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1. LUDOPATÍA:
Con frecuencia, se considera que una persona tiene problemas de ludopatía cuando
pierde importantes cantidades de dinero o se arruina, pero ese, aunque importante, no
es el problema central. El problema principal es que el jugador, implicado en
exclusiva en el juego, descuida o abandona otras realidades como las personales,
familiares, sociales o laborales; es decir, el juego altera completamente su vida.
1.4. PREVENCIÓN
Para prevenir la ludopatía debemos incidir en la población infantil y juvenil, antes de que
desarrollen hábitos de juego.
Los programas más interesantes que pueden aplicarse para su prevención permiten:
2. ABUSO DE TECNOLOGÍA
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que una de cada cuatro personas
sufre trastornos de conducta relacionados con las nuevas adicciones. Se puede hablar
de adicción en todos aquellos casos en los que la afición interfiere en la vida diaria, o
cuando se practica esa afición para no pasarlo mal en vez de para pasarlo bien.
Entre las señales de alerta que pueden indicarnos una adicción destacan las siguientes:
Recomendaciones indispensables:
1. Romper con las rutinas de conexión: si el menor enciende el ordenador nada mas
levantarse para comprobar su correo electrónico, debemos indicar un nuevo horario y
usar señales y alarmas que le indiquen al adolescente que ha pasado su tiempo y debe
de desconectarse.
2. Ayudar al menor a elaborar un horario realista dentro del cual se contemple no solo el
tiempo dedicado a navegar, sino también otras actividades como el estudio…
Enseñarle al menor la capacidad formativa de la red, incluyendo Internet como una
herramienta de ayuda al estudio y a la formación.
3. Instalar filtros de contenido que impidan a los menores el acceso a páginas con
contenido no adecuado.
3. DROGADICCIÓN
Una de las mayores preocupaciones como padres, cuando nuestros hijos se acercan a la
adolescencia, es el riesgo de inicio del consumo de drogas legales e ilegales. Y como padres,
nos preguntamos de qué forma podemos prevenir estas conductas de riesgo, sabiendo la
facilidad con la que se pueden adoptar.
Muchos estudios indican el inicio del consumo entre los 12-13 años de edad. La vía de
entrada suele ser el alcohol y el tabaco, progresando hacia la marihuana y la cocaína, en
muchos casos, siendo esta progresión mayor, cuanto más precoz es el consumo.
Se han propuesto varias explicaciones para esta progresión en el consumo. Desde una
perspectiva biológica de pacientes con historia familiar de consumo, hasta como una
herramienta que utiliza el adolescente para “encajar” con un grupo de iguales, o para mejorar
su nivel de socialización, al permitir cierta desinhibición; o en muchos casos, como recurso
para adaptarse a situaciones nuevas o dolorosas (rupturas de pareja, separación de los padres,
adaptación a un nuevo instituto etc.).
Por lo tanto, nuestros adolescentes deben aprender a tomar decisiones en relación a las drogas
y a su alta disponibilidad en nuestra sociedad, eligiendo, con sus consecuencias, entre la
abstinencia o el consumo de las mismas en una etapa vital y tan crítica como la adolescencia,
donde se está formando la personalidad de ese individuo.
4. ALCOHOLISMO
Lo que parece sencillo realmente no lo es. Prevenir el alcoholismo supone diseñar un estilo
de vida saludable al margen del alcohol. O también promover una serie de acciones dirigidas
a evitar la dependencia. La adicción al alcohol es una enfermedad cuyos mecanismos
bioquímicos continúan en vías de investigación. Aunque resulte difícil de creer, la comunidad
científica no conoce con exactitud los cambios moleculares que se producen en el sistema
nervioso cuando bebemos alcohol. Es por esto que prevenir la adicción al alcohol resulta en
cierto modo imposible de garantizar. Lo que sí conocemos son algunos factores que
determinan la aparición de adicciones.
Sabemos que existen personas más vulnerables que otras al efecto del alcohol, las drogas o el
juego. La genética es uno de los factores determinantes de la drogadicción y el alcoholismo.
Dos personas bebiendo de la misma forma durante el mismo periodo de tiempo pueden
padecer consecuencias diferentes. Es decir, la misma cantidad de alcohol puede provocar
alcoholismo en algunas personas y en otras no. El genoma determina la predisposición
genética a padecer alcoholismo. Por desgracia, no disponemos de tecnología suficientemente
avanzada que permita identificar con precisión los genes que determinan la expresión del
alcoholismo. Hoy en día la vulnerabilidad a los efectos del alcohol y las drogas no es
exactamente predecible.
Efectivamente, estos son los campos en los que interviene la prevención. De manera
muy resumida podemos decir que el alcohol aparece en nuestras vidas escondiendo
una trampa que nadie está preparado para evitar. El alcohol es el agente socializador
por antonomasia. Cambia nuestro estado de ánimo, es euforizante, ansiolítico y
placentero en dosis moderadas. Por estas razones lo habitual es repetir su consumo.
No disponer de habilidades psicológicas o emocionales de afrontamiento adecuadas
puede predisponernos a padecer alcoholismo.
Por otro lado, si en nuestro entorno más cotidiano el consumo de alcohol está
normalizado es más probable que acabemos incorporando al alcohol como parte de
nuestro modo de vida. Alcohol para celebrar, alcohol para evadirse o alcohol para no
sufrir. Y naturalmente, alcohol para relajarse. Prevenir el alcoholismo puede resultar
algo difícil en estas condiciones.
El alcohol es una droga muy potente, neurotóxica y que se conforma como único elemento
indispensable para el desarrollo del alcoholismo. Es decir, la única fórmula infalible al 100%
de garantías para prevenir el alcoholismo es no beber. Parece simple pero no lo es. Salvando
las diferencias: no fumar tabaco jamás en tu vida reduce espectacularmente las probabilidades
de padecer cáncer de pulmón.