Está en la página 1de 46

La Ues Presidencia

50 años de cronicidad de la crisis capitalista mundial


Por José Castillo

Capítulo I
La época imperialista
El capitalismo hace ya un siglo largo que ha dejado de cumplir rol progresivo alguno para la
humanidad. Si bien siempre, desde su origen, fue un sistema de explotación que, tal como
afirmó Marx “vino al mundo chorreando sangre y lodo”, es un hecho que por lo menos hasta
fines del siglo XIX o principios del siglo XX permitió un desarrollo de las fuerzas productivas
sin precedentes. Esto ha dejado de suceder desde comienzos del siglo XX, cuando se entra
en la fase o época imperialista del modo de producción capitalista.
Acá tenemos que hacer dos aclaraciones: en este trabajo vamos a sostener la periodización
del modo de producción capitalista propuesta por Lenin en su conocido trabajo Imperialismo,
fase superior del capitalismo, que define a la fase abierta desde entonces como “época
monopolista”, “última fase del capitalismo” o “época de guerras y revoluciones”. A esto lo
vamos a complementar con dos afirmaciones conceptuales. La primera pertenece a Rosa
Luxemburgo, que señala que en el futuro de la humanidad está planteado “el socialismo o la
barbarie”, indicando entonces que el sendero de despliegue del capitalismo hacia los
próximos tiempos aparece como “apocalíptico”. La segunda afirmación procede de León
Trotsky, que va a sostener que en la presente época del modo de producción capitalista “las
fuerzas productivas se estancan” o “han cesado de crecer”. Esta última afirmación nos obliga
a precisar que queremos decir exactamente con “fuerzas productivas”: siguiendo a Marx la
vamos a definir como la articulación contradictoria que se da entre el ser humano (el
trabajador, el hommo faber) y la naturaleza (que es justamente apropiada y transformada por
el trabajo humano), mediado por las herramientas, técnicas y tecnologías que se van creando
y acumulando en la historia. El término “desarrollo de las fuerzas productivas” remite al
crecimiento armónico de estos tres elementos. No es, por lo tanto, sinónimo de
“productividad” ni, mucho menos de crecimiento del producto o cosa semejante. De esta
manera, sostenemos que los enormes saltos tecnológicos producidos a lo largo del siglo
XX/XXI, a diferencia de los que se produjeron en los siglos precedentes, no han elevado de
conjunto la calidad de vida del ser humano sobre el planeta, ni están permitiendo un
desarrollo armónico de la naturaleza. Por el contrario, se incrementan e incluso reaparecen
situaciones de miseria extrema, marginación, enfermedades y a ello se le suma un peligro
creciente de destrucción planetaria en términos ambientales.
Las “etapas” de la economía mundial de la época imperialista
El carácter decadente del capitalismo del siglo XX se va a expresar muy fuertemente en
términos económicos en el período 1914-1945. A la destrucción física de medios de
producción y la matanza de seres humanos por millones de la Primera Guerra Mundial le

1
La Ues Presidencia
siguió un período de estancamiento que duró casi toda la década del 20 y culminó con la
crisis aguda que se abrió en octubre de 1929, a partir del “crack” de Wall Street. A ello le
siguió una década del 30 donde en los principales países del planeta el desempleo y la
recesión se mantuvo y amplió. Más allá de los intentos del llamado “New Deal” keynesiano
en los Estados Unidos, la realidad es que la salida a la crisis del 30 se dio recién con la
Segunda Guerra Mundial.
Tras la enorme destrucción física de esa contienda (muy superior a la primera) el capitalismo
de las principales potencias imperialistas emergió con un período de relativa estabilidad y
crecimiento económico. El período 1947-1967 marcará, sin duda, lo que se conoció como
“los años de oro” o “el boom” del capitalismo del siglo XX. Por supuesto que no debemos
exagerar. “Los treinta años gloriosos del capitalismo” no fueron “ni tan treinta” (de hecho,
fueron solo 20), ni tan gloriosos, ya que la crisis capitalista sólo fue “exorcizada” en un
pequeño número de países centrales, justamente las potencias imperialistas. La crisis, de
hecho, avanzó “de la periferia hacia el centro”, cuando miramos las guerras, las recesiones y
las revoluciones que se dieron en el mundo colonial y semicolonial durante las décadas del
50 y 60.
El nacimiento y la pervivencia de la crisis crónica
Sin embargo, todo cambiará desde fines de los años 60. En esa época se acabó la fase de
crecimiento económico “largo” que ocurría desde fines de la Segunda Guerra Mundial, lo
que los economistas regulacionistas llamaron el “régimen de acumulación fordista”, muchos
politólogos “el estado benefactor keynesiano” o “el estado de bienestar” y marxistas como
Ernst Mandel apellidaron “el boom”. El fin de este período se confirmó en los primeros años
´70, con la crisis del petróleo (la primera en 1973 y la segunda en 1979) y la aparición de lo
que se llamó “estanflación” (desocupación e inflación a la vez). Y, por si quedaba alguna
duda, se reconfirmó a principios de los ´80 con la crisis de la deuda externa latinoamericana.
Que hubo una crisis económica mundial, con características de “estanflación” que recorrió
toda la década del ´70 es algo sobre lo que, en general, hay consenso entre los economistas.
Las diferencias aparecen cuando se trata de caracterizar lo que pasó después.
Esquematizando, podemos decir que hay tres posiciones dentro de los economistas
heterodoxos. Una primera postura, llamémosla “optimista”, va a sostener que hemos entrado
en un nuevo régimen de acumulación “postfordista”, basado en un nuevo paradigma
productivo, una nueva organización del trabajo, nuevas formas de consumo con nichos
especializados, etcétera. Una segunda posición, ofrece una visión más matizada: ratifica la
existencia del postfordismo como nuevo régimen de acumulación, pero la limita a ciertas
zonas del planeta, señalando que en el resto lo que prevalece es un cierto “retroceso” a algo
que denomina “neotaylorismo”, poniendo mucho énfasis en las modificaciones que se han
producido en la economía mundial (la llamada “globalización”) y modificaciones en el
comercio mundial como la emergencia de las “cadenas globales de valor”. Y, una tercera
postura, en la que enmarcaremos este artículo, señala que lo característico de estos últimos
cincuenta años de la economía mundial es la continuidad de la crisis, su “cronicidad”.

2
La Ues Presidencia
Expresándonos con claridad: no negamos, por supuesto, la revolución científico-técnica, ni
las modificaciones en las formas organizacionales o en las pautas de consumo. Tampoco la
heterogeneidad que esta asume en diferentes zonas del planeta. Pero nos parece que no es
esto lo que explica, de conjunto, la trayectoria de la acumulación del capital en estas décadas.
Lo omnipresente es que todos los países del planeta, en diferentes momentos de estas
décadas, han sufrido crisis tremendas que los han sumido en la recesión, independientemente
de la potencialidad o modernización de sus estructuras productivas. Quizás el ejemplo más
claro es el hundimiento del paradigma del “posfordismo”, la economía japonesa, producto
de una crisis especulativa a fines de la década del ´80, que la sumió en una década de
depresión.
Dentro de esta tercera postura, a su vez, observamos también diferencias. Están aquellos que
señalan que estos 50 años pueden dividirse en tres: un primer período, hasta
aproximadamente fines de los 80, donde la tendencia es hacia la caída de la tasa de ganancia
en las ramas principales de la economía mundial, particularmente en el sector no financiero;
un segundo momento de recuperación de esa tasa –a comienzos de los ´90-, que generaría
una economía mundial con nuevas características, y la actual crisis, con origen en los
desequilibrios de comienzos del siglo XXI.
Nuestra postura, en cambio, va a enfatizar en los elementos de continuidad de la crisis a lo
largo de estos 50 años, con énfasis en que incluso ese ascenso parcial de las tasas de ganancia
del sector no financiero de la década del ´90 nunca llegó a recuperar los valores de dicha tasa
en las “décadas de oro” de los ´50 y ´60.
Partiendo entonces desde esta postura, creemos que el planteo básico de Marx, acerca de que
la crisis tiene su origen en la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia, es el mejor
punto de partida para tratar de ubicarnos en los actuales acontecimientos. Por eso
proponemos realizar un breve repaso de este planteo.
Apartado teórico. La explicación marxista de la crisis: ¿Hay una teoría clara de la crisis
económica capitalista en el marxismo?
La primera respuesta, donde hay coincidencias en distintos autores marxistas, es NO. Marx
nunca culminó acabadamente una teoría de la crisis.
El problema es que, en el propio Marx, no se termina de precisar una concepción acabada y
conclusiva de la crisis capitalista. Según nuestra interpretación, la visión marxista tiende a
definir la centralidad de la tendencia a la caída de la tasa de ganancia como factor explicativo
principal de la crisis. Es lo que se desprende de sus textos maduros.
Marx afirma que el capitalismo lleva en sí mismo el germen de su crisis. Pero no termina de
desarrollar a fondo las causas ni la génesis de esta. En parte porque su elaboración teórica en
El Capital queda inconclusa. Pero en parte también porque solo podía ver las manifestaciones
de la crisis que se sucedían en su época. Así, en el Posfacio a la Segunda Edición de El Capital
(1873), afirmaba:

3
La Ues Presidencia
“El movimiento contradictorio de la sociedad capitalista impresiona al burgués práctico del
modo más notable en los cambios del ciclo periódico que la industria moderna recorre y
cuyo punto culminante es la crisis general. La crisis se aproxima una vez más, aunque no
esté todavía sino en su etapa preliminar; y por la universalidad de su escenario y la
intensidad de su acción, hará resonar la dialéctica inclusive en la cabeza de los hongos
advenedizos del nuevo sagrado imperio pruso-germano”
Ahora bien, Si tratamos de rastrear las distintas enunciaciones con respecto a la crisis
capitalista, lo primero que hallamos se encuentra en el Manifiesto Comunista. En ella aparece
la génesis de lo que podríamos denominar ¨crisis de sobreproducción¨:
“Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de
propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir tan potentes medios
de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias
infernales que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia
de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas
productivas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad
que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis
comerciales que, con su retorno periódico, plantean en forma cada vez más amenazante, la
cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial se
destruye, sistemáticamente no solo una parte considerable de productos elaborados, sino
incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante la crisis, una epidemia social,
que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la
epidemia de la sobreproducción (subrayado nuestro). La sociedad se encuentra súbitamente
retrotraída a un estado de barbarie momentánea; diríase que el hambre, que una guerra
devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el
comercio parecen aniquilados. Y todo esto, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada
civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las
fuerzas productivas de que dispone no sirven ya al desarrollo de la civilización burguesa y
de las relaciones de propiedad burguesas; por el contrario, resultan ya demasiado
poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada
vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la
sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propia sociedad burguesa. Las relaciones
burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno.
¿Cómo vence esta crisis la burguesía? Por una parte, por la destrucción obligada de una
masa de fuerzas productivas; por otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación
más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, entonces? Preparando crisis más
extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas”.
Pero esta teoría de la crisis no es retomada luego por el Marx más adulto en El Capital
En El Capital podemos encontrar tres ¨teorías¨ de la crisis. La primera que se desprende
de la propia aparición del dinero, al poder separar el acto de compra del acto de venta. Esta
evidentemente tiene puntos de contacto con la ¨crisis de sobreproducción¨. Sería una
refutación a la ley de Say, de moda en el mundo clásico de la época. Sin embargo, esta

4
La Ues Presidencia
concepción no es estrictamente hablando una ¨teoría de la crisis capitalista¨, ya que podría
ser aplicada a cualquier economía mercantil (o sea donde haya mercado, no necesariamente
a una economía capitalista con propiedad privada de los medios de producción y trabajo
asalariado). Se trata, entonces, de un planteo “general” de la posibilidad de la crisis.
Las otras dos ¨teorías¨ que aparecen en el capital sí son propias del modo de producción
capitalista. En el Tomo II aparece lo que podríamos llamar crisis “por desproporción entre
los sectores de la producción”. En este planteo lo que quedaría afectado sería la posibilidad
de sostener en el tiempo la reproducción ampliada del capital. Siguiendo este razonamiento
y poniendo énfasis en que esto lleva a una teoría del subconsumo, es que surgieron las
concepciones de Rosa Luxemburgo.
La tercer ¨teoría de la crisis¨ que aparece en el capital y sin duda la considerada más
importante es la de tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Mucho se ha escrito
sobre la indeterminación de la propia fórmula de Marx acerca del sendero de la tasa de
ganancia. También sobre las propias dificultades estadísticas para medir en términos
macroeconómicos la propia tasa de ganancia.
¿En qué consiste la tendencia a la caída de la tasa de ganancia?
Para Marx las crisis en el capitalismo se explican en última instancia por la ley que vamos a
exponer a continuación: la tasa de ganancia tiene una tendencia a caer. Esta será la causa de
fondo de toda crisis capitalista, independientemente que se manifieste en la superficie bajo
la forma de un crack financiero, una crisis de sobreproducción o cualquier otra forma.
Se trata de una tendencia, que a la vez depende de otra, el aumento a la composición orgánica
del capital. En fórmulas:
Tasa de ganancia = p/c+v, con una tendencia a que aumente constantemente c (el capital
constante)
Visualizado de otra forma:

TASA DE PLUSVALIA
TASA DE GANANCIA = --------------------------------------------------------------------------
COMPOSICION ORGANICA DEL CAPITAL + 1
O sea que podemos decir que la tasa de ganancia aumenta cuando aumenta la tasa de plusvalía
y disminuye cuando aumenta la composición orgánica del capital.
Marx expresa esto del siguiente modo en el Tomo III de El Capital:
“Si se admite, además, que esta modificación gradual en la composición del capital no
ocurre sólo en esferas de producción aisladas, sino que en mayor o menor medida se la
encuentra en todas, o por lo menos en las esferas claves de la producción, y por lo tanto que

5
La Ues Presidencia
implica modificaciones en la composición orgánica media del conjunto del capital de una
sociedad determinada, es inevitable que este ascenso progresivo del capital constante
respecto del variable tenga como resultado forzoso un descenso gradual de la tasa general
de ganancia, si la tasa de plusvalía o bien el grado de explotación del trabajo por el capital
se mantienen iguales. Pero hemos demostrado que esta es una ley del modo de producción
capitalista: a medida que éste se desarrolla, se produce una disminución relativa del capital
variable respecto del constante, y por lo tanto del capital total puesto en movimiento. Lo
cual significa muy sencillamente lo siguiente: la misma cantidad de obreros, la misma
cantidad de fuerza de trabajo que hacía trabajar un capital variable de un volumen de valor
dado, pondrá en movimiento, en el mismo lapso, a consecuencia del desarrollo de los
métodos de producción propios de la producción capitalista, una masa cada vez mayor de
medios de trabajo, de máquinas y de capital fijo de todo tipo, tratará y consumirá en forma
productiva una cantidad cada vez mayor de materias primas y auxiliares, y por consiguiente
hará funcionar un capital constante de un valor en perpetuo aumento.
… A medida que disminuye en forma gradual el capital variable respecto del constante, se
eleva cada vez más la composición orgánica del conjunto del capital, y la consecuencia
inmediata de esta tendencia consiste en que la tasa de plusvalía se traduce en una tasa
general de ganancia en continuo descenso, en tanto que el grado de explotación del trabajo
se mantiene sin modificaciones o incluso aumenta. (Más adelante veremos por qué esta baja
no se manifiesta en su forma absoluta, sino en forma de tendencia a una reducción
progresiva.) Por consiguiente, la tendencia progresiva a la disminución de la tasa general
de ganancia es cada vez más una manera propia del modo de producción capitalista, de
expresar el progreso de la productividad social del trabajo. No decimos que no puedan
existir otras razones para un descenso pasajero de la tasa de ganancia: pero hemos
demostrado con ello que el progreso de la producción capitalista implica por fuerza que la
tasa general media de la plusvalía se traduce en un descenso de la tasa general de ganancia;
se trata de una necesidad evidente, que deriva de la esencia del modo de producción
capitalista. Como la masa de trabajo vivo empleado disminuye sin cesar respecto de la de
trabajo materializado que pone en acción, respecto de los medios de producción consumidos
productivamente, es inevitable que la fracción no pagada de dicho trabajo vivo, que se
concreta en plusvalía, vea disminuir sin cesar su relación con el volumen de valor del capital
total. Pero esta relación de la masa de plusvalía con el valor del capital total empleado es
la tasa de ganancia: por consiguiente, ésta debe descender en forma constante. “
Al advertir Marx que se trata de una “tendencia”, señala asimismo sus “contratendencias”
que evitan que se efectivice esa baja. Serían las siguientes:
• El aumento del grado de explotación (incremento de la plusvalía, sea absoluta o
relativa).
• La reducción del salario por debajo de su valor.
• El abaratamiento del capital constante (c), que, siendo una consecuencia del cambio
tecnológico, deprecia el capital ya existente.

6
La Ues Presidencia
• La existencia de un importante ejército industrial de reserva, disponible tanto para
aumentar la explotación como para reducir los salarios, que aporta a las
contratendencias citadas en primer y segundo término.
• El comercio exterior, que permite comprar materias primas más baratas, lo que
abarata tanto c como v, aportando a las contratendencias citadas en segundo y tercer
término.
• El aumento del capital por acciones, que permite obtener ganancias extraordinarias.

