Está en la página 1de 14

RELACIÓN ENTRE EDUCACIÓN Y ECONOMÍA

En una sociedad cualquiera, cuanto mayor sea el nivel educativo de sus miembros, mayores son
las posibilidades de lograr un bienestar en todos los aspectos, particularmente en el económico.
Las personas más preparadas tienen mayores posibilidades de desempeñar el trabajo que les
guste, en donde podemos destacar como un factor primordial en su elección la remuneración
económica que pueda recibir.

Los principales hechos que justifican la existencia de una educación pública son la creencia de que
la calidad de la educación que reciba un niño no debe depender de los recursos de sus padres
junto con las imperfecciones existentes en los mercados de capitales.

Profundizando más en la interacción entre educación y economía, podemos decir que la


institución educativa, así como los contenidos que ésta trasmite expresan las relaciones de poder
que se dan en el seno de la sociedad en un determinado momento histórico analizado. Ni su
acción ni su conocimiento son neutros, sino que tienden a perpetuar la sociedad donde se
inscribe.

De acuerdo con lo anteriormente descrito, un sistema económico tiene la capacidad de generar un


marco ideológico con sus requerimientos funcionales. Es responsable de la forma organizativa que
utilizan los miembros de una sociedad en concreto para desempeñarse dentro de las exigencias de
la sociedad históricamente determinada. Dentro de esta sociedad, la conducta de sus individuos
tiende a adecuarse ideológica y funcionalmente a las exigencias impuestas por la lógica del
sistema.

La forma organizativa que toma la producción, condiciona la lógica fundamental de


funcionamiento de la sociedad, existiendo otros factores que afectan su esencia y forma
operacional, entre ellos se pueden mencionar, la relación con su medio ambiente físico, el proceso
histórico de formación de la sociedad y las relaciones internacionales.
Como conclusión, resaltamos que existen diferencias de opinión sobre los resultados del proceso
educativo. Según una teoría, la educación aumenta las cualificaciones de las personas y, por tanto,
sus salarios. Esta teoría, llamada del Capital Humano, considera que la inversión en las personas es
semejante a la inversión en capital. Cuanto mayor es la inversión, mayor es su productividad. La
educación enseña a rendir en el centro de trabajo, a obedecer órdenes, a trabajar en equipo,
enseña puntualidad y fiabilidad. Según esto, las personas que van a la escuela más tiempo,
aprenden más cualificaciones sociales y tienen una capacidad social que les reporta un mayor
valor en sus respectivos centros de trabajo.

http://orquingascon.blogspot.com/
2010/12/relacion-entre-educacion-y-
economia.html

Economía y educación

Hay que entender que la educación no es originalmente una actividad instructiva para el
desarrollo económico, sino para conducir (educación: ex – ducere) a la persona hacia una
plenitud humana que no se agota en el mero desarrollo económico, sino especialmente en
su dimensión social, cultural y espiritual. Al monopolizar la educación por el curso
estrictamente económico, se transformó sólo en instrucción o capacitación y relegó la
acción reflexiva y espiritual, tal como se la concibió en sus orígenes, a un ámbito excluido
del desarrollo de los pueblos.

Si bien se puede entender que la educación es invertir en el hombre en un sentido amplio, el


lenguaje monopolizador de la economía suscita siempre una ambigüedad que se inclina por
el desarrollo como una acción material y económica. Y la educación termina instruyendo
para producir y los centros de educación se ven como una fábrica creativa de
capacitaciones. Ese riesgo parece estar en el trasfondo de las demandas de los estudiantes.
Sin perjuicio de que la educación pueda entrar como una variable de la economía, sería un
paso en falso en vistas del desarrollo de los pueblos hacer que ella sea el alma de la
educación.

http://diario.latercera.com/edicionimpresa/economia-educacion-y-desarrollo/

Desarrollo y educación
El sistema de enseñanza, en tanto que persigue esta finalidad conservadora y cultural, no es
un agente de cambio favorable al desarrollo; pero tampoco es, necesariamente, un freno
para este último: es suficiente que la cultura recibida no impida a los hombres -una vez
llegada la edad de la vida profesional- asimilar otras influencias distintas de aquellas
ofrecidas por la escuela y la universidad.

