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Apolo y Dionisos – “El Temperamento de la Arquitectura Moderna”

Poco tiempo antes de iniciar este ensayo, experimentaron un cambio mis preferencias dentro
del arte y de la arquitectura. Frente a la arquitectura de origen orgánico, empezaba a
interesarme más por la arquitectura más distanciada de lo natural y más abstracta. Se estaba
despertando en mí una nueva “vocación”.

Intuía que la explicación de ese cambio estaba en mi posición frente a La dualidad razón-
sentimiento, y basaba mi intuición en una serie de puntos en una serie de puntos que este
trabajo me ha ayudado a precisar, son los siguientes:

1. La posición del artista con relación a esta dualidad condiciona su trabajo y constituye a

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un dato importante para entender su obra.
2. La distinta valoración de esta dualidad está condicionada por la cultura en la que vive y
por el entorno natural que lo rodea.
3. La posición frente a esta dualidad humana está sujeta a una fluctuación continua que
varía en cada individuo y que generalmente amortigua a medida que nuestra
formación se consolida.

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Tratar de encontrarla en la dualidad razón-sentimiento no era excesivamente aventurado, por
cuanto, más allá de obras o arquitectos concretos, la oscilación consistía básicamente en una
clara decantación hacia lo racional y abstracto.
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Nietzsche me permitió precisar esta dualidad razón-sentimiento y, por ello, acabe titulando el
ensayo Apolo y Dionisio.

La herramienta de análisis – La Mariposa


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Paseaba por los jardines de Moragues, al pasar junto a un matorral salió volando una
mariposa. Era roja y negra. Sin embargo, mi incertidumbre se prolongó dada su esquivo
movimiento en zigzag.

La seguí después con la mirada al contemplar su vuelo pensé lo curioso que era el hecho de no
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elegir la distancia más corta para desplazarse de un punto a otro. Este pensamiento me hizo
ver el horror que supondría que una mariposa volase recto, como un avión, dejaría de ser
mariposa.

Un vuelo recto respondería a un único deseo de llegar a un punto, el que fuese, el vuelo


tendría una función y un cometido que prevalecerían sobre cualquier otra consideración. En
cambio, su vuelo en zigzag le permite igualmente ir de un sitio a otro, pero sin renunciar al
placer de volar.

Pensé en mirar a la mariposa primero desde un punto de vista racional y luego considerarla
desde otro enfoque, totalmente emotivo. Este es el resultado que obtuve:

1. En primer lugar, extendería sus alas sobre una superficie plana y lisa, de este modo
escaparía de los errores del espacio. Después apartaría un poco mi vista de ella para
tomar la distancia conveniente, nuestra distancia se torna más objetiva, los pequeños
detalles amplían una mejor visión. La distancia, asume aquí una interpretación
emocional. Comprobaremos que no le falte ninguna parte, si le falta un trozo de ala o
algo, la descartaremos y buscaremos otra. Finalmente separaremos cualquier

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impureza que pueda haberse depositado sobre ella. Después escogeremos una luz lo
más uniforme posible, entonces podremos empezar a realizar el análisis. Empezamos
analizando sus partes, verificamos en ella una armonía en la que todo contribuye a
hacer de aquello una mariposa perfecta, un objeto perfecto. Si una parte fuese distinta
a su simetría ya no sería bella y entendemos que su vuelo sería imposible.

Pero si la mariposa moviese un ala, en un esfuerzo por zafarse, enseguida surgiría en


nosotros un sentimiento que rompería inmediatamente aquel placido abandono.
Dejaríamos de ver un objeto y veríamos una mariposa única y singular que sufre al no
poder volar libremente. Sentiríamos su dolor y se despertaría en nosotros un
sentimiento de alianza que rompería el encanto de aquella contemplación.

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Con el abandono de nuestro empeño intelectual nos viene la tentación de dejar suelta
la imaginación y contemplar sus irregulares manchas de colores y todo aquello que no
alcanzábamos a entender. Inmediatamente nos damos cuenta de que estamos
utilizando el método adecuado. Al contemplar sus colores, su contorno, todo lo que no
alcanzo a comprender, vuelvo a ver aquella mariposa viva, desaparecerá el objeto y
seguramente lamentare verla aprisionada, sentiré como propio su sufrimiento y

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apartando mi dedo, la dejare volar.

2. Si en lugar de hacer abstracción de la mariposa, de evitar contemplarla como un ser


vivo para poderla ver como un objeto, decido, correr detrás de ella sin ningún afán por
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cogerla, únicamente con el deseo de participar en el vuelo, si lo consigo, me
incorporaré a aquel ser vivo que vuela a la vez que conseguiré el siempre dulce
abandono de uno mismo.

