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APUNTES DE CLASES DEL PROF.

JOSÉ LUIS GUZMÁN DÁLBORA

LECCIÓN ANEXA:
TORTURA, APREMIOS ILEGÍTIMOS Y OTROS TRATOS CRUELES,
INHUMANOS O DEGRADANTES

Vamos ahora a la consideración de la tortura, los apremios ilegítimos y otros tratos crueles, inhumanos o
degradantes que lo teníamos pendientes, en los arts. 150 A a 150 F. Esto no está en el Programa porque es fruto
de la reforma de la Ley N° 20.968, de finales del año 2016.
Es importante que su lugar sea al concluir los delitos contra la seguridad individual, pese a que el Código
penal chileno conoció siempre el delito de tortura, el art. 150 n° 2 preveía la imposición de tormentos a personas
detenidas, solo que allí estaba previsto como una forma agravante la infracción de las disposiciones relativas a la
detención o prisión.
1) Evolución histórica
El año 1998 el Código tiene la primera reforma en esta materia por la Ley N° 19.567, que fue una buena
reforma, que modificó el delito del art. 150 n° 2, lo trasladó a los arts. 150 A y B, pero conservándolo como un
delito propio de empleados públicos y cometido contra una persona privada de su libertad, regulando además
como una hipótesis agravada, preterintencional el que como consecuencia de la aplicación de tormentos, resultare
lesiones graves o la muerte del paciente, pero como delito preterintencional, porque el art. 150 A exigía que ello
fuese imputable a imprudencia o negligencia del empleado público, no como una calificación por el resultado que
estaba en la redacción original del Código.
Además, el art. 150 B, en la reforma del año 98’, previó la participación punible de civiles, no de
empleados públicos, lo que era necesario, porque la aplicación de tormentos es delito especial propio, sin
correspondencia con uno común, no existe el delito de tortura perpetrado por particulares.
El año 1988, la dictadura militar o cívico militar había aprobado, aunque con importantes reservas, la
Convención contra la tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes, de 1894 y, la Convención
interamericana para la prevención y represión de la tortura, de 1895. Lo que ocurre es que la reforma legal que fue
importante en esta materia, no se atuvo a esos documentos internacionales y tipificó este delito con una redacción
mucho más congruente con la economía interna de nuestro Código, respecto el derecho interno.
La gran novedad la ha venido a aportar la Ley N° 20.968 del año 2016, que reconfiguró completamente el
delito de aplicación de tormento a detenidos y lo llama ahora tortura, y añadió un delito nuevo en el art. 150 B,
que es la aplicación de apremios ilegítimos o tratos crueles, inhumanos o degradantes por empleados públicos,
apremios, en fin, que no sean constitutivos de tortura.
2) Sujeto pasivo
La mayor diferencia entre la actual tortura del art. 150 A y la antigua del viejo articulo 150 A, radica o
reside en el paciente del delito. Antaño se siguió la línea histórica, el sujeto pasivo del delito de tortura debía ser
una persona privada de su libertad, hoy esto no es imprescindible y lo revela la agravación específica del art. 150
C.
Art. 150 C.En los casos previstos en los artículos 150 A y 150 B se excluirá el mínimum o el grado mínimo de la
pena señalada, según corresponda, al que torture a otro que se encuentre, legítima o ilegítimamente, privado de
libertad, o en cualquier caso bajo su cuidado, custodia o control.

Pudieran ser, por ejemplo, niños de un hogar de menores.


3) Bien jurídico ofendido
Esto de que, en principio, la irrogación de tortura podría afectar a una persona que no está privada de su
libertad, lo que es muy extraño con toda la historia de la tortura, tiene consecuencias enormes en materia de bien
jurídico. El bien jurídico ofendido ya no puede ser más, desde el año 2016, la libertad personal del paciente,
porque la persona podría no estar privada de su libertad, tampoco su integridad moral como pretexta el Código
penal español, que reguló la aplicación de tortura, apremios y tratos inhumanos y degradantes dentro de su
capítulo de los delitos contra la integridad moral, pero resulta que integridad moral no es un bien jurídico, la
integridad moral es un sinónimo de la dignidad humana, que es un valor puro.
GUZMÁN DALBORA piensa que el bien jurídico que ofenden estos delitos, desde luego el art. 150 A, es la
seguridad individual, la incolumidad del estatus jurídico personal se ve gravemente lesionada aquí por el obrar del
empleado público, en definitiva del Estado, porque es el Estado el primerísimo gravante de la seguridad de las
personas.
Es como escribe JEAN AMÉRY, en su famoso alegato en contra de la tortura, que es autobiográfico, porque
AMÉRY fue torturado por la Gestapo en Bélgica, y lo recuerda MAIHOFER en el libro más famoso “Relación entre
dignidad humana y estado de derecho”.
Lo que siente perdido y está objetivamente perdido el torturado desde el primer golpe que el recibe es el
amparo de terceros, se siente desamparado, porque es el propio Estado el que debiera velar por su amparo el que
lo está torturando.
4) Concepto legal de tortura
El concepto legal de tortura tiene una interpretación auténtica contextual en los incisos segundo y tercero
del articulo 150 A.

