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HOJAS ENCONTRADAS
Fragmentos de una práctica psicoanalítica
con púberes y jóvenes

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Cynthia Szewach

HOJAS ENCONTRADAS
Fragmentos de una práctica psicoanalítica
con púberes y jóvenes

Ediciones del Dock

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Szewach, Cynthia Eva,
Hojas encontradas / Szewach, Cynthia Eva. - 1a ed . - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires : Del Dock, 2019.
184 p. ; 20 x 14 cm.

ISBN 978-987-559-371-8

1. Psicología. I. Título.
CDD 150

Ediciones del Dock


Avda. Córdoba 2054, 1º “A”
(1120) Buenos Aires
Tel. / Fax: 4374-2772
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www.deldock.com.ar

Director Editorial: Carlos Pereiro

© Cynthia Szewach

Diseño de tapa: Bruno Fauceglia

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.


Impreso en Argentina

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Palabras para Hojas encontradas

Pubertades, infancias, padres, inicios, finales, son algunas de


las palabras en plural que Cynthia nos acerca en sus Hojas
encontradas.
Palabras en plural que hacen consonancia con otras
pluralidades que se van entramando: lecturas, ficciones,
nombres de autores, colegas e instituciones que acompañan
un trayecto, que a partir de un movimiento apenas perceptible,
se va transformando en trayectoria y singularidad.
Hojas que testimonian acerca de comienzos que nunca
dejan de serlo y finales de límites borrosos. Finaliniciación es
una propuesta, la referencia a Pontalis “lo infantil no tiene
edad” es otra.
Cynthia nos dice: “Los tiempos de errancia y sin rumbo,
detenciones o mutismos, elecciones amorosas sufrientes y
estados locos, algunas de las figuras de la dificultad, que se
hacen oír en nuestra práctica”.
Solemos nombrar como casos clínicos muchos de los
relatos incluidos en este libro, relatos que no pretenden
reverenciar ningún saber establecido y ofrecen una pertinaz
resistencia a confinarse en las celdas del “cuadro clínico” o
de la “técnica analítica”.
Modos de decir que señalan las preguntas, los tropiezos o
las caídas, en la experiencia del encuentro con los padres y
los asuntos que insisten en esas travesías que conocemos
como infancias, pubertades y adolescencias.
Se va dibujando, a partir de la disponibilidad transferencial
y la abstinencia, la manera en que el analista acompaña los

7
movimientos que permiten situar que los lazos y los lugares
son pasajes afectados por lo que se ausenta, el extrañamiento
y la decepción.
El recurso al cine y a la literatura como experiencia de
lectura se entrelaza en la narración con una temporalidad que
se arrima a la música de la poesía y sus silencios.
Páginas que no son simplemente hojas que se recobran.
Tal vez, animadas por el anhelo de transmitir, recuperan,
conservan y destilan “una fuerza de trabajo” inquieta, que no
adormece y tampoco duerme.

Adriana Bugacoff

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Puerta de Entrada

Uno escribe de lo que cae de nuestra práctica diaria aun si el texto


resultante fuese relativamente breve.
S. Freud (1933)

Permíteme que yo y mi desatino corramos este riesgo.


Sófocles

Y cayó como una piedra la palabra.


Ana Ajmátova

Venga una historia de ayer


que apreciarán los más lerdos
el destino no hace acuerdos
que nadie se lo reproche
ya estoy viendo que esta noche
vienen del sur los recuerdos.
J. L. Borges

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10
Prefación a los comienzos

La prefación es aquel relato del libro del que el autor es menos autor. Es ya
casi un leyente y goza de los derechos de tal: alejamiento, sorna y elogio. La
prefación está en la entrada del libro, pero su tiempo es de posdata…
J. L. Borges

¿Quién me va a creer todo esto…?


S. Freud a Fliess

No se trata de un impulso imperioso por escribir.


Es una forma cercana a una deuda.
Deuda y escritura se mecen.
Convertir un recorrido del que se participó durante un
tramo de la vida, en escrito, lo transforma en diario de un
diario.
Dirigirse hacia inquietos y olvidados, hojas encontradas por
ahí, fragmentos de papeles amontonados, acumulados. Otros,
ya escritos, serán revisitados.
El tedio asoma.
Lo suelto y apilado de letras ilegibles de notas tomadas en
el apuro, aguardan no ser residuos aún. Antes de tirarlos, que
evoquen.
Las experiencias se fugan. Las contingencias se desvanecen
en el fragor del momento.
Quisiera intentar contar algunos ramales de una práctica
que entrelazan al psicoanálisis a veces con diferentes prácticas
discursivas. Una práctica con jóvenes, púberes y adolescentes.

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No se trata de una especialidad. Sí, de una especie de
insistencias.1
Práctica en el hospital: un barrio, pasillos, aulas,
consultorios, plazas. Caminamos, nos detenemos, esperamos,
conversamos, nos esperan, esperamos de nuevo, vamos por
rumbos truncos o damos en blancos certeros. Sorpresas,
inventos. Escuchamos al paso. Escuchamos parados en los
pasillos. Escuchamos sentados en un lugar reservado, dando
el tiempo que sea imprescindible estar. Nos llaman de
diferentes sitios del Hospital. Jóvenes, niños, padres o médicos
a veces muy sufrientes acuden.
Dicen, hacen oír sus voces, sus raíces, sus desamparos,
sus desarraigos, sus rebeldías, sus sumisiones.
Una política de la escucha que se va puliendo.
Preguntas: ¿Por qué comenzamos en ese lugar y no en otro?
¿Qué tipo de elección se está haciendo al trabajar por ejemplo
en una Institución, cuál es nuestra incidencia desde el lugar
que nos atañe? ¿Qué pensamos de la práctica psicoanalítica
allí?
¿Cómo pensar analíticamente la práctica con púberes y
adolescentes, un tiempo de la vida tan cargado con sentidos
e imaginarios diversos desde diferentes discursos, que nos
aportan o que nos obturan? ¿Qué historia iremos a forjar
cuando comienza la práctica como analistas? ¿Qué es estar
como analistas?

1
Teníamos reservas hacia lo que se nombraba como psicoanalistas,
especialistas en adolescentes, lo cual no impide dar cuenta de las insistencias
bajo la forma tantas veces de la dificultad, la presencia de terceros, las figuras
de separación o de “iniciación”.

12
Un comienzo entre otros2.
En lo personal, tenía la impresión de que el lugar lo había
elegido hace tiempo…3
Ni demasiado nuevo, ni demasiado ajeno.
Al mismo tiempo un inédito devenir.
Desafío: encontrar palabras que se distingan en el fárrago
de las dispersiones, de lo urgente, de lo que corre con
demasiado rumbo.
Puerta de entrada. Lo demás contingencia.
También la pertenencia a un sitio puede concluir.
Irse de un lugar quizás es irse un poco del barrio de infancia.
¿Ya no seremos “el hombre común”, si estuvimos
arremangados?

2
Recién recibida, comencé a trabajar como concurrente en el Hospital Argerich,
en el barrio de la Boca, muy cerca de donde vivía y de donde nací. La
coordinadora del equipo era en ese momento, 1986, Liliana Szapiro, quien
para mi suerte se encontraba organizando ese nuevo equipo de Adolescencia.
Allí trabajé alrededor de veinte años, compartiendo el largo y diverso camino
con colegas y amigas como Isabel Herbin y Elisa Ponieman. Desde 1990
Isabel se hizo cargo de coordinar Consultorios Externos y yo de algunos
sitios del Hospital en la interconsulta (Adolescencia, Ginecología, Obstetricia,
Neonatología). Acompañábamos también la docencia de concurrentes y
residentes. Con Elisa Ponieman produjimos la revista “Principio” durante
doce años, en un clima de libertad de trabajo compartido. En ese sentido la
amistad y la labor cotidiana nos aunaron. Recomiendo un breve texto de
Elisa en el número 12. Es sobre el agradecimiento. “… la deuda simbólica
entre la responsabilidad y el agradecimiento. El agradecimiento un
sentimiento de participación en lo que se recibió”.
3
Ese Hospital era parte de recuerdos infantiles, de historias de inmigrantes,
de arquitecturas, tangos y memoria que rigen los gestos que nos anidan.
También de las amenazas que poblaban mi niñez, que incluía a esos
“personajes vestidos de blanco”.

13
Los primeros pacientes y los primeros encuentros nos ubican
en un lugar donde nunca estuvimos. Nos conmueven. Luego
también. Como si fuese por primera vez, sin serlo. Paradoja de
una función de la que no hacemos un oficio a repeticiones.
No sin habiendo sido o siendo analizantes.
No sin acompañantes de ese tembladeral de cada día, con
nuestros pares.
Para compartir y estar, en la imparidad y en la camaradería
que a veces puede quedar gobernada por pasiones diversas.
Con lo que importa de la política de cada lugar y el contexto
de coyuntura, la no indiferencia y el compromiso con la época.4
Con la apuesta como acto ético en el mínimo gesto.
Cada vez, quizás un único encuentro, que será tomado
como oportunidad. Como conquista incierta.

4
En relación al contexto y la coyuntura política, cabe agregar que los relatos,
los papeles encontrados, los apuntes revisados pertenecen a un período
entre 1986 y 2006 aproximadamente. Tiempos en los que fue variando
socialmente la participación de los jóvenes y las jóvenes en la polis, como los
países de donde a veces emigraban, o los tiempos históricos en los que
habían nacido. Los nuevos tiempos han implicado inéditos movimientos
como aquellos ligados a la diversidad sexual, la lectura de la elección sexual,
el lugar de la mujer, el movimiento Ni Una Menos, la inclusión de los
movimientos de participación en los Derechos Humanos, y justamente
entre los acontecimientos históricos de los últimos tiempos, sabemos
colocaron a las pibas y pibes, pero en especial a las jóvenes frente a un
emocionante protagonismo en las calles y en los discursos y en la hermandad
que incidió en la discusión por la legalización del aborto libre y gratuito.
Un analista desde ya no es, ni debe ser, ni puede ser ajeno en su práctica a los
efectos de estas transformaciones en la disparidad de los lenguajes: “que
renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época” (J.
Lacan).

14
¿Volverán quienes vienen a vernos?
¿Acudiremos nosotros a la cita?
¿Y a la cita de la escritura?
Desde el inicio se nos avizoraba una presunción: esta
práctica no nos contactará con lo cómodo, más cerca del temor
y temblor, aun así, hay un gusto.
Nos ponemos en común, nos aunamos entre nosotros para
poder seguir. También estamos un poco solos.
Trabajo y entusiasmo se encuentran, a veces, no tantas, en
un nuevo lazo.

15
Una Política del relato

Manipulación del texto como máscara.


Tallado y pulido sobre un texto ¿“objetivo”?
Héctor Libertella

El sueño se conduce como muchas mujeres


que colocan la parte más importante en la posdata
S. Freud según T. Reik

Si bien hay mucho trabajado acerca de la escritura y el relato


de lo que se nombra “caso” y de la pertinencia de ese modo
de transmitir: ¿Qué es un caso, qué es un ejemplo?5
Apostamos a que se produzca una lectura, la de una marca,
en un recorrido analítico, que como tal, sabemos, está perdido.
Imágenes, discordancias, singularidades, intervalos.
Confiamos que en la escritura o en el testimonio de la
práctica, los “conceptos”, se pueden poner en marcha aun
silenciosos y que la teoría se produce como efecto del decir6.

5
Freud utiliza a veces la palabra Fallen, casos y a veces ejemplo Beispiele, el
primero por su sentido, puede aludir a eso que cae de la práctica. El problema
es si adquieren valor ilustrativo donde se compruebe, o demuestre, alguna
teoría o idea previa.
6
Marta Ainsztein, titular de la Cátedra, en ese momento “Pasantía Hospital
Gutiérrez“, en la que participé como docente desde su fundación, insistía en
la importancia de que los alumnos, pasantes, escribieran luego de su
experiencia los relatos de las marcas de su inclusión. En ese tiempo entre la
bibliografía que recomendábamos estaba “Como ser un escritor original en

16
Confío en ese modo de intentar decir. La transmisión será
contingente.
El asunto es la manera de contar y de descontarse.
Como en toda elección hay un recorte. Las citas, los
epígrafes, los pie de página son, quizá, desesperaciones por
no poder decirse mejor.
Algunos relatos de la práctica son aquellos que han venido
a la “memoria” como huella borrada y de pronto el recuerdo
surge. Otros, son textos ya publicados que fueron revisitados,
reescritos o no.
Lo que se va hilando tiene algo de posdata.

tres días” de Borne. Autor leído en la Juventud por Freud.


Alberto Tchira trabajó en su artículo “El valor de la criptomnesia” el relato
de Freud sobre el olvido en la obra de Borne.
“La experiencia de la Pasantía apuesta al escribir, cada vez y después, en la
privacidad, en la soledad, como modo de asistir a un segundo tiempo en los
comienzos. Borradores que van articulando las escenas de lo oído. Tiempo
ficcional. Tiempo para contarles a otros, de lo no sabido que se sabe de lo no
sabido. Es de allí, de una especie de testimonio, que se desprenderá una
lectura y la cita” es un fragmento de ponencia, en celebración de los 20 años
de La Cátedra mencionada. Compartí la mesa junto a Andrea Frankel, actual
jefa de la misma, y Silvina Gamsie, y el Dr Anderman realizada en el Hospital
R. Gutiérrez.

17
Admisión

Pero cualquiera que sean la estructura y la composición de esta psicoterapia


para el pueblo, sus elementos más importantes y eficaces continuarán siendo,
desde luego, los tomados del psicoanálisis propiamente dicho riguroso y libre de
toda tendencia.
S. Freud

Ninguno puede desresponsabilizarse de la dirección de los efectos que se ejerce


desde la más pura conciencia y eso –la dirección de los efectos– no es otra cosa
que la conducción de una política en su despliegue estratégico.
Marta Errauspe*

Espera de sala
Interrogamos ese nombre: “Admisión”.
Preferíamos llamarlo primeros encuentros7.
Cuando alguien llega, se acerca para que algo sea escuchado
o incluso silenciado.
Era un momento privilegiado.

*
“Al compás de los tiempos”. Revista Acontecimiento Nº 4.
7
Con Isabel Herbin, además de la coordinación del Equipo, compartimos la
dirección del Posgrado, conversábamos mucho acerca del valor del sitio de
primeros encuentros y de la llegada por primera vez de los jóvenes pacientes.
Era un espacio muy valorado y que apreciábamos especialmente como
oportunidad única. Fueron muchos años en los que intentamos encontrar
la manera de evitar las llamadas listas de espera, y sostener la importancia de
dar abrigo y recepción a la llegada y al padecimiento de los pacientes y sus
familias. “El valor de la consulta terapéutica”, llama Winnicott a esa
oportunidad, que no necesariamente deriva en una “admisión”.

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Tomar el pedido. Un primer movimiento. Luego había o no
un tiempo de espera. ¿Qué lugar ocupará ese tiempo de espera?
¿Qué aconteció en esa recepción? ¿Vinieron solos,
acompañados, quiénes hablaron? ¿A quién, a quiénes se hizo
ingresar al consultorio? ¿Qué primera impresión nos afectó?
Venir de lugares donde se ha viajado un largo trayecto, en
tren, en micro, llegar luego de hacer colas, transitar
intemperies. Hablarles a los que esperaban en el pasillo, darles
presencia.
Recibir, dar entrada, aceptar, no aceptar, dar tiempo,
comprender, no comprender.
Preocuparse, no preocuparse. Formas de hacer lugar a
alguna decisión.
Se forma parte de lo que allí puede ocurrir.
Alojar lo inadmisible.
Un preliminar a lo preliminar.
Ese encuentro en sí, oficia como un lugar de escucha.
Cuándo, cómo y si se deriva o no, será efecto del acto de
lectura8.
¿Qué es derivar? En principio, no dejar a la deriva.
Espera de sala.
A veces, la burocratización de la experiencia, declina la
experiencia como tal.
Riesgos: la indiferencia, la mortificación y el aburrimiento.
Sofocatedio: no alojar lo imprevisible.

8
Recomendamos la publicación número 2 “En torno a la Admisión”, de
Psicoanálisis y Hospital, dirigida por Mario Pujó.

19
No todo pedido es admisible como demanda.
A veces por los límites en el analista otras, por otros límites.
También hay derecho a decir que No9.

9
En una ocasión una mujer vino a pedirme, junto con su hija con alguna
discapacidad de nacimiento neurológica, un certificado de autorización para
que se le realice una ligadura de trompas. La muchacha tenía dieciséis años.
La madre tenía la autorización de diferentes instancias médicas, incluso del
Comité de Ética, solo faltaba la aprobación de un “psi”. La joven venía con
una muñeca en sus manos. Mientras su madre hablaba con bastante frialdad,
la muchacha jugaba a cambiarla y acunarla. Hablaba con dificultad, pero
estaba atenta. Cuando le pregunto a la madre por las razones del pedido,
dice que es por cuidado, para protegerla de un abuso. Le digo que la ligadura
de trompas no impide abuso sino embarazo. La mujer se enoja
inmediatamente y elevando la voz exige: ¿lo va a hacer o no? –No, le dije. No
estoy de acuerdo con hacer esa autorización así planteada. Quiero darme
tiempo para escuchar. Nunca volvieron.

20
Estropezones10

La renuncia al pene no se soportaría sin un intento de resarcimiento.


S. Freud

El final está al comienzo.


Bruno Bettelheim

Primeros pacientes.
Para Mariana, una joven de dieciocho años, todo lugar era
transitorio.
No tengo casa y para que le voy a mentir, hace un tiempo intenté
cortarme las venas… No me animé…
Desde ya se nos despierta una inquietud y una preocupación
por un alojamiento.
–Nací acá en este Hospital. A lo mejor vine a buscarme…
Lo que la transferencia institucional despierta. La búsqueda
de lo inencontrable.
Comenzaron los encuentros
El desafío a los varones le sacaba varios cuerpos al duelo
por su madre, que muerta hacía tiempo, orificiaba su infancia.
Su padre un jugador que despilfarraba, arriesgaba en el casino
y bingos.

10
Fragmento a partir de un trabajo en su momento titulado “No vino a
atenderse, vino a tenerse” en Cuadernos Rap, Revista de la Asociación de
Psicólogos, 1988.

21
Dichos:
–Un desengaño amoroso me estropeó.
–No tengo vergüenza de casi nada.
Decasinada.
Acrobacia de la palabra para inventar una pregunta por un
padre que arriesga en el casino. Al tiempo queda embarazada
en un encuentro sexual, ocasional.
–No me cuidé y quiero tenerlo acá.
Al poco tiempo no vino más.
No hubo un pasaje de la transferencia institucional a la
que se hace con un analista, cualquiera, alguno. No escuché
qué lugar habité en las cartas repartidas. O dónde se
apresuraron las partidas. Se actuó lo transitorio. Una puesta
en escena. Un modo de encontrarse en la trama simbólica.
Se jugó la ausencia de pregunta.
Primeros tropezones.

22
En nombre impropio11

Por primera vez mi nombre pronunciado no nombra.


Marguerite Duras

“Yo a cada uno de mis hijos le puse un nombre”12

En “La entrada en la vida”, G. Lapassade, señala la importancia


que atribuyen los etnólogos a los cambios de nombre en
momentos de ritos de iniciación. El nombre dado en la infancia
es reemplazado en este segundo nacimiento, en tanto estructura
de paso.
La ritualidad que enlaza sexo y muerte, homenajea una
nueva manera de ser llamado.
Cuenta el escritor Georges Perec en su libro Ellis Island,
una anécdota, enlazada al escenario del exilio, a la inmigración
(en especial entre 1892 y 1924), a una forma de segregación
y al pasaje de lenguas junto a cambios en los apellidos:

11
Reescritura del Trabajo Publicado en Imago Agenda, Letra Viva y de “Letras
del nombre impropio en Retórica del Ello y gramática del inconsciente”
Grupo Nebrija de Estudios psicoanalíticos. Ocasión de agradecer la
interlocución con Enrique Millán, quien prologa el libro y dice allí. “Un
camino con sus recodos, con sus trepadas, con sus caídas, con sus momentos
de planicie complaciente, a sus expensas de verdes sauces en las que se puede
palpitar la soledad amena de Garcilaso, o el encuentro transformador con el
compañero San Juan, estando, por supuesto, ya la casa sosegada”.
12
Dicho de la madre de una paciente. “¿Acaso era posible no hacerlo?”, le
pregunté.

23
“Aconsejaron a un viejo judío ruso elegirse un apellido muy
americano para que las autoridades no tuvieran dificultades
en la transcripción. Pidió consejo a un empleado de la sala de
equipamiento, quien le propuso Rockefeller. El viejo judío
repitió varias veces: Rockefeller, Rockefeller para estar seguro
de no olvidarlo. Pero cuando, muchas horas más tarde, un
oficial le preguntó su nombre, lo había olvidado y respondió,
en yiddish, Ij hob farguesn (lo he olvidado), y fue así inscripto
con el nombre muy americano de John Ferguson”.

Una verdad en el olvido como acontecimiento inconsciente,


crea un nombre nuevo, por homofonía y en su transcripción,
que rechaza un trastocamiento de identidad. Exilio e
incomprensión de lenguas, como cuña de ingreso.
El nombre propio, transmisión de una marca, marca abierta
a la lectura.
El Propio nombre supone una pertenencia heredada, un
linaje y una donación singular, la de un padre en su función
nombrante. El nombre figura en los papeles para a su vez ser
readquirido y quizá para poder ser arrendado quizás en otro
barrio, en otro sitio. Huella de la inquilinidad inherente al
sujeto. Huella que no rehuye la ajenidad en lo llamado propio.
Pero ¿de quién es el nombre propio cuyo dueño no es natural?
–pregunta en términos de comicidad Felisberto Hernández.
Lo que permanece como innombrable, la zona de lo
intransferible o intransferido, incluso en un sesgo, lo
impronunciable y su particular intraducibilidad de una lengua
a otra, están en convivencia con la operatoria que plantea el
nombre. La firma muestra en su garabato la herida cicatrizada
de la hiancia, de una ausencia en el origen, de su impropiedad.

24
El nombre oficia de “falsa apariencia de sutura”. ¿Es falsa
apariencia el adjetivo que más acerca a aquello que pliega
con hilos el agujero irreductible?

Las costuras y pespuntes, retomando la metáfora costureril,


no están hechos con las mismas puntadas, ni con la misma
tela en cada historia, de cada genealogía, de cada novela familiar.
Hay desgarrones o deshilaches producidos tempranamente cuyo
zurcido es más difícil de tejerse.
Bruno Betthelheim relata que en el trabajo con niños muy
perturbados, internados un gran tiempo de sus vidas, les ofrece
al ingresar en la Institución, la posibilidad de ponerse un nuevo
nombre, como intento de fundarse un re inicio en su historia.

Letra a ser leída, que se enlaza a una emisión nominante.


La voz en la tinta.
“Anote mi nombre señor”, dice en una parábola borgeana,
un hombre intrépido al guardián del castillo. Luego, saca la
espada y se arroja sobre los guerreros, recibe y devuelve heridas
sangrientas, hasta abrirse camino entre el fragor y de ese modo
acceder a entrar. No es el mismo guardián, ni el mismo
hombre, el campesino kafkiano, que espera hasta desfallecer
ante la puerta cuyo nombre nunca fue solicitado, y que
aguardando se cierra. Entonces ¿sólo a él correspondía la
puerta? O ¿qué importa quién entra? Se trata acaso ¿de la
intrepidez o la quietud? ¿De la anotación o el anonimato?

Nombres que han sufrido algunos cambios a lo largo de


desarraigos, exilios, apropiaciones, ocultamientos o en su
extremidad, sustituidos por un número sellado: “Nos quitarán

25
hasta el nombre”, dice Primo Levi. “Simulan un parto, cambian
las fechas, falsifican una partida de nacimiento, pero ella logra
retener su nombre”, escribe Alicia Lo Giúdice en el trabajo
con una niña apropiada durante la dictadura argentina y luego
restituida.
Hay cambios de nombre, efecto de una difícil decisión.
Otras veces hay cambios que se escuchan como usurpación,
una forma de poder, escuchado en la enunciación no sin
consecuencias. “Al apellido de mi marido le saqué una L,
–decía la madre de un joven paciente– porque así mi hijo lo
puede pronunciar mejor”13.

Nombre y cuerpo: Cuando Herder hizo un juego de palabras


con el apellido de Goethe, (Got, Gôtter, Gothen), este replica:
“Pues el nombre de un hombre no es algo así como un abrigo
que cae en torno a él y se puede deshilachar y estirar sino
como un traje del todo ajustado pegado como la piel misma,
que no se puede raer, vejar, sin que uno mismo se hiera”. El
nombre y el cuerpo. No se trata del documento de identidad.

Otro polo: seudónimos, apodos, motes, alias, nombres del


amor o del insulto, sobrenombres, heterónimos, nombres
falsos, son algunas de las diversas figuras del nombre propio,
mostrando, en distintas circunstancias y coyunturas, la verdad
de su enmascaramiento, que en su “función volante”,
desplazable, puede incluso fragmentarse, deformarse, sufrir

13
Ejemplo incluido en el trabajo el libro Retórica del inconsciente, gramática del
ello, Grupo Nebrija de Estudios Psicoanalíticos. “Letras del Nombre
impropio”. Editorial Letra Viva, 2006

26
un proceso de demolición, hacerse letras, que abarrancan y
erosionan, parte de un análisis
Es Gómez de la Serna quien en su Automoribundia,
interesante manera de nombrar una autobiografía, para quien
dice que el acto de adoptar un seudónimo tiene algo del
suicidio.
Tal vez la autoría ligada a alguna forma de muerte.
Hay distintos tiempos y estados, y es lo que en especial
nos importa, por lo que el nombre propio transcurre en el
texto un análisis.
El valor transferencial en la elección de un nombre de
ficción a veces bajo la forma de una inicial, que se utiliza en
el relato de la práctica. “Buscando un nombre para una
persona que no debía conservar el suyo propio”, dice Freud
al relatar sus asociaciones que determinaron de manera
contingente ponerle Dora a Dora.
Cambios de nombre: En ocasiones buscan cambios de
destino, cambios de fortuna, cambios de elección de objeto.
Volviendo al título, “Si hasta el nombre te has cambiado como
has cambiado de suerte, ya no sos mi Margarita ahora te llaman
Margot”, en letra de Celedonio Flores.

Son varios los ejemplos de Freud en Psicopatología de la vida


cotidiana que acentúan la equivocidad en las letras del nombre
propio. hay una especial disponibilidad al olvido. Otra vía
regia del deseo inconsciente y de una nominación que se agita.
Hay algo que no se puede saber, el nombre de lo que se es
en tanto sujeto de la enunciación.14

14
J. Lacan; Seminario XII Problemas Cruciales del Psicoanálisis, año 1965.

27
Enunciación y nominación parecen ubicarse en lugares
divergentes. Con lo cual la experiencia del inconsciente en
términos de alguna pérdida de consistencia, juega de
contrapartida con la pegatina del nombre al enunciado o a
instancias necesarias a la identificación.
Hay nombres propios que cargan con un sobrepeso.
Un analista por el lugar que es llevado a ocupar, también
pierde el suyo, lo deja disponible, lo presta para su máxima
descomposición.
Volver a hacer entrar el nombre propio en lo que es el
nombre común, dice Lacan. ¿Volver? ¿Un retorno?
Llamar a alguien aún durmiente o sonámbulo por su
nombre, dice Freud, es el mejor recurso para despertarlo. Es
el nombre al que respondemos al ser llamados hasta que la
ausencia de respuesta remita a una escritura, a veces con
humor, como en la conocida gracia del epitafio grouchiano:
“Disculpe que no me levante”.

28
De padres15

Esta puerta se abrió para tu paso


H. Manzi

–¿Es usted el padre?


–Sí, prácticamente
C. Chaplin en la película “El Pibe”

Las preguntas sobre la particularidad de las entrevistas


con los padres de adolescentes o púberes, más tarde o
más temprano no tardan en aparecer. Giran en torno a
cómo, cuándo y para qué entrevistarlos. Modo, tiempo y
finalidad.
Entre las que insisten: ¿Hay que citar a los padres al inicio
necesariamente? ¿Se trata de despejar quién será o no el
paciente, quién pide ser escuchado aun cuando se describa
una perturbación en el joven? ¿Qué pasa si llama o viene el
chico solo? ¿Escuchar a los padres durante el curso del
tratamiento iniciado, no es acaso una manera de que se
“invada” el espacio del hijo que está intentando constituir su
lugar? ¿Qué se hace si los padres o algún familiar, quieren
saber cosas como por ejemplo: qué es lo que cuenta, si les
miente, si tienen relaciones sexuales, si podemos advertir
situaciones de riesgo posible en el terreno de lo sexual, de la

15
Parte de un trabajo publicado en “Notas de psicoanálisis”. Cuadernos de
Adolescencia. Editorial Cuadrícula 2004.

29
droga, qué hacer con los nuevos artefactos tecnológicos,
etcéteras?16 Hay escenas novedosas que ya no se sitúan en el
terreno del juego, y, en tanto tales, inquietan. Aparece bajo la
forma de peligros o preocupaciones que urgen.
Como sabemos, formaron parte de este terreno algunos
obstáculos de Freud en relación al lugar que ocupaban los
padres, tanto con Dora como con la llamada Joven homosexual.
Dificultades que quizá no fueron zanjadas en el tratamiento
mismo, si bien constituyeron para Freud, como es propio de su
transmisión, problemas motores de sus avances teóricos.
A veces las preguntas en el analista parece que incumben
a una técnica con búsqueda de respuestas técnicas, incluso
prescriptivas. Si se trata de escuchar, no hay prescripción
posible. Y “si de padres se trata…”.
Podemos tomar el término “los padres”17 ubicado a la
manera de un signo o como un lugar opaco pero cargado de
aspectos imaginarios a desentrañar en los discursos.
Freud se pronuncia en términos no muy esperanzados
respecto de los movimientos que puedan producirse en los
“familiares” de los pacientes. Cito: “…no deberá intentarse
jamás conquistar la aprobación y el apoyo de los padres o
familiares del enfermo dándole a leer una obra más o menos

16
Nos abre la pregunta acerca del campo de lo íntimo y lo privado. Están
desde ya los peligros reales de los cuales es imprescindible establecer cuidados,
en su diferencia con aquellos que se derivan de la fantasmática parental que
habilitan en forma compleja a veces a traspasar barreras de la vida privada de
los hijos.
17
Decir “los padres” aparece Freud como modo de nombrar la no diferencia...
“Pues el padre y la madre no son objeto de una valoración distinta antes del descubrimiento
de la diferencia de los sexos“ Freud, S. “El yo y el ello” n.1641.

