Está en la página 1de 6

Astarita, Rolando : Crisis crónica del capitalismo y capital

dinerario , Razón y Revolución Nº 15, 1er semestre de


2006.

El sábado 17 de diciembre participé en una mesa redonda, organizada por la Organización Cultural
Razón y Revolución , en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la que se debatió la situación
económica argentina en el contexto de la situación de la economía mundial capitalista. 
Durante el debate planteé, en oposición a una creencia muy difundida en la izquierda local, que el
capitalismo, a nivel mundial, no estuvo en crisis durante las últimas dos décadas, y que no lo está en
estos momentos. El dato central que presenté es que en los últimos 25 años el producto bruto mundial
creció a una tasa promedio anual superior al 3% y que, en paralelo, el mercado mundial se había
desarrollado a una tasa incluso superior. Por supuesto, aclaré que el crecimiento de las fuerzas
productivas, y la extensión de las relaciones capitalistas a escala mundial, no negaba el hecho cierto que
el capitalismo había padecido graves crisis localizadas, como el estancamiento de América latina en los
ochenta, la depresión japonesa de los noventa, la crisis de los países asiáticos del Pacífico en 1997-1998,
la crisis rusa de 1998 o la crisis argentina de 1998-2002. 
En líneas generales la visión sobre esta situación está desarrollada en mi libro Valor, mercado mundial y
globalización, en particular en el capítulo 8, y remito al mismo a quien quiera ampliar sobre estas
cuestiones. De todas maneras en el curso del debate se presentaron dos argumentos en contra de mi
postura que quisiera responder por escrito, a los efectos de clarificar las posiciones y abrir la posibilidad
de un debate, si se lo considera necesario. 
El primer argumento, que lo han sostenido tradicionalmente grupos trotskistas, plantea que las crisis de
finales de los noventa y principios del nuevo siglo (asiática, argentina) de hecho “anularon” el crecimiento
de los años previos. Incluso se sostuvo (argumento de Eduardo Sartelli) que durante la recesión de 2001-
2002 se había anulado el crecimiento que había experimentado Estados Unidos en la década de los
noventa. 
El segundo argumento fue presentado por Juan Iñigo Carrera, quien sostuvo que el capitalismo está en
“una crisis de sobreproducción permanente”, y que esta situación se continúa a través de los años merced
al endeudamiento creciente. El argumento fue saludado en el transcurso del debate por los defensores de
la tesis de la “descomposición del capitalismo” como un verdadero aporte para la comprensión de cómo
puede suceder que aumente el producto, y sin embargo continúe la “crisis estructural profunda”. 

¿Cayó la economía mundial un 30%?

Para refutar el primer argumento a favor de la “crisis crónica” sólo es necesario repasar las cifras para
darse cuenta de que no se sostiene. Es que si el producto bruto mundial aumentó a una tasa promedio
anual del 3% (en realidad fue superior), durante dos décadas y media, debería producirse una caída del
producto de aproximadamente el 50% para “eliminar” ese crecimiento. Y el mercado mundial debería
contraerse en proporciones aún mayores. De la misma manera, dado que la producción industrial
norteamericana creció entre 1992 y 2000 un 46%, para sostener que este crecimiento fue “anulado” por la
recesión de 2001, debería haberse verificado una caída de la producción industrial similar a la que se
produjo en Estados Unidos entre 1929 y 1933, de aproximadamente el 30%. Nada de esto se puede
sostener seriamente. Pero por otra parte digamos que la teoría de Marx (de El Capital y sus escritos
fundamentales) nunca pretendió demostrar que una crisis, y la consiguiente depresión, “anularan” el
desarrollo de las fuerzas productivas anterior al estallido de la crisis. La preocupación por “demostrar”
algo semejante sólo tiene cabida en el esquema que sostiene que todo crecimiento es puro espejismo,
porque la próxima crisis hará desaparecer todo progreso de las fuerzas productivas y de la generación de
la riqueza. En la tesis de Marx (y en la realidad del capitalismo), por el contrario, las crisis se producen
precisamente porque hubo previamente desarrollo de las fuerzas productivas. Por eso a Marx no se le
ocurrió que debía demostrar, por ejemplo, que la crisis inglesa de 1847 había retrotraído el desarrollo de
las fuerzas productivas al nivel de 1840, o de 1830. Por supuesto, tampoco había forma de demostrarlo.
De la misma forma, no hay manera de demostrar que el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas del
capitalismo a nivel mundial, y la producción material de la riqueza, están hoy al nivel de 1980, o de 1990.  

