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Artículo 85.- “El control externo del sector público nacional en sus aspectos patrimoniales, económicos, financieros y operativos,
será una atribución del Poder Legislativo.
El examen y la opinión del Poder Legislativo sobre el desempeño y situación general de la administración pública estarán
sustentados en los dictámenes de la Auditoría General de la Nación.
Este organismo de asistencia técnica del Congreso, con autonomía funcional, se integrará del modo que establezca la ley que
reglamenta su creación y funcionamiento, que deberá ser aprobada por mayoría absoluta de los miembros de cada Cámara.
El presidente del organismo será designado a propuesta del partido político de oposición con ma-yor número de legisladores
en el Congreso.
Tendrá a su cargo el control de legalidad, gestión y auditoría de toda la actividad de la administración pública centralizada y
descentralizada cualquiera fuera su modalidad de organización, y las demás funciones que la ley le otorgue. Intervendrá
necesariamente en el trámite de aprobación o rechazo de las cuentas de percepción e inversión de los fondos públicos.”
La norma comienza atribuyendo al congreso —al que llama “poder legislativo”— la función de control externo del sector público
federal en diversos aspectos: patrimonial, económico, financiero y operativo.
Esta atribución se acopla a las que contienen los 32 incisos del art. 75. (Ver cap. nº XXXIV).
De inmediato aparece la Auditoría General de la Nación, en cuyos dictámenes se sustentarán tanto el examen como la opinión
del congreso sobre el desempeño y la situación general de la administración pública.
NATURALEZA.
La Auditoría es definida como órgano de asistencia técnica del congreso, con autonomía funcional. La locución “autonomía
funcional” se emplea también para caracterizar al Defensor del Pueblo en el art. 86, y al Ministerio Público en el art. 120.
ATRIBUCIONES.
Las dos funciones en el art. 85
Si se presta debida atención al art. 85 queda la impresión cierta de que divide en dos el ámbito de competencias de la Auditoría:
• por un lado, la asistencia técnica del congreso;
• por el otro, el control de legalidad, gestión y auditoría en el ámbito demarcado por el párrafo tercero del art. 85.
Cuando, no obstante la divisoria entre la función de asesoramiento al congreso y la de control directo por la propia Auditoría,
se abarca la unidad conceptual y normativa del art. 85, se advierte que en los dos supuestos el órgano actúa en relación con el
control:
• cuando presta asistencia técnica obligatoria al congreso para que éste ejerza el control descripto en el primer párrafo
del art. 85, la presta en lo referente a ese mismo control congresional, que es un control patrimonial (sobre el activo y
el pasivo del patrimonio del estado), un control económico (sobre el resultado de la gestión del estado), un control
financiero (que recae sobre el movimiento de fondos) y un control operativo u operacional (dirigido a examinar si la
gestión se ha realizado conforme a los principios de eficiencia, economía y eficacia).;
• cuando la misma Auditoría cumple directamente con el control de legalidad, gestión y auditoría previsto en el párrafo
tercero del art. 85, se hace evidente que la competencia se vincula siempre con el control.
En cuanto a las demás funciones que por ley puede otorgarle al congreso, creemos que también han de guardar similar relación
con el control.
Todo ello se corrobora cuando, en la última parte del art. 85, se prescribe que la intervención de la Auditoría es necesaria en el
trámite de aprobación o de rechazo de las cuentas de percepción e inversión de fondos públicos, en alusión a la competencia
que la constitución le impone al congreso en el art. 75 inc. 8
NATURALEZA.
El art. 86 lo ha creado como órgano independiente, con plena autonomía funcional, y exento de recibir instrucciones de ninguna
autoridad. Por ende, la ubicación normativa congresional no implica que forme parte del congreso, y mucho menos que guarde
dependencia respecto de él, aunque su designación y remoción le quedan asignadas, con el voto de las dos terceras partes de
los miembros presentes de cada cámara.
Se le deparan los privilegios e inmunidades de los legisladores, y un período de desempeño quinquenal, con posible designación
inmediata por una nueva y única vez.
ATRIBUCIONES.
La competencia central está definida constitucionalmente, y consiste en la defensa y protección de los derechos humanos y de
los demás derechos, garantías e intereses tutelados por la constitución y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la
administración.
En el párrafo no aparece la mención de derechos emergentes de los tratados internacionales, pero no hay duda de que, al
menos los que gozan de jerarquía constitucional conforme al art. 75 inciso 22, han de considerarse absorbidos por la cita
referencial a los derechos tutelados por la constitución. Una interpretación amplia, implícita en la función protectora que se le
encomienda al Defensor del Pueblo, nos hace entender que cualquier derecho, garantía o interés que surgen de un tratado
incorporado al derecho argentino —aun cuando carezca de rango constitucional— provoca la competencia del Defensor en caso
de padecer las violaciones que especifica la norma.
Si hubiéramos de agrupar sintéticamente las competencias del Defensor del Pueblo en una sola función, diríamos que ésta
consiste en fiscalizar, controlar y proteger todo cuanto queda incluido en el ámbito que el art. 86 coloca bajo su órbita.
Para ello, entendemos que está habilitado a recibir y seleccionar denuncias y quejas, a informar, a investigar, a criticar, a hacer
propuestas y recomendaciones, a articular proyectos y, especialmente, a acceder a la justicia en virtud de su legitimación
procesal. En todo este conjunto de posibilidades damos por cierto que su acción no se debe limitar a los actos u omisiones ya
consumados, sino que ha de tener a la vez carácter preventivo.
En ninguna de sus competencias posee facultades de decisión con naturaleza vinculante y efectos obligatorios.
Aun cuando en muchas de sus intervenciones asuma la tutela de derechos o intereses que no le son propios, sino de terceros,
advertimos con claridad que siempre actúa a nombre propio y por sí mismo en relación con el congreso, lo que sencillamente
significa que esa actividad suya no es imputable al congreso, frente al cual sabemos que goza de autonomía y de
independencia absolutas, hasta el extremo de que no recibe instrucciones de ninguna autoridad.
Ello no impide que en el congreso exista una Comisión Bicameral Permanente de la Defensoría del Pueblo, cuya primera
resolución dispuso que el Defensor es responsable de su gestión ante el congreso .