Los puntos 1) a 5) pueden ser resumidos en: o aumentar la tasa de explotación, o reducir la
composición orgánica del capital, sea por cambio tecnológico, desvalorización por cualquier
otro método (tecnológico o económico) o incluso destrucción física de capital constante.
Aclaramos que no vamos a tomar en cuenta el punto 6), ya que consideramos que las
ganancias extraordinarias no productivas, si bien pueden permitir a algunos capitales
individuales obtener superganancias, no resuelven el problema de la tasa media de ganancia
en las ramas productivas (desde esta perspectiva, diferiríamos con Marx en considerar a este
ítem como una “contratendencia).
La lógica de un funcionamiento normal del capitalismo consiste en la inversión (y
reinversión) del capital en forma productiva. O sea, que, cada vez, más medios de producción
sean trabajados por más trabajadores, produciendo cada vez más bienes. Esto generará más
plusvalía para el capitalista, pero también aumentará la masa global de mercancías
existentes.
Ahora bien, cuando se produce un descenso de la tasa de ganancia, a los capitalistas ya no le
convendrá invertir (o reinvertir) productivamente su capital. Lo “invertirán” pero en sitios
que generan ganancias “ficticias”. Cuando hablamos de ganancias “ficticias”, no decimos
que estas no existan para el capitalista individual –para este son clarísimas-, sino que no son
resultado del capital productivo.
Recordemos que el capitalismo es D-M-D’, donde el D’ es producto de que se ha creado
nuevo valor, mayor valor, no pagado al obrero. Cuando no se invierte productivamente, y el
capitalista vuelca su dinero al circuito especulativo (D-D’) obtiene una diferencia a su favor,
pero la masa de bienes existentes sigue siendo la misma. O, lo que es lo mismo, la masa de
plusvalía no ha aumentado, sólo se ha redistribuido: aumentó el capital valorizado
especulativamente por sobre el productivo. Lo mismo sucede cuando especula con alguna
mercancía que sube espectacularmente (sea el petróleo o la soja). En este caso el circuito es
D-M…M´-D´.
Cuando cae la tasa de ganancia, queda entonces una inmensa masa de capital disponible,
“flotando” en el aire, “gaseoso”, que es el que se termina invirtiendo especulativamente,
creando ganancias ficticias, y, como veremos más adelante, generando burbujas
especulativas que terminan estallando.
Dice Marx:

7
La Ues Presidencia
“Adrede exponemos esta ley antes de explicar cómo se descompone la ganancia en distintas
categorías promovidas respectivamente al rango de su autonomía. Como esta exposición no
depende de la división de la ganancia en distintos elementos que corresponden a diferentes
categorías de personas, ello demuestra desde el comienzo que la ley, en su generalidad es
independiente de tal división y de las relaciones recíprocas que rigen las categorías de
ganancia que resultan de ello. La ganancia de que aquí se trata es nada más que otra
denominación de la plusvalía, estudiada en su relación con el capital total, en lugar de
hacerlo respecto del capital variable del cual nace. La baja de la tasa de ganancia traduce,
en consecuencia, la de la relación de la propia plusvalía con el conjunto del capital
anticipado, y es, entonces, independiente de toda distribución -sea cual fuere- de dicha
plusvalía entre diferentes categorías de beneficiarios.”
Por último, debemos aclarar que estamos hablando de un descenso de la tasa, y no
necesariamente de la masa de ganancia. Cada vez que aumenta la composición orgánica del
capital, lo lógico y normal es que aumente también la plusvalía. Obviamente: cada
incorporación de tecnología y maquinaria aspira a incrementar la plusvalía relativa. Y
normalmente lo hace. Pero si lo hace en una menor proporción al capital constante
incorporado, la tasa de ganancia caerá.
Si baja la tasa de la ganancia que los capitalistas pueden obtener en las ramas productivas de
la economía, ya no les convendrá invertir en ellas. ¿Qué harán entonces con el capital que
poseen? Procederán a invertirlo en ramas especulativas, que le reportará, obviamente, a cada
capitalista individual una ganancia, e incluso a veces una superganancia, pero ello no será
producto de que existen nuevos bienes. Por el contrario, lo único que se producirá es “una
redistribución regresiva de la riqueza existente”, donde sectores del capital se sacan el dinero
unos a otros, o, lo que es más común, le sacan el dinero a la clase trabajadora. La caída de la
tasa de ganancia, entonces, sume a la economía capitalista en la crisis.
¿Por qué es importante este debate y que connotaciones políticas tiene debatir acerca
de la “tendencia a la baja de la tasa de ganancia” o la “sobreacumulación (o
subconsumo) como causas centrales de la crisis”?
Sostener que la causa estructural de la crisis es la caída de la tasa de ganancia y no la
sobreacumulación o subconsumo no es sólo un debate teórico. Se trata de no confundir la
concepción marxista de la crisis con la keynesiana. El keynesianismo (y no es un objeto de
este trabajo adentrarnos en este aspecto) plantea que el centro de toda crisis (entendida como
recesión o depresión) se lo ubica en la falta de demanda efectiva. Y su solución en una
correcta intervención del estado (por medio de políticas monetarias y fiscales) para
resolverla. O sea, con políticas reformistas keynesianas podría evitarse (o eventualmente
resolverse) cualquier crisis. El que ha planteado en el marxismo que la crisis capitalista es
centralmente por subconsumo (dándole menos importancia a la caída de la tasa de ganancia)
fue Ernest Mandel. Según el, en la nueva fase “neocapitalista” con políticas keynesianas se
evitaría “por siempre” la crisis, y entonces el problema sería, ya no la crisis, la pobreza y el
desempleo, sino la “alienación por el consumo” de la clase trabajadora. Como sabemos, en

8
La Ues Presidencia
otras lecturas del marxismo también aparecen lecturas “subconsumistas”, como en Rosa
Luxemburgo.
Vayamos ahora al problema de la dimensión histórica, porque Marx naturalmente solo podía
observar las crisis comerciales decenales del capitalismo de su época que comenzaron en
1825. Es evidente que si bien Marx pudo vivir para ver una crisis más profunda, más larga,
de otras características, que se abrió a partir de 1873, no tuvo tiempo para poder sacar todas
las conclusiones teóricas que se desprendían de un nuevo momento del capitalismo.
Es que en eses entonces, las crisis comenzaban a mutar en dos sentidos. Por un lado, adquirían
una profundidad, internacionalización y duración mucho mayores que en el período anterior.
Por otro las formas de resolución, de salida a la crisis que se daba el sistema, también
cambiaban. Será a través de la competencia por los nuevos mercados, la expansión del
colonialismo, el surgimiento de aquello que finalmente va a ser denominado ¨imperialismo¨.
Así es como hacia el final del siglo XIX se abre un inmenso debate en la economía marxista
sobre las ¨teorías de la crisis¨ pero ya no estaba Marx, y el propio Engels que vivió hasta
1895 no termino de pronunciarse sobre estas discusiones.
Los economistas marxistas debatían alrededor de dos flancos. Por un lado, estaban los
debates contra los economistas neoclásicos que sobre todo en Alemania y Austria por primera
vez prestaban atención al marxismo y trataban de refutar sus afirmaciones, en particular las
que se referían a la posible caída del sistema. Por otra parte, estaban los intentos de tratar de
comprender la nueva realidad histórica que generaba el propio proceso imperialista que antes
citábamos.
Vamos a asumir para nuestro análisis la periodización clásica que establece Lenin en su libro
Imperialismo, fase superior del Capitalismo. Lenin plantea la emergencia de una nueva fase
en el modo de producción capitalista radicalmente distinta a la anterior. Esta que comenzó a
dar sus primeras señales en el último cuarto del siglo XIX se va a manifestar plenamente en
sus consecuencias a partir de 1914 con la primera guerra mundial.
Sintetizando lo nodal de la afirmación de Lenin, tenemos por un lado las cinco características
con las que él define al capitalismo imperialista, y por otra parte la ubicación histórica del
período. Se abre una nueva época con el imperialismo, el capitalismo ya no tiene nada más
¨progresivo¨ que ofrecer. Como citamos al comienzo de este artículo, Lenin la define como
¨época de guerras y revoluciones¨ o¨ fase final y última del capitalismo¨.
Cabe aclarar como resulta fácil de ver para cualquiera que recorra la obra de Lenin que este
no estaba prediciendo que el capitalismo ya se acababa, lo que si estaba afirmando era la
imposibilidad de una recuperación estructural del mismo que lo colocara históricamente otra
vez en el puesto de un modo de producción progresivo para la humanidad.
Es muy importante sacar todas las conclusiones de esta afirmación. Como dijimos más arriba,
hay dos formulaciones que la expresan en toda su potencia. La primera es la de Rosa
Luxemburgo de ¨Socialismo o Barbarie¨. La segunda es la de Trotsky cuando afirma en el

9
La Ues Presidencia
programa de transición de 1938 que las fuerzas productivas se han estancado, han cesado de
crecer.
Entender estas afirmaciones es fundamental, nos remite nuevamente a Marx y a su
interpretación profundamente humanista del concepto de fuerzas productivas, como la
interrelación entre el ser humano (su capacidad de trabajar) y la naturaleza, que va a ser
transformada por este, y las herramientas técnicas, tecnologías que se van creando a lo largo
de la historia de la humanidad. Cuando Marx habla de desarrollo de las fuerzas productivas
se refiere en perspectiva histórica a los avances articulados de estos tres elementos de los
cuales obviamente el más importante es el propio ser humano.
Sin embargo, el propio Marx en algunos pasajes de El Capital o el marxismo de la Tercera
Internacional en algunos análisis de la economía mundial solían dar al concepto fuerzas
productivas un alcance más estrecho transformándolo en sinónimo de crecimiento de la
productividad del trabajo. Nosotros vamos a entender que el concepto estancamiento de las
fuerzas productivas que completa la definición de imperialismo de Lenin y que da sentido a
la expresión ¨socialismo o barbarie¨ de Rosa Luxemburgo se refiere a la definición más
amplia de fuerzas productivas.
Es importante esta aclaración porque es obvio que durante el siglo XX y lo que va del XXI
ha seguido habiendo avances tecnológicos, incluso revoluciones científico técnicas y que
esto ha ocasionado que se den períodos donde la productividad del trabajo naturalmente se
ha incrementado pero, y en esto seguimos a Marx en la Ideología Alemana, las mejoras
tecnológicas que no redundan en mejoras en la calidad de vida de los seres humanos en su
conjunto, o que destruyen la naturaleza, más que desarrollo de la fuerzas productivas puede
ser llamado desarrollo de las fuerzas destructivas.
Todo esto resulta muy visible en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, a posteriori
de la Segunda Guerra Mundial se dio un proceso de crecimiento económico más o menos
sostenido, sin crisis agudas importantes en los países centrales, particularmente en Estados
Unidos, Europa Occidental (incluyendo la Alemania federal destruida por la guerra y el
Japón). Este período acuño la denominación de ¨el boom económico de la posguerra¨. Este
término utilizado por diversos economistas, como el citado Ernest Mandel llevo a este a que
se comenzara a hablar de una nueva fase de la economía mundial, el neocapitalismo, donde
las fuerzas productivas volvían a desarrollarse fundamentalmente por la revolución
tecnológica y esto redundaba en mejoras permanentes para la clase obrera de los países
desarrollados cuya lucha contra el capitalismo debería estar centrada ahora en enfrentar la
¨alienación por el consumo¨.
Diferimos fuertemente con esta concepción. Aún en los años del boom económico en los
países centrales, esto opacaba una crisis que avanzaba ¨de la periferia hacia el centro¨, como
lúcidamente lo advertían algunos autores marxistas y dependentistas, al sostener que los
procesos revolucionarios de descolonización e incluso expropiación de los medios de
producción que se estaban desde fines de los años 40 hasta avanzados los 70 tarde o temprano
iban a terminar afectando a los propios países centrales. Se trataba de un razonamiento
parecido al de Rosa Luxemburgo en 1899 cuando señalaba que la culminación del reparto
10
La Ues Presidencia
imperialista del planeta iba a dar lugar indefectiblemente a la crisis. Y una utilización
coherente de la propia utilización del concepto de imperialismo de Lenin que sostenía la
necesidad de la explotación de colonias y semicolonias para el propio sostenimiento del
capitalismo en el centro.
Todas estas contradicciones emergen finalmente cuando la crisis mundial ¨reaparece¨ en los
países centrales. A fines de los años sesenta y principios de los 70.
La emergencia de la crisis de los 70 da lugar a un profundo debate sobre sus causas. El
keynesianismo se hunde por su incapacidad de explicarla en los simples términos de crisis
de demanda efectiva, o crisis de sobreproducción. Ahí es donde gana terreno la teoría
marxista de la crisis y en particular la formulación de Marx de crisis por caída de la tasa de
ganancia.
Durante los primeros años 70 esta formulación prácticamente no tiene competidores. Nadie
duda de que existe una crisis y que esta es la más grande desde la del 30 y desde el punto de
vista empírico y estadístico con cualquier medición que se hiciera era evidente que había un
descenso pronunciado de la tasa de ganancia en las ramas más productivas de la economía
mundial.
Capítulo II
El concepto de “crisis crónica de la economía mundial”
Analicemos ahora, a la luz de lo anterior, lo que sucede con la economía mundial desde fines
de la década del ´60 en adelante. En esa época empezó a caer la tasa de ganancia de las ramas
centrales de entonces (automotrices, siderúrgica y metalmecánica en general) e inmensas
masas de capital quedaron “sin colocación productiva”, empezando a girar por el mundo,
buscando valorizarse obteniendo ganancias de cualquier forma.
Lo que vamos a denominar de acá en adelante “crisis crónica de la economía mundial” tuvo
su primera expresión aguda en 1966/67, con la caída de la tasa de ganancia de las “Big Three”
(Chrysler, Ford y General Motors) y tras ellas de toda la industria americana relacionada con
lo que en términos generales se denominaba el paradigma fordista. La crisis se extendió
parcialmente a otros países, expresando en general las tensiones provocadas por las primeras
consecuencias de la competencia alemana y japonesa a la vieja industria automotriz
americana, que ya dejaba de ser hegemónica en el mercado mundial. La declaración de
inconvertibilidad del dólar respecto al oro –en 1971- y la libre flotación de las monedas –en
1973-, que implicó de hecho una fuerte devaluación de la moneda americana, fueron
episodios importantes en esa época.
La segunda fase aguda de la crisis ya tuvo alcance mundial desde el comienzo: abarca los
años 1973-75 y tiene su origen en la fenomenal suba de los precios del petróleo declarada
por la OPEP y en la estanflación posterior. La tercera fase aguda se produce por el segundo
pico de suba de los precios del petróleo, en 1979, tras la revolución iraní. A ello le siguió una
recuperación para la economía norteamericana recién entre fines de 1982 y comienzos de
1983, claro que a costa de la cuarta fase aguda: el default generalizado de la deuda externa

11
La Ues Presidencia
latinoamericana. Esta última se había generado justamente por el enorme excedente de
fondos sin capacidad de valorización productiva (los llamados petrodólares, que
aprovechando la desregulación bancaria europea devinieron “eurodólares”), prestados en
cantidades inconmensurables a los países del Tercer Mundo (en especial Latinoamérica). A
la virtual quiebra y posterior nacionalización de la banca mexicana en agosto de 1982, le
siguió un default en cadena de varios países latinoamericanos. Y dentro de las consecuencias
hubo incluso caídas de varios bancos americanos (Penn Square, Seattle First Bank y, la más
importante Continental Illinois).
Una contrarrevolución económica del capital contra el trabajo
Cuando se produce efectivamente la caída de la tasa de ganancia en las ramas estratégicas de
la economía mundial, y deviene la crisis, se producen situaciones de extrema tensión y lucha
de clases, cuyo resultado depende fundamentalmente del factor político. Pero el capitalismo
no se “derrumba por sí mismo”. La base del análisis marxista es que las crisis, a lo sumo,
mejoran las condiciones para la intervención revolucionaria de la clase obrera, nunca
ocasionan el derrumbe automático del capitalismo.
Finalmente, entonces, si esa irrupción no se produce, el capital logra mecanismos de
recuperación. Básicamente aumentando la masa de plusvalía, sea por extracción absoluta –
aumento de la explotación física-, o relativa –por aumentos cualitativos de productividad-.
También cabe mencionar que, en ocasiones, la destrucción física de capital, como por
ejemplo al final de la Segunda Guerra Mundial, fue un elemento determinante para el
despegue.
A comienzos de los ´80, liderado por los gobiernos de Reagan en Estados Unidos y Thatcher
en Gran Bretaña, se lanzó una ofensiva global contra los trabajadores y pueblos explotados
del mundo, buscando “resolver” el problema del descenso de la tasa de ganancia vía un
aumento brutal de la tasa de explotación y del saqueo de los pueblos. Es lo que políticamente
se llamó “la revolución neoconservadora”, y en términos periodísticos se lo ha conocido
como “la ofensiva neoliberal”.
Se trató de un verdadero “programa global” para tratar de aumentar cualitativamente la tasa
de explotación y lograr así recomponer la tasa de ganancia. Entendemos que se trató de una
“contrarrevolución económica” contra el trabajo (por eso preferimos utilizar este nombre
frente al más genérico de “neoliberalismo”). Esquemáticamente, consistía en:
1- la generalización de la desocupación para presionar a la baja el nivel de salarios.
2- la prolongación de la jornada de trabajo.
3- La intensificación de los ritmos de trabajo.
4- la utilización de los trabajadores inmigrantes, muchos de ellos ilegales, para
superexplotarlos con salarios de hambre y sin seguridad social.

