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FALLOS

ANGEL ESTRADA

Hechos:

A fines de 1993 y comienzos de 1994, la empresa EDESUR interrumpió el


servicio eléctrico durante un mes y medio. El ENRE (organismo de contralor de
las empresas que prestan el servicio público de electricidad) sancionó a
EDESUR por este incumplimiento y le impuso una multa de casi 4 millones de
pesos.La sociedad comercial “Estrada y Cia, S.A” demandó a EDESUR ya que el
incumplimiento del servicio durante ese tiempo había impedido que funcionara
su planta industrial. Por ello exigió que le indemnizara los dañados causados
por un total de $ 163.770 pesos.

El caso llegó a la Corte Suprema para que determinara si a EDESUR se le podía


exigir que pagara esta indemnización o, bien, si la ley y el contrato de servicio
público limitaba la responsabilidad de esta empresa al pago de la multa. La
segunda cuestión que debía resolver la Corte era si el reclamo por esta
indemnización podía ser resuelto por el ENRE o si sólo podía ser decidido por la
justicia.

Decisión de la Corte:

La Corte Suprema resolvió que EDESUR podía ser demandada por los daños y
perjuicios causados por no haber prestado el servicio de provisión de energía
eléctrica en las condiciones previstas en el contrato (Voto de los jueces
Petracchi, Boggiano, Maqueda, Highton de Nolasco, Belluscio, Zaffaroni y
Lorenzetti. Fayt votó en disidencia, rechazando el recurso por cuestiones
formales. Argibay consideró innecesario resolver esta cuestión).Los jueces
basaron su decisión en que el contrato de servicio público con EDESUR
expresamente establecía esta obligación. Además, señalaron que la limitación a
la responsabilidad civil sólo podría surgir de una ley dictada por el Congreso
que justificara, debidamente, la razón de ser de esa medida.

Los jueces Petracchi, Boggiano, Maqueda, Highton de Nolasco y Lorenzetti


rechazaron el argumento de que por reconocerse esta responsabilidad civil se
causaría el aumento de las tarifas lo que al final perjudicaría a todos los
usuarios. Para estos jueces, esto no sería una consecuencia posible porque la
ley no autoriza aumentar las tarifas para amortizar los costos causados por el
propio incumplimiento del servicio.
Zaffaroni fue el único juez que argumentó que esta posición encontraba
justificativo en el artículo 42 de la Constitución Nacional que asegura la
protección económica de los usuarios de los servicios públicos.

En segundo lugar, la Corte resolvió que este reclamo no podía ser resuelto por
el ENRE sino que correspondía que fuera analizado y decidido por la justicia
(Voto de los jueces Petracchi, Boggiano, Maqueda, Highton de Nolasco,
Lorenzetti, Belluscio y Argibay).

Zaffaroni votó en disidencia. Para este juez, la ley que regula la actuación del
ENRE le otorga competencia para resolver este tipo de reclamos y que ello no
era violatorio de la división de poderes porque existía la posibilidad de que la
justicia revisara esa decisión. Fayt votó en disidencia, rechazando el recurso por
cuestiones formales. Argibay consideró innecesario resolver esta cuestión.

FERNANDEZ ARIAS c/ POGGIO

El Congreso sancionó las leyes 13.246, 13.897 y 14.451, que ordenaban al


Poder Ejecutivo a organizar en el Ministerio de Agricultura las Cámaras
Regionales Paritarias de Conciliación y Arbitraje obligatorio, y una Cámara
Central. 
Estas cámaras estaban integradas por representantes de los propietarios de
terrenos rurales y de los arrendatarios y aparceros.
Creados los organismos, se organizaron de la siguiente manera, las Cámaras
Regionales tenían competencia exclusiva en la decisión de todas las cuestiones
suscitadas entre arrendadores y arrendatarios o aparceros, con motivo de los
respectivos contratos de arrendamiento o aparcerías rurales, las decisiones de
esta Cámara debían apelarse ante la Cámara Central cuyas decisiones eran
susceptibles del recurso extraordinario ante la Corte Suprema.