Marx y el rol del overtrading 

Para responder al argumento de Juan Iñigo Carrera empezamos tratando algunas cuestiones generales. 
En primer lugar, y para despejar falsas polémicas, acordamos con la idea de Marx de que el crédito puede
llevar la producción “más allá” de lo que se puede considerar un punto medio del período de prosperidad,
superado el cual “comienzan a intervenir… los caballeros de la industria que trabajan con capital de
reserva, o sin capital en absoluto, y que por ende operan basándose por completo en el crédito
dinerario…” . Es lo que Marx llama overtrading, que permite continuar la rotación del capital en tanto los
stocks de mercancías se están acumulando. Por esto, dice, en otro pasaje:

“Si el sistema crediticio aparece como palanca principal de la sobreacumulación y de la súper-


especulación en el comercio, ello sólo ocurre porque en este caso se fuerza hasta su límite extremo el
proceso de la reproducción, elástica por su naturaleza, y porque se lo fuerza a causa de que una parte del
capital social resulta empleado por los no propietarios del mismo, quienes en consecuencia ponen manos
a la obra de una manera totalmente diferente a como lo hace el propietario que evalúa temerosamente los
límites de su capital privado, en la manera en que actúa personalmente” .  

El crédito actúa, entonces, como palanca de la sobreacumulación, forzando al extremo el límite del
proceso de reproducción. Subrayamos el término límite, porque este forzamiento, mediante el overtrading,
no puede prolongarse por décadas y décadas. Por eso, los pasajes citados están en el contexto del
análisis del rol del crédito en el ciclo de negocios. Recordemos que el ciclo se caracteriza por las fases de
la “recuperación” (desde la depresión previa), la expansión posterior, o lo que se llama “prosperidad”, a la
que le sigue el giro hacia la caída, o la “crisis”, y la contracción, o “depresión” (o recesión, si es suave). El
overtrading se ubica en una fase precisa del ciclo económico, ya que es el medio por el cual la fase de
prosperidad se puede prolongar artificialmente gracias al crédito, que financia la acumulación de stocks
en las ramas que padecen los primeros síntomas del agotamiento del ciclo. Como lo demostraremos en
seguida de forma teórica, es equivocado pensar que con el overtrading puede efectuarse la rotación
normal de los capitales a través de años, al tiempo que se acumula plusvalía. Marx destaca su carácter
coyuntural cuando afirma que los bancos empiezan a “tomarle mal olor al asunto” al advertir que los
descuentos de las letras en circulación no se realizan fluidamente. Por eso, también a partir de ese
momento se hace difícil la obtención de crédito por parte de las empresas, ya sea porque la tasa de
interés se eleva bruscamente, ya sea porque los bancos restringen la oferta de dinero (credit crunch) . Si
esto ocurre en un contexto en que la tasa de ganancia está debilitada (entre otros factores por el aumento
de la relación capital/trabajo, por una presión alcista de los salarios que acompaña al auge, por trabas al
aumento de la productividad), la crisis se desata y la economía gira hacia la depresión. Lo explicado hasta
aquí demuestra, además, que el overtrading corresponde al auge, o mejor dicho, a la extensión artificial
del auge “más allá del punto medio del período de prosperidad”, y no puede ser confundido con el
estallido propiamente dicho de la crisis. 
Para que se entienda cuál puede ser la dinámica del overtrading, citemos un ejemplo que podríamos
llamar “clásico a lo Marx”, que ocurrió con la producción de estaño a mediados de la década de los
ochenta. Por aquellos años, hubo una caída de las ventas mundiales de estaño (esto es, una crisis de
sobreproducción del sector), y para mantener la rotación de sus capitales varios países productores
tomaron préstamos de grandes bancos internacionales. Estos préstamos se aseguraron contra el estaño.
Con esos fondos, cuando el precio del estaño caía por debajo de cierto piso en el mercado londinense, el
cártel salía a comprar estaño y mantenía el precio. Pero el estaño no se vendía, por lo cual los
productores llegaron a acumular stocks por el equivalente a nueve meses de ventas. Observemos, para el
argumento que desarrollamos luego, que en ese lapso los países productores no buscaban aumentar la
producción, sino mantener su nivel. Pero debido a que las ventas no se recuperaban, finalmente la
situación se hizo insostenible, el cártel suspendió sus compras, la cotización del estaño se hundió y los
bancos se encontraron con créditos que sólo podían recuperar haciéndose de estaño que no se podía
vender. El crédito entonces actuó como palanca de la sobreacumulación y especulación. Pero vemos
también que el sobregiro crediticio, aun en una sola rama, no puede prolongarse indefinidamente. 

