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Tema N° 3

La comprensión lectora
La lectura implica para la mente lo que el ejercicio físico implica para el
cuerpo humano.
Objetivos: Distingue la estructura y organización de un texto a partir de la aplicación
de estrategias de análisis de los principios de organización, con el fin de captar los
distintos significados del texto.
En una actividad tan amplia como la lectura, comprender cuál es la
naturaleza del proceso y las condiciones que favorecen su aprendizaje es básico
para entender las actitudes de los niños ante la lectura y poder adecuar la práctica
educativa a sus necesidades.
La lectura es un proceso de interacción entre el pensamiento y el lenguaje,
para lo cual el lector necesita reconocer las letras, las palabras, las frases, sin
embargo, hay que tener presente que cuando se lee no siempre se logra
comprender el mensaje que encierra el texto. Para Zabala V., A (:143) “la
comprensión lectora es un procedimiento que incluye una serie de procedimientos
menores, estrategias y técnicas que hay que saber utilizar adecuadamente para
poder construir el significado que cada texto propone”. Se desprende entonces el
hecho de que comprender implica captar los significados que otros han transmitido
mediante sonidos, imágenes, colores y movimientos. La comprensión lectora es
un proceso más complejo que identificar palabras, es necesario comprender su
significado.
El modelo constructivista de enseñanza y aprendizaje nos propone una
concepción interactiva de la lectura. Comprender lo que se lee requiere una actitud
reflexiva, activa y crítica. Al respecto señala Bofarull, M. T. (2001:131) que “en el
proceso de interacción entre la lectora o el lector y el texto, la persona que lee
pone en juego una serie de elementos:
La información que facilita el texto
La información que facilita el contexto
Los conocimientos previos que el lector posee sobre el texto y sobre el
mundo”.
Es a partir de estos elementos que se desprende que la comprensión es el
proceso de elaborar el significado por la vía de aprender las ideas relevantes de
un texto y relacionarlas con las ideas que ya se tienen, interactuando de esta
manera el lector con el texto.
Los procesos implicados en la comprensión lectora:

Según Llopis P., C. (:25) “la lectura como proceso de comprensión


intelectual, implica cuatro operaciones fundamentales: reconocer, organizar,
elaborar y evaluar.
Reconocer: saber el significado de las palabras que se leen
Organizar: saber situar las palabras dentro de una frase, ésta dentro del
párrafo y éste dentro del capítulo que, a su vez forma parte de un libro.
Elaborar: capacidad de construir significados especiales, de ir más allá de la
idea comunicada en el texto.
Evaluar: hacer un juicio crítico”.
Este proceso conlleva a un enfoque interactivo según el cual el propósito de
la lectura y la respuesta del lector ante lo leído adquieren especial relevancia.
El proceso de la lectura es inconsciente, del que no se tienen pruebas hasta
que se determina que en el texto está lo que se esperaba leer. Según (Solé, 1994)
este proceso debe asegurar que el lector comprende el texto y que puede ir
construyendo ideas sobre el contenido, extrayendo de él aquello que le interesa.
Esto sólo puede hacerlo mediante una lectura individual, precisa, que le permita
avanzar y retroceder, que le permita detenerse, pensar, recapitular, relacionar la
información nueva con el conocimiento previo que posee. Además, deberá tener la
oportunidad de plantearse preguntas, decidir qué es lo importante y qué es
secundario. Es un proceso interno; que es imperioso enseñar.
Solé (1994), divide el proceso en tres subprocesos a saber: antes de la
lectura, durante la lectura y después de la lectura. Existe un consenso entre todos
los investigadores sobre las actividades que los lectores llevan a cabo en cada
uno de ellos. Solé recomienda que cuando uno inicia una lectura se acostumbre a
contestar las siguientes preguntas en cada uno de las etapas del proceso:
Antes de la lectura
¿Para qué voy a leer? (Determinar los objetivos de la lectura)
 Para aprender.
 Para presentar una ponencia.
 Para practicar la lectura en voz alta.
 Para obtener información precisa.
 Para seguir instrucciones.
 Para revisar un escrito.
 Por placer.
 Para demostrar que se ha comprendido.
¿Qué sé de este texto? (Activar el conocimiento previo)
¿De qué trata este texto? ¿Qué me dice su estructura?
Como todo proceso interactivo, primero debe crearse las condiciones
necesarias, en este caso, de carácter afectivo. O sea, el encuentro anímico de los
interlocutores, cada cual con lo suyo: Uno que expone sus ideas (el texto), y el
otro que aporta su conocimiento previo motivado por interés propio.
Esta es en síntesis la dinámica de la lectura. En esta etapa y con las
condiciones previas, se enriquece dicha dinámica con otros elementos
complementarios: El lenguaje, las interrogantes e hipótesis, recuerdos evocados,
familiarización con el material escrito, una necesidad y un objetivo de interés del
lector, no del maestro únicamente.

