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Conceptualizando el Futuro: La Teoría del Valor


de Marx y el Debate sobre los Mercados y la
Planificación1

Resumen
Marx plantea una visión del socialismo en la que los artículos producidos en masa se
tasan mediante el cálculo del tiempo de trabajo incorporado con una remuneración tal
que una hora de trabajo real se intercambia por artículos producidos en una hora. Pero
la aplicación del esquema de Marx hoy en día incentivaría el aumento del tiempo de
trabajo individual y conduciría a una tendencia de "crecimiento" ecológicamente
dañino. Como empujar más allá del capitalismo sigue siendo indispensable, debemos
evaluar nuevos modelos de planificación y distribución socialista que proporcionen
alternativas al capitalismo y al socialismo de mercado

Introducción
No hay nada como una crisis global del capitalismo para sacar a Karl Marx de la
tumba una vez más. Llevado al basurero de la historia después del colapso de la
Unión Soviética, poco después del comienzo de lo que Paul Krugman llamó "la
Depresión Menor", incluso los principales comentaristas procapitalistas
comenzaron a buscar en Marx una explicación a los fracasos del capitalismo
neoliberal global. La crítica de la economía política ha regresado, y quienes la
practican han cobrado notoriedad incluso en las publicaciones de los sumos
sacerdotes del capitalismo, ejemplificada por el elogio -aunque moderado- de
The Enigma of Capital and the Crises of Capitalism de David Harvey en The
Financial Times, y The Economics of Global Turbulence de Robert Brenner en
The Wall Street Journal.
La reaparición de Marx como analista de las leyes de movimiento del modo de
producción capitalista marca un punto de inflexión en el llamado marxismo
occidental porque, durante varias décadas, muchos marxistas prominentes se
preocuparon por examinar principalmente la filosofía, la ética, la cultura y, al

1 Schulman, J. (2019). Conceptualizing the future: Marx’s value theory and the debate on
markets and planning. Studies in Political Economy, 100(1), 1-17. Traducido al español por Iván
Salazar
2

menos inicialmente, la conciencia de clase. 2 El verdadero comienzo de la


preocupación de los marxistas estadounidenses y británicos por el capitalismo
globalizado contemporáneo comenzó en el decenio de 1990 en revistas como
Socialist Register, Monthly Review y Historical Materialism; además, incluso los
partidarios de la globalización capitalista apodaron a Marx "el profeta de la
globalización", refiriéndose a su énfasis en el impulso innato del capital tanto
para la autoexpansión como para el avance tecnológico y su exacerbación de las
desigualdades de riqueza e ingresos.3 La referencia más común fue el Manifiesto
Comunista, con su descripción de que "la industria moderna ha establecido el
mercado mundial" y "la necesidad de un mercado en constante expansión para
sus productos persigue a la burguesía por toda la superficie del globo. Debe
anidar en todas partes, establecerse en todas partes y establecer conexiones en
todas partes".4
Sin embargo, más recientemente, la principal preocupación escolástica de los
marxistas ha sido explicar las causas de la crisis económica que comenzó en el
mercado hipotecario estadounidense en 2006. Una opinión común entre los
economistas políticos marxistas es que esto no tenía ninguna conexión con lo que
Marx entendía en El Capital Vol. III como la causa principal de la crisis capitalista
- la tendencia de la tasa de ganancias a caer a medida que la inversión de capital
crece más rápidamente que el trabajo - la única fuente de valor para el sistema
capitalista en su conjunto. Leo Panitch y Sam Gindin tienen claro que cada una
de las cuatro grandes crisis mundiales históricas - la larga depresión del decenio
de 1870 en adelante, la gran depresión del decenio de 1930, la gran recesión del
decenio de 1970 y la gran crisis financiera de 2007-2009 - tuvo una causa
diferente. En lo que respecta a la crisis más reciente, ésta:

no fue causada por un... colapso en las inversiones debido a la


sobreacumulación. En los EE.UU. en particular, los beneficios y la
inversión se han recuperado desde principios de la década de 1980... De
hecho, la inversión estaba creciendo significativamente en los dos años
anteriores al inicio de la crisis, los beneficios estaban en su punto máximo
y la utilización de la capacidad en la industria acababa de moverse por

2 Véase Jay, The Dialectical Imagination.


3 Véase, por ejemplo, Micklethwait y Wooldridge, A Future Perfect: The Challenge and Hidden
Promise of Globalization; Wheen, Karl Marx: A Life.
4 Marx and Engels, “The Communist Manifesto,” 224.
3

encima de la media histórica ... fue sólo después del colapso financiero en
2007-8 que los beneficios y la inversión disminuyeron.5

La Gran Recesión más reciente fue el resultado del estancamiento de los salarios,
el aumento de la deuda hipotecaria y luego el colapso de los precios de la
vivienda, lo que llevó a "una dramática caída del gasto de los consumidores".6
Los marxistas "monocausales" argumentan lo contrario. Incluso antes de que
Michael Roberts proporcionara pruebas de que "los beneficios de las empresas
estadounidenses estaban cayendo unos dos años antes de que comenzara la
recesión y la inversión se redujo como resultado antes de que el PIB se
contrajera",7 escritores como Anwar Shaikh y Fred Moseley habían demostrado
que la crisis "es una fase absolutamente normal de un patrón recurrente de
acumulación capitalista de larga duración en el que los largos auges acaban
dando paso a largas caídas". 8 Como explica Moseley, al igual que en los períodos
de depresión del pasado, la disminución de la tasa de beneficios redujo la tasa de
acumulación de capital, lo que, a su vez, dio lugar a un crecimiento más lento y a
mayores tasas de desempleo. En el decenio de 1970 varios gobiernos intentaron
reducir el elevado desempleo adoptando políticas keynesianas expansionistas
(más gasto público, menos impuestos y tasas de interés más bajas). Pero esas
políticas dieron lugar a "tasas de inflación más elevadas, ya que las empresas
capitalistas respondieron al estímulo gubernamental de la demanda
aumentando sus precios a un ritmo más rápido para restablecer la tasa de
beneficios, en lugar de aumentar la producción y el empleo". En los años ochenta,
los capitalistas financieros se rebelaron contra estas tasas de inflación más altas
y comúnmente obligaron a los gobiernos a adoptar políticas restrictivas (menos
gasto y tasas de interés más altas), y el resultado "fue una menor inflación pero
también un mayor desempleo. Por lo tanto, las políticas gubernamentales han
afectado a la combinación particular de desempleo e inflación en un momento
determinado, pero la causa fundamental de estos dos 'males gemelos' ha sido la
disminución de la tasa de beneficios". 9
Además, como señala Guglielmo Carchedi, si "no hay una única explicación válida
para todas las crisis, excepto que todas ellas son una 'propiedad' del capitalismo

