citada norma estableció lo siguiente:
1. Los contratos de consumo celebrados por escrito y los docu-
mentos extendidos por el proveedor por los cuales se generen dere-
chos y obligaciones para las partes o terceros, en los términos de la
LDC, y la información que por imperativo legal se deba brindar por
escrito a los consumidores, tienen que instrumentarse en idioma
nacional (38) y con caracteres tipográficos no inferiores a 1,8 milí-
metros de altura (39).
2. Esos contratos y documentos deberán ser fácilmente legi-
bles. A esa finalidad deberán tender el contraste, el formato, los
estilos o las formas de las letras, los espacios entre letras y líneas,
el sentido de la escritura, y cualquier otra característica de impre-
sión de los textos (40).
3. Cuando una información deba ser incluida en esos contratos
o documentos por imperativo normativo, se lo hará “en forma des-
tacada, notoria, ostensible o similar, deberán consignarse en negri-

(37) Publicada en el BO en fecha 30/12/1998.


(38) En una oportunidad se sancionó a un proveedor por incumplimiento al
art. 4º, LDC, por la comercialización de un producto de origen extranjero con un
rótulo que contenía las indicaciones, instrucciones de uso e ingredientes en idioma
distinto al nacional, lo cual se agravaba, si se tenía en cuenta que se estaba ante su-
plementos dietarios bebibles de comercialización libre y cuya administración debía
realizarse bajo precauciones. CNCont. Adm. Fed., sala III, 30/3/1999, “Abbott Labo-
ratories Argentina SA c. Secretaría de Comercio e Inversiones”, LA LEY, 1999-C, 518.
(39) Art. 1º, resolución 906/1998, Secretaría de Industria, Comercio y Minería de
la Nación.
(40) Art. 2º, resolución 906/1998, Secretaría de Industria, Comercio y Minería de
la Nación.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ta, con caracteres tipográficos equivalentes, como mínimo, a una


vez y media el tamaño de los utilizados en el cuerpo o texto general
del documento” (41).
4. Se establece el texto de la leyenda que deben contener esos
contratos o documentos cuando les resulte aplicable el art. 34,
LDC, que regula el derecho de arrepentimiento en la denominada
venta domiciliaria y por correspondencia (42).
5. Cuando en los instrumentos mencionados haya espacios en
blanco a ser llenados por las partes, ellos se deberán completar de
manera previa a la firma o emisión del documento respectivo (43).
La citada resolución aclara que regirá siempre y cuando no exista
otra norma específica que regule estos temas respecto de determi-
nados contratos de consumo o documentos complementarios (44).
Se trata de una norma útil que viene a efectuar precisiones no
existentes en la LDC ni en el Código, ya que éstos sólo regulan de
modo genérico el deber de información tal como se señaló antes.

8. Carácter “comprensible” de la información

El proveedor no sólo debe informar sino que, además, no puede


desentenderse de que el consumidor efectivamente comprenda el
mensaje.
No obstante, lo que la ley señala no es que la información sea
“efectivamente comprendida” sino que sea “comprensible”, es de-
cir, que tenga una potencialidad razonable para que se produzca
aquello.

(41) Art. 3º, resolución 906/1998, Secretaría de Industria, Comercio y Minería de


la Nación.
(42) Art. 4º, resolución 906/1998, Secretaría de Industria, Comercio y Minería de
la Nación.
(43) Art. 6º, resolución 906/1998, Secretaría de Industria, Comercio y Minería de
la Nación.
(44) En materia de contratos bancarios de consumo, rige el punto. 2.3.1.1. del
texto ordenado (al 14/6/2016) de la normativa del BCRA sobre “Protección de los
Usuarios de Servicios Financieros” que establece los requisitos mínimos de los con-
tratos financieros, entre los cuales figura lo relativo a la tipografía, claridad de los
textos, etcétera.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

El problema que aquí se presenta es discernir si se satisface el


requisito de “lo comprensible” cuando ello puede ser entendido
por un consumidor medio o si, por el contrario, se deberá tener
particularmente en cuenta el tipo de público o mercado hacia el
cual se destina un bien o servicio.
Si bien no puede decirse que el deber de información es de re-
sultado (es decir, que sólo se cumple si el consumidor en concreto
toma y comprende los datos que se le suministran), no menos cier-
to es que su cumplimiento exige un nivel de diligencia especial por
parte del proveedor, debiendo prever, por ejemplo, el tipo de públi-
co hacia el cual apuntan sus productos.
A veces incluso el contexto bajo el cual se brinda la informa-
ción afectará la comprensión de ella. Sería el caso, por ejemplo, de
una persona a la que minutos antes de ser sometida a una inter-
vención quirúrgica se le explican las características o riesgos de
la operación y los límites de responsabilidad que eventualmente
cubran a los profesionales de la salud intervinientes. Evidente-
mente, el contexto de presión y falta lógica de tranquilidad que
tendrá la persona en ese momento será una valla muy difícil de
superar a los fines de considerar que se le ha brindado informa-
ción comprensible.
Sobre el punto, se ha advertido que, aunque la LDC no lo exi-
ge, la información debe ser brindada en tiempo oportuno al con-
sumidor (45), aunque, obviamente, el deber adquiere su mayor
trascendencia al momento de las tratativas precontractuales y
parece formar parte de uno de carácter más amplio: el deber de
cooperación (46).

9. El problema de la “sobreinformación”

Tal como se adelantó al tratar sobre el carácter detallado de la in-


formación, un efecto no querido de ello es la “sobreinformación” (47).

(45) Japaze, Belén, “El deber de información”, en Rusconi, Dante D. (dir.), cit.,
p. 244.
(46) Stiglitz, Gabriel A. - Stiglitz, Rubén S., Defensa de los consumidores…,
cit., ps. 159 y 219.
(47) Se ha resaltado que el exceso de información paraliza su toma de considera-
ción por parte del destinatario. Le Tourneau, Philippe, Responsabilidad civil profe-
sional, Legis, Bogotá, 2006, p. 207.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

El AED ayuda aquí a comprender un poco la situación. Se ha


dicho que hay que renunciar a todo objetivo de que el consumidor
obtenga “toda la información”. Bien se ha explicado que aun cuan-
do se provea “toda” la información, ella nunca será perfecta, pues
“persistirán otras varias dificultades adicionales para integrar,
efectivamente, esa información a la decisión”. Así, por ejemplo,
siempre persistirá la limitada capacidad cognoscitiva del destina-
tario de esa información, es decir, el consumidor (48).
Además de ello, se ha expresado que la sobreinformación “ge-
nera altos costos para los consumidores y excluye a muchos pro-
ductores del mercado”. A ello se agrega que “el asunto consiste
en distinguir aquella información que afectaría las decisiones
de los consumidores de aquella que no tendría incidencia en sus
decisiones” (49).
Como manera de paliar el exceso de información es interesan-
te citar la ley consumeril chilena que establece, en su art. 17.c, que
“los contratos de adhesión de productos y servicios financieros
deberán contener al inicio una hoja con un resumen estandariza-
do de sus principales cláusulas y los proveedores deberán incluir
esta hoja en sus cotizaciones, para facilitar su comparación por
los consumidores. Los reglamentos que se dicten de conformidad
con esta ley deberán establecer el formato, el contenido y las de-
más características que esta hoja resumen deberá contener, los
que podrán diferir entre las distintas categorías de productos y
servicios financieros”.
En una disposición digna de elogio, la ley peruana se ocupa
expresamente del problema de la sobreinformación señalando
que “al evaluarse la información, deben considerarse los proble-
mas de confusión que generarían al consumidor el suministro de
información excesiva o sumamente compleja, atendiendo a la na-
turaleza del producto adquirido o al servicio contratado” (el re-
saltado me pertenece) (50).

(48) Acciarri, Hugo A. - Tolosa, Pamela, “La Ley de Defensa del Consumidor
y el Análisis Económico del Derecho”, cit., en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferre-
yra, Roberto A. (dirs.), cit., t. II, p. 24.
(49) Stordeur (h), Eduardo, Análisis Económico del Derecho, AbeledoPerrot,
Buenos Aires, 2011, p. 260.
(50) Art. 2.4, ley 29.571 de Perú.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

10. ¿El proveedor sólo debe informar


lo que conoce?

Los Stiglitz (51) rechazan que el proveedor sólo deba informar


aquello que conoce, pues admitir esto implicaría que “el obligado
que adopta una actitud pasiva, que no se esfuerza en informarse,
finalmente obtiene un provecho por la sola circunstancia de haber
permanecido en la ignorancia”.
Comparto el pensamiento de estos autores, aunque debe acla-
rarse que la cuestión se encuentra sumamente debatida tanto en
la Argentina como en el extranjero respecto de los denominados
“riesgos del desarrollo”, que serán vistos al comentar el art. 40, LDC.

11. Etapas del contrato de consumo en las cuales


se debe informar. La información en relaciones
de consumo que no son contratos

Si bien existe la tentación a asociar el cumplimiento del deber


de información solamente con el contrato de consumo, lo cierto es
que hay que superar esa postura reduccionista, pues la informa-
ción debe ser suministrada aun con más importancia en toda eta-
pa previa al contrato, en el momento de las tratativas, sean éstas
extensas o breves. Ello con fundamento en que es la única manera
de ayudar a un consumidor a decidir si “entra o no” en un contrato.
Una vez celebrado el acuerdo de partes, la dificultad para “salir” de
un contrato perjudicial para sus intereses se torna más difícil para
el consumidor no sólo desde la perspectiva normativa, sino tam-
bién (y especialmente) desde la experiencia práctica.

(51) Stiglitz, Gabriel A. - Stiglitz, Rubén S., Derechos y defensa…, cit., p. 177.
Lo dicho por estos autores es válido también respecto de la información que se le
debe facilitar a los inversores en los mercados de capitales en donde nuestra Corte
Suprema ha dicho que “en aras de crear las condiciones de confianza y seguridad
necesarias pasa el desarrollo del mercado de valores, el cumplimiento de ese deber
informativo requiere no sólo transparentar la información disponible, sino también
tomar medidas concretas para esclarecer la situación y permitir que los consumido-
res financieros cuenten con información completa y suficiente sobre su inversión. Ello
no sólo en beneficio de los ahorristas, sino también de los intereses colectivos que
subyacen en la canalización del ahorro hacia la producción” (el resaltado me perte-
nece). CSJN, 24/9/2015, “Comisión Nacional de Valores c. Alpargatas SAIC s/orga-
nismos externos (seguimiento posible venta de paquete accionario - nro. 276/07)”,
LA LEY, del 29/10/2015, p. 11, cit.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Incluso se puede ir más allá, ya que el deber de información ya


existe en el momento que un proveedor lanza un producto o servi-
cio al mercado, aun cuando todavía no haya interesados en él. Por
esta razón, la publicidad, si bien puede “seducir” al consumidor, no
puede llegar al extremo de incumplir el deber de información.
Aclarado entonces que en todo lo previo al contrato se aplica el
deber de los arts. 4º, LDC, y 1100, CCyCN, éste regirá también con
intensidad durante el desarrollo del mismo.
Incluso es posible decir que, luego de extinguido el vínculo con-
tractual respecto de determinados productos o servicios, el deber
de información seguirá vigente. Esto sucederá en todos aquellos
contratos que proyectan sus efectos aun después de culminados.
Un ejemplo puede ser el siguiente: si pasados quince años de la
construcción de un inmueble, un consumidor se entera que deter-
minado material, con el cual se edifican aquéllos, puede producir
efectos dañinos para la salud, podría dirigirse hacia la empresa
constructora y exigirle que le informe si ese material fue utilizado
en el inmueble que en su momento le adquirió.
Fuera del ámbito de los contratos, el deber de información se
mantiene incólume. Es el caso del inversor-consumidor que “com-
pró mal” en un mercado de capitales por confiar en la información
suministrada por un auditor al validar los estados contables de una
compañía que presentaba ganancias artificiales o ficticias. Aquí no
hay contrato entre inversor y auditor, pero, sin embargo, éste tiene
un deber de información que cumplir frente al primero.

12. Cumplimiento del deber de información a través


de terceros

En los últimos tiempos existe una tendencia significativa a “ter-


cerizar” determinadas áreas de la actividad empresarial que en
muchos casos hacen al “corazón mismo” del negocio del proveedor.
Si bien la LDC no se refiere a este punto, el proveedor puede
cumplir con el deber de información por sí o por terceros. Obvia-
mente, si decide recurrir a estos últimos será responsable por su
accionar.
Se tratará, en definitiva, de una cuestión de estrategia empre-
sarial.
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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

13. Información pública y notoria

Eduardo Couture (52) ha aclarado que lo notorio no es sinónimo


de generalidad ni de conocimiento absoluto. Puede suceder que un
gran número de personas desconozcan algo y no por eso dejará de
ser notorio. Igualmente, expresa que basta el mero conocimiento
relativo. Sobre esto último da el ejemplo de los ríos afluentes del
Río de la Plata. No dejará de ser un dato notorio más allá de que una
persona deba acudir a alguna fuente de información sencilla para
recordar cuáles son ellos.
Expresa Wajntraub (53) que en algunos casos la información pue-
de no ser necesaria, ya que “los productos tienen una identidad que
es acreditadamente reconocida por el público, lo que podría hacer
innecesaria una mayor clarificación al respecto, aunque no nos es-
tamos refiriendo a las características esenciales de los mismos, ya
que dichos datos son una clara exigencia legal” (54).
Si bien hay que reconocer la poca eficiencia de informar lo ge-
nuinamente público y notorio, se advierte que, en la práctica, de-
berá procederse con cautela y, ante la duda sobre si algo reviste o
no ese carácter, deberá ser informado (55). A ello cabe agregar que lo
notorio para un consumidor medio no necesariamente lo es para
un subconsumidor.
De no actuar de esa manera se puede llegar a soluciones inde-
seadas como la de un caso en el cual se resolvió que el deber de in-
formar quedaba desplazado respecto de la elección de una pintura
especial para el automotor (objeto de un contrato de ahorro pre-

(52) Couture, Eduardo J., Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Puntolex,
Santiago, 2010, p. 211.
(53) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Itu-
rraspe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 73.
(54) En similar sentido se ha dicho que “el deber del proveedor encuentra su lí-
mite natural… cuando lo que no informa es ampliamente conocido o puede ser co-
nocido por un consumidor de un nivel intelectual medio”. Sorbello, María Ga-
briela, cit., p. 67.
(55) Sobre el tema puede recordarse un precedente en donde se condenó a dos
agencias de turismo por no informar a los pasajeros el estado de guerra civil exis-
tente en Egipto que traía como lógica consecuencia la frustración del fin del contra-
to para los consumidores. Lo dicho aun cuando se trataba de un hecho de público
conocimiento. CNCiv., sala A, 24/8/2015, “M. V. T., B. y otro c. Julia Tours SA y otro
s/daños y perjuicios”, RCCyC, 2015 (noviembre), p. 13.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

vio) y el correlativo incremento del precio, por resultar un hecho


notorio (56).

14. La diligencia del consumidor al informarse

Se dijo antes que el consumidor tiene también que cooperar


para que el deber de información del proveedor pueda ser cumpli-
do de modo adecuado.
Incluso debe intentar entender cómo funcionan sus procesos
psíquicos que orientan su acto de compra, ya que su desconoci-
miento al respecto lo deja aún más expuesto (57).
En un caso, por ejemplo, se consideró que el contrato entre una
empresa de venta de amoblamientos de cocina y un consumidor
debía resolverse cargando ambas partes con el daño producido en
la justa medida de lo pagado, pues el cliente incurrió en culpa al no
haber controlado las medidas tomadas por la empresa, además de
firmar y consentir la documentación (58).
De todas maneras, la cuestión debe analizarse con prudencia
y con criterio restrictivo, pues existe siempre el peligro de que la
“cooperación” del consumidor sea, en los hechos, una manera de
que el proveedor se deslinde de sus responsabilidades.

15. El caso del recall

El recall es el procedimiento mediante el cual una empresa


retira un producto del mercado cuando, por ejemplo, no es apto
para su uso o consumo, o cuando viola normas legales. En la ma-
yoría de los casos se tratará de productos que pueden afectar la
vida o la salud.
Si bien se puede activar a pedido de una autoridad del Estado,
también funciona por iniciativa propia de una empresa cuando lo
considera pertinente.

(56) CNCont. Adm. Fed., sala V, 10/6/1997, “Círculo de Inversores de Ahorro


para Fines Determinados SA c. Secretaría de Comercio e Inversiones”, LA LEY, 1997-
F, 285.
(57) Risemberg, Germán, “Marketing a la inversa”, Revista de Derecho del Consu-
midor, vol. 10, Juris, Rosario, p. 97.
(58) CNCom., sala A, 16/6/2011, “Blanco, Olga Ester c. Ruade SA s/ordinario”, La
Ley Online, AR/JUR/37836/2011.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

El art. 4º del dec. regl. 1798/1994 consagra una obligación de


recall para aquellos proveedores de bienes o servicios que “poste-
riormente a la introducción de los mismos en el mercado de con-
sumo, tengan conocimiento de su peligrosidad”. La norma prevé
que tal circunstancia se comunique inmediatamente tanto a las
autoridades competentes como a los consumidores “mediante
anuncios publicitarios suficientes”.
Farina (59), aun cuando ha considerado que el dec. 1798/1994
quedó virtualmente derogado por la ley 26.361, reconocía que lo
previsto en el art. 4º del decreto tiene gran relevancia actual, esta-
bleciendo un concreto deber en cabeza del proveedor.
Otros autores han expresado que si bien los deberes de susti-
tución y retiro del mercado no surgen expresamente del texto de
la LDC, el carácter constitucional de los deberes de información y
seguridad, más la vigencia de la finalidad preventiva en materia
de daños, son suficiente fundamento para que les sea exigible a
los proveedores (60).
Si bien el recall o retiro del producto del mercado muchas veces
debe llevarse a cabo de modo transitorio para dar cumplimiento
al deber de sustitución o adecuación, lo cierto es que ello no siem-
pre es posible y muchas veces el bien peligroso debe ser retirado
definitivamente del mercado.
El Código Provincial de Implementación de los Derechos de
los Consumidores y usuarios de la Provincia de Buenos Aires
(ley 13.133 (61)), en su art. 6º, establece que “comprobado por cual-
quier medio idóneo que un producto o servicio adolece de un de-
fecto grave o constituye un peligro considerable para los consumi-
dores, la Autoridad de Aplicación debe adoptar medidas para que
los consumidores estén debidamente informados y los proveedores
deban retirarlo inmediatamente del mercado, prohibiendo la circu-
lación del mismo”. Similar norma se observa en el art. 6º del Código

(59) Farina, Juan M., cit., p. 159.


(60) Hernández, Carlos A. - Frustagli, Sandra A., “Comentario a los arts. 5º
y 6º, LDC”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I,
p. 84.
(61) Publicada en el BO de dicha provincia en fecha 5/1/2004.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Provincial de Implementación de los Derechos de los Consumido-


res y Usuarios de la Provincia de San Juan (ley 7714 (62)).
Belén Japaze (63) ha dicho que, en ocasiones, no basta con in-
formar o advertir al consumidor sobre los riesgos de un producto,
sino que se requiere el cumplimiento de un “deber de adecuación
o sustitución” el cual funcionaría, por ejemplo, ante hipótesis de
riesgos del desarrollo. Allí, detectado el peligro, el proveedor queda
obligado a revisar los productos, sustituir las piezas que puedan ser
dañosas incorporar dispositivos de seguridad, etcétera.
Los obligados a la sustitución y al retiro son, en primera medi-
da, los fabricantes, productores o quienes introdujeron el bien en el
mercado. Los demás integrantes de la cadena comercial están obli-
gados en la medida en que dichos sujetos mencionados no estén en
condiciones de responder (64).
A nivel Mercosur, se preceptúa que “los proveedores de produc-
tos o servicios que, posteriormente a la introducción de los mismos
en el mercado de consumo, tengan conocimiento de su peligrosi-
dad o nocividad, deberán comunicar inmediatamente tal circuns-
tancia a las autoridades nacionales competentes del país que se
trate y a los consumidores y usuarios del mismo, mediante anun-
cios publicitarios, sin perjuicio de otras medidas que cada Estado
Parte pueda determinar” (65).
La norma uruguaya es muy similar a la argentina con la dife-
rencia de que el recall está regulado en el texto de la ley 17.250 (66) y
no en un decreto reglamentario como sucede en nuestro país (67).

(62) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 8/9/2006.


(63) Japaze, Belén, “El deber de información”, cit., en Rusconi, Dante D. (dir.),
cit., ps. 221 y ss.
(64) Hernández, Carlos A. - Frustagli, Sandra A., “Comentario a los arts. 5º y 6º,
LDC”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 84.
(65) Art. 1º, resolución 1/2010, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(66) Art. 11, ley 17.250 de Uruguay: “Los proveedores de productos y servicios
que, posteriormente a la introducción de los mismos en el mercado, tomen cono-
cimiento de su nocividad o peligrosidad, deberán comunicar inmediatamente tal
circunstancia a las autoridades competentes y a los consumidores. En este último
caso, la comunicación se cumplirá mediante anuncios publicitarios”.
(67) Lo mismo puede decirse de Paraguay (ver art. 34, ley 1334); Bolivia (art. 9.III,
ley 453/2013); Chile (art. 46, ley 19.496) y Perú (art. 28, ley 29.571 de Perú).

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

En Brasil el recall está regulado dentro del CDC (art. 10.1 a 10.3)
activándose cuando el proveedor “tome conocimiento” o “se per-
cate del peligro del bien o servicio”.
La ley colombiana establece que para que este deber se active,
basta con que un proveedor de la cadena tenga conocimiento de
la existencia de un solo producto defectuoso que produzca o pue-
da producir daños a la salud, la vida o la seguridad de las perso-
nas (68). No hace falta, por lo tanto, acreditar un defecto general en
todo un lote de productos, por ejemplo.
La normativa comunitaria europea establece a cargo del pro-
ductor una participación activa en la detección de riesgos en los
productos que comercializa luego de que éstos han sido volcados
al mercado. En tal sentido están obligados, v.gr., a mantenerse in-
formados sobre los riesgos que sus productos puedan evidenciar,
debiendo participar en la vigilancia de la seguridad de lo que co-
locan en el mercado (69).
En el ámbito de las Naciones Unidas, el recall también ocupa
un lugar muy relevante al abordarse lo relativo a la seguridad de
los consumidores (70).

16. El ámbito espacial del deber de información

Un tema interesante es la información que le deben suministrar


los proveedores a los consumidores cuando ellos se ubican en dis-
tintos países.

(68) Art. 19, ley 1480 de Colombia.


(69) Art. 5º, directiva 2001/95/CE.
(70) Punto V.18 y 19, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del
Consumidor de 2015.
El primer punto expresa que “se deben adoptar políticas adecuadas para que los
fabricantes o distribuidores notifiquen sin demora a las autoridades competentes y,
según proceda, al público la existencia de peligros no previstos de los que se hayan
percatado con posterioridad a la introducción de los productos en el mercado. Los
Estados Miembros también deben estudiar métodos para garantizar que los consu-
midores estén debidamente informados sobre esos peligros”.
El punto V.19, por su lado, señala: “Los Estados Miembros deben adoptar, cuando
proceda, políticas en virtud de las cuales, si se descubre que un producto adolece de
un defecto grave o constituye un peligro considerable aun cuando se utilice en forma
adecuada, los fabricantes o distribuidores deban retirarlo y reemplazarlo o modifi-
carlo, o sustituirlo por otro producto; si no es posible hacerlo en un plazo prudencial,
debe darse al consumidor una compensación adecuada”.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Sucederá que, en cada lugar, las exigencias en materia de in-


formación pueden diferir. Además de ello, el público de un Estado
puede ser más exigente que el de otro, razón por la cual el provee-
dor puede informar mejor en el primero que en el segundo.
En un interesante fallo se trató este tema condenándose a un
laboratorio por haber violado el deber de información en la comer-
cialización de un medicamento cuyos efectos adversos señalados
en su prospecto diferían significativamente de otro similar comer-
cializado por el propio laboratorio en otro país bajo un nombre
diverso (71).
El fallo plantea cómo incide el cumplimiento del deber de infor-
mación de un mismo proveedor en diferentes países o jurisdiccio-
nes. No se trata de un tema menor a la vista de la creciente transna-
cionalización de las relaciones de consumo.
De todas maneras, hay que tener presente (tanto en lo relativo
a este deber como a otros incluidos en la LDC) que el grado de pro-
tección que se establezca en cada país no puede transformarse en
barreras incompatibles con las obligaciones del comercio interna-
cional (72), más allá de que los Estados deben velar porque la infor-
mación relativa a los productos no varíe de un país a otro de mane-
ra que pueda tener efectos perjudiciales para los consumidores (73).

17. El denominado “deber de consejo”

Los Stiglitz resaltan que no sólo debe existir un deber de infor-


mación sino también el de “aconsejar”, de más densidad que el pri-
mero y que implica, entre otras cosas, “cumplir ciertas búsquedas,
estudios previos… o gestiones” y aconsejar (o desaconsejar) a los
clientes sobre la oportunidad misma de las decisiones a tomar. Así,
por ejemplo, concluir el contrato o no o “incitarlo así como ponerlo
en guardia contra los riesgos graves de tal o cual medida” (74).

(71) CNCiv., sala A, 22/8/2012, “R., F. E. c. Bayer SA y otros s/daños y perjuicios”,


LA LEY, 2012-F, 411.
(72) Punto VI.94, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Con-
sumidor de 2015.
(73) Punto VI.81, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Con-
sumidor de 2015.
(74) Stiglitz, Rubén S. - Stiglitz, Gabriel A., cit., p. 151.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

En similar sentido, Lorenzetti (75) considera que el deber de in-


formación en algunos casos “se extiende al consejo, ya que no bas-
ta con informar, sino que es necesario aconsejar entre diferentes
opciones, como sucede en los contratos bancarios”.
Si bien la LDC no se refiere específicamente y de un modo ge-
neral al denominado “deber de consejo” en su art. 4º (76), el mismo
está plasmado ahora también de algún modo en el CCyCN cuan-
do, regulando los contratos bancarios de consumo, se expresa
que “antes de vincular contractualmente al consumidor, el ban-
co debe proveer información suficiente para que el cliente pueda
confrontar las distintas ofertas de crédito existentes en el sistema,
publicadas por el Banco Central de la República Argentina” (77).
Marcos Mazzinghi ha dicho que la obligación es algo desme-
surada, pues “en la práctica obliga al Banco a actuar como una
suerte de agente financiero del consumidor, rastreando las mejo-
res ofertas y ofreciéndole el menú de alternativas para que pueda
escoger la más ventajosa para sus intereses”. Agrega que al ban-
co le basta con cumplir con la obligación de proporcionar infor-
mación veraz y concisa, explicando el costo financiero total y las
comisiones a pagar, incluso mediante un ejemplo representativo.
Cumplido ello es el consumidor quien debe tomarse el trabajo de
analizar la propuesta y compararla con otras. Advierte que hay
que evitar tratar al consumidor como un incapaz que no puede
discernir cuál es el producto o servicio que más conveniente (78).
Sobre el tema también se dijo que no queda clara la manera
bajo la cual se tendrá por cumplida la obligación de la entidad
financiera. Así, hay duda sobre si basta con que la información se
encuentre disponible en la página de Internet del banco o si, por
el contrario, será necesaria la firma del consumidor en la docu-
mentación que se le proporcione al respecto (79).

(75) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 150.


(76) Sí lo hace de algún modo para algunos supuestos en el art. 6º, tal como se
advirtió recién.
(77) Art. 1387, CCyCN.
(78) Mazzinghi, Marcos, “Los contratos bancarios en el nuevo Código”, RC-
CyC, 2015 (diciembre), p. 159.
(79) Parducci, Diego M., “Contratos bancarios con consumidores y usuarios”,
Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación. Contratos en particular, 2015
(abril), p. 241.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Hay quienes sostienen que la remisión a la información pro-


vista por el BCRA (en la web) al respecto es suficiente para tener
por cumplida la obligación (80), siendo deseable que se indique al
consumidor el lugar de la página web al que debe ingresar para
obtener esa información (81).
Para algunos se estaría pasando de la provisión de la informa-
ción a un contrato de asesoramiento (82).
Como fuera que se interprete esta obligación, lo que es indu-
dable es que el art. 1387, CCyCN, establece una exigencia adicio-
nal en materia de operaciones bancarias que no está presente en
otros contratos de consumo.
Desde mi punto de vista, el deber de información no trae apa-
rejado necesariamente el de consejo a menos que exista expresa
disposición legal al respecto (como sucede con el precepto men-
cionado del CCyCN) o que esa obligación se desprenda de modo
claro de la naturaleza misma del contrato a celebrar.
La normativa del BCRA (83), por su parte, establece un deber de
información muy detallado a cargo de las entidades financieras y
las empresas no financieras emisoras de tarjetas de crédito frente
a los usuarios de servicios financieros que revistan el carácter de
consumidores finales o de micro, pequeñas y medianas empresas
(MiPyMEs).
Así, cuando se interactúe de manera personal con esos usua-
rios se les deberá entregar (cuando lo soliciten) un detalle con las
características de los productos y servicios que ofrecen, detallan-
do especialmente la totalidad de las comisiones y cargos que co-
bran en cada uno de ellos. Asimismo, siempre se deberá entregar
copia íntegra de los instrumentos suscriptos por los usuarios al
momento de solicitar productos o servicios financieros.

(80) Barbier, Eduardo, “Comentario al art. 1387”, en Lorenzetti, Ricardo L.


(dir.) - De Lorenzo, Miguel F. - Lorenzetti, Pablo (coords.), Código Civil y Comer-
cial de la Nación Comentado, t. VI, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2015, p. 255.
(81) Aicega, María Valentina - Gómez Leo, Osvaldo, “Comentario al art. 1387”,
en Alterini, Jorge H. (dir.) - Alterini, Ignacio E. (coord.), cit, t. VII, p. 55.
(82) Villegas, Carlos G., “Comentario al art. 1387”, en Rivera, Julio César -
Medina, Graciela (dirs.), cit., t. IV, p. 293.
(83) Punto 2.4, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

Respecto de los productos y servicios financieros ofrecidos por


Internet, los sujetos obligados deben publicar en la página de ini-
cio de su sitio web todas las comisiones, cargos, tasas de interés
y costo financiero total de los productos o servicios, propios o de
terceros, ofrecidos a los usuarios de servicios financieros, en la
medida en que éstos los deban abonar.
Cuando se esté ante productos o servicios cuyas condiciones
varían según determinados parámetros que fije el proveedor
(v.gr., edad, plazo, monto, condición de empleado o jubilado, con
o sin pago de haberes a través del sujeto obligado, etc.), se deberá
publicar la información en forma discriminada para cada varian-
te del producto o servicio en cuestión.
También las promociones y bonificaciones ofrecidas se tienen
que informar de manera detallada y precisa.
El acceso a toda esta información del sitio web debe ser fácil y
directo desde su página de inicio, ocupando un lugar destacado
(por visibilidad y tamaño) en la referida página.
Por otra parte, esa información debe ser íntegra, clara y dis-
criminada por concepto, pudiendo utilizarse un único hipervín-
culo para dar cumplimiento a esta exigencia, siempre y cuando la
información proporcionada forme parte de la página oficial del
proveedor. Fuera de ello, no se admiten otras remisiones a docu-
mentos, archivos o sitios de Internet.
Mientras estas publicaciones permanezcan en el sitio web
y no sean reemplazadas o suprimidas obligarán al proveedor
financiero.
Por último, la norma del BCRA preceptúa que los conceptos
que no se encuentren publicados en el sitio web del proveedor, no
podrán ser cobrados a los usuarios.
Además de esta información que se debe proporcionar a los
usuarios, las entidades deben facilitar la misma también a la Ge-
rencia Principal de Protección al Usuario de Servicios Financieros
del BCRA (84).

(84) Punto 2.5, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

18. El deber de advertencia

Japaze (85) expresa que el deber de advertencia es distinto a los


de información y consejo, puesto que está destinado “a poner en
evidencia el riesgo a la indemnidad del sujeto: para su salud o segu-
ridad, para sus intereses económicos, etc.”. Sostiene la autora que
se trata de una especie de deber de informar acentuado, mediante
el cual “se procura llamar la atención del consumidor respecto de
cierta información” que se estima relevante. Pone el ejemplo de las
etiquetas de cigarrillos que resaltan los efectos negativos para la
salud del consumo de tabaco (86). Se puede agregar también la in-
formación y advertencias mínimas que deben contener los produc-
tos pirotécnicos en la UE (87).
Carlos Hernández y Sandra Frustagli (88) afirman que es una
manifestación particular del deber de informar y tiene carácter
instrumental respecto del deber de seguridad. Explican que “la
advertencia significa poner a disposición del consumidor la infor-
mación necesaria y suficiente para alertar de aquellos riesgos que
pueden entrañar un producto o servicio, con el propósito de evitar-
le daños”. Señalan que está previsto en el art. 6º, LDC, aunque re-
gulado de manera defectuosa, ya que se lo prevé sólo para las cosas
y servicios que resultan en sí mismos riesgosos cuando su alcance
es mucho mayor siendo exigible “cualquiera sea la naturaleza del
producto o servicio comercializado”.
Ciertos autores consideran que las advertencias “no verbales”
(a través de imágenes, sonidos, símbolos, etc.), muchas de ellas de
carácter universal, pueden constituir en determinados supuestos
el único medio adecuado para dar cumplimiento a esta obligación,

(85) Japaze, Belén, “El deber de información”, cit., en Rusconi, Dante D. (dir.),
cit., p. 236.
(86) Al respecto es interesante señalar las precisiones sobre el deber de adver-
tencia respecto del consumo de tabaco que establece la directiva 2014/40/UE sobre
aproximación de las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los
Estados miembros en materia de fabricación, presentación y venta de los productos
del tabaco y los productos relacionados.
(87) Al respecto se puede ver la directiva 2013/29/UE del 12/6/2013, sobre armo-
nización de las legislaciones de los Estados miembros en materia de comercializa-
ción de artículos pirotécnicos.
(88) Hernández, Carlos A. - Frustagli, Sandra A., “Comentario a los arts. 5º
y 6º, LDC”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I,
p. 80.

- 264 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

pues llega al destinatario de una manera rápida y sencilla. Ponen


el ejemplo del símbolo de las calaveras (para casos de peligro de
muerte) o de rayos (para peligro de electrocución) (89). De hecho,
es una recomendación de la normativa de ONU que, dentro de lo
posible, la información de vital importancia sobre cuestiones de
seguridad se comunique a los consumidores a través de símbolos
comprensibles internacionalmente (90).
En algunos casos, la restricción en el modo de comercializar
un producto busca cumplir también una finalidad de adverten-
cia. Esto es lo que sucede, por ejemplo, con los medicamentos
de “venta libre” los cuales, según el art. 1º de la ley 17.565 —ley
P-0701 DJA— (que regula la actividad farmacéutica) sólo deben
ser provistos por mostrador de manera personal por farmacéu-
ticos o personas autorizadas para el expendio (91). Esto permite

(89) Sprovieri, Luis E. - Dell’Oca, Gastón, cit., p. 272.


(90) Conf. punto V.17, Directrices de las Naciones Unidas para la protección del
consumidor de 2015.
(91) Publicada en el BO en fecha 12/12/1967. La ley 26.567 (publicada en el BO
en fecha 18/12/2009) incorporó esa solución a la ley 17.565, sustituyendo dicho pre-
cepto que, en su versión original, no contenía la restricción.
La discusión sobre el alcance de la normativa en cuestión fue sometida a decisión
de la CSJN en 2015. El Alto Tribunal, invocando el art. 280, CPCCN, rechazó el recurso
de la demandada y dejó firme una acción de amparo exitosa promovida por una aso-
ciación de consumidores contra una compañía titular de una red de farmacias para
que se le prohíba la comercialización de medicamentos de “venta libre” exhibidos en
sus góndolas, por tratarse de una conducta vedada por la referida ley 26.567. CSJN,
3/3/2015, “Proconsumer c. Farmacity SA s/amparo ley 16.986”, LA LEY, 2015-C, 29.
Días después de emitida dicha sentencia la justicia de la CABA rechazó también una
acción declarativa de la Cámara Argentina de Farmacias que pedía la inconstitucio-
nalidad del art. 1º de la ley 26.567. Se explicó que no era una norma inconstitucional
ya que fue dictada por el Congreso Nacional en ejercicio de una facultad concurrente
con las provincias y la ciudad, derivada de su poder de policía de bienestar o bien co-
mún y que resultaba directa e inmediatamente aplicable en el territorio de aquella ju-
risdicción. CCont. Adm. y Trib. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sala II, 17/3/2015,
“Cámara Argentina de Farmacias c. GCBA s/acción meramente declarativa (art. 277
CCAyT)”, LLCABA, 2015 (agosto), p. 343.
Una discusión similar se dio también en otro caso de 2015 resuelto por la Corte
Nacional en donde se rechazó el planteo del titular de un laboratorio veterinario que
promovió acción declarativa contra la provincia de Buenos Aires con la finalidad de
que se declare la inconstitucionalidad de una serie de decretos y resoluciones del
Ministerio de Asuntos Agrarios provincial que restringían la venta en hipermercados
de productos y especialidades veterinarias de venta libre (habilitados por el ex Sena-
sa) al exigir al distribuidor que los comercializaba la presencia de un médico veteri-
nario en el local respectivo para prestar asesoramiento técnico. Para así resolver, la
CSJN argumentó que las referidas normas no provocaban impedimento alguno para

- 265 -
Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

que cada vez que un consumidor desee acceder a ellos (aun sin
prescripción médica) exista un profesional que pueda asesorarlo
sobre sus características y riesgos.
Es importante señalar que alguna opinión ha considerado que
el deber de advertencia no sólo recae sobre bienes o servicios ries-
gosos. Es decir, se independiza de las características del producto
o servicio (92).
Para finalizar este punto se informa que una regulación deta-
llada de este deber la contiene el Código peruano de 2010 (93).

el comercio siempre que se cumplan con los recaudos exigidos por las autoridades
pertinentes, los cuales estaban establecidos para resguardar la salud de las personas,
la sanidad de los animales, la seguridad del consumidor y el medio ambiente. A ello
agregó que los productos veterinarios denominados de “venta libre” en dicha pro-
vincia no tenían el alcance de "libre comercialización" sino de “venta sin receta” en
establecimientos habilitados por la autoridad competente con el asesoramiento de
un profesional veterinario, lo cual constituía un legítimo ejercicio del poder de po-
licía para la protección de la salubridad pública. Razonó también que la obligación
impuesta promovía un uso racional, informado y seguro de los productos adquiridos
sin receta, y que no generaban, por lo tanto, ofensa alguna a la Constitución Nacional.
CSJN, 6/10/2015, “Porta, Pedro Juan c. Provincia de Buenos Aires s/acción declarati-
va de certeza”, LA LEY, 2015-F, 57.
(92) Tévez, Alejandra, “El deber de advertencia en las relaciones de consumo”,
LA LEY, 2015-C, 655.
(93) Art. 29, ley 29.571 de Perú: “Criterios aplicables a la información y adver-
tencia sobre el riesgo y la peligrosidad. La advertencia de los riesgos y peligros que
normalmente tienen ciertos productos o servicios, o de los riesgos y peligros no pre-
vistos o imprevisibles que se detecten con posterioridad a la colocación de los pro-
ductos o a la prestación de los servicios en el mercado, debe realizarse cumpliendo
con los siguientes criterios: a. La advertencia debe ser difundida con la debida cele-
ridad. Se deben difundir las advertencias en un plazo prudencial de acuerdo con la
gravedad del riesgo o peligro involucrados. Tratándose de un daño grave a la vida o
a la salud de los consumidores, las advertencias deben ser difundidas de inmedia-
to, apenas existan indicios para suponer la existencia del peligro. b. Debe usarse un
encabezamiento o señal de advertencia adecuados al riesgo o peligro que se advier-
te. El título con el que se pretende llamar la atención del consumidor debe ser ade-
cuado para que, sin alarmar innecesariamente, llame la atención lo suficiente con
relación a la magnitud del riesgo al segmento de la población afectada y permita a
los interesados identificar la importancia de la advertencia para ello. c. El tamaño y
frecuencia de la advertencia deben ser adecuados. Las dimensiones de la adverten-
cia y la frecuencia con la que se hace, en el caso de que la advertencia se haga por
medios de comunicación, deben permitir que se llegue a los consumidores afecta-
dos o potencialmente afectados. d. Se debe especificar la naturaleza del riesgo o pe-
ligro que se advierte señalando si dicho riesgo afecta la vida o salud del consumidor,
su propiedad o la pérdida o afectación del producto adquirido. e. Debe utilizarse
un lenguaje accesible y entendible por un consumidor que actúa con la diligencia
ordinaria según las circunstancias del caso. Debe, por tanto, descartarse el uso de

- 266 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

19. El deber de información y sus particularidades


en materia de salud

El CCyCN regula específicamente el deber de información para


las prestaciones del servicio de salud, complementando todo aque-
llo que puede surgir de las normas propiamente consumeriles.
Lógicamente, si se trata de relaciones de consumo, ellas debe-
rán ser observadas por el proveedor en virtud del diálogo de fuen-
tes. Así, según su art. 59, ella debe ser cierta, precisa y adecuada
con respecto a lo siguiente:
1. Estado de salud de la persona.
2. El procedimiento propuesto, especificando los objetivos que
se persiguen.
3. Beneficios esperados del procedimiento.
4. Riesgos, molestias y efectos adversos previsibles.
5. Procedimientos alternativos y sus riesgos, beneficios y perjui-
cios en relación con el procedimiento propuesto.
6. Consecuencias previsibles de la no realización del proce-
dimiento propuesto o de los alternativos.
7. Cuando se padece “una enfermedad irreversible, incurable,
o cuando se encuentre en estado terminal, o haya sufrido lesiones
que lo coloquen en igual situación, el derecho a rechazar proce-
dimientos quirúrgicos, de hidratación, alimentación, de reanima-
ción artificial o al retiro de medidas de soporte vital, cuando sean

lenguaje excesivamente técnico o científico, utilizándose, por el contrario, térmi-


nos que permitan al consumidor entender cuáles son los riesgos o peligros que se le
advierten. f. Se debe describir el nivel de certidumbre que rodea al riesgo o peligro
previsible. Si el riesgo es solo potencial o no se tiene certeza absoluta del mismo,
debe indicarse ello en el aviso o advertencia, pudiendo en esos casos usarse expre-
siones condicionales. Por el contrario, si se trata de un riesgo cierto y preciso, debe
utilizarse un lenguaje que dé a entender ello al consumidor. g. Deben explicarse las
medidas que se adoptan para evitar el riesgo o daño o para mitigar los efectos que
puedan producirse. La advertencia debe, de ser posible, señalar cómo corregir es-
tos problemas de una manera clara y sencilla. h. Se debe incluir una fuente de infor-
mación alternativa, que sea gratuita y de fácil acceso para los consumidores, con la
finalidad de poder contar con mayor información sobre las advertencias de los ries-
gos y peligros del producto, indicando el número gratuito de contacto o su localiza-
ción. Dicha información debe ser, además, comunicada de inmediato al Indecopi”.

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Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

extraordinarios o desproporcionados en relación a las perspectivas


de mejoría, o produzcan sufrimiento desmesurado, o tengan por
único efecto la prolongación en el tiempo de ese estadio terminal
irreversible e incurable”.
8. Derecho a recibir cuidados paliativos integrales en el proceso
de atención de su enfermedad o padecimiento.
Amén de esos requisitos, ninguna persona puede ser sometida
a exámenes o tratamientos clínicos o quirúrgicos sin su consen-
timiento libre e informado, salvo disposición legal en contrario.
Excepcionalmente, cuando la persona “se encuentra absolu-
tamente imposibilitada para expresar su voluntad al tiempo de la
atención médica y no la ha expresado anticipadamente, el consen-
timiento puede ser otorgado por el representante legal, el apoyo,
el cónyuge, el conviviente, el pariente o el allegado que acompañe
al paciente, siempre que medie situación de emergencia con ries-
go cierto e inminente de un mal grave para su vida o su salud. En
ausencia de todos ellos, el médico puede prescindir del consen-
timiento si su actuación es urgente y tiene por objeto evitar un mal
grave al paciente”.
El Código permite también que las personas emitan directivas
médicas anticipadas, preceptuando que “la persona plenamente
capaz puede anticipar directivas y conferir mandato respecto de
su salud y en previsión de su propia incapacidad. Puede también
designar a la persona o personas que han de expresar el consen-
timiento para los actos médicos y para ejercer su curatela. Las di-
rectivas que impliquen desarrollar prácticas eutanásicas se tienen
por no escritas. Esta declaración de voluntad puede ser libremente
revocada en todo momento” (94).
Amén de lo dicho, rige también en el tema la ley 26.529 de Dere-
chos del Paciente en su relación con los Profesionales e Institucio-
nes de la Salud (95) (ley ASA-3133, DJA).
En ella se dispone que “a los efectos de la presente ley, entién-
dase por información sanitaria aquella que, de manera clara, su-
ficiente y adecuada a la capacidad de comprensión del paciente,

(94) Art. 60, CCyCN.


(95) Publicada en el BO en fecha 20/11/2009.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

informe sobre su estado de salud, los estudios y tratamientos que


fueren menester realizarle y la previsible evolución, riesgos, com-
plicaciones o secuelas de los mismos” (art. 3º, ley 26.529).
Esta norma regula cuándo la información sanitaria puede ser
brindada a terceros (art. 4º, ley 26.529) además de ocuparse ex-
tensamente de la cuestión relativa al consentimiento informado
(arts. 5º a 11 bis, ley 26.529).
No se puede dejar de destacar que, en ciertos casos, la falta de
cumplimiento del deber de información por parte de proveedores
del servicio de salud puede incluso afectar de modo sensible la es-
tructura de costos de la actividad que llevan adelante. Ello sucedió,
por ejemplo, en un caso en donde se condenó a una empresa de
medicina prepaga a reintegrar a un consumidor los gastos en que
incurrió con motivo de una intervención quirúrgica que costeó
personalmente. Si bien la empresa alegó que el accionante, sin co-
municación previa, eligió unilateralmente un médico y un sanato-
rio no perteneciente a la cartilla médica de la compañía, los jueces
razonaron que el argumento no era atendible ya que “la accionada
pudo y debió haber entregado la nómina de especialistas al mo-
mento de la concurrencia del afiliado a su sede… como así también
pudo y debió haber entregado las alternativas económicas de una
y otra opción —atención por dentro o por fuera del sistema—; con-
diciones de admisión de excepciones y en su caso reintegros, entre
otras medidas idóneas para informar y facilitar el acceso a las pres-
taciones médicas requeridas en tiempo y forma” (96).

20. El deber de información en la comercialización


de inmuebles

Teniendo presente que el dec. 1798/1994 no ha sido derogado,


cabe resaltar que en su art. 1.b existe un deber de información es-
pecífico en cabeza de quienes comercializan viviendas nuevas, vi-
viendas prefabricadas o elementos para construirlas. Allí se dice
que “se facilitarán al comprador una documentación completa
suscripta por el vendedor en la que se defina en planta a escala la
distribución de los distintos ambientes de la vivienda y de todas las

(96) CFed. Salta, 27/10/2015, “Mogni, Roberto Eduardo c. MEDIFE s/amparo ley
16.3986”, LLNOA, 2016-1-100.

- 269 -
Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

instalaciones, y sus detalles, y las características de los materiales


empleados”.
Más allá de que se pueda plantear que se trata de un exceso re-
glamentario, cabe decir que la no observancia de esta disposición
puede ser objeto de sanciones por incumplimiento a la LDC.

21. Información específica en materia alimentaria

En materia alimentaria, debe tenerse presente que existen di-


versas disposiciones existentes en el Código Alimentario Argenti-
no (dec. 2126/1971 (97), reglamentario de la ley 18.284 (98) —ley ASA-
0757, DJA—) que tienen como finalidad regular la información que
el proveedor le debe brindar al consumidor de dichos productos.
Así, por ejemplo, se regulan las normas para la rotulación y publi-
cidad de los alimentos (capítulo V del decreto citado).
Mientras en algunos supuestos la satisfacción del deber de in-
formación está dirigida a satisfacer aspectos de lealtad comercial
(estando en juego cuestiones de carácter patrimonial solamente),
en otros se relaciona de manera íntima con la protección de la vida
y la salud de los consumidores. Es natural entonces que el “margen
de tolerancia” hacia el proveedor con respecto a estos últimos deba
ser menor por la potencia dañosa que los incumplimientos llevan
consigo aquí.

22. El Sistema Métrico Legal Argentino (SIMELA)

Para un debido cumplimiento del deber de información tiene


importancia también que los instrumentos de medición que uti-
licen los proveedores respeten lo dispuesto en la ley 19.511 de Me-
trología (99) (ley ACU-0861, DJA), que crea el Sistema Métrico Legal
Argentino (SIMELA). Otra norma de importancia al respecto es la
resolución 57/2004 (Secretaría de Coordinación Técnica) (100) que
también regula sobre la cuestión.

(97) Publicada en el BO en fecha 20/9/1971.


(98) Publicada en el BO en fecha 28/7/1969.
(99) Publicada en el BO en fecha 11/5/1972.
(100) Publicada en el BO en fecha 24/5/2004.

- 270 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

23. “Sistema Electrónico de Publicidad de Precios


Argentinos” (SEPA)

A través de la Resolución 12/2016 de la Secretaría de Comer-


(101)
cio se creó el “Sistema Electrónico de Publicidad de Precios Ar-
gentinos (SEPA)”.
El SEPA impone un deber de información especial de carácter
diario a los comercios que realicen venta minorista de productos
de consumo masivo respecto a ciertos productos determinados por
la autoridad de contralor. Los obligados deben difundir los precios
al público vigentes en cada punto de venta.
Para fundamentar la imposición de dicha obligación se explica
en los considerandos de la norma que “el adecuado funcionamien-
to del mercado tiene como pilar fundamental que la información
sea clara y se encuentre disponible para los consumidores en todo
momento, y que los proveedores de bienes y servicios la brinden en
forma amplia y accesible”. Asimismo que “para instrumentar di-
cha obligación de información, resulta conveniente servirse de las
herramientas propias de las tecnologías de la información, a través
de las cuales los consumidores puedan acceder a los precios de los
bienes y servicios en el mercado, de manera más eficiente”.
La Resolución reseñada fue complementada a través de las Dis-
posiciones 7/2016 (102) y 9/2016 (103), ambas dictadas por la Subsecre-
taría de Comercio Interior.
Son sujetos obligados todos los comercios que se dediquen a la
venta de productos de consumo masivo, en la medida que no sean
Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (caracterizadas en la ley
25.300). Para estas últimas el régimen es solamente optativo (conf.
arts. 1° y 4°, Resolución 12/2016, Secretaría de Comercio) pero, una
vez adheridos al sistema, son pasibles de sanciones en caso de in-
cumplimiento al deber de informar aunque se les permite darse
de baja por única vez y en cualquier momento (art. 6°, Disposición
7/2016, Subsecretaría de Comercio Interior).

(101) Publicada en el BO en fecha 15/2/2016.


(102) Publicada en el BO en fecha 18/3/2016.
(103) Publicada en el BO en fecha 12/4/2016.

- 271 -
Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Sin perjuicio de lo antes dicho, los sujetos excluidos quedan


obligados al cumplimiento de la normativa reseñada en aquellos
casos que dejen evidenciada la existencia de “una cadena comer-
cial que, integrada por distintas razones sociales”, exceda las ven-
tas totales anuales previstas en la reglamentación de la ley 25.300
(art. 6°, Disposición 7/2016, Subsecretaría de Comercio Interior).
Los productos en cuestión son los comprendidos en el anexo I
de la Disposición 7/2016 de la Subsecretaría de Comercio Interior.
La normativa apunta fundamentalmente a bienes de primera ne-
cesidad pues es respecto a ellos donde los consumidores presentan
un mayor grado de vulnerabilidad (conf. considerandos y art. 1°,
Resolución 12/2016, Secretaría de Comercio).
Según el art. 4° de la Disposición 7/2016, los obligados tenían
obligación de registrarse ante la autoridad de contralor hasta el 4
de abril de 2016.
De acuerdo a los arts. 3° de la citada Resolución y 2° de la Dispo-
sición 7/2016, el contenido mínimo a informar es el siguiente:
“a) C.U.I.T. de la empresa, razón social y nombre o denomina-
ción comercial;
b) Ubicación de cada punto de venta, con domicilio completo y
coordenadas que permitan su geolocalización, días y horarios de
atención;
c) Identificación de producto y descripción; y Código EAN o Có-
digo Interno de Comercio para el caso que no exista Código EAN
para el producto;
d) Precio de lista de venta minorista final al público por unidad
de venta y precio por unidad de medida;
e) Precio unitario correspondiente a promoción de alcance ge-
neral, entendiéndose por éste a aquellos descuentos que se aplican
al producto sin estar sujetos a condiciones tales como segmenta-
ción del consumidor, medios de pago o de fidelización. Se permiti-
rá consignar precios con descuento por producto, por categoría de
producto, por marca y por cantidad del mismo producto, condicio-
nes excluyentes entre sí; y
f) Precio unitario correspondiente a promoción especial, enten-
diéndose por tal a aquellos descuentos que se aplican al producto
- 272 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 4º, ley 24.240

por una o más condiciones de alcance general o particular; las que


se deberán ser descriptas en cualquier caso”.
La frecuencia de la obligación es diaria, debiendo realizarse
a través del referido sistema informático “en forma previa y has-
ta las cero horas (0:00 hs.) del día en que se pondrán en vigencia
los precios de los productos que se determinen conforme la regla-
mentación”. En caso que se produzcan alteraciones del precio en el
transcurso del día, ellos se deben informar por ese medio de mane-
ra inmediata (art. 2°, Resolución 12/2016, Secretaría de Comercio).
Tiempo después, la Disposición 7/2016 rectificó los alcances de la
obligación aclarando que la información debía brindarse conforme
el procedimiento y especificaciones técnicas establecidas en el ane-
xo II de la citada norma, en forma diaria pero hasta las seis horas
(06:00 hs.) del día correspondiente a aquel cuyos precios se informan.
Asimismo, y manifestando cierta flexibilidad, se dispuso que el sis-
tema admita la posibilidad de recibir hasta las diez horas (10:00 hs.)
un informe rectificatorio, mediante una nueva presentación similar
a la efectuada con anterioridad. La norma aclara que la información
suministrada rige sólo para el día en que fue remitida. Si ella no se
recibe o si fue presentada pero no validada por el sistema, no se pu-
blicará ningún dato del punto de venta para el día en cuestión, sien-
do el comercio pasible de las sanciones correspondientes (art. 3°,
Disposición 7/2016, Subsecretaría de Comercio Interior).
La información debe referirse a cada producto en cada punto
de venta, teniendo que ser de público acceso para el consumidor
(art. 2°, Resolución 12/2016 Secretaría de Comercio).
Para poder lograr esto último, la autoridad de contralor puso a
disposición de los consumidores una “plataforma informática de
colaboración ciudadana”, mediante la cual “se puede acceder a la
información brindada y comunicar las eventuales inconsistencias
respecto a la veracidad, claridad y oportunidad de la información
proporcionada por los comercios” (art. 5°, Resolución 12/2016 Se-
cretaría de Comercio). Sobre el punto, el art. 5° de la Disposición
7/2016 prevé que “la información suministrada conforme a los tér-
minos de la presente medida, será difundida a través de una página
web y/u otros medios digitales donde el consumidor podrá buscar
los productos de su interés y conocer los precios correspondientes
de los distintos puntos de venta, así como también conformar listas
para agrupar los de su preferencia”.
- 273 -
Art. 4º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Es importante destacar que el anexo II de la Disposición 7/2016


de la Subsecretaría de Comercio Interior fue reemplazado por el
anexo II de la Disposición 9/2016 dictada por el mismo organismo.
En ellos existen especificaciones técnicas que buscan la transmi-
sión y recepción segura del “paquete de datos SEPA”. La última de
las disposiciones citadas agrega un anexo III que complementa al
anexo II.
Si bien se previó originariamente que la información requerida
sea suministrada a partir del 15 de abril de 2016 para ser difundi-
da a partir del día 29 del mismo mes y año, con posterioridad se
dictó la Disposición 18/2016, también de la Subsecretaría de Co-
mercio Interior (104), que, en su art. 1°, extendió por el término de
hasta diez (10) días el plazo establecido para el inicio de la difusión
de la información al público. El motivo de la demora fue permitir
finalizar las pruebas que asegurasen el correcto funcionamiento
del sistema.

24. Carácter de “documento público”


del documento que contiene la información
destinada al consumidor

En una singular disposición, la ley consumeril boliviana es-


tablece, en su art. 16, que “toda información y el certificado de
garantía proporcionados por el proveedor, ya sean impresos, ad-
heridos al envase o en otro soporte, adquieren calidad de docu-
mento público a partir de la autorización de importación, distri-
bución o comercialización otorgada por la autoridad competente
y harán plena fe, respecto a la oferta o condiciones pactadas”.
Se la cita, porque se trata de una norma que busca evitar que el
proveedor pueda desconocer la información que ha dado oportu-
namente. Es valioso que ello se haya incluido en una ley destinada
a consumidores, pues los ayudará a conocer tal circunstancia.
Sería muy útil una disposición de alcance similar en la Argen-
tina.

(104) Publicada en el BO en fecha 2/5/2016.

- 274 -
Protección al Consumidor
Art. 5º — (Art. 5º, Ley F-1884, DJA)
Las cosas y servicios deben ser suministrados o
prestados en forma tal que, utilizados en condiciones
previsibles o normales de uso, no presenten peligro
alguno para la salud o integridad física de los consu-
midores o usuarios.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 42, CN.


2. Arts. 1757 y 1758, CCyCN.
3. Ley 18.284 (Código Alimentario Argentino, ley ASA-0757,
DJA).
4. Ley 16.463 (Medicamentos, ley ASA-0612, DJA).
5. Arts. 2º y 3º, resolución 1/2010 (Grupo Mercado Común,
Mercosur).
6. Anexo, resolución 125/1996 (Grupo Mercado Común, Mer-
cosur).
7. Punto V.17, Directrices de Naciones Unidas sobre Protección
del Consumidor del 22/12/2015.
8. Art. 9.II.b, ley 453/2013 de Bolivia (Ley General de los dere-
chos de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y
los consumidores).
9. Art. 47, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los Dere-
chos de los Consumidores).
10. Arts. 3.1, 5.1 y 11 a 13, directiva 2001/95/CE sobre seguridad
general de los productos.
- 275 -
Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

11. Arts. 11.2, 12, 13, 14 y 18.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de
España que aprueba el texto refundido de la Ley General para
la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes com-
plementarias (última revisión vigente: 3 de julio de 2015).

 Comentario

1. El deber de seguridad

Hace casi treinta años Gabriel Stiglitz afirmaba que “el interés
primario del consumidor… aparece conformado por una preten-
sión vital, la del mantenimiento de las condiciones genuinas de in-
tegridad psicofísica del género humano” (1).
Se ha dicho que el art. 5º, LDC, consagra claramente un deber
de seguridad, cuyo incumplimiento origina responsabilidad obje-
tiva del prestador (2).
El derecho del consumidor a la seguridad ha recibido expresa
consagración constitucional en el primer párrafo del art. 42, CN.
La CSJN, en el año 2007, ha resuelto que el deber de seguridad no
se aplica sólo a los contratos, sino también a los actos unilaterales
como la oferta a sujetos indeterminados. A ello agregó que la segu-
ridad debe ser garantizada en el período precontractual y en las si-
tuaciones de riesgo creadas por los comportamientos unilaterales,
respecto de sujetos no contratantes (3). En síntesis, se puede decir que
el deber de seguridad se halla presente en toda relación de consumo.

(1) Stiglitz, Gabriel A., Protección jurídica…, cit., p. 7.


(2) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 75.
(3) El Alto Tribunal expresó que “la idea de que los organizadores se ocupan sólo
del deporte y sus ganancias, mientras que la seguridad es un asunto del Estado, es in-
sostenible en términos constitucionales. La seguridad es un derecho que tienen los
consumidores y usuarios (art. 42, Constitución Nacional) que está a cargo de quie-
nes desarrollan la prestación o la organizan bajo su control, porque no es razonable
participar en los beneficios trasladando las pérdidas. Esta antigua regla jurídica que
nace en el Derecho Romano, es consistente en términos de racionalidad económica,
porque este tipo de externalidades negativas deben ser soportadas por quien las ge-
nera y no por el resto de la sociedad”. CSJN, 6/3/2007, “Mosca, Hugo A. c. Provincia de
Buenos Aires y otros”, Fallos Corte: 330:563, cit.

- 276 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

Lorenzetti (4) expresa que el art. 5º, LDC, debe ser interpretado
en conjunto con el art. 40, LDC, el cual “es aplicable a los casos en
que se trata de una obligación de seguridad y por ello hay una ex-
tensión en materia de legitimación pasiva” (5).
El autor citado afirma que resulta difícil analizar si se trata de
una obligación de medios o de resultado ya que, si bien del art. 5º,
LDC, pareciera desprenderse la existencia de un estándar de dili-
gencia (prever que el uso normal de la cosa no cause daños), del
art. 6º pareciera surgir una garantía (garantizar la seguridad de los
bienes o servicios comercializados). Concluye expresando que “lo
importante es examinar si lo que se juzga es una conducta o bien la
acción de una cosa. En este último caso, mayoritario por cierto, la
imputabilidad es objetiva” (6).
Existen autores que sostienen que “el mantenimiento de la obli-
gación de seguridad en el derecho común carece de sentido”, pues
“la mayoría de los supuestos en los que se justificaba echar mano
de esa obligación están ahora regidos por la legislación especial
tuitiva de los consumidores y usuarios” y porque “la unificación
de la responsabilidad civil torna aplicables al ámbito del contrato
las disposiciones referidas a la responsabilidad objetiva por riesgo
(arts. 1757 y 1758), con lo que no es necesario seguir recurriendo a
la obligación de seguridad de resultado para objetivar la responsa-
bilidad del deudor” (7). En definitiva, para esta postura “la obliga-

(4) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 500.


(5) Hernández y Frustagli han escrito que los arts. 5º y 6º regulan la responsabili-
dad de los proveedores respecto del resguardo de la salud o la seguridad de las perso-
nas que adquieren o utilizan sus productos o servicios. Apuntan a la preservación de
la vida, la salud y la integridad física de la persona. El art. 40, en cambio, establece un
mecanismo de responsabilidad para daños originados en vicios o riesgos de los bie-
nes o en la prestación de servicios. Agregan que hay quienes sostienen que el art. 5º le
da sustento parcial a la responsabilidad del art. 40, aclarando que los alcances de éste
no deben reducirse a aquél. En tal sentido, la noción de vicio de la última disposición
depende de la noción de seguridad del art. 5º. Hernández, Carlos A. - Frustagli,
Sandra A., “Comentario a los arts. 5º y 6º, LDC”, en Picasso, Sebastián - Vázquez
Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, ps. 92 y 93.
(6) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 503.
(7) Picasso, Sebastián, “La unificación de la responsabilidad contractual y extra-
contractual en el Código Civil y Comercial de la Nación”, Sup. Especial Nuevo Código
Civil y Comercial, 2014 (noviembre), p. 151.

- 277 -
Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ción de seguridad desaparece ahora del derecho común y traslada


definitivamente su morada al derecho del consumo” (8).
Señala Wajntraub (9) que el deber de seguridad implica una obli-
gación de resultado en donde el factor de atribución es la garantía.
Lorenzetti (10), flexibilizando un poco ese criterio, expresa que
si bien los proveedores deben adoptar medidas de prevención de
riesgos de acuerdo con un estándar de diligencia media puede su-
ceder que en numerosos casos existan “resultados específicos a
lograr, específicamente cuando hay normas regulatorias sobre se-
guridad, o cuando la expectativa creada en el usuario genera una
apariencia de confiabilidad sin riesgos”. Agrega este autor que para
analizar el alcance del deber de seguridad el proveedor debe hacer
un balance entre riesgos y beneficios, considerando las expectati-
vas creadas en el consumidor (11). Afirma que, de lo contrario, pue-
de suceder que en la búsqueda de eliminación total de riesgos, el
producto en cuestión se termina transformando en algo muy cos-
toso o antifuncional.
Tomando en cuenta esto último, la norma española establece
algún matiz respecto de la inocuidad de los bienes y servicios ex-
presando que se consideran seguros a aquellos que “no presenten
riesgo alguno para la salud o seguridad de las personas, o única-
mente los riesgos mínimos compatibles con el uso del bien o servicio y
considerados admisibles dentro de un nivel elevado de protección de
la salud y seguridad de las personas” (12) (el resaltado me pertenece).
A fines de no desnaturalizar el deber de seguridad, la clave de pre-
ceptos como éstos será discernir, en los hechos, qué se consideran
riesgos admisibles.

(8) Picasso, Sebastián, “Réquiem para la obligación de seguridad en el derecho


común”, RCCyC, 2015 (julio), p. 146. Del mismo autor: “El fin de la obligación de segu-
ridad en el derecho común”, LA LEY, 2015-E, 1220, y “El nuevo Código y la obligación
tácita de seguridad: ¿un entierro demorado?”, La Ley, 4/12/20151, p. 1. En sentido
contrario: Pizarro, Ramón D., “¿Réquiem para la obligación de seguridad en el Có-
digo Civil y Comercial?”, LA LEY, 2015-E, 840.
(9) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 81.
(10) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 151.
(11) Se ha expresado que la LDC distingue riesgos que considera aceptables y
aquellos que no lo son. Sozzo, Gonzalo, “Ley de Defensa del Consumidor Comenta-
da”, cit., en Bueres, Alberto J. (dir.) - Highton, Elena I. (coord.), cit., t. VIII-A, p. 271.
(12) Art. 11.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.

- 278 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

En cuanto a los momentos en los cuales el deber de seguridad


debe ser observado, cabe señalar que ello sucederá cuando se di-
señe el producto o servicio (creación del prototipo y realización de
testeos y experimentos), en la etapa de fabricación o elaboración
(controlando las distintas secuencias de ese proceso) y, finalmen-
te, al momento de la distribución y comercialización de bienes y
servicios (13).
Si bien se observa que, en la práctica, la atención se suele enfo-
car principalmente en el momento de producción del bien (en sen-
tido amplio, incluyendo diseño y posterior fabricación), las etapas
posteriores deben mantener la inocuidad de bien no transformán-
dolo en inseguro a causa de una inadecuada manipulación, comer-
cialización o almacenamiento (14).
Es importante tener en cuenta que determinados bienes o servi-
cios, por su trascendencia, tienen sus propias normas de seguridad
respecto de la fabricación, comercialización o prestación. Es lo que
sucede con los medicamentos (ley 16.463 (15) —ley ASA-0612, DJA—)
o los alimentos (Código Alimentario Argentino, dec. 2126/1971, re-
glamentario de la ley 18.284).
Por otra parte, es necesario aclarar que cuando un producto
o servicio requiere un certificado de seguridad, no basta con el
cumplimiento en los hechos de dichos requisitos si no se posee esa
certificación (16).
En el Derecho Comparado, existen legislaciones que han regu-
lado el deber de seguridad con un detalle mayor que otras. Así, en
España, la norma consumeril prevé en nueve incisos distintas obli-
gaciones en cabeza de los empresarios para darle cumplimiento (17).

(13) Japaze, Belén, “El derecho a la salud y a la seguridad del consumidor”, en


Rusconi, Dante D. (dir.), cit., ps. 291 y ss.
(14) Conf. punto V.17, Directrices de las Naciones Unidas para la protección del
consumidor de 2015.
(15) Publicada en el BO en fecha 8/8/1964.
(16) CNPenal Econ., sala B, 18/7/2007, “Anthay Electrónica S.R.L.”, LA LEY del
22/1/2008, 4.
(17) Art. 13, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “Otras obligaciones es-
pecíficas para la protección de la salud y seguridad de los consumidores y usuarios.
Cualquier empresario que intervenga en la puesta a disposición de bienes y servicios
a los consumidores y usuarios estará obligado, dentro de los límites de su actividad

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Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Asimismo determina el contenido de los reglamentos que regulan


los diferentes bienes y servicios, en la medida de que ello sea ne-
cesario para asegurar la salud y la seguridad de consumidores y
usuarios (18).

respectiva, a respetar las siguientes reglas: a) La prohibición de tener o almacenar


productos reglamentariamente no permitidos o prohibidos, en los locales o instala-
ciones de producción, transformación, almacenamiento o transporte de alimentos
o bebidas. b) El mantenimiento del necesario control de forma que pueda compro-
barse con rapidez y eficacia el origen, distribución, destino y utilización de los bienes
potencialmente inseguros, los que contengan sustancias clasificadas como peligro-
sas o los sujetos a obligaciones de trazabilidad. c) La prohibición de venta a domici-
lio de bebidas y alimentos, sin perjuicio del reparto, distribución o suministro de los
adquiridos o encargados por los consumidores y usuarios en establecimientos co-
merciales autorizados para venta al público, y del régimen de autorización de ventas
directas a domicilio que vengan siendo tradicionalmente practicadas en determina-
das zonas del territorio nacional. d) El cumplimiento de la normativa que establez-
can las entidades locales o, en su caso, las comunidades autónomas sobre los casos,
modalidades y condiciones en que podrá efectuarse la venta ambulante de bebidas y
alimentos. e) La prohibición de suministro de bienes que carezcan de las marcas de
seguridad obligatoria o de los datos mínimos que permitan identificar al responsa-
ble del bien. f ) La obligación de retirar, suspender o recuperar de los consumidores
y usuarios, mediante procedimientos eficaces, cualquier bien o servicio que no se
ajuste a las condiciones y requisitos exigidos o que, por cualquier otra causa, supon-
ga un riesgo previsible para la salud o seguridad de las personas. g) La prohibición
de importar productos que no cumplan lo establecido en esta norma y disposiciones
que la desarrollen. h) Las exigencias de control de los productos manufacturados
susceptibles de afectar a la seguridad física de las personas, prestando a este respec-
to la debida atención a los servicios de reparación y mantenimiento. i) La prohibi-
ción de utilizar ingredientes, materiales y demás elementos susceptibles de generar
riesgos para la salud y seguridad de las personas. En particular, la prohibición de
utilizar tales materiales o elementos en la construcción de viviendas y locales de uso
público”.
(18) Art. 14, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “Reglamentos de bienes
y servicios. 1. Los reglamentos reguladores de los diferentes bienes y servicios de-
terminarán, en la medida que sea preciso para asegurar la salud y seguridad de los
consumidores y usuarios: a) Los conceptos, definiciones, naturaleza, características
y clasificaciones. b) Las condiciones y requisitos de las instalaciones y del personal
cualificado que deba atenderlas. c) Los procedimientos o tratamientos usuales de fa-
bricación, distribución y comercialización, permitidos, prohibidos o sujetos a autori-
zación previa. d) Las reglas específicas sobre etiquetado, presentación y publicidad.
e) Los requisitos esenciales de seguridad, incluidos los relativos a composición y ca-
lidad. f ) Los métodos oficiales de análisis, toma de muestras, control de calidad e ins-
pección. g) Las garantías, responsabilidades, infracciones y sanciones. h) El régimen
de autorización, registro y revisión. 2. Para asegurar la protección de la salud y segu-
ridad de los consumidores y usuarios las Administraciones públicas competentes po-
drán establecer reglamentariamente medidas proporcionadas en cualquiera de las
fases de producción y comercialización de bienes y servicios, en particular en lo rela-
tivo a su control, vigilancia e inspección”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

A nivel comunitario, se encuentran algunas directivas de la UE


entre las que se destaca, por su carácter abarcativo, la 2001/95/CE
del 3/12/2001, sobre seguridad general de los productos que se apli-
ca para todos aquellos productos que no estén regulados por nor-
mativa comunitaria específica.
En dicha directiva se establece una obligación general de segu-
ridad, estableciéndose que los productores “tienen la obligación de
poner en el mercado únicamente productos seguros” (19).
A nivel Mercosur, se puede citar la resolución 125/1996 del Gru-
po Mercado Común, que aborda lo relativo a la protección de la sa-
lud y la seguridad del consumidor.
En ella se expresa que los productos y servicios únicamente po-
drán ser colocados en el mercado de consumo cuando no presen-
ten riesgos para la salud o seguridad de los consumidores, salvo
aquellos riesgos considerados normales y previsibles por su natu-
raleza y utilización. Asimismo, dispone que está prohibida la co-
locación de productos o servicios que presenten un alto grado de
nocividad y peligrosidad, cuando sea así considerado por las auto-
ridades competentes en el ámbito del Mercosur, cualquiera que sea
el uso o utilización de ellos (20).

2. Utilización de los bienes o servicios


en condiciones previsibles o normales de uso

El deber de seguridad previsto en el art. 5º, LDC, no constituye


una garantía absoluta para los consumidores de que el bien o ser-
vicio comercializado no producirá daños en la salud o la integridad
física.
En efecto, de la regla general se desprende que el deber de se-
guridad no cubrirá los daños derivados del uso contrario o ajeno
a la naturaleza del bien, siempre y cuando ello no haya podido ser
previsto de modo razonable por el proveedor (21).

(19) Art. 3.1, directiva 2001/95/CE.


(20) Anexo, resolución 125/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(21) Hernández, Carlos A. - Frustagli, Sandra A., “Comentario a los arts. 5º
y 6º, LDC”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I,
p. 89.

- 281 -
Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Cuando ello pueda ser previsto por el proveedor, adquirirán


importancia los deberes de información y advertencia para que
un mal uso de los bienes o servicios no produzcan perjuicio a los
consumidores.
En tal sentido, si debiendo informar o advertir, el proveedor no
lo hizo, o lo realizó de manera insuficiente, será responsable aun
en las hipótesis de uso anormal o bajo condiciones no previsibles
del bien o servicio.
Por cierto que en muchos casos no bastará sólo con informar
o advertir. Cuando los daños sean previsibles o esperables, habrá
que llevar adelante diversas conductas concretas que impidan la
afectación de la salud o la integridad física del consumidor en la
situación concreta.
La ley española establece algunas precisiones más, pues inclu-
ye el factor “tiempo” para evaluar la seguridad del producto (22). Se
trata de una mención adecuada, pues muchos bienes pueden ser
considerados seguros solamente durante un tiempo, pero no luego.
El caso típico es el de los alimentos que tienen fecha de vencimien-
to. También los neumáticos de los vehículos automotores.
Por otra parte, debe tenerse en cuenta que no sólo se debe ga-
rantizar la seguridad del producto o servicio comercializado eva-
luado de manera aislada sino que, en ciertos casos, se tendrá que
verificar que no exista riesgo para la vida o la salud si ese producto
o servicio se torna peligroso por su combinación con otros bienes o
servicios. Ello, claro está, en la medida de que esa combinación que
realizará el consumidor sea previsible de alguna manera para el
proveedor. Cabe citar el caso de una condena a un laboratorio por
los daños derivados de los efectos adversos de un medicamento.
Allí se resolvió que las advertencias que constaban en el prospecto
no liberaban de responsabilidad al laboratorio que lo elaboró, si no
se especificó que la combinación con determinadas drogas esta-
ba contraindicada, pues en ese caso la información era parcial e
insuficiente (23).

(22) Art. 11.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “Se consideran seguros
los bienes o servicios que, en condiciones de uso normales o razonablemente previ-
sibles, incluida su duración…”. La referencia a la duración del bien o servicio también
se encuentra en el art. 12.1 de la misma norma.
(23) CNCiv., sala A, 22/8/2012, “R., F. E. c. Bayer SA y otros s/daños y perjuicios”, cit.

- 282 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

El proveedor no sólo debe concentrarse en garantizar la segu-


ridad del bien o servicio en particular, sino también del estable-
cimiento o, incluso, del contexto en el cual se comercializan. Así
en un caso, por ejemplo, se condenó a una entidad bancaria por
los perjuicios ocasionados a un cliente que retiró una fuerte suma
de dinero de una de sus sucursales y luego fue asaltado cerca de
su domicilio, pues no tomó los mínimos recaudos en resguardo de
preservar la operatoria llevada a cabo, la cual debió ser realizada
en un recinto privado, de acuerdo con las circunstancias de lugar,
tiempo y modo, a fin de salvaguardar la integridad física y finan-
ciera de aquél (24).
Más allá de todo lo dicho y aunque parezca obvio, es necesario
demostrar la existencia de relación de causalidad entre el daño su-
frido y el incumplimiento del deber de seguridad por parte del pro-
veedor, aun cuando se esté en el ámbito más flexible del Derecho
del Consumidor. Sin embargo, se ha resuelto que la sola acredita-
ción del daño sufrido por una persona en el marco de una relación
de consumo hace responder al proveedor por violación del deber
de seguridad si este último evidencia una conducta pasiva en el jui-
cio sin aportar elementos que rompan el nexo causal esgrimido por
la actora (25).

3. Relación entre deber de información


y deber de seguridad

Ya se adelantó que un correcto cumplimiento del deber de in-


formación contribuye a incrementar la seguridad de los consumi-
dores en las relaciones que entablan con los proveedores.

(24) CCiv. Com. Lab. y Min. Neuquén, sala III, 12/11/2013, “S., S. G. c. Ban-
co Prov. del Neuquén SA s/d. y p. res. contractual particulares”, LLPatagonia, 2014
(abril), p. 135.
En sentido contrario, se ha considerado que “no parece posible pretender que el
banco se convierta en una compañía de seguros que, sin póliza, cubra el traslado de
dinero efectivo (y la indemnidad de las personas) desde sus instalaciones hasta los
remotos hogares de cada uno de sus clientes”. Filippini, Aníbal, “Panorama sobre la
obligación de seguridad. El caso de las ‘salideras’ bancarias”, RCyS, 2012-VII-5.
(25) JNCiv. 1a instancia Nº 41, 27/5/2010, “Pasarelli, Marisa Paula c. Disco SA s/
daños y perjuicios”, LA LEY, 2011-C, 2, y CNCiv., sala A, 30/5/2012, “Ramírez, César
Antonio c. Metrovías SA s/daños y perjuicios”, LA LEY, 2012-E, 336.

- 283 -
Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Correctamente señala Mosset Iturraspe que “mientras la infor-


mación apunta a evitar los riesgos de dañosidad, la desinformación
es creadora de tales riesgos. De esto se deriva que la información in-
cida en ‘la distribución, adjudicación o asunción de los riesgos’” (26).
Se ha dicho que “resulta claro que entre las más importantes
causas de los accidentes causados por productos elaborados se des-
taca la torpeza del propio consumidor, torpeza que en la mayoría
de los casos viene dada por la falta de información adecuada al ni-
vel del consumidor al cual el producto está destinado”. A ello se
agrega que es aconsejable medir el nivel de peligrosidad de la cosa
según su relación con el consumidor individual y no con un “con-
sumidor medio” (27).
Con una mirada distinta proveniente desde el AED, se ha ma-
nifestado que ante determinados productos o actividades riesgosas
(consumo de cigarrillos, vacunas, deportes de riesgo) el consumi-
dor tiene tan buena información como el fabricante y decide asu-
mir el riesgo de consumir determinado producto o servicio. Ante
dichos casos, cierta doctrina considera que “colocar la responsabi-
lidad siempre sobre el productor constituye una solución ineficien-
te, en tanto muchas veces es el consumidor quien puede eliminar
el riesgo a menores costos” (28).
La ley española se ocupa expresamente de la relación entre in-
formación y seguridad de los bienes y servicios (29) y aclara, además,
que esta última está influida por diversos factores, como “su na-
turaleza, características, duración y de las personas a las que van
destinados” (30).
En la normativa comunitaria europea, los productores están
obligados a proporcionar a los consumidores “información ade-
cuada que les permita evaluar los riesgos inherentes a un producto
durante su período de utilización normal o razonablemente previ-

(26) Mosset Iturraspe, Jorge, “Análisis introductorio”, cit., en Mosset Iturras-


pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 21.
(27) Vázquez Ferreyra, Roberto A. - Romera, Oscar E., cit., ps. 26 y 27.
(28) Stordeur (h), Eduardo, cit., p. 259.
(29) Arts. 12 y 18.2.e, fundamentalmente, Real Decreto Legislativo 1/2007 de Es-
paña.
(30) Art. 12.1, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

sible, cuando éstos no sean inmediatamente perceptibles sin avisos


adecuados, a fin de que puedan precaverse de dichos riesgos” (31).
La normativa del Mercosur también resalta la existencia del
deber de informar a fines de evitar la afectación de la salud o la
seguridad de los consumidores. En tal sentido, resalta que “los pro-
veedores de productos o servicios peligrosos o nocivos para la sa-
lud o seguridad deberán informar, en forma ostensible y adecuada,
sobre su peligrosidad o nocividad, sin perjuicio de la adopción de
otras medidas que puedan tomarse en cada caso concreto” (32).

4. Legitimación activa

Antes de la vigencia del CCyCN sostenía Wajntraub (33) que el


legitimado activo para reclamar con base en el art. 5º, LDC, era el
contratante, quien sólo podía reclamar por daños propios. Agrega-
ba que respecto de los daños causados a otras personas (como po-
dían ser los familiares que habitaren con él) que utilicen el servicio
sin haberlo contratado, la responsabilidad de la empresa prestado-
ra se enmarcaba en la esfera contractual, a menos que se configure
el supuesto exigido por el derogado artículo 1107 del CCiv. para ha-
bilitar la opción entre ambos sistemas.
Aun bajo la vida del viejo CCiv. no estoy de acuerdo con este ra-
zonamiento. Creo que siempre bastará con estar unido a través de
una relación de consumo con un proveedor para poder exigirle el
resarcimiento de los daños que se deriven del incumplimiento de
su deber de seguridad.

5. Legitimación pasiva

Si bien la LDC no aclara quiénes son los obligados al cum-


plimiento de este deber, se ha expresado que, aunque es indicutible
que esta obligación está en cabeza del productor o fabricante, los
demás miembros de la cadena de distribución y comercialización

(31) Art. 5.1, directiva 2001/95/CE.


(32) Anexo, resolución 125/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(33) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 81.

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Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

también responden por él, ya que tienen la obligación de informar-


se sobre el producto o servicio por su carácter de profesionales (34).
Teniendo ello presente, el vendedor no podrá alegar que no fa-
bricó el producto para evitar responder.
La ley chilena, en cambio, pareciera excluir a los últimos esla-
bones de la cadena de comercialización, ya que establece la solida-
ridad sólo entre productor, importador y primer distribuidor o del
prestador del servicio (35).

6. ¿El deber de seguridad tiene limitación


temporal?

Se ha dicho que si bien la LDC no establece un plazo durante el


cual el deber de seguridad debe ser cumplido, ello “debe resolverse
conforme criterios de razonabilidad y en atención a la jerarquía de
los derechos implicados”, agregándose que “la misma situación se
presenta en relación a la garantía de provisión de repuestos y servi-
cio técnico establecida por el art. 12 de la ley 24.240” (36).
Así, por ejemplo, podría pensarse que el producto debe ser se-
guro durante toda su vida útil.

7. Daños a resarcir

Expresa Wajntraub (37) que se podría generar alguna duda respec-


to de los daños a resarcir cuando se incumple el deber de seguridad.
Esto porque se podría interpretar que sólo se indemnizan los daños
a la salud o la integridad física. El autor rechaza esta postura por con-
siderarla contraria al art. 42 de la Constitución que, al ordenar que se
proteja la seguridad del consumidor, no prevé ninguna restricción al

(34) Hernández, Carlos A. - Frustagli, Sandra A., “Comentario a los arts. 5º y 6º,
LDC”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 82.
(35) Art. 47, ley 19.496 de Chile. Sin embargo esta misma norma señala que exi-
mirá de responsabilidad a “quien provea los bienes o preste los servicios cumpliendo
con las medidas de prevención legal o reglamentariamente establecidas y los demás
cuidados y diligencias que exija la naturaleza de aquéllos”.
(36) Hernández, Carlos A. - Frustagli, Sandra A., “Comentario a los arts. 5º y 6º,
LDC”, en Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 87.
(37) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., ps. 79 y ss.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

momento de resarcir. Sostiene que, en consecuencia, por vía regla-


mentaria no podría operar tal cercenamiento de derechos.
Coincido con esto. En consecuencia, si por la violación del de-
ber de seguridad se sufren sólo daños patrimoniales, ellos deberán
ser resarcidos.
Así, si los frenos de un automóvil fallan por un defecto de fa-
bricación y se produce una colisión, el proveedor que incumplió
el deber de seguridad tendrá que resarcir también por los daños
sufridos por el vehículo (38).

8. Peligro para la salud o la integridad física

La LDC sólo se refiere expresamente al peligro para la salud o la


integridad física.
La vida, aunque no está incluida expresamente, lógicamente
está también comprendida.
Sobre el punto cabe señalar que la seguridad va adquiriendo un
carácter cada vez más amplio. En tal sentido, los riesgos ambienta-
les con su potencialidad dañosa deben encontrarse también bajo
el marco de las normas consumeriles. Es por ello que el consumo
sustentable implica el previo cumplimiento del deber de informa-
ción ambiental ante los consumidores (39).
Por otra parte, ha resaltado Bonfanti (40) que el art. 5º, LDC, omi-
te la referencia a la salud mental, de mucha importancia para valo-
rar los riesgos de la industria farmacéutica.

(38) Enrolado en una postura diferente, Picasso distingue “deberes de prestación”


y “deberes de protección”. Considera que estos últimos “no se dirigen a concretar o fa-
cilitar el cumplimiento de las obligaciones principales asumidas por el obligado, sino
a tutelar la persona —o eventualmente los bienes— del otro cocontratante”. Agrega
que para hacer efectivos los primeros se debe acudir principalmente a las soluciones
del art. 10 bis, LDC, aunque también surgen de otras disposiciones como los arts. 11
a 17, 18, 23 y 24, LDC. En cambio, cuando se violen los deberes protectorios, y se re-
curra a los arts. 5º y 40, LDC, la reparación se debe enfocar sólo en los daños a la per-
sona y en la lesión de bienes distintos al que resulta objeto de la contratación, mas no
en este último. CNCiv., sala A, 20/2/2014, “N. C., L. B. y otro c. Edificio Seguí 4653 SA
y otros s/vicios redhibitorios”, LA LEY, 2014-C, 386.
(39) Medeiros Garcia, Leonardo de, “Promoção do consumo sustentável atra-
vés do princípio da informação ambiental ao consumidor”, Revista de Direito do Con-
sumidor, vol. 104/2016, mar - abr/2016, p. 149.
(40) Bonfanti, Mario A., cit., p. 101.

- 287 -
Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Manifiesto mi acuerdo con este autor aunque aclaro que la di-


ficultad se supera si se acude al concepto amplio de salud que pro-
pone la Organización Mundial de la Salud (OMS) (41).

9. La casuística jurisprudencial sobre


el deber de seguridad

A los fines de precisar el alcance del deber de seguridad de los


proveedores, la CSJN se pronunció en un buen número de casos
sobre el tema, sea condenando a proveedores o liberándolos de
responsabilidad.
En todos ellos, se razonó que el deber de seguridad debía ser
analizado en concreto para concluir si el proveedor en cada caso
debía o no responder (42).
Los supuestos fácticos en los cuales la CSJN ha analizado el al-
cance del deber de seguridad al abrigo de la normativa consumeril
son de muy diversa índole:
1. Reclamos contra concesionarios viales por daños sufridos en
los corredores (asalto a mano armada a escasa distancia del puesto
de peaje (43) y accidentes producidos por animales sueltos (44)).

(41) Según la Constitución de la OMS: “la salud es un estado de completo bienes-


tar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
Se puede consultar más información referida al tema en el sitio web del organismo
mencionado: http://apps.who.int/gb/bd/PDF/bd47/SP/constitucion-sp.pdf. Fecha
de consulta: 31/1/2015.
(42) Existe otro caso relevante en el cual, si bien los actores invocaron el incum-
plimiento del deber de seguridad del art. 5º, LDC, los jueces de la Corte resolvieron
prescindiendo de su análisis. Se trató de un relevante asunto que giró en torno a la
responsabilidad de compañías tabacaleras y el Estado Nacional por daños sufridos
por una persona fumadora que falleció de cáncer de pulmón. El Alto Tribunal re-
chazó el reclamo expresando que ni de la pericia médica ni de otras pruebas surgía
el nexo causal entre el consumo de cigarrillos y la enfermedad mencionada. CSJN,
29/9/2015, “M. de G., A. M. y otros c. EN - Mº E. - Secretaría de Estado de I. y C. y otro
s/daños y perjuicios”, La Ley, 29/10/2015, p. 11.
(43) CSJN, “Choi Do Min y otro c. Huarte SA y otro”, Fallos: 324:2784, y 28/5/2002,
“Expreso Hada SRL c. Provincia 18/9/2001, de San Luis y otros”, Fallos: 325:1265.
(44) CSJN, 21/3/2006, “Ferreyra, Víctor D. y otro c. VICOV SA”, Fallos: 329:646;
21/3/2006, “Caja de Seguros SA c. Caminos del Atlántico SAVC”, Fallos: 329:695, cit.;
28/3/2006, “Basualdo, Argentino R. c. Empresa Virgen del Itatí COVSA (VICOV SA)
y/o quien resulte propietario y/o responsable”, Fallos: 329:879; 7/11/2006, “Bianchi,
Isabel del Carmen Pereyra de c. Provincia de Buenos Aires y /u otros”, LA LEY, 2007-B,
287, y 17/3/2009, “Gómez, Mario Félix c. VICOV SA y/o responsable”, Fallos: 332:405.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

2. Incidentes en espectáculos deportivos (45).


3. Accidentes al acceder o descender de un vagón de subterrá-
neo (46).
4. Caída de una persona que viajaba en el estribo de un tren (47).
5. Lesión de una pasajera de tren como consecuencia del im-
pacto producido en un ojo por una piedra lanzada desde afuera del
transporte (48).
Fuera de los casos resueltos por la CSJN, la casuística es más
variada aún y el deber de seguridad de la LDC fue analizado en
muy distintos casos, sea considerando que estaba cumplido o, por
el contrario, que no.
Simplemente para mostrar los diversos casos en los cuales pue-
de estar en juego ese deber de seguridad, se pueden enumerar, al
solo título ilustrativo, los siguientes supuestos fácticos (49):
1. Daños al intentarse acceder a un vagón de subterráneo (50).
2. Caída en escalera excesivamente encerada en una estación
de subterráneo (51).
3. Caída en rampa de estación ferroviaria excesivamente
inclinada (52).

