Está en la página 1de 6

1.

Introducción

Cuando se afirma que el derecho penal es la reacción del Estado frente a la comisión de un delito
(ius puniendi), entendemos que esta reacción punitiva parte de identificar la acción humana como
primer elemento del delito y la interacción de esta con el hecho que describe el tipo penal,
concatenándose un primer momento del denominado juicio de tipicidad. Así las cosas, también
será necesario determinar los factores que hacen del comportamiento humano una acción
penalmente relevante. Si la constatación de esta acción humana como punto de referencia inicial
sirve para adoptar una noción de infracción penal, se constituye en el primer paso para su
configuración. (Zaffaroni, 2000, p. 57)

Lo anterior alude a que el delito no es únicamente la identificación de un accionar, sino que este,
luego de haberse identificado, deberá también de concurrir simultáneamente con los demás
elementos del delito; lo que no evita que al momento de estudiar este primer elemento se deba
dar respuestas a cuestiones esenciales, como por ejemplo, a aquella interrogante que surge
respecto a cómo debe ser concebida la acción como primer elemento del delito; cómo debe
comprenderse ante una omisión. En su momento dado, esto originó toda una contienda
doctrinaria que terminó en la distinción de las teorías de la acción como causalismo, finalismo y
funcionalismo.

2. Concepto de acción

A partir de la acción, se configura la imputación de un delito. Dado que se trata de un elemento


sobre el cual recae el estudio del tipo, la antijuridicidad y la culpabilidad, resulta necesario un
concepto de acción al que puedan incorporarse como atributos estos elementos, ello por razones
gramático-constructivas. (Jescheck y Weigend, 2002, p. 234)

Acción es la conducta voluntaria que consiste en un movimiento del organismo destinado a


producir cambios, o la posibilidad, en el exterior del mundo, de vulnerar una norma prohibitiva
que está dirigida a un fin u objetivo. (Welzel, 1987, p. 53)

El Código Penal no ofrece un concepto de conducta, por el contrario, hace uso de una variada
terminología, ya que, tanto la doctrina penal nacional como la jurisprudencia utilizan también una
serie de términos. Resulta evidente que el legislador latinoamericano no se decidió por elaborar
un concepto jurídico-penal de acción. Por ello, podemos encontrar sinónimos como «acciones y
omisiones», «hecho», «acto», «conducta» y «comportamiento». (Velásquez, 2002, p. 228)

En palabras del maestro Tavares, la acción es toda conducta consciente y materializada como
expresión de la realidad humana práctica; entendiéndola de esta forma, podemos enunciar que
los delitos dolosos son procesos de comunicación en los que el autor quiere alcanzar un objetivo,
conduce su actividad en torno a ese objetivo y proyecta su pretensión mediante la materialización
de su voluntad, por tanto, es una conducta consciente y volitiva. El autor afirma también que, en
los delitos imprudentes, el sujeto es consciente frente a la existencia de objetos representados por
las normas de cuidado que debería mantener durante una actividad determinada. Finalmente,
para Tavares, en los delitos de omisión, la actividad omisiva también supone una actividad volitiva,
pues el objeto de referencia en este tipo de delitos puede darse tanto en la infracción de una
norma o en una actividad que, pudiendo realizarla, no lo hace. (2003, p. 325)

A partir del concepto de conducta, el legislador identifica cuatro formas básicas de imputación:
delitos de comisión dolosos y culposos y delitos de omisión dolosos y culposos. Así lo señala el
artículo 11 de nuestro Código Penal:

Artículo 11.- Delitos y faltas

Son delitos y faltas las acciones u omisiones dolosas o culposas penadas por la ley.

2.1. Elementos de acción

La acción del delito se encuentra conformada, a su vez, por estos elementos:

i) La manifestación de la voluntad (impulso volitivo), que se traduce en un movimiento, en una


conducta temporal externa o en una actuación del agente.

ii) El resultado, que podemos definir como el efecto externo de la acción que el derecho penal
califica para reprimirlo y el ordenamiento jurídico tipifica para sancionarlo, y que consiste en la
modificación introducida por la conducta criminal en el mundo exterior (por ejemplo, robo,
incendio) o en el peligro de que dicha alteración se produzca. Se trata, pues, de un efecto de
modificación verificable del mundo exterior y, al mismo tiempo, trascendente en el ámbito penal.
Asimismo, cabe resaltar que esto sucede solo en aquellos delitos materiales.

iii) La relación de causalidad entre la manifestación de la voluntad y el resultado, puesto que, si


existe tal, se sigue el supuesto criminal hasta la responsabilidad penal; si no hay relación, se
suspende el seguimiento del supuesto porque no hay acción. Por ejemplo, hay relación cuando
alguien dispara y mata o cuando alguien arroja un animal feroz a otro; en ambos casos se comete
el delito de homicidio. (Almanza y Peña, 2014, p. 104)

2.2. Superación del causalismo

Al limitar la definición de conducta humana como aquella acción con evidente verificación de su
alteración sobre el mundo exterior, tal y como es abordada en la clasificación anterior, parecería
que nos remontamos a la teoría causalista. Sin embargo, para esta teoría desfasada, únicamente
los hechos delictivos comprobables eran delito; y fue precisamente por este enunciado que la
teoría causalista encontró su final al no poder explicar la tentativa. Actualmente, encontramos
más elementos que solamente verificar la acción (conducta humana). Asimismo, hoy en día existe
una clara distinción entre delitos materiales y aquellos delitos que no requieren de dicha
verificación, por ejemplo, los delitos de peligro.

