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BUSTILLO P., A. E. 2008.

Historia sobre los artrópodos plagas en los cafetales de


Colombia, Capítulo 1, p. 14 - 20. Editor A. E. Bustillo P. En: Los insectos y su manejo en la
caficultura colombiana. FNC – Cenicafé, Chinchiná (Colombia). Editorial Blancolor Ltda.,
Manizales, 466 p.

CAPÍTULO 1

Historia sobre los artrópodos plagas en los cafetales de Colombia

Álex Enrique Bustillo Pardey

En Colombia, la actividad cafetera ha jugado un papel muy importante en el desarrollo


del país, no solo por los ingresos que genera sino por el empleo rural y su prominencia
social y regional. Durante el año 2007 las exportaciones de café fueron de 11,3 millones
de sacos de 60 kg de café verde, que generaron ingresos por $1.893 millones de dólares,
con una participación en el PIB Agrícola del 23,7%. Esta actividad genera dos millones
de empleos directos e indirectos, y constituye el 27% del empleo agrícola. El cultivo del
café es el segundo renglón generador de divisas y un importante tejido social para
Colombia, por lo tanto, cualquier problema que lo afecte es de especial importancia para
la economía colombiana.

La caficultura colombiana se ha mantenido libre de problemas de insectos a través de


todo su desarrollo. Algunos problemas fitosanitarios en el cultivo del café se empezaron a
registrar en áreas muy localizadas, tan pronto esta actividad comenzó a expandirse como
explotación comercial. La literatura indica que entre 1930 y 1985, en los cafetales
colombianos se presentaron ataques esporádicos de insectos como los defoliadores,
Oxydia spp., el minador de la hoja, Leucoptera coffeellum (Guerin - Méneville), las
cochinillas harinosas de la raíz, Puto antioquensis (Murillo), Neochavesia caldasiae
(Balachowsky) y Dysmicoccus brevipes (Cockerell), la hormiga arriera, Atta cephalotes
(L), la hormiga loca, Paratrechina fulva Mayr, la arañita roja, Oligonychus yothersi
(McGregor), y el gorgojo de los granos, Araecerus fasciculatus (De Geer) (ICA, 1989;
Cárdenas, 1983, 1985).

Como el café es un cultivo exótico originario de África e introducido en Colombia a


mediados del siglo XVIII, sin las plagas existentes en ese continente, es comprensible
que éstas no se presenten en el continente americano. Sin embargo, otra fauna existente
en nuestro medio se ha adaptado a este cultivar y en ocasiones generan problemas
localizados. Afortunadamente, estas especies cuentan con un buen número de enemigos
naturales que controlan sus poblaciones y las reducen a niveles que no causan daño
económico. Por otra parte, el ecosistema cafetero es bastante estable, con una gran
biodiversidad, lo que favorece el mantenimiento de la fauna benéfica. Esta situación de
equilibrio ha sido posible debido a que en las zonas cafeteras no se ha hecho un uso
indiscriminado de insecticidas, hasta tal punto que Colombia es quizás, el único país en el
mundo en el que la caficultura se manejó hasta la llegada de la broca del fruto del café,
Hypothenemus hampei (Ferrari), con muy poco uso de estos productos (Bustillo, 1991).

La broca del café es una plaga exótica originaria de la zona ecuatorial del África e
introducida accidentalmente al continente americano, en Brasil, a principios del siglo
pasado (Bergamin, 1943). Por eso cuando llega a un lugar con condiciones favorables,
desarrolla todo su potencial biótico sin ninguna restricción y alcanza altos niveles de
población, debido a la carencia de agentes de control que han coevolucionado con ella en
su sitio de origen (Bustillo, 1991).

Los primeros registros sobre las plagas que afectan el cultivo del café datan de hace más
de 100 años, y fueron realizados por el profesor de Ciencias Naturales de la Universidad
Nacional, Nicolás Sáenz (Sáenz, 1893). En su obra Memoria sobre el Cultivo del Cafeto,
describe con detalles el ataque de arañas, que al juntar el follaje con sus finos tejidos, le
causan quemazón. Este problema sólo se volvió a documentar 104 años después por
Cárdenas et al. (1997), en el Avance Técnico No.242, en el que se describe el ataque de
arañas en cafetales del Líbano, Tolima. El profesor Saenz registra también la presencia de
insectos chupadores a los cuales denominó piojos, que en su momento fueron
identificados como Lecanium coffeae y Pseudococcus adonidum, sobre el follaje de las
plantas de café. El primero muy posiblemente se trataba de la especie actualmente
conocida como Saissetia coffeae y el segundo de la especie Planococcus citri.
Finalmente, destacó los ataques esporádicos de langostas y de la hormiga arriera, como
las principales amenazas de las plagas a la caficultura. Sin embargo, anotó que los
insectos relacionados no causaban daños de mucha importancia económica.