(45) CSJN, 6/3/2007, “Mosca, Hugo A. c. Provincia de Buenos Aires y otros”, Fa-
llos: 330:563, cit.
(46) CSJN, 22/4/2008, “Ledesma, María Leonor c. Metrovías SA”, Fallos: 331:819.
(47) CSJN, 26/3/2013, “Montoya, Mauricio Javier c. Transportes Metropolitanos
General San Martín SA y otros s/daños y perjuicios”, LA LEY, del 18/4/2013.
(48) CSJN, 11/12/2014, “Maules, Cecilia Valeria c. Unidad de Gestión Operativa de
Emergencias SA s/daños y perjuicios”, LA LEY, del 18/2/2015, p. 9.
(49) Se aclara que muchos de los ejemplos dados aquí son de bastante frecuencia
por lo cual existen muchas sentencias al respecto. A los fines didácticos, me limitaré
simplemente a resaltar un fallo por cada supuesto.
(50) CNCiv., sala M, 8/9/2010, “Saldívar, Federico Reynaldo c. Metrovías SA”, La
Ley Online, AR/JUR/61667/2010.
(51) CNCiv., sala J, 29/10/2010, “Hudson, Diego Adrián c. Metrovías SA”, La Ley
Online, AR/JUR/65170/2010.
(52) CNCiv., sala L, 11/8/2011, “Garay, Josefa Teodocia c. Trenes de Buenos Aires
s/daños y perjuicios”, La Ley Online, AR/JUR/50931/2011.

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Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

4. Asalto a pasajero de tren por un grupo de personas que viaja-


ba en la misma formación (53).
5. Daños sufridos por menor en un pelotero de local de comidas
rápidas (54).
6. Reclamo contra empresa de energía eléctrica por caída de
una persona de avanzada edad en su hogar durante un corte de
luz (55).
7. Demanda contra agencia de turismo por daños sufridos a
causa de un atentado terrorista mientras se estaba de viaje en
Egipto (56).
8. Reclamo contra garajista por robo de vehículo en su playa de
estacionamiento (57).
9. Demanda contra empresa de taxis por abuso sexual de un
chofer sobre pasajero menor de edad (58).
10. Caída de banqueta frente a máquina tragamonedas de un
casino debido a su inestabilidad y al piso resbaladizo (59).
11. Caída de esquiador por deficiente señalización de la pista (60).
12. Menor golpeado por tabla de snowboard que salió despedida
por el viento en un centro de esquí (61).

(53) CNCiv., sala F, 24/4/2012, “Ruiz, Daniel Ernesto c. Transportes Metropolita-


nos Gral. Roca SA s/daños y perjuicios”, La Ley Online, AR/JUR/14052/2012.
(54) CNCiv., sala F, 23/8/2011, “López, Jorge Luis y otro c. Arcos Dorados SA s/da-
ños y perjuicios”, DJ, 29/2/2012, p. 71.
(55) CNCiv., sala I, 18/10/2005, “Valdez, Edgar R. c. Edesur SA”, RCyS, 2006-801.
(56) CNCiv., sala C, 11/7/2002, “Giambelluca, Emilia c. Navil Travel Service SRL y
otro”, RCyS, 2002-777.
(57) CCiv. y Com. 8a Córdoba, 27/9/2007, “Hames, Hiyam y otro c. Quintana, Ma-
ría Cristina y otro”, LLC, 2008 (febrero), p. 72.
(58) CCiv. y Com. 1a Bahía Blanca, sala I, 1/12/2009, “M., J. y Otra c. F., F. y otra.”,
RCyS, 2010-II-206.
(59) CCiv. y Com. Mercedes, sala I, 10/12/2009, “Palacios, Betty Melba c. Argento-
ne SA y ot.”, ED, 240-126.
(60) Cám. en todos los Fueros San Martín de los Andes, 18/2/2010, “Herzig, Silvia
Stella Maris c. Nieves del Chapelco”, RCyS, 2010-XI-220.
(61) CNCiv., sala L, 20/4/2010, “Mata, Juan José c. Catedral Alta Patagonia SA”,
RCyS, 2010-XI-75.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

13. Reclamo contra centro de esquí por daños sufridos por una
esquiadora atropellada por un snowbordista (62).
14. Demanda contra empresa organizadora de viajes de estudio
por daños sufridos por un menor en la pileta de un complejo (63).
15. Reclamo contra establecimiento educativo privado por da-
ños sufridos por niños que contrajeron Síndrome Urémico Hemo-
lítico en pileta de natación cuya agua estaba contaminada (64).
16. Demanda contra propietario de camping por daños sufri-
dos por un visitante en la piscina a causa del moho existente en su
interior (65).
17. Lesión de un menor en un parque de diversiones al intentar
abordar un juego (66).
18. Condena a empresa eléctrica por fallecimiento por elec-
trocución de persona que recibió una descarga de una conexión
clandestina (67).
19. Daños sufridos por un espectador al ingresar a un estadio
en medio de una pelea entre hinchas de dos equipos de fútbol (68).
20. Lesiones con motivo de asalto en estadio de fútbol (69).
21. Condena a dueño de complejo deportivo por lesiones sufri-
das por un menor a causa del agravamiento del riesgo del campo de

(62) CNCiv., sala A, 19/4/2012, “Duvidovich Gallo, Patricia Adriana c. Valle de Las
Leñas SA y otro s/daños y perjuicios”, JA, del 25/7/2012, p. 41.
(63) CCiv. y Com. Rosario, sala I, 4/5/2012, “F., M. A. y O. c. Alegra de Viajes SA s/
daños y perjuicios”, LLLitoral, 2012 (octubre), p. 1035.
(64) CNCiv., sala H, 2/6/2014, “G. R., J. H. y otros c. C., V. J. y otros s/daños y perjui-
cios”, DJ, del 5/11/2014, p. 76.
(65) CCiv. Com. Minas Paz y Trib. 2a Mendoza, 12/9/2014, “Domínguez, Leonardo
Damián c. Club de Pesca Deportiva General San Martín s/d. y p.”, RCyS, 2015-II-204.
(66) CNCiv., sala A, 21/11/2012, “R., F. y otro c. Parque de la Costa SA y otro s/da-
ños y perjuicios”, RCyS, 2013-II-183.
(67) CNCiv., sala A, 11/5/2012, “Delgado, Eusebio y otro c. Edefor SA (Empresa
distribuidora de electricidad de Formosa SA) y otro s/daños y perjuicios”, La Ley On-
line, AR/JUR/25185/2012.
(68) CNCiv., sala J, 20/4/2010, “Seisdedos, Rodrigo Enrique c. Asociación del Fút-
bol Argentino y otros”, La Ley Online, AR/JUR/17799/2010.
(69) CNCiv., sala A, 20/12/2012, “D’Arco, Rubén Vicente c. Asociación Civil Club
Atlético Boca Juniors y otros”, RCyS, 2013-VI-133.

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Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

juego por desgaste del césped sintético, deficiente mantenimiento


y agregado de arena (70).
22. Condena a laboratorio por medicamento que, administrado
conjuntamente con otro, producía una enfermedad (71).
23. Quemaduras sufridas por un menor a causa de una suba
abrupta de la temperatura del agua en la ducha del baño de un
hotel (72).
24. Venta en una farmacia de medicamento destinado a un me-
nor en una dosis que correspondía a adultos (73).
25. Persona lesionada en casino, luego de una discusión,
por vidrio arrojado por otra que se encontraba en el bar del
establecimiento (74).
26. Joven herido por arma blanca fuera de un local bailable lue-
go de discusión con personal del establecimiento (75).
27. Condena a empresa de seguridad contratada por una disco-
teca por agresión sufrida por una persona dentro del local (76).
28. Demanda por daños sufridos en un vehículo a causa del
granizo en un estacionamiento al aire libre (77).

(70) CCiv. y Com. San Isidro, sala I, 12/8/2010, “S., L. M. c. Freire Squash, Paddle y
Gimnasio SRL y otro”, La Ley Online, 70066348.
(71) CNCiv., sala C, 26/8/2010, “F., D. V. c. Bayer Argentina SA y otro”, RCyS, 2011-
I-124, cit.
(72) CNCom., sala F, 3/4/2012, “Onorato Viviana Antonia y otro c. Llao Llao Re-
sorts SA s/ordinario”, LA LEY, 2012-C, 46.
(73) CCiv. Com. Minas Paz y Trib. 4a Mendoza, 2/9/2010, “Pérez, Pablo David c.
Ulloa de Rebollo, Viviana Marta”, RCyS, 2011-I-209.
(74) CCiv. Com. Minas Paz y Trib. 3a Mendoza, 8/9/2010, “P., M. A. c. Instituto Pro-
vincial de Juegos y Casino”, LLGran Cuyo, 2010 (diciembre), p. 1113.
(75) CCiv. Com. Minas Paz y Trib. 5a Mendoza, 29/7/2013, “Ibáñez, Sebastián Her-
nán c. Campoy, Carmen Carolina s/d. y p.”, LLGran Cuyo, 2013 (octubre), p. 1006.
(76) CCiv. y Com. 1a San Isidro, sala II, 20/5/2014, “Rojas, Juan Carlos c. Rufra-
nor SA y otros s/daños y perjuicios”, RCyS, 2014-XI-91.
(77) CNCom., sala D, 12/8/2011, “De Dios, Eduardo Manuel c. Peterson Thielle
Cruz SA s/ordinario”, LA LEY, 2011-F, 525.

- 292 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

29. Lesiones sufridas por un menor de edad por la existencia


de un elemento metálico que sobresalía en la estantería de un
comercio (78).
30. Falta de atención médica en tiempo razonable en un cam-
ping en donde se sufrió una caída (79).
31. Caída de tabla de snowboard mientras se tomaba clases (80).
32. Caída de pasajero de colectivo al subirse a él en movimien-
(81)
to .
33. Descarga eléctrica sufrida por un menor que trepó a un car-
tel de publicidad ubicado antirreglamentariamente debajo de una
línea de media tensión de la empresa distribuidora de energía (82).
34. Caída de un menor de un juego que simulaba una doma
campestre en un parque de diversiones (83).
35. Muerte de una persona mientras jugaba un partido de futsal
a causa de un golpe en la cabeza producido al caerse e impactar su
cabeza contra una pared ubicada detrás de un arco (84).
36. Incendio de una vivienda causado por la irregularidad de la
prestación del servicio de energía eléctrica (85).

(78) CCiv. Com., Minas Paz y Trib. 2a Mendoza, 3/7/2014, “A., F. y ots. c. Millan SA
s/d. y p.”, LLGran Cuyo, 2014 (diciembre), p. 1252.
(79) CCiv. y Com. Mar del Plata, sala I, 30/6/2008, “Daruch, Norma Susana c. Cam-
ping El Griego y/o ELAS SRL”, LLBA, 2008 (setiembre), p. 893.
(80) CNCiv., sala E, 15/7/2011, “Bianchi, Sergio Emilio c. Valle de Las Leñas SA s/
daños y perjuicios”, DJ del 25/1/2012, 69.
(81) CNCiv., sala L, 15/7/2011, “Oviedo, Karina Elizabeth c. López, Eduardo s/da-
ños y perjuicios”, La Ley Online, AR/JUR/44975/2011.
(82) CCiv. y Com. Azul, sala I, 19/12/2014, “S., S. L. y otro/a c. M., P, s/daños y perj.
del./cuas. (exc. uso aut. y estado)”, LLBA, 2015 (marzo), p. 211.
(83) CNCiv., sala M, 16/7/2015, “M., M. R. c. Parque de la Costa SA y otro s/daños
y perjuicios”, ED, 2/11/2015, p. 4.
(84) CCiv. Com. Lab. Min. y Familia Neuquén, con competencia en la II, III, IV
y V Circunscripción Judicial, 3/1/2015, “M., M. X. c. Asociación Deportiva y Cul-
tural Lacar s/d. y p. derivados de la responsabilidad contractual de particulares”,
ED, 6/10/2015, p. 8.
(85) CApel. Esquel, 7/5/2015, “C., O. c. Gobierno de la Provincia del Chubut s/ Da-
ños y Perjuicios”, La Ley Online, AR/JUR/27860/2015.

- 293 -
Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

37. Caída en una cabina de locutorio al quedar enganchado el


pie del consumidor con el cable de un teléfono (86).
38. Caída dentro del predio de un hotel por encontrarse el terre-
no inclinado y el césped húmedo al encenderse los aspersores de
riego (87).
38. Asfixia de una persona por inhalación de gases tóxicos en la
habitación de un albergue transitorio causados por el incendio de
su estacionamiento (88).
39. Reclamos contra concesionarios viales por usuarios del
corredor (automovilista agredido por un grupo de manifestantes
que habían cortado el tránsito (89), impacto de piedra arrojada por
un tercero hacia el parabrisas del automotor (90), colisión contra el
guardarraíl por intentar esquivarse a un automóvil detenido en la
vía (91), no advertencia a los automovilistas sobre la existencia de ve-
hículos detenidos a raíz de un accidente (92), accidente por acumu-
lación de agua existente en el carril de circulación (93), derrumbe
por alud producido en una ruta que atravesaba sierras (94), impacto
de un automóvil contra un tronco ubicado en el corredor cuya vi-
sualización se dificultada por la altura de las malezas que había en

(86) CNCiv., sala H, 26/2/2015, “Techera Cabrera, María Nela c. Maghrat, Agustín
Ovidio y otro s/daños y perjuicios”, RCyS, 2016-I-76.
(87) CNCom., sala F, 19/2/2015, “Palermo, Miguel Eduardo c. Asisst Card Argenti-
na SA y otros s/ordinario”, La Ley Online, AR/JUR/3883/2015.
(88) Juzg. 1ª Inst. Distrito Civ. y Com. 11ª Nom Rosario, 21/8/2014, “C., M. V. y otro
c. Hotel King’s SRL y otro s/daños y perjuicios”, DJ, 12/11/2014, p. 73.
(89) CCiv. y Com. San Isidro, sala I, 9/6/2010, “Fiz Néstor Raúl c. Camino Parque
del Buen Ayre”, RCyS, 2010-XII-112.
(90) CCiv. y Com. Mercedes, sala I, 1/8/2013, “Vallejos, Juan Gabriel c. Arnedillo,
Santiago s/daños y perjuicios”, RCyS, 2013-XI-167, y CNCiv., sala D, 27/9/2010, “Apa-
ricio, Ángel Fabián c. Grupo Concesionario del Oeste SA y otros”, RCyS, 2011-III-231.
(91) CNCiv., sala M, 24/8/2010, “Marcovich, Horacio Néstor c. Autopistas Urba-
nas SA”, La Ley Online, AR/JUR/51569/2010.
(92) CCiv., Com. y Lab. Gualeguaychú, 25/8/2010, “Castro, Jorge Fabián c. Empre-
sa Ciudad de Gualeguaychú SRL y otro”, La Ley Online, AR/JUR/75268/2010.
(93) CNCiv., sala J, 26/4/2011, “Berta, Roberto Héctor c. Covisur SA”, La Ley Online,
AR/JUR/16007/2011.
(94) CCiv. y Com. 5a Córdoba, 15/9/2014, “Pereyra, Franklin Antonio c. Empresa
Caminos de Las Sierras SA s/ordinario - daños y perj. - accidentes de tránsito - recur-
so de apelación”, LLC, 2014 (diciembre), p. 1270.

- 294 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

el lugar (95), motociclista que ingresó a la banquina para evitar un


choque y terminó colisionando con un rodado detenido por des-
perfectos técnicos (96), fallecimiento de persona golpeada con un
neumático que se desprendió de un automóvil que circulaba por el
lugar mientras se encontraba detenida en la banquina esperando
la reparación de su camión (97), entre otros) (98).
40. Reclamos contra supermercados y shoppings (caída por cie-
rre de una puerta automática (99), caída como consecuencia del uso
de la escalera mecánica del local (100), herida de bala por disparo
dentro del patio de comidas (101), hurto de una cartera —mediante
un arrebato— mientras la persona se encontraba comprando (102),
agresión con arma blanca en el baño de un patio de comidas (103),
asalto en playa de estacionamiento (104), lesiones por caída de placas
de yeso a la venta en una góndola (105), caída de un mueble sobre

(95) CNCiv., sala M, 11/11/2011, “Rufrano, Francisco José c. Vial 3 SA s/daños y


perjuicios”, RCyS, 2012-IV-125.
(96) CNCiv., sala H, 21/8/2014, “V., L. A. c. A., C. y otros s/daños y perjuicios (acc.
trán. c. les. o muerte)”, La Ley Online, AR/JUR/49768/2014.
(97) CNCiv., sala J, 18/5/2011, “Serkin, Mónica Susana y otros c. González,
Rubén E. y otro s/daños y perjuicios”, ED, del 18/7/2012, p. 4.
(98) En algún caso el reclamo se ha dirigido contra la empresa encargada de la re-
paración de la autopista y no contra la concesionaria de la misma. En el supuesto en
cuestión se condenó a aquélla por los daños que un tambor de señalización causó
a un automovilista al impactar sobre su rodado. Todo ello por existir una deficiente
protección en la obra que realizaba. CNCiv., sala B, 15/7/2014, “Y., E. c. Decavial SA y
otros s/daños y perjuicios”, La Ley Online, AR/JUR/42353/2014.
(99) SCJ Mendoza, sala I, 26/7/2002, “Bloise de Tucchi, Cristina Y. c. Supermerca-
do Makro SA”, LLGran Cuyo, 2002-726.
(100) CNCiv., sala F, 17/9/2003, “Torres, Erica F. c. Coto CICSA y otro”, LA LEY,
2004-A, 433.
(101) CCiv. y Com. Lomas de Zamora, sala II, 23/10/2003, “Carmona, Carlos A. c.
Alto Avellaneda Shopping Mall”, La Ley Online 70018035.
(102) CNCiv., sala H, 2/4/2004, “Abud, Horacio E. c. Carrefour Argentina SA”, RCyS,
2004-1051.
(103) CNCiv., sala D, 10/12/2009, “Pena, Claudio Leonardo c. Supermercados Hi-
permarc SA y otros”, JA, 2010-IV-36.
(104) CCiv. y Com. Rosario, sala I, 16/2/2010, “Gagliardi, Miguel Ángel c. Village
Cinemas SA”, JA, 2010-III-91, y CNCiv., sala C, 25/8/2010, “F., H. S. c. Carrefour SA y
otro”, RCyS, 2011-II-123.
(105) CCiv. Com. Minas Paz y Trib. 3a Mendoza, 9/6/2010, “Pérez Capelloza, Leo-
nardo Sebastián c. Cencosud SA”, RCyS, 2010-XI-229.

- 295 -
Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

la cabeza de una persona (106), robo de vehículo en playa de esta-


cionamiento (107), daños sufridos por una pelea dentro del estable-
cimiento (108), entre otros).
Como conclusión de toda la jurisprudencia citada (tanto de la
CSJN como de otros tribunales), debe señalarse que en todos estos
casos no se discute la existencia o no de un deber de seguridad en
cabeza de los proveedores, sino más bien el alcance de ese deber
de responder, el cual termina definiéndose sobre la base de dis-
tintos factores a tener en cuenta. Por ejemplo, la previsibilidad de
ocurrencia del daño, las medidas preventivas e informativas toma-
das por los proveedores para evitarlos, la intervención de terceros
por los cuales no se debe responder, la negligencia de la víctima, la
asunción de riesgos por parte de ésta, entre otros.
Tal como se señaló antes, un error del art. 5º, LDC, es disponer
que la violación del deber de seguridad sólo pueda producir daños a
la salud o la integridad física de las personas. La teleología correcta
de la norma incluye también los daños patrimoniales derivados del
incumplimiento de esa obligación. Así, jurisprudencialmente, se ha
condenado por el robo de vehículos en la playa de estacionamiento
de un shopping (109), la extracción indebida de dinero de la cuenta de
una persona a través de cajeros automáticos utilizando maniobras
fraudulentas o ardides (110) o extravío de una videofilmadora que ha-
bía sido entregada en un service para ser arreglada (111).

(106) CCiv. y Com. Jujuy, sala I, 19/2/2015, “Ruiz, María Mercedes c. Alberdi SA/
Empresa Comodín s/sumarísimo por protección y defensa del consumidor”, La Ley
Online, AR/JUR/4993/2015.
(107) Al solo título ejemplificativo, ver: CCiv. y Com. 1a Córdoba, 29/9/2010,
“HSBC-La Buenos Aires Seguros SA c. Hipermercado Libertad SA”, RCyS, 2011-III-230.
(108) SCJ Mendoza, sala I, 23/9/2013, “Cobos Daract, Carlos Raúl c. Open Moll SA
s/daños y perjuicios”, DJ, del 2/1/2014, p. 41.
(109) Ver, entre otros, CCiv. y Com. Quilmes, sala II, 17/3/2005, “Ruda, Adriana R.
c. Cencosud SA”, La Ley Online, 35001817; CNCiv., sala F, 17/5/2005, “López, Juan C.
c. COTO CICSA”, DJ, 2005-3-1011; CCiv. Com. y Garantías Penal Necochea, 2/3/2006,
“Arrate, José L. c. Supermercados Toledo SA”, LLBA, 2006-1236.
(110) Ver, por ejemplo, CNCom., sala D, 15/5/2008, “Bieniauskas, Carlos c. Banco
de la Ciudad de Buenos Aires”, LA LEY, 2008-D, 422, o CCiv. Com. Junín, 15/10/2009,
“Barni, Mauricio Oscar c. Banco Río de La Plata SA y otro”, RCyS, 2010-II-210, y CN-
Com., sala C, 22/12/2009, “De Santis, Ulises Manuel y otro c. Banco de la Ciudad de
Buenos Aires”, RCyS, 2010-IX-96.
(111) CCiv. Com. Minas Paz y Trib. 3a Mendoza, 5/8/2008, “Lorca, Alejandro c.
Prop. y/o resp. del fondo de comercio de Servicio Técnico Oficial Loconte”, LLGran
Cuyo, 2008 (octubre), p. 908.

- 296 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 5º, ley 24.240

10. Mecanismos de colaboración entre países para


impedir la circulación de productos inseguros

La normativa comunitaria europea ha previsto un sistema de


intercambio de información y situaciones de intervención rápida
(sistema RAPEX) (112) entre los países que componen la UE. Es un
sistema de alerta rápida sobre productos peligrosos que tiene como
finalidad evitar o restringir la comercialización o el uso de produc-
tos peligrosos para la vida o la salud de los consumidores. Abarca
todos los productos, excepto los alimenticios, farmacéuticos y mé-
dicos que se regulan por otros mecanismos.
A nivel Mercosur, existe algo que busca seguir la misma línea,
preceptuándose que cuando alguno de los Estados parte tome
conocimiento sobre la peligrosidad o nocividad de productos o
servicios, deberá informarlo a los demás Estados de manera inme-
diata (113). Esta obligación ha comenzado a corporizarse hace pocos
años mediante la resolución 1/2010 del Grupo Mercado Común. En
esta última norma se hacen algunas distinciones (114):
1. Si la peligrosidad o nocividad se basa en estudios o eva-
luaciones técnicas, la comunicación a los restantes Estados será
inmediata.
2. Si la peligrosidad o nocividad se basa en información brinda-
da por el fabricante, no hará falta la realización de estudios o eva-
luaciones técnicas y la comunicación a los otros Estados también
será inmediata.
3. Cuando se trate de investigaciones que se estén instruyendo
sobre productos peligrosos o nocivos, los Estados tendrán la facul-
tad y no la obligación de informar a los restantes Estados.
En los tres casos el Estado receptor puede evaluar la difusión de
la información que reciban (115).

(112) Arts. 11 a 13, directiva 2001/95/CE.


(113) Anexo, resolución 125/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(114) Art. 2º, resolución 1/2010, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(115) Art. 2º, resolución 1/2010, Grupo Mercado Común, Mercosur.

- 297 -
Art. 5º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Al igual que sucede en Europa, se pueden establecer mecanis-


mos de alerta específicos para determinados productos o servicios
que, en tal caso, no se regirían por la resolución 1/2010 (116).
Sin perjuicio de estos mecanismos en el ámbito del Mercosur, es
útil que se dé nacimiento a sistemas similares (de funcionamiento
adecuado) que conecten a las distintas provincias del país, optimi-
zando la cooperación entre ellas a los fines de un mejor control del
cumplimiento del deber de seguridad a cargo de los proveedores
de bienes y servicios radicados en la Argentina. Recuérdese que las
fallas u omisiones de control con relación a la seguridad de los pro-
ductos pueden hacer incurrir en responsabilidad al Estado (117).
Una regulación interesante relacionada con este tema la trae la
ley consumeril boliviana, en cuanto impide la puesta y circulación
en el mercado de productos que se encuentren suspendidos, prohi-
bidos o retirados en el país de origen por no resultar inocuos (art. 9.
II.b, ley 453/2013 de Bolivia).

(116) Art. 3º, resolución 1/2010, Grupo Mercado Común, Mercosur.


(117) Andorno, Luis O., “Fármacos. Deber de seguridad y prevención de daños”,
Revista de Derecho del Consumidor, vol. 5, Juris, Rosario, p. 37.

- 298 -
Cosas y servicios riesgosos

Art. 6º — (Art. 6º, Ley F-1884, DJA)


Las cosas y servicios, incluidos los servicios públi-
cos domiciliarios, cuya utilización pueda suponer un
riesgo para la salud o la integridad física de los con-
sumidores o usuarios, deben comercializarse obser-
vando los mecanismos, instrucciones y normas esta-
blecidas o razonables para garantizar su seguridad.
En tales casos debe entregarse un manual en idioma
nacional sobre el uso, la instalación y mantenimiento
de la cosa o servicio de que se trate y brindarle ade-
cuado asesoramiento. Igual obligación regirá en to-
dos los casos en que se trate de artículos importados,
siendo los sujetos anunciados en el artículo 4 respon-
sables del contenido de la traducción.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 42, CN.


2. Arts. 1757 y 1758, CCyCN.
3. Anexo, resolución 125/1996 (Grupo Mercado Común, Mer-
cosur).
4. Punto V.33, Directrices de Naciones Unidas sobre Protec-
ción del Consumidor del 22/12/2015.
5. Art. 10, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro de Defesa do
Consumidor).
6. Art. 49 bis, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los De-
rechos de los Consumidores).
- 299 -
Art. 6º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

7. Art. 12.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España que


aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementa-
rias (última revisión vigente: 3 de julio de 2015).

 Comentario

1. Consagración de un deber de seguridad agravado

El art. 6º establece un deber de seguridad agravado obligando


al proveedor a tomar medidas concretas y acciones positivas para
evitar daños a la salud o a la integridad física de los consumidores.
Al respecto no bastará con el mero cumplimiento de normas de
seguridad previamente establecidas por la autoridad estatal sino
que, además de ello, se deberán tomar todas aquellas medidas que
sean razonables para garantizar esa seguridad.
En un caso se condenó a la sociedad propietaria de un parque
de diversiones a indemnizar a un menor por la fractura de un bra-
zo al caer de un juego que simulaba una doma campestre. En la
sentencia se dijo que si por las características del juego “tarde o
temprano pierde el jinete, quien organiza el juego está llamado a
responder en la medida en que el daño no haya salido de su esfe-
ra de riesgo. Por tanto, las medidas de seguridad, por más eficaces
que parezcan, tienen un margen que excede las posibilidades de
control del hombre. De allí, con un criterio de estricta justicia, el
riesgo consiguiente no ha de ser absorbido por la víctima sino por
el empresario” (1).
El Estado debe actuar también con una especial diligencia para
detectar esas cosas y servicios riesgosos e imponer condiciones de
seguridad de carácter obligatorio a cumplir. De no llevarse adelan-
te con eficacia esa función, el propio Estado podría ser responsa-
ble también ante los consumidores por permitir la existencia en el
mercado de productos y servicios inseguros.

(1) CNCiv., sala M, 16/7/2015, “M., M. R. c. Parque de la Costa SA y otro s/daños y


perjuicios”, ED, 2/11/2015, p. 4, cit.

- 300 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 6º, ley 24.240

Lógicamente, tratándose de cosas o servicios riesgosos, ese de-


ber del proveedor será analizado con mayor estrictez que en otros
supuestos.
Bajo la vigencia del CCiv. anterior, Wajntraub (2) sostenía que el
art. 6º, LDC, no se refería a la obligación de seguridad al igual que
el art. 5º, LDC, sino que era la consagración de la teoría del riesgo
creado en el ámbito extracontractual, siendo un complemento del
art. 1113, CCiv., ya que introducía la noción de “servicio riesgoso”.
Con el régimen actual, la cuestión se torna superflua, pues la acti-
vidad riesgosa fue consagrada legalmente en los arts. 1757 y 1758,
CCyCN.
Sobre este punto cabe agregar a título informativo solamente
que en la normativa del Mercosur se encuentra una norma similar
a la que surge de la primera parte de este artículo (3).

2. Productos o servicios de alto riesgo

Los productos o servicios de alto riesgo representan un gran de-


safío para el Derecho del Consumidor, existiendo al respecto un
largo camino a desandar, sobre todo cuando se observa que su nú-
mero no deja de crecer.
El Código brasileño, por ejemplo, prohíbe directamente a los
proveedores volcar en el mercado productos o servicios de alto
grado de nocividad o peligro para la salud o la seguridad. Ello en
la medida de que conozca o deba conocer dicha circunstancia
(art. 10, CDC).
En Chile está regulada la comercialización de videojuegos es-
tableciéndose un deber de información específico de manera que
el consumidor conozca el nivel de violencia contenido en ellos. In-

(2) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 86.
(3) Anexo, resolución 125/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur: “III. Todos los
bienes y servicios, cuya utilización pueda suponer un riesgo, de aquellos considera-
dos normales y previsibles por su naturaleza y utilización, para la salud o la integri-
dad física de los consumidores o usuarios deben comercializarse observando las nor-
mas establecidas o razonables para garantizar la seguridad de los mismos”.

- 301 -
Art. 6º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cluso está prohibida la comercialización de aquellos que no sean


recomendados para menores de edad (4).
Esto contrasta con alguna jurisprudencia en donde, cuando se
trata de servicios riesgosos destinados a niños (por ejemplo, juegos
infantiles que pueden producir daños como los toboganes en los
“peloteros” de ciertos locales gastronómicos), se tiende a repartir
la responsabilidad entre el proveedor (por la violación del deber de
seguridad) y los padres del menor damnificado (por la falta de vi-
gilancia del niño) (5).
No es una idea saludable, pues se termina diluyendo el deber de
seguridad en supuestos en los cuales, precisamente, es donde más
falta hace su debida observancia.
En cambio, el fenómeno del cumplimiento del deber de segu-
ridad sobre cosas o servicios riesgosos ha sido mejor interpretado
en el caso de una explosión en un baño a causa de un escape de
gas, en donde se hizo lugar al reclamo del inquilino de un inmue-
ble condenándose a la empresa proveedora del servicio de gas. Los
jueces explicaron allí que, aun cuando se hubiese acreditado que
la pérdida ocurrió debido a que un vecino, al intentar destapar la
cámara cloacal rompió el caño de distribución, la empresa presta-
taria debía responder por haber incumplido con el deber de vigi-
lancia y protección que tiene a su cargo, permitiendo la instalación
próxima a la red de otras cañerías, obviando realizar inspecciones
permanentes a efecto de detectar cambios en la topografía que pu-
dieran afectar la red de distribución (6).
En España, por su parte, se establece un deber de información
calificado también, disponiéndose que “los productos químicos y
todos los artículos que en su composición lleven sustancias clasi-
ficadas como peligrosas deberán ir envasados con las debidas ga-

(4) Art. 49 bis, ley 19.496 de Chile.


(5) CNCiv., sala K, 29/12/2005, “Rico, Roberto y otro c. Arcos Dorados y otro”, DJ,
17/5/2006, p. 163.
(6) En el voto en disidencia se recalcó, en cambio, que la instalación no había
sido realizada por la empresa sino por terceros en violación a normas municipales.
CCiv. y Com. Necochea, 5/2/2009, “Quipildor, Waldo Jesús c. Duport, Luis y otros”, DJ,
19/8/2009, p. 2350.

- 302 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 6º, ley 24.240

rantías de seguridad y llevar de forma visible las oportunas indica-


ciones que adviertan el riesgo de su manipulación” (7).

3. Cosas y servicios riesgosos.


Servicios públicos domiciliarios

En principio, todos los bienes y servicios pueden ser riesgo-


sos cuando no existe debida información sobre su consumo o uso
adecuado (8).
Sin perjuicio de esto, resulta claro que existen cosas y servicios
que tienen mayor aptitud para producir daños (la energía eléctrica
o el gas, por ejemplo).
Existen otros servicios que incrementan su carácter riesgoso
bajo determinados contextos. Así, en un fallo de la CSJN, el voto
del juez Adolfo Vázquez puso de resalto que la decisión unilateral
de una empresa de medicina prepaga de interrumpir la cobertura
médica brindada a un portador asintomático de HIV, no obstante
la regularidad en el pago de la cuota y el peligro que ello suponía
para su integridad psicofísica, vulneraba el art. 6º, LDC, si se tenía
en cuenta que este precepto disponía que los servicios cuya utili-
zación pueda suponer un riesgo para la salud o integridad física de
consumidores o usuarios debían comercializarse observando me-
canismos idóneos para garantizar su seguridad (9).
Por otra parte, llama la atención la inclusión expresa de los ser-
vicios públicos domiciliarios que hace la LDC, puesto que no todos
ellos tienen un alto potencial dañoso (cuesta imaginar, por ejem-
plo, el riesgo que implica el uso de una línea de telefonía fija).
Se trata de algo superfluo que sólo termina generando confu-
siones, pues podría hacer creer que los servicios públicos domici-
liarios son siempre riesgosos y por ello se incluyen en el art. 6º.
Aun si no existiera la aclaración, la energía eléctrica o el servicio
de gas domiciliario estarían incluidos en la previsión de este pre-
cepto por ser cosas o servicios riesgosos.

(7) Art. 12.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.


(8) Farina, Juan M., cit., p. 194.
(9) CSJN, 13/3/2001, “E., R. E. c. Omint SA de Servicios”, Fallos: 324:67, cit.

- 303 -
Art. 6º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

4. Observancia de mecanismos, instrucciones


y normas establecidas o razonables para
garantizar la seguridad de lo comercializado

López Herrera (10) considera que el uso de la palabra “razonable”


en el art. 6º, LDC, pareciera dar algún tipo de cabida a los “riesgos
del desarrollo”, los cuales a primera vista no aparecen regulados en
nuestro país. Así, se pregunta: “¿cuándo una precaución es razona-
ble y cuándo no? ¿Es razonable pretender que una persona prevea
lo imprevisible al momento de lanzar el producto al mercado? Y si
no es razonable, ¿no estamos ante un riesgo de desarrollo?”.
Si bien los riesgos del desarrollo no están regulados en la LDC
de manera expresa, aquí pareciera existir algún embrión de re-
gulación. Ante una hipótesis de daños derivados de los llamados
riesgos del desarrollo, el proveedor podría fundar su defensa en el
hecho de que al momento de producir determinado bien o prestar
un servicio no era razonable suponer que ellos serían un peligro
para la salud o la integridad física.
Ahora bien. El Estado está obligado internacionalmente a revi-
sar periódicamente sus normas especiales sobre seguridad en los
productos y servicios, razón por la cual debe seguir de cerca los
avances científicos que permitan descubrir la existencia de riesgos
desconocidos hasta el momento (11).

5. ¿Cuál es el nivel de diligencia que se requiere


en el consumidor?

Un tema realmente controversial es discernir cuál es el nivel de


diligencia que se espera de un consumidor.
Si bien es complejo tener una respuesta, no puede ser similar al
que se exija a quien se vincula a otro sujeto mediante una relación
paritaria. Menos aún cuando se esté ante subconsumidores.
Cierta jurisprudencia ha entrado en el análisis de este intrinca-
do tema en casos concretos.

(10) López Herrera, Edgardo, Manual…, cit., p. 619.


(11) Punto V.33, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Consu-
midor de 2015.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 6º, ley 24.240

Así, en un reciente precedente (12) se resolvió que el consumidor


era responsable en un 30% de los perjuicios sufridos por la explo-
sión de una garrafa en su hogar, pues se razonó que incumplió con
la normativa que establecía que el tubo de gas debía colocarse en
lugares bien ventilados (se trataba de una resolución dictada por la
Secretaría de Energía).
En el fallo se expresa: “no desconozco que estas instalaciones
impropias o inadecuadas suelen presentarse con regularidad, pero
tal asiduidad no puede justificarlas. Muy por el contrario, debe
cuestionárselas precisamente para que lo irregular no se convierta
en una regla aceptable”.
En la nota autoral a éste se señala acertadamente que el pro-
ducto debe elaborarse teniendo presente el uso previsible del con-
sumidor, “incluyendo no sólo los usos normales o apropiados sino
también aquéllos no habituales pero previsibles dentro de una ra-
zonabilidad objetiva, de tal modo que deben quedar excluidos los
usos completamente irracionales” (13).
También en otro caso se rechazó la acción contra una empresa
fabricante de aromatizantes de ambientes en aerosol por los daños
producidos a una mujer y su hijo como consecuencia de la explo-
sión de uno de sus envases, pues no se observaron defectos en su
fabricación o materiales defectuosos, y se señaló que no podía sos-
layarse que el modo y lugar en el que se hallaba el producto (en el
piso de un baño en el que se encontraba una olla de agua hervida
para que el menor se realizara nebulizaciones) potenció su riesgo
porque contravenían las precauciones de su uso (14).
Por último, en el supuesto de la explosión de un sifón de soda,
se rechazó la demanda argumentándose que no se demostró que
se haya originado en el defecto o vicio de la cosa sino que se habría
producido por su manipulación por parte del consumidor (15).

(12) CNCiv., sala C, 1/7/2014, “S., M. Á. y otros c. Repsol YPF Gas SA s/daños y per-
juicios”, LA LEY, del 3/11/2014, p. 6.
(13) Dell’Oca, Gastón, “Responsabilidad del fabricante de garrafas”, LA LEY, del
3/11/2014, p. 7.
(14) CNCiv., sala F, 29/4/2014, “M., M. Á. y otros c. Clorox Argentina SA y otro s/
daños y perjuicios”, LA LEY, 2014-D, 477.
(15) CNCiv., sala C, 1/6/2004, “Roncelli, Eduardo c. Aguas Danone de Argentina
SA y otro”, JA, 2004-IV-401.

- 305 -
Art. 6º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

6. Entrega de manual de instrucciones


de uso en idioma nacional

Se ha sostenido que la entrega del manual debe ir acompañada


también por el asesoramiento necesario otorgado por el proveedor
para facilitar la comprensión de dicho instrumento. No obstante,
dicha interpretación extensiva no puede llegar al punto de desna-
turalizar la obligación (16).

7. Artículos importados. Responsabilidad


por el contenido de la traducción de los manuales

Siendo la obligación de entrega de un manual en idioma nacio-


nal una manifestación particular del deber de información previs-
to en el art. 4º, LDC, resulta natural que los sujetos a cargo de este
último respondan ante el consumidor por los daños derivados de la
traducción errónea del manual cuando se trate de productos pro-
venientes de otro país de habla no hispana.
La falta de existencia de un manual en idioma nacional o su tra-
ducción errónea ante productos importados constituye una infrac-
ción formal a la LDC pasible de sanciones, aun cuando no se haya
producido perjuicio a consumidor alguno.

(16) Farina, Juan M., cit., p. 197.

- 306 -
CAPÍTULO III
Condiciones de la oferta y venta

Oferta
Art. 7º — (Art. 7º, Ley F-1884, DJA)
La oferta dirigida a consumidores potenciales inde-
terminados, obliga a quien la emite durante el tiempo
en que se realice, debiendo contener la fecha precisa
de comienzo y de finalización, así como también sus
modalidades, condiciones o limitaciones.
La revocación de la oferta hecha pública es eficaz
una vez que haya sido difundida por medios similares
a los empleados para hacerla conocer.
La no efectivización de la oferta será considerada
negativa o restricción injustificada de venta, pasible
de las sanciones previstas en el artículo 47 de esta ley.
(Último párrafo incorporado por art. 5º de la ley
26.361 - BO 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Arts. 973 y 1108 CCyCN


2. Ley 25.156 (Defensa de la Competencia, ley K-2338, DJA).
3. Ley 22.802 (Lealtad Comercial, ley F-1368, DJA).
4. Art. 7º, Decreto reglamentario 1798/1994.
5. Decreto 2312/2002.
6. Art. 1º, Resolución 52/2002 (Secretaría de la Competencia, la
Desregulación y la Defensa del Consumidor).
- 307 -
Art. 7º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

7. Art. 1.g, Resolución 34/2011 (Grupo Mercado Común, Mer-


cosur).
8. Art. 34.f, Ley 453/2013 de Bolivia (Ley General de los dere-
chos de las usuarias y los usuarios y de las consumidoras y
los consumidores).

 Comentario

1. La oferta individual y la dirigida


a público indeterminado

Bien señala Lorenzetti (1) que en el Derecho del Consumidor “el


problema es regular la oferta, la publicidad, y la información, antes
que la negociación”. Lo que se busca tutelar “es la confianza del
consumidor en la oferta pública que hace el empresario, y no la ne-
gociación competitiva”.
La realidad demuestra que la economía de mercado sólo puede
funcionar bajo un sistema de ofertas masivas de bienes y servicios
lanzadas de manera indiscriminada al público, sin perjuicio de que
en casos puntuales se eche mano a la oferta de carácter individual.
Teniendo presente esto, la LDC le dedica particular aten-
ción a esas ofertas al público en general y las trata de encuadrar
jurídicamente de una manera que no afecte los intereses de los
consumidores.
Por lo demás, la oferta, independientemente de que sea indivi-
dual o dirigida a público indeterminado, tiene siempre como lógi-
co efecto ser vinculante para el proveedor.
También la normativa del Mercosur ha definido a la oferta vin-
culante como “ofrecimiento determinado o precisión publicitaria,
efectuada a consumidor indeterminado por parte de un proveedor,
relacionada con la provisión de un producto o suministro de un
servicio” (2).

(1) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 157.


(2) Art. 1.g, resolución 34/2011, Grupo Mercado Común, Mercosur.

- 308 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 7º, ley 24.240

2. La oferta por medios electrónicos

El CCyCN trae como novedad la regulación de las ofertas a con-


sumidores realizadas por medios electrónicos.
Respecto de ellas señala que estarán vigentes durante el perío-
do que fije el proveedor. Si es que no se fija dicho plazo, lo estarán
mientras permanezcan accesibles al destinatario (3). Así, por ejem-
plo, si las mismas permanecen en el portal web del proveedor por
un “olvido” suyo, no se podrá alegar que perdió vigencia (4).

3. La invitación a ofertar

El art. 973, CCyCN, expresa que “la oferta dirigida a personas


indeterminadas es considerada como invitación para que hagan
ofertas, excepto que de sus términos o de las circunstancias de su
emisión resulte la intención de contratar del oferente. En este caso,
se la entiende emitida por el tiempo y en las condiciones admitidas
por los usos”.
Existen autores que han planteado que los proveedores pue-
den evadir lo dispuesto en los arts. 7º y 8º, LDC, aclarando en sus
anuncios publicitarios que no realizan ofertas sino “invitaciones a
contratar”. Agregan que si el proveedor no ofertó no puede ser con-
siderado un “oferente” y, por lo tanto, no sería el sujeto destinata-
rio de las obligaciones previstas en dichas normas. Si bien aclaran
que no están de acuerdo con esa interpretación consideran que la
defectuosa técnica legislativa empleada permitiría razonar de esa
manera. Afirman que el legislador no debería haber utilizado el
vocablo “oferente”, sino términos que permitan dejar incluidos de
manera clara a los simples anuncios o a dichas invitaciones. Re-
cuerdan que una posible y parcial solución sería recurrir al art. 19,
LDC, el cual se refiere no sólo a servicios ofrecidos o convenidos
sino también a aquellos “publicitados” aunque no constituyen una
oferta (5).

(3) Art. 1108, CCyCN.


(4) Lorenzetti expresa que los contenidos de un sitio web pueden constituir ofer-
ta en los términos de la LDC. Lorenzetti, Ricardo L., Comercio electrónico…, cit.,
p. 187.
(5) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 61.

- 309 -
Art. 7º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Los proveedores que incurran en esa conducta podrían ser acu-


sados de incurrir en prácticas comerciales abusivas, pues a un con-
sumidor le resultará muy difícil distinguir ese tecnicismo jurídico
y saber cuándo se le está ofertando algo y cuándo no.
Según Farina (6), los anuncios de los proveedores que no llegan
a constituir ofertas (por carecer, por ejemplo, de la mención referi-
da al precio) generan obligaciones frente a los consumidores, pues
se trata de “una comunicación de voluntad constitutiva de un ne-
gocio jurídico unilateral (promesa al público) y, por tanto, inme-
diatamente creadora de una situación jurídica vinculante para el
promitente”. Ello porque “ese anuncio puede incidir o determinar
la conducta ajena”.
Esta situación es distinta a otra que se puede plantear con cierta
frecuencia en la práctica: aquella en la cual no queda acreditada la
aceptación de la oferta por parte del consumidor (7). Es decir, cuan-
do el contrato no llega a perfeccionarse o bien, cuando no puede
probarse ello.

4. Plazo de duración de la oferta. Excepción

El art. 7º, LDC, obliga a fijar las fechas de inicio y fin de las ofer-
tas. Pero además, ello debe ser informado de manera precisa. Por
esta razón no se podrán admitir plazos o fechas que se presten a
confusión, expresando, v.gr., que la oferta durará “todo el verano”.
Sabido es que, si bien el almanaque marca con precisión cuándo
inicia y cuándo termina éste, culturalmente (sobre todo en los lu-
gares en donde las temperaturas son muy elevadas durante gran
parte del año) el ciudadano común suele creer que esa temporada
es más larga de lo que realmente marca el calendario.

(6) Farina, Juan M., cit., p. 213.


(7) Esto sucedió en un caso en donde se rechazó una demanda contra una em-
presa automotriz. Se buscaba obligar a ésta a venderle al actor vehículos nuevos, en
los términos y condiciones que surgían de una publicidad gráfica. El reclamo no fue
acogido por no existir elementos que acrediten que el accionante aceptó la oferta
efectuada mediante el aviso publicitario. Explicaron allí los jueces que la aceptación
no debía ser confundida con la mera averiguación por parte del posible comprador.
CNCom., sala B, 30/10/2015, “Milgron, Nicolás Martín c. General Motors de Argenti-
na SRL s/ordinario”, La Ley Online, AR/JUR/54080/2015, cit.

- 310 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 7º, ley 24.240

Por otra parte, aun cuando la oferta inicial haya previsto una
fecha final, si con posterioridad a esta última aquélla se sigue emi-
tiendo, no sólo conservará validez sino que obligará al proveedor
frente a los consumidores. Esto suele ocurrir con las ofertas que se
difunden en páginas web de empresas o que se envían por e-mail a
los consumidores.
Sin perjuicio de lo dicho, el dec. 1798/1994, en un claro exceso
reglamentario, permite a ciertos proveedores omitir las fechas de
comienzo y finalización de la oferta de bienes y servicios.
Ello sucederá cuando esa oferta sea realizada en el lugar donde
aquéllos se comercializan (8).
Alguna jurisprudencia ha flexibilizado la obligación que surge
del art. 7º, LDC, revocando la multa impuesta a un proveedor por
no indicar en la publicidad cuándo comenzaba a regir la oferta. Se
razonó que debía interpretarse que ello ocurría a partir del día de
publicación del aviso (9).

5. Modalidades, condiciones y limitaciones


de la oferta

La LDC busca que la oferta tienda hacia la completitividad. Es


por ello que obliga que en ella se indique sus modalidades, condi-
ciones y limitaciones.
Sobre las limitaciones, el art. 7º del dec. 1798/1994, si bien per-
mite aquellas de carácter cuantitativo, exige que se informe la can-
tidad disponible. De no cumplirse esto, no se podrá invocar falta de
stock para no cumplir la oferta.
Se puede recordar una sanción confirmada por la justicia con-
tra una empresa aérea por haberse efectuado ofertas de viajes a
diferentes destinos consignando la existencia de un cupo limi-
tado de plazas, sin especificar la cantidad de productos disponi-
bles para cada una de esas ofertas. En ese fallo se expresó que el
dec. 1798/1994, al exigir informar cuál es la cantidad de plazas dis-
ponibles cuando se trata de un cupo limitado de ofertas, no excede

(8) Art. 7º, dec. regl. 1798/1994.


(9) CNCont. Adm. Fed, sala III, 25/6/2010, “Moltomax SRL c. DNCI-Disp. 750/08”,
La Ley Online, AR/JUR/28875/2010.

- 311 -
Art. 7º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

ni vulnera el espíritu de la norma que reglamenta, pues se limita a


detallar o explicar la forma en que debe realizarse la oferta cuando
existe una limitación cuantitativa referida por la ley, con el fin de
evitar engaños y de que quede, por el contrario, bien determinado
que la oferta está sometida a limitaciones (10).
En otro caso se impuso una multa a un supermercado con fun-
damento en que, al publicarse las ofertas, se omitió aclarar la can-
tidad de productos con que se contaba para hacer frente a ella, no
obstante que dichos avisos contenían la frase “o hasta agotar stock”.
Se razonó que esa aclaración resultaba insuficiente para evitar la
frustración a priori de las expectativas de consumo de los particu-
lares que se ven movilizados por la difusión de la oferta (11).
Una disposición que merece ser tenida en cuenta es el art. 1º
de la resolución 52/2002 (12) de la por entonces llamada Secretaría
de la Competencia, la Desregulación y la Defensa del Consumidor.
En ese precepto se establece que “los proveedores de productos y
servicios que por cualquier medio hayan informado el precio de
los mismos, podrán comercializarlos por importes menores, sin
que ello configure incumplimiento de las previsiones de las le-
yes 22.802 y 24.240 y sus reglamentaciones”.
Conforme surge de los considerandos de la citada resolución, es
importante aclarar que esta norma fue dictada como consecuencia
del dec. 2312/2002, que establecía una reducción en la alícuota del
Impuesto al Valor Agregado (IVA), con la lógica consecuencia de
que ello produciría una disminución en los precios de los bienes en
los mercados, aun cuando ellos ya hayan sido informados por sus
proveedores.
Aun cuando los considerandos de una norma no forman parte
de ella, la excepción sólo aplicaría para dicha situación de coyun-
tura. Fuera de ese caso, se podría producir una infracción formal
a la LDC y, eventualmente, una violación de Ley de Defensa de la
Competencia. Por lo demás, nótese que la ley 25.156 no es nombra-

(10) CNCont. Adm. Fed., sala V, 28/9/2005, “Aerolíneas Argentina SA c. Dirección


Nacional de Comercio Interior”, La Ley Online, AR/JUR/6115/2005.
(11) CNCont. Adm. Fed., sala III, 20/2/2007, “Carrefour Argentina SA c. Dirección
Nacional de Comercio Interior”, La Ley Online, AR/JUR/2235/2007.
(12) Publicada en el BO en fecha 20/11/2002.

- 312 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 7º, ley 24.240

da junto a la LDC ni a la Ley de Lealtad Comercial en el texto del


art. 1º de la resolución citada.

6. Revocación de la oferta pública

La LDC se propone la finalidad de que, cuando un proveedor


desea revocar la oferta pública oportunamente lanzada al merca-
do, el universo de consumidores al cual llegó esta última tome co-
nocimiento también de la revocación aludida. Es por ello que sólo
le dará eficacia cuando haya sido difundida por medios similares a
los empleados para hacerla conocer.
Esta disposición puede representar un problema para aquellas
ofertas lanzadas dentro de campañas publicitarias de gran alcan-
ce, pues para revocarlas se deberá incurrir en gastos considerables.
Por lo demás, según Farina (13), la revocación no será válida
cuando se la intente hacer valer frente a un consumidor en un
caso particular o de un grupo de personas con base en una actitud
discriminatoria.

7. No efectivización de la oferta

Como primera observación, cabe señalar que el texto legal ado-


lece de defectos, ya que habla sólo de negativa de venta cuando los
contratos de consumo pueden ser de muy diversa índole (14).
Mosset Iturraspe (15) encuadra en este supuesto a los casos en los
cuales el proveedor, pudiendo hacer efectiva una oferta determina-
da, concretándola o expresándola, no lo hace y guarda silencio. En
otras palabras, el precepto legal “alcanza al proveedor que pudien-
do disponer de bienes o servicios y habiendo efectuado publicidad
de los mismos, no concreta luego la oferta”. Esto porque lo que se
tutela es la confianza del consumidor y sus razonables expectati-
vas evitando su defraudación. Considera este autor que no sería de
aplicación cuando el proveedor, por cualquier razón, sin que haya
habido publicidad previa, “demora o calla la oferta de bienes o ser-

(13) Farina, Juan M., cit., p. 211.


(14) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 72.
(15) Mosset Iturraspe, Jorge, “Análisis introductorio”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 22.

- 313 -
Art. 7º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

vicios”. Aclara, no obstante, que esto excepcionalmente podría ser


sancionado en épocas de emergencia o gran escasez, mas no en
situaciones normales.
Wajntraub (16) por su parte señala que para efectivizar la oferta,
el proveedor debe cumplir con lo que ha propuesto públicamente.
Con buen criterio, se ha dicho que cuando no se efectiviza la
oferta existe ya, en realidad, un incumplimiento contractual, pues
el consumidor, al haber aceptado la oferta perfecciona el vínculo (17).
Es importante destacar que la no efectivización de la oferta en
algunos casos puede no llegar a ser una negativa de venta sino sólo
una restricción. Esto sucederá, por ejemplo, cuando el consumidor
pueda comprar lo que desea, pero no en la cantidad deseada. Por
supuesto que a los fines de la graduación de la sanción a aplicar no
será indistinto que se configure negativa a que exista restricción.
Naturalmente no se estará ante un acto ilícito si la limitación o tope
en la cantidad de productos que se pueden comprar tiene origen en
una norma (esto es frecuente en períodos de desabastecimiento de
determinados bienes, sobre todo de primera necesidad). Sobre este
punto es interesante señalar que la ley consumeril boliviana obli-
ga a las entidades financieras a informar por escrito las razones de
la denegación del crédito solicitado por el consumidor (art. 34.f, ley
453/2013). Se trata de una disposición muy emparentada con la pre-
vista en el art. 1387, segundo párrafo, CCyCN que enseguida se verá.

8. No efectivización de la oferta remitida


por medios electrónicos

El CCyCN expresa que cuando el proveedor utiliza el meca-


nismo de las ofertas por medios electrónicos se encuentra obli-
gado a confirmar por la misma vía y sin demora la llegada de la
aceptación (18).
De no cumplirse esto, se podría configurar una negativa injus-
tificada a contratar, que podría ser objeto de las sanciones previs-
tas en la LDC.

(16) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 93.
(17) Tinti, Guillermo P. - Calderón, Maximiliano R., cit., p. 56.
(18) Art. 1108, in fine, CCyCN.

- 314 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 7º, ley 24.240

9. Oferta con contenidos contradictorios.


Interpretación

El dec. 1798/1994 dispone que, cuando en una oferta se hubie-


sen incluido precisiones contradictorias, se estará siempre a la in-
terpretación más favorable al consumidor o usuario.
Es una nueva manifestación del principio in dubio pro
consumatore.

10. Consecuencias de la falta de cumplimiento


de la oferta

La falta de cumplimiento de la oferta, una vez que está acepta-


da, implica una violación al contenido del contrato de consumo.
Si bien el art. 10 bis, LDC, se ocupa de regular cuáles son las
opciones que tiene a disposición el consumidor cuando el provee-
dor incumple un contrato de consumo, el dec. 1798/1994 innecesa-
riamente se refiere también a ello disponiendo que el consumidor
puede ejercer alternativamente tres opciones:
1. Exigir el cumplimiento forzado de la obligación, siempre que
el incumplimiento no obedezca a caso fortuito o fuerza mayor no
imputable al proveedor.
2. Aceptar otro producto o prestación de servicio equivalente.
3. Rescindir el contrato con derecho a la restitución de lo paga-
do y al resarcimiento por daños y perjuicios.
Analizadas las tres opciones, se ve que ellas no se corresponden
estrictamente con las previstas en el art. 10 bis, LDC. Lógicamente,
deben primar las establecidas en este último, ya que surgen de una
norma con jerarquía superior.
Así en la opción prevista en el punto 1, el art. 10 bis, LDC, no
hace ninguna clase de mención al caso fortuito o fuerza mayor, li-
mitándose a decir que el cumplimiento forzado de la obligación se
podrá efectuar siempre y cuando ello fuere posible.
En el punto 2 no existen diferencias.
Ellas aparecen nuevamente en la opción que surge del punto 3
de este apartado. Al respecto, el art. 10 bis, LDC, ordena tener en
- 315 -
Art. 7º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cuenta los efectos ya producidos del contrato, considerando la in-


tegridad de éste a los fines de su rescisión con derecho a restitución
de lo pagado y resarcimiento por daños. Esa aclaración no surge
del texto del art. 7º del dec. 1798/1994.

- 316 -
Efectos de la publicidad
Art. 8º — (Art. 8º, Ley F-1884, DJA) (1)
Las precisiones formuladas en la publicidad o en
anuncios, prospectos, circulares u otros medios de
difusión se tienen por incluidas en el contrato con el
consumidor y obligan al oferente.
En los casos en que las ofertas de bienes y servicios
se realicen mediante el sistema de compras telefóni-
cas, por catálogos o por correos, publicados por cual-
quier medio de comunicación, deberá figurar el nom-
bre, domicilio y número de CUIT del oferente.
Texto según el Código Civil y Comercial de la Nación
(punto 3.2, Anexo II, ley 26.994)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Arts. 1101 a 1103, 1710 a 1713 y 1807 a 1809, CCyCN.


2. Art. 8º, decreto reglamentario 1798/1994.
3. Arts. 4º, 59, 61 y 81, ley 26.522 (Servicios de Comunicación
Audiovisual, ley I-3128 DJA).
4. Ley 24.806 (Servicios de educación privada, ley AED-2166, DJA).
5. Art. 9º, ley 22.802 (Lealtad Comercial, ley F-1368, DJA).
6. Art. 19, ley 16.463 (Medicamentos, ley ASA-0612, DJA).

(1) El texto incluido en el DJA era el que tenía vigencia con anterioridad a la san-
ción de la ley 26.994 (“Artículo 8º: Efectos de la publicidad. Las precisiones formula-
das en la publicidad o en anuncios prospectos, circulares u otros medios de difusión
obligan al oferente y se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor. En los
casos en que las ofertas de bienes y servicios se realicen mediante el sistema de com-
pras telefónicas, por catálogos o por correos, publicados por cualquier medio de co-
municación, deberá figurar el nombre, domicilio y número de CUIT del oferente”).

- 317 -
Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

7. Arts. 1º, 2º, 4º y 5º, resolución 45/2006 (Grupo Mercado Co-


mún, Mercosur).
8. Art. 3º y Anexo, resolución 126/1996 (Grupo Mercado Co-
mún, Mercosur).
9. Punto V.31, Directrices de Naciones Unidas sobre Protección
del Consumidor del 22/12/2015.
10. Arts. 36 y 37.2, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro de Defesa
do Consumidor).
11. Arts. 30 y 32, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consumidor).
12. Art. 2º, ley 2000-21 de Ecuador (Ley Orgánica de Defensa del
Consumidor).
13. Art. 37, ley 1334 de Paraguay (Ley de Defensa del Consumi-
dor y del Usuario).
14. Arts. 13 y 16, ley 29.571 de Perú (Código de Protección y De-
fensa del Consumidor).
15. Art. 2º, directiva 2009/22/CE sobre acciones de cesación en
materia de protección de los intereses de los consumidores.
16. Arts. 2.a, 2.b, 3º y 4º, directiva 2006/114/CE sobre Publicidad
engañosa y publicidad comparativa.
17. Art. 10, directiva 2005/29/CE sobre Prácticas comerciales
desleales de las empresas en sus relaciones con los consu-
midores en el mercado interior.
18. Art. 53, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España que
aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementa-
rias (última revisión vigente: 3 de julio de 2015).
19. Arts. 27 bis, 29, 30.1 y 31, Codice del Consumo de Italia (De-
creto Legislativo 206/2005).

 Comentario

1. ¿Doble regulación del efecto de la publicidad?

Cabe aclarar al lector que el art. 8º, LDC, referido a los efectos de
la publicidad, ha sido sustituido por el punto 3.2 del anexo II de la
ley 26.994 que sancionó el CCyCN.
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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

Se trata, en realidad, de una sustitución innecesaria, ya que el


texto legal es prácticamente idéntico con la única diferencia de
que se cambia el orden de las expresiones contenidas en la parte
final del párrafo primero de ambos textos (“obligan al oferente y se
tienen por incluidas en el contrato con el consumidor” versus “se
tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al
oferente”). La insignificancia de la modificación normativa no pro-
duce ningún cambio jurídico.

2. La publicidad

La publicidad es un elemento indispensable en la economía de


mercado para la colocación masiva de productos y servicios entre
los consumidores.
A pesar de su dinámica y de las variaciones que ha evidenciado
a lo largo de los años, es un desafío permanente del derecho regu-
larla de modo tal que no impacte de modo negativo en sus destina-
tarios (en este caso, los consumidores y usuarios finales de bienes
y servicios).
Fundamentalmente, interesará abordar los efectos de la publi-
cidad lícita, pero también identificar todos aquellos supuestos en
los cuales ella se aparta de las normas legales (publicidad prohibi-
da), aunque se comenzará por esto último.
Cabe destacar que la LDC no conceptualiza a la publicidad de
manera general (2) y tampoco define a aquella de carácter prohibido
o ilegal. Menos aún a ninguno de sus subtipos (3).

(2) La publicidad sí está definida, en cambio, en la ley 26.522 aunque sólo para el
campo de los servicios de comunicación audiovisuales (art. 4º: “Publicidad: Toda for-
ma de mensaje que se emite en un servicio de comunicación audiovisual a cambio
de una remuneración o contraprestación similar, o bien con fines de autopromoción,
por parte de una empresa pública o privada o de una persona física en relación con
una actividad comercial industrial, artesanal o profesional con objeto de promocio-
nar, a cambio de una remuneración, el suministro de bienes o prestación de servicios,
incluidos bienes, inmuebles, derechos y obligaciones”). También conceptualiza a la
publicidad no tradicional (PNT) en el mismo precepto (“Toda forma de comunica-
ción comercial audiovisual consistente en incluir o referirse a un producto, servicio o
marca comercial de manera que figure en un programa, a cambio de una remunera-
ción o contraprestación similar”).
(3) La ley 26.522 alude a algunos tipos de publicidad prohibida (por ejemplo, la
subliminal en el art. 81.f y la abusiva en el art. 81.h e i.).

- 319 -
Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Al solo título informativo se puede expresar que la directiva


comunitaria europea 2006/114/CE del 12/12/2006, al ocuparse del
tema, ha decidido definir, de modo general, a la publicidad como
“toda forma de comunicación realizada en el marco de una activi-
dad comercial, industrial, artesanal o liberal con el fin de promo-
ver el suministro de bienes o la prestación de servicios, incluidos
los bienes inmuebles, los derechos y las obligaciones” (4). A ello sólo
se agregará que la publicidad no tiene siempre presente ese obje-
tivo de manera tan manifiesta ya que, en ciertos casos, se ha visto
que se busca, por ejemplo, incrementar la reputación social posi-
tiva de una empresa sin intentar vender un producto o servicio en
concreto. Esto es lo que sucede, v.gr., con la difusión de campañas
solidarias que los proveedores efectúan en el marco de su respon-
sabilidad social empresaria. La publicidad relacionada con estas
cuestiones apunta, si se quiere, a un más largo plazo.
También, a nivel Mercosur, existe una regulación de la publici-
dad engañosa y la comparativa como más adelante se observará.

3. Clases de publicidad prohibida

Se pueden distinguir diversos casos de publicidad contraria a


las leyes. Allí se encuentran la publicidad engañosa y la abusiva.
Por su parte, la llamada publicidad comparativa puede ser lícita
pero bajo ciertas condiciones.

3.1. Publicidad engañosa

El autor australiano David Harland correctamente advierte,


respecto de este tipo de publicidad, que la experiencia demuestra
que “las fuerzas del mercado y las obligaciones legales generales
son insuficientes, por sí solas, para corregir las formas de decep-
ción en el mercado” (5).
Sin perjuicio de ello, las regulaciones legales sobre el tema son
necesarias, aunque sea como marco mínimo de disposiciones a ser
observadas.

(4) Art. 2.a, directiva 2006/114/CE.


(5) Harland, David, “Control de la publicidad y comercialización”, en Stiglitz,
Gabriel A. (dir.), Defensa de los consumidores…, cit., p. 133.

- 320 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

Antes se dijo que la LDC no caracteriza a la publicidad engañosa.


La razón puede estar dada porque ello surge de una norma
que también compone el Estatuto del Consumidor. Me refiero a la
ley 22.802 de Lealtad Comercial, la cual, en su art. 9º, se ocupa es-
pecíficamente de la publicidad engañosa.
Dice este precepto: “Queda prohibida la realización de cual-
quier clase de presentación, de publicidad o propaganda que me-
diante inexactitudes u ocultamientos pueda inducir a error, en-
gaño o confusión respecto de las características o propiedades,
naturaleza, origen, calidad, pureza, mezcla, cantidad, uso, precio,
condiciones de comercialización o técnicas de producción de bie-
nes muebles, inmuebles o servicios”.
Puede observarse que lo definitorio de la noción transcripta es
que se recurra a inexactitudes u ocultamientos con la finalidad de
inducir a error, engañar o confundir.
Teniendo en cuenta esto, es posible señalar que no se requiere
que la inexactitud y el ocultamiento sean voluntarios. No importa-
rá tanto la intención sino la aptitud de la publicidad para producir
error, engaño o confusión (6).
Al respecto, se ha sostenido que, si bien en la publicidad que
contiene errores no existe una intención de engañar al consumi-
dor, el efecto se termina produciendo igualmente. Por esta razón es
un supuesto particular de publicidad engañosa (7).
También es oportuno resaltar que la violación al art. 9º de la
ley 22.802 quedará configurada aunque el consumidor no incurra
error o confusión ni sea engañado. Esto porque la disposición legal
no precisa que se produzca este resultado. Simplemente bastará
que la publicidad tenga aptitud para generarlo (8).

(6) La jurisprudencia ha dicho que el foco no debe ponerse en la intencionalidad


o en la falta de ella, ya que lo que se sanciona es el incumplimiento desde una pers-
pectiva objetiva con la sola verificación de los hechos que encuadren en el supues-
to previsto en la norma. CNCont. Adm. Fed., sala I, 18/9/2015, “Unilever de Argen-
tina SA c. DNCI s/defensa del consumidor - ley 26361 - art 35”, La Ley Online, AR/
JUR/32050/2015.
(7) Lovece, Graciela I., “La publicidad engañosa por error. La doctrina de los
propios actos y las relaciones de consumo”, SJA, del 22/9/2010.
(8) No se consideró que había intención de engaño por el uso de la denominación
“agua saborizada” en una bebida sin alcohol dietética con jugo de fruta, por cuanto

- 321 -
Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

La lista de esas inexactitudes u ocultamientos es tan grande


como la creatividad del proveedor inescrupuloso (9). Al respecto, el
autor peruano Jaime Delgado Zegarra (10) advertía hace ya un largo
tiempo que “nadie puede, bajo el argumento de la libertad de ex-
presión, irrogarse el derecho de engañar al público”.
Jurisprudencialmente, es oportuno enumerar algunos prece-
dentes que servirán de muestra para graficar en la práctica qué se
entiende por publicidad engañosa.
Ya en un antiguo caso de 1979 se concluyó que ella existía, pues-
to que el elemento señalado como opcional (un motor) en la publi-
cidad de un determinado modelo de automóvil no era en realidad
tal, ya que se entregaba incluido en el vehículo por la fábrica y no se
los podía sustituir por otro, ya que no había motor más barato que
los sustituya (11).

era una bebida que tenía como principal ingrediente al agua, a la cual se le adicio-
naban sustancias aromatizantes, máxime cuando no existía una norma expresa que
permitiese establecer con precisión los alcances del concepto “agua saborizada”. CN-
Cont. Adm. Fed., sala V, 19/5/2009, “Eco de Los Andes SA c. Dirección Nac. de Comer-
cio Interior”, ED, del 31/7/2009, p. 19.
En otro caso se revocó una multa a una concesionaria de automotores por la publi-
cación de un aviso por el cual un consumidor entendió que se le entregaría el vehícu-
lo una vez abonada la sexta cuota del plan de ahorro, cuando en realidad solamente
se le otorgaba la posibilidad de acceder a un préstamo de dinero para su adquisición,
pues no quedó acreditado que hubiera sido inducido a error o engaño ni que hubiera
abonado dichas cuotas. SCJ Mendoza, sala I, 17/5/2010, “Mario Goldstein SA c. Go-
bierno de la Provincia de Mendoza”, DJ, del 10/11/2010, p. 55.
También se rechazó el carácter engañoso de la publicidad que ofrecía un precio
promocional por el servicio de Internet “hasta” una determinada fecha pues no se
advirtió de qué manera ese precio promocional sería el vigente para toda la relación
contractual. CNCiv., sala I, 17/3/2011, “Padec Prevención Asesoramiento y Defensa
del Consumidor c. Cablevisión SA”, LA LEY, 2011-F, 548.
(9) Sin perjuicio de lo dicho se deben tolerar las exageraciones o simples alaban-
zas que tienden a realzar un producto promocionado, en la medida que, obviamente,
no se incurra en engaños. Japaze, Belén, “La publicidad y las prácticas comerciales”,
en Rusconi, Dante D. (dir.), cit., p. 335. En similar sentido Noemí Nicolau señala que
“la publicidad ditirámbica no se prohíbe porque, aunque es notoriamente exagerada,
no induce a error. Aun cuando llama la atención del consumidor, no es idónea para
inducir a un juicio errado, pareciendo ser, más bien, una manifestación de dolos bo-
nus”. Nicolau, Noemí L., “La influencia del marketing y la publicidad en las relacio-
nes de consumo”, en Stiglitz, Gabriel A. - Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado…,
cit., t. I, p. 538.
(10) Delgado Zegarra, Jaime, “Técnicas de comercialización y publicidad”, en
Stiglitz, Gabriel A. (dir.), Defensa de los consumidores…, cit., p. 156.
(11) CNPen. y Econ., sala II, 13/11/1979, “Fiat Concord”, LA LEY, 1979-D, 591.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

Otros casos de publicidad engañosa versaron sobre lo siguiente:


1. Inducción a suscribir reservas de ventas de inmuebles cuan-
do en realidad se ofrecían unidades funcionales en locación con
opción a compra luego de cinco años de abonar arrendamientos (12).
2. Aseguramiento de resultado tanto judicial como extrajudi-
cial en forma inmediata por parte de un abogado (13).
3. Promoción que informaba que se entregaba a los consumi-
dores un dije de oro cuando, en realidad, no era de ese material ni
tampoco estaba enchapado (14).
4. Publicidad que creó la expectativa de que los consumidores
al contratar se aseguraban el viaje, el precio y la estadía prometida
pero pocos días antes de la partida, la empresa de viajes y turismo
les informó que el viaje no podía realizarse por no existir disponi-
bilidad hotelera en la ciudad de destino (15).
5. Publicidad de telefonía móvil que promocionó una cantidad
de créditos “de regalo” con la adquisición de una unidad pero que
en “letra chica” supeditaba una parte de ellos al desembolso poste-
rior de dinero por parte del cliente (16).
6. Publicación en página web de información relativa a un pro-
ducto al cual se le atribuyeron facultades curativas de ciertas do-
lencias que no eran ciertas (17).
7. Aviso publicitario que ofrecía un descuento por el pago
con determinados medios que se aplicaba a “todos los productos”,
mientras que en el pie de página figuraban, en letra de tamaño visi-
blemente menor, determinadas mercancías y marcas excluidas (18).

(12) CNCiv., sala B, 24/9/1986, “Konigsberg, Alejandro V. y otra c. Almagro Cons-


trucciones SA”, La Ley Online, AR/JUR/2055/1986.
(13) Trib. Disciplina CPACF, sala I, 9/5/1989, “G., J. S.”, LA LEY, 1990-B, 38.
(14) CNPen. y Econ., sala A, 3/6/2002, “Editorial Perfil SA”, LA LEY, del 31/1/2003, p. 3.
(15) CNCom., sala B, 30/6/2003, “Bosso, Claudia S. y otro c. Viajes ATI SA Empresa
de Viajes y Turismo”, ED, del 10/3/2004, p. 3.
(16) JFaltas Nº 2 Defensa del Consumidor Mun. de La Plata, 7/7/2005, “Telefónica
Unifón (TCP SA)”, LLBA, 2005 (setiembre), p. 929.
(17) CNCont. Adm. Fed., sala V, 25/8/2009, “D’Angelo, Daniel Osvaldo c. Dnci
-Disp 779/08 (expte S01: 431.169/06)”, La Ley Online, AR/JUR/36089/2009.
(18) CNCont. Adm. Fed., sala V, 6/5/2014, “COTO Centro Integral de Comerciali-
zación SA c. DNCI-DISP 72/13 (EX S01:450.977/10)”, LA LEY, 2014-C, 591.

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

8. Publicidad que informaba que se transmitía el campeonato


mundial de fútbol cuando no se poseían los derechos para ello, y
se omitía manifestar que la oferta implicaba, en realidad, la trans-
misión de algunos partidos y programas “colaterales”, lo cual no
difería del servicio que el consumidor podía recibir gratuitamente
a través de los canales de aire (19).
9. Publicación que señalaba que el producto era originario de
un determinado país cuando provenía de otro (20).
10. Producto que incluía expresiones que se referían a mejoras
en la salud física provocadas por su uso sin la debida corroboración
de esos resultados (en el caso, un electroestimulador que produci-
ría supuestamente alivio del stress y de dolores musculares) (21).
11. Falta de presentación de un grupo musical cuya presencia se
había publicitado en un local bailable (22).
12. Producto para la cura de la obesidad que aseguraba el resul-
tado en forma categórica, con sustento en estudios comprobados,
sin indicar que los efectos se producirían con un tratamiento tra-
dicional dietario combinado, pues de esa forma los consumidores
podrían sentirse atraídos por una solución ofrecida con afirmacio-
nes engañosas (23).
Debe tenerse presente que el concepto de publicidad engaño-
sa experimentó algunas mutaciones en el país. Así, en un antiguo
fallo, la CSJN expresaba que no bastaba cualquier error, engaño o
confusión sino que esos trastornos, probados en la capacidad sub-
jetiva de apreciación del consumidor, debían causar un yerro gra-
ve, siendo necesario, por lo tanto, determinar, en cada caso concre-
to, la incidencia que pudo haber tenido el error, engaño o confusión

(19) CCont. Adm. Mar del Plata, 30/9/2010, “Cablevisión SA c. Municipalidad de


Tandil”, JA, 2011-I-514.
(20) CCiv. y Com. Azul, sala II, 11/6/2013, “Rossi, Laura V. c. Whirlpool Argentina
SA”, RCyS, 2013-IX-99.
(21) CNCont. Adm. Fed., sala II, 26/6/2014, “Amerilab SA c. D.N.C.I. - Disp. 75/13
(Ex. S01:14.202/11)”, La Ley Online, AR/JUR/32854/2014.
(22) CCiv. y Com. Mercedes, sala I, 28/6/2007, “Coronel, Pedro A. y otro c. La Nue-
va Bailanta (NB)”, ED, 21/8/2007, p. 6.
(23) CNCont. Adm. Fed, sala I, 9/6/2015, “Sprayette SA c. DNCI s/lealtad comer-
cial, ley 22.802 - art. 22”, LA LEY, 2015-D, 432.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

provocados en real apreciación y juicio del consumidor acerca de la


sustancia y de las características principales del producto (24).
No obstante esa exigencia se ha diluido con el correr del tiempo,
ampliándose el margen de apreciación respecto de qué puede ser
considerado como publicidad engañosa.
Así, se ha dicho que, a efectos de probar la existencia de publi-
cidad engañosa, no es necesaria la demostración de que la formu-
lación ambigua de la propaganda haya inducido a engaño en ca-
sos concretos, pues el control que debe ejercerse sobre las formas
de difusión tiene un tangible e incontrovertible fin preventivo que
apunta a preservar la fe pública (25).
Más allá de esto, tampoco puede dejar de tenerse en cuenta que
determinados consumidores hipervulnerables tendrán una mayor
predisposición a sufrir el engaño que los denominados “consu-
midores promedio”. Esto incide lógicamente en la apreciación del
carácter engañoso de las publicidades dirigidas a ellos. Así, v.gr.,
quien está padeciendo una enfermedad muy grave tiene cierta ten-
dencia a “creer” en las “bondades mágicas” de ciertos productos
por más que un consumidor promedio las hubiese rechazado de
plano. De igual manera, una persona poco instruida financiera-
mente y con dificultades económicas seguramente no tendrá la lu-
cidez necesaria para advertir el carácter engañoso de publicidades
de préstamos de dinero “a la tasa más baja del mercado” o que uti-
lizan expresiones similares.
Por otra parte, se ha visto que en algunas oportunidades (de
una manera muy forzada) se intentó utilizar la noción de publici-
dad engañosa para captar realidades que no estaban en el espíritu
del art. 9º de la ley 22.802. Así, la autoridad de contralor de dicha
ley consideró que existía publicidad engañosa por parte de empre-
sas consultoras que publicaban estimaciones y proyecciones de
inflación carentes de rigor científico, con inexactitudes y oculta-
mientos. Por esa conducta se les impuso multa, entendiéndose que
la conducta era susceptible de inducir a error, engaño o confusión
respecto del precio y condiciones de comercialización de bienes
muebles, inmuebles y servicios. La justicia revocó esas sanciones

(24) CSJN, 25/3/1982, “Massalin & Celasco, SA”, Fallos: 304:400.


(25) CNCom., sala B, 30/6/2003, “Saldivia, María F. c. Sprayette SA”, LA LEY, 2003-
F, 626.

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

explicando que la divulgación de las estimaciones e índices alu-


didos no configuraban “presentaciones”, “publicidad comercial”
o “propaganda” sino contenidos de información pública y técni-
ca que, como tales, carecían de idoneidad suficiente para inducir
al error, engaño o confusión aludido, no constituyendo el objeto
ni el contenido de tales índices suministrar siquiera información
sobre precios o demás circunstancias referidas de manera concre-
ta y puntual, a bienes o servicios en particular. Agregaron que las
estimaciones e índices de precios no divulgaban precios ni condi-
ciones de comercialización de bienes singulares de consumo en
particular, sino índices y estimaciones de carácter general que de-
rivaban del análisis y procesamiento de datos de acuerdo con de-
terminados criterios (26).
A los fines de evitar la publicidad engañosa en las relaciones de
consumo que se dan en ciertos rubros, se pueden encontrar algunas
regulaciones específicas en materia de publicidad. Así, respecto de
los servicios de educación privada, la ley 24.806 (27) (ley AED-2166,
DJA), regula los requisitos que se deben cumplir para difundir di-
chos servicios, tanto para cursos presenciales como para aquellos
de carácter semipresencial o a distancia. Así, por ejemplo, deberán
hacer constar que el título otorgado no tiene carácter oficial cuan-
do los cursos impartidos no cumplan con los planes y programas
aprobados por el organismo educativo correspondiente. Igualmen-
te, cuando no tengan reconocimiento oficial, deben brindar al inte-
resado información veraz, por medio de un acta notificativa, en la
que deberá constar la clase de título o certificado que se entrega y
la expresa aclaración de que no habilita para ejercer la docencia, o
cualquier otra profesión cuya carrera o curso sea dictada por esta-
blecimientos de enseñanza reconocidos oficialmente.
El CCyCN, en su art. 1101, establece diversos supuestos de pu-
blicidad prohibida, entre los cuales se destaca, precisamente, la pu-
blicidad que contenga indicaciones falsas o de tal naturaleza que
induzcan o puedan inducir a error al consumidor, recayendo sobre
elementos esenciales del producto o servicio.

(26) Ver: CNCont. Adm. Fed, sala III, 6/3/2014, “M & S Consultores y otros c.
D.N.C.I. - Disp. 167/11 (expte. S01: 50.678/11)”, La Ley Online, AR/JUR/7222/2014, y
sala II, 30/4/2013, “Latin Eco SA c. DNCI - Disp 179/11”, LA LEY, 2013-C, 302. En senti-
do más o menos similar: sala I, 9/5/2013, “FIEL c. DNCI - Disp 164/11”, JA, 2013-II-501.
(27) Publicada en el BO en fecha 13/5/1997.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

El Código, a diferencia del art. 9º de la ley 22.802, restringe el


concepto de publicidad engañosa, pues sólo se configurará cuando
el error o la posibilidad de error recaigan sobre elementos esencia-
les del producto o servicio, y no sobre los que no ostenten ese carác-
ter. El problema vislumbrado es que, en no pocas ocasiones, resulta
complejo interiorizarse en las preferencias de los consumidores y
distinguir qué es para ellos lo “esencial” de lo que adquieren (28).
Poniendo la atención un poco en el Derecho Comparado, de la
directiva comunitaria europea 2006/114/CE, que ha definido a la
publicidad engañosa como “toda publicidad que, de una manera
cualquiera, incluida su presentación, induce a error o puede indu-
cir a error a las personas a las que se dirige o afecta y que, debido a
su carácter engañoso, puede afectar su comportamiento económi-
co o que, por estas razones, perjudica o es capaz de perjudicar a un
competidor” (29).
La citada directiva establece una serie de parámetros para de-
terminar si una publicidad es engañosa. Así, tendrá en cuenta lo
siguiente (30):
1. Las características de los bienes o servicios (por ejemplo, su
disponibilidad, naturaleza, ejecución, composición, procedimien-
to y fecha de fabricación o de prestación, carácter apropiado, utili-
zaciones, cantidad, especificaciones, origen geográfico o comercial
o resultados que pueden esperarse de su utilización, o resultados
y características esenciales de las pruebas o controles efectuados
sobre los bienes o los servicios).
2. El precio o su modo de determinación y las condiciones de
suministro de bienes o de prestación de servicios.
3. La naturaleza, características y derechos del anunciante, ta-
les como su identidad y su patrimonio, sus cualidades y derechos
de propiedad industrial, comercial o intelectual, los premios que
haya recibido o sus distinciones, etcétera.

(28) Expresa Nicolau que “aquí se planteará con seguridad la cuestión a dilucidar
si los elementos esenciales son los que considera el consumidor respecto al producto
o servicio que adquiere o los que objetivamente se le atribuyen”. Nicolau, Noemí L.,
“La influencia del marketing y la publicidad en las relaciones de consumo”, en Sti-
glitz, Gabriel A. – Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado…, cit., t. I, p. 546.
(29) Art. 2.b, directiva 2006/114/CE.
(30) Art. 2.b, directiva 2006/114/CE.

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Como claramente se observa, es una regulación mucho más


amplia y precisa que la argentina y evidencia la flexibilidad nece-
saria para, en los hechos, detectar los distintos supuestos de publi-
cidad engañosa, que se vayan configurando.
La normativa del Mercosur preceptúa, por su lado, que “está
prohibida toda publicidad engañosa entendida esta como cual-
quier modalidad de información, difusión o comunicación de ca-
rácter publicitario que sea entera o parcialmente falsa, o que de
cualquier otro modo, inclusive por omisión de sus datos esencia-
les, sea capaz de inducir a error a los consumidores de cualquiera
de los países, cuando la provisión de información refiera a la natu-
raleza, características, calidad, cantidad, propiedades, origen, pre-
cio, condiciones de comercialización o cualquier otro dato esencial
sobre productos y servicios que sean necesarios para decidir una
relación de consumo” (31).
Incluso, en una interesante disposición, establece la obligación
de los proveedores de tener respaldo fáctico, técnico y científico
que le dé sustento al anuncio publicitario (32).
De ella también se destaca que cada Estado parte puede tener
una regulación más rigurosa sobre el tema para garantizar un nivel
de protección más elevado a los consumidores de su territorio (33).
Estas normas también circunscriben el engaño a las condicio-
nes esenciales de los productos o servicios al igual que lo hace el
Código.
Más allá de todo lo dicho, se puede encontrar un supuesto nove-
doso y particular de publicidad engañosa que sale a la luz cuando
se navega por Internet. Allí se ha resaltado la existencia de publici-
dad mediante “navegación engañosa” que se produce, por ejemplo,
a través de enlaces equívocos o pop-ups o banners con elementos
de interacción engañosos (v.gr., el caso de los falsos cuadros de
cierre de cuadros de publicidad). El español Santiago Cavanillas
Múgica (34) expresa que “habría que desterrar cualquier prácti-

(31) Art. 2º, resolución 45/2006, Grupo Mercado Común, Mercosur sobre publici-
dad engañosa.
(32) Art. 4º, resolución 45/2006, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(33) Art. 5º, resolución 45/2006, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(34) Cavanillas Múgica, Santiago, “Mejoras pendientes en la protección del
consumidor electrónico”, en Cotino Hueso, Lorenzo (coord.), cit., p. 38.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

ca que haga que el consumidor sea conducido en su navegación


a donde no quiere o no espera”. Agrega que la ley debe sancionar
tanto a la publicidad que engaña sobre calidades de un producto o
servicio, como a aquella que nos engaña para que nos acerquemos
a un establecimiento comercial, lo que incluye, en internet, el caso
en el cual se nos engaña con la navegación.
Otro supuesto que remarca la doctrina española está relacio-
nado con los códigos de conducta de las empresas, que buscan
generar confianza en el público. Sobre éstos se ha expresado que
pueden dar lugar a publicidad engañosa (e incluso competencia
desleal) cuando se limitan a reproducir obligaciones ya existentes
o normas legales, sin aportar mejoras para el consumidor, o bien
cuando las mejoras no se aplican en la práctica por parte de los su-
jetos obligados que han adherido a dicho Código (35).

3.2. Publicidad comparativa

La publicidad comparativa constituye uno de los problemas


más complejos ya que, desde una visión “macro”, se dificulta mu-
cho concluir si son más sus efectos positivos que negativos sobre el
mercado o viceversa. Quizás es por ello que la regulación del insti-
tuto es vacilante y suele dejar más dudas que certezas.
Se ha explicado que “la tendencia actual, basada en la protec-
ción del consumidor, se inclina por la licitud, porque incrementa
la información y favorece la competencia”, aunque se señala que
deben cumplirse una serie de requisitos como no ser engañosa y
“comparar características objetivas, esenciales, pertinentes, verifi-
cables, seleccionadas equitativamente y representativas de bienes
y servicios que compitan entre sí”, por sólo nombrar algunos (36).
Hay quienes advierten que la publicidad comparativa permite
a un proveedor “poner en el tapete la información que su rival es-
conde”, agregando que este tipo de publicidad “es útil para mostrar
aquellos aspectos de un bien o servicio que se quieren disimular”.
Para esta postura no está mal que los proveedores estén sometidos

(35) Martínez Cañellas, Anselm, “Los Códigos de Conducta en la contratación


electrónica en España”, en Cotino Hueso, Lorenzo (coord.), cit., p. 338.
(36) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 187.