30
profunda de nuestra bibliografía. Por lo general basta con ello
para hacer surgir prematuramente la hostilidad de los parientes
contra el tratamiento psicoanalítico de los suyos, hostilidad
natural e inevitable más pronto o más tarde, resultando así
que la cura no llega a ser iniciada”18.
“…por lo que respecta al tratamiento de los familiares,
confieso que no se me ocurre solución alguna y que me inspira
pocas esperanzas su tratamiento individual”19.
“La transferencia desempeña un papel completamente
distinto ya que el padre y la madre reales existen todavía del
lado del sujeto, las resistencias internas que combatimos en
el adulto quedan sustituidas en el niño por dificultades
externas. Cuando los padres se hacen substratos de las
resistencias suelen poner en peligro el análisis o incluso el
desarrollo del mismo, por lo cual se hace a veces necesario
enlazar al análisis del niño cierta influencia analítica de los
padres”20.
Luego en la secuencia del texto dejará entrever la relatividad
de llamar adulto a un paciente en análisis, y entre otras
cuestiones se está preguntando por lo que se transmite bajo
el modo de “preocupación por la educación”.
“…los padres que han pasado por el análisis y deben a él
muchas cosas les ahorrarán muchos daños que a ellos no les
fueron ahorrados”21.

18
S. Freud. “Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico”. O.C.
Edición 1981, Biblioteca Nueva.
19
Idem, nota 18.
20
S. Freud. Conferencia 34, “Aclaraciones Aplicaciones, Observaciones”.
O.C. Edición 1981, Biblioteca Nueva.
21
Idem, nota 20.

31
Acerca de “la dificultad externa de la situación parental”
agrega que las dificultades son parte necesaria de ser un niño.
Ahora, ¿de qué exterioridad se trata?
En el primer texto mencionado Freud suena categórico:
Jamás con los familiares conquistar aprobación intelectual.
Ningún intento de convencimiento por el cual se entiendan
razones. La apuesta es a la convicción respecto del valor de la
palabra frente a un tercero. Es por lo que allí ocurre en acto.
¿Qué es lo que Freud llama influencia analítica de los
padres?
En ocasiones es leída a la manera de una especie de
“transferencia positiva” en términos de apaciguamiento, sin
desmerecer desde ya por ello la importancia de encuentros
que resultan aliviantes, agradecidos, cordiales e incluso
habilitadores de la continuación de un análisis posible.
Influencia analítica de los padres, es aquello habilitado por
la transferencia y en la constitución del Sujeto Supuesto Saber.
Se escucha la angustia, lo que los padres ubican como
síntoma, el lugar de los ideales22.
No se trata de la recopilación de datos, sino cómo van
siendo dichos a partir de la inclusión del analista en la escena.
“La acción de los padres no es alcanzable más que en la
medida que la acción de los padres se articula… Es en la
medida en que esta converge hacia un significante que emerge
de ahí, que la neurosis va a ordenarse según el discurso cuyos
efectos han producido al sujeto…”23.

22
Enrique Millán en su trabajo “Las condiciones del diálogo en la pubertad”,
la relación a la angustia, al ideal y al deseo. En Adolescencia una Lectura
psicoanalítica Editorial El megáfono.
23
J. Lacan Seminario 19, Ou Pire, clase del 4 de mayo de 1972.

32
¿A quién escuchar primero?
Lo que se escuche, la forma del pedido, nos invitará a
decidir, escuchar la demanda en juego.
Diferenciar la demanda parental de aquella que atañe o
no, a lo singular del joven, nos guía.
Hay ocasiones difíciles de atravesar. Puede ocurrir que los
padres no estén de acuerdo y en cambio, se hace oír un pedido
o un sufrimiento en el chico.
A veces son los padres o terceros los que piden. Si estamos
de acuerdo en no atender a nadie que no quiera estar allí,
intervenir en esa dirección y enunciarlo con algunos jovencitos
que son “traídos” a una primera entrevista se abre a veces,
imprevisible, la oportunidad de un pedido diferente.
Convenimos con los padres, o con cada uno, en alguna
“forma” de aprobación que incluya ciertos términos, lo cual
no impide los avatares contingentes que advengan, como parte
de todo trayecto analítico.
Freud no deja de advertir que en el caso de buscarse
aprobación intelectual del método psicoanalítico, surgirá tarde
o temprano lo que tarde o temprano aparecerá: la hostilidad.
Entonces ¿qué complejidades entraña que sobrevenga lo que
tarde o temprano acaecerá? ¿De qué se trata la hostilidad?
¿Es indefectible acaso que ocurra en términos de lo hostil?
Freud ubica la hostilidad como parte de la transferencia en
su aspecto resistencial. Quizás lo que llamamos “los padres”,
por su lugar, encarne a veces esa instancia. Aunque tomando
la resistencia como resistencia del analista podría pensarse como
algo a ser escuchado en el analista, un interrogante.
Puede que la adolescencia, coincida o se atraviesa con
muchas turbulencias. En ocasiones van de la mano de los

33
inicios de un análisis. Avatares del deseo y del goce. Reubicar
el malestar para que quizás se incluya en otra forma discursiva,
si se puede. El valor de dar tiempo a lo que está ocurriendo, a
lo que se va forjando.
Siguiendo el texto, cuando dice: “En lo que respecta al
tratamiento de los parientes”, la desesperanza de Freud señala
por un lado la falta de garantías de cualquier tratamiento y
en especial que este se conforme como ideal de disminución
de dificultades. Freud marca los límites. Podemos
vislumbrarlo, en algunas situaciones donde se producen
insistentes intentos infructuosos o anticipados de “derivar”
a los padres o a uno de ellos, a “otro espacio” bajo el
argumento de que dicha sugerencia posibilitaría desplazar las
demandas en otro lugar.
Puede ocurrir un primer tiempo donde los padres o algún
progenitor estén más presentes con llamados telefónicos o
permanentes preguntas. Luego al reubicar o ubicar el estado de
las cosas, dejar advenir en la dirección de despejar lo que allí se
está desplegando, sin rechazarlo, pueda quizás, constituirse un
nuevo tiempo donde dicha presencia pueda ausentarse.
Probablemente se trataba justamente de la dificultad de
instalarse los términos de una ausencia.
El analista entre otros sitios que es llevado a ocupar, es el
de lector que intermedia y nombra las demandas que allí se hacen
presentes para que se tomen como tales y se articulen en un
discurso. Demandas que en ocasiones están dirigidas solo a
alguno de los progenitores en su dimensión de enigma y de
saber no sabido. Se intenta demarcar espacios y lugares.
Podríamos acentuar, la importancia de la confidencialidad
de los dichos del joven, y el ofrecimiento a que si lo desea

34
pueda estar presente en el encuentro. En otras ocasiones es
una escena que instala una ausencia.
Se lee por momentos en el escepticismo de Freud cierta
dificultad, intrínseca al tratamiento, en aquellos que no fueran
sui juris, vale decir, independientes de otros en los asuntos importantes
de la vida24.
¿Acaso el tratamiento posible para un hijo no implica
alguna cesión, un traslado, algún corte un pasaje que implica
a los padres?25
Obviamente la indicación de un análisis que los padres o
alguno de ellos, piden para un hijo no es la constatación del
acuerdo de evitarles, economizarles, un trabajo que les
corresponde26. ¿No sería factible acaso abrir un campo de
circulación de la palabra que no implique por ello la decisión
de un “tratamiento”? (Winnicott nos enseña con bastante
claridad que se abstiene deliberadamente de usar esa palabra,
ya que define un campo y es una palabra que está cargada de
aquello que no sabemos si ocurrirá)27.

24
J. Palant, “Jóvenes en análisis”, Conjetural Nº 30. El texto despliega entre
múltiples cuestiones el tema del análisis con jóvenes tomando en inicio
dicha cita en Freud: “...me impuse la regla de no tomar en tratamiento a
enfermos que no fueran sui juris vale decir independientes de otros asuntos
esenciales de la vida” Conferencia 28, “La terapia analítica”.
25
E. Millan, desarrolla en su trabajo “Las condiciones del diálogo en la
pubertad” el tema en relación con la angustia, el ideal y el deseo. Libro
mencionado, nota 21
26
D. Rubinsztejn, en el artículo “Cuerpo en exceso”, aborda el tema. Notas
de psicoanálisis. Cuadernos de adolescencia. Daniel Rubinsztejn fue
supervisor de Adolescencia en el Hospital durante algunos años.
27
D. Winnicott, en Exploraciones psicoanalíticas II, dice “Es oportuno preparar
a los padres de antemano, tal vez por teléfono, diciéndoles que probablemente

35
¿Entonces, de qué se trata cuando nos referimos al lugar que
ocupan los padres o cada uno de ellos en la transferencia, en las
circunstancias de un posible análisis para un joven paciente?
Una presencia, una ausencia, en tanto Otro, aquellos que
portan una función en su aspecto simbólico, real e imaginario,
alguien que se nombra y es nombrado como padre o como
madre, sujetos que portan una historia que también los
atraviesa en el decir, con sus angustias, sus temores, sus
fantasmas o su indiferencia.
En la conferencia 34 Freud dice allí que la transferencia
en el trabajo con niños desempeña un papel completamente
distinto, ya que el padre y la madre reales existen todavía del
lado del sujeto. ¿Podríamos con púberes y adolescentes
establecer la misma distinción en la transferencia?
En tanto la transferencia está distinguida como “papel
completamente distinto” ubica la imposibilidad de transpolar
las mismas categorías en la dirección de un tratamiento. Ahora
bien ¿qué papel desempeña la transferencia cuando lo que
allí llama padres reales están presentes en la cotidianeidad y
donde los niños dejan de ser un poco niños para tener otra
estadía, otro cuerpo, otras voces, otro lugar, una nueva
intimidad?
La palabra y la presencia de los padres no deja de tener
incidencia en tanto están allí, con sus sufrimientos, presentes,
casi siempre vivos, o están allí, no siempre vivos y a veces...

lo mejor para el chico es que sea atendido él en primer lugar. Lo cierto es que
quizás haya que dejar de lado a la madre o al padre en esta primera ocasión...
y, si el progenitor no está dispuesto a cooperar con este esquema, uno deberá
contemplar la posibilidad de que el enfermo sea el progenitor y no el hijo”.
Es una decisión que atañe a la singularidad de la situación.

36
Una historia de nuestra historia
Un padre. Transferencia y amor.

Las huellas se enfriaron, el viento quedó


Marina Tsvetaieva

Para el analista está impedido el ceder28


S. Freud

Pues bien, no solo nos haremos sus secretarios, sino que tomaremos su relato
al pie de la letra; precisamente lo que siempre se consideró que debía evitarse.
J. Lacan

Nosthalgia de Tarkovsky. El discurso del llamado “loco”:


“Soy capaz de sentir una infinidad de cosas, el verdadero mal de
nuestro tiempo es que no tenemos grandes maestros, la senda de
nuestro corazón cubierta de sombras, necesitamos escuchar las
voces que parecen inútiles, necesitamos que en esos cerebros
cubiertos de cloacas, de muros de colegios de asfaltos, de archivos
asistenciales, entre el zumbido de los insectos, necesitamos llenar
nuestros oídos y ojos de cosas que sean el inicio de un gran sueño,

28
S. Freud, “Observaciones sobre el amor de transferencia”: Und doch bleibt
für den Analytiker das Nachgeben ausgeschlossen. Traducción López Ballesteros:
“… para el analítico ha de quedar excluida toda posibilidad de abandono”
Proponemos “Y no obstante para el analista queda excluido el ceder.”
(traducción J. Salvetti). Nos parece que se ubica de esa manera; si cede no
está en posición de analista, al mismo tiempo que no se trata de un
imperativo.

37
alguien debe gritar que construiremos las pirámides, alimentar el
deseo, debemos desplegar el alma por todas partes como si fuese
una hoja dilatable hasta el infinito, que vayamos de la mano,
mezclar lo sano con lo considerado enfermo, los ojos están
mirando el foso donde nos estamos precipitando… los
considerados sanos están llevando el mundo a la catástrofe,
hombre escucha! agua, fuego, cenizas, huesos…!!!”

Al llegar:
–Licenciada, mi apellido es raro, difícil.
–¿Difícil de llevar? (¿pregunta algo apresurada, quizá?).
–Ahora es mío, ese es el problema.
Su padre ahora estaba muerto.
Era un padre en ese momento odiado. Sospechaba, por el
oficio que ejercía, que había participado activamente en la
dictadura. Allí radicaba en especial su rechazo.
Sentía con frecuencia estados de locura. Se calmaba con
lecturas, literatura, poesía, recitados. Siempre autores de
calidad literaria.
–Las cosas se transmiten de madre a hijos, y los hijos quién sabe a
quién…
Pedía con insistencia que se evitara una internación.
Pedía que la analista escriba, que no dejase de escribir lo
que decía.
–La letra es todo. “La ignorancia es la peor arma que traen los
verdugos y los dictadores”.
En la medida en que el tratamiento avanzaba le surgían
permanentes alusiones a textos dedicados al nacimiento de
un hijo. Traía regalos como ropa de su infancia y libros de
puericultura.

38
Por otro lado, por momentos, había una invasión de
llamados telefónicos con urgencia, mucha urgencia.
Algo muy interesante: propuso a los pacientes que
esperaban en el pasillo que trajeran libros para armar una
biblioteca.
–Quiero lograr salvarla a usted y a sus futuros hijos de un mundo
insoportable…
Al momento de pedir una licencia prolongada e ineludible,
no aceptaba la espera ni ninguna derivación hasta retomar
luego. En esa intensidad transferencial, los llamados
telefónicos seguían imparables, con esa eternidad imposible.
Sin corte. Sin presencia-ausencia.
Continuaba apareciendo a través de sus llamados…
¿Qué hacer? ¿Cómo posibilitar la espera o producir una
escansión, una suspensión tan dificultada? ¿Por qué no se
encontraba el modo de realizarlo o ninguna intervención
producía ese efecto?
Seguía haciéndose presente en distintos lugares, sin parar…
¿Entonces?…
Decisión: ir a hablar con un analista nuevamente de la
dificultad29.
Se trabajó mucho.
Frente al obstáculo, hubo una sugerencia, que ofició de
interpretación.
Desprenderme de la cantidad de papeles escritos. Quedaron
algunas anotaciones.

29
Esta vez un agradecimiento a Elena Roberto, psicoanalista, por los
encuentros de trabajo en aquellos tiempos y por su compromiso paciente y
con su escucha.

39
Al otro día, como tantas otras veces llamados, llamados,
llamados…
Una sorpresa: se produjo un lapsus:
–Usted (en lugar de vos) tiene que dejar de llamarme y respetar mi
licencia, esperar mientras tanto…
–¡Licenciada! –interrumpió– ¡me desconoce…! ¡Me trata de usted!
Corta.
No hubo nunca más llamados.
El inconsciente irrumpió, una forma del acto. Algún
desprendimiento en el analista.
Fue a pedir un nuevo turno a los meses…
Las huellas se enfriaron, el viento quedó. Dice Marina
Tsvetaieva
O el viento se hizo huella, escrita.

40
Pubertades30
Del amor y del deseo

“Cuando se inician los senos en las niñas, se inicia una vez más, de nuevo en la
vida, la rebeldía que incesantemente contienen. Ah, pero es inevitable, es como
si hubiese atravesado el límite la niña, pero como han perforado el límite sus
senos sinceros avanzados con un arrebato que no han podido evitar la familia
ni podrán evitar las miradas”
“Senos”, Ramón Gómez de la Serna.

“¡…Oh nadie sufrió tan a menudo turbaciones, sorpresas!


Y ahora, que el perdón se me conceda
Si he sido víctima de los sentidos infectos,
Me confieso culpable de esos crímenes precoces…
¿Por qué la pubertad tardía y la desdicha
del glande tenaz tan consultado?
¿Por qué la sombra tan lenta en el bajo vientre
y los muchos terrores que aplastaban la alegría como una grava negra?
“Remembranzas de un viejo idiota”, Arthur Rimbaud

30
El plural de pubertades hace oír no solo las diversas formas de transitar la
pubertad, sino también del pasaje por allí una y otra vez a lo largo de un
análisis.

41
42
Avatares

Entre jugar y conversar


Avatares, nombre de las vicisitudes de la transferencia, lugares
donde somos tomados en un discurso.
La pubertad, en Freud, plantea una temporalidad. Divide
inexorablemente un antes y un después. ¿Cómo ubicar ese pasaje?
Se transita sin duda un trastocamiento imaginario y real
del cuerpo, en tanto cuerpo hablante, atravesado por la
metamorfosis de la pubertad31. Metamorfosis que incluye un

31
Hay dos o tres lugares, entre otros, en la obra de Freud, que me sirven para dar
cuenta del valor de lo que hace a la lectura de un corte entre un antes y un después
respecto de la pubertad. Por ejemplo, en “Actos sintomáticos y casuales” Freud realiza
un trabajo con un niño de aproximadamente 13 años que padecía de forma tormentosa
las interrogaciones sexuales... Freud decide especialmente no dar explicaciones o
aclaraciones, sino interpretar. Dice “mientras conversábamos… había una mano que
jugaba”, ¿quién era el sujeto en (de) esa mano que jugaba con un migote de pan?
Freud le cuenta un cuento, que funciona como interpretación. Este relato que vale la
pena leer en su conjunto, le despierta al jovencito angustia, angustia de castración, el
chico “reacciona” ante determinada frase, rellenando con numerosos penes el monigote
que estaba haciendo. Más adelante Freud enuncia que ya está dispuesto el jovencito a
recibir información sexual, (sus síntomas se aliviaron). En parte relacionado con este
ejemplo hay cierta insistencia en las sesiones con la mayor parte de los púberes que se
da en el espacio “entre jugar y conversar”, allí probablemente aparezcan el tuti-fruti, el
ajedrez, el ahorcado, Scrabble, etc. En “Consideraciones acerca de lo Cómico” nos
relata Freud el ejemplo de unos niños de 10 y 12 años, que realizan una obra teatral
con la ingenuidad propia de la falta de intencionalidad sexual en el argumento de la
obra en sus diferentes actos. La risa de los espectadores unida al enmudecimiento
lleno de asombro de los niños, sanciona que hay algo sexual en juego, cómico para un
adulto y que tiene efecto de cierta extrañeza en ese mismo acto para los niños. Este
ejemplo será retomado más adelante. Otro sitio de lectura es el “caso Emma”. Entre
una y otra escena Freud aclara “mientras tanto se ha hecho púber”. Dos tiempos.

43
nuevo orden pulsional32, y en términos de Freud una definitiva
divisoria entre el preconsciente y el inconsciente33.

Juego, síntoma. Con títulos o algo en el bolsillo34


Era un muchacho de trece años. Estaba muy excedido de
peso, cosa que preocupaba a su médico. Según su analista,
“no quería perder nada”. Engullía y engullía sin parar. Una
forma de la angustia.
Un detalle: un día, en la sesión, comenzó a dejar papelitos,
que extraía de su bolsillo, para hacer una especie de chiquero…
y decidió dejarlos ahí. En algún encuentro posterior, en un
juego de cartas, trampea con evidencia, hace aparecer una
carta “extra”, que no estaba en el juego dado. Ante la pregunta
del analista él responde que la tenía guardada en el cuerpo.
Comienza de a poco a perder peso35.

32
Jorge Fukelman: En la “Novena Conferencia” del libro “Ponerse en juego”
(Editorial Lumen), trabaja el tema de la pubertad, retomando “Metamorfeo”.
Allí incluye la fantasía y el mercado sexual, zona donde comienzan a tener
efecto los ensueños de la época de la prepubertad. Desarrolla el passaje
pulsional del giro “dextrógiro a levógiro”.
33
S. Freud. “Lo inconsciente” 1915 O.C. Trad. Lopez Ballesteros, año 1981,
Biblioteca Nueva.
34
Lacan, Seminario número 5, clase 10. “Las Formaciones del inconsciente”,
1957: “No obstante, si todo lo que Freud ha articulado tiene un sentido, eso
quiere decir que tiene en el bolsillo todos los títulos para servirse de ello en
el futuro”.
35
Es un recorte de un comentario que realicé en ocasión de una presentación
de Virginia Medina. Año 1997.

44
Desasimiento
El desasimiento de la autoridad parental, según Freud en
“La Novela familiar del neurótico”, es una de las operaciones
más necesarias, pero también más dolorosas, del desarrollo,
del crecimiento.
Las transformaciones de la sociedad descansan en esa
oposición. La oposición entre generaciones. Las diferencias,
los dones, la caída de las creencias
Desasimiento se traduce del término alemán utilizado por
Freud que es Ablösung. Encontramos como sinónimos otras
posibilidades: separar, redimir, amortizar, relevar, despegar,
desprender.
Con lo cual no sabemos de antemano cómo ese
desprendimiento tendrá lugar… sabiduría del lenguaje.
No se trata de técnica.

45
Finaliniciación36

¿Qué ha pasado conmigo?... No era un sueño.


F. Kafka, La metamorfosis

Mi secreto es que tengo cinco años


J. Lacan

Pasajes. Pubertad y Fin de Infancia


Durante un viaje, cuenta W. Sebald, haberse impresionado tanto
al ver las ruinas de Munich, que la visión de esa ciudad
bombardeada cubrió de sombras el idílico paisaje natal y marcó
para él lo que nombró como el fin de la infancia. “La naturaleza
de la destrucción, las ruinas como tatuajes de la depredación
humana y la reconstrucción de las ciudades como forma de olvido
no van a abandonarlo en el futuro”37. Ruinas como tatuajes.
¿Dónde ubicar el “fin de la infancia”? La palabra fin, puede
incluir una ambigüedad entre finalizar y finalidad. Si
establecemos una primera diferencia entre la infancia y lo
infantil, el factor infantil, en términos de Freud, o sea aquello
que concierne a la amnesia, ¿cuándo podemos decir que se
configura el final de la infancia? ¿Quién y qué lo instituye a
tal final como tal? ¿Cómo pensarlo en un análisis?38

36
Trabajo publicado en La Revista de La Porteña número 10, año 2008, a
partir de un Seminario organizado en la Institución. El tema Fin de la
infancia. Agradezco a Alicia Schwartz y Marisa Dominguez la invitación.
37
Ester Andradi, Entrevista a W. Sebald, El País Cultural, número 964,
Montevideo, 2008.

46
Nos interrogamos en este escrito desde el territorio de la
práctica analítica, sin establecimiento de ninguna edad en sí,
atravesado por la presencia de varias dimensiones del
tiempo39. Como diría Pontalis, “Lo infantil no tiene edad, el
infans, el tiempo del análisis, no corresponde a ningún lugar, a
ningún tiempo asignable. Es el otro nombre de la “Quinta
estación”40.
Si en el transcurrir de la infancia, la pubertad puede ser parte
de un sueño anhelado por el niño: “cuando sea más grande…”
el despertar, en su enlace con la metamorfosis de la pubertad,
anuncia que ese anhelo puede concluir un trayecto, para que
advengan, en el mejor de los casos, incluso nuevas formas de

38
Es difícil ubicar un sitio específico en términos historiográficos para decir
dónde la infancia finaliza para cada quién. Es del orden del relato: en la
lectura de un libro, en un acontecimiento trivial y contingente, al advertir la
significación de un chiste, o en circunstancias históricamente más complejas
como por ejemplo, el muchachito Gyorgy Koves de quince años en la novela
autobiográfica del húngaro I. Kertesz, Sin Destino. Está situada en la
experiencia del campo de Concentración. Sobrevive, el pasaje por su pubertad,
velando el horror de sus circunstancias a su modo.
39
Como metáfora retórica podemos recordar a Ilya Prygogine en “El
nacimiento del Tiempo”. Es una obra de divulgación, acerca de la pregunta
por el origen, la creación del tiempo y el valor del azar en el campo de la física.
Desarrolla a la vida en tanto reino de lo no lineal donde la materia adquiere
nuevas propiedades a partir del desequilibrio. En situaciones en las que un
sistema es sometido a fuertes condicionamientos externos de no equilibrio
y lejos de su sistema habitual, no se empobrece, por el contrario, se complejiza,
produce y auto-produce dicha materia nuevas elecciones, multiplicidad y
flexibilidad.
40
JB Pontalis, Este tiempo que no pasa, Ed. Topía, 1997. Toma de P. Quignard
y J. Giraudoux, la figura de “Quinta estación”, paradoja de un tiempo fuera
de tiempo, y palabra ajena al todo del lenguaje: “Estación que es extranjera
no a todo lenguaje sino al todo del lenguaje”.

47
actividad onírica. Montaje de los sueños cuyo cumplimiento de
deseo puede adquirir otro estatuto que el que cifra el soñar en
los niños. “No era un sueño…”, dice Gregorio Samsa frente a
aquello, extraño, que no puede evitar, le ha ocurrido. Ese pasaje,
de tinte Real, con efectos en lo simbólico y en lo imaginario,
que la metamorfosis kafkiana metaforiza, no tiene un trayecto
continuo ni tampoco es de una vez. En algunas ocasiones, deja
paso a insomnios a una vigilia perpetua o una dormidera, si
ponemos el acento en las fallas o giros del guardián del dormir41.
Parecen estados que muestran sin velo en el desvelo, los
desajustes en la articulación simbólica para constituir una
imagen, cuando la hiancia estructural en el orden sexual
inaugura un nuevo bucle escritural, a partir de lo que se da en
nombrar como repetición de la escena edípica. Si los sueños se
configuran, en el tiempo que se da en llamar “segundo despertar
sexual”, serán con el texto que provee el deseo sexual infantil.
La actividad onírica en los niños, cuando no se trata de
sueños de angustia o del pavor nocturno, se construyen
desprendidos de una frustración, privación o postergación
diurna. Ese dicho que no es lo que contribuye a su producción.
Si el sueño es bienvenido al ser relatado, capitaliza la práctica
de la ficción en tanto trabaja en el cumplimiento de un anhelo
y en la constitución de la Otra escena.42
Con el advenimiento del tiempo de la pubertad o como
también encontramos en Freud “el ataque de la pubertad”, se
produce inexorablemente una conmoción que atañe al estatuto

41
En algún momento se me presentó al trabajar la pesadilla en la pubertad,
al guardián, en tanto función posibilitadora del dormir, como un significante
del Nombre del Padre.
42
Será continuado en el apartado, Aguafuertes Oníricas.

48
del cuerpo y por ende a las significaciones que provienen del
Otro. La conmoción increpa al espejo, a la lengua, a la angustia.
Si bien pubertad es el nombre que designa una diferencia
respecto de la infancia, en algunas consultas con jóvenes
pacientes, podríamos decir que la impresión es que la infancia
“no ocurrió o quizá no duró”. Bachelard, usa ese hermoso
término en Poética del ensueño: infancia indurada. Podemos
agregar nosotros infancia injugada, si le damos al juego el valor
constitutivo que merece. En estas ocasiones, los títulos en el
bolsillo, que aguardan para ser usados a partir de la pubertad,
son un poco escasos. Fragmentos de papeles rotos, restos de
objetos. A veces los bolsillos tienen sus costuras tan endebles
que no configuran un refugio para el olvido. La quietud, el
sufrimiento mudo, la falta de palabras nos invita como analistas
a instituir el juego, el espejo o el cuento.
En otras ocasiones, en cambio, a partir del atravesamiento
por la pubertad se agita un escenario que a veces está gobernado
por la mostración o por lo caótico. Movimientos que suelen
sacudir novedosas instancias en el fantasma parental. El
predominio de la actualidad, es en la mayor parte de las veces
aquello que se presenta en los inicios dominando la escena
analítica. “La actualidad es lo que aún no es olvido”, dice Freud en
el libro sobre El Chiste. Tiempo, que quizás incluirá en su
recorrido las tramas del nachtranglich, en vías a la posible o no
configuración del Sujeto supuesto Saber en el analista43.

43
El texto de E. Porge en “Transferencia a la cantonade” en la Revista Litoral,
La Transferencia, editorial La Torre Abolida, 1990, plantea sabemos, en la
posición del analista en la práctica con niños, en la constitución de la neurosis
infantil, la reubicación y restablecimiento del lugar del Sujeto supuesto Saber
en los padres. Haciendo uso de ese eje, como uno de los ejes posibles, a

49
El trabajo con la novela familiar, con el detalle, la
equivocidad, la lectura de un fragmento histórico conmemorado
a veces en un acting, abren paso a la incidencia del significante
y la letra que precipita, abarranca, erosiona. El habiendo sido
(un niño) hace que la palabra, tomada, adquiera otra resonancia.
Paso de la actualidad a la puesta en acto en la transferencia del
deseo infantil.
Estos circuitos que incluyen un tiempo, pueden devenir o
no en un trabajo con la pérdida, la repetición y los dos modos
del olvido mencionados. En el campo de la elección de
neurosis, el juego va gastando su función fundante y la caída
de la ingenuidad44 da paso, al nuevo paso de sentido, un
pasaje al sin sentido y un sentido sexual. Sentido sexual,

veces ese trabajo también forma parte de la clínica con los llamados púberes
y adolescentes. Quizá en un momento posterior de la configuración de la
estructura discursiva, se tratará del traspaso de ese lugar de SsS al analista, con
la transferencia de lugar que ello implica. En ocasiones el trayecto analítico
concluye antes de iniciar este traspaso o podrá iniciarse en otro momento.
44
El paso de sentido es lo que el significante arranca de lo Real. La caída de la
ingenuidad, puede ser trabajada a partir del ejemplo freudiano en El chiste y
su relación con el Inconsciente, en el apartado “Consideraciones acerca de lo
cómico”, cuando ejemplifica la escena teatral de los niños, que se detienen, se
interrumpen (y angustian) frente a la risa del público que escucha allí un
sentido sexual. Lo ingenuo aparece como especie de lo cómico más cercana al
chiste, está en un lugar bisagra respecto de los registros y de la constitución
de nuevas articulaciones de la palabra. Nace cuando el sujeto parece vencer sin
esfuerzo alguno una coerción que en realidad no existe en él. En el seminario
del acto Lacan nos dice que el sujeto ingenuo, alienado en la realización de la
falta que está en el origen, si se pierde dicha ingenuidad, la alienación adquiere
una nueva significación. Incluye de una nueva manera la abertura irreductible.
Podemos pensar la pérdida de la ingenuidad como un nombre del fin de la
infancia en su relación con otros temas afines como la credulidad, o la
inocencia. Será desarrollado más adelante en el apartado sobre Lo ingenuo.

