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“Año del Buen Servicio al Ciudadano”

Facultad: Derecho y Ciencias Políticas

Carrera: Derecho

Curso: ciencias políticas

Tema: El poder político como fuerza rectora del estado

Integrantes: Pacheco Malpartida, Miguel Ángel

Juan Carlos rodríguez arroyo.

José Antonio Espinoza Zambrano

Nilda Maribel tito gil.

José Antonio Marín Carranza.

Docente: Augusto Macedo Navarro

Ciclo: II

Turno: Noche

LIMA- PERÚ

2017

Agradecimiento
Nuestro agradecimiento a todas las personas que contribuyeron al desarrollo de este
Proyecto, en especial a nuestro profesor Augusto Macedo Navarro, por su apoyo en la
revisión y mejora a Al documento presente. Asimismo, a todos los profesores de la
universidad uladech, por las enseñanzas impartidas en clases A mis padres, por su apoyo
incondicional en todas mis decisiones.

Miguel ángel pacheco malpartida

A Dios, por estar siempre presente en mi vida; a mis padres por todo el amor,

Soporte y apoyo incondicional; a mi hermano Ricardo que es fuente de inspiración y


ejemplo

De perseverancia, A Dios, porque ilumina siempre mi camino continúo.

Nilda Maribel tito gil.

A Dios, por acompañarme en todo momento; a mi familia por todo el amor, apoyo y
comprensión; a mis padres por ser un ejemplo de perseverancia y coraje; a mis amigos por
su apoyo y confianza.

Juan Carlos rodríguez arroyo.

Le agradezco a dios por haberme acompañado y guiado a lo largo de este camino largo que
es la carrera de derecho por ser mi fortaleza en mis momentos de debilidad y por brindarme
una vida llena de aprendizajes.

José Antonio Espinoza Zambrano

A mis amigos por creer y confiar en mí en esta etapa tan bonita que es la carrera de derecho
que es un trayecto inolvidable que vivo vivencias que nunca olvidare.

José Antonio Marín Carranza.

A mis amigos por todos los momentos que pasamos juntos por las tareas que realizamos en
grupo y que me explicaron a la universidad que le debo mucho y al profesor también que es
muy amable.

Enrique Alfredo Sánchez castro.

Introducción
Damos un énfasis como se da el concepto mas próximo a poder político como una fuerza
rectora del estado Al abordar el presente estudio, comprobamos que el poder es inherente a
la naturaleza humana y que el Estado, en un primer aspecto, es institucionalización del
poder.

El poder comporta dos elementos: dominación y competencia. Este último determina que
normalmente el poder sea obedecido sin recurrir a la coacción.

 La actividad política se diferencia de las demás funciones sociales en el hecho de que sobre
ella recae la responsabilidad de dirigir lo social. Mucho antes de que hubiera Estado, la
actividad política existía como función social que organizaba la cooperación del grupo. El
concepto de lo político es más amplio que el de lo estatal; no sólo la actividad política es
anterior a la aparición del Estado sino que existen grupos políticos dentro del Estado y entre
los Estados, El máximo problema de nuestra época radica en organizar el consentimiento, o
sea la adhesión a una forma política, bien sea por resignación o por participación activa. El
creciente número de contestatarios e impugnadores y la violencia desatada por "el poder
joven"

Vemos también como se da la relación del poder político en el Perú desde un énfasis
histórico hasta una realidad imperante como es de una forma crítica en la que se pregunta si
realmente el pueblo peruano está en la política y las medidas que imponen los gobiernos no
son para la realización de los ciudadanos, tampoco tienen como objetivo construir una
sociedad desarrollada y con justicia social, hasta la fecha solo han favorecido el saqueo de
los recursos naturales.

Se da desde un punto histórico como se relaciona desde nuestra independencia hasta los
fines políticos dados de la exclusión de los partidos pluralismo moderado donde se ve como
se evoca la crisis de los 30 y donde se da la incapacidad oligárquica para articular nuevos
partidos, donde vemos luego como se da el reformismo militar y la ideología del no partido
y más adelante la transición contralada bajo un sistema sin partidos que se da Con
grandes manifestaciones opositoras y con una fuerte tensión política, el 18 de junio de 1978
se realizaron las elecciones para la Asamblea Constituyente, con la participación de cerca
de cinco millones de electores

Y dejando como ultimo al gobierno de Alberto Fujimori dando pautas muy concretas como
se dio la fuerza política que hoy en día sigue rigiendo como una fuerza que controla y
organiza un estado

