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Enrique V. Salerno
Se denomina trauma del nacimiento a las vicisitudes que sufre el feto durante su
pasaje brusco desde la tranquila situación intrauterina, al ambiente exterior cargado
de estímulos extraños para él y que debe subsistir por su propia vitalidad. Este
momento crucial es manifestado por el niño con tal intensidad, que Rank, creador del
concepto, tuvo la aprobación de Freud en cuanto a atribuirle a dicho acto la primera
experiencia creadora de angustia en la vida del individuo.
Es común que los obstetras simbolicen las emociones del feto en su tránsito
uterovaginal, con la expresión “la angustia del canal de parto”.
El acúmulo de energía instintiva producido por la labor del parto, lo descarga luego, en
defensa de la existencia gritando, respirando, succionando. Puede decirse que el llanto
anunciador de la iniciación de la vida autónoma, representa la primera protesta formal
del niño contra la frustración e imposiciones de la vida en el mundo exterior.
De manera que la sobre- estimulación fetal por el trabajo de parto, lleva a dicha
glándula al máximo de su funcionalismo, lo que se manifiesta por acumulación de
gránulos lipoídicos en las células corticales, al mismo tiempo que resta importancia a la
zona androgénica haciéndola involucionar, ya que su función, de índole sexual, no se
haya relacionada con la defensa total del organismo.
Conforme con estos conocimientos, podemos admitir que los estímulos provocados
por el trabajo de parto sobre el feto, hacen que este organice sus defensas por la vía
hipotálamo- torrente sanguíneo hipófisis- corteza suprarrenal.
Llegamos a la conclusión de que para una normal evolución del niño resulta útil un
adecuado traumatismo de parto que despierte las reacciones de alarma y resistencia,
sin llegar al agotamiento. Es decir, que debe ser lo suficientemente intenso como para
producir las modificaciones biológicas necesarias para la subsistencia. No sabemos aún
hasta dónde conspiran contra la adecuada producción de dichas reacciones los partos
rápidos, fáciles y artificialmente indoloros, así como la operación cesárea, que no llega
a estimular en la medida de lo necesario los mecanismos defensivos fetales. Se
explicaría también por estos conocimientos, el sufrimiento fetal en los partos
prolongados o dificultosos, así como la muerte del niño por agotamiento de su
mecanismo reaccional.