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

al control de sus competidores, ya que éstos serán mucho menos


fáciles de engañar que los consumidores (37).
Existen algunos antecedentes jurisprudenciales sobre el tema
en el país.
El precedente más famoso es del año 1971. Allí se resolvió admi-
tir la demanda por haberse incurrido en publicidad comparativa
que constituyó un acto de competencia desleal, utilizándose una
marca ajena sin consentimiento del titular. Esta sentencia conclu-
yó que la publicidad comparativa era siempre ilegal (38).
Más adelante en el tiempo, se flexibilizó ese criterio argumen-
tándose que la mera referencia o evocación de una marca ajena no
se encontraba de por sí vedada en nuestro ordenamiento positivo,
en tanto no se lesionen legítimos derechos de su titular (39). Esto
porque lo que las leyes buscaban evitar era el aprovechamiento de
marca ajena, lo que no sucedía cuando se ponía de manifiesto tan
solo la existencia de una marca (40).
Explicándose un poco la idea anterior, se afirmó que la publi-
cidad comparativa configuraba una interferencia o utilización de
la marca ajena que le restaba a su titular el control exclusivo de su
imagen comercial y el dominio de su propio mensaje publicitario.
No obstante ello, se manifestó que en los conflictos derivados de
este tipo de publicidad no sólo debía evaluarse la mengua que su-
fría el derecho de propiedad industrial del reclamante, sino tam-
bién la libertad de comercio y el derecho del público consumidor
a beneficiarse con la posibilidad de escoger entre diversas alterna-
tivas y la información veraz acerca de éstas (41). Al comentarse este

(37) Shina, Fernando E., cit., p. 67.


(38) CNCiv. y Com. Fed., sala II, 30/12/1971, “Rolex SA c. Orient SA y otro”, LA LEY,
147-233.
(39) Ver, por ejemplo, CNCiv. y Com. Fed., sala I, 22/3/1991, “Bodegas J. Ed-
mundo Navarro Correas SA c. Agro Industrias Cartellone SA”, LA LEY, 1991-C, 531;
30/12/1993, “Axoft Argentina SA c. Megasistemas SA”, LA LEY, 1994-C, 8 y 13/6/1996,
“Demibell SA c. Deville SRL”, LA LEY, 1997-B, 67.
(40) En el voto en disidencia del juez Eduardo Craviotto se resaltaba que la mera
mención era ya un uso de marca ajena, pues de lo contrario costaría entender para
qué se la menciona. CNCiv. y Com. Fed., sala I, 22/3/1991, “Bodegas J. Edmundo Na-
varro Correas SA c. Agro Industrias Cartellone SA”, LA LEY, 1991-C, 531, cit.
(41) CNCiv. y Com. Fed., sala III, 1/11/1993, “The Coca Cola Company y otros”, LA
LEY, 1994-C, 6.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

último fallo, se señalaba que la publicidad comparativa no era ilus-


trativa para el público, pues quien gastaba en ella no iba a ser neu-
tral. A ello se agregaba que el dinero gastado tenía como finalidad
beneficiar al propio producto en la mayor medida posible “y esto
sólo puede lograrse por lo menos resaltando sus virtudes y ocul-
tando sus defectos, aun sin llegar a desfigurar al ‘beneficiario’ de la
comparación” (42).
Respecto del empleo de medidas cautelares para hacer cesar
las publicidades comparativas, la jurisprudencia ha mostrado dis-
tintos criterios, rechazando los pedidos a veces (43) y admitiéndolos
en otras ocasiones (44). Cuando se las acepta, se ha señalado que el
modo más eficaz de tutela jurisdiccional frente a una conducta que
aparece como contraria a los usos honestos del comercio o que evi-
dencia competencia desleal, es la orden de suspensión provisional
de la campaña publicitaria comparativa. En cambio, en algún caso
que se la rechazó, se puso de manifiesto que la admisión de medi-
das cautelares en este ámbito podía constituir un acto de censura
poniendo en riesgo la libertad de expresión (45). En algunos supues-
tos se admitió incluso la declaración de certeza para evitar que se
vuelva a difundir una publicidad comparativa cuyos efectos ya ha-
bían cesado (46).
También se puede citar el singular caso por el cual se ordenó el
resarcimiento a una empresa por el uso de su marca por parte de
otra que la ridiculizó a través de un sketch de humor (47).

(42) O’Farrell, Ernesto, “La publicidad comparativa en la Cámara Federal en lo


Civil y Comercial”, LA LEY, 1994-C, 1.
(43) Ver, entre otros, CNCiv. y Com. Fed., sala I, 14/6/2001, “Japan Tobacco Inc. y
otro c. Massalin Particulares SA”, LA LEY, 2001-E, 596, y 19/5/2005, “Cervecería y Mal-
tería Quilmes c. Casa Isenbeck”, RCyS, 2005-489.
(44) En tal sentido: JNCiv. y Com. Fed. 1a Inst. Nº 6, 8/6/2004, “Cervecería y Mal-
tería Quilmes SA c. CASA Isenbeck”, JA, 2004-III-330; CNCiv. y Com. Fed., sala II,
26/6/2007, “Los Cipreses SA c. Lumary SA”, JA, 2007-III-267, y sala III, 1/11/1993, “The
Coca Cola Company y otros”, LA LEY, 1994-C, 6, cit.
(45) CNCiv. y Com. Fed., sala I, 19/5/2005, “Cervecería y Maltería Quilmes c. Casa
Isenbeck”, RCyS, 2005-489, cit.
(46) CNCiv. y Com. Fed., sala I, 30/12/1993, “Axoft Argentina SA c. Megasistemas
SA”, LA LEY, 1994-C, 8, cit.
(47) CNCiv. y Com. Fed, sala I, 30/9/2004, “Noverazco, Elida E. c. Televisión Fede-
ral SA y otro”, LA LEY, 2006-B, 555.

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por último, en otro precedente se valoró la existencia de un pú-


blico calificado al que iba dirigida la publicidad comparativa para
rechazar el reclamo contra la empresa que la había efectuado. Se
resaltó la falta de aptitud para inducir a error (48).
Más allá de todo esto reseñado, cabe resaltar que la LDC no re-
gula la publicidad comparativa.
El CCyCN, en cambio, ha decidido encargarse de esa tarea, dis-
poniendo, en su art. 1101, que estará prohibida la publicidad cuan-
do efectúe comparaciones de bienes o servicios que conduzcan a
error al consumidor.
La caracterización peca de brevedad, habiendo sido mejor qui-
zás que se establezca directamente su licitud en la medida que
cumpla con diversas condiciones.
Ello se encuentra, v.gr., en la directiva comunitaria europea
2006/114/CE, que luego de describir a la publicidad comparati-
va como “toda publicidad que alude explícitamente o implícita-
mente a un competidor o a los bienes o servicios ofrecidos por un
competidor” (49), agrega que ella está permitida siempre y cuando
se cumpla lo siguiente (50):
1. Que no sea engañosa.
2. Que compare bienes o servicios que satisfagan las mismas
necesidades o que tengan idéntica finalidad.
3. Que se trate de una comparación objetiva de una o más ca-
racterísticas esenciales, pertinentes, verificables y representativas
de dichos bienes y servicios, entre las que puede incluirse el precio.
4. Que no desacredite ni denigre marcas, nombres comerciales,
otros signos distintivos, bienes, servicios, actividades o circunstan-
cias de un competidor.
5. Que se refiera en cada caso, en productos con denominación
de origen, a productos con la misma denominación.

(48) CNCiv. y Com. Fed., sala II, 27/3/2009, “Laboratorios Bagó SA c. Bristol Myers
Squibb Argentina SRL”, JA, 2010-I-446.
(49) Art. 3º, directiva 2006/114/CE.
(50) Art. 4º, directiva 2006/114/CE.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

6. Que no obtenga ventajas indebidas de la reputación de una


marca, nombre comercial u otro signo distintivo de un competidor
o de las denominaciones de origen de productos competidores.
7. Que no presente un bien o un servicio como imitación o répli-
ca de un bien o un servicio con una marca o un nombre comercial
protegidos.
8. Que no genere confusión entre los comerciantes, entre el
anunciante y un competidor o entre las marcas, los nombres co-
merciales, otros signos distintivos o los bienes o servicios del anun-
ciante y los de algún competidor.
Confrontando la norma del CCyCN con la de la UE, surge claro
que la publicidad comparativa tiene muchas más chances de ser
reputada como lícita en el primer caso que en el segundo, pues en
este último los condicionamientos señalados hacen difícil que una
publicidad de este tipo pueda resistir el test de legalidad.
De la normativa del Mercosur, por su parte, se desprende que la
publicidad comparativa está permitida, en la medida que cumpla
con lo siguiente (51):
1. Que no sea engañosa.
2. Que su objetivo principal sea el esclarecimiento de la infor-
mación destinada al consumidor.
3. Que tenga como principio básico la objetividad en la compa-
ración y no datos de carácter subjetivo, psicológico o emocional.
4. Que la comparación sea pasible de comprobación.
5. Que no se configure como competencia desleal, despres-
tigiando la imagen de productos, servicios o marcas de otras
empresas.
6. Que no produzca confusión entre productos, servicios o mar-
cas de otras empresas.
Además de cumplir todos estos recaudos, no estará permitida
la publicidad comparativa cuando su finalidad sea “la declaración

(51) Anexo, resolución 126/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur sobre publi-
cidad.

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

general e indiscriminada de la superioridad de un producto o ser-


vicio sobre otro” (52).
Al igual que lo que sucede con la publicidad engañosa, la le-
gislación del Mercosur aclara que los Estados parte pueden exigir
que el proveedor mantenga en su poder, para información de los
legítimos interesados, los datos fácticos, técnicos y científicos que
sustentan en el mensaje publicitario (53).
Se observa que, a nivel Mercosur, se encuentra presente similar
tendencia que en la UE respecto de la restricción del uso de la publi-
cidad comparativa, aunque quizás con algo menos de intensidad.

3.3. Publicidad abusiva

Sin perjuicio de que en normas específicas se podían encontrar


algunos ejemplos de publicidad abusiva (54), lo cierto es que, hasta
hace no mucho tiempo, ella no estaba regulada de manera general
en el país. Tampoco se recuerdan grandes antecedentes jurispru-
denciales. La situación cambió con la sanción de la ley 26.522 que
se ocupó del tema bastante en detalle (55).
El CCyCN se ocupa también de este tema en su art. 1101, prohi-
biendo, ya en general, aquella publicidad que sea abusiva, discri-
minatoria o induzca al consumidor a comportarse de modo perju-
dicial o peligroso para su salud o seguridad.
Como se observa, de los tres subtipos de publicidad prohibida,
el aquí tratado es seguramente aquel que puede darse mayormente
en la práctica, pues se la ha regulado con una norma evidentemen-
te “abierta”.

(52) Anexo, resolución 126/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur.


(53) Anexo, resolución 126/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(54) V.gr., la ley 16.463 que prescribe, en su art. 19, que los anuncios publicitarios
de productos de venta libre no podrán inducir a la automedicación.
(55) Así, para el ámbito de los servicios de comunicación audiovisuales, su art. 81
prohíbe algunos subtipos como la publicidad subliminal, la discriminatoria, la que
sea contraria a la dignidad humana, la que ofenda convicciones morales o religiosas,
la que induzca a comportamientos perjudiciales para el ambiente o para la salud o
la que incite a niñas y niños a comprar productos explotando su inexperiencia e in-
credulidad.

- 334 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

A nivel Mercosur, si bien existe la preocupación de conceptuali-


zar a la publicidad abusiva, ello no ha sido posible hasta el momento
más allá de que se ha dejado plasmada por escrito esa inquietud (56).
El Código brasileño (57), en cambio, sí regula desde hace tiempo
este supuesto dando algunos ejemplos. Así expresa que será tal la
de carácter discriminatorio (de cualquier naturaleza), la que incite
a la violencia, la que explote el miedo o la superstición, la que se
aproveche del razonamiento o experiencia de los niños (58), la que
infrinja valores ambientales o aquella que induzca a los consumi-
dores a comportarse de una manera que resulte peligrosa o perju-
dicial para su vida o su salud (art. 37.2, CDC).
El Código peruano, hilando aún más fino, se ocupa especial-
mente de la publicidad dirigida a menores de edad expresando que
ella “no debe inducirlos a conclusiones equívocas sobre las carac-
terísticas reales de los productos anunciados o sobre las posibilida-
des de los mismos, debiendo respetar la ingenuidad, la credulidad,
la inexperiencia y el sentimiento de lealtad de los menores. Asimis-
mo, dicha publicidad no debe generar sentimientos de inferioridad
al menor que no consume el producto ofrecido” (59).
Otro tema que es muy importante es el relacionado con la pu-
blicidad oculta y la subliminal. Al respecto, constituye un derecho
del consumidor saber cuándo está expuesto a una publicidad y
cuándo no.
Sobre esto, es frecuente que en algunos casos se publicite bajo
la forma de “nota periodística” o “programa de televisión” un de-
terminado producto o servicio (ello es muy habitual en materia de

(56) Art. 3º, resolución 126/1996, Grupo Mercado Común, Mercosur: “El concep-
to de publicidad abusiva continuará siendo objeto de armonización por los Estados
Partes”.
(57) Lo ha seguido en tal sentido la ley 1334 de Paraguay en su art. 37. Se ocupan
de este tema también el Código peruano (art. 13, in fine, ley 29.571) y el art. 2º de la
ley 2000-21 de Ecuador.
(58) Respecto de los niños se da una singularidad, ya que si bien deben ser prote-
gidos en el mercado de consumo, también suelen ser destinatarios del amor parental
obtenido a través de la compra, precisamente de bienes de consumo. Magalhães
Martins, Guilherme, “A regulamentação da publicidade infantil no Brasil. A pro-
teção do consumidor e da infancia”, Revista de Direito do Consumidor, vol. 102/2015,
nov - dez/2015, p. 297.
(59) Art. 16, ley 29.571 de Perú.
También se ocupa de este tema el art. 31 del Codice del Consumo italiano.

- 335 -
Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

servicios de salud, turismo o venta de inmuebles, v.gr.). Pero a ve-


ces la cuestión va más allá todavía y la publicidad está tan escon-
dida que no puede ser advertida ni siquiera por una persona que la
intenta encontrar. Para ello se usan distintos procedimientos como
imágenes de doble sentido, manipulación de la luz y del sonido,
etcétera.
Sobre esto, la normativa del Mercosur expresa que “toda pu-
blicidad debe ser transmitida y divulgada de tal forma que el con-
sumidor inmediatamente la identifique como tal, independiente-
mente del medio de comunicación utilizado” (60). Esto se suma a lo
que surge del art. 81 de la ley 26.522.
El Código brasileño, por su lado, ordena que la transmisión de
la publicidad sea realizada de manera tal que el consumidor pueda
reconocerla de manera sencilla e inmediata (art. 36).
La norma consumeril ecuatoriana considera como un subtipo
de la publicidad abusiva a “la modalidad de información o comu-
nicación comercial que incluya mensajes subliminales” (61).
En el Codice del Consumo italiano existe también una regula-
ción, que incluso abarca de modo específico a la llamada “televen-
ta”. En tal sentido, dispone que se debe evitar toda forma de ex-
plotación de la superstición, la credulidad o el miedo, no pudiendo
contener la publicidad tampoco escenas de violencia física o moral,
o que pueda ofender el gusto y la sensibilidad de los consumidores
por indecencia, la vulgaridad o repugnancia (62). Asimismo, pro-
híbe, por ejemplo, aquellas publicidades que ofendan la dignidad
humana, o evidencien discriminación por motivos de raza, sexo,
nacionalidad, convicciones religiosas y políticas. También la que
induzca a comportamientos nocivos para la salud o la seguridad o
la protección del medio ambiente (63).
Por último, en España hay voces que se pronuncian por regular
la “publicidad molesta”, a la cual habría que ponerle límites cuan-
do llega a generar fastidio. En Internet, por ejemplo, es usual “la
molesta interferencia en la navegación mediante pop-ups, páginas

(60) Art. 1º, resolución 45/2006, Grupo Mercado Común, Mercosur.


(61) Art. 2º, ley 2000-21 de Ecuador.
(62) Art. 29, Codice del Consumo de Italia.
(63) Art. 30.1, Codice del Consumo de Italia.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

intersticiales, etc.” (64). Se pueden agregar los registros “no llame”


para evitar llamadas por teléfono demasiado frecuentes o en días
y horarios indebidos a fines de ofrecer productos y servicios a los
consumidores, que constituyen un típico mecanismo para inten-
tar controlar a esa publicidad molesta que viene adquiriendo una
importancia creciente como subtipo de la publicidad abusiva. Se le
prestará atención a esto al comentar el art. 8º bis, LDC.

4. Medios para la difusión de publicidad

El art. 7º, LDC, deja plasmada la amplitud de medios a través de


los cuales se pueden realizar actos publicitarios. Resultado de ello
es que ninguno (por más heterodoxo que sea) puede ser excluido.
La vida cotidiana misma muestra la asombrosa creatividad de los
proveedores sobre el tema.

5. Obligaciones que genera la publicidad

Aun antes de la sanción de la ley 24.240 se pueden encontrar


algunos antecedentes que incluían a la publicidad dentro del con-
tenido contractual (65).
Si la principal forma del proveedor de llegar al consumidor es
a través de la publicidad, es natural que las precisiones contenidas
en ella obliguen a aquél y se consideren incluidas en el contrato con
el consumidor.
El CCyCN también regula los efectos de la publicidad de mane-
ra prácticamente idéntica al art. 8º, LDC, por lo que es innecesario
detenerse aquí (66).
Se ha dicho que la publicidad se interpreta como lo haría un
consumidor medio (67). Sin embargo, este principio debe ser deja-

(64) Cavanillas Múgica, Santiago, “Mejoras pendientes en la protección del


consumidor electrónico”, cit. en Cotino Hueso, Lorenzo (coord.), cit., p. 39.
(65) CNCiv., sala G, 7/10/1983, “Taranto, Gloria y otros c. Bercowiez, Elda”, LA LEY,
1986-A, 57.
(66) Art. 1103, CCyCN: “Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas en la
publicidad o en anuncios, prospectos, circulares u otros medios de difusión se tienen
por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al oferente”.
(67) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 189.

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

do de lado en diversas situaciones en las cuales sus destinatarios


evidencian determinados niveles de vulnerabilidad o cuando la
publicidad apunta a que, mediante mecanismos inductivos, la de-
cisión del consumidor no sea del todo racional.

6. La acción de cesación

El CCyCN trae como novedad la acción de cesación para atacar


las publicidades ilícitas. Al respecto, dispone que “los consumido-
res afectados o quienes resulten legalmente legitimados pueden
solicitar al juez: la cesación de la publicidad ilícita, la publicación, a
cargo del demandado, de anuncios rectificatorios y, en su caso, de
la sentencia condenatoria” (68).
Kemelmajer de Carlucci (69), en un clásico trabajo sobre la ma-
teria, afirmaba que, en ciertas ocasiones, el cese de la publicidad
ilícita no era suficiente, pues quedan latentes en el mercado deter-
minados efectos residuales de ella.
Lógicamente este precepto debe ser armonizado con lo que sur-
ge de los arts. 1710 a 1713 del CCyCN, referidos a las herramientas
preventivas del daño en general (sobre el tema ver el apartado sobre
“tutela preventiva” en el comentario al art. 40, LDC, de esta obra).
Así, verbigracia, más allá de que no se requiere que la publici-
dad produzca efectivamente un perjuicio, será necesario que ella
haga previsible “la producción de un daño, su continuación o agra-
vamiento” (conf. art. 1711, CCyCN).
Asimismo, en lo relativo a la legitimación para interponer la ac-
ción de cesación, si bien es discutible, considero que no sólo están
habilitados los consumidores afectados o los sujetos legalmente
legitimados que menciona el art. 1102, CCyCN, sino también to-
das las personas que puedan acreditar “un interés razonable en la
prevención del daño” (art. 1712, CCyCN). En consecuencia si, por
ejemplo, una empresa que compite con otra detecta que esta últi-
ma llevó adelante una publicidad prohibida tendría legitimación
activa para plantear la acción de cesación. Su interés razonable po-
dría estar dado por la actuación de ambos proveedores en el mismo

(68) Art. 1102, CCyCN.


(69) Kemelmajer de Carlucci, Aída, “Publicidad y consumidores”, Revista de De-
recho Privado y Comunitario, 1994, nro. 5 (Consumidores), p. 132.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

mercado y, en última instancia, por la protección de los intereses de


los sujetos consumidores a quienes va destinada la oferta de bienes
y servicios de las dos compañías. Este razonamiento se confirma al
recordarse que prevenir o mitigar daños es, en rigor, una verdadera
“obligación” (y no sólo una facultad) que alcanza a toda persona en
cuanto esté dentro de sus posibilidades (art. 1710, CCyCN) y que
las normas de defensa de la competencia forman también parte del
Estatuto del Consumidor.
Por último, en cuanto a la decisión judicial, ella deberá tener en
cuenta no sólo lo que surge del art. 1102 del CCyCN sino también lo
que se desprende del art. 1713 del mismo Código. Por ello, además
de la cesación de la publicidad, la publicación de anuncios rectifi-
catorios y, en su caso, de la sentencia condenatoria el magistrado
podrá, de oficio o a pedido de parte disponer, definitiva o proviso-
riamente obligaciones de dar, hacer o no hacer, aunque no podrá
dejar de lado como parámetros que aseguren la razonabilidad de
su medida “los criterios de menor restricción posible y de medio
más idóneo para asegurar la eficacia en la obtención de la finali-
dad”. Con base en esto, el juez podría ordenar, verbigracia, que la
compañía que emitió la publicidad prohibida lleve a cabo, adicio-
nalmente, campañas de concientización y lucha contra la discri-
minación en establecimientos educativos o en la vía pública si es
que la ilegalidad de aquélla se refería a este tema.
Este mecanismo de tutela preventiva está destinado a ser utili-
zado con asiduidad en el futuro cercano y puede transformarse en
una de las grandes novedades que trae el Código.
Por supuesto que en el Derecho Comparado estas acciones no
son una novedad. Se informa al respecto que la normativa comuni-
taria europea dedica incluso toda una directiva (la 2009/22/CE del
23/4/2009) a las acciones de cesación (70) en materia de protección
de los intereses de los consumidores, por ejemplo, en créditos al

(70) El art. 2º de la directiva 2009/22/CE expresa lo siguiente sobre las acciones de


cesación: “1. Los Estados miembros designarán las autoridades judiciales o adminis-
trativas competentes para resolver en las acciones ejercitadas por las entidades habi-
litadas en el sentido del art. 3º a fin de obtener que:
”a) se ordene, con toda la diligencia debida, en su caso mediante procedimiento de
urgencia, la cesación o la prohibición de toda infracción;
”b) se adopten, en su caso, medidas como la publicación, total o parcial, y en la for-
ma que se estime conveniente, de la resolución, o que se publique una declaración
rectificativa con vistas a suprimir los efectos duraderos derivados de la infracción;

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

consumo, cláusulas abusivas, viajes combinados, contratos a dis-


tancia y prácticas comerciales desleales.
La ley española, por su parte, regula de modo específico esta
acción como mecanismo destinado a interrumpir la conducta vio-
latoria de la norma consumeril y prohibir su reiteración futura (71).

7. ¿Responsabilidad de los medios de comunicación


y de la agencia de publicidad?

Ante el avance irrefrenable de la publicidad prohibida es opor-


tuna la pregunta respecto de si no ha llegado la hora de que el De-

”c) en la medida en que el ordenamiento jurídico del Estado miembro interesado


lo permita, se condene a la parte demandada perdedora a abonar al Tesoro público o
al beneficiario designado por la legislación nacional, o en virtud de la misma, en caso
de inejecución de la resolución en el plazo establecido por las autoridades judiciales
o administrativas, una cantidad fija por cada día de retraso o cualquier otra cantidad
prevista en la legislación nacional, al objeto de garantizar el cumplimiento de las re-
soluciones.
”2. La presente Directiva no obstará a la aplicación de las normas de Derecho Inter-
nacional Privado relativas a la ley aplicable, a saber, normalmente, la aplicación, bien
de la ley del Estado miembro en que se haya originado la infracción, bien de la ley del
Estado miembro en el que la infracción surta efectos”.
(71) Art. 53, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “La acción de cesación
se dirige a obtener una sentencia que condene al demandado a cesar en la conducta
y a prohibir su reiteración futura. Asimismo, la acción podrá ejercerse para prohibir
la realización de una conducta cuando esta haya finalizado al tiempo de ejercitar la
acción, si existen indicios suficientes que hagan temer su reiteración de modo inme-
diato.
”A efectos de lo dispuesto en este capítulo, también se considera conducta contra-
ria a esta norma en materia de cláusulas abusivas la recomendación de utilización de
cláusulas abusivas.
”A cualquier acción de cesación podrá acumularse siempre que se solicite la de nu-
lidad y anulabilidad, la de incumplimiento de obligaciones, la de resolución o resci-
sión contractual y la de restitución de cantidades que se hubiesen cobrado en virtud
de la realización de las conductas o estipulaciones o condiciones generales declara-
das abusivas o no transparentes, así como la de indemnización de daños y perjuicios
que hubiere causado la aplicación de tales cláusulas o prácticas. De dicha acción acu-
mulada accesoria conocerá el mismo juzgado encargado de la acción principal, la de
cesación por la vía prevista en la ley procesal.
”Serán acumulables a cualquier acción de cesación interpuesta por asociaciones
de consumidores y usuarios la de nulidad y anulabilidad, de incumplimiento de obli-
gaciones, la de resolución o rescisión contractual y la de restitución de cantidades
que se hubiesen cobrado en virtud de la realización de las conductas o estipulacio-
nes o condiciones generales declaradas abusivas o no transparentes, así como la de
indemnización de daños y perjuicios que hubiere causado la aplicación de tales cláu-
sulas o prácticas”.

- 340 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

recho de Daños empiece a centrar la atención también en todos sus


agentes promotores (72).
Al respecto, la ley colombiana establece que el anunciante res-
ponde, de manera objetiva, por los daños causados por la publi-
cidad engañosa. A su vez, los medios de comunicación también
responderán pero sólo cuando hayan actuado con dolo o culpa
grave (73). Dicha norma sólo permite la exoneración para el anun-
ciante cuando acredite caso fortuito o fuerza mayor, o bien que la
publicidad resultó adulterada o suplantada sin que ello pudiera ha-
ber sido evitado (74).
No existiría ningún tipo de impedimento legal para que las
agencias de publicidad y los medios de comunicación respondan
también ante el consumidor por las publicidades ilegales, a las
cuales le hayan prestado su colaboración sea ayudando a crearlas
o amplificando su alcance mediante la difusión masiva.

8. Los códigos de conducta

Teniendo presente lo difícil que es luchar contra la publicidad


ilegal desde una perspectiva estrictamente normativa, se ha ex-
presado que “la naturaleza controvertida de algunos aspectos de
la publicidad, por ejemplo, cuestiones sobre gusto y decencia, pue-
den progresar más rápidamente a través de una elección volunta-
ria que de una regulación legal” (75).
Coincido con la necesidad de que los propios jugadores del mer-
cado publicitario se autorregulen de alguna manera, poniéndose
de acuerdo sobre determinadas pautas básicas a observar en la ma-
teria. Ello sin perjuicio del cumplimiento de las normas protecto-
rias de orden público obviamente.

(72) En un intento de seguir de cerca su actuación, la ley 26.522 establece un re-


gistro público obligatorio para las agencias de publicidad (arts. 59 y 61, ley 26.522).
(73) Art. 30, ley 1480 de Colombia.
(74) Art. 32, ley 1480 de Colombia.
(75) Harland, David, “Control de la publicidad y comercialización”, en Stiglitz,
Gabriel A. (dir.), Defensa de los consumidores…, cit., p. 145.

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Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Esta preocupación de sometimiento a códigos de conducta ya


se evidenciaba en el ámbito de las Naciones Unidas de manera ge-
neral y no sólo en lo relativo a la publicidad (76).
Estos códigos pueden ser muy útiles no sólo en materia de publi-
cidad sino también para que los proveedores se “autolimiten” acor-
dando entre ellos qué prácticas comerciales no serán permitidas.
En tal sentido, la normativa comunitaria europea favorece que
los países integrantes incentiven el uso de códigos de conducta
para fomentar prácticas comerciales en el mercado (77).
El Codice del Consumo italiano también prevé que los provee-
dores se obliguen mediante códigos de conducta para reglar su
comportamiento respecto a las prácticas comerciales a observarse
en el mercado. Dicho códigos deben ser accesibles a los consumi-
dores, pues si éstos no los conocen no podrán exigir que se cumpla
con su contenido (78).
En la Argentina se puede citar el caso del Consejo de Autorre-
gulación Publicitaria (CONARP) que tiene su propio código de con-
ducta. Está compuesto por representantes de la Asociación Argen-
tina de Publicidad (AAP) y de la Cámara Argentina de Anunciantes
(CAA). El objeto de su creación es “velar por la práctica de la auto-
rregulación publicitaria por parte de los anunciantes, las agencias
de publicidad y comunicación y de los medios de comunicación en
defensa de la ética y el ejercicio responsable de la libertad de ex-
presión comercial propiciando una publicidad responsable como
práctica integral que hace a su responsabilidad social” (79). Ésta es
una de las tantas manifestaciones de soft law. Sozzo resalta la im-
portancia de este último expresando que “el recurso al soft law no
debe ser visto como una debilidad sino como una estrategia di-
ferente de la del hard law para alcanzar acuerdos regulatorios en
sectores y problemáticas en las cuales el derecho ‘duro’ no puede

(76) Punto V.31, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Consu-
midor de 2015.
(77) Art. 10, directiva 2005/29/CE.
(78) Art. 27 bis, Codice del Consumo de Italia.
(79) El texto completo del código de ética y autorregulación publicitaria referido
puede verse en el siguiente sitio web: www.conarp.org.ar/docs/Conarp-CodigoEtica-
AutorregulacionPublicitaria.pdf (fecha de consulta: 10 de junio de 2016).

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º, ley 24.240

avanzar”. Agrega el autor citado que “soft law no dice nada sobre el
nivel de eficacia de las normas” (80).

9. Datos del proveedor para el caso


de contratación a distancia

La LDC dispone que en los casos de contratación a distancia


(compras telefónicas, por catálogos o correo, Internet, etc.) se con-
signe el nombre, domicilio y número de Cuit del oferente.
Se trata de una manifestación del deber de información que
tiende a que el consumidor que contrata de esta manera pueda
individualizar de una manera más o menos sencilla al sujeto que
se encuentra en el otro extremo de la relación de consumo (81). Esto
será muy útil si se necesita ejercer el derecho de revocación (82) (que
se verá más adelante al analizarse conjuntamente los arts. 32 a 34,
LDC, y los arts. 1104 a 1116, CCyCN). También lógicamente para
cualquier controversia que pueda generar el contrato y que requie-
ra un reclamo del consumidor.
Expresa Wajntraub (83) que hubiese sido más correcto ubicar el
último párrafo del art. 8º en el capítulo VII de la LDC ya que se apli-
ca exclusivamente a los supuestos de “venta por correspondencia y
otras” aunque aclara que no rige para la “venta domiciliaria”.

10. Los concursos públicos

Es necesario dedicarle algunas palabras a los concursos públi-


cos antes de finalizar el comentario de este art. 8º, LDC. Funda-
mentalmente, porque ocupan un lugar destacado en las relaciones
de consumo actuales.

(80) Sozzo, Gonzalo, “La protección del turista como consumidor”, en Stiglitz,
Gabriel A. – Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado…, cit., t. II, p. 787.
(81) Su violación constituye una infracción formal que no requiere la producción
de daños al consumidor. Eso se dijo al confirmarse una multa impuesta a una empre-
sa de telefonía celular por no incluir en una publicidad la razón social ni su domicilio
en el país. CNCont. Adm. Fed, sala IV, 15/8/2014, “Telecom Personal c. DNCI s/ leal-
tad comercial - ley 22.802 - art 22”,
(82) Monti, Eduardo J., Derecho de Usuarios y Consumidores, Cathedra Jurídica,
Buenos Aires, 2015, p. 155.
(83) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 105.

- 343 -
Art. 8º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Ellos están regulados en los arts. 1807 a 1809 del CCyCN.


En el art. 1807 se expresa que “la promesa de recompensa al
vencedor de un concurso, requiere para su validez que el anuncio
respectivo contenga el plazo de presentación de los interesados y
de realización de los trabajos previstos”.
El Código busca darle algún marco de formalidad a algo que, en
los hechos, suele exhibir cierto nivel de improvisación.
Agrega el citado art. 1807 que “el dictamen del jurado designado
en los anuncios obliga a los interesados. A falta de designación, se
entiende que la adjudicación queda reservada al promitente”.
Es importante señalar que “el promitente no puede exigir la
cesión de los derechos pecuniarios sobre la obra premiada si esa
transmisión no fue prevista en las bases del concurso”.
El art. 1808 expresa que la promesa en cuestión “puede ser efec-
tuada respecto de cualquier persona o personas determinadas por
ciertas calidades que deben ser claramente anunciadas. No pue-
den efectuarse llamados que realicen diferencias arbitrarias por
raza, sexo, religión, ideología, nacionalidad, opinión política o gre-
mial, posición económica o social, o basadas en otra discrimina-
ción ilegal”.
El Código, al ocuparse expresamente de este “olvidado” tema,
contribuirá a disminuir cierto grado de improvisación y de arbitra-
riedad incluso que exhiben estos concursos cuando son organiza-
dos por los proveedores.
También hay que resaltar que estos concursos, cuando sean
organizados por proveedores, y sus destinatarios sean sujetos pro-
tegidos en el art. 1º, LDC, constituirán claramente relaciones de
consumo, aun cuando la participación en ellos sea gratuita lógica-
mente. Por esta razón, deberán observarse no sólo esos tres artícu-
los citados sino también y quizás especialmente las obligaciones
que la LDC pone en cabeza de todos los sujetos incluidos en ella.
Se destacarán allí, por las particularidades del supuesto, el deber
de información, la regulación de la publicidad y todo lo relativo al
trato digno y equitativo.

- 344 -
Trato digno. Prácticas abusivas
Art. 8º bis. — (Art. 9º, Ley F-1884, DJA)
Los proveedores deberán garantizar condiciones
de atención y trato digno y equitativo a los consumi-
dores y usuarios. Deberán abstenerse de desplegar
conductas que coloquen a los consumidores en situa-
ciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias. No
podrán ejercer sobre los consumidores extranjeros
diferenciación alguna sobre precios, calidades técni-
cas o comerciales o cualquier otro aspecto relevante
sobre los bienes y servicios que comercialice. Cual-
quier excepción a lo señalado deberá ser autorizada
por la autoridad de aplicación en razones de interés
general debidamente fundadas.
En los reclamos extrajudiciales de deudas, deberán
abstenerse de utilizar cualquier medio que le otorgue
la apariencia de reclamo judicial.
Tales conductas, además de las sanciones previstas
en la presente ley, podrán ser pasibles de la multa ci-
vil establecida en el artículo 52 bis de la presente nor-
ma, sin perjuicio de otros resarcimientos que corres-
pondieren al consumidor, siendo ambas penalidades
extensivas solidariamente a quien actuare en nombre
del proveedor.
(Artículo incorporado por art. 6º de la ley 26.361 -
BO del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 42, CN.


2. Arts. 9º, 10, 14, 53 a 56, 58, 59, 332, 992, 1096 a 1099, 1387 y
1388, CCyCN.
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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

3. Ley 26.951 (Registro Nacional “No Llame”).


4. Art. 27, ley 26.356 (Sistemas Turísticos de Tiempo Comparti-
do, ley E-3040, DJA).
5. Art. 26.4, ley 25.326 (Protección de los Datos Personales,
ley H-2431, DJA).
6. Arts. 2.i, 4º y 5º, ley 25.156 (Defensa de la Competencia,
ley K-2338, DJA).
7. Art. 21, ley 22.802 (Lealtad Comercial, ley F-1368, DJA).
8. Ley 24.193 (Trasplantes de órganos y materiales anatómicos,
ley ASA-1856).
9. Decreto 2501/2014.
10. Art. 26, decreto 1558/2001.
11. Puntos 2.2, 2.3.1.2, 2.3.11, 2.6, 3.1.1., 3.1.3, 3.1.4, 3.2.2.1 y 5.2,
Normativa sobre “Protección de los Usuarios de Servicios
Financieros” del Banco Central de la República Argentina
(texto ordenado al 14/6/2016).
12. Resolución 800/1997 (Secretaría de Industria, Comercio y
Minería).
13. Disposición 3/2015 (Dirección Nacional de Protección de
Datos Personales).
14. Disposición 44/2015 (Dirección Nacional de Protección de
Datos Personales).
15. Art. 1º, ley 4389 de la CABA.
16. Ley 7273 de la provincia de Chaco.
17. Ley 6557 de la provincia de Chaco.
18. Ley 10.016 de la provincia de Córdoba.
19. Art. 5º bis, ley 8973 de la provincia de Entre Ríos.
20. Ley 2793 de la provincia de La Pampa.
21. Ley 2923 de la provincia de Neuquén.
22. Ley 2874 de la provincia de Neuquén.
23. Ley D-4806 de la provincia de Río Negro.
- 346 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

24. Art. 53, ley D-2817 de la provincia de Río Negro.


25. Ley 7800 de la provincia de Salta.
26. Ley 3365 de la provincia de Santa Cruz.
27. Ley 2929 de la provincia de Santa Cruz.
28. Puntos IV.11 y V., Directrices de Naciones Unidas sobre Pro-
tección del Consumidor del 22/12/2015.
29. Arts. 24.II y 40, ley 453/2013 de Bolivia (Ley General de los
derechos de las usuarias y los usuarios y de las consumido-
ras y los consumidores).
30. Art. 42, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro de Defesa do
Consumidor).
31. Arts. 15, 17.h y 37, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de
los Derechos de los Consumidores).
32. Arts. 49, 55.1, 55.4, 55.5 y 76, ley 2000-21 de Ecuador (Ley Or-
gánica de Defensa del Consumidor).
33. Arts. 10, 43 y 58, Ley Federal de Protección al Consumidor
de México.
34. Art. 14, ley 1334 de Paraguay (Ley de Defensa del Consumi-
dor y del Usuario).
35. Arts. 38.2, 38.3, 40, 41, 56.1.a, 56.1.d, 56.1.f, 58.1.a, 58.1.d,
58.1.e, 61 y 62, ley 29.571 de Perú (Código de Protección y
Defensa del Consumidor).
36. Art. 22, ley 17.250 de Uruguay (Ley de Relaciones de Consu-
mo. Defensa del Consumidor).
37. Arts. 2.d, 2.e, 2.h, 5.1, 5.2, 5.3, 6º a 9º y anexo I, directiva
2005/29/CE sobre Prácticas comerciales desleales de las em-
presas en sus relaciones con los consumidores en el merca-
do interior.
38. Art. 4º, 5º, 6º y 13, directiva 2002/58/CE sobre Protección de
la privacidad y las comunicaciones electrónicas.
39. Art. L122-6, Code de la Consommation de Francia (Ley 93.949
de 1993).
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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

40. Art. 25.c, Codice del Consumo de Italia (Decreto Legislativo


206/2005).

 Comentario

1. Derecho del Consumidor y Derechos Humanos

Existe una íntima relación entre Derechos Humanos y Derecho


del Consumidor.
Ese vínculo es de tal intensidad que la propia ONU le ha dedica-
do un documento exclusivo al tema (1): las directivas para la protec-
ción del consumidor.
La conexión se estrecha cuando se vincula a necesidades bá-
sicas de las personas como la salud o el acceso al agua, v.gr. Al
respecto, las aludidas Directrices, no obstante ser normas de ca-
rácter general, se ocupan de aclarar, de manera específica, que la
promoción de los intereses del consumidor (particularmente en los
países en desarrollo) requiere dar prioridad a las áreas de interés
esencial para la salud del consumidor, como los alimentos, el agua,
los productos farmacéuticos, la energía y los servicios públicos, por
ejemplo (2).
Asimismo, el deber de seguridad en cabeza de los proveedores
evidencia una íntima conexión con la noción de derechos huma-
nos, sobre todo si se advierte que su violación implica una posible
afectación de lo más sagrado de la persona: su vida y su salud.
La propia CSJN, por mayoría, ha declarado que, en determina-
das relaciones de consumo (prestación de servicios de salud, en el
caso concreto), donde está involucrada la protección de garantías
constitucionales como la vida, la salud, la seguridad o la integridad
no sólo se deben tener en cuenta los rasgos mercantiles de la acti-

(1) El texto original de 1985 fue ampliado en 1999 y fue objeto de una nueva ver-
sión en diciembre de 2015.
(2) Punto V.k, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Consumi-
dor de 2015.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

vidad del proveedor sino también el compromiso social asumido


con sus usuarios (3).
En uno de esos casos, el mismo tribunal resolvió que el provee-
dor no podía cesar intempestivamente la cobertura de salud brin-
dada a un usuario, con fundamento en su libertad contractual, si
es que dicha persona necesitaba tratamiento médico constante, re-
gular, oportuno y sin dilaciones, además de pagar regularmente la
cuota. A ello había que sumar que la situación particular del sujeto
(se trataba de una persona que era portadora asintomática de HIV)
impedía en los hechos que pudiera celebrar un nuevo contrato con
otro prestador. Es decir, el derecho a la salud debía primar sobre la
libertad de comercio de la empresa de medicina prepaga (4).
Esta visión de los derechos del consumidor como derechos hu-
manos produce un importante impacto incluso en la teoría gene-
ral del contrato. Así, por ejemplo, en los efectos de la mora. En tal
sentido, por ejemplo, se ha dicho que el derecho al agua no podía
ser interrumpido por falta de pago, pues no sólo era esencial sino
irreemplazable y fundamental para la subsistencia de cualquier ser
vivo, máxime cuando se trataba de personas de escasos recursos y
con afecciones en su salud (5).
Es interesante resaltar también que, en una muestra concreta
de lo que en sus Fundamentos denomina “constitucionalización
del derecho privado”, el CCyCN establece que el parámetro para
interpretar el trato digno al consumidor está dado por los tratados
de derechos humanos (6).

2. La obligación de trato digno, equitativo


y no discriminatorio

El deber de trato digno y equitativo al consumidor surge, en pri-


mer lugar, del art. 42, CN.

(3) CSJN, 28/8/2007, “Cambiaso de Perés de Nealón, Celia María Ana y otros c.
Centro de Educación Médica e Investigaciones Médicas”, Fallos: 330:3725. También
en autos 13/3/2001, “E., R. E. c. Omint SA de Servicios”, Fallos: 324:677, cit.
(4) CSJN, 13/3/2001, “E., R. E. c. Omint SA de Servicios”, Fallos: 324:677, cit.
(5) CCont. Adm. Tucumán, sala I, 25/2/2010, “Ramos, Elsa Mirta c. Sociedad
Aguas del Tucumán”, LLNOA, 2010 (mayo), p. 395.
(6) Art. 1097, CCyCN.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

El CCyCN, por su parte, presta especial atención al tema de la


dignidad de la persona expresando que “la persona humana es
inviolable y en cualquier circunstancia tiene derecho al recono-
cimiento y respeto de su dignidad”.
Ghersi (7), por su parte, considera que el trato digno es ya un
principio general del derecho.
Todo lo relativo al trato digno y equitativo ha sido incluido en el
CCyCN (arts. 1096 a 1099) al regularse las “Prácticas abusivas” en
las cuales es muy importante destacar, que el sujeto protegido es
también el bystander (noción no incluida en el concepto del con-
sumidor de los arts. 1º, LDC y 1092 de dicho Código.). Esto porque
dichos preceptos permiten su invocación a las “personas expuestas
a las prácticas comerciales” sean determinables o no (8).
A los fines didácticos, el CCyCN resalta la diferencia entre el
trato digno y el equitativo y no discriminatorio.
Respecto del primero, preceptúa que “los proveedores deben
garantizar condiciones de atención y trato digno a los consumido-
res y usuarios. La dignidad de la persona debe ser respetada confor-
me a los criterios generales que surgen de los tratados de derechos
humanos. Los proveedores deben abstenerse de desplegar conduc-
tas que coloquen a los consumidores en situaciones vergonzantes,
vejatorias o intimidatorias” (9).
Claudio Kiper (10) aclara que aun sin la existencia del art. 8º bis,
LDC (o de las normas del Código, agrego para actualizar ese pen-

(7) Ghersi, Carlos A., “La dignidad como principio general del derecho”, LA LEY,
2014-D, 1054.
(8) Vítolo considera que el bystander no tiene recepción normativa en estos ar-
tículos del actual Código. Vítolo, Daniel R., Las Reformas…, cit., p. 85. Rusconi ex-
presa que los arts. 1097 y 1098 se aplican solo a los contratos de consumo, derivando
dicho razonamiento de la ubicación del esos preceptos en el Código. Manifiesta que
ello es un equívoco del legislador. Rusconi, Dante D., “Los derechos de consumido-
res y usuarios”, cit., en Rusconi, Dante D. (dir.), cit., p. 114.
(9) Art. 1097, CCyCN.
Se ha dicho que la obligación de trato digno es de resultado y genera responsabili-
dad objetiva. Ello porque la norma usa el término “garantizar”. Kemelmajer de Car-
lucci, Aída, “Prácticas abusivas en los contratos de consumo”, Sup. Esp. Nuevo Códi-
go Civil y Comercial de la Nación. Contratos, 2015 (febrero), p. 237.
(10) Kiper, Claudio M., “Comentario al art. 8º bis LDC”, en Picasso, Sebastián -
Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 123.

- 350 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

samiento), se podría arribar a conclusiones similares con base en


principios generales, como los referidos a la no discriminación y a
la igualdad entre las personas.
Existen autores que, con la intención de encuadrar el alcance de
los deberes que surgen del art. 8º bis, LDC, advierten que hay que
evitar identificar el trato al consumidor con su total satisfacción, ya
que esto último se relaciona más con cuestiones comerciales. En
cambio, consideran que el trato hace más referencia a “aspectos no
comerciales (cómo se satisface al consumidor) e involucra a todos
los aspectos de la relación (lugar, tiempo, tipo de conductas)”. A su
vez, el nivel de trato se relacionará con el conocimiento que se ten-
ga de lo que los usuarios esperan del bien o servicio y lo que tienen
que recibir en virtud de su dignidad (11).
Esta separación no debe ser tan tajante, pues resulta imposible
distinguir entre “cuestiones comerciales y no comerciales” en la
actuación del proveedor. Además de que, en caso de duda, se debe-
rá interpretar en el sentido de otorgar mayor protección a los dere-
chos humanos del consumidor.
El art. 8º bis, LDC, trata de caracterizar a la obligación de tra-
to digno resaltando que es aquello que “no se puede hacer”. Así,
prescribe que no se pueden “desplegar conductas que coloquen a
los consumidores en situaciones vergonzantes, vejatorias o intimi-
datorias”. No hace falta que la conducta en cuestión produzca efec-
tivamente la colocación del consumidor en esa situación; bastará
su aptitud para producir tal resultado, aun cuando, por distintas
circunstancias ello, afortunadamente, no se consiga.
Para cerrar este punto es interesante informar que, en una
buena decisión de técnica legislativa, la ley consumeril boliviana
enumera una detallada lista de deberes generales en cabeza de los
proveedores, muchos de los cuales constituyen una verdadera guía
para evaluar si el consumidor está siendo tratado de modo digno y
equitativo por parte de ellos (12).

(11) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 128.


(12) Art. 40, ley 453/2013 de Bolivia: “Los proveedores que ofrezcan productos o
servicios deberán cumplir, con lo siguiente: a) Promover la educación sobre el con-
sumo responsable y sustentable. b) Obtener las licencias o autorizaciones respecti-
vas para la realización de sus actividades de provisión de productos o el suministro
de servicios. c) Brindar atención sin discriminación, con respeto, calidez, cordialidad

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

3. Las prácticas abusivas

La violación de la obligación de trato digno y equitativo al con-


sumidor se traduce en una serie de conductas reprochables que,
cuando se “institucionalizan”, prolongándose en el tiempo y for-
mando parte del modus operandi de una compañía, pasan a trans-
formarse en prácticas comerciales ilegales o abusivas.
En distintas legislaciones se han previsto diversos supuestos de
prácticas abusivas.
Esta preocupación tiene alcance global e incluso la ONU ma-
nifiesta su objetivo de que los países se ocupen del control de las
prácticas comerciales restrictivas y abusivas (13).
En Europa se puede citar la directiva 2005/29/CE del 11/5/2005
sobre prácticas comerciales desleales de las empresas en sus rela-
ciones con los consumidores en el mercado interior.

a las usuarias y los usuarios, las consumidoras y los consumidores. d) Suministrar en


condiciones de calidad, igualdad, equidad, accesibilidad y de manera ininterrum-
pida, de productos o servicios, salvo los casos previstos en la normativa específica.
e) Remitir ante la autoridad competente los modelos de contratos de adhesión, para
su aprobación. f ) Adoptar mecanismos de seguridad apropiados y confiables que ga-
ranticen la protección del secreto, confidencialidad e intimidad de la información de
las usuarias y los usuarios, las consumidoras y los consumidores, conforme la Cons-
titución Política del Estado, la presente Ley y la normativa específica. g) Habilitar me-
dios e instrumentos adecuados y permanentes para que las usuarias y los usuarios,
las consumidoras y los consumidores puedan efectuar sus consultas y reclamacio-
nes, como líneas telefónicas, plataformas de atención al público, puntos de reclama-
ción, entre otros. h) Atender y resolver, de manera eficiente y eficaz, las solicitudes
y reclamaciones realizadas por las usuarias y los usuarios, las consumidoras y los
consumidores. i) Comunicar e informar con anterioridad sobre la interrupción del
servicio, a las autoridades que correspondan y a las usuarias y los usuarios, las con-
sumidoras y los consumidores afectados. j) Exhibir certificaciones de habilitación u
otros documentos, que acrediten las capacidades u ofertas de servicios especializa-
dos. k) Entregar a la usuaria y al usuario, en el caso de servicios, constancia escrita de
las condiciones, derechos y obligaciones de ambas partes, copia del contrato suscri-
to, de los anexos y de toda documentación relacionada. Sin perjuicio de ello, deberán
mantener tal información disponible para las usuarias y los usuarios en sus oficinas
de atención al público o en otros medios de información adecuados para el efecto.
l) Capacitar permanentemente a su personal respecto a la atención de las usuarias
y los usuarios, las consumidoras y los consumidores. m) Introducir información de
derechos y obligaciones de las usuarias y los usuarios, las consumidoras y los con-
sumidores, en la facturación que se extienda. n) Otras que establezca la normativa
específica”.
(13) Conf. punto IV.11, Directrices de las Naciones Unidas para la protección del
consumidor de 2015.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

En dicha normativa se define a la “práctica comercial” como


“todo acto, omisión, conducta o manifestación, o comunicación co-
mercial, incluidas la publicidad y la comercialización, procedente
de un comerciante y directamente relacionado con la promoción,
la venta o el suministro de un producto a los consumidores” (14).
Según esta directiva, las prácticas comerciales desleales están
prohibidas (15). Una práctica es desleal si “es contraria a los requi-
sitos de la diligencia profesional” (16) y si “distorsiona o puede dis-
torsionar de manera sustancial, con respecto al producto de que
se trate, el comportamiento económico del consumidor (17), medio
al que afecta o al que se dirige la práctica, o del miembro medio
del grupo, si se trata de una práctica comercial dirigida a un grupo
concreto de consumidores” (18).
La propia norma establece un interesante matiz para interpre-
tar cuándo se está ante una práctica de esta naturaleza, expresando
que “las prácticas comerciales que puedan distorsionar de manera
sustancial, en un sentido que el comerciante pueda prever razona-
blemente, el comportamiento económico únicamente de un grupo
claramente identificable de consumidores especialmente vulnera-
bles a dichas prácticas o al producto al que se refieran, por padecer
estos últimos una dolencia física o un trastorno mental o por su
edad o su credulidad, deberán evaluarse desde la perspectiva del
miembro medio de ese grupo. Ello se entenderá sin perjuicio de la
práctica publicitaria habitual y legítima de efectuar afirmaciones
exageradas o afirmaciones respecto de las cuales no se pretenda
una interpretación literal” (19).

(14) Art. 2.d, directiva 2005/29/CE.


(15) Art. 5.1, directiva 2005/29/CE.
(16) La directiva define la diligencia profesional en su art. 2.h como “el nivel de
competencia y cuidado especiales que cabe razonablemente esperar del comercian-
te en sus relaciones con los consumidores, acorde con las prácticas honradas del
mercado o con el principio general de buena fe en el ámbito de actividad del comer-
ciante”.
(17) La directiva también se ocupa de la “distorsión sustancial del comportamiento
económico del consumidor” en su art. 2.e, expresando que ello se dará cuando se uti-
lice “una práctica comercial para mermar de manera apreciable la capacidad del con-
sumidor de adoptar una decisión con pleno conocimiento de causa haciendo así que
éste tome una decisión sobre una transacción que de otro modo no hubiera tomado”.
(18) Art. 5.2, directiva 2005/29/CE.
(19) Art. 5.3, directiva 2005/29/CE.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

La directiva 2005/29/CE distingue entre prácticas engañosas y


agresivas, como subtipos de las prácticas desleales.
Dentro de las prácticas engañosas divide entre acciones (20) y
omisiones (21) engañosas.

(20) Art. 6º, directiva 2005/29/CE: “Acciones engañosas. 1. Se considerará engaño-


sa toda práctica comercial que contenga información falsa y por tal motivo carezca de
veracidad o información que, en la forma que sea, incluida su presentación general,
induzca o pueda inducir a error al consumidor medio, aun cuando la información
sea correcta en cuanto a los hechos, sobre uno o más de los siguientes elementos,
y que en cualquiera de estos dos casos le haga o pueda hacerle tomar una decisión
sobre una transacción que de otro modo no hubiera tomado: a) la existencia o la na-
turaleza del producto; b) las características principales del producto, tales como su
disponibilidad, sus beneficios, sus riesgos, su ejecución, su composición, sus acceso-
rios, la asistencia posventa al cliente y el tratamiento de las reclamaciones, el proce-
dimiento y la fecha de su fabricación o suministro, su entrega, su carácter apropiado,
su utilización, su cantidad, sus especificaciones, su origen geográfico o comercial o
los resultados que pueden esperarse de su utilización, o los resultados y característi-
cas esenciales de las pruebas o controles efectuados al producto; c) el alcance de los
compromisos del comerciante, los motivos de la práctica comercial y la naturaleza
del proceso de venta, así como cualquier afirmación o símbolo que indique que el
comerciante o el producto son objeto de un patrocinio o una aprobación directos o
indirectos; d) el precio o su modo de fijación, o la existencia de una ventaja especí-
fica con respecto al precio; e) la necesidad de un servicio o de una pieza, sustitución
o reparación; f ) la naturaleza, las características y los derechos del comerciante o su
agente, tales como su identidad y su patrimonio, sus cualificaciones, su situación, su
aprobación, su afiliación o sus conexiones y sus derechos de propiedad industrial,
comercial o intelectual, o los premios y distinciones que haya recibido; g) los dere-
chos del consumidor, incluidos los derechos de sustitución o de reembolso previstos
por la directiva 1999/44/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de mayo de
1999, sobre determinados aspectos de la venta y las garantías de los bienes de consu-
mo, o los riesgos que pueda correr. 2. También se considerará engañosa toda práctica
comercial que, en su contexto fáctico, y teniendo en cuenta todas sus características
y circunstancias, haga o pueda hacer que el consumidor medio tome una decisión
sobre una transacción que de otro modo no hubiera tomado, y que suponga: a) cual-
quier operación de comercialización de un producto, incluida la publicidad compa-
rativa, que cree confusión con cualesquiera productos, marcas registradas, nombres
comerciales u otras marcas distintivas de un competidor; b) el incumplimiento por
parte del comerciante de compromisos incluidos en códigos de conducta que aquél
se haya obligado a respetar, siempre y cuando: i) el compromiso no remita a una as-
piración u objetivo sino que sea firme y pueda ser verificado, y ii) el comerciante in-
dique en una práctica comercial que está vinculado por el código”.
(21) Art. 7º, directiva 2005/29/CE: “Omisiones engañosas. 1. Se considerará enga-
ñosa toda práctica comercial que, en su contexto fáctico, teniendo en cuenta todas
sus características y circunstancias y las limitaciones del medio de comunicación,
omita información sustancial que necesite el consumidor medio, según el contexto,
para tomar una decisión sobre una transacción con el debido conocimiento de causa
y que, en consecuencia, haga o pueda hacer que el consumidor medio tome una de-
cisión sobre una transacción que de otro modo no hubiera tomado. 2. Se considerará

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

Centrándose en las prácticas agresivas, la directiva expresa que


“se considerará agresiva toda práctica comercial que, en su contex-
to fáctico, teniendo en cuenta todas sus características y circuns-
tancias, merme o pueda mermar de forma importante, mediante
el acoso, la coacción, incluido el uso de la fuerza, o la influencia
indebida, la libertad de elección o conducta del consumidor medio
con respecto al producto y, por consiguiente, le haga o pueda ha-
cerle tomar una decisión sobre una transacción que de otra forma
no hubiera tomado” (22). Asimismo, para determinar si una práctica
comercial hace uso del acoso, la coacción o la influencia indebida
se establecen notas caracterizantes de esas conductas (23).

también que hay omisión engañosa cuando un comerciante oculte la información


sustancial contemplada en el apartado 1, teniendo en cuenta las cuestiones contem-
pladas en dicho apartado, o la ofrezca de manera poco clara, ininteligible, ambigua
o en un momento que no sea el adecuado, o no dé a conocer el propósito comercial
de la práctica comercial en cuestión en caso de que no resulte evidente por el con-
texto, siempre que, en cualquiera de estos casos, haga o pueda hacer que el consu-
midor medio tome una decisión sobre una transacción que de otro modo no hubiera
tomado. 3. Cuando el medio utilizado para comunicar la práctica comercial imponga
limitaciones de espacio o de tiempo, a la hora de decidir si se ha omitido información
deberán tenerse en cuenta esas limitaciones y todas las medidas adoptadas por el co-
merciante para poner la información a disposición del consumidor por otros medios.
4. En los casos en que haya una invitación a comprar se considerará sustancial la in-
formación que figura a continuación, si no se desprende ya claramente del contexto:
a. las características principales del producto, en la medida adecuada al medio utili-
zado y al producto; b. la dirección geográfica y la identidad del comerciante, tal como
su nombre comercial y, en su caso, la dirección geográfica y la identidad del comer-
ciante por cuya cuenta actúa; c. el precio, incluidos los impuestos, o, en caso de que
éste no pueda calcularse razonablemente de antemano por la naturaleza del produc-
to, la forma en que se determina el precio, así como, cuando proceda, todos los gas-
tos adicionales de transporte, entrega o postales o, cuando tales gastos no puedan ser
calculados razonablemente de antemano, el hecho de que pueden existir dichos gas-
tos adicionales; d. los procedimientos de pago, entrega y funcionamiento, y el sistema
de tratamiento de las reclamaciones, si se apartan de las exigencias de la diligencia
profesional; e. en el caso de los productos y transacciones que lleven aparejado un
derecho de revocación o cancelación, la existencia de tal derecho. 5. Se considerarán
sustanciales los requisitos establecidos por el Derecho comunitario en materia de in-
formación relacionados con las comunicaciones comerciales, con inclusión de la pu-
blicidad o la comercialización, de los que el anexo II contiene una lista no exhaustiva”.
(22) Art. 8º, directiva 2005/29/CE.
(23) Art. 9º, directiva 2005/29/CE: “Utilización del acoso, la coacción y la influen-
cia indebida. Para determinar si una práctica comercial hace uso del acoso, la coac-
ción, con inclusión del uso de la fuerza, o la influencia indebida se tendrán en cuenta:
a) el momento y el lugar en que se produce, su naturaleza o su persistencia; b) el em-
pleo de un lenguaje o un comportamiento amenazador o insultante; c) a explotación
por parte del comerciante de cualquier infortunio o circunstancia específicos lo su-

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por último, la directiva mencionada trae un anexo con un exten-


so listado de prácticas que se consideran desleales en cualquier cir-
cunstancia (24), dividiéndolas en prácticas engañosas y agresivas (25).

ficientemente graves como para mermar la capacidad de discernimiento del consu-


midor, de los que el comerciante tenga conocimiento, para influir en la decisión del
consumidor con respecto al producto; d) cualesquiera obstáculos no contractuales
onerosos o desproporcionados impuestos por el comerciante cuando un consumidor
desee ejercitar derechos previstos en el contrato, incluidos el derecho de poner fin al
contrato o el de cambiar de producto o de comerciante; e. la amenaza de ejercer cual-
quier acción que, legalmente, no pueda ejercerse”.
(24) Anexo I, directiva 2005/29/CE.
(25) Entre las prácticas comerciales engañosas se incluyen las siguientes: “1. Afir-
mar el comerciante ser signatario de un código de conducta no siendo cierto. 2. Exhi-
bir un sello de confianza o de calidad o un distintivo equivalente sin haber obtenido
la necesaria autorización. 3. Afirmar que un código de conducta ha recibido el refren-
do de un organismo público o de otro tipo no siendo cierto. 4. Afirmar que un comer-
ciante (incluidas sus prácticas comerciales) o un producto ha sido aprobado, acep-
tado o autorizado por un organismo público o privado cuando éste no sea el caso, o
hacer esa afirmación sin cumplir las condiciones de la aprobación, aceptación o au-
torización. 5. Realizar una invitación a comprar productos a un precio determinado
sin revelar la existencia de motivos razonables que el comerciante pueda tener para
pensar que no estará en condiciones de ofrecer, él mismo o a través de otro comer-
ciante, dichos productos o productos equivalentes a ese precio durante un período
y en cantidades razonables, teniendo en cuenta el producto, el alcance de la publici-
dad que se le haya dado y el precio de que se trate (publicidad señuelo). 6. Realizar
una invitación a comprar productos a un precio determinado para luego: a. negarse
a mostrar el artículo anunciado a los consumidores, o b. negarse a aceptar pedidos
de dicho artículo o a hacer entregas del mismo en un período de tiempo razonable,
o c. enseñar una muestra defectuosa del mismo, con la intención de promocionar un
producto diferente (señuelo y cambio). 7. Afirmar falsamente que el producto sólo
estará disponible durante un período de tiempo muy limitado o que sólo estará dis-
ponible en determinadas condiciones durante un período de tiempo muy limitado
a fin de inducir al consumidor a tomar una decisión inmediata, privándole así de la
oportunidad o el tiempo suficiente para hacer su elección con el debido conocimien-
to de causa. 8. Comprometerse a proporcionar un servicio posventa a consumidores
con los que el comerciante se haya comunicado con anterioridad a una transacción
en un idioma que no sea idioma oficial del Estado miembro en que esté instalado
el comerciante, y que tal servicio se encuentre luego disponible únicamente en otro
idioma, sin haber advertido claramente de ello al consumidor antes de que éste se
comprometa a realizar la transacción. 9. Afirmar o crear por otro medio la impresión
de que un producto puede ser legalmente vendido no siendo cierto. 10. Presentar los
derechos que otorga la legislación a los consumidores como si fueran una caracterís-
tica distintiva de la oferta del comerciante. 11. Recurrir a un contenido editorial en
los medios de comunicación para promocionar un producto, pagando el comercian-
te por dicha promoción, pero sin que ello quede claramente especificado en el con-
tenido o mediante imágenes y sonidos claramente identificables para el consumidor
(publirreportajes). Este supuesto se entenderá sin perjuicio de la Directiva 89/552/
CEE. 12. Hacer afirmaciones materialmente inexactas en cuanto a la naturaleza y la
extensión del peligro que supondría para la seguridad personal del consumidor o de

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

su familia el hecho de que el consumidor no compre el producto. 13. Promocionar


un producto similar al producto de un determinado fabricante para inducir de ma-
nera deliberada al consumidor a creer que el producto procede de ese mismo fabri-
cante no siendo cierto. 14. Crear, dirigir o promocionar un plan de venta piramidal
en el que el consumidor realice una contraprestación a cambio de la oportunidad de
recibir una compensación derivada fundamentalmente de la entrada de otros con-
sumidores en el plan, y no de la venta o el consumo de productos. 15. Afirmar que el
comerciante está a punto de cesar en sus actividades o de trasladarse sin que vaya a
hacerlo. 16. Alegar que los productos pueden facilitar la obtención de premios en jue-
gos de azar. 17. Proclamar falsamente que un producto puede curar enfermedades,
disfunciones o malformaciones. 18. Transmitir información materialmente inexacta
sobre las condiciones del mercado o sobre la posibilidad de encontrar el producto,
con la intención de inducir al consumidor a adquirirlo en condiciones menos favora-
bles que las condiciones normales de mercado. 19. Afirmar en una práctica comercial
que se ofrece un concurso o premios de promoción sin conceder los premios descritos
ni algo razonablemente equivalente. 21. Incluir en la documentación de comercializa-
ción una factura o un documento similar de pago que dé al consumidor la impresión
de que ya ha encargado el producto comercializado sin que éste haya hecho el pedido
correspondiente. 22. Afirmar de forma fraudulenta o crear la impresión falsa de que
un comerciante no actúa a los fines propios de su actividad comercial, industrial, arte-
sanal o profesional, o presentarse de forma fraudulenta como un consumidor. Crear la
impresión falsa de que el servicio posventa en relación con el producto está disponible
en un Estado miembro distinto de aquel en el que se ha vendido el producto”.
Entre las prácticas comerciales agresivas se enumeran las que se transcriben a con-
tinuación: “24. Crear la impresión de que el consumidor no puede abandonar el lo-
cal hasta haber perfeccionado el contrato. 25. Realizar visitas en persona al domicilio
del consumidor, ignorando las peticiones de éste de que el comerciante abandone
su casa o no vuelva a personarse en ella, salvo en las circunstancias y en la medida
en que esté justificado, con arreglo a la legislación nacional, para hacer cumplir una
obligación contractual. 26. Realizar proposiciones no solicitadas y persistentes por
teléfono, fax, correo electrónico u otros medios a distancia, salvo en las circunstan-
cias y en la medida en que esté justificado, con arreglo a la legislación nacional, para
hacer cumplir una obligación contractual. Este supuesto se entenderá sin perjuicio
del artículo 10 de la Directiva 97/7/CE y de las Directivas 95/46/CE y 2002/58/CE.
27. Exigir al consumidor que desee reclamar una indemnización al amparo de una
póliza de seguro que presente documentos que no puedan razonablemente consi-
derarse pertinentes para determinar la validez de la reclamación o dejar sistemáti-
camente sin responder la correspondencia al respecto, con el fin de disuadirlo de
ejercer sus derechos contractuales. 28. Incluir en una publicidad una exhortación
directa a los niños para que compren o convenzan a sus padres u otros adultos de
que les compren los productos anunciados. Esta disposición se entiende sin perjui-
cio de lo dispuesto en el artículo 16 de la Directiva 89/552/CEE relativa a la radiodi-
fusión televisiva. 29. Exigir el pago inmediato o aplazado, la devolución o la custodia
de productos suministrados por el comerciante, pero que no hayan sido solicitados
por el consumidor (suministro no solicitado), salvo cuando el producto en cuestión
sea un producto de sustitución suministrado de conformidad con lo establecido en el
artículo 7, apartado 3, de la Directiva 97/7/CE. 30. Informar expresamente al consu-
midor de que el trabajo o el sustento del comerciante corren peligro si el consumidor
no adquiere el producto o servicio. 31. Crear la impresión falsa de que el consumi-

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En Uruguay, v.gr., se dan varios ejemplos (sin ánimo exclu-


yente) (26). Otro tanto sucede en Paraguay (27).

4. Reclamos extrajudiciales de deudas

Los abusos en los modos de reclamo extrajudicial de deudas


constituyen una de las prácticas ilegales más difundidas no sólo en
nuestro país sino en otras latitudes.
Así, se ha señalado que con frecuencia las empresas de cobran-
zas envían intimaciones extrajudiciales para el cobro de deudas
que, muchas veces, por los montos en disputa, no justifican el ini-
cio de acciones judiciales. No obstante, “el objetivo de las empresas

dor ha ganado ya, ganará, o conseguirá si realiza un acto determinado, un premio o


cualquier otra ventaja equivalente, cuando en realidad: no existe tal premio o ventaja
equivalente o a realización de una acción relacionada con la obtención del premio o
ventaja equivalente está sujeta a la obligación, por parte del consumidor, de efectuar
un pago o incurrir en un gasto”.
(26) Art. 22, ley 17.250 de Uruguay: “Son consideradas prácticas abusivas, entre
otras: A) Negar la provisión de productos o servicios al consumidor, mientras exista
disponibilidad de lo ofrecido según los usos y costumbres y la posibilidad de cum-
plir el servicio, excepto cuando se haya limitado la oferta y lo haya informado previa-
mente al consumidor, sin perjuicio de la revocación que deberá ser difundida por los
mismos medios empleados para hacerla conocer. B) Hacer circular información que
desprestigie al consumidor, a causa de las acciones realizadas por éste, en ejercicio de
sus derechos. C) Fijar el plazo, o los plazos para el cumplimiento de las obligaciones
de manera manifiestamente desproporcionada en perjuicio del consumidor. D) En-
viar o entregar al consumidor, cualquier producto o proveer cualquier servicio, que
no haya sido previamente solicitado. Los servicios prestados o los productos remiti-
dos o entregados al consumidor, en esta hipótesis, no conllevan obligación de pago
ni de devolución, equiparándose por lo tanto a las muestras gratis. Se aplicará, en lo
que corresponda, lo dispuesto en el inciso tercero del artículo 16 de la presente ley.
E) Hacer aparecer al consumidor como proponente de la adquisición de bienes o ser-
vicios, cuando ello no corresponda”.
(27) Art. 14, ley 1334 de Paraguay: “Queda prohibido al proveedor: a) condicio-
nar la adquisición de un producto o servicio a la de otro producto o servicio, excepto
cuando por los usos o costumbres o la naturaleza del producto o servicio, éstos sean
ofrecidos en conjunto; b) aprovechar la ligereza o ignorancia del consumidor para
lograr el consumo de sus productos o servicios; c) hacer circular información que
desprestigie al consumidor, a causa de las acciones realizadas por éste, en ejercicio
de sus derechos establecidos en esta ley, d) dejar de señalar el plazo para el cum-
plimiento de su obligación, o los plazos respectivos cuando fueren de cumplimiento
sucesivo; e) enviar o entregar al consumidor cualquier producto o proveer cualquier
servicio que no haya sido previamente solicitado: y, f ) discriminar al consumidor por
razones de sexo, edad, religión, raza o posición económica, en la provisión de un pro-
ducto o servicio ofertado al público en general”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

es que los deudores morosos paguen (aun las obligaciones pres-


criptas) y la comunicación debe ser lo suficientemente convictiva
(o intimidatoria) para generar inquietud en el consumidor para la
cancelación de la deuda”. A ello, los autores citados agregan que “el
estándar de valoración de la ‘apariencia de reclamo judicial’… no
debe ser el de un profesional o un empresario sino que la autoridad
de contralor o aun el juez debe ponerse en el lugar de un consu-
midor medio, que no está familiarizado con reclamos judiciales o
que incluso carece de formación elemental” (28). Finalizan dando
algunos ejemplos de estos reclamos con apariencia judicial. Así,
dicen que los documentos que se envían no deben contener logos
ni insignias de entidades oficiales. También se debe evitar el uso de
palabras de corte judicial, como secuestro o embargo.
Expresa Kiper (29) que “los abogados que utilicen estos sistemas,
además de incurrir en falta ética, podrían comprometer su respon-
sabilidad personal, porque se trata de hechos ilícitos en sentido
lato… para los cuales no rige la teoría de la representación”.
El propio Estado muchas veces usa esa apariencia de reclamos
judiciales para exigir el pago de deudas a los individuos (30).
Muy relacionado con esto, se ha señalado que los informes de
datos crediticios en muchas ocasiones son utilizados como pro-
cedimiento para el cobro extrajudicial de deudas (31). Esta amena-
za de inclusión de deudores morosos (o supuestamente morosos)
en listados que están al alcance de cualquiera es contrario a la
dignidad (32).
En una útil disposición, el Código brasileño prohíbe a los pro-
veedores poner a los consumidores en situaciones ridículas para

(28) Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Garzino, María


Constanza - Heredia Querro, Juan S., cit., p. 111.
(29) Kiper, Claudio M., “Comentario al art. 8º bis LDC”, en Picasso, Sebastián -
Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 138.
(30) Piedecasas, Miguel A., “La Ley 26.361. Reseña general”, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, 2009, nro. 1 (Consumidores), p. 91, cit.
(31) Molina Quiroga, Eduardo, Responsabilidad derivada de informes crediti-
cios, La Ley, Buenos Aires, 2010, p. 261.
(32) Farina, Juan M., cit., p. 15.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cobrarle deudas o efectuarle amenazas o intimaciones al respecto


(art. 42) (33).
En Ecuador existe una norma similar aclarando que la pro-
hibición también rige respecto de quienes actúen en nombre del
proveedor (34).
La ley 29.571 de Perú, por su parte, da una serie de ejemplos
de métodos abusivos de cobranza. Así, el art. 62, sin ánimo taxati-
vo, prohíbe: “a. Enviar al deudor, o a su garante, documentos que
aparenten ser notificaciones o escritos judiciales. b. Realizar visitas
o llamadas telefónicas entre las 20.00 horas y las 07.00 horas o los
días sábados, domingos y feriados. c. Colocar o exhibir a vista del
público carteles o escritos en el domicilio del deudor o del garante,
o en locales diferentes de éstos, requiriéndole el pago de sus obli-
gaciones. d. Ubicar a personas con carteles alusivos a la deuda, con
vestimenta inusual o medios similares, en las inmediaciones del
domicilio o del centro de trabajo del deudor, requiriéndole el pago
de una obligación. e. Difundir a través de los medios de comuni-
cación nóminas de deudores y requerimientos de pago sin mediar
orden judicial. Lo anterior no comprende a la información que se
proporcione a las centrales privadas de información de riesgos re-
guladas por ley especial, la información brindada a la Central de
Riesgos de la Superintendencia de Banca, Seguros y Administrado-
ras Privadas de Fondos de Pensiones ni la información que por nor-
ma legal proporcione el Estado. f. Enviar comunicaciones o realizar
llamadas a terceros ajenos a la obligación informando sobre la mo-
rosidad del consumidor. g. Enviar estados de cuenta, facturas por
pagar y notificaciones de cobranza, sea cual fuera la naturaleza de

(33) En sentido similar, la ley chilena expresa que “las actuaciones de cobranza
extrajudicial no podrán considerar el envío al consumidor de documentos que apa-
renten ser escritos judiciales; comunicaciones a terceros ajenos a la obligación en las
que se dé cuenta. de la morosidad; visitas o llamados telefónicos a la morada del deu-
dor durante días y horas que no sean los que declara hábiles el artículo 59 del Código
de Procedimiento Civil, y, en general, conductas que afecten la privacidad del hogar,
la convivencia normal de sus miembros ni la situación laboral del deudor” (art. 37,
ley 19.496 de Chile).
El art. 61 de la ley 29.571 de Perú expresa que “el proveedor debe utilizar los pro-
cedimientos de cobranza previstos en las leyes. Se prohíbe el uso de métodos de co-
branza que afecten la reputación del consumidor, que atenten contra la privacidad de
su hogar, que afecten sus actividades laborales o su imagen ante terceros”.
(34) Art. 49, ley 2000-21 de Ecuador.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

estas últimas, al domicilio de un tercero ajeno a la relación de con-


sumo, salvo que se trate de un domicilio contractualmente acorda-
do o que el deudor haya señalado un nuevo domicilio válido”.

5. La conducta discriminatoria

Está fuera de discusión que cada vez que un proveedor incurra


en conductas discriminatorias se estará ante un accionar de singu-
lar gravedad que, además, causará daños a los afectados que surgi-
rán in re ipsa. Es decir, acreditado un acto discriminatorio, no sólo
existirá una violación formal a la LDC pasible de sanciones sino
que también nace, automáticamente, un deber resarcitorio hacia el
consumidor que lo sufre.
Si bien los casos de discriminación arbitraria manifiesta resul-
tan fáciles de distinguir en la práctica, ello no siempre es así pues,
a veces, intervienen otras cuestiones que tornan difícil concluir si
existe o no efectivamente un acto discriminatorio.
Un interesante precedente jurisprudencial extranjero (35) (cita-
do porque involucra a una importante empresa argentina) permite
analizar la tensión constante entre evitar las conductas discrimi-
natorias sin descuidar el deber de “preservar la seguridad”, lo cual
no es fácil de compatibilizar.
Este caso trató la situación de los “pasajeros disruptivos” en las
líneas aéreas, es decir, aquellos que exhiben conductas alteradas,
violentas o revoltosas que interfieren en las obligaciones y funcio-
nes de la tripulación, y perturban la tranquilidad de los otros pasa-
jeros (36). En este supuesto concreto, la persona figuraba en la lista
de pasajeros disruptivos por un incidente en el cual intentó detener
la partida de un vuelo que debía abordar con su esposo aduciendo,
falsamente, y a los gritos en el hall de la aeroestación que en el avión
había una bomba dentro de su equipaje. La pasajera finalmente fue
indemnizada y se ordenó a la demandada sacar a la persona de esa

(35) Corte Apel. Santiago (Chile), sala 2a, 18/12/2013, “I. M. R. C. c. Aerolíneas Ar-
gentinas SA”, LA LEY, 2014-B, 178. Desde el punto de vista fáctico es interesante tam-
bién el antecedente de este fallo: Juzg. de Policía Local de Pudahuel, 30/11/2012, “I.
M. R. C. c. Aerolíneas Argentinas SA”, LA LEY, 2014-B, 178.
(36) Vassallo, Carlos María, “Pasajeros insubordinados o perturbadores y la
defensa del consumidor”, LA LEY, 2014-B, 178.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

lista. Los jueces chilenos repararon en el hecho de haberse espera-


do el embarque para recién allí negar el cumplimiento del contrato
de transporte aéreo, además de señalarse que aquel incidente no
terminó en condena alguna para la pasajera. Además de ello, se
resaltó la inexistencia de un registro oficial que habilite a generar
listas de personas no embarcables. El autor que comentó el caso se
preguntaba si era un caso de discriminación.
Situaciones como la reseñada son complejas, pues podría suce-
der que el proveedor, en el afán de evitar llevar adelante conduc-
tas discriminatorias, termine siendo responsable por omisión en el
cumplimiento del deber de seguridad si la persona sobre la cual no
se ejerció el derecho de admisión causa luego graves daños.
Sería el ejemplo clásico de los “barrabravas” en los estadios.
Téngase en cuenta que muchas veces estas personas están siendo
investigadas y no se encuentran todavía condenadas por algún de-
lito relacionado con la violencia en el fútbol. Por esta razón, desde
la perspectiva constitucional, podrían existir argumentos para de-
cir que es arbitrario negarles el acceso a la cancha. Al mismo tiem-
po, si se los deja ingresar y luego cometen desmanes, también se
podría sostener que los organizadores del espectáculo deportivo y
quienes deben velar por su seguridad han facilitado con su actitud
permisiva los daños producidos dentro del estadio siendo, en con-
secuencia, responsables ante los eventuales damnificados.
La norma peruana prohíbe que se excluya a las personas de
los establecimientos de los proveedores cuando no medien causas
de seguridad, tranquilidad de sus clientes u otros motivos simila-
res (37). Igualmente, en lo relativo al acceso al establecimiento, las
restricciones de ingreso deben ser objetivas, justificadas y debida-
mente informadas de modo previo, directo, claro y oportuno a los
consumidores (38).

6. Los controles de seguridad

Así como en muchos casos existe tensión entre seguridad y dis-


criminación, en otros el conflicto se da entre resguardar la seguri-

(37) Art. 38.2, ley 29.571 de Perú.


(38) Art. 40, ley 29.571 de Perú.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

dad (fundamentalmente en los bienes o mercadería de una empre-


sa) y la dignidad e, incluso, intimidad de una persona.
Esto es lo que sucede con los controles a través de videocáma-
ras o, con más frecuencia, mediante personal de vigilancia privada
en centros comerciales. Cuando se utilicen estos mecanismos se
deberá tener particular cuidado en no afectar la dignidad o la inti-
midad de la persona.
Así, por ejemplo, si un consumidor es maltratado verbalmente
por personal de seguridad de un supermercado por sospecha in-
fundada de robo, cabría un resarcimiento (39).
Otro tanto sucederá si el control se realizara frente al público
sin cuidar la imagen de la persona, exponiéndola a una situación
vergonzante. Cuando se deben realizar este tipo de actos, la actua-
ción del personal de seguridad del proveedor debe ser lo más dis-
creta posible.
En Chile, la normativa consumeril se ocupa expresamente de
este tema expresando que estos sistemas deben respetar la dignidad
y los derechos de las personas, disponiendo que “en caso que se sor-
prenda a un consumidor en la comisión flagrante de un delito los ge-
rentes, funcionarios o empleados del establecimiento se limitarán,
bajo su responsabilidad, a poner sin demora al presunto infractor a
disposición de las autoridades competentes”. Incluso aclara que la
violación de este precepto puede no sólo ser considerado una infrac-
ción sancionable en los términos de la ley 19.496 sino también un
delito (40). También México prevé una disposición similar (41).

7. La falta o deficiencia en la atención al cliente

La falta de atención a los clientes constituye uno de los ejemplos


más habituales de prácticas comerciales abusivas o ilegales.
En tal sentido, es dable observar en ciertas oportunidades que
la energía y recursos económicos que los proveedores le dedican

(39) CCiv. y Com. San Martín, sala I, 17/9/2015, “L., M. G. c. INC SA - Supermeca-
dos Carrefour y otro s/daños y perjuicios”, RCCyC, 2015 (noviembre), p. 192, y CNCiv.
y Com. Lomas de Zamora, sala I, 29/3/2012, “E., A. N. c. Carrefour Argentina SA s/da-
ños y perjuicios”, ED, del 1/2/2013, p. 5.
(40) Art. 15, ley 19.496 de Chile.
(41) Art. 10, Ley Federal de Protección al Consumidor de México.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

a la relación con sus clientes en la etapa posterior a la celebración


del contrato tienden a decrecer si ello se compara con el “operativo
seducción” que se estructura antes para atraerlo como cliente.
Un síntoma claro de esto son esas faltas o deficiencias que no
hacen más que evidenciar cómo funciona la “agenda de priorida-
des” del proveedor.
Las faltas de atención al cliente han tenido sus consecuencias
en el ámbito jurisprudencial. Al solo título informativo, se puede
recordar un caso en el cual se condenó a una empresa de telefonía
a indemnizar el daño moral derivado del maltrato proferido por un
empleado suyo hacia un consumidor (42). Es decir, el hecho en sí fue
considerado dañoso sin requerirse más que el destrato al cliente.
En otro asunto iniciado contra una empresa de energía eléctrica
se dejó sin efecto una deuda por consumo de energía, al conside-
rarse abusivo el obrar de la empresa que, pese a conocer que en un
inmueble había intrusos y haber realizado una denuncia penal por
robo de energía y defraudación, pretendió luego cobrar los consu-
mos a quien había contratado el servicio (43). Aquí se puede ver cómo
las deficiencias en la atención al cliente terminan conspirando in-
cluso contra la posibilidad de la empresa de poder cobrar un crédito.
También se condenó (incluso con daños punitivos) a una com-
pañía de teléfonos por la demora excesiva (más de un año) en
dar solución a un reclamo originado en la indebida facturación
por compra de celulares y líneas telefónicas no solicitadas por el
consumidor (44).
Las conductas en cuestión generan cierta sensación de “aban-
dono” en el consumidor, quien no tiene a disposición un canal de
diálogo adecuado con el empresario. Tomando nota de esto, se han
ideado algunas alternativas para comenzar a modificar dicho es-
tado de situación como se verá en el ejemplo del punto que sigue.

(42) CCiv. y Com. Córdoba, 29/3/2005, “Cuello, Fernando J. c. Telecom Personal


SA”, LLC, 2005 (julio), p. 649.
(43) CCiv. y Com. Rosario, sala III, 6/6/2007, “Capineri, Elsa Fortunata c. E.P.E. de
Prov. Santa Fe”, LLLitoral, 2007 (noviembre), p. 1124.
(44) CCiv. y Com. 1ª San Nicolás, 16/4/2015, “González, María Laura c. Telecom
Argentina SA s/daños y perjuicios”, RCyS, 2015-X-165.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

8. El caso especial de la atención de usuarios


de servicios financieros

La normativa del BCRA (45) creó la figura del funcionario res-


ponsable de atención al usuario, debiendo existir un titular y un
suplente. Estas personas deben encargarse de asegurar la adecua-
da atención de los usuarios de servicios financieros y se registran
como tales ante la Gerencia Principal de Protección al Usuario de
Servicios Financieros del BCRA. Además de esa función principal,
tienen otras complementarias como la participación en el diseño
de nuevos productos financieros o en la modificación de los exis-
tentes, velando por su adecuación a la normativa vigente. También
la verificación de las publicidades del proveedor, supervisando que
cumplan con las normas legales de defensa del consumidor. Ade-
más de ello, se obliga a los proveedores financieros a contemplar
un procedimiento de atención personalizado para aquellos clien-
tes que así lo soliciten (46). Por su parte, la normativa dispone, como
regla general, que las consultas o reclamos deben ser resueltas de
manera definitiva dentro del plazo de 20 días hábiles. Esa resolu-
ción debe notificarse por escrito al usuario aunque se admite la
utilización del correo electrónico cuando el presentante lo haya
aceptado al momento de iniciar su consulta o reclamo (47). Ante una
respuesta no satisfactoria o ante la falta de ella, el usuario puede
interponer una denuncia por escrito ante la Gerencia Principal de
Protección al Usuario de Servicios Financieros del BCRA (48) sin
perjuicio de hacer el planteo ante la autoridad de contralor de la
LDC en los términos del art. 45, LDC, o normativa equivalente exis-
tente en las jurisdicciones locales.
La normativa citada (49) también establece la obligación de los
proveedores financieros de asentar en una base de datos única y
centralizada todas las consultas o reclamos de los usuarios, inde-

(45) Punto 3.1.1, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(46) Punto 3.1.4, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(47) Punto 3.1.4, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(48) Punto 5.2, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(49) Punto 3.1.3, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

pendientemente del medio a través del cual fueron canalizadas y


de la casa receptora. No todas las consultas o reclamos deben que-
dar asentados, sino solamente los siguientes:
1. Aquellos en los que, para responder al usuario, sea necesario
el análisis de la documentación obrante en el proveedor o del pedi-
do de información o documentación a otros sujetos u organismos.
Es decir, cuando no se puede dar respuesta en forma inmediata.
2. Los reclamos por presunto incumplimiento, prestación de-
fectuosa o falta de prestación de un producto o servicio, aun cuan-
do pueda darse respuesta en forma inmediata.
A tal fin, en dicho registro se mantendrá actualizado el esta-
do del trámite (pendiente de respuesta, con respuesta provisoria
o definitiva al presentante, junto con la respuesta brindada, etc.).
El proveedor debe conservar la información incorporada a esta
base de datos por el plazo de diez años. El usuario de servicios fi-
nancieros tiene derecho a efectuar el seguimiento de su presenta-
ción, debiendo ser informado del estado del trámite cada vez que
lo requiera (50).

9. La afectación del derecho a la imagen


de los consumidores

El CCyCN, si bien protege el derecho a la imagen en su art. 53,


establece excepciones.
En tal sentido, el Código expresa que para “captar o reproducir
la imagen o la voz de una persona, de cualquier modo que se haga,
es necesario su consentimiento”, salvo cuando la persona partici-
pe en actos públicos; cuando exista un interés científico, cultural
o educacional prioritario, y se tomen las precauciones suficientes
para evitar un daño innecesario; y, por último, cuando se trate del
ejercicio regular del derecho de informar sobre acontecimientos de
interés general. Respecto de las personas fallecidas, la regla es que
pueden prestar el consentimiento sus herederos, aunque, pasados
20 años desde la muerte, la reproducción no ofensiva es libre.
En un mundo en el cual la imagen tiene una importancia muy
relevante con “valor de mercado” muy seductor para quienes ilícita-

(50) Punto 3.2.2.1, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Ser-
vicios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).

- 366 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

mente buscan lucrar, por ejemplo, con fotos o videos de personas ob-
tenidas sin consentimiento (piénsese en el caso de los “paparazzi”),
el texto del art. 8º bis, LDC, complementado con el art. 53 del CCyCN,
puede comenzar a ofrecer soluciones concretas para resguardar a
los consumidores del uso indebido de su imagen por parte de los
proveedores, lo cual constituye una verdadera práctica abusiva.
Lo previsto en este precepto guarda también singular impor-
tancia en las relaciones de consumo que se entablan al utilizar re-
des sociales, servicios de mensajería instantánea, buscadores de
Internet y, en general, todas aquellas aplicaciones para teléfonos
móviles que a diario nacen ofreciendo innovadoras prestaciones.

10. Cumplimiento del contrato que constituye


un acto peligroso para la vida o la integridad
de una persona

Otra norma del Código puede representar un supuesto más de


práctica comercial abusiva.
Se trata del art. 54 en cuanto expresa que “no es exigible el cum-
plimiento del contrato que tiene por objeto la realización de actos
peligrosos para la vida o la integridad de una persona, excepto que
correspondan a su actividad habitual y que se adopten las medidas
de prevención y seguridad adecuadas a las circunstancias”.
Si en un caso concreto queda evidenciado que un proveedor re-
curre como práctica a suscribir contratos peligrosos para la vida o la
integridad de los consumidores y luego intenta ejecutarlos sin que
se den las excepciones apuntadas en el referido art. 54, tal conducta
quedará claramente incluida como una violación al art. 8º bis, LDC.