Una segunda finalidad, la finalidad social, asigna a la educación una acción de


socialización. Se trata de hacer de la educación un instrumento de integración del cuerpo
social, desde el punto de vista de los valores morales, así como de los conocimientos y de
las categorías del pensamiento.

La tercera finalidad, la finalidad económica, es cronológicamente la última en aparecer.


Esta finalidad reconoce una relación directa entre educación y desarrollo económico y
asigna a la educación un valor motor (o cuando menos permisivo) en la vida económica. La
finalidad económica contempla como objetivo del sistema de enseñanza preparar al
individuo en un oficio para la vida profesional, adaptar la formación de los hombres a las
necesidades de la economía, o sea, dar al factor trabajo la posibilidad futura de ser más
productivo.

A primera vista, parece que es necesario que el sistema de enseñanza sea concebido,
organizado y administrado en función de la finalidad económica para que la educación
pueda ser considerada como un factor del desarrollo económico. Pero en la realidad, la
finalidad social puede jugar un papel en el mismo sentido, aunque de modo indirecto, ya
que concurre a reforzar la existencia de un vauloir-vivre común, favoreciendo la movilidad
socioprofesional y la comunicación entre los hombres. Se ha visto, por otro lado, que la
finalidad cultural, incluso teniendo una resonancia conservadora, puede producir efectos
que dependen del contenido de la cultura transmitida.

Aun a pesar de que en el plano de las intenciones el sistema pretenda formar individuos en
un sentido favorable al desarrollo, el efecto motriz de la educación no se puede garantizar
automáticamente. El sistema de enseñanza ha creado un potencial económico de educación:
falta que el sistema económico pueda lograr un empleo eficaz de él. La educación podrá
tener un efecto positivo sobre el desarrollo económico, si la economía está estructurada en
forma tal que pueda absorber las competencias creadas. Lo que se está planteando es un
problema esencial de complementariedad económica y de coordinación de los diferentes
objetivos de la política de desarrollo.

Educación significa, antes que nada, una cierta calidad de los hombres y particularmente
del factor trabajo. El desarrollo económico exige la disponibilidad de capitales técnicos y
de factores naturales, la existencia de una organización y la presencia de un conjunto de
conocimientos acumulados susceptibles de ser aplicados por los hombres y adaptados a las
necesidades concretas de la economía. Existen posibilidades de sustitución entre factores,
particularmente entre capital y trabajo, pero esta sustitución se tropieza rápidamente con
límites y se duda, cada vez más, que recurrir a procesos que economizan capital sea una de
las vías que conducen al desarrollo económico.

La asignación de recursos a la educación plantea en primer lugar el problema de saber cuál


es la naturaleza de esa inversión. La educación puede ser considerada, en efecto, como una
inversión directamente productiva o como una inversión de infraestructura. En el primer
caso, la educación integra al individuo una especie de capital que incrementa su eficacia en
el trabajo. La posibilidad de un desarrollo inducido por una inversión de este tipo está
condicionada: la inversión material juega un papel motriz porque normalmente ésta es
emprendida en previsión de una producción susceptible de ser realizada, es decir, que los
medios productivos se crean con la perspectiva razonable de ser utilizados. No parece que
un cálculo previsorio semejante sea plausible en el caso de la educación, de donde la
exigencia de lograr un empleo económico de los productos educativos, esto es, de lograr
una adaptación de la educación a la capacidad de absorción de la economía.

