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2015/07/150623_color_purpura_cambio_historia_finde_dv
FUENTE DE LA IMAGEN,THINKSTOCK
La historia del color púrpura empieza en el hogar de un adolescente que
trataba de hacer una droga.
Pero esta historia no es sólo sobre el descubrimiento de la manera de
manufacturar un color.
Es la historia sobre cómo ese color transformó la sociedad, de cómo cambió la
industria textil y de cómo - cerrando el círculo- dio inicio a toda la industria
química moderna.
Una historia de diligencia y audacia; de la desaparición de un estilo de vida y el
surgimiento de casas de modas, marcas famosas y gigantes farmacéuticos.
Empecemos con un gin and tonic
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Para el ejército británico en India en el siglo XIX, una ginebra con tónica (G&T)
era medicinal.
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A las tropas les daban su amarga agua tónica al amanecer, pero los
funcionarios se tomaban su medicina en la veranda al atardecer, con un poco
de limón y mucha ginebra.
El sabor amargo venía de la quinina -el único tratamiento efectivo contra la
malaria conocido en ese entonces- extraída de la corteza de un árbol de Perú
llamado quino.
Pero costaba una fortuna.
¿Qué tal si, en vez de extraer ese compuesto de una corteza se pudiera hacer
en un laboratorio?
Pues eso precisamente es lo que el héroe de este relato, William Perkin,
estaba tratando de hacer en su casa en la Semana Santa de 1856. Tenía
apenas 17 años y a los 15 había empezado a estudiar en el Real Colegio de
Química.
Su mentor era August Wilhelm Hofmann, famoso por haber descubierto un
nuevo campo para la química en un lugar insospechado: era el experto mundial
en alquitrán de hulla.
A pesar de ser negro y apestoso, no eran inútil: se usaba para hacer los
abrigos resistentes al agua y al destilarlo salían toda clase de químicos, entre
ellos el ingrediente clave para teñir las sedas francesas de color amarillo.
Hofmann sospechaba que los químicos del alquitrán de hulla también le
servirían para hacer algo más valioso: ese preciado antipalúdico, quinina.
Su idea era que así como el G&T era una parte ginebra y tres partes agua
tónica, sabía que el coctel de la quinina era 20 partes carbón, 24 partes
hidrógeno, 2 nitrógeno y 2 oxígeno (C20H24N2O2).
La estrategia era tomar un compuesto que tuviera la mitad de esa cantidad de
elementos y tratar de pegarlos.
Perkin estaba enterado de esto y decidió intentarlo.
Pero su experimento falló.
Todo lo que pudo hacer fue un color más intenso y estridente que cualquiera de
los que había antes. Un color que no sólo provocó una sensación en la moda,
sino que fue el heraldo de un giro inesperado en la sociedad.
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Pie de foto,
Se recuerda incluso un "verano púrpura", en el que vestidos de este color se veían por
doquier.
Así nació Perkins & Sons, con un tinte que era más rico y más permanente que
todos los anteriores, y fue todo un éxito.
"Me agrada saber que hay furor por su color entre esa clase todopoderosa de
la comunidad: las damas. Si les da manía por él y usted puede satisfacer la
demanda, su fama y fortuna estarán aseguradas", le escribió John Pullar, un
tintorero escocés a quien había consultado tras su primer experimento.
Poco después, los tintes de alquitrán de hulla estaban por doquier: no sólo
púrpura sino también verde, rojo, azul, negro.
Había llegado la liberación del color y la moda se volvió más llamativa.
Los colores brillantes habían dejado de ser una exclusividad de los
acaudalados. La codificación por colores de las jerarquías sociales estaba a
punto de desaparecer.
Para 1860, el color era cuestión de gusto, no de clase.
De la moda a la ciencia
Aunque la anilina malva fue la que hizo famoso a Perkin, fue el brillante rojo de
alizarina artificial el que le aseguró su fortuna. No fue el primero en hacerlo,
pero sí el primero en explotar el descubrimiento comercialmente.
A los 21 años ya era millonario. A los 36 vendió su fábrica y retornó al
laboratorio.
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Si se podían hacer colores, manipulando moléculas, se podían hacer muchas cosas más.
Pero lo que había hecho por casualidad hacía 17 años en un laboratorio
improvisado en su hogar pronto se convirtió en una ciencia exacta: una ciencia
de moléculas y cómo hacerlas a la medida, con propiedades predecibles.
"Hubo un momento crucial en la década de 1870, cuando el químico alemán
Otto Witt -quien estaba trabajando en Londres- se dio cuenta de que debía
haber una conexión entre la estructura de las moléculas y las propiedades que
tienen: el color", le dice a la BBC el químico Andrea Sella.
"En ese momento él estaba trabajando con una reacción en la que tomaban
dos moléculas y esencialmente las enlazaban, y al hacerlo se pasaba de la
ausencia de color al color. Lo que Witt logra hacer es predecir qué color va a
resultar y luego ajustar el color cambiando sutilmente las dos mitades".
Gracias a esta idea, Witt pudo producir virtualmente todos los colores del
arcoíris.
"Desde ese momento -subraya Sella- se tuvieron las herramientas para
construir moléculas y hacer deducciones fundadas de cómo se van a
comportar".
Y si se puede predecir el color, se puede predecir casi todo.
Una antorcha
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