12
La Ues Presidencia
5- Una política sistemática para liquidar todos los beneficios sociales (sistemas de
salud, jubilaciones, seguros de desempleo, vivienda social, etc.), apuntando al
desmantelamiento de lo que se conocía como los “estados benefactores” de la posguerra.
6- El traslado de plantas industriales de las transnacionales al Tercer Mundo para utilizar la
mano de obra más pobre e indefensa -en particular al sudeste asiático, pero también a algunas
áreas de Latinoamérica-.
7-La penetración del capitalismo en el campo, expulsando a millones de campesinos a las
ciudades.
8-el saqueo a los países atrasados, por medio del intercambio desigual en el comercio, la
remisión de utilidades a las casas matrices, la deuda externa, la fuga de capitales, el saqueo
de los recursos naturales y las políticas de los “tratados de libre cambio”.
9-La transformación en semicolonias de los países en los que en su momento se había
expropiado el capital. Estas políticas, que ya habían comenzado aun cuando subsistían esos
estados, pegarán luego un salto cualitativo con la restauración capitalista, en Rusia, Europa
del Este y China.
Pero la implementación (o intento de implementación) de este programa, no impidió que
continuaran los episodios agudos de crisis en los años siguientes. A la serie de las primeras
crisis agudas antes mencionadas, le siguieron otras en la década del ´80, como la caída de la
Bolsa de Wall Street en 1987 (acompañada por la caída de las Loan & Saving
norteamericanas, cajas de ahorro mutuo) y el estallido de la Bolsa Japonesa en 1989, estas
dos últimas cuestiones en el marco de lo que podríamos llamar el primer estallido de una
“burbuja inmobiliaria”.
En los ´90 las crisis se sucedieron al compás de los distintos mercados donde esos capitales
especulativos buscaban hacer ganancias ficticias: el “efecto tequila” en 1994, la “crisis del
sudeste asiático” en 1997, la cesación de pagos rusa en 1998, y la crisis latinoamericana cuyo
capítulo más importante fue el estallido argentino de fines del 2001 (pero con “episodios”
previos en el default ecuatoriana y la devaluación del real en los dos años previos, y
posteriores, como la crisis bancaria uruguaya de junio de 2002). Pero nótese que sólo estamos
señalando las crisis más importantes, las que tuvieron más repercusión “periodística” y las
que efectivamente alcanzaron efectos globales: también estuvieron el estallido de la burbuja
del Nasdaq en los Estados Unidos en el 2000, y otras 124 crisis más pequeñas en los últimos
30 años, como registra en un informe el propio Fondo Monetario Internacional.
¿Por qué sigue la crisis crónica?
La primera y obvia respuesta es: “porque no se recupera la tasa de ganancia en las ramas
productivas”. Y en esto debemos ser claros: no nos estamos refiriendo a “pequeñas y
circunstanciales recuperaciones” de las que se nutren los informes de loa publicistas de la
prensa financiera internacional. Los estudios empíricos más serios de economistas marxistas
como Brenner y Shaik concuerdan en que la tasa de ganancia no se ha recuperado con
respecto a los niveles de los 20 años posteriores a la posguerra. Y que incluso en los breves

13
La Ues Presidencia
períodos en que tuvo pequeñas subas, como la segunda mitad de los ´90 o los años posteriores
al 2003 y anteriores a 2008, jamás alcanzó los valores que tuvo durante el boom de 1948-67.
Al respecto Duménil, que es de los autores marxistas que más insiste con una “recuperación
relativa” de la tasa de ganancia, tiene que reconocer que en 1997 esta era un 50% de la de
1948 y entre un 60 y un 75% de la de 1965, cuando ya había comenzado la tendencia a la
baja. La preeminencia de las ganancias de especulación y colocación financiera es tal que, al
comienzo de la crisis aguda abierta en 2007, representaban el 27% de las ganancias de las
500 firmas que componen el índice Standard & Poors.
Frente al interrogante de porque no se revierte la caída de la tasa de ganancia, entendemos
que la respuesta tiene tres ejes:
1) La “contrarrevolución económica” no ha pasado. No se logró derrotar estratégicamente a
la clase trabajadora y las masas populares del mundo. No negamos la existencia de derrotas
parciales, donde se arrebataron conquistas, pero sostenemos que, a nivel global, la clase
trabajadora ha resistido y sigue resistiendo, e incluso asestándole derrotas al imperialismo:
la reversión del ciclo latinoamericano de los ´90, donde a las privatizaciones de entonces hoy
le han seguido, así sea parcial y acotadamente, una serie de renacionalizaciones, es un
ejemplo. En Europa, los intentos de desmantelamiento del Estado Benefactor sólo fueron
logrados en Gran Bretaña, ya que durante la década de los ´90 hubo inmensas huelgas y
resistencias en Francia y Alemania, en particular, que impidieron su extensión a escala de la
Unión Europea. Desde esta perspectiva discrepamos con aquellos que basan su análisis en la
existencia de una “derrota histórica” de la clase obrera en la décadas del ´90. Por el contrario,
la pervivencia de la crisis crónica es a nuestro juicio la demostración más tajante de la
inexistencia de esa derrota. En síntesis, no ha se producido una recuperación de la masa y
tasa de plusvalía extraída en términos absolutos a la clase trabajadora mundial del nivel de lo
requerido para revertir la baja relativa de la tasa de ganancia del sector no financiero de los
países centrales.
2) Ha habido un lugar del planeta donde la clase trabajadora efectivamente ha sufrido una
fuerte derrota: la China, tras la masacre de Tiannamen. Tras ella, el proceso de restauración
capitalista en la China, que ya venía dando pasos agigantados desde 1978, pega un fenomenal
salto adelante. Este hecho es la explicación más importante de la superexplotación que hoy
sufre el proletariado chino. Este proceso generó que, mientras en países como Estados
Unidos, Alemania y Japón, la tasa de ganancia oscile entre el 10 y el 20%, en China haya
llegado a niveles del 32% a mediados de la década pasada. Sin embargo, por el tamaño
relativo de su economía con respecto a las de Estados Unidos, Japón y la Unión Europea,
esto sólo no basta para revertir la tendencia a la caída de la tasa de ganancia a nivel global, y
por lo tanto la crisis crónica de la economía mundial.
3) A pesar de lo que propagandizan los teóricos de la “nueva economía”, la serie de nuevos
inventos producto de la reconversión científico-técnica (la informática, los avances en las
telecomunicaciones, la biogenética, los nuevos materiales) no alcanzan para producir un salto
en productividad –aumentos de la extracción de plusvalía relativa- tal que recupere la tasa de
ganancia. Los aumentos parciales de la tasa generados en estos sectores, provoca enseguida

14
La Ues Presidencia
la emergencia al sector de una plétora de capital que genera expectativas irreales, y da lugar
a una enorme masa de plusvalía no realizada que se sobreinvierte en estos mismos sectores,
dispara cotizaciones y genera las conocidas burbujas a las que nos referiremos más abajo.
La realidad es que, desde la década del ´70, la inversión bruta fija a escala mundial se fue
reduciendo lentamente del 25 al 22%, mientras que al mismo tiempo, los flujos financieros
mundiales invertidos en el extranjero crecieron del 2% a más del 20%. Todo esto se produjo
en el marco de una feroz internacionalización de los flujos, en un mecanismo de ida y vuelta
entre Estados Unidos y el resto del mundo: la relación entre los activos del resto del mundo
en los Estados Unidos, crecieron de aproximadamente 8% en 1980 a 50% en el 2007. Y los
de Estados Unidos en el resto del mundo, ascendieron desde 10% a 43% en idéntico período.
La masa de capital gaseoso, especulativo, se fue ampliando cada vez más desde los ´80 en
adelante. En los ´80 el PBI mundial era de 10 trillones de dólares, y el total de activos
financieros del mundo de 12 trillones, o sea un 20% más. En el 2006, el PBI mundial ascendía
a 48 trillones de dólares, pero el total de activos financieros del mundo era ya de 170 trillones,
tres veces y medio más. Observando su composición, vemos que esos 170 trillones se
componen de 55 trillones de acciones, 45 trillones de depósitos bancarios, 44 trillones de
títulos de deuda privada y 26 trillones de deuda pública.
Como conclusión, afirmamos entonces que los intentos violentísimos de aumentar la tasa del
plusvalía absoluta durante los ´80, el intento de pasar a un patrón organizativo “postfordista”
en determinadas ramas, e incluso la brutal apertura económica, desregulación y privatización
a precio de remate de miles de activos públicos en Latinoamérica, Europa del Este y Rusia,
no evitaron que la valorización del capital, como ya había sucedido con la generación de la
deuda externa latinoamericana en la segunda mitad de los ´70, circulara generando
sobrevaluaciones ficticias, creando burbujas especulativas tanto bursátiles como en ciertos
mercados –tal el caso del inmobiliario-, y terminara provocando estallidos agudos, como los
citados más arriba de las décadas del ´80 y ´90.
Capítulo III
La crisis aguda abierta en 2007/2008
El capítulo americano
La economía estadounidense salió definitivamente de la recesión en que había caído con el
crack de Wall Street de 1987 a comienzos de 1992, inaugurando un período de crecimiento
del PBI sostenido durante toda la década, que no se vio perturbado por las crisis agudas
globales que afectaron a la economía mundial en la década, como la mexicana de ´94, la
asiática del ´97 y la rusa del ´98. Apenas si estas últimas generaron algunas perturbaciones
bursátiles, que no llegaron a la economía real. Lo más grave que sucedió fue la necesidad por
parte de la Reserva Federal de salir a salvar al fondo Long Term Management, que había
quedado entrampado en el default ruso.

15
La Ues Presidencia
¿A qué se debió el crecimiento económico americano de los ´90? Podemos señalar tres
causas:
En los Estados Unidos se produjo una aspiradora de capital mundial –acá resultó fundamental
el dólar “fuerte” de la época y la política de la Reserva Federal comandada por Alan
Greespan- Ello se expresó en el fenomenal déficit de la cuenta corriente de la balanza de
pagos y en un endeudamiento de las familias que superaba en dos veces su ingreso (para
comparar, cuando empezó el crecimiento, en 1992, el endeudamiento de las familias era
apenas el 8% de sus ingresos).
La masa de dinero que venía del exterior (de un Japón en recesión desde el estallido de “su”
burbuja especulativa inmobiliaria en 1989; del Tercer Mundo, y de Europa) fue la base en
que se financió la llamada “New Economics”. Se sostenía que, a partir de un espectacular
cambio tecnológico y de la organización del trabajo con base en el procesamiento electrónico
de información y su vinculación con las telecomunicaciones, se había creado una nueva rama
que recuperaba definitivamente las tasas de ganancia en el capital productivo. Así se creó y
se valorizó hasta el infinito el índice Nasdaq de Nueva York (y también hubo un fuerte rally
alcista en el propio Dow Jones).
Hubo, sin dudas, un aumento de la tasa de explotación de la clase obrera mundial, aun cuando
no llegara a los niveles requeridos en el citado anteriormente proyecto “contrarrevolucionario
global”. Esto incluyó a los propios trabajadores norteamericanos, que vieron destruirse desde
mediados de los ´80, millones de puestos de trabajo formales.
Sostenemos que ese crecimiento en el sector de las empresas tecnológicas fue, en general,
una burbuja especulativa y no un crecimiento genuino de capital productivo. Ello resultó
claro cuando, en marzo de 2000, comenzó el “derrumbe” del Nasdaq, y de los balances de
todas las empresas vinculadas al sector, lo que incluso desató una ola de despidos y
reestructuraciones que llevaron a la economía norteamericana a declararse oficialmente en
recesión en 2001.
Se trató de una espectacular sobreinversión, basada en la especulación de un reparto de la
plusvalía mundial a ser obtenida a futuro.
En el año 2001, los Estados Unidos tuvieron que reconocer “oficialmente” que estaban en
recesión. Poco después se iba a descubrir que los números eran peores aún, cuando
aparecieron los fraudes de grandes corporaciones que escondían pérdidas, con los casos de
Enron y World Com.
Los ataques a las Torres Gemelas le dieron al entonces presidente Bush la excusa exacta para
lanzar una agresivísima política de reactivación económica. Decenas de miles de millones de
dólares se lanzaron para “estabilizar los mercados tras los ataques”; la Reserva Federal
yanqui, que ya había comenzado a bajar la tasa de interés en los meses previos, lo siguió
haciendo en forma cada vez más acelerada hasta llegar a un irrisorio 1%, anual y, por sobre
todo, se volcaron millonadas al gasto militar (del superávit fiscal con que terminó la era
Clinton se pasó rápidamente a un déficit de más de 400.000 millones de dólares). Fueron

16
La Ues Presidencia
cientos de miles de millones de dólares para garantizar la reactivación. Pero toda esa masa
de fondos no fue ni a las nuevas inversiones tecnológicas ni a la industria, con excepción del
complejo militar o la construcción.
Se fomentó a niveles astronómicos el crédito para el consumo, fundamentalmente a través de
préstamos hipotecarios. Eso generó que los precios de las propiedades en los Estados Unidos
subieran hasta valores impresionantes. Se invertía entonces en el “negocio” de la
construcción, con rentabilidades absolutamente por fuera de la realidad, garantizadas por esa
masa impresionante de créditos hipotecarios con tasa baja (pero variable). Luego, cuando se
terminaron las posibilidades de seguir ampliando el crédito con garantías seguras de repago,
se empezaron a otorgar créditos hipotecarios, incluso a aquellos que no tenían ninguna
posibilidad de pagar las cuotas (se los llamó las hipotecas “subprime”). Los bancos, a su vez,
pedían ellos mismos dinero prestado ofreciendo como garantía esas mismas hipotecas de
dudoso cobro. Y colocaban ese dinero en los mercados especulativos del mundo, en fondos
donde “mezclaban” esas hipotecas subprime con otros productos financieros más
presentables. Luego, con el dinero obtenido se compraban acciones de empresas, o se
prestaba a empresas para que compraran otras, dando lugar a una ola de fusiones y
adquisiciones. Estas operaciones pronto salieron de los propios Estados Unidos, generando
un circuito especulativo que se expandió por Europa y Japón.
Resulta importante detenerse en estas ingenierías financieras y su significado. El gran
desarrollo de la banca de inversión y la llamada “securitización” o titulización que la
acompañó hizo que todo crédito se convirtiera en un título negociable, vendible, sujeto a
cotización y, por lo tanto, a especulación. Todo esto se desarrolló desplazando al más viejo
rol “intermediario”, clásico, de la banca comercial, sometida a los controles de la Reserva
Federal, con límites de endeudamiento claros. Los bancos de inversión desarrollaron una
lógica de funcionamiento de maximización de la rentabilidad de corto plazo, expandiendo
sus “productos” sin tener en absoluto en cuenta su exposición al riesgo. A ello se le sumaron
los Hedge Funds (fondos de riesgo). Los “viejos consejos” de los libros de texto sobre
diversificación de carteras y riesgos fueron abandonados en su totalidad. Esto aumentó la
presión incluso sobre empresas del área productiva, obligadas a “mostrar” ganancias de corto
plazo, y siempre en riesgo de ser compradas “agresivamente”1 por fondos especulativos.
La “securitización” consistía técnicamnte en distribuir el riesgo de cada crédito considerado
probabilísticamente como incobrable entre muchos otros supuestamente seguros. Este
paquete “colectivo” de créditos era el “activo” que se negociaba en los mercados mundiales.
Esta técnica se aplicaba a cualquier tipo de crédito, no importando que fueran deudas privadas
(como las famosas hipotecas) o públicas (bonos emitidos por el sector público de diversos
países, con distinta calificación de riesgo), obligaciones negociables, movimientos a futuro
de mercados de valores o precios de materias primas, etc. Así nacieron los diversos
instrumentos llamados CDS (credit default swaps, que aseguraban contra créditos

1
Se llama así a la adquisición de una empresa por otra incluso contra la voluntad de los dueños de la primera, por medio de la
adquisición de la mayoría del paquete accionario.

17
La Ues Presidencia
incobrables), ABS (asset–backed securities, que aseguraban valor de cotización de acciones),
CDOs (collateralized debt obligations, que aseguraban crédito sobre crédito) y las MBS
(mortgage backed securities, que aseguraban créditos hipotecarios). La operatoria en todos
los casos era la misma: sobre ese colectivo de créditos se emitían títulos (llamados ABS o
MBS si se trataba de hipotecas). Luego esos títulos se mezclaban con otros, creando un nuevo
“colectivo” –ahora de títulos, y ahí se tenía un CDO. O, si lo que se quería era comprar un
“seguro” de cobrar, se compraba un CDS, que supuestamente protegía al comprador de ese
título contra cualquier riesgo de incobrabilidad. Así se creó una montaña de papeles, que se
“valorizó” hasta el sideral monto de 63 billones de dólares –para comparar, el PBI de Estados
Unidos de entonces era de 13 billones y el stock de capital llegó a alcanzar, según Robert
Solow, unos 40 billones, por lo que los CDS tenían un valor 50% superior al total de capital
físico estadounidense. Finalmente se hundiría todo, los asegurados y los aseguradores.
Para hacer esto más especulativo y ficticio aún tenemos que agregar el otro elemento que nos
falta: el llamado “leverage” –apalancamiento- que consiste en realizar todas estas
operaciones con dinero prestado, no propio. Así, las instituciones que llevaban adelante este
proceso llegaron a estar “apalancadas” en más de 30 veces su propio capital. Para comparar,
un banco comercial, con las regulaciones norteamericanas vigentes en ese momento, tenía un
endeudamiento de 12 veces su capital; mientras que un banco de inversión estaba apalancado
en promedio en 32 veces (se denunciaron casos donde el apalancamiento llega a 50 veces).
Lo increíble es que todas estas operaciones eran perfectamente “legales”. A esto se refieren
algunos economistas que hoy descubren el “exceso de desregulación” que habría
acompañado este crecimiento del capital financiero. Es evidente que el origen legal de la
posibilidad de crecimiento de esta burbuja especulativa se encuentra en 1999 (todavía durante
el gobierno de Clinton), cuando se aprobó la ley Gramm–Leach–Billey (1999) que levantó
las barreras para la consolidación de bancos, aseguradoras y corredores de acciones,
liquidando un conjunto de regulaciones que venían desde la época de la Gran Depresión de
1929.
Como lúcidamente dice Michael Hudson: “Un fondo hedge, o fondo de cobertura o de
inversión libre, no gana dinero produciendo bienes y servicios. No avanza fondos para
comprar activos reales, ni siquiera presta dinero. Lo que hace es tomar prestadas enormes
sumas para apalancar sus apuestas con crédito prácticamente ilimitado. Sus ejecutivos no son
ingenieros industriales, sino matemáticos que programan computadoras para hacer apuestas
cruzadas o straddles sobre cómo se comportarán las tasas de interés, las tasas de cambio de
divisas o los precios de las acciones y las obligaciones… o los precios de las hipotecas
empaquetadas por los bancos. Los préstamos empaquetados pueden tener contenido o ser
basura. No importa. Lo único que importa es ganar dinero en un mercado en el que el grueso
de las operaciones comerciales dura apenas unos segundos. Lo que genera ganancias es la
fibrilación de los precios, la volatilidad… Buena parte de las culpas deberían cargarse sobre
la Administración Clinton, responsable directa en 1999 de la abrogación de la Ley Glass-