5 Panitch y Gindin, The Making of Global Capitalism, 20–1.


6 Panitch y Gindin, The Making of Global Capitalism, 20–1.
7 Roberts, “The Informal Empire, Finance and the Mono Cause of the Anglo-Saxons.”
8 Shaikh, “The First Great Depression of the 21st Century,” 44.
9 Moseley, “The U.S. Economic Crisis: Fundamental Problems and Possible Solutions,” 60–1
4

y que las crisis se manifiestan de diferentes formas en diferentes períodos y


contextos", entonces nos queda un problema acuciante:

Si esta propiedad esquiva y misteriosa se manifiesta como diferentes


causas de diferentes crisis, mientras que ella misma permanece
desconocida, si no sabemos de dónde vienen todas estas diferentes causas,
entonces no tenemos una teoría de la crisis.[...] [D]ado que las crisis son
una característica constante y recurrente del capitalismo, si se deben en
última instancia a los errores de las autoridades financieras y monetarias,
así como de los políticos, de los gobiernos, etc., ¿por qué se repiten? En
otras palabras, ¿por qué los políticos no aprenden de sus errores?
Obviamente, debe haber razones estructurales y económicas que no sólo
les impidan aprender de sus errores pasados, sino que les obliguen a
repetirlos de forma recurrente. De hecho, el origen de las crisis financieras
y especulativas debe buscarse en la economía real, en la producción de
valor y plusvalía, en lugar de, como está de moda hoy en día, poner patas
arriba la relación de causa y efecto. 10

Dado que la rentabilidad del capital sigue siendo "demasiado baja" y la deuda
acumulada antes de la Depresión Menor "demasiado alta", es muy probable que
una "recuperación total" - la restauración de la rentabilidad del capital - requiera
una depresión aún más brutal, con toda la miseria que ello implica, sin mencionar
que el capital ya "en su rapaz afán por obtener más valor ha dañado tan
gravemente el planeta que nos enfrentamos a una crisis ambiental y ecológica en
la próxima generación que aumentará las desigualdades ya crecientes y
planteará grandes luchas por la tierra, el agua y los recursos". 11 De ello se
desprende que la concepción de Marx del capitalismo como un modo de
producción inherentemente propenso a las crisis y a la explotación de las clases,
incapaz de satisfacer las necesidades de la mayor parte de la población mundial
de manera constante, presenta el caso más grave de la necesidad de empujar más
allá del capitalismo hacia el socialismo, en contraposición a presentar el
socialismo como un ideal ético o regulador o la mejor opción posible (pero no
necesaria) para la humanidad.

10 Carchedi, “Zombie Capitalism and the Origin of Crises.”


11 Roberts, The Long Depression, 270.
5

Dificultades socialistas: del trabajo abstracto a las limitaciones de


recursos
Dicho esto, no se deduce simplemente que todo lo que Marx dedujo o supuso
sobre los mecanismos de una economía socialista sigue siendo válido para el
siglo XXI.12 De hecho, ciertos aspectos fueron rápidamente abandonados o
ignorados por algunos prominentes marxistas tempranos. El propio Marx fue
claro tanto en El Capital como en la Crítica del Programa de Gotha que, en la
sociedad socialista, ya no hay precios monetarios, y por lo tanto no hay dinero,
porque el valor - el tiempo de trabajo socialmente necesario - ya no existe. Si los
artículos producidos en masa tienen un precio, entonces siguiendo la lógica de
Marx hay valor, lo que requiere que los trabajadores trabajen a un ritmo similar.
El trabajo abstracto - la homogeneización de la fuerza de trabajo - es obligatorio
porque el dinero mismo es la expresión del trabajo abstracto. El "hecho social"
de que los trabajadores producen todo el valor se convierte en el "hecho de
mercado" de que el dinero compra todas las mercancías. 13 Aunque la teoría del
valor de Marx es fundamentalmente una teoría de las relaciones sociales
fetichizadas y no una teoría de las fluctuaciones cotidianas de los precios, no hay
duda de que Marx considera que el cálculo de la riqueza en términos monetarios
pertenece en particular al capitalismo y es incompatible con una sociedad sin
clases. La retención de la producción de valor, incluso en este sentido estrecho,
haría que la sociedad fuera incapaz de superar la "inversión de sujeto y
predicado del capitalismo, en la que los productos, así como las acciones de las
personas, adoptan la forma de un poder autónomo que determina y constriñe la
voluntad de los sujetos que los engendran". 14
Marx esperaba que la alternativa al uso del dinero en la etapa inicial del
socialismo (comunismo) fuera el cómputo del tiempo de trabajo incorporado en
cada producto, con una remuneración por medio de las herramientas de trabajo

12 En este ensayo, utilizo "socialismo" como sinónimo de "comunismo", es decir, la sociedad sin
clases. Ignoro deliberadamente la idea del socialismo como la primera etapa del comunismo,
que no comenzó con Marx o Engels sino con la Segunda Internacional y fue llevada a la Tercera
(y Cuarta) Internacional
13 El fin del patrón oro en los años 70 no alteró este hecho. Aunque Marx asumió en El Capital

que el dinero debe estar vinculado a una mercancía particular, "la existencia de tal mercancía
no es de ninguna manera una consecuencia necesaria de su análisis de la mercancía y el dinero...
que el equivalente general debe ser una mercancía específica no fue probado por Marx,
simplemente asumió... la existencia de una mercancía monetaria es simplemente un estado de
cosas históricamente transitorio". Heinrich, An Introduction to the Three Volumes of Karl
Marx’s, 70.
14 Hudis, Marx’s Concept of the Alternative to Capitalism, 42.
6

de tal manera que una hora de trabajo real se intercambiara por productos
producidos en la misma cantidad de tiempo, aunque también se puede tener en
cuenta "la producción de energía en una unidad de tiempo determinada". 15 Esas
fichas se cancelan una vez utilizadas; no pueden ser acaparadas ni utilizadas para
comprar medios de producción o para sobornar a funcionarios públicos. Debe
quedar claro que el principio operativo de Marx para esta etapa inicial de la
sociedad sin clases no es "de cada uno según su capacidad, a cada uno según su
trabajo", que era la fórmula administrativa utilizada por las élites de las
sociedades comunistas oficiales; también es muy diferente de la remuneración
basada en la cantidad de producción en una unidad de tiempo determinada, que
es lo que prevalece (para los trabajadores) en el capitalismo. En palabras de
Marx, "Con la producción colectiva... la sociedad distribuye la fuerza de trabajo y
los medios de producción entre las distintas ramas de la industria. No hay razón
para que los productores no reciban fichas de papel que les permitan retirar de
las existencias de consumo social una cantidad correspondiente a su tiempo de
trabajo. Pero estas fichas no son dinero; no circulan". 16
Sin embargo, los marxistas más prominentes de finales del siglo XIX y principios
del XX no siguieron la sugerencia de Marx de que el comunismo de la primera
etapa utilizara fichas no circulantes que representaran la reivindicación de un
productor de una porción específica del producto común reservado para el
consumo. Karl Kautsky afirmó que sí:

