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Los trastornos alimentarios son enfermedades graves que afectan tanto la salud física como la
mental. Estas afecciones incluyen problemas en la forma de pensar sobre la comida, la
alimentación, el peso y la figura, así como en los comportamientos alimentarios. Estos síntomas
pueden afectar tu salud, tus emociones y tu capacidad para desenvolverte en ámbitos importantes
de la vida.
La mayoría de los trastornos alimentarios implica centrarse demasiado en el peso, la forma del
cuerpo y la comida. Esto puede derivar en comportamientos alimentarios peligrosos. Estos
comportamientos pueden afectar gravemente la capacidad de obtener la nutrición que el cuerpo
necesita. Los trastornos alimentarios pueden dañar el corazón, el aparato digestivo, los huesos,
los dientes y la boca. Pueden llevar a otras enfermedades. También están relacionados con la
depresión, la ansiedad, las autolesiones y los pensamientos y comportamientos suicidas.
Con el tratamiento adecuado, puedes volver a tener hábitos alimentarios más saludables y
aprender formas más sanas de pensar sobre la comida y el cuerpo. También puedes revertir o
reducir los problemas graves causados por el trastorno alimentario.
Síntomas
Los síntomas varían según el tipo de trastorno alimentario. La anorexia, la bulimia y el trastorno
alimentario compulsivo son los trastornos alimentarios más comunes. Las personas con dichos
trastornos pueden tener diferentes tallas y tipos de cuerpo.
Un trastorno alimentario puede ser difícil de controlar o superar sin ayuda. Cuanto antes recibas
tratamiento, más probabilidades tendrás de una recuperación completa. A veces las personas
pueden tener comportamientos alimentarios problemáticos que son similares a algunos de los
síntomas de un trastorno alimentario, pero los síntomas no cumplen con las pautas para el
diagnóstico de un trastorno alimentario. Sin embargo, estos comportamientos alimentarios
problemáticos pueden afectar gravemente la salud y el bienestar.
Muchas personas que tienen trastornos alimentarios piensan que no necesitan tratamiento. Una
de las características principales de muchos trastornos alimentarios es no darse cuenta de la
gravedad de los síntomas. Además, la culpa y la vergüenza suelen hacer que las personas eviten
pedir ayuda.
Si te preocupa algún amigo o familiar, pídele que hable con un proveedor de atención médica de
inmediato. Aunque esa persona no esté lista para admitir que tiene un problema con la comida,
puedes iniciar la conversación expresándole que estás preocupado y deseas escucharla.
Algunas de las señales de alerta que pueden indicar la presencia de un trastorno alimentario son
las siguientes:
Tener una dieta muy restringida que no ha sido recetada por un profesional de la salud
capacitado.
Hacer comida para uno mismo en lugar de comer lo que come la familia.
Estar preocupado o quejarse continuamente por no estar en forma o por tener sobrepeso, y
hablar de perder peso.
Mirarse en el espejo con frecuencia para ver lo que se percibe como defectos.
Ejercitarse mucho más que una persona promedio. Esto incluye no tomarse días de
descanso o de vacaciones por lesión o enfermedad, o negarse a asistir a eventos sociales u
otros eventos comunes por la necesidad de hacer ejercicio.
Callosidades en los nudillos por meterse los dedos en la boca para vomitar.
Los problemas de pérdida del esmalte de los dientes pueden ser un signo de vomitar
reiteradamente.
Abandonar la mesa durante las comidas o apenas se termina de comer para usar el baño.
Comer en secreto.
Si te preocupa tener un trastorno alimentario o que tu hijo lo tenga, ponte en contacto con un
proveedor de atención médica para hablar sobre este tema. Si es necesario, pide que te remitan a
un proveedor de atención para la salud mental con experiencia en los trastornos de la
alimentación. O, si tu seguro de salud te lo permite, comunícate con un experto directamente.