50
encuentros con el cuerpo de un partenaire, que se reviste de
una nueva intimidad. La intimidad, cuando se ve arrasada o
“intimidada” por el Otro, a veces hace gobernar a uno de sus
opuestos, la obscenidad, con sus efectos en ocasiones
devastadores45. Es allí donde también radica la importancia
la privacidad que plantea la escena analítica en sí, en el campo
de la transferencia46.
Tiempos de errancia y sin rumbo, detenciones o mutismos,
elecciones amorosas sufrientes, “estados locos”, son algunas
entre otras, de las figuras de la dificultad que se hacen oír en
nuestra práctica, figuras que a veces desde algunos discursos
se intentan acallar, moralizar, apurar o patologizar según las
nomenclaturas a gusto de consumidor que se tengan a mano47.
Pensar estos extremos desajustes como recursos hace a la
posición del analista, recursos en que las operatorias fundantes
de un sujeto en tiempos de constitución hacen su tour, a su
manera.
La idea de “fin de la infancia” acentúa un particular
desasimiento. Doloroso dice Freud48.

45
J. Lacan en “Observación sobre el informe de Daniel Lagache”. Escribe
acerca de una “oscura intimidad” en tanto nueva experiencia del cuerpo
especular, envoltura interior del cuerpo y de sus orificios, intimidad de carácter
difícil de subjetivar para la conciencia.
46
J. Lacan en el Seminario 15, El Acto Analítico dice lo siguiente: “esa
transferencia sería pura y simple obscenidad, redoblando el parloteo, si
nosotros no le devolviéramos el verdadero nudo de la función de Sujeto
supuesto Saber”.
47
Es muy interesante (y preocupante) al respecto el artículo de Juan Gelman
“La Doma de los jóvenes bravíos” jueves 31 de enero Página 12, contratapa,
acerca de nuevas nomenclaturas psiquiátricas.
48
Desasimiento. Página 45 en este libro.

51
Hemos trabajado49 la idea de Lacan en el Seminario de la
angustia, acerca del verdadero acceso al concepto a partir de la
pubertad, en términos de maduración del objeto a. Se trata en
dicho salto, no sin angustia, de una nueva aprehensión, aunque
no de nuevas adquisiciones intelectuales, sino de aquello que
más bien formula el acceso al un-begriff, al concepto de la falta,
en la experiencia de aprehensión del concepto, tan afecto al
límite como aquello que plantea la elaboración de los conceptos
para el psicoanálisis. A partir de la pubertad se da paso a la
posibilidad de una nueva “concepción” en la intrincación entre
la ley inmutable de la muerte y la reproducción sexuada. El juego
ya no es el mismo y allí no hay saber alcanzable. Nos referimos a
la máxima pérdida de identidad con lo buscado, en aquello de lo
imposible de saber acerca del sexo. La práctica analítica nos trae
entonces los obstáculos de dicho pasaje, en mayor o menor
medida, en función de la relación del Sujeto y el Otro, con la
estofa de las fallas en la operatoria de Castración que se está
“jugando”. Las vestimentas que se cambian una y otra vez, las
transformaciones permanentes pueden ser ensayos que plantean
los modos de vestir es resto, irremediablemente perdido.
En términos de Freud, en el campo de la organización de
nuevas constelaciones psíquicas. “Hasta la pubertad no se

49
Junto a un grupo de colegas (M. Halfon, A. Gutman, J. Zanger, G. Camauer,
A. Storchi) hemos trabajado detalladamente la frase de Lacan en el Seminario
10, La angustia. Allí Lacan comienza partiendo de los planteos de Vigotzky,
en relación al acceso al verdadero concepto a partir de la pubertad. En su
relectura plantea que de lo que se trata allí es de la maduración del objeto a.
Digamos muy sintéticamente como aquello que cae de maduro, listo y causa
de acceso a la posibilidad del acto sexual. Se ampliará más adelante en el
apartado “Pubertad y concepto”.

52
establece una precisa y definitiva separación entre
preconsciente e inconsciente”50. La función de la censura
produciéndose. Volvemos así a los sueños adquiriendo una
nueva posible significación. Aun así, al término utilizado
“definitiva separación” podemos objetarle la suposición de
un acabamiento a diferencia de la idea de Infancias y
pubertades que a lo largo de un análisis, de cada análisis, van
situando el campo de lo infantil y lo puberal.

Del vivir y del morir, de amar

En un mundo que se ha vuelto sordo, que habla una lengua extranjera para
uso exclusivamente interno de la administración, hoy nos es preciso crear, a la
vez para los niños, los adolescentes y nosotros mismos, un espacio de
esperanza. Sin la cual los muertos vivientes en que algunos de ellos se han
convertido no se atreverán jamás a dar el paso y arriesgarse a vivir.
M. Mannoni. El psiquiatra su loco y el psicoanálisis

Durante determinado tiempo del transcurrir de la infancia,


la idea de muerte en el niño, tiene muy poco que ver con la
nuestra. El niño nada sabe de la putrefacción, aclara Freud.
Recordemos el ejemplo: “¡Mamá yo te quiero tanto que cuando te
mueras te haré embalsamar y te pondré aquí en mi pieza, para siempre,
para que siempre pueda verte!” Un poco más adelante: “Que mi
papá haya muerto lo entiendo, pero lo que no puedo explicarme es por
qué no viene a la hora de la cena” 51.

50
S. Freud, Lo Inconsciente (1915), O. C. Lopez Ballesteros, 1981, Biblioteca
Nueva.
51
Sigmund Freud: “Sueño de muerte de personas queridas” en La
Interpretación de los sueños, OC. L. Ballesteros.

53
No se exime por ello, obviamente de la significación infantil
del deseo de muerte. Ahora bien ¿Qué es saber de la
putrefacción? ¿A qué llamaríamos idea de muerte en tanto
irrepresentable en el inconsciente como muerte propia?
Es en el significante y en la medida que un sujeto articula
una cadena significante que palpa puede faltar en la cadena
de lo que él es. Entre el sujeto y el cero, el sujeto es efecto del
significante en el ser hablante. Es la falta que hace de nosotros
una constante que va a sostener toda una cadena.
¿Cómo se lo palpa ese lugar que formula un franqueamiento
y un atravesamiento en el campo del enigma?
A partir del acceso a la reproducción sexuada en la pubertad
y a veces bajo modos que ensayan la experiencia de goce, que
implica perderse, ausentarse, intentar participar de la
imposible e inexperimentable asistencia a la propia muerte.
Cortarse, arriesgarse, no ser encontrable, que se lo suponga
inexistente, pueden ser estrategias sofisticadas y complejas, a
veces fallidas, para que las operatorias de alienación y
separación en la articulación fantasmática se establezcan. Se
trata sabemos de la superposición de dos faltas. Son estas,
acciones, o movimientos destinados a producir de ese modo
una hiancia en el Otro o efectivizar una exclusión. Exclusión,
hiancia como marca de origen y quizás al fin instalar la
pregunta al abrigo de la representación fantasmática y la
inclusión de la mortalidad. ¿Puede el Otro perderme?
Pregunta dirigida al Otro, que desde ya, también está afectado
de la ley inalterable de la finitud.

54
Relatos
Lucas o La Desobediencia
Lucas personaje de una novela de Moravia52 de quince años,
sintió que había llegado al extremo de la desobediencia. Luego
de unas vacaciones con sus padres se encontraba “diferente”.
Había decidido entonces comenzar a desprenderse de todo lo
que hasta allí habían sido sus ligaduras. Una vida de
renunciamiento y de abdicación como formas de rebelión frente
al mundo. Sus colecciones, sus libros, sus muñecos, aquello
que le implicaría alguna nostalgia de lo que ya no estará del
mismo modo debía ser destruido. Ningún amor filial pretendía
que lo uniese a este mundo y de esa manera en una máxima
ruptura de lo que para él venía siendo una “determinada
obediencia” decidió dejarse morir. Cada tanto, en sus prolongados
ayunos, y accesos de odio, le aparecía interrumpiéndolo una
pregunta sin respuesta: ¿por qué hago esto?
La entrada en un estado delirante y pesadillesco sin
descanso, cuando sus fuerzas lo abandonaron se transformarán
luego en la antesala al acceso a lo que se podría nombrar
como “iniciación”, a partir de un encuentro de amor.

Decisión de vivir
Una joven de doce años: “La infancia se me cortó de golpe”.
Es su primera frase. Lo que la trae es la angustia suscitada
luego de lo que se puede leer como un pasaje al acto: “Quise
perder la vida”. Esta acción, interrumpe su realización a partir
del susto que le suscita y la posterior intensa angustia. Suceso
y angustia son las razones por las cuales se inicia el pedido

52
La desobediencia A. Moravia Ed. Sur Buenos Aires, 1960.

55
muy cercano a un acontecimiento, el suicidio de su hermano,
un adolescente.
A partir de allí, en tanto pasaje por una radical identificación
que la enlaza al inicio de un duelo al tiempo que filia lo fraterno,
construye en el análisis, un decir: “Yo, decidí vivir”. Me pregunto,
¿es factible esta declaración de vida de ser dicha y subjetivada
de ese modo acaso por un niño?53.

Extrañamiento
Una paciente de diecisiete años, le era extraña para su
madre54. Dicho de otro modo su madre la veía extraña, o se
extrañaba al verla. De los múltiples embarazos de la misma,
fue la única que “se prendió”. Extrañamiento, desprendimiento,
desvío, giro, apartamiento, son los sentidos del término
Abwendung, que usa Freud para plantear las salidas del lazo
duradero y difícil entre la madre y la hija. Lazo estructurante y
ambivalente con el Otro materno, de mucha intensidad en el
transcurrir de la adolescencia. Los numerosos cortes que A. se
hacía en el cuerpo, proporcionaban en la joven heridas, que las
nombraba como ubicables en algún lugar a la vez que escondibles…
“Le tengo mucho más miedo a las heridas, que no sé dónde están”.
Luego de un tiempo de encuentros, también intenso, las ideas
permanentes en torno a la posibilidad de darse muerte cesaron
sólo a partir un descubrimiento al que inesperadamente arriba
“me di cuenta, que no puedo enterrarme por mi cuenta”55. No hay

53
Seguirá su desarrollo en el punto “Duelo y pubertad”.
54
Será retomado este relato de la práctica en el apartado sobre la pesadilla.
55
Recordemos a la película del iraní Kiarostami, El sabor de las Cerezas. Allí
el protagonista, en el artificio ficcional de lo que será una filmación, da vueltas
y vueltas buscando un enterrador para poder recién así consumar su suicidio.

56
absoluta desligadura del Otro. Incluye a su vez una falta y una
pérdida. Modo inverso y original de la aprehensión del concepto
del sujeto en tanto no es causa de sí, en el camino de la
constitución de la deuda.
Los tres brevísimos recortes plantean situaciones difíciles
y conmovedoras en nuestra práctica. Plantean momentos
extremos para un sujeto en su relación con el límite.
Lo sacrificial, la des-obediencia, el trabajo con lo
radicalmente perdible, la máxima extrañeza, el exilio, lo
caótico. Esfuerzos de inscripción o re-inscripción, de aquello
inaugural, en términos de la lectura de una huella, detritus y
producción de lo infantil. A veces junto a un analista que
también será perdible, destruible, u olvidable. Huellas que se
dibujan, marcan, suenan, borran. Inicios y finales que hacen
su circuito de finaliniciación, de cortes, ligaduras, desligaduras.

57
Pubertad y concepto56

No hay verdadero acceso al concepto más que a partir de la pubertad.


L. Vigotski

Vigotski define, en la pubertad, lo que nombra como


verdadero funcionamiento del concepto, bajo la forma de lo
que llama “una aproximación”.
¿Cuál es la relación entre pubertad y lo que se nombra
acceso al concepto?
Lacan lleva agua para su molino. Cito: “El hecho de que
tal pedagogo (Vigotsky) haya podido formular que no hay
verdadero acceso al concepto más que a partir de la edad de
la pubertad – entiendo algunos experimentadores que no
conocen, que no quieren reconocer nada del análisis – es algo
que merecería que añadiéramos a ello nuestra mirada, que
metiéramos en ello nuestra nariz, que captáramos – en el lugar
del que les hablo, hay mil huellas sensibles – que es, hablando
con propiedad, en función de un lazo que puede establecerse
en lo que concierne a la maduración del objeto a…”57.
Los pedagogos se interrogan por la formación del concepto
en tér minos de representaciones que implica mayor
abstracción y funciones intelectuales de conocimiento a favor
de condiciones para el aprendizaje. Funcionamiento que se
56
Tema trabajado con un grupo de colegas y amigos: Nélida Halfon, Giselle
Camahuer, Silvia Peaguda, Jorge Zanger, Alma Gutman, en el marco de PPS
en 2005.
57
J. Lacan, Seminario 10. La Angustia, Lacan, clase del 29 de mayo de 1963.

58
va constituyendo por supuesto desde la infancia. Pero,
sabemos, cada discurso forja su objeto
¿A qué llama ahora Lacan verdadero acceso al concepto?
Queda enlazado a lo que promociona como “maduración del
objeto a”. Algo cae de maduro. El concepto en psicoanálisis
y la experiencia analítica, justamente circula entre el límite
de su aprehensión y su obstáculo. Es un salto en la experiencia,
una aprehensión también por aproximación, un pasaje.
¿Podemos situar el asunto, en el psicoanálisis, como el
acceso a una nueva operatoria del concepto de la falta
(unbegriff)?
¿Una nueva concepción de la concepción a partir de la
pubertad?

59
Pubertad y duelo

Ni rastro de vida, te dices, bah, buen asunto, imaginación no muerta, si


bueno, imaginación muerta imagina
S. Beckett

Nacemos por decirlo así, en dos veces


J. J. Rousseau, según F. Doltó

La declinación del Edipo, la Untergang, el descenso, pone en la


vida lo no simétrico y fuerza (en especial para el varón según
Freud) a renunciar a estar a la altura de las circunstancias. Algo
se pierde en esa renuncia. ¿En la pubertad se trata de duelo?
¿Cómo saberlo acaso? Hay quienes le dan un nombre a lo que
se despide: cuerpo infantil, identidad infantil, padres de la
infancia58. Es una manera de hacerse una imagen, una idea de
lo perdido.
La declinación es la caída en la creencia de haber ocupado
un lugar.
Decir “duelo por el falo”, es una manera de localizarlo.
“Los fragmentos, los detritus incompletamente rechazados
del Edipo, van a resurgir en la pubertad”59. Lo que resurge, lo
que se reactiva, se entrelaza a lo nuevo, a lo inédito y a lo
inexorable. Es interesante la idea de detritus, deshecho,
residuo, ¿resurge?

58
Nos referimos al libro sobre Adolescencia de Knobel y Aberasturi, llamado
“La adolescencia normal”
59
Lacan, Seminario 6 El deseo y su interpretación. Año 1958.

60
Freud en Metamorfosis de la pubertad no habla explícitamente
de duelo habla de dolor60. A veces ese trayecto puede coincidir
además con la muerte de un ser querido. Diferentes figuras de
la pérdida y sus efectos.
Freud se pregunta, ¿cuándo la separación del objeto trae
angustia, cuándo duelo, cuándo dolor? ¿Cuándo una puesta
en escena, o una caída, forma parte del duelo?
Transmito en lo que continúa algunos relatos de la práctica.

60
Viviana Garaventa, con quien venimos conversando hace años de la vida y
la práctica analítica nos dice en Pubertad, despertar dolor, duelo: “En ese
desasimiento como acto requiere necesariamente que se vuelva a poner en
juego el modo bajo el cual el sujeto fue asido por el Otro en la entrada en la
vida” Publicación, Psicoanálisis y El Hospital, Número 43.

61
Quién me robó mi niñez
Trauma y duelo61

“Y hacer del dolor de haber nacido el lugar de un dolor


depurado de toda argumentación” .
J. Palant*

Sé que en este siglo ya no vale la pena morir entre tantas cosas muertas
hermosísimas.
N. Litvinova

“Quise perder la vida un rato”. Así dijo de lo perdible, ya a


distancia de un pasaje al acto.
“Pero, recién tengo doce años” … Entonces…
Luego: “Yo, decidí vivir “. Una declaración de vida. Testigo
singular, el analista.
Su hermano unos años mayor, al haberse arrojado al
abismo, unos meses atrás, suicidio que rompió un juego y los
dejó a todos atónitos.

Relato, marcas
Tenían entre amigos curiosidad por las lápidas en
cementerios y el coqueteo de imaginarse muertos. A eso
jugaban a diario.

61
En “Finaliniciación” se trabaja un fragmento de este relato.
*Nota: Ocasión de agradecer a Jorge Palant por los años de supervisión y
trabajo y su disponible interlocución. Esta cita pertenece al texto “Primer
dolor”. Conjetural Nº 50

62
–Yo no lo creía, era un juego, pero él lo hizo –dijo la jovencita
Nuevamente el “pero”, que suspende una afirmación para
incluir el “yo no” y una increencia.
Dijo: “La infancia se me cortó de golpe”. Frase que cabalga en
una pubertad visitada por lo fúnebre imprevisto. En esas
circunstancias llegó a verme.
–A vos decime ¿se te murió alguien alguna vez? –preguntó
La transferencia incluye en ese instante el Sí y el No. El
espejo y al mismo tiempo lo intransferible.
La cuestión de la belleza estaba en el lenguaje familiar muy
presente.
Tirarse ¿es la máxima rotura de lo bello o lo bello abultado
en excedentes?
Ella hablaba confiada de haber encontrado un lugar.
Delgada, grácil, niña, poética, no entendía. No encontraba
ningún nombre donde bucear la respuesta a ese estruendo.
Las razones, eran argumentos que van a ser depuestos en los
encuentros, ya que no alcanzaban bajo el soplo de lo
incomprensible.
La importancia de incluir lo incomprensible.
Venía obsesionada en ocasiones por saber; ¿Qué sintió mi
hermano, antes de morir, antes de decidirlo?
Saber, el reino de lo imposible, y de la interferencia y del
interludio entre trauma y duelo.
Transcurrió por el enojo y por la amargura inquieta al
recordarse jugando con el ¡morite! en alguna escena lúdica
infantil.
Pero su obsesión por saber, en alguna ocasión insistió: Una
sábana le sirvió de instrumento para probar colgarse en el
baño. Artificio enclenque pero efectivo en el “desaire” que

63
detuvo el acto. Mejor dicho un pasaje al acto, que luego halló
otro camino, un giro de la vía hacia la inclusión en una escena,
y buscar al interlocutor.
Al sacarse las sábanas del cuello, se relata corriendo
asustada en llanto. Como en cámara lenta desvía del camino
para agarrarse de los brazos de su madre que estaba allí detrás,
tiesa. Brazos tiesos que conmueve –¿Acaso querés hijos muertos?,
–le gritó para hallar, al fin, sostén. Forma de nombrar separación.
–Yo, decidí vivir –me dijo al relatar lo sucedido.
¿Es esa declaración, acaso una manera de decir de una
niñez concluida?
¿Acaso un niño puede pronunciarse en dicha decisión?
Aquí las preguntas se juegan alrededor de un acontecimiento
traumático en tiempos del trauma que forma parte del segundo
tiempo sexual, y donde un duelo por una muerte habita en un
pasaje que de por sí lleva una pérdida.

64
La cadena de la lengua
Intentos de reparar

Soltemos las cadenas de nuestra lengua


Voz guaraní

Interpreta la menstruación, sobre todo a la primera,


como la mordedura de un animal mitológico,
acaso como signo de comercio sexual con ese espíritu62
S. Freud

Un llamado a escuchar a una jovencita. El pedido fue realizado


por una ginecóloga dedicada a la clínica de la infancia y
pubertad. Tenía doce años y padecía una hemorragia
menstrual importante.
La persona que la atendió la encontró muy triste: “No
podemos ayudarla… es desesperante… llora y llora, como si
no quisiera nada”: Quería llorar. Fui.

62
S. Freud. En “Tabú de la virginidad”: “Para explicar este tabú de la virginidad
es posible aducir factores de diversa índole, que paso a examinar en rápida
exposición. En la desfloración de la muchacha por regla general se derrama
sangre; por eso el primer intento de explicación invoca el horror de los
primitivos a la sangre, pues la consideran el asiento de la vida… Alguno de
los informes permite discernir en este espíritu el de un antepasado, y así
comprendemos, apuntalándonos en otras intelecciones, que la muchacha
menstruante sea tabú como propiedad de ese espíritu ancestral.” Recomiendo
un artículo de M. Intelisano sobre el tema en Notas de Psicoanálisis Cuadernos
de Adolescencia.

65
Estaba recostada en una camilla, me quedé a su lado, a
solas con ella.
Entre el llanto creí escuchar algunas palabras en una lengua
extranjera: Taita guasu yaariii… No entendía nada, pero me
interesó.
–Taita... jaryi.
–¿Qué?
Se detuvo.
–Es guaraní, mis abuelos, murieron los dos, hace cuatro años…
–Pérdidas muchas pérdidas…
–En los sueños aparecen sus caras… monstruosas, deformadas,
muy feas, caen, y caen y caen encima de mí… vamos con vos, vamos con
vos… me dicen.
–¿En guaraní?
–Jaha… pejú…
–Si mi abuela no se muriera yo estaría ahí con ella…
–¿Si mi abuela no se muriera, dijiste?
La joven había venido a vivir a la la Argentina, donde residía
su madre, después de años de no verla. Se crió con sus abuelos
en Paraguay. Al llegar, le ocurrió su menarca y con fuertes
dolores. Su madre, comenzó a darle de forma habitual aspirinas
en exceso: “para no verla sufrir, ya sufrió mi ausencia”. La
ingesta de aspirinas ofrecida, es una confesión que realizó la
mamá a los médicos, pasado un tiempo de la primera consulta.
Ingesta que al parecer propiciaba las hemorragias.
–No quiero que sufra ella, yo soy grande, yo ya viví –decía
Una madre viva que dice que ya vivió.
¿O es una o es la otra?
Figuras de reparación fallida. Es diferente incluir lo que no
fue posible. También experiencias del dolor de la emigración.

66
En aquella primera escena del consultorio médico con la
jovencita, quedamos en volver a conversar. Ella me enseñaría
palabras en guaraní.
Al tiempo un secreto que no quería “seguir guardando”.
Muchas noches se despertaba con la figura de un hombre
amenazante en la ventana, lo seguía viendo borroso durante
el día. “Tiene que taparse los ojos”. Le daba mucho miedo y
se le aparece desde su llegada a Argentina, allí lo ubicó.
Dibujamos en mi agenda a ese hombre, hablamos de él, lo
convertimos en “el hombre de la bolsa al que le caía baba”, le
pusimos nombre, se lo tachamos.
Eso se perdió.
La pregunta por el padre, plagada de incertidumbres, no se
hizo esperar.
Las lenguas de las que estamos hechos.

67
Rapsodia puberal63

Acerca de la importancia en variadas ocasiones, de reinstalar,


o instituir en la pubertad, lo infantil, la infancia y el juego aún…
y de un hijo que con su afectación hace de sostén a la locura
materna no desplegada aún.

Del mundo, estabas tragando lágrimas erguida.


O. Mandelshtam

…De ese jirón de discurso, a falta de haber proferido por la garganta,


cada uno de nosotros está condenado a trazar su línea fatal, a hacerse su
alfabeto vivo
J. Lacan

Parpadeo. El ojo sin descanso. Producir mirada


La expresión general, de quien llamaré Nancy, impresionaba
muy poco saludable. Con gran palidez en el rostro y cabizbaja,
parpadeaba en forma continua, junto a gestos de dolor. Tenía
en ese momento catorce años.

63
Jorge Fukelman realizó un preciso y generoso comentario del caso en ocasión
de su presencia como invitado al Posgrado de Psicoanálisis y Adolescencia al
que nos referimos. El comentario fue publicado en “Resonancias de una
transmisión”. Colección Improntas. Transcribo un fragmento: “Cuando leyeron
el texto, se dieron cuenta que cuando Cynthia a Nancy le cuenta un cuento, lo
que hace es pintar un cuadro. En esa habitación la joven, con cierto cuidado con
lo que voy a decir, como en los cuadros, tiene imágenes. Tenemos dos puntos
entonces: la imagen y el cuadro… esta joven, Nancy, aparentemente había
construido su habitación al estilo de un cuadro. No voy a extenderme sobre la
relación entre el cuadro y el plano proyectivo”

68
La auscultación médico clínica no pareció revelar a primera
instancia ninguna afección.
Los padres describen que Nancy vomitaba todo el tiempo,
profería algunos gritos y llantos, no quería hablar ni comer.
La madre parecía llevar en sí una gran mueca en la boca que
me llamaba la atención. Hablaba cortando las frases, en
fragmentos interrumpidos.
La madre: Nancy de pronto se puso… Grita todo el tiempo. Gritó
cuando el padre pintó las paredes de su cuarto, desde ese momento…
se enojó mucho.
El parpadeo permanente parecía la falla de una eternidad
de mirada fija.
El ojo, sin descanso, tal vez nombraba la oclusión que el
oído hace imposible.
¿Qué interroga la ausencia de pregunta?
En el primer encuentro con Nancy, en silencio, mirando
hacia abajo y de reojo, dijo tener ganas de vomitar, allí.
Comienza a “vomitar” (escupir) en el suelo, en este caso, el
del consultorio. Algo expulsaba, marcaba un territorio.
Esperé un tiempo en silencio.
–…eran mis paredes, así como estaban, con mis cosas, mis dibujos…
En ese momento me sobrevino como recuerdo, un cuento
de mi infancia, de agradable lectura. Se lo fui contando. Era
de Juana de Ibarbourou, titulado “Las manchas de humedad”.
Allí una niña, en las zonas húmedas y sucias de las paredes
podía soñar construyendo imágenes. El perfil de barba azul,
gigantes, duendes. Yango, el pintor, una tarde había hecho
desaparecer ese universo implacable, la niña enceguecida,
desesperada, gritaba.
El Vomitar-escupir iba cesando.

69
La voz

El grito hace el abismo donde el silencio se precipita


J. Lacan

Tomé un lapso breve de vacaciones. Encontré a mi regreso


lo que muestra, que aquello que había empezado a quedar
por fuera retornó (me refiero al hecho de ser sometida a
estudios médicos permanentes).
Le sobrevino un síntoma que no respondía a ningún
diagnóstico médico.
Se le fue completamente la voz. Su voz no volvía estaba
sin poder hablar un largo tiempo.
Se la veía con un gesto como de sordera, no miraba.
¿Qué operatoria pulsional se estaba produciendo?:
Lo inaudible por la vía de la sustracción de la mirada.

La escritura y el dibujo. Hacer distancia


Dibuja Máscaras de mujeres, escribe Márcaras.
Produce otros dibujos, los primeros que firma y regala que
representan tigres fragmentados, (manchados). Estos solo se
veían claramente como tales, a la distancia, si uno alejaba lo
suficientemente la hoja de la visión. El papel estando cerca
no distinguía la figura. Los llamó tigres de vengala, escrito con
v corta. Ortografía y significante.

70
La voz de un padre que habla. Caída de una creencia

La música se originó con la imitación de la voz paterna mediante la


imitación de los sonidos de los animales que el clan adoraba, por ser el
animal totémico
T. Reik

Apareció un día, con una voz muy especial. Diría que emitía
una especie de rugido inimitable con el que intentaba
hablarme. Era un sonido muy extraño, el que se hacía oír. La
comienzan a llamar en ese lapso, ya que no podía no
escucharse en los pasillos, la paciente de la voz… En ese discurso
atronador, que su garganta como caja de resonancia profería.
Ella con su extraño vozarrón de trueno…
En una entrevista con el padre, Nancy ríe mientras él estaba
hablando. El papá un poco enojado: “Lo que pasa es que ella
cree que yo no puedo hablar”. Hubo algo conmovedor que se
escuchó en esa frase. Allí él habló. Una creencia flaqueó.
Quiso dibujar su garganta. Abajo escribe: son las bandaz
bocales. Entre sorpresa y gracia. Parecía haber dibujado un
pene y sus testículos.
–Dicen, como broma, los pibes que del susto se le suben a la
garganta…
Al día siguiente el vozarrón-rugido está “perdido”, pareció
culminar su función. La voz caída del trueno.
Portaba en su lugar una voz muy delicada, casi exagerada
en su femineidad.
Detención del goce de la mueca despojada, sin poder hacer
otra cosa.

71
Palabras maternas que en tanto sueltas, no sonoraban ya
del mismo modo en ese tiempo. Movimientos de un montaje
de alienación y separación, realizado de ese modo, así de a
breves saltos, implosiona, explosiona, abriendo nuevos
estados que inventen títulos.

72
Un caso de Winnicott64
La persistencia

Qué debe interpretarse... jugando, construyendo con el niño


o simplemente dejándome eclipsar, desperdiciar.
D. Winnicott (1958)

Winnicott decidió no atender a George65.


Un relato que me llamó la atención. Es el último escrito
de los ejemplos tomados en Therapeutic Consultation in Child
Psychiatry, publicado en 1971 y traducido como Clínica
psicoanalítica infantil 66.
Allí dice: “los detalles son similares a muchos otros casos”,
sin embargo, al escucharlo, lo que nombra “su evolución”, no
le brindaba esperanzas. Lo que continúa es contundente.
Winnicott, formula que no va a poder atender al jovencito
porque, “George parecía no existir”.
Con este ejemplo concluye el libro. La impresión es que
las narraciones generosas en la mostración de una experiencia

64
Reescritura de un trabajo publicado en Psicoanálisis y El Hospital Número
37 año 2010, “La adolescencia Hoy”, dirigida por Mario Pujó.
65
Agradezco a Jorge Rodríguez quien hace varios años me sugirió la lectura
del caso George, y por la facilitación del texto en su original, además de su
transmisión incesante del valor de la lectura de Winnicott. “Para Winnicott,
la fidelidad al psicoanálisis no pasaba por el estudio minucioso de los textos
ni por una dogmática glorificación del pasado, sino más bien por un
cuestionamiento continuo de su práctica diaria tanto en el aspecto clínico
como en el teórico”. J. Rodríguez en La multiplicidad de Winnicott.
66
¿Es uno de los ejemplos donde la traducción mejora el original? Al respecto
es interesante la conferencia de Borges “La música de las palabras y la
traducción” en Arte Poética.