El caso se origina por un conflicto entre Fernández Arias y Poggio en el cual la


Cámara Regional de Trenque Lauquen, condenó a Poggio a entregar el predio
en cuestión; contra dicho pronunciamiento, el condenado dedujo recurso
extraordinario, que al ser denegado motivó una queja ante la Corte Suprema,
donde impugnó la constitucionalidad de las leyes 13.246, 13.897 y 14.451, ya
que por éstas se crearon órganos administrativos dotados de facultades
jurisdiccionales lo que contraria al Artículo 95 de la Constitución Nacional, que
impide al Poder Ejecutivo el ejercicio de funciones judiciales, resulta violatorio el
Art. 67 inc. 11 de la Constitución toda vez que se faculta a las Cámaras
Paritarias para resolver sobre materias propias de autoridades judiciales de las
provincias, e incumple el Artículo 18 de la Constitución Nacional, en cuanto se
reconoce a toda persona el derecho de defensa en juicio ante el Poder Judicial.
Las leyes cuestionadas extraen de la esfera judicial ciertos conflictos para que
sean resueltos exclusivamente por tribunales administrativos.

Se revoca la sentencia apelada y la corte declara la inconstitucionalidad de las


normas impugnadas. Dejando sentando que, resulta compatible con
la Constitución Nacional la creación de órganos administrativos con facultades
jurisdiccionales, teniendo en cuenta que se han ampliado las funciones de
la administración, como medida necesaria para la ágil tutela de los intereses
públicos. Si bien nuestra Constitución recepta la doctrina de separación de
poderes, por lo que la función de juzgar le correspondería sólo al Poder Judicial,
este precepto debe interpretarse dinámicamente según las cambiantes
necesidades sociales.

Las decisiones de los órganos en discusión deben quedar sujetas a revisión


judicial, de lo contrario se violaría el Art. 18 de la Constitución Nacional, que
reconoce a todos los habitantes del país el derecho a acudir a un órgano
judicial. Hay que diferenciar la adecuación del principio de división de poderes
en la vida contemporánea, y la violación de su esencia, lo que sucedería si se
privara totalmente al Poder Judicial de sus atribuciones.

La instancia judicial obligatoria no se satisface con la posibilidad de interponer


recurso extraordinario ante la Corte Suprema, ya que no es un proceso de
amplio conocimiento, por lo tanto no es suficiente para garantizar el derecho a
una instancia jurisdiccional profunda y completa.

Disidencia de fundamentos. Dres. Boffi, Boggero, Aberasturi.

Coinciden con el fallo de la mayoría pero disienten con los argumentos, son
más restrictivos en cuanto a la procedencia de conceder funciones
jurisdiccionales a órganos administrativos.

El Art. 95 de la Constitución Nacional prohíbe al Poder Ejecutivo el ejercicio de


funciones judiciales, contrariando este precepto constitucional las leyes en
examen confieren facultades jurisdiccionales a órganos creados en el ámbito de
la Administración.

Si bien las necesidades sociales pueden requerir que organismos


administrativos ejerzan excepcionalmente funciones judiciales, el Art. 18 de la
Constitución Nacional exige que siempre exista una instancia judicial.

Los integrantes de las Cámaras Paritarias son designados y removidos por el


Poder Ejecutivo, no gozan por lo tanto de la independencia necesaria para
desempeñar la función judicial, como así tampoco poseen título habilitante para
ejercer una función jurídica.

Por disposición del Art. 67 inc. 11 de la Constitución Nacional las provincias se


reservan la aplicación del derecho común, contrariamente las normas
impugnadas establecen un sistema por el cual el derecho será aplicado por las
cámaras creadas, las que tienen jurisdicción nacional, no provincial.

Es aceptado el ejercicio de funciones jurisdiccionales por órganos


administrativos.

El Poder Judicial debe conservar la atribución de revisar las decisiones que


dicten los tribunales administrativos.

El recurso extraordinario federal no satisface el requisito de revisión judicial.

