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Exposición Orlena

Decreto-Ley expedido por el general Antonio Guzmán Blanco durante su primer período de gobierno,
conocido bajo el nombre de Septenio (1870-1877). La instauración del matrimonio civil en Venezuela
había sido una vieja aspiración de los grupos liberales que veían en esa disposición legal una de las
formas de lograr la separación de la Iglesia y el Estado. Lanzada en 1851, la iniciativa de una ley sobre el
matrimonio civil fue reactualizada en 1858 por el licenciado Luis Sanojo y frustrada resueltamente por el
presidente Juan Crisóstomo Falcón cuando se le propuso llevarla a la Asamblea Constituyente de 1864.
Las circunstancias que dieron lugar a la promulgación del Decreto-Ley sobre el Matrimonio civil
estuvieron vinculadas a un incidente de carácter personal que opuso, en 1868, a Diego Bautista
Urbaneja con el arzobispo de Caracas monseñor Silvestre Guevara y Lira. Urbaneja, destacada figura del
Partido Liberal y de la francmasonería, había enviudado de una viuda quien, a su vez, tenía una hija de
su anterior matrimonio; había resuelto casarse con su hijastra y Guevara y Lira se había negado a
otorgar las dispensas necesarias para la celebración del matrimonio, obligando así a Urbaneja a casarse
en Curazao «por otro rito que el católico». En tal virtud, monseñor Guevara y Lira consideraba que este
último vivía en concubinato y en la ocasión del Jueves Santo de 1868, durante las ceremonias de la
catedral de Caracas, se colocó ostensiblemente al cuello la llave del templo en vez de entregársela,
como era la costumbre, a Urbaneja quien, como gobernador del Distrito Federal, representaba allí al
gobierno del entonces presidente Falcón. El gesto de monseñor Guevara y Lira provocó un escándalo
cuyas consecuencias se pudieron medir, a mediados de 1870, cuando Urbaneja, ministro de Relaciones
Interiores del recién instaurado gobierno de Antonio Guzmán Blanco, le solicitó a Guevara y Lira, bajo
instrucciones del propio presidente, la celebración de un tedéum conmemorativo de la batalla de
Guama, uno de los hechos de armas de la Revolución Liberal. El prelado, quien había sido simpatizante
del derrocado gobierno de los «azules» y a quien probablemente indisponía el hecho de tener que
obedecerle a Urbaneja, condicionó la realización del acto a la concesión de una «franca y perfecta
amnistía», iniciando así una crisis entre la Iglesia y el Estado venezolano. Guevara y Lira fue expulsado
del país (28.9.1870) y entre 1870 y 1873, Guzmán Blanco llevó a cabo un proceso de sometimiento de la
Iglesia Católica al poder civil, uno de cuyos aspectos fue el Decreto-Ley sobre el Matrimonio Civil,
expedido el 1 de enero de 1873. Según las disposiciones del decreto, los matrimonios civiles precederían
a los religiosos y se celebrarían por ante los presidentes de los concejos municipales y en los salones de
sesiones de estos, salvo en el caso de que uno de los contrayentes estuviese in artículo mortis,
circunstancia por la cual se podría celebrar la ceremonia en casas particulares. Al mismo tiempo, se
preveía la figura jurídica de la separación de cuerpos sin llegar, sin embargo, a sancionar el
establecimiento del divorcio. La ley comenzó a cumplirse en Caracas el 16 de enero de 1873, día en que
contrajeron matrimonio civil Manuel María Martínez con la viuda de Germán Paz Castillo, José Ignacio
Cardozo con Carmen Núñez de Cáceres y el general Aníbal Marott con Ramona España, la viuda del
general Manuel Ezequiel Bruzual. El 14 de febrero, el propio presidente Guzmán Blanco legalizó
civilmente su matrimonio eclesiástico con Ana Teresa Ibarra Urbaneja. Se comentó entonces que el
matrimonio civil de Guzmán Blanco y de su esposa obedecía al propósito de disimular el que
necesariamente deberían contraer Urbaneja y su cónyuge para regularizar su situación. La Ley de
Matrimonio Civil fue objeto de protesta por parte del clero, particularmente en la voz de monseñor Juan
Hilario Bosset, obispo de Mérida, quien, en una pastoral del 27 de febrero de 1873, explicaba que, al
acatar la nueva ley, los curas párrocos debían instruir «...a los fieles en la necesidad de elevar ese
contrato a sacramento, celebrándolo a presencia de la Iglesia por medio de la asistencia del propio
párroco y de dos o tres testigos...». El 19 de marzo de 1873, monseñor Bosset, quien en 1828 había sido
el oficiante del matrimonio eclesiástico entre Antonio Leocadio Guzmán y Carlota Blanco, los padres del
propio presidente Guzmán Blanco, era a su vez, expulsado de Venezuela, falleciendo en el trayecto entre
Mérida y la ciudad colombiana de Cúcuta. Cabe señalar, finalmente, que el Decreto-Ley sobre
Matrimonio Civil se expidió simultáneamente con el decreto sobre la organización de los registros
civiles. Venezuela, en ese sentido, fue uno de los primeros países del continente iberoamericano en
contar con ambas instituciones.