Todos los programas de protección de la industria cafetera colombiana han sido posibles
por la visión de los caficultores de conformar una agremiación, que no solo protegiera su
comercio internacional sino que fuera vigilante de los problemas potenciales que
pudieran llegar al país y de generar una tecnología para que los cultivadores del café
fueran exitosos. Fue así como en 1927 un grupo visionario de caficultores creó la
Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, FNC, la cual desde esa época empezó a
financiar actividades de investigación, pero fue en el IX Congreso Nacional Cafetero,
según el acuerdo No. 2 del 9 de noviembre de 1938, que se creó el Centro Nacional de
Investigaciones de Café, Cenicafé.

Los registros basados en la Revista Cafetera de Colombia, fundada por la FNC en 1928, y
posteriormente por medio de los medios de divulgación de Cenicafé, muestran una
radiografía de los primeros problemas entomológicos que aquejaban la caficultura. Los
estudiosos de la Entomología, en los inicios de la caficultura colombiana, se dieron a la
tarea de registrar la fauna de artrópodos que se encontraba en los cafetales, pero a
excepción de unos pocos, la mayoría no revestía importancia económica. Un recuento
sucinto de toda esta problemática se presenta a continuación.

El 19 de octubre de 1927 se creó el Servicio de Sanidad Vegetal y Entomología


Económica, bajo el Ministerio de Agricultura y Comercio que fue un apoyo inicial muy
importante para la caficultura. La primera persona que se contrató para ese cargo fue Luís
María Murillo Quinche, un humanista con una profunda sensibilidad hacia las ciencias de
toda índole, pero su amor por la naturaleza lo llevó a convertirse en el primer entomólogo
autodidacta, y dedicó 40 años de su vida al cargo que le ofreció el gobierno. Murillo es
considerado el padre del control biológico en Colombia, sus estudios más importantes se
relacionaron con la introducción de parasitoides para el control exitoso de varias plagas,
de los cuales merecen citarse los casos de Aphelinus mali para el control del pulgón
lanigero, Eriosoma lanigerum en manzanos, Rodolia cardinalis para el control de la
cochinilla acanala, Icerya purchasi, Cryptolaemus montrouzieri, contra las cochinillas del
café y Apanteles thurberiae, para el control del gusano rosado colombiano del algodón,
Sacadodes pyralis. En 1962, como reconocimiento a todas sus contribuciones a la
ciencia, el gobierno colombiano le otorgó la Cruz de Boyacá (Valenzuela, 1973).

Las consultas más frecuentes de los caficultores entre los años 30 y 40 del pasado siglo,
consignadas en la Revista Cafetera de Colombia, estaban relacionadas con las cochinillas
o palomillas de las raíces asociadas con hormigas, el minador de la hoja, arañitas y
escamas en el follaje. El control de los insectos chupadores se basaba en aplicaciones de
petróleo más jabón y agua. Las cochinillas harinosas las trataban en los almácigos de café
con cianuro de potasio antes del transplante y sumergiendo la plántula en creolina. En esa
época la FNC contaba con dos entomólogos, el belga Rene Paul Roba y el colombiano
Mauro Hernández Mesa, quienes trabajaban en la Estación Central “La Esperanza” en
Cundinamarca, y con la asesoría del eminente entomólogo Luis María Murillo, que llevó
a cabo varios estudios sobre insectos del café en Antioquia y en los Santanderes (Murillo,
1931). En esa época Murillo describió la nueva especie de cochinilla de la raíz
encontrada en Antioquia, y que fue denominada Puto (Ceroputo) antioquensis (Murillo).

En 1931 se registraron varios ataques serios de la hormiga arriera, que motivaron a la


Asamblea de Caldas a expedir la Ordenanza No. 10, de mayo 26 de 1931, para el
“exterminio de la hormiga”.

En un artículo aparecido en 1931, escrito por Ramón Mejía, Subdirector de la Granja


Central de Café, titulado “La aracnosis del café”, informó del ataque de arañitas (ácaros)
en cafetales de Antioquia y describió los daños y recomendaciones de control, basado en
informaciones de los entomólogos Luís María Murillo y L. H. Ballou de la Estación
Experimental “Tulio Ospina”, en Medellín (Mejía, 1931).