Índice
1 El poder político como fuerza rectora del estado

2 La política como función social

2.1 Función de Dirección

2.2 Función de especialización

2.3 Función de coacción

3 Necesidad del Estado

4 Poder de hecho y poder de derecho

5 Politicidad esencial del Estado: derecho y política

6 El poder y la sociedad de masas

7 El orden, el poder, la libertad

8 La revolución y el movimiento

9 Legitimación del poder político

10 El poder político en el Perú

11 Antecedentes históricos de partidos políticos como fuerza rectora en el Perú

11.1 De la exclusión de los partidos al pluralismo moderado

11.2 El reformismo militar y la ideología del “no partido”

11.3 La transición controlada bajo un sistema sin partidos

11.4 Del pluralismo polarizado a la crisis del sistema de partidos

Objetivos generales
¿Podremos llegar a entender si el estado es el poder político de un país y si el estado es
capaz de poder gobernar?

Objetivos específicos

- ¿El poder político influye mucho con el estado?

- ¿Cómo es que el poder político es aceptado?

1 EL PODER POLITICO COMO FUERZA RECTORA DEL ESTADO


Naturaleza del Poder.- La Política como lucha por el poder y como función social que
organiza el grupo. Función de dirección, de especialización y de coacción.

Necesidad del Estado.-Poder de hecho y Poder de Derecho.- Politicidad esencial del


Estado, derecho y política.-La política: ciencia de gobierno y arte de gobierno.- El poder y
la sociedad de masas.- El orden, el poder, la libertad.- La revolución y el movimiento.

En el ápice del Estado se halla el Poder o sea la facultad de gobernar, de citar reglas a la
conducta ajena. Al abordar el presente estudio, comprobamos que el poder es inherente a la
naturaleza humana y que el Estado, en un primer aspecto, es institucionalización del poder.

El poder es la energía organizadora de la vida Social, Heuriou lo define como una "energía
de la voluntad" que asume el gobierno gracias a su superioridad, para asegurar el orden y
crear el derecho. Ello significa que la actitud para el mando y la vocación de poder son
cualidades naturales del espíritu, que corresponden a personas dotadas de ascendiente.
Acertadamente, Meinecke define el poder como un impulso de intensificación de la
personalidad.

Para Burdeau, el Poder es una fuerza al servicio de una idea. "Es una fuerza nacida de la
voluntad social preponderante, destinada a conducir el grupo hacia un orden que estima
benéfico y, llegado el caso, capaz de imponer a los miembros, los comportamientos que
sqd4vf<ésta búsqueda exige". La coacción que el Poder ejerce en todo grupo social, así
como el derecho de la colectividad a imponer normas, constituyen hechos evidentes y
constantes más allá de las justificaciones que se buscan para razonarlos. La fuerza de que
dispone el Estado es tan ostensible que domina por simple demostración, sin que el Poder
necesite recurrir a ella en la generalidad de los casos.

El poder comporta dos elementos: dominación y competencia. Este último determina que
normalmente el poder sea obedecido sin recurrir a la coacción.

En cuanto a idea, el poder pertenece al mundo del espíritu, a diferencia de la fuerza, que
pertenece al mundo físico. Tiene el poder quien sabe ofrecer al hombre motivos eficaces
del obrar; posee la fuerza quien dispone de armas ante las que desaparece toda resistencia,
dice Meyer. El poder puede existir sin la fuerza, así como la Fuerza puede carecer de poder.

La Iglesia, que carece de medios de compulsión material, ejerce un poder evidente sobre
sus creyentes y sobre la sociedad en general; inversamente, un gobierno de ocupación
detenta la fuerza, pero carece de poder. El poder precede al derecho positivo, pues establece
el Estado y éste se organiza y consolida mediante normas jurídicas.

No cabe explicarse la vida social sin analizar el impulso de poder, ya que la historia nos
prueba que la voluntad de dominio es una de las fuerzas más constantes en la dinámica
social y seguramente la de mayor expansión. Sociológicamente, el poder es la aptitud de un
individuo o de un grupo para realizar su voluntad, para exigir colaboración de los demás
individuos o grupos.

La voluntad de poder, verdadera libido dominando, significa la ambición de un hombre, de


un sector o de un pueblo. El temperamento político aspira a ocupar el escenario, a dominar
o cuando menos sobresalir sobre los demás, y constituye la motivación impura de los
grandes. Si va acompañada del carisma, o sea del imán o simpatía personal, forja al líder,
deseoso de agradar y de ejercer poder. El carisma es un don natural, sobre abundante, que
motiva en otros una inclinación no razonable, hasta una fe que lleva a entregarle una lealtad
incondicional. A veces, la luz de un destino superior dota al conductor de algo mágico e
irracional, como si el sentimiento, exaltado por sobre el realismo y los desengaños
sucesivos, viniera a ofrecer una esperanza, un hálito nuevo y distinto. Tal sucede cuando
una nación se reconoce en un hombre.

