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En el capítulo primero Kant empieza diciendo que lo que es bueno o malo no son

nuestros actos sino la misma voluntad. Sólo la voluntad es buena: incluso podemos
hacer actos buenos pero movidos por una mala voluntad. O sea que lo que interesa
es la buena voluntad más que el acto mismo. Dice Kant: “la buena voluntad no es
buena por lo que efectúe o realice, no es buena porque alcanza algún fin que nos
hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma”.
Osea no interesa el qué sino el cómo: no interesa cuál fin persigamos con nuestros
actos, sino cómo buscamos alcanzarlo, y esto último puede hacerse con mala
voluntad o con buena voluntad. Comenzamos a ver entonces aquí la independencia
de la ética de la experiencia.
En relación con esto habla también Kant del “deber”: el hombre no debe proceder
por inclinación (hacia tal o cual fin) sino simplemente por “deber ”. Por ejemplo el fin
puede parecer bueno (por ejemplo hacer una donación al hospital) pero encubre un
fin egoísta (la persona sabe que proximamente será atendida en ese hospital). Para
Kant entonces obrar bien no es perseguir una finalidad, sino simplemente actuar
por deber, independientemente de las circunstancias. Así, dice Kant: “una acción
hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito que se quiere alcanzar,
sino en la máxima por la cual se rige dicha acción; no depende pues, de la realidad
del objeto de la acción, sino meramente del principio del querer ”.
Obrar bien es respetar una ley, no perseguir determinado fin considerado bueno:
“el deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley”, dice Kant.
El problema que se presenta ahora es averiguar cuál es esta famosa ley que hace
que, si la respetamos podamos decir que nuestra voluntad es buena en forma
absoluta y sin restricciones. Esta ley dice lo siguiente: “tengo que obrar siempre de
manera tal que mi máxima deba convertirse en ley universal ”. Por ejemplo si yo
hago una promesa que sé que no voy a cumplir, y quiero saber si esto está bien o no
moralmente hablando, me tengo que preguntar ¿qué pasaría (ley universal) si todos
hiciéramos lo mismo? Pasaría que nadie le creería a nadie y entonces mi obrar de
ese modo sería inútil, ridículo. Concluyo por tanto que obré mal. Según Kant
entonces yo lo que me tengo que preguntar es esto: “¿puedo creer que mi máxima
se convierta en ley universal? Si no es así, es una máxima reprobable, y no por algún
prejuicio que pueda ocasionarme a mí o a otro, sino porque no puede convenir,
como principio, en una legislación universal posible”.
En suma: no debe obrarse según necesidades e inclinaciones (necesidades del
momento, inclinaciones humanas naturales), sino según el principio a priori antes
explicitado.
 
En el capítulo segundo empieza recordando Kant que, cuando obramos de tal o cual
manera, debemos hacerlo por deber y no atender a la finalidad del obrar. La
verdadera moral no se funda en la experiencia sino en el principio universal a priori.
O sea hay que fundar la teoría de las costumbres (ética) en la metafísica, y recién
luego hacer dicha ética popular, al alcance de todos.
Así, dice Kant que “todos los conceptos morales tienen su asiento y origen,
completamente a priori, en la razón, y tanto en la razón más vulgar como en la
más  preparada, pues ese principio universal que nos ofrece la razón es común a
todos los hombre.”.
El principio que hemos indicado (“debo obrar siempre de tal forma que mi máxima
deba convertirse en ley universal”) es un imperativo, pues ordena como obrar. Pero
no es un imperativo hipotético (cumple con este principio porque así serás feliz, o
cualquier otro fin) pues el imperativo hipotético impone una condición (un fin): el
imperativo al que se refiere Kant no es hipotético sino categórico (hay que cumplirlo
sin ninguna condición: hay que actuar así y punto, y no para perseguir alguna
finalidad). El imperativo categórico es propio de la moralidad.
El principio antes mencionado, también llamado imperativo categórico, vale tanto
para los deberes con uno mismo como para con los  deberes con los demás. En
estos casos el principio será siempre el mismo, pero tendrá esta forma de
expresión: “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en
cualquier otra, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un
miedo”.
Por ejemplo si pienso en suicidarme y me suicido, obro mal, pues me estoy usando a
mí mismo como un medio para obtener un determinado propósito (el propósito del
suicida), y la humanidad es un fin en sí mismo, no un medio-para-
En suma, la voluntad es buena cuando se rige por una máxima que, al ser
transformada en ley universal, no puede nunca contradecirse (recordar el ejemplo
de la promesa que sé que no cumpliré). Consiguientemente la voluntad no depende
de fines, inclinaciones hacia las cuales tender, no depende de leyes ajenas a ella, es
decir, no es heterónoma. Es autónoma pues se rige por su propia ley, que es el
principio universal autoimpuesto.

Para Kant: la libertad no refiere a nuestra capacidad de hacer lo que se nos da la gana,
sino, por el contrario, se refiere a nuestra capacidad de obedecer los dictados del deber
moral (la necesidad de una acción por respeto a la ley universal), dictados que muchas
veces van precisamente en contra de nuestras ganas.

Para Kant la libertad significa NO estar encadenados a nuestras inclinaciones naturales o a


nuestro programa genético. Lo logramos a través de la razón usando el deber moral (la
obligación de actuar de acuerdo con la ley moral) siguiendo el estándar de universalidad
(hacer lo que debemos hacer)

Con esta libertad se lograría un mundo nuevo, en el cual los miembros más débiles de la
especie no están condenados a sufrir como lo dicta la ley de la selección natural

Entonces para Kant no somos libres cuando hacemos lo que nos da la gana, ser libre es
poder desobedecer a nuestras ganas o a nuestras inclinaciones naturales (programa
genético) y seguir los dictados de la razón.

Si una persona actúa de acuerdo con principios éticos universales en el presente, su


acción puede inspirar a otros a seguir su ejemplo y actuar de manera similar en
situaciones similares en el futuro.

Según Kant una acción realizada por deber puede impactar el futuro de la
humanidad a través del imperativo categórico, una regla moral universal que se
aplica universalmente a todas las acciones humanas. Este imperativo establece
que una acción es moralmente correcta si se puede convertir en una ley universal
sin contradicciones. Al actuar por deber y seguir el imperativo categórico, se
promueve una ética basada en la razón y justicia. Esto puede inspirar a otros a
seguir el mismo principio moral, generando un efecto en cadena que mejora las
relaciones humanas y la cooperación en la sociedad. A largo plazo, esto puede
conducir a un mundo más justo y próspero para las generaciones futuras.

Máxima. Expresión de la Intención detrás de la acción.

Virtud. Disposición a cumplir con el deber moral, a través de la practica de la ley universal.

Para que una acción sea moralmente buena su máxima debe ser universable.

la felicidad es el resultado de una vida virtuosa y ética.

Las virtudes éticas y las virtudes morales:

Las virtudes éticas se refieren a las cualidades personales que son necesarias
para llevar una vida virtuosa, como la honestidad, la integridad y la
tolerancia.

Las virtudes morales se refieren a las disposiciones de la voluntad necesarias


para cumplir con el deber moral de manera constante y sin desviaciones.

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