Causas
Se desconoce la causa exacta de los trastornos de alimentación. Al igual que ocurre con otras
afecciones de salud mental, puede haber distintas causas, como las siguientes:
Genética. Es posible que algunas personas tengan genes que aumentan el riesgo de
desarrollar un trastorno alimentario.
Biología. Los factores biológicos, como los cambios en las sustancias químicas del cerebro,
pueden influir en estos trastornos.
Factores de riesgo
Cualquier persona puede desarrollar un trastorno alimentario. Los trastornos alimentarios suelen
comenzar durante la adolescencia y la juventud, aunque pueden producirse a cualquier edad.
Ciertos factores pueden incrementar el riesgo de desarrollar trastornos alimentarios, como los
siguientes:
Antecedentes de acoso por el peso. Las personas que han sido acosadas o sujeto de
burlas por su peso son más propensas a desarrollar problemas con la alimentación o
trastornos alimentarios. Entre ellas, se incluyen las personas a quienes han avergonzado por
su peso sus compañeros, profesionales de atención médica, entrenadores, maestros o
familiares.
Complicaciones
Los trastornos alimentarios causan complicaciones muy variadas, algunas de las cuales ponen en
riesgo la vida. Cuanto mayor es la gravedad del trastorno o cuanto más perdura, más probable es
que se presenten complicaciones graves. Estas pueden ser algunas de ellas:
Depresión y ansiedad.
Muerte.
Prevención
No hay una forma segura de prevenir los trastornos alimentarios, pero puedes tomar medidas para
desarrollar hábitos alimentarios saludables. Si tienes un hijo, puedes ayudarle a reducir el riesgo
de que desarrolle trastornos alimentarios.
Adultos
Busca ayuda para los problemas de salud mental, como depresión, ansiedad o problemas
con la autoestima y la imagen corporal.
Para ver más pautas sobre alimentos y nutrición, así como actividad física, ingresa a health.gov.
Habla con el proveedor de atención médica si tienes inquietudes sobre tus conductas alimenticias.
El tratamiento temprano puede evitar que el problema empeore.
Niños
Estas son algunas maneras de ayudar a tu hijo a desarrollar conductas alimentarias saludables:
Evita hacer dieta en presencia de tu hijo. Es posible que los hábitos alimentarios familiares
influyan en las relaciones que los niños desarrollan con la comida. Comer en familia te da la
oportunidad de enseñarle a tu hijo sobre los peligros de hacer dietas. También te ayuda a
observar si tu hijo come suficiente cantidad y variedad de alimentos.
Habla con tu hijo. Existen muchos sitios web y otros espacios en las redes sociales que
fomentan ideas peligrosas, como proponer que la anorexia es la elección de un estilo de vida
y no un trastorno alimentario. Algunos sitios alientan a los adolescentes a comenzar dietas
restrictivas. Es importante corregir este tipo de ideas erróneas. Habla con tu hijo sobre los
riesgos de tomar decisiones poco saludables en cuanto a la alimentación.
Pide ayuda al proveedor de atención médica de tu hijo. En las visitas del niño sano, los
proveedores de atención médica podrían identificar los signos tempranos de un trastorno
alimentario. Pueden preguntar al niño sobre sus hábitos alimentarios. Estas consultas
incluyen el control de los percentiles de estatura y peso y del índice de masa corporal, que
pueden advertirles a ti y al proveedor de atención médica de tu hijo de cualquier cambio
importante.
Ofrece tu ayuda
Si te das cuenta de que un familiar o amigo muestra signos de un trastorno alimentario, considera
la posibilidad de hablar con esa persona sobre tu preocupación por su bienestar. Tal vez no
puedas evitar que desarrolle un trastorno alimentario, pero tenderle la mano con compasión puede
alentar a la persona a buscar tratamiento.