2 La política como función social

La política es la lucha por el poder. Pero no es lucha ciega, al menos modernamente, pues
se halla condicionada por intereses morales, por ideologías que conforman una cultura
política, o sea un ámbito que es parte de la cultura general. La realidad social es gobernada
y orientadas por la política en cuanto a vocación de poder. La actividad política se
diferencia de las demás funciones sociales en el hecho de que sobre ella recae la
responsabilidad de dirigir lo social. Mucho antes de que hubiera Estado, la actividad
política existía como función social que organizaba la cooperación del grupo. El concepto
de lo político es más amplio que el de lo estatal; no sólo la actividad política es anterior a la
aparición del Estado sino que existen grupos políticos dentro del Estado y entre los Estados.
No toda actividad del Estado es actividad política, pues la mayor parte de sus funciones
constituyen aspectos de mera administración. Ordinariamente, la actividad de los órganos
estatales subordinados, que se realiza siguiendo pautas precisa, no es función política. Esta
consiste en dirigir la marcha del Estado o en disputar la tenencia del Poder.

La idea del poder ha sido obsesiva en muchos pensadores alemanes, sobre todo desde el
siglo diecinueve. "La voluntad de poder" fue exaltado por Nieztche y primó como teoría
sicológica y racial con el nazismo. Cuando el Estado resulta un ente ávido de poder, ello
conduce, inevitablemente, a la dictadura en lo interno y a la guerra en lo exterior. La
política se explica por la aspiración al poder y a la ostentación de él, lo que pervierte con
frecuencia todo sistema de valores y lleva a constatar que los recursos jurídicos de nada
sirven frente a los hechos de poder. Si la vida internacional se mira con realismo, no puede
negarse que ella obedece, casi siempre, a un pugna de poder, pugna que puede ser sutil o
con despliegue de fuerza, pero que subyace respecto de las doctrinas y las declaraciones
retóricas.

El poder político es el único que puede ejercerse sobre la comunidad entera, a diferencia del
poder económico, del poder religioso o del poder sindical. El poder es multiforme e incluye
desde la jefatura de una organización de cualquier tipo hasta el de la burocracia. Pero el
cargo político es el único que inviste de autoridad global, el que dota de la aptitud para
imponer un orden de conducta. El poder económico o el sindical son prominentes, pero no
alcanzan la amplitud y eficacia del poder gubernativo, que es el máximo. El empuje de una
convicción determinada mueve a los hombres a una acción unida, como sucede con los
nacionalismos que ofrecen motivación eficaz para el todo social. Los poderes distintos al
poder político pueden ser temporalmente muy fuertes o aún dominantes, pero si bien
influyen en la vida del Estado al punto que no cabe afirmar que existe una forma de poder
social con carácter de absoluto, el poder del gobierno resulta siempre distinto e impone a la
comunidad el sentido unitario que esta requiere. Puede ser influido, a veces quebrantado,
pero se reconstituye por necesidad vital del grupo humano y emprende su propia dirección,
para realizar un orden determinado. Al final de toda crisis, es el poder de signo político el
que predomina sobre el mando militar, la influencia económica o la presión sindical.

Las reglas, las aplica de modo continuo y sanciona a los infractores.

2.1 Función de Dirección

Siempre que se trata de una acción colectiva, la ausencia de dirección, implica el desorden,
de ahí la necesidad de un poder que dirija y dicte normas antes de aplicarlas. Por lo general,
se piensa que el poder es necesario sólo para el efecto de poner la fuerza al servicio del
orden y por eso concebimos el Estado como un aparato coactivo. Hay error en tal
concepción, pues la necesidad de coacción no es la razón esencial del Poder. La razón
primordial de éste y por lo tanto la del Estado mismo, consiste en la necesidad de una
Dirección que asegure la unidad de acción social, sea de una mente que formula el orden
antes de imponerla. La imposición de un orden determinado, es una fase indispensable, sin
duda, pero posterior a la formulación de la norma.

