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Teorías de la Comunicación II
2023
Profesor titular: Luis Sandoval
Jefa de trabajos prácticos: Natalia Carrizo
Auxiliar estudiante: Tamara Diosquez
Estudiantes:
Borquez, Joel Mateo
Sánchez, Lola
Castro, Emir
En este sentido, el presente análisis consta de decodificar cuales son estos discursos
que responden a una ideología elitista dentro de la primera historieta del Capitán
América en 1941; respaldado por los aportes teóricos de Dorfman en “Inocencia y
neocolonialismo: un caso de dominio ideológico en la literatura infantil”.
Vemos en la portada la figura del héroe nombrado como Capitán América; con un
uniforme referente a la bandera de Estados Unidos, con pequeñas alas a los costados
del rostro) y un significativo escudo (cuya simbología complementa al personaje) con
los mismos patrones del traje. El primer aspecto que llama la atención es la figura de
Adolf Hitler atacada por el héroe, además de operar como un modo de generar
proximidad al lector al ver estos personajes en conflicto con enemigos reales
(Ocaña,2020) funciona el concepto de ocultamiento o mentira parcial de la realidad
que menciona el autor Doffman, puesto que para el contexto en que la historia salió al
mercado aún continuaba latente el conflicto bélico, por consiguiente, recupera la
aspectos de lo real y lo tergiversa con tal de reforzar el imaginario de Estados Unidos
como vencedor del nazismo.
Además, vemos en un tono más opaco una serie de proyectos que pretendían
sabotear a dicho país, (incluso se observa una pantalla con una fábrica de municiones
provenientes del mismo explotada por una bomba) De forma que es identificable para
las audiencias un prototipo de enemigo en específico cuyas cualidades resaltan a
través de diversos subjetivemas como adoradores de la guerra de Europa, alimañas,
malignos agentes, enemigos de la democracia, entre otros; y se refuerza la idea de
lealtad nacional desde consagrar a América del Norte como adoradores de la paz, país
de la democracia, avanzados tecnológica y civilmente, salvadores del prójimo, y
demás. Por lo tanto, la ideología va a operar como un esquema ideal, que busca
“imitar a la realidad” ocultando diversos factores y glorificando otros.
En consecuencia, estamos ante un héroe que busca eliminar el sufrimiento del pasado
para responder, en un sentido normativo, a el “esplendor del mañana “(Doffman, 1974)
a pesar de ser un joven cuya solicitud para entrar al ejército fue rechazada por su mala
condición física, aún está dispuesto sacrificarse con tal de cumplir su misión de ser la
esperanza de un pueblo aterrado, y al lograrlo, se gana la admiración de todos,
consagra fama, misterio, poderes con tal de acentuar el sentido caritativo de su
intervención.
En esta misma línea, aparece la figura de Bucky, un personaje cuya grafía es similar a
la de un joven que al descubrirlo se vuelve su ayudante instantáneamente. En su
primera intervención se lo presenta como la mascota del regimiento y vemos como
habla tan fascinado sobre este héroe misterioso con Steve Rogers; así pues, se gesta
una figura de la inocencia como torpe, despreocupada, cariñosa e ingenua con tal de
que para trascender eso implica transitar, desde la admiración al Capitán América, el
reclutamiento militar. Por ende, al conocer su identidad, y ya lo saben, es sinónimo
instantáneo de “luchar codo a codo” contra el enemigo de la democracia.
El paso del niño al adulto se da en la transformación del Capitán América, de ser frágil
a corpulento, de no tener un solo diálogo a formar viñetas enteras, en síntesis, el paso
del nadie a alguien se da al servir al país, al volverse un militar, y en definitiva, a estar
dispuesto a morir por él.
2)
En este tipo de relatos, que datan de la Edad Media, pero se mantienen vigentes hasta
la actualidad, aparecen personajes estereotipados que portan un único sentido de
interpretación. Asimismo, aparecen de forma claramente delimitada los límites entre el
bien y el mal, y presuponen la existencia a priori de un bien superior que el/la niño/a
debe poder reconocer y seguir, hasta que se convierta en una suerte de intuición que
le permita “traducir” los conflictos del mundo.
Una lectura ideológica muestra un castigo (ser comida por el lobo) al no seguir las
reglas de los adultos. El conflicto se resuelve al ser salvada por un varón y “aprender
la lección”, lo cual establece una concatenación directa entre seguir las reglas y estar
a salvo.
Caperucita transgrede el lugar seguro para la mujer (la casa, el espacio doméstico) e
ignora las advertencias de su madre sobre el mundo exterior (lugar limitado, si no
prohibido, para las mujeres). Algunos análisis dicen que el rojo señala la pubertad, el
inicio de su madurez sexual (que aún no está completa y por eso comete el “error” de
salir al exterior y ser tentada por el lobo). La niña aparece siempre salvada o asistida
por un adulto (madre, abuela, cazador).
En uno de los sitios web en los que aparece el cuento se señala que “El relato nos
habla de la importancia de la obediencia a través del ejemplo de Caperucita, que a
punto está de tener un mal final, por haber desobedecido a su madre. Es una forma de
ejemplificar y hacer entender a los más pequeños que no hacer caso a los padres
puede traer consigo consecuencias negativas”.
Estos modelos sexogenéricos son aceptados y reclamados por los niños, pero dentro
de un “circuito cerrado”: “Los niños han sido gestados por esta literatura y por las
representaciones colectivas que las permiten y fabrican -para integrarse a la sociedad,
recibir recompensa y cariño, ser aceptados, crecer rectamente-, deben reproducir a
diario todas las características que la literatura infantil jura que ellos poseen” (Dorfman,
1974).
“Esa comarca simple, llana, traslúcida, hermosa, casta, pacífica, que se ha promovido
como salvación, en realidad importa de contrabando e involuntariamente, el mundo
adulto conflictual y contradictorio. El diseño de este mundo transparente no hace sino
permitir el encubrimiento y la expresión subterránea de sus tensiones reales y
fatigosamente vividas (...) Se apropia del ‘fondo natural’ de la infancia, que él ha
nostalgia, para ocultar las fuentes de lo que él presume es su propia desviación del
paraíso perdido”, señala Dorfman (1974), en este caso, la situación de violencia y
extremo cuidado que deben afrontar las mujeres.
“La literatura infantil es quizás el foco donde mejor se puede estudiar los disfraces y
verdades del hombre contemporáneo, porque es donde menos se los piensa
encontrar”, agrega; en Caperucita se trata de los parámetros sexogenéricos de la
identidad, que se reproducen y refuerzan en su repetición. Cabe recordar que la
ideología es exitosa en cuanto logra ocultar su propia genealogía, presentándose
como inmutable y natural. El relato de Caperucita se gesta como una advertencia a las
niñas para no caminar solas en espacios públicos en la Edad Media ante la amenaza
de violencia sexual, secuestro o femicidios. La violencia es resultado del desvío de
Caperucita, no de la voluntad malvada del lobo o de un sistema patriarcal.