3. Ausencia de acción

En palabras de Bacigalupo, el obrar no dependiente de la voluntad del hombre no es acción. Por


tal razón, no hay delito cuando media fuerza irresistible, acto reflejo, estados de inconsciencia o
situaciones ajenas a lo patológico, impresión paralizante, estado de necesidad (legítima defensa).
(1996, p. 7)

3.1. Fuerza irresistible

Nuestro Código Penal regula esta figura en el inciso 6 del artículo 20. Allí excluye de
responsabilidad al que «obre por una fuerza física irresistible».

Esta figura ya se encontraba contemplada en el derecho romano y en el derecho común con el


nombre de vis physica, por tanto, podemos definirla como aquella fuerza que imposibilita desde
todo punto al sujeto para moverse (o para dejarse de mover), lo que la distingue del miedo
insuperable. En este sentido, el sujeto posee una voluntad libre, aunque coartada en el ejercicio
de su libertad. Según Bramont-Arias, la fuerza física irresistible puede provenir de la naturaleza o
de un tercero, lo que ocasiona que el agente activo actúe sin capacidad para controlar el
movimiento motriz de su cuerpo; lo importante es que produce que una persona actúe sin
capacidad de control. Esta fuerza física irresistible debe ser absoluta, es decir, el sujeto no debe
tener la posibilidad de actuar de otra forma. (2000, p. 22)

Para Zaffaroni, el concepto de fuerza irresistible también es de suma importancia para el derecho
penal, ya que supone que le quita de forma total el elemento de la voluntariedad a la conducta
humana de la persona; lo que denomina vis physica. Y, al entenderse esto, puede determinarse
que el individuo no ejecuta una acción. Puede, por tanto, ocurrir un hecho típico, antijurídico y
penado en el derecho positivo, pero no podemos afirmar que se configura una acción humana. De
esta forma, se arruina la cadena simultánea y secuencial en la que deben concurrir los elementos
del delito, esto por no existir el primer elemento: la conducta o acción humana. (2000, p. 159)

3.1.1. Ejemplo práctico

Por ejemplo: Se produce un terremoto y las personas que viven en un edificio pugnan por salir, al
llegar a las escaleras, una resbala y cae sobre otra y la mata; en este caso, el sujeto que resbaló
actuó con fuerza física irresistible (el temblor), por lo que no habría una acción. De igual modo
sucedería en el supuesto en el que si A empuja a B para que impulse a C, que se encuentra en el
borde de un barco y, efectivamente, C cae y muere, A responde por la muerte de C, mientras B
solo fue víctima de una fuerza irresistible (empujón) producido por A. (Almanza y Peña, 2014, p.
108)
Es penalmente responsable el sujeto que se coloca voluntariamente (de forma intencional o
imprudente) al alcance de los efectos de una fuerza física irresistible proveniente de la naturaleza
o de la fuerza de un tercero (actio libera in causa). (Luzón, 1999, p. 278)

3.2. Movimientos o actos reflejos

Los movimientos reflejos no están controlados por la voluntad. «El cuerpo de la persona reacciona
al estímulo del exterior que recae sobre esta, sin injerencia de la voluntad de aquel, puesto que es
recibido por los centros sensores del cuerpo, lo que ocasiona que sean exteriorizados por los
centros motores del cuerpo, sin transitar por los centros volitivos». Ejemplo: Un sujeto efectúa un
movimiento brusco al tocar una conducción eléctrica, producto de lo cual hiere a otra persona.
(Muñoz, 2002, p. 219)

3.2.1. Ejemplo práctico

Otro ejemplo sucede cuando el sujeto está bajo una paralización momentánea, sea por impresión
física o psíquica, como sucede en el deslumbramiento. Nuestro Código Penal no contempla
apartado alguno referido a los actos reflejos. Al respecto, consideramos innecesario que lo haga,
ya que los movimientos reflejos no constituyen delitos porque no son acciones ni omisiones
sancionadas por la ley.

3.3. Estado de inconsciencia

La inconsciencia excluye la acción. En este supuesto, sucede que se presente una total ausencia de
las funciones mentales, por lo que se configura una ausencia plena de la acción. Los supuestos que
se suelen considerar al momento de postular este estado son el sueño, el hipnotismo, la epilepsia,
la ebriedad alcohólica absoluta, los sueños profundos producidos por narcóticos, etc.