Art. 150 A.El empleado público que, abusando de su cargo o sus funciones, aplicare, ordenare o consintiere en
que se aplique tortura, será penado con presidio mayor en su grado mínimo. Igual sanción se impondrá al
empleado público que, conociendo de la ocurrencia de estas conductas, no impidiere o no hiciere cesar la
aplicación de tortura, teniendo la facultad o autoridad necesaria para ello o estando en posición para hacerlo.
La misma pena se aplicará al particular que, en el ejercicio de funciones públicas, o a instigación de un empleado
público, o con el consentimiento o aquiescencia de éste, ejecutare los actos a que se refiere este artículo.
Se entenderá por tortura todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos
graves, ya sean físicos, sexuales o psíquicos, con el fin de obtener de ella o de un tercero información, declaración
o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se le impute haber cometido, o de intimidar o
coaccionar a esa persona, o en razón de una discriminación fundada en motivos tales como la ideología, la opinión
política, la religión o creencias de la víctima; la nación, la raza, la etnia o el grupo social al que pertenezca; el
sexo, la orientación sexual, la identidad de género, la edad, la filiación, la apariencia personal, el estado de salud o
la situación de discapacidad.
Se entenderá también por tortura la aplicación intencional de métodos tendientes a anular la personalidad de la
víctima, o a disminuir su voluntad o su capacidad de discernimiento o decisión, con alguno de los fines referidos
en el inciso precedente. Esta conducta se sancionará con la pena de presidio menor en su grado máximo.
No se considerarán como tortura las molestias o penalidades que sean consecuencia únicamente de sanciones
legales, o que sean inherentes o incidentales a éstas, ni las derivadas de un acto legítimo de autoridad.

