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Escuela de Educación Secundaria Nº 20

Aula de Aceleración

Materias:​ Prácticas del Lenguaje y Ciencias Sociales

Docentes: ​Eliana Lucero, Florencia Olivera

Actividades de Prácticas del Lenguaje y Ciencias Sociales

Hola grupo de Aula de Aceleración. Esperamos que se encuentren bien y estén transitando
este momento que nos toca atravesar de la mejor manera posible.
A partir de ahora es importante que sepan que vamos a estar trabajando de forma
conjunta entre materias, no de forma individual como en un principio.
En nuestro caso, estaremos trabajando colectivamente entre Prácticas del Lenguaje y
Ciencias Sociales. Recuerden que armamos un grupo de WhatsApp, en el cual pueden realizarnos
dudas o consultas que les surjan a partir de las actividades planteadas. Para eso estamos las
profes, para ayudarlas/os y acompañarlas/os en todo lo posible.
¡Les mandamos un abrazo y un beso enorme!

Actividad Nº 1
En esta oportunidad se les presenta el cuento “​Ella era” de Alejandra Añón y los siguientes
interrogantes:
a. ¿Cuál es la situación que se relata en el cuento? ¿De qué manera el narrador nos
sorprende hacia el final de la historia? ¿Cuáles son las razones por las que comete el
crimen?
b. Marcá con una cruz una de las siguientes opciones. El cuento pertenece al:
-subgénero fantástico -subgénero ciencia ficción -subgénero realista
-subgénero maravilloso -subgénero policial -subgénero de aventuras
Fundamentá tu elección.
c. El crimen que se comete en este cuento entra dentro de la categoría de “femicidio”.
Explicá con tus palabras cuál es el significado de este concepto y en qué medios suele
circular esta palabra.
d. ¿Alguna vez escuchaste la consigna “Ni Una Menos”? ¿Dónde? Explica con tus palabras el
significado.
e. Si puedes buscá información en casa o con ayuda de alguien que conozca sobre la historia
del movimiento “Ni Una Menos” y realizá un breve escrito en tu carpeta.
f. ¿Qué reflexión podrías realizar a partir de lo leído en el cuento? Desarrollá brevemente.
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Aula de Aceleración

ALEJANDRA AÑON

Ella era

Ella era mía y está muerta. Ahora tiene piel de sombra, de hielo, de arena. Nada en ella vive. Ni
siquiera su último miedo, su grito final, descompuesto. Solo su olor…
Pero no, su olor también está muerto. Ese olor que quema los huesos no es ella. Yo lo sé bien.
La conocía. La amaba. Era bella hasta el escándalo, tenía la cara manchada de risa, los ojos
sensibles, despiertos, trágicos. Había abandonado Rosario, alquilaba un departamento minúsculo,
justo debajo del mío. Compartíamos el mate de la tarde, nos hacíamos compañía. Éramos soledades
dispuestas a encontrarse, a regalarse tibiezas, ratos quietos, serenos, robados a la voracidad del
tiempo. Así pude explorarla, conocerle los huecos, las grietas por las que lograba colarme para
sorprenderla pequeña, frágil, vulnerable. Así le descubrí recuerdos rotos, caminos a medio andar,
años a medio vivir.
Así la construí para mí, cosiendo cuidadosamente los pedazos de ella. Así la quise para mí, la
amé ferozmente. Así mordí mi secreto deseo de besarla: até con paciencia mi pasión desatada, la
arrugué en mi pecho para más adelante, para cuando pudiera encontrar el valor y traducirla en
palabras. Después, ella conoció a ese alemán. . . Y se entregó a él. Y se dejó hacer un amor teñido
de olvido, de mentira, de trampa. Un amor que era un simulacro; un amor que era ficción de amor;
una ficción torpe, vacía, barata.
Ella era mía y, sin embargo, poco a poco, arriaba las velas, recogía sus días de ella conmigo,
me abandonaba. Por eso la invité a cenar el viernes en casa. Para convencerla de que estaba
equivocada. Para que me eligiera. A mí, que la adoraba, que la deseaba con una fuerza inusitada.
Pero saber mi amor la asustó. Quiso huir. Por eso tuve que pegarle, por eso la maniaté, aún
desmayada, a los barrotes de la cama. Necesitaba tiempo para explicarle que yo sólo quería hacerla
feliz. Y era tan poco lo que pedía a cambio. . . Que me abrazara, que me quisiera, que me salvara.
Durante dos días y dos noches, ella no comió, no levantó la vista del suelo. Yo intenté decirle
mi amor de furia, mi amor de fuego. Sin embargo, ella no escuchaba.
Ahogaba mis palabras con ruidos sordos, con sílabas deformes. Tampoco hablaba. Sólo
suplicaba. Había aprendido a pedir piedad con la voz ronca, deshilachada, con una desesperación
casi animal. Nunca entendió que yo no quería lastimarla.
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Aula de Aceleración

Ella era mía y está muerta. Ayer me atreví a acariciarle la espalda. Ella tembló, con el espasmo
infinito del odio, con la loca convulsión del asco. Por primera vez en tres días me miró a los ojos, y
supe que me despreciaba. Entonces, la empujé sobre la cama, le deshice la cara de un tajo, le hundí
el pecho, la rompí, la mutilé. Recién entonces pude perdonarle su desdén, su desamor, su silencio.
Ese silencio cruel elocuente, me destrozó los nervios, arruinó mi paciencia. Ese desdén inmenso,
obstinado, acabó conmigo.
El primer rayo de sol me hiere la frente. Es lunes. Escribo. Desde ayer escribo.
Escribo para no llorar, para no vomitar mi sangre, para no creer su ausencia. Sufro. Me miro en
el espejo y me sorprendo. Descubro que soy otra. Estoy demasiado pálida, demasiado delgada,
demasiado sola. La extraño. Sin ella, soy una mujer desierta. Desde la habitación de al lado, detrás
de esa pared, llega ese olor que me quema los huesos, que sé que no es ella, porque yo la conocía
bien, la amaba.
Ella era mía y está muerta. Yo la maté. Vendrán a buscarme, lo sé, lo espero. Yo los llamé, para
que me lleven. Porque quiero mi castigo. Quiero mi infierno, mi culpa entera. Quiero mi vida inútil,
mi paz podrida. Golpean la puerta. Son ellos, por fin. Son sus botas tremendas. Están entrando . . .

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