Más tarde, en 1932, el experto José Sáenz Moreno hizo una descripción de la arañita de
esos cafetales en Antioquia y de acuerdo con esa descripción, es posible que se tratara de
la arañita roja, Oligonychus yothersi. Indicó además que desde lejos el lote de café
infestado mostraba una coloración amarillo rojiza, pero que la plaga sucumbía en las
épocas de lluvia. En esa misma época, Sáenz Moreno dio cuenta de ataques de la hormiga
de Amagá, e informó que ésta destruyó 30 cuadras de cafetales en la finca La Lucía
(Sáenz, 1932).

Desde sus inicios, la naciente FNC se preocupó también por la sanidad del grano de café
para exportación y fue así como en 1932 el Ministro de Industrias, Enrique Olaya
Herrera, firmó el decreto No. 1474 para regular el almacenamiento de café en grano, bajo
condiciones de humedad apropiadas y así librarlo del ataque de insectos o parásitos. Al
respecto, Cabal informó más tarde sobre la magnitud de este problema en las bodegas de
café y los costos incurridos por la Federación para controlar el gorgojo Araecerus
fasciculatus en 1,3 millones de sacos de café (Cabal, 1956).

Rene Paul Roba, entomólogo al servicio de la FNC, en 1936 presentó el primer informe
sobre la presencia del minador de la hoja del cafeto, Leucoptera coffeellum, detectado en
cafetales en Colombia hacia 1924 (Roba, 1936 b; Cárdenas y Benavides, 1974). Este
insecto, en esa época, causó alarma entre los caficultores del Quindío. Roba también
registró en Norte de Santander la presencia de la escama verde, Coccus viridis, en
muchos cafetales pero en niveles que no causaban daño económico. Este insecto lo
observó asociado a la hormiga Crematogaster sp.

Más tarde, Roba hizo un reconocimiento sobre los insectos presentes en los cafetales del
departamento de Caldas, y relacionó el minador, la escama verde, la escama circular, la
hormiga arriera, las cochinillas asociadas a hormigas y el pulgón negro (Roba, 1937a).
Roba también se interesó en el estudio de la asociación de hormigas con las cochinillas
harinosas, y como consecuencia de sus estudios Horace Donisthorpe, del British
Museum, describió la hormiga de la Esperanza como Acropyga robae, en su honor
(Roba, 1937b).

En 1947 se creó la Sección de Entomología en Cenicafé y se encargó de ésta al


entomólogo Nelson Delgado Montoya, bajo la asesoría de Luis María Murillo,
entomólogo del Ministerio de Agricultura y Comercio. En la década del 50 la
investigación entomológica en Cenicafé se concentró en estudiar el complejo simbiótico
existente entre las cochinillas harinosas que afectaban las raíces y que se encuentran
asociadas a las hormigas. Estos trabajos fueron conducidos por los entomólogos Rafael
González Mendoza, Ramón Mejía Franco y Germán O. Valenzuela V. (González, 1951;
Mejía, 1955; Valenzuela, 1956).

Para realizar una evaluación de las hormigas de Amagá y de la Esperanza en las


plantaciones de café, el entomólogo de la Universidad de California, Stanley E. Flanders
fue contratado en 1955 por la FNC. La conclusión de su estudio fue que ninguno de estos
insectos revestía importancia económica para el cultivo del café (Flanders, 1956).

Estas investigaciones fueron complementadas con el estudio de las especies de hormigas


relacionadas con las cochinillas, realizado por la francesa Madeleine Bazire del Centro de
Investigaciones Científicas de París, quien estuvo en Colombia entre agosto y octubre de
1958 (Bazire, 1960), recomendada por el profesor Balachowsky, quien previamente había
descrito la especie Neochavesia (Chavesia) caldasiae de especímenes colombianos
(Balachowsky, 1957).

El perforador de las ramas del cafeto, Xylosandrus morigerus (Blandford), se encontró


por primera vez en Colombia en 1957, en la vereda de Lomitas en Dagua, Valle del
Cauca. Los reconocimientos posteriores indicaban que más de 800 ha se encontraban
afectadas por la plaga en las regiones de Dagua, Bitaco y La Cumbre (Benavides, 1961).
A raíz de la presencia de esta plaga la FNC contrató al holandés Johan G. Betrem para
estudiar este insecto en compañía del entomólogo colombiano Marcial Benavides
Gómez.