La anorexia nerviosa puede ser fatal. Tiene una tasa de muerte (mortalidad) extremadamente
alta, en comparación con otros trastornos mentales. Las personas con anorexia corren el riesgo de
morir por complicaciones médicas asociadas con la inanición (hambre). El suicidio es la segunda
causa principal de muerte en las personas diagnosticadas con anorexia nerviosa.
consumir cantidades inusualmente grandes de alimentos en un período corto de tiempo, como, por
ejemplo, en dos horas;
comer rápidamente durante los episodios de atracones;
comer incluso cuando está lleno o no tiene hambre;
comer hasta estar tan lleno que se siente incómodo;
comer solo o en secreto para evitar sentirse avergonzado;
tener sentimientos de angustia, vergüenza o culpa por comer;
hacer dietas frecuentes, posiblemente sin perder peso.
Los miembros de la familia pueden desempeñar un papel fundamental en el tratamiento, ya que pueden
alentar a la persona con problemas de alimentación o de imagen corporal a que busque ayuda. Los
familiares también pueden brindar apoyo durante el tratamiento y pueden ser grandes aliados tanto para la
persona como para el proveedor de atención médica. Existen investigaciones que sugieren que la
incorporación de la familia al tratamiento para los trastornos de la alimentación puede mejorar los
resultados del tratamiento, especialmente para los adolescentes.
Los planes de tratamiento para los trastornos de la alimentación incluyen psicoterapia, atención y
controles médicos, asesoramiento nutricional, medicamentos o una combinación de estos
enfoques. Los objetivos habituales del tratamiento incluyen:
Las personas con trastornos de la alimentación también pueden tener otros trastornos mentales (como
depresión o ansiedad) o problemas con el consumo de sustancias. Es fundamental tratar cualquier afección
concurrente como parte del plan de tratamiento.
Las formas específicas de psicoterapia ("terapia de diálogo") y los enfoques cognitivo-conductuales pueden
tratar eficazmente ciertos trastornos de la alimentación.
Diagnóstico
Los trastornos de la alimentación se diagnostican a partir de los síntomas y de una revisión de las
conductas y los hábitos alimenticios. Puedes ver tanto a un proveedor de atención médica como a
un profesional de la salud mental para obtener un diagnóstico.
Evaluación de salud mental. Un profesional de la salud mental puede preguntarte sobre tus
pensamientos, sentimientos, y conductas y hábitos alimenticios. También podría pedirte que
respondas una serie de preguntas para ayudar con el diagnóstico.
Otros estudios. Se podrían hacer otras pruebas para buscar complicaciones relacionadas
con tus problemas alimenticios.
Tratamiento
El mejor tratamiento para un trastorno de la alimentación requiere un trabajo en equipo.
Generalmente, el equipo se compone de tu proveedor principal de atención médica, un profesional
de salud mental y, a veces, un dietista diplomado. Busca profesionales con experiencia en el
tratamiento de trastornos de la alimentación.
Terapia conductual
Ciertas terapias conductuales pueden ser eficaces para tratar los trastornos de la alimentación.
Entre ellas se incluyen las siguientes:
Tratamiento basado en la familia. El tratamiento basado en la familia es un tratamiento
ambulatorio para niños y adolescentes con anorexia. También es probable que sea eficaz
para la bulimia y otros comportamientos alimenticios problemáticos. La familia participa para
garantizar que el niño u otro familiar siga patrones de alimentación saludable y mantenga un
peso saludable.
Medicamentos
Acupuntura.
Masajes.
Yoga.
Meditación.
Estrategias de afrontamiento y apoyo
Es difícil controlar un trastorno alimentario cuando recibes mensajes contradictorios de los medios
de comunicación, la cultura y, a veces, tu familia o los amigos. Si tú o un ser querido padecen un
trastorno alimentario, consulta con tu médico o con un profesional de la salud mental sobre cómo
afrontarlo y cómo recibir apoyo emocional.