El matrimonio en Venezuela

El hecho social que se relaciona con los matrimonios, ha actuado en el desarrollo de la población
venezolana con las ventajas y trabas propias de cada estado de su evolución histórica.

En las comunidades prehispánicas, la poligamia, tanto simultánea como la sucesiva, predominó


abiertamente como institución que regulaba las uniones entre los sexos opuestos. Funcionarios y
cronistas de los siglos XVI, XVII y XVIII dejaron constancia escrita de que los indígenas “tenían las
mujeres que querían y muchos se juntaban con sus hijas, primas y parientas”.

El funcionamiento de este tipo de matrimonio implica, entre otros aspectos, gran inestabilidad, escasa
solemnidad al realizarse y una edad para casarse muy baja, sobre todo en las mujeres. La poligamia se
ajustaba, sin embargo, a determinadas pautas económicas y sociales, y por ello su significado solo puede
apreciarse en la comprensión integral de tales pautas.

Iniciando el siglo XVI la presencia europea en Venezuela introdujo un nuevo patrón de matrimonio
basado en la monogamia; sin embargo el desarrollo del matrimonio monogámico fue muy lenta y de
significaciones regionales desiguales, ya que la rudeza de los años de la conquista poco se prestó para la
adopción de prácticas nupciales más elaboradas y complejas.
En la etapa de la conquista, los españoles que llegaron al país traían poco arraigadas las costumbres
monogámicas. Hasta finales dela Edad Media fue, por , de gran aceptación en España la barragamía o el
concubinato consentido por la ley para evitar ciertas degradaciones de la mujer y los hijos.

En la segunda mitad del siglo XVI a medida que se consolidaba la población y se definían las aspiraciones
de formar bienes de fortuna, el matrimonio monogámico se hizo más frecuente, particularmente entre
la población de origen hispánico. Contribuyó al afianzamiento de este tipo de unión conyugal, entre los
blancos, la realización del Concilio de Trento (1545-1563) en el que se reafirmó la doctrina de la Iglesia
Católica de la prohibición de ley divina que cristianos tengan varias mujeres al mismo tiempo, además
de considerar al matrimonio como un sacramento indisoluble y un contrato perpetuo entre el hombre y
la mujer.

Los matrimonios entre blancos se fueron haciendo más regulares en las principales ciudades fundadas
antes del siglo XVII. Sin embargo la gente llamada de color (indios, negros, mestizos y mulatos)
continuaba practicando las uniones consensuales, pues el matrimonio religioso tenía poca significación
económica y social. El Concilio de Trento, además, contribuyó a hacerlos más reacios al matrimonio
eclesiástico, debido a las formalidades que estableció para que el mismo fuera válido: presencia de un
sacerdote y dos o tres testigos.

