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Referencias bibliográficas
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ARISTÓTELES (1992). Investigación sobre los animales. Madrid: Gredos.
ARISTÓTELES (1998). Tratados breves de historia natural. Madrid: Planeta.
ARISTÓTELES (1998). Tratados de lógica. (Órganon II). Madrid: Planeta.
2.Desencuentros y tensiones entre el conductismo y el innatismo.
A mediados de la década de los años cincuenta —en pleno auge del conductismo—, Noam
Chomsky (1957; 1959) presentó una teoría acerca de la adquisición del lenguaje que suscitó
uno de los debates más polémicos en la historia de la psicología. ¿Es el lenguaje una
conducta aprendida o una capacidad biológica e innata? En primer lugar, intentemos
responder: ¿qué plantea la perspectiva conductista acerca de la adquisición del lenguaje?
Para el conductismo, el lenguaje se adquiere según las leyes generales del aprendizaje y es
similar a cualquier otra conducta aprendida. “Los conductistas contemplan el desarrollo del
lenguaje hablado como un resultado del refuerzo de los adultos y del moldeado gradual de
los balbuceos del bebé” (Berko y Bernstein, 1999: 409). Burrhus Frederic Skinner (1938;
1957) analizó el lenguaje como un fenómeno psicológico en términos de una conducta
verbal. Para este autor, el aprendizaje del lenguaje se produce a través de mecanismos de
condicionamiento, por lo que depende de estímulos externos.
La teoría conductista contempla tres tipos de aprendizaje del lenguaje: (i) condicionamiento
clásico, (ii) condicionamiento operante y (iii) aprendizaje social. Para los conductistas, el
bebé aprende el significado de una palabra a través del condicionamiento clásico; por
ejemplo, cuando la madre al alimentar el niño levanta el biberón y dice “biberón”, el bebé
empieza a asociar esta palabra con el objeto que observa. De tal modo, cuando alguien diga
“biberón”, el niño responderá a esta palabra como si fuera el objeto (quizás salivando). “La
palabra evoca la misma respuesta que el biberón, y en este sentido el bebé conoce el
significado de la palabra” (Berko y Bernstein, 1999: 410).
El condicionamiento operante o aprendizaje instrumental ocurre cuando la conducta
reforzada se fortalece. Se denomina operante debido a que el sujeto opera sobre el medio
para obtener una recompensa o refuerzo. “Los padres y otras personas enseñan al niño el
lenguaje por medio del condicionamiento operante recompensando sus primeras tentativas
lingüísticas” (Berko y Bernstein, 1999: 410). Este refuerzo selectivo moldea gradualmente
la conducta lingüística del niño:
Por ejemplo, si un bebé quiere agua podría decir algo parecido a “auuha” y obtener un
resultado de sus encantados padres. A los tres años, si el niño dice “auuha”, el padre
responderá, posiblemente: “¿Qué has dicho? ¿Qué quieres?”, y no reaccionará
favorablemente hasta que el niño diga “¡agua!”. Para cuando el niño tenga cuatro o cinco
años decir “¡agua!” ya no funcionará; ahora los padres dirán: “¿Cuál es la palabra mágica?”
o algo por el estilo y se mantendrán en sus trece hasta que el niño diga: “¿Me das agua, por
favor?”. Las primeras emisiones del niño se han ido moldeando de forma gradual hasta
alcanzar una forma adulta (Berko y Bernstein, 1999: 410).
El aprendizaje social, por su parte, sucede cuando el niño observa e imita a los demás.
Según esta perspectiva, éstos no necesitan que se les recompense para adquirir una
conducta debido a que también aprenden a comportarse como los modelos apropiados. En
este sentido los niños aprenden a hablar como sus padres, mientras que las niñas como sus
madres.
Los planteamientos biologicistas e innatistas del lenguaje, como los de Noam Chomsky
(1959; 1971), refutan estas posiciones conductistas que privilegian la influencia de factores
externos en su adquisición. Por tal motivo, debido a la complejidad del lenguaje, la teoría
conductista resultó incompleta para explicarlo:
La teoría conductista carece de evidencia empírica. Los errores típicos que cometen los
niños: “poní” (en lugar de “puse”), “decí” (en vez de “dije”), etc., muestran que son reglas
(y no refuerzos ambientales) las que regulan el habla infantil.
