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EI mito del niño asado ya apareció publicado en la Revista de Psicoanálisis y en Maternidad y Sexo.
[2]
Melanie Klein y sus colaboradores.
[3]
Abraham Kardiner: El individuo y la sociedad.
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Podemos agregar otra observación clínica de contenido parecido: la de un síntoma de conversión
histérica. Una mujer que alimentaba a su criatura de pocas semanas siente un día, inesperadamente,
un dolor espasmódico en los pezones que se va intensificando hasta hacerse intolerable. El dolor
desaparece bruscamente cuando lo relaciona con un hecho ocurrido unas horas antes. Había
recibido una carta, en la cual su madre le comunicaba que se veía en la necesidad de aceptar la
ayuda económica que su hija le habla ofrecido tiempo atrás. Lo que la enferma expresaba a través
de su síntoma era que ella estaba dispuesta a dar el pecho a su bebé, con el cual se identificaba, pero
no a alimentar a su madre. Hacerlo seria como dejarse comer por ella, situación que expresó y
contra la cual protestó con su dolor que desapareció al hacerse consciente su significado.
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Hace poco me contaron que una señora nada tacaña por lo general y muy adinerada, cada
mañana solía sacar del "placard" de la cocina una bolsa llena de terrones de azúcar. Cui-
dadosamente solía contar para cada persona de la numerosa servidumbre los pedacitos que tenían
derecho a comer durante el día. Después se lo entregaba a la cocinera y encerraba lo restante bajo
llave. En el primer momento me chocó esta actitud tan en contraste con el nivel económico y la
forma de vida de esa familia, hasta que pude comprender que probablemente la madre de esta
buena señora debía de haber hecho lo mismo con ella, cuando, siendo niña, le pedía caramelos u
otras golosinas de poco valor.
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Una niña de cuatro años, que acababa dc recibir un hermanito, preguntó a su padre: ¿Cómo se
hace para que a los bebés se les pare el corazón? ¿Basta con apretarlos con fuerza?
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Agradezco especialmente al doctor Arnaldo Rascovky, que fue quien más insistió al respecto.
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(Segunda edición.) Vuelvo aquí al tema de Barrabás, al mostrar nuevo cómo la imagen idealizada
sirve de defensa contra otra, terrorífica. Este fenómeno pertenece a la posición esquizoparanoide
(Melanie Klein), e.d., a una etapa psicológica muy primitiva de nuestra vida. Se observa la proyec-
ción de ambas imágenes opuestas con suma frecuencia en la vida política. Alcanza su máxima
expresión en el prejuicio racial, político y nacional. El prejuicio permite adjudicar todo lo bueno,
idealizado a un bando, el propio, y todo lo malo a otro, el bando enemigo.
*
Se refiere a La razón de mi vida (Nota del editor)
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Comentamos en ese entonces entre varios colegas, cuántas de nuestras analizadas,
apasionadamente antiperonistas y enemigas acérrimas de Evita, empezaron a preocuparse y a
sentirse enfermas, temiendo sufrir el destino de Eva Perón. Expresaron así el temor a un castigo
taliónico ojo por ojo, diente por diente causado por su odio.
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Al usar la palabra magia, no quiero subestimar el valor del rumor como arma real en la lucha
política, arma cuya eficacia se comprobó en el logro de la caída de Perón
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(Segunda edición.) Todos se acordarán de lo que pasó después con Evita. Fue embalsamada. Se
iba a pedir al Papa su santificación. Cayó Perón y surgía otro mito: quien se apoderara de su
cadáver embalsamado, conquistaría el poder. Secuestraron el cadáver. Ya no se supo nada de ella.
Hasta que apareció el último mito, hace poco, como reportaje en Panorama, una revista porteña
importante, bajo el título: Aquí yace Eva Perón. Sostiene que para mantener el secreto, se
construyeron 3 cajones iguales, uno de los cuales contenía sus restos. Dos fueron sepultados en
países lejanos y el tercero, el verdadero, sumergido en las aguas del Río de la Plata. Al contener
elementos de cuentos de hadas y asemejarse al mito clásico del Oro del Rin, este mito moderno
entronca con los del pasado. Y muestra de nuevo cómo el poder mágico de Evita, basado en
nuestras fantasías eternas, sigue subsistiendo.
(Nota del editor: recién en 1973, varios años después de escrito este trabajo, se produjo la
devolución de los restos de Eva Perón a su esposo y se reveló que después de pasar por diversos
escondites habían sido enterrados en Italia bajo un nombre falso).
Fuente:
Marie Langer, Fantasías eternas a la luz del psicoanálisis, Buenos Aires, Ediciones
Hormé, 2º edición, 1966, p. 79-103.