 Fontevecchia y D'Amico

El presente caso se relaciona con la alegada violación del derecho a la libertad


de expresión de los señores Jorge Fontevecchia y Héctor D’Amico, quienes eran
director y editor, respectivamente, de la revista Noticias. La supuesta violación
se habría producido en virtud de la condena civil que les fue impuesta mediante
sentencias dictadas por tribunales argentinos como responsabilidad ulterior por
la publicación de dos artículos, en noviembre de 1995, en la mencionada
revista. Dichas publicaciones se referían a la existencia de un hijo no reconocido
del entonces Presidente de la Nación, con una diputada, a la relación entre el
ex presidente y la diputada y a la relación entre el primer mandatario y su hijo.
Tanto un tribunal de segunda instancia como la Corte Suprema de Justicia de la
Nación consideraron que se había violado el derecho a la vida privada del señor
Presidente como consecuencia de aquellas publicaciones. La Comisión, en su
Informe de Fondo No. 82/10, consideró que la condena civil impuesta a las
presuntas víctimas como responsabilidad ulterior por la publicación de los
referidos artículos de prensa no observó los requerimientos del artículo 13 de la
Convención Americana. En consecuencia, solicitó a la Corte que concluya y
declare la responsabilidad internacional del Estado por la violación del derecho
a la libertad de pensamiento y de expresión de los señores Fontevecchia y
D’Amico, consagrado en el artículo 13 de la Convención Americana, en relación
con el artículo 1.1 del mismo instrumento. La Comisión solicitó al Tribunal que
ordene diversas medidas de reparación.

Principales normas involucradas

Art. 13, Convención Americana sobre Derechos Humanos


Estándares aplicables

Las expresiones concernientes a la idoneidad de una persona para el


desempeño de un cargo público o a los actos realizados por funcionarios
públicos en el desempeño de sus labores, entre otras, gozan de mayor
protección, de manera tal que se propicie el debate democrático.

En una sociedad democrática los funcionarios públicos están más expuestos al


escrutinio y a la crítica del público. Este diferente umbral de protección se
explica porque se han expuesto voluntariamente a un escrutinio más exigente.
Sus actividades salen del dominio de la esfera privada para insertarse en la
esfera del debate público. Este umbral no solo se asienta en la calidad del
sujeto, sino en el interés público de las actividades que realiza.

La información relativa a la existencia del hijo no reconocido por el entonces


Presidente de la Nación, así como la relación de este último con el niño y con su
madre constituían la causa principal y un elemento central e inseparable de los
hechos publicados por la revista implicada, en cuanto informaban sobre:

a) la disposición de cuantiosas sumas de dinero hacia esas personas por parte


del entonces Presidente de la Nación;

b) la entrega a dichas personas de regalos costosos, y

c) la presunta existencia de gestiones y favores económicos.

Por ello, dicha información se relaciona con la integridad de los funcionarios y,


aún sin necesidad de determinar si se hizo uso de fondos públicos para fines
personales, la disposición de sumas cuantiosas y regalos costosos por parte de
un Presidente, así como con la eventual existencia de gestiones o interferencias
en una investigación judicial, son cuestiones sobre las cuales existe un legítimo
interés social en conocerlas.

Toda vez que las publicaciones realizadas por una revista, respecto del
funcionario público electivo de más alto rango del país trataban sobre asuntos
de interés público, que los hechos al momento de ser difundidos se
encontraban en el dominio público y que el presunto afectado con su conducta
no había contribuido a resguardar la información cuya difusión luego objetó,
cabe concluir que no hubo una injerencia arbitraria en el derecho a la vida
privada del entonces Presidente de la Nación.

Si la violación del artículo 13 de la Convención Americana resultó de la decisión


de la Corte Suprema que confirmó la condena civil impuesta por un tribunal de
alzada, la medida de responsabilidad ulterior impuesta resultó innecesaria en
una sociedad democrática e incompatible con aquel tratado. En el caso no fue
la norma en sí misma –Código Civil, artículo 1071  bis- la que determinó el
resultado lesivo e incompatible con la Convención Americana, sino su aplicación
en el caso concreto por las autoridades judiciales del Estado. 

