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Danza Comunitaria: Arte y Territorio

El dispositivo pedagógico, artístico y social desarrollado a partir de la Danza


Comunitaria posibilita que cualquier persona puede integrarse a un taller
coreográfico, a partir de lo que es y lo que puede ofrecer a esa grupalidad.
Poner en juego el lenguaje del movimiento y su metáfora implícita en la danza,
contribuye a visibilizar la disociación entre la vivencia de lo corporal y el resto
de los aspectos de lo humano, característica de la matriz cultural occidental y la
mecanización disciplinada del cuerpo para el rendimiento y la utilidad en el
trabajo en las lógicas sostenidas desde la organización económica capitalista.
Al mismo tiempo evidencia de modos muy simples, el tipo de vínculos y
relaciones que este disciplinamiento genera entre las personas e intenta
transformarlos.

La Danza Comunitaria propicia desde su metodología y la organización de


consignas de investigación y creación, nuevas experiencias de encuentro y
construcción colectiva. Se constituye en posibilitadora de instancias
vivenciadas “pasadas por el cuerpo” y luego por la palabra, de modos de
registros, relaciones, organizaciones y construcciones que no suelen ser
frecuentes en la vida cotidiana. Si bien nacimos de una institución académica,
se convoca a la participación sin requisitos ni restricciones.

Los 4 ejes sobre los que trabajamos son:


