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La guerra no termina cuando se declara la paz

Las guerras no se terminan con tan solo declarar el estado de paz. Dicen por ahí que no hay peor
guerra que la que se vive después de ella. Es decir, la reconstrucción del aparato productivo,
incluyendo empresas, capital humano, capital financiero, y el sistema económico en sí, puede
llevar décadas. Una de las pruebas más recientes es el rompimiento de las cadenas de
abastecimiento mundiales originadas por la pandemia del COVID-19 y la guerra en Ucrania en
2021, que tres años después se tradujeron en una crisis de escases de insumos, que elevan el
costo del procesamiento de bienes finales, generando así, una persistente inflación, con altas tasas
de desempleo, lo que en economía se conoce como estanflación.

Y es que el presente no es para nada ajeno a lo que ocurrió en la Europa de la primera guerra
mundial. Según Erick Housban, en su capítulo VI Europa después del Tratado de Versalles, narra
como Europa quedó no solo sumida en la pobreza, con un aparato productivo destruido, sino que
las tasas de inflación que se presentaron postguerra llegaron a ser 16 veces mayores comparado
con lo que fueron antes de la guerra, al menos este fue el caso para Alemania, y que decir de
Francia que quedó con una inflación 5 veces mayor. Sin contar, que la capacidad de producción
europea era tan pequeña que sus niveles de importaciones superaban con creces a las
exportaciones, teniendo déficit en la balanza de pagos. Esta inflación tiene su razón de ser en la
caída en la producción de insumos y productos, es una inflación que reprodujo aun más la
hambruna en Europa. El autor comenta que el problema de la reanudación del ciclo fue tan
complejo, que obviamente, los negociantes que transaban con productos, vendían a precios muy
altos, porque los costos eran altos. Pero la sociedad europea en vez de solucionar le problema
estructural de la inflación y la reconfiguración de la cadena de valor, lo que hizo fue sembrar el
odio de clases hacia los negociantes, que los denominaron especuladores. Los especuladores e
convirtieron en la excusa para la negligencia de los gobiernos por restaurar la economía. Con una
inflación tan alta, era imposible para cualquier empresario contratar un crédito, y menos en
moneda extranjera, porque las altas devaluaciones de las monedas europeas harían los prestamos
imposibles de pagar. Las medidas que utilizaron los europeos fueron controlar los precios y
perseguir a los especuladores, como si con eso se solucionara la escasez de las materias primas.

Reanudar el comercio, el autor lo resume, habían tres obstáculos: la falta de paridad entre los
precios internos y externos, es decir la alta devaluación de las monedas, la falta de acceso al
crédito individual, y un sistema de circulación monetario desorganizado, es decir, lo que hicieron
los gobiernos fue imprimir billetes sin cesar, con la grave consecuencia de acelerar la inflación.

En ese orden, tres reflexiones quedan de la obra del autor; la primera que la guerra es el peor
negocio porque destruir es mas fácil que construir, construir toma mucho más tiempo. Es decir,
devolverle a la economía la mano de obra perdida, que aguanta hambre, el conocimiento perdido,
las plantas de producción perdidas etc. La segunda reflexión es que reconstruir es de largo aliento.
La principal medida es la estanflación. La tercera, que el mundo tuvo que aprender de estas no
solo para evitarlas, sino que su principal lección es que antes que centrarse en perpeturar los
odios, como si lo hizo Europa por al menos cuatro décadas más, reconstruir implica en una
estrategia muy agresiva y audaz de recomponer las cadenas de producción. El tratado de Versalles,
y que quede como experiencia, lo que debió hacer es fortalecer el acceso al crédito, evitar la
impresión de billetes que no estuviera respaldad en producción real, fortalecer una moneda
común. Los gobiernos debieron inyectar dinero en inversión, es decir, en restaurar el transporte
para mover mercancías, en darle plata a la gente para montar fábricas, en producir y producir.
Pero si el dinero se dedica a los gastos, es decir, a utilizar los billetes producidos para gastar, la
inflación superará la capacidad de producción. En vez de perseguir a los especuladores, lo que
debió pasar fue, otorgar subsidios a la producción para vender los productos a menor costo, o
subsidiar la demanda.

En conclusión, mucho es lo que debemos aprender de la postguerra en Europa, y entender, que


los Tratados no son suficientes, que la guerra deja consecuencias persistentes como la alta
inflación, y que las medidas económicas que deben ser tomadas en una guerra, deben ser para
expandir la inversión y no el gasto. Que perpetuar el odio, asi sea de manera tácita, solo consigue
desviar la atención de atender los asuntos urgentes para restablecer una economía. Esperemos
que este aprendizaje pueda ser aplicado cuando termine el conflicto de Ucrania y Rusia, que a hoy
ha dejado al mundo en niveles de inflación que no se veían desde los años 90.

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