73
analítica cotidiana con niños y adolescentes, en la puesta en
acto del juego del garabato, los sueños, los límites y
posibilidades de una práctica singular plagada de detalles,
en su final muestra un final, cae67.
¿Qué (me) transmite este “caso”? ¿Qué formulaciones
acerca de la posición de una analista nos hace escuchar? Será
desarrollado luego.
El libro, está dedicado exclusivamente a la narración escrita
y testimonial de consultas, nombradas como consultas
terapéuticas. Estas no necesariamente derivarán en un trabajo
posterior. Plantean en sí una operatoria. En algunas de
ellas, donde las circunstancias que rodean al niño son adversas
sugiere evitarlas. Desde ya la distinción de aquello que plantea
Winnicott como factor adverso externo, no carece de
complejidad e interés. Enuncia en la introducción que con
dichos relatos no pretende “probar nada”. Allí radica uno de
los modos de su honestidad. Lejos de una intencionalidad
anticipada, lo atraviesa un no saber de aquello que se va a
decir o producir.
George tiene 13 años y es llevado a la consulta en particular
por sus robos.
Desde el inicio, en una impactante retórica “elegida” para
ese texto y nos anticipa su conclusión: dice que George, no se
puede tratar.
¿Qué lo lleva a esta aseveración tan poco esperable en el
recorrido de las apuestas esperanzadas que habitualmente
leemos en Winnicott?

67
Es una imagen que transmitió Inés Villalba, cuando relaté el texto al dictar
una clase en El Ameghino sobre Transmisión y caso. Podemos hacer trabajar
la idea de caso en su etimología como caída, fall, drop.

74
Escribe: “era probable que no llegaríamos a jugar juntos”,
“I would probably not find ourselves playing together”, o más
enigmáticamente, que él no los encontraría jugando juntos.68

La segunda Guerra
Si bien George se mostraba con buenos modales y cortés,
“parecía estar de alguna extraña manera ausente.” Su manera de
formar parte de la escena se acentuaba bajo la forma de la
complacencia, la cortesía. Si bien realizaba robos, no tienen
en la escucha de Winnicott el valor de esperanza que le
adjudica a los casos destinados a la idea de deprivación. Parecen
ser leídos, como robos que no se dirigen a nadie, ni pretenden
recuperar nada.
El lugar donde Winnicott ubica lo que describe como “lo
mejor” de George, era en su dolor de cabeza y en el empleo
de algunos ruidos.
Lo Invita al juego del garabato: “desde mi punto de vista
este (señalando un dibujo) era la aniquilación de sí mismo”,
“era como si estuviese dibujando la ilustración de su propia
muerte que se produjo después de haber nacido” dice Winnicott
usando su imaginación, frente a este muchacho que agrega
“parecía no existir” (“this boy who seemed to be non existent”) lo no
existente.
Sin embargo, el joven que “no conocía los sueños”
comienza a soñar, pero aun así, no fue razón suficiente para
proponer un posible tratamiento analítico: “La falta de juego

68
Comunicación personal con Moira Iglesias, quien ubica allí en el ourselves el
nombre de un imposible, pero que no incluye, la posibilidad que se produzca
un analista en el juego.

75
y de sentido del humor persistía”. Winnicott acentúa la
persistencia.
Historia: La familia, luego de la Segunda Guerra, antes del
nacimiento del niño, adoptaron, con y por la retribución
subsidiada por el Estado, dos niños huérfanos. Al quedar la
madre embarazada de George, retrasándose por impedimentos
sociales o médicos, la posibilidad de realizarse la interrupción
del embarazo tal como hubiese querido. No puede seguir
ocupándose de su actividad retributiva y decide dejar a los
niños que criaba, por un bebé que no quería tener. No se lo deseó,
“he was not wanted” dice Winnicott, sobrevivió porque se lo
apaciguó, con dulces o dinero en el medio de una incesante
gritería69.
Toma Winnicott finalmente una decisión: “Observé que no
debía implicarme en este caso” “…si lo veía dos o tres veces más yo
mismo estaría comprendido en sus sueños y por lo tanto debería asumir
el caso dándole un carácter prioritario y no estoy en condiciones de
hacerlo” .
Winnicott asume la decisión de realizar una derivación a lo
que en el texto llama Agente de Libertad Vigilada, poniéndolo
en contacto con Probation Officer. Enigmáticamente al finalizar
cuenta: “me sorprendió que la madre pareciera estar agradecida
por algo…”.
69
La aguda observación de Winnicott, nos trae la evocación de aquello que
Lacan en su conceptualización plantea en La conferencia de Ginebra sobre el
síntoma, 1975: “los padres modelan al sujeto en esa función que titulé
como simbolismo. Lo que quiere decir estrictamente no que el niño sea
principio de un símbolo, sino que la manera en que le ha sido instilado un
modo de hablar, no puede sino llevar la marca del modo bajo el cual lo
aceptaron los padres. Sé que esto presenta toda suerte de variaciones y de
aventuras”.

76
Una lectura posible. En este enigmático trayecto,
fragmentario, podemos ubicar un analista que forma parte de
la escena que transmite, como Velázquez en las Meninas, así
como formamos parte de la lectura y en aquello que se recorta,
de lo que se lee de lo que se escribe y de la práctica y lo
perdido de la transmisión.
Una de las primeras preguntas: ¿está acaso con la decisión
producida, signando un destino? ¿Se trata de resistencia en
tanto resistencia del analista? ¿Se trata de un acto?
Escucho un analista que incluye un No70.
Esa inclusión no proviene de un saber referencial, ni el
campo de la técnica “Desde un punto de vista teórico no me
sería imposible tratar a este chico”71.
Su operatoria analítica, dicha en una clave personal, “no
estoy en condiciones de…” no constituye un Universal. En
su intervención no hay apaciguamiento. Hay marca de la
diferencia y trabajo con las marcas de una historia y de la
época: Los acontecimientos de la Segunda Guerra, sus efectos
de catástrofe, inciden en los cuerpos hablantes y no hablantes,
en este caso, en una ausencia de lo vivo, ausencia que impide
haya lo existente y por ende un posible encuentro analítico.
Conjeturo, lo que un analista, en esta ocasión Winnicott,
escuchó sin saberlo, sostenido en la impresión transferencial
de ese encuentro singular lo conjeturo: continuar con las
entrevistas hubiese oficiado como la “reproducción” del lugar

70
Puedo recordar algunos ejemplos, donde sería interesante pensar, el estatuto
de diferentes No. Una decisión que en ocasiones puede implicar no atender,
no continuar entrevista, no iniciar un análisis, no dar un certificado “psi”
exigido, no aceptar un pedido de derivación a medicación, etc.
71
D. Winnicott, texto citado. Me resulta una frase enigmática.

77
de una madre que siguió a su pesar un embarazo sin poder
tomar una decisión. Es mi lectura de su acto.
Por otro lado muestra que el psicoanálisis no se ocupa de
todos ni de todo, no es una práctica de lo asistencial. Presenta
también que aquello que ocurre, es aquello que se cifra en la
contingencia de ese encuentro.
Lo que sucede no es producto ni resultado de una
especialización.
Winnicott no localiza, sino salvo, en el incipiente
chasquido de un ruido o en la presencia del dolor que anima
al cuerpo, un sitio donde se presente una posible demanda.
No escribe que George “no existe”, enuncia que parecía no
existir. Si bien el campo de la existencia implicaría que
delimitemos algún concepto en juego, es allí, paradójicamente,
donde realiza una apuesta72 y efectúa como desprendimiento,
una derivación, se deriva a otro lugar (Institucional) posible.
Transmitir es querer transmitir, pero ese deseo se tropieza
con lo imposible. Transmitir es transmitir lo imposible de
transmitir.

72
¿Se trata entonces de una apuesta ligada a la noción de acto? Si suponemos
allí el acto en un analista en relación a una decisión, podemos incluir la
conjetura que se pueda producir una operación fundante en ese acto, y en
tanto tal ligada a la repetición y a la marca. Hay interesantes disertaciones al
respecto en la Revista Conjetural número 36.

78
Lo Ingenuo*
¿La risa interrumpe o interpreta?

El recuerdo de la propia ingenuidad es siempre doloroso


Arthur Miller

Este adulto no sospecha que la mirada sorprendida del niño testimonia que él
ve algo que el adulto ha dejada de ver
D. Weill

El terreno de lo ingenuo está reservado principalmente a los


niños.
Freud en su libro sobre el chiste, comienza otorgándole la
categoría de especie de lo cómico en tanto es descubierto.
El chiste se hace dice Freud, lo ingenuo, en cambio, se
produce sin nuestra intervención intencional.
El chiste abre nuevas fuentes de placer que habían
devenido inaccesibles y lo cómico le sirve de fachada.
Lo ingenuo es la especie más cercana al chiste. Como una
bisagra.
Entre una ganancia nueva y una pérdida.
Lo ingenuo nace, cuando el sujeto parece vencer sin
esfuerzo alguno una coerción, una inhibición, que en realidad
no existe en él.
Vencer lo que no existe.
Es un ahorro de inhibición que “nos es regalada” sin esfuerzo.

* Interesante la discusión sobre el tema con el grupo de Residencia del Hos-


pital Rivadavia en el año 2016.

79
Nosotros, (los supuestos adultos no ingenuos) creemos que
existe tal coerción, sino, nos parecería desvergonzado, y en
lugar de risa despertaría indignación, incluso hostilidad.
No es así, si se trata de un niño.
Entonces, algo es considerado ingenuo o no, por el Otro.
Se lee como ingenuo.
En lo que parece diferir del chiste en especial en los niños, es
en la falta de intencionalidad, no es ni en la expresión verbal
ni en la técnica
Se trata dice Freud de una infantil ignorancia.
¿Quién sanciona dicha intencionalidad en tanto ausente?
¿De qué ignorancia se trata? ¿Cuál es su relación con la idea
de inocencia?
Lo ingenuo nos ofrece un transporte del oyente al proceso psíquico
de las personas productoras. ¿En qué consiste dicho transporte?
El oyente incide con su escucha en quien produce lo
ingenuo.
Relato de Freud:
Dos hermanos una niña de doce y un niño de diez representan ante
un público familiar una obra teatral de la que ellos mismos son autores.
La escena representa una cabaña a orillas del mar. En el primer
acto se lamentan los dos únicos personajes, un pobre pescador y su
mujer, de lo trabajosa y miserable de su vida. El marido decide embarcar
en un bote y salir a buscar fortuna en lejanos países. Una cariñosa
despedida pone fin al primer acto. Al comenzar el segundo han pasado
varios años. El pescador ha hecho fortuna y torna a su hogar con una
bolsa de dinero. Encuentra a su mujer esperándole en la puerta de la
choza y hace el relato de sus aventuras. La buena mujer no queriendo
ser menos, le responde llena de orgullo: “Tampoco yo he estado
holgazaneando todo este tiempo. –Mira– Y abriendo la puerta de la

80
cabaña le muestra doce niños, todos los muñecos de los actores, autores,
durmiendo en el suelo.
Freud agrega que la representación quedó interrumpida
por las carcajadas de los espectadores y los niños que
“enmudecieron llenos de asombro”.
Una escena que muestra, marido y mujer personificados
por dos her manitos. Ellos realizan por medio de la
representación una ficción de su autoría. Es la producción, la
invención, la que transforma la relación fraterna referencial,
en otro lazo de orden teatral. Son niños que poseen recursos
simbólicos suficientes para constituir dicha puesta en escena,
dirigida a otros, un público familiar. El tiempo, dividido en
actos acontece en un tiempo no real, hay pérdida del tiempo
real. Hay un lapso de muchos años transcurridos. Está la escena
con lo cual hay aquello que queda por fuera de la escena.
La interrupción: debido a la risa de los espectadores, los
personajes detienen la actuación. Cae la escena. La sorpresa
y el asombro dice Freud inesperado en los niños, corta el juego
teatral, enmudece, quita la voz.
¿Es por el asombro o es por la angustia, donde lo familiar
se vuelve extraño?
¿Se trata de una división subjetiva producida por la risa
como interpretación? Sería otro pasaje hacia la curiosidad
sexual de la pubertad, cuya significación se hace retroactiva.
Ruptura de la ingenuidad.
Quizá se trata de un efecto de anonadamiento que rompe
un espacio lúdico.
Una sustitución: Bolsa de Oro por niños. ¿Equivalencia
simbólica? ¿Incluye la fantasía de infidelidad materna como

81
un pasaje de la novela familiar en tanto pregunta por los
deseos de mujer en una madre?
Se interpela a la mirada: “Mira, yo también he trabajado
mucho mientras estabas afuera”. En doce años, doce niños.
Para concluir: ¿La risa interrumpe o interpreta? ¿Incluye la
pérdida de lo ingenuo y en tanto tal instituye el fin de la
infancia? ¿Incluye sexualidad y muerte? O ¿convierte a la
escena en una escena prohibida y en tanto tal bordea lo
incestuoso fraterno entonces incluye lo que debería quedar
por fuera velado?
Hay algo de lo real que introduce la risa. Los niños no se
ven contagiados por la risa. Evidentemente para ellos no hay
nada de lo que reír.
Los “adultos” puede que se ubiquen ingenuos de lo ingenuo.
La ingenuidad en los niños no incluye doble sentido, ni
extrae placer de allí.
La ingenuidad en las “personas grandes” no quiere
despertar a un nuevo saber, por saberse.73

73
Pilar Shinji comenta: La risa y su efecto en los niños me hace pensar en un
enmudecimiento ligado a un asombro que puede distinguirse de la angustia,
en Alicia en el país de las maravillas, ella, afectada por el asombro, “Eager eyes
and willing ears”…

82
Tiempos en la llamada “Novela familiar”
(Decepción e invención)*

“Mis condiscípulos escucharon la fantástica novela con la boca abierta.


Fue una novela contada con inspiración. Había algo mucho más
asombroso que lo inventado por mí, pero a mis doce años yo no sabía
qué hacer con la verdad en este mundo”74.
Para Freud, la novela familiar es una reacción. Una
reacción, como creación imaginativa ante una diferencia75.
Las fantasías de la época de la pubertad, tienen su punto
de partida en la investigación sexual infantil. Parten de allí
luego que la investigación parece cesar. Aquello que persiste,
como resto insaciable e inconsciente transforma su uso a partir
de lo reprimido.
El párrafo (nota de 1920), continúa planteando que a este
grupo de fantasías, pertenecen aquellas cuyo contenido es:
espiar con las orejas el comercio sexual de los padres76, la
prematura iniciación sexual por una persona amada, la
amenaza de castración y la vida prenatal en el seno materno.

* Trabajo publicado en “Psicoanálisis y Hospital” Nº48.


74
Isaak Babel, en “El sótano” de Cuentos de Odessa, relata acerca de un joven
que en su pubertad inventa, imagina y crea deliberadamente una historia de
pertenencia, plagada de figuras ilustres y eruditas, que contrataban con el
pudor del lugar donde vivía, un sótano pobre, sumido de escenas de
procacidad.
75
Me refiero a una nota al pie de página, agregada en 1920 en “La metamorfosis
de la pubertad” de S. Freud.
76
So die Phantasien von der Belauschung des elterlichen Geschlechtsverkehrs, von der
frühen. Lopez Ballesteros traduce “asistencia”. Etcheverry: espiar con las orejas.
En esta ocasión optamos por ésta última traducción.

83
Freud acota en esta nota al pie, de forma distintiva del
resto, que “en la adolescencia ha de contarse también con la
llamada “novela familiar” tomada como creación imaginativa
con la que se reacciona (reargiert) a la diferencia entre la actitud
(eistellung) actual ante los padres y su pretérita actitud filial
infantil”.
Hay una diferente manera de verlos. Una manera distinta
de poner el cuerpo, de estar.
Novelar es una respuesta creativa a un desencuentro
ineludible.
En 1908 en el texto titulado por Freud “La novela familiar
del neurótico”, inicia sin embargo en los juegos infantiles,
asentada en una suposición de adopción. Los padres77 “fuente
de toda fe”, comienzan a ser algo sospechosos. Los ensueños
diurnos, los de un provenir de un paraíso perdido, amortiguan
la disconformidad y la impresión que algo, ya no es lo que
era. La forma y género de la novela puede ser diverso. Tiempo
de poetización y de extrañamiento78.
Tiempo de decepción que impulsa en el mejor de los casos
a fundar una invención.
Con el advenimiento del conocimiento de la reproducción
sexuada, nuevos elementos se acopian a la nouvelle. Momento
novedoso que acentúan de otro modo la pregunta: ¿de dónde
vengo? ¿Quién soy? ¿A dónde pertenezco? El guion incluirá de

77
Decir “los padres” aparece Freud como modo de nombrar la no diferencia...
“pues el padre y la madre no son objeto de una valoración distinta antes del
descubrimiento de la diferencia de los sexos” Freud, S. El yo y el ello. O.C, L.
Ballesteros.
78
Juan Molina, trabaja detalladamente como eje el extrañamiento en su
artículo “Edipo y la novela” conjetural 41. año 2004.

84
forma diferente un cuarto elemento: la muerte. No hay
eternidad.
Se tejen mitos, novelas imaginarias, versiones del padre,
efectos de la marca y el agujero de lo inimaginable en el origen.
¿Ombligo de la novela? Las huellas borradas y acontecidas
de lo narrado y de lo narrable articulan diversidad de formas
de andar aquello llamado “lo familiar” y “desasimiento de la
autoridad de los padres”. Términos difíciles de establecer si
suspendemos toda normativización.
Es un momento doloroso dice Freud pero inevitable.
La “novela” da algún posible restablecimiento, un nudo,
de lo que cae, es una invención deliberada o no, que sostiene.
En cambio, la posible historización (en un análisis) habilita
lo incierto:
“El pasaje de la tradición a la historia es el pasaje de las certezas
informuladas a la formulación de incertidumbres. En ese pasaje el
pasado deja de ser criado de la autoridad, deja de suministrar
justificaciones del presente para provocar preguntas verdaderas”79.
El desdoblamiento de un padre es una operatoria
ineludible. Un ejemplo, quizá algo triste, lo trae Freud como
recuerdo de juventud, ligado en este caso al padre: “…Tendría
yo diez o doce años cuando mi padre empezó a llevarme consigo en sus
paseos y a revelarme en pláticas sus opiniones sobre las cosas de este
mundo. Así me contó cierta vez, para mostrarme cuánto mejores eran
los tiempos que me tocaba a mí vivir, que no los de él: «Siendo yo
muchacho, me paseaba por las calles del pueblo donde tú naciste, un
sábado; llevaba un lindo traje con un gorro de pieles nuevo sobre la
cabeza. Vino entonces un cristiano y de un golpe me quitó el gorro y lo

79
J. Jinkis. “Lo que el psicoanálisis nos enseña”, Lugar Editorial año 1993.

85
arrojó al barro exclamando: «“¡Judío, bájate de la acera!”». «¿Y tú
qué hiciste?». «Me bajé a la calle y recogí el gorro», fue la resignada
respuesta. Esto no me pareció heroico de parte del hombre grande que
me llevaba a mí, pequeño, de la mano. Contrapuse a esa situación,
que no me contentaba, otra que respondía mejor a mis sentimientos: la
escena en que el padre de Aníbal, Amílcar Barca, hace jurar a su hijo
ante el altar doméstico que se vengará de los romanos. Desde entonces
tuvo Aníbal un lugar en mis fantasías”80.
Otro momento, a partir del segundo tiempo sexual, da paso
a otro modo: imaginación-reacción, como parte de la
adolescencia. Reacción puede abarcar desafío, venganza,
rivalidad, mentiras, extrañezas, nuevas decepciones. Una
distinta relación a la pregunta por la verdad.
Para concluir abro una pregunta: este tiempo a su vez ¿no
es acaso terreno para que la novela de vuelta el guante? Un
ejemplo: la madre de una joven de diecisiete años decía que a
partir de un momento su hija le era extraña y que se extrañaba
al verla. Le resultaban más “familiares” algunas hijas de sus
amigas. Su hija la desilusionaba. Un nombre de otro
desasimiento esta vez en relación a un hijo (¿también doloroso
e inevitable?).
Es una forma de extrañamiento que viene del Otro.

80
S. Freud. “Lo infantil como fuente de los sueños”. En La Interpretación de
los sueños (1900) O. C. López Ballesteros. Biblioteca Nueva.

86
Aguafuertes Oníricas

Reflejo de sombras
J. J. Saer 1981

Sombra del sonido. Cromañón81


Un sueño: “Sueño silencio. Sueño que vuelvo una y otra vez
al lugar y vuelvo a salir y otra vez salgo. Yo sí salgo. No hay
sonido. Hay sombras que silban. Pero por sobre todo se oye
que hay silencio, mucho silencio”.
El despertar es la angustia. Horror y muerte. La culpabilidad
por sobrevivir bordea el relato. El silencio se oye en su mudez
como “sombra del sonido”.
Ella se duerme y vuelve a soñarlo una y otra vez. Por
momentos el silencio la aturde. A veces “La música duele”
escribe Pascal Quignard. Presencia de lo inaudito que intenta
dejar por fuera, extraer el horror, restar. Se inventa una sombra
al sonido, da una forma imaginaria, que intenta cifrar, ligar y
desprender lo repetido que acude una y otra vez, transformando
los gritos en silencio. El trabajo de lo invocante en el sueño.
Ella se pregunta “¿será un sueño eterno?”.
Primo Levi, interroga “¿Por qué el dolor de cada día se
traduce en nuestros sueños tan constantemente en la escena
repetida de la narración que se hace y nadie escucha?”.

81
A partir de lo ocurrido en Cromañón en el Hospital recibimos urgencias,
y algunas se transformaron en consultas. Hubo relatos de experiencias muy
diversas a partir de haber transitado por esa experiencia espantosa.
Sobrevivientes afectados intentaron tramitar de algún modo lo ocurrido.

87
Valentía del dormir
Adentro del Lager él se sueña “afuera”. Valentía del dormir,
desesperación de contar su testimonio que los otros no creen.
En su dolor desolado se da cuenta que no es un sueño
cualquiera, es el sueño de otros muchos, tal vez de todos82.
Ya afuera, a veces y sin tregua la voz imperativa y conocida de
cada mañana vuelve a irrumpir en el sueño en el que se sueña
“adentro”.
Aun en situaciones extremas, el trabajo que el sueño
propone, o mejor dicho el trabajo que el psicoanálisis propone
con el sueño, mortaliza la eternidad. De posesión pasa a pérdida
al soñarse para ser contado y descontarse.83

82
“Mi sueño es muy ligero, es un velo, si quiero lo rasgo (…) les hablo
también prolijamente de nuestra hambre, y de la revisión de los piojos…
tener tantas cosas que contar, pero no puedo dejar de darme cuenta que mis
oyentes no me siguen o más bien se muestran completamente indiferentes
hablan confusamente entre sí de otras cosas, como si yo no estuviese allí…
desde que estoy aquí lo he soñado no una vez sino muchas, con pocas, con
pocas variantes...” Primo Levi.
83
Tema retomado en la Charla “Infancia y Dignidad”, en el Seminario anual
del Centro de Atención de Víctimas de Derechos Humanos, Dr. Ulloa.
Agradezco la invitación a Paula Katz, así como su insistente cariñosa sugerencia
de que publique estos textos.

88
Privado de propiedad onírica

Una mujer que poseí en un sueño,


que más tarde cuando nació de nuevo,
en otro sueño perdí
J. J. Saer 1981

El joven no quería contar sus sueños. Si los contaba, los


perdía, quería que fuesen suyos, los acumulaba, engrosando
un sufrimiento que elegía. Ya de niño prefería no ceder su
precioso residuo anal para que el cuerpo no pierda nada hasta
que no quedaba opción. O pierdo la caca o pierdo la vida. Él
trae estas preguntas: ¿Por qué contar los sueños si son propios?
¿El sueño no contado no existe? Paradojas del soñante.
En él, el sueño no contado era tesoro guardado.
Avaricia en transferencia.
“Si cuento mis sueños pierden su propio tiempo, el tiempo en que no
existen, y se vuelven recuerdo. Pero ahora ¿dónde están?”. Pregunta
que hace vacilar la retención.

89
En el sueño que no duerme84
Pesadillante85

Tenemos que aguzar el oído a lo no dicho que yace en los agujeros del discurso,
pero esto no debe entenderse como golpes que sonasen detrás de la pared.
J. Lacan

Aseguraba que no sospechaba siquiera contra quién había levantado la mano…


Así transcurrió su infancia, entre un rudimento y un vestigio.
Marina Tsvietaieva

“Prefiero no dormir… porque sé lo que me espera”. Eso decía


Lina, una joven de quince años que atendí durante un tiempo.
Su sueño se veía perturbado por una insistente pesadilla. Se
despertaba de forma brusca, con una inquietud que la
mantenía insomne. Insomnio como esfuerzo fallido de sustituir
la función quebrada de la censura. Esfuerzo de Lina por
mantener los ojos abiertos de la vigilia, no sin intensa angustia.
La joven llegó desde la guardia psiquiátrica de un Hospital.
Se pedía “urgente evaluación y tratamiento”. La preocupación
por la forma en la que había relatado cortes que se hacía en
los brazos, las pesadillas, algunas breves visiones alucinatorias,

84
Cuchi Leguizamón una vez al cantar Maturana: “…en el sueño que no
duerme, dormido llora su pago”, en lugar de “en el vino que te duerme”. De
ese equívoco el título.
85
Agradezco a Patricia Ramos por su invitación en el Hospital Ramos Mejía
a trabajar el tema, y a las diversas ocasiones en que me da la oportunidad de
participar en su espacio de trabajo docente.

90
y los tiempos de insomnio, sugirió en quienes la recibieron un
diagnóstico de psicosis y una propuesta de medicación. Una
aseveración al paso apurado. No solo se trataba de un estigma
sino que la forma del pedido no tenía en cuenta en ningún
momento que era una joven transitando su pubertad y el valor
de darnos tiempo para interrogarnos y distinguir esas formas
de respuestas y de sufrimiento. Desde ya la situación era
compleja y la pesadilla puede ser en ocasiones una puerta de
entrada a la locura, pero lo que en especial no se incluía era el
factor esencial, su disposición transferencial, su demanda.
Lina llega vestida con ropas superpuestas, pelo teñido con
dos colores, muchos anillos. En el rostro bonito resaltaban
sus ojos excesivamente pintados. Una estética personal que
se percibía premeditada.
–Vengo porque me corto los brazos.
–Bueno, todavía te queda bastante…
Se ríe.
–Todavía me queda bastante…
Esa primera frase que posibilitó el chiste que su risa
sancionó, dio paso a la segunda, “todavía me queda bastante”
que tendrá algún lugar en el transcurso de nuestros encuentros.
Las pesadillas: “Ahí viendo, inmóvil, me despierto. En la
mano tengo un cuchillo o un revólver. La persona o no sé, un
animal… a veces queda en pedazos sueltos… ¿Qué hice, qué
hice?” 86

86
La duda que tanto valor tiene en un sueño, me recordó el personaje de la
película “La mujer sin cabeza”, de Lucrecia Martel, que luego de atropellar
algo en la ruta, sin llegar a dilucidar del todo si había matado a alguien o qué,
queda en un estado de extrañeza en su vida cotidiana.

91
“El disfraz del sueño malviste al objeto de la censura”87. En
este caso, lo “mal visto” y que le daba el carácter de intensa
angustia era la consecuencia de lo que creía ya realizado,
quedando presa de esa visión. El enigma en el relato, además
del desconocimiento de la víctima, era el móvil del asesinato.
La inminencia de ese suceso la mantenía con inquietante falta
de descanso durante el día. Con los vestigios de ese despertar
que no terminaba de producirse88.
Las alucinaciones consistían en la visión borrosa de la
imagen de una niña pequeña, escondida en algún rincón de
su habitación. A veces con un gorrito y otras, bajo una luz
titilante que hacía las veces de parpadeo en la escena.
En ocasiones a Lina se le imponía la idea que matarse, era
la “esperanza” de desligarse del mundo, que llamaba
“inmundo”. Su pretensión era estar presente en ese instante
de pasaje de la vida a la muerte. Pretensión que producía una
cierta articulación con algo imposible de conseguir.
“Mi cuerpo me cae mal” o “tengo dolor de piel” o también
“quiero que se me pudran más los dientes para que se caigan
y no me duelan” eran expresiones

87
Elena Gómez, “El despertar de la pesadilla” En Conjetural 18, Ediciones
Sitio, año 1989.
88
J. Palant: “Pavores nocturnos es el nombre con el que suelen llamarse las
pesadillas de los niños pequeños. En el sueño de angustia se provoca el
despertar cuando el trabajo del sueño fracasa. En la pesadilla el despertar no
termina de producirse y el sujeto queda en posición de objeto, capturado por
el sufrimiento impuesto por el argumento onírico… En el sueño de angustia
hay un despertar acompañado del alivio de haber estado soñando”. Revista
Principio número 12, Entrevista realizada por I. Herbin, Hospital Argerich.