1. Corporalidad y Lenguaje de Movimiento
2. Comunicación
3. Creatividad
4. Creación Colectiva de obra
Los objetivos principales son: la creación de vínculos empáticos y solidarios; la
vivencia de lo colectivo como red de soporte mutuo, la creación de códigos
comunes y la construcción de comunidad desde la particularidad del lenguaje
del movimiento. Para esta propuesta la obra creada colectivamente se concibe
como bien común
La Danza como generadora de comunidad y territorialidades
La actividad académica y la formación de elencos de Danza Comunitaria,
siempre se da en espacios no convencionales que guardan relación con la
propuesta. El espacio es uno de los elementos constitutivos del movimiento,
igual que el tiempo y la energía. Los lugares en los que este proyecto habita
acogen e interaccionan con nuestras prácticas. El primer elenco “Bailarines
Toda la Vida” que lleva casi 19 años de tarea, se creó en la Cdad. De Bs. As.,
en la fábrica Grissinópoli, en el año 2002, cuando todavía lxs obrerxs peleaban
por la expropiación. De allí nos trasladamos en el 2018, a la Mutual Sentimiento
(espacio que alberga varios proyectos socioculturales y comunitarios).En esos
espacios creció el proyecto y se dan las clases de la Cátedra y el taller
coreográfico.
Con los años se abrieron otros elencos. Uno en el Ex Olimpo (ex Centro
Clandestino de Detención y Exterminio) y otro en el Museo del Hambre
(Espacio dedicado a la promoción de la soberanía alimentaria y la
agroecología; en lucha contra la industria de agroquímicos y agrotóxicos y
revalorizando el concepto de “buen vivir”, propio de las culturas originarias
latinoamericanas).
Creo importante hacer esta descripción en relación a los espacios con los que
entramamos la propuesta justamente porque desde esa selección construimos
“territorios” en los que la metodología se desarrolla con sus características pero
al mismo tiempo dialoga con los espacios y sus propuestas específicas. Este
juego de intercambio le da características propias a los elencos y a las obras
coreográficas que allí se crean.
Resulta pertinente en este sentido, vincular estas características de la
propuesta con el concepto de territorio No areolar, de J.A. Echeverri que
permite concebir los lugares con el volumen de interrelación entre todxs lxs que
lxs habitan.
Esta definición de Territorio a la que llega J.A. Echeverri ( Investigador
colombiano), permite comprender la constitución de un elenco de danza como
cuerpo/territorio no determinado por el espacio físico sino por las redes que se
construyen entre lxs integrantes y cómo interactúan con ese espacio físico
tanto en los talleres como en las funciones.
En esta modalidad de la Danza, el eje fundamental son los canales de relación,
el ordenamiento de las relaciones (como sostiene Echeverri) no solo entre lxs
integrantes de los talleres sino también con los espacios en los que se
comparte el proyecto.
Podríamos crear una analogía entre el concepto tradicional occidental de
territorio (bidimensional, sostenido en los límites geográficos, descripto por una
mirada desde afuera) y el concepto tradicional del espacio físico en la Danza y
al mismo tiempo advertir las coincidencias entre la definición propuesta por
Echeverri y nuestra práctica artística en relación a la corporalidad del territorio
En el concepto de danza más ortodoxo (el Ballet, o elencos de Danza
Contemporánea), existe un requerimiento específico que ya está implícito en el
imaginario social: clases de danza, aulas con pisos de madera, barras y
espejos. Funciones de Ballet: espacio específico construido para el desarrollo
de las artes escénicas. El público (o mirada ajena) viene incluido en ese
imaginario así como también, en qué tipo de teatro y qué tipo de público es
adecuado para esa representación estética.
Este modo de concebir el espacio imprime límites muy claros entre quiénes
pueden o no pueden integrarse a un elenco de danza o disfrutar como
observador. Es una organización jerárquica del “territorio” de la Danza. El
espacio físico funciona como organizador. Es posiblemente una de las razones
de la exclusión sistemática que ejerció el arte de la danza tradicional dentro de
las sociedades organizadas según perspectivas eurocéntricas. Hay un espacio
físico para cada tipo de danza y un dispositivo que ordena en cada lugar quién
puede bailar y quién no. Este ordenamiento suele estar naturalizado no solo
por quienes son profesionales de la danza sino por la sociedad en general.
Desde nuestra modalidad un elenco de Danza Comunitaria sostiene su práctica
en un modelo relacional (como diría Echeverri), tiene como objetivo la creación
de un tejido que brinde soporte mutuo y pueda sostener lo singular y lo
colectivo al mismo tiempo. Las redes de relaciones le dan sustancia y sentido a
la acción grupal; se conciben de modo horizontal, se recurre a la composición
de roles que pueden ser tomados por cualquier integrante del grupo. Cuerpos
que necesitan de otros cuerpos; el otro/la otra como conexión y no como
límite.
La noción de elenco como cuerpo/ territorio viviente, no es habitual en los
elencos de danza que suelen ser individuos que se juntan para ser parte de
una coreografía, con roles fijos, pautas y definiciones que no resisten
alteraciones casuales.
Nuestra noción de elenco abierto y móvil, el entrenamiento en el registro
sensoperceptivo, en la anticipación del movimiento, en el desarrollo de
consignas que propician la solidaridad y la empatía desde el lenguaje de
movimiento; van creando este cuerpo/territorio colectivo que puede dialogar
con cualquier tipo de espacio físico para compartir talleres u obras de creación
colectiva. Ese entrenamiento permite en algunas ocasiones, la inclusión de
público asistente inmediatamente después de realizar la obra. La organización
del espacio grupal dentro del Colectivo admite, acoge el ingreso de nuevos
participantes en la experiencia estética.
La pandemia nos arrojó a un recorrido incierto y a la vez desafiante. La primera
gran sorpresa fue observar cómo, la metodología pedagógica y artística podía
sostener la vivencia de lo comunitario aún en la exacerbación de dispositivos