11. Exigencia al consumidor de sumas de dinero


no previstas en los contratos bancarios
de consumo

El CCyCN prohíbe que los bancos exijan a los consumidores su-


mas de dinero si es que no están previstas de modo expreso en los
contratos bancarios de consumo (51).

(51) Art. 1388, CCyCN.

- 367 -
Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

A contrario sensu, la práctica de exigirlos será ilegal.

12. El “trato preferente” a ciertos consumidores

Se vio que las faltas o deficiencias de atención al consumidor


constituyen prácticas comerciales abusivas.
Hay que preguntarse si el supuesto contrario, es decir, el deno-
minado “trato exclusivo o preferente” a un consumidor determina-
do puede ser interpretado como una especie de práctica discrimi-
natoria hacia los que no gozan de ese privilegio.
La referencia es aquí al trato preferente por cuestiones comer-
ciales y no al que puede tener origen en razones derivadas de nor-
mas legales, de la edad o alguna discapacidad del consumidor (52).
De este tema se ocupa el Código peruano expresando que “el
trato diferente de los consumidores debe obedecer a causas objeti-
vas y razonables”. Luego agrega que la atención preferente debe te-
ner fundamento en situaciones de hecho distintas que justifiquen
un trato diferente, además de que es necesaria la existencia de una
proporcionalidad entre el fin perseguido y el trato diferente que se
otorga (53).
La ley mexicana también ha puesto la atención en este tema ex-
presando que “los proveedores de bienes y servicios que ofrezcan
éstos al público en general, no podrán establecer preferencias o
discriminación alguna respecto a los solicitantes del servicio, ta-
les como selección de clientela, condicionamiento del consumo,
reserva del derecho de admisión, exclusión a personas con disca-
pacidad y otras prácticas similares, salvo por causas que afecten la
seguridad o tranquilidad del establecimiento, de sus clientes o de
las personas discapacitadas, o se funden en disposiciones expre-
sas de otros ordenamientos legales. Dichos proveedores en ningún
caso podrán aplicar o cobrar tarifas superiores a las autorizadas

(52) El Código peruano establece una obligación de trato preferente a embaraza-


das, niños, adultos mayores y personas con discapacidad. Art. 41, ley 29.571 de Perú.
Algo similar ocurre con el punto. 2.2 del t.o. de la normativa del BCRA sobre “Protec-
ción de los Usuarios de Servicios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(53) Art. 38.3, ley 29.571 de Perú.

- 368 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

o registradas para la clientela en general, ni ofrecer o aplicar des-


cuentos en forma parcial o discriminatoria” (54).
Relacionado con esto se puede citar un muy reciente fallo de la
CSJN en donde se condenó a una empresa concesionaria del ser-
vicio de transporte ferroviario, al Estado Nacional y la Comisión
Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) a cesar en la prácti-
ca discriminatoria consistente en brindar un servicio de peor cali-
dad a los usuarios de un ramal respecto de usuarios de otro (Once/
Moreno y Retiro/Tigre respectivamente), expresándose que no era
posible autorizar que no se cumpla con el estándar mínimo cons-
titucional relativo al principio de trato equitativo que establece el
art. 42 de la CN (55).
Se deben establecer soluciones que permitan fijar parámetros
destinados a poder discernir con claridad cuándo el trato preferen-
te deja de ser una política comercial lícita y pasa a transformarse en
una práctica comercial discriminatoria.

13. El uso de títulos de crédito en las relaciones


de consumo

En los últimos años se ha hecho evidente un uso abusivo de tí-


tulos de crédito (fundamentalmente pagarés) que funcionan como
una suerte de “garantía” para el proveedor frente al consumidor
que obtiene un préstamo de dinero u otro tipo de financiación.
La operación en cuestión supone, en muchos casos, ejecutar al
consumidor en jurisdicción extraña a su domicilio con la consi-
guiente afectación de sus garantías constitucionales. Y aun cuando
se lo demande en su jurisdicción se reducen significativamente las
defensas a oponer.
La magnitud que adquirió esta conducta llevó a que la jurispru-
dencia le dedique atención a este tema, buscando contrarrestar los
efectos de esto que puede ser considerado una verdadera práctica
abusiva. Al comentar el art. 36, LDC, se abordará al punto con ma-
yor detalle. Aquí sólo se desea dejar expuesta la situación y señalar

(54) Art. 58, Ley Federal de Protección al Consumidor de México.


(55) CSJN, 24/6/2014, “Unión de Usuarios y Consumidores c. EN -MO V. E. Inf.
- Sec. Transporte - dto. 104/01 y otros s/amp. proc. sumarísimo (art. 321, inc. 2º,
CPCC)”, LA LEY, 2014-D, 303.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

que ella podría encuadrar también dentro de las previsiones del


art. 8º bis, LDC (56).
El tema no es un problema sólo en la Argentina. La ley perua-
na, por ejemplo, prohíbe el uso de métodos comerciales coercitivos
por parte de los proveedores. Expresamente prohíbe “completar
formularios, formatos, títulos valores y otros documentos emitidos
incompletos por el consumidor, de manera distinta a la que fue ex-
presamente acordada al momento de su suscripción” (57).

14. Obtención de ventajas indebidas en aquellos


contratos de duración en los cuales el cambio
de proveedor es excesivamente costoso para
el consumidor

Este tema está especialmente regulado en la norma peruana


que prohíbe a los proveedores “tomar ventaja indebida en las rela-
ciones contractuales de duración continuada o de tracto sucesivo,
en aquellas situaciones en las que el cambio de un proveedor resul-
ta significativamente costoso para el consumidor” (58).
En la Argentina esta conducta también constituye una práctica
comercial indebida. Esto se puede dar en materia de medicina pre-
paga u obras sociales, pues los cambios de proveedor son particu-
larmente traumáticos pues implican para el consumidor “empezar
de cero” con nuevos profesionales de la salud que están incluidos
en la cartilla de la empresa prestadora actual pero no de la anterior,
establecimientos de internación diferentes, etcétera.
Esto también sucederá en materia bancaria, en donde el cam-
bio puede implicar el corte transitorio de líneas de crédito hasta
que se pone en funcionamiento el vínculo con el nuevo proveedor.
Naturalmente, ello le puede traer serias complicaciones operativas
al consumidor.

(56) Cierta doctrina afirma con contundencia que el uso de pagarés de consumo
constituye una clara práctica abusiva del sector crediticio. Álvarez Larrondo, Fe-
derico M. - Rodríguez, Gonzalo M., “La extremaunción al pagaré de consumo”, LA
LEY, 2012-F, 671.
(57) Art. 56.1.d, ley 29.571 de Perú.
(58) Art. 56.1.f, ley 29.571 de Perú.

- 370 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

El “excesivo costo” no debe entenderse en el sentido puramente


económico del término. Así, en materia de salud, lo que pierde el
consumidor al cambiar de proveedor es algo tan valioso como el
dinero: la confianza en los profesionales médicos que lo atienden y
a quienes ya conoce.

15. La influencia indebida mediante


aprovechamiento de infortunios o circunstancias
que afectan la capacidad de evaluación
del consumidor

El Codice del Consumo italiano considera como una práctica


comercial reñida con la ley, la explotación por parte del proveedor
de infortunios o circunstancias especiales de gravedad que afec-
tan la capacidad de evaluación del consumidor, con la finalidad de
influir sobre sus decisiones de consumo (59).
Sería el caso, por ejemplo, del proveedor de servicios financie-
ros que los ofrece a sola firma a trabajadores recién despedidos.
También el caso de las casas de empeño muy cercanas a casinos y
salas de juego que muchas veces aprovechan la desesperación del
ludópata.

16. Los “premios”

Los engaños al consumidor mediante falsos premios con el ob-


jeto de obtener de ellos una ventaja indebida es otro supuesto de
práctica comercial reprochable.
La ley peruana considera como un método comercial agresivo
o engañoso (y por lo tanto abusivo) “crear la impresión de que el
consumidor ya ha ganado, que ganará o conseguirá, si realiza un
acto determinado, un premio o cualquier otra ventaja equivalente
cuando, en realidad: (i) tal beneficio no existe, o (ii) la realización de
una acción relacionada con la obtención del premio o ventaja equi-
valente está sujeta a efectuar un pago o incurrir en un gasto” (60).

(59) Art. 25.c, Codice del Consumo de Italia.


(60) Art. 58.1.a, ley 29.571 de Perú.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

La jurisprudencia en determinadas oportunidades ha dictado


sentencias (de alguna manera ejemplares) intentando hacer cargar
sobre los empresarios las consecuencias dañosas de sus falsos pre-
mios o promociones.
Así, en un recordado caso del año 1996 se condenó a una famo-
sa compañía de gaseosas a indemnizar con un premio de 50 mil
dólares (más rubros adicionales) a un sujeto que había obtenido un
número en una tapita de un refresco. La empresa negaba que la
persona tenga derecho al premio (61).
En otro asunto se indemnizó por pérdida de chance a causa de la
negligente conducta de una empresa editora de revistas que, fren-
te a la expectativa creada en el público acerca de la participación
en un juego de azar por ella organizado, comercializó un ejemplar
que carecía de las condiciones necesarias para poder intervenir en
el certamen (62).
Por otro lado, se ha resuelto que era engañosa la promoción por
la que se le comunicó a una persona en forma falsa, a través de un
folleto, que había resultado ganadora de un sorteo (63).
También se aceptó el reclamo del cliente de un hipermercado
que ganó un premio consistente en llevarse gratis lo adquirido pre-
viamente. El demandado alegó que el premio estaba sujeto a un
límite dinerario. La defensa fue rechazada bajo el argumento de
que ello no constaba en los avisos de la mencionada promoción y
generó en los clientes expectativas superiores a las que en reali-
dad corresponderían. A ello se agregó que no modificaba tal con-
clusión el hecho de que el anuncio publicitario advirtiera sobre la
necesidad de consultar las bases y condiciones disponibles en el
establecimiento del demandado por cuanto ello permitía concluir
que la idea que guió dicho proceder fue que pocos o ningún cliente
tomarían la precaución de leer esa frase del folleto publicitario. Los
jueces también dijeron que para analizar cuándo un aviso tiende

(61) CCiv. y Com. 7a Córdoba, 19/9/1996, “Pajón, Edgar c. Pepsi Cola Argentina
SA”, LLC, 1997-312.
(62) CCiv., Com. y Garantías Pennal Necochea, 2/9/1999, “Cazabat, Norma S. c.
Editorial Perfil SA”, LLBA, 2000-346, cit.
(63) CNCom., sala B, 30/6/2003, “Saldivia, María F. c. Sprayette SA”, LA LEY, 2003-
F, 626, cit.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

a engañar, no se debe aplicar el test del “hombre diligente”, sino


estándares menos rígidos, de acuerdo con las características de la
audiencia a la que se dirige la publicidad. En tal sentido, apuntaron
que las modalidades de incentivo de ventas (como las promocio-
nes) deben ser analizadas con rigor, porque aun cuando hayan sido
autorizadas por las autoridades administrativas de aplicación en la
materia, operan sobre la psicología de los consumidores mediante
técnicas inductoras, afectando su libre determinación respecto a la
elección de los bienes a adquirir (64).
También se puede citar el caso de una condena a un supermer-
cado a efectivizar el pago del premio a un consumidor (se trataba
de un automóvil). El supermercado se negó a pagar argumentando
que el cliente había obtenido en realidad el derecho a participar
en un segundo sorteo por el vehículo. La Cámara lo condenó ma-
nifestando que si bien en las bases y condiciones se estableció que
se trataba de un presorteo, ello no surgía de los cupones ni de la
publicidad emitida por el proveedor, ni podía ser inferido tampoco
de la lectura atenta de éstos. A ello se sumaba que para acceder al
cupón se requería efectuar una compra mínima como mecanismo
tendiente a captar clientes (65).
Cuando el proveedor modifica las condiciones de sorteo y no lo
avisa oportunamente al consumidor, este último puede reclamar
la indemnización pertinente si las particularidades del caso lo per-
miten. Esto sucedió en un juicio en donde una persona suscribió
con una sociedad un título de capitalización, cuyo premio era un
automóvil. El sorteo estaba previsto para realizarse mediante los
números de la Lotería Nacional, pero, posteriormente, la empresa
dispuso que se efectúe por bolillero ante escribano público, comu-
nicando dicha modificación en un periódico. El mencionado sus-
criptor promovió un reclamo indemnizatorio parcialmente exitoso
alegando que el número que le habían asignado resultó ganador
con la primera modalidad prevista (66).

(64) CCiv. y Com. 2a La Plata, sala II, 27/9/2005, “Tomas, Héctor A. c. Hipermerca-
do Carrefour”, LLBA, 2006-358.
(65) CCiv. y Com. Rosario, sala III, 14/5/2008, “Revoledo, Vanesa Alejandra c. Hi-
permercados Libertad SA”, LLLitoral, 2008 (setiembre), p. 910.
(66) ST Jujuy, 7/3/2016, “Victorina, María Vargas c. Firmat Planauto SA s/sumarí-
simo por cumplimiento de contrato”, La Ley Online, AR/JUR/12696/2016.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

17. Las ventas “bola de nieve” o “piramidales”


y su diferencia con el marketing de redes

El Code de la Consommation francés se ocupa de las ventas


“bola de nieve” considerándolas prácticas comerciales ilícitas. Por
ello las prohíbe y las sanciona (67).
La venta piramidal se estructura como un negocio en el cual las
ganancias no vienen dadas por la venta de productos o servicios
a consumidores finales sino que la clave de su éxito está dada por
lo que abonan aquellas personas que deciden sumarse al negocio
como eslabones más bajos de la cadena de comercialización. A este
sistema se lo conoce también como ventas “bola de nieve” y su mis-
ma matriz evidencia que más que de una práctica comercial abusi-
va, se está ante un verdadero negocio ilegal.
En los hechos, es muy difícil demostrar su diferencia con aque-
llos negocios que echan mano al “marketing de redes”, en el cual
existen numerosos vendedores independientes que obtienen co-
misiones por la venta de productos y servicios a consumidores. Un
típico caso al respecto sería la venta por catálogo de productos para
el hogar o ropa tan popular en nuestro país.
La diferencia esencial entre ambos está dada por el origen de los
ingresos del negocio. Si provienen de consumidores finales, encua-
drará en el segundo supuesto. En cambio si provienen principal-
mente de los propios interesados en participar como “vendedores”
que adquieren un stock de productos con la esperanza de comer-
cializarlos y obtener una determinada rentabilidad, se estará ante
un caso de venta piramidal.
Otra manera de distinguir está dada por la forma de pago hacia
los vendedores. Si bajo cualquier denominación se les abona una
suma de dinero por “presentar” nuevos vendedores al negocio a fin
de que se incorporen a él, habrá seguramente un supuesto de venta
piramidal y por tanto ilegal. Si, en cambio, se comisiona sobre pro-
ductos o servicios comercializados a consumidores finales existirá
un negocio lícito.

(67) Art. L122-6, Code de la Consommation de Francia.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

Más allá de la ilegalidad de la venta piramidal se advierte al-


guna dificultad para que ella sea encuadrada con facilidad en la
LDC, ya que alguna opinión podría considerar que esos “vendedo-
res” engañados no adquieren para consumo final sino para comer-
cialización, por lo que no pueden ser considerados consumidores,
más allá de que, para quien ideó el sistema efectivamente lo sean,
ya que de sus bolsillos salen las ganancias del sujeto ubicado en el
vértice superior de esa pirámide.

18. El spam y las llamadas telefónicas masivas


por parte de proveedores

El correo electrónico “masivo” o “basura” (spam) y los mensajes


de texto y llamadas telefónicas de similares características consti-
tuyen otro ejemplo de práctica comercial abusiva.
Más adelante se verá la implementación de los sistemas “no lla-
me” para contrarrestar lo relativo a llamadas telefónicas.
La ley peruana contempla específicamente la situación de los
envíos de correos electrónicos, mensajes de texto a celulares o lla-
madas telefónicas, ofreciendo productos o servicios (tanto de ma-
nera individualizada (68) como masiva (69)). A todos ellos los reputa
como manifestaciones de una conducta abusiva si es que los envíos
son persistentes o impertinentes, o bien cuando se ignora la peti-
ción del consumidor para que cese este tipo de actividades.
En nuestra doctrina hay voces que consideran encuadrable al
spam como conducta contraria al trato digno que merece el con-
sumidor e incluso se ha preguntado si el proveedor de casillas de e-

(68) El art. 58.1.d de ley 29.571 de Perú prohíbe “realizar visitas en persona al do-
micilio del consumidor o realizar proposiciones no solicitadas, por teléfono, fax, co-
rreo electrónico u otro medio, de manera persistente e impertinente, o ignorando la
petición del consumidor para que cese este tipo de actividades”.
(69) Esto está previsto en el art. 58.1.e que no permite “emplear centros de llama-
da (call centers), sistemas de llamado telefónico, envío de mensajes de texto a celular
o de mensajes electrónicos masivos para promover productos y servicios, así como
prestar el servicio de telemercadeo, a todos aquellos números telefónicos y direccio-
nes electrónicas que hayan sido incorporados en el registro implementado por el In-
decopi para registrar a los consumidores que no deseen ser sujetos de las modalida-
des de promoción antes indicadas”.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

mail no sería responsable por permitir la recepción de ese “correo


basura” (70).

19. La puesta en el mercado de productos


o servicios inseguros
La ley ecuatoriana considera una práctica comercial abusiva el
hecho de “colocar en el mercado productos u ofertar la prestación
de servicios que no cumplan con las normas técnicas y de calidad
expedidas por los órganos competentes” (71).
La CSJN expresó que el trato digno al pasajero transportado sig-
nifica que se deben adoptar medidas para que sea atendido como
una persona humana con dignidad, contemplando la situación de
quienes tienen capacidades diferentes, o son menores, o no tienen
la instrucción necesaria para comprender el funcionamiento de lo
que se le ofrece, lo cual incluye la adopción de medidas para que el
pasajero no descienda empujado por una marea humana con ries-
go para su integridad física y de modo que viaje en forma razona-
blemente cómoda (72).
Lanzar a conciencia productos o servicios inseguros al merca-
do constituye una práctica comercial inadmisible si se la confronta
con el art. 8º bis, LDC.

20. Sobreventa de pasajes o entradas


a espectáculos públicos

La sobreventa de pasajes de transporte (overbooking) o entra-


das a espectáculos deportivos y artísticos constituye un supuesto
de práctica comercial abusiva que afecta lo dispuesto por el art. 8º
bis, LDC (73).
En el caso concreto de los pasajes de avión, se ha dicho que es
una maniobra dolosa que, además de constituir el delito de desba-
ratamiento de derechos acordados, está incluida dentro de la LDC

(70) Gini, Santiago, “Spam: enfoque jurídico integral”, ED, 231-829.


(71) Art. 55.5, ley 2000-21 de Ecuador.
(72) CSJN, 22/4/2008, “Ledesma, María Leonor c. Metrovías SA”, Fallos: 331:819, cit.
(73) La ley ecuatoriana considera a la sobreventa de entradas en espectáculos pú-
blicos como una infracción especial a la norma consumeril (art. 76, ley 2000-21).

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

y no del Código Aeronáutico, ya que implica una operatoria de po-


lítica comercial y no aeronáutica (74).

21. La discriminación de precios y otros aspectos


relevantes de los productos y servicios.
El consumidor extranjero

El art. 8º bis, LDC, en su tercera oración, tiene una finalidad po-


sitiva, pues busca evitar la diferenciación arbitraria sobre precios,
calidades técnicas o comerciales o cualquier otro aspecto relevan-
te sobre los bienes y servicios. Sin embargo, como aspecto negativo,
reduce esa protección solamente al consumidor extranjero. Inclu-
so hay quienes han ido más allá y afirman que la mención del ex-
tranjero es superflua, pudiendo ser mal vista por cierto sector de la
sociedad, ya que todos los consumidores merecen igual trato por lo
que no debería ser necesaria esta referencia (75).
Buscando entender qué ha pretendido el legislador, se puede
interpretar que el posicionamiento sobre el consumidor extranje-
ro se ha efectuado a los fines didácticos o ejemplificativos, toman-
do nota de que este sujeto pasa a menudo por estas situaciones de
discriminación.
Cabe aclarar que esta disposición general admite excepciones
en la medida en que se cumplan dos condiciones: que el trato di-
ferente esté autorizado por la autoridad de aplicación y que se fun-
de en razones de interés general debidamente fundadas. De no ser
cumplidos alguno de estos dos recaudos la prohibición se mantie-
ne inalterable.
Como ejemplos en donde se suele cobrar precio diferenciado a
extranjeros en la Argentina, se pueden encontrar ciertos lugares de
interés turístico o determinados medios de transporte.
Un interesante caso jurisprudencial ha tratado sobre este de-
licado tema. Se trató de un reclamo de una asociación de consu-
midores contra las licenciatarias del servicio denominado “bus
turístico” de la CABA, con el objeto de que se las condenara a de-

(74) Balián, Eduardo N., “Daños en el transporte aéreo de pasajeros, por retra-
so, cancelación de vuelo, denegatoria de embarque. Overbooking”, RCyS, 2013-I-68.
(75) Piedecasas, Miguel A., “La Ley 26.361. Reseña general”, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, 2009, nro. 1 (Consumidores), p. 91, cit.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

volver a determinados usuarios las sumas de dinero que habían


sido cobradas a éstos por el hecho de ser extranjeros en ocasión de
venderles pasajes para paseos urbanos. El reclamo fue rechazado
bajo el argumento de que no existió violación al art. 8º bis, LDC,
por cuanto el cuadro tarifario simplemente se limitó a fijar tarifas
promocionales que no tuvieron en consideración la nacionalidad
de los usuarios, sino su lugar de residencia. A ello se agregó que el
otorgamiento a consumidores locales del servicio de “bus turísti-
co” a una tarifa más atractiva que la otorgada a los no residentes era
razonable, pues ello contribuía a alentar a quienes, por vivir allí no
suelen portar el mismo interés en que la ciudad les sea mostrada;
a la vez que coadyuvaba a mantener la sustentabilidad del servicio
en tiempos de bajo ingreso turístico (76).
Señala Luis Leiva Fernández que “la discriminación indebida
en el Derecho del Consumidor no pasa por la nacionalidad sino
por el lugar de residencia”. Agrega que, según la letra del art. 8º bis,
LDC, aun siendo objetable, sería válida “la distinción de precio,
cantidad o calidad basada en el lugar de residencia” (77).
El CCyCN, al resaltar especialmente la discriminación por na-
cionalidad, incurre en el mismo error que la LDC. En efecto, el
art. 1098 del citado Código señala que “los proveedores deben dar a
los consumidores un trato equitativo y no discriminatorio. No pue-
den establecer diferencias basadas en pautas contrarias a la garan-
tía constitucional de igualdad, en especial, la de la nacionalidad de
los consumidores” (78).

22. Las ventas atadas y la afectación de la libertad


de elección

Ya se mencionó antes la relevancia de la libertad de elección


como derecho basal de los consumidores.

(76) CNCom., sala C, 14/10/2014, “Asociación Protección Cons. del Mercado Co-
mún del Sur c. Derudder Hermanos-Rotamund Unión Transit. de Empresas s/suma-
rísimo”, Revista de Derecho Comercial, del Consumidor y de la Empresa (DCCyE), di-
ciembre 2014, p. 89.
(77) Leiva Fernández, Luis F. P., “La Ley Nº 26.361 de afuera hacia adentro”,
Sup. Esp. Reforma de la Ley de defensa del consumidor, 2008 (abril), p. 67.
(78) Art. 1098, CCyCN.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

Lógicamente, cualquier tipo de afectación ilegal de aquella


constituye una práctica abusiva (y anticompetitiva (79)). Por supues-
to que el derecho en cuestión no es absoluto y existen determina-
das circunstancias en las cuales puede experimentar alguna clase
de restricción válida. La propia CSJN se ha referido a este espinoso
tema en un fallo de finales de 2015 (80).
Una de las manifestaciones más frecuentes de la violación de la
libertad de elección está constituida por las denominadas “ventas
atadas” (81).

(79) El art. 2.i de la ley 25.156 expresa que constituye una práctica restrictiva de la
competencia “subordinar la venta de un bien a la adquisición de otro o a la utilización
de un servicio, o subordinar la prestación de un servicio a la utilización de otro o a la
adquisición de un bien”.
(80) En el caso fue rechazada una acción de amparo interpuesta por el Sindicato
de Obreros de Estaciones de Servicios, Garages y Playas de Estacionamiento del Cha-
co que impugnó la legalidad y constitucionalidad de una resolución de la Superinten-
dencia de Servicios de Salud (res. 37/1998, publicada en el BO en fecha 18/5/1998)
que disponía que las obras sociales no podían ser elegidas en ámbitos territoriales
que no estén contemplados en su estatuto registrado. Como fundamento de su de-
cisión sostuvo la Corte que el derecho de libre elección de obra social no resultaba
afectado pues no se había acreditado que la norma impugnada altere la sustancia del
derecho reglamentado ni que se afecte el goce efectivo de las prestaciones de salud.
Agregó que la prescripción de que las obras sociales no puedan ser elegidas en ám-
bitos territoriales no contemplados en sus estatutos buscaba asegurar que la lejanía
o la distancia impidan una adecuada prestación a los afiliados de manera eficiente
y oportuna, persiguiéndose la finalidad legítima de resguardar la propia eficacia del
sistema. El juez Lorenzetti, en su voto, expresó que las restricciones geográficas no
menoscababan la sustancia del derecho a la libre elección de la obra social, pues los
afiliados podían obtener cobertura de otras obras sociales, distintas a la de su misma
actividad de su sindicato, pero que se encontraban, en principio, en condiciones de
otorgar efectiva cobertura y habilitadas para ser elegidas en el ámbito territorial en el
cual se encontraban. CSJN, 1/12/2015, “Sindicato de Obreros de Estaciones de Servi-
cios, Garages y Playas de Estacionamiento del Chaco c. Estado Nacional (ANSSAL) s/
acción de amparo y medida cautelar”, La Ley Online, AR/JUR/56636/2015.
(81) Resalta Kemelmajer de Carlucci que “hay productos que, por necesaria com-
pletividad funcional, deben comprarse juntos: los dos guantes, las dos medias, el jue-
go de sábanas, el juego de desayuno compuesto de taza y plato, etc. En la práctica
prohibida, en cambio, se trata de la imposición de productos atados, que no guardan
relación directa con la naturaleza de los productos vinculantes y que, por eso, apare-
ce como lesiva para los derechos del consumidor desde que genera un desperdicio
de recursos y una distorsión en el consumo, en tanto obliga al cliente a adquirir pro-
ductos que no necesita”. Kemelmajer De Carlucci, Aída, “Prácticas abusivas en los
contratos de consumo”, Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación. Con-
tratos, 2015 (febrero), p. 237, cit.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

El CCyCN se pronuncia expresamente prohibiéndolas (82). En efec-


to, señala lo siguiente: “Están prohibidas las prácticas que limitan la
libertad de contratar del consumidor, en especial, las que subordi-
nan la provisión de productos o servicios a la adquisición simultánea
de otros, y otras similares que persigan idéntico objetivo” (83).
La normativa del BCRA, en materia de protección del usuario
de servicios financieros, establece expresamente, con respecto a
los llamados “contratos multiproducto”, que ellos serán admisi-
bles siempre y cuando las secciones del contrato correspondien-
tes a cada producto se puedan escindir en contratos individuales
autónomos, de modo tal que el usuario pueda adherir solamente a
aquello que le interese (84).
La citada normativa se ocupa también de un supuesto muy ha-
bitual: los seguros que se contratan accesoriamente con algún ser-
vicio financiero. En estos casos, las entidades financieras deberán
ofrecer a los usuarios por lo menos tres compañías aseguradoras
no vinculadas entre sí entre las que deberán optar. Asimismo, el
cargo que el sujeto obligado aplique no podrá ser superior al que
la compañía de seguros elegida perciba por operaciones con parti-
culares concertadas en el lugar de contratación o de domicilio del
usuario sin la intervención del sujeto obligado (85).
La ley 453/2013 de Bolivia prohíbe a los proveedores “ordenar o
inducir a las usuarias y los usuarios, las consumidoras y los consu-
midores a contratar con determinados proveedores o quienes pro-
porcionen servicios auxiliares” (art. 24.II).
Similar previsión contiene la norma chilena, aunque se ocupa
expresamente sólo de los proveedores de productos y servicios fi-
nancieros (86). Otro tanto ocurre con Perú (87), Ecuador (88) y México (89).

(82) Sobre el tema puede verse: Barocelli, Sergio S., “Libertad de elección del
consumidor y ‘ventas atadas’ en el Proyecto de Código”, Sup. Act., del 22/5/2014, p. 1.
(83) Art. 1099, CCyCN.
(84) Punto 2.3.1.2, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Ser-
vicios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(85) Punto 2.3.11, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Ser-
vicios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(86) Art. 17.h, ley 19.496 de Chile.
(87) Art. 56.1.a, ley 29.571 de Perú.
(88) Art. 55.1, ley 2000-21 de Ecuador.
(89) Art. 43, Ley Federal de Protección al Consumidor de México.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

23. La vulneración de la privacidad

La vulneración de la privacidad afecta la dignidad de la persona


y es por ello que el Derecho del Consumidor debe extremar los re-
caudos para evitar dichas intromisiones indebidas.
Lorenzetti (90) considera al derecho a la privacidad como uno de
los derechos fundados en la relación de consumo y resalta la im-
portancia de su resguardo mediante herramientas preventivas y
resarcitorias en distintos ámbitos, en donde se suelen observar su
afectación (Internet, tecnología, operaciones bancarias on line, se-
guros, datos médicos y crediticios, entre otros).
De este tema se ocupa especialmente la normativa comunita-
ria europea (91) estableciendo, por ejemplo, las obligaciones de los
proveedores de los servicios de comunicaciones electrónicas de
garantizar su seguridad (92), especialmente en lo referido a los datos
personales de los usuarios, la confidencialidad de las comunica-
ciones (93), la prohibición de retención general de datos de los usua-
rios (94) (salvo muy contadas excepciones), el requerimiento de con-

(90) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 152.


(91) Directiva 2002/58/CE.
(92) Se puede citar al respecto el art. 4º, directiva 2002/58/CE que expresa lo si-
guiente: “Seguridad. 1. El proveedor de un servicio de comunicaciones electrónicas
disponible para el público deberá adoptar las medidas técnicas y de gestión adecua-
das para preservar la seguridad de sus servicios, de ser necesario en colaboración con
el proveedor de la red pública de comunicaciones por lo que respecta a la seguridad
de la red. Considerando las técnicas más avanzadas y el coste de su aplicación, dichas
medidas garantizarán un nivel de seguridad adecuado al riesgo existente. 2. En caso
de que exista un riesgo particular de violación de la seguridad de la red, el proveedor
de un servicio de comunicaciones electrónicas disponible para el público deberá in-
formar a los abonados sobre dicho riesgo y, cuando el riesgo quede fuera del ámbito
de las medidas que deberá tomar el proveedor del servicio, sobre las posibles solucio-
nes, con una indicación de los posibles costes”.
(93) El art. 5º de la directiva 2002/58/CE prohíbe en particular “la escucha, la gra-
bación, el almacenamiento u otros tipos de intervención o vigilancia de las comuni-
caciones y los datos de tráfico asociados a ellas por personas distintas de los usuarios,
sin el consentimiento de los usuarios interesados” salvo cuando dichas personas es-
tén autorizadas legalmente a hacerlo. Además de ello, esto no se aplica al “almacena-
miento técnico necesario para la conducción de una comunicación, sin perjuicio del
principio de confidencialidad”.
(94) Así, por ejemplo, el art. 6º de la directiva 2002/58/CE establece como princi-
pio general que “los datos de tráfico relacionados con abonados y usuarios que sean
tratados y almacenados por el proveedor de una red pública de comunicaciones o de
un servicio de comunicaciones electrónicas disponible al público deberán eliminar-

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

sentimiento previo para recibir correos spam o mensajes de texto


no solicitados (95) y también para que se almacene información del
usuario en su computadora (siendo aplicable esto último no sólo a
los virus o programas espía sino también a las cookies).
Se trata de un tema que merece una urgente regulación deta-
llada en la Argentina, la cual debe realizarse teniendo en cuenta
la situación de hipervulnerabilidad del usuario de Internet. Re-
sulta fundamental describir o enumerar normativamente lo que
podrían ser las prácticas comerciales ilícitas más habituales que
se cometen en perjuicio de los usuarios de estos servicios y que,
lógicamente, afectan su privacidad.

24. El marketing agresivo. El ejemplo de los sistemas


turísticos de tiempo compartido (STTC)

El marketing agresivo suele presentar como característica fun-


damental el empleo de mecanismos de mucha presión (especial-

se o hacerse anónimos cuando ya no sea necesario a los efectos de la transmisión de


una comunicación”.
(95) Art. 13, directiva 2002/58/CE: “Comunicaciones no solicitadas. 1. Sólo se podrá
autorizar la utilización de sistemas de llamada automática sin intervención humana
(aparatos de llamada automática), fax o correo electrónico con fines de venta directa
respecto de aquellos abonados que hayan dado su consentimiento previo. 2. No obs-
tante lo dispuesto en el apartado 1, cuando una persona física o jurídica obtenga de sus
clientes la dirección de correo electrónico, en el contexto de la venta de un producto
o de un servicio de conformidad con la Directiva 95/46/CE, esa misma persona física
o jurídica podrá utilizar dichas señas electrónicas para la venta directa de sus propios
productos o servicios de características similares, a condición de que se ofrezca con ab-
soluta claridad a los clientes, sin cargo alguno y de manera sencilla, la posibilidad de
oponerse a dicha utilización de las señas electrónicas en el momento en que se recojan
las mismas y, en caso de que el cliente no haya rechazado inicialmente su utilización,
cada vez que reciban un mensaje ulterior. 3. Los Estados miembros tomarán las medi-
das adecuadas para garantizar, que, sin cargo alguno, no se permitan las comunicacio-
nes no solicitadas con fines de venta directa en casos que no sean los mencionados en
los apartados 1 y 2, bien sin el consentimiento del abonado, bien respecto de los abona-
dos que no deseen recibir dichas comunicaciones. La elección entre estas dos posibili-
dades será determinada por la legislación nacional. 4. Se prohibirá, en cualquier caso,
la práctica de enviar mensajes electrónicos con fines de venta directa en los que se disi-
mule o se oculte la identidad del remitente por cuenta de quien se efectúa la comunica-
ción, o que no contengan una dirección válida a la que el destinatario pueda enviar una
petición de que se ponga fin a tales comunicaciones. 5. Los apartados 1 y 3 se aplicarán
a los abonados que sean personas físicas. Los Estados miembros velarán asimismo, en
el marco del Derecho comunitario y de las legislaciones nacionales aplicables, por la
suficiente protección de los intereses legítimos de los abonados que no sean personas
físicas en lo que se refiere a las comunicaciones no solicitadas”.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

mente psicológica) sobre los posibles compradores para torcerles


su voluntad y llevarlos a comprar aquello que no tenían pensado
adquirir.

Un ejemplo claro de marketing agresivo se encuentra en ma-


teria de comercialización de STTC, a punto tal que la ley 26.356
que regula el tema establece, en su art. 27, que aquellas personas
físicas o jurídicas que, con la finalidad de captar potenciales usua-
rios ofrezcan regalos, premios, participación en sorteos, cupones,
chequeras o cualquier documento representativo de derechos de
alojamiento, estadías o viajes, ya sea en entrevistas individuales o
grupales, telemarketing, medios gráficos o electrónicos u otros, de-
ben necesariamente cumplir con lo siguiente:

1. Indicar por esos mismos medios que la finalidad de la promo-


ción es venderles el STTC.

2. Especificar de manera clara la verdadera naturaleza, valor,


especie y dimensiones de los premios y regalos ofrecidos, así como
las condiciones, costos, limitaciones y restricciones que existen
para acceder a ellos.

3. Explicitar en la primera comunicación el objeto, característi-


cas y tiempo real de duración de la entrevista, en aquellos casos en
los cuales ésta sea condición para recibir el premio, regalo o parti-
cipar en sorteos.

4. Entregar los premios y regalos en el momento mismo de la


presentación o en un lapso no superior a los 20 días de realizada,
debiendo informar si existen costos no cubiertos (por ejemplo,
traslado).

5. Abstenerse de imponer procedimientos exageradamente


onerosos o impedimentos que tengan por objeto hacer desistir al
potencial usuario, del premio, regalo o sorteo referido.

25. La falta de entrega de comprobantes fiscales


a los adquirentes en el e-commerce

Otra práctica comercial abusiva muy común en la Argentina es


la falta de entrega de facturas a los consumidores cuando compran
por e-commerce.
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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Si bien esto también se da en los mercados “reales” en donde no


quedan documentadas estas operaciones, llama la atención que en
el comercio por Internet se lleven adelante operaciones (muchas
veces por sumas significativas de dinero) con apariencia de forma-
lidad que no obstante quedar documentadas en la red no conclu-
yen con la entrega de la factura al consumidor, lo cual más allá de
la infracción a normas tributarias, le causa a este último un perjui-
cio evidente ya que, por ejemplo, le dificulta la prueba del contrato
o de sus particularidades al momento de efectuar un reclamo.

26. La inclusión del consumidor en registros


de deudores por plazos superiores a los legales

Así como el reclamo extrajudicial de deudas por mecanismos


abusivos es una práctica comercial reñida con la ley, también lo es
la inclusión del consumidor en registros de deudores por plazos su-
periores a los que surgen de las leyes (96). Esto, por la simple razón
de que, más que protegerse el mercado crediticio, se intenta pre-
sionar al consumidor en mora para que pague su deuda, muchas
veces incluso prescripta.
Sobre el tema es importante recordar que el art. 26.4 de la
ley 25.326 establece que “sólo se podrán archivar, registrar o ceder
los datos personales que sean significativos para evaluar la solven-
cia económico-financiera de los afectados durante los últimos cin-
co años. Dicho plazo se reducirá a dos años cuando el deudor can-
cele o de otro modo extinga la obligación, debiéndose hace constar
dicho hecho” (el resaltado me pertenece).
Sucedía en la práctica que existían problemas o discordancias
respecto de la forma de computar esos plazos, lo que, en los hechos
producía que ese lapso de tiempo se extienda considerablemente e
incluso a veces de manera indefinida.

(96) Kemelmajer de Carlucci advierte que no se suele considerar abusivo en


nuestro país la inclusión de deudores en bases de datos con fines informativos per
se si no que las condenas se originan cuando existe información caduca o erró-
nea. Kemelmajer de Carlucci, Aída, “Prácticas abusivas en los contratos de consu-
mo”, Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación. Contratos, 2015 (febrero),
p. 237, cit.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

Esta situación se mantuvo hasta la intervención de la CSJN, que


tuvo oportunidad de resolver sobre el punto en dos casos de fines
de 2011 (97). Ellos se referían, básicamente, a reclamos de personas
que promovían acciones de hábeas data contra entidades finan-
cieras con el fin de que se cancele la información referente a ellos
que obraba en sus registros, comunicándosele tal circunstancia al
BCRA, para que la persona en cuestión sea dada de baja en la cen-
tral de deudores del sistema financiero.
Respecto del cómputo del plazo, en uno de esos casos se resol-
vió que, si la última información adversa que la entidad financie-
ra poseía con relación al actor tuvo su origen en la falta de pago,
hace más de 15 años de deudas que a esas fechas eran exigibles,
calificándolo como deudor en “situación 5” o “irrecuperable”, co-
rrespondía suprimir esa información de la Central de Deudores del
Sistema Financiero, debiendo la demandada solicitar al BCRA que
practique las modificaciones necesarias en tal sentido en la refe-
rida base de datos, sin perjuicio de que el cumplimiento de este
mandato no tenga el efecto de impedir al Banco Central la preser-
vación de esos datos fuera del acceso público, así como su utiliza-
ción para el cumplimiento de sus deberes de supervisión y control
sobre las entidades financieras.
El tribunal también dijo que el art. 26.4 de la ley 25.326 (hábeas
data) (98) distinguió la situación de aquellos deudores que no han
cancelado sus deudas (en cuyo caso el plazo será de 5 años), de los
que sí lo han hecho (supuesto en que el lapso se reduce a 2 años),
con total independencia de que, con relación a los primeros, pue-
da perseguirse el cobro de la acreencia mientras la obligación sea
jurídicamente exigible, razón por la cual debía confirmarse la sen-
tencia que hizo lugar a la acción de hábeas data tendiente a que se
cancele la información referente al actor que obraba en sus regis-
tros, calificando al actor como deudor incobrable —clase 5— cuan-
do operó respecto de él el plazo de caducidad correspondiente.
Siguió diciendo la Corte que esos plazos fueron fijados justa-
mente con el objeto de que el individuo no quede sujeto indefinida-

(97) CSJN, 8/11/2011, “Napoli, Carlos Alberto c. Citibank N.A. s/hábeas data”, Fa-
llos: 334:1327, y 8/11/2011, “Catania, Américo Marcial c. BCRA - (BaseDatos) y otros
s/hábeas data”, Fallos: 334:1276.
(98) Publicada en el BO en fecha 2/11/2000.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

mente a una indagación sobre su pasado, en tanto ello podría dar


lugar a una suerte de inhabilitación del deudor y a la consiguiente
imposibilidad de reingreso al circuito comercial.
También manifestó que no resultaba del texto del art. 26 de la
citada ley ni de su génesis que el plazo de cinco años antes citado
deba quedar pospuesto mientras la deuda sea exigible por no ha-
berse operado a su respecto la prescripción, dado que la intención
del legislador fue consagrar un plazo más breve que el originaria-
mente propuesto, respondiendo al propósito de hacerlo coincidir
con el plazo de prescripción.
Asimismo consideró que debía evitarse todo conflicto entre la
mencionada ley y su dec. regl. 1558/2001 (99), que en los hechos im-
plique una postergación sine die o una excesiva tardanza en el ini-
cio del cómputo del plazo mencionado. En tal sentido, expresó que
el art. 26 del decreto en cuestión, al fijar como hito “la fecha de la
última información adversa archivada que revele que dicha deuda
era exigible”, se refería al último dato (en su sentido cronológico)
que había ingresado al archivo, registro o base de datos, en la me-
dida en que, como reza el art. 26 de la ley 25.326, se trate de datos
“significativos” para evaluar la solvencia económico-financiera de
los afectados, no pudiendo considerarse tal a la asentada en un re-
gistro por el solo hecho de ser la constancia final de una serie o
sucesión de datos, si se trata de una mera repetición de la misma
información que, sin novedad o aditamento alguno, ha sido archi-
vada durante los meses o años anteriores.
Asimismo, dijo que, si el cumplimiento de la obligación del deu-
dor ya no era exigible por estar prescripta, no correspondía mante-
ner la condición de “deudor” en los registros de la Central de Deu-
dores del Sistema Financiero, pues se configuraría un supuesto en
el que el dato ha perdido vigencia respecto de los fines para los que
se hubiese obtenido o recolectado.
Para finalizar este punto, es importante señalar que cierta juris-
prudencia consideró que la materia que origina el reclamo sobre el
daño ocasionado por haberse suministrado al BCRA información
de una antigüedad superior al plazo máximo de 5 años establecido
en el art. 26, inc. 4º, de la ley 25.326, no se encuentra regida por la

(99) Publicada en el BO en fecha 3/12/2001.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

LDC. Con base en esa razón se le negó al actor el beneficio de gra-


tuidad previsto en el art. 53, LDC. No obstante lo dicho, los mismos
jueces del caso parecen flexibilizar su postura, manifestando que
“más allá de la conducta endilgada a las entidades demandadas, el
objeto de la acción no se encuentra específicamente o, al menos,
exclusivamente, regido por la Ley 24.240, como norma de fondo
sobre la cual habrá de decidirse la cuestión; aun cuando pudieren
resultar, eventualmente, aplicables ciertos principios que hagan a
la defensa del derecho del actor, como consumidor, respecto de al-
guna cuestión puntual” (100).

27. La negativa injustificada de contratar

Una de las más grandes manifestaciones de la vinculación entre


Derecho del Consumidor y economía de mercado está en el hecho
de sancionar como ilícita la negativa injustificada a contratar.
Esta actitud suele ser más habitual en unas industrias que en
otras. Así, en materia de salud o servicios financieros se torna más
visible.
En el ámbito bancario, la negativa de otorgar un crédito puede
ser considerada como una violación al art. 8º bis, LDC. No obstante
cabe aclarar que el CCyCN permite el rechazo de la solicitud de
crédito con base en la información negativa registrada en bases de
datos crediticias. En dichos casos, para evitar incurrir en respon-
sabilidad, se debe informar al consumidor en forma inmediata y
gratuita el resultado de la consulta y la fuente de donde se obtuvie-
ron esos datos (101).

(100) CNCom., sala A, 30/6/2009, “Mesilla, Roque Ángel c. Equity Trust Company
(Argentina) SA y otro”, La Ley Online, AR/JUR/26447/2009.
(101) Art. 1387, CCyCN.
Un problema relacionado con lo dicho se encuentra en aquellas situaciones en las
que el crédito se otorga pero en una cantidad menor a la solicitada. En algunos de
estos supuestos las entidades financieras podrían incurrir en responsabilidad si es
que generan legítimas expectativas en el consumidor de obtener una suma mayor a
la efectivamente concedida. En tal sentido un mal funcionamiento de los sistemas de
“simulación de créditos” existentes en las páginas web de ciertos bancos, por ejem-
plo, podría perjudicar a estos últimos ante el reclamo de algún consumidor. Si bien se
rechazó finalmente la acción, sobre este tema se puede citar un caso de reclamo de
daños por parte de consumidores a quienes se les otorgó un préstamo por un monto
inferior a aquel para el que se los consideró originalmente precalificados. El banco

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

La normativa del BCRA (102), por su parte, advierte que no se


pueden rechazar solicitudes de financiación por razones de edad
del solicitante, si es que su nivel de ingresos proyectados es sufi-
ciente y es posible tomar un seguro de vida sobre saldo deudor.
A nivel jurisprudencial, hay un precedente que confirmó una
multa a una entidad financiera por publicidad engañosa al no otor-
gar un crédito a una persona mayor de 65 años cuando dicha condi-
ción no surgía de las condiciones de contratación publicitadas (103).

28. El abuso de posición dominante en el mercado

Uno de los problemas más graves que presenta el derecho de


la competencia es el relativo al abuso de posición dominante en el
mercado por parte de un proveedor.
La ley 25.156 entiende, en su art. 4º, que hay posición dominante
cuando “para un determinado tipo de producto o servicio es la úni-
ca oferente o demandante dentro del mercado nacional o en una o
varias partes del mundo o, cuando sin ser única, no está expuesta a
una competencia sustancial o, cuando por el grado de integración
vertical u horizontal está en condiciones de determinar la viabili-
dad económica de un competidor participante en el mercado, en
perjuicio de éstos”.
Luego, en el art. 5º, agrega que la existencia de una posición de
tales características requiere la consideración de una serie de cir-
cunstancias. Ellas son las siguientes:
1. El grado en que el bien o servicio sea sustituible por otros,
ya sea de origen nacional como extranjero, teniendo en cuenta las
condiciones de tal sustitución y el tiempo requerido para ella.

sostuvo que en la simulación del crédito aquellos habían falseado los ingresos ne-
tos que percibían. Si bien la sentencia de primera instancia admitió la pretensión,
la Cámara la revocó argumentando que no se había acreditado la violación del de-
ber de información ni había existido práctica discriminatoria alguna. CNCiv., sala D,
13/4/2015, “Di Benedetto, Victorina Magdalena y otro c. Banco Hipotecario SA s/da-
ños y perjuicios”, LA LEY, 2015-E, 315.
(102) Punto 2.6, Normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(103) CCont., Adm. y Trib. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 13/9/2004, “Banco
Ciudad de Buenos Aires c. Ciudad de Buenos Aires”, La Ley Online, AR/JUR/3651/2004.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

2. El grado en que las restricciones normativas limiten el acceso


de productos u oferentes o demandantes al mercado de que se trate.
3. El grado en que el presunto responsable pueda influir unila-
teralmente en la formación de precios o restringir al abastecimien-
to o demanda en el mercado y el poder que tengan sus competido-
res para contrarrestar esto.
Este tipo de abuso está ahora regulado en el CCyCN y puede
dar origen, no sólo a sanciones en los términos de la ley 25.156, sino
también constituir una violación a la obligación de trato digno y
equitativo al consumidor. El Código establece, en su art. 11, que,
sin perjuicio de la regulación del tema en normas especiales (como
sería la ley 25.156), son aplicables al tema el principio general de
buena fe (104) y lo relativo al abuso del derecho (105).
Asimismo, el art. 14 del referido Código expresa que “la ley no
ampara el ejercicio abusivo de los derechos individuales cuando
pueda afectar al ambiente y a los derechos de incidencia colectiva
en general”.
El abuso de posición puede tener consecuencias dramáticas
para el consumidor o usuario en todos aquellos casos en los cuales
se está frente a bienes o servicios esenciales o de primera necesi-
dad en donde la demanda es inelástica y, por lo tanto, el margen de
maniobra para “decir que no” es nulo. En estos casos se estaría ante
prácticas comerciales abusivas de carácter agravado.

29. Los actos de disposición sobre derechos


personalísimos

El art. 55 del CCyCN establece como principio general que la


disposición de los derechos personalísimos sólo se admite en la

(104) Art. 9º, CCyCN: “Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de
buena fe”.
(105) Art. 10, CCyCN: “Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho pro-
pio o el cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como ilícito nin-
gún acto. La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que
contraría los fines del ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos
por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.
”El juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de
la situación jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado de
hecho anterior y fijar una indemnización”.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

medida que no sea contraria a la ley, la moral o las buenas costum-


bres. Amén de ello, la autorización para la realización de tales ac-
tos no se presume, debiendo ser todo ello objeto de interpretación
restrictiva. Además, el consentimiento dado puede ser revocado de
manera libre.
Puntualmente, respecto de los actos de disposición sobre el
propio cuerpo, el art. 56 del citado Código los prohíbe cuando pro-
ducen una disminución permanente de su integridad o si resul-
tan contrarios a la ley, la moral o las buenas costumbres, excepto
cuando sean requeridos para mejorar la salud de la persona, y ex-
cepcionalmente de otra persona. Cabe destacar que aquí también
el consentimiento para estos actos no puede ser suplido y es libre-
mente revocable. Por otra parte, todo lo relativo a la ablación de
órganos para ser implantados en otras personas se rige por la legis-
lación especial, es decir, la ley 24.193 (106) (ley ASA-1856) y normativa
complementaria.
En la medida en que algún proveedor, al relacionarse con los
consumidores, incurra en conductas o prácticas que dejen de lado
lo aquí dispuesto, estarán violando el art. 8º bis, LDC.

30. La investigación o experimentación médica


sobre seres humanos como práctica abusiva

El art. 58 del CCyCN, al regular de modo general la investigación


sobre seres humanos, dispone que las intervenciones (tratamien-
tos, métodos de prevención, pruebas diagnósticas o predictivas,
etc.), cuya eficacia o seguridad no estén comprobadas científica-
mente, sólo se pueden ser realizar en la medida en que se cumplan
los siguientes requisitos:
1. Descripción clara del proyecto y método que se aplicará en
un protocolo de investigación.
2. Realización por personas con la formación y calificaciones
científicas y profesionales apropiadas.
3. Aprobación previa de un comité de ética en la investigación.
4. Autorización previa del organismo público correspondiente.

(106) Publicada en el BO en fecha 26/4/1993.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

5. Basarse “en una cuidadosa comparación de los riesgos y las


cargas en relación con los beneficios previsibles que representan
para las personas que participan en la investigación y para otras
personas afectadas por el tema que se investiga”.
6. Consentimiento previo, libre, escrito, informado y específico
de la persona que participa en la investigación, a quien se le debe
explicar, en términos comprensibles, los objetivos y la metodología
de la investigación, sus riesgos y posibles beneficios, siendo dicho
consentimiento revocable.
7. No puede implicar para el participante riesgos o molestias
desproporcionados en relación con los beneficios esperados de la
investigación.
8. Resguardo de la intimidad de la persona que participa en la
investigación y la confidencialidad de su información.
9. Asegurarse de que la participación de los sujetos de la inves-
tigación no les resulte onerosa y que tengan acceso a la atención
médica apropiada en caso de eventos adversos.
10. Garantizarle a los participantes en la investigación la dispo-
nibilidad y accesibilidad a los tratamientos que hayan demostrado
beneficiosos.
Se prohíbe que las personas con discapacidad puedan ser so-
metidas a investigaciones sin su consentimiento libre e informa-
do, para lo cual se le debe garantizar el acceso a los apoyos que
necesite (107).
Esta regulación obliga a enfrentarse a uno de los temas me-
nos explorados del Derecho del Consumidor: la experimentación
de productos en consumidores y usuarios de manera previa a su
salida al mercado. Cuando esté la salud de las personas en juego,
la cuestión adquirirá una trascendencia especial. Cae de maduro
que la experimentación en seres humanos, de no cumplirse con lo
recién mencionado, constituiría una práctica comercial prohibida.
Además de lo dicho, muchos de los sujetos que se sometan a
estas investigaciones serán, en la práctica, consumidores hiper-
vulnerables. Teniendo ello en cuenta, el estándar de diligencia que

(107) Art. 59, CCyCN.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

se le exigirá a los proveedores en estos casos deberá ser necesaria-


mente más alto que en una relación de consumo “ordinaria”.

31. Confidencialidad

El art. 992 del CCyCN expresa que “si durante las negociacio-
nes, una de las partes facilita a la otra una información con carác-
ter confidencial, el que la recibió tiene el deber de no revelarla y de
no usarla inapropiadamente en su propio interés. La parte que in-
cumple este deber queda obligada a reparar el daño sufrido por la
otra y, si ha obtenido una ventaja indebida de la información confi-
dencial, queda obligada a indemnizar a la otra parte en la medida
de su propio enriquecimiento”.
Esta norma permitiría considerar ilegal la práctica de compa-
ñías financieras, aseguradoras y empresas de salud que, en muchos
casos, se valen de datos personales aportados por los consumido-
res a través de planillas que les hacen llenar, para utilizarlos luego
en el ofrecimiento y venta de nuevos productos.
En peor situación aún quedan los buscadores de Internet, los
proveedores de correo electrónico, las redes sociales y ciertas pági-
nas web, en la medida en que en algún caso se advierta que comer-
cializan con terceros la información privada de sus usuarios.

32. Las cláusulas contractuales abusivas

Un contrato con cláusulas abusivas no sólo viola lo dispuesto en


el art. 37, LDC, sino que también constituye una práctica abusiva
contraria al art. 8º bis, LDC. Además de ello, en estas situaciones,
se estará ante prácticas generalizadas, ya que los contratos con
cláusulas predispuestas se caracterizan, precisamente, por apun-
tar a la masividad y no a individuos aislados.
Atilio Alterini (108) expresaba hace unos años que “el trato digno
y equitativo del consumidor también exige que no sean empleadas
cláusulas abusivas”.

(108) Alterini, Atilio A., “Las reformas a la Ley de Defensa del Consumidor. Pri-
mera lectura, 20 años después”, Sup. Esp. Reforma de la Ley de defensa del consumi-
dor, 2008 (abril), p. 3.

- 392 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

En similar sentido, Santarelli aclara que la pauta de conduc-


ta del art. 8º bis LDC “debe ser observada y mantenida desde la
exposición del producto al mercado, durante las tratativas con
el consumidor, y, claro está, durante la ejecución del contrato”. Sin
embargo, “por sobre todo constituye una regla de interpretación
de los términos contractuales que los propios contratantes deben
observar” (109).

33. Falta de talles en locales de venta


de indumentaria

El art. 53 de la ley consumeril de Río Negro (ley D-2817 (110) de


“Defensa del Consumidor”) considera ilegal la práctica de que los
comercios de venta de ropa “no cuenten con todos los talles co-
rrespondientes a las medidas antropométricas de las prendas y
modelos que comercialicen y ofrezcan al público”. En la misma
jurisdicción se sancionó la ley D-4806 (111) que se ocupa específica-
mente de la cuestión prescribiendo que las empresas industriales
radicadas en dicha jurisdicción, cuya actividad sea la fabricación
de indumentaria, deben confeccionar las prendas en todos los ta-
lles necesarios para cubrir las medidas antropométricas. Para ello
deberán tener presentes las medidas aprobadas mediante las nor-
mas IRAM. En el caso de los comercios, deben tener en existencia
todos los talles correspondientes a las medidas antropométricas.
Los incumplimientos generan sanciones de multa y clausura. Una
norma similar es la ley 7273 de la provincia de Chaco (112). También
la ley 2793 de la provincia de La Pampa (113).
Se ve aquí cómo la noción de práctica abusiva impacta de lleno
en la estructura del negocio de proveedor ya que lo obliga, en casos
como el presente, a tener a disposición un stock de prendas de talles
que, por iniciativa propia, tiende a evitar.

(109) Santarelli, Fulvio G., “Novedades en el régimen de contratación con el


consumidor”, Sup. Esp. Reforma de la Ley de defensa del consumidor, 2008 (abril),
p. 137.
(110) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 10/1/2008.
(111) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 9/9/2013.
(112) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 11/9/2013.
(113) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 10/10/2014.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

34. Esperas excesivas en lugares de atención


al público

La ley 4389 de la CABA (114) sobre “Trato Digno al Consumidor”,


establece, en su art. 1º, como prácticas contrarias al art. 8º bis, LDC,
aquellas de atención al público que impliquen permanecer en filas
con esperas mayores a 30 minutos o a la intemperie en el exterior
de instituciones o locales comerciales. Asimismo, aun cuando se
provea de suficientes asientos, existan instalaciones sanitarias y el
orden de atención sea según ticket numerado, las esperas en cues-
tión no podrán ser mayores a 90 minutos.
La ley consumeril de Entre Ríos (ley 8973 (115)), en una modi-
ficación del año 2013, ha ido incluso más lejos expresando, en su
art. 5º bis, que también es contrario al trato digno y equitativo la
falta de sanitarios de acceso libre y gratuito a disposición de los
concurrentes en dichos lugares. Además señala que estas obliga-
ciones rigen para todo local de atención masiva al público y alcan-
za a las entidades públicas y privadas.
En Santa Cruz también hay una norma que regula estas prácti-
cas buscando impedir su efectivización (ley 3365 (116)).
Sin embargo, la jurisdicción en la cual más se ha avanzado nor-
mativamente al respecto es la provincia de Salta. Ello fue realizado
a través de la ley 7800 (117) sobre “Protección de Derechos de Usua-
rios y Consumidores en Dependencias Públicas y Privadas”. Allí
existen importantes disposiciones:
1. Es aplicable a todas las dependencias públicas y los estableci-
mientos privados que en Salta brinden atención al público a través
de cualquier forma o modalidad (art. 1º). Esta mención a las depen-
dencias públicas es interesantísima ya que le aplica estándares de
tutela de consumidores a servicios generales del Estado.
2. Se debe garantizar atención prioritaria y trámite ágil a la
gestión realizada por mujeres embarazadas, personas con capaci-

(114) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 18/1/2013.


(115) Publicado en el BO de dicha jurisdicción en fecha 21/12/1995.
(116) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 14/8/2014.
(117) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 18/12/2013.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

dades diferentes o movilidad reducida transitoria, mayores de 70


años y aquellas con niños en brazos (art. 1º).
3. Se debe garantizar que el tiempo de espera no supere los 30
minutos y que toda persona que concurra al lugar, dentro del ho-
rario establecido para la atención al público, sea atendida. Para
acreditar el tiempo de espera se deben instrumentar mecanismos
para documentar y constatar de un modo fehaciente el horario en
que el usuario o consumidor se incorpora a la fila y sea realmente
atendido (art. 5º).
4. Todo consumidor o usuario que deba permanecer más de
30 minutos para ser atendido, puede requerir al establecimiento
constancia documentada de ello (art. 6º).
5. Las prácticas abusivas previstas son similares a las de Entre
Ríos.
6. Se establecen cuáles son los motivos que obligan al proveedor
a poner a disposición del consumidor o usuario el “Libro de Quejas,
Agradecimientos, Sugerencias y Reclamos” (art. 14) y se advierte
que su inexistencia o la negativa de su entrega al consumidor para
que asiente su reclamo se considera una falta al régimen consume-
ril (art. 17).
Es similar la ley 2874 de la provincia de Neuquén (118) (que se
complementa en contenido con la ley 2923 (119)).

35. Registros “no llame”

En 2014 se sancionó la ley 26.951 (120) que creó el Registro Nacio-


nal “No Llame”. Esta ley fue reglamentada por el dec. 2501/2014 (121)
y, posteriormente, por las disposiciones 3/2015 (122) y 44/2015 (123) de
la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales.

(118) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 8/11/2013.


(119) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 19/12/2014.
(120) Publicada en el BO en fecha 5/8/2014.
(121) Publicada en el BO en fecha 6/1/2015.
(122) Publicada en el BO en fecha 21/1/2015.
(123) Publicada en el BO en fecha 21/8/2015.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Como su nombre lo indica, busca fundamentalmente que los


consumidores no sean “bombardeados” con llamadas telefónicas
de excesiva frecuencia o a horarios no deseados ofreciéndoles pro-
ductos o servicios que no han sido previamente solicitados.
Debe resaltarse que la norma exhibe algunas limitaciones. Así,
por ejemplo, no están incluidas las llamadas por campañas electo-
rales (124) (art. 8º.c) o la de aquellos sujetos que tienen una relación
contractual vigente con el consumidor “siempre que se refieran al
objeto estricto del vínculo y sean realizadas en forma y horario ra-
zonables y de acuerdo a la reglamentación” (art. 8º.d).
Está también prevista, por ejemplo, en la ley 2929 de la provin-
cia de Santa Cruz (125), ley 6557 (126) de la provincia de Chaco y en la
ley 10.016 de la provincia de Córdoba (127).

36. La violación sistemática de los “márgenes


de tolerancia” en el contenido de los envases

El art. 21 de la ley 22.802 establece sanciones a quienes hagan


“uso sistemático” de las tolerancias previstas en las normas legales
respecto al contenido de los productos. Se trata quizás de una de
las más antiguas prácticas comerciales abusivas.
Dichos márgenes de tolerancia están regulados por la resolu-
ción 800/1997 de la entonces llamada Secretaría de Industria, Co-
mercio y Minería (128).
Sobre el tema cabe recordar un antiguo fallo de la CSJN en el
cual se interpretó el término “sistemático”, identificándolo con la
conducta que consiste en la comercialización habitual de produc-
tos con un peso inferior al exhibido en el envase, pero superior al
límite que como tolerancia prevén las normas respectivas. Como
guía sobre el tema se señalaba que, para efectuar esa interpreta-
ción, debía tenerse siempre en cuenta el objetivo de “asegurar la

(124) Se mencionan porque generalmente son realizadas, no por los candidatos


en sí sino por agencias de publicidad o de “marketing” político.
(125) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 2/11/2006.
(126) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 12/7/2010.
(127) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 23/12/2011.
(128) Publicada en el BO en fecha 27/8/1997.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

calidad, la pureza y el peso de las mercaderías en defensa de la


honradez del comercio y de la salud de los habitantes” (129).

37. Inmuebles que presentan una superficie menor


a la consignada en el boleto de compraventa

En una oportunidad se castigó con una multa a una empresa


constructora que percibió la totalidad del precio pactado entregan-
do un inmueble con una superficie menor a la que se había com-
prometido a entregar en el boleto de compraventa, de lo cual resul-
taba una diferencia sustancial en el valor de su venta (130).
La referencia de que se trata de una operación ad corpus debe
ser tomada con prudencia, pues suele ser la excusa perfecta para
engañar al consumidor, abusando de sus derechos (131).

38. La lesión

La ley ecuatoriana se ocupa expresamente de aclarar que el


aprovechamiento doloso de la edad, salud, instrucción o capaci-
dad del consumidor para venderle determinado bien o servicio es
un práctica prohibida por la ley consumeril (132).
Se trata en realidad del clásico instituto de la lesión regulado
ahora en el art. 332 del CCyCN que expresa:
“Puede demandarse la nulidad o la modificación de los actos
jurídicos cuando una de las partes explotando la necesidad, debi-
lidad psíquica o inexperiencia de la otra, obtuviera por medio de
ellos una ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y
sin justificación.
”Se presume, excepto prueba en contrario, que existe tal explo-
tación en caso de notable desproporción de las prestaciones.

(129) CSJN, 15/2/1983, “La Fármaco Argentina, SA”, LA LEY, 1983-C, 495.
(130) CNCont. Adm. Fed., sala I, 13/7/1999, “Fronth SA c. Secretaría de Comercio
e Inversiones”.
(131) Ver sobre el tema: Santarelli, Fulvio G., “Compraventa inmobiliaria y de-
recho de consumo. La venta ‘ad corpus’ y el efecto de la publicidad”, LA LEY, 2011-D,
200.
(132) Art. 55.4, ley 2000-21 de Ecuador.

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Art. 8º bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

”Los cálculos deben hacerse según valores al tiempo del acto y


la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda.
”El afectado tiene opción para demandar la nulidad o un rea-
juste equitativo del convenio, pero la primera de estas acciones se
debe transformar en acción de reajuste si éste es ofrecido por el de-
mandado al contestar la demanda.
”Sólo el lesionado o sus herederos pueden ejercer la acción”.
Es obvio que esta figura será una verdadera guía en cada caso
concreto para poder apreciar cuándo existe una práctica abusiva
y cuándo no. Esto con total independencia del art. 8º bis, LDC. En
otras palabras, acreditada la inobservancia al art. 332 del CCyCN
se verificará automáticamente una práctica comercial reñida con
la LDC.

39. Valoración especial del incumplimiento


del art. 8º bis a los fines de la aplicación
de la multa civil

El art. 8º bis es la única norma de toda la LDC que menciona a


la multa civil fuera del art. 52 bis, en donde ella se encuentra regu-
lada. Por lo tanto, debe razonarse que las obligaciones que estable-
ce este precepto en cabeza del proveedor deben ser cumplidas de
modo estricto pues, de lo contrario, existe la posibilidad de que se
le impongan daños punitivos de manera más probable que si se hu-
biese dejado de lado otra disposición del Estatuto del Consumidor.
Amén de ello, en la gran mayoría de las ocasiones la violación
de este precepto dejará evidenciado de por sí un grave menospre-
cio o indiferencia respecto de los derechos del consumidor, por lo
que el factor subjetivo requerido por la doctrina y jurisprudencia
predominante para la aplicación del castigo ejemplar se encontra-
rá plenamente cumplido (133).
Se ha dicho que la referencia a “quien actuara en nombre del
proveedor”, debe ser entendida ampliamente, sin limitarse a los su-

(133) Carranza Torres y Rossi también han resaltado de algún modo este punto ex-
presando que se trata probablemente del aspecto más interesante del art. 8º bis, LDC,
ya que casi todo el resto del precepto son repeticiones de deberes que los proveedo-
res ya están obligados a cumplir en virtud de otras normas. Carranza Torres, Luis
R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 109.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 8º bis, ley 24.240

puestos de mandato o de representación formal, sino que basta con


que el tercero actúe en nombre del proveedor, aunque no se trate
de un sujeto incluido en el art. 2º, LDC (134).
Respecto de los profesionales liberales que actúan en nombre
de los proveedores (por ejemplo, los abogados), cierta doctrina
considera que la multa civil les será aplicable aun cuando se trate
de sujetos excluidos de la LDC por el art. 2º. Esto porque interpre-
tan que la intención de la ley parece ser aquí establecer la respon-
sabilidad solidaria de dichos profesionales (135).
Algunos autores expresan que, en caso de duda sobre el carác-
ter vejatorio, vergonzante o intimidatorio de una conducta, se debe
interpretar a favor de la dignidad del consumidor, lo cual tiene sig-
nificancia a los fines de la indemnización del daño moral o la im-
posición de daños punitivos (136).
Por último, es oportuno rememorar que el primer caso de da-
ños punitivos que obtuvo una sentencia de cámara en el país fue
precisamente por una violación al art. 8º bis, LDC (137), aunque
hubo otros en los cuales se invocó la violación de este artículo para
fundamentar la multa civil (138).

(134) Quaglia, Marcelo C., “Salideras bancarias: ¿Responsabilidad de las enti-


dades financieras?”, LA LEY, 2013-F, 333, cit.
(135) Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Garzino, María
Constanza - Heredia Querro, Juan S., cit., p. 113.
En similar sentido se ha dicho que en este punto existe una excepción a la exclusión
de aplicación de la LDC a los profesionales liberales. Fernández, Raymundo L. - Gó-
mez Leo, Osvaldo R. - Aicega, María Valentina, cit., t. II-B, p. 952.
(136) Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Garzino, María
Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián, cit., p. 109.
(137) En concreto, se trató de un usuario de servicio de telefonía móvil que pade-
cía de incapacidad física. Esta persona demandó a su compañía telefónica a fin de
reclamar los daños que habría sufrido en virtud del trato discriminatorio que recibió
del personal de la empresa, quienes, ante la ausencia de rampa de accesibilidad en el
local, lo atendieron a la intemperie y se negaron a ayudarlo a ingresar. CCiv. y Com.
1a Mar del Plata, sala I, 27/5/2009, “Machinandiarena Hernández, Nicolás c. Telefó-
nica de Argentina”, LA LEY, 2009-C, 647, ratificado luego por la Corte bonaerense en
el año 2013 (SCJ Buenos Aires, 6/11/2012, “Machinandiarena Hernández, Nicolás c.
Telefónica de Argentina SA s/reclamo contra actos de particulares”, RCyS, 2013-V-82).
(138) Ver, por ejemplo: CCiv. Com. y Min. General Roca, 26/3/2010, “Ríos, Juan
Carlos c. Lemano SRL Altas Cumbres”, RCyS, 2010-XII-225; CNCom., sala F, 10/5/2012,
“R., S. A. c. Compañía Financiera Argentina SA”, LA LEY, 2012-D, 613, y CCiv. y Com.
Jujuy, sala II, 10/2/2014, “De Los Ríos, Marta Susana c. Autotransporte Andesmar SA
s/acción emergente de la ley del consumidor”, LLNOA, 2014 (abril), p. 333.

- 399 -
Cosas deficientes usadas o reconstituidas

Art. 9º — (Art. 10, Ley F-1884, DJA)


Cuando se ofrezcan en forma pública a consumido-
res potenciales indeterminados cosas que presenten
alguna deficiencia, que sean usadas o reconstituidas
debe indicarse las circunstancias en forma precisa y
notoria.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 1093,CCyCN
2. Art. 14, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los Dere-
chos de los Consumidores).

 Comentario

1. Concepto de cosas deficientes, usadas


o reconstituidas

La LDC se ocupa en este precepto de todas aquellas cosas que


no son nuevas y que, por esa razón, merecen una regulación espe-
cífica, pues se asume que su menor valor económico trae aparejado
para el consumidor menos beneficios que si se adquiere una cosa
“a estrenar”.
Al no hacerse distinciones incluye tanto muebles como inmue-
bles.
- 401 -
Art. 9º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Bonfanti (1) expresaba que “hay oportunidades que el consumi-


dor puede utilizar razonablemente, como las liquidaciones por fin
de temporada… o los locales de ciertos comercios que venden ‘mer-
cadería de segunda’ a precios inferiores a los comunes de plaza”.
Agregaba que “las posibles deficiencias que presenten estarán en
consonancia con el precio que el comprador ‘esté dispuesto’ a pa-
gar; no se puede pasar por alto la vigencia del regateo (bargaining)
en el mercado, que está más allá de cualquier norma jurídica”.
Pueden entrar aquí determinados objetos pasados de moda o
aquellos que siendo nuevos han sido superados por una tecnología
superior. Aquí, por ejemplo, el perjuicio de adquirirlos podría estar
en el hecho de que aunque la cosa nunca ha sido usada ni presenta
deficiencias, carece de repuestos en el supuesto que se rompa en el
futuro. También se ha dicho que abarca a la venta de antigüedades
y materiales de demolición (2).
Como ejemplos de cosas reconstituidas, se podría mencionar a
los motores rectificados o los cartuchos de impresora rellenados (3).
Lorena González Rodríguez (4) plantea que incluir en la LDC
a las cosas usadas permite que aquellos consumidores “verdes”
que optan por adquirir estos productos gocen también de la tutela
consumeril.
De lo dicho surge que el mercado de este tipo de cosas es bas-
tante relevante en la práctica y por ello merece atención norma-
tiva, fundamentalmente en lo relativo al cumplimiento de ciertas
salvaguardas a favor del consumidor en materia informativa. Adi-
cionalmente, cabe agregar que el comercio electrónico ha reim-
pulsado enormemente la venta de bienes usados, aunque muchos
de quienes los ofertan no serían en mi opinión proveedores pues
carecen del requisito de profesionalidad. Se suele tratar de perso-
nas humanas que deciden desprenderse esporádicamente de cosas

(1) Bonfanti, Mario A., cit., p. 131.


(2) Pita, Enrique M. - Moggiade Samitier, Catalina, “Comentario al art. 9° de
la Ley 24.240”, en Rouillon, Adolfo A. N. (dir.) - Alonso, Daniel F. (coord.), cit.,
t. VI, p. 1124.
(3) Pita, Enrique M. - Moggiade Samitier, Catalina, “Comentario al art. 9° de
la Ley 24.240”, en Rouillon, Adolfo A. N. (dir.) - Alonso, Daniel F. (coord.), cit.,
t. VI, p. 1125.
(4) González Rodríguez, Lorena, “La sustentabilidad y el consumo”, en Picas-
so, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs), cit., t. III, p. 151.

- 402 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 9º, ley 24.240

que tienen en su casa sin usar. No obstante lo dicho, me remito al


análisis del art. 2°, LDC, en donde se veía que la nota de profesio-
nalidad exigida por él podía dar lugar a interpretaciones dispares,
pues el art. 1093, CCyCN, también caracterizaba de alguna manera
al proveedor y prescindía en su texto de ese requisito. Al analizar
ese tema, consideré que este último precepto al decir “profesional
u ocasionalmente” no había tenido la intención de dejar de lado la
nota de profesionalidad sino que se trató simplemente de un error
de técnica legislativa. De hecho, en el derecho comparado hay gran
consenso en exigir profesionalidad al proveedor para que se le apli-
quen las normas consumeriles. Por último, es más que claro que
las cosas usadas que no sean adquiridas para destino final no que-
dan alcanzadas por el Estatuto del Consumidor. Así, por ejemplo,
un mecánico no sería consumidor frente a quien le vendió repues-
tos usados para arreglar autos de sus clientes.

2. Deber de información a cargo del proveedor

Lorenzetti (5) expresa que el tema abordado en este artículo ha


sido muy discutido, ya que permitir la comercialización a menor
precio de productos de menor calidad puede comprometer la se-
guridad. Opina que la LDC, haciendo una aplicación particular
del deber de información, prevé que si el proveedor no pone en co-
nocimiento del consumidor estas circunstancias “queda obligado
como si el producto no fuera de menor calidad”.
Con acierto, se ha dicho que no basta informar que la cosa es
usada o que presenta deficiencias generales dando por entendido la
existencia de falencias sino que es necesario enumerar todos aque-
llos detalles que permitan conocer el estado real del bien en cues-
tión. Todo ello con la finalidad de “permitir al consumidor realizar
una evaluación exacta de la conveniencia de su adquisición” (6).
La ley chilena se ocupa en detalle de este tema y obliga al pro-
veedor a informar de manera expresa al consumidor, expresando
que el deber estará cumplido si se deja constancia en los propios
artículos, en sus envoltorios, en avisos o carteles visibles en los lo-

(5) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 235.


(6) Santarelli, Fulvio G., “Comentario al art. 9°, LDC”, en Picasso, Sebastián -
Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 148.

- 403 -
Art. 9º, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cales de atención al público las expresiones “segunda selección”,


“hecho con materiales usados” u otras equivalentes (7).
En la práctica, más que con un deber de información existe una
obligación que es casi “de consejo”, pues el proveedor deberá expli-
car los “pro” y los “contra” de adquirir el bien usado o con deficien-
cias a un menor valor.

(7) Art. 14, ley 19.496 de Chile.

- 404 -
Contenido del documento de venta
Art. 10. — (Art. 11, Ley F-1884, DJA)
En el documento que se extienda por la venta de co-
sas muebles o inmuebles, sin perjuicio de la informa-
ción exigida por otras leyes o normas, deberá constar:
a) La descripción y especificación del bien.
b) Nombre y domicilio del vendedor.
c) Nombre y domicilio del fabricante, distribuidor o
importador cuando correspondiere.
d) La mención de las características de la garantía
conforme a lo establecido en esta ley.
e) Plazos y condiciones de entrega.
f) El precio y condiciones de pago.
g) Los costos adicionales, especificando precio final
a pagar por el adquirente.
La redacción debe ser hecha en idioma castella-
no, en forma completa, clara y fácilmente legible,
sin reenvíos a textos o documentos que no se entre-
guen previa o simultáneamente. Cuando se incluyan
cláusulas adicionales a las aquí indicadas o exigibles
en virtud de lo previsto en esta ley, aquellas deberán
ser escritas en letra destacada y suscritas por ambas
partes.
Deben redactarse tantos ejemplares como partes
integren la relación contractual y suscribirse a un
solo efecto.
Un ejemplar original debe ser entregado al
consumidor.
La reglamentación establecerá modalidades más
simples cuando la índole del bien objeto de la contra-
- 405 -
Art. 10, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

tación así lo determine, siempre que asegure la finali-


dad perseguida en esta ley.
(Artículo sustituido por art. 7° de la ley 26.361 - BO
del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Art. 10, decreto reglamentario 1798/1994.

 Comentario

1. Aplicación particular del deber de información.


Contenido mínimo

Este artículo no evidencia dificultades para su interpretación.


Hay que aclarar que esta norma debiera referirse a todo contra-
to de consumo y no solamente a la compraventa (1).
Por lo demás, cierta doctrina sostiene que cuando los envases
de los productos mencionan el nombre y el domicilio del provee-
dor, dichos datos pueden no estar en el documento de venta (2). Esto
no es correcto ya que, amén de efectuarse una distinción que la
LDC no establece, ello puede ser perjudicial para el consumidor en
determinados supuestos. Por ejemplo, cuando el sujeto quede pri-
vado del bien por cualquier circunstancia (como una reparación)
no tendrá a disposición durante ese lapso de tiempo los datos del
proveedor si es que lo quiere denunciar o demandar.
Si bien parece una norma intrascendente a primera vista, pue-
de ser importante en distintos supuestos. Así, por ejemplo, la firma
vendedora de una bicicleta fue declarada responsable por los da-
ños generados a la adquirente de aquélla como consecuencia de
una denuncia por robo y posterior secuestro del rodado, pues ante
la incorrecta y defectuosa identificación del móvil en el documento

(1) Farina, Juan M., cit., p. 237.


(2) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 76.

- 406 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 10, ley 24.240

de venta la adquirente no pudo dar certeza sobre el origen y legiti-


midad del bien, lo que le impidió acreditar su condición de propie-
taria y disponer libremente de su rodado, habiéndosela privado de
su uso e involucrado injustamente en un proceso penal (3).
En otros casos se ha tendido a simplificar este contenido mí-
nimo que para algunos podría llegar a considerarse rígido y poco
apegado a determinadas operaciones de consumo. En un prece-
dente se expresó que cumplía con el “paquete informativo” básico
requerido por el art. 10, LDC, el contrato de compraventa automo-
tor en el que se consignaba el precio, el tiempo de su celebración,
las garantías a las que se ajustaba y la manera convenida acerca del
cumplimiento del pago del precio y entrega de la cosa (4).

2. Supuestos excluidos. La emisión de tickets

El art. 10 del dec. 1798/1994 preceptúa que si se emite ticket, el


documento que se extienda por la venta de cosas muebles podrá
contener sólo una descripción genérica de la cosa o la referencia del
rubro al que pertenece, pero siempre de manera tal que sea fácil-
mente individualizable por el consumidor. Incluso podrá omitirse
la inclusión de los plazos y condiciones de entrega cuando se reali-
ce en el momento de la operación. También podrá dejarse de lado
lo relativo a las condiciones de pago cuando éste sea al contado.
Como se observa, el deber de información se prevé pero de una
manera solamente funcional tratando de adaptar su cumplimiento
a la realidad del negocio sobre el cual regirá.
Según Farina (5), aunque la LDC no lo aclara, la forma escrita
sólo rige para todos los contratos de cierta relevancia.

3. Entrega de certificado de garantía

Una norma importante es el art. 10 del dec. 1798/1994.

(3) CCiv. Com. Lab. y Min. Neuquén, sala III, 5/6/2014, “L., M. B. c. Humberto
Lucaioli SA s/cumplimiento de contrato-sumarisimo”, LLPatagonia, 2014 (diciem-
bre), p. 634.
(4) CCiv. y Com. Santa Fe, sala I, “Amiun SA c. Busdrago, Noemí L., 30/4/2002,
LLLitoral, 2002-915.
(5) Farina, Juan M., cit., p. 238.

- 407 -
Art. 10, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Allí se establece que “cuando se trate de cosas o servicios con


garantía, en el documento de venta deberá hacerse referencia ex-
presa a ella, debiendo constar sus alcances y características en el
certificado respectivo que deberá entregarse al consumidor”.
En aquellos casos en los cuales el contrato pueda documentarse
mediante ticket, bastará la entrega del certificado de garantía.
Por último, cuando la cosa o servicio no tengan garantía, ello
se deberá consignar de manera clara y expresa en el documento de
venta.
La parte final del art. 10 de ese decreto expresa que “cuando se
omitiere la mención a que se refiere este artículo, se entenderá que
la cosa no tiene garantía. La omisión será pasible de las sanciones
del art. 47 de la ley 24.240”.

- 408 -
Incumplimiento de la obligación
Art. 10 bis. — (Art. 12, Ley F-1884, DJA)
El incumplimiento de la oferta o del contrato por el
proveedor, salvo caso fortuito o fuerza mayor, faculta
al consumidor, a su libre elección a:
a) Exigir el cumplimiento forzado de la obligación,
siempre que ello fuera posible;
b) Aceptar otro producto o prestación de servicio
equivalente;
c) Rescindir el contrato con derecho a la restitución
de lo pagado, sin perjuicio de los efectos producidos,
considerando la integridad del contrato.
Todo ello sin perjuicio de las acciones de daños y
perjuicios que correspondan.
(Artículo incorporado por el art. 2° de la ley 24.787 -
BO del 2/4/1997)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Arts. 1092, 1730 a 1732 y 1773, CCyCN.

 Comentario

1. El incumplimiento del proveedor

Explica Sebastián Picasso (1) que el texto de la ley “parecería aco-


tar el ámbito de la disposición al incumplimiento de las obligacio-

(1) Picasso, Sebastián, “Comentario al art. 10 bis LDC”, en Picasso, Sebastián -


Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 156.

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Art. 10 bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

nes asumidas voluntariamente por medio del contrato, o de la ofer-


ta vinculante, cuando es evidente que también el cumplimiento
de obligaciones surgidas ex lege —como la de información (art. 4°,
LDC), o la de seguridad (art. 5°, LDC)— dará al consumidor la po-
sibilidad de articular alguno de los remedios que contempla el
artículo”.
Así, cada vez que se incumpla el deber de seguridad, el con-
sumidor podrá ejercer las opciones derivadas del artículo aquí
comentado, sea que se produzcan daños en su persona o en su
patrimonio.
Asimismo, el art. 10 bis, LDC, debe ser interpretado de manera
conjunta con el último párrafo del art. 37, LDC. Este último aclara
que el incumplimiento contractual del proveedor puede provenir
también, de manera general, de la violación del deber de buena fe
(en la etapa previa a la conclusión del contrato o en su celebración)
o de la transgresión del deber de información, la legislación de de-
fensa de la competencia o de lealtad comercial.
Un problema práctico es discernir cuándo un incumplimiento
tiene entidad como para habilitar al consumidor a reclamar con
base en el art. 10 bis, LDC. O dicho de otra manera: ¿cualquier in-
cumplimiento, por mínimo que sea, deja a disposición la triple op-
ción prevista en la norma?
Es claro que no. Sin embargo, en algunas oportunidades se tor-
na realmente dificultoso considerar si existe un incumplimiento
contractual relevante o no.
Este tema es interesante en el ejemplo de las ventas ad corpus
de inmuebles. Sobre ellas se ha dicho que cuando se consiente esta
modalidad (es decir, sujetando la entrega del bien a lo que en más
o menos resulte de su construcción) no procede el reclamo cuan-
do los metros cuadrados faltantes no impliquen ningún cambio
estructural en la distribución de la unidad (2). En otro supuesto,
sin embargo, se rechazó el reclamo de los compradores de un in-
mueble argumentándose que no se podía invocar que contrataron
inducidos por la existencia de publicidad engañosa respecto de la

(2) CNCiv., sala H, 19/10/2006, “Baredes, Guido M. c. Torres de Libertador 8000 SA


y otro”, La Ley Online, AR/JUR/16231/2006, cit.

- 410 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 10 bis, ley 24.240

superficie del departamento, ya que la imprecisión del aviso fue


superada específicamente con la determinación concreta de la su-
perficie según el plano de la unidad que fue suscripto por aquéllos
y mediante la cuantificación del precio en una suma que se corres-
pondía con el precio del mercado en ese momento (3). También se
declaró improcedente una demanda considerándose que el boleto
de compraventa suscripto por los adquirentes refería que las medi-
das eran provisorias y sujetas a modificación, a lo que podía agre-
garse que los reclamantes no pidieron una copia del plano de la
unidad, que se encontraba anexo a dicho contrato, lo que implicó
un error que no podía ser considerado excusable (4).
En similar sentido, se rechazó el reclamo de un consumidor por
la demora en la entrega de un vehículo, pues se sostuvo que no ha-
bía ninguna fecha exacta pactada y que el tiempo de entrega era
acorde a los usos y costumbres para este tipo de operaciones, pues-
to que ella no podía hacerse en forma inmediata debido a los re-
quisitos impuestos por la legislación vigente y al desenvolvimiento
habitual del negocio en cuestión (5).
Saliendo de las hipótesis de incumplimiento habituales, un
tema no menor es cuando el consumidor no recibe el bien o la pres-
tación prometida a causa de la insolvencia del proveedor. Cuan-
do ello ocurre el consumidor queda notoriamente desprotegido a
poco que se note que su crédito no goza de ninguna clase de privi-
legio concursal.
Por ello, cierta doctrina ha considerado necesario que se esta-
blezca alguna clase de privilegio para determinados créditos de
consumidores (por ejemplo, por daños a la salud o a la integridad
psicofísica de ellos) (6).

(3) CNCiv., sala E, 12/5/2010, “Jofre Oyarzún, José Nolberto y otro c. Torre La Pla-
ta SA y otros”, JA, 2010-III-31.
(4) CNCiv., sala M, 9/3/2011, “De la Vega, Juan Carlos y otro c. Torre La Plata SA y
otros”, LA LEY, 2011-D, 200.
(5) CCiv. y Com. Rosario, sala I, 5/10/2010, “Schott, Rinna c. Reuteman Automoto-
res SA”, La Ley Online, AR/JUR/70827/2010.
(6) Molina Sandoval, Carlos A., “La tutela del consumidor desde la óptica con-
cursal”, ED, 208-786.

- 411 -
Art. 10 bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

2. Eximición por caso fortuito o fuerza mayor

El caso fortuito o fuerza mayor debe ser no imputable al provee-


dor. Por esta razón, todas aquellas situaciones que puedan quedar
comprendidas dentro de su área de riesgo empresario lo obligarán
a responder.
Hecha esa aclaración, el art. 1731 del CCyCN establece que
“para eximir de responsabilidad, total o parcialmente, el hecho de
un tercero por quien no se debe responder debe reunir los caracte-
res del caso fortuito”, es decir, debe tratarse de algo que “que no ha
podido ser previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podido ser
evitado” (art. 1730).
En cuanto a la imposibilidad de cumplimiento, el deudor puede
quedar eximido de responder “si la obligación se ha extinguido por
imposibilidad de cumplimiento objetiva y absoluta no imputable
al obligado. La existencia de esa imposibilidad debe apreciarse te-
niendo en cuenta las exigencias de la buena fe y la prohibición del
ejercicio abusivo de los derechos” (art. 1732, CCyCN).
El art. 1773 del citado Código establece, por su parte, una se-
rie de situaciones en las cuales no se podrá hacer valer la eximi-
ción de responsabilidad por caso fortuito o por imposibilidad de
cumplimiento.
Ellas serían:
1. Si se ha asumido el cumplimiento aunque ocurra un caso for-
tuito o una imposibilidad.
2. Si existe una norma que no libera por caso fortuito o por im-
posibilidad de cumplimiento.
3. Cuando se está en mora, “a no ser que ésta sea indiferen-
te para la producción del caso fortuito o de la imposibilidad de
cumplimiento”.
4. Si el caso fortuito o la imposibilidad de cumplimiento sobre-
vinieron por su culpa.
5. Cuando el caso fortuito y, en su caso, la imposibilidad de
cumplimiento, constituyen una contingencia propia del riesgo de
la cosa o la actividad.
- 412 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 10 bis, ley 24.240

6. Si se está obligado a restituir como consecuencia de un hecho


ilícito.
Según Picasso, el texto del art. 10 bis, LDC, permite concluir
que las obligaciones a cargo del proveedor son de resultado, no pu-
diendo, por lo tanto eximirse mediante su falta de culpa. Conclu-
ye afirmando que “encontramos en la LDC un sistema general de
responsabilidad del proveedor, con eje en los arts. 5° y 10 ‘bis’ y un
sistema especial contenido en el art. 40 para los supuestos en que el
daño haya sido causado por una cosa o servicio riesgosos. En todos
los casos, la responsabilidad tiene naturaleza objetiva”. Agrega este
autor que el art. 40, LDC, regula un supuesto particular de obliga-
ción de seguridad, enfocado en los daños que resulten del vicio o
riesgo de la cosa o de la prestación del servicio (7).
El autor chileno Mauricio Tapia Rodríguez discurre sobre el ca-
rácter de caso fortuito (o no) de los habituales desastres naturales
en el país trasandino, acertadamente señala que la apreciación de
los caracteres del caso fortuito debe apreciarse desde la diligencia
debida por el agente. Es decir que “ineludiblemente la respuesta a
la pregunta de si un determinado suceso puede ser calificado como
una hipótesis de caso fortuito, requiere interrogar, previamente,
acerca de cuál era la conducta debida del deudor” (8).
Sobre la base de esto último, está claro que aquellos proveedo-
res a los cuales, por sus características personales o por la actividad
a la que se dedican, deben observar un grado de diligencia especial
tienen, en los hechos, prácticamente vedada la posibilidad de in-
tentar la defensa relacionada con la invocación del caso fortuito o
fuerza mayor.