Toda sociedad, toda actividad, toda empresa, supone necesariamente una dirección, es
decir, una autoridad. Nada importa que una labor empiece a una hora y otra, pero siempre
será indispensable que se haga a una hora uniforme, el tránsito de vehículos puede
realizarse por la derecha o por la izquierda pero siempre será indispensable que una
autoridad determina sobre qué lado deben circular los vehículos, pues de lo contrario se
producirán colisiones a cada momento. En la Suma Teológica, Tomás de Aquino se
pregunta si la autoridad sería necesaria en una sociedad compuesta por hombres en estado
de inocencia a lo que responde "La vida en una sociedad numerosa no es posible sin un Jefe
que vele por el bien común. Librados a ellos mismos, hombres distintos tienden a cosas
distintas; un sólo hombre tiende a una sola cosa". Suponiendo una sociedad compuesta por
seres perfectos, siempre sería indispensable una autoridad que dicte normas generales para
organizar la vida en común. En efecto, podrían suprimirse el código penal, las cárceles y
todo el sistema de sanciones, pero siempre habría necesidad de una autoridad que
coordinara la actividad de los asociados y velará por el bien común. Como dice Vialatoux,
siempre habría necesidad de un reglamento de tránsito y de un policía que concertara la
circulación y el cruce de los vehículos, por más que no impusiera multas por infracciones.
La necesidad de un poder directo es obvio, además, por el hecho de que los hombres no
pueden ponerse de acuerdo diariamente sobre cada asunto, de modo que alguien debe
encargarse constantemente de adoptar la decisión sobre cada particular. Tal es la función
rectora que cumple el Poder.

2.2 Función de especialización

Como quiera que la sociedad se halle basada en la división del trabajo, se precisa que cada
cual asuma una determinada función, especializándose en ella y realizándola mejor que la
generalidad. La tarea de dirigir el grupo supone una especialización; pues, aunque el
gobierno interese a todos los asociados, es menester que exista un grupo de hombres
consagrados exclusivamente a las tareas del gobierno a fin de realizar tal función de una
manera continua y con mayor aptitud. Mientras unos hombres se dedican a la producción
de bienes económicos otros a la instrucción y al pensamiento y otros a la defensa de la
sociedad, un grupo se consagra a la función de dictar normas para la convivencia social y
de vigilar su aplicación con miras al bien común.

2.3 Función de coacción

La función compulsiva del Poder es, sin duda, la que más impresiona y la más visible. De
otro lado, es casi imposible concebir el derecho sin la nota de coercitividad, en virtud de la
cual la norma se impone independiente de la voluntad de los obligados, pues la regulación
jurídica es inexorable y no depende del acuerdo con el sujeto. Es por ello que generalmente
concebimos al Estado como un aparato coactivo, aunque sustancialmente su función es de
dirección. Dada la naturaleza del hombre que obedece normalmente a estímulos egoístas,
no basta que el Poder establezca un orden sino que debe imponerlo en muchos casos por la
fuerza. Por lo común, el Poder no necesita emplear la fuerza porque, conociendo los
asociados que ella es incontrastable, obedecen las normas respaldadas por los medios de
compulsión que el Poder ejercita en caso de resistencia. El empleo de la coacción sólo es
necesario cuando hay infractores del orden jurídico, lo que es menos frecuente en los
pueblos de cultura homogénea. Pese al progreso material logrado, y en parte por efecto del
mismo, el tipo actual de nuestra civilización hace cada día más necesaria la función
coactiva del Poder, en razón de la creciente agresividad antisocial.

Insistimos en que el Estado no es sustancialmente un orden coactivo, aunque tampoco


puede ser concebido sin fuerza coactiva. En efecto, la coacción no es una nota específica de
la norma jurídica, por más que la eficacia de la norma jurídica depende en gran parte de la
coacción que la respalde. Norma y coacción son idealmente independientes. Entre el Estado
como poder y el Derecho como norma, existe una relación pero no una dependencia, pues
aunque el Estado garantiza el Derecho y lo respalda con su fuerza coactiva, las normas
jurídicas son siempre del Derecho y no del Poder.

3 Necesidad del Estado

La primera necesidad es subsistir, lo que implica alimentarse y resistir a los vecinos. Ello
no se logra sin un mínimo de cohesión. La formación del Estado obedece a una inclinación
de la naturaleza humana y ha sido admitida en todo tiempo por la razón como algo
conveniente y necesario.