La teoría conductista se muestra incapaz de explicar la creatividad del lenguaje
característica del hablante, es decir, su capacidad para construir un número infinito de
mensajes distintos, que quizá no hayan sido nunca oídos y, por tanto, jamás reforzados, para
expresar un mismo significado.
La teoría conductista olvida la distinción entre competencia y actuación, entre el
conocimiento que tenemos sobre la gramática de nuestra propia lengua y el uso que
hacemos de la misma en situaciones concretas.
El proceso de adquisición del lenguaje seguiría un ritmo más lento si se debiera a los
mecanismos de aprendizaje que postula la teoría skinneriana.El habla que escuchan los
niños se compone con frecuencia de oraciones incompletas y gramaticalmente imperfectas
(González, s/f).
Referencias bibliográficas
Benítez Burraco, A. (2008). “La cuestión de lo innato en la adquisición del lenguaje”.
Revista Española de Lingüística, Nº 38 (1), pp. 33-66.
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Chomsky, N. A. (1957): Syntactic structures, La Haya, Mouton.
— (1965): Aspects of the theory of syntax, Cambridge, MIT Press.
— (1975): Reflections on language, Nueva York, Pantheon Books.
— (1980): Rules and representations, Oxford, Basil Blackwell.
— (1986): Knowledge of language: its nature, origin and use, Nueva York, Prager.
— (1995): The minimalist program, Cambridge, MIT Press.
Como explicación de este hecho, N. Chomsky formula el concepto de LAD en su teoría del
generativismo, o Gramática generativo-transformacional. Este autor concibe la mente
humana como un conjunto de facultades o capacidades independientes entre sí.
Los principios lingüísticos que contiene la gramática universal no operan en otros ámbitos
de la mente, y la adquisición del lenguaje difiere de la de otras habilidades como, por
ejemplo, el pensamiento lógico o las operaciones matemáticas. Algunos estudios han
señalado que la distinción que la teoría chomskiana establece entre la gramática universal y
el dispositivo de adquisición del lenguaje no es clara, hasta el punto de que, en ocasiones,
ambos conceptos llegan a identificarse.
Una de las cuestiones más debatidas es la de la razón por la cual esa identificación de
estructuras profundas no se produce en el aprendizaje de segundas lenguas en
la edad adulta; en otras palabras, el porqué de la insuficiencia de los datos a los que el
aprendiente tiene acceso (es decir, la producción lingüística de otros hablantes competentes
en forma de textos orales o escritos) y la necesidad que tiene de completar esos datos con
información explícita metalingüística, en forma de explicaciones y de correcciones (que,
sin embargo, no son necesarias en los niños). Por otra parte, también es evidente que los
adultos desarrollan un conocimiento y uso de muchas reglas gramaticales de la nueva
lengua que nunca les han sido explicadas y de las que ellos mismos no son conscientes. Por
todo ello, el papel del DAL en la adquisición de segundas lenguas es un interrogante aún
sin respuesta.
Referencias bibliográficas
Parece que un niño debe tener la capacidad de 'inventar' una gramática generativa que
defina la buena formación y asigne interpretaciones a las oraciones, aunque los datos
lingüísticos primarios que utiliza como base para este acto de construcción teórica
puedan, desde el punto de vista de la teoría constructos, ser deficientes en diversos
aspectos. (Chomsky, 1965, p. 201)
Para los individuos videntes, nuestra experiencia visual nos hace dar por sentada la
percepción visual. Tenemos el sentido de que simplemente miramos el mundo y lo vemos.
