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LENIN DE CABEZA

Aníbal Romero

(El Nacional)
Caracas, 25.05.11

Durante mis años mozos, e inspirado por el poeta Rimbaud, quise “cambiar la
vida”. Tan quimérico pero romántico propósito es propio de la inmadurez. Sin
embargo, ser joven exige una dosis de romanticismo, a riesgo de una vida sin
ilusiones. Por ello llaman tanto la atención los denominados “indignados” que
acampan en diversas Plazas españolas, pasándola de lo mejor haciendo nada.
He visto a algunos de sus voceros articular a medias sus aspiraciones en los
noticieros nocturnos. Uno de ellos dijo, sin la menor vergüenza, que lo que
desean es “tener las mismas jubilaciones y pensiones de las que disfrutaron
sus abuelos”. Otros hablan del “derecho” a tener buenos trabajos, estables y
bien pagados, una linda casita, vacaciones en bellas playas, y lo que nunca
falta: una pensión.

No deja de asombrarme la obsesión de los jóvenes europeos de hoy con su


jubilación. Si alguien me hubiese preguntado al respecto cuando tenía
diecinueve o veinte años posiblemente ni le habría entendido. ¿Se trataba de
un signo de irresponsabilidad hacia el futuro, o es que, sencillamente, la
pensión de vejez no es tema prioritario cuando lo que está en juego es cambiar
la vida? La Plaza del Sol madrileña y sus indignados son un símbolo de la crisis
del “modelo social” europeo, un síntoma de la patología que corroe el alma de
Europa y amenaza con enfermar a Estados Unidos. Me refiero al incontenible
agrietamiento de Estados de Bienestar levantados sobre derechos sin deberes,
distribución sin producción, multiculturalismo sin valores y relativismo sin
brújula.

Por un lado, es preferible que los “indignados” se dediquen a cantar y hacer el


amor que a incendiar las hermosas plazas y calles de Madrid y otras ciudades.
Por otro lado, no obstante, la decadencia materialista de la juventud europea
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presagia tormentas. Sin un horizonte distinto Europa caerá inexorablemente


por el desfiladero de los extremismos.

Lenin estaría asombrado al contemplar lo que hoy ocurre en Europa: en medio


de la crisis económica las masas votan por la derecha y castigan a la izquierda.
En cuanto a Trotsky, quedaría estupefacto al comprobar que la “revolución
permanente” consiste en comer tapas de chorizo en una plaza. Los jóvenes
enarbolan al Ché Guevara junto a Lady Gaga. Pero el mal va por dentro. Por
ahora, el Partido Popular se beneficia del repudio al deleznable Rodríguez
Zapatero y sus despistados socialistas, pero la derecha democrática europea
tampoco enfrenta con la necesaria crudeza las graves fisuras del “modelo
social”. De no hacerlo a tiempo y con valentía, con base en un amplio programa
de reformas centrado en la libertad de las personas y el desmantelamiento de
las asfixiantes redes estatistas imperantes por décadas, los extremismos se
extenderán como una plaga a través del viejo continente.

La izquierda europea da vergüenza, pero la derecha democrática, insisto, no ha


asumido aún con plena claridad el significado de la quiebra de los Estados de
Bienestar, que considero irreversible. En cuanto a EEUU, si la sumisa
reverencia de la prensa occidental hacia la figura mesiánica de Obama no
fuese tan abrumadora, caeríamos en cuenta que detrás de los altisonantes
discursos hay cuarenta y tres millones de norteamericanos recibiendo “food
stamps” (subsidios para alimentarse), la deuda pública ahoga al gobierno
federal y a entidades como California, y la economía se hunde en un marasmo,
con 10 por ciento de desempleo. Pero ni los partidos políticos ni sus dirigentes
quieren darse por enterados. El panorama es alarmante pero todos lo
esquivan.

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