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1.

LOS DERECHOS HUMANOS


Wilberto Therán Lopera

1.1 INTRODUCCIÓN:

Es lugar común entre los muchos y variados teóricos de los derechos humanos
pronunciarse sobre la dificultad que conlleva el intento de definir tal concepto,
siempre se apela a derechos, pero el alcance y sentido de estos se entiende de
manera particular. Esta situación, no obstante, nos podría llevar a pensar que a
más tipos de corrientes conceptuales y teóricas sobre los derechos, más
justicia y bienestar, pero la realidad no puede estar más alejada de esto,
máxime cuando la bandera de los derechos humanos es enarbolada por
distintas personas, grupos e instituciones en procura, en algunas ocasiones, de
intereses particulares. La ambigüedad siempre está al acecho, se acude a la
teoría del derecho subjetivo, al derecho natural, a los derechos básicos o a los
fundamentales, sin que se logre llegar a un consenso. Es ya tradicional en
ciertos autores de la teoría social acudir a la historia como metodología
apropiada para acercarse al objeto de estudio; así en este trabajo se procederá
de igual forma al considerarse que es un camino propicio para abordar
adecuadamente el estudio de los derechos humanos.

Se comparte la idea de que la teoría de los derechos humanos es producto de


la historia y surge en época reciente, concretamente en la modernidad,
momento en el cual el Estado se seculariza, irrumpe el capitalismo, el poder se
concentra en manos de un gobierno absoluto y se manifiestan fuertes
enfrentamientos sociales en los que se ven vinculados sectores antagónicos de
la población. En épocas remotas podemos encontrar antecedentes de la
conceptualización sobre derechos humanos en el oriente milenario, en los
pueblos chinos, hindú, arábigos y un poco más lejos hay rasgos en el Código
de Hammurabi, en las civilizaciones greco-romanas sobresalen las leyes de
Solóm en Grecia y, en Roma encontramos al político y filósofo estoico Marco
Tulio Cicerón con sus ideas basadas en que “la igualdad es para todos”. Cabe
anotar que estoicismo y cristianismo tienen lugares comunes y en este último
se prefigura la idea de dignidad humana.

También se encuentran peticiones limitadas a lugares específicos: el Concilio


de Toledo celebrado en el año 638 estableció que nadie podía ser condenado
sin un juicio previo; el rey Alonso I y los Moros en España firmaron un convenio
en 1119 en la ciudad de Tudela en el cual se convino que los musulmanes
serían juzgados por un juez moro y los cristianos por un juez cristiano (debido
proceso); en la Carta Magna de Juan sin tierra en 1215 se logró el
reconocimiento de derechos por parte del Rey al pueblo inglés (propiedad
privada, rompimiento incondicional de fidelidad al soberano, la igualdad en los
impuestos y también separando los poderes de la iglesia y del Estado); la carta
jurada del rey Teobaldo II que estableció garantías procesales para la provincia
de Navarra; el Edicto de Nantes, dado en 1598 por el rey francés Enrique IV y
con el que los católicos moderados pacificaron el país garantizando a los
calvinistas sus derechos civiles y el respeto a su religión (tolerancia y libertad
de culto); en 1628 en Gran Bretaña se consagra el régimen de los derechos
“The bill of rights” consagrando el Habeas Corpus; luego se presenta la
declaración de independencia de las colonias en Norteamérica en 1776 y la
Revolución Francesa de 1789, donde se proclama la Declaración Universal de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

El discurso en torno a unos derechos básicos de todos los hombres aparece


entonces en un momento específico, no como un producto abstracto de una
reflexión racional sobre el individuo, sino como respuesta a situaciones
concretas en los que estos sentían amenazadas las condiciones para su
existencia, surgiendo así la necesidad de definir unos bienes primarios y
abogar por su respeto, bienes primarios considerados de vital importancia para
la humanidad. Estas reivindicaciones (del latín res, rei, cosa, interés, hacienda
y vindicare, reclamar, “reclamo de una cosa basado en una razón o motivo para
recuperar lo que a uno le pertenece”1), en primera instancia van dirigidas al
Estado por ser este la estructura funcional que ostenta el poder y por tanto el
obligado a brindar seguridad y las condiciones mínimas de existencia digna.