Para que una restricción a la libre expresión sea compatible con la Convención
Americana, aquella debe ser necesaria en una sociedad democrática,
entendiendo por “necesaria” la existencia de una necesidad social imperiosa
que justifique la restricción.

FALLO "Madorrán" (2007)

La Corte declaró la nulidad e inconstitucionalidad del art. 7º del Convenio


Colectivo 56/1992 "E" —según el texto ordenado por el laudo 16/92 del
Ministerio de Trabajo y Seguridad—, invocado por la demandada (empleador)
para despedir a la trabajadora sin expresión de causa. El tribunal ordenó la
reincorporación en razón de que "la estabilidad del empleado público
preceptuada por el art. 14 bis de la Constitución Nacional significa, a juicio de
esta Corte y dentro del contexto en cuestión, que la actora no pudo
válidamente ser segregada de su empleo sin invocación de una causa
justificada y razonable, de manera que su reclamo de reinstalación resulta
procedente". el art. 14 bis impide al Estado excluir a sus agentes sin invocar
causas justificadas y razonables.

El tribunal recordó que "si se produjera alguna duda en el llamado a interpretar


el art. 14 bis, sería entonces aconsejable recordar... el siguiente principio de
hermenéutica jurídica: in dubio pro justitia sociales.

Las leyes, pues, deben ser interpretadas a favor de quienes al serles aplicadas
con este sentido consiguen o tienden a alcanzar el bienestar, esto es, las
condiciones de vida mediante las cuales es posible a la persona humana
desarrollarse conforme a su excelsa dignidad". En conclusión, los jueces
afirmaron que el convenio colectivo 56/92 es nulo e inconstitucional "por
impedir que el art. 14 bis produzca los mencionados efectos, y condena a la
Administración Nacional de Aduanas a reincorporar a la actora, dando así
operatividad a esta última norma". El tribunal no se expidió en este caso sobre
el personal contratado por el Estado por tiempo indeterminado, sino sobre el
personal de planta permanente, cuya estabilidad fue trastocada mediante el
pago de las indemnizaciones por despido.

El quiebre del derecho a la estabilidad. Las contrataciones sin solución de


continuidad. El criterio actual de la Corte muchos agentes públicos no gozan de
este derecho. Es, básicamente, el caso del personal vinculado por medio de
contratos de locación de servicios. Este modelo se extiende en el Estado en dos
sentidos, por un lado, incorporándose más y más personal y, por el otro, por
renovaciones contractuales sin solución de continuidad. Otro dato relevante es
que los agentes contratados en estos términos realizan tareas propias y
habituales del personal estatal permanente y no otras de carácter excepcional o
transitorio, en cuyo caso sí es razonable contratarlos en vez de incorporarlos a
las plantas de personal.

El consecuente jurídico es que estos pueden ser despedidos (extinción del


vínculo) por el Estado empleador, respetándoles solo, en principio, el plazo del
contrato y sin derecho siquiera a ser indemnizados. Creemos que en tal caso
debe incorporarse y reconocerse estabilidad a los agentes estatales,
cumpliéndose así con el mandato constitucional. En caso contrario, es claro que
el Estado puede nombrar y remover a su personal casi sin restricciones ni
reglas, e incurrir en situaciones de fraude laboral.

el Estado puede legítimamente contratar personal sin estabilidad, pero ello


debe necesariamente encuadrarse en el siguiente marco legal: (a) tareas
inusuales o excepcionales por sus caracteres, o por exceso de trabajo; y, por
tanto, (b) carácter transitorio o temporal del contrato. Tampoco existe
estabilidad en el caso de las plantas transitorias y el personal de Gabinete. En
este último caso sí es razonable, pues se trata de asesores temporales de los
funcionarios políticos, seleccionados con criterios de informalidad, agilidad,
confianza y formación multidisciplinaria, que naturalmente deben cesar con
estos.