Cualquier síntoma que tengas, incluso los que no parezcan estar relacionados con el
motivo de la cita médica. Trata de recordar cuándo comenzaron los síntomas.
Todos los medicamentos, incluidos los de venta libre, las vitaminas, los productos herbarios
u otros suplementos que estés tomando y sus dosis.
¿Qué tipo de pruebas necesito hacerme? ¿Estas pruebas requieren alguna preparación
especial?
Es probable que el proveedor de atención médica o el proveedor de atención para la salud mental
te haga varias preguntas, como las siguientes:
¿Haces ejercicio? ¿Con qué frecuencia haces ejercicio, y durante cuánto tiempo?
Es posible que el proveedor de atención médica te haga otras preguntas según tus respuestas,
síntomas y necesidades. Prepárate para contestar preguntas, de modo que tengas tiempo de
conversar sobre lo que sea más importante para ti.
Una gran parte de las adolescentes que sufre de estos trastornos no consulta
directamente por ello ya que, en general, la conciencia de enfermedad y motivación
para el cambio son escasas, a pesar de que la salud física y psicológica se encuentre
severamente amenazada por la enfermedad. Las adolescentes, muchas veces son
detectadas por sus padres, profesores o pares, siendo forzadamente llevadas a consultar.
Las consultas, en estos casos, se realizan a médicos generales, nutricionistas o
nutriólogos o, en una gran proporción a médicos que pueden atender a los problemas
asociados a los TCA (por ejemplo, problemas ginecológicos tales como ausencia de
menstruaciones, dentales tales como erosiones del esmalte, etc.). Este hecho remarca la
importancia de que los médicos no especialistas en el tema posean las herramientas
necesarias que les permitan sospechar el diagnóstico y actuar oportunamente para
conseguir una derivación exitosa a un equipo especializado de profesionales.
A pesar del interés clínico y de investigación por estos trastornos y las graves
consecuencias que conllevan, hasta el momento los resultados de tratamiento son de
moderada significancia o insatisfactorios. Las pacientes más jóvenes con AN tienen la
mejor tasa de recuperación (entre 50 y 70%), mientras que, en general, las tasas de
recuperación del resto de los TCA apenas llegan al 50% (8-10). Los tratamientos
basados en evidencia para los adolescentes también son escasos.
a)
b)
c)
Proveer de algunos elementos de manejo para médicos no especialistas en salud
mental.
Otro tema en discusión, es que la aplicación de los criterios hasta ahora establecidos
para TCA es compleja en el caso de las adolescentes, dadas las características propias
de la adolescencia y sus procesos de desarrollo. En esta línea, el grupo de trabajo para
la clasificación de los TCA para niños y adolescentes, acordó proponer ciertos cambios
en la clasificación actual que se resumen en: a) establecer límites menores y más
sensibles al desarrollo en el caso de las adolescentes para determinar la severidad de los
síntomas (ej. disminuir la frecuencia de las conductas purgativas requerida y considerar
la desviación significativa de las curvas del desarrollo caso a caso como criterio
diagnóstico más que guiarse por puntos de corte estandarizados), b) que se pueda
considerar indicadores conductuales de los rasgos psicológicos de los TCA en lugar de
pedir que sean reportados por la misma paciente (ej. considerar la negación a comer
como equivalente al temor a engordar) y que se debe alertar a los profesionales sobre la
limitación de algunas adolescentes para declarar este tipo de síntomas, y c) la inclusión
de múltiples informantes para evaluar los síntomas (ej. padres).
Estos cambios ayudarían a los clínicos que trabajan con adolescentes a superar algunas
de las dificultades diagnósticas actuales que generan barreras para el tratamiento. Por
ejemplo, rasgos clínicos como el retraso en el desarrollo puberal, retardo en el
crecimiento o dificultad para adquirir los minerales óseos, pueden ocurrir a niveles
subclínicos del trastorno así como en las adolescentes más tempranas pueden existir
dificultades relacionadas con la alimentación, imagen corporal o hábitos para el control
del peso que no cumplen los criterios para un TCA (1). Por lo tanto, se recomienda que
el diagnóstico de los TCA en la adolescencia, siguiendo los criterios mencionados más
adelante, se realice en el contexto de las características del desarrollo puberal y
adolescente normales.
