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Capítulo 3: Situaciones complejas e innecesarias

Ese día, mientras terminaba mi trabajo, no pude evitar pensar en muchas cosas. Sabía que me
había precipitado mucho en eso de la cita y consideraba que muchas cosas estaban mal con lo que
yo estaba haciendo y lo que hacía aquella Princesa tampoco era del todo correcto.

¡Diablos!, yo solo quería pasar desapercibido, hacer mi trabajo e irme como todos los días. Estaba
claro que eso fácilmente quedaría atrás al relacionarme con ella. Daba igual si solo fingía, eso
pondría los reflectores sobre mí.

Otra cosa que me tenía intrigado es la razón por la que la Princesa de Hielo había pensado en
usarme a mí para intentar demostrarle algo a mi ex, éramos muy buenos amigos, ¿Qué le hacía
pensar que yo le seguiría el juego?

Miré hacia su lugar y la vi sentada en su mesa, trabajando, «¿Te has dado cuenta de la posición
que tienes ahora mismo?», pensé. Supuse que no se había percatado aún y que solo estaba
actuando de manera impulsiva por estar molesta. Esa noche en nuestra supuesta cita podría
intentar hacer algo al respecto, pero sería difícil, este era un tren que comenzaba a ganar
velocidad y yo ahora tenía la duda de si realmente sería tan malo.

Ella volteó y me descubrió mirándola, yo no hice nada, no era mi estilo reaccionar de manera
repentina. La miré a los ojos por un par de segundos y luego regresé a mis actividades.

—¿Necesitabas algo? —preguntó como si absolutamente nada estuviera pasando.

—No, solo estaba pensando —conteste sin dar más detalles.

—Si tú lo dices —respondió ella, probablemente sin creerme—. En serio pensé que querías
decirme algo —agregó en voz baja.

—No, no ahora mismo —dije mientras regresaba la vista a mi mesa.

—En la noche después del trabajo te doy permiso de decirme y preguntar lo que quieras y
prepárate que yo haré lo mismo —seguro ella.

—Yo no te he dado permiso de hacerlo —contesté con tono serio.

—Está bien, de todas formas, no creo necesitarlo —dijo de manera algo altanera.

—Ya verás que sí —murmuré mientras me paraba de mi silla y me alistaba para salir.

—¿Qué dijiste? —Me observo sin entender bien lo que hacía—. ¿Ya te vas? ¡Aún tenemos trabajo!

—Yo terminé hace hora y media, tengo que ir a ver a alguien —Tomé mi saco y camine hacia la
puerta.

—Pero nuestra… —Comenzaba a decir cuando la interrumpí.


—Aquí estaré cuando salgas —Salí sin decir más.

En realidad, no tenía que ver a nadie, solo quería salir de ahí, tomar algo de aire fresco y pensar un
poco en la situación. Eso hice, subí a la azotea del edificio, espacio que estaba reservado para
fumar, pero a esa hora debía estar vacío o por lo menos eso pensé.

Di un vistazo por el lugar para buscar un buen sitio para relajarme, pero me encontré con un
rostro conocido, no podía simplemente ignorarla e ir a otro lado, así que caminé hacia ella para
saludarla.

—Hola holgazana —saludé a Vanessa que se encontraba sentada en una banca.

—Mira quien lo dice —contestó ella mientras escribía en su celular.

Ignorando su comentario, me senté a su lado, me recargué en el respaldo, eché mi cabeza atrás y


cerré mis ojos para relajarme un poco. Tuve paz por unos minutos, pero esta fue interrumpida por
la voz de mi compañera de banca.

—¿Y bien? —Pregunto ella sin dar más explicación.

—Nada, solo estoy descansando —dije, evadiendo cualquier tema de conversación.

—Pues deja de hacerlo y cuéntame lo que quiero saber —me ordeno mientras yo oía que
cambiaba de posición sobre la banca.