La reproducción ampliada del capital en Marx

El otro elemento que necesitamos para analizar la posición de Juan Iñigo Carrera es repasar el
mecanismo básico de la reproducción ampliada del capital. Recordemos que el análisis de Marx se basa
en la idea de que a un valor producido le corresponde un poder de compra equivalente, en manos de los
capitalistas y los asalariados. La crisis se producirá no porque el poder de compra sea menor que el valor
producido, sino porque los capitalistas deciden, en determinado momento, no ejercer ese poder de
compra. En la reproducción ampliada del capital, y al margen de los intercambios que se realizan entre el
sector I (productor de medios de producción) y II (productor de medios de consumo), existen dos hechos
centrales: 
a) La producción de medios de producción, en el período considerado, debe ser superior a la cantidad de
medios de producción consumidos en ese período, a fin de que el capital pueda aumentar la inversión en
el período siguiente.
b) El gasto de los asalariados, y el consumo y la inversión de los capitalistas, agotan el producto (sumado,
por supuesto, lo que se destina a la reposición del capital constante consumido).
En el ejemplo numérico de Marx, y llamando t1, al primer período de rotación, tenemos: 
 5.500c + 1.750v + 1.750s = 9.000 (suma de los sectores I y II)
El capital constante consumido es 5.000, de manera que quedan 500 para la acumulación para el
siguiente período, t2. En este segundo período, cuando ya se realizó la acumulación de capital constante
y variable, tenemos: 
6.000c + 1.900v + 1.900 s = 9.800
De nuevo el capital constante consumido es menor que el capital constante producido, lo que habilita la
acumulación en el siguiente período, t3. Con esto Marx está demostrando que, en tanto los capitalistas
reinviertan o gasten en sus consumos la plusvalía, no hay motivo para la crisis. De manera que lo central
para explicar la crisis de sobreproducción es demostrar por qué los capitalistas pueden no querer
reinvertir la plusvalía. Esto significa que si hablamos de crisis crónica de sobreproducción, hay que
explicar por qué los capitalistas no quieren reinvertir la plusvalía (en la economía mundial considerada
como unidad), y además cómo valorizan durante décadas su capital a pesar de que no reinvierten la
plusvalía.