18
La Ues Presidencia
Steagal, que permitió a los bancos fusionarse con casinos. O mejor dicho: a los casinos,
absorber bancos. Eso es lo que puso en riesgo los ahorros de los norteamericanos.” 2
Estos desequilibrios eran conocidos por todos los operadores económicos. Ya había habido
dos “avisos” con caídas fuertes de la Bolsa de Wall Street en mayo-junio del 2006 y febrero
del 2007. Con los valores de las propiedades por las nubes, a los agentes inmobiliarios les
empezó a resultar cada vez más difícil encontrar nuevos compradores. Los precios de las
propiedades empezaron a bajar y a acumularse viviendas invendibles. A ello se le sumó que
la tasa de interés empezó a subir3 y muchos se encontraron con que no podían pagar las
cuotas de sus hipotecas, con lo que cada vez más créditos pasaron a la categoría de
incobrables.
Muchos deudores descubrieron que, entre la suba de la tasa de interés y la baja del valor de
los inmuebles, tenían una deuda por el doble del valor de su casa. Y ahí fue cuando se
empezaron a acumular los créditos incobrables y se produjo la reacción en cadena. Como
pedagógicamente lo explicó Paul Krugman en ese momento: “la entidad financiera A no
puede vender sus títulos con respaldo hipotecario, con lo cual no puede reunir el dinero
suficiente para pagarle lo que le debe a la B, la que no tendrá dinero para pagarle a la C. Y
los que tienen dinero se sientan arriba, porque no confían en que alguien devuelva los
préstamos, con lo que empeoran todavía más el panorama”4.
La crisis estalló en julio del 2007, cuando quebraron dos fondos de riesgo de la banca de
inversiones yanqui Bear Stearns. Eso generó una brusca caída en la Bolsa de Wall Street.
Luego quebró el American Home Mortgage Investment, uno de los principales bancos
hipotecarios yanqui. Y después se extendió a otras instituciones que no tenían nada que ver
con del negocio inmobiliario, pero que estaban relacionadas con los negocios especulativos
que relatamos más arriba. A principios de agosto la crisis llegó a Europa, cuando tanto el
banco alemán IKW como el francés BNP-Paribas (primer banco de Francia), anunciaron
dificultades debido a que tenían fondos de crédito invertidos en hipotecas “subprime”. En
Estados Unidos la situación se agravó cuando se conoció que tres grandes bancos habían
tenido que recurrir a la Reserva Federal porque se encontraban en dificultades. También
aparecieron las primeras señales de “desconfianza” entre las propias entidades, cuando
trascendió que el banco británico Barclays había sufrido un rechazo de crédito interbancario
“overnight”5 por parte del HSBC.
La situación comenzó a expandirse peligrosamente. Ahí comenzó el “salvataje”. Los bancos
centrales de todos los países desarrollados salieron a inundar de divisas el mundo para evitar

2
Michael Hudson, IADE, 26/09/08, Golpe de estado cleptocrático en los Estados Unidos

3
Un efecto secundario de la “burbuja inmobiliaria” en su fase ascendente fue la generación de un incipiente proceso
inflacionario en los Estados Unidos, que llevó a Alan Greespan a comenzar un nuevo proceso de suba de la tasa de interés
de referencia.

4
Ieco, Clarín, 12/08/2008.

5
Préstamos usuales entre bancos para cerrar sus posiciones diarias.

19
La Ues Presidencia
una quiebra en masa. Tras varias “intervenciones”, que se calcula que tiraron al mercado
mundial casi 500.000 millones de dólares en esos primeros meses (agosto-setiembre 2007),
muchos creyeron que habían logrado parar la bola de nieve que llevaba a un crack de las
finanzas mundiales. A esto se le sumó la Reserva Federal yanqui, que empezó a reducir la
tasa de interés de referencia (que cuando comenzó la crisis estaba en un 5,25%).
Después de todas estas intervenciones hubo un momento en que parecía que semejante
lanzamiento de dinero había logrado parar la crisis (de hecho, las bolsas recuperaron los
valores pre-crisis hacia octubre 2007). Pero inmediatamente empezaron a aparecer los
reportes de las pérdidas que habían sufrido las principales entidades financieras del mundo,
y todo volvió a caer: las bolsas, el dólar y la disponibilidad de crédito. La realidad es que a
diciembre del 2007, la Reserva Federal yanqui y el Banco Central Europeo llevaban “tirado”
al sistema más de un billón de dólares. Al mismo tiempo el gobierno de Bush había anunciado
un primer plan de rescate de los deudores hipotecarios.
Pero esto no detenía la crisis, que en enero volvió con todo, cuando los principales bancos
del mundo debieron admitir pérdidas millonarias: Merrill Lynch reconoció 24.500 millones
de dólares, el Citigroup 22.100.000, UBS 14.400.000, HSBC 10.700.000, Morgan Stanley
9.400.000, el Bank of America 7.900.000, Washington Mutual 6.500.000, Credit Agricole
4.900.000, Wachovia 4.700.000 y JP Morgan 3.200.000 (pronto estos números de quebrantos
parecerían monedas frente a lo que se vendría). La aparición de esos valores fue lo que
provocó que el 21 de enero de 2008, a pesar de ser feriado en los Estados Unidos –y que por
lo tanto Wall Street estaba cerrada-, se derrumbaran todas las otras bolsas del mundo,
sufriendo el cimbronazo más grande desde el día de la caída de las Torres Gemelas en 2001.
La respuesta de la Reserva Federal fue desesperada: Ben Bernanke, el presidente que había
reemplazado a Greespan, redujo la tasa de interés de referencia en 0,75%. Para tener una
idea: en agosto de 2007 se había resistido durante semanas en bajarla apenas 0,25%. Luego,
lo hizo tres veces antes de fin de año. Y en ese momento de enero, sin siquiera esperar la
reunión formal respectiva, la redujo en tres cuartos (esta reducción continuaría hasta abril,
hasta llevar la tasa al 2%).
Al mismo tiempo empezaron a aparecer los datos de la economía “real” yanqui. Las
estadísticas reportaban fuertes señales de que se iba a una recesión: despidos en la
construcción y el sector financiero, Wall Mart mostrando que sus ventas de fin de año habían
sido las menores en años, la tasa de desempleo llegando al 5%, y mezclado con ello, para
hacerlo más complejo, la inflación más alta de los últimos 26 años: 4,1%. Ya se calculaba
que entre 500.000 y 2 millones las personas estaban perdiendo sus viviendas como
consecuencia de la crisis de las hipotecas. El PBI yanqui en el cuarto trimestre del 2007
registró una suba de sólo el 0,6%, dando para todo el año un ascenso de apenas el 2,2%, el
peor número desde el 2002. Ya nadie discutía en Estados Unidos que había una baja fuerte
del nivel de actividad, y cada vez más se hablaba más fuertemente de “recesión”.
Ni un paquete de medidas de Bush anunciando reducciones impositivas por 145.000 millones
de dólares, ni nuevas bajas de la tasa de interés de la Reserva Federal lograron evitar que
todo siguiera para abajo: las bolsas siguieron en una tendencia descendente (cada semana se

20
La Ues Presidencia
acumulaban los “días negros”), se achicó aceleradamente el crédito y prácticamente todos las
días se conocían nuevos datos que reafirmaban que la economía yanqui entraba
aceleradamente en recesión.
Mientras tanto, seguían apareciendo ramificaciones especulativas de la crisis en Europa y
Japón. La realidad es que se desconocía hasta dónde llegaba la magnitud de las pérdidas, ya
que los bancos “escondían” sus quebrantos (empezó a aparecer la expresión de activos
“tóxicos”, para referirse a créditos incobrables “escondidos” en los balances) hasta que no
podían sostenerlos más, y entonces los anuncios eran “pérdidas espectaculares”, generando
grandes temblores por todos lados. De hecho ese “pico de crisis” de comienzos de año
terminó generando la caída y nacionalización del banco británico Northern Rock.
En marzo, el detonante fue la casi quiebra de Bear Stearns (uno de los cinco bancos de
inversión de Estados Unidos). El viernes 14 a la tarde, los directivos de la firma de Wall
Street informaron a la Reserva Federal que, si no los salvaban, el lunes siguiente anunciaban
la quiebra. La Reserva Federal rápidamente convenció a uno de los principales bancos
comerciales, el JP Morgan, que comprara el banco en quiebra. Claro que lo logró después de
que la propia Reserva Federal aportara 30.000 millones de dólares para la operación.
Igualmente, no pudieron evitar que la “compra” se hiciera por la irrisoria suma de 236
millones de dólares. Para ilustrar: hace un año, la acción de Bear Stearns cotizaba a 172
dólares, luego cayó, y el viernes de la crisis estaba a 30 dólares, pero con los números de la
venta terminó a 2 dólares por acción.
Así llegamos al “setiembre negro” de 2008. Todos estos antecedentes habían ya generado
sus consecuencias sobre la economía real. El desempleo del primer semestre del año
acumulaba 600.000 personas, más de un millón de personas ya habían perdido sus viviendas
y todos los indicadores económicos coincidían que la economía yanqui estaba en recesión.
Situación similar se vivía en Europa y Japón.
Pero lo peor todavía no había llegado. Lehman Brothers, otro de los cinco grandes bancos de
inversión, no recibió “ayuda” de la Reserva Federal y se hundió. Quizás las autoridades
yanquis se jugaron a “dejar caer un grande” para que se estabilizara todo después. Si esa fue
su apuesta, su error fue enorme. Ahí comenzó la caída en picada. Muchos señalan ese hecho
como el verdadero punto de partida de la aceleración de la crisis.
A partir de ese momento los sucesos tomaron velocidad diaria. Merryll Lynch, otro de los
bancos de inversión, fue adquirido a precio de remate. Y los dos que quedaban, Goldman
Sachs y Morgan Stanley se apresuraron a cambiar de status y pasar a ser simples bancos
comerciales, porque corrían serios riesgos de caer. Mientras tanto, AIG, la mayor
aseguradora del mundo, tuvo que ser salvada por 85.000 millones de dólares, y lo mismo
ocurrió con Fannie Mae y Freddie Mac, virtualmente rescatadas por el estado al costo de
100.000 millones de dólares cada una. La Asociación Federal de Hipotecas Nacionales (o
Fanny Mae) y la Corporación Federal de Préstamos Hipotecarios para la Vivienda (Freddy
Mac) poseían o garantizaban, entre ambas, la mitad del mercado norteamericano para la
compra de vivienda y el 75% de las hipotecas sobre las casas unifamiliares. Prácticamente
todas las empresas inmobiliarias estaban relacionadas con estas dos compañías en algún
21
La Ues Presidencia
sentido, casi todo Wall Street tenía activos relacionados y existían 5,2 billones de dólares
“respaldados” por Fanny y Freddy, como se las conocía. De ahí la importancia de su debacle
y rescate.
La carrera hacia abajo siguió, a la velocidad del sonido, donde a las caídas y los salvatajes
por parte del estado, se le sumó un fenomenal proceso de concentración: el Citigroup, el Bank
of America y el JP Morgan pasaron a pelear por el puesto de número uno de los bancos
yanquis, adquiriendo por monedas y con ayuda del estado norteamericano a los otros que
fueron cayendo, como pasó con el Washington Mutual, el Wachovia y el Wells Fargo.
Finalmente, en medio de lo que parecía ser un espiral infernal que marchaba a velocidad
supersónica hacia abajo, llegó la apuesta más fuerte de Bush: un salvataje de 700.000
millones de dólares, donde el estado yanqui se haría cargo de todos los créditos incobrables
(o activos “tóxicos”) que contaminaban los balances de las empresas. Tras un inédito traspié
en la Cámara de Representantes (donde fue votado en contra mayoritariamente por los
propios republicanos), sólo la intervención personal de los dos entonces candidatos
presidenciales (y una nueva debacle de las bolsas en el medio) logró que el proyecto fuera
aprobado.
Pero ni eso detuvo la escalada de la crisis: esa misma semana tuvieron que ser “rescatados”
el banco alemán Hypo Real Estate, el belga-holandés Fortis, el franco-belga Dexia, el
británico Bradford & Bingley y el islandés Glitnir, mientras había serios rumores sobre el
estado del Commerzbank alemán y el italiano Unicredit. De hecho, la votación del
megarrescate fue recibida por las bolsas del mundo con otro derrumbe sin precedentes.
Con posterioridad a la aprobación de los 700.000 millones, la crisis, en vez de amainar,
arreció. Al citado tembladeral de bancos europeos, le siguió una seguidilla de caída de
cotizaciones de todas las bolsas del mundo. El sistema bancario europeo se encontraba en
medio de un verdadero tembladeral. Los bancos centrales europeos respondieron primero
aumentando las garantías de los depósitos (algo que también había hecho los Estados Unidos
al votar el megarrescate, subiéndola de 100.000 a 250.000 dólares), y se dieron incluso varias
“nacionalizaciones” de bancos en crisis, como en Islandia. De hecho, hubo varios días que
no “funcionó” ninguna coordinación entre los estados europeos, que virtualmente se
“robaban” los clientes de los bancos ofreciendo mayores garantías de depósitos. Y el pico de
la conflictividad se alcanzó cuando Islandia estableció de hecho un “corralito” al nacionalizar
su sistema bancario, pero dejando sin poder retirar sus depósitos a los extranjeros, lo que
ocasionó un severo incidente con Gran Bretaña.
La Reserva Federal, por su parte, siguió tirando medidas desesperadas, cada una más
heterodoxa: decidió pagar intereses por las reservas inmovilizadas de los bancos, luego
anunció que saldrá a prestar directamente a empresas comprando papeles comerciales (algo
inédito en un Banco Central, que se supone que sólo interactúa con bancos, y no directamente
con individuos). Y finalmente aceptó que con los fondos votados del rescate no sólo adquiría
los activos “tóxicos”, sino que también podría comprar paquetes accionarios, dando la señal
hacia una posible, e inédita, nacionalización parcial de la banca norteamericana. Claro que
todas estas intervenciones no fueron gratuitas. Tanto el déficit fiscal, como la deuda pública
22
La Ues Presidencia
norteamericana siguieron creciendo. Según un estudio del Morgan Stanley, el déficit fiscal
llegó a 2 billones de dólares en el 2009 (12,5% del PBI) y la deuda a 10 billones (70% del
PBI).
Finalmente, se produjo la baja coordinada de tasas llevada adelante por 6 bancos centrales
(entre ellos la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, pero con el aditamento de que
por primera vez participó la China) de 0,50%. Así la tasa de referencia de la Reserva Federal
queda en 1,50%. En el caso del Banco Central Europeo, el descenso va de 4,25% a 3,75%,
tratándose de la primera baja desde junio de 2003.
2009: el interregno
Durante 2009 se vio una desaforada propaganda tratando de convencer al mundo de que “la
crisis ya había pasado”, que “se vislumbraba la recuperación” y expresiones similares. Pero
esas expresiones de deseos no se compadecieron con la realidad. En los propios Estados
Unidos, el desempleo siguió por encima del 10%, los pedidos de seguro de desempleo
continuaron subiendo mes a mes, el mercado inmobiliario con sus millones de hipotecas
impagas no se recuperó, y quedaron 700 bancos en dificultades.
Y hubo nichos especulativos que recién estallaron después, agravando la crisis. Así sucedió
en los Emiratos Arabes Unidos en noviembre de 2009, cuando el fondo privado Dubai World
se declaró en cesación de pagos, simplemente por el estallido de una nueva “burbuja
especulativa” montada sobre fantásticos megaproyectos inmobiliarios.
Pero lo que empezó a crujir a comienzos de 2010 fue el megaproyecto especulativo-
imperialista llamado “zona euro”. El capital monopólico y financiero de las grandes potencias
europeas había construido un gran espacio para sus superganancias. El objetivo era
semicolonizar a las economías más débiles del sur y este de Europa, aprovechando los
menores valores inmobiliarios, e incluso su mano de obra más barata. Pero la Unión Europea
terminó transformándose en un proyecto en crisis. Cuando se lanzó el euro en 1999, se habían
fijado las normas para poder pertenecer a ese supuesto “club selecto”: ningún país podía tener
más de 3% del PBI de déficit fiscal y de 60% del PBI de deuda externa. Si embargo, luego
de los mega-rescates de los bancos con la crisis de 2009, los números europeos ya pintaban
un panorama desolador: los números de Grecia con déficit fiscal y endeudamiento con
respecto al PBI, respectivamente, de 13 y 113%, y España 11 y 54% eran los más graves,
pero no eran la excepción. Irlanda estaba en 13 y 66% y Portugal en 9 y 78%, quedando el
mismísimo promedio de toda la zona euro en 6% del PBI de déficit fiscal, totalmente por
encima de lo acordado. En 2009, los 16 países de la zona euro mostraron un promedio de
caída de sus economías del 4,1%, con 23 millones de desocupados, 7 millones más que hace
dos años.
2010: la crisis llega con todo a Europa y pone en jaque al Euro
2010 fue el año en que la crisis económica global abierta a mediados de 2007 llegó con todo
a Europa. El escenario quedó dibujado con la mayoría de los países con brutales déficits
fiscales y enormes masas de endeudamiento externo –La zona euro alcanzó una deuda

