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DIVISION TERNARIA DE LOS NUMEROS

César de la Cerda.

La primera división importante en la estructura de los números es su división en


los géneros par e impar. Los filósofos chinos veían en ella, dos mil años antes de
nuestra Era, la fluctuación de dos principios opuestos: el yang masculino –impar–
y el yin femenino –par–. Lo esencial de esta idea es su carácter dinámico que cifra
en la interacción de dos fuerzas opuestas la esencia del movimiento y el cambio.
En la serie numérica el paso de un término al siguiente contiene el primer modo de
contradicción (alternancia de dos géneros opuestos) sobre el cual se apoya la
concepción simbólica de la serie numérica como modelo del cambio y el
desarrollo. El orden alternativo de sus términos en pares e impares expresa la
dinámica del desdoblamiento de la unidad para generar lo múltiple. La primera
fase es solo una duplicación (1+1 = 2): la unidad se combina consigo misma para
producir lo par, condición de pluralidad contraria a su singularidad original. Al
combinarse con el 2 en una segunda fase, la unidad se reintegra a sí misma en la
cualidad nuevamente indivisible (impar) del número 3 (1+2 = 3). Trasciende así la
diferencia creada por la dualidad retomando su equilibrio original. El 3 restituye la
condición primaria indivisa del 1 (impar) formulando la ley orgánica de su
desarrollo. Esto nos lleva a considerar en los números una división ternaria
fundada en una concepción dialéctica. Hegel (1770–1831) formuló el concepto de
la dialéctica como la ley fundamental del pensamiento y la realidad (identidad
entre lo racional y lo real), categoría esencial del desarrollo. El proceso dialéctico
consiste en tres momentos: (1) tesis: proposición afirmativa, creativa y original (de
signo positivo), (2) antítesis: negación de la proposición inicial y su transformación
contraria (de signo negativo), y (3) síntesis: conciliación y resolución de la
contradicción planteada por ambos conceptos antitéticos (de signo neutro). Este
modelo está representado en las fases iniciales del desdoblamiento de la unidad:
los 3 primeros números. El 2 transforma al 1 en su contrario (lo impar en par, lo
singular en lo múltiple). El paso del 2 al 3 formula una nueva contradicción,
aunque con una significativa diferencia: niega la condición par del 2, por ser el 3
un número impar, pero no su carácter múltiple, y por otra parte, restituye el género
impar del 1 pero sin volver a su condición indiferenciada y singular. Realiza, pues,
una síntesis: preserva del 2 lo múltiple y de la unidad lo impar. En la serie
elemental de números dígitos (123456789), 1, 4 y 7 son números “positivos”, 2, 5
y 8 números “negativos”, y 3, 6 y 9 número “neutros”, o números de síntesis. Si se
suman por separado, identifican a los 3 aspectos del proceso ternario con sus 3
síntesis (por reducción de sus términos): 1+4+7 = 12 (y 1+2 = 3), 2+5+8 = 15 (1+5
= 6) y 3+6+9 = 18 (1+8 = 9). También si se separan 3 términos sucesivos en
cualquier parte de la serie numérica natural, de nuevo la reducción de sus valores
a un solo número dígito dará siempre un número de síntesis (3, 6 o 9): 1+2+3 = 6,
2+3+4 = 9, 3+4+5 = 12 (3)… 14+15+16 =45 (9), 16+17+18 = 51 (6), etc. Pero
además, este ordenamiento se mantiene inalterable cuando las secuencias se
amplían uno o dos intervalos más. Alternando un número, por ejemplo: 1+3+5 = 9,
2+4+6 = 12 (3), 3+5+7 = 15 (6), etc.; alternando dos números: 1+4+7 = 12 (3),
2+5+8 = 15 (6), etc.
La división ternaria de la serie numérica representa la integración en un nivel
superior de su división binaria original. La conexión continua de los 3 números
neutros (3, 6 y 9) es el principio regulador de este cambio cualitativo basado en la
aptitud de estos números para integrar la contradicción par–impar en una sola
expresión que los sintetiza. Veámoslo en otra perspectiva. La capacidad de los
números para contener en sí mismos a los que les preceden nos lleva a
considerar en su estructura una integración simbólica en la que cada uno es
continente de todos los anteriores y de sí mismo, simultáneamente (composición
geométrica). Representando a la unidad por un punto, el 3 por ejemplo puede
representarse con solo 3 puntos dispuestos en forma triangular ( . ‘ . ). Esta figura
muestra que el 3 contiene en su constitución al 1, al 2 y a sí mismo,
simultáneamente. Sumados los 3 independientemente se obtiene el siguiente
resultado: 1+2+3 = 6. La composición geométrica del 3 confirma la naturaleza
conciliatoria de la síntesis que representa, pues el 6 es el único de los elementos
simples, o números dígitos, que es simultáneamente múltiplo de lo par y de lo
impar al combinar a un mismo tiempo la duplicación del 3 (3x2 = 6) y la triplicación
del 2 (2x3 = 6). Dos veces 3 y tres veces 2 forman un solo número (6) que resume
la interacción entre lo par y lo impar. La composición geométrica del 6, a su vez,
proyecta de nuevo al 3: 1+2+3+4+5+6 = 21 (3). También cuando el 3 y el 6 se
desdoblan vuelven a reflejarse uno al otro: 3x2 = 6, y 6x2 = 12 (3). El 9, en
cambio, solo se refleja a sí mismo: 1+2+3+4… +9 = 45 (9), y 9x2 = 18 (9). El 3
está formado por 3 unidades (1+1+1), el 6 por 3 binarios (2+2+2) y el 9 por 3
ternarios (3+3+3), división tripartita única entre los elementos de la serie o
números dígitos.
La división ternaria preside el orden interno y vertical del universo mítico
religioso. Los 3 puntos esenciales del simbolismo de nivel: alto, medio y bajo,
corresponden a los 3 mundos: celeste, terrenal e infernal. En la cosmología de la
religión más antigua del Tibet, en la mitología y religión védicas, en la cultura
irania, etc., prevalece una división tripartita en 3 reinos, generalmente regido por 3
dioses. Recordemos las 3 grandes divisiones de Infierno, Purgatorio y Paraíso de
la tradición cristiana bellamente plasmada en el poema alegórico de Dante, la
Divina Comedia, obra dividida en 3 partes (de 33 cantos cada una), de métrica
regida por tercetos encadenados y de solo 3 personajes principales: Dante, Virgilio
y Beatriz.

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