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Modulo I
La necesidad de compañía y estimulación humana es algo que se ha reconocido
desde tiempo inmemorial. En la mayoría de las culturas existe la costumbre de
que los afligidos por enfermedades, muertes o desgracias, reciban ánimo y apoyo
de parientes, amigos, vecinos o incluso extraños que puedan permanecer con esa
persona hasta que recupere su entereza. Ante un desastre o peligro repentino
externo o interno, los adultos con frecuencia aumentan sus exigencias de otras
personas, buscando la proximidad de un ser conocido y en quien confían,
manifestando una conducta de apego que prolonga de modo directo la de la
infancia.
Las teorías psicodinámicas han puesto de manifiesto la eficacia terapéutica del
contacto personal entre el agente terapéutico y el paciente. Sabemos que la
historia antigua del abordaje de la locura marginó al enfermo de diferentes
maneras con recursos poco terapéuticos, produciendo un efecto de segregación
en los demás; transitando el camino de la incertidumbre y del encierro, hasta que
sucesivas innovaciones modificaron su abordaje hacia lo familiar y comunitario. En
este encuadre se observó la eficacia del análisis de los tipos vinculares. Los
psicoterapeutas necesitaron implementar técnicas nuevas ante la demanda de un
contacto personalizado. Entonces, se vieron necesitados de prescribir Agentes de
Salud Mental que pudieran absorber esta tarea. Así el acompañamiento
Terapéutico aparece ante las nuevas exigencias que se plantean en la Psicología
Clínica contemporánea.
En 1947, una terapeuta suiza, la Dra. M. A. Sechehaye, publicó un libro dando
cuenta de una de las primeras experiencias en este tipo de abordaje.
En “La Realización Simbólica”, describió este nuevo método psicoterapéutico
aplicado a su paciente Renée, con diagnóstico de esquizofrenia, y un pronóstico
en el que se había dado por perdido el caso, ya que los tratamientos tradicionales
fracasaron. Ella logró reinsertar a Renée a la sociedad, gracias a su interés,
constancia, intuición maternal, afecto, comprensión psicoanalítica, y una gran
disponibilidad de tiempo. Pero, debido a que Renée necesitaba atención
permanente, debió instruir a una enfermera psicológicamente capaz y entrenada,
para que actuara como auxiliar, permaneciendo con la paciente en los momentos
en que ella no podía hacerse cargo, dando un parte detallado de las reacciones, y
siguiendo concienzudamente las instrucciones de la Dra. Sechehaye.
Es así como el Acompañamiento Terapéutico comienza como una necesidad del
terapeuta, que por lo general no puede dedicarle tantas horas a un paciente, y
entonces designa a una persona entrenada y capacitada para la contención. Su
presencia en sí es un acto terapéutico, entendiéndose por tal: el que “cura”, cuida
y alivia. Y en el cual se va a establecer un vínculo que el enfermo no tuvo hasta
ROL Y FUNCION
EL INFORME
FAMILIA Y A. T.
Hoy día, se concibe al paciente no ya como un caso aislado sino como lo que en
realidad es: el emergente de un grupo familiar enfermo; dejando en evidencia que
es imposible ubicar y encuadrar a la enfermedad psíquica en el exclusivo plano
individual y que para comprenderla, es imprescindible considerarla dentro del
ámbito del grupo constituido por los seres vinculados al enfermo por lazos
familiares.
Para poder realizar la asistencia familiar es importante que la familia esté
motivada, y solamente un desequilibrio suscita dicha motivación promoviendo:
1) la búsqueda de ayuda ó
2) la aceptación al ofrecimiento de ayuda
En el grupo familiar se tratará de ver:
a) cómo funciona el paciente dentro de él
b) cómo se dan los roles, ya que la crisis familiar provocada, hace que se
produzcan: redistribuciones y nuevos roles. Es decir, sus cambios van a generar
otros cambios.
Es aconsejable que el A. T. se incluya en esta estructura con “pie de plomo”, y se
gane la confianza de sus miembros.
EL CONTRATO
Lo pueden realizar: el A. T., el coordinador, el terapeuta o la institución; con la
familia o el paciente.
Se deberán especificar: cantidad de horas, horarios, honorarios y formas de pago
(por vez, semana, mes, etc.)
Los gastos de salidas que el paciente realice para él y el A. T., irán por su cuenta.
Todo lo que no se especifique en el contrato, luego será difícil revertirlo.
VINCULO A. T. – PACIENTE
Los seres humanos se conectan entre sí a través del encuentro.
Luego con la interacción, que es la primera forma de comunicación, se va a ir
estableciendo un vínculo.
En el vínculo participan dos o más personas, necesitándose una a la otra en la
misma forma, y surgiendo en un campo común en el que tiene que haber
reciprocidad.
Investigaciones diversas han demostrado que desarrollar un vínculo cálido y
empático con el paciente, permite fomentar cambios más rápidos. Y ésta es un
poco la clave del Acompañamiento Terapéutico: al establecer un buen vínculo,
ligazón, unión o lazo, se van a generar más logros terapéuticos.
EL CONTACTO FISICO
Los pacientes que necesitan ser acompañados terapéuticamente, por lo general
son personas a las que se las ha privado o inundado afectivamente; con lo cual se
es dificultoso demostrar sus sentimientos, o por el contrario tienen a desbordarse.
Y es por eso que la tarea del A. T., será la de regular el dar y recibir
adecuadamente los intercambios afectivos, a partir de brindarles un vínculo más
sano, para mejorar la relación del paciente consigo mismo y con los demás. Al
demostrarles cariño, y tratarlos con ternura y amor, se les eleva la autoestima y se
les brinda un modelo de identificación.
Hay distintos tipos de contacto físico con el paciente, como el abrazo y las
caricias, que favorecen el bienestar emocional y corporal.
Sin embargo, hay que saber, cuándo y cómo, acariciar y abrazar, para que resulte
realmente terapéutico. Realizarlo en un momento y con una presión inadecuados,
puede ser perjudicial, porque tenderá a manifestarse como refuerzo de la
enfermedad, por ejemplo: madres ahogantes. Si se repite este esquema, se lo
mantiene, y no se produce un cambio favorecedor.