Totalmente utópico imaginar que se va a fabricar un sistema especial de


distribución, y que se mantendrá para siempre. En este asunto, tan poco
como en cualquier otro, es probable que la sociedad socialista se mueva a
pasos agigantados o comience de nuevo; continuará desde el punto en que
la sociedad capitalista cese. La distribución de los bienes en una sociedad
socialista podría posiblemente continuar durante algún tiempo bajo
formas que son esencialmente desarrollos del sistema existente de pago
de salarios. En cualquier caso, este es el punto de partida. 17

León Trotsky fue igualmente claro:

15 Hudis, 197.
16 Marx, Capital: Volume II, 434.
17 Kautsky, The Class Struggle (Erfurt Program)
7

En una sociedad comunista, el estado y el dinero desaparecerán. Su


gradual desaparición debe comenzar, por consiguiente, bajo el socialismo.
Sólo podremos hablar del triunfo real del socialismo en el momento
histórico en que el estado se convierta en un semi-estado, y el dinero
empiece a perder su poder mágico. [...] Demandas tan característicamente
anarquistas como la "abolición" del dinero, la "abolición" de los salarios...
poseen interés simplemente como modelos de pensamiento mecánico. El
dinero no puede ser arbitrariamente 'abolido', ni el estado y la vieja familia
'liquidados'. Tienen que agotar su misión histórica, evaporarse y
desaparecer. Habiendo perdido su capacidad de traer felicidad o pisotear
a los hombres en el polvo, el dinero se convertirá en meros recibos de
contabilidad para la conveniencia de los estadísticos y para propósitos de
planificación. En un futuro aún más lejano, probablemente estos recibos
no serán necesarios.18

Tanto para Kautsky como para Trotsky, no está del todo claro si "socialismo" se
utiliza para significar "la primera etapa de la sociedad comunista" o como
sinónimo de la dictadura del proletariado, el período entre la sociedad capitalista
y la comunista. Sin embargo, ambos marxistas no dicen nada de las ideas de Marx
sobre el trabajo en las casas. Las palabras de Trotsky, en particular, siguieron
guiando a la mayoría de la izquierda marxista hasta los años 80, cuando Chris
Harman escribió que la "fuerza motriz" del "primer" socialismo:

ya no es la autoexpansión del capital, sino los deseos expresados


conscientemente por la masa de la población - aunque el antiguo sistema
de precios sigue siendo utilizado como base para averiguar cómo realizar
racionalmente estos deseos. En la primera etapa del socialismo, es una
herramienta disponible para estimar, aunque sea de forma aproximada, la
cantidad de trabajo socialmente necesario que se requiere para satisfacer
diferentes tipos de necesidades humanas. Es una herramienta que debe
ser utilizada.19

18 Trotsky, The Revolution Betrayed.


19 Harman, “The Myth of Market Socialism.”
8

Hoy en día hay incluso socialistas de mercado declarados que todavía se declaran
marxistas, como David Schweickart, que sostienen que el dinero y los mercados
son necesariamente parte de cualquier economía compleja porque cualquier
intento de planificación democrática integral - por muy diferente que sea de la
"planificación de mando" estalinista - es inherentemente "inviable". Las
decisiones sobre qué y cómo producir sólo pueden hacerse "eficientes" mediante
la fijación de precios de mercado, con su sensibilidad a la oferta y la demanda, y
sólo la competencia del mercado puede proporcionar incentivos para motivar a
las empresas dirigidas por los trabajadores a ser eficientes e innovadoras. 20
Estos socialistas tienen una comprensión superficial de Marx. Richard Westra
explica por qué:

La fuerza intelectual del trabajo de Marx en El Capital reside en su


exposición del hecho de que el capitalismo no es simplemente una
sociedad distributiva de clases (un punto ya señalado por los
contemporáneos de Marx) sino una sociedad "al revés" en la que las
relaciones sociales humanas de reproducción material se convierten en
"relaciones entre cosas" abstractas y cuantitativas. La "eficiencia" del
mercado capitalista de toda la sociedad que Schweickart intenta
aprovechar para el socialismo deriva precisamente de este modus
operandi fundamental del capitalismo que, según Marx, marca el
capitalismo como algo "ajeno"; modo de organizar los asuntos económicos
humanos... poniendo la toma de decisiones sociales sobre el qué y el cómo
de la producción en manos de sistemas integrados de toda la sociedad de
mercados autorregulados, con sus determinaciones cuantitativas
abstractas, resulta en que la vida material humana se reproduce
esencialmente como un subproducto del aumento de valor o de la
obtención de beneficios.21

Los marxistas abolicionistas del mercado, como Adam Buick y Pieter Lawrence,
se encuentran en el extremo opuesto del espectro. Su análisis del capitalismo
está tomado directamente de El Capital, pero afirman que el desarrollo de la
tecnología desde los tiempos de Marx ha hecho que su defensa de la contabilidad
del tiempo de trabajo sea obsoleta. La revolución socialista global podría hacer

20 Schweickart, After Capitalism, 49


21 Westra, “Economic Life beyond Capital,” 358–9.
9

de la sociedad sin mercado y sin dinero una realidad inmediata a través del
cálculo en especie:

[El socialismo] operaría en respuesta directa a la necesidad. Éstas


surgirían en las comunidades locales expresadas como cantidades
necesarias como gramos, kilos, toneladas, litros, metros, metros cúbicos,
etc., de diversos materiales y cantidades de bienes. Éstas se comunicarían
luego como elementos requeridos de la actividad productiva, como una
secuencia técnica, a diferentes escalas de producción social, según la
necesidad.
Cada parte particular de la producción respondería a las necesidades
materiales que se le comunican a través de las ideas conectadas de la
producción social. Sería autorregulado porque cada elemento de la
producción se ajustaría por sí mismo a la comunicación de estas
necesidades materiales. Cada parte de la producción conocería su
posición. Si las necesidades son bajas en relación con una acumulación de
existencias, entonces esto sería una indicación automática a una unidad de
producción de que su producción debe ser reducida. Si las necesidades son
altas en relación con las existencias, entonces esto sería una indicación
automática de que su producción debe ser aumentada...
Este sistema de producción autorregulada para su uso se logra a través de
las comunicaciones.[...] Éstas incluyen no sólo el transporte, como
carreteras, ferrocarriles, barcos, etc.... [sino también] el sistema existente
de comunicaciones electrónicas que permiten el contacto instantáneo en
todo el mundo, así como instalaciones para almacenar y procesar millones
de piezas de información. La moderna tecnología de la información podría
ser utilizada por el socialismo para integrar cualquier combinación
necesaria de diferentes partes de su estructura mundial de producción. 22