23
La Ues Presidencia
pública combinada de casi 8 billones de euros, que se elevó a 12 billones para toda la Unión
Europea -, gobiernos que, uno tras otro, se veían obligados a anunciar fortísimos ajustes y,
como consecuencia, provocaban la salida a escena de la clase trabajadora plantando la
bandera de la resistencia.
Pero necesitamos acercar la lupa para precisar las diferencias dentro de este panorama
general. Fueron quedando delineada una división entre dos “tipos” de países. Por un lado
Alemania, Francia y hasta cierto punto Gran Bretaña, con grandes bancos acreedores de los
miles de millones de euros en bonos lanzados por los distintos estados. Y por lo tanto
“temerosos” de no cobrar. Notemos que aún estos países presentaban elevadísimos déficits
fiscales y deudas públicas. En Gran Bretaña el déficit fiscal ascendía al 12,9% del PBI
(181.000 millones de euros, el más alto de la Unión Europea). Y con una deuda externa que
sumaba el 62% del PBI. Francia tenía un déficit fiscal del 7,5% y una deuda de 78,1%. Y la
propia Alemania, el país más “sólido” del bloque, presentaba un déficit fiscal del 5% de su
PBI y una deuda pública del 77%. Francia y Alemania dentro de la zona euro y Gran Bretaña
por fuera, eran los países que, en ese orden, apostaban a que la Unión Europea les permitiera
avanzar en la semicolonización de las naciones del este europeo, como salida para muchas
de sus complicadas multinacionales.
En el otro extremo se encontraban “los PIGS” (Portugal, Irlanda, Grecia y España) o “PIIGS”
(si se incluye también a Italia). Se trataba de los países que aparecían, al incorporarse a la
zona euro, como los “nuevos ganadores”, los lugares a donde “llegaban los capitales y las
inversiones”. La prensa económica del establishment escribió ríos de tinta explicando su
pujanza, donde teóricamente se desarrollaban nuevos “milagros económicos”. Sin embargo,
lo que se gestaron fueron gigantescas burbujas especulativas, en algunos casos de tipo
inmobiliario –como en España-, en otras principalmente financieras (situación que se dio
también en otros países como Islandia o Letonia). En 2010, lanzada la crisis, eran los países
que mostraban los peores indicadores: Irlanda con un déficit del 14,3% del PBI y una deuda
pública del 64%, Portugal con un déficit del 9,4% y una deuda de 76.8%, España con un
déficit del 12,2% y una deuda es de 53,2%, Italia presentaba déficit por 5,3% y una enorme
deuda pública del 115,8% del PBI y, finalmente Grecia, la peor, con su astronómico déficit
del 13,6% y una deuda del 115%. El riesgo de cesación de pagos en cualquiera de estos
países ponía en jaque a los bancos alemanes, franceses y británicos.
Al momento en que la crisis ya había mutado a “centralmente europea”, ya se podía sacar
una conclusión de la fase anterior. Los cientos de miles de millones de euros que se lanzaron
al mercado habían sido para salvar a los bancos, dejando absolutamente a la intemperie a los
millones de trabajadores afectados, entre ellos la enorme masa de inmigrantes
indocumentados. La recesión empezó a mostrar sus efectos en algunas ramas industriales,
particularmente la automotriz. El caso paradigmático fue la Fiat italiana, que comenzó
amenazando con cerrar plantas y trasladarlas al este europeo si no se aceptaban rebajas
salariales y flexibilización en las condiciones de trabajo, para terminar planteando la
posibilidad de trasladar a Serbia incluso su planta madre de Turín. También las compañías
aéreas aprovecharon el contexto recesivo para plantear rebajas salariales y cambios en los
contratos de trabajo desfavorables para los trabajadores.
24
La Ues Presidencia
Pero terminó siendo entre fines de 2009 y los primeros meses de 2010 que la situación se
agudizó. Primero en Grecia, y luego extendiéndose al conjunto de los “PIGS”, apareció el
hecho concreto del riesgo de cesación de pagos. En concreto, los países de la Unión Europea
(todos, pero en particular los de la zona Euro) habían tratado de zafar de la crisis contrayendo
deuda (emitiendo bonos), que habían sido adquiridos por los bancos más importantes del
continente (como dijimos, de Alemania, pero también de Francia y Gran Bretaña). El no pago
de esas deudas por parte de los distintos estados ponía en riesgo la existencia misma de esos
bancos.
La respuesta de la burguesía imperialista europea, actuando a través de los gobiernos de
Francia y Alemania, del Banco Central Europeo y del propio FMI, fue única: la exigencia de
un ferocísimo ajuste sobre Grecia, el país que comenzaba a derribar ese castillo de naipes.
Luego esa exigencia se extendería a Portugal, España e Italia (como antes de Grecia se había
dado también con Irlanda).
Pero después estaría planteado el problema de “quién y cómo” pondría la plata para evitar
que, en el cortísimo plazo, mientras se aplicaban las medidas de ajuste, se entrara en cesación
de pagos. Acá las opiniones no fueron tan unánimes. Se comenzaba a ver la crisis del proyecto
“Unión Europea” en general y “Euro” en particular. Finalmente, el Fondo de Estabilización
Europeo, después de muchas idas y vueltas fue fijado en 893.000 millones de dólares,
524.000 aportado por la Unión Europea y el resto por el FMI.
Como señalamos más arriba, todos los países europeos se encontraban inmersos en serios
problemas de endeudamiento y déficit fiscal. Estaba planteado para el conjunto la necesidad
de “ajustarse” si no querían provocar un colapso en sus propios bancos. La diferencia estaba
entre aquellos que ajustaban a su clase obrera para sostenerlos, a la vez que explotaban con
sus multinacionales a la de los otros países (Alemania, Francia y Gran Bretaña) y los que
ajustaban para sostener a los bancos de los otros (el resto).
La recesión y las luchas de 2008-2009 habían dejado extremadamente debilitados a todos los
gobiernos europeos. En algunos casos se trataba de gobiernos “nuevos” (Grecia o Gran
Bretaña) que venían a reemplazar a los desgastados por el ajuste partidos conservadores (en
el caso griego) o laborista (británico) y ahora debían ser ellos quienes implementaran los
ajustes. En otros de gobiernos que ya sumaban a su propio desgaste anterior, la recesión de
la crisis y debían, a la vez, lanzar sus planes de ajuste.
En todos los casos los anuncios fueron brutales. El nuevo primer ministro británico, David
Camerón, anunció un ajuste inmediato del gasto de 6.000 millones de libras esterlinas (8.850
millones de dólares). En Francia, Sarkozy trató de hacer un recorte de 4,5% del déficit hasta
2013. Alemania, anunció un ajuste de 12.300 millones de dólares entre 2011 y 2016. Irlanda
programó un ajuste de 5.000 millones de dólares. Portugal, de 18.000 millones. España, de
18.000 millones de dólares (8% en tres años). Italia planificó un ajuste de 1,6% del PBI hasta
2012. Finalmente Grecia, propuso ajustar 3% del PBI en tres años (37.600 millones de
dólares). Las recetas se repetían de país a país: aumentos de impuestos al consumo, recortes
en las políticas sociales y los seguros de desempleo, reducciones salariales y congelamiento
de vacantes en el sector público y aumentos de la edad jubilatoria. La respuesta de la clase
25
La Ues Presidencia
trabajadora también fue unánime: una ola de huelgas y manifestaciones recorrió todos los
países de Europa.
Al mismo tiempo, el establishment económico lanzó una amplia campaña utilizando tanto a
sus gobiernos como a los grandes medios financieros (Financial Times, The Economist)
buscando mostrar, otra vez, que ahora sí “se había salido de lo peor de la crisis” y comenzaba
un sendero de crecimiento económico. Utilizaron para esto los reportes económicos del
segundo trimestre de 2010. Ahí se percibía con claridad una Europa partida en dos sectores.
Por un lado, los países con crecimiento, donde la “noticia” era Alemania con un 2, 2%, sólo
superado por el crecimiento del 2,9% registrado por Lituania, Reino Unido aportando un
crecimiento del 1,1%, Francia un 0,6 e Italia un 0,4 por ciento. En el otro extremo, teníamos
a Grecia, que siguió reduciendo su rendimiento (cayó un 1,5%, después de haberse hundido
un 0,8% en el primer trimestre), y a España y Portugal, con crecimientos marginales del
0,2%, demostrando que continuaban sumidos en la recesión tal como en 2009. Dado el peso
que la economía alemana tiene por su tamaño en el total de Europa, esto generó que
estadísticamente la economía europea creciera un 1% en el segundo trimestre de 2010. Se
utilizó y sobredimensionó periodísticamente este número.
Sin embargo, los propios gobernantes y capitalistas sabían que los bancos seguían en
situación crítica, llenos de activos incobrables. El mes de julio de 2010 se realizó un “test”
para verificar su estado y, aunque se “dibujó” que salvo excepciones, todos estaban en
perfecto estado, aún los mismos medios del establishment reconocieron que ese examen no
era confiable. La única medida de impacto real era hacer pasar los brutales ajustes.
La crisis fue poniendo al desnudo los pies de barro de lo que se quiso presentar como el
coloso “Unión Europea”. El euro, la poderosa moneda que salía a disputarle al dólar el lugar
de primera moneda mundial, y que se había revalorizado espectacularmente desde su
lanzamiento en 2000, sufrió su mayor desvalorización, cercana al 25%. Que podría haber
sido peor, si no fuera que la China, en su intento de diversificar sus reservas (tenía en su
poder más de un billón de dólares) salió a comprar euros “baratos” y evitó que se siguiera
hundiendo.
Las medidas para afrontar la crisis, y en particular la posición relativa a como constituir el
fondo de salvataje para Grecia dividieron aguas entre Francia y Alemania. Mientras Sarkozy
apuntaba a un fondo disponible para socorrer a todos los bancos, Angela Merkel abogaba por
la política de “cada cual salva a los suyos”. Es que sabía que ya tenía bastante problema con
el riesgo de una eventual caída del Deutsche Bank y el Commerzbank, como para hacerse
cargo también del resto. Finalmente, se llegó a una salida intermedia, “de compromiso”. Pero
nada de esto podía esconder la crisis del proyecto euro: es que existe un Banco Central
Europeo y una única moneda, pero al no haber un gobierno único, no hay disciplina fiscal.
De hecho, todos los países de la Unión Europea (entre ellos los 16 de la zona euro) estaban
violando los máximos “permitidos” de déficit fiscal y deuda externa.
La crisis griega primero, y su repetición en España y Portugal después, plantearon un
interrogante: ¿qué pasa si los planes de ajuste, debido a la resistencia popular, no pueden
aplicarse? Si estuviéramos en otros países del mundo la receta hubiera sido la devaluación.
26
La Ues Presidencia
Pero un país individual de la zona euro no puede devaluar, ya que no tiene moneda propia.
Y su deuda la tiene con bancos de otros países, que también se mueven en euros. Les quedaba
la opción de “salirse” (voluntariamente o expulsado) de la zona euro, pero esto hubiera
significado una crisis mayúscula para una región y una moneda que se planteaban como
“heredera del dólar”.
Todas estas dudas, discutidas una y otra vez desde 2010, donde se planteó incluso la misma
permanencia del euro, llevaron a su caída con respecto al dólar y el yen que señalamos más
arriba. Para los capitales europeos esto significó una muy fuerte pérdida de valor de sus
activos, apenas compensada en el caso de Alemania, donde la devaluación del euro favoreció
la competitividad de sus empresas exportadoras. Pero aún para Alemania esto tenía patas
cortas: si el euro seguía cayendo, sus transnacionales perderían poder de compra de empresas
en Europa del Este y Asia, retrocediendo en su proyección imperialista. Por eso todos los
gobiernos, incluso Alemania, veían como programa único para sostener el proyecto
capitalista-imperialista de la Unión Europea el salvataje de sus bancos a costa de los ajustes
salvajes contra los trabajadores.
¿Nuevo “milagro alemán” o el espejismo ante una nueva burbuja?
Los diarios del mundo empezaron entonces a titular, desde el segundo semestre de 2010, que
“la economía alemana impulsa la coyuntura europea” (Oficina Federal de Estadísticas de
Alemania, Deutsche Welle, Financial Times, Wall Street Journal, 15/8/2010). Se referían a
que el PBI había crecido un 2,2% en el segundo trimestre. Para Alemania se trataba de su
mayor crecimiento en un trimestre desde la unificación. Ante estos números ya aparecieron
los adjetivos, impulsados por el propio gobierno de Berlín, pero también por los diarios
financieros de Europa: “vertiginoso”, “nuevo milagro alemán”. Gustav Horn, director del
Instituto de Macroeconomía e Investigaciones coyunturales (IMK) exageraba: “el resultado
es sensacionalmente bueno. Muestra claramente la fuerza con la que han empujado a la
economía los programas coyunturales aplicados en todo el mundo” (Deutsche Welle,
15/8/2010).
El gran interrogante era: ¿cómo se relacionan estas expresiones con un gobierno alemán
sumido en una crisis política y un ajuste en plena ejecución? La crisis había llegado a
Alemania, como a toda Europa, a comienzos de 2008, y se potenció con el pico de crisis de
ese último trimestre –tras la caída en Estados Unidos de Lehman Brothers-. Cuando los
billones de euros colocados por el Banco Central Europeo evitaron la quiebra de unos cuantos
bancos alemanes, comenzó a generarse la nueva burbuja: la de los bonos de los estados
europeos, entre ellos Grecia. La realidad es que los bancos alemanes, principalmente el
Deutsche Bank y el Commerzbank tenían en su cartera activos incobrables por alrededor de
300 mil millones de euros. Fue por eso que el gobierno de Angela Merkel, a pesar de que la
medida era repudiada masivamente, tuvo que participar en el fondo de rescate de Grecia.
Ya en mayo de 2010, Merkel había anunciado un recorte por 86.000 millones de euros entre
2011 y 2014. Señaló que lo hacía para cumplir con la enmienda constitucional que la obliga
a mantener el déficit público por debajo del 0,35% del PBI a partir de 2016 (Frakfurter
Allgemeine Zeitung, 26/5/2010). El plan consistía en fuertes reducciones del empleo público
27
La Ues Presidencia
–aproximadamente 50.000 puestos de trabajo-, reducciones salariales del 2,5% de los sueldos
en el sector público, bajas en los subsidios al desempleo y planes de ayuda por hijo, entre
otras partidas sociales, así como aumentos de impuestos. Los anuncios apuntaban al corazón
del llamado “estado del bienestar alemán”. Es que, más allá de varios intentos de recortes
sociales, en las últimas décadas, la clase trabajadora alemana había resistido con éxito hasta
ahora la continuidad de sus conquistas históricas.
Pero el imperialismo alemán basa su fortaleza en semicolonizar a los países del este europeo
(y algunos del sur también, tal el caso de Grecia), y en su poderío exportador. De hecho la
devaluación del euro lo favoreció, permitiéndole tornar más competitivos sus productos. Pero
es evidente que, para intentar mantener su crecimiento con esa base, necesitaba reducir sus
“costos internos”, en particular el salarial.
Lo que estaba en juego en Alemania era el proyecto conjunto de la unificación. Recordemos
que el 3 de octubre de 1990 se produjo la unión de la capitalista Alemania Federal con los
cuatro landers (regiones) y la zona este de Berlín, que integraban hasta entonces la República
Democrática Alemana. La burguesía alemana intentó que los costos de la reunificación los
pagaran los trabajadores, tanto del este como del oeste del país. Innumerables huelgas y
conflictos lo impidieron durante toda la gestión de Helmut Kohl, el canciller democristiano
que había basado su popularidad en ser el “artífice político” de la unificación. Por eso la
CDU, vista como el partido del ajuste y del alineamiento con los Estados Unidos, será
derrotada en las elecciones de 1998 por los socialdemócratas, liderados por Gerhard
Schröeder. Este apostó todo a la Unión Europea y al lanzamiento del euro, con la perspectiva
de que la burguesía imperialista alemana semicolonizara a los nuevos países de Europa del
Este que entraba a la UE. Pero la economía alemana, al igual que el resto de la europea “no
despegó”. La recesión, el desempleo y la aplicación por parte de Schröeder de las mismas
políticas antipopulares que Kohl fueron minando su popularidad. En las elecciones de fines
de 2002 iba encaminado a una derrota segura, cuando una visita del presidente
norteamericano George Bush y el alineamiento de la entonces oposición democristiana a
favor de la participación alemana en la invasión a Irak, le permitieron a Schröeder, que
hábilmente se reubica como “contrario a la intervención de sus tropas”, ganar ajustadamente
y ser reelecto. Los años finales de su gobierno navegarán entre sus intentos de ajustes y la
imposibilidad de hacerlos pasar por la resistencia de la poderosa clase obrera alemana.
Apenas le quedó como fortaleza el hecho de que Alemania se fuera consolidando como el
verdadero “dueño” de la Unión Europea y, en disputa con Francia, de su Banco Central, y el
avance de su semicolonización del este europeo. Ese es el marco en el que, en 2005, llevaría
de nuevo al poder a la CDU y empezaría la “era Merkel”. Pero no será un “giro a la derecha”.
La dispersión de votos, la altísima abstención, los votos a los Verdes y particularmente a Die
Linke (la nueva formación de izquierda nacida de la escisión socialdemócrata de Lafontaine
con los ex stalinistas del PDS) demostrará que lo que se expresaba era, por sobre todo, un
voto castigo a las políticas del gobierno socialdemócrata. Los democristianos ganarán por
muy poco. Y, para gobernar, deberán apelar a lo que se llamó la “Grosse Koalition”: una
alianza con los liberales del FDP y la mismísima socialdemocracia del SPD. Ese fue el primer
gobierno de Angela Merkel. En las elecciones posteriores, el SPD volvería a la oposición.