(7) Picasso, Sebastián, “Comentario al art. 10 bis LDC”, en Picasso, Sebastián -


Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 160.
(8) En dicha obra el autor expresa que los hombres diligentes deben anticipar
aquello que una persona normal puede prever, teniendo en cuenta los avances cien-
tíficos, tomando las medidas de prevención de riesgos correspondientes. De esta ma-
nera, sigue diciendo Tapia Rodríguez, “quienes construyen en montañas, en zonas
costeras sísmicas o en terrenos blandos, deben tomar las medidas necesarias para
evitar o aminorar el riesgo de daños que es perfectamente previsible que puedan
ocurrir. En caso de que el riesgo sea elevadísimo, la prudencia obliga a abstenerse de
ejecutar esa actividad. Si no toma tales medidas, el agente responde porque es cul-
pable”. Tapia Rodríguez, Mauricio, Caso fortuito en el Derecho Civil chileno, Legal
Publishing, Santiago, 2013, ps. 8, 19 y ss.

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Art. 10 bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

3. Eximición por incumplimiento previo


a sus obligaciones por parte del consumidor

En caso de que el incumplimiento del proveedor tenga como


antecedente un incumplimiento previo del consumidor, el prime-
ro podría verse eximido de responder. Es una regla contractual
clásica.
En tal sentido, puede recordarse una sentencia en la cual un
abonado al servicio de cable promovió demanda contra la emisora
ante el incumplimiento de televisar un evento deportivo. El pedido
fue rechazado, ya que el abonado se hallaba en mora en el cum-
plimiento de la obligación de pago del servicio prestado (9).
No obstante, si las normas que regulan el servicio obligan a
ejecutar determinados actos previos a su interrupción o a esperar
determinado tiempo, ellas deben ser cumplidas antes de tomar la
decisión de hacerlo cesar por la causal de falta de pago (10). Así su-
cedió en un juicio en donde se ordenó indemnizar a un usuario,
que permaneció durante tres años sin agua corriente en su casa a
causa de que la empresa concesionaria de dicho servicio dispuso
el corte del suministro ante la falta de pago, omitiendo cumplir los
procedimientos correspondientes establecidos por el ya disuelto
Ente Tripartito de Obras y Servicios Sanitarios (ETOSS), sin brin-
dar, además, información eficaz al usuario (11).
En otro supuesto se condenó a una aseguradora a cubrir el daño
padecido por el consumidor como consecuencia del robo de su vi-
vienda. La empresa se había opuesto alegando que el asegurado
poseía en su casa persianas de madera y no postigos como esta-
blecía la póliza. Para condenar a la aseguradora se explicó que re-
sultaba contrario al principio de buena fe, a la LDC y a la doctrina
de los propios actos, concertar un contrato sin verificar si se daba
cumplimiento con las medidas de seguridad exigidas y percibir las

(9) CNCiv., sala L, 4/3/2000, “Prado, Pedro Antonio c. Video Cable Comunica-
ción SA”, La Ley Online, AR/JUR/9563/2002.
(10) CCiv. y Com. Morón, sala II, 5/6/2003, “Álvarez, Victoriano c. Edenor SA”,
LLBA, 2003-1268.
(11) CNCiv., sala I, 1/11/2005, “Risso Domínguez, Carlos J. c. Aguas Argentinas SA”,
ED, 216-417.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 10 bis, ley 24.240

primas devengadas, para luego, al producirse el siniestro, rechazar


la cobertura (12).
En otra hipótesis de singular relevancia, cuando se trata de ser-
vicios esenciales (o vitales, como el agua) se ha considerado que
es censurable desde el punto de vista constitucional la facultad de
interrumpir el servicio (13). Aun cuando se respeten los mecanismos
o procedimientos legales.
Por otro lado se resolvió que la LDC no ponía al estado de mora
del comprador como valla, obstáculo o impedimento alguno para
pedir la resolución del contrato, pues privilegiaba la defensa del su-
jeto consumidor ante los abusos de los vendedores o proveedores (14).
También se sostuvo que correspondía hacer lugar a la deman-
da de daños deducida por un usuario del servicio de agua potable
contra la cooperativa que dispuso una restricción en el suministro,
ya que la prestataria no tenía derecho a reclamar el pago de la fac-
tura impaga, por no haber informado la pendencia de la deuda en
las facturas posteriores, máxime teniendo en cuenta que rechazó el
ofrecimiento del usuario de abonar el importe correspondiente al
consumo promedio, sin demostrar oportuna y fehacientemente la
veracidad del por ella pretendido (15).
El incumplimiento del consumidor a veces puede relacionarse
con deberes de cooperación. Así se dijo que la concesionaria de au-
tomotores no debía restituir la seña entregada por el adquirente de
un automotor pues, aun analizando el caso desde los principios tui-
tivos del régimen de defensa del consumidor, la falta de explicación
por parte del actor de las razones que le habrían impedido cumplir
con un requerimiento tan razonable y habitual en una operación
de crédito como era la presentación de documentación que acre-

(12) CCiv. y Com. Mar del Plata, sala III, 14/12/2010, “G., H. D. c. Santander Río
Seguros SA”, RCyS, 2011-VI-243.
(13) SC Buenos Aires, 22/9/2004, “Usuarios y Consumidores en Defensa de sus
Derechos —Asociación Civil— c. Aguas Argentinas”, La Ley Online, 70014566. Voto en
disidencia del juez Héctor Negri.
(14) CCiv. Com. y Minería San Juan, sala I, 18/3/2008, “Carmona, Liliana del Car-
men c. Natania Coop. de Vivienda y Consumo Ltda. y otros”, LLGran Cuyo, 2008 (ju-
lio), p. 600.
(15) CCiv. Com., Minas Paz y Trib. 2a San Rafael, 22/9/2009, “Carreño Fernando c.
Coop. Rural de Servicio Público Rama Caída”, RCyS, 2010-V-211.

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Art. 10 bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

dite solvencia hacían que su negativa luzca caprichosa y contra-


ria al deber de colaboración de las partes para el cumplimiento del
contrato (16).

4. Cumplimiento forzado de la obligación

Verificado el incumplimiento, la primera opción que otorga la


norma es exigir el cumplimiento forzado de la obligación.

Esta disposición tiene un efecto práctico relativo, ya que, estric-


tamente, nadie puede ser obligado a “un hacer”. Por esta razón, si
un proveedor decide no cumplir su obligación, en última instancia
deberá resarcir en dinero al consumidor afectado.

Dicho eso, por supuesto que la reparación en especie prevista


en este punto es la forma ideal a través de la cual el proveedor se
podría desobligar, pues implicaría cumplir con las expectativas del
consumidor que terminará recibiendo el bien o servicio que tenía
pensado al inicio del vínculo contractual.

5. Aceptación de otro producto o servicio


equivalente

La LDC, tomando nota de la realidad negocial, deja abierta la


posibilidad de que el conflicto se solucione mediante la entrega de
un producto o servicio equivalente al originalmente contratado.

Se trata de una opción interesante y que, bien utilizada por el


proveedor puede, incluso, generar una buena impresión en el con-
sumidor, luego del incumplimiento inicial.

Esto es una práctica observable en ciertos locales gastronómi-


cos u hoteles en los que, cuando surge alguna complicación, ac-
túan rápidamente ofreciendo al comensal o al pasajero algo mejor
de lo que habían contratado originariamente.

(16) CCiv. y Com. 3a Córdoba, 26/6/2012, “Garavelli, Paola Romina c. Montironi


Automotores SA s/abreviado - cumplimiento/resolución de contrato”, LLC, 2012 (di-
ciembre), p. 1225.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 10 bis, ley 24.240

6. Rescisión de contrato con derecho a restitución


de lo abonado

Queda, por último, la opción más habitual en la práctica: exigir


la restitución del dinero pagado y la rescisión del contrato.
A fin de evitar desembolsos por bienes o servicios no cumplidos
por los proveedores, la ley mexicana establece que “cuando el co-
bro se haga mediante cargo directo a una cuenta de crédito, débito
o similar del consumidor, el cargo no podrá efectuarse sino has-
ta la entrega del bien, o la prestación del servicio, excepto cuando
exista consentimiento expreso del consumidor para que éstas se
realicen posteriormente” (17).
La norma transcripta es interesante, pues viene a intentar so-
lucionar el problema habitual que se genera cuando una persona
efectiviza un pago con una tarjeta de crédito, pero no recibe el
bien o servicio contratado. Es decir, un típico efecto indeseado de
los contratos conexos. De todas maneras, el hecho de habilitar el
consentimiento del consumidor le quita utilidad práctica a esta
disposición.
Del art. 10 bis, inc. c), LDC, interpretado en armonía con el úl-
timo párrafo del art. 37, LDC, se desprende que el consumidor tie-
ne derecho no sólo a demandar la nulidad total del contrato, sino
también la de una o más cláusulas. En este último caso, el contrato
“sigue vivo” y el juez debe integrar el contrato, cuando fuera ne-
cesario. Se trata de una opción interesante pues no todo incum-
plimiento contractual merece la rescisión del vínculo in totum.

7. Posibilidad en cualquier caso de accionar


por daños

Resulta una obviedad que, elegida cualquiera de las tres op-


ciones, permanece siempre vigente la posibilidad de accionar por
daños si es que el consumidor estima que no ha sido debidamente
reparado a través de esas vías.
Respecto del reclamo de daños, surgen problemas cuando el
consumidor peticiona el rubro “lucro cesante”.

(17) Art. 15, Ley Federal de Protección al Consumidor de México.

- 417 -
Art. 10 bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Esto, porque la solicitud de dicho rubro puede no sólo ser recha-


zada, sino incluso conspirar contra la intención del sujeto de ser
considerado un consumidor en los términos de los arts. 1°, LDC, y
1092, CCyCN, pues pareciera que el bien o servicio adquirido o uti-
lizado formaría parte de algún tipo de actividad comercial o em-
presarial (por la que “se ha dejado de ganar dinero”), quedando, en
consecuencia, habilitado el camino para que el juez interviniente
decida que no se está ante un genuino consumidor.
En tal sentido, existe jurisprudencia que negó el carácter de
consumidor a quien reclamó el lucro cesante derivado de la priva-
ción de un bien adquirido (18).
La Corte mendocina, en un recordado caso, explicó que la re-
gla sería que no corresponde acoger el rubro lucro cesante, por no
ser estas ganancias las consecuencias inmediatas que el incum-
plimiento o el cumplimiento defectuoso generan en un consumi-
dor final típico (19).
Sin embargo, hay que tener en cuenta también que, cuando se
sufren daños corporales, por ejemplo, el consumidor podría recla-
mar el lucro cesante derivado de su imposibilidad de trabajar aun
cuando no sea comerciante y haya consumido el bien o utilizado el
servicio como destinatario final.
Al respecto se puede citar el caso de un esquiador dañado por
caerse en un pozo existente en una pista por su mala señalización,
a quien se le otorgó un rubro emparentado con el antes citado (aquí
se trató de pérdida de chance) por ser abogado, teniendo en cuenta
el tiempo que permaneció inmovilizado a causa de las lesiones, es-
tando absolutamente impedido de ejercer sus labores habituales,
de lo cual resultaba lógico inferir que podrían habérsele presenta-
do oportunidades o chances de ganar dinero relacionados con su
actividad normal (20).

(18) CCiv. Com. Minas Paz y Trib. 1a Mendoza, 17/8/2006, “Soria, Juan C. c. Peu-
geot Citroen Argentina SA”, LLGran Cuyo, 2007 (febrero), p. 132.
(19) SCJ Mendoza, sala I, 12/10/2006, “Sellanes, Elian c. Frávega SACIeI”, RCyS,
2007-387, cit.
(20) Cám. en todos los fueros San Martín de los Andes, 18/2/2010, “Herzig, Silvia
Stella Maris c. Nieves del Chapelco”, RCyS, 2010-XI-220.

- 418 -
Modos de rescisión

Art. 10 ter. — (Art. 13, Ley F-1884, DJA)


Cuando la contratación de un servicio, incluidos los
servicios públicos domiciliarios, haya sido realizada
en forma telefónica, electrónica o similar, podrá ser
rescindida a elección del consumidor o usuario me-
diante el mismo medio utilizado en la contratación.
La empresa receptora del pedido de rescisión del
servicio deberá enviar sin cargo al domicilio del con-
sumidor o usuario una constancia fehaciente dentro
de las SETENTA Y DOS (72) horas posteriores a la
recepción del pedido de rescisión. Esta disposición
debe ser publicada en la factura o documento equiva-
lente que la empresa enviare regularmente al domici-
lio del consumidor o usuario.
(Artículo incorporado por art. 8° de la ley 26.361 -
BO del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

No se incluyen ni se mencionan.

 Comentario

1. Rescisión de contratos a distancia

Esta norma se aplica a los contratos a distancia, disponiendo


una especie de correspondencia entre modo de celebración del
contrato y forma de su rescisión.
- 419 -
Art. 10 ter, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Así, la rescisión no sólo se deberá poder hacer por el mismo me-


dio a través del cual se contrató sino que, aun cuando se realice de
dicha manera, el proveedor no podrá imponer exigencias que no
estaban cuando se suscribió el vínculo.
Explica Federico De Lorenzo (1) que permitir la rescisión por la
misma vía a través de la que se contrató constituye sólo un “piso
mínimo” a favor del consumidor, rigiendo en realidad el principio
de libertad de las formas. Con base en esto, el consumidor puede
acudir a cualquier otro medio para exteriorizar su voluntad.
Asimismo, el art. 10 ter, LDC, con la finalidad de lograr su obser-
vancia, obliga al proveedor a incluir su texto en las facturas o docu-
mentos que se envíen regularmente al domicilio del consumidor.

2. Remisión gratuita de constancia documental


de rescisión contractual

La LDC establece un plazo muy estricto dentro del cual el pro-


veedor debe remitirle constancia al consumidor de la rescisión del
vínculo.
Esto busca evitar los habituales problemas relacionados con las
bajas que nunca se terminan efectivizando y que producen que se
siga devengando deuda al consumidor por bienes o servicios que
decidió dejar de consumir o utilizar.
Por supuesto que esto debe ser gratuito, por lo que cualquier in-
tento, directo o indirecto, de cobrar por estas constancias sería una
práctica comercial ilegal sancionable en los términos de la LDC.

(1) De Lorenzo, Miguel F., “Comentario al art. 10 ter LDC”, en Picasso, Sebas-
tián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 164.

- 420 -
Prohibición de cobro
Art. 10 quáter. — (sin equivalente en Ley F-1884) (1).
Prohíbase el cobro de preaviso, mes adelantado y/o
cualquier otro concepto, por parte de los prestadores
de servicios, incluidos los servicios públicos domi-
ciliarios, en los casos de solicitud de baja del mismo
realizado por el consumidor ya sea en forma perso-
nal, telefónica, electrónica o similar.
(Artículo incorporado por art. 1° de la ley 27.265 -
BO 17/8/2016)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Arts. 1096 a 1099, CCyCN.

 Comentario

El artículo en cuestión busca evitar el cobro de “penalidades


encubiertas” (de cualquier especie) por parte del proveedor ante
el pedido de baja de servicios. Naturalmente el foco estará puesto
aquí en los contratos de ejecución continuada. El objetivo es en-
tonces neutralizar conductas que tienden a dificultar “la salida del
contrato”.
Estando el orden público en juego, esta norma permitiría con-
siderar abusiva toda cláusula contractual que disponga el cobro de
sumas de dinero (independientemente de la denominación utiliza-

(1) Esto se debe a que el art. 10 quáter fue incorporado a la LDC mediante la ley
26.265 que fue sancionada y publicada en el BO con posterioridad a la sanción y pu-
blicación de la ley 26.939 que crea el Digesto Jurídico Argentino.

- 421 -
Art. 10 quáter, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

da) ante la solicitud de baja. Sería además aplicable a toda clase de


servicio ya que el precepto no efectúa exclusión alguna.
En la práctica era muy frecuente que cuando un usuario inten-
taba solicitar la baja se la concedían pero informándole que, por
ejemplo, debía abonar completo el nuevo período mensual que ha-
bía comenzado a devengarse “hace pocos días” (2). Así, si comuni-
caba su voluntad resolutoria el día 10 de agosto, se le informaba que
el nuevo período mensual había comenzado a correr el 7 de agos-
to, razón por la cual debía pagar ese período de manera completa,
operándose la baja, en definitiva, el día 6 de septiembre. De este
modo muchos proveedores extendían artificialmente el vínculo
contractual. Si bien el usuario podía usar el servicio durante ese
“tiempo extra” (ya que se había visto forzado a pagar por ello), lo
cierto es que su voluntad era rescindir el contrato y no que conser-
ve una suerte de efecto ultra vires.
En las situaciones mencionadas y si bien la norma no lo expresa,
el proveedor solo tendría derecho a cobrar en estos casos el precio
proporcional correspondiente. Así en el ejemplo que se dio recién
se le podría reclamar el pago de 4 días de servicio (del 7 al 10 de
agosto) pero no el precio mensual.
También es bueno aclarar que el proveedor no podría condicio-
nar la baja al efectivo pago de la deuda en cuestión. Dicha conducta
vulneraría lo previsto en los arts. 8° bis LDC y 1096 y ss., CCyCN.

(2) En los fundamentos del proyecto que terminó sancionándose como ley 27.265
se expresaba que “es de uso habitual que las empresas impongan a los usuarios cos-
tos por la interrupción de un servicio a pedido del usuario; costos éstos que son esta-
blecidos en forma unilateral y arbitraria por las empresas prestadoras del servicio”. A
ello se agregaba que “la presente modificación tiene por objeto mejorar la atención y
servicios que las empresas prestadoras ofrecen, debiendo éstas garantizar a usuarios
y consumidores información precisa, clara y transparente que, bajo ningún concepto
pueda afectar económicamente a los usuarios con costos por servicios que no serán
prestados”.

- 422 -
CAPÍTULO IV
Cosas muebles no consumibles

Garantías
Art. 11. — (Art. 14, Ley F-1884, DJA)
Cuando se comercialicen cosas muebles no consu-
mibles conforme lo establece el artículo 2325 del Có-
digo Civil, el consumidor y los sucesivos adquirentes
gozarán de garantía legal por los defectos o vicios de
cualquier índole, aunque hayan sido ostensibles o
manifiestos al tiempo del contrato, cuando afecten
la identidad entre lo ofrecido y lo entregado, o su co-
rrecto funcionamiento.
La garantía legal tendrá vigencia por TRES (3) me-
ses cuando se trate de bienes muebles usados y por
SEIS (6) meses en los demás casos a partir de la entre-
ga, pudiendo las partes convenir un plazo mayor. En
caso de que la cosa deba trasladarse a fábrica o taller
habilitado el transporte será realizado por el respon-
sable de la garantía, y serán a su cargo los gastos de
flete y seguros y cualquier otro que deba realizarse
para su ejecución.
(Artículo sustituido por art. 9° de la ley 26.361 - B.O.
del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 231, CCyCN.


2. Art. 6°, ley 26.994.
3. Art. 11, decreto reglamentario 1798/1994.
4. Art. 2°, anexo, resolución 42/1998 (Grupo Mercado Común,
Mercosur).
- 423 -
Art. 11, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

5. Arts. 18.6 y 20.2, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro de Defe-


sa do Consumidor).
6. Art. 21, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los Dere-
chos de los Consumidores).
7. Arts. 8°, 13 y 16, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consu-
midor).
8. Art. 74 quater, Ley Federal de Protección al Consumidor de
México.
9. Art. 19, ley 29.571 de Perú (Código de Protección y Defensa
del Consumidor).
10. Art. 1.2.b, directiva 1999/44/CE del 25/5/1999 sobre determi-
nados aspectos de la venta y las garantías de los bienes de
consumo.
11. Arts. L-115-1 y ss., Code de la Consommation de Francia
(ley 93.949 de 1993).

 Comentario

1. Deber de garantía legal

Con el afán de brindar cierto marco de tutela mínimo para los


adquirentes de bienes muebles no consumibles, la LDC establece
una garantía legal de carácter mínimo y obligatorio, que regirá
cuando se den las condiciones previstas en el art. 11, LDC.
Ello no quita por supuesto que los proveedores prevean plazos
de garantía más extensos a los que surgen de este precepto.
Hasta el momento el Mercosur no ha emitido normas destina-
das estrictamente a las garantías legales. Sí lo ha hecho en cambio
con las garantías contractuales, dictando al respecto la resolución
42/1998 del Grupo Mercado Común sobre dicha materia (1).

(1) Respecto a éstas pueden leerse en el art. 2° de la resolución 42/1998 que “la Ga-
rantía Legal de los productos y servicios continuará siendo objeto de armonización
entre los Estados Partes”.

- 424 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 11, ley 24.240

2. Cosas muebles no consumibles

Según el CCyCN: “son cosas no consumibles las que no dejan


de existir por el primer uso que de ellas se hace, aunque sean sus-
ceptibles de consumirse o deteriorarse después de algún tiempo”
(art. 231). Aunque parezca una obviedad, la mención que se hace
del art. 2325 del CCiv. derogado debe entenderse realizada a la nor-
ma concordante del CCyCN recién citada (2). No obstante esto, sería
deseable actualizar las referencias mediante una corrección a la
LDC para ahuyentar toda duda (3).
Sólo las cosas muebles no consumibles están abarcadas por
este régimen de tutela especial. Por lo tanto, ni inmuebles ni cosas
muebles consumibles entran en su protección.
Es de toda necesidad implementar también un régimen de ga-
rantía legal obligatoria para inmuebles pues, teniendo en cuenta
su alto costo, no resulta razonable que el consumidor sólo quede
protegido en la medida en que “sepa negociar bien” y obtenga una
garantía. No se trata de un tema menor en atención al déficit de
viviendas que existe en la Argentina y que provoca que el adqui-
rente de estos bienes se encuentre generalmente en una situación
de evidente inferioridad respecto del vendedor. Obviamente este
régimen debería regir sólo para aquellos casos de enajenantes
que puedan ser considerados proveedores. Es interesante señalar
que en México aun los bienes inmuebles gozan de garantía legal
obligatoria (4).
Otros regímenes legales han ido más lejos, como la ley chile-
na, que establece una protección especial no sólo para bienes no
consumibles sino también para aquellos que se extinguen con su
primer uso o en plazos breves. Teniendo en cuenta la naturaleza
de las cosas consumibles, ante ausencia de término contractual
de la garantía, establece que no podrá ser superior a siete días (5).
También en Colombia se fija una garantía para bienes perecederos,

(2) Art. 6°, ley 26.994: “Toda referencia al Código Civil o al Código de Comercio
contenida en la legislación vigente debe entenderse remitida al Código Civil y Co-
mercial de la Nación que por la presente se aprueba”.
(3) En similar sentido: Bru, Jorge M., “Régimen de la Responsabilidad Civil por
Daños al Consumidor”, en Rusconi, Dante D. (dir.), cit., p. 544.
(4) Art. 74 quáter, Ley Federal de Protección al Consumidor de México.
(5) Art. 21, ley 19.496 de Chile.

- 425 -
Art. 11, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

en cuyo caso su vencimiento se dará en la fecha de expiración del


producto en cuestión (6).
En la UE, la normativa comunitaria establece la protección para
los “bienes de consumo”, que son los bienes muebles corpóreos (7).

3. Cosas que no se comercializan

Señala Fernando Sagarna (8) que la garantía legal sólo puede re-
caer sobre cosas que puedan ser comercializadas (a través de venta
o locación por ejemplo). Con base en esto, considera que cuando el
bien se entrega a título de comodato, el régimen de los arts. 11 y ss.,
LDC, no sería aplicable.
En sentido similar, Carlos Molina Sandoval (9) manifiesta que la
LDC deja abierta la duda sobre la posibilidad de sustituir un bien
defectuoso cuando fue adquirido a título gratuito.
Este razonamiento no es el más correcto, ya que la gran mayoría
de los contratos gratuitos celebrados entre proveedores y consumi-
dores contienen la intención no declarada del primero de obtener
un beneficio de algún tipo. Se trata solamente de una “apariencia
de gratuidad”. Así, por ejemplo, cuando se entrega un módem en
comodato al usuario del servicio de Internet.

4. Cosas nuevas y usadas

Como una particularidad de la ley hay que advertir que no sólo


se otorga garantía por las cosas nuevas sino también por las usadas.
Expresa Mosset Iturraspe (10) que la inclusión de las cosas usadas
es de mucha relevancia tanto en el derecho argentino como en el

(6) Art. 8°, ley 1480 de Colombia.


(7) Excepto los bienes enajenados por la autoridad judicial tras un embargo u otro
procedimiento, el agua y el gas cuando no estén envasados para la venta y la electrici-
dad. Esto está previsto en el art. 1°.2.b. de la directiva 1999/44/CE del 25/5/1999 sobre
determinados aspectos de la venta y las garantías de los bienes de consumo.
(8) Sagarna, Fernando A., “Comentario al art. 11, LDC”, en Picasso, Sebastián -
Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 173.
(9) Molina Sandoval, Carlos A. Derecho del Consumo, Advovatus, Córdoba,
2008, p. 15.
(10) Mosset Iturraspe, Jorge, “Análisis introductorio”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 26.

- 426 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 11, ley 24.240

comparado. Esto porque, además de darles valor social a este tipo


de bienes, permite que aquellas personas que sólo pueden comprar
los mismos y no cosas nuevas (por cuestiones fundamentalmente
económicas) encuentren la cobertura de una garantía legal para
estos supuestos. Agrega que, si bien se descuenta la posibilidad de
que las cosas usadas evidencien ciertas fallas, ello no las puede tor-
nar inutilizables. Concluye el razonamiento expresando que “po-
drán variar los plazos de la garantía, la severidad del juzgamiento
y otros aspectos, pero de ahí a la inexistencia hay un largo trecho.
También lo usado debe servir, también debe ser útil; no es razona-
ble pensar en su inutilidad, asimilar lo usado a lo descartable”. Por
lo demás, recordaba que la compra de lo usado no es un mero ca-
pricho sino que, en la mayoría de las ocasiones, constituye una ne-
cesidad impuesta por el contexto económico. En otras palabras, “es
elemental pensar que a cualquiera le gustaría manifestar su elec-
ción ‘por lo nuevo’ y que si, en cambio, compra lo usado, es porque
no lo puede hacer de otra manera”.
Dado que el plazo de garantía respecto de bienes usados es me-
nor, se ha sostenido la necesidad de que ese término sea informado
al consumidor, debiéndose castigar su omisión (11).
Con una postura más flexible, la ley colombiana permite que las
cosas usadas sean comercializadas sin garantía en la medida que
ello sea informado y consentido por escrito por el consumidor, ya
que de lo contrario se entiende que el plazo de garantía será de tres
meses (12).

5. Plazos de garantía y su cómputo

El plazo de vigencia de la garantía legal es de seis meses para las


cosas nuevas y tres meses para las usadas. Se trata de un plazo de
caducidad (13).
En ambos rige a partir de la entrega. Ello, aun cuando el con-
trato se haya celebrado con bastante tiempo de anticipación. Es

(11) STJ Formosa, 31/3/2015, “RB Automotores SRL s/apelación (Ley Pcial. N°
1480)”, LLLitoral, 2015 (septiembre), p. 874.
(12) Art. 8°, ley 1480 de Colombia.
(13) Conf. conclusiones de la Comisión nro. 9 (Derecho Interdisciplinario: Dere-
chos del Consumidor: Incidencias de las reformas introducidas por la ley 26.361) de
las XXII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, celebradas en Córdoba en 2009.

- 427 -
Art. 11, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

una solución favorable pues, amén de los habituales problemas de


los consumidores para recibir los productos que ya han adquirido
y pagado, es recién en el momento de la entrega cuando pueden
tomar conocimiento de los vicios o defectos que evidencia el bien
(cuando son manifiestos, claro está).
En cuanto a la extensión del plazo, la fijación ha sido el resulta-
do de una decisión de política legislativa.
Se ha sostenido que, cuando se trata de vicios manifiestos o
aparentes, el plazo legal de tutela es suficiente (14).

6. Legitimación activa

Lógicamente el adquirente del bien tiene legitimación activa.


A él habría que agregar aquellos consumidores que no han
contratado pero que formaron parte del grupo familiar o social de
quien sí lo hizo.
Un tema interesante es discernir cuál es el lapso de tiempo por
el cual la garantía establecida a favor del primer consumidor cubre
también a los que lo siguen. Hay quienes opinan que se mantendrá
en la medida que el plazo esté todavía vigente (15), interpretación a
la que adhiero.

7. Legitimación pasiva

Estando ante un típico caso de defecto de producto, responde


por la garantía no sólo el vendedor sino todos los integrantes de
la cadena de producción y comercialización. Desde el fabricante
hasta el distribuidor. También, por supuesto, el sujeto que, sin ser el
vendedor, cumple la finalidad de garantía por un contrato con este
último. En tal sentido, podría ser incluso una aseguradora. Sobre
esto último se ha puesto de resalto la importancia que tiene para
el consumidor saber quién es la empresa prestadora del servicio
de garantía. Así, en un precedente se ha aplicado una multa a un

(14) Rinessi, Antonio J., cit., p. 100.


(15) Sagarna, Fernando A., “Comentario al art. 11, LDC”, en Picasso, Sebastián
- Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 177.

- 428 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 11, ley 24.240

establecimiento comercial que no informó al consumidor el reem-


plazo de dicha empresa (16).

8. Vicios o defectos que se garantizan

El régimen de los arts. 11 y ss., LDC, otorga cobertura en los ca-


sos en que se afecte la identidad entre lo ofrecido y lo entregado, o
el correcto funcionamiento de la cosa (17).
No es necesario que sean defectos ocultos. Si son ostensibles la
protección no cesa de ninguna manera
Si bien la letra de la ley parece clara, en los hechos no es tan fácil
determinar cuándo existe esa afectación y cuándo no. Lo mismo
en lo relativo al correcto funcionamiento de la cosa.
Así cabría la pregunta sobre si las afectaciones de cuestiones no
esenciales son aptas para activar la garantía. El interrogante mere-
ce respuesta afirmativa, pues de lo contrario se generaría un mar-
gen de maniobra para el proveedor especulador que, para abaratar
costos, podría disminuir la calidad de la cosa hasta un cierto punto
en que no se afecten sus funciones esenciales.
Correctamente Sagarna (18) advierte que la ley protege “aun al
consumidor más distraído”. Luego señala que la norma pareciera
permitir exigir la garantía con el solo hecho de que haya diferen-
cias entre lo ofrecido y lo entregado, aun cuando no quede afectado
el correcto funcionamiento de la cosa.
En un caso se consideró que cuando los vicios de los que adolece
un automotor son meramente estéticos, no se configura el art. 11,
LDC, puesto que no se afecta la identidad entre la cosa ofrecida por
el vendedor y la entregada ni su correcto funcionamiento (19). En
otro juicio se resolvió lo contrario, señalando que si bien no eran

(16) CCont. Adm. y Trib. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sala I, 31/10/2003,
“Carrefour Argentina SA c. Ciudad de Buenos Aires”, LA LEY, 2004-B, 96.
(17) Si bien no hay mención expresa al “vicio de cantidad”, la íntima vinculación
de éste con el “vicio de calidad” obliga a su inclusión. Sozzo, Gonzalo, “Ley de De-
fensa del Consumidor Comentada”, cit., en Bueres, Alberto J. (dir.) - Highton, Ele-
na I. (coord.), cit., t. VIII-A, p. 416.
(18) Sagarna, Fernando A., “Comentario al art. 11, LDC”, en Picasso, Sebas-
tián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 174.
(19) CCiv. y Com. 2a La Plata, sala III, 26/9/2006, “Sollosqui, Mercedes E. y otro c.
Vicente Zingaro e hijos y otra”, La Ley Online AR/JUR/9740/2006.

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Art. 11, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

vicios ocultos, los defectos de pintura del automóvil entraban en


las previsiones del art. 11, LDC, apuntado ya que no cumplía con
las cualidades que el comprador esperaba encontrar y que fueron
garantizadas (20).
Por lo demás, y flexibilizando el ámbito de aplicación de este
artículo, sostiene Vázquez Ferreyra (21) que cuando los consumi-
dores adquieren un bien lo hacen con determinadas expectativas,
relacionadas con la propia naturaleza de la cosa, interpretadas
al abrigo de la buena fe. Expresa que cuando las prestaciones del
producto no se corresponden con esas expectativas razonables
del consumidor, el proveedor está obligado a advertir dichas limi-
taciones en lo que comercializa. El autor citado considera que el
régimen de garantía legal previsto en los arts. 11 y ss. de la LDC es
plenamente aplicable a este tipo de supuestos, aun cuando no surja
expresamente de su texto normativo.
El Código brasileño facilita algunos ejemplos en donde se pre-
sume iuris et de iure que son impropios para el uso y consumo de-
terminados productos. Así, v.gr., aquellos que tienen un plazo de
validez ya expirado, los que se encuentran averiados, deteriorados,
adulterados, y los falsificados, peligrosos o nocivos para la vida o
la salud (art. 18.6, CDC). Respecto de los servicios se presume, sin
admitir prueba en contrario, que son impropios para su uso aque-
llos que se evidencien como inadecuados para cumplir los fines
que razonablemente se espera de ellos, así como los que no tengan
en cuenta las normas reglamentarias de utilidad correspondientes
(art. 20.2, CDC). En estas situaciones no podría hablarse de la exis-
tencia de un deber de garantía a cargo del proveedor.

9. ¿Se garantiza la autenticidad de la marca?

El Código peruano establece que el proveedor debe garantizar


la autenticidad de las marcas de los productos y servicios que co-
mercializa, además de su idoneidad y calidad (22).

(20) CNCom., sala D, 23/8/2007, “Ocampo, Antonio c. Fiat Auto Argentina SA y


otro”, ED, 227-96.
(21) Vázquez Ferreyra, Roberto A., “Las prestaciones propias de cada producto
o servicio y el régimen de garantías en la Ley de Defensa del Consumidor”, en Picas-
so, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. II, ps. 1103 y ss.
(22) Art. 19, ley 29.571 de Perú.

- 430 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 11, ley 24.240

Otro tanto podría pensarse de las denominaciones de origen (23).


Aunque la LDC no lo aclara, la autenticidad de la marca está in-
cluida indiscutiblemente dentro de la protección de su art. 11. Esto,
aun cuando las prestaciones o funcionalidades del producto per-
manezcan inalterables y no se evidencien fallas.

10. Gastos de traslado y flete. Plazo para efectuar


el traslado

Una norma cuestionable es el art. 11 del dec. 1798/1994, en


cuanto dispone una injusta carga en cabeza del consumidor dispo-
niendo que cuando la cosa deba trasladarse a una fábrica o taller
para efectivizarse la garantía, ese consumidor deberá notificar al
responsable de la misma para que en el plazo de 48 horas de recibi-
da la comunicación realice el transporte.
La pregunta es qué sucede si el consumidor no notifica de un
modo fehaciente o comprobable dicha circunstancia. ¿No nacería
la obligación del responsable de la garantía?
En el mismo artículo, el citado decreto ordena que cuando no
se realice dentro de ese lapso el transporte, el consumidor lo podrá
realizar por sí sin comunicación previa al responsable de la garan-
tía, pero éste sólo quedará obligado hasta los importes de flete y
seguro corrientes en plaza. La norma prescribe que “el traslado de-
berá hacerse al centro de reparación más próximo al lugar donde la
cosa se encuentre, si no indicare otro el responsable de la garantía”.
Se ve que la norma exige cierta diligencia por parte del consumidor
ya que, si abona un flete más caro de lo que correspondería según
el precio habitual de mercado, debería soportar el costo de esa de-
cisión por el excedente pagado.

11. Cláusulas abusivas

En materia de garantías, los contratos de consumo a veces in-


cluyen cláusulas abusivas que buscan desnaturalizar las obligacio-
nes a cargo del proveedor.

(23) El Code de la Consommation francés las regula en detalle en los arts. L-115-1
y ss.

- 431 -
Art. 11, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Así, por ejemplo, el caso de la exigencia de no destruir las fa-


jas de seguridad de los productos que exigen muchas veces los
proveedores (24).
Un supuesto dudoso está dado por aquellas situaciones en don-
de se condiciona la vigencia de la garantía a que la cosa sea re-
parada en “services” oficiales. En un caso bahiense se rechazó el
reclamo del consumidor, considerándose que había quedado acre-
ditado que se manipularon elementos que verosímilmente pudie-
ron tener incidencia en la destrucción del motor del rodado y ello
hacía razonable que el proveedor se reserve para sí el derecho de
hacer o controlar personalmente esos trabajos bajo pena de cadu-
cidad de la garantía (25). En otro caso, por el contrario, se consideró
que el hecho de que el consumidor haya efectuado reparaciones
del vehículo por su cuenta no afectaba la vigencia de la garantía
pues los defectos reparados no guardaron relación con los vicios
graves que evidenció el automotor en la causa (26).

12. Las garantías extendidas

En los últimos tiempos ha aflorado un importante negocio de


algunos proveedores: la comercialización de garantías extendidas.
Estos contratos suelen otorgar plazos de cobertura más largos
que los que ordena la LDC a cambio de un precio.
Respecto de éstos, cabe señalar que el art. 11 no sería aplica-
ble. Por lo tanto, el alcance de la cobertura tanto en extensión de
tiempo como de vicios o defectos por los que responde el proveedor
surgirá de los términos del vínculo contractual.
El único límite estará dado, claro está, por el hecho de que ese
contenido no sea abusivo. Así, si se termina desnaturalizando la
obligación del proveedor mediante cláusulas que describen en rea-
lidad una “cobertura que no cubre” (permítase la expresión poco

(24) Sagarna, Fernando A., “Comentario al art. 11, LDC”, en Picasso, Sebas-
tián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 183.
(25) CCiv. y Com. 1ª Bahía Blanca, sala II, 18/2/2016, “Minnucci, Gustavo Alber-
to c. Guspamar SA y Ford Argentina SCA s/daños y perjuicios”, La Ley Online, AR/
JUR/76787/2015.
(26) CNCom., sala A, 1/10/2015, “Gianorio, Gustavo D. c. Serra Lima SA s/ordina-
rio”, RCyS, 2016-III-80.

- 432 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 11, ley 24.240

ortodoxa a los fines didácticos) el contrato podrá ser impugnado


por el consumidor.
Así sería válida una garantía extendida que proteja por cinco
años, pero sólo con respecto a determinados defectos esenciales del
producto. Ello siempre y cuando el consumidor esté suficientemen-
te informado y las circunstancias de contratación no lo autoricen a
interpretar que se trata de una mera prolongación de plazo otorgán-
dose una cobertura de similar intensidad a la prevista en el art. 11,
LDC, durante los primeros meses de la contratación (sean seis o tres).
Antes de la LDC hubo algún fallo que se pronunció sobre el al-
cance de la garantía (voluntaria en dicho caso ya que la de carácter
legal no existía). Allí se afirmaba que comprendía todo tipo de vicios,
tanto redhibitorios como los que no lo son, en la medida que afecten
el buen funcionamiento de la cosa, se produzcan dentro del plazo de
la cobertura y no tengan origen en el maltrato inferido al artefacto
por el usuario o un tercero. Asimismo, se decía allí que esa garantía
era distinta a la protección legal por vicios redhibitorios (27).
La normativa del Mercosur le ha dedicado su atención a las ga-
rantías contractuales estableciendo lo siguiente (28):
1. Debe estar extendida por escrito.
2. Debe estar estandarizada para productos idénticos.
3. Debe estar escrita en el idioma del país de consumo.
4. Debe ser de fácil comprensión, con letra clara y legible.
5. Debe informar al consumidor sobre los aspectos más signifi-
cativos de la garantía.
Se establece también un contenido mínimo para el certificado
de garantía (29).

(27) CNCom., sala E, 22/8/1986, “Severino, Carlos O. c. Boris Garfunkel e Hijos”,


LA LEY, 1986-E, 642.
(28) Anexo, resolución 42/1998, Grupo Mercado Común, Mercosur sobre Garan-
tía Contractual.
(29) Art. 2°, anexo, resolución 42/1998, Grupo Mercado Común, Mercosur: “El
certificado de garantía deberá contener como mínimo las siguientes informaciones:
a. Identificación de quien ofrece la garantía; b. identificación del fabricante o impor-
tador del producto o prestador de servicio; c. identificación precisa del producto o
servicio con sus especificaciones técnicas; d. condiciones de validez de la garantía,

- 433 -
Art. 11, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En Colombia se dispone que las garantías suplementarias,


cuando sean provistas a título oneroso, requieren la aceptación ex-
presa por escrito por parte del consumidor, aclarando que pueden
ser extendidas por terceros especializados que se encuentren en
condiciones de hacer frente a estas obligaciones (30).

13. El mal uso de la cosa como causal de exclusión


de la garantía

El mal uso de la cosa con garantía no es una causal de exclu-


sión, pues ello no surge del art. 11, LDC (31).
Esto se refuerza al tenerse presente que la complejidad en el
funcionamiento de determinados productos (sobre todo aquellos
en donde están muy presente la tecnología) suele ser una barrera
ostensible para los consumidores que, en no pocos casos, no ter-
minan de comprender total o parcialmente lo que están utilizando,
aun cuando pongan todo su empeño en lograrlo.
En contrario sentido, la ley colombiana prevé expresamente esta
causal como una de las cuatro situaciones en las cuales el proveedor
no debe hacer frente a la garantía, aunque, claro está, deberá demos-
trar la relación de causalidad entre ellas y el defecto del bien (32).

su plazo y coberturas, especificando las partes del producto o servicio que serán cu-
biertas por la garantía; e. domicilio y teléfono, en el país de consumo, de quienes es-
tén obligados contractualmente a prestar la garantía; f. condiciones de reparación del
producto o servicio, con especificación del lugar en donde se efectivizará la garantía;
g. costos a cargo del consumidor, si los hubiese, y h. lugar y fecha de provisión del pro-
ducto o servicio al consumidor”.
(30) Art. 13, ley 1480 de Colombia.
(31) Vázquez Ferreyra, Roberto A., “La garantía legal en la Ley de Defensa del
Consumidor”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2009, nro. 1 (Consumido-
res), p. 139.
(32) Art. 16, ley 1480 de Colombia: “El productor o proveedor se exonerará de la
responsabilidad que se deriva de la garantía, cuando demuestre que el defecto pro-
viene de:
”1. Fuerza mayor o caso fortuito;
”2. El hecho de un tercero;
”3. El uso indebido del bien por parte del consumidor, y.
”4. Que el consumidor no atendió las instrucciones de instalación, uso o man-
tenimiento indicadas en el manual del producto y en la garantía. El contenido del
manual de instrucciones deberá estar acorde con la complejidad del producto. Esta
causal no podrá ser alegada si no se ha suministrado manual de instrucciones de ins-
talación, uso o mantenimiento en idioma castellano”.

- 434 -
Servicio técnico
Art. 12. — (Art. 15, Ley F-1884, DJA)
Los fabricantes, importadores y vendedores de las
cosas mencionadas en el artículo anterior, deben ase-
gurar un servicio técnico adecuado y el suministro de
partes y repuestos.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 12, decreto reglamentario 1798/1994.


2. Punto V.25, Directrices de Naciones Unidas sobre Protec-
ción del Consumidor del 22/12/2015.
3. Art. 32, ley 8078 de Brasil (Código Brasileiro de Defesa do
Consumidor).
4. Art. 11.7, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consumidor).
5. Art. 25, ley 2000-21 de Ecuador (Ley Orgánica de Defensa del
Consumidor).
6. Arts. 9° y 23, ley 29.571 de Perú (Código de Protección y De-
fensa del Consumidor).
7. Art. 127.1, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España que
aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementa-
rias (última revisión vigente: 3 de julio de 2015).

 Comentario

1. Sujetos responsables

La LDC establece una legitimación pasiva amplia para exigir el


cumplimiento de las obligaciones previstas en este capítulo. Así,
- 435 -
Art. 12, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

responde no sólo el fabricante sino también los importadores, ven-


dedores y, agrego, todos aquellos proveedores que hayan formado
parte de la cadena de comercialización.

2. Servicio técnico adecuado

La Ley obliga a disponer de un servicio técnico, pero establece


de manera imprecisa que debe ser “adecuado”, sin efectuar ningu-
na aclaración más.
El carácter adecuado del servicio técnico variará teniendo en
cuenta el producto de que se trate. Así, v.gr., los aparatos de tecno-
logía seguramente requerirán un servicio de mayor envergadura
que cuando se comercializan otros productos de mayor simpleza.
En el ámbito internacional, esta preocupación relacionada con
el servicio técnico sobre productos ya comercializados no es nueva.
Se puede citar al respecto la normativa de ONU en donde se ex-
presa que los países deben velar para que fabricantes o minoristas
aseguren la disponibilidad adecuada de un servicio confiable pos-
terior a la venta y de piezas de repuesto (1).
Aun para casos anteriores a la vigencia de la LDC, se resolvió
que, salvo que se demuestre culpa del servicio técnico, el fabrican-
te debía responder por su elección, ya que él informaba cuáles eran
los servicios autorizados y dejaba constancia de que, en caso de
necesidad, el usuario debería llamar únicamente a tales servicios
especializados, que si bien no podían ser calificados como econó-
micamente dependientes del fabricante, sí lo eran técnicamente (2).
Es relevante también, no obstante, la conducta asumida por el
consumidor. Así, en un caso se rechazó su reclamo argumentán-
dose que el proveedor ofreció reparar la heladera defectuosa, pero
ello fue resistido por el consumidor que no permitió el ingreso del
servicio técnico a su domicilio y pidió directamente la sustitución
del artefacto (3).

(1) Punto V.25, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Consu-
midor de 2015.
(2) CNCom., sala B, 27/11/1995, “Baskir, Mauricio y otro c. Zanella e Hijos SA y
otros”, LA LEY, 1996-C, 164.
(3) CNCom., sala E, 27/8/2004, “Varela, María Carmen del Rosario c. Humberto
Nicolás Fontana SAC”, DJ, 2004-3-1198.

- 436 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 12, ley 24.240

3. Suministro de partes y repuestos

Además del servicio técnico adecuado, el proveedor debe garan-


tizar el suministro de partes y repuestos de la cosa comercializada.
Cierta doctrina ha resaltado que se trata de una derivación del
principio de buena fe contractual, persiguiéndose aquí que no se
puedan comercializar en el mercado aquellos productos cuyos re-
puestos son difíciles de conseguir (4).
La obligación incluye solamente contar con stock de repuestos
e infraestructura apropiada, debiendo su utilización ser abonada
por el consumidor (5).
No obstante lo dicho, y como lógico desprendimiento del art. 11,
LDC, cuando se está dentro del plazo de garantía legal el consumi-
dor no debe pagar por el servicio técnico o las partes o repuestos
suministrados por el proveedor (6).
El art. 12 del dec. 1798/1994, si bien establece como principio
general que el proveedor debe asegurar el suministro de partes y
repuestos nuevos durante la vigencia de la garantía, a renglón se-
guido establece la excepción, autorizando el uso de piezas o re-
puestos usados cuando no existan en el mercado nacional piezas
nuevas o cuando medie autorización expresa del consumidor.
Sostiene Wajntraub (7) que se trata de un exceso reglamentario,
ya que no es razonable que se exija la existencia de repuestos nue-
vos solamente durante el plazo de vigencia de la garantía legal. Asi-
mismo, afirma que es negativa la regulación legal en cuanto per-
mite acudir a este tipo de partes y repuestos cuando no haya stock
en el país. Expresa que “lo razonable sería exigirle al proveedor que
se abastezca de los mismos”, ya que es muy probable que existan
en el exterior.

(4) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 140.


(5) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 131. Ponen de resalto lo mismo Centanaro,
Ivana C. - Surín, Jorge A., Leyes de defensa del consumidor y usuario: Comentadas y
anotadas, Lajouane, Buenos Aires, 2009, p. 34.
(6) Pinese, Graciela G. - Corbalán, Pablo S., cit., p. 145.
(7) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 132.

- 437 -
Art. 12, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

La norma peruana expresa que cuando “no se brinde el sumi-


nistro oportuno de partes y accesorios o servicios de reparación y
mantenimiento o en los que dichos suministros o servicios se brin-
den con limitaciones, los proveedores deben informar de tales cir-
cunstancias de manera clara e inequívoca al consumidor. De no
brindar dicha información, quedan obligados y son responsables
por el oportuno suministro de partes y accesorios, servicios de re-
paración y de mantenimiento de los bienes” (8). También autoriza
la utilización de repuestos usados siempre y cuando haya consen-
timiento por escrito del consumidor (9).

4. Validez de la prestación del servicio a través


de terceros

Es importante aclarar que el proveedor está obligado a brin-


dar el servicio técnico, aunque no es necesario que lo haga por sí
mismo.
En la medida en que se encuentre designado un sujeto para
cumplir tal rol (siempre y cuando se responda por el accionar de
éste), el recaudo legal estará cumplido.
En la práctica, se suele acudir con mucha frecuencia a “terceri-
zar” este servicio. Ante el consumidor responderán conjuntamente
quien delega en otros el cumplimiento de esta obligación y quien
presta el servicio efectivamente.

5. Plazo de vigencia de esta obligación

El art. 12 del dec. 1798/1994 sólo se limita a decir que la obliga-


ción de asegurar un servicio técnico adecuado y el suministro de
partes y repuestos durará lo que “indiquen las reglamentaciones
que dicte la Autoridad de Aplicación”. Sin embargo, esas reglamen-
taciones nunca fueron dictadas.
Jurisprudencialmente, se ha dicho que el plazo de cumplimien-
to de esta obligación no es el previsto en el art. 11, LDC, respecto

(8) Art. 9°, ley 29.571 de Perú.


(9) Art. 23, ley 29.571 de Perú.

- 438 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 12, ley 24.240

de la garantía legal, sino que rige también luego de vencida ésta,


aunque se deba abonar un precio en dinero por ello (10).
El plazo debe ser razonable. Su extensión se relaciona con la na-
turaleza del bien, su precio, calidad y vida útil con base en un uso
normal que satisfaga las legítimas expectativas del consumidor (11).
Esto, porque la obligación prevista en este art. 12 es independiente
del deber de garantía legal que surge del art. 11, LDC (12).
Sagarna (13) considera que la obligación de disponer de un ser-
vicio técnico debe tener un plazo que tenga en cuenta la duración
del bien en el mercado. Manifiesta que “se supone que dentro de
veinte años no podrá pretenderse un servicio técnico adecuado de
un televisor adquirido este año, cuando sabemos del avance de la
televisión digital y del constante cambio tecnológico” (14).
Otros autores han expresado que, sin perjuicio de que el plazo
a tener en cuenta debiera ser el de obsolescencia del bien en cues-
tión, debería prestarse atención a las características económicas de
nuestro país a los fines de la fijación de esos términos, ya que mu-
chos bienes “son utilizables durante largos períodos sin reposición
por situaciones de carencias económicas” (15).
La norma brasileña otorga una tutela más intensa, pues obliga
al proveedor a asegurar la oferta de componentes y repuestos en la
medida en que no cese la fabricación o importación del bien. Si es
que se produce el cese, se mantiene la obligación durante un lapso
de tiempo razonable (art. 32, CDDC) (16). La ley ecuatoriana aclara

(10) CCont. Adm. y Trib. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sala I, 24/6/2003,
“Auto Generali SA y otros c. Ciudad de Buenos Aires”, DJ, 2004-1-742.
(11) Farina, Juan M., cit., p. 256. En similar sentido: CFed. Córdoba, sala A,
26/8/2003, “Altamira Gigena, Raúl E. c. Hyundai Argentina SA”, La Ley Online,
70020718.
(12) Farina, Juan M., cit., p. 254.
(13) Sagarna, Fernando A., “Comentario al art. 11, LDC”, en Picasso, Sebas-
tián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 187.
(14) En similar sentido: Márquez, José F. - Calderón, Maximiliano R., “El con-
trato de concesión en el Código Civil y Comercial”, Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Co-
mercial de la Nación. Contratos en particular, 2015 (abril), p. 341.
(15) Ghersi, Carlos A. - Weingarten, Celia (dirs.), Defensa del Consumidor…,
cit., t. I, p. 366.
(16) En sentido similar: art. 18, ley 17.250 de Uruguay, y art. 9°, ley 29.571 de Perú.

- 439 -
Art. 12, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

que ese plazo razonable se establecerá en función a la vida útil de


los bienes (17).
En Colombia, ante la ausencia de previsión contractual, se pre-
vé que los repuestos, partes, insumos, etc., deberán estar disponi-
bles según “las condiciones ordinarias y habituales del mercado
para productos similares” (18).
La norma española obliga a los empresarios a mantener un ser-
vicio técnico adecuado y a tener repuestos a disposición por un pla-
zo mínimo de cinco años a partir de la fecha en la que el producto
deje de fabricarse (19).

6. Imposibilidad de obtener repuestos


por restricción de importaciones

Un tema interesante es determinar si existe “imposibilidad”


de obtener repuestos cuando, en países como el nuestro, existen
épocas en las cuales se hace difícil el ingreso de los repuestos de
determinados bienes por restricciones del Estado en materia de
importaciones.
Hay que diferenciar dos situaciones.
Si el dictado de normas legales o medidas administrativas que
prohíben o restringen la importación tuvo lugar después que se co-
mercializaron los bienes en cuestión, el proveedor afectado por esa
medida podría tener elementos para invocar el “hecho del prínci-
pe” como causal de fuerza mayor no imputable a él mismo.
En cambio, si ese proveedor comercializa bienes ya sabiendo (o
debiendo saber) la existencia de esas restricciones, no podrá invo-
car fuerza mayor, porque se estará ante un riesgo empresario que
ese sujeto decidió correr. Por lo tanto, será responsable ante el con-
sumidor por los repuestos que requieran las cosas que oportuna-
mente adquirió.

(17) Art. 25, ley 2000-21 de Ecuador.


(18) Art. 11.7, ley 1480 de Colombia.
(19) Art. 127.1, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.

- 440 -
Responsabilidad solidaria
Art. 13. — (Art. 16, Ley F-1884, DJA)
Son solidariamente responsables del otorgamiento
y cumplimiento de la garantía legal, los productores,
importadores, distribuidores y vendedores de las co-
sas comprendidas en el artículo 11.
(Artículo incorporado por el art. 2° de la ley 24.999 -
BO del 30/7/1998)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

No se incluyen ni se mencionan.

 Comentario

1. Sujetos responsables del deber de garantía legal

El art. 13, LDC, prevé una legitimación pasiva muy amplia res-
pecto del deber de responder por la garantía legal y, además, no
efectúa distinciones.
Llama la atención que no está mencionado el concedente de
marca. El listado en cuestión no tiene carácter taxativo sino mera-
mente indicativo. Por esta razón, quien pone la marca en un pro-
ducto también responde.

2. ¿Quién responde por las garantías extendidas?

Respecto de quiénes responden por las garantías voluntarias o


extendidas, aquí no se aplica el art. 13, LDC. Por lo tanto, sólo res-
ponden quienes se hayan obligado por ella.
- 441 -
Art. 13, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Así la garantía extendida es otorgada sólo por el vendedor


pero no por el fabricante, este último no será responsable por su
cumplimiento.

- 442 -
Certificado de garantía
Art. 14. — (Art. 17, Ley F-1884, DJA)
El certificado de garantía deberá constar por escrito
en idioma nacional, con redacción de fácil compren-
sión en letra legible, y contendrá como mínimo:
a) La identificación del vendedor, fabricante, im-
portador o distribuidor;
b) La identificación de la cosa con las especi-
ficaciones técnicas necesarias para su correcta
individualización;
c) Las condiciones de uso, instalación y mante-
nimiento necesarias para su funcionamiento;
d) Las condiciones de validez de la garantía y su pla-
zo de extensión;
e) Las condiciones de reparación de la cosa con es-
pecificación del lugar donde se hará efectiva.
En caso de ser necesaria la notificación al fabri-
cante o importador de la entrada en vigencia de la
garantía, dicho acto estará a cargo del vendedor. La
falta de notificación no libera al fabricante o impor-
tador de la responsabilidad solidaria establecida en
el artículo 13.
Cualquier cláusula cuya redacción o interpretación
contraríen las normas del presente artículo es nula y
se tendrá por no escrita.
(Artículo sustituido por el art. 3° de la ley 24.999 -
BO del 30/7/1998)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Art. 14, decreto reglamentario 1798/1994.


- 443 -
Art. 14, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

 Comentario

1. El certificado de garantía. Contenido mínimo

Advierte Farina (1) que la ley no aclara cuándo se debe entregar


el certificado. Considera que ello no quiere decir que toda cosa
mueble no consumible venga acompañada por él, sino que su en-
trega dependerá de la naturaleza, calidad y precio de la cosa así
como también de los usos y costumbres.
La entrega del certificado de garantía tiende a hacer efectivo en
estos casos particulares el deber de información. Al analizarse uno
a uno todos los requisitos mínimos del certificado, ello queda cla-
ramente evidenciado.
Se ve que no sólo se menciona lo relativo a la garantía en sí, sino
también cuestiones relacionadas con el debido uso de la cosa a fin
de evitar desperfectos o fallas.

2. La notificación de la vigencia de la garantía


a la cadena de proveedores. Efectos

La norma reglamentaria establece que, cuando el vendedor no


notifique al fabricante o importador la entrada en vigencia de la
garantía de una cosa, ella comenzará a regir desde la fecha del do-
cumento de venta (2).
La disposición busca aquí darle certidumbre a la habitual situa-
ción por la cual el vendedor no avisa la fecha de entrada en vigencia
de la garantía por el bien comercializado.
De la letra legal se desprende que si el vendedor entrega la cosa
al consumidor antes de la fecha que figura en el documento de ven-
ta y no le avisa al fabricante sobre la vigencia de la garantía, este
último no responderá por las fallas que evidencia la cosa con an-
terioridad a la fecha del documento. Se trata de una solución des-
acertada, pues un acto de negligencia del proveedor (falta de aviso
al fabricante) puede causar perjuicio al consumidor, achicando el
espectro de legitimados pasivos para su reclamo.

(1) Farina, Juan M., cit., p. 260.


(2) Art. 14, dec. regl. 1798/1994.

- 444 -
Constancia de reparación
Art. 15. — (Art. 18, Ley F-1884, DJA)
Cuando la cosa hubiese sido reparada bajo los tér-
minos de una garantía legal, el garante estará obliga-
do a entregar al consumidor una constancia de repa-
ración en donde se indique:
a) La naturaleza de la reparación;
b) Las piezas reemplazadas o reparadas;
c) La fecha en que el consumidor le hizo entrega de
la cosa;
d) La fecha de devolución de la cosa al consumidor.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Art. 15, decreto reglamentario 1798/1994.

 Comentario

Al igual que ocurre con el certificado de garantía, la emisión de


la constancia de reparación es una aplicación particular del deber
de información. Esa información debe ser gratuita.
Se trata de una norma importante en la práctica ya que, por
ejemplo, tiene mucha incidencia a los fines del cómputo del plazo
de la garantía legal para saber si caducó o no en un caso concreto.
Cuando se trata de garantías convencionales, se ha resuelto que
la obligatoriedad de emitir la constancia permanece existente (1).

(1) CCont. Adm. y Trib. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 25/2/2005, “Penélope
c. Ciudad de Buenos Aires”, DJ, 2005-2-446.

- 445 -
Prolongación del plazo de garantía
Art. 16. — (Art. 19, Ley F-1884, DJA)
El tiempo durante el cual el consumidor está priva-
do del uso de la cosa en garantía, por cualquier cau-
sa relacionada con su reparación, debe computarse
como prolongación del plazo de garantía legal.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Art. 16, decreto reglamentario 1798/1994.

 Comentario

1. Privación de uso de la cosa

Si bien el art. 16, LDC, no establece qué es “privación del uso de


la cosa”, ello sí surge del art. 16 del dec. 1798/1994, expresándose
que “se entiende que el consumidor está privado del uso de la cosa
desde que la misma fue entregada al responsable de la garantía a
efectos de su reparación, y hasta que éste la entregue a aquél”.
Como se observa, los actos clave para considerar cuándo nace
y cuándo cesa la privación de uso son los de entrega y devolución
de la cosa, respectivamente. Una lógica consecuencia de esto es
que no bastará la “mera puesta a disposición” del bien por parte
del proveedor. Sí podría suceder, en cambio, que este último, para
darle un trato más favorable al consumidor o por buena política
comercial, lo exima de la entrega (y de las naturales molestias que
ello implica), activando el inicio del período de privación desde
el momento en que el consumidor avisa al proveedor que la cosa
debe ser sometida a reparaciones.
- 447 -
Art. 16, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por otra parte, se impone una interpretación amplia del tér-


mino “cualquier causa relacionada con su reparación”. Por ello, la
privación subsistirá aun en supuestos que puedan estimarse con-
trovertidos a primera vista y que el proveedor intente hacer valer a
su favor (por ejemplo, si los arreglos no se pueden realizar bajo el
argumento de que los repuestos necesarios son importados y “no
se consiguen”).
Para intentar superar la dificultad que genera la privación de
uso y cuando se trata de bienes de primera necesidad se ha admiti-
do el planteo de una medida autosatisfactiva que tenga por objeto
la entrega de una cosa similar a aquella que se encuentra en repa-
ración (en el caso se trataba de la heladera de uso familiar) (1).

2. El cómputo del plazo de garantía

El art. 16 es una norma de contenido aclaratorio, pues estable-


ce qué situaciones implican suspensión del plazo de garantía o su
prolongación que, en la práctica, es lo mismo.
En una interpretación extensiva, dice Farina (2) que el plazo
también se suspende cuando la cosa esté en poder de un tercero,
siendo reparada y no haya mediado oposición expresa del vende-
dor al respecto.

(1) CCiv. y Com. Junín, 18/12/2014, “Valenzuela, Roberto Carlos c. Naldo Lombar-
di SA y otro/a s/medidas cautelares (traba/levantamiento)”, LLBA, 2015 (abril), p. 333.
(2) Farina, Juan M., cit., p. 268.

- 448 -
Reparación no satisfactoria
Art. 17. — (Art. 20, Ley F-1884, DJA)
En los supuestos en que la reparación efectuada no
resulte satisfactoria por no reunir la cosa reparada,
las condiciones óptimas para cumplir con el uso al
que está destinada, el consumidor puede:
a) Pedir la sustitución de la cosa adquirida por otra
de idénticas características. En tal caso el plazo de la
garantía legal se computa a partir de la fecha de la en-
trega de la nueva cosa;
b) Devolver la cosa en el estado en que se encuentre
a cambio de recibir el importe equivalente a las su-
mas pagadas, conforme el precio actual en plaza de
la cosa, al momento de abonarse dicha suma o parte
proporcional, si hubiere efectuado pagos parciales;
c) Obtener una quita proporcional del precio.
En todos los casos, la opción por parte del consumi-
dor no impide la reclamación de los eventuales daños
y perjuicios que pudieren corresponder.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Art. 17, decreto reglamentario 1798/1994.

 Comentario

1. La reparación no satisfactoria

Un difícil tema es el relacionado con la reparación insatisfacto-


ria. Se trata de una cuestión de relevancia, pues su configuración
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Art. 17, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

pone en movimiento las opciones previstas en el art. 17, LDC. La


jurisprudencia sobre el tema no arroja una tendencia clara al res-
pecto. Los casos judiciales que han llegado a tribunales han versa-
do generalmente sobre fallas en vehículos automotores.
Sin llegar al extremo como el acontecido en un precedente en
donde se configuró acreditada la causal de “reparación insatisfac-
toria”, si el adquirente de un automóvil cero kilómetro debió repa-
rarlo ocho veces durante el primer año de uso a razón de una vez
cada dos mil cuatrocientos kilómetros de andar (1), existen casos
que pueden ser más dudosos y prestarse a debate.
La reparación no será satisfactoria para el consumidor cuando
la cosa no cumpla las condiciones óptimas para ser utilizada por
éste en la finalidad para lo cual está destinada.
El dec. regl. 1798/1994, en su art. 17, expresa que “se entenderá
por ‘condiciones óptimas’ aquellas necesarias para un uso normal,
mediando un trato adecuado y siguiendo las normas de uso y man-
tenimiento impartidas por el fabricante”.
El decreto exige que en esas condiciones óptimas esté presen-
te también la diligencia del consumidor, quien no puede dejar de
tener en cuenta las instrucciones dadas por el fabricante (de allí la
importancia de que en el certificado de garantía del art. 14, LDC,
no sólo se informe sobre la cobertura sino también el debido uso
de la cosa).
Este artículo genera algunos problemas, pues es dable interpre-
tar que lo “óptimo” es una noción que termina dependiendo, en
definitiva, del alcance que le quiera dar al término el proveedor,
quien podrá, de alguna manera, “bajar” la calidad de su producto
con el solo hecho de informar en la garantía que la cosa sólo puede
ser usada sin mucha frecuencia y no más de tantas horas por día o
que se la debe llevar a un service cada una determinada cantidad
de tiempo, etc. Es decir, el uso normal y adecuado termina depen-
diendo así más de la voluntad del proveedor que de las condiciones
objetivas de la cosa o de lo que es razonable que el consumidor es-
pere de ella o incluso de lo que transmiten las publicidades.

(1) CNCom., sala A, 31/5/2013, “Sapas, Patricia Noemí c. Forest Car SA y otros s/
ordinario”, LA LEY, 2014-A, 30.

- 450 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 17, ley 24.240

El texto del decreto choca un poco contra el art. 17, LDC, que
activa la protección contra las reparaciones insatisfactorias cuan-
do la cosa no cumpla “las condiciones óptimas para cumplir con el
uso al que está destinada”. Es decir, aquí el parámetro para medir
la calidad de la cosa es lo que se espera de ella, su destino.
Esto se da con mucha frecuencia respecto de aparatos de tecno-
logía. Por ejemplo, cuando se compra una notebook, el vendedor no
suele advertir que la máquina no puede estar encendida por mu-
cho tiempo en el día u otras limitaciones que sí pueden figurar, en
cambio, en el manual de instrucciones que acompaña la garantía.
No es un tema menor, pues lo que se interprete impacta en ma-
yor o menor grado en el alcance del derecho a una garantía legal
que tiene el consumidor.
Por otra parte, no necesariamente deberán estar afectadas fun-
ciones esenciales de la cosa. Lo meramente estético puede incluso
afectar las condiciones óptimas de la cosa (sobre todo en aquellos
bienes, como los automóviles, en los que la “presencia” de ellos es
importante). También aquellas cuestiones que parecieran acceso-
rias pero hacen al mayor confort del bien (el aire acondicionado de
un vehículo, v.gr.) (2).
En el caso puntual de compra de un automóvil, se debe ser más
exigente que en el supuesto de adquisición de otros objetos, ya que
el vehículo que funciona mal pone en serio peligro a las personas
conducidas en el mismo y a terceros. Así, se ha dicho que la LDC no
obliga al consumidor insatisfecho a esperar prolongadamente, más
allá de lo tolerable, que el vendedor repare el objeto que compró,
máxime cuando por su condición debe ser de absoluta confiabili-
dad y servir para su inmediata utilización (3). En similar sentido se
razonó que es razonable que el adquirente de un vehículo de alta

(2) Así se resolvió que las fallas de fábrica presentadas por un vehículo automotor
cero kilómetro, que se mantuvieron a pesar de las reparaciones realizadas por medio
del servicio de garantía, habilitaban al comprador a solicitar la devolución de las su-
mas pagadas aunque fueran de escasa entidad y no afectaran la seguridad, sino tan
solo el confort. CNCom., sala B, 13/6/2012, “Desia, Leandro Martín c. Maynar AG SA
y otro s/ordinario”, RCyS, 2013-V-104.
(3) CCiv. y Com. Común Concepción, 10/6/2003, “Demos SRL c. Hyunday Motor
Argentina y otro”, DJ, 2005-1-1104, cit.

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Art. 17, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

gama tenga expectativas de recibir un rodado en óptimas condi-


ciones sin defectos ni imperfecciones de ninguna naturaleza (4).

2. La triple opción del consumidor

Ante el fracaso de la reparación (es decir, cuando ella es in-


satisfactoria), la LDC da algunas alternativas de solución para el
consumidor.
Se verán ahora, advirtiendo desde ya que los conflictos han sur-
gido más a causa de la reglamentación que del art. 17, LDC, en sí.

2.1. Sustitución de la cosa por otra de iguales características

La primera opción es pedir la sustitución de la cosa adquirida


por otra de idénticas características (5).
Así, si se compró una máquina fotográfica de determinada mar-
ca y modelo, debe ser reemplazada por una idéntica. Eventualmen-
te, también procederá la sustitución por otra marca u otro modelo
en la medida en que esas idénticas características estén presentes
y no produzcan perjuicio alguno al consumidor. No obstante, en
estos últimos casos quedará la cuestión a criterio del adquirente,
ya que en no pocas ocasiones la marca es un componente esencial
de la decisión y aun cuando se ofrezca un producto aparentemente
mejor, el consumidor puede considerar que su derecho afectado no
ha sido reparado. También puede suceder que lo que se ofrezca sea
incluso mejor que lo adquirido, pero que luego cueste conseguir re-
puestos. En fin, existe un amplio abanico de situaciones que cons-
piran contra la noción de “cosa de iguales características”.
El dec. 1798/1994 dispone que cuando se deba sustituir la cosa
por otra de “idénticas características” se tendrá en cuenta “el pe-
ríodo de uso y el estado general de la que se reemplaza, como así
también la cantidad y calidad de las reparaciones amparadas por la

(4) CNCiv., sala J, 17/7/2015, “Medero Alejandro A. y otro c. Volkswagen Argentina


SA y otro s/daños y perjuicios”, LA LEY, 2016-A, 179.
(5) Aunque parezca una obviedad, esta opción sólo se puede ejercer si el consumi-
dor tiene en su poder la cosa a sustituir. CCiv. y Com. 5ª Córdoba, 21/8/2015, “Maldo-
nado, Graciela del Valle c. M. Tagle (h) y Cía. SACIF y otro s/ordinario - otros - recurso
de apelación”, LLC, 2016-1-80.

- 452 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 17, ley 24.240

garantía que debieron efectuársele”. Asimismo, autoriza al provee-


dor a que, con carácter previo a la sustitución de la cosa, y si ella es-
tuviera compuesta por conjuntos, subconjuntos o diversas piezas,
reemplace las partes que fueran defectuosas. Esa sustitución será
viable, en la medida en que no se alteren las cualidades generales
de la cosa y siga siendo idónea para el uso al cual está destinada.
Sobre este último se consideró que si la reparación o sustitu-
ción del turbo compresor de un vehículo automotor, lejos de alte-
rar sus cualidades generales lo hubieren tornado apto para su uso,
tratándose tan solo de una pieza o dispositivo que forma parte de
un conjunto, debió otorgarse al responsable de la garantía la opor-
tunidad de su reemplazo. A ello se agregó que la negativa de los ac-
tores de autorizar la extracción del turbo compresor del automóvil
para su reparación y eventual sustitución si aquélla no fuere posi-
ble, importó la adopción de una conducta reñida con los referidos
principios y contraria a la previsión legal reglamentaria del art. 17,
LDC, en cuanto establece que “con carácter previo a la sustitución
de la cosa, si ésta estuviera compuesta por conjuntos, subconjun-
tos y/o diversas piezas, el responsable de la garantía podrá reem-
plazar los que fueren defectuosos”, agregando que “la sustitución
de partes de la cosa podrá ser viable siempre que no se alteren sus
cualidades generales y ésta vuelva a ser idónea para el uso al cual
está destinada” (6).
También se resolvió que la reglamentación constituía sobre el
punto un exceso normativo. Con base en ello se rechazó la postura
del proveedor de ofrecer el recambio de una pieza por otra en un au-
tomóvil, ordenando que se reemplace directamente el vehículo­(7).
Otro aspecto merece ser resaltado en un fallo de la Suprema
Corte de Justicia de Buenos Aires (8), en donde se resolvió que no
debía aplicarse el dec. 1798/1998 (que produciría el reemplazo del
vehículo por otro del mismo modelo y año) para el caso de una per-
sona que había adquirido un vehículo de alta gama con fallas de
fábrica detectadas. La Corte bonaerense ordenó el reemplazo del

(6) CCiv. y Com. 2a La Plata, sala II, 22/3/2005, “Lenz, Carlos E. y otra c. Abdala
Hermanos y otros s/acción redhibitoria”, La Ley Online, 14/105152, cit.
(7) CNCom., sala D, 16/4/2009, “Pereyra, Sergio Daniel c. Fiat Auto Argentina SA”,
DJ, del 30/9/2009, p. 2785.
(8) SC Buenos Aires, 30/9/2014, “Capaccioni, Roberto Luis c. Patagonia Motor SA y
BMW de Argentina SA s/infracción a la Ley del Consumidor”, LA LEY, 17/12/2014, p. 9.

- 453 -
Art. 17, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

vehículo por uno de las mismas características pero cero kilóme-


tro. Dijo la SCBA que “el ofrecimiento de una determinada marca
en un auto cero kilómetro lleva ínsito una promesa de calidad, en
relación al alto costo del producto. Es por ello que las restricciones
previstas en el decreto —sustituir el auto comprado por un auto
usado— distorsionan el sentido de la norma que no es otro sino
que el consumidor reciba un nuevo producto en reemplazo del de-
fectuoso; por lo tanto, es dable abstenerse de aplicar dicho decreto
reglamentario para que cobre plena virtualidad la opción legal”.
Sobre este controvertido tema, tiempo atrás dije que “debe res-
petarse la voluntad o finalidad que ha tenido en mira el consumi-
dor al adquirir el bien. Así, si su idea era comprar un ‘cero kilómetro’,
nunca podría interpretarse que se cumple con él si se le entrega un
automóvil que tiene varios años de antigüedad, aun cuando su año
de fabricación sea el mismo que el de la unidad que exhibía fallas”
A ello agregaba que “se produciría un enriquecimiento sin causa
por parte del proveedor. Éste estaría dado por la diferencia de va-
lor entre el precio abonado por el consumidor quien pagó el valor
de mercado de un cero kilómetro y recibe luego un vehículo cuya
cotización es sensiblemente menor ya que ostenta varios años de
antigüedad” (9). El fallo comentado en aquella oportunidad resolvió
que la sustitución procedía por un vehículo de iguales característi-
cas fabricado en el año en el que se haga efectiva la sentencia, y no
del mismo año de fabricación del defectuoso, pues éste no cumpli-
ría la condición de revestir las mismas características que la cosa
adquirida, como imponía el art. 17.a, LDC (10). En otro caso, por el
contrario, se consideró que, atento al prolongado lapso transcurri-
do desde que el actor adquirió el vehículo que presentaba defec-
tos de fabricación y la circunstancia de que dicho rodado dejó de
fabricarse, resultaba improcedente sustituirlo por un cero kilóme-
tro pues, conforme a lo establecido en el art. 17 del dec. 1798/1994,
a efectos de la sustitución de la cosa defectuosa, debía tenerse en
cuenta el período de uso y el estado general de lo que se reempla-
zaba, por cuanto, en caso contrario, podría llegar a acordarse una

(9) Chamatropulos, Demetrio A., “Reparación no satisfactoria y sustitución de


la cosa adquirida por otra de ‘idénticas características’”, RCyS, 2012-III-77.
(10) CCiv. y Com. Salta, sala III, 18/10/2011, “Prina, Constanza c. Antis SA y otro -
sumarísimo”, RCyS, 2012-III-78.

- 454 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 17, ley 24.240

reparación que excedería la magnitud del perjuicio y podría deri-


var en un virtual enriquecimiento sin causa (11).
Fuera de todo lo dicho, el art. 17, LDC, dispone que “el plazo
de la garantía legal se computa a partir de la fecha de la entrega
de la nueva cosa”. El término comienza “de cero” nuevamente go-
zándose de los seis meses si era un objeto nuevo o tres meses si era
usado. Es decir, el tiempo transcurrido respecto del anterior bien
no podría estar corriendo. De lo contrario, la nueva cosa que se dé,
en algunos casos podría implicar que no goce de garantía legal, lo
cual sería un sinsentido normativo.

2.2. Devolución de la cosa en el estado en que se encuentre


con restitución de las sumas ya abonadas

La segunda opción que existe es que el consumidor devuelva


la cosa en el estado en que se encuentre a cambio de recibir el im-
porte equivalente a las sumas pagadas “conforme el precio actual
en plaza de la cosa, al momento de abonarse dicha suma o parte
proporcional, si hubiere efectuado pagos parciales”.
El valor de plaza de la cosa se refiere a un bien que se encuentre
en perfectas condiciones y no a uno reparado de una manera no
satisfactoria (12).
A esto se agrega que cierta doctrina explica que “el precio ac-
tual de la cosa en plaza, dependerá del mercado en donde se opere,
de la fecha que se hubiere tomado, si se trata de un mercado na-
cional, regional o internacional, si hay realmente ‘un’ precio de la
cosa, etc.” (13).
Se ha razonado que la disminución del precio actual de la cosa
en el mercado a causa de las fallas que evidencia no tiene por qué
ser soportado por el consumidor, ya que ello implicaría responsa-
bilizarlo a él por los defectos del bien. Solamente debería tomarse
en cuenta a los fines del cálculo de la disminución de precio que
pueda haber operado en virtud del uso que se le haya dado, el cual,

(11) CNCom., sala C, 13/8/2010, “Mosquera Eduardo Daniel c. Fiat Auto Argenti-
na SA”, La Ley, 19/1/2011, p. 3.
(12) Vázquez Ferreyra, Roberto A. - Romera, Oscar E., cit., p. 59.
(13) Bonfanti, Mario A., cit., p. 150.

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Art. 17, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

al ser generalmente breve (tres o seis meses según el art. 11, LDC),
implicará una reducción no significativa de su valor (14).
Buscando antecedentes jurisprudenciales sobre el tema, se en-
cuentra un supuesto en donde se admitió el pedido de restitución
de lo pagado a cambio de la devolución del rodado en el estado en
que estaba y el pago de una indemnización por los daños sufridos,
valorando la circunstancia de que, durante los 16 meses transcurri-
dos desde la compra y el último ingreso al taller de la concesionaria
demandada, el rodado del actor (no era cero kilómetro pero tenía un
rodamiento mínimo) fue remolcado en tres ocasiones y reparado en
siete a raíz de fallas mecánicas electrónicas y técnicas que no podían
ser atribuidas a un incorrecto uso sino originadas en fábrica, lo cual
permitía tener por acreditado que el vehículo no resultó apto para
satisfacer la finalidad a la que estaba destinado y considerar proce-
dente la resolución del contrato, por no cumplirse con los requisi-
tos normales y esperables de durabilidad, utilidad y fiabilidad (15).
En el supuesto de que el proveedor no acepte la devolución de
la cosa, si bien se podría considerar válido notificar de manera fe-
haciente que se encuentra a su disposición, sería más convenien-
te iniciar la consignación correspondiente para evitar cualquier
inconveniente.

2.3. Quita proporcional del precio

Queda por último la opción aparentemente más sencilla: la qui-


ta proporcional del precio.
Este inciso está destinado a dar solución a todas aquellas hipó-
tesis en las cuales el bien sigue pudiendo cumplir su finalidad, pero
queda afectado en sus características (sean o no principales).
Aquí la complejidad no estará dada por la admisión de la opción
sino por la cuantificación de la quita, lo cual deberá resolverse ge-
neralmente por vía pericial en sede judicial a menos que las partes
logren ponerse de acuerdo sobre el porcentaje de quita.

(14) Sagarna, Fernando A., “Comentario al art. 11, LDC”, en Picasso, Sebas-
tián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 210.
(15) CNCom., sala A, 30/8/2011, “Rodríguez, Marcelo Alejandro c. Fiat Auto Ar-
gentina SA y otro s/ordinario”, DJ, 15/2/2012, p. 80.

- 456 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 17, ley 24.240

Para dar ejemplos, en un caso se rechazó el pedido de reempla-


zo de vehículo automotor que adolecía fallas y se ordenó la quita
proporcional del precio (un 44%), pues se consideró que las fallas
eran insuficientes para considerarlo inútil para su destino, atento
al uso del que fue objeto por un lapso más o menos prolongado. La
falla consistía en un desperfecto que ocasionaba un leve “tironeo”
cuando se alcanzaba la velocidad de 120 kilómetros por hora, re-
pitiéndose cada siete segundos. Se consideró que la demanda se
interpuso tres años después de su adquisición y cuando el actor ya
había recorrido más de 100 mil kilómetros (16).
En otro juicio se ordenó la devolución del 30% del precio con
base en que el adquirente de un automóvil cero kilómetro tuvo
que hacerlo reparar ocho veces en el lapso del primer año de uso,
a razón de una vez cada 2400 kilómetros de andar. Explicaron los
jueces que esa solución era la que mejor reflejaba el verdadero per-
juicio padecido por el adquirente, sin que implique un empobreci-
miento injusto para las codemandadas, ni una ventaja indebida en
beneficio de aquél (17).

2.4. Posibilidad de entablar acción por daños

Aunque parece obvio, el ejercicio de ninguna de las tres opcio-


nes señaladas constituye un obstáculo para entablar el reclamo de
daños a que se crea con derecho el consumidor.
Por supuesto que lo que se le otorgue por algunas de las tres op-
ciones deberá funcionar como pago a cuenta de este reclamo que
interponga.

3. ¿Es obligatorio para el consumidor transitar


por este camino?

Es necesario aclarar que el consumidor no debe atravesar for-


zosamente el camino de las reparaciones para luego reclamar. No
es una vía previa de carácter obligatorio.

(16) CFed. Tucumán, 31/5/2011, “Otrino, Ricardo Gabriel Guadalupe c. Chrysler


Argentino SA s/sumarísimo”, LLNOA, 2011 (septiembre), p. 893.
(17) CNCom., sala A, 31/5/2013, “Sapas, Patricia Noemí c. Forest Car SA y otros s/
ordinario”, LA LEY, 2014-A, 30, cit.

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Art. 17, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Lo que la LDC hace aquí es, simplemente, brindarle al provee-


dor la posibilidad de solucionar el conflicto antes de que llegue a
los tribunales.
Es decir, se trata de una especie de “segunda oportunidad” para
quien defraudó la confianza del consumidor en un primer mo-
mento entregándole una cosa con fallas o no apta para cumplir su
finalidad.

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Vicios redhibitorios
Art. 18. — (Art. 21, Ley F-1884, DJA)
La aplicación de las disposiciones precedentes, no
obsta a la subsistencia de la garantía legal por vicios
redhibitorios. En caso de vicio redhibitorio:
a) A instancia del consumidor se aplicará de pleno
derecho el artículo 2176 del Código Civil;
b) El artículo 2170 del Código Civil no podrá ser
opuesto al consumidor.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Arts. 1051 a 1058, 1725, CCyCN.


2. Art. 6°, ley 26.994.

 Comentario

1. ¿Subsistencia del régimen de vicios redhibitorios


del CCyCN?

Lo primero que hay que tener en claro es que se crea un nuevo


régimen de vicios redhibitorios, dejándose de lado al existente en el
CCyCN. Esto porque se modifican aspectos esenciales del instituto.
También cabe señalar que esta protección funciona de manera
simultánea a la prevista en los arts. 11 a 17, LDC. Una no reemplaza
ni excluye a la otra.
El CCyCN regula el tema en los arts. 1051 a 1058.
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Art. 18, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

El art. 1051.b define a los vicios redhibitorios como “los defectos


que hacen a la cosa impropia para su destino por razones estruc-
turales o funcionales, o disminuyen su utilidad a tal extremo que,
de haberlos conocido, el adquirente no la habría adquirido, o su
contraprestación hubiese sido significativamente menor”.
Como primera idea de aproximación al régimen general de
los vicios redhibitorios, debe decirse que existe una gran vincula-
ción entre el cumplimiento del deber de información y los vicios
redhibitorios, ya que “una adecuada satisfacción de la obligación
informativa enerva la posibilidad de que el defecto de la cosa se
mantenga oculto o en la oscuridad”. De ello se deriva que cumplida
estrictamente esa obligación, de nada podría agraviarse el adqui-
rente de la cosa (1). No obstante la LDC presenta particularidades al
respecto.
Molina Sandoval (2) se pregunta si el régimen de vicios redhibi-
torios es aplicable cuando se trata de adquisiciones a título gratuito
efectuadas por el consumidor, ya que la solución tradicional en el
régimen general es que en dichos supuestos el régimen no se apli-
ca. Una interpretación correcta del principio in dubio pro consuma-
tore lleva a extender la protección en estos casos. Si bien parecieran
pocos los supuestos en los cuales esta situación podría darse, ello
no es tan así. Sería el caso del comodato de bienes que se entregan
para gozar de determinados servicios (módem de computadora
para Internet, v.gr.).

2. Particularidades de su aplicación
en las relaciones de consumo

Una de las primeras modificaciones esenciales al régimen ge-


neral de vicios redhibitorios es que el consumidor podía pedir que
se aplique de pleno derecho lo que señalaba el art. 2176 del deroga-
do CCiv.
Ese precepto expresaba lo siguiente: “Si el vendedor conoce o
debía conocer, por razón de su oficio o arte, los vicios o defectos
ocultos de la cosa vendida, y no los manifestó al comprador, tendrá
éste a más de las acciones de los artículos anteriores, el derecho a

(1) Abdala, Martín E., cit., p. 34.


(2) Molina Sandoval, Carlos A., Derecho del…, cit., p. 15.

- 460 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 18, ley 24.240

ser indemnizado de los daños y perjuicios sufridos, si optare por la


rescisión del contrato”.
Es decir que, en el caso concreto, el consumidor no necesitaría
acreditar el conocimiento del vicio por parte del proveedor, ya que
se supone que aquél, por ser un profesional, está al tanto de esas
circunstancias.
Lo regulado en el referido art. 2176 de la norma derogada está
tratado ahora de alguna manera en los arts. 1053 y 1054 del CCyCN.
Por otra parte, el art. 2170 del Código derogado no podía serle
opuesto al consumidor. Este precepto expresaba que “el enajenan-
te está también libre de la responsabilidad de los vicios redhibito-
rios, si el adquirente los conocía o debía conocerlos por su profe-
sión u oficio” (3).
Sobre el punto, el art. 1053.a del CCyCN dispone que la respon-
sabilidad por defectos ocultos no comprende “los defectos del bien
que el adquirente conoció, o debió haber conocido mediante un
examen adecuado a las circunstancias del caso al momento de la
adquisición, excepto que haya hecho reserva expresa respecto de
aquéllos. Si reviste características especiales de complejidad, y la
posibilidad de conocer el defecto requiere cierta preparación cien-
tífica o técnica, para determinar esa posibilidad se aplican los usos
del lugar de entrega”.
La explicación de la solución de la ley consumeril es simple. Es-
tando ante una relación jurídica asimétrica en la cual precisamen-
te el distinto grado de manejo de información de las partes suele
constituir una de las causas principales del desequilibrio negocial,
es natural que no se trate al adquirente en las relaciones de con-
sumo como un sujeto en condiciones de conocer los vicios por su
oficio o profesión. La conclusión es inmodificable, aun cuando el
proveedor demuestre que quien adquiere la cosa es un profesional
altamente especializado en el manejo del bien que ha comprado
(por ejemplo, un consumidor que adquiere una notebook siendo
experto en tema de computación). En este último sentido, señala

(3) Advertía Sagarna que mientras el consumidor podía invocar de manera opcio-
nal el art. 2176 del Código derogado, el art. 2170 del mismo cuerpo legal le era direc-
tamente inoponible. Sagarna, Fernando A., “Garantía de bienes en el consumo y en
el Código Civil y Comercial”, en Stiglitz, Gabriel - Hernández, Carlos A. (dirs.),
Tratado…, cit., t. III, p. 43.