92
Para la madre, en esos tiempos su hija la decepcionaba y le
era extraña: “Me es ajena”, decía. “De todos los embarazos
que perdí, ella fue la única que se prendió y ahora…”. El padre
se presentaba, como alguien que decía saber que nada podía
hacer por su hija.
Hubo momentos difíciles89. Un día dijo “Licenciada por
ahora no se preocupe, de matarme va a ser más adelante a los
veintisiete, no sé… hay bastante tiempo”.
“Queda bastante”…
Lina estaba interesada en los encuentros. Al tiempo
comenzó a poder dormir algunas horas durante el día, luego
por la noche. De los cortes y algunas heridas que se hacía, los
nombraba como “ubicables”: “Le tengo mucho más miedo a
las heridas que no sé dónde están”. Por mucho o por poco, se
trata de un temor.
“La niña escondida” produjo algunos deslizamientos hacia lo
escondido que había mantenido las marcas de sus brazos durante
largo tiempo. Lina comenzó a hacer preguntas sobre su infancia,
a querer saber. La madre finalmente y por sus insistencias le contó
que había transcurrido su primera niñez “no pudiendo ser vista”,
hasta que algo se “blanqueó”. Sus padres estaban unidos en una
relación que llamó prohibida, impedida por ser clandestina. Este

89
Eran momentos en los que me inquietaba. La diversidad de acciones eran
modos de intentar hacer llegar lo que estaba en suspenso de la palabra y de
incluir lo inasimilable. Una vez tuvo el impulso de tomar un poco de lavandina,
a veces decía pasear errante por cementerios al caer el día, tenía fantasías
intensas de fugarse lejos con una amiga. Cada vez, esos escenarios trataron
de ser incluidos en el discurso, cuestiones que serían extensas relatar en esta
ocasión. Los cortes en los brazos de los que decía “que aparezcan escondidos”,
adquirieron el nuevo valor, el de ver “la propia sangre”.

93
relato, junto a la sorpresa, da paso a un recuerdo. Escondida,
muy pequeña, en un ropero olía un saco de la madre para poder
esperar. Esperar a poder salir. La madre le confirmó ese hecho.
Hizo ver de pronto sus inmensas habilidades con el dibujo
y comenzó a leer con voracidad a Kafka a partir de un hecho
azaroso: se encontró un libro.
–“Un descubrimiento licenciada, estoy leyendo La
procesión90, no lo puedo dejar”.
Le recomendé, en el contexto de una sesión, un capítulo
televisivo sobre investigación policial. Le resultó de mucho
interés la medicina forense, a la que llamó “una vocación”.
Dijo: “Allí la cosa ya ocurrió. Solo es averiguar qué pasó”.
Una torsión de aquel contenido de la pesadilla donde se
preguntaba: “¿Qué hice…?”: “Hoy soñé un sueño distinto, tenía
en la mano el revólver, me daba vuelta… y en la mano tenía
una muñeca”. De la pesadilla al soñar91.
Otro día, ya hacia los últimos tiempos de nuestros encuentros,
dijo algo que me sorprendió. “Pensé mucho en el asunto, de
matarme… no creo. Me di cuenta que no hay auto entierro. Me
encuentran muerta y alguien tendría que enterrarme”92.

90
Sólo pregunté; “¿La procesión?”, el equívoco no produjo asociaciones,
pero no deja de tener resonancias la sustracción de El proceso, que además
del interés que la enlaza a la novela, supone la religiosidad en el término, y un
significante de nuestra historia y por ende el contexto político donde la
relación de los padres se inició.
91
De forma inversa una frase de J. L. Godard: “Todo juguete puede ser un
arma”.
92
En la película “El sabor de las cerezas” de Kiarostami en su diferencia, un
personaje quiere y no puede suicidarse sin antes encontrar quien le asegure
que será enterrado, va buscando, buscando en su auto, dando vueltas.

94
La transferencia, por incluir su caída, instala una huella: ni
siquiera allí, en la muerte, hay absoluta desligadura del Otro,
como nadie es causa de sí.

Inquietudes

La muerte es un despertar que participa aún del sueño en tanto el sueño está
ligado al lenguaje.
Que algunos sueños sean de los que despiertan
indican que deben relacionarse con el sexo más que con la muerte.
J. Lacan93

El tiempo de la desgracia: el olvido sin olvido, olvido sin posibilidad de olvidar.


M. Blanchot

La actualidad es lo que aún no es olvido, dice Freud en el libro


sobre el chiste. En “Extremos del sueño”94 luego de la pregunta
acerca de cómo se logra dormir frente a la exigencia que se ve
sustituida por una complejidad paradojal, la realización de deseo,
Jorge Jinkis escribe: “Si dejamos de lado esos cuadros en los que
es posible observar una resistencia a dormir por miedo a soñar,
podríamos retomar nuestra primera pregunta: por qué el yo no
tiene miedo a dormir. Luego se comprenderá, no obstante, que
es preciso cierto valor para disponerse a dormir… pero disponerse
a ello es instalarse en la espera, vestíbulo de la angustia”.
Lina, en los inicios, tiene la certidumbre que “disponerse a
ello”, la espera del dormir, es disponerse al ello. Mejor no ingresar

93
J. Lacan Improvisación, respuesta a una pregunta de Catherine Millot.
94
J. Jinkis “Indagaciones”. Editorial Edhasa 2010.

95
allí, supone sin dar lugar a dudas que sabe que es lo que viene.
Entonces ¿esa cierta valentía que da fuerza para dormir abreva
acaso en lo que no se sabe, siendo justamente lo no sabido un
nombre de lo inconsciente?
En el comienzo del relato acerca de Lina, la agudeza cómica
es lo que da la nota de la figura de la espera, “me queda bastante”.
La transferencia supone también un modo de la espera,
contingente.
En el capítulo séptimo de La interpretación de los sueños Freud
instala una disputa sobre un “caso” presentado en una tesis de
psiquiatría de F. Debacker en 188195. La batalla se juega alrededor
de la cuestión diagnóstica en torno a las pesadillas que padece
un muchacho de trece años. Si bien parecía que se subrayaba la
distinción psicopatológica, era una vez más en Freud, la inclusión
de una lectura que pueda distinguir al psicoanálisis de una posición
médica en la escucha. Sin desoír que esta última puede estar en
juego, con terminología psicoanalítica, con argumentaciones
diversas. En el pedido por Lina, definir psicosis, supone desde el
inicio, “lo ya acabado” y sin la inclusión del analista.
A partir de la tesis de Debacker, Freud discutía las
alucinaciones y pesadillas que le interrumpían el reposo al joven
y que fueron sufriendo variaciones. De la mudez a la que quedaba
sometido, hacia la recuperación de la voz en un grito. La presencia
de un fuego intenso lo aterrorizaba, mientras el diablo lo
acechaba96. Luego de un tiempo de tratamiento, el muchacho

95
La tesis de Debacker se titula: “Hallucinattions et terreurs nocturnes chez les
enfants et adolescent”. Publicada en Paris, en 1881.
96
Luis Gusmán, en “Demonios de la pesadilla” incluye en la pesadilla la voz
del súper yo. Señala el salto entre el pasaje en Lacan de la figura silenciosa del
íncubo y el súcubo a la de la esfinge que permite que aquello que es del orden

96
confiesa haber pensado en varias ocasiones en tirarse por la
ventana97.
En otro apartado98 Freud relata un fragmento de análisis
de un joven de doce años, al que nombra como “uno de mis
histéricos más jóvenes”. El muchacho padece, según dice,
“recuerdos sofocados” (unterdruckten) que no lo dejan dormir.
Son en realidad visiones en la vigilia, no parecen tener el
estatuto de recuerdos. Lo que ve son rostros verdes con ojos
rojos que lo espantan. Al asociar libremente, la imagen queda
ligada a una profecía materna, que une en un personaje que
rondaba en la ciudad, la masturbación de él con ese aspecto
del rostro. Masturbación, caras verdosas y ojos rojos son
sentencia para la madre de ese contexto y época, de muerte
precoz e idiotez. Sentencia materna, en la que el púber creía.
Esos “recuerdos” aún no son recuerdos, sensaciones
corporales inquietantes sin que medie una fantasía sexual.
En relación a la pesadilla, en términos de Lacan ese peso
de extraño goce sobre nuestro pecho, que nos aplasta, es una
vivencia de la que solo tenemos acceso como en el sueño a
partir del relato atravesado por las sensaciones corporales,

del enmudecimiento pueda tomar la palabra como enigma.


97
“El joven pudo contar que el diablo le había gritado: “¡¡Ahora te tenemos,
ahora te tenemos!!” Más tarde ese sueño lo hacía despertarse aterrorizado,
primero no podía gritar, luego recuperaba la voz y se le oía decir nítidamente
la inclusión de la negación “¡¡No, no, a mí no, yo no hice nada!!”, o “¡¡Por
favor, nunca más lo haré!!” Otras veces decía incluyendo su nombre “¡¡Albert
nunca ha hecho eso!!”. Pasajes, del No, la confesión, a la inclusión del
nombre propio, una forma de descontarse.
98
S. Freud, Obras completas. “La Interpretación de los sueños” La regresión.
Traducción López Ballesteros.

97
que en la pubertad escenifican, construcción imaginaria con
angustia, el novedoso enlace entre sexualidad y muerte.
Inventar la palabra “pesadillante”, ya que no es un sueño
propiamente dicho que implica a un soñante, es una opción
que apuesta a que haya un efecto significante, que no suprime
la huella en tanto huella borrada.
Al mismo tiempo, lo “pesadillante” intenta destronarla
como vivencia que totaliza la idea de quedar a merced del
goce del Otro. El relato, aun gritado, es un modo de instituir
la censura faltante ¿“no es más que una pesadilla”? En tanto
construcción ficcional, desgrana el deseo en juego y en el
límite que ya no es el despertar, lo transforma (inventemos),
en el ombligo de la pesadilla.
En el artículo de Elena Gómez se la define como “un
pasaje al acto coartado por el despertar”; sin embargo, ¿no
podríamos decir por el contrario tanto en el ejemplo que trae
Freud como en Lina que una tentación de pasaje al acto se
detiene con la pesadilla, que a los ponchazos, balbucea una
sintaxis que produce una escena?
En Lina, el corte es con la extrañeza del Otro, que acentúa
hasta el borde del rechazo la extrañeza propia de la novela
familiar del neurótico. La novela para Freud es una reacción.
Una creación imaginativa ante una diferencia. Novelar es una
respuesta creativa a un desencuentro ineludible. Respuesta
impulsada en la pubertad como efecto de un extrañamiento y
una decepción. La reproducción sexuada acopia nuevos
elementos a la nouvelle. ¿Dónde pertenezco? El guion incluirá
un cuarto elemento de forma diferente: la muerte.
Cuando el extrañamiento y la decepción son tan radicales
y se acentúan en el Otro como en discurso parental en Lina

98
“mi hija me es ajena”, resuenan con otra dificultad. El cuerpo,
como archivo de la historia en diferentes dimensiones y en
este caso en tiempos de desprendimiento, desasimiento99.
Más allá de si se trata del retorno de la Verdrängt o Unterdruckt
(traducido también como suprimido) o de alguna forma de la
Verwerfung en su diferencia con lo que en Lacan queda
traducido como forclusión. ¿De qué se tratan algunas formas
de retorno, que no tienen el estatuto de síntoma (retorno de
lo reprimido), que impiden dormir, o a veces vivir? ¿De qué
estatuto de lo visto, lo oído o lo intencionalmente ocultado
provienen?
Cuando Freud trabaja lo extraño y lo familiar en Das
unheimlich para poder instituir lo que aún no puede distinguir,
la división entre la realidad psíquica (complejos infantiles
reprimidos) y realidad material, dice que esta última manera
parece extender el término represión más allá de sus límites.
Lo que se extienden son sus modos de expresión y lo que
incluye allí es la figura de la creencia (Glauben). Se trata de la
pregunta por una creencia que se creía superada y que se
presenta “en combinación con determinadas circunstancias”,
circunstancias de fragilidad100. ¿En qué se creía que insiste en
no perderse, no olvidarse?

99
Novela que en este caso incluye una dimensión singular de “lo no dicho”
en el relato de la historia, dimensión sostenida en lo ocultado
voluntariamente.
100
Presencias… Algunas lecturas acerca del texto Das Unheimliche de Freud.
Editorial El megáfono (Compilación). Escriben: Cynthia Szewach, Cecilia
Dujovne, María José Cimino, Juliana Risacher, Lorena Croceri, Inés Varela,
Pilar Schinji y Lucrecia Conti Gómez. Invitados: Jorge Palant, Enrique Millán
y Germán Gárgano.

99
No sin sueños
Acerca del Despertar de Primavera101

Ocasiones perdidas

Nadie se opone impunemente al espíritu de su época.


O. Kokoschka

“Que el velo levantado no muestra nada ese es el principio de la


iniciación”.
J. Lacan

Wedekind (1864-1918). Dramaturgo, periodista, cantador y


actor. De juventud irreverente frente a la Alemania militarizada,
la burguesía moral y el naturalismo de la época. Da paso en su
escritura a las figuras sufrientes propias del expresionismo. En
ese clima escribe una de sus primeras obras Frunlingerwacher.
Despertar de primavera. Se dice que la obra llevaba por subtítulo
Tragedia de niños, subtítulo luego no incluido. ¿Es una sustracción
que deja sus restos? ¿Se trata de niños? ¿Podemos ubicar la
relación al destino y al héroe que trae la tragedia clásica? ¿El
personaje de “El enmascarado”, que incidirá en el final, no
interrumpe acaso el destino trágico?
Sabemos que la obra fue objeto de discusión de los miércoles
con Freud. En este caso corresponde a la reunión del 13 de

101
Este artículo está referido a una publicación conjunta titulada “Sexualidad
y muerte en la pubertad” Lecturas de Despertar de la primavera de Frank
Wedekind. Autores: G. Camauer, A. Storchi, C. Szewach, A. Gutman, N.
Halfon, J. Zanger. Ed. PPS 2003.

100
febrero de 1907. Entre los integrantes la palabra de Freud hace
diferencia. Lee a la letra el texto, su poética, su retórica, lo que
le transmite la “intuición” del creador, respecto de una lectura
simbolista, hiper-representativa, que se puede escuchar en otros
integrantes de la reunión.
Sabemos que la obra es de interés para Lacan quien le
dedica un escrito de igual nombre
El despertar de la primavera evoca el despertar de la
pubertad y sus sueños, la obra transmite que ello no es sin
sueños. Los personajes transitan los laberintos de dicho
despertar. ¿Implica despertar a qué?

Lo que la obra nos enseña102

Ahí Lacan crea el artificio necesario acorde a la imaginarización que el


teatro implica y sostiene desde ahí el lugar simbólico de aquello a lo que
intenta llegar: la función del Nombre del Padre, aun cuando este se manifieste
en el discurso.
J. Palant

Los jóvenes que protagonizan la obra son Melchor, Wendla


y Mauricio. Tienen entre catorce y diecisiete años. Tejen sus
caminos, algunos interrumpidos, quebrados, ocasiones
perdidas. Oportunidades perdidas.

Madre Hija
Sra. Bergman: Me gustaría tenerte como siempre… como ahora

102
Las menciones a la obra serán tomadas de Despertar de Primavera, de
Frank Wedekind, Buenos Aires Quetzal 1991.

101
Wendla (14 años): No, no mamita no… no te pongas triste
Sra. B: ¡Corazón mío, mi único amor!

La sexualidad
Wendla: Explícame cómo ocurre… cómo sucede eso…
Sra. B: No puedo asumir yo tamaña responsabilidad
Tiempos de curiosidades que la llevan a un encuentro
sexual. Queda embarazada. Modo singular de interrogar el
lazo entre la sexualidad y la procreación.
Su madre en el ejercicio de un poder, sin darle opción la
hace abortar. Wendla muere por exceso de abortivos. La
sexualidad se anuda a la muerte de esa manera.
Melchor Gabor es el personaje con mayores recursos
simbólicos, entre los jóvenes protagonistas. Cursa su
curiosidad sexual a través de libros e ilustraciones. Valúa la
palabra, y el pudor se deriva hacia lo privado, lo íntimo. Le
interesan sus sueños.
Mauricio en su diferencia es un muchacho sufriente y
torturado por la exigencia de la moral, sumido en la hipocresía
de la moral de la época ¿“De qué sirven las palabras”? Se
angustia por su deseo en forma extrema. No puede hablar
con una muchacha sin pensar en algo execrable. Su
desasosiego y culpa le hacen perder la cabeza. Culmina en el
suicidio.
Las palabras no le sirven. Algo no alcanza.

Dos muertes, dos sacrificios


Las escenas previas al pasaje al acto tienen valor.
Se encuentra con una joven, Ilse, que lo invita a un
encuentro, le cuenta sus andanzas eróticas, para él ingobernables.

102
Ella se retira. Cuando ya lejos, con expresión dolorosa parece
arrepentirse, pero ella ya no lo oye. “Una palabra hubiera
bastado…”. “¡Lástima ocasión perdida!”
Mauricio siente que nadie lo comprende, se suicida.
¿Qué palabra hubiera bastado?
Resuenan las de su padre en el entierro: “Ese chico no era
mío…” Filiación quebrada.
Las cartas parecen no llegar a destino.
Wedekind, afirmábamos, denuncia como telón de fondo de
la obra, el tono de la época. Una educación represora y patética,
que es bien pintada en una escena donde se reúnen los
profesores. Acusan de las muertes, de forma displicente e
impune a un alumno (Melchor) al que expulsan. Paradójicamente
la escena sucede frente a los cuadros de Rousseau y Pestalozzi.
La denuncia del autor nos evoca el artículo de Freud “Simposio
sobre el suicidio”103 donde no exonera el lugar de la escuela en
relación a la vida y la muerte de los jóvenes.

Enmascarado
“Noche clara de noviembre. Las hojas secas susurran…
Melchor trepa por la tapia del cementerio”.
Melchor, afectado por la culpabilidad, expulsado de la
escuela y sufriente, se escapa del encierro al que ha sido
enviado, y pasea por el cementerio: “Estoy al borde del abismo,
todo se desmorona. Ningún mortal ha paseado entre las
tumbas con tanta envidia como yo… oh, si la locura hiciera
presa en mí… el viento silba en cada lápida con distinta
modulación… ¡Qué sinfonía acongojadora!”
103
S. Freud; “Simposio sobre el suicidio” O:C: L. Ballesteros. Biblioteca
Nueva.

103
Tentador, el fantasma de Mauricio aparece vagando con
su cabeza en mano.
Mauricio: “Espera Melchor, no volverá a presentarse la ocasión…
ninguno de nosotros tiene nada que perder… nos elevamos impasibles
sobre el dolor y la alegría…
Melchor: “¿Sois capaces de olvidar?”
Mauricio: “Lo podemos todo. Ignoramos la máscara del comediante.
Observamos a los amantes y les vemos sonrojarse, adivinando que
ambos no son más que engañador y engañado”.
Allí el Enmascarado, un nuevo personaje, se presenta en
la escena.
“No hay ocasión de elegir” afirma.
Presta su voz para que la muerte no sea una opción.
¿Cuál es la no elección? ¿O se trata de una versión de una
elección forzosa para conservar la vida?
El Enmascarado: “Su amigo es un charlatán”.
Mauricio: “He fanfarroneado… deja que te ampare y aprovéchate,
aunque esté muy disfrazado es al menos lo que es”.
El extraño personaje le brinda una ocasión que el joven
puede tomar. “No sé dónde me lleva este hombre pero es un
hombre”. Es el semblante que lo guía entre los hombres, es
uno más, entre sus semejantes. El enmascarado, uno de los
nombres del padre104, dice Lacan.105
104
J. Palant, Eco de Infancias, Ediciones Del Dock: “El hombre enmascarado es
un Nombre del Padre por ser el semblante que lo habilita cómo tal y que el
texto dramático es –como en Atalía– el artificio necesario para su nominación
¿qué lugar quedaría para eso que llamáramos una observación? Se nos impone
volver a los textos dramáticos: en ambos notamos que el efecto Nombre del Padre se
manifiesta como un cambio en la dirección de un movimiento”.
105
J.Lacan, “Despertar de la primavera”, Intervenciones y textos 2, Bs. As.,
Editorial Manantial, 2001.

104
Wendla y Mauricio pierden la vida. Imperan figuras de
destitución filiatoria, que no encuentran argumentación
ficcional, que ubique algún lugar.

105
Pánico de ataque

La aparición de la fobia constituye un problema que


hay que saber introducir como tal toda su dignidad.
J. Lacan

De la mirada prisionera entre sus cuatro muros de piedra


A. Rimbaud

A veces se desorganiza el espacio que habitamos. “Podemos ir


de calle en calle pero un día ocurre sin saber porqué, franqueamos,
invisible a nosotros mismos, no sé qué línea y caemos en un
lugar donde nunca habíamos estado y sin embargo lo
reconocemos como siendo ese lugar donde habíamos estado
siempre”106.
Como De la mirada prisionera entre sus cuatro muros de
piedra al decir de Rimbaud, ese lugar no tiene nombre, ese
lugar no protege, sino que muestra descaradamente lo
innominable. Es un espacio que nos confronta con lo
desconocido y probablemente con lo demasiado conocido. Allí
se puede no poder dar ningún paso, entonces, la atmósfera se
perturba y es difícil hablar de las carreteras, de las encrucijadas, de
los bancos… 107 entonces, el mundo se hace presente roto,
insoportablemente incierto, quebrado.

106
J. Lacan, Seminario 10, La Angustia.
107
Menciones del libro Poética del espacio de G. Bachelard.

106
En la infancia la aparición de una fobia constituye un asunto
que introducimos como tal en toda su dignidad, en especial en
su relación a la angustia, al temor, al espacio, al cuerpo, al goce.
Sabemos que la angustia o el temor se organiza a veces alrededor
de un “objeto fóbico”, la oscuridad, las tormentas, un animal
que organizan un territorio, puntúan un universo, el de lo posible,
el de lo prohibido, el de lo temible. Es constitutivo en tanto
donante de un aporte significante a la tramitación de la crisis
edípica en la neurosis infantil, con mayor o menor medida de
padecimiento.
En el transcurso de la pubertad (no solamente desde ya), un
“momento fóbico” puede adquirir diversas formas, por ejemplo
en tanto preliminar al pasaje por lo novedoso de la “iniciación”
sexual o a partir del encuentro-desencuentro con la experiencia
del amor en esos tiempos. No le damos el mismo valor
estructural que el síntoma en la infancia, sino en tanto al
resguardo “preventivo” del deseo, la angustia afecta al cuerpo
que evita a veces la cercanía y se protege por ejemplo de un
supuesto desborde pulsional.
El asunto que a veces nos ocupa es el de otros estados
(estados de excesiva angustia o con limitaciones importantes)
a veces no tan transitorios, de larga duración en el tiempo, que
presentan una forma, que pareciera anterior lógicamente a la
configuración de aquello que participa del síntoma para el
psicoanálisis Aquello que retorna tiene una dimensión de
invasión que hace oír, en el segundo tiempo, del despertar sexual,
un primer tiempo donde aquello que en lo infantil (el juego y
el fuera de juego) se produjo a los ponchazos.
Entonces ¿cómo se lee el “aporte” a la tramitación de la
crisis edípica a la que aludimos?

107
Un relato: Se Insistía desde Psiquiatría y algunas voces
psicológicas que lo mejor era la medicación: “Hay
psicofármacos muy modernos que son específicos”; “podemos
acompañar con la asistencia a grupos donde se reúnen a hablar
de fobias y de ataque de pánico”. Este último término como
“cuadro” portado como diagnóstico y tomándose la angustia o
al estado sintomático en ese sesgo clasificante no es sin
consecuencias. Es quitarle dignidad a lo singular y a lo no sabido.
Es una política.108
Un joven de dieciséis años, delgado, camina encorvado por
que dice no querer ser más alto que el padre.
No ir a la escuela. No poder ingresar, ni quedarse. Antes de
entrar, una angustia en malones. Decía con sufrimiento, que no
podía estar a solas con el cuerpo, porque el cuerpo le daba miedo,
las manos le sudaban, la respiración se aceleraba, el cuello tenía
una opresión, el agua de la ducha podía ahogar, los espacios
abiertos eran demasiado abiertos y con ruidos molestos y los
espacios cerrados eran demasiado cerrados. Era muy difícil para
él estar en algún lugar y difícil habitar el cuerpo, con el que iba
caminando hacia pocos sitios, en una errancia amodorrada y
sin rumbo.
¿Cómo estar analíticamente cuando se presenta un estado
de sufrimiento intenso y devastador de la cotidianeidad y muy
poco relato? ¿Cómo desamodorrar la caminata en la que se navega
entre la sombra y el ruido? ¿“Cómo hacer, para que lo cercano
no esté demasiado cercano y lo lejano demasiado lejos”?109

108
Es interesante al respecto el artículo de Jacinto Armando “La política del
pánico” Conjetural 37 Ediciones Nuevohacer. 2001
109
Pascal Bonitzer, Desencuadres. El cine y la pintura. Editorial Santiago Arcos
2007.

108
Se pone a la intemperie la imposible reducción del mundo
al espacio visible.
En lo no visible hay amenaza. Una amenaza que incluye “el
morir”.
En lo visible el vértigo de una altura que lo lleve más lejos
que el padre.110

El análisis: Un lento pasaje de un afuera y un adentro, de lo


ausente a lo presente, donde comenzaron puertas abiertas,
luego semi-cerradas para luego poder cerrarse.
¿Qué es adentro, qué es afuera?
Los encuentros eran posibles al inicio de una forma poco
convencional: caminando por la calle. Construyendo un trayecto
con carteles.
Dábamos vueltas. En silencio. Algunos diálogos mínimos,
mirábamos la gente pasar. Sus padres allí no estaban, ese rato.
Lo esperaban adentro. El envés de la sala de espera.
Luego en la puerta, en el marco de la puerta, de a poco
íbamos ingresando.
En los encuentros pequeños detalles forjan franjas. Cuando
nos sentábamos en un banco, se incluyeron objetos que se

110
S. Freud, “Un trastorno de la memoria de la Acrópolis”, “Pero aquí nos
cae en las manos la solución de un pequeño problema, el de saber por qué
nos estropeamos ya en Trieste el contento por el viaje a Atenas. Tiene que
haber sido porque en la satisfacción por haber llegado tan lejos se mezclaba
un sentimiento de culpa; hay ahí algo injusto, prohibido de antiguo. Se
relaciona con la crítica infantil al padre, con el menosprecio que relevó a la
sobrestimación de su persona en la primera infancia. Parece como si lo esencial
en el éxito fuera haber llegado más lejos que el padre, y como sí continuara
prohibido querer sobrepasar al padre”.

109
ubicaban entre los dos, hacían baches en el espacio. Una cartera,
un papel, un juego de ajedrez, un libro.
Los juegos propuestos muchas veces caían, no prosperaban
¿Qué se transmitía en eso caído de una posible rivalidad,
hostilidad, lucha tan excluida?
Aún así, la sombra va enlazándose a algunos dibujos,
ensayando perspectivas, y el ruido va siendo sonoro, con música
en aquello que podemos nombrar como sonidos en las ondas,
presentes en la escena111.
Infancia: Los niños en la plaza podían golpear, la pelota era
muy dura y podía dar en la cara, las bicicletas quizá no tenían
frenos. El mundo era una amenaza, había “pánico de ataque”
de algo inespecífico que podía provenir de distintos sitios y
que a veces se llamaba miedo a ser dañado. Expresión
gobernada por la fantasmática parental112.
¿De qué está hecho este modo de retorno que confronta de
nuevo en un encierro del encierro? Las figuras de la amenaza
(operatoria angustia de castración) estaban ubicadas en casi
todo lugar, en una función paradojal, mostraban una barrera y
a la vez dejaban ligados a una unión acompañante del Otro.

111
El interés la música sin letra, y la física intentaron dar soporte a esa zona
discursiva. “Los sonidos presentes en una escenario supuestamente
retransmitidos eléctricamente por radio, por televisor, etc., escapan a las leyes
mecánicas llamadas naturales de propagación de sonido. Estos sonidos “on
the air” situados en principio en un tiempo real de la escena, atraviesan
libremente las barreras espaciales” M. Chion, en “La audiovisión”.
112
Desde ya en el recorrido de una marca de lo acontecido dejo de lado lo
surgido en las necesarias entrevistas a sus padres, y los puntos de ubicación
del hijo en la historización, y filiaciones quebradas, padecimientos sociales, y
argumentos del exceso de mirada que eran parte del asunto.

110
Las dificultades analíticas delimitaban algún espacio. El
límite entre abismos. Al menos uno: el Otro, como un lugar
posible para el analista, no porta la solución de los
padecimientos. Allí hay algún corte que implica alguna
disimetría y un des-completamiento.

Contamos en principio con magros recursos simbólicos para


acceder a aquello que torea con la angustia, como barrera. Aún
así, con los mínimos movimientos, y un tiempo a prueba de lo
inapurable, la apuesta continuaba vigente y los temores se van
aquietando muy lentamente.
Surge, un giro.
Un día al firmar un dibujo, algo le sorprende.
Leyó que en las letras, se formaba una palabra, algo le daba
vergüenza.
Vale decir, un paso hacia alguna escritura en el decir que incluye
la pérdida de sentido.
Paso hacia el pudor, que es velo. ¿Comienzo de algún enigma?
Quizá como una incipiente señal de una barrera a producir.
Un modo de plantear lo que pugna por escribirse.
Paradojas de lo que separa y a la vez no separa aún.
Se podría decir que lo desconocido que puede gobernar el
cuerpo se instala, en el “mejor de los casos” como psíquico
en la fantasía. Cuando este circuito de enlace pulsional
presenta un plus de dificultades puede el cuerpo anunciar que
gobierna por sí mismo con leyes ubicuas, que en tanto
aparentemente autónomas, pueden hacer que este ande a su
piacere y hacer lo suyo o será… hacerlo suyo.

111
El aburrimiento113

Son más largos los caminos pal que va cargao de más


A. Zitarrosa

Cuenta Masud Khan que en una charla con Winnicott a quien


admiraba profundamente, este le acerca una anécdota.
Un grupo de jóvenes pastores anglicanos le pedían que de
forma sencilla les diera un consejo: ¿Cómo distinguir si una
persona que se acerca a ellos con un sufrimiento, requiere de
ayuda psicoanalítica? Winnicott, luego de un silencio, frente
a la pregunta, contesta: “Si una persona va a hablar con ustedes
y tienen la sensación de que los aburre, esto significa que esta
persona está enferma y que necesita un tratamiento… pero si
ante su infortunio o su conflicto el interés de ustedes se
mantiene sin decaer en ningún momento, entonces podrán
brindarle una ayuda eficaz”.
La “apreciación diagnóstica” tiene relación, en este recorte,
con el interés o no, que le provoca al interlocutor.
Provocar aburrimiento.
Aburrimiento en el analista: a veces se trata de cansancio,
de restos del día114.