Hay buenas razones para dudar de que un mundo tan "comunista pleno" pueda
realizarse rápidamente incluso en las condiciones más óptimas. Una razón es
principalmente política: como las clases siguen existiendo después del
desmantelamiento del Estado capitalista, y hasta que todos los pequeños
propietarios (los pequeños capitalistas tradicionales, así como los propietarios
de propiedad intelectual) sean absorbidos por la clase obrera, al menos una

22 Buick and Lawrence, “How Socialism Can Organise Production Without Money.”
10

retención parcial del dinero y los mercados será inevitable durante muchos años.
Sencillamente no hay manera de acelerar una absorción gradual que se produzca
a medida que las habilidades que la "clase media" monopoliza se desvalorizan
cuando todos los trabajadores las adquieren.
La segunda razón es técnica. La presentación de Buick/Lawrence del comunismo
completo se asemeja, en una escala inmensa, a algo como lo que hace la editorial-
demanda en el microcosmos. Asumamos que, como mínimo, hay más de 20
millones de categorías de mercancías separadas bajo el capitalismo, siendo la
publicación de libros sólo una. No se ve cómo, incluso con computadoras
sofisticadas que pueden invertir inmensas matrices en minutos, es posible
incorporar suficiente información confiable y precisa y flexibilidad para producir
un plan integral que pueda fusionar la demanda y los datos de producción hasta
el punto en que el sistema pueda responder de manera similar a la publicación a
pedido. Además, también debe hacerlo anticipándose a las necesidades futuras.
Marx y Engels concibieron la segunda etapa de la distribución comunista
esencialmente como un inmenso almacén, donde la producción sólo se necesita
para restaurar los inventarios o ampliarlos según lo exija el crecimiento de la
población. Esto sólo es posible en condiciones en las que se ha eliminado la
escasez, las fuentes de energía son libremente renovables, y los residuos se
vuelven a cosechar para la producción. La producción aquí es fundamentalmente
autosuficiente, sobre una base totalmente automatizada. Ya no hay ningún
problema social o ecológico a largo plazo que deba ser abordado.
Buick y Lawrence se equivocan: aún no tenemos las técnicas necesarias para una
sociedad plenamente comunista. (Una federación de democracias obreras
podría, por supuesto, desmercantilizar rápidamente inmensas franjas de la
economía: educación, transporte masivo, cuidado de la salud, servicios sociales,
infraestructura y pensiones. Estos podrían hacerse fácilmente accesibles a todos
sin ningún costo en el punto de consumo). Pero no podemos simplemente
esperar hasta que el capitalismo proporcione a la clase obrera los requisitos
previos para la producción y planificación plenamente comunista. El capitalismo
no tiene ningún incentivo para desarrollar este nivel de sofisticación y previsión
de planificación en todo el sistema, y nunca puede liberarse de su dependencia
de la fuerza de trabajo. Además, si se quiere detener el calentamiento global, una
escasez forzada del uso de combustibles fósiles es una necesidad absoluta; esto
parece imposible bajo el capitalismo. Como insiste Panayotakis, parece
inevitable que, en un futuro previsible, incluso en un futuro socialista previsible,
"aunque el refinamiento de las necesidades y los deseos humanos reconfigurará
el lado de la demanda de las configuraciones de escasez de una sociedad
11

postcapitalista, la satisfacción de esas necesidades y deseos refinados se verá


limitada por una dimensión de esas configuraciones en el lado de la oferta, a
saber, los límites ecológicos".23 El cuadro pintado por Buick y Lawrence no tiene
en cuenta esas preocupaciones; ningún concepto de limitaciones de recursos
entra en su análisis. Tales restricciones permanecerán incluso si hay una
"planificación ecosocialista". 24
Dadas estas realidades, en las que no es sensato un simple racionamiento (como
en el caso de la atención de la salud, en que las necesidades pueden determinarse
objetivamente), debería quedar clara la necesidad de una medida independiente
de las valoraciones de los consumidores y de un precio, de algún tipo, que
equilibre aproximadamente la oferta planificada y la demanda de los
consumidores.

Fichas de trabajo y planificación


Durante los últimos 25 años, W. Paul Cockshott y Allin Cottrell han sido los más
destacados defensores del esquema de distribución de Marx de la Crítica del
Programa Gotha.25 Utilizando la moderna tecnología informática - que también
utilizan para probar la posibilidad de calcular los planes de producción nacional
de forma centralizada - ellos desarrollan:

Un algoritmo descentralizado para calcular y revisar el contenido de


trabajo (directo e indirecto) de cada producto. Abogan por un cuasi-
mercado en el que la diferencia entre el contenido de trabajo calculado de
cada producto y las fichas de trabajo que la gente está dispuesta a
intercambiar por el producto proporciona a los planificadores centrales
información sobre la base de la cual pueden ajustar las instrucciones de
producción que emiten a los productores 26

Una serie de limitaciones ad hoc complementa el "mercado" de bienes de


consumo, que se limita a "alimentos, bebidas, entretenimiento, libros, ropa,

23 Panayotakis, Remaking Scarcity: From Capitalist Inefficiency to Economic Democracy, 10.


24 Lowy, “Ecosocialism and Democratic Planning,” 301.
25 La presentación inicial de su modelo de economía socialista aparece en Cockshott y Cottrell,

Towards a New Socialism.