- 461 -
Art. 18, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Farina (4) que, aun cuando el consumidor tenga los conocimientos


técnicos adecuados para conocer los vicios redhibitorios de la cosa
el art. 2170, al establecer una presunción iuris et de iure, no le podía
ser opuesto (5).
Aunque parezca una obviedad y como lo dije al comentar el
art. 11, LDC, la mención que se hace a los arts. 2170 y 2176 del CCiv.
derogado debe entenderse realizada a las normas concordantes del
CCyCN antes citadas (6). No obstante, esto sería deseable actualizar
las referencias mediante la corrección pertinente de la LDC.
Se ha expresado que las modificaciones que experimenta el ré-
gimen de vicios redhibitorios en materia consumeril no son más
que la consecuencia de la aplicación del principio de profesionali-
dad que surgía de los arts. 902 (7) y 909 (8) del CCiv. derogado (9). Este
principio está previsto ahora en el art. 1725 del CCyCN (10).
Por esta razón, el proveedor, al ser profesional, no puede alegar
desconocimiento y responderá siempre por los daños causados al
consumidor por la cosa defectuosa.

(4) Farina, Juan M., cit., p. 67.


(5) Se recuerda que la presunción iuris et de iure tiene más valor no sólo que la
prueba documental sino también que la propia confesión del deudor. Esto porque,
una vez configurada, no puede ser destruida. Pothier, Robert J., Tratado de las Obli-
gaciones, Heliasta, Buenos Aires, 1993, p. 509.
(6) Art. 6°, ley 26.994.
(7) Art. 902, CCiv. derogado: “Cuando mayor sea el deber de obrar con prudencia
y pleno conocimiento de las cosas, mayor será la obligación que resulte de las conse-
cuencias posibles de los hechos”.
(8) Art. 909, CCiv. derogado: “Para la estimación de los hechos voluntarios, las le-
yes no toman en cuenta la condición especial, o la facultad intelectual de una perso-
na determinada, a no ser en los contratos que suponen una confianza especial entre
las partes. En estos casos se estimará el grado de responsabilidad, por la condición
especial de los agentes”.
(9) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 155.
(10) Art. 1725, CCyCN: “Valoración de la conducta. Cuanto mayor sea el deber de
obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigi-
ble al agente y la valoración de la previsibilidad de las consecuencias.
”Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del
acto y las condiciones particulares de las partes Para valorar la conducta no se toma
en cuenta la condición especial, o la facultad intelectual de una persona determi-
nada, a no ser en los contratos que suponen una confianza especial entre las partes.
En estos casos, se estima el grado de responsabilidad, por la condición especial del
agente”.

- 462 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 18, ley 24.240

Correlativamente, no se le puede oponer al consumidor el de-


ber de conocer el vicio de la cosa en virtud de su profesión u oficio
pues la ley asume que el consumidor no es un profesional, a dife-
rencia del proveedor.
Fuera de esto, cierta doctrina ha marcado otras diferencias res-
pecto del sistema general del CCiv. derogado. Así, por ejemplo, la
improcedencia de que sólo se admitiera en determinados casos la
acción quanti minoris. En el Derecho del Consumidor siempre se
puede optar por ella o por la acción redhibitoria. También se se-
ñalaba que el plazo de prescripción que debía primar era el de tres
años previsto en el ya sustituido art. 50, LDC, por ser el más favora-
ble al consumidor (11) (esto experimenta cambios a partir de la san-
ción de la ley 26.994 como se verá enseguida y al analizar el art. 50,
LDC).
También se ha dicho que si el consumidor inmobiliario está pro-
tegido por la LDC es una lógica consecuencia que la protección por
vicios redhibitorios alcance no sólo a muebles, como parece surgir
del art. 18, LDC, sino también a inmuebles, más aún si se trata de la
adquisición de la vivienda única, que constituye un derecho que la
Constitución Nacional consagra en forma expresa (12).

3. Plazo de prescripción

Un tema controvertido era determinar cuál es el plazo de pres-


cripción para reclamar por los vicios redhibitorios con base en el
art. 18, LDC.
Adelantamos que la discusión carece de interés a partir del ac-
tual texto del art. 50, LDC, pues su plazo de prescripción sólo rige
para las sanciones administrativas pero no para las acciones judi-
ciales. No obstante, el tema es muy relevante si el análisis se centra
sobre el art. 50, LDC (texto según ley 26.361), que todavía rige un
gran número de acciones judiciales y por esa razón merece aten-
ción aquí. Así, poniendo el foco en este último supuesto, la solución

(11) Gregorini Clusellas, Eduardo L., “Vicios redhibitorios en el derecho de


consumo”, LA LEY, 2011-D, 1158.
(12) TSJ La Rioja, sala Civil, Comercial y de Minas, 1/6/2007, “Estado Provincial
en: Cabral, Luis A. c. Adm. Pcial. de la Viv. y Urb. y otro”, LLGran Cuyo, 2007 (octubre),
p. 911.

- 463 -
Art. 18, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

dependerá de la posición que se sostenga previamente respecto de


la autonomía o no del régimen de vicios redhibitorios previsto en el
art. 18, LDC, respecto del Código.
Así, si se considera que el art. 18, LDC, es sólo un complemento
del régimen general con ciertas particularidades, la lógica respues-
ta será que el plazo de prescripción del CCiv. derogado será el que
rige en la materia (13).
En tal sentido, se ha resuelto que el plazo de prescripción de la
acción por vicios redhibitorios en un contrato de compraventa in-
mobiliaria era el de tres meses previsto en el art. 4041 del CCiv. de-
rogado y no el trianual del art. 50, LDC. Se argumentó que la LDC
no contiene una regulación completa de los actos que puedan dar
nacimiento a un contrato para consumo según sus previsiones,
sino que trata de corregir y evitar los abusos a que podría dar lu-
gar la aplicación de la legislación ordinaria general preexistente,
siendo sus normas correctoras, complementarias o integradoras
para el supuesto especial de tener que aplicarse al contrato para
consumo y no sustitutivas de la regulación general contenida en los
códigos y demás legislación vigente (14).
En cambio, si se sostiene que las modificaciones al régimen de
vicios redhibitorios en la LDC son tan profundas que implican un
sistema distinto al del Código, ese plazo no será el aplicable y habrá
que bucear en la LDC para encontrarlo.
Al respecto, se ha sugerido, por ejemplo, que en el régimen de
vicios redhibitorios de la LDC debía regir el plazo de prescripción
de tres años establecido en el art. 50 de dicha normativa (texto
según ley 26.361), en reemplazo de los términos ostensiblemente
menores que surgen del CCiv. ya no vigente, siendo esto aplicable
incluso de oficio (ante la falta de invocación por parte del deman-
dante), ya que es una norma de orden público (15).

(13) El plazo de prescripción de la acción para reclamos por vicios redhibitorios


en el CCyCN es de un año (conf. art. 2564)
(14) CNCiv., sala I, 18/7/2003, “Sanz, Sonia M. c. Del Plata Propiedades SA y otro”,
LA LEY, 2003-E, 341.
(15) Junyent Bas, Francisco - Molina Sandoval, Carlos A. - Garzino, Ma-
ría Constanza - Heredia Querro, Juan Sebastián, cit., p. 188. En similar sentido:
Sprovieri, Luis E. - Dell’Oca, Gastón, cit., p. 461y Gregorini Clusellas, Eduar-
do L., “Vicios redhibitorios en el derecho de consumo”, LA LEY, 2011-D, 1158, cit.

- 464 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 18, ley 24.240

Existe un fallo en el cual se consideró que el término de pres-


cripción aplicable era el de tres años previsto en el art. 50, LDC (tex-
to según ley 26.361) (16).
Sobre el tema, la CSJN, sin pronunciarse expresamente, consi-
deró arbitraria la sentencia que no tomó en cuenta la invocación
del régimen de la LDC al caso con base en el cual la parte actora
había peticionado que la acción por vicios redhibitorios se rija por
el plazo de prescripción previsto en el art. 50, LDC (17). Esta decisión
es del año 2002.
El mismo tribunal, en el año 2007, declaró la improcedencia
de un recurso que buscaba que la reparación de los daños por los
vicios redhibitorios de un automóvil sea alcanzada por el plazo
de prescripción de tres años fijado en el art. 50, LDC. La Corte no
abrió el recurso, manifestando que se fundaba en consideracio-
nes de hecho y de derecho común efectuadas por los jueces de la
causa, cuyos eventuales errores no correspondía subsanar por la
vía excepcional (18). Asimismo, razonó que la LDC integraba el de-
recho común, toda vez que resultaba complementaria de los pre-
ceptos contenidos en los por entonces vigentes Códigos Civil y de
Comercio.

(16) CCiv., Com. Lab. y Min. Neuquén, sala II, 12/8/2008, “Jofre, Jorge Armando c.
COMASA SA y otro”, LLPatagonia, 2008 (diciembre)-544.
(17) CSJN, 19/9/2002, “Sanz, Sonia M. c. Del Plata Propiedades SA”, LA LEY, 2002-
F, 731.
(18) CSJN, 20/2/2007, “Dilena, Silvia Delia c. Peugeot Citroën Argentina SA”, Fa-
llos: 330:133, cit.

- 465 -
CAPÍTULO V
De la prestación de los servicios

Modalidades de prestación de servicios


Art. 19. — (Art. 22, Ley F-1884, DJA)
Quienes presten servicios de cualquier naturaleza
están obligados a respetar los términos, plazos, con-
diciones, modalidades, reservas y demás circunstan-
cias conforme a las cuales hayan sido ofrecidos, pu-
blicitados o convenidos.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 19, decreto reglamentario 1798/1994.


2. Ley 22.250 (Estatuto de la Construcción, ley P-1235, DJA).

 Comentario

1. Prestaciones de servicios incluidas

El art. 19, LDC, no deja lugar a exclusiones de servicios. Por esta


razón, estarán incluidos los de cualquier naturaleza, sean presta-
dos por grandes o pequeños proveedores.
Por ello no es correcta la diferenciación que se ha realizado res-
pecto de que el precepto no se aplica cuando se contratan trabajos
de albañilería de manera directa con las personas físicas que lo lle-
van a cabo, sino sólo cuando se recurra a contratistas o empresas
intermediarias (1).

(1) Para el primer caso se ha afirmado que se aplicará el Estatuto de la Construc-


ción que surge de la ley 22.250 (ley P-1235, DJA). Farina, Juan M., cit., p. 310.

- 467 -
Art. 19, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

También están incluidos los servicios que sean accesorios de


bienes que se comercializan (por ejemplo, la instalación de un ar-
tefacto para el hogar).
Fuera de ello, los únicos servicios que estarán excluidos son los
prestados por profesionales liberales en las condiciones estableci-
das en el art. 2°, LDC. Al transporte aerocomercial (art. 63, LDC)
las disposiciones de los arts. 19 y ss. le serán de aplicación suple-
toria. En ambos casos dejo a salvo mi opinión personal acerca del
tratamiento privilegiado que se evidencia para ambas situaciones.

2. Cumplimiento de los términos de las ofertas,


publicidades y contratos

El art. 19, LDC, de alguna manera repite aquí la regla general


establecida en los arts. 7° y 8°, LDC, con respecto de los contratos
de consumo en general.
Quizás la repetición tenga por objeto reafirmar que, en materia
de servicios, no hay particularidades que merezcan un tratamiento
diferenciado al respecto.

- 468 -
Materiales a utilizar en la reparación
Art. 20. — (Art. 23, Ley F-1884, DJA)
En los contratos de prestación de servicios cuyo ob-
jeto sea la reparación, mantenimiento, acondiciona-
miento, limpieza o cualquier otro similar, se entiende
implícita la obligación a cargo del prestador del servi-
cio de emplear materiales o productos nuevos o ade-
cuados a la cosa de que se trate, salvo pacto escrito en
contrario.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Art. 20, decreto reglamentario 1798/1994.

 Comentario

1. Contratos de servicios en los cuales rige

El art. 20, LDC, no es aplicable a todo contrato de prestación de


servicios sino sólo a aquellos que tengan por objeto la reparación,
mantenimiento, acondicionamiento, limpieza o cualquier otro ob-
jetivo similar.
Lo recién dicho debe ser entendido en sentido amplio. Por lo
tanto, la norma se aplica también al mantenimiento y “limpieza”
de software, donde muchas veces se necesitan programas especia-
les para llevar adelante dichas tareas.
Todos estos contratos tienen como nota común el hecho de
que hacen referencia a servicios que se prestan sobre bienes del
consumidor.
- 469 -
Art. 20, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

2. Obligación de emplear materiales nuevos


o adecuados a la cosa. Carácter supletorio
de la disposición

Teniendo presente ello lo antes dicho, la LDC ha intentado fijar


un parámetro mínimo de calidad, obligando a que los proveedores
utilicen materiales o productos nuevos o adecuados a la cosa de que
se trate. Esto, porque se supone que, por ejemplo, un arreglo con
repuestos usados conspira contra la bondad de servicio prestado.
El art. 20 del dec. 1798/1994, con fines aclaratorios expresa que
“se entenderá por materiales adecuados aquellos nuevos adapta-
dos a la cosa de que se trate”.
Es necesario aclarar que la LDC, en una de las pocas disposi-
ciones de carácter supletorio que contiene, permite que las partes
acuerden que no se utilicen productos o materiales nuevos o ade-
cuados. Al analizar el tema del conflicto de las normas consumeri-
les en el tiempo (ver comentario al art. 3°, LDC) se vio que las nor-
mas supletorias en materia de defensa del consumidor son más de
las que uno creería a primera vista.
Para apartarse de la solución legal bastará un pacto escrito en
contrario. El art. 20 del dec. 1798/1994 preceptúa que “el pacto que
indique de manera expresa que los materiales o productos a em-
plear, aun los adecuados, no son nuevos, deberá estar escrito en
forma destacada y notoria”.
Con buen criterio se ha dicho que, en muchas ocasiones, al con-
sumidor le es conveniente que no se utilicen materiales nuevos
sino usados, ya que puede existir una diferencia de precio noto-
ria a su favor. En dicho caso basta con destacar por escrito dicha
circunstancia (1).
No obstante, ese pacto en contrario debe ser interpretado de
manera restrictiva para no desproteger al usuario (2).

(1) Fernández, Raymundo L. - Gómez Leo, Osvaldo R. - Aicega, María Valen-


tina, cit., t. II-B, p. 1011.
(2) Centanaro, Ivana C. - Surín, Jorge A., cit., p. 40.

- 470 -
Presupuesto
Art. 21. — (Art. 24, Ley F-1884, DJA)
En los supuestos contemplados en el artículo ante-
rior, el prestador del servicio debe extender un pre-
supuesto que contenga como mínimo los siguientes
datos:
a) Nombre, domicilio y otros datos de identificación
del prestador del servicio;
b) La descripción del trabajo a realizar;
c) Una descripción detallada de los materiales a
emplear.
d) Los precios de éstos y la mano de obra;
e) El tiempo en que se realizará el trabajo;
f) Si otorga o no garantía y en su caso, el alcance y
duración de ésta;
g) El plazo para la aceptación del presupuesto;
h) Los números de inscripción en la Dirección Ge-
neral Impositiva y en el Sistema Previsional.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

No se incluyen ni se mencionan.

 Comentario

1. Contratos alcanzados por la obligación


de extender presupuesto

El presupuesto debe ser extendido obligatoriamente en todo


contrato de servicios, reparación, mantenimiento, acondiciona-
- 471 -
Art. 21, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

miento, limpieza o cualquier otro objetivo similar sobre bienes del


consumidor.
Cuando no esté presente esa finalidad la obligación desaparece,
más allá de que a veces es conveniente que se detalle por escrito
las características y precio del trabajo que se ejecutaría a favor del
usuario.

2. Contenido mínimo del presupuesto

La extensión del presupuesto es otra forma particular del cum-


plir el deber de información previsto en el art. 4°, LDC, de manera
general.
No sólo permite que el usuario conozca las características prin-
cipales del servicio que recibirá sino que, simultáneamente, le
facilita el caudal probatorio necesario en caso de conflicto con el
proveedor.
Así, por ejemplo, si el presupuesto fue extendido, el usuario ya
tendrá por acreditado el tiempo en el cual se iba a realizar el traba-
jo en caso de que éste no se haya llevado a cabo o sí, pero en lapso
excesivamente largo.
Hay quienes sostienen que ante la falta de extensión del presu-
puesto con todas las formalidades legales, debe presumirse iuris
tantum la veracidad de lo afirmado por el consumidor teniendo en
cuenta las características y naturaleza de los servicios (1).
El art. 21 no aclara si el presupuesto se extiende por duplicado y
si el proveedor debe tener una copia. Jurisprudencialmente, se ha
dicho que no cabe sancionar al proveedor, presumiéndose que no
ha extendido el presupuesto si carece de una copia en su poder (2).
Si bien la LDC no se ocupa de esto, es conveniente que el empresa-
rio cuente con esa documentación pues seguramente la necesitará
ante cualquier conflicto con el usuario.
Por último, respecto de uno de los requisitos exigidos por el
art. 20, LDC (la mención sobre si se otorga o no garantía), opina

(1) Farina, Juan M., cit., p. 304.


(2) CNCont. Adm. Fed., sala II, 4/4/2000, “G., J. A. c. S. C. e I.”, LA LEY, 2001-B, 779.

- 472 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 21, ley 24.240

Wajntraub (3) que se trata de un error de la LDC, ya que la garantía


debiera ser siempre otorgada al consumidor. La referencia legal es
correcta ya que ella misma, en el art. 23, permite al proveedor libe-
rarse del deber de garantía por pacto escrito en contrario, más allá
de que la solución adoptada por la ley desprotege los derechos de
los usuarios.

3. Carácter gratuito del presupuesto

La LDC no prescribe si el presupuesto debe ser extendido gra-


tuitamente o si el proveedor puede cobrar un precio por él.
El dec. regl. 1798/1994 tampoco se ocupa de ello.
Siendo una manifestación particular del deber de información
a cargo del proveedor, éste no podría intentar cobrar un precio por
algo a lo cual está obligado, más allá de que en los hechos, extender
un presupuesto le lleve algún tiempo de trabajo en determinadas
situaciones y le resulta a veces perjudicial (especialmente cuando
el usuario que lo solicita decide finalmente no contratar). El pro-
veedor debe tomar a su cargo ese riesgo empresario.
Consecuencia de lo dicho sería abusiva la cláusula contractual
que autorizara al proveedor a cobrar un precio por el presupuesto
extendido.
También sería abusivo dejar establecido que el consumidor
acepta que se realice el trabajo (y en consecuencia se obliga a pagar
el precio) si no observa o rechaza expresamente el presupuesto que
se le extendió dentro de un plazo determinado.

(3) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 154.

- 473 -
Supuestos no incluidos en el presupuesto
Art. 22. — (Art. 25, Ley F-1884, DJA)
Todo servicio, tarea o empleo material o costo adi-
cional, que se evidencie como necesario durante la
prestación del servicio y que por su naturaleza o ca-
racterísticas no pudo ser incluido en el presupuesto
original, deberá ser comunicado al consumidor an-
tes de su realización o utilización. Queda exceptua-
do de esta obligación el prestador del servicio que,
por la naturaleza del mismo, no pueda interrumpir-
lo sin afectar su calidad o sin daño para las cosas del
consumidor.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Art. 22, decreto reglamentario 1798/1994.

 Comentario

1. Supuestos no incluidos en el presupuesto

El art. 22, LDC, se aplica también a los contratos incluidos en el


art. 20.
El precepto trata de captar la dinámica de determinados servi-
cios en los cuales no todo se pueda dejar incluido en el presupuesto
inicial, sea que se trate de características del servicio en sí o de ma-
teriales a utilizar. La referencia es a todo aquello que resulte estric-
tamente necesario, no pudiéndose abarcar allí lo “conveniente”.
Sin perjuicio de lo dicho, el correcto cumplimiento de este pre-
cepto implica que el proveedor actúe con la diligencia que se espe-
ra de él y con buena fe. Así, debe hacer lo posible para que el presu-
- 475 -
Art. 22, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

puesto pueda cumplir con su finalidad previsora, permitiendo que


el usuario ab initio pueda tener a su disposición elementos que le
permitan decidir si acepta o no recibir la prestación del servicio en
cuestión.
En tal sentido, el art. 22, LDC, no podría ser el justificativo para
que los proveedores complementen el presupuesto inicial con in-
numerables “parches” posteriores ya que el usuario, una vez que
aceptó que se le preste el servicio, es muy difícil que desista de
él. Piénsese, por ejemplo, el caso del vehículo automotor que fue
dejado en un taller mecánico para que se le efectúen una serie de
arreglos.
Se impone entonces una interpretación restrictiva del citado
art. 22, LDC.

2. Deber de comunicar previamente al consumidor


o usuario la realización de servicios, tareas
o costos adicionales. Excepciones

Ya aclarado que el art. 22, LDC, se interpreta de manera restric-


tiva, hay que posicionarse en aquel supuesto en que verdaderamen-
te hubo cuestiones que no pudieron ser previstas en el presupuesto.
Respecto de ellas, la LDC, para resguardar al usuario, establece
que se deben comunicar al usuario de manera obligatoria antes de
su realización o utilización.
El dec. 1798/1994, en su art. 22, permite flexibilizar esto, auto-
rizando al usuario a eximir al prestador de la obligación de comu-
nicarle de manera previa la realización de tareas o la utilización de
materiales no incluidos en el presupuesto original. Para que esto
sea válido es necesario que manifieste su voluntad en forma ex-
presa y, salvo imposibilidad, escribiendo de puño y letra la cláusula
respectiva.
Lo dispuesto en el decreto es inconstitucional, pues constituye
un exceso reglamentario. Esto porque permite al proveedor exi-
mirse de una obligación cuando la propia ley no lo ha previsto (1).

(1) Moeremans, Daniel E. - Casas, Manuel G., “Comentario al art. 22, LDC”, en
Picasso, Sebastián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 289.

- 476 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 22, ley 24.240

Fuera de ese caso, el texto del art. 22, LDC, establece una excep-
ción general en la cual no será necesario el pedido de autorización.
La referencia es a aquellas situaciones en las cuales el prestador del
servicio, por la naturaleza del mismo, no pueda interrumpirlo sin
afectar su calidad o sin daño para las cosas del consumidor.
Este segundo apartamiento de la regla general se explica con
mayor facilidad, pues está en juego la indemnidad del bien del
usuario. Se repite aquí que el proveedor debe actuar con diligencia
y buena fe evitando utilizar esta disposición para mejorar su posi-
ción u obtener ganancias indebidas.

- 477 -
Deficiencias en la prestación del servicio
Art. 23. — (Art. 26, Ley F-1884, DJA)
Salvo previsión expresa y por escrito en contrario, si
dentro de los treinta (30) días siguientes a la fecha en
que concluyó el servicio se evidenciaren deficiencias
o defectos en el trabajo realizado, el prestador del ser-
vicio estará obligado a corregir todas las deficiencias
o defectos o a reformar o a reemplazar los materiales
y productos utilizados sin costo adicional de ningún
tipo para el consumidor.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 23, decreto reglamentario 1798/1994.


2. Arts. 7° y 8°, ley 1480 de Colombia (Estatuto del Consumidor).

 Comentario

1. Deficiencias en la prestación del servicio

La configuración de las deficiencias o defectos en el servicio


dependerán no sólo de la evaluación general de la prestación del
proveedor comparándola con lo que es esperable de un prestador
diligente en el mercado, sino también de las específicas obligacio-
nes que aquél haya asumido en el contrato o en el presupuesto.
Así, puede suceder, v.gr., que cobrando un precio “premium” se
haya obligado a realizar un trabajo de calidad superior a la habitual
para el arreglo de una determinada cosa. Esto sucede a veces con el
mantenimiento o reparación de aparatos de tecnología para alar-
garles su vida útil. También con los vehículos automotores.
- 479 -
Art. 23, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En estos últimos casos existirán deficiencias o defectos cuando


no se llegue a lo prometido en el contrato, aun cuando la presta-
ción pueda ser considerada suficientemente cumplida evaluada de
manera general a lo que se espera en el mercado de dicho servicio.

2. Deber de garantía. Su diferencia con el previsto


en el art. 11, LDC

Esta norma prevé un deber de garantía para los servicios pres-


tados, al igual que el art. 11, LDC, que hace lo propio respecto de los
bienes muebles no consumibles comercializados.
La ley colombiana aclara que “en la prestación de servicios en
el que el prestador tiene una obligación de medios, la garantía está
dada, no por el resultado, sino por las condiciones de calidad en la
prestación del servicio, según las condiciones establecidas en nor-
mas de carácter obligatorio, en las ofrecidas o en las ordinarias y
habituales del mercado” (1).
Tomando la norma colombiana, se ve que el deber de garantía
en materia de servicios no implica un resultado como sucede con
el establecido en el art. 11, LDC.
Asimismo, el plazo del art. 23, LDC, es considerablemente me-
nor: 30 días. En materia de comercialización de bienes muebles no
consumibles nuevos es de seis meses, y si se trata de usados, tres
meses.
Otra particularidad relacionada con el plazo en materia de
garantía de servicios es su forma de computarlo. El art. 23 del
dec. regl. 1798/1994 señala que “se considera que el plazo comienza
a correr desde que concluyó la prestación del servicio”. Agrega que
“cuando por las características del caso no fuere posible compro-
bar la eficacia del servicio inmediatamente de finalizado, el mis-
mo comenzará a correr desde que se den las condiciones en que
aquélla pueda constatarse”. Esto último busca dejar un poco más
protegido al usuario, tema no menor teniendo en cuenta lo exiguo
del plazo legal.
En un caso se multó a un proveedor de servicio de lavado y
planchado por el daño producido en una prenda de vestir. Si bien

(1) Art. 7°, ley 1480 de Colombia.

- 480 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 23, ley 24.240

la empresa pagó el precio total de la prenda, se la sancionó por ha-


cerlo fuera del plazo de 30 días previsto en la LDC (2). Al respecto,
se aclara que no es que el proveedor tiene 30 días para efectuar el
arreglo, sino que el plazo es establecido a favor del usuario, que po-
drá reclamar contra todo defecto o vicio evidenciado durante ese
lapso.
Por último, la otra gran diferencia es que la garantía en materia
de servicios puede ser dejada de lado por acuerdo entre partes, a
diferencia de la existente respecto de cosas muebles no consumi-
bles en donde rige una obligatoriedad absoluta. Esto también está
en la norma colombiana (3).
Lo mencionado se relaciona con el carácter gratuito de la repa-
ración efectuada en cumplimiento del deber de garantía, ya que
la propia LDC permite el pacto escrito en contrario. Por lo tanto,
podría darse la situación de que un proveedor no sólo arregle de-
ficientemente la cosa sino que, además, obtenga un lucro adicio-
nal por el trabajo mal realizado cuando el usuario le lleve la cosa
nuevamente a arreglar a cambio de un precio. Se trata de un sin
sentido.
Teniendo en cuenta ello, es poco feliz la solución legal de per-
mitir que un proveedor pueda liberarse del cumplimiento de sus
propias obligaciones mediante un simple pacto escrito en contra-
rio. Sería un típico caso de desnaturalización de las obligaciones de
una de las partes del contrato de consumo.

(2) CNCont. Adm. Fed., sala II, 7/10/1997, “Lavadero de Norma R. González c. Se-
cretaría de Comercio e Inversiones”, LA LEY, 1998-E, 533.
(3) Art. 8°, ley 1480 de Colombia.

- 481 -
Garantía
Art. 24. — (Art. 27, Ley F-1884, DJA)
La garantía sobre un contrato de prestación de ser-
vicios deberá documentarse por escrito haciendo
constar:
a) La correcta individualización del trabajo
realizado;
b) El tiempo de vigencia de la garantía, la fecha de
iniciación de dicho período y las condiciones de vali-
dez de la misma;
c) La correcta individualización de la persona, em-
presa o entidad que la hará efectiva.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Arts. 988, 1106, 1107, y 1117, CCyCN.

 Comentario

Al igual que se vio en el art. 14, LDC, el art. 24 obliga a que,


cuando exista garantía (recuérdese que no es obligatoria respec-
to de servicios) ella sea pactada por escrito y tenga un contenido
mínimo.
El contenido mínimo apunta fundamentalmente a que el usua-
rio sea informado de las características de la garantía y a que, en
caso de controversia, pueda contar con elementos probatorios que
le faciliten el reclamo contra el proveedor.
La garantía no deberá constar necesariamente en soporte físi-
co. En línea con las arts. 1106, 1107 y concs. del CCyCN, bastará
al respecto el documento electrónico. No obstante, el consumidor
- 483 -
Art. 24, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

podría invocar la obligatoriedad del soporte físico que surge del


art. 4°, LDC, vigente.
Por otra parte, la individualización del trabajo requiere que el
usuario pueda comprender mínimamente aunque sea lo realizado
por el proveedor. Por ello, no satisface lo previsto en este precep-
to aquellos enunciados que utilicen términos demasiado técnicos,
en la medida que pueda informarse a través de un lenguaje más
sencillo.
En cuanto a las condiciones de validez de la garantía, ellas ob-
viamente deberán superar el test de prohibición de abusividad pre-
visto en el art. 37, LDC, y en los arts. 988, 1117 y ss., CCyCN. No
podrían ser un mero artilugio para eximirse de responsabilidad.
Por último, no es necesario que sea el propio prestador del servi-
cio quien garantiza su cumplimiento. Esa función puede ser lleva-
da adelante por cualquier tercero. De hecho, el propio art. 24, LDC,
admite la posibilidad y no prevé limitaciones respecto de quiénes
pueden ser esas personas. No obstante lo señalado, el prestador
principal responderá siempre ante el consumidor no pudiendo es-
cudarse en la delegación de la obligación de garantía.

- 484 -
CAPÍTULO VI
Usuarios de servicios públicos domiciliarios

Constancia escrita. Información al usuario


Art. 25. — (Art. 28, Ley F-1884, DJA)
Las empresas prestadoras de servicios públicos a
domicilio deben entregar al usuario constancia es-
crita de las condiciones de la prestación y de los de-
rechos y obligaciones de ambas partes contratantes.
Sin perjuicio de ello, deben mantener tal información
a disposición de los usuarios en todas las oficinas de
atención al público.
Las empresas prestadoras de servicios públicos do-
miciliarios deberán colocar en toda facturación que
se extienda al usuario y en las oficinas de atención al
público carteles con la leyenda: “Usted tiene derecho
a reclamar una indemnización si le facturamos su-
mas o conceptos indebidos o reclamamos el pago de
facturas ya abonadas, Ley N° 24.240”.
Los servicios públicos domiciliarios con legislación
específica y cuya actuación sea controlada por los or-
ganismos que ella contempla serán regidos por esas
normas y por la presente ley. En caso de duda sobre la
normativa aplicable, resultará la más favorable para
el consumidor.
Los usuarios de los servicios podrán presentar sus
reclamos ante la autoridad instituida por legislación
específica o ante la autoridad de aplicación de la pre-
sente ley.
(Artículo sustituido por art. 10 de la ley 26.361 - BO
del 7/4/2008)

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Art. 25, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 4°, ley 26.221.


2. Ley 24.076 (Marco regulatorio del gas natural, ley X-1802,
DJA).
3. Ley 24.065 (Régimen de la energía eléctrica, ley M-1791, DJA).
4. Decreto 999/1992.
5. Art. 25, decreto reglamentario 1798/1994.
6. Resolución 28/2016 (Ministerio de Energía y Minería de la
Nación).
7. Resolución 31/2016 (Ministerio de Energía y Minería de la
Nación).
8. Resolución 10.059/1999 (Secretaría de Comunicaciones).
9. Resolución 140/1995 (ETOSS).

 Comentario

1. Servicios públicos domiciliarios

Los arts. 25 a 31 de la LDC traen disposiciones específicas des-


tinadas a regular determinados aspectos de los servicios públicos
domiciliarios.
Según Wajntraub (1), los usuarios de servicios públicos domici-
liarios suelen exhibir un alto grado de vulnerabilidad, ya que se en-
cuentran frente a proveedores que actúan usualmente de manera
monopólica en el mercado prestando servicios de carácter indis-
pensable para la sociedad. Con base en esto manifiesta que la LDC
prevé algunos resguardos de carácter adicional.

(1) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 160.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 25, ley 24.240

Se ha expresado que no existen razones de peso para excluir de


la regulación específica prevista en la LDC a los servicios públicos
no domiciliarios como el transporte y el correo (2). No es correcto
que la LDC no sea aplicable a esos servicios públicos. El hecho de
que la LDC no tenga preceptos específicos para regularlos no signi-
fica que estén excluidos del régimen consumeril.
Los servicios públicos domiciliarios son actualmente en nues-
tro país la energía eléctrica, el gas natural, el servicio de agua po-
table y cloacas y la telefonía fija. Existen otros que quizás merece-
rían un tratamiento semejante como Internet, por la trascendencia
social que hoy en día tiene. Quizás se podría incluir además a la
telefonía celular aunque aquí lo “domiciliario” se diluye.
También es importante destacar que cada servicio público do-
miciliario tiene su propio régimen normativo, además de una auto-
ridad de aplicación específica.
En materia de energía eléctrica rige la ley 24.065 (3) (ley M-1791,
DJA) que, a su vez, establece como autoridad de contralor al Ente
Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE) (4).
Respecto del servicio de gas natural domiciliario, su marco re-
gulatorio está dado por la ley 24.076 (5) (ley X-1802, DJA). La autori-
dad de aplicación de este servicio es el Ente Nacional Regulador del
Gas (ENARGAS) (6).
Sobre el agua potable y desagües cloacales la norma específica
es el dec. 999/1992 (7). La autoridad de aplicación es el Ente Regula-
dor de Aguas y Saneamiento (ERAS) (8).
La telefonía fija está regulada por la resolución 10.059/1999 de
la Secretaría de Comunicaciones (9), siendo esta última la autori-
dad de aplicación en la materia. En esa resolución se estableció el

(2) Farina, Juan M., cit., p. 318.


(3) Publicada en el BO en fecha 16/1/1992.
(4) Arts. 54 y ss., ley 24.065.
(5) Publicada en el BO en fecha 12/6/1992.
(6) Arts. 50 y ss., ley 24.076.
(7) Publicada en el BO en fecha 30/6/1992.
(8) Art. 4°, ley 26.221 (publicada en el BO en fecha 2/3/2007). Dicho ente reempla-
zó al ETOSS, cuyas atribuciones surgían de los arts. 13 y ss. del dec. 999/1992.
(9) Publicada en el BO en fecha 10/5/1999.

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Art. 25, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Reglamento General de Clientes del Servicio Básico Telefónico, el


régimen sancionatorio para los prestadores y los derechos y obliga-
ciones de los clientes de dicho servicio.

2. Proveedores tercerizados de servicios públicos


domiciliarios

En materia de servicios públicos domiciliarios existen determi-


nados aspectos del servicio que no son prestados directamente por
las empresas concesionarias sino por proveedores “tercerizados”,
a quienes se les encarga el cumplimiento de determinadas funcio-
nes. Un ejemplo típico es la atención al cliente o el servicio técnico.
Estos proveedores tercerizados deben cumplir con las obliga-
ciones previstas en la LDC cuando ello correspondiere como si se
tratara de la empresa concesionaria misma.

3. Deber de información en materia de servicios


públicos domiciliarios

El art. 25, LDC, prevé un deber de información específico en


materia de servicios públicos domiciliarios.
Así, en primer lugar, se establece que no sólo se informe a los
usuarios los derechos y obligaciones de ambas partes (incluidas las
condiciones del servicio), sino que también se debe entregar a estos
últimos una constancia por escrito de ello, para que eventualmen-
te lo puedan hacer valer como prueba documental en caso de tener
que reclamar en defensa de sus derechos.
Para complementar esos documentos y lograr que el usuario
tome efectivo conocimiento de esos derechos y obligaciones, se
prevé una obligación adicional en cabeza de los prestadores con-
sistente en mantener esa información a disposición de los usuarios
en todas las oficinas de atención al público.
Aunque la LDC no lo aclara, esa información debe estar no sólo
a disposición sino que los proveedores deben indicar de manera
visible su existencia para que, si los usuarios lo desean, puedan ac-
ceder a ella.
Como una especificación más de ese deber de información, se
dispone que las empresas prestadoras coloquen en los resúmenes
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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 25, ley 24.240

de facturación que se extiendan a los usuarios y en sus oficinas


de atención al público carteles con la leyenda: “Usted tiene dere-
cho a reclamar una indemnización si le facturamos sumas o con-
ceptos indebidos o reclamamos el pago de facturas ya abonadas,
ley 24.240”.
El dec. 1798/1994, en su art. 25, establece, asimismo, la obliga-
ción de los proveedores de servicios públicos domiciliarios de en-
tregar factura detallada del servicio prestado cuando ello sea re-
querido por el usuario.
Todo lo antes dicho busca que el usuario conozca, como mí-
nimo, aquello que hace a la esencia del contrato de consumo
celebrado.
Siendo una aplicación particular del deber de información,
los prestadores no pueden cobrar un precio por informar, pues el
art. 4°, LDC, precepto base en la materia, consigna expresamente
el carácter gratuito de la información a recibir por el consumidor
o usuario.
En un caso del año 2007, la CSJN resolvió que la ley 3674 de la
provincia de Río Negro, en cuanto ordenaba a la licenciataria del
servicio telefónico adoptar las medidas técnicas y administrativas
tendientes a la emisión de facturas con discriminación de las lla-
madas realizadas, a solicitud y sin gasto para el usuario, implicaba
un indebido avance de la provincia sobre facultades delegadas a la
Nación, toda vez que se introducía en la regulación de aspectos re-
lativos al funcionamiento y organización del servicio telefónico de
competencia exclusiva del gobierno federal, y de las facultades atri-
buidas a los organismos nacionales para autorizar las tarifas y en
los modos de facturar tales servicios (10). Sin embargo, la disidencia
de los jueces Zaffaroni y Lorenzetti expresó que dicha ley local no
atentaba contra la preservación del tráfico interprovincial, ni per-
judicaba la marcha y prestación del servicio, por lo que no parecía
que pudiera originar conflictos y complicaciones en la aplicación
del régimen telefónico. Asimismo, agregaron que la competencia

(10) CSJN, 11/7/2007, “Telefónica de Argentina SA”, Fallos: 330:3098. Este fallo a
su vez seguía el criterio sentado por el Tribunal Superior de la Nación en el año 2003
en una causa en la cual se atacó la validez de la ley 6073 de la provincia de Mendoza
que tenía un similar objeto a la norma rionegrina (CSJN, 25/11/2003, “Telefónica de
Argentina SA c. Provincia de Mendoza”, Fallos: 326:4718).

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Art. 25, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

en materia de servicios telefónicos interprovinciales correspondía


al Congreso de la Nación en forma concurrente con las provincias,
los que ejercían habitualmente el poder de policía de bienestar,
siendo que de otro modo se afectaría gravemente la percepción de
la justicia por parte del ciudadano común.
Teniendo en cuenta que muchos servicios públicos domicilia-
rios son de carácter provincial, es interesante preguntarse hasta
qué punto las normas de orden local pueden regular o reglamentar
el deber de información en materia de servicios públicos domici-
liarios. Téngase en cuenta que el fallo de la Corte se refiere a un ser-
vicio de carácter nacional. Las provincias pueden regular ese deber
de información cuando se trata de servicios de orden local. Y aun
cuando se esté ante servicios nacionales (como la telefonía) consi-
dero, al igual que los jueces que votaron en disidencia en el prece-
dente citado, que tampoco existen inconvenientes al respecto.

4. Interacción entre la LDC y las normas


específicas que regulan cada servicio público
domiciliario. Autoridad de aplicación
concurrente

La LDC ha decidido que los servicios públicos domiciliarios no


se rijan sólo por su legislación específica sino también por la LDC.
Es más, avanza un paso más y dispone que, en caso de duda sobre
la normativa aplicable, regirá la más favorable para el consumidor.
Por supuesto que la referencia a la LDC debe hacerse extensiva
también ahora a las normas consumeriles previstas en el CCyCN.
Como lógica consecuencia de lo anterior, el art. 25, LDC, ex-
presa que los usuarios podrán presentar sus reclamos ante la au-
toridad instituida por legislación específica o ante la autoridad de
aplicación de la LDC.
Lorenzetti (11) afirma que si bien la superposición en la actua-
ción de las autoridades puede darse, considera correcto dar la do-
ble opción al consumidor ya que “parece razonable para fortalecer
la ciudadanía”.

(11) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 55.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 25, ley 24.240

Correctamente señala Wajntraub (12) que si bien la ley permite


reclamar ante la autoridad general en materia de defensa del con-
sumidor o ante la específica del servicio público en cuestión, nada
dice respecto de cuál de ellas deberá sustanciar o tramitar la peti-
ción del usuario. El autor se pronuncia porque intervenga en el trá-
mite el ente regulador específico, pero aplicando todas las normas
pertinentes contenidas en el Estatuto del Consumidor.
Daniel Moeremans (13) expresa que la existencia de una autori-
dad concurrente, si bien deteriora la autonomía y las potestades de
los entes reguladores, por otro lado busca paliar la falta de controles
rigurosos y la protección más activa de los consumidores en sede
administrativa. Expresa que las oficinas de defensa del consumi-
dor, no obstante, deberán consultarles a estos entes cuando deban
resolver un caso en la práctica, ya que aquéllas muchas veces care-
cen de profesionales con conocimientos específicos en materia de
servicios públicos domiciliarios. Así, se deberá efectuar dicha con-
sulta cuando el reclamo se relacione, v.gr., con el régimen tarifario
o los planes de inversión y expansión.
Antes de la reforma a la LDC del año 2008, es posible encontrar
un fallo de la CSJN (14) en donde el juez Lorenzetti expresaba que
la por entonces “supletoriedad” establecida por el viejo art. 25 de
dicha norma significaba que “esa supletoriedad debe ser entendida
como su aplicación en ausencia de previsión, pero no una subordi-
nación del microsistema del consumo. En supuestos de pluralidad
de fuentes, no cabe la solución jerárquica, sino la integración ar-
mónica”. Agrego que si ello era la interpretación cuando se preveía
normativamente la mera aplicación supletoria de la LDC, hoy en
día, con mayor razón corresponde examinar ambas normas en un
pie de igualdad, teniendo siempre presente que la duda entre cuál
es la solución aplicable inclinará la balanza a favor de la norma
más beneficiosa para el consumidor.
Por último, más allá de cuál sea la norma aplicable y la autori-
dad interviniente, lo cierto es que “la experiencia ha mostrado que

(12) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturras-
pe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 163 y 164.
(13) Moeremans, Daniel E., “Comentario al art. 25, LDC”, en Picasso, Sebas-
tián - Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 333.
(14) CSJN, 8/5/2007, “Edelar SA s/inconstitucionalidad”, Fallos: 330:2081.

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Art. 25, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

el principal déficit regulatorio del estatuto de los usuarios de los


servicios públicos se encuentra en su implementación efectiva más
que en su diseño, y la reforma no ha ayudado a eliminar este defec-
to, sino que tal vez lo ha potenciado” (15).

5. Las audiencias públicas. Los fallos “CEPIS”


y “Abarca” de la CSJN

Expresa Osvaldo Gozaíni (16) que las audiencias públicas cons-


tituyen “una nueva garantía constitucional de tipo procesal que
conforma el derecho a ser oído de toda persona con intereses afec-
tados de manera directa o indirecta… por la prestación de un ser-
vicio público”. Agrega que “es un sistema que conmueve la relación
tradicional entre cliente y empresas, porque propende a la parti-
cipación del público usuario en la toma de decisiones que pueden
afectar intereses colectivos, tales como un eventual aumento de
tarifas”.
El mismo autor señala que esta garantía “se instala en la etapa
de formación de los actos donde se toman decisiones que afectan
al conjunto, de manera que la audiencia pública se torna ineludible
y no tiene saneamiento con el control de revisión judicial del acto
administrativo” (17). Sin embargo, aclara que uno de los conflictos
más evidentes de estos mecanismos se relaciona con el fin que tie-
nen así como también con sus efectos. Explica que si se considera
que su finalidad es meramente “informar”, pueden ser algo pura-
mente formal y ritualista. En cambio, si tienen un valor superior
al de una simple recomendación, podrían incidir positivamente
en la transparencia de los procedimientos y en la confianza en las
instituciones.
En determinados servicios públicos domiciliarios las audien-
cias públicas han sido reguladas de modo detallado. Así se podría
citar el caso del servicio de provisión de agua potable en donde, me-

(15) Cicero, Nidia K., “La reforma de la Ley de Defensa del Consumidor y su im-
pacto en el régimen de los servicios públicos”, JA, 2009-I-1198.
(16) Gozaíni, Osvaldo A., Protección procesal del usuario y consumidor, Rubin-
zal-Culzoni, Santa Fe, 2005, p. 75.
(17) Gozaíni, Osvaldo A., Protección procesal…, cit., p. 75.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 25, ley 24.240

diante la resolución 140/1995 (18) dictada por el ya disuelto ETOSS se


aprobó un Reglamento de Audiencias Públicas.
Hasta hace no mucho tiempo las audiencias públicas tenían
un valor meramente simbólico y no habían logrado ser tenidas en
cuenta como un factor que incida en una mejora de los servicios
respecto de los cuales se solían celebrar. En los últimos tiempos,
sin embargo, se ha advertido cierto cambio en la tendencia que in-
vita a vislumbrar un panorama más auspicioso, sobre todo a partir
del fallo “CEPIS” (19) que enseguida se reseñará (20). Para terminar de
darles un rol protagónico sería necesaria una regulación legal que
las jerarquice y les otorgue un lugar de mayor relevancia a los fines
de la toma de decisiones sobre los servicios destinados a usuarios.
El 18 de agosto de 2016 la CSJN resolvió en “CEPIS” lo que a mi
entender fue el caso de mayor repercusión social abordado por el
Alto Tribunal hasta el momento en la materia objeto de esta obra.
Dada la importancia de esa sentencia resulta obligatorio reseñar
algunas de sus partes más relevantes.
Previo a ello, es necesario recordar también que la propia Cor-
te ya había intentado de alguna manera realzar el rol de estas au-
diencias hace algunos años. Así, en un caso de 2006, los votos en
disidencia de los jueces Zaffaroni y Lorenzetti expresaron que la
omisión infundada de convocar a una audiencia pública a fin de

(18) Publicada en el BO en fecha 29/9/1995.


(19) CSJN, 18/8/2016, “Centro de Estudios para la Promoción de la Igualdad y la
Solidaridad y otros c. Ministerio de Energía y Minería s/ amparo colectivo”, LA LEY,
del 23/8/2016, 11.
(20) Fuera de ese precedente se ha logrado también, por ejemplo, dejar sin efec-
to normas que dispusieron aumentos significativos de tarifas de servicios públicos
(verbigracia, agua potable y desagües cloacales), sin observar mecanismos de infor-
mación y participación adecuada de los usuarios. Se puede citar un caso bonaerense
en donde se dispuso por decreto el aumento en un 180% de la tarifa del servicio de
agua potable y desagües cloacales en la provincia. Mediante acción de amparo, va-
rios consumidores impugnaron la norma. El juez de primera instancia hizo lugar a la
acción con fundamento en que no se había llevado a cabo la audiencia pública pre-
vista en el antiguo marco regulatorio, pero la Cámara revocó la sentencia, al entender
que la nueva ley (dec. 878/2003, ratificado por ley 13.154) no previó expresamente tal
requisito, por lo que no era necesario. Finalmente, la Suprema Corte de Buenos Aires
revocó la decisión apelada y dispuso la nulidad de la norma impugnada. SC Buenos
Aires, 3/12/2014, “Negrelli, Oscar R. y ots. c. Poder Ejecutivo y ots. s/amparo. Recurso
extraordinario de inconstitucionalidad e inaplicabilidad de ley”, LA LEY, 25/2/2015,
p. 10.

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Art. 25, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

que los usuarios pudieran participar en la elaboración de una re-


solución por la cual la Secretaría de Comunicaciones de la Nación
autorizó el cobro del servicio de informaciones a los usuarios del
servicio telefónico, resultaba manifiestamente ilegal ya que, si bien
dicha convocatoria configuraba una facultad discrecional de la Co-
misión Nacional de Comunicaciones, el organismo tenía a su car-
go asegurar la participación de los usuarios cuando puedan verse
afectados sus derechos (21).
En “CEPIS” una asociación promovió una acción de amparo co-
lectivo contra el Ministerio de Energía y Minería de la Nación (MI-
NEM), buscando que se garantizara el derecho constitucional a la
participación de los usuarios (previsto en el art. 42 CN) al momento
de analizarse y decidirse un nuevo cuadro tarifario para el servicio
de gas. Con base en esto, solicitó cautelarmente que se suspendiese
la aplicación del nuevo cuadro tarifario dispuesto por la resolución
MINEM 28/2016 (22). Luego de ello, una asociación de consumido-
res se presentó como litisconsorte activo y cuestionó también, la
resolución 31/2016 (23) del mismo ministerio.
La resolución de primera instancia fue dictada por el Juzgado
Federal N° 4 de La Plata (Buenos Aires) en fecha 31 de mayo de
2016 (24). El magistrado, si bien rechazó el amparo ordenó al Estado
nacional a realizar audiencias públicas para permitir la participa-
ción de los usuarios y consumidores en la definición del nuevo es-
quema tarifario.
Recurrida la decisión, intervino la sala II de la Cámara Federal
de Apelaciones de La Plata (25). Allí se resolvió que las resoluciones
cuestionadas emitidas por el MINEM debían ser dejadas sin efec-
to pues implementaron un nuevo cuadro tarifario aplicable a los
usuarios del servicio de gas sin la celebración de audiencias pú-

(21) CSJN, 31/10/2006, “Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires c. Se-
cretaría de Comunicaciones - resolución 2926/99”, Fallos: 329:4542.
(22) Publicada en el BO en fecha 1/4/2016.
(23) Publicada en el BO en fecha 1/4/2016.
(24) Juzg. Civ., Com. y Cont. Adm. Fed. La Plata N° 4, 31/5/2016, “Centro de Estu-
dios para la Promoción de la Igualdad y la Solidaridad y otros c. Ministerio de Energía
y Minería s/ amparo colectivo”.
(25) CFed. La Plata, sala II, 7/7/2016, “Centro de Estudios para la Promoción de la
Igualdad y la Solidaridad y otros c. Ministerio de Energía y Minería s/ amparo colec-
tivo”, LA LEY 2016-D, 296.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 25, ley 24.240

blicas, recaudo que era obligatorio para garantizar los derechos


de usuarios y posibilitar la participación ciudadana consagrada
constitucionalmente.
Llegado el asunto a la CSJN, ésta confirmó parcialmente la de-
cisión de la Cámara, dejando sin efecto las normas del MINEM so-
lamente para los usuarios residenciales, respecto a quienes orde-
nó que se mantuviera vigente la tarifa social prevista en la citada
normativa.
Para así resolver tuvo en cuenta que no se respetó el derecho a
la participación de los ciudadanos bajo la forma de audiencia pú-
blica previa. Agregó que en materia tarifaria, la participación de
los usuarios de un servicio público no se satisfacía con la mera no-
tificación de una tarifa ya establecida, sino que era un imperativo
constitucional garantizar esa participación ciudadana en instan-
cias públicas de discusión y debate susceptibles de ser ponderadas
por la autoridad de aplicación al momento de la fijación del precio
del servicio.
Señaló también que la participación ciudadana antes mencio-
nada tenía un contenido amplio, traduciendo una faceta del control
social que podía manifestarse de maneras distintas y cuya ponde-
ración había sido dejada en manos del legislador, al que correspon-
día prever el mecanismo que mejor la asegure en cada caso.
Consideró que la participación de los usuarios con carácter pre-
vio a la determinación de una tarifa constituía un factor de pre-
visibilidad que integraba el derecho a una información “adecua-
da y veraz” (garantizada por el art. 42 CN) y era un elemento de
legitimidad para el poder administrador, cuya responsabilidad de
garantizar el derecho a la información pública está estrechamente
vinculado al sistema republicano de gobierno.
La Corte también resaltó que no era legítimo pretender que un
régimen tarifario se mantenga inalterado a lo largo del tiempo, si
las circunstancias imponían su modificación, ya que una decisión
contraria implicaría que la Administración renuncie a su prerroga-
tiva de control de la evolución de las tarifas.
Sin embargo, afirmó que el Estado debía tener especial pruden-
cia y rigor a la hora de la determinación de las tarifas y de su trans-
parencia, a fin de asegurar su certeza, previsibilidad, gradualidad
y razonabilidad y, de esa forma, evitar que sus decisiones impon-
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Art. 25, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

gan restricciones arbitrarias o desproporcionadas a los derechos de


los usuarios y resguardar la seguridad jurídica de los ciudadanos.
Agregó sobre este punto que todo reajuste tarifario debía incorpo-
rar el criterio de gradualidad (expresión concreta del principio de
razonabilidad) como condición de validez jurídica, conforme sur-
gía del art. 42 CN que consagra el derecho de los usuarios a la pro-
tección de sus “intereses económicos”.

Ahondando sobre este punto puso de manifiesto que el Esta-


do debía velar por la continuidad, universalidad y accesibilidad de
los servicios públicos, ponderando la realidad económico-social
concreta de los afectados por las decisiones tarifarias, con especial
atención a los sectores más vulnerables, y evitando el perjuicio so-
cial provocado por la exclusión de numerosos usuarios como con-
secuencia de una tarifa que, por su elevada cuantía, pudiera cali-
ficarse de “confiscatoria”, por detraer de manera irrazonable una
proporción excesiva de los ingresos del grupo familiar.

El juez Maqueda, en su voto, agregó que en las audiencias de-


bían intervenir todos los usuarios y consumidores, sin distinción
de categorías, pues dicha modalidad de participación tiene raigam-
bre constitucional y se encuentra sustentada en los principios de la
democracia participativa y republicana, expresada en el art. 42 CN.

El magistrado Horacio Rossatti, por su parte, señaló que la au-


diencia pública era el mecanismo participativo adecuado para ga-
rantizar la intervención de los usuarios en materia de determina-
ción de tarifas de servicios públicos, pues así lo había decidido el
legislador en la ley 24.076, y en la medida en que esa decisión sea
razonable conforme a los parámetros constitucionales. Sostuvo
también que la audiencia pública debía ser previa, ya que su na-
turaleza resulta intrínsecamente incompatible con su utilización a
posteriori, dado no está destinada a que se notifique lo ya decidido,
lo cual implicaría convertirla en una formalidad y a los usuarios en
meros espectadores.

En cuanto a la restricción del alcance de la decisión en lo relati-


vo al colectivo de sujetos representados el Alto Tribunal consideró
que no era posible extender la solución a los usuarios no residen-
ciales ya que no se había demostrado respecto a ellos que el ejer-
cicio individual de la acción no aparezca plenamente posible en
atención a la entidad de las cuestiones planteadas.
- 496 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 25, ley 24.240

Cabe resaltar que, no obstante dejar sin efecto el cuadro tarifa-


rio previsto en las dos resoluciones MINEM mencionadas, la CSJN
expresó que por aplicación de un sentido de justicia, el precio final
para usuarios residenciales no podía arrojar como resultado sumas
mayores a las que dichas personas hubiesen debido abonar por la
estricta aplicación de aquél, considerando la tarifa social.
Unos días después de dictado el fallo “CEPIS”, la CSJN volvió
a pronunciarse en un proceso colectivo relacionado con el incre-
mento de tarifas (esta vez referidas al servicio de energía eléctrica).
Se trató del caso “Abarca” (26). Allí la Cámara Federal de Apelacio-
nes de La Plata había suspendido cautelarmente y por tres meses la
vigencia de las normas que habían aumentado la tarifa, alegando
que el incremento se produjo sin celebrarse audiencias públicas.
La CSJN, sin referirse a este punto, revocó la medida cautelar al
considerar que los reclamantes carecían de legitimación para re-
clamar colectivamente (27).

6. ¿Se requiere el agotamiento previo


de la vía administrativa?

Aunque parezca una consecuencia obvia de la lógica general de


la LDC, aclara Gozaíni (28) que ante incumplimientos en materia de
servicios públicos, no se requiere el agotamiento previo de la vía
administrativa ni tampoco es necesaria la citación del ente regula-
dor como parte en el planteo de la demanda judicial.

(26) CSJN, 6/9/2016, “Abarca, Walter José y otros c. Estado Nacional - Ministerio
Energía y Minería y otro s/ amparo ley 16.986”, LA LEY, 9/9/2016, 12.
(27) Con respecto a uno de ellos (un club social) no se rechazó la posibilidad de
que pueda encontrarse legitimado, sino que se le pidió al juez de primera instancia
que verifique si representaba alguna categoría determinada de clubes, identificando
en forma precisa el colectivo involucrado en el caso y evaluando asimismo la even-
tual idoneidad del representante.
(28) Gozaíni, Osvaldo A., Protección procesal…, cit., p. 269.

- 497 -
Reciprocidad en el trato
Art. 26. — (Art. 29, Ley F-1884, DJA)
Las empresas indicadas en el artículo anterior de-
ben otorgar a los usuarios reciprocidad de trato, apli-
cando para los reintegros o devoluciones los mismos
criterios que establezcan para los cargos por mora.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

No se incluyen ni se mencionan.

 Comentario

La reciprocidad en el trato no queda reducida solamente a erro-


res de facturación como pareciera surgir del art. 26, LDC, sino que
es una obligación general asumida por el prestador del servicio
para cualquier aspecto de la relación con el usuario.
Aclara Farina (1) que se deben reintegrar o devolver las sumas
de dinero. No basta la mera acreditación que suelen hacer las em-
presas. Es correcto lo que señala este autor porque, de lo contrario,
no existiría reciprocidad en el trato, ya que se recibiría del usuario
dinero y se le devolverían “créditos” o conceptos equivalentes para
su próxima factura.
Lo previsto en este artículo es una aplicación particular del de-
ber de trato digno y equitativo hacia el consumidor (2).

(1) Farina, Juan M., cit., p. 333.


(2) Fernández, Raymundo L. - Gómez Leo, Osvaldo R. - Aicega, María Valen-
tina, cit., t. II-B, p. 1031.

- 499 -
Art. 26, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Esta obligación de reciprocidad en el trato, al ser un derivación


del art. 8° bis, LDC, vale en realidad para todo proveedor de bienes
o servicios, no quedando reducido su campo de aplicación sola-
mente a los servicios públicos domiciliarios (3).

(3) En desacuerdo con esta postura se ha dicho que la reciprocidad en el trato que
surge del art. 26, LDC, no se puede aplicar analógicamente para casos que involucren
a entidades financieras por violación al art. 36, LDC. El argumento dado fue que la
solución contraria excedería el derecho resarcitorio adquiriendo un matiz sanciona-
torio que obstaba a la aplicación analógica. En el caso la asociación de consumidores
reclamó colectivamente que un banco restituya cargos indebidos a la misma tasa de
interés moratorio que la cobrada a sus clientes. CNCom., sala C, 5/5/2015, “Consu-
midores Libres Coop. Ltda. c. Bank Boston SA s/sumarísimo”, LA LEY, 2015-C, 635.

- 500 -
Registro de reclamos. Atención personalizada
Art. 27. — (Art. 30, Ley F-1884, DJA)
Las empresas prestadoras deben habilitar un re-
gistro de reclamos donde quedarán asentadas las
presentaciones de los usuarios. Los mismos podrán
efectuarse por nota, teléfono, fax, correo o correo
electrónico, o por otro medio disponible, debiendo
extenderse constancia con la identificación del recla-
mo. Dichos reclamos deben ser satisfechos en plazos
perentorios, conforme la reglamentación de la pre-
sente ley. Las empresas prestadoras de servicios pú-
blicos deberán garantizar la atención personalizada
a los usuarios.
(Artículo sustituido por art. 11 de la ley 26.361 - BO
del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 42, CN.


2. Arts. 27 y 30, decreto reglamentario 1798/1994.
3. Resolución 215/2011 (ENRE)
4. Art. 1°, ley 2221 de la CABA.
5. Art. 4.12, ley 2000-21 de Ecuador (Ley Orgánica de Defensa
del Consumidor).
6. Art. 152, ley 29.571 de Perú (Código de Protección y Defensa
del Consumidor).
7. Arts. 21.2 y 21.3, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España
que aprueba el texto refundido de la Ley General para la De-
- 501 -
Art. 27, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

fensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes comple-


mentarias (última revisión vigente: 3 de julio de 2015).

 Comentario

1. La atención personalizada a los usuarios

Las empresas prestadoras de servicios públicos domiciliarios


deben garantizar la atención personalizada a los usuarios según
preceptúa el art. 27, LDC.
La atención personalizada de los usuarios es, en realidad, una
aplicación particular del deber general de trato digno y equitativo
que surge del art. 42 de la CN y del art. 8° bis, LDC.
Con base en ello, debe ser gratuita y no sería correcto que el
proveedor cobre por esos servicios.
Siendo un desprendimiento del deber de trato digno y equitati-
vo, esa atención personalizada a los usuarios debiera estar prevista
en cabeza de todos los proveedores, independientemente del bien
o servicio que comercialicen.
Existe una tendencia creciente a que el consumidor o usuario
tenga a su disposición una vía de comunicación con el proveedor a
través de la cual puede entablar diálogo con una persona “de carne
y hueso” y no con una máquina, pues esta última tiene una capa-
cidad de atención y resolución de problemas que suele ser limitada
y no apta para hacer frente a las distintas necesidades que puede
presentar el usuario (1). En tal sentido, se puede citar, v.gr., la aten-
ción personalizada prevista para todos los servicios en el ámbito

(1) Tambussi afirma que “los seres humanos quedan reservados para atender las
actividades comerciales y generadoras de beneficios, quedando los teléfonos para
las cuestiones inocuas en rédito”. Luego agrega que el error de los proveedores con-
siste en “no comprender que una atención humana y contenedora, arroja un resul-
tado no palpable en números en forma directa, sino en valores que generan y man-
tienen clientela”. Tambussi, Carlos E., “Gestiones extrajudiciales”, en Tambussi,
Carlos E. (dir.), Práctica y estrategia. Derechos del Consumidor, La Ley, Buenos Ai-
res, 2015, p. 2.

- 502 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 27, ley 24.240

de la CABA (art. 1°, ley 2221 (2) sobre “Oficinas para la atención al
consumidor”).
La ley española establece de manera general la atención per-
sonal de los consumidores y usuarios “más allá de la posibilidad
de utilizar complementariamente otros medios técnicos a su al-
cance”. Esta norma va incluso más allá y prevé que “las oficinas y
servicios de información y atención al cliente serán diseñados uti-
lizando medios y soportes que sigan los principios de accesibilidad
universal y, en su caso, medios alternativos para garantizar el ac-
ceso a los mismos a personas con discapacidad o personas de edad
avanzada” (3).
Otro nuevo rumbo sobre el tema (en este caso auspicioso para
los consumidores) está dado por la atención que brindan los pro-
veedores a través de redes sociales. La respuesta en estos casos mu-
chas veces es eficaz ya que el consumidor disgustado suele “expo-
ner públicamente” su enojo en ellas y muchas empresas no tienen
otra alternativa que reaccionar rápido aportando soluciones para
evitar el “efecto contagio” entre consumidores o usuarios y la afec-
tación de la reputación o el valor de la marca.

2. La utilización del servicio de atención al cliente


para otras finalidades comerciales

Es frecuente que el servicio de atención al cliente sea una “ten-


tación” para el proveedor y se convierta en una oficina que termina
ofreciendo masivamente bienes y productos a los consumidores y
usuarios. Esto, además de desvirtuar su finalidad, le quita calidad
al servicio de atención personalizada, en la medida de que emplea-
dos que debieran cumplir esta última función son destinados a
cumplir la primera.
En España se encuentra expresamente prohibido utilizar el ser-
vicio de atención al cliente en beneficio y difusión de “actividades
de comunicación comercial de todo tipo” (4). Disposiciones de estas
características podrían ser un obstáculo para el uso de las redes

(2) Publicada en el BO de dicha jurisdicción en fecha 24/1/2007.


(3) Art. 21.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.
(4) Art. 21.2, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.

- 503 -
Art. 27, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

sociales por parte de los proveedores ya que, en la Argentina por lo


menos, es frecuente que las empresas utilicen ellas con doble fina-
lidad: como herramienta de marketing y como canal de atención al
cliente en simultáneo.

3. El registro de reclamos

Con la finalidad de que existan probanzas respecto de los in-


cumplimientos de los prestadores de servicios públicos domicilia-
rios, el art. 27, LDC, prevé la habilitación de un registro de reclamos
donde quedarán asentadas las presentaciones de los usuarios. Se
trata de una evolución respecto de lo dispuesto por el art. 30 del
dec. regl. 1798/1994, ya que este último obligaba a los proveedores
a entregar constancia de los reclamos efectuados por los usuarios.
Ese registro deberá ser lógicamente fiable y no pasible de altera-
ciones ni adulteraciones de contenido.
Este libro tendría que ser obligatorio para todo proveedor y no
solamente para los que prestan servicios públicos (5).
Se establece también una amplia libertad en cuanto a la forma
en que los usuarios pueden interponer sus reclamos. Así, lo podrán
hacer por nota, teléfono, fax, correo o correo electrónico, o por otro
medio disponible. Lo que busca la LDC es no establecer mecanis-
mos que dificulten a los usuarios efectuar el reclamo pertinente.
Si bien la LDC no lo manifiesta, no pueden existir “formas sa-
cras” para los reclamos. Lo importante será que se pueda identi-
ficar con claridad su contenido y que faciliten los datos de contac-
to del usuario. No podrán exigirse requisitos que, en la práctica,
funcionen como un desincentivo para reclamar o como una causal
para rechazar las peticiones.
Por otra parte, el usuario, cuando realiza un reclamo, debe re-
cibir una constancia. Si bien no se trata de una vía previa de carác-
ter obligatorio, tener acreditado que se hizo la petición pertinente,
funcionará en los hechos como una manifestación de buena fe y,

(5) Conf. conclusiones de la Comisión 9 (Derecho Interdisciplinario: Derechos del


Consumidor: Incidencias de las reformas introducidas por la ley 26.361) de las XXII
Jornadas Nacionales de Derecho Civil, celebradas en Córdoba en 2009.

- 504 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 27, ley 24.240

fundamentalmente de “paciencia” por parte del usuario que hará


más sólida su posición si es que en el futuro tiene que interponer
una demanda judicial por mantenerse el incumplimiento.
Aunque no es necesario que se le extienda una constancia es-
crita, sí se requiere que ella quede registrada de alguna manera.
Por esta razón, son válidos como comprobantes los “números de
reclamo” que se suelen otorgar a los usuarios cuando efectúan un
reclamo telefónico o por Internet.
A los fines informativos, en Perú se establece la obligación ge-
neral de llevar un libro de reclamos a todo proveedor y no sólo para
prestadores de servicios públicos. Dicho libro puede ser físico o vir-
tual y “los establecimientos comerciales deben exhibir, en un lugar
visible y fácilmente accesible al público, un aviso que indique la
existencia del libro de reclamaciones y el derecho que tienen los
consumidores de solicitarlo cuando lo estimen conveniente”. Los
consumidores pueden incluso exigir la entrega del libro para for-
mular su queja. Los establecimientos, por último, “tienen la obli-
gación de remitir al Indecopi la documentación correspondien-
te al libro de reclamaciones cuando éste le sea requerido. En los
procedimientos sancionadores, el proveedor denunciado debe re-
mitir la copia de la queja o reclamo correspondiente junto con sus
descargos” (6).

4. Los plazos perentorios para “satisfacer”


reclamos de los usuarios

El art. 27, LDC, ordena que los reclamos de los usuarios sean
“satisfechos” en plazos perentorios. Esta norma es complementa-
da por el art. 27 del dec. 1798/1994, que obliga a los proveedores a
“contestar” los reclamos en un plazo máximo de diez días corridos.
Aclara Farina (7) que el dec. 1798/1994 habla de “contestar” los
reclamos en diez días pero no de “satisfacerlos”. Opina que el pla-
zo variará según el servicio de que se trate. Así señala, por ejem-

(6) Art. 152, ley 29.571 de Perú. También la ley consumeril ecuatoriana establece
el derecho general de los consumidores de que en las empresas o establecimientos se
mantenga un libro de reclamos a su disposición (art. 4.12, ley 200-21).
(7) Farina, Juan M., cit., p. 336.

- 505 -
Art. 27, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

plo, que el servicio de energía eléctrica merece una solución casi


inmediata (8).
La reglamentación no ha cumplido con el encargo de dejar
determinado un plazo perentorio para “satisfacer” los reclamos,
siendo una cuenta pendiente en la materia que, en la práctica, per-
judica ostensiblemente a los usuarios pues, más allá, de que se le
“conteste” en diez días, esa respuesta sólo será relevante cuando el
problema sea solucionado y no cuando constituya una mera acti-
tud dilatoria del proveedor.
Se ha expresado que la respuesta a dar en el plazo de diez días
no puede ser la información de que “se tomó nota del reclamo”. En
ese lapso hay que verificar la existencia o no del problema y obrar
en consecuencia para resolverlo en caso que se haya detectado (9).
A los fines comparativos, la ley española prevé que los provee-
dores en general (no sólo de servicios públicos domiciliarios) tie-
nen la obligación de dar respuesta a los reclamos de sus clientes en
el plazo máximo de un mes (10).

5. La experiencia de la resolución 215/2011 (ENRE)

Como una manifestación de la cooperación que debería existir


en la práctica entre los entes específicos de contralor en materia de
servicios públicos domiciliarios y las autoridades locales de la LDC,
se puede destacar la resolución 215/2011 emitida por el ENRE (11).
Mediante ella se aprobó un programa para que los usuarios del
servicio puedan presentar sus reclamos en las Oficinas Municipa-
les de Información al Consumidor y en las Asociaciones de Defensa
al Usuario, a través de un “convenio modelo de adhesión”.
Esto se realizó con la finalidad de ampliar los puntos de recep-
ción de los reclamos de los usuarios y debería ser ampliado a otros
servicios públicos.

(8) En idéntico sentido se pronuncia Wajntraub. Wajntraub, Javier H., “Análisis


exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit.,
p. 167.
(9) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 206.
(10) Art. 21.3, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España.
(11) Publicada en el BO en fecha 9/6/2011.

- 506 -
Seguridad de las instalaciones. Información
Art. 28. — (Art. 31, Ley F-1884, DJA)
Los usuarios de servicios públicos que se prestan
a domicilio y requieren instalaciones específicas,
deben ser convenientemente informados sobre las
condiciones de seguridad de las instalaciones y de los
artefactos.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

No se incluyen ni se mencionan.

 Comentario

Si bien ya me ocupé del deber de seguridad al comentar los


arts. 5° y 6°, LDC, hay que recalcar que el art. 28, LDC, no hace más
que adaptar ese deber a la realidad de los servicios públicos domi-
ciliarios regulados en esta parte de la norma.
El art. 28, LDC, también hace referencia a la íntima vinculación
entre seguridad e información ya vista también páginas atrás.
Se ha aclarado que aun cuando se cumpla con esta obligación,
el proveedor no queda liberado de la eventual responsabilidad por
los daños que sufra el usuario. Sin embargo, esta circunstancia po-
drá ser valorada a los fines de analizar su eventual eximición de
responsabilidad (1).
En los hechos, todos los servicios públicos domiciliarios requie-
ren el cumplimiento de este precepto, ya que en todos ellos se re-

(1) Farina, Juan M., cit., p. 338.

- 507 -
Art. 28, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

quieren instalaciones específicas más allá de que se trate de servi-


cios riesgosos o no (2).

(2) En igual sentido: Farina, Juan M., cit., p. 337.

- 508 -
Instrumentos y unidades de medición
Art. 29. — (Art. 32, Ley F-1884, DJA)
La autoridad competente queda facultada para in-
tervenir en la verificación del buen funcionamiento
de los instrumentos de medición de energía, combus-
tibles, comunicaciones, agua potable o cualquier otro
similar, cuando existan dudas sobre las lecturas efec-
tuadas por las empresas prestadoras de los respecti-
vos servicios.
Tanto los instrumentos como las unidades de medi-
ción, deberán ser los reconocidos y legalmente auto-
rizados. Las empresas prestatarias garantizarán a los
usuarios el control individual de los consumos. Las
facturas deberán ser entregadas al usuario con no
menos de diez (10) días de anticipación a la fecha de
su vencimiento.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

No se incluyen ni se mencionan.

 Comentario

1. La medición de consumos y sus particularidades

Teniendo presente que los servicios públicos domiciliarios no


son utilizados de similar manera por todos los usuarios, se hace
necesario “medir” el consumo para determinar el precio que se de-
berá pagar en cada período por ello.
Ahora bien. Es necesario que los instrumentos destinados a
efectuar tal medición gocen de confianza porque, de lo contrario, el
- 509 -
Art. 29, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

usuario quedaría totalmente desprotegido ante el proveedor, pues


no tendría parámetro para saber, aunque sea aproximadamente,
cuánto debe pagar por lo que consume.
La medición queda en manos de las empresas prestatarias, pero
se los obliga a que utilicen instrumentos reconocidos y legalmente
autorizados. Se trata de un primer límite destinado a que la medi-
ción no exhiba fallas.
Sin embargo, cuando se generan dudas, los entes específicos
de contralor deben intervenir para constatar la corrección de la
medición.
Según Farina (1), la intervención no se debería dar sólo cuando
existan dudas sobre las lecturas efectuadas por los medidores, sino
en todos los casos. En dichos supuestos el autor señala que debería
exigirse la intervención y no meramente facultarse.
En este punto se aprecia la necesidad de que existan entes de
contralor con conocimientos técnicos en cada materia, pues la fun-
ción no puede ser cumplida con eficacia si se carecen de ellos.
Por último, a ese control se le suma el del usuario, que, en mu-
chas ocasiones será quien se da cuenta de la medición defectuosa
pues lo sufre “en su bolsillo”.
Por otra parte, la LDC garantiza la posibilidad de que los usua-
rios puedan controlar sus consumos, independientemente de que
estén bien medidos o no. Esto es interesante porque permite que
el usuario pueda utilizar los servicios públicos de manera “social-
mente responsable”. Así, debe tener a disposición la información
correspondiente que le permita ver cuándo consumió excesiva-
mente y cuándo no, por ejemplo. Esto ha adquirido relevancia en
los últimos años en la Argentina respecto del consumo de energía
eléctrica o agua potable, pues, siendo bienes de acceso limitado
en el contexto actual, es lógico que cuando un sujeto los consu-
me excesivamente, existe otro que lo recibe en menor medida a la
razonable. Esto más allá de responsabilidades que deban asumir
las empresas prestatarias para ampliar y mejorar los servicios de
infraestructura actualmente existentes.

(1) Farina, Juan M., cit., p. 340.

- 510 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 29, ley 24.240

Es importante destacar que los usuarios a veces pueden ser tam-


bién los responsables de una errónea medición cuando manipulan
los instrumentos señalados para que “midan menos”. Se trata ob-
viamente de una conducta ilícita. No obstante, si es que se quiere
verificar la existencia de esa inconducta para eventualmente san-
cionarlo, se deberá respetar el debido proceso pues, de lo contrario,
se puede generar incluso la posibilidad de que el usuario demande
a la prestataria por la arbitrariedad que ésta exhiba al realizar el
control y, en definitiva, su accionar poco apegado al deber de trato
digno.
Así, en un caso se admitió la acción de repetición de un usuario
contra una empresa de energía eléctrica a fin de que le sea abona-
do el importe que le fue cobrado indebidamente por esta última,
quien lo acusó de fraude por haber detectado, mediante una verifi-
cación, irregularidades en el medidor de energía eléctrica ubicado
en su domicilio. El fundamento fue que la resolución administra-
tiva mediante la cual se dispuso realizar la inspección no fue debi-
damente notificada al usuario y el hecho de que la empresa presta-
taria del servicio pueda inspeccionar las conexiones domiciliarias
en cualquier momento no la liberaba de la obligación de notificar
en debida forma al titular, usuario o beneficiario, pues no hacerlo
significaba un menoscabo en el ejercicio del derecho de defensa
del consumidor (2).
En otro supuesto más o menos similar, se admitió la demanda
de daños interpuesta por un usuario contra una distribuidora de
gas, a quien le suspendieron el servicio y le retiraron el medidor
imputándole haberlo adulterado, pues el acta notarial agregada
como prueba resultó insuficiente para acreditar la conducta refe-
rida, debido a que la escribana interviniente se limitó a transcribir
lo que le informaba el operario de la distribuidora, sin comprobar
directamente los hechos descriptos en el acta (3).

(2) CCiv. y Com. Formosa, 9/2/2009, “Raffo, Federico c. Edefor SA”, LLLitoral, 2009
(junio), p. 566.
(3) CCiv. Com., Minas Paz y Trib. 1a Mendoza, 12/7/2009, “Aruani, Francisca c.
Distribuidora De Gas Cuyana SA –ECOGAS–”, LLGran Cuyo, 2009 (noviembre), p. 981.

- 511 -
Art. 29, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

2. Plazo para la obligación de entregar


facturas al usuario

Ubicada de manera algo incorrecta, se encuentra también en


el art. 29, LDC, la obligación del proveedor de servicios públicos
domiciliarios de entregar al usuario las facturas correspondientes
con una anticipación mínima de diez días antes del vencimiento.
Se trata de días corridos y no hábiles.
Esta obligación experimenta en no pocas situaciones serias difi-
cultades para ser cumplidas, pues su observancia depende no sólo
de la diligencia que exhiba la empresa prestadora para emitirlas en
término, sino también del proveedor de correo que elija para la dis-
tribución de las facturas. Una falla o demora de cualquiera de estos
dos sujetos produce que, en la práctica, el usuario reciba la factura
un par de días antes del vencimiento o, incluso, con posterioridad
a él. Este último caso es particularmente grave, pues lo expone al
cobro de intereses, multas y eventuales interrupciones de servicio.
En los últimos años y para hacer frente a este inconveniente que
por momentos lucía como muy generalizado, las empresas presta-
doras han acudido a las “facturas online”, que pueden ser consul-
tadas en páginas de Internet o ser recibidas por correo electrónico.
Si bien se trata de una buena alternativa, no sería posible su gene-
ralización, ya que existe un gran número de usuarios sin acceso a
herramientas informáticas o que, teniéndolo, evidencian dificul-
tades para su manejo. El texto del nuevo art. 4°, LDC, puede ser un
obstáculo para esta práctica si no se obtiene el consentimiento co-
rrespondiente del consumidor.

- 512 -
Interrupción de la prestación del servicio
Art. 30. — (Art. 33, Ley F-1884, DJA)
Cuando la prestación del servicio público domici-
liario se interrumpa o sufra alteraciones, se presume
que es por causa imputable a la empresa prestadora.
Efectuado el reclamo por el usuario, la empresa dis-
pone de un plazo máximo de treinta (30) días para
demostrar que la interrupción o alteración no le es
imputable. En caso contrario, la empresa deberá rein-
tegrar el importe total del servicio no prestado dentro
del plazo establecido precedentemente. Esta dispo-
sición no es aplicable cuando el valor del servicio no
prestado sea deducido de la factura correspondiente.
El usuario puede interponer el reclamo desde la inte-
rrupción o alteración del servicio y hasta los quince
(15) días posteriores al vencimiento de la factura.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

Art. 10.b, ley 13.133 de la provincia de Buenos Aires.

 Comentario

1. Interrupción o alteraciones del servicio


público domiciliario

El art. 30, LDC, se ocupa de las consecuencias de las interrup-


ciones o alteraciones de los servicios públicos domiciliarios.
Ambos conceptos buscan caracterizar aquella situación por la
cual el usuario no puede gozar de manera adecuada de los servi-
cios que debe recibir.
- 513 -
Art. 30, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Si bien la interrupción del servicio es una anomalía más intensa


que la alteración, esta última tiene una potencialidad dañina a lar-
go plazo, quizás mayor si se hace frecuente la prestación defectuo-
sa “bajo apariencia de normalidad” sin que la empresa prestadora
ni el ente regulador correspondiente se hagan cargo de la situación.
Un ejemplo se da en aquellos lugares en los cuales el agua corrien-
te, sin encontrarse interrumpida, sale de las canillas a cuenta gotas
o en “chorritos” prácticamente sin potencia. El corte de suministro,
al afectar súbitamente el día a día del usuario, obliga, en cambio,
a conductas más activas y efectivas por parte de los proveedores.
Sin decir nada nuevo, hay que señalar que en muchos casos la
base del problema se encuentra en la falta de inversiones y mante-
nimiento de infraestructuras. Teniendo en cuenta ello, la ley 13.133
de la provincia de Buenos Aires, en su art. 10.b, entre las obligacio-
nes que pone en cabeza de la autoridad de aplicación provincial,
señala que, en materia de servicios públicos, debe vigilar que la ex-
tensión de sus redes a todos los sectores de la población “no resulte
amenazada ni condicionada por razones de rentabilidad”.

2. Presunción de imputabilidad a la empresa


prestadora

Es lógico que si existe un prestador profesional que se obliga a


brindar un servicio ininterrumpido como lo es el relativo a cada
uno de los de carácter público domiciliario, existirá una presun-
ción de su responsabilidad cada vez que se produzca la anomalía
(interrupción o la alteración).
Durante la etapa de interrupción o alteración, bien señala
Farina (1) que aunque la ley no lo diga, el usuario tiene derecho a no
pagar el servicio hasta que no se normalice (2).

3. Eximición de responsabilidad del proveedor

La presunción antes apuntada es iuris tantum. Al prestador del


servicio público le está siempre permitido indagar sobre las causas

(1) Farina, Juan M., cit., p. 343.


(2) En similar sentido, Wajntraub. Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la
ley”, cit., en Mosset Iturraspe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 171.

- 514 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 30, ley 24.240

de la interrupción o alteración para demostrar que él no ha sido el


responsable de esas anomalías.
Sin embargo, la LDC no le otorga un plazo sine die para que pue-
da efectuar las averiguaciones correspondientes. Así, si en el lapso
de 30 días no aporta elementos para demostrar su falta de respon-
sabilidad, la falla le será atribuida a él.
Como lógica consecuencia de lo dicho, el prestador tendrá que
reintegrar al usuario el importe que éste ya pagó por un servicio no
recibido. Ello deberá producirse en el plazo de 30 días antes men-
cionado. Esto sucede cuando se pagan los servicios por adelantado
de manera total y no sobre consumos ya realizados.
Es importante destacar que, aunque es habitual, no es correcto
que la devolución se realice mediante “descuentos” en próximas
facturas. Con base en el principio de reciprocidad en el trato, si el
usuario abonó dinero, éste le deberá ser entregado también cuan-
do el servicio no sea bien suministrado o se haya interrumpido.
El art. 30, LDC, sólo permite que se efectúe el descuento propor-
cional cuando se trate de facturas que todavía no se han emitido
para el pago y que se refieren a consumos ya realizados.
Lógicamente, no hace falta aclarar que el usuario puede recla-
mar por todos los daños que sufra como consecuencia de la inte-
rrupción o alteración del servicio.

4. Plazo de caducidad para interponer el reclamo

El art. 30, LDC, ha impuesto al usuario un verdadero plazo


de caducidad para ejercer el reclamo previsto en dicho precepto.
Esto, porque lo obliga a interponerlo desde la interrupción o alte-
ración del servicio hasta los 15 días posteriores al vencimiento de
la factura.
Es inaceptable establecer un plazo breve de caducidad para el
ejercicio de este derecho al consumidor (3).
Agrega Farina que lo más grave de este artículo es que no efec-
túa ninguna previsión respecto de la reanudación del servicio

(3) Farina, Juan M., cit., p. 345.

- 515 -
Art. 30, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

suspendido o interrumpido (4). Esto último debiera ser lo esencial,


dejando en un segundo plano lo relativo al reintegro que corres-
ponda. Es que al usuario lo que más le importa es que el servicio
“vuelva a la normalidad”.

(4) Farina, Juan M., cit., p. 346.

- 516 -
Art. 30 bis. — (Art. 34, Ley F-1884, DJA)
Las constancias que las empresas prestatarias de
servicios públicos, entreguen a sus usuarios para el
cobro de los servicios prestados, deberán expresar
si existen períodos u otras deudas pendientes, en su
caso fechas, concepto e intereses si correspondiera,
todo ello escrito en forma clara y con caracteres des-
tacados. En caso que no existan deudas pendientes se
expresará: “no existen deudas pendientes”.
La falta de esta manifestación hace presumir que
el usuario se encuentra al día con sus pagos y que no
mantiene deudas con la prestataria.
En caso que existan deudas y a los efectos del pago,
los conceptos reclamados deben facturarse por do-
cumento separado, con el detalle consignado en este
artículo.
Los entes residuales de las empresas estatales que
prestaban anteriormente el servicio deberán notifi-
car en forma fehaciente a las actuales prestatarias el
detalle de las deudas que registren los usuarios, den-
tro de los ciento veinte (120) días contados a partir de
la sanción de la presente.
Para el supuesto que algún ente que sea titular del
derecho, no comunicare al actual prestatario del ser-
vicio, el detalle de la deuda dentro del plazo fijado,
quedará condonada la totalidad de la deuda que pu-
diera existir, con anterioridad a la privatización.
(Artículo incorporado por el art. 4° de la ley 24.787 -
BO del 2/4/1997. Párrafos cuarto y quinto de este
último artículo, observados por el decreto nacio-
nal 270/1997 - BO del 2/4/1997)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 30, decreto reglamentario 1798/1994.


- 517 -
Art. 30 bis, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

2. Resolución 906/1998 (Secretaría de Industria, Comercio


y Minería de la Nación).

 Comentario

Estando ante un contrato de larga duración, es importante esta-


blecer precisiones sobre las posibles deudas que se vayan generan-
do en cabeza del usuario durante su transcurso. De ello se ocupa el
art. 30 bis, LDC, que constituye una nueva manifestación del deber
de información a cargo del proveedor.
La disposición en cuestión obliga a los prestadores a informar a
los usuarios sobre la existencia de deudas pendientes respecto del
servicio. Estas deudas suelen tener por origen períodos en los cua-
les no se han abonado las facturas.
No basta la mera información sino que ésta debe ser presentada
de forma clara y con caracteres destacados. Además de ello, hay
que precisar el detalle de esas deudas, por ejemplo, fechas, concep-
tos o intereses. Y no sólo eso: esas deudas anteriores deberán indi-
carse en documentos separados a la factura de carácter actual para
que el usuario pueda diferenciar el origen de lo que debe pagar.
Por lo demás, debe observarse, en lo pertinente, lo dispuesto en
la resolución 906/1998 (Secretaría de Industria, Comercio y Mine-
ría) explicada al abordar el art. 4°, LDC.
A los fines de brindar certidumbre jurídica, también se dispone
que los proveedores informen cuando no existe deuda. Esta decla-
ración libera de manera total al usuario. En tal sentido, si emitida
una factura con esa leyenda se constata que en realidad sí existían
deudas, el proveedor deberá hacerse cargo de ese error inexcusable
y no podrá reclamar el pago correspondiente al usuario.
Distinta es la situación en la cual no se consigna si existen o
no deudas en los documentos emitidos por el prestador. La LDC
dispone que la falta de esta manifestación hace presumir que el
usuario se encuentra al día con sus pagos. El problema es deter-
minar si se trata de una presunción que admite o no prueba en
contrario. Farina (1) opina que se trata de una presunción iuris et de

(1) Farina, Juan M., cit., p. 348.

- 518 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 30 bis, ley 24.240

iure. Por mi parte, llego a igual conclusión en virtud del principio in


dubio pro consumatore.
Teniendo en cuenta que muchos servicios públicos son regula-
dos por normas locales, es importante aclarar que en ellas se pue-
den regular mayores derechos para los usuarios que los que surgen
de la LDC. Así, respecto del contenido del art. 30 bis, LDC, la CSJN
validó una norma provincial (en el caso, de la provincia de La Rioja)
que estableció mayor tutela al usuario que la derivada del referido
precepto. Al respecto, el Alto Tribunal recordó que el orden público
del art. 65, LDC, no prohibía la existencia de normas locales que
regulen cuestiones de defensa del consumidor en la medida que
no supriman o reduzcan la tutela prevista en dicha ley consumeril
nacional (2).
Por último, cabe resaltar que los últimos dos párrafos del
art. 30 bis, LDC, han sido observados por el decreto nacional
270/1997. En sus considerandos se explican las razones de esa
observación (3).

(2) CSJN, 8/5/2007, “Edelar SA s/inconstitucionalidad”, Fallos: 330:2081, cit.


