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APUNTE 1

MOVIMIENTO HUMANO

El concepto de movimiento responde a la idea de un cuerpo biomecánico definido por


desplazamientos captados desde afuera: se preocupa por describir “enunciados” gestuales de
los que se excluye al sujeto como tal.
El término, que está cayendo en desuso en ámbitos académicos, sin embargo parecería
mantenerse en el lenguaje común entre los profesionales del área. En nuestro caso concreto
nos despegamos de este concepto y no nos parece el más adecuado para investigaciones o
textos que quieran tener como marco a las ciencias sociales.

ACTIVIDAD FISICA

. En general, en los textos en que se utiliza este concepto, aparece vinculado a las estructuras
corporales biológicas, los músculos esqueléticos y a un determinado gasto de energía (Hellín
Gómez, 2003).
Actividad física se torna un concepto inasible y demasiado abarcador, que en nuestra
concepción no resulta conveniente ni adecuado para ser desarrollado en marcos académicos

PRACTICAS CORPORALES

Si bien el concepto prácticas corporales nos remite en principio a que los sujetos realizan algo
con su cuerpo, esto no sería suficiente para avanzar en una definición, ya que todas las
expresiones humanas tienen una connotación corporal, por mínima que sea. Esta
consideración nos podría llevar a entender que todas las prácticas humanas son prácticas
corporales. Desde nuestra perspectiva, cuando hacemos referencia a prácticas corporales
estamos considerando a aquellas en las cuales la manifestación corporal es el eje central de
esa práctica, y no un aspecto secundario o complementario (Saraví, 2012).

CONDUCTAS MOTRICES

El concepto conducta motriz encierra una perspectiva innovadora para el/la profesor/a de
educación física: no se trata de tener en cuenta las técnicas corporales (o no solamente), sino
de procurar entender con la mayor profundidad posible las necesidades, motivaciones e
intereses de los sujetos con quienes trabajamos en diferentes ámbitos. Varios autores señalan,
en ese sentido, que se ha concretado una revolución copernicana en nuestro campo (During,
1992; Lagardera y Lavega, 2003).
APUNTE 2

La práctica corporal, siguiendo a Mauss, estaría ligada a la cultura corporal en la medida que establece
un vínculo con el repertorio de gestos y expresiones propios de una sociedad, siendo el cuerpo la
exteriorización del acervo de las representaciones del mundo (Maldonado, 2014, pág. 1).
Las prácticas corporales no son actividades físicas ni psicofísicas, productos o efecto del funcionamiento
orgánico y, por ende, susceptibles de ser investigadas con los procedimientos propios de la fisiología, la
psicofisiológica o las neurociencias, sino prácticas históricas, por ende, políticas, que es precisoanalizar
en términos significantes, para aislar en ellas no una imposible vida biológica cuantificable en términos
metabólicos, sino qué lugar ocupa, en lo que se da como universal, necesario y obligatorio en el cuerpo
y en la práctica que los toman por objeto (Crisorio, 2015). Desde la perspectiva sociológica de Foucault,
las prácticas constituyen las formas de pensar, decir y/o hacer que tienen cierta regularidad,
sistematicidad y homogeneidad (Rocha Bidegain, 2013; Molejón, 2013). En otras palabras, se entiende
por prácticas a la racionalidad o la regularidad que organiza lo que los hombres hacen (sistemas de
acción en la medida en que están habitados por el pensamiento), que tiene un carácter sistemático
(saber, poder, ética) y general (recurrente), y que por ello constituye una experiencia o un pensamiento
(Castro, 2004; Rocha Bidegain, 2013).
De esta forma, y al decir de Foucault, el concepto prácticas corporales se aleja de la educación del
cuerpo basada en la esencia de este como un organismo biológico, sesgado por la naturaleza, por las
universalidades y leyes, las continuidades y representaciones, etc., y lo aborda como una construcción
de sentido en relación con otros.
Como sostiene Bracht (1996), desde el campo de la educación física, su vivencia no solo moviliza o activa
la afectividad y comunicatividad de los participantes, sino que es producto de ellas.
Según Hours y Martínez (2008), cuando nos referimos a prácticas corporales, hablamos de las prácticas
que constituyen la configuración del cuerpo y el movimiento como dimensiones de la subjetividad y
sobre las que se ejercen un conjunto de acciones educativas, de las cuales algunas, pero no todas, se
desarrollan a través de la educación física.
La globalización y mundialización de nuestra sociedad supone nuevas demandas sociales que producen
de algún modo un quiebre en los hábitos y normas culturales. En palabras de Schlemenson, “el sujeto
actual está expuesto a una multiplicidad de estímulos inexistentes en épocas anteriores, a partir de los
cuales elabora formas de respuestas novedosas asociadas al trabajo psíquico muy intenso” (2004, pág.
17).
En las sociedades actuales, complejas, consumistas y contradictorias, las nuevas culturas juveniles se
identifican con nuevos lenguajes, nuevas subjetividades, demandas y proyectos, entre otras
características; las concepciones sobre el cuerpo y las prácticas corporales inevitablemente son
influenciadas por esta lógica.
En la actualidad, distintas prácticas corporales se han convertido en un producto más del mercado
capitalista, transformándose en un objeto de consumo y gestando lo que hoy conocemos como la
industria del Fitness o del deporte de alto rendimiento (Libaak, 2012).
Las características de las sociedades contemporáneas profundizan la distancia entre las prácticas
corporales tradicionales (deportes, gimnasia, natación, juego, vida en la naturaleza etc.) y las nuevas
preferencias corporales que se arraigan a las prácticas de las generaciones juveniles (slackline, roleo,
malabares, parkour, entre otras).
En cada nueva práctica corporal propia de las culturas juveniles se presentan distintas formas
de disfrute del cuerpo y del movimiento y, además, el cuerpo adquiere, según expresa Molejón
(2013), una estética específica según la práctica particular, ya sea en indumentaria de moda,
en corte de pelo, en accesorios, en color de la ropa, etc.
APUNTE 3