26 Adaman and Devine, “On the Economic Theory of Socialism,” 73.
12

viajes de vacaciones, etc., bienes en los que las "externalidades" están ausentes o
no son importantes". También está sujeto a controles por fallos del mercado,
como en el transporte; "derechos de ciudadanía" (educación, cuidado de los
niños y atención sanitaria); distribución gratuita de bienes, como el agua, cuando
los costos de medición y cobro superan los ingresos producidos; y hasta cierto
punto la planificación del suministro de alimentos en el base de la salud pública
y las consideraciones nutricionales. 27
Sin embargo, en última instancia, trasladar la propuesta de Marx de 1875 al siglo
XXI termina pareciendo desarticulada e incoherente. La objeción más palpable
es que los trabajadores no pueden reclamar como consumo personal su plena
contribución a la producción, siempre que una parte de esa producción deba
acumularse como medios de producción adicionales. Sólo tendría sentido, si es
que lo tiene, en una forma de comunismo pleno relativamente abundante en el
que, como se ha dicho anteriormente, la producción está en gran medida
automatizada - siendo el trabajo que se gasta el de la superintendencia - o, de
nuevo, simplemente crece (si es que crece) en paralelo con el crecimiento de la
población. Además, una sociedad tan abundante no necesitaría en primer lugar
trabajo para los bienes producidos en masa.
En segundo lugar, no es obvio cómo los utensilios de trabajo, en la práctica,
serían diferentes del dinero porque el trabajo gastado, como reconocen
Cockshott y Cottrell, no es todavía directamente social en la medida en que
ningún plan puede (todavía) ser perfecto. Por lo tanto, debido a que el trabajo
gastado puede no ser igual al trabajo que manda cualquier producto, el "precio"
será diferente del "valor del trabajo". Si la gente desea aplazar el consumo,
ahorrar para las vacaciones o complementar su jubilación, los "tokens laborales"
tendrán que ser una reserva de riqueza. Pero si los tokens laborales combinan
las funciones de un medio de pago, un estándar de precio, y una reserva de
riqueza, son, efectivamente, dinero. No está claro qué función quitarían
Cockshott y Cottrell a los utensilios de trabajo para convertirlos en algo más que
dinero, tal como Marx lo entendió.
Además, por muy apropiado que haya sido en 1875, el esquema de distribución
del trabajo de Marx - adoptado por Cockshott y Cottrell - "incentiva el aumento
del tiempo de trabajo individual (problemático, dado el desempleo endémico, y
antitético para el interés en el autodesarrollo humano) y precisamente porque
imita en este sentido el incentivo de trabajo capitalista [impulsaría] una

27 Cockshott and Cottrell, 69–70, 78–82; Macnair, “Transition and Abundance.”


13

tendencia al 'crecimiento' [ecológicamente dañino]". 28 La concepción de la


planificación de Cockshott y Cottrell no aborda suficientemente la dificultad de
codificar y transmitir el conocimiento tácito, es decir, el conocimiento adquirido
a través de la acción y la experiencia, que no puede ser fácilmente centralizado
independientemente de lo poderosas que sean las computadoras o lo sofisticada
que sea la tecnología de la información. 29 Cockshott y Cottrell tampoco discuten
la persistencia de la pequeña burguesía y las pequeñas empresas en el
capitalismo contemporáneo y cómo hay que persuadirlas para que acepten el fin
del dinero (tradicional, capitalista), o cuánto tiempo puede llevar esto.

Dinero, precios, coordinación negociada y tecnología de la


información
Se den cuenta o no, otros defensores marxistas de la planificación democrática
integral que prescinden de la idea de los tokens laborales están, como Harman,
construyendo sobre las recomendaciones de Trotsky. En The Revolution
Betrayed y en otros lugares, él argumenta que los cálculos a priori de cualquier
forma de planificación tienen que ser probados contra las expectativas del
mercado - ¿hay una demanda de tal o cual valor de uso? ¿Hay personas
entrenadas y dispuestas a realizar tal o cual tipo de trabajo, y, si es así, en qué
cantidades? - propuestas que creía impensables en ausencia de una unidad
monetaria estable:

La nacionalización de los medios de producción y de crédito, la


cooperación o la estatalización del comercio interior, el monopolio del
comercio exterior, la colectivización de la agricultura, la ley de la herencia,
ponen límites estrictos a la acumulación personal de dinero y obstaculizan
su conversión en capital privado (usurario, comercial e industrial). Sin
embargo, estas funciones del dinero, ligadas como están a la explotación,
no se liquidan al comienzo de la revolución proletaria, sino que se

28 Macnair, “Debate: Inspiring View of Future Society.”


29 "Así, mientras que el modelo de Cockshott y Cottrell elimina efectivamente el argumento de
que el cálculo directo es prácticamente imposible, sobre el que descansa principalmente la
plausibilidad de la defensa de [Alec] Nove del socialismo de mercado como el único socialismo
'factible',... en ninguna parte se abordan las cuestiones del descubrimiento y el espíritu
empresarial... [Cockshott y Cottrell] operan dentro del paradigma epistemológico neoclásico en
el que se supone que el conocimiento se da objetivamente y se codifica y transmite fácilmente".
Adaman y Devine: 73, 75.
14

transfieren en forma modificada al Estado, el comerciante, acreedor e


industrial universal.30

Ernest Mandel también hizo una distinción categórica entre la existencia de


categorías de mercado (precios, salarios, etc.) y el dominio de la ley del valor,
siendo la primera la prueba de la segunda. Aunque hizo esta distinción en el
contexto de explicar cómo la Unión Soviética podía retener los precios y los
salarios sin la disciplina del mercado y utilizando una forma de "dinero" que era
meramente una unidad de contabilidad y no de capital, tiene implicaciones para
la posibilidad de un dinero socialista que carece de los defectos asociados al
rublo soviético.31 Catherine Samary también subraya que "el uso del dinero y de
la compraventa ordinaria no contradice la eficiencia de un plan. Puede ser un
instrumento utilizado para su elaboración y aplicación y para comprobar que
satisface las necesidades, ya sea de los consumidores o de las fábricas
socializadas que necesitan productos semiacabados para su propia producción.
Esto dejaría abiertas las posibilidades de elegir otro proveedor si no es
satisfactorio".32
En una línea similar, desde finales de los años ochenta, Pat Devine ha
proporcionado un modelo de planificación democrática que intenta dar cuerpo
esencialmente a lo que Trotsky sugiere: utilizar la propiedad social de los medios
de producción para superar las fuerzas del mercado de manera que cada
propietario privado actúe de manera atomística, ignorando las decisiones que
toman simultáneamente otros propietarios. Esto conduce a lo que Marx y Engels
llamaron "la anarquía de la producción", conservando al mismo tiempo el uso del
intercambio del mercado: la producción de una empresa, producida con su
capacidad actual, siendo vendida a otra empresa en el caso de bienes y servicios
intermedios, o a los consumidores en el caso de bienes y servicios de consumo.
Los cambios en la estructura de la capacidad productiva, que implican grandes
inversiones y desinversiones, ya no se producirían por el funcionamiento de las
fuerzas del mercado como en el capitalismo y el socialismo de mercado, sino por
lo que Devine denomina "coordinación negociada" entre quienes se verían