(3) Los considerandos señalan lo siguiente:
“Que el Honorable. Congreso de la Nación ha dispuesto por el art. 4° del menciona-
do Proyecto de Ley, la incorporación del art. 30 bis al texto de la ley 24.240.
”Que el proyecto mencionado establece en el art. 4°, párrafo cuarto que los entes
residuales de las empresas estatales que prestaban anteriormente el servicio, debe-
rán notificar en forma fehaciente a las actuales prestatarias el detalle de las deudas
que registren los usuarios, dentro de los ciento veinte (120) días contados a partir de
la sanción de la misma.
”Que, asimismo, el párrafo quinto de la citada normativa prescribe que, para el su-
puesto de que algún ente que sea titular del derecho no comunicare al actual presta-
tario del servicio el detalle de la deuda dentro del plazo fijado, quedará condonada la
totalidad de la que pudiere existir con anterioridad a la privatización.
”Que el cumplimiento de las obligaciones legales impuestas por el referido proyec-
to a los entes residuales de las empresas privatizadas, deviene dificultoso por nume-
rosas circunstancias.
”Que entre tales obstáculos, se encuentra el hecho de que las bases de datos de
usuarios en mora de algunos de dichos entes se hallan en poder de las actuales pres-
tatarias, lo que torna extremadamente ardua la tarea de recuperación, depuración y
actualización de dicha información en tal exiguo plazo, máxime teniendo en cuen-
ta el perjuicio fiscal que genera el cumplimiento en término de las obligaciones im-
puestas por el proyecto.
”Que las disposiciones de los dos últimos párrafos del art. 4°, sumadas a la obliga-
ción establecida en el párrafo tercero, implicaría la modificación de los contratos de
transferencia de los servicios privatizados, por cuanto impone a las actuales prestata-
rias la obligación de facturar por cuenta de las empresas residuales.

- 519 -
Art. 30, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

”Que por ende, el plazo de ciento veinte (120) días resulta insuficiente a tenor de la
complejidad e importancia de las renegociaciones de tales convenios.
”Que no habiéndose establecido en el proyecto en cuestión diferencias entre tipos
de usuarios, quedarían incluidos aquellos pertenecientes al sector público, lo que
colisiona con los mecanismos de resolución de conflictos existentes entre el Estado
nacional, sus entes y el sector público provincial o municipal.
”Que aun si se modificare el plazo establecido, no se solucionarían las dificultades
expuestas en los considerandos sexto y octavo del presente decreto.
”Que en mérito a los motivos expuestos corresponde observar los párrafos cuarto y
quinto del art. 4° del Proyecto de Ley sancionado bajo el nro. 24.787.
”Que la medida que se propone no altera el espíritu ni la unidad del Proyecto de
Ley sancionado por el Honorable Congreso de la Nación.
”Que las facultades para el dictado del presente, surgen de lo dispuesto en el artícu-
lo. 80 de la Constitución Nacional”.

- 520 -
Art. 31. — (Art. 35, Ley F-1884, DJA)
Cuando una empresa de servicio público domici-
liario con variaciones regulares estacionales facture
en un período consumos que exceden en un SETEN-
TA Y CINCO POR CIENTO (75%) el promedio de los
consumos correspondientes al mismo período de los
DOS (2) años anteriores se presume que existe error
en la facturación.
Para el caso de servicios de consumos no estaciona-
les se tomará en cuenta el consumo promedio de los
últimos DOCE (12) meses anteriores a la facturación.
En ambos casos, el usuario abonará únicamente el
valor de dicho consumo promedio.
En los casos en que un prestador de servicios pú-
blicos facturase sumas o conceptos indebidos o re-
clamare el pago de facturas ya abonadas el usuario
podrá presentar reclamo, abonando únicamente los
conceptos no reclamados.
El prestador dispondrá de un plazo de TREINTA (30)
días a partir del reclamo del usuario para acreditar en
forma fehaciente que el consumo facturado fue efec-
tivamente realizado.
Si el usuario no considerara satisfecho su reclamo o
el prestador no le contestara en los plazos indicados,
podrá requerir la intervención del organismo de con-
trol correspondiente dentro de los TREINTA (30) días
contados a partir de la respuesta del prestador o de la
fecha de vencimiento del plazo para contestar, si éste
no hubiera respondido.
En los casos en que el reclamo fuera resuelto a favor
del usuario y si éste hubiera abonado un importe ma-
yor al que finalmente se determine, el prestador de-
berá reintegrarle la diferencia correspondiente con
más los mismos intereses que el prestador cobra por
mora, calculados desde la fecha de pago hasta la efec-
- 521 -
Art. 31, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

tiva devolución, e indemnizará al usuario con un cré-


dito equivalente al VEINTICINCO POR CIENTO (25%)
del importe cobrado o reclamado indebidamente. La
devolución y/o indemnización se hará efectiva en la
factura inmediata siguiente.
Si el reclamo fuera resuelto a favor del prestador
éste tendrá derecho a reclamar el pago de la diferen-
cia adeudada con más los intereses que cobra por
mora, calculados desde la fecha de vencimiento de la
factura reclamada hasta la fecha de efectivo pago.
La tasa de interés por mora en facturas de servicios
públicos no podrá exceder en más del CINCUENTA
POR CIENTO (50%) la tasa pasiva para depósitos a
TREINTA (30) días del Banco de la Nación Argentina,
correspondiente al último día del mes anterior a la
efectivización del pago.
La relación entre el prestador de servicios públicos
y el usuario tendrá como base la integración normati-
va dispuesta en los artículos 3° y 25 de la presente ley.
Las facultades conferidas al usuario en este artículo
se conceden sin perjuicio de las previsiones del ar-
tículo 50 del presente cuerpo legal.
(Artículo sustituido por art. 12 de la ley 26.361 - BO
del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

No se incluyen ni se mencionan.

 Comentario

1. La presunción de error de facturación

La LDC se ocupa de una cuestión que suele generar un gran


número de reclamos contra las empresas prestadoras de servicios
públicos domiciliarios: los errores de facturación.
- 522 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 31, ley 24.240

Si se observa bien, este precepto viene a ser el complemento de


lo previsto en el art. 29, que se ocupa de los instrumentos de medi-
ción de consumo respecto de los servicios públicos domiciliarios.
Si esos instrumentos funcionaran debidamente y estuvieran so-
metidos a controles de calidad, los reclamos con base en el art. 31,
LDC, tendrían que ser casi inexistentes. Sin embargo, la realidad
muestra otro estado de situación.
El art. 31, LDC, con la finalidad de proteger al usuario, parte de
la base de que cuando existen cambios bruscos en la facturación
(se trate de servicios estacionales o no), la modificación obedece,
en principio, a un error de la empresa prestadora que deberá justi-
ficar el porqué de la variación. Además de esto, es dicha empresa
la que se encuentra en mejores condiciones técnicas de explicar el
cambio de la facturación (1).
En sentido similar, se ha expresado que la norma busca otorgar
seguridad jurídica a los usuarios de los servicios públicos domici-
liarios, aunque se debe dejar abierta la opción para que, si existió
efectivamente una deuda, el proveedor pueda accionar por el en-
riquecimiento sin causa del consumidor, a los fines de evitar “una
situación de palmaria injusticia” (2).
Dado que el proveedor es quien ha adoptado e impuesto el sis-
tema de medición, debe cargar con el riesgo derivado de los errores
que arroje (3).
Ocupándose más específicamente de las diferencias notorias
de facturación de un período a otro, la LDC distingue entre servi-
cios de consumo de carácter estacional de aquellos que no lo son.
Respecto de los primeros, como es de la esencia del servicio la
variación, la norma ha decidido fijar un límite porcentual para ella.
Así, cuando se exceda en por lo menos un 75% el promedio de los

(1) Ya en el año 1995 se encuentra una sentencia en la cual se aplicaba la teoría de


las cargas probatorias dinámicas para los casos de sobrefacturación del servicio de
telefonía. CNCiv. y Com. Fed., sala III, 16/12/1994, “Biestro de Bover, Amelia T. c. Te-
lefónica de Argentina SA”, LA LEY, 1995-B, 118.
(2) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 174.
(3) Farina, Juan M., cit., p. 352.

- 523 -
Art. 31, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

consumos correspondientes al mismo período de los dos años an-


teriores, se presume que existe error en la facturación.

Por ejemplo, si la factura de energía eléctrica del mes de enero-


febrero de 2015 es de 2000 pesos y las del mismo bimestre de 2014
y 2013 fueron de 700 y 500 pesos, respectivamente, se presume el
error de facturación, pues se excedería largamente la suma prome-
dio que surgiría de ambos valores.

En relación con los segundos (los no estacionales, como la tele-


fonía fija) se tomará en cuenta el consumo promedio de los últimos
12 meses anteriores a la facturación. Si la factura actual supera en
por lo menos un 75% ese promedio, se considerará que existe, en
principio, error de facturación.

Cabe aclarar que en las dos situaciones se está ante presuncio-


nes iuris tantum. El art. 31, LDC, lo que busca simplemente es in-
vertir la carga probatoria, pues sería muy dificultoso para un usua-
rio demostrar que la facturación es errónea.

Otra falla habitual es reclamar dos veces el pago de la misma


deuda o también conceptos indebidos (por ejemplo, servicios ac-
cesorios que nunca fueron solicitados por el usuario). Esto también
está incluido en el art. 31, LDC.

2. Los efectos de la presunción de error


de facturación

La presunción de error de facturación habilita al usuario a abo-


nar solamente el valor del consumo promedio conforme a las pau-
tas previstas tanto para los servicios estacionales como para los
que no revisten esa característica.

Cuando se trata del reclamo de deudas ya abonadas o de con-


ceptos indebidos, la LDC permite no realizar su pago en la medida
en que se lleve a cabo el reclamo pertinente. De lo contrario, según
surge de una interpretación literal del texto, el usuario deberá abo-
nar esas sumas. Esto último vale también para los casos en los que
el usuario se niegue a pagar las variaciones bruscas de consumos
estacionales o no estacionales.
- 524 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 31, ley 24.240

3. El reclamo del usuario

Se vio recién que el usuario sólo se puede negar a abonar lo in-


debido en la medida en que entable formal reclamo dentro del pla-
zo previsto por la LDC.
Sin embargo, a diferencia del art. 30, LDC, la norma no estable-
ce un plazo de caducidad para interponerlo, lo cual genera cierta
inseguridad jurídica, pues no se define si existe un límite al respec-
to o no. Siguiendo el principio in dubio pro consumatore, el mismo
no aparece visible. Por esta razón, la barrera será el vencimiento
del plazo de prescripción que se aplique al caso.
En cuanto al fuero competente, en principio debe intervenir la
justicia local y no la federal (4).
El término que sí está consignado de modo manifiesto es el que
se otorga al proveedor para que responda el reclamo. Así, se le dan
30 días, computados a partir de la petición del usuario.
El proveedor, en ese lapso, deberá aportar elementos indubita-
bles que permitan acreditar que el consumo facturado fue efecti-
vamente realizado.
Muchas veces sucede que en ese tiempo el prestador no respon-
de o no lo hace de manera satisfactoria ni contundente. Ante tal
situación, el usuario puede requerir la intervención del organismo
de control correspondiente para que se ocupe del tema. Aquí sí se
prevé un plazo de caducidad para que tenga lugar la intervención
del ente de contralor correspondiente. El usuario puede hacer ese
planteo dentro de los 30 días, contados desde la respuesta del pres-
tador o desde la fecha de vencimiento del plazo que tenía original-
mente para contestar.
Una vez obtenida la respuesta del prestador (o eventualmente
sustanciada la instancia ante el ente regulador) pueden suceder
dos situaciones:

(4) Así, en un caso cordobés, se resolvió que debía intervenir la justicia local y no
la federal en un reclamo por facturación indebida contra empresas telefónicas, pues
el derecho que se pretendía hacer valer no estaba directa e inmediatamente fundado
en la Ley Federal de Telecomunicaciones, sino que se trataba de una cuestión neta-
mente comercial. CFed. Córdoba, sala A, 28/9/2010, “Jiménez Villada, Tomas E. c.
AMX de Argentina SA y otros”, La Ley Online, 70066872.

- 525 -
Art. 31, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

1. Que tenga razón el usuario.


2. Que quien esté en lo cierto sea el proveedor.
En el primer caso, y suponiendo que el usuario haya pagado de
más, el prestador debe reintegrarle (en dinero y no en “créditos”)
la diferencia más los mismos intereses que le hubiese cobrado si
es que el primero hubiese incurrido en mora (sería una derivación
del principio de reciprocidad en el trato). Esos intereses se calculan
desde la fecha de pago hasta la efectiva devolución. Además se le
debe otorgar una especie de “multa civil” (llamada “indemniza-
ción” por la LDC) al usuario consistente en un crédito equivalente
al 25% del importe cobrado o reclamado indebidamente.
El art. 31, LDC, aclara que la devolución o esa “multa civil” se
tiene que hacer efectiva en la factura inmediata siguiente.
Si el usuario no llegó a abonar de más (por ejemplo, por haber
pagado el valor promedio de facturas anteriores) el proveedor no
tendrá diferencia alguna que pagar pero sí tendrá que abonar, en
cambio, la “indemnización” del 25%.
Pero puede suceder que el reclamo sea infundado y el prestador
tenga razón. En estos supuestos, éste tendrá derecho a reclamar el
pago de la diferencia adeudada más los intereses moratorios, cal-
culados desde la fecha de vencimiento de la factura reclamada has-
ta la fecha de efectivo pago.
Cabe destacar que el art. 31, LDC, con fines protectorios, le pone
un “tope” a la tasa de interés a cobrar por parte de los proveedores.
Así, ella no puede exceder en más de un 50% la tasa pasiva para
depósitos a 30 días que cobra el Banco de la Nación Argentina. Si se
supera ese límite, el proveedor estaría actuando ilegalmente.
Cabe resaltar que en cualquier hipótesis que el consumidor
resulte perjudicado, dicho sujeto tendrá siempre disponible la po-
sibilidad de accionar judicialmente para exigir la reparación que
estime correspondiente.

- 526 -
CAPÍTULO VII
De la venta domiciliaria, por correspondencia
y otras

Venta domiciliaria
Art. 32. — (Art. 36, Ley F-1884, DJA)
Es la oferta o propuesta de venta de un bien o pres-
tación de un servicio efectuada al consumidor fuera
del establecimiento del proveedor. También se enten-
derá comprendida dentro de la venta domiciliaria o
directa aquella contratación que resulte de una con-
vocatoria al consumidor o usuario al establecimiento
del proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de di-
cha convocatoria sea total o parcialmente distinto al
de la contratación, o se trate de un premio u obsequio.
El contrato debe ser instrumentado por escrito y con
las precisiones establecidas en los artículos 10 y 34 de
la presente ley.
Lo dispuesto precedentemente no es aplicable a la
compraventa de bienes perecederos recibidos por el
consumidor y abonados al contado.
(Artículo sustituido por art. 13 de la ley 26.361 - BO
del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Arts. 1104, 1160, 1536, 1757 y 1758, CCyCN.


2. Art. 32, decreto reglamentario 1798/1994.
- 527 -
Art. 32, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

 Comentario

1. La contratación domiciliaria,
por correspondencia y “otras”

El legislador ha creído necesario dotar de ciertas normas es-


pecíficas a un grupo de contratos que evidencia distintas particu-
laridades, pero en los que está siempre presente la nota de hiper-
vulnerabilidad o debilidad especial en el consumidor o usuario no
existente en otros contratos de consumo más tradicionales (1).
Ello sucede tanto en las llamadas “ventas domiciliarias” como
en las celebradas “por correspondencia”. En las páginas que siguen
se diferenciarán y caracterizarán ambas.
Asimismo, según Farina (2), cuando el capítulo se refiere “a
otras” está queriendo decir que abarca las denominadas “ventas
agresivas”, es decir aquellas en las que “el vendedor procura doble-
gar a posibles compradores, sometiéndolos a una verdadera pre-
sión psicológica, cuando no recurriendo a ardides de diversa natu-
raleza que colocan a la persona desprevenida casi en la obligación
de comprar lo que no necesita” (3).
También el CCyCN se ocupa en detalle de los contratos cele-
brados fuera del establecimiento comercial y de los celebrados a
distancia. Lo hace en los arts. 1104 a 1116.
Al igual que sucede, por ejemplo, con la definición de consumi-
dor del art. 1°, LDC, o el deber de información del art. 4°, LDC, el Có-
digo regula estos contratos sin derogar lo dispuesto en los arts. 32
y ss., LDC. Más allá de que la inclusión de estos contenidos en un
Código implica, de alguna manera, “jerarquizarlos” (pues pasan a
formar parte de un cuerpo normativo que no está, en principio, so-

(1) Rubén Stiglitz expresa que las soluciones normativas tienden aquí a acentuar
la rigidez formal del contrato con la finalidad de bloquear los efectos que se deri-
van de las técnicas destinadas a estimular la actuación precipitada del consumidor.
Stiglitz, Rubén S., “Contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales
y contratos a distancia en el Proyecto de Código Civil y Comercial”, Revista de Derecho
Comercial, del Consumidor y de la Empresa (DCCyE), La Ley, nro. 5, octubre 2012,
p. 173.
(2) Farina, Juan M., cit., p. 359.
(3) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 80.

- 528 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 32, ley 24.240

metido a los vaivenes que suelen exhibir las leyes a lo largo de los
años), lo cierto es que la doble regulación puede traer problemas
generando dudas para la resolución de casos concretos. Se verán
esas diferencias al analizar los arts. 32 a 34, LDC.

2. La contratación domiciliaria o fuera


de los establecimientos comerciales

El art. 32, LDC, se ocupa de establecer algunas regulaciones es-


pecíficas para la llamada “venta domiciliaria” o “fuera de los esta-
blecimientos comerciales”.
Si se analiza con detenimiento, se observa que no son térmi-
nos equivalentes, ya que un contrato celebrado fuera del estable-
cimiento comercial no necesariamente debe concretarse en el do-
micilio del consumidor o usuario, sino que puede tener lugar en
otros lugares distintos. El uso de la expresión “domicilio del consu-
midor” obedece simplemente a cuestiones de simplificación.
Se ha señalado que el objeto legal es “proteger al consumidor
de contrataciones irreflexivas. En todos estos casos, el consumidor
no estaba pensando adquirir un producto o servicio, sino que se
lo vienen a ofrecer… El potencial cliente es ‘atacado’ o ‘abordado’
cuando estaba pensando en otra cosa y se busca una decisión irre-
flexiva y/o compulsiva” (4).
Por otra parte, cuando la LDC se refiere a “venta domiciliaria”,
en realidad se incluye en esa expresión a todo contrato que revista
esas características y no sólo a la venta (5).
El ámbito de aplicación del art. 32, LDC, es muy amplio y abarca
una gran variedad de supuestos fácticos.
Así, según la letra de dicho precepto, están incluidos no sólo los
bienes o servicios ofertados al consumidor fuera del establecimien-
to del proveedor, sino también aquellos que se buscan comerciali-
zar allí dentro, pero a causa de una convocatoria al consumidor o
usuario, ya sea a dicho establecimiento o a otro sitio, en la medi-
da en que el objetivo de esa convocatoria sea total o parcialmen-

(4) Carranza Torres, Luis R. - Rossi, Jorge O., cit., p. 80.


(5) En sentido similar: Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 240.

- 529 -
Art. 32, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

te distinto al de la contratación, o cuando se trate de un premio u


obsequio.
Complementando un poco lo dispuesto en la LDC, el art. 32 del
dec. 1798/1994 precisa el alcance de las “ventas domiciliarias”, ex-
presando que incluyen “los sistemas en que la oferta al consumidor
se efectúe en el domicilio particular del oferente o en el del consu-
midor, en su lugar de trabajo o en el domicilio de un tercero”.
Incluye también, por ejemplo, a la venta efectuada en hoteles (6).
Sin embargo, no alcanza a los contratos celebrados dentro del esta-
blecimiento del proveedor en los que se pacta la entrega de la cosa
en el domicilio del consumidor (7).
Otra cuestión interesante la plantea De Lorenzo (8) al referir el
caso de que sea el mismo consumidor quien le pida al proveedor
la presencia en su domicilio para una eventual contratación. El
autor citado considera que, si bien la cuestión puede generar du-
das, debería sostenerse que dicho supuesto queda abarcado por el
art. 32, en virtud de lo dispuesto por los arts. 3° y 37.c, 2° párrafo, de
la LDC. Esta postura es acertada pues, de sostenerse lo contrario,
al proveedor, para salir de la regulación específica de los contratos
domiciliarios en la LDC, le bastaría con incluir una cláusula en el
contrato escrito en la cual quede asentado que es el consumidor
quien “pidió” la presencia en su domicilio de aquél.
Asimismo, en la única modificación normativa que recibió di-
cho decreto (a través del art. 1° del dec. 561/1999 —publicado en
el BO en fecha 28/5/1999—), se estableció una aclaración más: es-
tán incluidas también las contrataciones que se deriven de “una
convocatoria al consumidor al establecimiento del proveedor o a
otro sitio, cuando el objeto de dicha convocatoria sea total o par-
cialmente distinto al de la contratación” (9). Se trata de una disposi-
ción idéntica a parte del contenido del actual art. 32, LDC. Aquí se
busca incluir a aquellos casos en los cuales, por ejemplo, el consu-

(6) Farina, Juan M., cit., p. 366.


(7) Wajntraub, Javier H., “Análisis exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe,
Jorge - Wajntraub, Javier H., cit., p. 184.
(8) De Lorenzo, Miguel F., “Comentario al art. 32, LDC”, en Picasso, Sebastián -
Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 371.
(9) Art. 32, dec. regl. 1798/1994.

- 530 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 32, ley 24.240

midor es invitado a un “evento” en el cual, de repente, se encuentra


con la desagradable sorpresa de que le están intentando vender un
producto. Es algo que se ha observado en materia de comercializa-
ción de tiempos compartidos y también en negocios de estructura
piramidal vistos al comentar el art. 8° bis, LDC.
Una limitación importante es que no todos los contratos que
evidencien estas características están regulados en los arts. 32 y
ss., LDC. Así, cuando se trate de contratos de compraventa sobre
bienes perecederos recibidos por el consumidor y abonados al con-
tado, las disposiciones especiales no regirán (el ejemplo típico son
los alimentos o muchos contratos que celebran en general los ven-
dedores ambulantes (10)). Se genera aquí una desinteligencia nor-
mativa, pues el CCyCN, al regular los contratos celebrados fuera de
los establecimientos comerciales, no hace referencia a esta exclu-
sión, por lo que pareciera que están incluidos, aun cuando sea una
solución heterodoxa.
El CCyCN define al contrato celebrado fuera del establecimien-
to comercial como aquel “que resulta de una oferta o propuesta so-
bre un bien o servicio concluido en el domicilio o lugar de trabajo
del consumidor, en la vía pública, o por medio de correspondencia,
los que resultan de una convocatoria al consumidor o usuario al
establecimiento del proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de
dicha convocatoria sea total o parcialmente distinto al de la con-
tratación, o se trate de un premio u obsequio” (11).
Comparando ambos textos legales, se observa que el art. 32,
LDC, define a estos contratos por exclusión agrupando allí a los
que no sean celebrados en el establecimiento del proveedor. En

(10) Se observa que, por cómo está redactada la norma, la venta ambulante es-
taría incluida en la regulación especial de los contratos domiciliarios cuando tenga
por objeto bienes no perecederos o cuando se otorgue financiación al consumidor.
Sobre el supuesto especial de la venta ambulante se ha dicho que presenta la dificul-
tad adicional al consumidor de poder localizar al vendedor para entablar un eventual
reclamo. Sostiene Farina que el art. 32, LDC, será ineficaz para prevenir perjuicios a
los sujetos tutelados, requiriéndose que sea el poder administrador el que acuda a su
protección desplegando las medidas adecuadas, controlando por ejemplo que quie-
nes ejercen la actividad estén debidamente autorizados (con lo cual se obtienen sus
datos de identificación). Farina, Juan M., cit., p. 365.
(11) Art. 1104, CCyCN.

- 531 -
Art. 32, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cambio, el art. 1104 del CCyCN establece que son tales los que tie-
nen lugar en:
1. El domicilio del consumidor.
2. El lugar de trabajo del consumidor.
3. En la vía pública.
4. El que tiene lugar a través de correspondencia.
La inclusión de los contratos celebrados por correspondencia
hace preguntarse si los contratos a distancia no son una subespe-
cie de los contratos domiciliarios en la lógica del Código. Por cómo
está estructurada la norma no pareciera desacertada la respuesta
afirmativa.
Por otra parte, el art. 32, LDC, tiene un alcance más amplio pues,
al definir por exclusión, permite que determinadas situaciones
puedan ser consideradas como contratos fuera del establecimiento
del proveedor. Sería el caso, v.gr., de los contratos realizados en el
domicilio de un tercero, circunstancia no prevista en el art. 1104
del CCyCN.
Otra diferencia existente entre ambos textos es que el art. 32 se
refiere a contratos derivados de ofertas “efectuadas” fuera del esta-
blecimiento del proveedor. En cambio, el art. 1104 del Código pone
el foco en el contrato “que resulta de una oferta o propuesta sobre
un bien o servicio concluido en el domicilio o lugar de trabajo del
consumidor, en la vía pública, o por medio de correspondencia…”
(el resaltado me pertenece).
Mientras que en el primer caso no quedan dudas de que se bus-
ca captar las ofertas realizadas fuera del establecimiento comer-
cial, ese objetivo no queda tan claro en el CCyCN pues, debido a su
redacción algo imprecisa, el intérprete podría considerar, que es el
contrato lo que debe haberse “concluido” fuera del establecimien-
to, no bastando sólo que la oferta se efectúe de esa manera.
En lo que sí coinciden los arts. 32, LDC, y 1104, CCyCN, es en
considerar dentro de la conceptualización a los resultantes de una
convocatoria al consumidor al establecimiento del proveedor o a
otro sitio, cuando el objetivo de esa convocatoria es total o parcial-
mente distinto al de la contratación, o cuando se trate de un pre-
mio u obsequio.
- 532 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 32, ley 24.240

Teniendo en cuenta que en los contratos domiciliarios el con-


sumidor muchas veces recibe la cosa en su vivienda (sin haberla
solicitado obviamente), es bueno preguntarse si se constituye o no
en su propietario desde ese momento. Y si la respuesta es la última,
cuál sería el fundamento legal por el cual tiene en su poder la cosa.
Para dar solución a esto, se ha dicho que a las ventas domiciliarias
de este artículo se les debía aplicar lo dispuesto en el CCiv. (ya de-
rogado) sobre venta a satisfacción del comprador (art. 1377) (12). Es
decir, que la operación se reputaba hecha bajo condición suspen-
siva, y el comprador era considerado como un comodatario, mien-
tras no declare expresa o tácitamente que acepta la cosa (13).
Esta postura evidencia un serio inconveniente: obliga al con-
sumidor a comportarse como un comodatario cuando nunca ha
querido transformarse ni remotamente en él. Consecuencia de
esto es que tomará a su cargo importantes obligaciones como la
conservación de la cosa en buen estado (14), lo cual puede ser real-

(12) De Lorenzo, Miguel F., “Contrato de consumo y derecho al arrepentimien-


to”, en Lorenzetti, Ricardo L. - Schötz, Gustavo J. (coords.), cit., p. 402.
(13) Esta norma debe considerarse reemplazada por el art. 1160, CCyCN, que dis-
pone lo siguiente: “Compraventas sujetas a condición suspensiva. La compraventa
está sujeta a la condición suspensiva de la aceptación de la cosa por el comprador si:
”a) el comprador se reserva la facultad de probar la cosa;
”b) la compraventa se conviene o es, de acuerdo con los usos, “a satisfacción del
comprador.
”El plazo para aceptar es de diez días, excepto que otro se haya pactado o emane
de los usos. La cosa se considera aceptada y el contrato se juzga concluido cuando
el comprador paga el precio sin reserva o deja transcurrir el plazo sin pronunciarse”.
(14) Art. 2266, CCiv. derogado: “El comodatario está obligado a poner toda dili-
gencia en la conservación de la cosa, y es responsable de todo deterioro que ella sufra
por su culpa”.
Según el art. 1536 del CCyCN, son obligaciones del comodatario:
“a) usar la cosa conforme al destino convenido. A falta de convención puede darle
el destino que tenía al tiempo del contrato, el que se da a cosas análogas en el lugar
donde la cosa se encuentra, o el que corresponde a su naturaleza;
”b) pagar los gastos ordinarios de la cosa y los realizados para servirse de ella;
”c) conservar la cosa con prudencia y diligencia;
”d) responder por la pérdida o deterioro de la cosa, incluso causados por caso for-
tuito, excepto que pruebe que habrían ocurrido igualmente si la cosa hubiera estado
en poder del comodante;. e) restituir la misma cosa con sus frutos y accesorios en el
tiempo y lugar convenidos, A falta de convención, debe hacerlo cuando se satisface
la finalidad para la cual se presta la cosa. Si la duración del contrato no está pactada
ni surge de su finalidad, el comodante puede reclamar la restitución en cualquier
momento.
”Si hay varios comodatarios, responden solidariamente”.

- 533 -
Art. 32, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

mente gravoso respecto de determinados bienes. Constituye una


carga excesiva para un consumidor tener que manifestarse positi-
vamente rechazando la cosa para evitar asumir deberes impensa-
dos. Además de ello, otro inconveniente es que, si se trata de una
cosa riesgosa, podría ser incluido en el concepto “guardián” (15) por
los daños que se produzcan y responder objetivamente frente al
damnificado (16).

3. Formalidades de los contratos domiciliarios


o celebrados fuera de los establecimientos
comerciales

El art. 32, LDC, en la búsqueda de otorgar mayor tutela al con-


sumidor, obliga a que los contratos domiciliarios o celebrados fue-
ra de los establecimientos comerciales se instrumenten por escrito.
Además de ello, deben exhibir un contenido mínimo que surge
del art. 10, LDC. También habrá que tener en cuenta lo preceptua-
do por el art. 34, LDC, en lo relativo a informar siempre el derecho
de revocación con el que cuenta el consumidor o usuario.

(15) Art. 1758, CCyCN: “Sujetos responsables. El dueño y el guardián son respon-
sables concurrentes del daño causado por las cosas. Se considera guardián a quien
ejerce, por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control de la cosa, o a quien obtie-
ne un provecho de ella. El dueño y el guardián no responden si prueban que la cosa
fue usada en contra de su voluntad expresa o presunta.
”En caso de actividad riesgosa o peligrosa responde quien la realiza, se sirve u ob-
tiene provecho de ella, por sí o por terceros, excepto lo dispuesto por la legislación
especial”.
(16) Art. 1757, CCyCN: “Hecho de las cosas y actividades riesgosas. Toda persona
responde por el daño causado por el riesgo o vicio de las cosas, o de las actividades
que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza, por los medios empleados o por las
circunstancias de su realización.
”La responsabilidad es objetiva. No son eximentes la autorización administrativa
para el uso de la cosa o la realización de la actividad, ni el cumplimiento de las técni-
cas de prevención”.
Esta norma viene a reemplazar al art. 1113 del CCiv. ya no vigente: “La obligación
del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren los que están bajo
su dependencia, o por las cosas de que se sirve, o que tiene a su cuidado.
”En los supuestos de daños causados con las cosas, el dueño o guardián, para exi-
mirse de responsabilidad, deberá demostrar que de su parte no hubo culpa; pero si
el daño hubiere sido causado por el riesgo o vicio de la cosa, sólo se eximirá total o
parcialmente de responsabilidad acreditando la culpa de la víctima o de un tercero
por quien no debe responder.
”Si la cosa hubiese sido usada contra la voluntad expresa o presunta del dueño o
guardián, no será responsable”.

- 534 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 32, ley 24.240

El CCyCN no dispone que estos contratos deban perfeccionarse


por escrito. Tampoco establece requisitos mínimos. Se ve entonces
que su regulación al respecto es más laxa que la que surge de la
LDC.

- 535 -
Venta por correspondencia y otras
Art. 33. — (Art. 37, Ley F-1884, DJA)
Es aquella en que la propuesta se efectúa por medio
postal, telecomunicaciones, electrónico o similar y su
respuesta se realiza por iguales medios.
No se permitirá la publicación del número postal
como domicilio.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Arts. 1105, 1107, 1109 y 1151, CCyCN.


2. Arts. 32 y 33, decreto reglamentario 1798/1994.
3. Punto 2.3.1.3, normativa sobre “Protección de los Usuarios
de Servicios Financieros” del Banco Central de la República
Argentina (texto ordenado al 14/6/2016).
4. Arts. 2° a 5°, resolución 21/2004 (Grupo Mercado Común,
Mercosur).
5. Puntos V.63 a 65, Directrices de Naciones Unidas sobre Pro-
tección del Consumidor del 22/12/2015.
6. Art. 12.a, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los Dere-
chos de los Consumidores).
7. Arts. 3.3 y 20, directiva 2011/83/UE sobre los Derechos de los
consumidores, por la que se modifican la directiva 93/13/
CEE del Consejo y la directiva 1999/44/CE del Parlamento
Europeo y del Consejo y se derogan la directiva 85/577/CEE
del Consejo y la directiva 97/7/CE del Parlamento Europeo y
del Consejo.
8. Art. 6.2.a, directiva 2002/65/CE sobre Comercialización a
distancia de servicios financieros destinados a los consumi-
dores.
- 537 -
Art. 33, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

9. § 312.b, Bürgerliches Gesetzbuch (BGB —Código Civil de Ale-


mania—).
10. Art. 93, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España que
aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementa-
rias (última revisión vigente: 3 de julio de 2015).
11. Art. L121-17, Code de la Consommation de Francia (ley 93.949
de 1993).

 Comentario

1. La llamada “venta por correspondencia”

El art. 33, LDC, bajo la denominación “venta por corresponden-


cia” busca abarcar, a rigor de verdad, no sólo a ese particular con-
trato y a ese modo específico de celebrarlo sino a todo tipo de con-
trato de consumo que sea celebrado a distancia o sin la presencia
física de ambas partes.
La correspondencia en papel como medio para contratar hoy
constituye un medio residual y resulta casi anacrónica su mención.
Sobre todo, cuando se toma nota que la práctica negocial muestra
que los contratos a distancia se celebran casi en su totalidad a tra-
vés de medios electrónicos.
La importancia de prever normas especiales para los contratos
electrónicos de consumo radica en que un alto porcentaje de los
vínculos de los proveedores con los consumidores se originan a tra-
vés de esta manera, estando ante una tendencia, incluso, creciente.
También hay que señalar que la enumeración de medios de
contratación a distancia que surge del art. 33, LDC, no es taxativa,
sino que indica distintas vías por las cuales se puede contratar de
aquel modo. Dentro de los contratos electrónicos se incluyen los
celebrados a través de Internet.
Por otra parte, si se analiza estrictamente la letra de la LDC,
para que un supuesto quede incluido en dicho precepto es necesa-
rio que no sólo la oferta se verifique por esos medios, sino que tam-
bién la aceptación debe ser “a distancia”. Por esta razón, no será un
- 538 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 33, ley 24.240

contrato a distancia aquel en el cual haya, por ejemplo, una oferta


electrónica pero la aceptación sea “entre presentes”. Los medios
a distancia se pueden “combinar” y el contrato continuará regido
por el art. 33, LDC. Así, la oferta puede ser por correspondencia y la
aceptación remitirse por vía telefónica.
Por otra parte, se ha dicho que no hace falta de que se trate de
ofertas strictu sensu, bastando que sean propuestas o invitaciones
a contratar (1).
El CCyCN se ocupa también de definir los contratos celebrados
a distancia. Al respecto expresa que son contratos celebrados a dis-
tancia “aquellos concluidos entre un proveedor y un consumidor
con el uso exclusivo de medios de comunicación a distancia, en-
tendiéndose por tales los que pueden ser utilizados sin la presencia
física simultánea de las partes contratantes. En especial, se con-
sideran los medios postales, electrónicos, telecomunicaciones, así
como servicios de radio, televisión o prensa” (2).
Del precepto en cuestión se desprende que la nota de uso ex-
clusivo de medios de comunicación a distancia es esencial para su
tipificación. A contrario sensu, si no existe tal exclusividad, el con-
trato no estará regulado por el art. 1105, CCyCN.
El referido precepto caracteriza la “distancia” como la falta de
presencia física simultánea de los contratantes. En la práctica esto
se flexibiliza un poco, ya que muchas veces los contratos se cele-
bran de manera electrónica por estricta decisión del proveedor. Es
lo que sucede cuando un consumidor acude a una entidad finan-
ciera y le informan que las operaciones menores a un determinado
importe se deben realizar por las “terminales de autoservicio”. En
estos supuestos hay presencia física simultánea de ambos contra-
tantes en el local de dichas entidades pero, sin embargo, la contra-
tación se realiza “a distancia” (3).

(1) Farina, Juan M., cit., p. 367. En igual sentido, Wajntraub, Javier H., “Análisis
exegético de la ley”, cit., en Mosset Iturraspe, Jorge - Wajntraub, Javier H., cit.,
p. 186.
(2) Art. 1105, CCyCN.
(3) En contra: Stiglitz, Rubén S., “Contratos celebrados fuera de los estableci-
mientos comerciales y contratos a distancia en el Proyecto de Código Civil y Comer-
cial”, Revista de Derecho Comercial, del Consumidor y de la Empresa (DCCyE), cit., La
Ley, nro. 5, octubre 2012, p. 173.

- 539 -
Art. 33, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Comparando al art. 32, LDC, con el art. 1105 del CCyCN, se ob-
serva que este último ejemplifica con algunos medios de celebra-
ción de los contratos a distancia no explicitados en el primero. Así,
v.gr., los servicios de radio, televisión o prensa.
Es interesante preguntarse si todos los contratos de consumo
celebrados a distancia están incluidos en la regulación específica
de la LDC o si existen determinados subtipos excluidos.
Esto porque, al analizarse el derecho extranjero, se visualiza
que existen algunos que no son abarcados por la regulación gene-
ral de los contratos de consumo a distancia. Así, la UE, v.gr., ha re-
visado hace pocos años la regulación de los contratos a distancia y
la de los celebrados fuera de los establecimientos comerciales. La
directiva 2011/83/UE del 25/10/2011 aplicable a estos supuestos es-
tablece una serie de excepciones, como los servicios sociales, los
juegos de azar, los servicios financieros (4) y los contratos sobre in-
muebles, entre otros (5).
En España existe una larga serie de contratos excluidos no sólo
de la regulación de los contratos a distancia sino también de los
celebrados fuera del establecimiento mercantil (6).

(4) Ver la directiva 2002/65/CE, del 23/11/2002, sobre comercialización a distan-


cia de servicios financieros destinados a los consumidores. Incluye los servicios fi-
nancieros al por menor (servicios bancarios, seguros, servicios de pago y de inver-
sión, fondos de pensiones, entre otros). En esta directiva el derecho de rescisión está
previsto de un modo puntual solamente para algunos contratos (por ejemplo está
excluido para “servicios financieros cuyo precio dependa de fluctuaciones de los
mercados financieros que el proveedor no pueda controlar, que pudieran producir-
se durante el plazo en el transcurso del cual pueda ejercerse el derecho de rescisión”
(art. 6°.2.a, directiva 2002/65/CE).
(5) Art. 3.3, directiva 2011/83/UE.
(6) Art. 93, Real Decreto Legislativo 1/2007 de España: “Excepciones. La regula-
ción establecida en este título no será de aplicación:
”a) A los contratos de servicios sociales, incluidos la vivienda social, el cuidado de
los niños y el apoyo a familias y personas necesitadas, temporal o permanentemente,
incluida la atención a largo plazo.
”b) A los contratos de servicios relacionados con la salud, prestados por un profe-
sional sanitario a pacientes para evaluar, mantener o restablecer su estado de salud,
incluidos la receta, dispensación y provisión de medicamentos y productos sanita-
rios, con independencia de que estos servicios se presten en instalaciones sanitarias.
”c) A los contratos de actividades de juego por dinero que impliquen apuestas de
valor monetario en juegos de azar, incluidas las loterías, los juegos de casino y las
apuestas.
”d) A los contratos de servicios financieros.

- 540 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 33, ley 24.240

En la Argentina la pregunta es pertinente en materia de con-


tratos de servicios financieros ya que se celebran cada vez con ma-
yor frecuencia por modalidades a distancia (especialmente por vía
electrónica) (7).
Los mismos no sólo están incluidos en la LDC y el CCyCN, sino
que son objeto incluso de una regulación específica por parte del
BCRA (8).

”e) A los contratos de creación, adquisición o transferencia de bienes inmuebles o


de derechos sobre los mismos.
”f ) A los contratos para la construcción de edificios nuevos, la transformación sus-
tancial de edificios existentes y el alquiler de alojamientos para su uso como vivienda.
”g) A los contratos relativos a los viajes combinados, las vacaciones combinadas y
los circuitos combinados regulados en esta ley.
”h) A los contratos relativos a la protección de los consumidores y usuarios con
respecto a determinados aspectos de los contratos de aprovechamiento por turno de
bienes de uso turístico, de adquisición de productos vacacionales de larga duración,
de reventa y de intercambio regulados en la Ley 4/2012, de 6 de julio, de contratos de
aprovechamiento por turno de bienes de uso turístico, de adquisición de productos
vacacionales de larga duración, de reventa y de intercambio y normas tributarias.
”i) A los contratos que, con arreglo a la legislación vigente, deban celebrarse ante
un fedatario público, obligado por ley a ser independiente e imparcial y a garantizar,
mediante el suministro de una información jurídica comprensible, que el consumi-
dor y usuario celebra el contrato únicamente previa reflexión suficiente y con pleno
conocimiento de su alcance jurídico.
”j) A los contratos para el suministro de productos alimenticios, bebidas u otros
bienes de consumo corriente en el hogar, suministrados físicamente por un empre-
sario mediante entregas frecuentes y regulares en el hogar o lugar de residencia o de
trabajo del consumidor y usuario.
”k) A los contratos de servicios de transporte de pasajeros, sin perjuicio de la apli-
cación del art. 98.2.
”l) A los contratos celebrados mediante distribuidores automáticos o instalaciones
comerciales automatizadas.
”m) A los contratos celebrados con operadores de telecomunicaciones a través de
teléfonos públicos para la utilización de esos teléfonos, o celebrados para el estable-
cimiento de una única conexión de teléfono, Internet o fax por parte de un consumi-
dor y usuario”.
(7) El BGB alemán incluye expresamente a los servicios financieros dentro de los
contratos que se pueden celebrar a distancia (§ 312.b, BGB). En cambio, el Code de la
Consommation francés los excluye de modo expreso también (art. L121-17, Code de
la Consommation).
(8) Se ha planteado que el CCyCN debería haber establecido soluciones propias
para los contratos bancarios de consumo a distancia ya que las disposiciones exis-
tentes en los arts. 1104 a 1116 parecieran insuficientes para resolver problemáticas
propias de los primeros. Parducci, Diego M., “Contratos bancarios con consumido-
res y usuarios”, Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación. Contratos en
particular, 2015 (abril), p. 241, cit.

- 541 -
Art. 33, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En efecto, la citada normativa dispone, con respecto a los contra-


tos de productos y servicios financieros a distancia que, cualquiera
que sea la modalidad que se utilice (telefónica, por corresponden-
cia, por medios electrónicos, promoción a través de terceros, etc.),
se le debe proporcionar al usuario un ejemplar del contrato con la
firma autorizada del sujeto obligado, dentro del plazo de diez días
hábiles de realizada la contratación o desde la disponibilidad efec-
tiva del producto o servicio, lo que suceda último (9).

2. La mención obligatoria del domicilio


del proveedor

A los fines de una mejor identificación del proveedor con el cual


el consumidor está contratando, el art. 33, LDC, no permite que en
estos contratos el domicilio del primero se identifique meramente
con un código postal. Se trata de una disposición lógica pues, de
lo contrario, ante cualquier incumplimiento, sería dificultoso, por
ejemplo, poder notificar a ese sujeto de una demanda o denuncia
que se le inicie.
Otro tanto sucedería con los casos en los cuales el único “con-
tacto” es una dirección de e-mail o un sitio web con formularios de
contacto en su contenido.

3. Los contratos celebrados a través de Internet

Algunos párrafos más arriba se decía que la regulación de las


“ventas por correspondencia” incluía también a los contratos cele-
brados a través de Internet.
Esto no podría ser de otra manera, ya que se trata del subtipo de
contratos electrónicos sobre el cual mayor volumen de operaciones
se observa en la práctica.
Al respecto, decía Schötz (10) que no se justifica una protección
menor para los consumidores de estos últimos ni un estatuto dife-
rente, más allá de que existan normas insuficientes en la LDC para

(9) Punto 2.3.1.3, normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).
(10) Schötz, Gustavo J., “El consumidor en internet”, en Lorenzetti, Ricar-
do L. - Schötz, Gustavo J. (coords.), cit., p. 485.

- 542 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 33, ley 24.240

regular determinadas cuestiones como, v.gr., el modo y lugar de


cumplimiento de esta clase de contratos.
Algunas legislaciones de nuestro continente prevén solucio-
nes especiales para tener por celebrados estos contratos. Así, la ley
chilena establece que en ellos el consentimiento no se entenderá
perfeccionado cuando no exista la posibilidad de que el consu-
midor pueda almacenar o imprimir las condiciones generales de
contratación (11).
En 2015 las Directrices de Naciones Unidas sobre Protección
de los Consumidores se han ocupado del tema con cierto grado de
detalle (puntos V.63 a 65). Así, por ejemplo, se señala que en estas
modalidades se debe garantizar al consumidor un grado de protec-
ción que no puede ser menor al otorgado en otras formas de comer-
cio. Asimismo, se debe lograr que las empresas y los consumido-
res sean conscientes de sus derechos y obligaciones en el mercado
digital.

4. Aplicación de sanciones por incumplimiento


del contrato

En disposiciones sobreabundantes, los arts. 32.b y 33 del


dec. 1798/1994 aclaran que cuando se incumplen plazos o condi-
ciones de entrega, el proveedor será pasible de las sanciones del
art. 47, LDC, de las que se podrá eximir si media acuerdo concilia-
torio entre las partes.
Esto rige tanto para los contratos a distancia como para los ce-
lebrados fuera del establecimiento del proveedor.

5. El deber de información en los contratos


de consumo a distancia

Tomando en cuenta las particularidades de los contratos de


consumo a distancia, el CCyCN establece que el proveedor debe
informar al consumidor distintas cuestiones. Ellas son (12):
1. El contenido mínimo del contrato.

(11) Art. 12.a, ley 19.496 de Chile.


(12) Art. 1107, CCyCN.

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Art. 33, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

2. La facultad de revocar el contrato. Se analizará al comentar


el art. 34, LDC.
3. Todos los datos necesarios para utilizar de modo correcto el
medio electrónico elegido. Esto a fin de que el consumidor com-
prenda los riesgos de su utilización y quién los asume.

6. La regulación de las relaciones de consumo


celebradas por Internet en el ámbito del Mercosur

Sin perjuicio de lo que surge de la LDC, la normativa del Merco-


sur establece una regulación especial para las relaciones de consu-
mo realizadas a través de Internet. Así, prevé un contenido mínimo
para dar por cumplido el deber de información. En tal sentido, no
podrá faltar la siguiente (13):
1. Las características del producto o servicio que se ofrece con-
forme a su naturaleza.
2. La disponibilidad del producto o servicio ofrecido, las condi-
ciones de contratación y, en su caso, las restricciones y limitaciones
aplicables.
3. El modo, plazo, condiciones y responsabilidad por la entrega.
4. El procedimiento para cancelar la contratación.
5. El acceso completo a los términos del contrato antes de con-
firmar la transacción.
6. El procedimiento para la devolución, intercambio y la infor-
mación sobre la política de reembolso, indicándose plazo y cual-
quier otro requisito o costo que se derive del mencionado proceso.
7. El precio, la moneda, las modalidades de pago, el valor final,
el costo del flete y cualquier otro monto relacionado con la contra-
tación, dejando expresa constancia que los posibles tributos de im-
portación que resulten aplicables, no se encuentran incluidos en él.
8. Las advertencias sobre los posibles riesgos del producto o ser-
vicio que se ofrezca.

(13) Art. 2°, resolución 21/2004, Grupo Mercado Común, Mercosur, sobre relacio-
nes de consumo realizadas a través de Internet.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 33, ley 24.240

9. El procedimiento para modificar el contrato, cuando ello fue-


re posible.
Toda la información referida debe constar en español y portu-
gués cuando el proveedor realice transacciones con consumidores
de alguno de los Estados parte cuyo idioma sea distinto al del país
de radicación del proveedor (14).
Además de la información en cuestión, el proveedor está obli-
gado a proporcionar al consumidor en su sitio en Internet, en
forma clara, precisa, y de fácil acceso, por lo menos, la siguiente
información (15):
1. La denominación completa del proveedor.
2. El domicilio y la dirección electrónica del proveedor.
3. Un número telefónico de servicio de atención al cliente y, en
su caso, número de fax o correo electrónico.
4. Los datos de identificación del proveedor en los registros fis-
cales o comerciales correspondientes.
5. La identificación de los registros de aquellos productos suje-
tos a sistemas de autorización previa.
6. El plazo, extensión, características y condiciones a la que es-
tará sujeta la garantía legal o contractual del producto.
7. La copia electrónica del contrato.
8. El nivel de seguridad utilizado para la protección permanen-
te de los datos personales.
9. La política de privacidad aplicable a los datos personales.
10. Los métodos aplicables para resolver controversias, si es que
estuvieran previstos.
11. Los idiomas ofrecidos para la celebración del contrato.
Además del contenido mínimo del deber de información recién
detallado se consagra también el derecho del consumidor a “corre-

(14) Art. 2°, resolución 21/2004, Grupo Mercado Común, Mercosur.


(15) Art. 3°, resolución 21/2004, Grupo Mercado Común, Mercosur.

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Art. 33, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

gir errores de introducción de datos antes de efectuar la transac-


ción y un mecanismo de confirmación expresa de la decisión de
efectuar la transacción, a efectos de que el silencio del consumidor
no sea considerado como consentimiento” (16).
Por último, el proveedor está obligado a indicarle al consumi-
dor en el sitio de Internet un modo de consulta electrónico de la le-
gislación de defensa al consumidor que le es aplicable a aquél, una
dirección electrónica del organismo nacional de aplicación de ella,
y la eventual referencia a códigos de conducta a los que estuviera
adherido (17).

7. ¿Quién debe soportar el riesgo de pérdida


o deterioro de la cosa?

La LDC no establece reglas específicas sobre quién debe hacer-


se cargo del riesgo de pérdida o deterioro de las cosas que el pro-
veedor envía al consumidor como consecuencia de un contrato
a distancia, aunque se podría acudir al art. 1151 del CCyCN, que
establece que el riesgo está a cargo del vendedor (proveedor, sería
el caso aquí) hasta que pone la cosa a disposición del comprador
(consumidor) o, en su caso, del transportista u otro tercero, “pesa-
da o medida y en las demás condiciones pactadas o que resulten de
los usos aplicables o de las particularidades de la venta”.
Este tema sí ha sido previsto de modo especial en la normativa
comunitaria europea, en donde la solución general es que, cuando
los bienes deben ser enviados al domicilio del consumidor (o lu-
gar que este último indique), el riesgo se transmite al consumidor
cuando él (o un tercero por él indicado distinto al transportista),
adquiere la posesión material de los bienes. En cambio, el riesgo se
transmite al consumidor desde la entrega misma al transportista,
cuando este sujeto es elegido por aquél y no estuviera entre los pro-
puestos por el comerciante (18).

(16) Art. 4°, resolución 21/2004, Grupo Mercado Común, Mercosur.


(17) Art. 5°, resolución 21/2004, Grupo Mercado Común, Mercosur.
(18) Art. 20, directiva 2011/83/UE.

- 546 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 33, ley 24.240

8. Forma de los contratos a distancia

La LDC no menciona que los contratos a distancia deban tener


un instrumento escrito de soporte. Ésta es una aparente diferen-
cia con los contratos domiciliarios, respecto de los cuales el art. 32,
LDC, sí lo establece.
Sin embargo, se verá al comentar el art. 34, LDC, que el derecho
de revocación (esencial en ambas especies de contratos referidos)
se debe informar por escrito. Con base en esto, los contratos a dis-
tancia, independientemente del modo a través del cual se perfec-
cionen, deben tener respaldo en un documento escrito.

9. Lugar de cumplimiento de los contratos


a distancia

El CCyCN se ocupa de este tema preceptuando que el lugar de


cumplimiento será aquel “en el que el consumidor recibió o debió
recibir la prestación”. Agrega que ese lugar fijará la jurisdicción
aplicable a los conflictos que se deriven del contrato (19). Esto vale
también para los contratos celebrados fuera del establecimiento
comercial del proveedor.
La norma entiende que el lugar donde recibió (o debió recibir) la
prestación es de fácil acceso para él, lo que le garantiza una mejor
defensa de sus derechos.
Por supuesto que, cuando se esté ante contratos internacionales
de consumo, regirán las normas vistas al comentar el art. 3°, LDC.

(19) Art. 1109, CCyCN.

- 547 -
Revocación de aceptación
Art. 34. — (Art. 38, Ley F-1884, DJA)
En los casos previstos en los artículos 32 y 33 de la
presente ley, el consumidor tiene derecho a revocar
la aceptación durante el plazo de DIEZ (10) días co-
rridos contados a partir de la fecha en que se entregue
el bien o se celebre el contrato, lo último que ocurra,
sin responsabilidad alguna. Esta facultad no puede
ser dispensada ni renunciada.
El vendedor debe informar por escrito al consu-
midor de esta facultad de revocación en todo docu-
mento que con motivo de venta le sea presentado al
consumidor.
Tal información debe ser incluida en forma clara y
notoria.
El consumidor debe poner el bien a disposición del
vendedor y los gastos de devolución son por cuenta
de este último.
(Artículo sustituido por art. 14 de la ley 26.361 - BO
del 7/4/2008)

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Arts. 1110 a 1116, CCyCN.


2. Art. 34, decreto reglamentario 1798/1994.
3. Art. 4°, resolución 906/1998 (Secretaría de Industria, Comer-
cio y Minería de la Nación).
4. Punto 2.3.1.1, normativa sobre “Protección de los Usuarios
de Servicios Financieros” del Banco Central de la República
Argentina (texto ordenado al 14/6/2016).
- 549 -
Art. 34, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

5. Art. 3.b bis, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los De-
rechos de los Consumidores).
6. Art. 16, ley 17.250 de Uruguay (Ley de Relaciones de Consu-
mo. Defensa del Consumidor).
7. Arts. 9.1 y 10.1, directiva 2011/83/UE sobre los Derechos de
los consumidores, por la que se modifican la directiva 93/13/
CEE del Consejo y la directiva 1999/44/CE del Parlamento
Europeo y del Consejo, y se derogan la directiva 85/577/CEE
del Consejo y la directiva 97/7/CE del Parlamento Europeo y
del Consejo.

 Comentario

1. La revocación de la aceptación o derecho


de “arrepentimiento”

Para quienes son ajenos a la materia objeto de este libro, la facul-


tad de arrepentimiento otorgada al consumidor no deja de ser lla-
mativa pues, a primera vista, pareciera una gran excepción al pacta
sunt servanda (1) a poco que se note que, desde lo formal, el consumi-
dor puede dejar sin efecto un contrato aun cuando no pueda alegar
o probar incumplimiento alguno por parte del sujeto que le vendió
un producto o servicio. Siendo más gráficos, se puede decir que la
persona que compró un equipo electrónico de última generación y
que está “maravillado” con sus prestaciones y con su calidad puede,
no obstante ello, “romper el contrato” si se da cuenta, por ejemplo,
que simplemente se “extralimitó” en sus gastos en el mes de la com-
pra. Ello podrá realizarse en la medida en que su situación cumpla
los requisitos legales analizados en los comentarios a los arts. 32 a
34 LDC y normas concordantes del CCyCN. Es claro que el objetivo

(1) Debe destacarse que las dudas para prestar el consentimiento contractual son
permanentes, siendo un dato fáctico que no se puede desconocer. Con sutileza seña-
la Leiva Fernández que “la volición excede a una disyunción binaria. Entre el ‘sí’ y el
‘no’ hay múltiples grados y matices”. Agrega que “es claro que hay múltiples matices
entre el ‘si si’ y el ‘no no’; ‘sí’ decididos, ‘sí’ dubitativos, ‘sí’ por compromiso, ‘sí’ para
quedar bien, ‘sí’ para no quedar mal, ‘sí’ para demostrar poder económico, etc.”. Leiva
Fernández, Luis F. P., “El contrato de consumo celebrado a distancia y la facultad de
revocar”, LA LEY, 7/3/2016, p. 1.

- 550 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 34, ley 24.240

de estas disposiciones no es promover la rescisión permanente de


contratos por cualquier causa y todo el tiempo, pues se generaría
un caos y la buena fe se vería afectada. A decir de verdad, la finali-
dad fundamental de estas disposiciones es simplificar “la salida del
contrato” (evitando acreditar incumplimientos del proveedor, ver-
bigracia) para casos en los cuales, o bien se dio el consentimiento de
manera irreflexiva presionado o sorprendido por el contexto nego-
cial (operaciones fuera de los establecimientos comerciales), o bien
se adquirió un bien o servicio sin poder constatar en persona sus
prestaciones o características (operaciones a distancia).
Efectuada esa aclaración, cabe decir que cierta doctrina señala
la existencia de una incorrecta tendencia a uniformar el tratamien-
to de los contratos a domicilio y los celebrados a distancia. Ello así,
porque el “factor sorpresa” que tanto incide en los primeros tiene
un efecto muy relativo en los segundos, pues en estos últimos “el
consumidor no es sorprendido por la tratativa sino que por el con-
trario es él quien toma la iniciativa negocial” (2).
Hace tiempo Calais-Auloy (3) explicaba que, en las ventas a do-
micilio, la medida protectoria más importante quizás sea la op-
ción de renuncia. En cambio, en la venta a distancia la opción de
devolución.
Más allá de las diferencias, en ambos casos es necesario prever
una facultad de “arrepentimiento” a favor del consumidor.
De esto se ocupa precisamente el art. 34, LDC, y también el
CCyCN (4). En ambas regulaciones el acto de arrepentimiento es so-
metido a ciertas limitaciones que serán expuestas más abajo, evi-
denciándose diferencias al respecto entre ambos regímenes. Esto
último es grave pues genera inseguridad jurídica. Lo ideal hubiera
sido una solución unificada para ahuyentar toda duda. No obstan-
te, ante esa superposición normativa, se impone la aplicación de
la norma que sea más favorable al consumidor, que en algunos as-
pectos será la de la LDC y en otros la del Código como más abajo se
visualizará.

(2) De Lorenzo, Miguel F., “Contrato de consumo y derecho al arrepentimiento”,


cit., en Lorenzetti, Ricardo L. - Schötz, Gustavo J. (coords.), cit., p. 397.
(3) “Calais-Auloy, Jean, “La venta a domicilio y la venta por correo en el dere-
cho francés”, en Stiglitz, Gabriel A. (dir.), Defensa de los consumidores…, cit., p. 169.
(4) Art. 1110, CCyCN.

- 551 -
Art. 34, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

2. Plazo e información de la existencia del derecho


de revocación

Tanto la LDC como el CCyCN establecen un plazo de igual ex-


tensión: diez días, con la diferencia de que el Código aclara expre-
samente que si vence en día inhábil, se prorrogará hasta el primer
día hábil siguiente (5).
Sin perjuicio de lo dicho, el CCyCN contiene una previsión fun-
damental, expresando que si el proveedor no le informa al consu-
midor sobre la existencia de su derecho de revocación, éste no se
extingue. Para que se considere debidamente informado dicho de-
recho, el proveedor debe incluir ello en caracteres destacados en
todo documento que presente al consumidor, tanto en la etapa de
negociaciones como en el documento que instrumenta el contrato
concluido, debiendo ubicarse como “disposición inmediatamente
anterior a la firma del consumidor o usuario” (6).
Si bien las consecuencias de la omisión de la información
de la existencia de la facultad no están previstas en el texto de la
LDC, es obvio que no puede perderse el derecho por la falta de esa
mención (7).
El deber de información sobre el ejercicio de la facultad está re-
gulado de manera más efectiva en el Código, cumpliendo de mejor
manera con la finalidad de que el consumidor tome efectivo cono-
cimiento de la facultad revocatoria que se establece a su favor. En
tal sentido, es superior la previsión del art. 1111 del Código que la
mención meramente genérica (de modo claro y notorio) de la exis-

(5) Art. 1110, CCyCN.


Hay quienes elogian esta solución expresando que, en la práctica, muchas veces
pueden existir dificultades para ejercer el derecho en días inhábiles. Ello sucedería
cuando el proveedor no tiene abierto el establecimiento ese día, no funcionan los ca-
nales de atención telefónica o los servicios de correos se encuentran cerrados. Baro-
celli, Sergio S., “Relaciones de consumo fuera de los establecimientos comerciales
y a distancia”, en Rojo, Martina L. (coord.), Temas actuales de protección al consumi-
dor, Universidad del Salvador, Buenos Aires, 2015, p. 22.
(6) Art. 1111, CCyCN.
(7) Lógicamente, la falta de información de la existencia de dicha facultad cons-
tituye una infracción formal al régimen consumeril. CNCont. Adm. Fed, sala IV,
22/12/2015, “Lan Airlines SA c. DNCI s/defensa del consumidor - ley 24.240”, La Ley
Online, AR/JUR/67027/2015.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 34, ley 24.240

tencia de la facultad en todo documento que le sea presentado al


consumidor.
Sobre el tema, es importante citar también al art. 4° de la resolu-
ción 906/1998 de la por entonces Secretaría de Industria, Comercio
y Minería que establecía, que en aquellos contratos y documentos
en donde se debía informar sobre el derecho de arrepentimiento
y sus condiciones de ejercicio a los consumidores en los términos
del art. 34, LDC, era obligatorio consignar la siguiente leyenda en
negrita y con caracteres tipográficos equivalentes, como mínimo,
al doble del tamaño de los utilizados en el texto general del docu-
mento. “El consumidor tiene derecho a revocar la presente opera-
ción comercial (por adquisición de cosas y/o prestación de servi-
cios) durante el plazo de cinco (5) días corridos, contados a partir
de la fecha en que se entregue la cosa o se celebre el contrato, lo
último que ocurra, sin responsabilidad alguna. Esta facultad no
puede ser dispensada ni renunciada. El consumidor comunicará
fehacientemente dicha revocación al proveedor y pondrá la cosa a
su disposición. Los gastos de devolución son por cuenta del provee-
dor. Para ejercer el derecho de revocación el consumidor deberá
poner la cosa a disposición del vendedor sin haberla usado y man-
teniéndola en el mismo estado en que la recibió, debiendo restituir
el proveedor al consumidor los importes recibidos”.
Si bien el texto del art. 34, LDC, fue sustituido por la ley 26.361,
esa leyenda sigue siendo obligatoria con las adaptaciones corres-
pondientes al texto legal vigente. Así, en vez de cinco días, la refe-
rencia debe ser a diez.
Por supuesto que si los contratos presentan un contenido más
favorable al consumidor sobre el derecho de revocación, y así se le
informa a éste, no se podría alegar que el proveedor incumplió con
la resolución en cuestión o con otras normas similares. Así ocurrió
en un caso en el cual se dejó sin efecto la multa impuesta a una en-
tidad financiera, pues se interpretó que el contrato informaba so-
bre un derecho de arrepentimiento de alcance más amplio al legal
(consistía en poder pedir el cierre de una cuenta corriente durante
todo el tiempo de duración del contrato) (8).

(8) CNCont. Adm. Fed., sala III, 26/3/2010, “HSBC Bank Argentina SA c. DN-
CI-DISP 356/08”, La Ley Online, AR/JUR/10984/2010.

- 553 -
Art. 34, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Más allá de aclararse que la facultad de arrepentimiento se en-


cuentra vigente o no se extingue, en la práctica sucede que quien
no conoce su existencia seguramente no la ejercerá. Obviamente
el consumidor no podrá arrepentirse una vez transcurrido el plazo
de prescripción (9), aunque hay quienes sostienen que carece de ló-
gica permitir el planteo fijando sólo como límite final ese término
pues genera incertidumbre (10).
Establecer como sanción que el plazo para arrepentirse ven-
cería recién cuando opere la prescripción pareciera no respetar
el principio de proporcionalidad en el castigo. Así, por el incum-
plimiento del proveedor se podría pasar, por ejemplo, de un plazo
de 10 días a uno de tres años. Por otra parte, se verá más adelante
que el actual régimen consumeril en materia de prescripción prevé
una dispersión de plazos significativa que puede dificultar sensi-
blemente la determinación de la fecha límite para ejercer el acto de
arrepentimiento.
Otra interpretación es sostener que el derecho no se extingue,
pero el plazo de diez días se mantiene vigente aunque comenzará a
computarse desde que el consumidor es informado adecuadamen-
te sobre su derecho (11).
La debilidad que exhibe esta postura es que en muchísimos
casos el consumidor nunca será informado sobre la posibilidad de
ejercer su facultad de arrepentimiento.
Creo que está mejor lograda la solución de la normativa comu-
nitaria europea, que si bien obliga también a informar la facultad
de desistimiento dentro de un plazo (catorce días) (12), aclara que,

(9) Frustagli, Sandra A. - Hernández, Carlos A., “Comentario al art. 1111”, en


Garrido Cordobera, Lidia - Borda, Alejandro - Alferillo, Pascual E. (dirs.) -
Krieger, Walter F. (coord.), cit., t. II., p. 383.
(10) Rullansky, Gustavo, “Comentario al art. 1111”, en Clusellas, Pablo G.
(coord.), Código Civil y Comercial comentado, anotado y concordado, t. IV, Astrea,
Buenos Aires, 2015, p. 46.
(11) Lovece, Graciela, “Comentario al art. 1111”, en Calvo Costa, Carlos A.
(dir.), cit., t. II, p. 164.
En similar sentido se ha expresado que “el plazo para ejercer el derecho de arrepen-
timiento no comienza a correr mientras el consumidor no haya sido informado sobre
su derecho a revocar la aceptación”. Junyent Bas, Francisco - Meza, Mariana I.,
“Comentario al art. 1111”, en Curá, José María (dir.), Código Civil y Comercial de la
Nación Comentado. Orientado a contadores, t. III, La Ley, Buenos Aires, 2014, p. 555.
(12) Art. 9.1, directiva 2011/83/UE, 25/10/2011.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 34, ley 24.240

en caso de omisión al respecto, al lapso original se le sumarán doce


meses adicionales que correrán desde el vencimiento de aquél (13).
El castigo parece más proporcionado que en las leyes argentinas y,
además, evita la inseguridad jurídica previendo un plazo extra de
alcance general aplicable a todos los casos.
Es importante resaltar también que la sanción prevista en el
CCyCN se aplica tanto al supuesto de incumplimiento total del de-
ber de informar como al parcial (14).

3. Cómputo del plazo

Existen evidentes diferencias entre la LDC y el CCyCN en el


cómputo del plazo del derecho de revocación. El último preceptúa
que ese lapso empieza a correr desde la celebración del contrato o
desde la entrega del bien (lo que ocurra primero) (15). En cambio, en
la LDC, el plazo corre desde la celebración del contrato o desde la
entrega del bien, lo que ocurra después.
La solución de la LDC resulta más adecuada en este aspecto, por-
que permite al consumidor conservar el derecho en aquellos casos
en los cuales (con cierta habitualidad) la entrega del bien se retrasa
varios días, no pudiendo examinar si lo que adquirió lo satisface.
Otros autores interpretan que la solución del Código implica
comenzar a contar desde la celebración o la entrega, lo último que
ocurra. Es decir, una respuesta que no difiere de la provista por la
LDC (16).

4. Irrenunciabilidad del derecho


de arrepentimiento

La LDC expresa que la facultad revocatoria no puede ser objeto


de dispensa ni de renuncia.

(13) Art. 10.1, directiva 2011/83/UE, 25/10/2011.


(14) Wajntraub, Javier H., “Comentario al art. 1111”, en Lorenzetti, Ricardo L.
(dir.) De Lorenzo, Miguel F. - Lorenzetti, Pablo (coords.), cit., t. VI, p. 286.
(15) Art. 1110, CCyCN.
(16) Wajntraub, Javier H., “Comentario al art. 1111”, en Lorenzetti, Ricardo L.
(dir.) De Lorenzo, Miguel F. - Lorenzetti, Pablo (coords.), cit., t. VI, p. 284. En si-
milar sentido: Leiva Fernández, Luis F. P., “El contrato de consumo celebrado a dis-
tancia y la facultad de revocar”, cit.

- 555 -
Art. 34, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En sentido concordante, el Código aclara expresamente que se


trata de un derecho irrenunciable, advirtiendo luego que “las cláu-
sulas, pactos o cualquier modalidad aceptada por el consumidor
durante este período que tengan por resultado la imposibilidad de
ejercer el derecho de revocación se tienen por no escritos” (17).
En este punto la solución del Código es superior, pues permite
abarcar todos aquellos casos en los cuales la renuncia no surge de
manera evidente sino que se manifiesta de modo indirecto a través
de mecanismos más “sofisticados” ideados por el proveedor, que
producen un efecto equivalente al de la renuncia.

5. Ejercicio del derecho de revocación

El CCyCN establece diversos medios para notificar al proveedor


que se hará uso del derecho de revocación. Ellos son (18):
1. Notificación por escrito.
2. Notificación por medios electrónicos o similares.
3. Devolución de la cosa dentro del plazo de diez días.
Respecto de este último punto, parecería más clara la solución
de la LDC que se refiere solamente a la “puesta a disposición” en
vez de la “devolución” de la cosa. Ello porque, en la práctica, la de-
volución no es fácil en medio de un conflicto entre las partes, pues
el proveedor puede entender que el derecho de arrepentimiento ya
se ha extinguido o no se ha ejercido de manera correcta. En esos
supuestos, ante la negativa de recibir el bien, el consumidor sólo
podría cumplir con la devolución iniciando el proceso de consig-
nación correspondiente, obligándolo a incurrir en gastos innecesa-
rios, además del tiempo que ello requiere. La mera puesta a dispo-
sición notificando por escrito se vislumbraría entonces como una
manera más eficaz de proteger al consumidor. De todas maneras,
cabe advertir que las diferencias entre LDC y el Código se terminan
diluyendo a poco que se advierta que la “puesta a disposición” está
aceptada como uno de los modos de exteriorización del derecho de
arrepentimiento. La revocación se puede notificar también por es-

(17) Art. 1110, CCyCN.


(18) Art. 1112, CCyCN.

- 556 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 34, ley 24.240

crito y por medios electrónicos o similares previstos en el Código,


sin necesidad de devolver materialmente la cosa.
Si una vez producida la comunicación y puesta la cosa a dis-
posición del proveedor para que la retire en un plazo razonable,
este último no realiza ese acto, el consumidor queda liberado de
toda obligación de custodia sobre aquélla, no debiendo responder
por daño alguno que el bien en cuestión pueda eventualmente
experimentar (19).
Es necesario resaltar que el consumidor no está obligado a ex-
plicar los motivos de su acto de arrepentimiento, aunque siempre
se podrá analizar si su conducta al ejercer el derecho revistió ca-
rácter abusivo (20).
Concentrándose en el supuesto de que el arrepentimiento
se ejerza mediante puesta a disposición de la cosa, el art. 34 del
dec. 1798/1994 expresa que el consumidor “debe poner la cosa a
disposición del vendedor sin haberla usado y manteniéndola en el
mismo estado en que la recibió, debiendo restituir el proveedor al
consumidor todos los importes recibidos”. Se trata de una dispo-
sición razonable, pues no sería correcto que el consumidor utilice
la cosa y después la devuelva exigiendo la restitución de lo pagado
por ella. Sin embargo, la dificultad más grande que se evidencia
será que, dadas las particularidades que reviste la conservación
de determinados bienes, esta obligación puede hacerse muy “pe-
sada” para el consumidor en esos supuestos, debiendo soportar
una carga que puede tornarse excesiva aunque debe reconocerse
que se trata de un lapso de tiempo breve (10 días). Quizás tomando
nota de este tipo de situaciones, el CCyCN otorga al consumidor
la facultad de exigir el reembolso de los gastos necesarios y útiles
que realizó en el bien que devuelve (21). Otra situación interesante
es aquella en la cual existe imposibilidad de devolver la cosa (por
ejemplo, si se destruyó). El CCyCN se ocupa de esta cuestión. Dis-
pone que cuando ello ocurre, el derecho de revocación permanece
incólume. Sólo sucederá que si esa imposibilidad le es imputable al

(19) Japaze, Belén, “La publicidad y las prácticas comerciales”, cit., en Rusconi,
Dante D. (dir.), cit., p. 387.
(20) Japaze, Belén, “La publicidad y las prácticas comerciales”, cit., en Rusconi,
Dante D. (dir.), cit., p. 385.
(21) Art. 1115, CCyCN.

- 557 -
Art. 34, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

consumidor, deberá pagar al proveedor el valor de mercado que la


prestación tiene al momento de ejercer el derecho a revocar, salvo
que el valor sea superior al precio de adquisición, en cuyo caso pri-
mará este último (22). El supuesto abarca no sólo a la imposibilidad
física sino también a la jurídica.
También habría que analizarse con prudencia si la efectiviza-
ción de determinadas actos constituye “uso de la cosa”. Así por
ejemplo, se ha señalado que “abrir el envoltorio, el envase o la caja
contenedora, poner en funcionamiento el producto, activar el en-
cendido, etc. no pueden ser válidamente alegados para rechazar
el ejercicio del derecho de arrepentimiento cuando tales acciones
sólo se han ejecutado a fin de conocer el producto y decidir la suer-
te del contrato celebrado” (23).

6. Consecuencias de la efectivización
del derecho de revocación

El art. 34, LDC, expresa que el ejercicio del derecho de revoca-


ción no genera responsabilidad alguna. Con base en esto, está pro-
hibido, por ejemplo, imponerle al consumidor el pago de “penas”
por ejercer el derecho.
El Código, por su parte, se ocupa especialmente de reglar los
efectos del derecho de revocación cuando es ejercido.
Al respecto, dispone que si se ejerce correctamente, se produce
el efecto de liberar a ambas partes de sus respectivas obligaciones
y de restituirse de manera recíproca y simultánea las prestaciones
que han cumplido (24). A contrario sensu, si el derecho se ejerce de
modo inadecuado (v.gr., fuera de plazo o notificándose sólo verbal-
mente que se lo desea invocar, pero sin entregar la cosa o sin po-
nerla a disposición del proveedor), habrá un incumplimiento con-
tractual por parte del consumidor. Asimismo, si la revocación es
bien ejercida y el proveedor intenta desentenderse de los efectos de

(22) Art. 1114, CCyCN.


(23) Japaze, Belén, “La publicidad y las prácticas comerciales”, cit., en Rusconi,
Dante D. (dir.), cit., p. 385. En similar sentido: Barocelli, Sergio S., “Relaciones de
consumo fuera de los establecimientos comerciales y a distancia”, cit., en Rojo, Mar-
tina L. (coord.), cit., p. 26.
(24) Art. 1113, CCyCN.

- 558 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 34, ley 24.240

ese arrepentimiento, nacerá su responsabilidad por los daños que


sufra el consumidor.
Hilando más fino sobre los efectos del ejercicio de la revoca-
ción, el art. 34, LDC, aclara que los gastos de devolución corren por
cuenta del vendedor. El Código, por su parte, es más preciso y con-
tundente, preceptuando que el ejercicio del derecho de revocación
no puede implicar ningún gasto para el consumidor (25). La solu-
ción del Código, al referirse a “ningún gasto”, abarca no sólo los re-
lacionados con la devolución sino cualquier otro no relacionado es-
trictamente con esa hipótesis. Así, puntualmente prohíbe también
que el consumidor deba reembolsar alguna suma de dinero deri-
vada de la “disminución del valor de la cosa que sea consecuencia
de su uso conforme a lo pactado o a su propia naturaleza” (26).

7. Supuestos excluidos

El art. 34, LDC, no enumera contratos domiciliarios o a distan-


cia respecto de los cuales no se aplica el derecho de revocación.
No obstante, si se tiene en cuenta que los contratos fuera del
establecimiento del proveedor que tienen por objeto bienes pe-
recederos pagados al contado están excluidos de la regulación
específica en virtud del art. 32, LDC, existe allí un primer gran
grupo de contratos en los cuales no se podrá ejercer el derecho de
arrepentimiento.
Más allá de lo dicho, la doctrina ha expresado que existen con-
tratos en los cuales, por sus particularidades, no sería posible el
ejercicio del arrepentimiento. Ello sucedería, por ejemplo, cuan-
do el producto se confeccionó a pedido del consumidor, siguiendo
el proveedor las especificaciones dadas por aquél. Igualmente, no
sería posible ese arrepentimiento en los juegos de azar online (27).
Otro tanto sucedería con el contrato electrónico de transporte aé-
reo de pasajeros (28).

(25) Art. 1115, CCyCN.


(26) Art. 1115, CCyCN.
(27) De Lorenzo, Miguel F., “Comentario al art. 33, LDC”, en Picasso, Sebastián -
Vázquez Ferreyra, Roberto A. (dirs.), cit., t. I, p. 376.
(28) Barreiro, Karina M., “El contrato electrónico de transporte aéreo de pasaje-
ros a la luz del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación”, RCCyC 2016 (julio), 186.

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Art. 34, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

El CCyCN se ocupa específicamente del tema, tomando nota de


la posible existencia de situaciones en las cuales se puede conside-
rar inadecuado otorgar el derecho de arrepentimiento. Así, prevé
que no rige la posibilidad de revocación en los siguientes casos (29):
1. Productos confeccionados conforme especificaciones sumi-
nistradas por el consumidor o claramente personalizados.
Se incluyen aquí a los trabajos hechos a medida (por ejemplo,
un mueble pedido por el consumidor o una artesanía).
2. Productos que, por su naturaleza, no pueden ser devueltos o
pueden deteriorarse con rapidez.
Un ejemplo típico serían los alimentos con fechas de vencimien-
to muy cercanas en el tiempo (menores a 10 días).
3. “Suministro de grabaciones sonoras o de video, de discos y
de programas informáticos que han sido decodificados por el con-
sumidor, así como de ficheros informáticos, suministrados por vía
electrónica, susceptibles de ser descargados o reproducidos con
carácter inmediato para su uso permanente”.
Esta excepción es lógica pues, de lo contrario, una persona po-
dría gozar de los beneficios de estos bienes (a través de la descarga
o la reproducción, por ejemplo) sin pagarlos.
4. Suministro de prensa diaria, publicaciones de carácter perió-
dico y revistas.
En este supuesto la excepción es más razonable cuando se tra-
ta de productos de frecuencia diaria o semanal, pues su principal
valor es la “novedad”. La solución legal pierde algo de fundamento
cuando se trata de revistas o publicaciones de menor periodicidad
(mensual, semestral, anual, etc.).
El supuesto comprendido por la norma se aplicaría a publica-
ciones de carácter contemporáneo, pero no a las de antigua data
que son adquiridas, verbigracia, para nutrir una colección (30).

(29) Art. 1116, CCyCN.


(30) Stiglitz, Rubén S., “Comentario a los art. 1116”, en Herrera, Marisa - Cara-
melo, Gustavo - Picasso, Sebastián (dirs.), cit., t. III, p. 520.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 34, ley 24.240

Las excepciones mencionadas deben interpretarse restrictiva-


mente pues, de lo contrario, se podría neutralizar el reconocimien-
to del derecho de revocación como instituto afectando, en defini-
tiva, el principio protectorio (31). Por esta razón estoy en desacuerdo
con quienes resaltan que la contratación de servicios a distancia
también debiera ser una excepción argumentando que no tiene
sentido regular la facultad de arrepentimiento, pues “si lo adqui-
rido son servicios… en nada difiere la contratación de un servicio
contratado por correo, del mismo servicio contratado en las ofici-
nas del proveedor, porque en ambos casos no hay nada que ver;
sólo se sabrá si el servicio contratado es eficaz cuando se lo use, y
no antes” (32).
Sin perjuicio de lo dicho, siempre estará presente la posibilidad
de que las partes, haciendo uso de la autonomía de la voluntad, de-
cidan incluir la facultad referida en los contratos que tengan estos
objetos mencionados (33).

8. Aplicación analógica del derecho de revocación


en contratos para los cuales no ha sido
expresamente previsto

Se acaban de ver casos en los cuales el derecho de revocación


no es o no puede ser ejercido no obstante estar ante contratos cele-
brados a distancia o fuera del establecimiento del proveedor.
Aquí se prestará atención a la situación inversa: ¿puede ejercer-
se el derecho de arrepentimiento en casos no contemplados por
la ley?
En una singular sentencia se admitió el ejercicio de ese derecho
recurriendo analógicamente al art. 34, LDC. Se trató de un caso
en el cual un consumidor compró en cuotas dos electrodomésti-
cos. Al haber omitido el vendedor informarle a cuánto ascendía el
monto de los intereses, el comprador ofreció pagar al contado la

(31) Hernández, Carlos A., “La compraventa de consumo en el Código unifica-


do y en la ley especial (implicancias de un necesario diálogo de fuentes)”, JA, 2015-
II-1087.
(32) Leiva Fernández, Luis F. P., “El contrato de consumo celebrado a distancia y
la facultad de revocar”, cit.
(33) Art. 1116, CCyCN.

- 561 -
Art. 34, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

deuda. Ante la negativa del vendedor a aceptar el pago ofrecido, el


comprador interpuso una demanda por consignación que fue ad-
mitida en segunda instancia, declarando el derecho de este último
a arrepentirse de la financiación del precio acordada, con base en
lo previsto en ese precepto (34).
No procede la aplicación del derecho de arrepentimiento a su-
puestos no contemplados normativamente. Es decir, sólo se apli-
cará fundamentalmente a contratos a distancia y a los celebrados
fuera del establecimiento del proveedor. Es cierto que alguna duda
la puede generar el vocablo “otras” que figura en el título del capí-
tulo VII de la LDC, ya que puede constituir una especie de “válvula
de escape” a través de la cual se dé rienda suelta a invocaciones del
art. 34, LDC, como en el precedente citado. No obstante, en casos
jurisprudenciales como el mencionado se podría haber llegado a
una solución igualmente satisfactoria (sin acudir al art. 34, LDC),
interpretando de manera dinámica el deber de información gene-
ral del art. 4°, LDC, y el específico del art. 36, LDC, la protección
contra cláusulas abusivas que surge del art. 37, LDC y del CCyCN, y
las opciones que otorga el art. 10 bis, LDC, ante el incumplimiento
contractual.

9. El derecho de revocación en los contratos


financieros de consumo

Cuando se hizo referencia a los contratos a distancia, se vio que


uno de los supuestos más debatidos es la aplicación de las solucio-
nes particulares destinadas para éstos a los contratos financieros
de consumo. Allí se observaba que, en el Derecho Comparado, al-
gunas legislaciones lo incluyen mientras que otras lo exceptúan
expresamente.
Sobre el tema, la normativa del BCRA (texto ordenado al
14/6/2016) sobre protección de los usuarios de servicios financie-
ros (en su punto 2.3.1.1) prevé como contenido obligatorio de los
contratos financieros de consumo una cláusula de revocación en
donde se informe al usuario de servicios financieros sobre su de-
recho a revocar la aceptación del producto o servicio dentro de los

(34) CCiv. y Com. Azul, sala I, 29/10/2009, “Mitre, Eugenio Oscar c. Red Megatone
Bazar Avenida”, LLBA, 2009 (diciembre), p. 1217.

- 562 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 34, ley 24.240

10 días hábiles contados desde la fecha de recepción del contrato o


de la disponibilidad efectiva del producto o servicio, lo que suceda
último. Si se contrató a distancia, el plazo cuenta desde la fecha en
la cual el usuario recibe el contrato con la firma del sujeto obligado.
Esa comunicación se deberá efectuar de manera fehaciente o
por el mismo medio en que el servicio o producto fue contratado.
El ejercicio de este derecho de revocación no tiene costo y no
puede generar responsabilidad alguna para el usuario de servicios
financieros, siempre y cuando no haya hecho uso del respectivo
producto o servicio o que, si lo utilizó, pague las comisiones y car-
gos previstos de manera proporcional al tiempo de utilización del
servicio o producto.
Esta facultad de revocación debe ser siempre informada al
usuario en todo documento que le sea presentado con motivo de la
oferta o contrato.
Es importante señalar que el derecho de arrepentimiento no se
aplica a las operaciones de captación de fondos que realizan las en-
tidades financieras en el marco de las normas sobre “Depósitos e
inversiones a plazo”.
10. El derecho de arrepentimiento en operaciones crediticias co-
nexas a contratos celebrados a distancia o fuera del establecimiento
Un tema interesante a analizar y no legislado en la LDC está
dado por el hecho de aquellos contratos que siendo regulados por
sus arts. 32 o 33 prevén que el pago del consumidor se realice por
una operación crediticia celebrada con terceros (entidades emiso-
ras de tarjetas de crédito, por ejemplo).
En estos casos, la puesta en práctica del derecho de arrepen-
timiento resulta más compleja, ya que el consumidor, además de
haber aceptado ya ha pagado el precio a un tercero. Por lo tanto,
en caso de ejercer ese derecho, se encontrará con el problema de
que se deberá cancelar también la operación crediticia ya celebra-
da con ese tercero que otorga financiamiento. Nótese que es una
cuestión opuesta a la regulada en el art. 36, LDC, en donde la efica-
cia de la operación principal, en la que se prevé que un tercero otor-
gue un crédito de financiación, queda condicionada a su efectiva
obtención, quedando aquélla resuelta sin costo alguno para el con-
sumidor si el crédito no les es finalmente otorgado, debiéndosele
- 563 -
Art. 34, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

restituir incluso las sumas que con carácter de entrega de contado,


anticipo y gastos hubiere efectuado.
Lo planteado se da con mucha frecuencia en el e-commerce, en
donde la aceptación va acompañada en la mayoría de los casos por
el pago a través de tarjetas de crédito.
La ley uruguaya (35) se ha ocupado de esto, disponiendo que
cuando se ejerce el derecho de arrepentimiento quedan sin efecto
también las formas de pago diferido de las prestaciones emergen-
tes del contrato que se hubieran instrumentado mediante tarjetas
de crédito o mecanismos similares. La única exigencia que prevé
dicha norma es que el consumidor avise a la emisora de la tarjeta
que ha ejercido el derecho mencionado.
En similar sentido, la ley chilena también prevé que la efecti-
vización del derecho de arrepentimiento deja sin efecto el crédito
que se haya otorgado para adquirir el bien o servicio en cuestión,
aunque haya sido brindado por un tercero distinto al proveedor
que ha celebrado el contrato (36).
Es necesario que nuestro país regule esta cuestión de modo si-
milar a como lo han hecho los dos países mencionados.

(35) Art. 16, ley 17.250 de Uruguay.


(36) Art. 3.b bis, ley 19.496 de Chile.

- 564 -
Prohibición
Art. 35. — (Art. 39, Ley F-1884, DJA)
Queda prohibida la realización de propuesta al con-
sumidor, por cualquier tipo de medio, sobre una cosa
o servicio que no haya sido requerido previamente y
que genere un cargo automático en cualquier sistema
de débito, que obligue al consumidor a manifestarse
por la negativa para que dicho cargo no se efectivice.
Si con la oferta se envió una cosa, el receptor no
está obligado a conservarla ni a restituirla al remiten-
te aunque la restitución pueda ser realizada libre de
gastos.

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

No se incluyen ni se mencionan.