Otra manera de considerar las inversiones en educación es la de ver en ellas una inversión
de infraestructura. La perspectiva se modifica: la educación aparece como condición -y ya
no como medio- del desarrollo. Se pone énfasis en el carácter complementario de la
educación en relación con el factor trabajo, complementario, él mismo, del capital, por lo
menos en tanto que puede sustituirlo. La educación surge como inversión permisiva, como
condición (absoluta o relativa según el caso) de la eficacia de las inversiones materiales. Se
puede hablar también de inversión ambiental si el calificativo de permisiva sugiere
demasiado la idea de anterioridad necesaria. Con una interpretación de este tipo, el
problema de la capacidad de absorción de la economía de los productos educativos puede
ser abordado, tanto en función del análisis teórico como de las políticas concretas, según
dos concepciones:
 La primera considera que la inversión de infraestructura es una inversión motriz. Un
análisis de este tipo conduce a la definición de cierta estructura de escolarización
(niveles y tipos de estudio) que se encuentre en correspondencia con cierta
estructura profesional adaptada a un nivel de desarrollo deseable. La oferta de
fuerza de trabajo formada por el sistema de enseñanza es susceptible de un cierto
entrenamiento, en la medida en que la disponibilidad de mano de obra con este tipo
de cualidades pueda estimular ciertas actividades e incitar el uso de ciertas técnicas.
 La segunda concepción considera la inversión de infraestructura como una simple
inversión de acompañamiento. El razonamiento propone la adaptación de la
producción a la demanda futura previsible de mano de obra con diversos tipos y
niveles de cualificación.

Un ejemplo de aplicación de este último tipo de tesis lo constituye el documento de la


OCDE: Education, ressources humaines et développement en Argentine: Una nación que
aspira a una expansión económica, se lee en el documento, debe preocuparse por las
necesidades de mano de obra que habrán de manifestarse. Todo desarrollo económico
implica una modificación rápida y profunda de los métodos de producción. Dado que una
de las funciones del sistema educativo es la de suministrar una fuerza de trabajo que posea
conocimientos técnicos y prácticos necesarios para una actividad productiva, es
comprensible que la enseñanza tome en cuenta las necesidades de producción de la
economía. Por otro lado, dado el largo periodo de gestación que se requiere para formar
mano de obra cualificada, las decisiones presentes relativas a la enseñanza deben
fundamentarse en previsiones sobre la demanda de fuerza de trabajo para los diez o veinte
años siguientes. Consecuentemente, el plan de enseñanza debe tomar en cuenta las
previsiones sobre la estructura de la fuerza de trabajo que será necesaria en ese periodo de
tiempo. Se trata así de evaluar los efectivos suplementarios de mano de obra que se habrán
de formar (durante el periodo cubierto por el plan) en los diferentes tipos de cualificación
profesional y de determinar para cada profesión los niveles y las formas de enseñanza
requeridos.

Para relacionar la enseñanza con la actividad económica, se agrega en el documento, es


indispensable estudiar la estructura profesional y los niveles de instrucción de la mano de
obra, así como su evolución en el tiempo, a partir de las perspectivas de expansión
económica. La estructura profesional de la población económicamente activa es, en efecto,
el denominador común entre el desarrollo económico, y la enseñanza y la formación de la
fuerza de trabajo.

http://publicaciones.anuies.mx/acervo/revsup/res030/txt2.htm

<="" font="" face="Arial">

Relación entre educación y desarrollo


La consideración del desarrollo humano (entendido como un proceso de aprendizaje y de
aplicación de lo aprendido para mejorar la calidad de vida) como el eje de todo proceso de
crecimiento, ha puesto de manifiesto la necesaria vinculación entre desarrollo y educación.
Desde que en los inicios de los años sesenta se acuñara el término «capital humano» como
la capacidad productiva del individuo incrementada por factores como la educación, la
teoría económica ha buscado evidencia empírica sobre la relación entre educación y
crecimiento económico.