30 Trotsky, op. cit. Se podría argumentar además que el dinero fiduciario moderno es una
creación del Estado, y su existencia continuará - con diferentes propósitos, objetivos y
funciones - bajo la autoridad pública de la primera etapa del socialismo/comunismo.
31 "Los precios en la Unión Soviética se fijaban de acuerdo con los objetivos sociales o

económicos de las autoridades de planificación y no reflejaban los costos ni la presión de la


oferta y la demanda". Samary, “Mandel’s Views on the Transition to Socialism,”
32 Samary, “Mandel’s Views on the Transition to Socialism,” 184.
15

afectados por los cambios en la capacidad y la estructura de los recursos


productivos, de forma análoga a las decisiones tomadas por las sedes de las
empresas capitalistas multidivisionales. 33 Este modelo de planificación
participativa no trata de planificar toda la actividad -como el consumo- con
antelación, pero sí incorpora la planificación previa a una inversión significativa.
La mayor fuerza del modelo de Devine es la atención que presta a las
contribuciones de los fundadores de la escuela austríaca de economía al debate
sobre el cálculo socialista, iniciado en 1920 por von Mises y continuado por
Hayek y la actual escuela austríaca. Los austríacos afirmaron primero que
mucha, quizás la mayor parte, de la información relevante para la toma de
decisiones económicas es información local, específica de tiempo y lugar.
Argumentan que esa información no puede ser formulada, transmitida a un
centro de planificación y luego procesada debido a la enorme magnitud de la
tarea. A esto han respondido los modelos de planificación socialista que utilizan
la moderna tecnología de la información y el procesamiento informático, como
el modelo de Cockshott y Cottrell. Sin embargo, los austríacos también
insistieron en que ese conocimiento no sólo está descentralizado sino que, en
general, es "tácito", es decir, que es un conocimiento basado en el saber cómo
hacer algo en lugar de saber que algo es así. Ese conocimiento, sostienen von
Mises y Hayek, se aprende a través de la experiencia práctica y sólo puede ser
aprovechado por quienes han tenido esa experiencia. No puede separarse de
aquellos cuyo conocimiento tácito es, y por lo tanto, por su propia naturaleza, no
puede ser centralizado.
El modelo de coordinación negociada de Devine evita lo que podría llamarse los
problemas Hayekianos que seguramente plagarían la planificación central
electrónica tal como la imaginaron Cockshott y Cottrell. Las decisiones a nivel de
las empresas socializadas de Devine son tomadas por los propietarios sociales a
ese nivel, aprovechando su conocimiento tácito, como lo hacen actualmente las
empresas capitalistas. La diferencia es que los propietarios sociales incluyen a
todos los interesados en dicha decisión y no sólo a los propietarios privados y a
sus representantes como en el capitalismo, y por lo tanto el abanico de
conocimientos tácitos que se extraen es mucho más amplio, y las decisiones que
se toman probablemente sean más eficaces. Las decisiones de inversión, en
particular, son adoptadas por órganos de coordinación negociada, que
comprenden a los propietarios sociales a ese nivel, incorporando un conjunto de

33Devine, Democracy and Economic Planning: The Political Economy of a Self-Governing


Society; Devine, “Market Socialism or Participatory Planning?,” 67–89; Devine, “Participatory
Planning Through Negotiated Coordination,” 72–93.
16

conocimientos tácitos mucho mayor que en la toma de decisiones del


capitalismo.
Dicho esto, a pesar de sus evidentes méritos, los posibles problemas también
están implícitos en la visión de Devine de una economía socialista. Aunque
obviamente no teme la planificación imperativa como tal (como lo hacen los
modelos de socialismo de mercado), tiene poco que decir sobre la formación de
los precios, y lo que dice da cierta pausa. En el modelo de Devine, una asamblea
representativa elige entre las variantes del plan preparadas por una comisión de
planificación, determinando así los principales macroagregados y las
prioridades estratégicas; la junta de planificación establece entonces los precios
de los insumos primarios; las empresas socializadas deciden qué producir y a
qué precios; y luego se produce el intercambio de mercado. Devine tiene claro
que todas las empresas deben ser fabricantes de precios y no fijadores de precios
porque cualquier modelo basado en precios centralizados es "vulnerable a la
crítica tácita austríaca del conocimiento". 34 Pero incluso si Devine no desea ver
la competencia de precios tal como existe en el capitalismo, si las empresas son
las que fijan los precios, es probable que este tipo de presión surja a pesar de la
propiedad y la gobernanza socializadas. Las empresas de Devine "en general"
compiten con otras empresas del mismo sector, aunque se supone que la
rivalidad comercial no desempeña ningún papel en su modelo. 35 Por
consiguiente, el fantasma del trabajo abstracto, por así decirlo, todavía se cierne
sobre la visión de Devine, aunque sea sin querer. Además, si bien Devine ha
presentado fuertes argumentos contra la idea de que la coordinación negociada
implicaría necesariamente un número excesivo de reuniones, hay un mérito
significativo en la sugerencia de que la participación democrática en general
"debería optimizarse, no maximizarse, y esto parece imposible sin el uso de
formas paramétricas, como los precios planificados y las fórmulas de
recompensa".36 El énfasis de Devine en la importancia de los conocimientos (e
iniciativas) específicos a nivel local podría socavar fatalmente los argumentos a
favor de una planificación completamente centralizada, pero, como explica David
Laibman, la planificación electrónica no tiene por qué adoptar esa forma:

34 Devine, "Participatory Planning", 92. Devine considera que esto ocurre "debido a las
diferentes especificaciones de los productos o a los diferentes niveles de eficiencia, ya sea
debido a diferencias objetivas o a diferentes prácticas de trabajo internas". Devine,
"Participatory Planning", 80.
35 Devine, “Participatory Planning,” 77.
36 Laibman, “Incentive Design, Iterative Planning and Local Knowledge in a Maturing Socialist

Economy,” 53.
17

El crecimiento incesante de las empresas en las economías capitalistas


depende de las redes electrónicas (intranets) para gestionar entidades
que en algunos casos tienen el tamaño de países pequeños. Hay razones
de sobra para creer que estas tecnologías de la información pueden
transferirse y desarrollarse aún más en un contexto socialista, en el que se
dejarían atrás los obstáculos a su plena aplicación potencial creados por
la anarquía y el antagonismo del capitalismo.
Sin embargo, las modernas tecnologías de la información también
contienen enormes posibilidades de delegación, de coordinación y
agregación de las actividades de formación y ejecución de planes locales,
de manera que tanto proporcionen a esas actividades un marco
macroeconómico estable y comprensible, como permitan a las localidades
(empresas) actuar de manera creativa, autónoma y significativa en
función de las posibilidades locales. 37