Una fuerza organizada, ejercida por una autoridad superior a todos y que mira el bien
común, es evidentemente preferible a las fuerzas particulares, dispersas y antagónicas, que
emplearían los hombres si el Estado no existiera. El conflicto de intereses y el contraste de
apetitos y pasiones, que son la entraña misma de la vida, hacen quimérico pensar en la
conciliación espontánea. Si se ensayara la anarquía como forma de vida legítima, inspirada
en la creencia de la bondad universal, el resultado sería la imposición despótica de un
hombre o de un grupo. El orden social que la historia de la humanidad patentiza, nos indica
como la sociedad ha optado entre una situación de anarquía librada al abuso de los más
fuertes, y una situación de autoridad, con imperio de la fuerza pública que el Estado emplea
para proteger a todos los asociados. La sociedad ha escogido siempre al gobierno que
asegura un orden.

Guillermo Ferrero coincide con Hobbes a explicar que la humanidad se ha organizado en


Estados porque cada hombre sabe que es más fuerte que otros, pero también que es más
débil que otros. Para liberarse del círculo de terrores, o sea para no temer a los más fuertes,
el hombre renuncia a imponerse sobre los más débiles. El orden social radica en admitir la
autoridad porque ella organiza la defensa contra otros grupos, a la vez que impone normas
para precaver a todos contra la agresión interna. El temor al abuso, así como el temor a la
guerra, explican el acatamiento al Poder desde las sociedades más rudimentarias hasta hoy
día en que se aspira a una organización internacional o súper-Estado.

Lo cierto es que la necesidad del Poder se confunde con la necesidad del Estado, pues su
triple función de dirección, especialización y coacción es lo que determina y mantiene el
hecho Estado, que perfecciona la sociedad, la estructura conscientemente y la domina. La
unidad social previa al Estado nace por obra del poder y de la convivencia.

4 Poder de hecho y poder de derecho

Propiamente hablando, no existe sino un Poder, pero se distingue corrientemente entre el


poder de hecho y el poder de derecho. En puridad, son los gobiernos los que pueden ser
clasificados en regímenes de jure y regímenes de facto, según se posesionan del poder
conforme el ordenamiento jurídico o quebrantando sus reglas.

Los gobiernos de hecho se constituyen por revolución o por golpe de Estado, como sucedió
en los casos típicos de Cronwell y Bonaparte, respectivamente. Por lo general se consolidan
por medio de una Constitución o bien por el uso acertado de las facultades legislativas que
se arrogan. El gobierno de facto conserva casi todos los caracteres del poder legítimo y su
legislación es convalidada expresamente por el régimen legal posterior o bien subsiste por
la bondad intrínseca de las normas dictadas. Fundamentalmente, el gobierno de facto se
legítima cuando cumple el fin para el que existe el Poder. El advenimiento del General de
Gaulle al gobierno, en 1958 demuestra hasta qué punto la toma del poder es una empresa de
la voluntad.

Cualquiera que sea su origen, el Poder necesita contar con adhesión pública, siquiera sea en
su forma de asentimiento tácito, pues de lo contrario establece un régimen de fuerza que es
inestable. El grupo que ejerce el poder tiende a convertir su gobierno de hecho es un
gobierno de derecho, sea que provenga de un golpe de Estado o de una revolución.

Un gobierno puede mantenerse por la fuerza durante largos períodos, pero sólo en los casos
en que una raza más ilustrada domina a otra. En cierto grado de civilización, es imposible
que subsista un gobierno que tenga en su contra a la enorme mayoría de la nación. La
adhesión a las monarquías en gran parte pasiva e inspirada en hábitos tradicionales, explica
el poder de que gozaron los reyes. El principio de la soberanía del pueblo reside en el fondo
de todos los gobiernos y se oculta aún en las instituciones menos libres, como observara
Tocqueville. El propio emperador romano, autócrata omnipotente, decía fundar su
autoridad en la delegación de poder que había recibido del pueblo.

El poder de Derecho posee la ventaja de ser ejercido en nombre de una institución, el


Estado. Ello le permite dar respuesta a dos grandes interrogantes:

1° En virtud de qué principio tiene el Poder la facultad de mandar?

2° En un grupo dado, a quién le corresponde el derecho de mandar?

En cuanto a lo primero, o sea como competencia del Estado, el poder tiene la facultad de
mandar porque la naturaleza social del hombre hace necesaria una autoridad. En cuanto a
determinar a qué grupo de hombres corresponde el gobierno, ello constituye un problema
debatido durante milenios y que trataremos de dilucidar más adelante.

