modelo curricular basado en competencias es una estructura conceptual, que
integra acciones, objetivos, operaciones, contenidos, recursos, metodologías, procedimientos, etc,1 articulados al contexto de un proyecto educativo en un país y al desarrollo humano del mismo. Esta estructura se construye sobre la base de la realidad cultural, económica, normativa, ideológica etc. que determina la creación de un programa teórico-metodológico, filosófico y pedagógico para el desarrollo del diseño curricular. El modelo, al ser una representación de la realidad establece el qué, el cuándo, y cómo; aprender, enseñar y evaluar; además, debe desarrollar todas las estrategias que lleven a la práctica lo que corresponda a las teorías planteadas en esa estructura o diseño. Aparece como un contraste a la sociedad de la información, en donde la máquina puede realizar procesos repetitivos y reducir vertiginosamente el tiempo de realización, pero el papel del ser humano es reivindicado por este enfoque; a diferencia de las máquinas, el ser humano puede resolver problemas de la realidad e incidir en ella, lo que conlleva a pensar en el desarrollo de las competencias como la acción humana, guiada por sus conocimientos, para comprender y transformar la realidad. Por tal motivo, este enfoque pone especial énfasis en la acción.2 Dicho enfoque consiste en que el diseño, desarrollo y evaluación curricular se orienta a la probabilidad de movilizar un conjunto de recursos (saber, saber hacer y saber ser), para resolver una situación - problema. Este modelo de educación, por tanto, permite articular la educación con el mundo laboral, pues permite que los conocimientos adquiridos por los estudiantes puedan ser desarrollados y aplicados adecuadamente en el ámbito laboral, aunque en los últimos años se ha modificado la concepción de competencia para entenderla como un saber hacer de manera idónea.3 Así, surge como una de las respuestas al hecho de que los estudiantes al graduarse poseen un conjunto de conocimientos obsoletos y que éstos muchas veces no responden a lo que se necesita para actuar en la realidad, es decir se necesita ampliar la mirada, generosa y lúcida capaz de abarcar la realidad humana de todas sus direcciones, multipolar, integradora y resistente a la incertidumbre que genera la complejidad.4
En la década de 1974 se introduce el término competencia como parte de
la evaluación objetiva de los aprendizajes. El término competencia es más que conocimientos y habilidades, implica comprender el problema y accionar racional y éticamente para resolverlo. De Ketele (2008), Roegiers (2000) y Jonnaert (2006), citados por Zabala (2014), se sabe que una competencia es un conocimiento especializado, integrado y aplicado a las situaciones y contextos sociales diversos, teniendo en cuenta que determinada competencia permitirá actuar en determinados contextos, es decir, una competencia es específica, por lo que no puede servir de manera unívoca en cualquier contexto, se trata de buscar la especificidad de la actividad. La competencia implica una interacción con el entorno y el contexto desde la reflexión crítica, la participación colaborativa y la integración compleja y creativa de conocimientos que dan lugar a acciones de innovación que transforman intencionadamente la manera como el estudiante interactúa con sus contextos de relación.4 Una competencia amerita, por tanto, una integración de todos los factores que se inmiscuyen en la formación del sujeto, no solo lo psicológico -de ahí el desarrollo que va más allá del constructivismo, sino también lo político, económico, familiar, cultural, pedagógico, racional, ideológico, moral y ético, mismos que se encuentran implícitamente en las acciones guiadas por estas competencias y llevadas a cabo en la incertidumbre social.2 Sin esta aplicabilidad, el conocimiento conceptual, procedimental y operativo representarían por sí mismos saberes aislados que podrían observarse conductualmente pero que no representarían aprendizajes para la vida y los contextos de relación del estudiante. Es la aplicabilidad la que hace del aprendizaje un acto intencionado. Para Habermas (1989) citado por Zabala (2014), la acción educativa es una acción comunicativa e intencionada que tiene sentido si es entendida desde el contexto socio histórico cultural y ético moral en el que tiene lugar y orienta las interacciones e intersubjetividades, de esta forma la acción refleja la realidad social. Las competencias o conocimientos aplicados son precisamente acciones de sentido y lo que se busca evaluar es el acto con propósito que el estudiante ha construido para aplicar a su realidad social teniendo como base sus conocimientos conceptuales, procedimentales y operativos.2
El término currículo proviene de la palabra latina currere, que hace referencia a carrera, a
un recorrido que debe ser realizado. Es la guía del proceso a transitar para el logro de objetivos y propósitos, por ello el currículo es una secuencia que regula la práctica de la enseñanza para el logro de determinados objetivos y propósitos, una serie estructurada de objetivos pretendidos de aprendizaje.5 Un currículo por competencias por tanto debe posibilitar la movilización interna de un conjunto integrado de recursos (conocimientos) de orden diverso (cognitivo, afectivo, procedimental, otros) en función a resolver una familia de situaciones complejas,6 así lo cita Goñi (2014) a Roegiers (2007). Una particularidad del currículo por competencias, debe ser un sistema institucionalizado del que se espera manejar un corpus académico contextualizado a la realidad institucional y del que supone buscar situaciones problemas que permitan organizar tareas para aplicar o construir conocimiento y acompañar al aprendiz.