Los resultados logrados por las investigaciones son ambiguos. Los que niegan cualquier
tipo de relación se apoyan en ejemplos como el sueco o la paradigmática primera
revolución industrial británica para aducir que el desarrollo se produjo sin necesitar apenas
de la educación formal. En el extremo opuesto se sitúan los que enfatizan el caso alemán en
el siglo XIX o el modelo japonés más reciente, caracterizados ambos por el impulso
decidido a la educación como elemento clave para el desarrollo económico.

Ello es así porque la relación entre educación y desarrollo es compleja y se ve afectada por
muchos factores, tanto endógenos como exógenos. Su importancia no se ha podido verificar
ni medir con exactitud, pero, como ya se señaló previamente, existe un notable grado de
acuerdo en resaltar, como ya lo hiciera la Conferencia Mundial sobre Educación de 1990,
que la educación es condición indispensable, aunque no suficiente, para el desarrollo
económico, social y cultural. En consecuencia, existe un acuerdo generalizado en
considerar que cuando existe una estructura social que permite la movilidad ascendente y
un contexto económico favorable, la educación produce un capital humano más rico y
variado y reduce las desigualdades sociales, endémicas en los países no desarrollados. Una
política educativa puede, por lo tanto, convertirse en fuerza impulsora del desarrollo
económico y social cuando forma parte de una política general de desarrollo y cuando
ambas son puestas en práctica en un marco nacional e internacional propicio.

Por lo tanto, para que la educación pueda cumplir ese papel clave, es necesario vincularla a
las políticas de desarrollo. Es imprescindible tomar decisiones sobre el desarrollo socio-
económico que se desea impulsar, sobre el tipo de sociedad que se quiere construir y,
consecuentemente, sobre qué educación promover. La educación puede ser hoy la llave
para un nuevo tipo de desarrollo, basado en una concepción revisada del lugar que ocupa el
hombre en la naturaleza, y en un fuerte sentido de la solidaridad. Al margen de las
conclusiones elaboradas por la doctrina económica sobre la vinculación entre educación y
desarrollo, es indudable que, si se parte como hemos hecho previamente, de una
consideración global y sistémica del desarrollo, la educación se convierte en el eje
vertebrador de cualquier política de desarrollo. Y ello es así por distintas razones.

En primer lugar, en este final de siglo vivimos una época de esperanza, pero también de
perplejidad. El fin de la Guerra Fría y la extensión de la libertad y la democracia, junto con
el reconocimiento de los derechos humanos a nivel mundial, no se ven reflejados
adecuadamente en los procesos de enseñanza-aprendizaje. El resurgimiento de
nacionalismos excluyentes, de conflictos étnicos marcados por la xenofobia y la
intolerancia, de fundamentalismos de carácter religioso y de mecanismos de exclusión a
nivel mundial, convierten a la educación en el instrumento decisivo para la comprensión de
estos problemas y para proporcionar soluciones a los mismos. Únicamente la educación
puede entregar a cada ciudadano los elementos indispensables para comprender y actuar en
la sociedad, para cambiar en la misma medida que lo hace el mundo, sin buscar una
adaptación al presente sino una anticipación del porvenir.

La educación es, por lo tanto, un factor decisivo para la socialización de los jóvenes para la
transmisión de los valores relacionados con la ciudadanía, la democracia, la solidaridad y la
tolerancia. Constituye también un elemento vital para facilitar la participación activa de
todos los ciudadanos en la sociedad y para la integración en el interior de cada país de los
excluidos de los beneficios del desarrollo. La educación conduce a la creatividad individual
y mejora la participación en la vida social, económica, cultural y política de la sociedad.