tecnológicos mediatizando los encuentros. Fue un largo recorrido de hallazgos
y frustraciones, en el que fuimos descubriendo y consolidando nuevas
herramientas para sostenernos colectivamente, en medio de una situación
social muy compleja y angustiante. En uno de los grupos surgió la posibilidad
de realizar una creación colectiva de obra que inauguró un nuevo territorio: el
espacio vinculado al tiempo en sincronía, deconstruyendo claramente la noción
de territorio areolar. Participaron integrantes de Argentina, Ecuador y Uruguay y
para esa experiencia específica se autodenominaron: Colectivo Continente-
Danza Comunitaria. La obra se llamó Encorpar.
Territorio y Cuerpo Colectivo
En instancias vinculadas a otras propuestas dedicadas a lo social y a lo
comunitario y dada la naturalización con la que se concibe la cultura en un
determinado espacio o territorio se abren varios interrogantes desde nuestra
mirada: ¿Qué entendemos por comunitario? ¿qué significa trabajar en
territorio? cómo se crea un modo colectivo de hacer danza sin apelar a los
espacios y roles jerárquicos naturalizados socialmente durante siglos y con un
elenco integrado por bailarines profesionales y “no profesionales” que entran y
salen del grupo según sus tiempos y posibilidades de asistencia?
Como señalan los antropólogos G u p t a y Ferguson, existe una
representación social muy arraigada que vincula necesariamente una cultura a
un espacio. Un imaginario que tiene que ser permanentemente interpelado.
Es frecuente que conceptos como “comunitario” y “trabajo en territorio” se
asocie en grupos artísticos, organizaciones sociales etc.; a comunidades de
pueblos originarios y/o poblaciones vulneradas y por lo tanto asentados en
determinados lugares, a los que “hay que ir”. En esta dificultad entre
significantes iguales con diferentes significados, nace nuestro intento de
definición como proyecto NO EXCLUYENTE, ya que entendemos que “lo
inclusivo”, mantiene una relación jerárquica entre quienes se vinculan.
Desde nuestra propuesta “lo comunitario” y “lo territorial” no implica referirnos a
comunidades específicas según características económicas o culturales; no
están vinculadas a ningún espacio o zona en particular. Consideramos que la
propuesta es comunitaria, en principio porque entiende la danza como un
derecho social y porque propicia la creación de recursos para construir
comunidad. La pertenencia o identidad se construye alrededor del espacio
físico “viviente” que alberga al Colectivo. Por eso la territorialización se da en la
construcción del cuerpo colectivo.
A diferencia del Teatro Comunitario, si bien acuden vecinxs del barrio, la
convocatoria se sostiene por el modo de encuentro y la vinculación con la
visibilización de ciertas temáticas que generan acuerdos tácitos que se
explicitan en las charlas al cierre de .los talleres.
De hecho, la construcción del taller y el Colectivo del ex Olimpo ha sido muy
compleja y a la vez muy reparadora. La historia que guarda el espacio genera
el impulso para participar o el temor, la resistencia y la dificultad. En esa
paradoja venimos trabajando desde 2016.
Ninguna de nuestras creaciones de obra hacen referencia al espacio en el que
se crean sino a la problemática social que surge como interés desde las
consignas de movimiento, los intercambios entre los integrantes y las
características implícitas que guardan los lugares en los que se baila.
Volviendo a los vínculos con la perspectiva de Gupta y Ferguson, nos
centraremos en el modo en el que planteamos los canales de relación, los
modos de encuentro y vinculación entre lxs integrantes (que varían
permanentemente ya que la gente asiste según sus deseos y posibilidades)
Es para nosotrxs un desafío permanente la deconstrucción de la organización
jerárquica y hegemónica (sobre todo viniendo de un lenguaje artístico en el que
esa organización es primordial)
Sabemos que los modos más sutiles de encuentro y comunicación están
permanentemente atravesados por la dimensión del poder. En este sentido
creo que abrir la comunicación a través del cuerpo y el movimiento, genera
situaciones empáticas que desde la palabra son más dificultosas de encontrar.
Desarmar esa premisa encarnada en cada persona que llega, es uno de los
juegos más interesantes en la profundización de la metodología. Suele ser
extraño, incómodo o sorpresivo para quienes se suman, el tipo de diálogo que
se va estableciendo. Nadie dice cómo hay que hacer las cosas. Se trabaja para
abrir una instancia en la que el grupo pueda reconocerse sin jerarquías, ya que
también quienes coordinamos desde el movimiento o la música, nos
concebimos como parte del Colectivo. Es un largo proceso que se va dando en
el desarrollo metodológico de las consignas de movimiento y en la experiencia
de lo grupal concebido en roles horizontales y móviles.
Si bien nuestro recorrido en la replicación de la Danza Comunitaria, es aún muy
corto, hemos podido comprender que lo fundamental ocurre en el espacio que
se crea entre la propuesta y quienes se disponen a participar. Hemos pasado
por talleres de apenas 40 minutos, 2 horas o Seminarios de 10 horas o
Capacitaciones de meses en diferentes lugares y situaciones. Pareciera que
esta premisa de construcción de la práctica como única y original cada vez que
se realiza, diese la oportunidad a lxs participantes, incluidxs quiénes
coordinamos, de flexibilizar y profundizar la disponibilidad a danzar y a
encontrarse. Ese punto de partida propicia la creación de un tejido grupal que
genera alegría y amorosidad o al menos una sorpresiva comodidad, en quienes
participaron. Sobre esas microtransformaciones sostenemos y confiamos en
nuestra práctica cotidiana.

Bibliografía
Chillemi, Aurelia “Movimiento poético del Encuentro: Danza Comunitaria y
desarrollo social” Bs. As. 2015 Ediciones Artes Escénicas
Echeverri, Juan Álvaro “Territorio como cuerpo y territorio como naturaleza
¿Diálogo intercultural? Instituto Amazónico de Investigaciones. Univ. Nac. de
Colombia
Gupta, Akhil y Ferguson James “Mas allá de la “Cultura”: Espacio, Identidad y
las Politicas de la Diferencia” Antípoda N°7 Julio7 Diciembre 2018.

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