El argumento de Juan Iñigo Carrera

Analicemos ahora el argumento sobre la posibilidad de una reproducción ampliada del capital (crecimiento
durante años a una tasa de 3%), con sobreproducción crónica, financiada con endeudamiento. 
Supongamos que el producto mundial, en t1, es 
5.000 c + 1.000 v + 1.000 s = 7.000
Si no hay problemas de realización (de venta), al finalizar t1 el producto es 7000; si los capitalistas
consumen y gastan improductivamente 790, e invierten 210 para ampliar la masa de capital constante y
variable al comienzo del siguiente período, t2, al finalizar este período tendremos un producto igual a
7.210 (crecimiento del 3%): 
5.150 c + 1.030 v + 1.030 s = 7.210
Hasta aquí la economía mundial puede crecer, de un período anual al otro, el 3%. 
Introducimos ahora el supuesto de Juan Iñigo Carrera: existe una crisis de sobreproducción, que es
financiada por el crédito. Suponemos que existe un sector que llamamos capital dinerario, que posee en
forma líquida un valor equivalente a todo el valor nuevo creado durante el período, esto es, 2.000.
Supongamos ahora que al finalizar t1 en lugar de 7.000 se realiza un valor de 6.650, o sea, hay una caída
general de las ventas del 5%. El stock de mercancías sin vender es de un valor de 350. Al finalizar t1 los
capitalistas experimentan, entonces, una catastrófica caída de su tasa de ganancia, ya que sólo pudieron
realizar una plusvalía de 650. Ni siquiera pueden cumplir sus planes de consumo y gasto improductivo.
Todo indica que estamos en presencia de una crisis de sobreproducción “hecha y derecha”, pero aquí
interviene la “solución” que (Iñigo Carrera imaginó) está empleando hoy el capitalismo, a nivel mundial,
para arrastrar su “crisis crónica de sobreproducción” y crecer al mismo tiempo el 3% anual: los
capitalistas, explica, se endeudan. 
Sigamos entonces esta lógica. A pesar de que al finalizar t1 los capitalistas enfrentan una crisis de
sobreproducción, deciden tomar dinero en préstamo no sólo para mantener la rotación de sus capitales y
consumir, sino también para aumentar la escala de la inversión. Suponemos entonces que toman
prestado del fondo líquido 350 (a una tasa, supongamos, del 5% anual). Con este préstamo llevan a cabo
sus planes de reproducción del capital al comienzo del período, t2. ¿Qué sucede entonces? Pues,
sencillamente, que ahora se vacían los stocks, de manera que, al comienzo de t2 ya no hay crisis de
sobreproducción. Es que, al contrario de lo que piensa Juan Iñigo Carrera, la crisis de sobreproducción no
puede ser crónica en tanto los capitalistas decidan invertir la plusvalía, aumentando la contratación de
mano de obra y ampliando la escala de la producción. Si los capitalistas ejecutan sus planes al comienzo
del período, los mercados “se vacían”, los capitalistas realizan la plusvalía a partir de sus compras mutuas
(como le explica Marx), y están en condiciones de devolver los préstamos al fondo de capital dinerario.
Supongamos que lo hacen en los primeros 30 días de t2. Devolverán, entonces 351,46 transfiriendo así
una parte de la plusvalía al fondo de prestamistas. 
En definitiva, para que la economía en t2 pueda crecer el 3% tiene que haberse superado, lógicamente, la
crisis de sobreproducción. Sin embargo, dado que Juan Iñigo Carrera nos ha hablado de una crisis
“crónica” de sobreproducción, supongamos que al finalizar t2 nuevamente se produce una caída de las
ventas del 5%. En este caso tendríamos que el valor realizado es de 6.849,5; o sea: 
5.150 c + 1.030 v + 1.030 s = 6.849,5 (con un stock de mercancías sin vender por un valor = 360,5)
¿Qué hacen los capitalistas, según la tesis que analizamos? Pues de nuevo, y a pesar de la crisis de
sobreproducción, deciden pedir prestado por valor de 360,5 no sólo para mantener el capital, sino para
aumentar la inversión. Pero si obtienen los préstamos y ejecutan sus planes, al comienzo de t3 de nuevo
se habrá realizado todo el valor, y no tenemos crisis de sobreproducción. La acumulación no puede
producirse sin elementos materiales (medios de producción y de consumo) y, por lo tanto, la realización
del producto es obligada.
De esta manera los ciclos de “sobreproducción crónica financiados por capital especulativo” de que nos
habla Juan Iñigo Carrera se suceden, siempre, con los capitalistas enfrentando crisis de sobreproducción,
que se solucionan a partir de la decisión de los mismos capitalistas de seguir ampliando la inversión.
Finalmente la única diferencia con respecto al esquema de reproducción “puro” de Marx es que existe un
fondo que financia una parte creciente de la reproducción. En el límite, esto puede dar lugar a que el
capital dinerario pase a tomar parte, formalmente, de la dirección de las empresas. Pero, desde el punto
de vista teórico y práctico, nada se ha modificado en lo sustancial: el pago de los intereses es posible
porque se produce plusvalía; el valor y el plusvalor siguen teniendo su fuente en la mano de obra
explotada y, como ha demostrado Marx, en tanto el capital decida ejercer el poder de compra, o sea,
gastar la plusvalía, la crisis se supera. Lo único a que obliga la explicación de Juan Iñigo Carrera es a
introducir la hipótesis –contraria a toda lógica y a la realidad- de que los capitalistas deciden aumentar la
inversión en medio de las crisis “crónicas” de sobreproducción. Y para colmo a suponer que esto ha
venido sucediendo a lo largo de más de dos décadas, a escala mundial, de manera regular. 