El Poder institucionalizado es el Estado. La formación de éste no trae consigo,


aparentemente, una modificación del fenómeno político primordial, pues siempre se ve
unos hombres que mandan y otros hombres que obedecen.
Pero en esencia sí existe una transformación, pues las personas que deciden ya no llevan en
sí mismas la vocación de mando. Ahora es la voluntad social la que sustenta la existencia
de un Poder y no reconoce jefes sino simples gobernantes, habilitada en virtud de un
estatuto del poder, o sea la Constitución, obligada a ceñirse en el ejercicio de su autoridad a
los fines del Estado. Desde que el Estado adquiere forma, la investidura de los gobernantes,
así como su actividad y su sucesión, se hallan normados por el derecho.

El titular del Poder es el Estado, o sea un titular abstracto. En su nombre se exige


obediencia y se obliga a un comportamiento determinado. El Poder resulta así dividido
entre un titular, que es el Estado, y los agentes a su servicio, que son los gobernantes. Como
ilustran Kelsen y Georges Burdeau, el Estado existe porque es pensado, a la vez que se da
en la experiencia como real. Es pensado por los gobernantes, que encuentran en él la fuente
de su autoridad, y por los gobernados, que ven en él un fundamento de las reglas.

5 Politicidad esencial del Estado: derecho y política

Política es la relación entre gobernantes y gobernados y una búsqueda de lo que es bueno


para los gobernados. El acto político tiene una naturaleza propia, tal como se distingue un
acto moral o un acto económico. Dado que los hechos se vinculan con el pensamiento, el
conocimiento del Estado no puede desprenderse de la actividad política. Esta es la actividad
ordenadora que precede a la sociedad ordenada o Estado, así como al orden de la sociedad
o sea a la Constitución. Como anota Sánchez Agesta, la actividad política no es una forma
de conducta que realice su efecto (la ordenación) y luego se inhiba. Por el contrario, supone
una acción continua dentro del Estado e influye sobre el orden constitucional para
remodelarlo según las ideas que predominan.

La "Razón de Estado" es la máxima del obrar político, la ley motor del Estado, a fin de
mantenerlo vigoroso. Pueden los políticos discrepar en cuanto a los medios para alcanzar
los objetivos del Estado, pues en cada momento histórico hay una línea ideal de obrar, o sea
una razón de Estado ideal. Pero, junto al valor del bien del Estado, existen otros valores
elevados que también piden para sí una vigencia incondicionada, como son la moral y la
idea del Derecho. En último término, el poder mismo puede verse amenazado por el
quebrantamiento de los valores morales y jurídicos.

Meinecke, en "La idea de la razón de Estado en la Edad Moderna", señala el vasto espacio
en la cual se entrecruzan en la acción gubernativa al utilitarismo y la motivación ética al
punto que ésta se pone de manifiesto sólo cuando coincide con el provecho del Estado. El
político respeta las fronteras del Derecho y limita su impulso de mayor poder por la presión
coincidente de razones prácticas y de móviles idealistas. El hombre "goza con deleite del
poder en sí y en lo que tiene de intensificación de la personalidad". La voluntad de poder, al
lado del hambre y del amor, dice Meinecke, es uno de los impulsos más eficaces; "sin las
bárbaras concentraciones de poder, tejidas con terror y crueldad, de déspotas y castas
primitivas, no se hubiera llegado a la fundación de Estados ni a la educación del hombre
para grandes cometidos supra-individuales". Desde luego, en la misma dirección han
obrado también los ideales, como factores para edificar y vigorizar el Estado.

Como afirma Jellinek, hay un derecho virtual, engendrado por el ansia de justicia, que
aspira a ser derecho actual mediante su consagración por la ley. Por eso, las ideas políticas
adquieren juricidad, o sea que la política se jurídica,, cuando la aspiración alcanza a triunfar
en la esfera del poder. Una visión realista del poder nos lleva a considerar la relación entre
derecho y política, ya que el objeto directo de la idea de derecho no es el hombre sino el
grupo social, el cual asume un ordenamiento según sea la ideología de quienes gobiernan.

La política tiene por fin al gobierno y dirección del Estado; para sus relaciones se sirve de
técnicos y administradores que hacen posible la ejecución de los planes concebidos por los
políticos. El estadista posee el arte de hacer posible lo que es necesario, sirviendo su ideal
con eficiencia. Se encuentra situado en la zona de interferencia de dos ámbitos: lo que debe
ser y lo que puede ser, como anota Ruíz del Castillo; orienta a la opinión pública y procura
crear el ambiente favorable a sus designios. Para el pensador, la política es un conjunto de
principios; para el estadista, es una realización que marcha a través de escollos,
transacciones e impurezas.