Durante la lectura:
 Formular hipótesis y hacer predicciones sobre el texto
 Formular preguntas sobre lo leído
 Aclarar posibles dudas acerca del texto
 Resumir el texto
 Releer partes confusas
 Consultar el diccionario
 Pensar en voz alta para asegurar la comprensión
 Crear imágenes mentales para visualizar descripciones vagas.
Es necesario que en este momento los estudiantes hagan una lectura de
reconocimiento, en forma individual, para familiarizarse con el contenido general
del texto. Seguidamente, pueden leer en pares o pequeños grupos, y luego
intercambiar opiniones y conocimientos en función al propósito de la actividad
lectora. Siendo nuestro quehacer una función integradora, éste es un auténtico
momento para que los estudiantes trabajen los contenidos transversales, valores,
normas y toma de decisiones; sin depender exclusivamente del docente. Claro
está que él, no es ajeno a la actividad. Sus funciones son específicas, del apoyo a
la actividad en forma sistemática y constante.
Después de la lectura
 Hacer resúmenes
 Formular y responder preguntas
 Recontar
 Utilizar organizadores gráficos
 Jerarquizar ideas.
Lectura para el taller: Fahrenheit 451 ( fragmento)
Lectura para la prueba sumativa: La Espuma. Autor David Robinson

Fahrenheit 451 ( fragmento)


¿Se dan cuenta, ahora, de por qué los libros son odiados y temidos? Muestran los
poros del rostro de la vida. La gente comodona solo desea caras de luna llena, sin
poros, sin pelo, inexpresivas. Vivimos en una época en que las flores tratan de
vivir de flores, en lugar de crecer gracias a la lluvia y al negro estiércol. Incluso los
fuegos artificiales, pese a su belleza, proceden de la química de la tierra. Y, sin
embargo, pensamos que podemos crecer, alimentándonos con flores y fuegos
artificiales, sin completar el ciclo, de regreso a la realidad. Conocerá usted la
leyenda de Hércules y de Anteo, el gigantesco luchador, cuya fuerza era increíble
en tanto estaba firmemente plantado en tierra. Pero cuando Hércules lo sostuvo
en el aire, sucumbió fácilmente. Si en esta leyenda no hay algo que puede
aplicarse a nosotros, hoy, en esta ciudad, entonces es que estoy completamente
loco. Bueno, ahí está lo primero que he dicho que necesitábamos. Calidad, textura
de la información.
_¿ Y lo segundo?
_Ocio.
_ Oh, disponemos de muchas horas después del trabajo.
_De horas después del trabajo, sí, pero, ¿ y tiempo para pensar? Si no se
conduce un vehículo a ciento cincuenta kilómetros por hora, de modo que solo
puede pensarse en el peligro que se corre, se está interviniendo en algún juego o
se está sentado en un salón, donde es imposible discutir con el televisor de cuatro
paredes. ¿Por qué? El televisor es “real”. Es inmediato, tiene dimensión. Te dice lo
que debes pensar y te lo dice a gritos.
Ray Bradbury, Fahrenheit 451, Barcelona, Orbis, 1984

LA ESPUMA
En la espuma los peces no pueden nadar, tampoco el más temerario de los
bañistas. A mí, algunos, me acusan de ser como la espuma. ¡Ni agua ni aire! En
realidad, soy sed mezclada con ambición. No les voy a decir mi nombre, les debe
bastar con saber que mis peces sargento pican con cualquier carnada, mis
capitanes no perdonan a quien atente contra mi seguridad en mi manto de agua
dulce se ahogan las barracudas y los albatros no se adentran mucho en mi zona.
Mis esclusas se abren de par en par al mundo, a sus barcos y banderas, y sobre
todo a sus riquezas. Sigan la ruta del dinero y conocerán mi nombre.
Quizá deba abandonar las metáforas zoológicas y ser un poco más preciso. La
espuma es el limbo de la identidad. En ella las sardinas no saben de aletas y los
azulejos desconocen sus plumas. Mis bosques guardan mi agua. Mi agua es mi
porvenir. Y mi porvenir es al que todas las sardinas y todos los azulejos deben
someterse. ¿Regresé a la biología? Sí, perdón por ser muy filosófico. De repente y
solamente deba contar la historia, tal como la sé.

La idea de mi construcción surgió íntimamente ligada a la avaricia. Sí construcción


yo no fui parido, fui construido. Aunque poco a poco fui engendrado. Una idea, mi
idea, la de mi posibilidad fue forjándose de a poquitos.