Abrí solo un ojo, el que estaba de su lado, la vi, ahora con un bazo apoyado sobre el respaldo de la
banca, su cabeza se apoyaba sobre su mano y había subido una de sus piernas para estar de frente
a mí.

Cerré mi ojo nuevamente y suspiré ante la inevitable situación. Imité su pose lo mejor que pude
para poder platicar cómodamente. Reí un poco al notar que no pude colocar mi pierna en la
misma posición que ella.

—¿De qué te ríes? —preguntó al ignorar mi pequeño chiste privado, mismo que decidí
compartirle.

—Es que no puedo hacer lo mismo que tú con tu pierna, duele.

—Ja, ja, ja, es la edad, anciano —exclamo aun sabiendo que yo solo era un par de años mayor—.
No hagas drama y cuéntame que harás con tu nueva novia.

—No es mi novia ni quiero que lo sea, aun así… —hice una pausa para recordar todo lo sucedido
hasta el momento—. Tenías razón, me pidió que saliéramos esta noche, está enojada por lo que
dijiste en el bar.
—Era más que obvio que reaccionaría así, pero dime, ¿aceptaste? —pregunto un poco
emocionada.

—No te pongas celosa, pero sí. Tendré que ir con ella a no sé dónde dentro de un rato.

—Ja, no tengo razones para ponerme celosa, no soy tu —dijo quizá acusándome de algo que no
tenía presente.

—No negaré eso —conteste despreocupadamente aun sabiendo que eso podría tener muchas
explicaciones posibles.

—¿Y qué harás? ¿Cuál es el plan? —preguntó sin darme mucho tiempo para pensar.

—Solo puedo hacer dos cosas —expliqué—. Intentar que ella desista de su plan o contraatacar.
Todo depende de la actitud que tenga.

—Oh, puede ponerse interesante, ¿Eso significa que también intentaras conquistarla?

—Bueno, a decir verdad, no lo sé. No es una batalla justa. Puedo, pero no sé si deba hacerlo.

—Por supuesto que no es justa la batalla. Ella no sabe cuál era tu trabajo anterior ¿Cierto? —
Preguntó Vanessa haciendo referencia a cierto trabajo sucio que tuvimos que hacer un par de
años antes.

Anteriormente tanto mi ex como yo trabajábamos en otro departamento llamada “Departamento


de operaciones especiales” donde nuestra tarea era parecida al espionaje de bajo perfil. Cosas
como sacar información, ganarnos el afecto o miedo de nuestros objetivos era el pan de cada día,
cosas para las que estábamos entrenados. Nos aburrimos de esa vida y por eso pedimos que se
nos transfiriera al área de investigación. Digamos que la organización donde trabajábamos tenía
objetivos algo peculiares.

—Supongo que ella no tiene idea y es mejor que se quede así —afirmé un poco más serio de lo
que ameritaba la situación.

—Tampoco es la gran cosa —Vanessa intentó suavizar un poco la charla—. Solo no te excedas
mucho con ella. Estaré ahí si me necesitas —Dijo con una dulce sonrisa.

—Gracias Vane… Hemos cambiado un poco los papeles ¿No?

—¡Tonto! —exclamó de pronto—. No te me pongas nostálgico ahora, ¡Tienes una cita que
arruinar!

—¡Tienes razón! —Di unas palmadas a mi rostro para cambiar mi ánimo—. En serio, si todo sale
mal y no abandona su plan, no te pongas celosa.

—Ja, viví peores cosas siendo tu novia, así que esto más bien será divertido —dijo con un ligero
tono de queja.
—Oh vamos, no era tan malo, ¿O sí?

—Ja, ja, ja, no te lo diré, es mi secreto, no le contare a mi ex esas cosas.

—¡Qué mala! ¿Tampoco le dirás a tu mejor amigo? —Intente hacer uso de la culpa para sacar un
poco de más información.

—A mi mejor amigo le diré que ya se vaya o se le hará tarde.

—¡Diablos! —Exclame al ver que en poco tiempo debía regresar con la Princesa de Hielo.

—Solo asegúrate de contármelo todo por favor.