La mariposa me parecerá más bella en movimiento, volando, que cuando era un


objeto quieto. Preferiré sus distintas y siempre cambiantes formas a una forma única.
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En su vuelo la preferiré entre las ramas de los árboles que frente a un muro ciego y
plano. Su vaguedad formal me permitirá ir recreando nuevas imágenes.

Solo quien sea capaz de pensar en la perfección del objeto y al mismo tiempo
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emocionarse ante aquella realidad viva, podrá ver a la mariposa en su plenitud, podrá
ver un objeto artístico. Observaremos como una simultaneidad así, entre la razón y el
sentimiento, solo muy puntualmente, durante unas décimas de segundo, se produce
este milagro del arte. Entonces pensamos y sentimos la belleza a la vez, se produce en
nosotros una instantáneas conmoción en la cual vibramos con un acorde absoluto.


Esta emoción es la emoción artística. Fuera de ella gozamos apolíneamente de su


belleza o gozamos dionisiacamente con ella. Podemos ver el objeto artístico desde el
correr tras el o podemos observarlo desde una mesa de estudio. Podemos sentir
lástima que admiración o viceversa, pero el objeto artista es el mismo.

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Apolo y Dionisos

Apolo y Dionisos han sido considerados tradicionalmente representantes de la


dualidad del hombre. El aspecto racional, dominado por la inteligencia, esta
simbolizado por Apolo, y la parte emotiva, dominada por el sentimiento, la simboliza
Dionisos.

Friedrich Nietzsche, en el origen de la tragedia escribe: “mientras el artista plástico


(apolíneo) no vive ni es dichoso más que en un medio de estas imágenes y jamás se
cansa de contemplarlos amorosamente, mientras la evocación misma de Aquiles
furioso no es para el más que una imagen cuya expresión violenta saborea con el

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placer que experimenta en la apariencia percibida en el sueño y de este modo por este
espejo de la apariencia es protegido contra la tentación de confundirse en sus figuras,
de identificarse con ellas de manera absoluta, las imágenes del lirico (Dionisiaco), por
el contrario, no son otra cosa que el mismo y en cierto modo, únicamente
objetivaciones diversas de si mismo”.

La vocación

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Nietzsche habla del espejo, ortega del vidrio. El primero centra en el espejo todo su
desprecio hacia Apolo, por cuanto carece del valor necesario para traspasarlo y unirse
solidariamente no solo al resto de seres sino a la misma naturaleza. Ortega sitúa al
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arte en el vidrio y permite que lo dionisiaco se confunda con lo ignorante.

Nietzsche asocia lo apolíneo el egoísmo, la hipocresía y el miedo a la vida. Ortega


asocia a lo Dionisiaco toda la vulgaridad.

Esa posición del hombre y el artista está condicionada por todo lo que lo rodea, más
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parece haber también un componente subjetivo y personal, que se ha denominado


“vocación”. Por vocación entiendo el deseo de alcanzar aquel yo ideal he imaginado
que cada uno aspira a ser.

A finales del siglo XIX, Riegl se opone a la teoría materialista del arte de Semper, según
el arte surgía como consecuencia de tres factores: propósito utilitario, materia prima y
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técnica. Riegl afirma que toda obra de arte es absolutamente necesaria la existencia de
una voluntad artística o voluntad de forma. Es el momento “primario” de toda
creación artística y toda obra de arte no es, en su más íntimo ser, sino una objetivación
de esta voluntad artística absoluta.


Worringer toma el concepto de voluntad de arte de Riegl, que solo contemplaba la


idea Einfuhlung o afán de proyección sentimental, e introduce el concepto del afán de
abstracción. A partir de él, la voluntad de arte no surgiría exclusivamente como
consecuencia del deseo de proyección sentimental, tal como suponía Riegl, sino que
también existe un afán de abstracción.

Worringer nos muestra la necesidad de la existencia de un polo opuesto para integrar


un sistema estético comprensible. El afán de Einfuhlung encuentra una satisfacción en
la belleza de lo orgánico, el afán de la abstracción halla la belleza en lo inorgánico.

El afán de proyección sentimental “está condicionado por una confiada comunicación


entre el hombre y los fenómenos exteriores, mientras que el afán de abstracción es

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una consecuencia del estar atormentado por el incesante cambio de los fenómenos
del mundo exterior, y de hallarse dominado por una intensa necesidad de quietud.

Al final de su estudio sobre “abstracción y proyección” Worringer afirma que “dualidad


de la vivencia estética y como lo caracterizan aquellos dos extremos no son más que
dos niveles de una necesidad común, que es la esencia más profunda de toda
necesidad artística”. Toda obra de arte requiere la existencia de la necesidad artística.

Pero una enajenación total de mi mismo solo podrá producirse cundo integre a ambos
componentes del yo, esto es cuando integre a parte emocional y a mi parte racional.

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