Así, en el debate teórico contemporáneo nacional más significativo sobre esta temática, las categorizaciones de las
prácticas corporales se apoyan en el posicionamiento de Raymond Williams y clasifican a las prácticas corporales en
dominantes, residuales y emergentes.
Saraví (2015), califica a estas prácticas corporales como urbanas, para diferenciarlas de calificaciones que reciben
estas prácticas en otros países latinoamericanos y por considerar que se caracterizan por realizarse en espacios
físicos urbanos. Molejón (2013) clasifica a las prácticas corporales de acuerdo a los elementos y sistemas de
relaciones que esas prácticas despliegan; por lo que las categoriza en prácticas institucionalizadas, independientes,
auto-convocadas masivas, de fin de semana e inestables.
Por otro lado, Vicente Pedraz (1997) considera que las prácticas corporales se pueden clasificar en buenas y malas
prácticas, de acuerdo a si pertenecen a la clase de ideología dominante o si corresponden a las clases
desfavorecidas.

Según Molejón (2013), las prácticas corporales institucionalizadas son las que se desarrollan en el marco de una
institución, materializadas en un espacio físico y que poseen un marco jurídico, valores, creencias y leyes, que
determinan las formas de intercambio social.
A diferencia de las prácticas mencionadas, las prácticas auto-convocadas masivas son consideradas como todas
aquellas prácticas que si bien son individuales convocan al encuentro para constituirse en conjunto.
Luego, las prácticas de fin de semana. Esta clasificación hace referencia a diversas prácticas corporales que tienen
lugar en espacios públicos recreativos durante los fines de semana.
Finalmente, las prácticas inestables son todas aquellas prácticas corporales que responden a la lógica del mercado
de consumo y los medios masivos de comunicación.
Desde la perspectiva de Saraví, las nuevas prácticas corporales de las culturas juveniles son consideradas como
prácticas corporales urbanas. Estas prácticas corporales provienen de un marco no institucionalizado, nacen y se
consolidan como una práctica corporal-cultural ligada al uso del tiempo libre (Saraví, 2011).
Bajo las mencionadas denominaciones se podrían clasificar las nuevas prácticas de las culturas juveniles
como prácticas corporales auto-convocadas, de fin de semana e inestables. Con esta denominación, que
no está registrada en el léxico del Diccionario de la Real Academia Española, los patinadores designan a
los encuentros en los cuales se reúnen en grupos numerosos para recorrer distintos puntos estratégicos,
ya sea a modo de muestras, competencia o como desafío grupal.
Y, finalmente, desde la perspectiva de Saraví (2012a; 2012b; 2014; 2015), estas prácticas corporales se
clasificarían como prácticas urbanas en virtud de que son visualizadas en espacios urbanos de diferentes
ciudades. Desde esta última postura, las prácticas corporales en ocasiones maravillan y sorprenden a
paseantes, pero también a veces generan rechazo en peatones, automovilistas y vecinos que
acostumbran un ritmo urbano particular. Estos practicantes suelen ser considerados una especie de
perturbadores públicos.
En general, se caracterizan por ser informales y transgresoras, adherir a las nuevas tendencias de los
jóvenes, desarrollarse en espacios físicos transitorios (generalmente se desarrollan a cielo abierto, en
plazas, en la calle, en las esquinas, entre otros), no disponer de reglas institucionalizadas como los
deportes, presentar una tendencia horizontal de los saberes que se transmiten a través de las
posibilidades de comunicación que ofrece la tecnología actual y, en algunas ocasiones, estas prácticas
hacen raíces en situaciones de desafío a las reglas.
APUNTE 4