Este concepto va más allá, es más extenso que el de la Convención de la ONU sobre la tortura, porque
según el documento de la ONU, es tortura el acto que irroga intencionalmente sufrimientos graves, físicos o
mentales pero con una finalidad, que es obtener del atormentado o de un tercero una información o confesión,
castigarla por un acto que haya cometido o intimidar o coaccionar a una persona por cualquier razón basada en
una forma de discriminación. Ese concepto, que es el concepto de la Convención, se corresponde con la noción
técnica e histórica de la tortura, la tortura que denunciaron y criticaron en el S. XVII VERRI, BECCARIA, los
grandes enemigos de la tortura y sobre la que versa además el excelente estudio preliminar de la obra de VERRI en
castellano de RIVACOBA en 1977 en Chile, cuando se torturaba a gran escala en nuestro país.
Aunque claro, históricamente hablando, la tortura consistía en causar sufrimiento solo físico para obtener
contra la voluntad del atormentado la confesión de un delito, la delación de quienes lo cometieron o purgar la
infamia inherente al delito, esa era la tortura histórica, que además estaba regulada en el proceso penal de la
inquisición hasta el S. VIII.
Pero el concepto que tiene el Código penal es más amplio, desde luego recoge, de la tradición de la
convención internacional, la irrogación de sufrimientos psíquicos. Esta es una novedad aportada por la tortura del
S. XX y no solamente la tortura utilizada por los totalitarismos, el rojo y el negro, el soviético y el nazi, sino la
tortura que fue utilizada en la guerra por los franceses, realmente ahí mostraron la brutalidad sin nombre del
Estado francés. Ellos inventaron la parrilla eléctrica y las torturas de corte psicológico, que fueron desarrolladas a
gran escala y después importadas a las dictaduras latinoamericanas, que se basaron en los métodos y la ideología
de la seguridad nacional de la guerra en Francia, de la guerra de Argelia.
En el Código penal chileno, además, ese elemento subjetivo del injusto para obtener una confesión, la
delación de un delito, es irrelevante, lo que el Código exige es que el sufrimiento sea grave. Este es un elemento
del juicio cognitivo de difícil precisión, aunque es usado por la jurisprudencia internacional de derechos humanos
y como dice, por lo demás, la Corte Europea de Derechos Humanos, requiere considerar las circunstancias del
caso, para saber si el sufrimiento del caso efectivamente es grave.
Por ejemplo, la clase de maltrato, la duración de maltrato, los efectos del mismo, la edad del torturado, su
sexo, su estado de salud, todas estas circunstancias, como dice JEAN AMÉRY, quien recuerda en esto que no es
igual la resistencia en el sentido físico que la resistencia en el sentido psicológico. En esto no hay que
confundirnos, porque en la historia contemporánea de la tortura ha ocurrido que sujetos que fueron héroes de
guerra, que se destacaron en acciones bélicas, luego de ser torturados confesaron a la primera y otros que parecían
mucho más esmirriados físicamente, que no tenían esa historia, no confesaron hasta el final. Es distinta la
resistencia psicológica que puede ser mucho más fuerte que la física, y esto es muy difícil de resistir en términos
de tolerancia al dolor.
En todo caso, el maltrato no grave pudiera ser constitutivo del delito del art. 150 B, que es la aplicación
de apremios ilegítimos u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes que no alcancen el nivel de la tortura.
Otra novedad que aporta el Código chileno es el sufrimiento sexual, pese a que la verdad es que está un
poquito de sobra, porque ese sufrimiento podrá o necesariamente va a ser físico y psíquico.
De la convención de la organización de estado americanos sobre tortura se tomó el inciso final, de que se
considera también tortura la aplicación de métodos que anulen la personalidad de la víctima, como pueden ser
ciertas bromas y el inciso final de no considerar como torturas molestias que sean consecuencia de sanciones
legales, por lo cual sigue viva desgraciadamente en Chile la vieja teoría decimonona que considera que en las
penas privativas de libertad habría algunos sufrimientos adicionales, que serían inherentes a ellas mismas, que es
la teoría de la relación especial de poder.
5) Sujeto activo
Un empleado público, pero no cualquiera, es uno que abusando de su cargo o de sus funciones, por lo
tanto, un empleado competente. Claro, es fácil objetar que no hay competencia para torturar, eso es evidente, por
lo tanto, este empleado no podría abusar de su cargo, porque en ningún cargo público está previsto el torturar.
Esto es más bien no tanto abuso, es prevalimiento del cargo, prevalecerse del cargo, porque no puede abusar de
un cargo si jamás podría torturar, es prevaler, está muy mal redactada esta reforma.
Podría ser un particular, pero ejerciendo funciones públicas o bien instigado o por la presencia de un
empleado público, o sea, que ese sujeto va a ser autor o coautor.
6) Acciones típicas
Las acciones típicas son aplicar, que es autoría; ordenar, que es instigación o autoría mediata, va a
depender; y consentir en la aplicación de la tortura es la comisión por omisión tipificada especialmente. Lo que
pasa es que a continuación viene una omisión propia que es “no impedir o hacer cesar la aplicación de tormentos
teniendo facultad para ello”, eso es una omisión propia, como bien recalca BASCUÑÁN.
7) Formas agravadas
Las formas agravadas están en el 150 B, cuando con ocasión de la tortura se cometiere además homicidio,
violación, otros delitos contra la libertad sexual, lesiones gravísimas o finalmente algunos cuasidelitos, que es
homicidio y lesiones culposas. Todo esto requiere complementar el principio de culpabilidad, porque se habla de
cometer homicidio, términos valorados.
8) Culpabilidad
El homicidio, la violación, las lesiones de los n° 1 y 2 del art. 150 b) son evidentemente dolosos. La culpa,
la preterintención aparece recién en el cuasidelito, en el n°3.
9) Agravación específica del art. 150 C
La agravación específica del art. 150 C se refiere a pacientes privados de su libertad penalmente, como
detenidos, presos preventivos, como presos que están cumpliendo una pena privativa de la libertad, o bien
personas que están bajo el cuidado, custodia o control del agente, niños en hogares de menores, ancianos que
estén en el hogar de ancianos o en un hospital psiquiátrico.
Esta agravación especifica hace bien difícil concebir la aplicación de torturas del art. 150 A en su forma
simple, porque cómo va a haber la aplicación de torturas contra quien no esté detenido, contra quien no esté con
su libertad ambulatoria cercenada, contra quien no esté al cuidado de otro, a contrapelo de lo que ocurre en el art.
150 D.

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