En segundo lugar, vivimos en una época de enormes transformaciones sociales, debidas en


gran medida al desarrollo científico-técnico. La sociedad del conocimiento, como es
definida actualmente, se caracteriza por el papel que juegan la ciencia y la tecnología en el
desarrollo socio-económico, hasta el punto de considerarse que están abocadas a sustituir al
factor capital en las relaciones de producción, por constituir el principal recurso productor
de riqueza. Un país que desee ser verdaderamente independiente debe garantizar a todos sus
ciudadanos la oportunidad de adquirir conocimientos sobre la ciencia y la tecnología, debe
fomentar la capacidad de dar a ambas un uso apropiado y de desarrollarlas para satisfacer
necesidades colectivas.

La educación debe preparar a las generaciones futuras para hacer frente a los problemas que
plantean los progresos de la ciencia y la tecnología y para determinar qué aplicaciones
serán beneficiosas y cuáles pueden ser nocivas. Asimismo, debe propiciar una
«alfabetización científica» de toda la población, con el fin de formar ciudadanas y
ciudadanos críticos y capaces de examinar la naturaleza de la ciencia y la tecnología como
actividades humanas encaminadas al desarrollo individual y colectivo. En numerosos países
la exclusión de una gran parte de la población viene propiciada por sus dificultades para
acceder a los códigos de la modernidad, es decir, al conjunto de conocimientos y destrezas
necesarios no sólo para su integración en la sociedad productiva, sino también para
participar en la vida pública. Estos conocimientos y destrezas abarcan también el espíritu
crítico, la capacidad para descifrar los mensajes de los medios de comunicación y para
trabajar en equipo; para lograrlo, la educación debe transmitir esos códigos culturales
básicos de la modernidad.

Otro aspecto decisivo para contribuir al desarrollo humano es el logro por los sistemas
educativos de actitudes favorables como la responsabilidad, la autoestima, el respeto hacia
los demás, la curiosidad, la inclinación al trabajo en equipo y el liderazgo, actitudes
decisivas para un cambio de mentalidad y para una inclinación favorable hacia el
desarrollo. La exigencia de que hombres y mujeres reciban un tratamiento igual en
educación o la existencia de políticas compensatorias destinadas a promover mayores
niveles de educación para las mujeres, no sólo constituyen un mecanismo de justicia social
sino también vienen respaldadas por pruebas convincentes de los beneficios generales que
aportan, tanto a las mujeres como a los hombres.

Diversos estudios muestran que cuando se han hecho importantes inversiones en la


enseñanza primaria femenina, los resultados benefician a toda la población, como
consecuencia de una productividad más alta, una menor mortalidad infantil y materna, una
esperanza de vida más larga para hombres y mujeres y tasas más bajas de fecundidad. Una
mujer educada mejora la nutrición, la higiene y la salud familiares, promueve e impulsa la
educación de sus hijos y abre el camino hacia la modernidad, permitiendo el cambio de
actitudes sociales ante un mundo en permanente evolución. La participación femenina en el
desarrollo y su autonomía no mejorarán mientras la mujer siga dependiendo de personas
con mayor instrucción o de la iniciativa masculina.

Por último, habría que señalar que la educación, además de su valor económico, constituye
un derecho social, por lo que no se deben olvidar las dificultades y los logros que ha
supuesto su universalización y consagración como tal derecho. En la actualidad debe
responder a nuevas exigencias y a retos renovados, ya que no basta con asegurar un cierto
nivel de educación a todos los ciudadanos, ni su consideración como un proceso que
termina a cierta edad. Hoy los poderes públicos deben potenciar una educación que dure
toda la vida, ya que ninguna nación puede aspirar a la competitividad sin aprovechar el
potencial del recurso más valioso: su capital humano.

El tipo de sociedad que tiende a predominar en estos últimos años del siglo se caracteriza
por una gran capacidad científico-técnica, así como por la aplicación de esta capacidad al
proceso productivo. La generación constante y cada vez más rápida de nuevos
conocimientos y su difusión en el conjunto de la sociedad constituyen actualmente la base
sobre la que se asienta la competitividad internacional. En el marco de economías
globalizadas en el que los fenómenos económicos, sociales, políticos y culturales tienen una
dimensión universal, la prosperidad interna de los países está determinada por la posición
que ocupan en el concierto internacional, la cual depende en gran medida de su capacidad
científico-técnica.