28
La Ues Presidencia
El gobierno de Merkel sin duda se benefició del período de crecimiento económico previo al
estallido de la crisis mundial a mediados de 2007. Pero esta pegó de lleno a mediados de
2008 sobre la economía alemana. El hecho de que el centro de la política de Merkel haya
sido el rescate de los bancos alemanes llenos de bonos griegos impagables, y que para ello
Alemania destine miles de millones de euros al llamado “rescate griego”, generaron las
derrotas electorales del CDU en 2010. Es que, al igual que antes con Schröeder y más atrás
en el tiempo con Khol, la “receta” de Merkel pasaba por ajustes y recortes sobre las
conquistas sociales de la clase obrera alemana.
2011-12: El “pacto fiscal” de Bruselas y sus consecuencias
Todos los desequilibrios antes planteados llevaron, en diciembre de 2011, a que Merkel y
Sarkozy lograran hacer firmar a los restantes países de la Unión Europea, con excepción de
Gran Bretaña, la mayor promesa de ajuste jamás vista. Pero la resistencia de la clase
trabajadora y la juventud de los distintos países planteaban serias dudas sobre si podría
cumplirse.
Reuniones de “salvataje” de la Unión Europea ya había habido varias. Pero esta quizás pasó
a la historia por haber sido la más patética. 26 de los 27 miembros de la Unión (entre ellos
los 17 que tienen al Euro como moneda común) se sometieron a los dictados de “la propuesta
Merkozy” (acrónimo que unía a Sarkozy, todavía en el gobierno, con Merkel). Ya no habría
más salvatajes con reestructuración de deudas, sino “mano dura”, que cada país ajuste, haga
pagar a sus trabajadores la crisis y cumpla a rajatabla con los bancos acreedores (casualmente,
alemanes y franceses). Las políticas de ajuste eran calcadas de país a país: aumento de la
edad jubilatoria, congelamiento de jubilaciones y pensiones, aumento del IVA y
achicamiento del gasto público (con despidos de empleados y destrucción de las políticas
sociales, salud y educación). Lo novedoso del acuerdo fue que si algún país decidía no
cumplir las metas de ajuste (bajar el déficit fiscal a menos del 3% y el endeudamiento a
menos del 60% del PBI), ahí “intervendrían” los organismos de la Unión Europea y los
obligarían a cumplirlo. En concreto, los países firmantes entregaron su soberanía a los
dictados de los funcionarios de la Unión (de hecho, a los intereses y gobiernos de Alemania
en primer lugar y Francia en segundo). Gran Bretaña, el único que no firmó el acuerdo,
tampoco tenía una propuesta “más progresista”. Sólo planteó diferencias porque exige más
privilegios para “su” banca. De hecho, eso sí fue empezando a abrir una crisis que llevaría
más adelante a lo que se conocerá como el Brexit.
Apenas pasados un par de días del acuerdo de Bruselas, ya los medios del establishment
económico mundial empezaron a plantear sus dudas sobre si iba a funcionar. Incluso, muchos
empezaron a poner en cuestión la mismísima sobrevivencia del Euro como moneda en el
mediano plazo o la posibilidad de que uno o más países (con Grecia en primer lugar)
abandonen la Unión Europea. Lo que estaban expresando todas estas dudas es la pregunta de
fondo: ¿lograrán los gobiernos hacer pasar estos feroces ajustes? ¿Qué va a pasar con la
resistencia de los trabajadores? Así se entró al 2012, donde la crisis europea se agudizó en
todos los planos: el puramente económico, el del sistema político y también en el terreno de
las luchas.

29
La Ues Presidencia
En la economía real, se verificó la profundización de la recesión y el desempleo en el
conjunto de la Unión y en la zona euro en particular, con casos límites como el de Grecia,
pero también con reducciones fuertes en España Italia y Portugal. Sólo se salvaría pero no
alcanzaría a compensar al resto, Alemania. Los números en descenso del PBI tenían también
su correlato en cifras astronómicas de desempleo en los países más afectados. Pero también
era alarmante que, a pesar de las feroces políticas de ajuste, no se reducían sustancialmente
ni los déficits fiscales ni las cargas de la deuda pública, como así tampoco la situación de la
banca privada, que en países como España estaba al permanentemente al borde de la crisis
total.
Frente a esta realidad, los organismos de la Unión Europea (tanto la Comisión como el propio
Banco Central Europeo) orillaban la parálisis. Es que les resultaba imposible tener políticas
coordinadas medianamente eficaces cuando no lograban consensos entre los propios países:
Alemania se negaba a un rescate pagado por el conjunto de la UE (a través de la emisión de
eurobonos) y, en general, a cualquier política de expansión económica que “suspendiera” los
ajustes, mientras que el España, y más tímidamente Francia, hablaban de sumarle al “pacto
fiscal” de Bruselas otro con eje en el crecimiento.
Grecia, con un plan de rescate que implicaba un severísimo ajuste y con ayudas monetarias
que llegan tras la aprobación de “auditorías” de la Troika (Comisión Europea-BCE-FMI),
estaba al borde de ser dejado caer por la propia Unión Europea, lo que hubiera implicado su
virtual salida del Euro. España se acercaba a tener que solicitar ser “rescatado”, debido a la
doble pinza de un sistema bancario en quiebra que seguía reclamando fondos de rescate y un
presupuesto estatal que, en medio de feroces recortes, no alcanzaba a cumplir con los
vencimientos financieros del período próximo. E Italia, estaba con serias sospechas de ser
“el que sigue en la fila”.
El panorama se complicaba más aún al analizar el panorama político. En España caía en
picada la popularidad de Rajoy, el “nuevo” gobernante español que había reemplazado a
Zapatero, lo que planteaba un vacío político descomunal. En Italia estaba gobernando desde
la caída de Berlusconi en noviembre de 2011 un gobierno llamado “técnico”, el de Mario
Monti, de hecho un gobierno exactamente a la medida de los banqueros y los ajustadores de
la Unión Europea. Las elecciones regionales habían mostrado que crecía el descontento con
el conjunto de los partidos tradicionales, expresándose en la apatía o en votos a la
“antipolítica” en la figura de Beppo Grillo y su “Movimiento Cinco Estrellas”. En Francia
Sarkozy sufrió una durísima derrota, y el gobierno pasó a manos de la socialdemocracia con
Hollande, que asumió prometiendo políticas de crecimiento que evidentemente no podía
cumplir en los propios márgenes que se había planteado. Si bien se había roto el eje
“Merkozy” de años anteriores, la crisis seguía presente en Francia y no pasaría mucho tiempo
para que también se trasformara en pérdida de popularidad y derrota del gobierno, lo que
llevó a su reemplazo por Macrón.
Donde sin duda la situación política se había radicalizado más había sido en Grecia, lo que
terminaría llevando al gobierno a Syriza a comienzos de 2013. El límite programático de
Syriza, sin duda, era su no cuestionamiento de las instituciones de la propia Unión Europea,

30
La Ues Presidencia
y ni siquiera del Euro, pero se trataba de la primera vez que una fuerza de esas características
lograba materializar electoralmente el descontento existente en los sectores populares.
Al mismo tiempo siguieron las movilizaciones, huelgas y protestas. Esquemáticamente, si
2010 había sido el año de las grandes huelgas y la puesta en marcha de la protesta obrera
contra el ajuste, 2011 fue el de las movilizaciones juveniles con base en el movimiento de
“los indignados”. Y 2012 expresó todas esas contradicciones en votos castigos, y caídas de
los gobiernos que habían llevado adelante los ajustes.
El período 2013-2018: ¿salida de la crisis o incubamiento de nuevas burbujas?
Desde mediados de 2013 hasta la actualidad ante el hecho de que no se han repetido quiebras
bancarias en cadena como las del 2008 o situaciones de default como las europeas
subsiguientes hay todo un sector del establishment económico que viene sosteniendo que ya
se ha salido definitivamente de la crisis. Para ello se apoya en indicadores que muestran
crecimiento económico, aunque endeble, baja de la tasa de desempleo y reducciones de la
relación entre endeudamiento y PBI.
¿Qué había sucedido? Entendemos que se trataba del ensamble de dos cuestiones. Por un
lado las políticas monetarias de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo se logran
finalmente coordinar: en ambos casos las entidades centrales se lanzan a comprar millonarias
cantidades de bonos para sostener y “limpiar” a los bancos endeudados. Una enorme masa
de capital líquido empezará entonces a circular por el planeta, y comenzará a “valorizar” las
bolsas de las principales potencias del mundo y, lentamente, a “normalizar” a los bancos, que
volverán a ofrecer diversos instrumentos y retomarán la valorización financiera.
Claro que esto debe unirse con un hecho no menor: el fracaso de las que aparecían, por lo
menos a priori, como las políticas más “rupturistas” y enfrentadas al ajuste. Tal fue el caso
de Syriza en Grecia, que alcanzó finalmente el gobierno a comienzos de 2013 y, tras un
proceso de tira y afloje, terminó cediendo a las políticas de ajuste de las principales potencias
europeas. La “domesticación” de Syriza fue un elemento determinante, poniendo una pared
a cualquier salida “por izquierda” a la crisis. Otras fuerzas que habían surgido en el período
inmediato anterior como “antisistema”, tal el caso del Movimiento Cinco Estrellas en Italia
o Podemos en España, rápidamente se reacomodaron y se transformaron en expresiones que
no cuestionaban el establishment económico.
El único elemento políticamente “desestabilizante” del período a escala global fue la votación
del Brexit en 2017. Y, en menor medida, la apertura de la crisis catalana en el estado español.
La recuperación económica norteamericana a partir de 2014 y su fragilidad
A los Estados Unidos le costó muchísimo superar la crisis económica abierta en 2007/2008.
Sin embargo, lentamente comenzará a hacerlo.
Durante varios años, el lentísimo ritmo de crecimiento fue claramente menor al anterior al
2007 y en el caso del empleo, si bien se verificaba que la tasa de desempleo se iban reducido
también podía observarse que los nuevos empleos creados eran sustancialmente de menor

31
La Ues Presidencia
calidad que los que existían anteriormente a la crisis. Y que había porciones del mercado de
trabajo que todavía no lograban reinsertarse.
Como sostenía Paul Krugman daba la sensación de que la nueva normalidad de la economía
norteamericana fuera la de un crecimiento lento, con poca creación de empleo, con tasas de
desocupación reales que se mantuvieron por varios años estables alrededor del 7%, o sea una
especie de situación de depresión sostenida y crónica.
Esto era más grave aún si se tenía en cuenta que la Reserva Federal había prácticamente
agotado todos los estímulos monetarios posibles en concreto desde prácticamente el
comienzo de la crisis. La tasa de interés permanecía en cero y además de los billones de
dólares que había gastado el estado yanqui para salvar a los bancos existía el estímulo de la
Reserva Federal que hasta hace muy poco colocaba 85.000 millones de dólares mensuales en
compra de bonos.
La decisión a mediados de 2013 simplemente de anunciar que se comenzaría lentamente a
reducir ese estímulo generó un primer tembladeral.
Pero comenzó a suceder algo paradójico: al lado del débil crecimiento y recuperación
económica se estaba produciendo un boom en los mercados accionarios (Wall Street y
NASDAQ).Los valores de las acciones empezaron a aparecer cada vez más como inflados y
artificiales. Todo esto podría dar lugar a preguntarse si no se estaba incubando una nueva
burbuja especulativa cuya explosión en el próximo período podría generar consecuencias
imprevisibles. La primera señal de que ello era así se vería por primera vez recién en enero
de 2018.
Durante la primera etapa de esta recuperación de la economía norteamericana, su situación
se asemejaba a lo que Keynes llamaría ¨trampa de la liquidez¨ donde todo estímulo monetario
es capturado por los bancos pero estos no lo transforman en nuevos préstamos sino que se lo
guardan o a los sumo lo invierten en posiciones especulativas.
La “vuelta” del astronómico crecimiento del endeudamiento global
La aparente “normalización” tiene pies de barro. Y el elemento central para verificarlo es el
impresionante incremento de la deuda global. Los niveles de deuda mundial hoy son tres
veces el producto bruto mundial. Y en ascenso. Se va generando una gigantesca burbuja
especulativa que da toda la sensación de que, más temprano que tarde, volverá a explotar,
dando lugar a una nueva crisis, peor aún de la que comenzó en 2007.
Los números son contundentes: la deuda total mundial ya asciende al 320% del Producto
Bruto del planeta. Equivale a 217 billones de dólares (datos del Instituto de Finanzas
Internacionales). Pero eso no es lo peor: está creciendo a un ritmo infernal. En 2007, cuando
estalló en los Estados Unidos lo que fue el comienzo de la actual crisis aguda de la economía
mundial, el total del endeudamiento planetario estaba en 142 billones de dólares.
Doce años después de la crisis aguda comenzada en 2007/2008, y pese a lo que suelen decir
periódicamente algunas usinas del establishment capitalista imperialista, del estallido agudo

32
La Ues Presidencia
y la quiebra de bancos hemos pasado a un momento de estancamiento secular (la expresión
es del economista Larry Summers, insospechado de simpatías con cualquier planteo de
izquierda). Los Estados Unidos podían mostrar estadísticamente que ya estaban creciendo.
Pero esos números fríos ocultan lo que el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales
de fines de 2016 puso al desnudo: zonas enteras del territorio yanqui con fábricas
abandonadas (el famoso “rust belt” –cinturón del óxido- del medio oeste), centenares de
miles de trabajadores que, habiendo quedado desocupados en 2007, jamás volvieron a
encontrar un empleo estable, figurando como “ocupados” en las estadísticas con empleos
precarios y salarios menores, más los millones sin cobertura de salud, los “sin papeles” y una
larga lista que muestra el crecimiento de la marginación y la pobreza en la principal potencia
imperialista del planeta.
La eurozona también volvió a crecer, pero igualmente a un ritmo lento y muy lejos de poder
con eso resolver el tendal de desempleo, trabajo basura y marginación que dejó la crisis. Los
países periféricos, con los llamados Brics a la cabeza (Brasil, Rusia, India y China) parecieron
al principio esquivar la crisis por la suba especulativa que se produjo en varios de sus
principales productos de exportación, como el petróleo, otros minerales o la soja. Pero a
posteriori, desde 2013, la caída (también con un componente fuertemente especulativo) de
las cotizaciones de estas mercancías, los sumió también en la crisis. En concreto: Los rescates
de los bancos centrales para supuestamente reducir el endeudamiento y los planes de ajuste
a los que fueron sometidos los trabajadores de muchos países terminaron en lo contrario: un
endeudamiento récord y creciente.
El motivo de la recurrencia del crecimiento de las deudas
Las deudas crecientes, y en particularmente el endeudamiento externo de países dependientes
y semicoloniales, es una de las formas más crueles y perversas en que se expresa la crisis
crónica de la economía mundial desde hace más de 40 años.
En el origen, a fines de la década del 60, está la caída de la tasa de ganancia de las ramas más
productivas de la economía mundial de entonces (automotrices, metalmecánica, siderúrgica),
lo que generó que enormes masas de capital quedaran en forma “líquida” (como capital
dinero), sin posibilidad de valorizarse productivamente y comenzaran a reproducirse por
medio de diversos mecanismos especulativos. La colocación de esa masa de capital en
préstamos a diversos países del Tercer Mundo (y en un primer momento también a los
entonces aún existentes países donde se había expropiado el capital) se transformó en un
mecanismo privilegiado de hacer superganancias. No el único, por supuesto: también existió
(y existe) la especulación con las cotizaciones bursátiles, con diversas mercancías (petróleo,
otros minerales, materias primas como la soja), con las monedas (apostando a su
sobrevalorización o devaluación) y con la especulación inmobiliaria. La contrapartida, por
supuesto, son los planes de ajuste para que esos préstamos se devuelvan, sumados los
intereses, y los intereses de los intereses, dando lugar a una bola de nieve que finalmente se
transforma en impagable y que finalmente termina estallando.
Eso pasó en varias de las crisis agudas que enfrentó el capitalismo imperialista en estas
décadas tuvieron origen en el endeudamiento: la de 1982 en Latinoamérica, la que se dio
33
La Ues Presidencia
durante toda la década del 80 en varios países del Este de Europa (Polonia, Yugoslavia,
Hungría), la de 1998 en Rusia, la de 2000 en Ecuador y la de 2001 con epicentro en la
Argentina, por nombrar sólo las más importantes.
En la última década, los salvatajes a los bancos producto de la crisis abierta en 2007 se
terminaron transformando en nuevos endeudamientos. A la vez, la no recuperación
económica posterior hizo que innumerables especuladores financieros comenzaran otra vez
a ofrecer y colocar bonos (léase nueva deuda) sobre los estados ya previamente endeudados.
La deuda arrancó otra fase de crecimiento y amenaza, nuevamente, con ser el factor de un
nuevo estallido. Un economista del establishment, como Dan White (presidente del comité
de revisión de la OCDE) lo expresaba así en el Foro de Davos de enero de 2016: “la situación
que atravesamos es peor que en 2007. Nuestra munición macroeconómica para combatir las
recesiones se ha agotado por completo. Las deudas soberanas han seguido creciendo a lo
largo de los últimos ocho años hasta unos niveles tan altos que se han convertido en un
peligrosísimo factor de riesgo. Claramente, en la próxima recesión muchas de estas deudas
no se verán satisfechas, incomodando a muchos que poseen unos activos que piensan que
valen algo”. Claro que, hasta que explote la nueva burbuja, el capitalismo imperialista seguirá
bailando en el Titanic…total los banqueros están asegurados ya que en caso de nuevos cracks
recurrirán otra vez al salvataje de sus estados, cargando la cuenta en las espaldas de los
trabajadores y demás sectores populares.
Cuando miramos la lista de países endeudados nos sorprendemos: la encabeza los propios
Estados Unidos con 19 billones de dólares, seguido de Japón con 10 billones, China con 4,8
billones y luego están Italia, Francia, Alemania y el Reino Unido con 2 billones cada uno.
Sin embargo el mecanismo del endeudamiento es uno de los privilegiados para la exacción
semicolonial: los países que terminan siendo sujetos a planes de ajuste, saqueados y con sus
clases trabajadoras empobrecidas y superexplotadas son siempre los de América Latina,
Asia, África o la llamada “periferia europea”. Así, el salvataje de los bancos yanquis o
alemanes lo terminan pagando los pueblos latinoamericanos o el pueblo griego, español o
irlandés.
Capítulo IV
Conclusión: la situación actual y las perspectivas
La crisis aguda abierta en 2007 tiene dos características particulares que la diferencian de las
anteriores:
a) Su gravedad. Se la define como la más fuerte desde la propia crisis de los años 30.
a) Su alcance global. Nace en los Estados Unidos en julio de 2007, se desplaza hacia
Europa rápidamente, estalla alcanzando su punto álgido en los propios Estados
Unidos en septiembre-octubre de 2008 y después se transforma en una crisis con
epicentro en Europa en los años siguientes. Sólo quedan “fuera” de la crisis, durante
algunos años (2009-2011) algunas economías llamadas “emergentes”, como China,
India, y en algunos momentos Rusia, Brasil, por el aumento (también ficticio y
especulativo) de ciertas materias primas. La caída posterior del precio de esas
34
La Ues Presidencia
“commodities” también las incorpora a la generalidad de la crisis. Se acaba lo que se
denominó en su momento el “boom” de los Brics. Brasil está en crisis, Rusia también.
China reduce su crecimiento económico a prácticamente la mitad del que mantuvo en
el período 1990-2010.
b) A diferencia de las crisis agudas anteriores, la abierta en 2007 no tiene un claro punto
final. De hecho, nunca se cerró. Se mantiene a lo largo de los años, tomando la forma
de un “estancamiento secular” (expresión de Larry Summers). La economía mundial
no recuperó nunca los niveles de crecimiento que tenía en el período previo a 2007.
c) Luego de 2011-12, no se dan “episodios agudos” de cracks financieros como hubo en
el comienzo de la crisis, pero muchísimos indicadores siguen mostrando las
fragilidades financieras, de empresas, los procesos de endeudamientos de países,
bolsas sobrevaluadas, etcétera. Se habla de “burbujas especulativas” infladas por
todos lados y que en cualquier momento pueden estallar.
d) Estados Unidos, que comenzó un proceso muy lento de reactivación económica a
partir de 2011, acelera esa tendencia durante el gobierno de Trump. Es prácticamente
la única economía del mundo que crece a niveles aceptables, a costa de generar una
crisis vía su guerra comercial con China y Europa, de “repatriar” una parte muy
importante de su capital afincado en el extranjero y de estar generando una enorme
burbuja especulativa en la bolsa de Wall Street.
e) China se afianza como el otro polo de la economía mundial. Claro que con un
crecimiento menor que en las décadas anteriores, pero con mucha presencia en
inversión extranjera, negocios bursátiles y bancarios.
f) Europa no logra salir de una situación de estancamiento, que incluso se profundiza
en las economías más importantes (Alemania, Gran Bretaña). A ello se suma la crisis
generada por el Brexit.
g) Latinoamérica está en un virtual estancamiento, más allá de desigualdades entre
países. Los países “grandes” de la región son los que peores indicadores tienen
(Brasil, México, Argentina), sumando a ello la caída libre récord de la economía
venezolana.
h) Todos los estudios de los organismos internacionales coinciden en que se va a un
período de menor crecimiento económico aún, incluyendo dentro de esto el fin del
“mini boom” de la economía yanqui. Y que estamos también al borde de que las
burbujas de valorización ficticia de capital (que se expresan tanto en la
sobrevalorización de las bolsas de valores como en el aumento sin precedentes de las
deudas de los países y de las empresas) en cualquier momento exploten, generando
una “crisis aguda dentro de la crisis aguda” de consecuencias impredecibles.