Cabe distinguir, pues, entre la política como ciencia de gobierno, especulación teórica, y la
política como arte de gobierno, actividad práctica.

En la realidad social tal diferencia es difícil de advertir, pues la política se vale de


instrumentos jurídicos y de medios prácticos para alcanzar finalidades señaladas por la
elaboración doctrinaria. Arnold Brecht ha puesto de relieve, con los ejemplos de Lenin y
Stalin, que el pensamiento teórico no es asunto ajeno a la vida, como sostienen algunos
políticos de oficio. La importancia de la teoría es muy grande. Basta recordar que la
ideología Marxista condujo al poder a Lenin, precisamente en el país que Marx consideró
no adecuado en razón de hallarse insuficientemente desarrollado.

La ideología, es decir la superestructura, cambió las formas de producción es decir la


infraestructura, contrariando el determinismo económico por efecto de la voluntad de
poder.

Por lo que se refiere a la importancia que tiene las teorías políticas, citamos el pensamiento
de Stalin, expresado en una de sus conferencias sobre los fundamentos del leninismo: "La
teoría pierde todo objeto si no enlaza con la práctica revolucionaria, exactamente igual que
la práctica queda ciega si no elimina su camino con la teoría". La teoría puede convertirse
en otra inmensa fuerza si se desarrolla en unión con la práctica.
Más allá de toda cuestión jurídica, es indubitables que la voluntad de poder constituye una
de las grandes fuerzas de la vida individual y social.

Bertrand Rusel afirma en su obra "El Poder" que éste tiene en el mundo del espíritu la
misma importancia que la energía en el mundo de la física.

Por tanto, el Estado debe ser mirado esencialmente, como agrupación política, o sea como
un ente de poder, antes que como ordenamiento jurídico. Es la agrupación política suprema
y; como quiera que orienta su actividad con arreglo a cauces jurídicos, puede definírsele
como un ser político que se organiza jurídicamente.

Querer huir de la política es como pretender huir del Estado, dice Carl Schmitt, dado que la
comunidad nacional nos envuelve y nos afecta en una totalidad en la que se entrecruzan la
administración, la economía, la moral y el poder. El fenómeno político guarda relación con
el fenómeno económico, el demográfico y otros, que pueden ser anteriores, concomitantes
o subsiguientes, pero siempre es motor de una colectividad el poder por el poder, la
voluntad de dominio. De ahí la importancia de integrar el mando en un orden moral para
evitar la opresión.

La política está constituida por puntos de vista sobre la justicia. Los partidos y los grupos
presionan en el sentido de aquello que consideran justo, aunque no lo sea objetivamente. La
política actual se cubre de un substrato ideológico y todo obrar tiene tras de sí, más o menos
conscientemente, un pensamiento. La noción ideológica según la cual se organiza
jurídicamente la convivencia social, es llamada "fórmula política", inspirada en una
concepción capital sobre el modo de relación que deba existir entre la sociedad y los
individuos. Por eso, hablamos de sistemas políticos liberales, socialistas, comunistas, etc.
Claro está que, unas veces, son las ideas las que determinan los hechos políticos, y otras
veces son éstos los que toman tributarias a las ideas, en un proceso de interacción.

La función política es vital, figura el lado de aquellas que aseguran físicamente la


supervivencia de la especie, como la nutrición o la reproducción. Expresa la conciencia del
grupo para encontrar un eje de cohesión.

La política está profundamente inserta en lo social. Las teorías que diferencian la sociedad
natural de la sociedad política pretenden señalar el paso de la primera a la segunda, como
sucede con tal liberalismo y con el marxismo, se funda en una hipótesis no comprobada por
la historia. El carácter religioso o guerrero que tuvieron las primeras autoridades ha
ocultado el hecho esencial de que la autoridad es siempre política, no importa quien la
ejerza, ya provenga de la imposición o de la elección.

El hecho político es simultáneo al hecho social, es indispensable para evitar que la sociedad
se disuelva. La distinción entre sociedad natural y sociedad política puede hacerse
conceptualmente pero no en la realidad.
6 El poder y la sociedad de masas

La sociedad de nuestro siglo es una sociedad de masas, caracterizada por su tamaño y su


complejidad. A las pequeñas democracias griegas, a las nacionalidades surgidas desde la
edad moderna y gobernada por pequeñas élites, han sucedido las sociedades masivas, sean
pluralistas o totalitarias en las que la voluntad política determinante es aquella que sabe
apoyarse en la masa. El comportamiento de las masas las hace vulnerables al totalitarismo,
al engreimiento arrollador del derecho, a la manipulación mediante maniobras de
conductismo, pero es innegable que traduce la aspiración de mejores niveles de vida, a la
vez que una exigencia de mayor participación en las decisiones políticas, lograda a través
del sufragio frecuente o por la cohesión transitoria en torno a una dictadura.