Desde las décadas iniciales del siglo XVII, los casamientos y velaciones de indios, negros y sus mezclas se
hicieron más frecuentes, al menos en Caracas, pero lo cierto es que entre 1600 y 1800 la mayor parte de
la población transitaba realidades sociales que aseguraban el dominio de uniones consensuales.

En 1776, el rey de España Carlos III dictó una pragmática sanción encaminada a “evitar los frecuentes
matrimonios desiguales contraídos por los hijos de familia sin el consejo o consentimiento de los padres
o que quiénes hacían las veces”, la cual fue aplicada en toda América y en ella los hijos e hijas menores
de 25 años debían obtener el permiso paterno; sin embargo los negros, mulatos y pardos estaban libres
de tal obligación legal. Los indios debían pedir el consentimiento de los curas doctrineros cuando no
conociesen a sus padres o viviesen lejos de ellos.

SIGLO XIX

Durante las primeras décadas del siglo XIX, nada ocurrió para estimular el matrimonio legítimo. Por el
contrario, la Guerra de Independencia y las contiendas civiles siguientes, contribuyeron a reforzar la
tendencia hacia el concubinato. En el ámbito militar, una ley del 7 de abril de 1826 expedida en Bogotá
por el Congreso de la Gran Colombia permitió a oficiales y soldados contraer matrimonio sin licencia del
gobierno; pero el 28 de julio de 1828 el Libertador presidente Simón Bolívar la derogó por considerar
que había resultado contraria a la moral, disciplina y moralidad del ejército.

Lo más significativo que aconteció en el siglo XIX fue el Decreto-Ley del Matrimonio Civil expedido el 1
de enero de 1872 por el presidente Antonio Guzmán Blanco. Según las disposiciones del decreto, “el
matrimonio civil precedería al religioso y se celebraría ante los presidentes de los Concejos Municipales
en los salones de sesiones de éstos, salvo en el caso de que uno de los contrayentes estuviese in articulo
mortis, circunstancia por la cual se podría celebrar la ceremonia en casas particulares”. Al mismo
tiempo, se preveía la figura jurídica de la separación de cuerpos, sin llegar, sin embargo, a sancionar el
establecimiento del divorcio, el cual fue instituido con la sanción del Código Civil del 9 de abril de 1904,
mediante el cual “el matrimonio válido se disuelve por la muerte de uno de los cónyuges o el divorcio”.
Se instituye así la disolución de un vínculo que, hasta entonces, se había considerado perpetuo e
indisoluble.

SIGLO XX

Durante las primeras décadas del siglo XX el matrimonio no mostró mayor evolución que la del siglo
anterior. La mayor parte de la población permaneció indiferente ante el matrimonio pues para ellos que
nunca percibían los efectos del derecho a la herencia, poca significación revestía la expresión jurídica de
la familia.

Los cambios suscitados por la actividad petrolera imprimieron su huella en la evolución del matrimonio
a partir de 1920, fecha en la que se eleva la frecuencia de matrimonios. El matrimonio en Venezuela
evidencia, en su desarrollo histórico reciente, un progreso significativo hasta el punto de llegar a
registrar, en los últimos 30 años, cifras muy similares a la de países industrializados. El 26 de julio de
1982 se promulgó la ley de reforma parcial del Código Civil venezolano, hecho que vino a significar un
cambio en algunos aspectos relacionados con el matrimonio en Venezuela, así como también
condiciones diferentes respecto a la administración de bienes conyugales, al reconocimiento de los hijos
habidos fuera del matrimonio, los derechos de herencia, las causales de divorcio, la patria potestad
compartida por ambos padres, etc.
El aumento de la frecuencia de los matrimonios en Venezuela responde a positivos cambios
socioeconómico, pues la generalización de la propiedad de todas las clases sociales y la evolución
jurídica que ella ha estimulado, obliga a pensar que el matrimonio, en nuestro país, está afianzando el
comportamiento típico de las sociedades modernas.

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