3.3.1. Ejemplo práctico

En nuestro ordenamiento jurídico nacional, el ejemplo más claro de este tipo de inconsciencia se
ejemplifica en el supuesto de ebriedad alcohólica, la cual debe de ser absoluta, pues solo así
ayudará a disipar claramente la culpabilidad. Pero sí es responsable el sujeto que se colocó
intencional o imprudentemente en la situación de inconsciencia para causar un resultado lesivo.
Ejemplo: el que intencionalmente se embriaga hasta dormirse para incumplir un deber. Estos
casos pueden ser resueltos a través de la teoría de la actio libera in causa. (Bramont-Arias, 2000, p.
351)

4. Concepto de omisión

En general, el derecho penal contiene tanto normas prohibitivas como normas imperativas: en las
primeras, las conductas que las infrinjan consistirán en un hacer; en las segundas, las conductas
que las afecten consistirán en un no hacer la acción que la norma ordena.
La diferencia entre acción y omisión va a depender del criterio valorativo de los objetos de
referencia que utilicemos para analizar la conducta humana. Así, lo que nos interesa ahora son las
normas imperativas que contienen mandatos determinados que ordenan acciones y cuya
infracción constituye la esencia de los delitos de omisión. Por consiguiente, detrás de un delito de
omisión siempre existirá un mandato determinado. (Jescheck y Weigend, 2002, p. 648)

La omisión es el delito o falta consistente en la abstención de una actuación que constituye un


deber legal, como la asistencia a menores incapacitados o a quien se encuentra en peligro
manifiesto y grave. Es el comportamiento voluntario de no hacer algo que el ordenamiento
jurídico indicaba que el sujeto hiciera. Por lo tanto, con su accionar, mediante este tipo de acción
negativa u omisión, se encuentra vulnerando una norma imperativa. (Muñoz, 2002, p. 237)

Por su parte, el derecho penal peruano reconoce la diferencia entre acción y omisión, puesto que,
así como existen imputaciones dolosas e imprudentes que se realizan por comisión, también
existen estructuras de imputación omisivas. Este último tema es de gran interés y debate al ser
muy controvertido, además, es materia de estudio de la tipicidad como elemento del delito.
(Jakobs, 2005, p. 215)

6. Conclusiones

En el estado actual de nuestro ordenamiento jurídico en materia penal peruano, solo la persona
humana es capaz de actuar. Por ello, no cualquier actividad es susceptible de ser calificada como
conducta penalmente trascendente; carecen, por tanto, de esta capacidad los animales y las cosas,
ya que estos se encuentran delimitados como objetos de conductas, como también se encuentran
excluidos los fenómenos de la naturaleza. (Tavares, 2003, p. 207)

La acción es el primer elemento del delito y se define como aquella conducta humana penalmente
relevante sobre la cual concurrirán, de manera concatenada y simultánea, todos los demás
elementos del delito. Este elemento comprende una doble acepción, en primer término, como
acción propiamente dicha; y en segundo, como omisión. Dentro de esta última se encuentra la
llamada comisión por omisión.

El criterio diferenciador entre los delitos de omisión pura y de comisión por omisión radica en que
en este último no responde a exigencias de solidaridad comunes a todo ciudadano, sino que, en
este tipo de omisión, el sujeto activo asumió, además, la custodia de determinado bien jurídico, y,
así, quedó a cargo de velar por este, adquiriendo entonces el deber de evitar un resultado
(posición de garante), sumado a una exigencia normativa (cláusula de correspondencia).

Bibliografía

Almanza, F. y Peña, O. (2014). Teoría del delito. Manual práctico para su aplicación en la teoría del
caso. Lima: APECC.
Bacigalupo, E. (1996). Manual de derecho penal. Parte general. Bogotá: Temis.

Bramont-Arias, L. (2000). Manual de derecho penal. Parte general. Valencia: Tirant lo Blanch.

Cavero, P. (2019). Derecho penal. Parte general. Lima: Ideas.

Jakobs, G. (2005). Actuar y omitir. En Guillermo Yacobucci, Los desafíos del derecho penal en el
siglo XXI. Libro Homenaje al profesor doctor Günther Jakobs. Lima: Ara.

Jescheck, H. y Weigend, T. (2002). Tratado de derecho penal. Parte general. Granada: Comare.

Luzón, D. (1999). Responsabilidad penal de las empresas y responsabilidad penal por el producto.
Barcelona: J. M. Bosch Editor.

Mir, S. (2002). Derecho penal. Parte general. Barcelona: Reppertor.

Muñoz, F. (2002). Derecho penal. Parte general. Valencia: Tirant lo Blanch.

Tavares, J. (2003). Algunas reflexiones sobre el concepto comunicativo de conducta. En Manuel


Jaén (Dir.), Sistemas penales iberoamericanos: Libro homenaje al profesor Dr. D. Enrique
Bacigalupo en su 65 aniversario. Lima: Ara.

Velásquez, F. (2002). Manual de derecho penal. Parte general. Bogotá: Temis.

Welzel, H. (1987). Derecho penal alemán. Santiago: Editorial Jurídica.

Zaffaroni, E. (2000). Manual de derecho penal. Buenos Aires: Ediar.

También podría gustarte