La realidad del capital especulativo siempre creciente

La tesis que sostiene que el capital puede desplazar a lo largo de décadas una crisis de sobreproducción
mediante el endeudamiento refleja, en esencia, una concepción fetichista del crédito y/o el gasto fiscal,
financiado mediante el endeudamiento público. Es fetichista porque atribuye al crédito propiedades que
éste no tiene. El crédito es esencial al sistema capitalista y puede convertirse, temporalmente (como
hemos visto) en una palanca de la sobreacumulación. Pero no puede, por sí mismo, postergar durante
décadas y décadas y a escala mundial, el estallido de la crisis. Aclaremos, al pasar, que tampoco el gasto
fiscal puede sacar a la economía de la crisis (a través del multiplicador keynesiano), una vez que ésta ha
estallado. Las inyecciones de gasto público, en medio de una crisis de sobreproducción, pueden disminuir
temporalmente la acumulación de mercancías sin vender. Pero si los empresarios deciden no reinvertir
productivamente los ingresos provenientes de estas ventas, el efecto multiplicador del gasto público es
nulo. Los empresarios pueden, por ejemplo, utilizar el flujo de caja para achicar su deuda con los bancos.
Estos últimos pueden, a su vez, utilizar estos ingresos para aumentar sus encajes líquidos ante el temor
de que se produzcan corridas contra los depósitos. Insistimos, la dinámica de la crisis dependerá, en lo
esencial, de las decisiones de invertir, o no, de los capitalistas. El caso de Japón, durante la década de
los noventa, es ilustrativo al respecto. En esa década la economía japonesa padeció una larga depresión
–crecimiento nulo o negativo durante muchos años- a pesar de gigantescas inyecciones de gasto estatal
(en estos momentos el déficit público acumulado equivale a casi el 90% del PBI) y del crédito barato que
se puso a disposición de las empresas.
Volviendo ahora a la tesis de Juan Iñigo Carrera, sobre el rol del endeudamiento de las empresas,
terminemos esta breve explicación con algunos datos. Según el BIS (Informe anual 2005), y después de
más de dos décadas de “sobreproducción crónica financiada con deuda”, como supone el autor, la deuda
de las corporaciones no financieras de Estados Unidos, en 2004, era apenas superior al 2,5% del PBI. En
el área del euro, no llegaba al 2%. En Japón las empresas se financiaban, en promedio y después de la
larga crisis, con los flujos de cash propio. Por otra parte, la ratio deuda/capital accionario de las empresas
de Estados Unidos estaba al nivel de 1990, el 125%. En la zona del euro estaba por debajo del 100%,
mientras que en Japón había descendido al 50%. El pago neto de intereses de las empresas privadas no
financieras, como % del flujo de cash del total de sus operaciones era, en 2004, en Estados Unidos, de
aproximadamente el 10%, el nivel de 1997 (luego de haber tocado un pico, durante la recesión de 2001,
del 17%). En el área del euro era menor, de aproximadamente el 7%, y en Japón del 5%. Son evidencias
que no encajan con los argumentos de Juan Iñigo Carrera. 

Conclusión y una consideración política

Hemos demostrado que los dos argumentos que se esgrimieron para negar la realidad del crecimiento
capitalista mundial, durante las dos últimas décadas, no tienen sustento teórico ni empírico. De todas
maneras, la tesis “catastrofista” en la izquierda goza de una innegable popularidad. Personalmente, opino
que esta tesis está en la base de muchos análisis equivocados de la situación política y que estas
hipótesis, a su vez, dan pie a tácticas y estrategias equivocadas (como la agitación permanente de
consignas que llaman a iniciar ya la transición al socialismo). Por otra parte, estos postulados encierran
una visión pesimista sobre las posibilidades de la revolución proletaria (si las fuerzas productivas están, a
largo plazo, al mismo nivel, la clase obrera no crece como fuerza social) y de la construcción futura del
socialismo (si la producción de la riqueza material no aumenta, la futura revolución sólo podrá socializar la
miseria). Sin embargo, hay que encontrar una razón de ser a la tenaz persistencia del enfoque
catastrofista. Aventuro, como hipótesis, que el catastrofismo se adopta a partir de una decisión política.
Esto es, a la inversa de lo que indicaría una lógica de materialista –el programa político se decide a partir
de un análisis de las relaciones de fuerza entre las clases y de la situación objetiva que atraviesa el
capitalismo- se adopta una lógica voluntarista (idealista), en que la táctica está decidida a priori y el
análisis de la situación, económica y política, se deduce en consecuencia. De esta manera, la tesis
catastrofista, en lugar de un análisis, pasa a convertirse en consigna, 

Organizada en el marco de las V Jornadas de Investigación Histórico-Social de Razón y Revolución, del


16 al 18 de diciembre de 2005. 

Agreguemos que en 2004 la economía mundial creció un 5%, y en 2005 lo haría en, por lo menos, un
4%. 

Marx, Kart, El Capital, Siglo XXI, 1999, t. III, vol. 7, p. 628. 

Idem, t. III, vol. 6, p. 106

Por ejemplo, en la última recesión en Estados Unidos, en 2001, la suba de la tasa de interés se reflejó en
el aumento de los spreads (las diferencias con respecto a las tasas de referencia) que pagaban las
empresas con peor calificación crediticia en los mercados monetarios; es interesante destacar que los
spreads subieron a pesar de la política de la FED, que impulsó la baja de la tasa de referencia (la
interbancaria).  

Por gastos improductivos consideramos todos los gastos que pueden ser necesarios para la reproducción
del capital, pero no están destinados a la generación directa de plusvalor. Por ejemplo, el pago de
empleados de comercio (en la medida que se dedican sólo a la metamorfosis del valor), de trabajadores
del sector financiero, de gastos estatales, y similares.

También podría gustarte