—Si dejo de hacerlo significa que he perdido contra ella. Si eso pasa, ve a salvarme por favor.

—Sabes qué lo haré, pero en serio trata de no decepcionarme, ya vete. —Vanessa empujó mi
pierna con su pie.

—¡OK ya me voy!

Me pare de la banca, aproveché un descuido suyo para alborotar un mechón de su cabello que
tenía cerca de mi mano. Ella solo golpeó mis dedos con la palma de su mano con si de un mosquito
se tratara. Yo sonreí un poco, me dirigí a las escaleras y me apresuré para no llegar tarde a mi
encuentro con la Princesa de Hielo.

De camino al laboratorio, y sin ser muy consciente de ello al principio, ya estaba yo comenzando a
pensar en el caso de una manera muy técnica como si de mi viejo trabajo se tratara, «¿Qué
diablos? Esta no es una misión, debo relajarme», me recordé a mí mismo. Después de todo
Vanessa me había pedido que no me excediera y yo tenía pensado hacerle caso, así que decidí
dejar esas viejas costumbres aparte.

El camino no fue especialmente largo, pero eso no me impidió intentar imaginar lo que aquella
Princesa podría hacer. En verdad, con ese carácter, no me la imaginaba tratando de conquistar a
alguien. Según sabía, ella se había dedicado solo a alejar a los hombres, es más, nadie la había
visto en una cita antes. Quizá solo era muy cuidadosa, después de todo yo hacía lo mismo, salía a
comer con Vanessa y nadie me había visto hacerlo. Aun así, era algo que me causaba mucha
curiosidad. Me pareció que después de todo sí iba a utilizar el permiso que tenía para decir y
preguntar lo que yo quisiera. De lo que no estaba muy seguro aun es de si yo le daría el mismo
permiso a ella.

Llegué justo a tiempo, ella estaba apenas recogiendo sus cosas y decidí esperarla fuera. No
demoró mucho en salir. Yo esperaba en un lugar que no estaba muy a la vista, por lo que ella tardó
unos segundos en verme y estoy seguro que vi un poco de nerviosismo en su rostro, mismo que
desapareció al verme ponerme de pie de donde me encontraba sentado.

—Oh, ahí estas —dijo con un tono de voz serio.


—No sería tan grosero como para dejarte plantada —conteste mientras me acercaba a ella.

—Y bien, ¿Cuál es el plan? —Dijo mientras cerraba la puerta del laboratorio.

—No lo sé, fue tu idea, pensé que tenías ya algo en mente —le acusé.

—¿No se supone que es el chico quién hace esas cosas? —refunfuñó claramente molesta.

—Nada de esto es como debe ser, es de esperarse que ocurran cosas raras.

Era obvio que las cosas ahí no eran normales, ni siquiera se acercaban a ser poco usuales. Lo que
estaba por ocurrir era una total locura y, quizá, algo que no deberíamos estar haciendo por el bien
de ella, pero eso se decidiría más tarde.

—¿Y así piensas que puedes conquistarme? Es increíble que… —La interrumpí para que no
empezara un desagradable monologo de nuevo.

—Se nos hará tarde, ¡Ya vámonos! —me apresuré a decir antes de que encontrará más razones
para quejarse, mientras me dirigía al elevador.

—¿Así que sí tenías un plan después de todo? —Preguntó mientras me seguía y entraba al
elevador conmigo.

—No, solo sé pensar muy rápido —conteste sin dar mucho detalle de lo que se me había ocurrido.

—Está bien, solo no me lleves a donde hayas llevado a tu ex —ordeno seriamente.

—Imposible.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó extrañada.

—Tendríamos que salir de la ciudad o ir a algún lugar demasiado desagradable.

—Bien, da igual entonces.

Aunque su expresión era de decepción, no puso más objeciones al respecto. No pensé que ella
desistiera tan fácilmente, llegué a pensar que esa era parte de su estrategia, aunque también
parecía un sacrificio para el que ella ya estaba preparada.