En los últimos años varios autores en diferentes países han indagado en las relaciones existentes y
posibles entre las prácticas de aventura, radicales y urbanas. Al respecto podríamos mencionar los
trabajos de Calogirou (2001), Cornejo (2004), Franco (2008), Pereira & Armbrust (2010), Cássaro (2011),
Armbrust & Silva (2012), Pimentel, et al (2013), Saraví (2014; 2015) y Marques França et al. (2015). Los
abordajes y decodificaciones con mayor fuerza en estas temáticas se han realizado a partir de las
lecturas que tienen por marco teórico las Ciencias Sociales (en particular la Antropología, la Sociología y
la Historia).
De acuerdo Armbrust e Silva (2012), los contenidos de esa cultura corporal son pertinentes para
transmitir una tradición construida históricamente y para hacer que los alumnos se apropien y se
enriquezcan con ellas. Mientras tanto, deben ser renovados para la actualización y la ampliación de los
significados de los alumnos, porque existen diferentes contextos, códigos y lenguajes de grupos sociales
que están siendo vividos fuera de la escuela
En el caso que fuese posible incluir las prácticas corporales urbanas en los currículos, se haría necesario
capacitar recursos humanos para enseñarlas, dadas las dificultades institucionales (y de las políticas
educativas) de hacer frente a lo no conocido y a prácticas no familiares para la tradición de la Educación
Física. Entre otros obstáculos también podríamos citar, por un lado, posibles resistencias basadas en
disposiciones legales poco flexibles, y por el otro, problemas de orden económico. Este último tema está
relacionado con lo que a menudo señalan los profesores en referencia a la falta de recursos financieros
para la adquisición de materiales destinados al uso en las clases de Educación Física, así como a la falta
de infraestructura adecuada.
A partir de los estudios de Pierre Bourdieu (1990), sabemos que el valor simbólico otorgado a la elección
y a la práctica de deporte, también acompaña los valores de clase social. ¿Sería viable entonces imaginar
una escuela de tradición inglesa en Argentina, sin rugby o sin hockey? O mejor aún, intentemos imaginar
los deportes colectivos hegemónicos (fútbol, basquetbol, voleibol, handbol) en las clases de Educación
Física, en escuelas públicas y privadas brasileiras, compartiendo la carga horaria con prácticas corporales
urbanas como el hiphop, parkour, roller, BMX. Difícil ejercicio imaginativo para lo que suele ser el
pensamiento conservador de las instituciones escolares, pero seguramente mucho más interesante para
el joven (y porque no también para el profesor, para la escuela y para la sociedad toda).
Investigaciones sobre la cultura skater (HONORATO, 2005; SARAVÍ, 2012) muestran que el skate no tiene
tradición de ser enseñado a través de los caminos pedagógicos tradicionales de una institución escolar,
sino que se suelen desarrollar otros mecanismos de transmisión y aprendizaje en ámbitos no formales.
Para Honorato (2005), este proceso es desrutinizador y está sustentado en cuatro bases: el relativo
poder de escoger la práctica y el movimiento; el lócus de aprendizaje no es único ni permanente; las
ambivalencias están permitidas; y la aparición del descontrol emocional, paradójicamente está
“controlado”. En su investigación sobre skate en la ciudad de La Plata, Saraví (2012) relevó la existencia
de escuelitas de skate privadas, en las cuales la enseñanza no es llevada adelante por profesores de
Educación Física, sino que están a cargo de skaters experimentados. En general en los spots localizados
en espacios públicos6 , la forma de aprender es a través de la co-enseñanza con pares, es decir que se
aprende mirando al otro, escuchando y dando consejos para repetir muchas veces los movimientos y así
lograr adquirir el dominio de las técnicas.
A las dificultades institucionales se suman aspectos administrativos y burocráticos, la resistencia al
cambio del profesorado y el temor de las autoridades a que los alumnos/as sufran accidentes, entre los
obstáculos potenciales a encontrar.
En una reflexión de carácter más general consideramos que es necesario pensar y analizar si se tienen en cuenta las
necesidades, deseos y expectativas de nuestros jóvenes en las escuelas secundarias (sean estas referidas a la
práctica de determinados deportes o disciplinas corporales, o a cuestiones del arte, de la música, de los
pasatiempos, de los juegos, etc.). En particular, y referido a la Educación Física, son necesarios replanteos respecto
al lugar que se le otorga al disfrute del cuerpo y del movimiento en nuestra escuela actual.

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