Digamos, por último, que la llamada “nueva revolución industrial” no ha generado ninguna
salida a la crisis. No es cierto que se estaría produciendo un salto a escala mundial por
productividad (y por lo tanto por incrementos cualitativos de plusvalía relativa) que

35
La Ues Presidencia
permitirían por esa vía la superación de la crisis crónica y el relanzamiento de un período
más o menos largo de crecimiento económico (similar al boom de la posguerra).
Por lo tanto, el único programa del imperialismo y las grandes transnacionales es el que
siguen expresando los principales líderes de las potencias y los voceros de los organismos
internacionales (FMI, OCDE): el de una contrarrevolución económica permanente contra los
trabajadores, sintetizado en mayor superexplotación para la clase obrera mundial y saqueo
de los recursos de los países semicoloniales. En este marco, se destacan las reformas
“laborales” y “de los sistemas de previsión social”, los acuerdos de “libre comercio” y los
planes de ajuste para pagar las deudas externas.
La economía mundial en el período 2017-2020

Por primera vez desde el comienzo de la crisis aguda, en 2017 hubo una mejora global en los
números de crecimiento económico. Por primera vez, en años, prácticamente todas las
grandes economías aumentaron su PBI. En especial en los Estados Unidos, en donde bajó el
desempleo y crecieron un poco los salarios (2,9%).

Repasemos esos números. Según los datos del FMI, Estados Unidos creció un 2,3%. Su
desempleo bajó al 4,1% (recordemos que orilló el 10% en medio de la crisis). La zona Euro
creció un 2,4% (Alemania 2,5%, Francia 1,8% y España 3,1%). El crecimiento en el área se
verificó en todos los países incluso Grecia creció el 1,3%, claro que sin recuperar el
descalabro social que le dejó los años de crisis y ajustes (su desempleo sigue altísimo, en el
20,5%). En el resto del mundo destacamos que Turquía creció 6,3%, (la tasa de desempleo
sigue alta, en el 10,3%); Japón 1,8%; Reino Unido 1,2%; Rusia 1,8%; China 6,8%, India
6,7%; Latinoamérica y el Caribe 1,3% (dentro de él Argentina 2,8%; Brasil 1,1%; México
2,0%, siendo la única excepción Venezuela, que sigue cayendo estrepitosamente, a -
12%). Sudáfrica, creció apenas 0,8% y sigue con desempleo altísimo (27,7%). Los países
árabes crecen (Egipto 4,2%, Irán 5,7%, Irak 3,4%, Marruecos 3,2%), con la excepción de
Arabia Saudita, que aparece estancada (-0,7%).

Pero la propia directora del FMI, Christine Lagarde, fue cuidadosa en la perspectiva, al hablar
en Davos: “Sería un error que nos sintiéramos satisfechos o complacientes. Lo primero, por
los que han quedado atrás: una quinta parte de los países emergentes y en desarrollo han
visto caer su renta per cápita en 2017. Lo segundo, porque esta es mayoritariamente una
recuperación cíclica y en ausencia de continuas reformas volveremos a los problemas que
desencadenaron la crisis financiero internacional. Y en tercer lugar, por la incertidumbre
que rodea al sector financiero ante la progresiva subida de las tasa de interés” (El País,
23/1/2018).

Lo mismo hizo Peter Goodman, que en declaraciones al New York Times del 6/2/2018
expresó: “La expansión económica global ha generado comentarios esperanzados respecto
de que el mundo ahora tiene múltiples motores de crecimiento, lo que lo inocula contra los
problemas en cualquier región individual. Pero los eventos de los últimos días cuestionaron
esa noción, dado que un repentino deterioro de los precios de las acciones en Wall Street
rápidamente se convirtió en una corrida global. (…) Si General Electric, Ford y otras
compañías multinacionales ven caer el precio de sus acciones al crecer el costo del crédito,
36
La Ues Presidencia
podrían limitar sus planes de expansión. La tendencia podría provocar una baja de pedidos
de chips de computadora de Taiwán, pantallas planas hechas en Corea del Sur y autopartes
de la República Checa. Podría enfriar la demanda de materias primas que se cosechan en
la Argentina, la India y Sudáfrica”.

Empezaron a quedar entonces planteados algunos interrogantes. ¿Podemos pronosticar que


la economía capitalista va a repetir esa performance de crecimiento en los años siguientes y
que se abre un período de auge sostenido? Es apresurado dictaminar que “ya se cerró la crisis
mundial aguda abierta en 2007”, que, recordemos, fue comparada en su gravedad con la de
1929. Esta respuesta debe quedar abierta y ver cómo sigue el proceso.

En los últimos cinco años la economía mundial registró un crecimiento promedio de 3,6%
(liderado por los llamados “países emergentes”). Pero el comercio mundial tuvo un
crecimiento mucho más lento y se desaceleró totalmente desde 2018.
Apenas un año después, ya la realidad volvió a plantear que la economía capitalista mundial
sigue sumida en los mismos problemas que viene enfrentando desde hace más de una década.
Para 2019 la economía mundial terminará registrando un crecimiento de apenas 3%, el más
bajo desde 2009. Más de la mitad de los países del mundo registrarán un crecimiento per
cápita inferior al de los últimos 25 años. La inversión extranjera directa (IED, que expresa
cuanto las empresas transnacionales invierten en otros países distintos a donde tienen
instalada su casa matriz) muestra una retracción (se redujo un 73% en Europa, y apenas creció
un 3% en los llamados países emergentes). Esto último refleja de que por más que esté
aumentando coyunturalmente la inversión en los Estados Unidos, esto es producto, como
veremos en seguida, de la repatriación de capitales que se produjo a partir de los incentivos
impositivos que puso Trump al comienzo de su mandato. El economista marxista Michael
Roberts afirma que, en lo que respecta exclusivamente a la economía industrial, el mundo ya
se encuentra sumido en una nueva recesión (“Una recesión manufacturera global”, en Sin
Permiso, 5/10/2019)
Frente a todo este panorama la OCDE redujo las perspectivas de crecimiento mundial a 3,2%
para 2019 y 3,4% para 2020. Lo mismo hizo el FMI, que viene reduciendo desde fines de
2018 sistemáticamente sus pronósticos de crecimiento económico. Como dijimos, ahora
pronostica apenas 3% de crecimiento mundial y 3,4 para 2020 (usualmente en estos informes
el FMI es “optimista” en cuanto al futuro, pero lo central es que antes pronosticaba más).
En síntesis, el crecimiento de la economía mundial se enlentece, y ya muchos hablan que
estamos a las puertas de una nueva recesión. Vuelve a aparecer el fantasma del
“estancamiento secular”.
En concreto, nos encontramos frente a niveles de crecimiento inferiores al promedio de los
últimos 30 años. La única economía que puede mostrar números “rescatables” es la yanqui.
Sin embargo, tampoco son buenos los pronósticos para Estados Unidos. Todos, incluyendo
la propia Reserva Federal, sostienen que el crecimiento de la economía norteamericana
durante el gobierno de Trump que ya está llegando a su fin. Y encima con la amenaza de que
se está en las puertas de nuevos estallidos de burbujas especulativas

37
La Ues Presidencia
Los pies de barro del crecimiento económico yanqui
La economía de Estados Unidos es la más grande del mundo (PBI 21,9 billones de dólares,
el 25% del PBI mundial). Estados Unidos creció 3,6% en 2018. Para 2019 se espera una
reducción de ese crecimiento a 3%, un número que continúa siendo alto para una economía
del tamaño de la norteamericana.
La inversión se incrementó un 11%. La repatriación de capitales a Estados Unidos en 2018
fue de 2,4 billones de dólares (datos Unctad), producto de la reducción de impuestos a las
grandes empresas que realizó Trump al comienzo de su mandato, por 1,5 billones de dólares
(bajó la tasa de impuesto a las ganancias de 35 a 21%). Es un monto muy grande: los yanquis
tienen invertidos en el extranjero 4,2 billones de dólares y de eso repatriaron 2,4 billones).
La desocupación es de 3,7%, estadísticamente la más baja en 50 años (desde 1969, en el
comienzo de la crisis crónica). Pero si la “corregimos” sumándole los que están trabajando
part-time y desean trabajar más y los “desalentados” (aquellos desocupados que ya no buscan
trabajo ante la imposibilidad de conseguirlo) el desempleo verdadero sube hasta 7,2%.
Sin embargo, y luego de señalar que el mercado de trabajo norteamericano tiene estas
realidades, lo cierto es que se llevan 100 meses (más de 8 años, desde 2011) creándose nuevos
puestos de trabajo. Los salarios registran una suba de 3,1% (venían en retroceso en los 20
años anteriores). La economía yanqui, tomada aisladamente, salió así de la crisis que alcanzó
su pico agudo en octubre de 2008. El gobierno Trump (desde 2017 a hoy) es, de todo ese
período, el que registra los mejores números de crecimiento (6 trimestres consecutivos
creciendo al 3%, desde 2017) y creación de puestos de trabajo (7,5 millones entre 2017 y
2018).
Pero, reconociendo que existe y que de hecho es la única región del mundo que viene
teniendo un crecimiento sostenido, debemos relativizarlo. Acá no hay ningún “super boom”
económico, como señalan algunos economistas y periodistas. Comparemos el crecimiento
yanqui actual (2011-2019) con los últimos dos períodos en que la economía norteamericana
había tenido ciclos así de largos de suba del PBI. El anterior fue entre 1991 y 2001 (durante
el grueso del gobierno de Clinton). Ya estábamos inmersos en la crisis crónica y en esos años
se dieron la crisis mexicana del 94, la asiática del 97 y la rusa del 98. Sin embargo, la
economía yanqui siguió creciendo y se empezaron a tejer ideología de que se trataba de la
“new economics” basada en internet, los portales y el comercio digital. Por eso se infló la
burbuja del Nasdaq que terminó estallando en 2000, luego se comprobó que muchas grandes
empresas inflaban balances y todo terminó en la recesión yanqui de 2001. Durante todo ese
período, punta a punta (1991-2001) el PBI yanqui creció un 43%. Ahora, en cambio de 2011
a hoy, creció apenas un 22%. Y, por supuesto, este crecimiento empalidece mucho más si lo
comparamos con el último ciclo de crecimiento yanqui anterior al comienzo de la crisis
crónica: la economía norteamericana creció entre 1961 y 1969 un 54% (todos estos datos
comparativos sacados de Bloomberg Businessweek)
La Reserva Federal, luego de que durante el pico de la crisis de 2008 había llevado la tasa de
interés de referencia a 0,25%, empezó a subirla hasta 2,5%, lo que suele hacer siempre que

38
La Ues Presidencia
la economía crece. Ahora, ante las señales de que el mini boom de crecimiento puede estar
llegando a su fin (bolsas infladas, guerra commercial con China, etcétera) empezó a bajarla
hasta los niveles actuales de 2/2,5%.
El lugar de China en la coyuntura económica mundial
La segunda economía por tamaño es China, con un PBI de 14,6 billones (19% del PBI
mundial). La importancia china se verifica también en los mercados bursátiles. Las bolsas
chinas acumulan 13 billones de dólares (la segunda del mundo, después de Wall Street).
Sumémosle que se ha convertido desde 2009 en el primer exportador mundial, superando a
los Estados Unidos y a Alemania.
China viene creciendo en los últimos 15 trimestres (3 años y medio) entre 6,2 y 6,5%. Un
número sustancialmente menor de sus récords de pocos años atrás. Pero igual es alto en
comparación con otras economías del mundo. Este año se calcula que terminará con un
crecimiento de 6,1% y se proyecta que será menos aún en 2020 (5,8%).
Recordemos que la China cuando estalló la crisis de 2007 era el gran “financiador” del
mundo, con un enorme superávit de balanza de pagos. Ahora eso se agotó. China crece más
volcado a su propio mercado interno. Más allá de que todavía tenga reservas por 3 billones
de dólares (1,1 billones en bonos del tesoro norteamericano), ya no está en condiciones de
jugar el mismo rol que tuvo hace diez años, cuando su nivel de crecimiento permitía que
aportara en medio de la crisis a la suba de los precios de las materias primas y así permitió
que algunas economías (como Brasil o Argentina) capearan de alguna forma lo más agudo
de la crisis.
Un elemento muy importante de la economía mundial son los desequilibrios, pero a la vez
profunda interrelación, entre las economías estadounidense y china. El comercio bilateral
entre los dos países es enorme: alcanza los 2.000 millones de dólares por día. China exporta
a los Estados Unidos por 540.000 millones de dólares e importa por 120.000 (datos a finales
de 2018). China tiene un stock de inversión extranjera directa de 2,4 billones de dólares,
repartido en 940.000 firmas extranjeras que operan en el país. El principal inversor extranjero
es, justamente, los Estados Unidos. El desequilibrio es particularmente claro en las
inversiones de las empresas de alta tecnología, donde salvo en el caso de 5G (con la empresa
china Huawei), en todo lo demás el liderazgo es yanqui: en inteligencia artificial supera a
China por 10 a 1. De hecho, las 10 principales “High Tech”, empezando por Apple, obtienen
entre un 14 y un 30% de sus ingresos de la China.
¿Crisis terminal para la Unión Europea?
Europa vive una crisis que implica la virtual desarticulación del proyecto de la Unión
Europea. El euro, que en sus primeros años había llegado a valorizarse fuertemente contra el
dólar y aspiraba a disputarle el lugar de “moneda mundial”, vive un permanente proceso
devaluatorio frente a la divisa yanqui. A esto hay que sumarle la crisis de los refugiados y
sus consecuencias políticas. Y todo el proceso del Brexit.