Aunque las opciones de tratamiento para adolescentes con TCA son diversas, la meta del mismo es una sola:
ayudar al adolescente a lograr alcanzar y mantener su salud física y psicológica. Desafortunadamente, la
evidencia científica en relación al éxito del tratamiento para la población adolescente es escasa.
Si bien los TCA son trastornos psiquiátricos, estos no pueden ser atendidos sin considerar la salud física de
quien lo sufre. Por esta razón, el logro de patrones de alimentación saludable resulta clave para proveer las
bases mínimas para el resto del tratamiento. De este modo, la evaluación médica y su seguimiento es un
componente fundamental especialmente en la primera fase del tratamiento. Las intervenciones en salud
mental, por otro lado, deben cubrir la psicopatología propia de los TCA, las tareas psicosociales del periodo
adolescente y las condiciones comórbidas. Los tratamientos para TCA son generalmente largos,
recomendándose el seguimiento hasta 4 años luego del alta, en el caso de las adolescentes.
Motivación y tratamiento de los TCA
La efectividad de los tratamientos tanto para AN como para BN es, hasta el momento, poco satisfactoria. Una
de las particularidades de los TCA que probablemente está a la base de estos pobres resultados es que, a
diferencia de otros trastornos de salud mental, la motivación para recuperarse es muy baja y el trastorno es en
sí mismo altamente valorado. La motivación es el principal motor para la recuperación de cualquier trastorno
y se ha demostrado que las terapias convencionales fallan cuando la motivación es baja.
En el caso de la AN, es altamente probable que la adolescente no reconozca que tiene un problema. Su
presentación en una consulta, por lo tanto, implica frecuentemente un cierto grado de coerción por parte de la
familia u otros profesionales de la salud que hayan detectado el problema. Por lo mismo, no están listas para
modificar su conducta y, más aún, valoran su enfermedad incluso aunque ésta conlleve un riesgo de vida. En
el caso de la BN u otras formas de TCA, puede existir una mayor motivación para el cambio de por lo menos
algunas de las conductas ligadas a la enfermedad. Las adolescentes con BN por ejemplo, se muestran más
motivadas a disminuir los atracones y las conductas purgativas, pero menos motivadas a dejar la conducta de
dieta o tolerar un peso normal (42). Así, resolver la ambivalencia para el cambio se mantiene como un
desafío para el tratamiento.
En este contexto, el modelo de la Entrevista Motivacional (EM) ha sido utilizado en forma creciente en el
campo de los TCA (43). Este modelo de entrevista tiene por objetivo lograr incrementar la motivación
intrínseca del paciente. Implica un enfoque directivo pero no impositivo, donde se trabaja la resistencia al
cambio y se reconocen y resuelven las ambivalencias que éste produce. La EM se sirve de ciertas estrategias
fundamentales (uso de preguntas abiertas, reforzar al paciente, resumir lo que el paciente ha dicho durante la
entrevista, fomentar la autoeficacia) para ayudar al paciente a reconocer su problema y sus consecuencias y,
así, motivarse a cambiar (43). Sin embargo, se requieren de algunas modificaciones para aplicación del
modelo estándar de la EM al tratamiento de los TCA las cuales dependen del tipo de TCA y severidad con
que se presente. Por ejemplo, muchas adolescentes con AN presentan interferida su capacidad para tomar
decisiones autónomas, ya sea porque son muy jóvenes o están muy debilitadas por la enfermedad. En estos
casos, se puede igualmente trabajar desde la perspectiva de la EM aunque estableciendo algunos aspectos
“no-negociables” para trabajar (por ejemplo, alcanzar un nivel aceptable de estado nutricional). Se ha visto
que el uso de estrategias motivacionales en el tratamiento de los TCA mejora en general la adherencia al
mismo y tiene un efecto positivo en la reducción de conductas purgativas en adolescentes con BN y TANE
(44).