En efecto, la fenomenología de la visión llevó a los pioneros de la inteligencia artificial a
esperar que construir la visión en las computadoras sería un problema sencillo. Por
ejemplo, Marvin Minsky asignó a un estudiante, como proyecto de verano, la tarea de
programar una computadora para ver (Horgan, 1993). Sin embargo, las fallas en el
desarrollo de la visión por computador hicieron evidente que el sistema visual humano
estaba resolviendo sin esfuerzo, en tiempo real, problemas de procesamiento de
información enormemente complicados. Al igual que el aprendizaje de idiomas, la visión
está drásticamente subdeterminada. Es decir, si se ve la visión como la proyección desde
los datos visuales primarios (el estímulo proximal en la retina) hasta la interpretación o
representación interna de la escena distal, esta proyección es de uno a muchos. Un único
estímulo proximal es consistente con un número infinito de interpretaciones diferentes
(Gregory, 1970; Marr, 1982; Pylyshyn, 2003c; Rock, 1983; Shepard, 1990).
Una razón por la que la visión está subdeterminada es porque el mundo distal está dispuesto
en tres dimensiones del espacio, pero la fuente primaria de información visual que tenemos
al respecto proviene de patrones de luz proyectados sobre una superficie esencialmente
bidimensional, la retina. “Según un teorema fundamental de la topología, las relaciones
entre objetos en un espacio de tres dimensiones no pueden conservarse todas en una
proyección bidimensional” (Shepard, 1990, pp. 173—175).
Esta fuente de subdeterminación se ilustra en la Figura 8-1, que ilustra una vista desde la
parte superior de un ojo observando un punto en el mundo distal a medida que se mueve de
la posición X1 a la posición Y1 durante un intervalo de tiempo dado.
Referencias bibliográficas
Michael R. W. Dawson
University of Alberta via Athabasca University Press
Referencia bibliográfica:
Bordignon, M., & Monteiro, J. K. (2017). Cuidadores de pessoas com deficiência e doenças
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. La hipótesis del período crítico
Según la hipótesis del período crítico, postulada por E. Lenneberg (1967), la capacidad para
adquirir el lenguaje merma al alcanzar la pubertad, dado que el cerebro
pierde plasticidad, circunstancia que implica una disminución sensible de la capacidad para
aprender una lengua.
Ahora bien, el hecho de que los adultos que inician el aprendizaje de una L2 difícilmente
alcancen un nivel de nativo, por ejemplo, en aspectos gramaticales complejos (E. L.
Newport, 1990), tales como la conjugación verbal española, y que sólo en casos
excepcionales lleguen a adquirir una pronunciación equiparable a la de un hablante nativo
(T. Bongaerts et al., 1997) no debe atribuirse exclusivamente a factores fisiológicos
(lateralización cerebral, merma de la capacidad sensorio-motriz, etc.). Deben tenerse en
consideración otros múltiples factores de muy diversa índole, directamente relacionados
con la edad, tales como la motivación por el aprendizaje de la L2, la voluntad de
integración en la comunidad de habla extranjera, el tiempo disponible para la práctica o el
estudio de la L2, el tipo de interlocutores nativos dispuestos a cooperar en el aprendizaje,
la interferencia de la L1, etc.
Generalmente, los niños muestran menos prejuicios a la hora de asimilar un nuevo sistema
gramatical, fónico, semántico, etc., menos temor a cometer faltas y quedar en ridículo y
menos actitudes negativas frente a la comunidad de habla extranjera; además, pueden
dedicar más tiempo al estudio y a la práctica de la L2. La misma creencia popular de que un
adulto no puede aprender perfectamente una lengua extranjera puede condicionarlo de tal
modo que, efectivamente, le resulte imposible hacerlo.
Tal como apuntan varios autores (D. Birdsong, 1999), en lugar de abordar la cuestión como
un único período crítico o sensible, quizá resulte más pertinente considerar por separado los
diferentes sistemas y subsistemas de la lengua en relación con diferentes períodos de
maduración cerebral (fisiológica y psicológica).
Las cuestiones relacionadas con la Hipótesis del período crítico tienen unas implicaciones
directas para la didáctica de la lengua y pueden tomarse en consideración a la hora de
decidir a qué edad se empieza a aprender una segunda lengua y qué enfoque didáctico se
adopta atendiendo a la edad de los aprendientes.
Referencias bibliográficas