113
Fragmento y reescritura del trabajo publicado en 1998. Revista Principio
número 11, Hosp. Argerich.
114
Diana Rona en el texto “Inclemencias”, de la Revista Principio número
12, año 1999 del Hospital Argerich “Evito abandonarme a la inercia de un
relato que avanza sin pena ni gloria, aún bajo la complacencia del paciente”.

112
Otras, un momento en la transferencia. Algo que se intenta
incluir de ese modo, con sopor.
Tedio; pariente del aburrimiento, un sentimiento donde el
tiempo no pasa, es tiempo muerto, el deseo parece suspendido,
dar vueltas sin encontrar un pasatiempo.
Estar aburrido.
Ser aburrido.
Interpelar a la madre, al padre: me aburro. Un modo de
pedir sin que se sepa qué.
Lo vivo y lo muerto del tiempo.
Matar el tiempo
Matar lo que sobra. Hay de más. Sin vacío
Lo aburrido; una dificultad para darse un juguete, tentar la
imaginación jugar.
Cansancio, fastidio, tedio.
Aburrir al que esté ahí: molestar, cansar, irritar, fastidiar,
jorobar, reventar, hartar.
Una brújula: aburrimiento como angustia que aún no
despunta.
Aburrirse como una ostra: un encierro.
Es la pérdida de la capacidad de asombro, es la exigencia
de suponer que se quiere estar en otro lugar del que se está,
es creer que las palabras que se profieren no tienen valor, es
la vacuidad que borra los recuerdos. Hay algo que no se
desprende115.

115
Jorge Lobov, El aburrimiento infortunio del acto. “La separación fallida
no destituye al Otro, el aburrimiento es sucesor de ese infortunio”.

113
Una diferencia: no es lo mismo estar aburrido que “estar
en barbecho”, como diría M. Khan, recuerda que se nombra
así a la tierra que se deja un tiempo sin cultivar, a la espera.
Un estado por el que alguien puede estar en una interna
tranquilidad. No es ocio perezoso ni es inercia, ni abandono
apático. Hacer nada. Una nada que espera.
En ese caso, el riesgo es empujar al movimiento donde se
requiere momentáneamente la quietud.

Un juego que no se lee como juego


A Eduardo, de catorce años, no le gustaba estudiar, en
clase se reía, o hacía chistes. Se “ganaba” así sanciones
permanentes. Lo derivaron de la escuela.
Quiere venir porque en su casa está aburrido.
La mamá lo nombraba como muy movedizo y quería que
“pase desapercibido”. Según ella esto se originó de niño.
Estaba “diagnosticado” como hiperquinético.
–¿Qué es lo movedizo?
–Le doy un ejemplo, Eduardo estaba en el corralito y yo le daba un
juguete, él lo tiraba, yo se lo daba, él lo volvía tirar cada vez que yo se
lo daba… así sin parar…
Un juego que no era tomado como tal, sino como puro
movimiento.
La movilidad de un cuerpo vivo pensada como problema.
Ahora el juego intenta volver a hacerse paso en la escuela.
En su casa el aburrimiento, como quietud intentaba calmar la
angustia de su madre.
Quizá quien padece aburrimiento trata de balbucear en
ese momento alguna palabra que nombre alguna ausencia,
alguna infancia ausente.

114
Adolescencias

Pasaje al acto, acting, duelo, encuentro sexual, alienación,


separación, preguntas por la elección y posición sexual.
Temas que insisten, revestidos con los ropajes de las épocas,
horizontes, contextos, territorios y en los tiempos que se cursan.
La relación al grupo, al par, a los objetos, al amor, al deseo, a
los ideales, a la política, a los movimientos donde los jóvenes
son protagonistas o donde son arrasados, estigmatizados, donde
luchan por sus derechos, sus diversidades, sus elecciones o
donde son perseguidos, donde se aíslan, donde ensayan mundos,
posturas, e imposturas, aspectos de la ruptura generacional.
Asuntos, obstáculos, que forman parte.
El pasaje a la acción, el acting, el acto, insisten. Son
términos cargados en ocasiones de moralidad116.
Leemos llamados, pensamos, a quién va dirigido, a quién
se requiere que ocupe su lugar y no está allí.
El acting, pensamos, puede mostrar una pregunta no
formulada, ligada a un “interés” por alguna forma de
historizar, de querer saber…
Nos anoticia de la sujeción a la palabra de la que partimos
Ensaya una fantasía no constituida como tal.117
El pasaje al acto, arroja, exilia de una escena, no llama.
Nos anoticia luego del exilio del que partimos.

116
Freud, da cuenta del asunto en Dora y la Joven Homosexual. En relación a la
moral a veces está ligada a temores o a una suposición de fracaso del analista, lo
cual impide leer en algunas acciones momentos fecundos de tránsito psíquico.
117
Un hermoso ejemplo lo encontramos en Un intenso permanente asombro de
O.Mannoni en “La desidentificación” 1979 Ed. Gedisa.

115
Convenimos, en principio en llamar adolescencia a los
avatares posteriores al pasaje por la pubertad. ¿Cuando
finaliza? la respuesta estará, para nosotros en el campo del
discurso que nos incluye. Hay otras respuestas, otras claves
discursivas a visitar.
Diversidades.

116
Cartas de adolescencia de Freud118

En cuanto a mis preocupaciones por el futuro, ¿a salvo de qué estoy temiendo


a la mediocridad? ¿Qué importa lo que uno teme o deja de temer? ¿Acaso lo
importante no es que las cosas sean efectivamente como tememos que sean?
Espíritus más fuertes se han sentido presos de dudas acerca de sí mismos verás
cuantas pocas certezas encuentras en ti mismo. Lo maravilloso del mundo
reposa en esta multiplicidad de posibilidades lástima que sea un terreno tan
poco sólido para conocernos a nosotros mismos.
Freud a Fluss, a los dieciséis años (1873) en “Las cartas del
Bachillerato”

Una gran parte de la obra freudiana fue escrita bajo el sesgo


de la relación transferencial y epistolar con Fliess, en su
primera juventud. Sus ideas y rodeos están dedicados a ser
contados por la vía epistolar, a sus dos mejores amigos, Emil
Fluss y Eduard Silverstein119.
Es evidencia temprana, para Freud, que la vida se vuelve
soportable entre otras cosas por la existencia de la amistad.

118
Reescritura de un trabajo presentado en las “Jornadas de Adolescencia y
Psicoanálisis” realizadas en 1994. Organizamos junto a Isabel Herbin. La
apertura fue de Carlos Coquet, entonces jefe del Servicio. Invitamos a Horacio
Cátera, Enrique Millán y Daniel Rubinsztejn. Liliana Szapiro, Mirta Intelisano,
Elisa Ponieman, Alejandro Varela, Karina Lipszer, Moira Sintoff, Elina Pfeifer,
Susana Pucheta, Nestor Rosemberg, Silvia Pujol, Sara Rotbart, Marina Abelof.
Se reunieron los trabajos en un cuadernillo, testimonio impreso de lo que
ocurrió.
119
S.Freud. Cartas de Juventud. Editorial Gedisa año 2009.

117
Estas cartas son interesantes por llevar en sí las marcas del
destino del psicoanálisis, son de carácter preconceptual respecto
del descubrimiento del inconsciente.
Con su amigo Silverstein se sabe, es con quien configuró La
Sociedad Secreta de la Academia Española, de la cual eran sus únicos
miembros. Leían a Cervantes, se escribían en español y en
códigos ocultos a los ojos adultos, denominándose con los
apodos Cipión y Berganza, personajes del “Coloquio de los
perros” de Cervantes.
Fragmento de una carta:
“…me place transmitirte algunos resultados de mis
investigaciones (del castellano)… en lugar de decir “para qué”
ellos dicen “para lo que”, en lugar de “aprender” usan
“embesar”, literalmente traducido como “hacer entrar con
besos”, y hablan en pretérito: “yo no tuve nada”, y a veces la e
la pronuncian como i… Aclara: el español judío de las
comunidades balcánicas “embezar significa, aprender, enseñar
pero se deriva del latín invitare, no de basiare, que en el español
judío en bezzar”.
Invención, búsqueda de una extranjeridad, del secreto, del
deseo y del amor, los comienzos*.
La otra serie de cartas están dedicadas a su amigo Fluss (las
consonantes de Fliess, están intactas). En alguna de ella le dice:
“En lo que me atañe puedo informar lo que tal vez sea la noticia
más importante de mi existencia miserable… pero todavía he
de resolverlo. He optado por ser científico de la naturaleza, por
lo que te eximo de defenderte en tus pleitos… Como ves lo

*
“Amor a los comienzos”, título precioso de un libro de J. B. Pontalis.

118
que era mi secreto no es tremendo”. “Serás un gran Ministro”
había de ser un destino imaginario augurado a sus padres120.
La oportunidad, contingente de escuchar una conferencia
de Goethe sobre “La naturaleza”, hizo virar el camino hacia
las leyes, por el de la medicina…
El análisis con algunos adolescentes recorre los avatares de
las demandas que articulan la relación al ideal en su lazo y
tensión con el deseo. ¿Qué vas a ser cuando seas grande? Esa
reduplicación del futuro ligado a un ser, a veces pesa, exige,
trae la idea de un tiempo que corre y somete, asusta, la
mediocridad es un posible fantasma.
En las cartas de Freud, el joven Sigmund cuenta que debía
elegir en un examen de Griego, un pasaje. Elige veintitrés versos
de Edipo Rey de Sófocles (elección apropiada por cierto, acota
Jones).
Una anticipación de su deseo: ni la abogacía, ni la medicina.
“El triunfo de mi vida consiste que tras un gran rodeo, volví
a encontrar la dirección inicial en los años de mi juventud…”121.
El valor del rodeo.
Freud en la carta le pide a Fluss sobre sus correspondencias:
¡“Consérvalas, átalas, guárdalas bien, nunca se sabe”! Un
buen consejo.

120
Idem 119.
121
S. Freud, en “Análisis Profano” dice: “Los motivos que me guiaron, dice
Freud: Después de cuarenta años de actividad médica, mi autoconocimiento
me dice que nunca fui un verdadero médico, luego de un largo rodeo he
vuelto a encontrar mi primitiva orientación. De mi infancia no he sentido la
necesidad de socorrer a la humanidad doliente, tampoco me dediqué a jugar
al doctor, sí, se apoderó de mí la omnipotente necesidad de comprender
algo, sólo algo, de los enigmas del mundo en que vivimos”.

119
Anorexias

La neurosis alimentaria paralela a la melancolía es la anorexia. La famosa


anorexia nerviosa de las niñas jóvenes me parece (luego de una observación
detenida) una melancolía en presencia de una sexualidad rudimentaria. Por
eso, no estaría mal partir de esta idea: La melancolía consistiría en el duelo
por la pérdida de la libido.
S. Freud (“Manuscrito G”)

El plural del título, otra vez, es una manera de resistir frente


al intento de agrupar el nombre anorexia como cuadro:
“desorden de la conducta alimentaria”. Una nomenclatura que
muchas veces se pegotea en las bocas de quienes se acercan a
escuchar.
Acertemos al abrir el enigma. ¿Por qué se deja de comer?122
Se han escrito y dicho algunas cosas123.

122
Muchas fueron las veces que nos propusieron constituir un equipo con la
especialidad “anorexia-bulimia”, y muchas las que preferimos no hacerlo.
Trabajábamos con los médicos, nutricionistas, psiquiatras, recibíamos
pacientes, singulares que sufrían, no comían, vomitaban, hablaban, callaban,
perdían peso, ganaban peso, peleaban, se sometían… Las dificultades de la
pulsión de bordear un vacío o la fuerza del deseo por preservarse al decir No.
¿No a qué? al Goce del Otro, a veces. En tanto tal, la conformación del
padecimiento como síntoma a ser leído, es una posible apuesta, entre otras
complejidades. No podemos saberlo de antemano.
123
Un libro de recomendable lectura es “Las indomables figuras de la
anorexia” de Ginette Rimbault. En la mayor parte de los relatos, incluye la
complicación con el trabajo de algún duelo, presente en la llamada anorexia.

120
Del manuscrito de Freud, extraemos que hay una pérdida,
pero en tanto melancolía, ¿de qué duelo entonces se trata?,
quizá de un duelo que se dificulta, en lo que enigmáticamente
nombra “sexualidad rudimentaria”.

Sidonie
En “El psiquiatra, su loco y el psicoanálisis” Maud Mannoni
escribe lo que llama el “caso Sidonie”124.
Hay un momento, en el relato, donde la joven, de diecisiete
años, muy delgada, casi agonizante, sin querer comer está
tirada en el piso.
Mannoni intervino así: Te quiero tanto muerta como viva.
Sidonie se levantó como con un resorte.
Impactante intervención. Compleja.
No exige que esté viva. Yo no quiero morir dijo la joven. Y
por la tarde tuvo un sueño.
El capítulo se llama “La institución como refugio frente a
la angustia”.
Piensa, a la Institución como escenario no psiquiatrizante y
a la locura como recurso125.

124
Marcelo Percia, a quien le agradezco su estímulo y lectura de varios de los
escritos, trabaja extensamente el capítulo en “Locuras desatadas de sus
manicomios” Deliberar las psicosis. 2013 Editorial Lugar. Dice: “Manonni
entiende que asumir el riesgo a la muerte no supone asistir a la muerte de
alguien. Quiere saber si es posible una internación que no institucionalice la
enfermedad”.
125
Hemos trabajado en especial con Isabel Herbin, el caso en varias ocasiones,
en las clases y charlas del Posgrado. Presenta la posibilidad de ubicar
momentos de extrema fragilidad en la adolescencia donde, la internación
ofició de marco de despliegue de “libertad”. Agrego en voz personal que
ciertas intervenciones pueden resultar, situadas en la importancia de un

121
Seriedad126

El tiempo de la desgracia y el olvido sin olvido, olvido sin posibilidad de


olvidar.
M. Blanchot

Quiero olvidar mi pasado, empezar de nuevo


Eso decía Ania de catorce años, se negaba a ingerir alimentos,
salvo algunas veces. Bajó mucho de peso. Se la veía con seriedad
y aire estatuario. Así llegó. La madre la llamaba “mi princesita”.
Refiriéndose a algunas privaciones económicas en algún
momento de la historia familiar habían hecho decir al padre,
con desesperación “ella sabe que me saco la comida de la boca
para dársela a mis hijos si es necesario”.
A Ania algunos alimentos le daban mucho asco. En otra
escena aparecía el padre, halagándole las piernas a su hija en
comparación con su mujer: “esas sí que son lindas piernas”
Ania, desde ya, se angustiaba.
Entre hermanos el trato que relataban era el del insulto,
en general con nombre de animales. Rata sucia, yegua bruta.
Comenzaron los encuentros. Estaba interesada en hablar.
–Bajo porque sufro, mi mamá cree que pasa por la comida
–No es tan sencillo pasar por la comida… 127

contexto político fundacional como la antipsiquiatría, de un valor paradojal,


como lo es la idea de libertad. Me he preguntado en varias ocasiones si en
Mannoni la lucha política necesaria, antipsiquiátrica, a su vez no funcionaba
como “causa” incluida en las intervenciones y en tanto tales como
resistenciales. El caso es de una dimensión generosa en posibilidades de
reflexionar al respecto. Subrayamos la valentía de Mannoni en su práctica.
126
C. Szewach, Revista Principio Número 12, año 1999. “Seriedad”.
127
Modos de hacer oír que su cuerpo no es un cuerpo de la necesidad.

122
El tono de humor era inmediatamente rechazado.
Ella descubrió que creía que si dejaba de bajar de peso su
madre se olvidaría de ella. Otra forma de olvido.
Se decidió con criterio, una breve internación clínica, lo
que permitió escucharla casi todos los días. Se produjo otra
escena. Una especie de juego donde proponía invitarme a
tomar el té, me abría la puerta de su habitación, tomábamos,
comíamos. Charlábamos. Apareció en ella un recuerdo
encubridor. Se trataba del secreto de llevar de niña una
canastita que nadie sabía que estaba vacía. Ahí se veía jugando.
Ese juego y lo vacío fundan otro cuerpo.
En uno de nuestros almuerzos ficcionales confundí en el
intercambio, la pata con el muslo en el pollo, por lo cual
riéndose exclamó, con cariño: ¡pero qué burra!
–Es evidente, que yo no sé de patas…
Del equívoco, que condensa significantes del discurso
producido en análisis.
El equívoco no tiene un de quién.
Comienza de a poco a subir de peso.

Maia

Y cayó como una piedra la palabra.


Debo aprender a vivir de nuevo
Ajmatova

–El que se mete con mi familia va muerto.


Eso me dijo al salir de la entrevista el padrastro de Maia.
No sé porqué recuerdo en ese momento a Masud Khan.
Cuando una muchacha quería romperle cosas del consultorio

123
él le aprieta su mano firmemente mostrándole su fuerza.
Mientras yo le apretaba la mano a este hombre, aunque con
algo de temor, le dije:
–¿Me pareció escuchar una amenaza?
–No, doctora, no no fue para usted, es una forma de decir… en
general
–Formas…
Maia era una joven que por la decisión que tomó de comer
muy poco, su baja excesiva de peso, y su excesiva angustia,
aceptó la sugerencia de venir y comenzar a hablar.
Ella, un día se dio cuenta, supuso, que él, ese hombre, la
prefería enferma y “toda para él… cerca”
Como si fuese su bocadito…
Fue un primer momento muy intenso, nada sencillo. Dejar
de tragarse sapos…
–Señora, usted, ¿qué dice?
–Lloro…
Dejar de comer como intento de no tener cuerpo para
ofrecer.
Maia, va viniendo. O está, viniendo.
Pasado un tiempo y muchos acontecimientos en su
recorrido decidió irse de su casa. Fue a buscar a su padre.
Seguimos.

124
Fraternidades

“Vienen iguales y distintas. Con cada una es igual y distinta. Con cada una
la ausencia de amor es diferente, con cada una la ausencia de amor es
semejante”.
S. Beckett

A es gemela de B.
A. viene a consultar porque comienza una ruta de descenso
de peso.
B hace un tiempo está extremadamente delgada.
A quiere alcanzar lo que llama “el peso de mi hermana”.
Quiero, como mi hermana.
Ése número quiero. Igual. Quiero igual. Estar como ella.
A se hace acompañar a casi todos lados por su padre.
A y B se decían entre ellas “hermanita” una a la otra. Modo
cariñoso de nombrarse, o quizá crear un clima de convento.
A hablaba habitualmente en plural.
Un día le veo en el rostro algo que antes no había notado.
Una cicatriz pequeña en el labio. Una caída de muy niña, le
produjo el corte. Era una de las marcas que la diferenciaba en
ese momento de su hermanita gemela.
Llega a ese número. (35 kilos)
Tengo el mismo peso, soy como ella, pero igual no soy igual
Paso al límite. Experiencia de paso. Modos de encontrar la
diferencia, entre el número y el cuerpo. Treinta y cinco no es
igual a treinta y cinco. Como a no es igual a a. Lo igual no es
lo mismo. Lo que se repite, incluye la diferencia.
Comienza a comer mejor, cesa la merma extrema de peso,
de a poco.

125
No se trataba de separar lo que no estaba dispuesto aún a
separarse.
Al tiempo, se produjo la siguiente escena:
Siendo el horario de su sesión, desde la puerta, al verla en
el pasillo, la hago pasar. La miro, me detengo, algo me
desentona. Primer movimiento, detención, instante de espera.
Al segundo, decido avanzar unos pasos. Ella, A, sale de
un costado escondida, la que estaba era B, su gemela.
–¿Caíste? –preguntó
Me reí.
Aunque no hay tres sin dos. Éramos tres, al menos.
Con lo que implica del pasaje y del enlace de lo imaginario
a lo simbólico. De lo cómico al chiste en una misma escena,
en acto.

126
Merversión128
Relación madre-hija

La hija: ¿Puedo ir a bañarme hoy con las otras muchachas?


La madre: …Saber nadar o no, no importa ahora, lo que sabes
es que no debes salir nunca sin tu mamá…
La madre: tú sabes lo que le debes a tu tía Augusta, sabes que
fue ella la que se encargó de nosotras cuando el infame de tu padre nos
abandonó. Gracias a ella hemos vivido y así tienes con ella una deuda
que nunca podrás pagar…

La hija: Ten en cuenta lo pegada que he estado a las faldas de mi


madre desde niña, jamás me he atrevido a tener un pensamiento que no
fuera el suyo, querer una cosa que no fuera su deseo. …nada puedo
contra eso.
Lisen: No ya basta Elena ¿tú sabes quién soy yo? Pues bien ¡soy
tu hermana!
¡Tú y yo tenemos el mismo padre!
La hija: ...estoy tan contenta que no sé qué decir. No me atrevo a
ser enteramente feliz porque no sé lo que va a ocurrir aquí…

La madre: ¿Qué dice usted?


Lisen: ¡Que usted le ha arrebatado la hija a su padre!

La hija: (acercándose a Lisen) no debieras hablar mal de mi


madre…

128
Reescritura de un texto publicado en Psicoanálisis y El Hospital 29, año 15,
junio 2006 “El empuje a la perversión”. Dirigida por Mario Pujó.

127
La hija: No puedo…Bueno ¡Vamos a jugar a las cartas! No me
es posible derribar esas murallas que tantos años habéis empleado en
levantar…
Fragmentos de “Amor maternal”
August Strindberg

El reenvío de la madre a una ley que no es la suya,


constituye uno de los modos en que la operatoria de la
metáfora paterna recae, como prohibición bajo la forma: “no
reintegrarás tu producto”. Lacan subraya129 que la eficacia en
este tiempo depende del caso que la madre hace de la palabra
del padre. Ahora bien, ¿Qué se entiende por el caso que la madre
hace?
Cuando Lacan habla de perversión, père-versión, dirección
hacia el padre es en términos del juego significante que le
posibilita la lengua francesa y en función de una articulación
lógica. Allí lo que opera como padre real está pensado
proposicionalmente: dice no a la esencia fálica, “tú no eres lo
que le falta a tu madre”, “manera muy precisa ese nombre del padre,
ese nom del padre que es no en el nivel del decir y se encarna en la voz
de la madre en la dirección de un cierto número de interdicciones, esto
en el feliz caso, aquel en el cual la madre quiere usar bien su cabeza
para proferir algunos cambios”130 ¿Qué es usar bien su cabeza?:

129
J.Lacan en “De una cuestión Preliminar a todo tratamiento de la psicosis”:
…“No es la manera en que la madre se aviene a la persona del padre lo que
convendría ocuparse sino del caso que hace de su palabra de su autoridad, el
lugar que ella reserva al nombre del padre en la promoción de la ley…”
Escritos 2. Editorial Siglo XXI.
130
J.Lacan, Seminario, Les non dupes errent (Los Nombres del Padre o Los no
incautos yerran).

128
“un decir no que es un justo no decir con respecto al goce paterno del
cuerpo de esa mujer que yo llamo mamá, que haya un velo con respecto
a la versión propia de la pere-versión del padre, Les non dupes errent
(Los Nombres del Padre o Los no incautos Yerran) bien podría
llamarse “El No del padre”131.
El No del padre es aquel del que Lacan plantea tiene que
hacerse cargo la madre, es el No del Nombre del Padre “Esa
madre si transmite el Nombre del Padre, queda reducida a
traducir ese nom por un non, ese nombre por un no. Se trata
del no que dice el padre, estamos en el plano de la negación y
de la prohibición del incesto.
La pregunta por el “Qué es ser un padre”, forma parte
sabemos de uno de los ejes freudianos por excelencia. Ahora
bien, la ficción, algunos conceptos y relatos de la práctica
con algunos pacientes nos producen interrogantes respecto a
otra pregunta: ¿Qué es una madre?

Relación Madre-Hija
Una relación casi la mayor parte de las veces de muy difícil
tránsito o conmoción intensa, en particular a partir del pasaje
por la pubertad y sus avatares.
Extremando un aspecto, en Amor maternal, un autor como
Strindberg132, transmite en algunas de sus obras, con fineza y
a la vez con grosor los personajes femeninos en términos de
la maldad, el sufrimiento, los celos, el ocultamiento, la
crueldad, la envidia. Muestra en la obra mencionada,

131
Halfon, Nélida. En el nombre de la falta. Letra Viva Editorial, 2001.
132
A. Strindberg “El Amor Maternal” , Teatro Completo, editorial Fray
Mocho, año 1994.

129
teatralmente y sin perder su vigencia, una historia de relación
entre una madre y su joven hija.
El personaje de Lisen trae, la inclusión de la filiación y la
deuda simbólica. Aceptar dichaversión, plantea una especie
de traición, una aversión al No al padre proveniente del
discurso materno, que no puede ser producida, quizá aún.
La obra merece ser leída en su totalidad en función de la
manera en que la retórica de Strindberg nos transmite la
crudeza de un clima que finalmente deja al personaje de la
hija en el encierro, sin el linaje que la palabra de su hermana,
Lisen, trae.

La hija: “Nada puedo contra eso”


Triunfa el rechazo, lo que se sustrae de la historia, como
una forma de un No al Padre que no precipita en la locura
sino en este caso en la renuncia de vivir una vida propia. “No
me es posible derribar esas murallas que tantos años habéis
empleado en levantar…”
Freud en el texto “Paranoia Contraria a la Teoría
Psicoanalítica” pone el acento en la relación con la madre, en
términos del amor. Construye algunas consecuencias situadas
en el desarrollo de un momento paranoico desplegado en este
caso por la hija bajo el modo de acusaciones dirigidas a un
hombre. Allí dice Freud “Al detener o estorbar la actividad sexual
de la hija cumple la madre una función normal, diseñada ya en las
relaciones infantiles, fundada en enérgicas motivaciones inconscientes y
sancionada por la sociedad. Luego “A la hija compete desligarse de
esta influencia”.
No parece ser en muchas ocasiones para la hija (también
podemos pensar a la madre en tanto hija), una tarea fácil dicho

130
desasimiento. Recordemos Sonata Otoñal de Bergman. A su
vez en la pubertad se trata de la juntura de una nueva corriente
libidinal, sexualidad y muerte en la estructura, en vinculación
con los retornos de la amnesia infantil. En términos de Freud
“con la imagen materna primitiva” de lo que allí llama el
complejo materno. En el caso que desarrolla Freud se trata
de “La demanda bajo forma de querella jurídica indica que lo
que no está disponible es un lugar, una superficie que debe
vaciarse del goce del Otro para poder inscribirse como sujeto
sexuado”133.
Si el deseo de la madre no es indiferente, es esa boca de
cocodrilo que una mosca puede hacer cerrar en momentos
inesperados, el palo de piedra puede ser tranquilizador para
que la boca no se cierre del todo, (a veces bajo la forma de la
fobia o el fetiche), así como la lágrima que el cocodrilo vierte,
luego de comer a su presa, deja el surco de la pregunta por la
angustia en el Otro.
Entonces para concluir, si el padre perversamente père-
versament, es el que está orientado a una mujer como causa de
su deseo, quien en tanto madre sostiene, orienta desde allí el
Nombre del Padre como articulación de la prohibición,
propongo ficcionalmente el término merversión, o mère-versión
cuando esa operatoria no termina de ser vehiculizada en tanto
tal, se suspende o se interrumpe y se produce entonces una
dirección de encierro hacia la madre.
Didier Weill en su libro titulado “Los tres Tiempos de la
Ley”, me responde que hacer caso, es decir sí inconsciente al
significante del Nombre del Padre.

133
O. Prósperi, artículo “Hacerle lugar al lugar. Adolescencia y femineidad”.

131
Ley Rosetta*

Una adolescencia en los márgenes

En el 2000, luego del año del estreno, y del premio Palma de


Oro, se establece en Bélgica la “Ley Rosetta”, a partir de la
cual se protege a los trabajadores adolescentes. Se impide por
legalidad, pagar menor salario que el salario básico. Un hecho
artístico, cinematográfico tiene incidencia en la política de la
época.

Cine, política, adolescencia


“Rosetta” es el título de una película de J. Luc y Pierre
Dardenne, centrada en el personaje de una joven134.
Rosetta camina, veloz. Es una adolescente anónima en la
ciudad. Dibuja con su paso diario un recorrido. Patea, arrastra
los pies y deja huellas entre los obstáculos que la esclavizan
en el andar. Desde el inicio seguimos junto con la cámara a
sus espaldas, golpes de puertas. Son puertas que se van
cerrando como estampa palpable de lo que se le va cerrando
en el vivir. Las imágenes nunca son acompañadas por música.
La sonoridad solo proviene de las escenas y de los elementos
que la componen: los movimientos, los automóviles, las calles

*
Agradezco a Delfina Colombo el interés especial por este trabajo y por la
corrección comprometida y sutil que realizó de cada artículo.
134
Con Moira Iglesias y Olga Pilnik hemos trabajado en varias ocasiones los
efectos del cine de los hermanos Dardenne. Agradecemos a Nebrija,
Institución psicoanalítica, la presentación de un trabajo en el espacio llamado
Hilvanes.