Finalmente, el trabajo motivacional no sólo ha sido útil en el tratamiento con las adolescentes con TCA sino
también en el trabajo con sus familias. Se ha desarrollado una forma de trabajo grupal con padres a quienes
se les entrena en EM como una forma de acompañar efectivamente a sus hijas en el camino de la
recuperación y, además, implica un trabajo personal de los cuidadores (45).
Las guías internacionales recomiendan, en el caso de la AN, que el tratamiento se realice en forma
ambulatoria en primera instancia, usando la alternativa de hospitalización para aquellos casos que no
respondan ambulatoriamente, presenten alto riesgo vital y escasos recursos psicosociales (ver Tabla 5). La
hospitalización en estos casos debe combinar la realimentación con las intervenciones psicológicas. La
recomendación que cuenta con mayor acuerdo entre los especialistas e investigadores, es que se utilicen
intervenciones familiares que aborden directamente el trastorno alimentario. La evidencia apoya los
tratamientos con base familiar particularmente a las terapias derivadas del Modelo Maudsley de Tratamiento
(46, 47) donde la familia es vista como el principal recurso para ayudar a la adolescente a recuperarse. Este
modelo ha sido examinado en varios estudios controlados logrando una efectividad de un 50 a 70%. La
efectividad mejora notablemente en el caso de adolescentes con TCA de corta duración y donde el nivel de
conflicto familiar no es muy alto (48). En el caso de familias con formas extremas de sobreprotección o
criticismo (alta emoción expresada) los resultados del tratamiento son mejores cuando la adolescente y su
familia son atendidos por separado versus las terapias familiares combinadas (49). La terapia cognitivo
conductual, que se usa en adultos, no ha sido extensivamente estudiada para adolescentes con AN. La terapia
individual focalizada en la adolescencia ha mostrado similar efectividad al final del tratamiento que la terapia
basada en la familia (50). Otras terapias a ser consideradas incluyen la terapia cognitivoanalítica, la terapia
interpersonal y la terapia focal psicodinámica.
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Para cada uno de estos factores se han desarrollado estrategias de intervención que
actualmente están en distintas etapas de validación. Por ejemplo, la terapia de
remediación cognitiva está diseñada para abordar los estilos de pensamiento (63) y
también existe una versión menos intensiva para pacientes ambulatorios basada en el
feedback de las evaluaciones neuropsicológicas de la paciente (64). Intervenciones para
padres y cuidadores de personas con TCA en forma de talleres o educación a distancia
vía DVD, también se han desarrollado para trabajar el factor interpersonal (65, 66).
Los parámetros físicos que pueden utilizarse para evaluar la severidad médica o el
compromiso nutricional en pacientes con TCA, se listan en la Tabla 4. Este examen
incluye a) mediciones de peso, altura, cálculo del percentil peso/talla e índice de masa
corporal (IMC), b) fuerza muscular, c) examen de los sistemas cardiovasculares,
respiratorio, abdominal y sistema nervioso central, y d) piel, dientes y garganta. En el
caso particular de las adolescentes, es central examinar el grado de desarrollo
alcanzado y cualquier desviación de la curva de desarrollo normal del adolescente.
Herramientas tales como el IMC o los percentiles peso/talla y los gráficos de peso,
pueden utilizarse colaborativamente con los pacientes y sus familias para mantener el
foco en las conductas clave para ser abordadas en el tratamiento. Finalmente, existen
circunstancias médicas como psiquiátricas que ameritaran la hospitalización de las
adolescentes con TCA. Los criterios de hospitalización para un paciente adolescente se
describen en la Tabla 5.