Así, el tribunal, en el antecedente "Jasso, Ramón E. y otro", sostuvo que "el


mero transcurso del tiempo y el hecho de prestar servicios por un plazo
superior a los doce meses, no pueden trastrocar de por sí la situación de revista
de quien ha ingresado como agente transitorio y no ha sido transferido a otra
categoría por acto expreso de la administración". A su vez, agregó que "la
mayor o menor conveniencia de recurrir a la creación de tales cargos constituye
una decisión de política administrativa no revisable en sede judicial, por estar
limitado el control jurisdiccional de los actos administrativos a los aspectos
vinculados con su legitimidad". Es decir, "el carácter contractual de dicho
vínculo reconocido por el legislador, permite concluir que cuando este está
sujeto a un plazo cierto y determinado se extingue automáticamente por el
mero vencimiento del término convenido".

En efecto, esto ocurrió en el antecedente "Ramos" (2010). Aquí, el actor fue


contratado por la Armada Argentina por el término de veintiún años mediante
sucesivos contratos. El vínculo contractual se rigió por el decreto 4381/1973
que permite el ingreso de agentes mediante contrato de locación de servicios,
con una duración máxima de cinco años y sin estabilidad. La Cámara Federal de
Apelaciones sostuvo que el hecho de que las contrataciones excediesen el límite
máximo de cinco años no tenía como consecuencia el nacimiento de un derecho
a favor del actor a ser indemnizado. Más todavía, señaló que el mero transcurso
del tiempo no podía trastocar la situación de revista de quien había ingresado
como personal no permanente y no había sido transferido a otra categoría por
acto expreso de la Administración.

Con tal fundamento, concluyó que el actor no tenía derecho a ser indemnizado
por la rescisión del contrato y, menos claro, a ser incorporado en la planta de
personal permanente. Por su parte, la Corte sostuvo que el vínculo laboral que
el actor mantuvo con el Estado nacional por el término de 21 años no puede ser
válidamente encuadrado en el régimen de contrataciones del decreto
4831/1973. Dicha norma autoriza a contratar personal para proyectos de
investigación científica y desarrollo tecnológico, sin que esto genere derecho a
indemnización por rescisión, pero limita la posibilidad de renovación de estos
contratos por el término máximo de cinco años.

Sin embargo, la demandada contrató al actor (en el marco de la norma citada)


durante 21 años, en abierta violación al plazo máximo previsto. A su vez, surge
del legajo del actor que: a) sus tareas carecían de transitoriedad; b) este era
evaluado y calificado anualmente; y, además, c) el Estado le reconocía la
antigüedad y gozaba de los servicios sociales. Las circunstancias descriptas —
más la violación de la norma que limita la renovación del contrato a un máximo
de cinco años— llevaron al tribunal a concluir que "la demandada utilizó figuras
jurídicas

Luego, en el caso "Sánchez" (2010), los hechos fueron los siguientes. El actor
fue contratado por la Auditoría General de la Nación por el término de ocho
años por medio de sucesivos contratos hasta su cese. a Cámara Nacional del
Trabajo condenó a la AGN a indemnizar al actor por los perjuicios derivados de
la ruptura del vínculo de empleo. Finalmente, la Corte revocó la decisión de la
Cámara porque según su criterio no se tuvo en consideración que la ley de la
AGN autoriza expresamente la celebración de contratos como los suscriptos
entre las partes, toda vez que la actividad de este organismo exige contar con
un cuerpo de auditores externos ( ley 24.156, art. 118, inc. b). Consideró que el
hecho de que el actor realizara tareas típicas de la actividad de la demandada
no era suficiente —por sí solo— para demostrar la existencia de una desviación
de poder tendiente a encubrir (mediante la renovación de sucesivos contratos)
el vínculo de empleo permanente. Añadió que la normativa específica que rige a
la AGN impide considerar el tipo de tareas realizadas por los contratados como
un indicador relevante con el propósito de determinar la existencia de una
relación de empleo estable y permanente
“SCHNAIDERMAN ERNESTO c/ ESTADO NACIONAL (Recurso de
Hecho)”

2008 (sobre facultades regladas y discrecionales)

Hechos:

Schnaiderman era un empleado de la Secretaría de Cultura que ingresó a la


Secretaría de Prensa y Difusión el 8 de marzo de 1998. El 1 de julio de 1999 fue
designado agente Nivel A por concurso para desempeñar el cargo de asesor
técnico. Esa designación fue cancelada por la resolución 1/00 (03/01/2000) por
el Secretario de Cultura y Comunicación.