Dado este potencial, uno se queda con esta pregunta final: ¿por qué no
deberíamos utilizar las supercomputadoras que se usan actualmente para
gestionar las empresas transnacionales (y las acciones comerciales) para, en
cambio, asignar recursos y planificar el futuro, desde el nivel del lugar de trabajo
hasta el nivel mundial?
Laibman trata de demostrar que esto puede hacerse mediante su concepción de
la Coordinación Iterativa Democrática Multinivel (MDIC) en la que existe un
sistema central de planificación democrática (sin lo que él llama competencia de
precios "espontánea") junto a un sector de mercado subordinado. Su modelo se
superpone al de Devine; afirma incluso que el mejor resultado posible de la
"coordinación democrática integral" se logrará mediante la "coordinación
negociada: consultas sistemáticas y continuas entre los colectivos de trabajo, las
comunidades residenciales, los educadores, las comunidades culturales
(basadas en el género, el origen étnico y el idioma) y los administradores que
representan el panorama general y trabajan bajo mandato y control
democráticos".38 Al igual que la propuesta de Devine, la visión de Laibman de la

37Laibman, 53
38Laibman, “The Future within the Present: Seven Theses for a Robust Twenty-FirstCentury
Socialism,” 311.
18

planificación socialista contiene claramente un centro, pero este centro tiene


capacidades, y responsabilidades, carentes en el modelo de Devine:

En primer lugar, agrega los planes de las empresas, determina las


consecuencias de esos planes para otros (por ejemplo, la evolución del
surtido de productos demandados) y da forma a los planes de las
empresas en un conjunto coherente, pidiendo o (según su mandato
democrático) obligando a las empresas a modificar sus planes. (La
propiedad que la sociedad pone a disposición del personal de la empresa
no es suya para que haga lo que quiera; deben invocarse intereses sociales
más amplios cuando sea necesario). En segundo lugar, el centro es
responsable de la formación de los precios planificados. Todas las
transacciones se realizan a precios de reproducción socialista; se prohíbe
la competencia de precios espontánea entre empresas, de modo que los
ingresos de las empresas... sólo pueden mejorarse mediante una actividad
real (por ejemplo, el aumento de la productividad o de la calidad de la
producción). Los precios de reproducción socialistas son el resultado del
cálculo del uso directo e indirecto de los recursos por parte de las
empresas, y también encarnan los horizontes a largo plazo necesarios
para que la sociedad pueda hacer frente a las limitaciones ecológicas y los
requisitos de sostenibilidad que se avecinan. Podemos suponer que
muchos otros objetivos sociales pueden encarnarse progresivamente en
la formación de los precios, y que esta concepción del precio va mucho más
allá de lo que cualquier mecanismo competitivo espontáneo (capitalista o
"socialista de mercado") podría lograr. En tercer lugar, el centro
internaliza los numerosos e importantes efectos externos de las
actividades proyectadas de las empresas, efectos que no pueden
percibirse ni abordarse a nivel de cada empresa que actúa sola,
independientemente de la voluntad que tenga de hacerlo. Por último, el
centro ejecuta programas de optimización (con un nivel de agregación y
recursos de cálculo que no están a disposición de las empresas por
separado), dando progresivamente forma al plan coherente en algo que se
aproxima a un óptimo.39

39 Laibman, “Mature Socialism: Design, Prerequisites, Transitions,” 504


19

Claramente, este modelo de lo que Laibman denomina "iteración racional"


difiere enormemente de la visión de Cockshott y Cottrell de la planificación
centralizada, y no sólo porque prescinde de la concepción distributiva del
trabajo. Aquí, el centro es una parte visible de "un procedimiento de planificación
continua basado en la participación activa de los consejos de trabajadores locales
(empresas), [y] está sujeto a un control democrático: visibilidad completa,
debate crítico y, en la medida de lo posible, participación de muchas personas en
su trabajo".40
Haciéndose eco una vez más de Devine, Laibman hace implícitamente una
distinción entre las fuerzas del mercado y el intercambio del mercado, aunque
no utiliza estos términos precisos. Sus escritos dejan claro que, incluso en la
primera etapa de una sociedad sin clases, habrá algún uso de los mercados. Tales
mercados implican, en parte, el reconocimiento de que no todas las unidades
económicas pueden ser socializadas rápidamente cuando existen dentro de lo
que Westra ha llamado "mercados de pequeños-m".41 Mercados socialistas:

Describen inicialmente las interacciones entre un [ ... ] sector público y las


formas circundantes de producción individual, típicamente en la
agricultura, el comercio al por menor y los servicios. Aquí, el núcleo de la
economía socialista, que funciona bajo coordinación democrática, ocupa
las famosas "alturas dominantes": el sector espontáneo está sujeto a
reglamentos aplicables y ampliamente apoyados en relación con los
salarios, las condiciones de trabajo, los impactos ambientales, etc., y
también a la fiscalidad progresiva. De esta manera, el mercado elemental
no puede convertirse en la cola que mueve al perro. Podemos proponer
que, a medida que madura un sistema socialista, cada vez más partes del
sector espontáneo, o informal, se pongan bajo el paraguas de la

40 Laibman, "The Participatory Economy: A Preliminary Rejoinder", 518. En esta pieza Laibman
analiza críticamente la visión de la "economía participativa" del socialista no marxista Robin
Hahnel, argumentando que el modelo está "dividido entre los polos inferiores de la sobrecarga
de información y la charla, por un lado; y la no participación automática impulsada por la
proporción que degenera en una réplica de un proceso espontáneo impulsado por el mercado,
por el otro". Laibman, 515-6. También se hace eco de la crítica de Devine sobre el uso de Hahnel
de una versión del tâtonnement walsasiano
41 "Recordemos la observación de Marx de que los mercados existían en los 'intersticios' del

mundo antiguo como adjuntos a los modos centrales de la vida económica. La génesis del modo
de producción capitalista fue la subsunción de la vida material en las comunidades humanas
por las operaciones del mercado. Lo que se ha llamado el mercado de los pequeños-m... como
existía en la antigüedad, puede ser cooptado benignamente como un componente de un futuro
socialista". Westra, 359.
20

coordinación democrática, ya que esto se hace posible gracias a la


evolución del consenso político y la coordinación integral (central-
decentral). Lo que queda se convierte cada vez más en un vestigio.42

Laibman también reconoce que, incluso en el núcleo plenamente socializado de


su modelo, las empresas tienen relaciones contractuales entre sí, es decir, se
compran y venden entre sí. Una vez más, esto no parece muy diferente de lo que
Devine prevé. La diferencia clave, sin embargo, es el uso de un núcleo de precios
calculados como se ha descrito anteriormente. Este medio de formación de
precios tiene más probabilidades de lograr el objetivo del propio Devine en
relación con los precios socialistas: que no pueden "perturbar el principio
socialista fundamental de que los precios, y por tanto los ingresos, se determinan
democrática e intencionadamente mediante una coordinación negociada, y no
por fuerzas fuera del control humano ('el mercado')". Además, aunque Devine
nunca discute la posibilidad de que los precios y el dinero puedan, como escribió
Trotsky, agotar su misión histórica, evaporarse y desaparecer, Laibman cree que
esto es posible y probable porque, dentro del sector central, "la evaluación social
vincula a cada empresa con entornos sociales, comunitarios e industriales más
amplios; el aislamiento relativo que hace necesaria la interacción con el mercado
se trasciende progresivamente". 43 Sin embargo, aunque no sea intencional, el
concepto de Laibman de la desaparición de los mecanismos de mercado encaja
con las propias formulaciones de Trotsky:

Los mercados no se suprimen; se marchitan lentamente, a medida que


madura la vida socialista y se amplían las posibilidades de coordinación
intencional y democrática. Pero, como en el caso del Estado, la
desaparición del mercado no significa la desaparición de todas sus
funciones. El contenido positivo -iniciativa local, contratación horizontal y
responsabilidad- surge del armazón anterior de relaciones alienantes que
alejan a las personas del control de sus vidas y apoyan la explotación
capitalista, y se fusiona con la nueva realidad dinámica de la coordinación
y la planificación democráticas. Por lo tanto, podemos oponer al

42 Laibman, “The Future within the Present,” 313.


43 Laibman, “The Future within the Present,” 313
21

"socialismo de mercado" algo más sutil, realista y operativo que el


"abolicionismo de mercado"44

En lugar de una conclusión


No hay duda de que Marx (y Engels) identificaron el socialismo con la liberación
del trabajo social de su subordinación a la ley del valor. ¿Pero cómo la ley del
valor impone orden en la colección, de otro modo atomizada, de "productores"
capitalistas individuales? Lo hace a través del mecanismo de retroalimentación
de la tasa promedio de ganancia. Sólo cuando se gana eso, el trabajo gastado se
contabiliza plenamente como trabajo social. Así pues, los precios cumplen una
función paramétrica bajo el capitalismo, arrojando la inversión o impulsándola
hacia vías de producción acordes con la rentabilidad.
En una sociedad sin centros de mando de regulación planificada, la distribución
de las fuerzas productivas -tanto de las personas como de los medios de
producción- entre las distintas ramas de la economía, la distribución del
producto neto entre las clases, la asignación de la plusvalía a la reproducción
ampliada, la introducción de innovaciones técnicas, etc., están todas ellas
determinadas por la ley del valor. En este caso, la mercancía es la categoría más
general de la economía política, caracterizando en su conjunto el tipo de
relaciones de producción entre personas que, como productores independientes,
están conectadas en un solo conjunto económico por medio de las relaciones de
mercado. La ley del valor suministra, en esencia, todo lo necesario para el
funcionamiento normal de todo el sistema productivo de la producción
generalizada de mercancías. Además, como este afán de lucro crea
invariablemente externalidades sociales masivas a las que hay que hacer frente
-en forma de un desastre ecológico inminente-, es cada vez más evidente que esta
enorme reserva de tiempo de trabajo excedente no puede seguir apropiándose
privadamente sin poner en peligro la propia civilización. Debe sacrificarse una
enorme porción del tiempo de trabajo excedente para remediar las mismas
externalidades que el propio capitalismo ha generado, una perspectiva a la que
el capitalismo se resiste con toda su voluntad política.
Lógicamente, de ello se desprende que un sistema del llamado socialismo de
mercado en el que los medios de producción se administran como propiedad
colectiva de los productores inmediatos (en esencia, sus accionistas) imitaría, en
respuesta a las señales del mercado, al capitalismo, aunque esta propiedad sea

44 Laibman, “The Future within the Present,” 314


22

formalmente propiedad de la población (el Estado) y esté arrendada a grupos


específicos de trabajadores. Tal sistema sería fundamentalmente inestable y
llevaría de nuevo al capitalismo, que es la expresión más consistente de estas
relaciones.
Sin embargo, esto no es lo que los marxistas como Kautsky o Trotsky defendían
(ni lo que Devine o Laibman defienden actualmente). Sin necesidad de hacer
concesiones a los que conservaban las nociones de tiempo de trabajo derivadas
del socialismo Owenista -concesiones que Marx, al parecer, sí hizo 45 - ellos
defendían un sistema de trabajo colectivo administrado democráticamente
desde abajo, y coordinado a través de una república social siguiendo las líneas
de la Comuna de París o la democracia soviética. Las comisiones reguladoras, a
falta de un término mejor, existirían para integrar los intereses de los
consumidores y los productores y para fusionar a priori la oferta con la
demanda. Pero esta integración es dinámica y el plan está siempre en proceso,
provisional y fluido. Los precios, el dinero y el intercambio del mercado - son
necesarios como medios para desentrañar estas relaciones y probar la
coherencia de la planificación a medida que evoluciona y se desarrolla. Esto no
es de ninguna manera una propuesta para la dominación de la sociedad por la
ley del valor, como afirman los marxistas abolicionistas del mercado. Los precios
y los mercados socialistas se limitan a proporcionar laboratorios para la
planificación - para la producción para la necesidad social (incluyendo la
necesidad de maximizar el tiempo libre) y no las cadenas que subyugan a la
sociedad a la maximización del beneficio.
En última instancia, no se reclutará un público masivo para el socialismo
basándose en la respuesta convincente de los marxistas a los austriacos sobre la
planificación socialista, y la posibilidad de sobornar a los funcionarios públicos
podría existir mientras exista una escasez relativa y dinero (aunque la
sustitución de la moneda física por la puramente electrónica podría solucionar
este problema potencial). Pero incluso con el uso de mecanismos de mercado, la
sociedad socialista puede seguir construyéndose sobre un principio organizativo
que no capitula ante el mercado espontáneo, que suprime la fuerza de trabajo
como mercancía y que sitúa las necesidades humanas en el centro de la
preocupación social, en lugar de como un instrumento contingente de

45 "El 'dinero del trabajo' de Owen, por ejemplo, no es más 'dinero' que una entrada de teatro.
Owen presupone trabajo directamente socializado, una forma de producción diametralmente
opuesta a la producción de mercancías. El certificado de trabajo es meramente una prueba de
la parte que toma el individuo en el trabajo común, y de su derecho a una cierta porción del
producto común que se ha reservado para el consumo". Marx, Capital: Volume I, 188–9.
23

acumulación de capital. La producción y distribución socialista, incluso antes de


la llegada de la abundancia relativa de todos los bienes producidos en masa y el
fin de los precios y el dinero, descansará en la solidaridad de los productores
asociados. El valioso trabajo de Devine y Laibman proporciona sugerencias
sobre cómo se podría organizar esto.

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