39
La Ues Presidencia
En los hechos hace cinco años que la economía europea no logra “relanzarse” y “acelerar”
su crecimiento tras los picos de la crisis. No consigue ni que se reduzca sus déficits fiscales
ni mejorar los niveles de desempleo. Desde 2012 que se está sosteniendo a la economía
europea con “compras de bonos de deuda pública” por parte del Banco Central Europeo
(BCE). Así se evitó (a cambio de planes de ajuste por supuesto) que entraran en cesación de
pagos Grecia, Portugal, España o Italia. Hoy hay inmensas masas de bonos de deuda pública
europea sobrevaluados girando por los mercados o inflando los balances de los bancos,
abriendo la peligrosísima perspectiva del estallido de una nueva burbuja. La tasa de interés
de los bancos en Alemania, los países escandinavos, Holanda, Suiza, Francia, Luxemburgo
y Bélgica están en valores negativos: es una anomalía total, ya que los bancos “cobran” por
tener los depósitos y “pagan” por prestar, al revés de la lógica capitalista normal, reflejando
que se ha construido una nueva monumental fuente de especulación, que no puede sostenerse
mucho tiempo. En este marco, se produjo a fines de 2019 el traspaso del mando del BCE: se
va Mario Draghi, el italiano que inventó todos estos mecanismos de salvatajes bancarios y
llega Christine Lagarde, desde su anterior puesto al frente del FMI.
La eurozona prácticamente no crece (lo hace a apenas 1,2%), con Italia y Alemania
estancadas (0% y 0,5% de crecimiento, respectivamente). Francia lo hace al 1,2%. Sólo
España crece un poco (2,2%), o economías más pequeñas como Portugal o Grecia (que recién
están saliendo de la crisis tras feroces ajustes en años anteriores y por lo tanto sus números
se comparan contra las enormes caídas de años anteriores) con números de crecimiento
cercanos a 2%. Y el desempleo es altísimo en todos los países, con la única excepción de
Alemania (3,1%): Francia 8,5%, Italia 9,5%, España 13,8%, Grecia 16,9%.
Un dato importante, y en cierta forma novedoso, es que Alemania también está estancada. Se
trata de la más importante economía europea, oscilando entre el cuarto y quinto puesto entre
las economías del mundo, tercer exportador del planeta, detrás de China y Estados Unidos, y
líder indiscutido como país industrial europeo, con un PBI de 3,8 billones de dólares. Su
dinamismo sigue dependiendo del comercio mundial: de hecho, con 293.000 millones de
dólares de superávit de cuenta corriente de la balanza de pagos (datos a 2018) es el país con
mayor superávit externo del mundo (supera en eso a Estados Unidos y también a China, que
ya proporcionalmente dependen más que Alemania de sus propios mercados internos).
Alemania sigue siendo el segundo vendedor de bienes industrializados al mundo (el primero
ya es China) y es el primero en bienes de equipo y alta tecnología. En lo que se denomina
“capital intangible”, en cambio las empresas alemanas están por detrás de las yanquis, lo que
se podría leer como que, si bien Alemania está en recesión, no tiene un riesgo de una burbuja
bursátil que estalle como en el caso yanqui. Sí es cierto que la situación de los principales
bancos alemanes es muy mala (Deutsche Bank, Commerzbank), llenos de activos incobrables
que le quedan de la crisis de los primeros años de la década. El otro país muy endeble de los
grandes de la zona euro es Italia, inmerso en una crisis política muy importante y con niveles
de endeudamiento insostenibles.
Por fuera de la zona euro, la economía más importante es la británica. Terminará 2019 con
un crecimiento del PBI de apenas 1,2%, pero con una incertidumbre total hacia el futuro. La

40
La Ues Presidencia
salida del Brexit puede ser un golpe mortal para todo su sector financiero y bursátil,
liquidando a Londres como plaza fuerte para la especulación mundial.
Las otras economías imperialistas (Japón, Canadá)
La cuarta economía del mundo es Japón (4,2 billones). Como le viene sucediendo desde
comienzos de la década del 90, es el ejemplo más gráfico de “estancamiento secular”. La
economía que hasta la década del 80 aparecía como el “ejemplo” de crecimiento capitalista
sigue estancada. Terminará 2019 creciendo apenas 0,9% y se pronostica aún menos para
2020 (0,5%).
Canadá está un poco mejor, pero nada brillante: crecerá 1,5% este año y pronostica 1,8%
para 2020.
Lo que quedó de los viejos “Brics” y los “emergentes” del sudeste asiático
Durante el comienzo de la crisis aguda, estos países fueron las que parecieron salvarse,
gracias al boom de los precios altos de algunas materias primas (soja, maíz, minerales,
petróleo). Eso ya se terminó. La proyección de los precios del petróleo, las materias primas
agrícolas y los minerales (con la excepción del oro, clásico refugio de valor ante las crisis)
son en todos los casos hacia la baja (por supuesto con las excepciones de casos puntuales,
como el actual incremento del precio de la carne ante la epidemia con los cerdos chinos, o
ante recrudecimientos de crisis regionales, como las que suceden en Medio Oriente). Los
flujos de capital, que en otra época iban por millones hacia esos países, ya no lo hacen y
vuelan “a la calidad” (o sea están hoy “inflando” las burbujas de los países imperialistas).
Ya nos referimos a la situación de la China. Analicemos ahora la tercera economía mundial
por tamaño: la India. También viene reduciendo sus altas tasas de crecimiento de años
anteriores: terminará el año creciendo 6,1% (el menor número en muchos años). Es un país
que registra un índice de desempleo importante (7,2%) pero por sobre todo uno de los peores
índices de pobreza extrema del mundo.
Rusia crecerá este año casi nada: 1,1% y mejorará muy poco en 2020: 1,9%.
Sudáfrica, que alguna vez fue sumado a la lista de los Brics, también está estancado: su
crecimiento para 2019 será de apenas 0,7% y calcula 1,1% para 2020, mientras sigue
registrando una de las tasas de desempleo más altas del mundo: 29%.
Si miramos ahora a los llamados países emergentes del sudeste asiático, que suelen tener
altas tasas de crecimiento basados en la mayoría de los casos en los salarios más bajos del
mundo y altísimos niveles de superexplotación, vemos que los números no son mucho
mejores: de conjunto y en promedio los llamados países del ASEAN (Filipinas, Indonesia,
Malasia, Tailandia y Vietnam) crecerán este año 4,8%. Recordemos que fueron países que
llegaron a crecer a tasas “chinas” no hace mucho tiempo. Corea del Sur, la economía más
grande de ese grupo, tampoco tendrá una gran performance: crecerá 2%.
Los países petroleros y el precio del petróleo

41
La Ues Presidencia
La crisis de Medio Oriente pega, y mucho, en los dos “grandes” países petroleros de la región,
sumidos ambos en una fuerte recesión. Arabia Saudita “crece” 0,2%. Irán sufre una de las
recesiones más fuertes del mundo: su economía terminará este año cayendo -9,5%. Tengamos
en cuenta que se termina 2019 con un valor del barril de petróleo de 61,8 dólares, que se
reduce a 57,9 dólares el año próximo y sigue en tendencia descendente hasta los 55 dólares
en 2023 (por supuesto todo esto es en base a las proyecciones de producción y los factores
tecnológicos, que pueden verse fuertemente cambiados por las crisis políticas de la región).
Latinoamérica: ¿otra “década perdida”?
Latinoamérica es una de las regiones sumidas en un mayor estancamiento. Recordemos que
ya hace una década que pasó a ser la región con la mayor desigualdad del mundo,
desplazando a Asia y a África (donde hay más pobreza, pero no tanta acumulación de riqueza
en el otro polo como en Latinoamérica). La proyección de conjunto para la región es de 0,2%
de crecimiento para 2019 y apenas de 1,8% para 2020.
Es verdad que, a diferencia de otras regiones del mundo, la performance es más desigual
según los países. De conjunto, los países más grandes muestran números muy malos.
La proyección de crecimiento de Brasil, que muchos auguraban como de 3% tras el triunfo e
Bolsonaro fue un fiasco: terminará 2019 creciendo apenas 0,9%. Por lo que el país está en
un virtual estancamiento. Estamos hablando de la economía más grande de la región con un
PBI de 2,06 billones, donde la desocupación está en el 12,5%. México tampoco está mejor:
crecerá sólo un 0,4% este año. Argentina, con un PBI mucho más chico (450.000 millones
de dólares), muestra el peor número de la región exceptuando Venezuela. Está sumido en
una profunda recesión, cayendo -3,5% en 2019 y con pronóstico de que la recesión continuará
en 2020 (-1,5%). Sus niveles de desempleo también son muy altos (10.6%). Ecuador, sumido
en una profunda crisis y con una semi-insurrección que paralizó parcialmente el megaajuste
del FMI, terminará 2019 también con números negativos 0,5%. Uruguay, también está
virtualmente estancado (0,4%). Y, el récord de caída lo viene teniendo, desde hace años
Venezuela, que tendrá una recesión de -35% (la más alta del mundo por lejos) y pronostica
otra recesión de -10% para 2020, sumida en la más absoluta hiperinflación y caos.
Del otro lado tenemos el lote de países que muestran algún nivel de crecimiento económico
al final de 2019: Bolivia (3,9%), Colombia (3,4%), Perú (2,6%) y Chile (2,5%). Sin embargo,
en todos los casos, los niveles de desigualdad social son altísimos, el descontento crece (Chile
es el ejemplo más fuerte, con los levantamientos que han comenzado). Y en Bolivia el golpe
de estado abre serios interrogantes en cuanto a su future. Para ejemplificar de conjunto, los
niveles de desocupación en los dos países más grandes de este grupo son altos: Colombia
10,8% y Chile 7,2%.
El crecimiento del capital especulativo y las posibilidades del estallido de nuevas
burbujas.

42
La Ues Presidencia
Hoy el sistema financiero internacional es 7 veces la economía real y en ascenso. Para
ponerlo en números, el PBI mundial es de 67 billones de dólares y el sistema financiero
acumula “activos” por 469 billones.
De ellos, las acciones, bonos y otros instrumentos en las bolsas de valores yanquis (Wall
Street, Chicago y otras menores) acumulan 37 billones. En las de China hay otros 14 billones
(de ellas 462.000 millones de dólares en manos de tenedores extranjeros).
Como ya dijimos antes, está aumentando en forma impresionante el endeudamiento tanto de
los estados (público), como de las empresas y familias (privado). Los propios Estados Unidos
acumulan una deuda pública de 22 billones de dólares. Las empresas privadas, por su parte,
acumulan una deuda (llamada deuda corporativa no financiera) de 13 billones de dólares. El
doble que en 2008.
Las señales de que nos encontramos al final de un ciclo de superganancias ficticias crecen
día a día. Los bonos del tesoro de Estados Unidos están ofreciendo más ganancia en el corto
plazo que en el largo: es lo que los especialistas financieros llaman “la curva invertida”. La
lógica debería ser lo contrario, que la tasa de interés de un bono de largo plazo sea mayor (se
tarda más en cobrarlo) que uno de corto. Cuando se da este fenómeno anómalo, es señal que
se está a las puertas del estallido de una burbuja especulativa.
Los activos financieros (acciones y bonos) están fuertemente sobrevaluados. Las bolsas
yanquis están en niveles récords (tanto el Dow Jones como el Nasdaq en Wall Street). Pero
el 90% de las acciones récords pertenecen a empresas con activos “Intangibles” (Facebook,
Amazon, Apple, Google, Nexflix, etcétera). De hecho, hay estudios que sostienen que el 60%
de la economía norteamericana está ya asentada en la llamada economía digital y apenas en
40% es tradicional (industria, agro, minería). Muchos analistas del establishment sostienen
que las bolsas (en particular Wall Street), se están sosteniendo en niveles récords por el
mecanismo de que las propias corporaciones se están recomprando sus propias acciones (y
así hacen que éstas sigan cotizando para arriba).
A ello sumémosle las consecuencias imprevisibles de la llamada “guerra comercial” entre
Estados Unidos y China, que no es otra cosa que un emergente, pero que retroalimenta, la
propia crisis mundial.
En caso del estallido de una nueva crisis especulativa, la Reserva Federal está con muy pocas
herramientas para intervenir rápidamente. Lo clásico siempre es que trate de reactivar la
economía por medio de bajar su tasa de interés de referencia. Pero mientras que en la crisis
de 2000 (cuando estalló la burbuja del Nasdaq) Alan Greespan arrancó bajando la tasa desde
el 6,5%, en 2007 Ben Bernanke lo hizo desde un techo de 5,25%, si ahora estallara una crisis
el recorrido para bajar la tasa y tratar de reactivar vía este mecanismo sería muy corto (hoy
la tasa ya está baja, en 2,4%). Mucho peor están las tasas de referencia del Banco Central
Europeo, ya cercanas a cero.
Lo dice tanto el FMI como la OCDE: la economía mundial no “despega”. Lo dicen muchos
economistas del establishment: hay fragilidades y se está a las puertas no sólo de una nueva

43
La Ues Presidencia
recesión global sino también ante el peligro del estallido de una nueva crisis aguda (que sería
crisis aguda “adentro” de la abierta en 2007) por estallidos especulativos.
La llamada “nueva revolución científico-técnica y la crisis
Algunos economistas burgueses, analistas internacionales y periodistas ponen énfasis en la
llamada nueva revolución industrial, la suma de la Inteligencia Artificial, el Internet de las
Cosas, 5G y la robótica. Los que se apoyan para ver en esto la posibilidad de un salto en la
economía mundial sostienen que puede incrementar el PBI mundial en 115,7 billones de
dólares para el 2030 (datos Price Waterhose).
Tenemos que detenernos a analizarla en clave marxista: ¿estamos efectivamente frente a un
salto que implique un incremento de plusvalía relativa de tales características que logre
recuperar la tasa de ganancia? ¿Pueden estas nuevas ramas transformarse en una nueva
locomotora que saque, así sea parcialmente a la economía capitalista imperialista de su crisis
crónica y abra un período similar al boom de la posguerra? Creemos tajantemente que no.
No hay ningún registro serio que pueda probar que el conglomerado compuesto por la
robótica, Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas y 5G) esté generando un aumento de
productividad tal que genere un aumento de plusvalía relativa que permita elevar la tasa de
ganancia en las ramas productivas. Eso que algunos economistas y analistas llaman
“productividad total de los factores” es absolutamente inmedible e inverificable. Lo único
concreto es que las ganancias de las mismas empresas vinculadas al sector no crecen, al
contrario, varias de ellas están en serios problemas. Y mucho menos se verifica un
crecimiento de la tasa de ganancia de las grandes empresas manufactureras producto de la
incorporación de estas tecnologías.

¿Cuál es programa del capitalismo imperialista para salir de la crisis?


Debemos ser claros. No es el “cambio tecnológico” sino la aplicación de políticas que
apuntan a incrementar la superexplotación de la clase trabajadora. De esto se trata las famosas
“reformas estructurales” que plantean los organismos internacionales.
De lo que están preocupados tanto el FMI, la OCDE, el Banco Mundial y las otras usinas del
establishment, es de que, product de los levantamientos populares y las crisis políticas en
todo el planeta se “paró” o “ralentizó” el proceso de essas reformas estructurales y su
horizonte es “relanzarlas”. Es lo que acaba de plantear Kristalina Georgina en su discurso de
asunción al frente del FMI. En concreto: la prioridad del imperialismo y las grandes
transnacionales son los procesos de ajuste (reducción de déficit fiscales), las reformas de
sistemas jubilatorios, las reformas laborales (flexibilización) y los de acuerdos de libre
comercio.

44
La Ues Presidencia
Bibliografía:
Aglietta, Michel, Regulación y Crisis en el Capitalismo, 1979, Siglo XXI, México.
Aglietta, Michel y Lurent Berrei, Désordres Dans le capitalismo mundial, Paris, Odile Jacob,
2007.
Brenner, Robert, The Boom and The Bubble, the US in the World Economy, Verso, London,
2002.
Carcanholo, Reinaldo y Mauricio de S. Sabadini, “Capital ficticio y ganancias ficticias”, en
Herramienta 37, Buenos Aires Marzo de 2008.
Castillo, José, “Estados Unidos camino a la recesión: ¿Otra crisis de alcance global?”, en
Correspondencia Internacional, Buenos Aires, Febrero 2008.
Castillo, José, “Los Estados Unidos por dentro: un análisis de la distribución del ingreso en
el país del norte”, en Correspondencia Internacional, Buenos Aires, Julio 2006.
Castillo, José, “La crisis de la economía norteamericana”, en Correspondencia Internacional,
Buenos Aires, Diciembre de 2001.
Castillo, José, “Economía norteamericana: ¿se terminó la recesión?”, Correspondencia
Internacional, Buenos Aires, setiembre 2001.
Chesnais, Francois, “El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financier”a, en
Herramienta 37, Marzo de 2008, Buenos Aires.
Chesnais, Francois, “La preeminente de la finance au sein du ´capital en general´, le capital
fictif et le mouvement contemporain de mondialization du capital”, en Séminaie d´Etudes
Marxistes, La finance capitaliste, Paris, PUF, 2006.
Duménil, Gérard y Dominique Levy, “The Real and Financial Components of Profitability –
USA 1948-2000”.
Harman, Chris, La tasa de ganancia y el mundo actual, Internacional Socialism 115, 2007.
Housson, Michel, “la tendente á la baisse de l’investissement”, 18/9/08,
en www.hussonet.free.fr
Hudson, Michael, Golpe de estado cleptocrático en los Estados Unidos, IADE, 26/09/08.
MacLaughlin, Martin, Clinton Republicans agree to deregulation of US banking system,
World Socialist Website, 1 de noviembre de 1999.
Mandel, Ernst, Las ondas largas del desarrollo capitalista, Siglo XXI, 1980, México.
Lipietz, Alain, “El posfordismo y su espacio”, en Realidad Económica, 1991, Buenos Aires.
Marx, Karl, El Capital, Tomo III, ediciones Siglo XXI y FCE, México.

45
La Ues Presidencia
Shaikh, Anwar, Valor, acumulación y crisis, Ediciones R y R, Buenos Aires, 2006.

Para el seguimiento periodístico de la crisis, se consultaron las ediciones entre el 1º de julio


de 2007 hasta el 31 de diciembre de 2019 de los siguientes periódicos y páginas web:
Ambito Financiero, El Cronista, La Nación, Clarín, Página 12, Wall Street Journal, Financial
Times, New York Times, el País, The Economist, Bloomberg, US Bureau of Statistics, Fondo
Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización de Cooperación y Desarrollo
Económico.

46

También podría gustarte