Primera y segunda instancia: se desestimó la demanda del actor por considerar


que Ernesto estaba en el período de prueba (art. 2 CCT), por ello la designación
del agente público puede válidamente ser dejada sin efecto sin expresión de
motivos. A su vez, por el art. 42 inc. a Ley 25.164 (Ley Marco de Empleo
Público) que contempla que una de las causales de extinción de empleo público
es la posibilidad de cancelar el nombramiento del personal que no cuenta
con estabilidad.

La resolución que cancela el nombramiento, implica una decisión política que


(en principio) el Poder Judicial no está autorizado a revisar, salvo cuando
implicase una ilegítima discriminación, circunstancia en el caso no había sido
acreditada.

Schnaiderman sostiene que (agravios):

 El acto fue dictado en transgresión de los límites del ordenamiento jurídico


vigente (ley 19.549, art. 14 -14 bis y 16 CN).

 El acto carece de razonabilidad y es arbitrario, porque el Estado reconoció su


capacidad e idoneidad para el cargo.

 Los arts. 25 CCT y 17 y 42, inc. a de la ley 25.164 son inválidos por
inconstitucionales, y por eso solicita que se declare la nulidad e
inconstitucionalidad de la resolución 1/100.

Opinión de la Procuradora:

1. El recurso es admisible porque se controvierte un acto de autoridad


nacional vs. la interpretación de normas federales y sentencia de la
Cámara.
2. La resolución 1/00 se limitó a establecer que el actor no se encontraba
alcanzado por el derecho de estabilidad y dicha medida se dictaba en uso de las
facultades del art. 25 CCT.

3. Las facultades discrecionales de la Administración de dejar sin efecto una


designación no eximen a esta de verificar los recaudos para todo acto
administrativo que exige la ley 19.549, como así también su razonabilidad.

4. El control judicial de los actos discrecionales se halla en los elementos


reglados de la decisión entre ellos se entre ellos se encuentran: la
competencia, la forma, la causa, la finalidad del acto y la razonabilidad.

El art. 14, inc. a ley 25.164 supedita la adquisición de estabilidad en el empleo


a que se acrediten condiciones de idoneidad a través de evaluaciones de
desempeño durante el transcurso de doce meses de prestación de servicios.

Vicios que se identifican:

1. Si se descarta que lo que motivó el dictado del acto fue la ausencia de


idoneidad para el cargo o una eventual reorganización – o cualquier otro motivo
– hay ausencia de causa.

2. La resolución impugnada omite invocar fundamento alguno que torne


razonable la decisión. Hay falta de motivación.

Las normas demuestran que la adquisición de estabilidad se produce por


la idoneidad del agente durante el período de prueba (esto limita la
decisión discrecional de la administración).

No se puede revocar el nombramiento de un agente sin expresar razones que


lo justifiquen, tal omisión torna ilegitimo el acto. Cuando se está frente a
potestades discrecionales la administración debe una observancia más
estricta que la motivación.

Se observan vicios que constituyen causa de nulidad del acto (art. 7 y 13 ley

19.549). La circunstancia que la Administración obrare en ejercicio de


facultades discrecionales no puede constituir un justificativo de su conducta
arbitraria.

La legitimidad -constituida por la legalidad y razonabilidad- con que se ejerce


tales facultades, el principio que otorga validez a los actos de los órganos del

Estado y que permite a los jueces verificar el cumplimiento de dichas


exigencias.
Opina que corresponde dejar sin efecto la sentencia apelada. Por su parte, la
CSJN comparte la opinión de la Procuradora.

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