Por ello, los esfuerzos en educación superior, en la adquisición de nuevos conocimientos y


en el desarrollo de habilidades actualizadas constituyen una evidente prioridad en los países
con debilidades en su capacidad científico-técnica. La educación superior tiene una meta
que alcanzar en cuanto a la formación de profesionales preparados para responder a las
necesidades del mercado de trabajo, pero debe también contribuir a la formación integral de
las nuevas generaciones, respondiendo a sus aspiraciones de acceso al conocimiento
avanzado, individual y colectivo y garantizando, no tanto su posterior empleo profesional,
como una permanente igualdad de oportunidades para desenvolverse en la vida.

La proliferación de nuevos conocimientos y la rapidez con que devienen obsoletos exige de


la Educación Superior un enorme esfuerzo para proporcionar a los estudiantes las
habilidades necesarias para acceder al conocimiento existente y para contribuir a su
generación, así como capacidad para aplicarlo a la resolución de los problemas que afectan
a cada sociedad.

En consecuencia, la educación superior debe contribuir a la formación de los futuros


científicos y tecnólogos, necesarios para el desarrollo, pero debe también formar
ciudadanos capaces de comprender las complejas interrelaciones existentes entre Ciencia,
Tecnología y Sociedad, con el fin de que en el futuro y cualquiera que sea su esfera de
actividad cuenten con los instrumentos imprescindibles para participar en la toma de
decisiones, en una sociedad adulta y basada en el desarrollo científico y tecnológico.

La ciencia no es ya patrimonio de un grupo, ni de lo que se llamó la aristocracia de la


inteligencia, sino de toda la sociedad, más aún de la totalidad del género humano. Por ello,
todos los hombres y mujeres deben poseer información sobre aspectos que influyen
decisivamente en el presente y en el futuro inmediato de nuestra vida cotidiana, aspectos
entre los cuales ocupan un lugar prioritario los descubrimientos científicos y las
aplicaciones tecnológicas.

Se trata, en consecuencia, de asistir técnicamente a los países para orientar la Educación


Superior en función de estos criterios, colaborando en el diseño y renovación de los
currícula universitarios para adaptarlos a las exigencias de la sociedad científico-técnica,
introduciendo en ellos las innovaciones producidas en los países más avanzados y
apoyando mediante distintas vías los esfuerzos realizados en todas las universidades para
adaptarse a las exigencias del desarrollo científico y tecnológico y por contribuir a la
formación de recursos humanos altamente cualificados y preparados para actuar en la
«sociedad del conocimiento».

http://www.eumed.net/libros-gratis/2007a/259/56.htm

Definición de estado
Estado es una noción con valor a nivel político que sirve para presentar una modalidad de
organización de tipo soberana y coercitiva con alcance social. De esta forma, el Estado
aglutina a todas las instituciones que poseen la autoridad y la potestad para regular y
controlar el funcionamiento de la comunidad dentro una superficie concreta a través de
leyes que dictan dichas instituciones y responden a una determinada ideología política.

Es importante aclarar que los conceptos de Estado y gobierno no se consideran sinónimos.


Los gobernantes son aquellos que, por un tiempo determinado, desempeñan funciones en
las instituciones que forman parte del Estado. Además, hay que diferenciar el término
Estado de la idea de nación, ya que existen naciones sin Estado y Estados que aglutinan a
distintas naciones.

Antes, cuando el Estado todavía no había sido constituido como concepto, el ser humano
intentaba marcar sus límites por la fuerza, así se realizaron las grandes conquistas a fin de
ampliar los límites del territorio. Actualmente, existen medios más pacíficos y
democráticos para establecer los límites, aunque a decir verdad, todavía continúa
utilizándose la fuerza para delimitarlos.
Es importante señalar que ninguna persona puede vivir sin Estado ya que deberá cumplir
con lo reglado en el territorio que habita, aunque éste no sea necesariamente su nación.
Esto no significa que todos los individuos que comparten un mismo estado se sientan
culturalmente identificados con él, pero esa no es razón para violar las leyes del espacio que
habitan.