132
y el arrebato de los cuerpos. Ruidos, ritmos, respiraciones,
que agobian en el interior de los espacios en los que se ingresa.
Timbres y golpes inquietan al espectador junto al paisaje. El
sonido y la furia construye en acto un espacio exterior
acechante. Son los mínimos elementos los que muestran la
construcción del personaje de Rosetta y la mordacidad de un
contexto ubicado en los márgenes de Bélgica, aunque podrían
ser los márgenes de otro país, de otra ciudad, en la periferia,
donde un sistema agudiza exclusiones diversas y arrincona
en la intemperie. Los directores climatizan una estética
austera, pero por sobre todas las cosas lo que nos impacta, es
cómo eligen relatar sus temas. Tramas que atañen a un planteo
ético de ciertas acciones y de una relación con el poder.
Como espectadores no somos solo espectadores. Pero
estamos impedidos de anticiparnos y nos agitamos desde
nuestro escondrijo. Rosetta, pierde injustamente su trabajo.
Concluyó su tiempo de prueba y a pesar de su buen desempeño
no fue re-contratada. Queda en estado de segregación,
descartada, puesta afuera. Es en el contexto actual europeo.
La forma con la que la muchacha combate es desgarradora.
Nos hacemos testigos, del camino de una adolescencia sufriente.
En términos singulares, más intimistas, es una historia de
acciones, en la vida privada, en una vida privada. Rosetta se
sustrae, también se priva, del semejante en tanto par. Parece
estar atascada en relación al deseo sexual, y sostiene una travesía
rocosa, de trabajo forzado en la relación hija-madre. Están las
dos solas. Viven en una especie de casa camping. Para demarcar,
espacializar, el afuera y el adentro, lo que la incluye y excluye,
singularizar su paso: de un modo apurado ritualiza sus acciones
al entrar y salir. Ella habita revelada frente a un posible arraigo

133
allí. Que no se intente plantar nada en ese suelo. Si su madre
prueba injertar en la tierra alguna hortaliza, la joven la arranca
para que nada le implique quedarse. Ese es un lugar sin lugar
para ella, pretende otra manera de vivir y lucha por su dignidad.
Su sitio está hecho de camino y del calzarse y descalzarse, en
esos detalles. Sólo en la carnada para peces y en la trampa que
construye con una botella, tiene un minucioso y minúsculo
espacio propio. Pesca para dejar ir lo que pesca. Sabe hacer en
los lugares pequeños de intimidad protegida. La vida se muestra,
se produce, en una soledad con injusticias. Carece de una
anterioridad histórica como carece de padre. Son pocos los
personajes en la película: Rosetta, con su pollera de auténtica
luchadora con Riquet el joven que le facilita al inicio el trabajo,
el patrón, y el cobrador del camping y la madre de Rosetta casi
siempre alcoholizada o humillada. La joven se conmina a
cuidarla, a forzar un cambio tensado entre el odio y la piedad y
asume una responsabilidad lindante con la testarudez.
Al mismo tiempo le dice a su madre “Yo no soy tú”, como
modo de encontrarse en la diferencia.

Espejos
Rosetta nos parece siempre en el borde de una
desintegración, de una caída. Pero se refugia en la insistencia
de sus acciones y se detiene en el líquido que consume. Casi
no mira, ni nos encontramos con el descanso que le da al
rostro la sonrisa.
“Rosetta es como una funámbula, una acróbata, por encima
del hoyo” dice uno de los directores. Da vueltas alrededor de
un vacío. Pero, ¿acaso no intenta producir algún vacío
alrededor del cual poder andar o hacer cuerpo?

134
En ocasiones y es cuando se detiene su movimiento, la
agobia un dolor del cual tiene que calmarse con un secador
de pelo alrededor de su ombligo. En ese dolor mostrado con
la cámara solo en su rostro, aparece otro gesto. El ruido del
secador sin la imagen del objeto le imprime a la escena un
tinte enigmático cercano a un erotismo inesperado, entramado
al dolor. El cuerpo se sitúa allí en otra zona.
“Quiero ser normal, tener una vida normal”, repite Rosetta.
Ser normal es para ella tener un trabajo, y tener un trabajo de
verdad, estar contratada. Rosetta no quiere vivir en lo
clandestino, en la excepción y sin trabajo. Pierde todo punto
de referencia. Gobierna la insensata lógica donde sale uno y
entra otro, o mejor dicho, para que alguien entre, alguien tiene
que salir. Sin piedades.
Riquet trabaja vendiendo waffles, y es allí donde le consigue
trabajo. Con las bolsas de harina, el patrón la contrata. Al
mismo tiempo intenta forzosamente que su madre pueda ser
ayudada, internada, esfuerzo vano frente a una mujer que no
está allí mirando una hija.
El acontecimiento con el que se produce un primer corte,
es aquel donde Rosetta que es empujada por su madre al fango,
al agua resbaladiza, la llama. Esperamos como espectadores
en tensión y la mujer no acude. Allí Rosetta, con gran esfuerzo,
casi sin saber nadar, sale. El espectador queda suspendido en
esa espera angustiada. Luego de esa escena dice “basta” y se
va del Cañón. –Irse es su primer corte.
Es recién allí cuando establece algún roce con un
partenaire, comen juntos, toma de un modo brusco cerveza,
sonríe, baila algunos pasos y formula en voz alta, antes de
dormir, ese “monólogo en espejo”.

135
Inventa un interlocutor. Un hecho constituyente.
–Tú te llamas Rosetta –yo me llamo Rosetta
–Tú tienes un trabajo –yo tengo un trabajo
–Tienes un amigo –yo tengo un amigo
–Tú eres normal –yo soy normal”
El tú precediendo al yo.

De exclusiones y traición
Ocurre una nueva exclusión. Vuelve a ser echada del
trabajo que Riquet le consigue en la casilla de venta de wafles,
porque el patrón pone en su lugar a su propio hijo. Queda
arrasada. Desde ese arrasamiento, sobreviene una traición.
Delata al muchacho frente al jefe de la astucia de hacerse sus
wafles por su cuenta y venderlos. Lo denuncia, realiza ese
acto, de espaldas a la cámara. El joven es echado.
La película no moraliza las acciones, nos ofrece que
podamos leerlas.
Es una traición exasperada para tener un lugar. Pero ¿de
qué tipo de traición se trata?
Él, enseguida vendrá a atormentarla, en el ruido de su moto,
será testigo molesto. Hay efecto de su acto.

Desgarro
El movimiento de Rosetta para tener un lugar le muerde la
cola. Al volver a su casa, todo está inamovible, su madre
sigue entregada, fracasa, como fracasa también su pasaje al
acto. Intenta terminar con su vida con el gas prendido. La
garrafa paradójicamente la salva de su propósito, el gas que
hay no alcanza, se apaga. Está mostrado en imágenes
sonoramente muy sutiles,

136
Rosetta hacia el final, frente a Riquet se desgarra, acepta
una mirada, sucumbe, y cansada, se angustia, llora, allí, corte.

137
Otros escenarios135

En la Atenas de hoy en día, cuenta M. De Certeau en La invención de


lo Cotidiano, los transportes colectivos se llaman Metaphorai. Para ir al
trabajo o regresar a la casa se toma una metáfora, un autobús o un
tren. Los relatos son recorridos de espacios, Distinguirá lo que llama
espacio de lo que nombra como lugar.

135
Durante años (desde 1992 a 2007) me ocupó la coordinación de un
equipo que se dedicó a organizar la atención de adolescentes que llegaban a
partir de un embarazo avanzado, o por haber tenido un bebé recién nacido.
Trabajamos en las salas de Obstetricia y Neonatología. Tanto en internación
como en consultas externas. La escucha psicoanalítica implicó la singularidad
de cada situación bajo la égida de las coordenadas de la transferencia y la
abstinencia. A su vez fue permanente el intercambio con especialidades de
medicina, enfermería y servicio social, para que se diera lugar al mayor cuidado
Institucional para los y las jóvenes, los cuidados respecto de la atención en
general y de situaciones extremas como abusos, arrasamientos, violencia,
desamparos familiares o institucionales. La interrelación entre quienes nos
ocupábamos, configuró en esos tiempos una red de recepción que trataba de
dar a los y las jóvenes un lugar donde alojar sus preguntas o sus situaciones
de dificultad que no eran pocas. Intentábamos debatir en equipo cada
situación de difícil tránsito, con discusiones que ponían en juego diferentes
concepciones, formas de opinión, prejuicios, tensiones, incluso desde el
punto de vista ético. No estaban en juego en ese momento los debates
relativos a la legalización del aborto y las posibilidades que desde una
Institución pública se barajara abiertamente esa opción. El psicoanálisis desde
ya atravesado por los momentos y las políticas, atiende, con los límites y lo
posible el sesgo del discurso que atañe a la demanda y al deseo inconsciente.
En este libro sólo me remitiré casi exclusivamente a contar algunas pocas
intervenciones muy singulares donde se produjeron encuentros analíticos que
dejaron alguna interrogación.

138
Nuestra Presencia
Terapia intensiva neonatal136

La presencia es una intervención incalculada


Marta Ainsztein

Hubo mucho trabajo compartido.137


Cierto modo de permanencia en un lugar habilita pedidos.
Estar allí en el sitio, a diario, formando parte de lo cotidiano,
pero sin ser del todo parte.
A veces éramos llamados a escuchar a jóvenes angustiados,
angustiadas, con niños recién nacidos, o a médicos con alguna
pregunta que les planteaba en su trabajo alguna dificultad.
Los bebés prematuros libraban batallas de vida. Niños que a
veces podían morir.

136
Agradezco a Bernardo Chomsky, jefe del Servicio de Neonatología quien
en ese momento fue el propulsor de nuestra presencia y abrió las puertas
para que mi equipo de los “psi” estuviésemos trabajando en su sala, en
permanente intercambio, presentes en los pases, o trabajando con grupos
de médicos y enfermeros.
137
Marta Ainsztein, titular de la “Pasantía del Hospital de Niños Ricardo
Gutiérrez” de la que fui docente, nos transmitió y fue su propuesta en la
Cátedra, el valor de la presencia como “psi” en los lugares “extranjeros” a
nuestra práctica, manteniendo una escucha atenta a los detalles, a los relatos,
a lo nimio, y a la construcción cotidiana y paciente de la demanda. Agrego:
una Demanda a escuchar que no se achate y embarre en pos de la búsqueda
de eficacia de concepciones de la normativa institucional o a veces familiar.
Tarea muy compleja pero imprescindible no desoír. Trabajamos inmersos
en esos bordes.

139
Temporalidades: “Mi hijo está en incubación” decía una
adolescente. Un equívoco que lucía una verdad.
Temporalidades para que un niño sea o no un hijo, “mi
hijo”, “su hijo”.
La Terapia Intensiva Neonatal era un lugar muy especial
para ingresar. Para el visitante solía ser un sitio complejo,
inquietante, raro.
Hay incubadoras, divisiones del espacio según la gravedad.
El avance tecnológico que viene ocurriendo en los últimos
tiempos está por un lado al servicio de que niños recién nacidos
internados por prematuridad o patologías puedan tener una vida
posible. Desde ya es una gran esperanza que incluye sus
paradojas, contradicciones, interrogantes.
Apurados, urgidos, iban a veces los neonatólogos.
Un asunto: Ellos suponían o constataban que la
información que les daban a los padres no llegaba, no se
entendía. Sufrían eso.
¿En qué lengua se habla para que llegue? ¿En lenguaje de
seriedad científica, afectuoso, de sentencia, de calma, de
números, de frialdad, de piedad…? Es un momento no carente
de dramatismo donde cualquier gesto es un signo a leer.
Madres que pueden saber qué le pasa al pequeño antes que el
médico. Claro.
Participábamos de los pases, cerca de la incubadora y luego
del parte médico incluíamos alguna pregunta acerca del lazo
con sus padres, si los tenía, o de otras observaciones que
pudiesen hacer. Los médicos se preguntaban: ¿Hay acaso odio
y amor al mismo tiempo en una madre? ¿Hasta dónde es factible
seguir interviniendo médicamente?, ¿qué nos piden los padres?
Son solo algunas de las interrogaciones que circulaban por allí.

140
En relación a nuestra particular propuesta, era con jóvenes,
con adolescentes.
Las dificultades ligadas a su inclusión social y a sus recursos
formaban parte de lo que requería intercambio con quienes,
cada quien en su terreno, se ocupaban de producir redes
institucionales habilitantes de escuchar las singularidades138. y
poner también en juego sus prejuicios. Nos encontramos a pesar
de lo conmocionante e inesperado de la situación, que algunas
veces las jóvenes adolescentes que tenían el recién nacido en
internación por la razón que fuere, podían llegar a una conexión,
una forma de identificación muy intensa con ese, “su hijo”.
Cuando un recién nacido debe estar internado hay una ruptura,
un impacto. Un recién nacido que nace con alguna dificultad,
cimbronea la vida de distintos modos. Se derrumban soportes.
No se lo llevaban a su casa. No dormían inmediatamente en su
hogar, en el caso de haber un hogar.
Los médicos se preguntaban también por el destino de los
niños que intentaban salvar. ¿Qué fabricamos? ¿Qué se
conservará en la historia de ese niño, de su pasaje por Terapia
Intensiva neonatal?139
¿Nuestra función? Estábamos allí escuchando a cada quien,
diciendo, poniéndonos nosotros, con nuestra práctica en
interrogación. Yendo a los pases de sala. Al lado de la incubadora,
saliendo de la sala en los pasillos, con los “grupos de madres”140.

138
Además de la nota al pie 130, vale la pena ubicar el campo del límite entre
lo posible y lo imposible en la asunción de un compromiso no indiferente
entre lo singular y lo colectivo.
139
Temas que se retoman en las supervisiones del Hospital Gutiérrez, en
Interconsulta neonatal.
140
Se abrió en ese tiempo la Residencia para madres. Algunas camas para que

141
Los médicos. Los enfermeros. Los padres. Nosotros. Cada
médico. Cada enfermera. Cada padre. Cada uno de nosotros.
A veces nos tocaba hacer oír los efectos mortificantes de
la burocracia institucional, aun en los pequeños detalles.
Las madres eran nombradas por las enfermeras o por los
médicos: “Mami, mamita, mami” ¿Era acaso una manera
afectuosa de contribuir al anonimato? ¿Una habilitación?
A veces nos llamaban cuando algo hacía ruido: “Estos
padres, vemos que no están “conectados” con el recién
nacido”. Conectados es un significante que circula y a escuchar
en tanto no desconocemos la importancia de la conexión con
un hijo al nacer. Hay temporalidades, hay dimensiones. El
recién nacido también está conectado a una incubadora, a
cablecitos. También responde a la conexión de la mirada, de
la voz, del deseo, del amor, del odio, de la indiferencia.
Animados, reanimados, animarse.
¿Qué oscuros fantasmas se ponen en marcha?

las madres se puedan quedar a dormir, mientras sus hijos permanecían


internados. Eso implicó una ventajosa propuesta. Durante el tiempo de
convivencia se realizaron grupos de conversación. Un tiempo fueron
coordinados por Mariana Incarnato, quien también colaboró con el programa
Mirar/Prevenir. Era un grupo de “espera para irnos” cita Incarnato de una
de las integrantes.

142
¿Madre no ves que parto?

Un estruendo, la verdad misma se ha presentado entre los hombres en pleno


torbellino de metáforas
Paul Celan

…para que algo de esas vidas llegue hasta nosotros es preciso que un haz de
luz durante al menos un instante, se posase sobre ellas, una luz que le
venía de afuera, lo que las arrancó de la noche en la que habían podido
permanecer en este encuentro con el poder…
M. Foucault. La vida de los hombres infames

Relato un sesgo de una experiencia.


Relatarla es poner en duda la distribución de lo ya visto,
de lo ya oído.
Jóvenes que circulan, llegan esperan, se hacen conocer,
patean puertas, se someten, resisten.
Cimbronea la “demasiado” íntima conexión entre la
iniciación, el llamado primer coito, y el embarazo.
No daremos entonces por sentados los términos: iniciación,
embarazo, conexión.
Si la sexualidad es prematura respecto de la pubertad, un
hijo en la adolescencia ¿es prematuro con respecto a qué?141

141
Uno de los tópicos que en ese momento rondaban la preocupación era un
alto porcentaje prematuridad del recién nacido en las que iban a parir adolescentes.
Sin dejar de lado la preocupación social y complejidad de variables que implica
embarazos en edad temprana y el valor de darle una contención y atención
singular, constatamos la importancia del sostén institucional en una

143
Tener que ser madre, querer ser madre, no querer serlo,
rechazarlo. Tener que ser padre, no querer serlo, querer serlo.
Tener un niño, tener un hijo. En este caso, donde la cercanía
del despertar sexual unido a la repetición de la dialéctica edípica,
va, unido con la presencia real de un producto, un “hijo”, que,
en ocasiones, reactiva el propio origen como enigma. Enigma
que intenta narrar historias de sufrimientos probablemente
innovelados. El embarazo, la maternidad a veces puede ser un
anhelo, un destino no deseado, una forma de jerarquía social,
un ensueño, un sueño realizado, una pesadilla, una exigencia,
una resignación, un desamparo. Escuchemos:
¿Qué se lleva en sí? ¿Cuáles son las circunstancias, el
contexto social de los y las jóvenes?
¿Qué oferta o recepción, como analistas en lo que nos
concierne que atañe a una demanda y algún sufrimiento que
pide ser oído?
Un cuerpo que se hincha, se agranda, se muestra, se oculta.
Diversas son las formas de transitar el asunto.
Diversas las voces que intervienen.
Diverso el modo del impacto.
Diversos los efectos. A veces anuda locuras, a veces las
desata.
A veces denuncia hechos que horrorizan y no se sabían, y
se soportaban.

red de trabajo continua (sin duda que haya políticas médicas de asistencia
pública y de prevención). A su vez cuando se tenía el bebé internado, se veía
en muchas ocasiones un contacto e identificación muy intensa a favor del
sostén si es que había allí posibilidades, y circunstancias no arrasadoras y
contexto para poder ocuparse.

144
Diversas y parciales las posibilidades de nuestra incidencia.
Política, psicoanálisis.
Diversa la sospecha del vaivén entre la pureza virginal
renacentista de la imagen del niño con su Madonna y su
contrapartida sacrílega de la profanación de la inocencia.

145
Paternidades y Adolescencias

No, la celebración no es lo mío


Hugo Savino

El asombro, no es del todo saber ni del todo no saber


Emily Dickinson

En la película “El pibe” de Charles Chaplin, el médico oficial


del Estado, concurre a revisar al niño huérfano que se ha
quedado con el personaje de Chaplin. Quieren, de forma
desgarradora sacárselo.
El médico le pregunta inquisitivo: ¿Pero usted es el padre?
Respuesta: Sí, prácticamente.
Ambigüedad lúcida propia de la discordancia inevitable
entre el padre biológico y su función. Genitor y padre pueden
o no coincidir.
Una sorpresa. Un desconcierto. Una situación compleja.
A veces, un hecho feliz.
Una juntura extraña: volvamos a decir que es partir de la
pubertad, la posibilidad de tener un hijo se hace efectiva. Es
una novedad que conmociona.
Cuando eso se produce. Hay una noticia. Un anoticiarse.
“No puede asumirlo”, dicen algunas voces ¿Cómo
“asumirlo”? ¿Qué es acaso asumir algo como la paternidad,
en especial en la adolescencia? La duda, “¿acaso es mío?”,
puede ser un término del tránsito.

146
Nuestra responsabilidad es escuchar lo que la efectiva
confrontación con la paternidad produce, se hace oír. Nuestro
compromiso es ubicar el horizonte del contexto donde está
ubicado. Sabemos que la pregunta por “qué es el (un) padre”,
es central y compleja en la experiencia analítica más allá de la
empiria.
Es cierto que aquí, relaciones sexuales y reproducción se
avecinan entre sí, se inquilinan mutuamente.
Se trata de un salto en la experiencia. Si hay experiencia.
Se advierte así, que se es producto de un lugar al que jamás
se ha podido asistir.

147
Disponibilidad

No quería ser el padre de una pequeña pirámide azul. Peter Horn no lo


había planeado para nada de esa manera. Ni él ni su mujer imaginaron que
podía ocurrirles una cosa semejante eso no es mi hijo
Ray Bradbury, El niño del mañana

Cuando la distancia entre la identificación con el ideal del yo y la parte


tomada del deseo de la madre no tiene mediación (la que asegura normalmente
la función del padre), el niño queda expuesto a todas las capturas
fantasmáticas
J. Lacan

Kenzaburo Oé hace protagonizar a Bird, en su novela Una


cuestión personal, una historia difícil de transitar. Es un relato
crítico que muestra una burocracia despiadada y un camino
doloroso para el personaje. Este tiene con su mujer un recién
nacido en grave estado, un neonato enfermo que a Bird lo
avergüenza. El niño padece una deformidad en la cabeza cuyo
diagnóstico se mantiene en suspenso.
Él se dice “soy el padre de un monstruo”, una desesperada
manera de decir de su paternidad inédita. Quiere, literalmente,
huir “a lo loco” de lo que le resulta horroroso. “¿Sufre el
niño?”, pregunta. Un médico le alcanza alguna respuesta
mordaz que lo desaloja.
Bird en su sinrazón cotidiana intenta darle un estatuto de
niño y le imagina una épica: “Mi hijo tiene la cabeza como
Apollinaire cuando fue herido en un campo de batalla”. Bird
llora, huye, lo prefiere muerto, se siente culpable, le oculta el

148
suceso a su mujer quien espera, separada de su hijo, sin saber
qué ocurre, y se refugia de su violento dolor sin nombre.

El devenir de la actividad cotidiana puede apabullar o


adormecer.
Lo cotidiano en términos de Blanchot142 entre otras cosas es lo
más difícil de descubrir, en tanto no tiene verdad propia y no se
deja aprehender con facilidad. Pertenece a la insignificancia, y
paradójicamente lugar de toda significación posible. “¿Cuál es
el quién de lo cotidiano?”. Lo cotidiano es la vida en su disimulo
equívoco y es lo aburrido lo que lo puede hacer manifiesto.

El trabajo diario en una institución pública, nos responsabiliza


en relación a esa ubicación. Es la oportunidad de que algo se
ponga a decir en ese terreno. Configurar cada vez una acción
cotidiana en un acto ético. El relato de Oé, implica los avatares
de determinados diagnósticos. Con sus diferencias, pueden
pertenecer al campo médico, al terreno social o al ámbito “psi”.
Estos últimos, no pueden desvincularse de la inclusión del
analista, y comparten con los otros campos, en el caso de ser
apresurados, el constituir un modo de taponar la angustia con
un saber referencial, angustia que sobreviene frente a lo
incomprensible o lo que no se sabe. No se trata de un no saber
de modestia, como enseña Lacan en la “Proposición del 9 de octubre
1967” sino que “implica situarse con relación a si es propiamente
la producción en reserva de la estructura del único saber
oportuno”143 ¿De qué otro saber se trata sino del que preserva

142
Maurice Blanchot, El Diálogo inconcluso cap. XI Gallimard 1969 Caracas.
143
J. Lacan, Proposición del 9 de octubre de 1967. Ornicar nº 1. Ed. Petrel,
año 1981.

149
el no saber? Por lo tanto, las complicaciones, son los problemas
que estos diagnósticos acarrean cuando devienen juicios previos,
cuando se tornan sentencias precipitadas. Se convierten en
oráculos de designios funestos y certidumbres de un destino.
A su vez, estar analista tal como lo denomina F. Ulloa144 y
especialmente, sin ser convocado a las funciones que le son
propias, por ejemplo aquella que propone la asociación libre,
la regla de abstinencia y la suspensión del juicio, no carece
del sentimiento de lo incómodo. En cada consulta en el terreno
médico, se reactiva y se activa, obviamente con las marcas
que la cultura y el descubrimiento del inconsciente han
producido, la fundación del campo que instauró Freud como
experiencia de discurso, subversión que, como es esperable,
no resulta fácilmente aceptada, aunque paradojalmente resulte
en muchas ocasiones reveladora.
Que allí se produzca una oportunidad no es sin la disponibilidad
del analista.
Estar disponible, en especial a la escucha.
Lacan dice en Problemas cruciales del psicoanálisis145: “el
significante a proveer en esta disponibilidad”. El significante
se dispone a articularse, a ocupar su lugar, pero en términos
del analista, lo definiría también como el estado de encontrarse
con algún grado de libertad para prestarse, estar presto,
condicionalmente, pero dispuesto a ocupar un lugar con las
dificultades a atravesar. Disponibilidad que va de la mano de
la abstinencia y de la caída de la técnica como ritual.

144
F. Ulloa, Novela Clínica Psicoanalítica. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1995.
145
J. Lacan, Seminario XII: “Problemas cruciales del Psicoanálisis”. Clase del
12 de mayo de 1965.

150
Decir rápido brote

Que el mundo que estoy creando no es el único posible


J. Rodríguez

¿Qué es diagnosticar?146
Recibí hace un tiempo en el consultorio externo para
adolescentes, a una joven con seis meses de embarazo derivada
de la guardia clínica. Tenía una sensación, le estallaba la cabeza.
Ha venido desde su país de origen a ver a su madre quien reside
en Argentina hace varios años. Ha venido, podríamos concluir
luego dolorosa y paradójicamente, “a tiempo”.
Un ir y venir de sus ojos acompasan tensamente el relato
de su madre. Parecían para ella existir otras presencias, otras
voces que la inquietaban, pero no decía más que de ese
estallido del que nos hizo partícipe. Se puso en juego en ese
momento en la institución una discusión diagnóstica. Si se
convenía (tal era una de las opiniones), quese trataba de una
psicosis en pleno brote se derivaría a un hospital psiquiátrico
con posibilidad de internación147. El relato de la madre acerca

146
La cuestión del diagnóstico merecería, y más aun tratándose de
adolescencia, un apartado que lo desarrolle. Si bien se puede leer a lo largo de
los escritos que la psicopatologización, aún con lenguaje del psicoanálisis,
atenta contra la escucha, en este caso, la suposición de lo ya sabido, recae
sobre la distinción de lo que está afectando al cuerpo de otro modo.
Recomiendo la Revista Principio, Nº 11, dedicada al tema.
147
En ese momento compartí la lectura del caso con Isabel Herbin, para
sostener la dificultad.

151
del lugar de su hija en su historia, y la impresión que causó en
mí la joven, me llevaron a no estar de acuerdo con el
diagnóstico de psicosis y a pedir urgente una nueva
auscultación clínica. Se pidió la realización de una tomografía.
Se descubrió la existencia de un tumor de gran tamaño por
el cual se producía dicho cuadro confusional. La urgente
reducción por medicamentos del mismo cambió su estado
psíquico inmediatamente, aunque su vida estaba en inminente
peligro.
Una nueva decisión, en este caso médica: ¿era necesario
adelantar el parto antes de cualquier complicación? El bebé
no estaba aún listo, operarla del tumor en este momento
implicaba un altísimo riesgo ¿Qué privilegiar? Los médicos
decidieron cautelosamente esperar, en tanto la joven iba
siendo acompañada.
Pudo parir a su bebé prematuro, pero en buen estado, bebé
del que se haría ya cargo su mamá junto al dolor por la pérdida
de su hija un tiempo luego del parto.

152
Mentira y temor148

Yo tengo como un proceso de amistad con las palabras, primero me


hago amigo directo de ellas y después me quedo muy contento cuando
se me aparecen dos que nunca habían estado juntas en mí sin que yo
intervenga y me dan una sorpresa.
Felisberto Hernández

El ruido de rotas cadenas sorprende en la interpretación y un


relámpago se hace escuchar, a medias. La verdad irrumpe
surgiendo en la insensata cháchara que guarda la reserva de
ficciones, no sin un margen de olvido.
Una situación muy singular:
Una joven estaba ovillada en su cama.
La angustia no engaña, ovilla.
No paraba de llorar. Pidieron que la escuchara. Acababa
de parir. Ella aceptó.
Nació una niña a la que dice que no sabía si dejar en
adopción. No la quería ver, dice no tener familia y que vivía
sola en un lugar donde pudo ocultar su embarazo, ya que habla
de una situación de forzamiento de un hombre del que no
podía recordar nada. Dice: “Además dejé las cuentas sin pagar,
me tengo que ir”.

148
Agradezco a Diana Rona que en el año 1993 realizó en el Hospital un
comentario del texto. Fue una presentación más extensa del caso y sin algunas
de las variaciones necesarias para el escrito. Escuchó a la letra el valor y el
interés de pensar el lapsus en el analista, así como la mentira en su valor de
verdad.

153
Algo la urge. le ofrezco que nos demos unos días para
conversar.
“Es que no le traje nada, solo algo mío, un pulovercito”.
–Bueno, digo –trajiste tu puroversito.
Irrumpe en mí un lapsus, en ella un sonrojo.
¿Acaso el inconsciente tiene dueño?
El lapsus abre en este caso a aquello que no podía
decirse.149 Mentiras, verdades150
El semblante, el semblant: el analista desde su lugar (en el
discurso), pule en el lugar de la verdad, el verso del
reconocimiento de una deuda. Algo está impago.151

149
Fue un trabajo clínico en intercambio con Ana María Gravier, trabajadora
social con quien era muy grato lo que se podía discutir. Ella acompañaba el
tiempo suficiente para no apresurarse o apresurarse a recurrir instancias
institucionales o jurídicas que no fuesen necesarias o que sí lo fuesen en cada
ocasión. En este caso por el relato posterior de la joven, que aquí no desarrollo,
fue necesaria una intervención del juzgado para dar lugar a su protección y
dar tiempo a su decisión.
150
C. Szewach. “Elogio del arte de mentir” Infancia Amenazada Psicoanálisis
y Hospital 25: “La insistencia imperiosa de mentir en un niño, puede que
fabrique con trabajo, la posibilidad de contrarrestar la panadivinación del Otro”.
¿En la adolescencia? La mentira, síntoma, acting, o acto de decir, desde ya no
tiene la misma función constitutiva como la mentira infantil, pero puede ser
una figura de sustracción del saber del Otro, portando una verdad. En este
caso tenía en su mayor parte el valor de ocultar algo por temor.
151
A partir de un grupo de lectura del Seminario 18, de Lacan, donde en
especial trabaja la noción de semblant. Lo entiendo como un lugar en el
discurso al que el analista se ve llevado a ocupar por el discurso mismo, el que
se trate, en cada ocasión.