 Comentario

El art. 35 regula dos tipos de prácticas comerciales abusivas que


se dan con bastante frecuencia.
La primera de ellas es la realización de débitos automáticos por
cosas o servicios no solicitados previamente por el consumidor.
La otra es la simple recepción en el domicilio del consumidor de
una cosa no peticionada por él, aun cuando no se le haya debitado
suma de dinero alguna.
La primera de ellas es muchas veces posible gracias a que el
proveedor cuenta ya con datos de los medios de pago con los cuales
se maneja el consumidor (generalmente su tarjeta de crédito) por
haber contratado con él antes.
Así el art. 35, LDC, es especialmente aplicable en las renovacio-
nes de suscripciones periódicas no peticionadas expresamente por
- 565 -
Art. 35, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

el consumidor o la contratación de servicios accesorios que no han


sido solicitados, aunque sí lo hayan sido servicios principales.
También, y aunque el precepto no lo diga, quedan incluidos los
casos en los cuales el consumidor contrata un servicio determina-
do porque le ha sido ofrecido a una tarifa promocional (por ejem-
plo, Internet o videocable). Si luego el proveedor no cumple con
ese precio, el consumidor queda habilitado para invocar el art. 35,
LDC, y argumentar que se le están debitando sumas de dinero su-
periores a las pactadas, es decir, no consentidas.
La situación es particularmente grave con respecto a los pro-
ductos en los cuales el consumidor pierde la noción de la compo-
sición del monto global que paga periódicamente por un servicio
a través de sistemas de débito automático. Así, en materia de tele-
fonía celular, v.gr., el consumidor no suele constatar mes a mes el
detalle de lo que está pagando, a menos que se trate de variacio-
nes muy evidentes. Esto tiene como consecuencia que el tiempo
vaya transcurriendo y que, si existen servicios no solicitados, éstos
se vayan cobrando ilegalmente. En algunos casos el consumidor
directamente nunca se da cuenta que se le pueden estar debitando
sumas de dinero por conceptos no contratados.
Pueden ser abarcadas también por este precepto las famosas
“trivias” o “suscripciones” de mensajes de texto, que llegan a un
teléfono celular sin pedido del consumidor y luego se incluyen en
su factura. Relacionado con este tema, la legislación brasileña, en
una reforma del año 2008 al Código de consumo, prohíbe las publi-
cidades por teléfono que le generen un costo al consumidor (art. 33,
parágrafo único, CDC).
Lógicamente, si el bien o servicio ha sido requerido previamen-
te por el consumidor, el art. 35, LDC, no será aplicable. No obstante,
será el proveedor quien tendrá que acreditar la existencia de ese
pedido.
Los problemas pueden aparecer cuando la cosa no solicitada
comienza a ser utilizada por el consumidor. En esa situación el
art. 35, LDC, sería de dudosa aplicación, pues ese uso podría im-
plicar consentimiento por parte del consumidor, aunque este ra-
zonamiento no convence del todo y merecería mayor análisis. Un
ejemplo típico serían las tarjetas de crédito no solicitadas, pero que
luego de un tiempo son utilizadas por el consumidor ante una ne-
cesidad puntual.
- 566 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 35, ley 24.240

Otra situación compleja está dada por distintos servicios “on-


line” (sitios de suscripción para ver películas o escuchar música,
v.gr.), que se le ofrecen al consumidor y que son “gratis” durante
un mes o los primeros días pero que empiezan a debitar una suma
de dinero automáticamente una vez vencido dicho plazo. Esto es
posible ya que, para usarse el tiempo “gratis”, el proveedor exige
que el usuario cargue los datos de una tarjeta de crédito o medio de
pago electrónico similar. Se trata de un negocio legal en la medida
de que el deber de información sea cumplido de manera estricta y
garantice al consumidor la comprensión de que luego de determi-
nado tiempo tendrá que pagar por el servicio. Si existen mensajes
ambiguos o engañosos, el art. 35, LDC, se tornará aplicable.
Buscando jurisprudencia, cabe citar un caso donde se sancio-
nó a un proveedor por enviarle al consumidor una revista mensual
que le generó un cargo automático, obligándolo a manifestarse por
la negativa para cancelar la suscripción. Se argumentó que la car-
ta enviada genéricamente a los consumidores era insuficiente para
acreditar que aquél se hubiera adherido a algún sistema de sus-
cripción, ya que no demostraba la existencia de su consentimiento
libre y explícito (1).
En otro precedente se condenó a una compañía de telefonía ce-
lular (incluso con daños punitivos) por activar el servicio de roa-
ming sin que le hubiera sido expresamente solicitado (2).
La otra práctica comercial abusiva incluida en el art. 35, LDC,
se refiere a la simple remisión de cosas al domicilio del consumidor
sin que éste las haya solicitado. Esto aunque no se le debite precio
alguno a dicho sujeto.
La LDC, con buen criterio, aclara aquí que el consumidor no
tiene obligación de conservarla ni restituirla, ni aun cuando este
último acto pueda ser realizado sin incurrir en gastos. Sólo se agre-
ga que si la cosa enviada causa algún tipo de molestia o daño al
consumidor, el proveedor deberá hacerse cargo de subsanar esos
efectos.

(1) CNCont. Adm. Fed., sala II, 28/4/1998, “Pegaso SA c. Secretaría de Comercio e
Inversiones - Disp. DNCI 444/97”, La Ley Online AR/JUR/5460/1998.
(2) CCiv. y Com. Mar del Plata, sala III, 4/8/2014, “G., L. A. A. c. AMX Argentina SA
s/daños y perj. Incumplimiento contractual (sin resp. estado)”, ED, 28/1/2015, p. 2.

- 567 -
CAPÍTULO VIII
De las operaciones de venta de crédito

Requisitos
Art. 36. — (Art. 40, Ley F-1884, DJA (1))
En las operaciones financieras para consumo y en
las de crédito para el consumo deberá consignarse
de modo claro al consumidor o usuario, bajo pena de
nulidad:
a) La descripción del bien o servicio objeto de la
compra o contratación, para los casos de adquisición
de bienes o servicios;

(1) A rigor de verdad, el texto incluido en el DJA era el que tenía vigencia con an-
terioridad a la sanción de la ley 26.993 (“Artículo 36. Requisitos. En las operaciones
financieras para consumo y en las de crédito para el consumo deberá consignarse de
modo claro al consumidor o usuario, bajo pena de nulidad:
a) La descripción del bien o servicio objeto de la compra o contratación, para los
casos de adquisición de bienes o servicios.
b) El precio al contado, sólo para los casos de operaciones de crédito para adquisi-
ción de bienes o servicios.
c) El importe a desembolsar inicialmente —de existir— y el monto financiado.
d) La tasa de interés efectiva anual.
e) El total de los intereses a pagar o el costo financiero total.
f ) El sistema de amortización del capital y cancelación de los intereses.
g) La cantidad, periodicidad y monto de los pagos a realizar.
h) Los gastos extras, seguros o adicionales, si los hubiere.
Cuando el proveedor omitiera incluir alguno de estos datos en el documento que
corresponda, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o de
una o más cláusulas. Cuando el juez declare la nulidad parcial simultáneamente in-
tegrará el contrato, si ello fuera necesario.
En las operaciones financieras para consumo y en las de crédito para consumo
deberá consignarse la tasa de interés efectiva anual. Su omisión determinará que la
obligación del tomador de abonar intereses sea ajustada a la tasa pasiva anual pro-
medio del mercado difundida por el Banco Central de la República Argentina vigente
a la fecha de celebración del contrato.
La eficacia del contrato en el que se prevea que un tercero otorgue un crédito de fi-
nanciación quedará condicionada a la efectiva obtención del mismo. En caso de no
otorgamiento del crédito, la operación se resolverá sin costo alguno para el consumidor,

- 569 -
Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

b) El precio al contado, sólo para los casos de ope-


raciones de crédito para adquisición de bienes o
servicios;
c) El importe a desembolsar inicialmente —de exis-
tir— y el monto financiado;
d) La tasa de interés efectiva anual;
e) El total de los intereses a pagar o el costo finan-
ciero total;
f) El sistema de amortización del capital y cancela-
ción de los intereses;
g) La cantidad, periodicidad y monto de los pagos a
realizar;
h) Los gastos extras, seguros o adicionales, si los
hubiere.
Cuando el proveedor omitiera incluir alguno de es-
tos datos en el documento que corresponda, el con-
sumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del
contrato o de una o más cláusulas. Cuando el juez de-
clare la nulidad parcial simultáneamente integrará el
contrato, si ello fuera necesario.
En las operaciones financieras para consumo y en
las de crédito para consumo deberá consignarse la
tasa de interés efectiva anual. Su omisión determi-
nará que la obligación del tomador de abonar intere-
ses sea ajustada a la tasa pasiva anual promedio del
mercado difundida por el Banco Central de la Repú-
blica Argentina vigente a la fecha de celebración del
contrato.
La eficacia del contrato en el que se prevea que un
tercero otorgue un crédito de financiación quedará
condicionada a la efectiva obtención del mismo. En

debiendo en su caso restituírsele las sumas que con carácter de entrega de contado,
anticipo y gastos éste hubiere efectuado.
El Banco Central de la República Argentina adoptará las medidas conducentes
para que las entidades sometidas a su jurisdicción cumplan, en las operaciones a que
refiere el presente artículo, con lo indicado en la presente ley.
Será competente, para entender en el conocimiento de los litigios relativos a con-
tratos regulados por el presente artículo, siendo nulo cualquier pacto en contrario, el
tribunal correspondiente al domicilio real del consumidor”).

- 570 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

caso de no otorgamiento del crédito, la operación se


resolverá sin costo alguno para el consumidor, de-
biendo en su caso restituírsele las sumas que con ca-
rácter de entrega de contado, anticipo y gastos éste
hubiere efectuado.
El Banco Central de la República Argentina adop-
tará las medidas conducentes para que las entidades
sometidas a su jurisdicción cumplan, en las operacio-
nes a que refiere el presente artículo, con lo indicado
en la presente ley.
Será competente para entender en el conocimien-
to de los litigios relativos a contratos regulados por
el presente artículo, en los casos en que las acciones
sean iniciadas por el consumidor o usuario, a elec-
ción de éste, el juez del lugar del consumo o uso, el del
lugar de celebración del contrato, el del domicilio del
consumidor o usuario, el del domicilio del demanda-
do, o el de la citada en garantía. En los casos en que
las acciones sean iniciadas por el proveedor o pres-
tador, será competente el tribunal correspondiente al
domicilio real del consumidor, siendo nulo cualquier
pacto en contrario.
(Artículo sustituido por el art. 58 de la ley 26.993 -
BO del 19/9/2014).

 Otras normas (fuera de la LDC) incluidas o mencionadas


en el análisis de este artículo

1. Art. 42, CN.


2. Arts. 1100, 1378, 1379 y 1384 a 1389, CCyCN.
3. Art. 58, ley 26.993 (Sistema de Resolución de Conflictos en
las Relaciones de Consumo).
4. Art. 4°, ley 26.853 (Creación de las Cámaras Federales de Ca-
sación).
5. Art. 5°, ley 26.589 (Mediación y Conciliación, ley U-3174,
DJA).
6. Arts. 17 a 22, 52, 53, 56 y 58, ley 25.156 (Defensa de la Compe-
tencia, ley K-2338, DJA).
- 571 -
Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

7. Arts. 6° y 52, Ley 25.065 (Tarjetas de crédito, ley D-2294, DJA).


8. Arts. 288 y ss., ley 24.522 (Concursos y Quiebras, ley F-0067,
DJA).
9. Arts. 18, 22 y 26, ley 22.802 (Lealtad Comercial, ley F-1368,
DJA).
10. Art. 20, ley 22.520 (Ley de Ministerios, ley ADM-1307, DJA).
11. Ley 20.321 (Asociaciones mutuales, ley E-0956, DJA).
12. Art. 32, decreto-ley 1285/1958 (Organización de la Justicia
Nacional, ley H-0484, DJA).
13. Puntos 2.3.1.1 y 2.3.3, normativa sobre “Protección de los
Usuarios de Servicios Financieros” del Banco Central de la
República Argentina (texto ordenado al 14/6/2016).
14. Resolución 1163/2015 (Ministerio de Justicia y Derechos Hu-
manos de la Nación)
15. Resolución 506/2015 (Secretaría de Comercio).
16. Resolución 480/2015 (Secretaría de Comercio).
17. Resolución 50/2015 (Secretaría de Comercio).
18. Resolución conjunta 47/2015 (Secretaría de Comercio) y
41/2015 (Secretaría de Justicia).
19. Resolución 48/2015 (Secretaría de Comercio).
20. Resolución 127/2015 (Ministerio de Economía y Finanzas
Públicas).
21. Resolución 22/2015 (Secretaría de Justicia).
22. Resolución conjunta 272/2014 (Secretaría de Comercio) y
188/2014 (Secretaría de Justicia).
23. Decreto 202/2015.
24. Resolución 147/2014 (Consejo de la Magistratura de la CABA).
25. Puntos V.37 a V.41, Directrices de Naciones Unidas sobre
Protección del Consumidor del 22/12/2015.
26. Art. 17.j, ley 19.496 de Chile (Ley de Protección de los Dere-
chos de los Consumidores).
- 572 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

27. Directiva 2014/17/UE sobre los Contratos de crédito celebra-


dos con los consumidores para bienes inmuebles de uso re-
sidencial y por la que se modifican las directivas 2008/48/CE
y 2013/36/UE y el Reglamento (UE) nº 1093/2010.
28. Arts. 2.a, 2.c, 4° a 7°, 10, 11 y 14, directiva 2008/48/CE sobre
Contratos de crédito al consumo.

 Comentario

1. La sustitución del art. 36, LDC

Al inicio de esta obra se dijo que el texto del art. 36, LDC, fue
sustituido a través de la ley 26.993 (2).
Al sólo título informativo, esta ley, a lo largo de su título IV
(arts. 58 a 73), efectuó una serie de modificaciones legislativas a
diferentes leyes: LDC (sustitución de los arts. 36, 40 bis, 45 e in-
corporación del art. 54 bis), ley 22.802 de Lealtad Comercial (sus-
titución de los arts. 18, 22 y 26), ley 25.156 de Defensa de la Com-
petencia (sustitución de los arts. 17 a 22, 52, 53, 56, modificación
del art. 58 y derogación de los arts. 23 a 25), ley 26.853 (3) de crea-
ción de las Cámaras Federales de Casación (sustitución del art. 4°),
decreto-ley 1285/1958 (4) —ley H-0484, DJA— de Organización de
la Justicia Nacional (sustitución del art. 32), ley 22.520 de Minis-
terios (ley ADM-1307, DJA), t.o. por el dec. 438/1992 (5) (sustitución
del art. 20) y ley 26.589 de Mediación y Conciliación (6) (ley U-3174,
DJA) (sustitución del art. 5°). En páginas venideras se explicarán los
artículos aquí enumerados que sean importantes en materia de de-
fensa del consumidor.
Más allá de estas importantes modificaciones, lo esencial de
la ley 26.993 es que estructura un nuevo sistema para hacer más
operativos los derechos de los consumidores, enfocándose en las

(2) Art. 58, ley 26.993.


(3) Publicado en el BO en fecha 17/5/2013.
(4) Publicado en el BO en fecha 7/2/1958.
(5) Publicado en el BO en fecha 20/3/1992.
(6) Publicada en el BO en fecha 6/5/2010.

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

vías de reclamo resarcitorio para estos sujetos (7). En tal sentido,


crea el “Sistema de Resolución de Conflictos en las Relaciones de

(7) Se buscaba, de alguna, manera satisfacer lo previsto en las Directrices de las


Naciones Unidas para la Protección de los Consumidores en su texto originario, ya
que éstas resaltaban la conveniencia de que existan procedimientos rápidos, justos,
poco costosos y asequibles, debiéndose tenerse en cuenta, especialmente, las nece-
sidades de los consumidores de bajos ingresos (conf. su punto III.33). Asimismo, se
decía allí que los gobiernos debían alentar a todas las empresas a solucionar las con-
troversias con los consumidores en forma justa, rápida y exenta de formalidades, y a
crear mecanismos voluntarios, como servicios de asesoramiento y procedimientos
extraoficiales para presentar reclamaciones, que puedan prestar asistencia a los con-
sumidores (punto III.33 de las citadas Directrices). Las Directrices de 2015 avanza-
ron aún más en esto (puntos V.37 a 41). En el punto V.37 se expresa que “los Estados
Miembros deben alentar el establecimiento de mecanismos justos, efectivos, trans-
parentes e imparciales para atender las reclamaciones de los consumidores, por me-
dios administrativos, judiciales y alternativos de solución de controversias, incluidos
los casos transfronterizos. Los Estados Miembros deben establecer o mantener me-
didas legales o administrativas para permitir que los consumidores o, en su caso, las
organizaciones competentes obtengan compensación mediante procedimientos ofi-
ciales o extraoficiales que sean rápidos, justos, transparentes, poco costosos y acce-
sibles. Tales procedimientos deben tener especialmente en cuenta las necesidades
de los consumidores en situación vulnerable y de desventaja. Los Estados Miembros
deben facilitar a los consumidores el acceso a vías de recurso que no supongan costos
o demoras ni impongan cargas excesivas para el valor económico en juego y que, al
mismo tiempo, no impongan cargas excesivas o indebidas a la sociedad y las empre-
sas”. A su vez, el punto V.38 dispone: “Los Estados Miembros deben alentar a todas las
empresas a solucionar las controversias con los consumidores de forma rápida, justa,
transparente, poco costosa, accesible y exenta de formalidades y a crear mecanismos
voluntarios, como servicios de asesoramiento y procedimientos extraoficiales para
presentar reclamaciones, que puedan servir de ayuda a los consumidores”. El punto
V.39, por su parte, dice lo siguiente: “Se debe facilitar a los consumidores información
sobre los procedimientos vigentes para obtener compensación y solucionar contro-
versias. Se debe mejorar el acceso a los mecanismos de solución de controversias y
de compensación, incluidos los medios alternativos de solución de controversias, en
particular en las controversias transfronterizas”. En el punto V.40 se preceptúa que
“Los Estados Miembros deben velar por que los procedimientos de solución colec-
tivos sean rápidos, transparentes, justos, poco costosos y accesibles tanto para los
consumidores como para las empresas, incluidos los relativos a los casos de sobre-
endeudamiento y quiebra”. Por último, el punto V.41 expresa que “Los Estados Miem-
bros deben cooperar con las empresas y los grupos de consumidores a fin de que los
consumidores y las empresas conozcan mejor cómo evitar las controversias, cuáles
son los mecanismos de solución de controversias y de compensación de que dispo-
nen los consumidores y dónde pueden presentar reclamaciones los consumidores”.
Volviendo al texto argentino, Rusconi duda de las bondades de la nueva norma se-
ñalando que “pese a que concretó el esperado anhelo de la creación de un fuero judi-
cial especial, fue alumbrado con notables inconsistencias que perjudicarán, sin du-
das, su implementación práctica y la eficacia que se espera de este ámbito. Tampoco
se previó su ensamble con el sistema administrativo y judicial vigente, por lo que es
de esperar que las provincias vayan sancionando normas de implementación local

- 574 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

Consumo”, compuesto por una instancia de conciliación previa


obligatoria (el Servicio de Conciliación Previa en las Relaciones de
Consumo —COPREC—, regulado en los arts. 1° a 21 (8)), que viene
seguida, ante el fracaso de ella, de una doble vía para continuar
con el reclamo: la Auditoría en las Relaciones de Consumo (arts. 22
a 40 (9)) y la Justicia Nacional en las Relaciones de Consumo (arts. 41
a 57). De estos tres temas me ocuparé más adelante.
Realizado este pequeño paréntesis, hay que observar que la mo-
dificación legislativa del art. 36, LDC, apunta a precisar cuál será el
juez competente en los reclamos que involucren a consumidores
con motivo de los contratos regulados por dicho precepto (10). Más
abajo se volverá sobre el análisis de esto.

que de alguna manera, logren corregir los numerosos desajustes que presenta”. Rus-
coni, Dante D., “Los derechos de consumidores y usuarios”, cit., en Rusconi, Dante
D. (dir.), cit., p. 133.
(8) El funcionamiento del COPREC fue reglamentado a través del dec. 202/2015
(publicado en el BO en fecha 12/2/2015). Sobre el tema también merece resaltarse la
resolución conjunta 272/2014 de la Secretaría de Comercio y 188/2014 de la Secre-
taría de Justicia (publicada en el BO en fecha 17/12/2014), que establece los requi-
sitos que deben cumplir los aspirantes al Registro Nacional de Conciliadores en las
Relaciones de Consumo. Asimismo, la resolución 22/2015 de la Secretaría de Justicia
(publicada en el BO en fecha 12/3/2015) que aprueba, por ejemplo, el procedimien-
to de selección de los conciliadores, el uso del sistema informático a emplearse y el
reglamento del Registro Nacional de Conciliadores en las Relaciones de Consumo
(RENCCO); la resolución 127/2015 del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas
(publicada en el BO en fecha 18/3/2015) que dispuso la apertura efectiva del CO-
PREC; la resolución 48/2015 de la Secretaría de Comercio (publicada en el BO en fe-
cha 30/3/2015) que, entre otros aspectos, establece los criterios y parámetros de ad-
misión de los reclamos ante el COPREC, lo relativo a las notificaciones electrónicas,
las condiciones para la homologación de acuerdos y el procedimiento de excusación
de los conciliadores; la resolución conjunta 47/2015 de la Secretaría de Comercio y
41/2015 de la Secretaría de Justicia (publicada en el BO en fecha 30/3/2015) sobre
honorarios de los conciliadores; la resolución 50/2015 de la Secretaría de Comercio
(publicada en el BO en fecha 7/4/2015) que aprueba las bases para el funcionamien-
to del servicio de patrocinio jurídico gratuito previsto en la ley 26.993; la resolución
480/2015 de la Secretaría de Comercio (publicada en el BO en fecha 21/10/2015),
que establece el procedimiento de homologación de los acuerdos celebrados con la
intervención del COPREC; y, por último, la resolución 506/2015 de la Secretaría de
Comercio (publicada en el BO en fecha 22/10/2015), que fija el arancel de homologa-
ción para dichos acuerdos.
(9) El funcionamiento de la Auditoría en las Relaciones de Consumo fue regla-
mentado a través del dec. 202/2015.
(10) Sobre el punto, el art. 36, in fine, en su versión según la ley 26.361 disponía
lo siguiente: “Será competente, para entender en el conocimiento de los litigios re-
lativos a contratos regulados por el presente artículo, siendo nulo cualquier pacto en

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

2. El otorgamiento de crédito a los consumidores.


Los “contratos bancarios de consumo”

Volviendo sobre el art. 36, LDC, se observa que el capítulo VIII


de la ley se denomina “De las operaciones de venta de crédito”.
La designación es incorrecta, ya que se está ante operaciones
financieras para consumo. Se le podría haber dado otro nombre
como, v.gr., “De las operaciones a crédito” (11).
En igual sentido, Lorenzetti (12) manifiesta que la técnica de la
norma es equivocada, ya que “no se trata de vender crédito, sino de
su otorgamiento para la adquisición de cosas o servicios”.
El crédito tiene un efecto innegable en el consumo, a poco que
se ponga atención en que el consumidor no paga todo “al contado”
sino que recurre en gran medida a la financiación para adquirir o
utilizar los bienes o servicios que necesita o desea.
Teniendo ello presente, es natural que la LDC contenga una
disposición específica como el art. 36, destinada a regular algunos
aspectos relacionados con esto, aun cuando se trate de una regula-
ción claramente insuficiente.
Por otra parte, si bien muchas veces es el propio proveedor que
comercializa un bien o servicio el que otorga el crédito, lo cierto es
que, en la mayoría de los casos, se recurre a un tercero que finan-
cia esas operaciones. Se trata generalmente de entidades finan-
cieras. Por esta razón, el CCyCN incluye una regulación bastante
detallada de los que denomina “contratos bancarios de consumo”
(arts. 1384 a 1389). Naturalmente, todos esos preceptos se deben
interpretar de manera sistemática con el art. 36, LDC, al cual no
sólo complementan sino que incluso superan, otorgando una pro-
tección más específica pues abordan cuestiones no tratadas por di-
cha disposición (13).

contrario, el tribunal correspondiente al domicilio real del consumidor”. Salvo esta


modificación, el resto del artículo permanece inalterable.
(11) Farina, Juan M., cit., p. 381.
(12) Lorenzetti, Ricardo L., Consumidores…, cit., p. 455.
(13) Se ha considerado que existe una suerte de superposición normativa entre
la regulación general de los contratos de consumo y la de los contratos bancarios de
consumo, en la inteligencia de que a estos últimos les son aplicables plenamente la

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

Es de importancia resaltar que esa regulación se aplicará siem-


pre y cuando haya contratos de consumo (14). Al respecto y más allá
de que “la publicidad, la propuesta y la documentación contractual
deben indicar con precisión y en forma destacada si la operación
corresponde a la cartera de consumo o a la cartera comercial, de
acuerdo a la clasificación que realiza el Banco Central de la Repú-
blica Argentina” el mismo Código aclara que se otorgará mayor
valor a lo que surja del contrato o de la eventual decisión judicial,
aun cuando contradiga a esa calificación (15). Es decir, que el prin-
cipio de primacía de la realidad será lo que definirá si un contrato
bancario es de consumo o no. Para que sea de tal carácter, debe-
rá respetarse lo dicho al analizar los arts. 1° a 3°, LDC (16). De todas
maneras en la práctica puede ser difícil caracterizar si hay destino
final o no pues el objeto del contrato en cuestión (generalmente
recursos dinerarios) contribuye de manera escasa a ese análisis (17).
Por lo demás, el Código, luego de precisar que las disposiciones
generales sobre contratos de consumo son aplicables a esta espe-
cie (18), se ocupa de la publicidad en las operaciones que los ban-

disposiciones previstos para los primeros en el CCyCN. Mazzinghi, Marcos, “Los


contratos bancarios en el nuevo Código”, RCCyC, 2015 (diciembre), p. 159, cit.
(14) Mazzinghi rechaza la postura por la que se considera que el cliente banca-
rio es siempre un consumidor. A su entender, la protección consumeril no abarca
“a quienes contratan servicios bancarios directamente relacionados con su actividad
empresarial”. Agrega que no tendría sentido la distinción realizada por el art. 1379
del CCyCN si el cliente siempre es consumidor. Mazzinghi, Marcos, “Los contratos
bancarios en el nuevo Código”, cit.
(15) Art. 1379, CCyCN.
(16) En contra, Villegas sostiene que el cliente bancario siempre es consumidor
ya que en todos los casos es destinatario final. Villegas, Carlos G., “Comentario al
art. 1384”, en Rivera, Julio César - Medina, Graciela (dirs.), cit., t. IV, ps. 279 y ss.
(17) Barbier, Eduardo, “Comentario al art. 1379”, en Lorenzetti, Ricardo L.
(dir.) De Lorenzo, Miguel F. - Lorenzetti, Pablo (coords.), cit., t. VI, cit., t. VII,
p. 241 y ss.
(18) Art. 1384, CCyCN.
Uno de los artículos que regulan a los contratos bancarios en general resulta muy
importante pues expresa que las normas del Código sólo le son aplicables a los con-
tratos que sean celebrados por “las entidades comprendidas en la normativa sobre
entidades financieras, y con las personas y entidades públicas y privadas no com-
prendidas expresamente en esa legislación cuando el Banco Central de la República
Argentina disponga que dicha normativa les es aplicable”. A contrario sensu, queda-
rían al margen de esa regulación específica los contratos que no son celebrados por
esas entidades. Esta disposición puede producir un resultado poco feliz, pues dejaría
sin regulación protectoria específica a aquellos créditos que son otorgados por enti-

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cos proponen a los consumidores (19). También regula, por ejemplo,


aspectos formales de los contratos bancarios de consumo (20), una
especie de deber de consejo (21), la evaluación del consumidor con
base en registros de datos de historiales crediticios (22), las prácti-
cas y cláusulas abusivas que suele evidenciar la realidad (23) y cier-
tas cuestiones relacionadas con la información en los contratos de
crédito (24).
En Europa y al solo título informativo, la cuestión está regulada
por la directiva 2008/48/CE del 23/4/2008 sobre contratos de cré-
dito al consumo. En ella se busca fundamentalmente mejorar el
grado de transparencia e información en los contratos a suscribir-
se (25). Cabe aclarar que no se aplica a todos los contratos de crédi-
to. Así, por ejemplo, los préstamos hipotecarios están excluidos (26)
(aunque tienen su propia norma específica —la directiva 2014/17/
UE—). Tampoco abarca a los créditos inferiores a 200 euros o supe-
riores a 75 mil euros (27).

dades excluidas y que, en la práctica, exhiben un alto nivel de abusividad respecto de


los usuarios tomadores de los mismos.
(19) Art. 1385, CCyCN: “Los anuncios del banco deben contener en forma clara,
concisa y con un ejemplo representativo, información sobre las operaciones que se
proponen. En particular deben especificar: a) los montos mínimos y máximos de las
operaciones individualmente consideradas; b) la tasa de interés y si es fija o variable;
c) las tarifas por gastos y comisiones, con indicación de los supuestos y la periodici-
dad de su aplicación; d) el costo financiero total en las operaciones de crédito; e) la
existencia de eventuales servicios accesorios para el otorgamiento del crédito o la
aceptación de la inversión y los costos relativos a tales servicios; f ) la duración pro-
puesta del contrato”.
(20) Art. 1386, CCyCN: “El contrato debe ser redactado por escrito en instrumentos
que permitan al consumidor: a) obtener una copia; b) conservar la información que le
sea entregada por el banco; c) acceder a la información por un período de tiempo ade-
cuado a la naturaleza del contrato; d) reproducir la información archivada”.
(21) Art. 1387, CCyCN.
(22) Art. 1387, CCyCN.
(23) Art. 1388, CCyCN.
(24) Art. 1389, CCyCN: “Son nulos los contratos de crédito que no contienen in-
formación relativa al tipo y partes del contrato, el importe total del financiamiento, el
costo financiero total y las condiciones de desembolso y reembolso”.
(25) La regulación de la información que se le debe facilitar al consumidor está
prevista en distintos artículos de la directiva 2008/48/CE (arts. 4°, 5°, 6°, 7°, 10 y 11,
entre otros).
(26) Art. 2.a, directiva 2008/48/CE.
(27) Art. 2.c, directiva 2008/48/CE.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

3. Operaciones financieras incluidas y excluidas


en el art. 36, LDC
Dilucidar qué operaciones financieras quedan incluidas o ex-
cluidas del art. 36, LDC, lleva nuevamente al problema del comer-
ciante o de la empresa como consumidora.
Sobre esto sólo se dirá aquí que las operaciones incluidas lógi-
camente serán aquellas celebradas por consumidores. Un supues-
to interesante se dará cuando no resulte claro cuál es la finalidad
que se le da al crédito. Es decir, cuando no se pueda vislumbrar
prima facie si es para consumo o para integrarlo a una actividad
empresarial. Para dilucidar este punto se puede acudir, por ejem-
plo, a la calidad de las partes, presumiéndose (sólo iuris tantum) la
existencia de relación de consumo si el tomador del crédito es una
persona física y quien lo otorga una entidad financiera. También se
deberá atender si el destino del préstamo consta documentalmente
en algún instrumento (28). Por el contrario, si el tomador es, v.gr.,
una sociedad anónima, nacerá una presunción (iuris tantum tam-
bién) de que ese crédito se integrará a su actividad empresarial y
no estará protegido, en consecuencia, por las normas de la LDC. Se
volverá sobre este tema al tratar el problema del juez competente
para la ejecución de pagarés que se originen aparentemente en una
relación de consumo.
Además de ello, es importante preguntarse si este artículo está
destinado a regular los contratos con entidades financieras que
impliquen otorgamiento de crédito o también aquellas que, aun-
que celebradas con esos sujetos, no tienen por objeto dar financia-
miento. Piedecasas opina que debieran haber quedado incluidas
también estas últimas (29).
Si bien el art. 36, LDC, no va destinado específicamente a ellos,
cabe destacar que ciertos inversores que actúan en los mercados
de capitales pueden solicitar la protección consumeril, tal como se
explicó al comentar los artículos iniciales de la LDC (30).

(28) Pita, Enrique M. - Ramírez Amable, Valentina, “Impacto de la Ley de De-


fensa del Consumidor en las ejecuciones”, en Alonso, Daniel F. (dir.), Ejecución en
materia comercial y empresarial, t. I, La Ley, Buenos Aires, 2011, p. 294.
(29) Piedecasas, Miguel A., “La Ley 26.361. Reseña general”, Revista de Derecho
Privado y Comunitario, 2009, nro. 1 (Consumidores), p. 98, cit.
(30) Martín Abdala señala que la tutela no sólo debe dirigirse hacia el pequeño in-
versor sino también al inexperimentado, aun cuando sea acaudalado. Abdala, Mar-

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Por supuesto que estarán excluidos los contratos celebrados por


entidades que no entren dentro de la prescripción del art. 1378 del
CCyCN, más allá de que sean celebrados efectivamente por consu-
midores. Esos contratos, en cambio, no se excluyen del ámbito de
aplicación del art. 36, LDC, pues allí no existen restricciones res-
pecto del sujeto que actuaría como proveedor.

4. Aplicación particular del deber de información


a estas operaciones

El art. 36, LDC, constituye otra de las tantas manifestaciones


particulares del deber de información que se encuentran a lo largo
de la LDC.
La apertura de la información en los distintos rubros facilita la
comprensión del consumidor de la operación celebrada (31).
Lo dispuesto en el art. 36 constituye el contenido mínimo que
debe observarse en los contratos por los cuales se otorga crédito a
los consumidores. Por ello el proveedor podrá ser más preciso en
el cumplimiento de ese deber, pero no podrá informar menos de lo
que señala ese precepto.
Asimismo, el cumplimiento del art. 36, LDC, no asegura al pro-
veedor haber cumplido de modo total el deber de información res-
pecto de una operación determinada. Si es que en la práctica es ne-
cesario informar más aspectos para que sea comprensible para el
consumidor, esos datos también deberán ser aportados de manera
clara en la medida de que se trate de características esenciales de
la operación de crédito en cuestión, sus condiciones de comerciali-
zación o cualquier otra circunstancia relevante del contrato (conf.
arts. 4°, LDC, y 1100, CCyCN).
Si bien el contenido mínimo no genera dudas, se pueden efec-
tuar unos pequeños comentarios sobre algunos de los requisitos.
En lo relativo a la descripción del bien o servicio objeto de la
contratación, ella no puede ser genérica ni ambigua, sino que debe

tín, “El consumidor en el mercado de capitales”, cit., en Lorenzetti, Ricardo L. -


Schötz, Gustavo J. (coords.), cit., p. 207.
(31) Saux, Edgardo I., “Tutela del consumidor en las operaciones de venta de cré-
dito”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2009, nro. 1 (Consumidores), p. 161.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

aportar los elementos suficientes para que el consumidor pueda in-


dividualizar de qué bien o servicio se trata, cuidando de que pueda
diferenciarlo de otros diferentes.
Cuando se mencione el sistema de amortización del capital a
utilizar, no basta con decir que se aplica, por ejemplo, el “sistema
francés”, sin explicar sus características principales. Ello porque es
muy posible que el consumidor no sepa en qué consiste efectiva-
mente el sistema de amortización en particular.
Los gastos extras deben ser interpretados de manera amplia, in-
cluyendo toda suma de dinero que incida en el monto final a pagar
por el consumidor.
Las “bonificaciones” deben ser incluidas también aunque la
LDC no las mencione expresamente, pues ayudan a entender las
características generales de la operación al consumidor.
Además de los requisitos mínimos previstos en el art. 36, LDC, el
punto. 2.3.1.1 del texto ordenado vigente de la normativa del BCRA
sobre “Protección de los Usuarios de Servicios Financieros”, agrega
algunos recaudos mínimos que no están presentes en ese precepto.
Así, por ejemplo, la existencia de la cláusula de revocación o de-
recho de arrepentimiento. También el derecho del usuario de pre-
cancelar total o parcialmente el crédito que ha tomado y el derecho
a realizar operaciones por ventanilla, ambos en las condiciones es-
tablecidas en la normativa.
La norma del BCRA establece, además, que cuando no se inclu-
yan en los documentos la tasa de interés o el costo financiero total
(CFT), se aplicará, como máximo CFT, la tasa promedio que surja
de la encuesta de tasas de interés de depósitos a plazo fijo de 30 a
59 días (en pesos o dólares, según la moneda de la operación) infor-
mada por el BCRA a la fecha de celebración del contrato (o, en caso
de que no estuviera disponible, la última informada) sobre la base
de la información facilitada por la totalidad de bancos públicos y
privados (32).
Por último, cabe señalar que las leyes que regulan determina-
dos contratos de financiamiento en particular también establecen

(32) Punto 2.3.3, normativa del BCRA sobre “Protección de los Usuarios de Servi-
cios Financieros” (t.o. al 14/6/2016).

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

requisitos mínimos a informar. Ello sucede, por ejemplo, con el


contrato de emisión de tarjeta de crédito (art. 6° (33), ley 25.065).

5. ¿A quién se debe informar?

Si bien la LDC sólo habla del consumidor, término que pare-


ciera reducirse solamente al tomador del crédito, debe tenerse en
cuenta que la obligación también tiene idéntica intensidad respec-
to de la persona que garantice el crédito como, por ejemplo, el fia-
dor o el avalista (34).

6. Consecuencias del incumplimiento


de los requisitos mínimos previstos
en el art. 36, LDC

El art. 36, LDC, se ocupa de determinar qué sucede con aquellos


contratos en los cuales el proveedor no cumple con los requisitos
mínimos que menciona ese precepto.

(33) Art. 6°, ley 25.065: “Contenido del contrato de emisión de Tarjeta de Crédito.
El contrato de emisión de Tarjeta de Crédito debe contener los siguientes requisi-
tos: a) Plazo de vigencia especificando comienzo y cese de la relación (plazo de vi-
gencia de la tarjeta); b) Plazo para el pago de las obligaciones por parte del titular;
c) Porcentual de montos mínimos de pago conforme a las operaciones efectuadas;
d) Montos máximos de compras o locaciones, obras o retiros de dinero mensuales
autorizados; e) Tasas de intereses compensatorios o financieros; f ) Tasa de intereses
punitorios; g) Fecha de cierre contable de operaciones; h) Tipo y monto de cargos ad-
ministrativos o de permanencia en el sistema (discriminados por tipo, emisión, reno-
vación, envío y confección de resúmenes, cargos por tarjetas adicionales para usua-
rios autorizados, costos de financiación desde la fecha de cada operación, o desde el
vencimiento del resumen mensual actual o desde el cierre contable de las operacio-
nes hasta la fecha de vencimiento del resumen mensual actual, hasta el vencimiento
del pago del resumen mensual, consultas de estado de cuenta, entre otros); i) Pro-
cedimiento y responsabilidades en caso de pérdida o sustracción de tarjetas; j) Im-
portes o tasas por seguros de vida o por cobertura de consumos en caso de pérdida
o sustracción de tarjetas; k) Firma del titular y de personal apoderado de la empresa
emisora; l) Las comisiones fijas o variables que se cobren al titular por el retiro de di-
nero en efectivo; m) Consecuencias de la mora.; n) Una declaración en el sentido que
los cargos en que se haya incurrido con motivo del uso de la Tarjeta de Crédito son
debidos y deben ser abonados contra recepción de un resumen periódico correspon-
diente a dicha tarjeta; ñ) Causales de suspensión, resolución y/o anulación del con-
trato de Tarjeta de Crédito”.
(34) La ley consumeril chilena se ocupa expresamente del deber de información
que el proveedor financiero debe cumplir respecto de fiadores y avalistas (art. 17.j,
ley 19.496).

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

Aquí cabe diferenciar dos situaciones:


1. Si la omisión es de un dato con aptitud para hacer repensar
al consumidor si desea o no celebrar un contrato de tales caracte-
rísticas, este sujeto puede demandar directamente la nulidad del
contrato y reclamar, asimismo, los daños que haya sufrido. Si el
consumidor ejecuta esta opción ya no hay posibilidades de “salvar”
la vigencia de ese contrato.
2. En cambio, si la omisión se refiere a un dato que afecta la de-
cisión del consumidor pero que no hubiera incidido en la decisión
de contratar o no de este sujeto, no se podrá atacar la validez total
de la operación. Es decir, el contrato seguirá vivo. Solamente se po-
drá peticionar la nulidad de la o las cláusulas respecto de las cuales
se haya omitido información relevante. En esta segunda situación
adquiere relevancia la función del juez de salvar ese contrato inte-
grando su contenido a fin de subsanar los efectos de esa nulidad
parcial. Se advierte, no obstante, que el magistrado debe cumplir
esta tarea con prudencia.
Un ejemplo concreto de cómo el juez debe realizar esa integra-
ción la trae el propio art. 36, LDC, al disponer que, ante la ausencia
de la consignación de la tasa de interés efectiva anual en el contra-
to, los intereses serán abonados de acuerdo con la tasa pasiva anual
promedio del mercado difundida por el BCRA vigente a la fecha de
celebración del contrato (35).

7. Adquisición de bienes o servicios que dependen


de la previa obtención de un crédito

En una clara recepción de la teoría de la conexidad contractual,


el art. 36, LDC, establece que, cuando un contrato prevé que un
tercero otorgue un crédito a un consumidor, su eficacia quedará
condicionada a su efectiva obtención. Así, si el proveedor no otorga
el crédito, la operación se debe resolver sin costo alguno para el
consumidor, restituyéndosele las sumas que haya eventualmente
entregado.

(35) Se ha dicho que lo previsto en el art. 36, LDC, es una especie de “tasa de
interés-sanción” que se debe aplicar en las ejecuciones de pagarés de consumo
en las que se omite consignar la tasa de interés efectiva anual. CCiv. y Com. Azul,
sala I, 11/8/2015, “Banco Patagonia SA c. Fernández, Juan Pablo s/cobro ejecutivo”,
RCCyC, 2015 (septiembre), p. 195.

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Esto sucede, por ejemplo, en la compra de electrodomésticos,


en las cuales muchas veces se ofrece al consumidor financiar la
operación mediante el crédito que otorga un tercero (generalmen-
te una sociedad vinculada al comercio que vende esos productos).
Se trata de una solución más que razonable, ya que es frecuente
que el consumidor decida comprar la cosa porque la podrá pagar
en cuotas y no lo haría si debe abonar el precio de contado. Resulta
lógico entonces que se deje sin efecto la adquisición del bien o ser-
vicio si no puede acceder a ese crédito.
Repasando antecedentes jurisprudenciales, se encuentra un
caso en donde se admitió la acción de repetición contra la cons-
tructora vendedora de un inmueble, en virtud de la frustración de
la compraventa por la denegatoria del préstamo requerido por el
consumidor a una entidad financiera. En el caso, las partes habían
convenido pagar un porcentaje del valor quedando la concreción
de la obra sujeta, o condicionada, al previo otorgamiento de un
crédito por parte de un banco determinado que iba a financiar la
operación (36).

8. Facultades regulatorias del BCRA

El art. 36, LDC, dispone que el BCRA adopte medidas condu-


centes para que las entidades sometidas a su autoridad cumplan
con lo previsto en el citado precepto.
Al respecto, el BCRA le está dedicando un espacio creciente a la
problemática de los llamados consumidores financieros. Incluso se
vio que su normativa tiene un carácter mucho más específico que
las soluciones de la LDC sobre estos temas.

9. Juez competente

El art. 36, LDC, en su redacción anterior a la ley 26.993, estable-


cía de modo rígido que el tribunal competente sería el que corres-
ponda al domicilio real del consumidor.

(36) CFed. Tucumán, 24/11/2008, “Tapia, Roque Eduardo y otros c. Guido David
Moguetta Construcciones”, LLNOA, 2009 (abril), p. 299.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

Con el actual art. 36, LDC, se abren más opciones, ya que cuan-
do el reclamo sea iniciado por el consumidor, éste podrá iniciarlo
ante cualquiera de estos jueces:
1. El del lugar de consumo o uso.
2. El del lugar de la celebración del contrato.
3. El de su domicilio.
4. El del domicilio del demandado.
5. El del domicilio de la citada en garantía.
Si bien el art. 36, LDC, no lo aclara, este menú de opciones es
irrenunciable para el consumidor (37).
A su vez, cuando el reclamo sea iniciado por el proveedor con-
tra el consumidor, será competente el magistrado del domicilio de
este último, siendo nulo cualquier pacto en contrario.
La solución legal es más conveniente, pues a la garantía de no
ser demandado en jurisdicción distinta a la del domicilio real, se le
suma la flexibilidad de poder demandar al proveedor no sólo ante
el juez del domicilio del consumidor sino que también se abren al-
gunas opciones más que, en ocasiones concretas, pueden llegar a
ser más beneficiosas para el sujeto tutelado por la LDC.
La ley 25.065 de Tarjeta de Crédito regula el tema de manera
específica expresando, en su art. 52, que en las controversias en-
tre emisor de la tarjeta y titular de ella, será competente el juez del
domicilio de este último. Lo mismo sucederá cuando el conflicto
sea en entre emisor y fiador, en donde se deberá prestar atención
al domicilio de este último. Cuando el conflicto involucre conjun-
tamente al titular y al fiador, será competente el juez del domicilio
del primero.

(37) Se ha expresado que la mayor flexibilidad de la norma beneficia al consumi-


dor ya que le permitiría elegir la jurisdicción con base en criterios como, por ejemplo,
“la existencia de una delegación del COPREC o de fuero especializado creados por ley
26.993, jurisprudencia generalizada más favorable a sus intereses en un determinado
foro, conveniencia en virtud del lugar de desempeño de su abogado de confianza o de
asociaciones de consumidores, acciones colectivas análogas a su pretensión en cur-
so, ventajas para la producción de prueba, entre otras”. Stiglitz, Gabriel - Hernán-
dez, Carlos A. - Barocelli, Sergio S., “La protección del consumidor de servicios
financieros y bursátiles”, La Ley Online, AR/DOC/2991/2015.

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Las soluciones legales apuntadas son de orden público. Por esta


razón no son posibles los pactos de prórroga de jurisdicción que
puedan existir al respecto.
Sobre la problemática de la prórroga de jurisdicción, al solo títu-
lo informativo, se pueden citar dos decisiones de la CSJN dictadas
en juicios que versaban sobre ejecuciones prendarias derivadas del
incumplimiento de contratos de compraventa de automotores rea-
lizados en el marco de planes de ahorro. En ambos declaró la com-
petencia del juez del domicilio del consumidor (38). Sin embargo,
en otro asunto declaró la validez de la prórroga de la jurisdicción
argumentando que el contrato que le daba base a la ejecución (se
trataba de una hipoteca) no era de adhesión en el caso concreto (39).
Siendo que el demandado era una sociedad anónima, la Corte no
analizó si dicho sujeto podía invocar el carácter de consumidor. La
cuestión referida al juez competente cuando se ejecutan pagarés
contra consumidores (sobre la cual también se ha pronunciado la
CSJN) será tratada de manera independiente en el punto siguiente.
Cuando se esté ante una ejecución prendaria, habrá relación de
consumo y regirá el domicilio real del consumidor para las acciones
que se inicien, en la medida de que el vehículo haya sido adquirido
para uso particular o privado (40). Ello pareciera presumirse cuando
la ejecución se inicia contra una persona física (41). En cambio, no se
actuará en el ámbito de aplicación del art. 36, LDC, si lo prendado es
una máquina destinada a un proceso de producción, v.gr. (42).

(38) CSJN, 18/10/2006, “Plan Óvalo SA de Ahorro para Fines Determinados c.


Giménez, Carmen Élida”, Fallos: 329:4403, y “Escobar, Aldo Alberto y ots. c. Círcu-
lo de Inversores SA de Ahorro para Fines Determinados p/ ordinario”, 8/4/2008, Fa-
llos: 331:748.
(39) CSJN, 13/3/2007, “Banco Río de la Plata SA c. Industrias J. Matas SCA y otro”,
Fallos Corte: 330:803.
(40) Ver, entre otros, CNCom., sala A, 30/6/2010, “Banco Supervielle SA c. Bobadi-
lla, Gustavo Félix”, La Ley Online AR/JUR/38678/2010; sala D, 4/8/2010, “Plan Rom-
bo SA de Ahorro para Fines Determinados c. Lara, Carina Judit”, La Ley Online AR/
JUR/56623/2010; CNCom., sala E, 15/7/2011, “HSBC Bank Argentina SA c. Ledesma, Juan
Manuel s/secuestro prendario”, La Ley Online AR/JUR/46004/2011, y sala F, 24/6/2014,
“Banco Mariva SA c. M., C. J. s/ejecución prendaria”, La Ley, 25/11/2014, p. 6.
(41) CNCom., sala C, 12/6/2009, “Cooperativa de Crédito Consumo y Viv. Nuevo
Siglo Ltda. c. Almeida, Ana María”, La Ley Online AR/JUR/27567/2009.
(42) CNCom., sala E, 13/8/2013, “Centro Integral de la Máquina Herramienta SA
c. Manufacturas Integrales Baldoni SRL s/ejecución prendaria”, La Ley Online AR/
JUR/61083/2013.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

En las ejecuciones de saldo de cuenta corriente bancaria el


art. 36, LDC, sólo será invocable en la medida en que existan ele-
mentos que permitan inferir la existencia de una relación de con-
sumo. Un parámetro para decidir al respecto será, v.gr., el monto
consignado en el certificado de saldo deudor que llevará a presu-
mir que se está fuera del ámbito de la LDC cuando se exceda el
monto del crédito de consumo tipo (43). Sin embargo, aun cuando
el monto sea elevado para considerarlo un crédito personal, se ha
decidido no excluirlo de la protección consumeril si no resultaba
incongruente con el destino aludido por la actora, máxime cuando
era carga del mutuante demostrar el destino de los fondos (el prés-
tamo se había destinado para una reforma del hogar) (44). Otro ele-
mento determinante será obviamente el carácter de persona física
o de sociedad del demandado.

10. La ejecución de títulos de crédito contra


consumidores

Al comentar el art. 8° bis, LDC, se decía que una práctica co-


mercial abusiva que se venía observando desde hace varios años
en nuestro país estaba dada por el uso de pagarés o títulos de cré-
dito de características similares que se le hacían firmar a los con-
sumidores cuando tomaban un crédito o adquirían determinados
bienes o servicios en cuotas.
Estas prácticas se generalizaron tanto que la jurisprudencia
comenzó a ponerle límites (fundamentalmente en la provincia de
Buenos Aires y en la CABA) (45).

(43) CNCom., sala A, 8/7/2010, “Banco Itaú Argentina SA c. Fossatti, Horacio”, La


Ley Online AR/JUR/46319/2010.
(44) CCiv. y Com. Necochea, 18/7/2014, “F. S. A. c. S., J. F. y otros s/cobro ejecutivo”,
LLBA, 2014 (noviembre), p. 1149.
(45) El juez nacional en lo comercial Osvaldo Chomer fue quien, a partir de 2008,
tomó las primeras decisiones en donde se ordenaba la aplicación de oficio del art. 36,
LDC, a la ejecución de títulos de crédito contra consumidores. Sus ideas están resu-
midas en Chomer, Héctor O., “La Defensa del Consumidor y la adecuación de las
normas procesales”, Revista de Derecho Comercial, del Consumidor y de la Empresa
(DCCyE), La Ley, nro. 4, agosto 2012, p. 345. Álvarez Larrondo, por su parte, ha citado
con mucho detalle los antecedentes jurisprudenciales existentes sobre el tema den-
tro del fuero nacional en lo comercial hasta el año 2010 (tanto en primera como en
segunda instancia). Se remite a la lectura del trabajo respectivo. Álvarez Larrondo,

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

En el año 2010 la Suprema Corte bonaerense resolvió que en la


ejecución de un pagaré resultaba competente el juez del domicilio
del demandado y no el del domicilio de pago, si el título ejecutado
se originó en una operación financiera de consumo, pues resultaba
aplicable al caso el art. 36, LDC. Agregó que si bien en el ámbito
de las relaciones de financiación para el consumo las limitaciones
cognoscitivas propias de los juicios ejecutivos impedían debatir as-
pectos ajenos al título, ello debía ser armonizado con los principios
derivados de la legislación de defensa del consumidor. Dijo que,
de lo contrario, el art. 36, LDC, llevaría a entender que el ampa-
ro del consumidor contra las prórrogas de competencia quedaría
acotado a las acciones promovidas sobre la base de convenciones
“causales”, en las que sea posible examinar sus antecedentes para
inspeccionar si se trata de una operación financiera para consumo.
Sobre esa base, se consideró que era posible extender lo dispuesto
en el art. 36, LDC, a los casos en los que, por ser viable penetrar en
los antecedentes del negocio, el juez pueda determinar si se trata
de una operación de crédito de las normadas en el citado dispo-
sitivo legal. Se señaló que la prohibición que rige en los procesos
de ejecución, de ingresar en aspectos que hacen a la causa de la
obligación, si bien constituía un pilar fundamental de los sistemas
de enjuiciamiento sumarios, con la reconocida finalidad de tutelar
efectivamente el crédito (valor jurídico de repercusión social evi-
dente) admitía excepciones cuando la división entre lo que era de-
bate sobre la causa de la obligación, por un lado, y sobre las aptitu-
des ejecutivas del instrumento, por el otro, no resultaban tajantes
e inmaculadas (46).
En otro precedente, la Suprema Corte de Buenos Aires expresó
que proveer a la ejecución de un pagaré ante tales circunstancias
configuraría incluso un claro supuesto de abuso del derecho, me-
diante la utilización de fraude a la ley al sortear la competencia im-
prorrogable en beneficio de la parte débil de la relación de consu-
mo, establecida con clara finalidad tuitiva por el legislador. A ello
agregó que una serie ininterrumpida de endosos no podía justifi-

Federico M., “Criterios jurisprudenciales imperantes en materia de declaración ofi-


ciosa de incompetencia en juicios ejecutivos de consumo”, Revista de Derecho Comer-
cial, del Consumidor y de la Empresa (DCCyE), La Ley, nro. 1, septiembre 2010, p. 84.
(46) SC Buenos Aires, 1/9/2010, “Cuevas, Eduardo Alberto c. Salcedo, Alejandro
René”, LA LEY, 2010-E, 226.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

car una solución distinta cuando el ejecutado fuera consumidor de


un crédito para consumo y su domicilio real estuviera indicado por
el cartular (47).
Por su parte, la Cámara Nacional en lo Comercial en pleno de-
cidió en el año 2011 que “en las ejecuciones de títulos cambiarios
dirigidas contra deudores residentes fuera de la jurisdicción del
tribunal: 1. Cabe inferir de la sola calidad de las partes que subya-
ce una relación de consumo en los términos previstos en la ley N°
24.240 de Defensa del Consumidor, prescindiendo de la naturaleza
cambiaria del título en ejecución. 2. Corresponde declarar de ofi-
cio la incompetencia territorial del tribunal con fundamento en lo
dispuesto en el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor” (48).
Se trató de una definición judicial de singular impacto práctico
porque gran parte de las ejecuciones de títulos de crédito contra
consumidores de todo el país se efectuaban hasta el momento en
la CABA (49).

(47) SC Buenos Aires, 14/9/2011, “Illarietti, Luis Rodrigo c. Aguirre, Christian


Osear. s/cobro ejecutivo. Incidente de competencia”, LLBA, 2012 (marzo), p. 178.
Sobre el tema también puede citarse: SC Buenos Aires, 3/9/2014, “Crédito para to-
dos SA c. Estanga, Pablo Marcelo s/cobro ejecutivo”, LLBA, 2015 (febrero), p. 98.
(48) CNCom., en pleno, 29/6/2011, “Autoconvocatoria a plenario s/competencia
del fuero comercial en los supuestos de ejecución de títulos cambiarios en que se
invoquen involucrados derechos de consumidores”, LA LEY, 2011-D, 421. Votaron a
favor de esta decisión doce camaristas (Pablo D. Heredia, Miguel F. Bargalló, Rafael F.
Barreiro, Isabel Míguez, Alfredo Arturo Kölliker Frers, José Luis Monti, Juan R. Gari-
botto, Juan José Dieuzeide, Ángel O. Sala, Bindo B. Caviglione Fraga, Alejandra N. Té-
vez y Juan Manuel Ojea Quintana). El voto en minoría fue suscripto por cinco jueces
(María Elsa Uzal, Matilde E. Ballerini, Ana I. Piaggi y María Lilia Gómez Alonso de
Díaz Cordero y Gerardo G. Vassallo).
(49) Hay jueces que consideran que el supuesto previsto en el plenario no abarca
aquellos casos en los cuales la ejecución es iniciada por un endosatario y no por quien
fue parte de la pretendida relación de consumo originaria. CNCom., sala D, 9/6/2015,
“Socidene SA c. Mastefer SA y otro s/ejecutivo”, La Ley Online, AR/JUR/29311/2015.
Por el contrario, se ha sostenido que la circunstancia de que los cheques emitidos por
la ejecutada en el marco de una relación de consumo hayan sido endosados por otras
firmas no puede ser invocada por la ejecutante para alterar la competencia territorial
que surge de la LDC. Esto porque pretender que el endoso sea suficiente para evitar la
aplicación de normas de orden público importaría aceptar que mediante ese simple
arbitrio se desatienda el carácter mencionado. CNCom., sala C, 28/5/2015, “Banco
Patagonia SA c. Prego, María de los Ángeles s/ejecutivo”, LA LEY, 2015-E, 293.
Asimismo se ha resuelto que la declaración de incompetencia de oficio tampoco
procede cuando el proceso involucra a dos personas físicas, no variando esta con-
clusión por el hecho de que el actor tenga iniciados cinco juicios en la misma juris-

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Haciendo un breve paréntesis, es importante destacar que la


ley 26.853 derogó los arts. 302 y 303 del CPCCN que aludían a la
convocatoria a plenarios y a su fuerza obligatoria. Ello en la inte-
ligencia de que la función que cumplían esos pronunciamientos
a través de los cuales se uniformaban criterios jurisprudenciales
pasaría a ser desempeñada por las Cámaras Federales de Casación
(sobre las materias Contencioso Administrativo Federal, Trabajo y
Seguridad Social y Civil y Comercial). Sin embargo, a la fecha de
edición de esta obra todavía no han sido puestas en marcha.
Con base en esto, cabe la pregunta sobre qué influencia tienen
esos plenarios dictados con anterioridad a la ley 26.853.
Al respecto se ha dicho que las doctrinas que emanan de los
plenarios han dejado de ser obligatorias desde la reforma introdu-
cida por la ley 26.853 (50).
La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, por su parte,
ha emitido algunos fallos refiriéndose a la cuestión que resultan
de utilidad para lo aquí analizado. Así, se ha dicho que la doctrina
plenaria debe continuar vigente hasta tanto no se integren efecti-
vamente ni se pongan en funcionamiento los tribunales menciona-
dos (51). Es más: en dicho fuero se han dictado plenarios con poste-
rioridad a la sanción de la ley 26.853, aclarándose que la existencia
de ésta no era un obstáculo en un caso concreto pues había sido
promulgada y publicada en el BO con posterioridad a la convocato-
ria de dicho plenario (52).

dicción. CNCom., sala C, 19/11/2015, “Hurtado, Esteban Darío Félix c. Villagra, José
Antonio s/ejecutivo”, La Ley Online, AR/JUR/68867/2015.
(50) CNCom., sala F, 27/12/2013, “Banco Itau Buen Ayre SA c. Maimone, Cristian
Alberto s/ejecutivo”, La Ley Online AR/JUR/94985/2013.
(51) Ver, entre otros, CNCiv., sala A, 3/6/2013, “C., A. K. y o. c. F., M. M. y o. s/daños y
perjuicios”, RCyS, 2013-IX-252; sala D, 10/6/2013, “Higa, Mauricio Javier c. Villavicen-
cio, Osvaldo Martín y otros s/daños y perjuicios”, La Ley Online AR/JUR/29272/2013;
sala B, 30/8/2013, “P., H. L. c. Banco Sáenz SA s/ejecución de honorarios”, LA LEY,
2013-E, 506; sala F, 3/2/2014, “L., J. R. c. Empresa del Transporte El Libertador SRL y
otros s/daños y perjuicios”, RCyS, 2014-VIII -223; sala H, 15/10/2013, “F., T. P. c. Go-
bierno de la Ciudad de Buenos Aires s/daños y perjuicios”, LA LEY, 2014-C, 236; y sala
M, 14/8/2014, “G., H. J. c. Empresa Tandilense SACIFI y M., R. s/daños y perjuicios”,
ED, 7/11/2014, p. 5.
(52) CNCiv., en pleno, 23/12/2013, “Inversiones Rifer SL c. Fruticon SA s/incidente
civil”, LA LEY, 2014-B, 167.

- 590 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

En similar sentido hay algunos precedentes de la Cámara Na-


cional de Apelaciones del Trabajo (53). Sin embargo, en este fuero
existen decisiones en donde se resolvió que correspondía dejar de
lado la doctrina plenaria sentada en el año 2009 ante la sanción de
la ley 26.853 y la afectación de principios de raigambre constitucio-
nal que el fallo plenario producía según los jueces que resolvieron
el caso (54). También que la falta de puesta en funcionamiento de las
Cámaras de Casación sólo condicionaba la vigencia de la mencio-
nada ley a los efectos de la interposición de los recursos respectivos
pero no en lo relativo a los plenarios, los cuales dejaban de existir
desde su fecha de publicación (55).
Sin perjuicio de la polémica sobre la obligatoriedad o no de los
plenarios no se puede pasar por alto que la CSJN ya ha emitido
también importantes fallos que impactan de modo intenso sobre
el tema tratado en este punto.
El primero que debe ser citado es del año 2010 (56). En el marco
de un conflicto de competencia ante la ejecución de un pagaré, un
juez del fuero nacional en lo comercial declinó de oficio la suya, con
fundamento en que el demandado era un consumidor y que la re-
lación jurídica que vinculaba a las partes tenía sustento en la LDC
razón por la cual, era competente el juez del domicilio del deudor
(art. 36, LDC). El otro magistrado (de San Martín, provincia de Bue-
nos Aires) se opuso señalando que del título ejecutivo surgía que
las partes consignaron como lugar de pago la CABA, situación que
habilitaría a los jueces de ese ámbito territorial para conocer en la
causa. La Corte, basándose en el dictamen de la procuradora fiscal,
determinó que era improcedente la declaración de incompetencia
de oficio, pues, tratándose de asuntos exclusivamente patrimonia-
les, la facultad de declinar de oficio la competencia en razón del
territorio se encontraba restringida en forma expresa por el art. 4°,

(53) CNTrab., sala II, 30/9/2013, “Seoane, Cristian Diego c. Dell América Latina
Corp s/despido”, DT, 2014 (enero), p. 76, y sala VIII, 21/2/2014, “M., E. C. c. D. L., L.
y C., S. S.H. y otros s/despido”, DT, 2014 (julio), p. 1877, entre otros.
(54) CNTrab., sala VI, 24/9/2013, “G., C. N. c. Telefónica Móviles Argentina SA s/
despido”, DT, 2014 (mayo), p. 1225.
(55) CNTrab., sala V, 23/5/2014, “Piacenza, Mirta Evelia y otros c. Telefónica de Ar-
gentina SA y otro s/part. accionariado obrero”, DT, 2014 (octubre), p. 2804.
(56) CSJN, 24/8/2010, “Compañía Financiera Argentina SA c. Toledo, Cristian Al-
berto s/cobro ejecutivo”, LA LEY, 2010-E, 180.

- 591 -
Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

párr. 3°, del CPCCN, y que la jurisdicción podía ser prorrogada por
las partes (art. 1°, párr. 2°, CPCCN).
Este criterio fue dejado de lado en el año 2013 en un caso de
ejecución de pagaré en donde se admitió la declaración de incom-
petencia de oficio con fundamento en el carácter de orden público
del art. 36, LDC (57).

(57) Debe resaltarse, no obstante, que el Alto Tribunal aclaró que ello no era un
obstáculo para seguirle reconociendo validez al título que originó la ejecución, de
modo que la abstracción cambiaria y los límites cognoscitivos propios de los proce-
sos ejecutivos no quedaban afectados por la decisión. CSJN, 10/12/2013, “Productos
Financieros SA c. Ahumada, Ana Laura s/cobro ejecutivo”. Esa aclaración también se
realizó en otro caso resuelto en la misma fecha en donde, ante un conflicto positivo de
competencia con motivo de la ejecución de un pagaré se resolvió que era competente
el juez del domicilio real del ejecutado pues existían elementos dentro del expedien-
te que permitían inferir la existencia de una operación de crédito para el consumo
(CSJN, 10/12/2013, “Compañía Financiera Argentina SA c. Monzón, Mariela Claudia
s/ejecutivo”). Este criterio se confirma en algunos fallos de segunda instancia. Al solo
título ejemplificativo podemos citar una decisión en la cual, con cita de Emilio Ibar-
lucía, se razonó que “aun cuando de sus condiciones personales y del título pudiere
presumirse que los litigantes se encuentran vinculados por una relación de consu-
mo, se comparte con la doctrina que la solución más equilibrada y armónica que
resguarda todos los intereses en juego y coordina las normas en conflicto es que, tras
examinar si el título cumple con los requisitos contemplados por su específico orde-
namiento como para habilitar la ejecución…se ordene el pertinente mandamiento
de intimación y pago, otorgándole al ejecutado la posibilidad de ser oído, para que
finalmente se dicte una sentencia que examine todas las excepciones o planteos que
pudieren oponerse a la ejecución”. CNCom., sala D, 28/4/2016, “Banco Macro SA c.
Gómez, Luciano s/ejecutivo”, La Ley Online, AR/JUR/18512/2016. Sobre este último
tema, hay que informar también que alguna jurisprudencia posterior desestimó la
ejecución de un pagaré llevada adelante por un banco contra una persona física has-
ta tanto no se desvirtuara la presunción de existencia de una relación de consumo
o se preparara la vía ejecutiva adjuntando el instrumento mencionado en el art. 36,
LDC. El fundamento dado fue que debía impedirse la utilización de instrumentos
legales como cobertura de un fraude destinado a eludir la aplicación de normas de
orden público. Se agregó que el principio de abstracción cambiaria debía ceder fren-
te a la indagación necesaria para determinar si al título en cuestión le subyacía una
relación de consumo, toda vez que mediante la utilización de aquel no se pretendía
cumplir con su finalidad circulatoria sino sortear las garantías mínimas que emanan
de la propia Constitución Nacional y de la LDC. También se dijo que si se estima con-
figurada una operación financiera para consumo a través de cualquier instrumento o
título ejecutivo y éste es objeto de ejecución, la relación jurídica habilita la aplicación
de toda la preceptiva tuitiva del consumidor que debe primar por sobre las limitacio-
nes que la legislación cambiaria o comercial pueda establecer a la hora de impedir
indagar en la causa-fuente de la obligación. CNCom., sala F, 19/2/2015, “Banco de
Galicia y Buenos Aires SA c. Dayan, Gonzalo s/ejecutivo”, DJ, 22/7/2015, p. 58.
Relacionado con lo expuesto en el párrafo anterior, en otros casos se ha ido más allá
aún, expresándose que hasta que el legislador no incluya una vía procesal para recla-
mar el cobro de un pagaré de consumo que permita el margen de discusión que la

- 592 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

Se ha dicho que este tipo de fallos han vuelto a hacen retornar


a los títulos de crédito a su ámbito de aplicación histórico, es de-

temática exige, no puede exigirse el cobro ejecutivo, aun cuando se cumpla con todos
los requisitos previstos en el art. 36, LDC, debiendo reclamarse mediante la vía proce-
sal del juicio de conocimiento en estos supuestos. Ello con fundamento en el hecho
de que las limitadas excepciones que se admiten en el juicio ejecutivo (aun cuando
sean ampliadas por el CCyCN) restringen la posibilidad de introducirse en el análisis
de la causa generadora de la obligación, cercenando, por lo tanto, la defensa en juicio
del consumidor. Asimismo, y aun cuando luego de un juicio ejecutivo el consumidor
podría intentar un juicio de conocimiento posterior, el hecho de que primero deba
cumplir con la sentencia dictada en el proceso ejecutivo y pagar sus costas implica
una postergación onerosa de su derecho a un procedimiento eficaz, garantizado por
el art. 42, CN. CCiv. y Com. Mar del Plata, sala III, 29/9/2015, “HSBC Bank Argenti-
na SA c. Moreno, Gustavo Horacio y otro/a s/cobro ejecutivo”, RCCyC, 2015 (diciem-
bre), p. 242. Estas ideas se pueden complementar con lo resuelto en otro asunto en
donde se dijo que era admisible la integración del título ejecutivo con documenta-
ción adicional, formando un título complejo que permitía compatibilizar la legisla-
ción cambiaria con las previsiones protectorias del consumidor, máxime cuando esa
pauta hermenéutica está enmarcada en el cambio de paradigma que surge del títu-
lo preliminar del Código Civil y Comercial, que consagra el "diálogo de fuentes" y la
constitucionalización del derecho privado y que establece una comunidad de princi-
pios entre la Constitución, el derecho público y el derecho privado. CCiv. y Com. Azul,
sala II, 14/5/2015, “Banco Industrial Sociedad Anónima c. Suárez, Roque Ramón s/
cobro ejecutivo”, RCCyC, 2015 (julio), p. 242.
Sobre la temática también se encuentran fallos que resuelven con base en otras
ideas. En ese sentido, se puede recordar un caso en el cual el juez de primera ins-
tancia de oficio declaró nulo un pagaré por considerar que fue librado en fraude a la
LDC. Cabe aclarar que el demandado no se había presentado en juicio. La Cámara
revocó la sentencia expresando que no se podía suplir la inactividad del accionado y
la indiferencia en su defensa al no haberse presentado a hacer valer sus derechos. A
ello agregó que era contrario a derecho que un magistrado de oficio declare la nuli-
dad del pagaré con base en presunciones sin que el demandado se hubiera opuesto a
la ejecución. CCiv. y Com. 2ª Córdoba, 25/8/2015, “Banco Hipotecario SA c. Carranza,
Pablo Alejandro s/ejecutivo por cobro de cheques, letras o pagarés - Recurso de ape-
lación_”, LLC, 2015 (diciembre), p. 1169. En similar línea de pensamiento, se expresó
que el pagaré que no cumple las prescripciones del art. 36, LDC, no ha sido librado
necesariamente de manera fraudulenta pues en el caso el consumidor conocía lo que
estaba firmando, ya que en el título estaba consignado el monto y la garantía del cré-
dito. Agregó que pretender el rechazo de lo expresamente convenido fundado en ra-
zones meramente formales y desconociendo la deuda asumida, era una actitud vio-
latoria de la teoría de los actos propios. CCiv. y Com. 5ª Córdoba, 15/7/2015, “Cañete,
Sebastián c. Cañada, Adolfo Nemesio y otro s/ejecutivo por cobro de cheques, letras
o pagarés - recurso de apelación”, La Ley Online, AR/JUR/29218/2015.
Finalmente, es oportuno expresar que en la Comisión 8 de las XXV Jornadas Nacio-
nales de Derecho Civil de Bahía Blanca (1, 2 y 3 de octubre de 2015) se concluyó por
unanimidad que “El régimen de prácticas abusivas (arts. 1096 y ss. del Código Civil y
Comercial de la Nación y art. 8 bis ley 24.240), alcanza a la emisión de títulos cambia-
rios en fraude a la normativa de consumo. En tales casos, debe permitirse al deudor
el planteo de las defensas causales. Cuando la ejecución sea iniciada por un tercero

- 593 -
Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

cir, para relaciones entre comerciantes (58). Hay otros autores que
están intentado aportar soluciones de fondo, resaltando que las di-
ficultades que exhibe la práctica se relacionan más con aspectos
procesales (la vía ejecutiva y sus limitaciones) que con el pagaré de
consumo en sí (59).
Fuera de los supuestos señalados, se ha manifestado que la
LDC no rige cuando la relación es entre dos personas físicas y no
se evidencian circunstancias que permitan presumir la existen-
cia de una relación de consumo, en tanto no se demuestre que el
ejecutante se dedique al otorgamiento de créditos (por no surgir,
por ejemplo, del registro informático del fuero que haya promovi-
do una cantidad de juicios ejecutivos tal que conduzca a presumir
tal situación) (60). Otro tanto sucederá cuando el deudor no sea el
destinatario final del crédito (61). También se ha resuelto que no co-
rresponde aplicar el art. 36, LDC, ante la ejecución de un pagaré
librado a favor de una asociación mutual porque el asociado libra-
dor carece del carácter de consumidor y de acuerdo con esa rela-
ción el instrumento de pago tiende a financiar, en definitiva, las
prestaciones que constituyen el objeto de satisfacción de las nece-
sidades de los socios que se vuelcan a un fin común, en el que el
ahorro permite gozar de un beneficio que estimula esa misma ca-
pacidad ahorrativa con fines solidarios de acuerdo con la ley 20.321
(ley E-0956, DJA) (62).
Más allá de pronunciarse sobre la competencia, ya existen casos
en los cuales se ha condenado a compañías financieras por el uso

deberá analizarse si su transmisión se efectuó a un sujeto vinculado al proveedor di-


recto por una finalidad económica común (arts. 1073 y 1075 del Código unificado) en
fraude a la normativa de consumo. La concurrencia de dichos extremos, torna proce-
dentes las defensas causales”.
(58) Nissen, Ricardo A., “Los títulos de crédito en la Argentina. Esplendor y deca-
dencia. A propósito de un fallo ejemplar”, ED, 251-305.
(59) Paolantonio, Martín E., “Monólogo de fuentes: el caso del pagaré de con-
sumo”, LA LEY, 2015-C, 823.
(60) Ver, por ejemplo, CNCom., sala F, 2/2/2010, “Jiménez, Hugo Eduardo c. Villa-
gra, María Laura”, LA LEY, 2010-C, 155, y sala D, 26/4/2010, “Arancio, Miguel Marcelo
c. Franco, Walter Adrián”, La Ley Online AR/JUR/22031/2010.
(61) CNCom., sala F, 15/7/2010, “DSR Comunicaciones SA c. Carrone, Miguel Án-
gel”, JA, 2010-IV-87.
(62) CNCom., sala A, 11/9/2014, “Mutual de Profesionales y Técnicos de la
Adm. Pública c. García, Marcelo Mauricio Adrián s/ejecutivo”, La Ley Online AR/
JUR/51966/2014.

- 594 -
Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

abusivo de pagarés. En un caso, por ejemplo, por intentar ejecutar


un instrumento contra una persona física que se demostró en jui-
cio que no lo había firmado (63). Incluso algunos consumidores a los
que se intenta ejecutar ya han comenzado a pedir la imposición de
daños punitivos (aunque sin éxito hasta el momento) para castigar
la conducta de quien los demanda recurriendo al uso fraudulento
de pagarés (64).

11. Breve mención de la problemática


del “sobreendeudamiento del consumidor”

El sobreendeudamiento del consumidor constituye uno de los


actuales problemas de la materia abordada en este libro, y ha mo-
tivado una creciente atención de la doctrina (65), aun cuando toda-
vía no existan normas específicas que traten la problemática re-
ferida, más allá de la posibilidad de recurrir “forzadamente”, por
ejemplo, a los “pequeños procesos concursales” previstos en los
arts. 288 y ss. de la ley 24.522 (66) (ley F-0067, DJA) de Concursos y
Quiebras, en los cuales el pasivo denunciado no puede superar los
100 mil pesos (67).

(63) CNCiv., sala D, 22/9/2010, “Ramos José Antonio c. Compañía Financiera Ar-
gentina SA y otros”, RCyS, 2011-IV-149.
(64) CCiv. y Com. Azul, sala I, 22/5/2014, “Credil SRL c. Tornini, Guillermo Abel s/
cobro ejecutivo”, LLBA, 2014 (julio), p. 663.
(65) Se puede ver al respecto, entre otros, Alegria, Héctor, “Los llamados ‘pe-
queños concursos’. Concurso de personas físicas, consumidores, patrimonios reduci-
dos”, LA LEY, 2005-E, 1353; Rivera, Julio C., “Insolvencia de las personas físicas (en
particular de los ‘consumidores’)”, Revista de Derecho Comercial, del Consumidor y de
la Empresa (DCCyE), La Ley, nro. 2, noviembre 2010, p. 3; Kemelmajer de Carlucci,
Aída, “El ‘sobreendeudamiento’ del consumidor y la respuesta del legislador francés”,
Acad. Nac. de Derecho, 2008 (junio), p. 1; Frustagli, Sandra A. - Hernández, Car-
los A., “Sobreendeudamiento del consumidor”, LA LEY, 2013-E, 1160; Sozzo, Gon-
zalo, “Ley de Defensa del Consumidor Comentada”, cit., en Bueres, Alberto J. (dir.)
- Highton, Elena I. (coord.), cit., t. VIII-A, ps. 510 y ss.; Vítolo, Daniel R., La insol-
vencia del consumidor, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2012; Anchával, Hugo, Insolvencia
del consumidor: sobreendeudamiento de personas físicas, Astrea, Buenos Aires, 2011;
Bertoncello, Káren Rick Danilevicz, Superendividamento do consumidor, Edito-
ra dos Tribunais, Sao Paulo, 2015.
El tema también ha sido objeto de tratamiento específico en las XXIV Jornadas Na-
cionales de Derecho Civil de 2013 celebradas en la ciudad de Buenos Aires (Comisión
8 sobre Derecho del Consumidor).
(66) Publicada en el BO en fecha 9/8/1995.
(67) Art. 288.1, ley 24.522.

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

Como primera aproximación, pareciera que el sobreendeuda-


miento constituye una dificultad derivada de la concesión irres-
tricta de créditos de alto riesgo de mora en su devolución (68), pero,
consecuentemente, de elevado “precio” para el consumidor (sea
por tasas de interés excesivas o por “comisiones y cargos creati-
vos”). Ello se suma a la existencia de mecanismos publicitarios de
alta eficacia y dudosa legalidad, el carácter agresivo de la forma de
“venderlos” y, lógicamente, la situación de necesidad económica y
debilidad informativa del consumidor en muchos supuestos (69).
Lo explicado se da en un contexto de posmodernidad en donde
el consumidor pareciera requerir también una protección contra sí
mismo (70).
De manera gráfica, hay autores que explican que el sobreen-
deudamiento se relaciona, en última instancia, con la reducción de
los consumos esenciales para la vida misma de la familia. Es de-
cir, se pasa de “consumir” a un estado anterior de “supervivencia o
infraconsumo” (71).
Era curioso que, en un primer momento, la preocupación fue-
ra diametralmente la opuesta. Así, en el ámbito de la ONU se se-

(68) Si bien en la Argentina los proveedores financieros suelen evaluar la solven-


cia del consumidor ello no constituye una obligación. La directiva comunitaria euro-
pea 2008/48/CE establece, en cambio, la obligación de evaluar esa solvencia. Incluso
prevé que cuando las partes acuerden modificar el importe total del préstamo luego
de la celebración del contrato de crédito original, el prestamista tiene la obligación
de actualizar la información financiera de que disponga sobre el consumidor y debe
nuevamente evaluar su solvencia antes de aumentar significativamente el importe
total del crédito. Art. 8°, directiva 2008/48/CE.
(69) Se ha afirmado también que una de las causas determinantes del sobreen-
deudamiento es la “democratización del crédito” ya que se señala que “no hay con-
sumo sin crédito”. Negre De Alonso, Liliana T., “Sobreendeudamiento del consu-
midor. Pre-Proyecto de Ley. Salvataje del consumidor sobreendeudado”, ED, [260]
(30/10/2014, nro. 13.599).
También se ha dicho que proveer a la protección de los derechos del consumidor
en los términos del art. 42 CN importa también: “evitar (y no estimular) que los sec-
tores más carenciados se zambullan irreflexivamente, a la catarata de créditos com-
pulsivos y usurarios para el consumo, que inexorablemente llevarán al sobreendeu-
damiento de los consumidores y la bancarrota familiar”. Stiglitz, Gabriel A., “Los
principios del Derecho del Consumidor y los Derechos Fundamentales”, en Stiglitz,
Gabriel A. - Hernández, Carlos A. (dirs.), Tratado…, cit., t. I, p. 315.
(70) Santarelli, Fulvio G., “De la debilidad, sistema y paradigmas”, RCyS, 2014-
II, tapa.
(71) Anchával, Hugo, cit., p. 31.

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Estatuto del Consumidor Comentado Art. 36, ley 24.240

ñalaba en 1985 que los consumidores debían gozar de protección


contra la imposición de condiciones excesivamente estrictas para
la concesión de créditos por parte de los vendedores (72). Este as-
pecto de las originarias Directrices de la ONU sobre la Protección
para el Consumidor requería un necesario aggiornamiento a fines
de receptar el fenómeno del sobreendeudamiento. Ello ocurrió con
el texto de diciembre de 2015 en donde se dejó expresado que los
“Estados Miembros deben velar por que los procedimientos de so-
lución colectivos sean rápidos, transparentes, justos, poco costosos
y accesibles tanto para los consumidores como para las empresas,
incluidos los relativos a los casos de sobreendeudamiento y quie-
bra” (el resaltado me pertenece) (73).
Kemelmajer de Carlucci ha manifestado que el método de ju-
dicializar todas las etapas del llamado concurso del consumidor
ha fracasado en nuestro país. Expresa que dos herramientas serían
interesantes. Por un lado, considera que se necesita “una etapa pre-
via a la judicial, a cargo de expertos, que sepan economía, y que
puedan proyectar soluciones posibles para que el consumidor so-
breendeudado de buena fe sobreviva conjuntamente con su fami-
lia con un mínimo de dignidad y, al mismo tiempo, pague (aunque
sea parcialmente) a sus acreedores”. Esas propuestas de expertos
deberían ser homologadas judicialmente. Subsidiariamente, debe-
ría recurrirse al “fresh start”, como “solución última y excepcional
que debe ser decidida por el juez” (74).
Entre las propuestas destinadas a abordar esta problemáti-
ca, hay quienes señalan que se debe comenzar por intensificar la
información, individualizar las prácticas abusivas a partir de los
estándares vigentes, prever el derecho de arrepentimiento (75) y la

(72) Punto III.21, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Con-
sumidor de 1985.
(73) Punto V. 40, Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Consu-
midor de 2015.
(74) Kemelmajer de Carlucci, Aída, “El ‘sobreendeudamiento’ del consumidor
y la respuesta del legislador francés”, Acad. Nac. de Derecho, 2008 (junio), p. 1, cit.
(75) Agrego respecto de este punto que la directiva comunitaria 2008/48/CE ha-
bilita, en su art. 14, la posibilidad de que los consumidores puedan desistir sin ex-
presión de causa del contrato de crédito celebrado, siempre y cuando se realice den-
tro de los 14 días hábiles de haberlo firmado o de la fecha en que haya recibido las
condiciones contractuales y la información exigida por la norma si este momento
fuese posterior a la suscripción del contrato. Para poder ejercer el derecho debe no-

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

obligación del proveedor de evaluar la capacidad de pago del con-


sumidor. Ello más allá de consagrar mecanismos extraconcursales
de remoción del sobreendeudamiento y la lógica implementación
de políticas de educación al consumidor en miras de un consumo
responsable que evite manipulaciones de los proveedores (76).

tificar por vía fehaciente y pagar al prestamista “el capital y el interés acumulado so-
bre dicho capital entre la fecha de disposición del crédito y la fecha de reembolso del
capital, sin ningún retraso indebido a más tardar a los 30 días de haber enviado la
notificación de desistimiento al prestamista”. Asimismo se establece que “los intere-
ses adeudados se calcularán sobre la base del tipo deudor acordado”, no pudiendo el
prestamista reclamar al consumidor “ninguna otra compensación en caso de desis-
timiento, excepto la compensación de los gastos no reembolsables abonados por el
prestamista a la administración pública”.
(76) Frustagli, Sandra A. - Hernández, Carlos A., “Sobreendeudamiento del
consumidor”, LA LEY, 2013-E, 1160, cit.
En las XXIV Jornadas Nacionales de Derecho Civil de 2013 antes citadas se emitie-
ron, por su parte, una serie de conclusiones sobre la problemática del sobreendeu-
damiento del consumidor, muchas de las cuales constituyen pautas relevantes para
ser tenidas en cuenta al momento de que se de nacimiento a un régimen normativo
específico en la materia: “1. La protección frente al sobreendeudamiento ha de consi-
derarse a partir de una situación que afecte gravemente al consumidor impidiéndole
el normal desarrollo de su vida familiar y social si tuviere que cumplir estrictamente
con las obligaciones no profesionales asumidas y vinculadas —en principio— a bie-
nes no suntuarios. Para ello especialmente han de ponderarse las causas del sobre-
endeudamiento y las condiciones subjetivas y objetivas que profundicen la vulnera-
bilidad propia del consumidor tales como problemas de salud, adicción al consumo,
ancianidad, minoridad, desamparo económico, desempleo, divorcio, etc. También
respecto del proveedor de crédito debe merituarse especialmente su proceder abu-
sivo o engañoso al tiempo de la concesión de financiamiento; 2. En materia de so-
breendeudamiento deben privilegiarse las herramientas preventivas que resultan del
régimen de consumo; 3. Los proveedores de créditos deben brindar información re-
lativa a las modalidades del crédito, capital, intereses, costos, cargos, etc. y su omisión
o insuficiencia podrá dar lugar a la ineficacia del acto y/o a responsabilidad objetiva
por los daños causados al consumidor (arts. 4°, 10 bis, 37 y 40, LDC); 4. Los proveedo-
res de crédito están obligados a evaluar la capacidad de pago y solvencia del deudor.
Su incumplimiento genera responsabilidad objetiva; 5. En las operaciones de prés-
tamo para el consumo debe reconocerse al consumidor el derecho consagrado en el
art. 34 de la Ley de Defensa del Consumidor; 6. Es obligación del Estado desarrollar
políticas públicas tendientes a la educación financiera mediante programas escola-
res y campañas a la comunidad. Asimismo, el Estado debe abstenerse de estimular
los excesos e irracionalidad en los consumos que puedan conducir al sobreendeuda-
miento, y proveer activamente a evitarlos; 7. Entre los mecanismos extra-concursa-
les de remoción del sobreendeudamiento debe considerarse a la revisión y renego-
ciación de los contratos, incluso para créditos documentados en pagarés, y es deber
de los jueces intervenir en el contenido económico del negocio para tornarlo equita-
tivo; 8. En las operaciones de crédito al consumo, el art. 36, LDC debe entenderse en
el sentido de que la conexidad contractual permite al consumidor invocar defensas
y/o acciones directas frente al proveedor y al financista; 9. Frente a la ejecución de

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Más allá de la falta de soluciones normativas específicas que


aborden el fenómeno (77), a nivel jurisprudencial existen algunos
antecedentes pretorianos en el país en donde se empieza a tomar
nota de esta problemática. Así, por ejemplo, se puede citar el caso
de un profesor de escuela secundaria que, bajo una situación de so-
breendeudamiento, solicitó su propia quiebra. En primera instan-
cia se rechazó su pedido, argumentándose que incurría en abuso
de derecho. Sin embargo, la Cámara ordenó la apertura del proceso
falencial expresando que no podía endilgarse tal abuso cuando el
caso era reflejo directo de una extendida problemática económi-
co social, en el que la voluntad del deudor de alcanzar un estado
de sobreendeudamiento no resultaba un claro motivo de la cesa-
ción. A ello se agregó que si la aplicación de la única herramienta
normativa que le permitía un nuevo comienzo se le negaba, la otra
opción lo perpetuaba en una situación de padecimiento que el sis-

pagarés de consumo, el consumidor podrá ejercer todas las defensas causales e in-
vocar las normas protectorias del Derecho del Consumidor, en razón que la emisión
de pagarés de consumo constituye una práctica vejatoria. Lo mismo podrá efectuar
en cualquier proceso ejecutivo, en el marco de una relación de consumo. Cuando
resulte notoria la existencia de una relación de consumo el juez podrá de oficio apli-
car las normas de Defensa del Consumidor, entre ellas la nulidad de la cláusula de
prórroga de jurisdicción territorial; 10. Los mecanismos regulados en la actual Ley
de quiebras son insuficientes para solucionar el sobreendeudamiento de los consu-
midores. Resulta necesario el dictado de una legislación especial, bajo el imperio de
los principios del Derecho del Consumidor, que aborde de manera integral medidas
de prevención, saneamiento, reparación y rehabilitación para los casos de sobreen-
deudamiento de los consumidores; 11. Resulta imprescindible el dictado de normas
procesales —en las distintas jurisdicciones— que implementen y desarrollen los de-
rechos de los consumidores, en especial los vinculados al financiamiento y sobre-
endeudamiento. En tal sentido, se recomienda la reforma del art. 544 del CPCCN;
12. Se recomienda la creación de un Registro Nacional de Créditos, que le permita al
acreedor evaluar los riesgos que asume y de hacerlo será bajo su responsabilidad, no
pudiendo ejecutar al consumidor sobreendeudado; 13. Se aconseja crear un sistema
de scoring único, universal y obligatorio indispensable para contar con un mercado
de créditos saludable y evitar las consecuencias negativas de la asimetría informa-
tiva; 14. Resulta necesario implementar instrumentos de garantía como los seguros
obligatorios para salvaguardar al consumidor sobreendeudado por infortunios de
su vida (despidos, enfermedades, etc.) a cargo de las empresas de crédito; 15. Se
propone incorporar en una futura reforma a la Ley de Defensa del Consumidor el
principio precautorio”.
(77) Es importante informar que hay preproyectos de ley para regular la cuestión
que apuntan a intentar dar solución a esta problemática. Negre De Alonso, Lilia-
na T., “Sobreendeudamiento del consumidor. Pre-Proyecto de Ley. Salvataje del con-
sumidor sobreendeudado”, ED, [260] - (30/10/2014, nro. 13.599), cit.

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Art. 36, ley 24.240 Demetrio Alejandro Chamatropulos

tema de orden público protectorio de los consumidores no podría


permitir (78).
Finalmente y a título informativo, cabe decir que en el año 2015,
por iniciativa del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la
Nación, se creó una Comisión de Reforma de la ley 24.522 (res. 1163
del 22 de mayo de 2015 no publicada en el BO al momento de edi-
ción de este libro), para adecuar sus disposiciones a los casos de
insolvencia y sobreendeudamiento de consumidores y microem-
presas. La integraron Héctor Osvaldo Chomer, Ariel Dasso, Emilia-
no García Cuerva, Francisco Junyent Bas, Marcelo Haissiner, Ale-
jandra Tevez, Juan Carlos Veiga y Daniel R. Vítolo. Hasta la fecha de
edición de este libro la modificación legislativa en cuestión no se
produjo. No obstante, el Anteproyecto redactado por la Comisión
fue presentado al Ministerio para su evaluación en el mes de agosto
de 2015.
Por su parte, el Consejo Asesor de la Magistratura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires a través de la resolución 147/2014 apro-
bó una “prueba piloto” que propuso dar nacimiento a una oficina
de asistencia al ciudadano sobreendeudado, buscando su reinser-
ción social y el reencauzamiento de su economía familiar.

(78) CCiv. y Com. Necochea, 19/9/2013, “C., J. A. s/quiebra”, La Ley Online AR/
JUR/ 68525/2013.

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SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN LA 1ra. QUINCENA DE OCTUBRE DE 2016
EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE “LA LEY S.A.E. e I.” - BERNARDINO RIVADAVIA 130
AVELLANEDA - PROVINCIA DE BUENOS AIRES - REPÚBLICA ARGENTINA

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