Para que un Estado pueda ser considerado como tal debe contar con ciertos elementos,
estos son: territorio delimitado, población, leyes, organismos de gobierno, soberanía
interna (poder para aplicar las propias leyes dentro del territorio sin necesidad de que
interfieran otros estados) y soberanía externa (convocar a sus pobladores cuando existiera
un ataque exterior a fin de defender su territorio).

Algunas definiciones sobre el Estado

Muchos intelectuales han intentado definir este concepto, aquí presentamos algunas teorías:

En palabras del alemán Max Weber, el Estado puede ser definido como una organización
respaldada por el denominado monopolio de la violencia legítima. Por eso está integrada
por organismos poderosos como lo son las fuerzas armadas, la policía y los tribunales, ya
que él se encarga, entre otras cosas, de garantizar las funciones y obligaciones de
gobierno, defensa, seguridad y justicia en un espacio específico. Hablar de Estado de
derecho, asimismo, es describir a un sistema en el cual su organización gira en torno a la
división de los poderes (es decir, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial).

http://definicion.de/estado/

a función privada del estado en


Guatemala.
Sin descripción

de
el 21 de Febrero de 2015

475

Comentarios (0)

Por favor, entra para añadir tu comentario.

Informar sobre uso indebido

Transcripción de La función privada del estado en Guatemala.


La Dirección General de Política de Promoción de la Inversión Privada tiene las siguientes
funciones:
a) Formular y proponer la política nacional para el desarrollo y promoción de la inversión privada
en los diversos sectores de la actividad económica nacional, en concordancia con la política
económica del país y en armonía con las políticas públicas de otros sectores;
FUNCIÓN PRIVADA EN GUATEMALA Y CENTROAMÉRICA
d) Proponer y evaluar las medidas que permitan la implementación de la política nacional para el
desarrollo y promoción de la inversión privada en los diversos ámbitos de la actividad económica
nacional, así como para mejorar el entorno de inversión, en coordinación con las Direcciones
Generales competentes del Ministerio y los sectores correspondientes;
h) Realizar el seguimiento de la implementación y ejecución de proyectos de inversión privada con
la finalidad de evaluar su impacto sobre la disminución de las brechas de infraestructura y
servicios públicos, para proponer medidas que permitan mejorar el entorno para su desarrollo en
el país;
¿Cuál es el
beneficio de todas las entidades privadas para el estado de Guatemala en la actualidad?
Empresas Transnacionales en Centroamérica

¿las empresas privadas, como fuentes de empleo?


La función privada en Guatemala.
La Dirección General de Política de
Promoción de la Inversión Privada tiene
las siguientes funciones:
COMPRANDO EMPRESAS PRIVADAS,
CONCENTRANDO LA RIQUEZA NACIONAL
Entre las 100 empresas más importantes que operan actualmente en
Centroamérica, más de la mitad (56) proceden de Estados Unidos,
28 de países europeos (Inglaterra, Francia, España, Holanda, Luxemburgo,
Suiza, Suecia, Alemania),
9 de países asiáticos (Japón, Corea del Sur),
5 de países latinoamericanos (Costa Rica, México, Colombia) y
2 de Canadá.
Un país que en la última década y media ha aumentado sensiblemente la
presencia de sus empresas en
Centroamérica -sobre todo en Guatemala- es México.
UFCO
Privatización de las Entidades del
Estado de Guatemala,
Ley “Monsanto”,
un paso más hacia la privatización de la vida

https://prezi.com/2cjamm-jsdaj/la-funcion-privada-del-estado-en-
guatemala/

Conceptos fundamentales sobe el Estado, Función privada y política educativa.

