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Uno de los elementos fundamentales en la conquista del nuevo mundo, fueron las
órdenes religiosas, su carácter de acercamiento humano desde la divinidad permitió generar
una conquista más allá de la territorial, es decir, se centró en lo ideológico apoyado en las
emociones y sentimientos propios del ser humano.
En este proceso el arte jugó un papel fundamental, “La pintura es una fuente de primera
mano para el conocimiento del pensamiento religioso escatológico en Nueva España, ya que
la imagen fue utilizada por distintas instancias, como medio pedagógico así como objeto de
culto.”1
Entonces, los religiosos debían utilizar diversas estrategias, no solo para darse a
entender, también para generar estos sentimientos propios que la religión católica proponía
o propone como parte de las conductas morales; se manifiesta entonces una arista más de los
religiosos, la del artista.
Uno de estos casos es el del fraile agustiniano Miguel Herrera, que tiene variadas obras,
curiosamente dos autores revisados contraponen sus puntos de vista referente a las temáticas
de este fraile pintor.
Uno de estos temas son los ángeles que en palabras de Ramón Mujica “… aparecen
vinculados con los profetas del Antiguo Testamento y con la vida, milagros y pasión de cristo,
y se les representa, por lo general, portando símbolos de la Virgen María.”4
1
(Wobeser 2009, 137)
2
(Sigaut 2006, 111)
3
(Fraga 2003)
4
(Mujica Pinilla 1996, 19)
San Miguel Arcángel, es una de las obras de Herrera, en este se presenta al personaje
en primer plano en pleno salto de ataque; ambas piernas muestran una semi flexión, pero la
derecha está por enfrente y cruzada delante de la izquierda.
El rostro, deja ver facciones muy delicadas, bien definidas, pero me sorprende la mirada
clavada en el ser, cosa u objeto al que va atestar el golpe con la espada. Los colores utilizados
provocan una gran entrada de luz que baña la parte frontal del personaje.
Sus ropas están detalladas a profundidad: presenta unas botas azules hasta la pantorrilla
con figuras de naturaleza y una tela blanca que parece venir desde el muslo. Lleva un faldellín
verde (olivo con sombras azules), con costuras doradas en los dobladillos, la tela es
abundante, encima cae la túnica de un color naranja que juega con las luces y sombras y da
la impresión de contrastes a partir de los pliegues de las telas.
Lleva un chaleco armadura en color azul decorado con un sol, una luna y estrellas, las
orillas de la parte inferior tienen cortes semicirculares en colores ocre; el corte del pecho es
cuadrado, parece bordado con decorados también en colores ocre y en el centro un rostro con
alas, lo que reafirma su carácter angelical; es menester reconocer el contraste que la luz y
sombra da al manejo de los colores.
Por la cintura se ciñe una tela roja que parece ser parte de la túnica, pero no es del todo
claro; del lado izquierdo la túnica va hacia el hombro, cubre el brazo izquierdo, cruza por la
parte de la espalda y casi toca el faldellín.
El brazo derecho deja ver una especie de camisa trasparente y sobre ella la túnica que
por el contraste de la luz y la sombra hace dudar que fuera la misma pieza que cae en el
faldellín.
En la cabeza un yelmo adornado con plumas blancas, azules, rojas y naranjas que se
van perdiendo en la nuca con los cabellos rizados del arcángel. El yelmo llega a ser tan
realista que se percibe la diferencia entre materiales, incluso en este se reflejan los colores de
las plumas.
Las alas que se presentan hacen gala de la combinación de colores y texturas que dan
la impresión de ser, eso, alas.
La mano derecho toma la espada que en la punta lleva fuego que simboliza la liberación
del mal y lo convierte en el capitán de las fuerzas de Dios, por ello el escudo lleva la leyenda:
Quis ut Deus que significa "Quien como Dios" y con ello se retoma el “…triunfo de san
Miguel contra la bestia de siete cabezas…”5.