En 1971, Cenicafé inició la publicación de los Avances Técnicos. Por medio de ésta se
mantiene la información a los cafeteros sobre los avances más importantes de la
investigación en café, especialmente los de aplicación inmediata por parte de los
cafeteros. El primer número de esta publicación ilustra sobre los ataques severos de la
arañita roja del cafeto, en los municipios de Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima,
Cundinamarca, Valle del Cauca, Huila y Antioquia, los cuales se atribuyen a sequías
severas en la zona cafetera durante los meses de junio a octubre de 1971.

En el año de 1969 se produjo una alarma nacional en la caficultura por el ataque de un


gusano medidor que se encontró defoliando un cafetal en una finca de la vereda “El
Guayabo” en Quimbaya, Quindío. Se pensó que se trataba de la especie exótica de origen
africano Ascotis selenaria, sin embargo los taxónomos del Smithsonian en Washington,
mediante los oficios de Arnold T. Drooz, la identificaron como Oxydia vesulia Cramer
(Lepidoptera: Geometridae), considerada una especie nativa de la zona. Se sabe que las
especies de Oxydia son de distribución Neotropical.

La población de O. vesulia cayó ostensiblemente, pero en 1971 apareció otra población


en la misma finca, esta vez de la especie O. hispata Cramer, como predominante, y otras
especies en menor escala como O. trychiata (Guenée), O. obrundata (Guenée) y O.
noctuitaria Walker.

En 1973 Cenicafé contrató al entomólogo Reinaldo Cárdenas Murillo para que prestara
asesoría a los extensionistas de la FNC en el manejo de insectos plaga. Su actividad
inicial fue atender problemas de defoliadores de la familia Geometridae. En esa época se
registraron nuevos brotes en fincas de La Tebaida, Montenegro, Buenavista, Calarcá y
Armenia en el Quindío, con predominio de las especies Paragonia procidaria Herrich -
Schaefer y P. lanuginosa Schaus. Un análisis de la fauna benéfica mostró que ésta era
muy abundante y que los ataques se debían a prácticas en el cultivo que desfavorecían sus
poblaciones. En las recolecciones de larvas y pupas se encontraron controladores
naturales de los géneros Apanteles sp., Cotesia sp., Protomicroplitis sp., e Iphiaulax sp.
(Hymenoptera: Braconidae), Casinaria sp. (Hymenoptera: Ichneumonidae). Algunos
cafetales fueron tratados con Bacillus thuringiensis con resultados muy satisfactorios.

No se volvió a saber nada de los gusanos medidores hasta 1987, cuando un nuevo brote
de O. hispata se produjo en la misma finca donde se denunció por primera vez, sin
embargo fue controlado eficazmente con una aspersión de B. thuringiensis. En 1996 se
registró otro ataque, esta vez de P. procidaria en Montenegro, el cual fue sometido por
sus controladores naturales Apanteles sp. y Casinaria sp.

Fuera del Quindío, en 1978 se conoció de un brote de Glena bisulca (Rindge) en un


cafetal vecino a un rodal de cipreses en Riosucio, Caldas. Esta misma situación se
presentó en el 2002, en la vereda Barcelona Alta del municipio de Circasia en el Quindío,
en cafetales aledaños a cipreses y eucaliptos defoliados por G. bisulca. Estos insectos al
no tener otra fuente de alimento se supone migraron a los cafetales vecinos, y causaron en
algunos una severa defoliación y en otros, obligó a los caficultores a su control inmediato
para prevenir las pérdidas. Sin embargo, el brote sucumbió por la acción de parasitoides y
un virus granuloso que afectó a esta plaga.

Esporádicamente se han presentado ataques de Apicia sp. (Lepidoptera: Geometridae) en


cafetales de Arauca, Caldas. Estos cafetales venían siendo atacados por el minador de la
hoja y controlados con insecticidas. Es muy probable que las aplicaciones de insecticidas
hayan eliminado los insectos benéficos de estos defoliadores y permitieron que sus
poblaciones se incrementaran libremente.

En 1977, en cafetales de las regiones de Sumapaz y Tequendama de Cundinamarca, se


presentó por primera vez el ataque de la hormiga loca Paratrechina fulva (Mayr), un
insecto que causa problemas al ganado y a los cosecheros. Este insecto es muy común en
Brasil y fue introducido a Colombia para combatir las culebras y hormigas arrieras en
algunos sitios, y de ahí se dispersó a otras áreas y causó graves problemas (Cárdenas,
1982). Brotes recientes de esta plaga, en el 2002, se presentaron en Caldas en cafetales de
los municipios de Chinchiná y Palestina y causaron alarma entre los caficultores (Posada
et al., 2002).