Educadores Católicos

La Escuela Católica y la Educación

La función educativa del Estado


La función educativa del Estado

La escuela no debe ser rebajada a la condición de simple órgano ejecutor de la voluntad del
Estado.

Por: Javier Úbeda Ibáñez | Fuente: Forum libertas

El cometido propio del Estado en la tarea de la educación es fundamentalmente


el de una ayuda a la iniciativa privada. Afirmar el carácter subsidiario de la
función educativa del Estado significa, ante todo, que éste no posee, en modo
alguno, la titularidad más inmediata del derecho a educar, como tampoco la del
deber correspondiente. Ambos títulos recaen naturalmente, y de una manera
primordial, en la iniciativa privada: muy en concreto, en la que concierne a los
padres como responsables naturales de la formación de sus hijos.

Únicamente si la iniciativa privada no cumple su cometido educativo, o si lo


cumple insuficiente, debe el Estado, en nombre de los intereses generales,
intervenir en el ámbito de la educación supliendo lo que realmente ésta no
hace. (Por lo demás, se ha de sobreentender que la suplencia estatal de lo que
no hace la iniciativa privada no es la suplencia de lo que ésta omite porque el
Estado no se lo deja hacer).

En el supuesto de que la iniciativa privada atendiese de un modo suficiente a


todas las exigencias de la educación, el Estado conservaría, sin embargo, una
función que le es esencial y propia: la de promover y mantener las condiciones
de índole general que en la vida civil hacen posible la práctica del cometido
educativo de la iniciativa privada. Ello responde a la índole subsidiaria del Estado
-sin ser una suplantación ni una suplencia-, porque tiene el sentido de una
ayuda con carácter común o general.

La escuela no debe ser un órgano ejecutivo del Estado, ni un campo de


experimentación política relativamente impune, ni un recinto –eficacísimo- de
manipulación. La forja y el adoctrinamiento de niños por el Estado deben
rechazarse, salvo que alguien los considere deseables para sus hijos.

Solamente un Estado proclive al totalitarismo puede arrogarse el derecho a


decidir sobre la hechura espiritual de sus ciudadanos, sobre sus modos de sentir
y pensar, sus conocimientos y sus convicciones. El Estado como institución se
excede inevitablemente en sus atribuciones cuando pretende dar disposiciones
y prohibiciones sobre dónde deben los niños recibir enseñanza y ser educados.

Hora es ya de que desaparezca, y con urgencia, esa tutela que el Estado ejerce
con la férula de su política educativa y que se incrementa de día en día. La
escuela no debe ser degradada a la condición de instrumento político manejado
por la mayoría parlamentaria de cada momento, pues ello constituiría una
forma sutil de dictadura. Y por esto es necesario que deje de servir como fábrica
de ideologías para los revolucionarios reprimidos.

La misión del Estado debería consistir en conciliar los diversos intereses de sus
ciudadanos, ejerciendo una alta mediación, y en proteger la libertad de
conciencia, exigir y controlar unos mínimos de conocimientos y procurar para
todos las mismas oportunidades de educación y formación en un régimen de
libre promoción de centros.

La escuela no debe ser rebajada -como ya lo está siendo por desgracia en gran
medida- a la condición de simple órgano ejecutor de la voluntad del Estado.
Porque una libertad administrada por el Estado ya no es libertad.

El monopolio estatal de la enseñanza se opone a los derechos natos de la


persona humana, al progreso y a la divulgación de la misma cultura, a la
convivencia pacífica de los ciudadanos y al pluralismo que hoy predomina en
muchas sociedades. Por ello, a toda persona de mentalidad auténticamente
liberal debe parecer obvio que los padres, a quienes incumben con preferencia
la misión y el derecho inalienables de educar a sus hijos, deben ser realmente
libres para elegir escuela

También podría gustarte