154
Me quiero olvidar…152

“Yo tenía mis deberes, caminar por la noche,


por las mañanas cavar mi cama...”
A. Michaels, Piezas en Fuga

Cuando M. vino por primera vez tenía solo doce años. Luego
de que nuestros encuentros llevaran aproximadamente cuatro,
pidió interrumpir. Fue un tiempo y un tramo recorrido, que
permitió distinguir en su trayecto el despliegue de variadas
dificultades, vicisitudes y circuitos de la demanda en un
particular momento de su historia vivida.
Fue, esta joven paciente, entre sus hermanos, la única que
se atrevió a efectuar una denuncia por abuso sexual ejercido
por el padre, tal como fue establecido jurídicamente y confesado
por este. Acción que sigilosamente y en forma continua realizaba
también con otras de sus hijas desde niñas. A raíz de este hecho
padecido, quedó embarazada, encontrándose ya de varios meses
cuando comenzamos las entrevistas.
Transcurrido el tiempo mencionado, enhebró de manera
singular su pedido de interrupción: “Me quiero olvidar… quiero
olvidar este lugar, quiero olvidarla, quiero atenderme más adelante,
quizá en otro lado, no sé”.
Quiere, que haya algún olvido. Olvido que materializaba la
inclusión de un espacio, un tiempo y un analista. Pero, ¿de
qué se trata, allí, olvidar?153
152
Trabajo publicado en Revista Conjetural número 47, 2007. Ed. Nuevo Hacer.
153
Desde ya la complejidad de los hechos consumados y en especial la

155
La denuncia desde el punto de vista jurídico por un lado,
y, para el psicoanálisis en tanto lectura, se constituyó como
un acto de decir no, marcando un acontecimiento que puso
fin a un padecimiento. Este fin hace eco en el grupo fraterno,
y deja a su vez a la intemperie la posición materna, que se
hizo oír en un argumento de desconocimiento cómplice: “Yo
duermo mirando la pared”. Literalización peculiar como modo
de hacer la vista gorda.
Haber sostenido luego un lazo con el niño recién nacido,
si bien en determinadas condiciones y en ese primer momento,
fue el producto de una decisión que la jovencita, tomó, gestada
en el devenir de su discurso154.

presencia de un niño como producto, no dejaron de hacer presente la dificultad


de incluir lo sucedido en el terreno del olvido. El pedido de concluir el
tratamiento trae, con derecho, una justa pretensión de elevar lo instaurado
hasta allí a la dignidad de lo olvidable. La mención de Lacan “el analista elige
devenir él mismo ficción rechazada” podría ubicarse allí y en esta ocasión se
forja cifrado en ese modo de corte. Por otro lado, en el “me quiero olvidar”, su
equivocidad, es la que nos formula su interrogación. ¿Qué es lo a olvidar?
Sabemos por otro lado de las diversas y complejísimas figuras establecidas
entre el olvido y lo perdonable. Podría decirse que en este discurso no dejó de
estar presente la relación entre ambos términos en tanto enunciado de lo
imperdonable. El anhelo y la posibilidad de olvido se produjeron en tiempo
posterior a lo pronunciado en determinada ocasión por la paciente acerca del
padre: “perdonarlo, nunca”. Como diría V. Jankelevitch, en su libro titulado
El perdón, lo imperdonable no sería nihilizable con el tiempo, entonces ¿cómo
olvidar?
154
Jovencita es la nominación que posibilitada por el diminutivo me facilita
ubicar el discurso entre la infancia y el inicio de los avatares del tiempo puberal.
Dicha dimensión estaba incluida en los encuentros en sus inicios, en términos
de la inclusión del juego propiamente dicho, que en tanto tal incluye una
exclusión, lo real sexual y enmascara el riesgo en tanto ficción. No está de más
decir que más allá de algunas voces del bien hacer y el peorazgo de la buena

156
Lo que no podemos dejar de constatar aquí, es que la
práctica analítica, se va produciendo inmersa en las
dificultades que le son propias junto a la complejidad de la
situación y a su vez, se va recortando entre frondosas
circunstancias “externas” que formaron parte del terreno.
Ciertos acontecimientos se incluyeron en un diverso orden
de instancias presentes, lo que implicó necesariamente la relación
con otros discursos. Una de las preguntas que nos es factible
formular es: ¿cuáles son los modos “posibles”, de situarnos y
formar parte frente a determinados escenarios que exceden los
que atañen exclusivamente a la escucha de un analizante?155

psicología que no abandona la idea del instinto materno en su gesta preventivo-


moralizante, era su interés lo que la traía. Por otro lado, más bien se daba a ver
el estrago de una infancia indurada, o porqué no interrumpida en la imagen
impactante de una “niña embarazada”, intentando quizá la infancia, ser
recuperada, en el juego que incluyó en ocasiones la equivocidad de la palabra.
Apenas agrego que ese niño por nacer en su discurso era nombrado como
“inocente y no culpable de nada”, lugares referidos que merecerían el despliegue
de otra extensión.
155
La pregunta referida en función de este caso, conlleva su aspecto más
destacado en la confrontación de la práctica psicoanalítica con otras prácticas y
con determinadas instituciones presentes, muchas veces terreno fértil para la
suposición de la idea que lo que se trata es un objeto y un saber común con la
intención de “aunar criterios”. En esta experiencia, la denuncia realizada por la
joven, en términos legales, instituye la intervención del campo jurídico y
psicológico, el embarazo y el parto incluyen la intervención del campo médico,
y cierto desamparo, el campo social. ¿Cuál es por ende nuestra posición y
disposición como analistas convocados a participar e intervenir en dichos
contextos? ¿Cuál es la instancia en la que radica nuestra contribución cuando
somos llamados a dar allí nuestra palabra? Las formulaciones producidas
frente a requerimientos del orden jurídico, social o médico, transitaron su eje
en la intención y quizá la convicción, que se pueda escuchar la marca singular de
la joven de quién se trataba en esta oportunidad, cuestión que en su mayor

157
Breves Fragmentos

“Cada sonido es un minúsculo terror”


P. Quignard

Yo intenté enunciar cómo busco, cómo atrapo esa praxis que es el análisis. Su
verdad es inestable, decepcionante, escurridiza. ¿No están en condiciones de
comprender que esto obedece a que la praxis del análisis debe avanzar hacia
la conquista de lo verdadero por la vía del engaño? Porque la transferencia no
es en absoluto otra cosa, la transferencia es lo que no tiene Nombre en el
lugar del Otro.
J. Lacan, De los nombres del Padre

Haré referencia a tres fragmentos breves que están vinculados


con avatares de la transferencia establecida y que están
relacionados con debates e incluso controversias de interés,
que se suscitaron en distintas ocasiones en las que se produjo
lo que en términos de extensión suele nombrarse como
“presentación de caso”:

medida ocurrió, desde ya junto a inevitables vicisitudes. Este aspecto no careció


de importancia frente al hecho de estar tomándose distintas decisiones,
insustituibles e ineludibles para un médico o para un juez (tales como la
determinación del lugar donde vivir, con quién, forma de producirse el parto
en alguien tan joven, su protección, etc.). No es poco frecuente que en situaciones
de esta índole, sean los lugares comunes o las propuestas profilácticas cargadas
de moralidad las que conduzcan al arrasamiento del sujeto redoblándose con
ello lo abusivo.

158
¿Cómo decirle…
–Quiero preguntarle… ¿cómo decirle cuando sea grande que mi
papá es su papá?
–Cuando sea grande…
–Ella…
Intervengo luego de un silencio:
–Pero para vos, ¿qué es un papá?
–Un papá –responde– es el que te trae útiles para la escuela
cuando vuelve de trabajar y que a la noche les pregunta a los hijos cómo
les fue…
–Entonces ese hombre, no podríamos decir que era un papá
para vos en esas noches que sufrías, ni tampoco se podría decir que es
un papá para ese niño…156

No puedo olvidar….
–“No puedo olvidar, que miraba detrás de la frazada agujereada,
espiaba. Uno no sabía cuándo le tocaría a uno. Estaba aterrada”.
Interviniendo sino con silencio, escucho en esa frase que la
frazada es la visera, el paño, donde se recorta una escena que
incluye, iniciada en forma de negación, el olvido, la mención
de un lugar agujereado, y de la dimensión de lo no sabido.
También se nombraba en tanto niña aterrada que se reconoce
objeto de un goce y un tormento efectivamente ocurrido.

156
La intervención dicha en ese momento del recorrido, casi en los inicios, le
produce alivio de la intensa angustia con la que esperaba hablar esa mañana
luego del parto. En la secuencia surge el relato de un sueño de tinte
pesadillesco, “donde alguien, un hombre, roba” que siguió otras vías
significantes ligadas a lo que más adelante del tratamiento se constituyó en la
opacidad de algunos actos sintomáticos, (pequeños robos) y que no dejaron
de establecer la relación entre el síntoma y la función paterna.

159
Quizás…
Hacia el final del trayecto analítico, no sin diversos
obstáculos, algunos de ellos que podríamos nombrar como
dificultades externas, que no eran pocas, se escuchó este pasaje
discursivo despojado del rasgo de cierta arrogancia e incluso a
veces apatía hostil o desafiante con la que acompañaba sus
palabras y sus gestos. Formas establecidas en ella que a mi
entender, en una vertiente, le eran sin duda imprescindible por
su función de limitantes al imperio del Otro:
Dice: “Estuve pensando, ¿Quizá, yo quedé embarazada de un
chico con el que a los doce, creo, nos tirábamos en el pasto, nos
revolcábamos, me invitaba a comer, me gustaba…?”
–Quizá…
Luego de hacer hablar un rato más esa escena, doy por
terminado ese encuentro, no sin sorpresa.

Problemas
“Que pueda ser instauración de algo que es sin retorno para el
sujeto, en el que ciertos actos sexuales privilegiados, que son aquellos
que se llaman incestos, nos hacen literalmente tocar con la punta de los
dedos. Tengo bastante experiencia analítica como para afirmarles que un
chico que se ha acostado con su madre no es para nada en el análisis un
sujeto como los otros e incluso si él mismo no sabe nada de eso,
no cambia nada al hecho que es analíticamente tan tangible como su
Verleugnung personal, la desmentida que él puede aportar al hecho
que es un valor de franqueamiento decisivo, no cambia nada”157.

157
J. Lacan La Lógica del Fantasma. Es un fragmento de la clase del 22 de
febrero que subrayo en tanto resulta enigmático y elocuente por contener
varios pliegues, por ende merecería otro desarrollo. Probablemente tocamos
con la punta de los dedos dejando oír las disonancias en variadas preguntas.

160
Si la exposición de cada uno de los fragmentos fue escenario
propicio para instalar algunas discusiones, retomarlas da una
nueva ocasión de situar resonancias que conciernen al analista
en la lectura de su praxis.
Tomemos el primer fragmento titulado ¿Cómo decirle…
Allí la forma que adquirió la intervención fue: “Entonces ese
hombre no podríamos decir que era un papá para vos esas noches…”
¿Sería factible aducir sin embargo que el problema en la
intervención es que se trataba efectivamente del padre?
Podemos volver aunque una y otra vez retomada por el
psicoanálisis, a la pregunta por la paternidad ¿Qué es (ser) un
padre? Pero obviamente el asunto no radica en distinguir si
se trata o no efectivamente del padre, sino que el texto relatado
nos habilite el lugar para forjarnos preguntas en lo que atañe
a la cuestión del incesto: ¿De qué padre estamos hablando?
¿Podría acaso un analista definir que tal lo es o no lo es? ¿Aquél
que atraviesa derribando la barrera de la interdicción que
prohíbe la consumación del incesto, es en ese momento un
padre? ¿Pero si hablamos de incesto podemos dejar de hablar
de un padre? Aunque, ¿hay acaso en ese momento un hijo?
¿No es por lo tanto una prohibición que paradójicamente

Por ejemplo: ¿Qué implica en ese contexto teórico y según Lacan en su


experiencia no ser “sujeto como los otros”? ¿A qué se refiere allí con “su
Verleugnung personal, desmentida que puede aportar…”? ¿Adónde remite
el “no sabe nada de eso” de la frase? Hay según parece una insistencia en lo
que no cambia, en lo sin retorno. ¿Tiene el mismo estatuto en lo referido a
una niña y su padre, en cuanto a lo que va a llamar en otro contexto efectos
devastadores en el incesto madre-hijo? También se pregunta en el Congreso
sobre Sexualidad Femenina por qué el mito analítico rechaza lo concerniente
a la prohibición del incesto padre-hija.

161
prohíbe lo imposible en sí de consumarse, imposible que
proviene de la estructura misma del lenguaje?
El tan mentado anagrama de padre en el discurso materno
(“duermo mirando la pared”) no opera señalando allí esas
niñas como prohibidas en el terreno del goce sexual, más bien
se escucha que las marca como posibles.
Si volvemos al texto, no carece de complejidad la
interrogación que la jovencita allí realiza, o mejor dicho que
se atreve a transformar en interrogación, afectada por una
interpelación insomne, que atañe a la secuencia filiatoria
trastocada en extremo. En el efecto contingente de la
intervención en tanto alivio de un sufrimiento y asociaciones
posteriores se le puede suponer una efectividad, desde ya
circunstancial. Intervención que se lee en primera y más
sencilla vertiente ligada a la distinción entre un padre y un
genitor. Aun así, la intervención no deja de portar interrogantes
que incluso exceden lo anteriormente presentado. En
principio, ¿qué estatuto reviste dicha intervención?
Podríamos decir que si bien está desprendida de la
diferencia respecto de la respuesta dada por la paciente: “un
papá es el que te trae útiles… y que a la noche les pregunta…”, y la
intervención asume continuar una lógica: entonces ese no es un
papá… con lo cual no se dijo ese no es tu papá, la expresión
“cómo decirle… que mi papá es su papá” ya nombra en sí dos
lugares en el discurso.
Aun así, quizá se podría decir que aquello que queda elidido
en la intervención, es la pregunta dirigida, con la que M. inicia:
¿cómo decirle…? Frase en determinada suspensión y que en
tanto tal, quizá intente modos de retorno en el transcurrir del
tiempo.

162
Continuemos con el siguiente fragmento destacado como:
No puedo olvidar…
Allí la “decisión” es no intervenir sino con silencio. Este
relato y el silencio del lado del analista contribuyó a la
producción en cierta ocasión en el auditorio, de una pregunta:
¿Por qué no implicar a la niña en su deseo con relación al
padre, en tanto deseo incestuoso infantil, ya que la frase lo
posibilitaría transformando el terror de esa espera en un deseo,
que a su vez tomaría en cuenta la culpabilidad en tanto
inconsciente?
La propuesta me lleva a formularme una primera pregunta:
¿Qué se entiende por implicar?, y a su vez estar en silencio,
como el camino “elegido” ¿no plantea una intervención en
determinado lugar donde se es tomado en el discurso que la
abstinencia pone en marcha? En todo caso la pregunta radica
en ubicar de qué silencio se trató.
Si bien es un texto que relata el relato de una escena que
parece subrayar el lugar pulsional que incluye la mirada, “no
puedo olvidar que (qué) miraba…”, bordeando un agujero, “detrás
de la frazada agujereada…” y por ende nos permite escuchar
una textura que se dispone de manera enigmática en la frase,
“uno no sabía cuando le tocaría a uno…” ¿no es además de
otras razones, para el tiempo de constitución en el que se
encuentra la jovencita, la formulación en sí, suficiente
implicación? Pero, ¿qué implicación? ¿Se puede olvidar además
que hay diferentes tiempos a los que se ve llevado un análisis
así como los tiempos de constitución de un sujeto en el circuito
de la repetición y más aún si se trata de un sujeto atravesando
la pubertad? ¿Es lo mismo el deseo incestuoso infantil y
reprimido o los ensueños, que el padecimiento de

163
determinados hechos? ¿O se trata vía mención de la
culpabilidad de transformarlo casi en lo que podría tomarse
como una acusación, desde ya nefasta para su psiquismo
teniendo en cuenta lo ocurrido?158 El silencio, como modo
contingente de intervención, puede que formule en barbecho
lo que parece tramar un trabajo de ligadura que aguarda una
operatoria articulándose, a su modo.
Ubiquemos por último algunos problemas que puede
suscitar el texto del tercer momento, titulado Quizás…
Se podría decir que la dimensión del relato está relacionada
con un rasguño de construcción que en su dimensión ficcional,
ubica el origen del embarazo en un encuentro amoroso fugaz
con un par, en un lugar nuevo, propio, sobre la superficie del
pasto y no en tanto objeto del goce del Otro. La pregunta
está precedida de un modo más que elocuente: ¿Quizás…?,
¿quién sabe? Y luego: “Estuve pensando ¿Quizás yo quedé
embarazada de un chico…?”
Dicha versión, que provoca sorpresa, es subrayada con un
“quizá…” en la intervención, ¿participa por ello en la
connivencia de una desmentida? Y si así fuese, ¿en ese caso
no se trata de una posibilidad en tanto Verleugnung
estructurante que indica un camino en la vertiente de la
facilitación simbólica, donde la verdad se dice a medias? No
lo sabemos. A su vez ¿dicha dimensión de verdad no está

158
J. Palant, en la nota 6 del texto Jóvenes en análisis, Conjetural 30, reubica el
concepto de víctima sin necesidad de desembocar, escribe, en la teoría del
trauma como real. El análisis de niños adolescentes y psicóticos agrega, nos
remite a tiempos o estados que permiten cierto acceso al poder del Otro.
Además: “Están los recuerdos las fantasías y los hechos… No todo entra en el
olvido ni necesariamente toda afrenta debe ser perdonada”.

164
acaso emparentada con el olvido? Se podría conjeturar que la
versión producida a la manera de una pregunta retoma en
parte la cuestión que suscita el primer fragmento, (quién sabe
quién es un padre).
Para concluir, la figura que adquiere incalculadamente la
intervención en forma suspensiva, Quizás… puede haberse
establecido como valor de eco hasta extinguirse y dejar por
fuera la vertiente interrogativa “¿Quizás yo quedé
embarazada…?”.
¿Es en el escombro de dicha suspensión donde se ancla
otro aspecto de la “interrupción”? Retomo el inicio: “…quizás
en otro lugar, no sé”.

165
Una cualquiera
Interconsulta o una conversación de pasillo

Inconformidad: deseo de decir como acontecimiento propiciatorio de otras


formas de existencia.
M. Percia

Dar la teta
Me llega un pedido de consulta de una médica neonatóloga
que se encontraba trabajando en la sala de internación
conjunta madre niño luego del parto.
Neonatóloga: Por favor necesito que entrevisten a una adolescente,
madre de quince años, que no puede darle la teta a su beba (había en
ella un tono de escándalo, desplegado de manera cortés)
Yo: ¿Qué le pasa?
N: Dice que la bebita no se prende a la teta, que saca la cara, que
intentando se desesperó y que le dio la nena a una “mujer cualquiera”
para amamantarla!
Yo: ¿A una mujer cualquiera?
N: Bueno… a una madre parturienta, una señora que pasaba por
ahí, en el pasillo, ni se fijó quién era, un descuido…
Yo: ¿Por?
N: No sé… ¿y si la mujer tenía una enfermedad?
Yo: ¿Pero ¿amamantaba a su propio hijo también no?
N: Es cierto, pero voy a averiguar su estado clínico… pero, no sé,
pero después al irse de alta, ¿si le da su hijo a quien sea?
Yo: Luego que te contó, después, qué pasó?

166
N: La verdad es que se quedó más tranquila porque la señora
pudo… y creo que le pudo dar ella la teta después, la ayudamos de
nuevo con una de las enfermeras…
Yo: Ah… una cualquiera, no fue cualquiera, la alivió… su beba
pudo comer… ¿la preocupación era por la niña entonces?… Supongo
que necesitó que primero alguien haga de soporte, por temor a que la
niña no coma, y fue una mujer más grande que ella por lo que decís…159
Me pregunté, ¿Voy a entrevistar a la joven?
En principio, No.
A las dos, a la neonatóloga y a mí, nos hizo pensar.

159
Era parte constante del trabajo hacer oír que muchachas tan jóvenes habían
pasado probablemente por circunstancias difíciles que a priori no conocemos,
y que la maternidad no las hacía madres en sí. El sintagma “madre-
adolescencia” era necesario ponerlo en pregunta despojado de los juicios
previos en la medida de lo ubicable. Aquí a su vez se trataba de la fantasmática
de lo que se liga al pecho y a lo oral, en el amamantamiento.

167
Entrelenguas
(Resistencia del Analista)

Nuestra primera transferencia es la que realizamos en un lenguaje venido


siempre de afuera
Pontalis

Buena parte de nuestra clínica transcurre por la vía de la escucha de las


distintas entonaciones.
Pero no solo la clínica sino también la vida erótica
Enrique Millán

En una ocasión me convocaron de internación ginecológica


porque se encontraba una joven de dieciocho años de
nacionalidad rumana, que no cesaba de llorar, se sentía muy
dolorida, según mostraba con gestos sobre su panza.
Había llegado sola a la guardia. No se dejaba revisar, y no
podían entenderla. No hablaba ninguna palabra del castellano,
solo rumano, estaba temerosa de quien se le acercaba, como
quien ve alguna sombra que le causa horror.
Los médicos se encontraban inquietos, molestos y no sabían
muy bien qué hacer. Solo le decían que no le entendían y
pretendían que se dejara revisar o hacerse estudios médicos.
La internación ginecológica se debía a que habían supuesto
por los gestos y como conjetura y sin demasiadas razones, la
pérdida de un embarazo.
No sabía yo muy bien que podía hacer frente a ese pedido
pero aun así, decidí ir a verla.

168
La muchacha, mostraba un rostro atormentado, llorando,
se tocaba su panza acurrucada en la cama.
Era de estilo europeo, característico de los países del este.
Me senté a su lado, me quedé un rato. Le pregunté en un
momento por su llanto (supongo que debo haber incluido
algún gesto) la joven, me contestó en rumano alguna frase.
Yo continúo, en castellano, desde ya, aquello que se me iba
ocurriendo, mientras un diálogo incomprensible se fue
suscitando, entre dos personajes anónimos que iban enlazando
su extranjeridad. Seguimos “conversando” durante alrededor
de media hora.
El sentido no interesaba. Probablemente el tono latino de
ambas lenguas hilaba las voces.
Calmada, en un momento me abrazó.
Al venir los médicos le ofrecieron, al verla tranquila, una
camilla para trasladarla a realizarle los estudios.
Nos despedimos.
Horas más tarde aparecen en escena unos parientes, de
origen gitano, bulliciosos, que parecían buscarla desde hacía
unas horas. Ella me los presentó con interés.
Se fueron y regresaron más tarde a traerle documentos.
Justo me encontraba en el lugar. Ella y sus parientes, la
asistente social y yo160.
En ese momento ve, advierte en mí un gesto, un tono,
muy mínimo, muy sutil, de desconfianza respecto de la
veracidad de la documentación, mientras miraba los papeles
que revisaba la asistente social, tema que por otro lado no me
competía de ningún modo.
160
En ese caso trabajamos en muy buen intercambio con Adriana Armanini,
Trabajadora Social.

169
Fue mi gesto, una tenue traición, inesperada, incalculada,
de rotura del amor. No sé qué me ocurrió, pero ella asestó la
devolución del golpe y al instante me retiró la mirada, para
siempre. Mi sensación fue la de una daga clavada en el
estómago. Casi no me devolvió el saludo al irse.
Fue una experiencia. Un suceso de la práctica que me
transmitió, me afectó y me resultó inolvidable.
Rechacé un lugar y ocupé otro (resistencial).
Ella no me dirigió ninguna otra palabra. Se retiró con sus
parientes.
Respecto de lo médico, se trataba de una dolencia estomacal
muy fuerte que cedió.
El dolor del traspié quedó a mi cuenta.

170
Lo que urge

Todo Juguete puede ser un arma


J. L. Godard

Dina, una joven de diecisiete años, dijo haber atravesado un


parto “demasiado maravilloso, fantástico, alucinante”. Me llamó
la atención el “demasiado”.
De dolor, nada.
Me presenté a Dina en el recorrido habitual de la sala. Le
ofrecí conversar si así lo quería. Ella aceptó interesada. Dina
al mencionar al recién nacido lo llamaba “mi chiquitito mío”
o “es un bebé perfecto”. Vivía con sus padres ya que con su
novio estaban en una “pausa”. Decía estar contenta.
Decidí al rato despedirme y sin pensarlo le escribí mi
nombre en un papelito junto a los horarios y el lugar donde
podía encontrarme.
Diez días después vino.
Sola con su bebé en brazos. Sola, con su bebé en brazos
Desesperada, desencajada y pidiendo a llantos que la
separen de su hijo. Tenía miedo de matarlo, estaba asustada,
se imaginaba que podría hacerlo. No se animó a contárselo a
nadie. Le sobrevenían a su vez impulsos muy poderosos de
salir a robar negocios o algún comercio de ropa… en ese caso
temía, imaginaba con terror la posibilidad de ser apresada.
Le pregunté por el padre del bebé.
Cuenta, que en realidad engañó a un muchacho con el que
salía. Le dijo que se cuidaba. Él corta la relación, pero ella ya

171
“le había sacado un hijo”, aunque decía no importarle, agregó
que lo odiaba, que la abandonaba.
Robo, saqueo, lo que había sido sufrimido161 retorna.
Algo que hace a un padre, no había sido dicho
Escucho en la desesperación del pedido, acuciante, un
anuncio posible de pasar al acto anunciado. La decisión de
una internación, la alivia162.
Su madre, a quien llamamos, cuidaría por ese tiempo al
bebé.
La urgencia es la lectura contingente de quien escucha lo
que urge.

161
Respeté el lapsus al escribir, condensación de suprimido y sufrimiento.
162
La derivación fue realizada a una institución con internación. Se dejó
sentada la importancia de tener en cuenta las circunstancias singulares de su
historia, a fin de no adjudicar un diagnóstico que en tono psicopatológico
apresure los caminos a tomar, como la decisión de medicar. La apuesta
primera fue que la separación momentánea del recién nacido aloje un
despliegue que habilite la palabra de una joven desesperada.

172
El Niño

Llevamos en nosotros el desconcierto de haber sido concebidos


P. Quignard

Desesperaciones
“El niño” (L’ Enfant), es una película de los hermanos J. Luc
y Pierre Dardenne.
Cámara al hombro, ambientada en partes y márgenes de
las calles. Son los puentes, las autopistas, los refugios sociales,
las colas donde se busca trabajo, los autos a los que se les
pide monedas los protagónicos del ambiente.
Los personajes parecen no provenir de ninguna historia,
de ningún origen, son a-filiados. Andan en la ciudad
parapetados con los códigos de la calle. El clima, por
momentos opresivo, habita despojado de ornamentos.
Una joven sale de alta, luego de haber tenido un bebé y va
a buscar a su pareja quien no ha concurrido a verla.
El joven, al que encuentra finalmente en la calle, no se
encuentra sacudido por el nacimiento de su niño, ni siquiera
indiferencia enigmática. No hay conmoción genealógica. No
hay un hijo que pierde su categoría de tal o la constituye para
decirse padre. Él es aún el niño.
Como espectadores nos imprime una sensación de riesgo,
en escenas donde la indefensión propia de un recién nacido
se acentúa, queda a veces desprotegido.

173
El joven, “el padre adolescente”, organiza un liderazgo de
robos callejeros, un modo de supervivencia y no se detiene.
Roba objetos de algún valor para ser vendidos, para darse un
gusto.

Mercancías
De pronto surge un acontecimiento que trastoca el devenir.
El muchacho vende el bebé, lo cambia por dinero. Lo
intercambia, no da un hijo en adopción. Es sustituible sin
pérdida: “podemos tener otro” dice. Es un objeto en tanto
mercancía. Su joven pareja al enterarse se desvanece, se
desmaya. Introduce en el devenir, un corte.
El muchacho, luego de avatares recupera el niño, pero no
sin consecuencias. Paga por ello con dinero que debe y recibe
una paliza. También pide perdón a la joven madre, sin ser
perdonado. Es así como comienza su entrada en un nuevo
drama. Es alguien afectado por los hechos que realiza, aunque
queda sin rumbo, deshabitado. Luego por determinado
suceder, se entrega, se declara culpable y responsable de los
robos.
Hacia el final de la película en una visita de la joven a la
institución carcelaria en la que se encuentra, con un estruendo
de angustia, pregunta por primera vez por el niño a quien
también por primera vez llama por su nombre.
No es el hecho de la venta lo que constituye el movimiento
subjetivo sino las consecuencias del hecho. Por ejemplo; lo
que introduce de lo imperdonable de dicha acción en su
partenaire, la deuda que se le quiere cobrar, la paliza recibida,
el orden institucional que incluye una legalización. La venta
del recién nacido en este caso, es una acción desarraigada de

174
la palabra. La paternidad que soporta lo filiatorio moviliza un
don que incluye una falta transmitida163.

163
E. Haimovich, Comunicación. Ante la imposibilidad del don amoroso
de la falta, rehúsa ese lugar, con la consecuente degradación del hijo a objeto
de intercambio. Una pérdida de la singularidad insustituible que otorga el
amor.

175
176
Agradecimiento
Sentimiento que registra un don, lo ya ocurrido.
Quizás algunos agradecimientos no llegaron a tiempo.
A quienes incluí aquí nombrados, en citas, epígrafes, notas al
pie, mención, a cada quien, le estoy muy agradecida por
distintas razones, y en diferentes momentos del camino.
También a quienes en espacios de clases y de trabajo, en los
hospitales, concurrencias, residencias, me abrieron puertas
para encuentros de transmisión.
Y por tantas cosas aún por decir…

177
178
Índice

Palabras para Hojas Encontradas / 7

Puerta de Entrada
Prefación a los comienzos / 11
Una Política del relato / 16
Admisión / 18
Estropezones / 21
En nombre impropio / 23
De padres / 29
Una historia de nuestra historia: Un padre. Transferencia y amor / 37

Pubertades
Avatares / 43
Finaliniciación / 46
Pubertad y concepto / 58
Pubertad y duelo / 60
Quién me robó mi niñez: Trauma y duelo / 62
La cadena de la lengua: Intentos de reparar / 65
Rapsodia puberal / 68
Un caso de Winnicott: La persistencia / 73
Lo Ingenuo: ¿La risa interrumpe o interpreta? / 79
Tiempos en la llamada "Novela familiar" (Decepción e invención) / 83
Aguafuertes Oníricas / 87
En el sueño que no duerme: Pesadillante / 90
No sin sueños: Acerca del Despertar de Primavera / 100
Pánico de ataque / 106
El aburrimiento / 112
Adolescencias / 115
Cartas de adolescencia de Freud / 117

179
Anorexias / 120
Merversión: Relación madre-hija / 127
Ley Rosetta / 132
Otros escenarios / 138
Nuestra Presencia: Terapia intensiva neonatal / 139
¿Madre no ves que parto? / 143
Paternidades y Adolescencias / 146
Disponibilidad / 148
Decir rápido brote / 151
Mentira y temor / 153
Me quiero olvidar... / 155
Breves Fragmentos / 158
Una cualquiera: Interconsulta o una conversación de pasillo / 166
Entrelenguas (Resistencia del Analista) / 168
Lo que urge / 171
El Niño / 173

180
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