Este conjunto pictórico en la obra del fraile Herrera, así como otros no había problema
para identificar a los personajes ya que escribía los nombres de los personajes6 y fortalece la
idea de que “Se trata de imágenes que, en su mayoría, están definidas por su carácter
apologético y que remiten, por tanto, a la pervivencia de la idea del cristianismo atacado y la
Iglesia beligerante.”7
Ahora bien, este fraile sabía que estas imágenes eran fundamentales para el proyecto
de colonización, por ello “Los primeros misioneros se valieron de láminas con dibujos para
5
(Doménech 2016, 200)
6
(Báez 1979, 76)
7
(Doménech 2016, 200)
transmitir a los indios los conceptos básicos sobre el cristianismo.”8 Y con ello reafirmar que
“… los ángeles son los guardianes de Trono Divino y el Cristo Pantocreador.”9
Pero es interesante preguntarse qué es lo que sucedió con los grupos indígenas al
integrar estos nuevos aportes culturales a su cosmogonía, sin lugar a dudas lo sumaron, se
hibridaron y se trasformaron las ideologías.
Este papel evangelizador no solo estuvo a cargo de la pintura, otros lenguajes del arte
también tuvieron y tienen un papel fundamental, uno de ellos es el de la danza tradicional,
que se suma a los rituales que la iglesia católica impuso en su momento y ahora forman parte
de la vida de las comunidades.
Por otra parte, las actividades emanadas de los ritos católicos no solo se quedan en el
templo y la liturgia, más bien trastocan las actividades cotidianas, tanto las festivas como las
organizativas, es decir, se convierte en un elemento fundamental de las comunidades.
8
(Wobeser 2009, 137)
9
(Mujica Pinilla 1996, 125)
nahua, como es el caso del mito del pecado original que, entre los nahuas, adquiere el sentido
de la deuda original…”10
Son algunas de las preguntas que pasar por mi mente, si bien el arte como actividad
humana nos está separado de los procesos y acompaña al hombre durante su recorrido
histórico en este plano, el hombre o un grupo de hombres ha decidido parcializar este
conocimiento, creo pertinente y necesaria amalgamarlo, algún tipo de aporte tendrá aparte de
generar experiencias estéticas.
Como el caso de la obra presentada que, a pesar del su tamaño pequeño, logra percibir
la magnanimidad del personaje que encarna el Arcángel Miguel Ángel, personaje que no está
de más comentar que es un icono reconocido por católicos o no católicos.
Que sería un desacierto reconocer la amalgama que los templos católicos generan
atmosféricamente y atacan los sentidos de propios y extraños, y en momentos de fiesta como
en San Miguel Tzinacapan, se unen los ritos performáticos detonando una bomba a los
espectadores pues no hay sentido que no se estimule al ver a la imagen del santo salir y
recorrer las calles, escuchar los violines y los zapateos de los danzantes, trasportando al
espectador a espacios que solo en la individualidad se conocen, que obligan al espíritu a
permanecer en el aquí y en el ahora.
10
(Rios 2010, 31)
Sería maravilloso, saber sí ese Arcángel Miguel Ángel que cobrará vida para pedir
cuentas se parece en algo al que el fraile Herrera dejo para contemplar…
Bibliografía
Báez, Macías. «El retablo de fray Miguel de Herrera en la iglesia de Santa Catarina.»
Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas 13, nº 49 (1979): 73-78.
Doménech, Sergi. «Aristocracia alada, adalides del rey del Cielo. Ángeles militares en la
pintura barroca americana.» POTESTAS, nº 9 (2016): 197-232.
Mujica Pinilla, Ramón. Ángeles apócrifos en la América Virreinal. Lima: Fondo de Cultura
Económica, 1996.
Wobeser, Gisela von. «El más allá en la pintura novohispana. Siglos XVI al XVIII.» En
Muerte y vida en el más allá. España y América, siglos XVI-XVIII, 133-164.
Máxico: Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones
Históricas, 2009
11
(Rios 2010, 63)