Uno de los primeros que concibió mi probable existencia fue el hombre del barril,
el amo de Leoncico. A propósito, bastante azuzaba el barbudo al perro para que
se hartase de indio. Hombre y can caminaron hacia la supuesta nueva mar. Con la
pólvora quemaron muchas flechas y con el acero de espadas astillaron el madero
de las lanzas. Cuando arribaron a las playas del sur el oro del inca brilló en el
horizonte y las barbas del adelantado se mancharon con baba espumosa. Así de
grande fue su codicia. Así de fuerte comenzó a pensar en mí. Quizás pensó en las
ventajas de cruzar la región en barcos y no caminando. Tal vez se imaginó que en
la bodega de una nave cabe más oro que en las alforjas de un soldado caminante.

El falso descubridor y Leoncico no sabían de arte grabado en el dorado batido,


sino de lingotes preciosos entretejidos con hilos de sangre y tripas. Alentaron a
sus compinches a unirse al más grande de los saqueos. ¡Y fueron bien
escuchados! El resto de los masacradores, emanadas de carabelas y jaurías de
cascos, recalaron en tierra dorada. No les bastaron las picas y los mosquetes,
también trajeron la peste para poder apropiarse del plateado ajeno. Grande fue el
asalto, pero más grande fue la baba de codicia; no bastaron los metales preciosos,
también buscaron adueñarse de las almas.

Entre tanto atraco ubérrimo, allá en puerto bello comenzaron las ferias del paso
del oro. ¡Tremendas fiestas! Había muchos encajes tejidos con las crestas del mar
turbado por galeones, con la sal africana urdidas en esclavitudes y con los
burbujeos atrapados en el plasma de Atahualpa. Desde la aduana, sede de los
festejos, se pobló con cruces la ruta del oro y la plata. Allí los blancos barbudos
crucificaron a negros e indios y los menos mulatos aprendieron a crucificar a los
más mulatos. Para mi futura construcción la cosa se pintaba bien. Un fortín en el
Pacífico, otro en el Atlántico; mi razón de ser quedó consolidada.

En medio de las ferias los menos mulatos vendían carne de gallina a tres onzas de
oro la libra; cuando pasaba las fiestas ni un solo huevo ni una sola pluma, ni una
sola carne de pechuga; solo hambruna para los mestizos creyentes en la buena fe
de las ferias del paso del oro. Si tan siquiera las carcajadas del metal precioso
ausente hubiesen llenado el vacío de sus estómagos.

Y a mitad del abandono la noticia, que la tierra que hoy me aloja se independiza y
por allí mismo se desindependiza. Así llegaron las guerras de los colores. Un
cañonazo azul y conservador, una carga de caballería roja y liberal. Y el miedo a
un negro libertario, alentó a los colombianos azules y también a los rojos a llamar
al águila calva. Esa ave de rapiña trajo los fierros locomotorizados, verdaderas
pesadillas para los chinos trabajadores, y ya no fueron las cruces sino los
cadalsos. También el suicidio y el opio hicieron de las suyas en nombre del
beneficio del mundo engordaron las miserias. Y, ¿saben algo? ¿quieren que les
diga un secreto? El mundo es el bolsillo de unos cuantos filisteos libres de
Sansón. Esos filisteos vendieron como esclava a la niña de trenzas de mariposas
y dedos repleta de peses. Un francés fue el intermediario de la venta. Un tal
cazador fue el comprador y los filisteos y el francés y el cazador violaron a la niña
y llenaron sus cejas con grilletes. Y por fin me construyeron entre las ingles de la
niña. Abrí mis esclusas mientras el planeta era azotado por cañones. Separé las
tierras y uní las aguas. Crecí soplando la cornucopia y mis sones se escucharon
en todo el orbe. Soy el amanuense de los fenicios, el héroe de las flotas navales y
el cauce del oro verde.

Soy la espuma donde se ahora las simientes soberanas. Aunque a decir verdad
una vez me asustaron. ¡Mucho! Fue un enero cuando las camisas blancas
pretendieron conquistarme con sus banderas de tres colores. Al tercer día ya no
había blancura sino veintiún paños teñidos de sangre. Y el color fue tan intenso,
que el águila calva tuvo que volar lejos. El hombre del barril y Leoncico, en ese
momento deben haberse retorcido en sus tumbas.

De verdad que me preocupé. Pero no hay bien que dure cien años y al poco
tiempo pasó mi desvelo. Las camisas blancas manchadas de sangre quedaron
encerrados en un baúl. Les explico ya mi águila no es la calva, ahora es la arpía.

Disculpen que vuelva a la zoología, pero creo que así, con una metáfora biológica
podré expresarme mejor. El hombre del barril, Leoncico, los filisteos, el francés y
el cazador y todas las barbas manchadas de baba ya no tenemos de qué
inquietarnos, es más, nadie tiene porqué preocuparse; ¿saben por qué? Porque al
fin y al cabo todas las águilas, todas, todas tienen garras…

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