Decidí llevarla a una cafetería cercana. No era un lugar especial ni nada por el estilo, simplemente
quedaba cerca y podríamos llegar caminando sin involucrarnos en situaciones complejas e
innecesarias. Mas tarde me daría cuenta que no es necesario ir muy lejos para encontrar
problemas.

Bajamos en el elevador sin decir nada interesante, nos despedimos de las secretarias de recepción
y salimos del edificio. Parecía que éramos casi los últimos en salir, lo que nos facilitaba las cosas,
no tendríamos que lidiar con comentarios raros o miradas curiosas de los que también trabajaban
ahí.

Una vez que estábamos fuera, cerré mis ojos un segundo y suspiré en preparación para lo que
venía.

—Entonces ¿A dónde me llevaras? —Preguntó un poco impaciente.

—Vamos a la cafetería que está a un par de calles.

—¡Bien!, sé a cuál te refieres, no hay muchas cafeterías por aquí, buena elección. Solo debo
decirte que, si planeas conquistarme, deberás dar más importancia al misterio y las sorpresas —
Intentó aconsejarme tras mi nulo intento de sorprenderla.

—No es algo que no sepa, pero aún no intento hacer nada parecido, antes debo platicar contigo —
le explique mientras que, con un gesto de mi mano, la invitaba a comenzar nuestro camino—.
¿Nos vamos?

—Sí que eres serio —Comento mientras comenzaba a caminar.

—Y tú no lo eres tanto como pensaba —dije mientras le seguía.

Ella se dio cuenta de lo que trataba de decirle ya que desde que salimos había estado más relajada
de lo normal. Me miró por un par de segundos para luego voltear hacia otro lado un poco molesta
y apenada por mi comentario.

Caminamos unos metros sin decir nada más y nos detuvimos en una esquina esperando a que el
semáforo nos diera una luz verde. De pronto, ella dio un paso hacia atrás, su rostro era el de
alguien que acababa de ver a un fantasma. Al seguir su mirada vi a un sujeto al otro lado de la calle
que también la observaba a ella, él parecía más bien furioso.

Dirigí mi mirada de nuevo hacia ella y al percatarse de que la estaba viendo trato de recomponer
su postura y expresión recuperando las que tenía antes de cruzar miradas con el sujeto del otro
lado.

—Pase lo que pase no cruces palabra con él, por favor —me pidió sin explicar mucho —. Y si él se
te acerca solo vete, déjame, yo arreglare todo.

Su petición no hizo más que alimentar mi curiosidad, ¿Qué podría ser tan malo como para que me
pidiera tal cosa? Al ver a aquel sujeto vi que estaba muy molesto, por lo poco que pude ver de su
actitud, parecía el típico sujeto problemático, pero ¿Realmente era para tanto?

—Yo nunca haría eso —contesté con tono tranquilo.

—Yo estaré bien, no te necesito para lidiar con él —contesto con un tono de preocupación muy
evidente.
Su rostro era el de alguien que está a punto de suplicar. Mi curiosidad incrementaba a cada
segundo ¿Qué era eso que podía poner así a la Princesa de Hielo? La miré a los ojos y le dediqué
una pequeña sonrisa.

—No lo digo por ti —Comencé a caminar al ver el semáforo en verde, dando paso a los peatones.

—¡No lo entiendes no quiero que esto…! —Ella no termino su frase al ver que el sujeto del otro
lado había fijado su vista en mí.

Yo comencé a cruzar la calle, vi a aquel enfurecido tipo clavar su mirada en mí. «¿Sin situaciones
complejas e innecesarias? Creo que eso no existe para mí», pensé sin poder evitar sonreír de
manera descarada. En verdad me causaba gracia la situación, cosa que obviamente lo enfureció
aún más, quizá pensó que me estaba burlando de él.

Cuando estuve lo suficiente mente cerca, él se acercó a mí e intentó jalarme de mi saco.

—¡No, William! —gritó la Princesa de Hielo.

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