El máximo problema de nuestra época radica en organizar el consentimiento, o sea la


adhesión a una forma política, bien sea por resignación o por participación activa. El
creciente número de contestatarios e impugnadores y la violencia desatada por "el poder
joven", el "poder negro" y el terrorismo urbano constituyen fisuras en el orden social, que
hoy es movimiento hacia el cambio. Nuestra sociedad respeta cada vez menos los medios
jurídicos de resistencia a la opresión, por ineficaces, y es incitada a los métodos de
violencia. La masa intuye una necesidad de transferencias de los centros de poder,
problema arduo y de manejo más difícil que el de los explosivos, pues supone el planteo de
los teóricos y la habilidad innata del hombre político, del conductor carismático que sea
capaz de equilibrar su poder personal con la subsistencia de instituciones valiosas pero
necesitadas modificación urgente.

Vivimos una era de discontinuidad, tentando vías que conduzcan a nuevo pluralismo, a la
reforma de todo lo viciado, a la organización de un consentimiento sin miedo. En cada
circunstancia histórica ha surgido la reinterpretación de los ideales vigentes. Para ello, la
teoría Política y la ciencia política nos brindan un rico material de reflexión, aunque ésta
sea contemporánea a la realización de hechos violentos que viene alterando la subestructura
social.

La sociedad no es una adición de individuos, sino un compuesto. Por virtud del Poder
adquiere una voluntad y sigue un comportamiento determinado. Este comportamiento es
producto de la orientación política. El ordenamiento jurídico y la estructura del Estado son
resultantes de la actividad política. Por la toma de conciencia de ésta realidad, el poder se
ha convertido hoy en el centro de la lucha social y económica. A su vez, la política es
mirada como el arte de convertir las tendencias sociales en normas jurídicas. El político
hace posible el objetivo entrevisto o anhelado.

Nuestra época es una transición del Estado Liberal al Estado Social, siendo perceptible una
mayor participación del pueblo en el poder. Se quiere pasar de la democracia gobernada a
la democracia gobernante. Las construcciones formales están cambiando su contenido, para
no quedar vacías de verdad. Tanto el pensamiento del derecho natural del Siglo XVIII
como el derecho racional de Kant, concibieron una organización estatal con raíces
individualistas. Pero a partir de la primera guerra mundial, se hizo patente que los partidos
políticos, los sindicatos y los grupos de presión iban operando con un dinamismo que
debilitaba lo formal del derecho. Por ello se ha acentuado notablemente desde que los
sindicatos de masas, las Iglesias, el poder militar y la tecnocracia han gravitado claramente
sobre la vida del Estado.

Paralelamente a esta transformación del Estado en el interior, se ha venido produciendo la


declinación de su soberanía exterior y el surgimiento de organizaciones supranacionales
que limitan la autodeterminación. El proceso más hondo es el de una nivelación subjetiva y
acompañada de un desplazamiento del poder, que ha pasado de las esferas parlamentarias y
gubernativas al seno de los partidos políticos. El estado ya dejó de ser neutro, por virtud de
la exigencia general de que tome posición contra determinadas formas de orden existentes.

Podemos señalar, siguiendo a Fayt, tres posiciones en pugna ideológica : la de quienes


quieren conservar el Orden existente y consideran que bastaría dulcificar la injusticia
humana; la de quienes quieren establecer la burocracia totalitaria, arrebatando al hombre la
posibilidad de decidir por sí sobre su destino, y, por último, la de quienes deseen la
transformación del orden dentro de la libertad, para obtener un ordenamiento social que
asegura la justicia económica y el pleno desarrollo de la personalidad humana. Esta tercera
posición es la única que permitirá crear una sociedad nueva en el mundo occidental.

Ello significa analizar, con frialdad de especialista, cuáles son los instrumentos que
permitirán implementar el cambio de un modo racional, progresivo, con la conciencia de
que el poder es bifásico, o sea supone percepción clara de las metas en quienes gobiernan y
motivación acertada en quienes obedecen y presionan para participar. La relación mando-
obediencia conduce, en el mundo de hoy, hacia una amplia participación popular, con lo
que la política se ennoblece en la medida en que el miedo deja de ser el sistema normal de
gobernar.

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