El primer registro formal de la cochinilla de las ramas del cafeto, Planococcus citri, se
hizo en 1978 en Chinchiná en la Hacienda Naranjal, donde se encontró una rama con sus
frutos cubiertos por colonias de este chinche harinoso. En marzo de 1985 se encontraron
varios focos de este insecto en una finca de la región de Cambía, municipio de Risaralda,
Caldas, y en dos fincas de Pereira (Cárdenas, 1983). Desde entonces, se ha seguido
encontrando en otras áreas muy esporádicamente, pero en ningún caso con características
de plaga.

En julio de 1988 se denunció la presencia de la broca del café, H. hampei, por un colono
de la vereda Mateplátano, en el municipio de Tumaco, Nariño. Hacia mediados de
agosto, una comisión de la FNC y del ICA realizó un reconocimiento del área sobre la
margen derecha del río Mataje, límite con Ecuador. En las 15.400 hectáreas colonizadas
por unas 35 familias, se encontraron unos 30.000 árboles de Coffea canephora, de los
cuales unos 14.000 estaban en producción y la mayoría con presencia de la broca del
café. Hacia marzo de 1989, se detectó la broca en cafetales de la vereda Yanancha,
municipio de Ancuya, Nariño (Cárdenas y Posada, 2001).

Hypothenemus hampei es la plaga más importante que afecta el café en los países
cafeteros a donde ha llegado. En Colombia, en un lapso de siete años, el insecto se
encontraba distribuido en casi toda la zona cafetera (Bustillo et al., 1998). La presencia
de la broca en Colombia trajo muchas consecuencias, como fue la alarma entre los
caficultores y la reacción de la FNC para implementar estrategias con enfoques
ecológicos y de sostenibilidad para afrontar el problema y evitar que los caficultores
adoptaran prácticas de control irracionales e irrespetuosas con el ecosistema cafetero. Los
estudios se enfocaron hacia el desarrollo de métodos de control con énfasis en agentes
biológicos, que fueran compatibles en programas de manejo integrado de la broca y
llevaran al caficultor al manejo integrado del cultivo, incluyendo prácticas agronómicas
que redujeran o evitaran el incremento de poblaciones de la plaga. La broca del café hizo
que la caficultura colombiana se tecnificara más y creó una mayor conciencia entre los
caficultores sobre la conservación y sostenibilidad de la caficultura, para que continuara
siendo exitosa en producción y competitividad en el mundo.

Además de los insectos y la arañita roja, es importante resaltar algunos ataques


localizados causados por babosas y por arañas que se presentan en cafetales, estas últimas
favorecidas por un uso indiscriminado de insecticidas, como consecuencia del afán por
controlar la broca del café (Posada et al., 2001; Cárdenas et al., 1997).

Este libro es un compendio de la información generada por la FNC por medio de su


Centro Nacional de Investigaciones, Cenicafé, y tiene por objetivo dar a conocer a los
caficultores, extensionistas, profesionales del agro y estudiantes, la información más
relevante sobre los problemas entomológicos que aquejan o pueden aquejar la caficultura
colombiana, proporcionándoles las bases para un mejor entendimiento de esta
problemática y las recomendaciones más apropiadas sobre su manejo. Se incluye también
información básica sobre la Entomología, con el fin de que los neófitos puedan entender
y comprender mejor el mundo de los insectos, su diversidad, biología, comportamiento y
dinámica de sus poblaciones y así, asimilar mejor los conceptos del manejo de insectos
plagas en la agricultura para hacerla más sostenible y competitiva en los mercados
internacionales. Al final del texto se incluye un glosario que abarca los términos
técnicos utilizados para que las personas que no están familiarizadas con ellos
las puedan consultar.

El libro está dividido en secciones temáticas para agrupar en una forma lógica ciertos
capítulos relacionados, la numeración de éstos es independiente de la Sección para poder
hacer más fácil su localización. Es probable que en más de un capítulo se presenten temas
ya tratados en otros, pero con esto se pretende que el lector pueda abordar el tema tratado
con mayor facilidad. Un caso especial es el énfasis que a través de todo el libro se hace
sobre la broca del café, debido a que es la plaga más importante de la caficultura y su
alusión continuada permite una mayor comprensión de las diferentes estrategias
planteadas para lograr la adopción del manejo propuesto.

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