De igual manera han sido concebidos los derechos humanos como todos
aquellos atributos y facultades que le permiten a la persona reclamar cuanto
necesita para vivir de manera digna, y cumplir los fines propios de la vida en
comunidad, o como un conjunto de principios de aceptación universal,
reconocidos constitucionalmente y garantizados jurídicamente, orientados a
asegurar al ser humano su dignidad como persona en su dimensión individual y
social, material y espiritual. Estos atributos son integrales, ya que no se puede
respetar unos e irrespetar otros, no son transferibles; no admiten negociación
alguna ni renuncia; son derechos adquiridos para toda la vida del ser humano y
generan una serie de deberes que implican determinadas conductas hacia los
demás. Conviene dejar claro que las declaraciones de derechos fundamentales
son relativamente nuevas, varían en distintos momentos y lugares y están
basadas en las demandas humanas de libertad, dignidad y reconocimiento.

Pareciera que entre conflicto y derechos humanos hay una lógica relación pues
en la eterna lucha por el logro de recursos vitales, la imposición sobre el otro o
la mera voluntad de poder, los derechos fundamentales del hombre se ven
transgredidos y dan lugar al surgimiento de movimientos sociales y
contestatarios que de distinta manera reivindican sus derechos al
reconocimiento de la dignidad, la libertad e igualdad y las condiciones
materiales básicas de existencia, convirtiéndose en ocasiones éstos, en nuevos
factores de poder generadores de conflicto y nuevas violaciones de derechos
humanos.

1
Diccionario Hispánico Universal: Léxico A-Z. 16 Ed. México: W.M. Jackson. 1971. p. 1217.
Siendo evidente que son derechos inherentes al ser humano desde que éste se
constituye como tal, en la antigüedad y luego en la edad media se hacía
mención de ellos en las teorías generales del derecho natural (clásico y
teológico); ya Santo Tomás de Aquino, para referirse sobre importancia de la
vida humana y la ilicitud del suicidio, escribía tres razones en su Suma
teológica: “primera, porque todo ser se ama naturalmente a sí mismo, y a esto
se debe el que todo ser se conserve naturalmente en la existencia de modo
que el que alguien se dé muerte va contra la inclinación natural. Segunda,
porque cada parte, en cuanto tal, pertenece al todo; y un hombre cualquiera es
parte de la comunidad (...). Tercera, porque la vida es un don divino dado al
hombre y sujeto a su divina potestad, que da la muerte y la vida. Y, por tanto, el
que se priva a sí mismo de la vida peca contra Dios”2.

Posteriormente en la modernidad y con el Derecho Natural como referente


(Iusnaturalismo deontológico*) la argumentación en favor de los derechos
propios del hombre ha adoptado diferentes nociones al momento de entrar a
definirlos: derechos fundamentales, derechos humanos, derechos subjetivos,
derechos libertarios, igualitarios, solidarios. Sea cual fuere la denominación que
se de a los derechos de los seres humanos, es claro que tales prerrogativas
tienen su raíz y sus cimientos en realidades jurídicas anteriores y superiores al
Estado y al ordenamiento positivo, los derechos humanos surgen de la
dimensión jurídica natural de la persona. Todo hombre es titular de los
derechos humanos porque es persona, porque desde la concepción hasta la
muerte está llamado a ser el protagonista de lo jurídico. “Los derechos
fundamentales son derechos humanos originarios, existencias jurídicas
formuladas a priori por la dignidad humana que simultáneamente cumplen tres
finalidades, pues al mismo tiempo se ordenan a favorecer el desarrollo integral

2
Tomás de Aquino, Santo. Suma teológica. Citado por: RUIZ MIGUEL, Alfonso. Una filosofía
del derecho en modelos históricos. Madrid: Trotta, 2002. p. 127.
*A diferencia de la concepción griega y romana en la cual derecho y moral tenían el mismo
significado e implicaciones, en la modernidad una cosa preceptúa la moral y otra cosa
preceptúa el derecho, los criterios que se exponen en muchas teorías privilegian la eficacia
frente al poder que el cumplimiento de preceptos morales ideales.
de la persona, a temperar el ejercicio del poder político y a conseguir la plena
realización del bien común. Todos ellos tienen un rasgo de supremacía
irresistible que permite llamarlos absolutos, en cuanto constituyen poderes de
acción cuyo respeto se impone universalmente”3.

La teoría ha elaborado una categorización de Derechos Humanos atendiendo


el ámbito de aplicación, sea que se dirijan al individuo, a la sociedad o al
colectivo, denominándolos Derechos Humanos de primera, segunda y tercera
generación. Los derechos de la primera categoría son reivindicados por las
grandes revoluciones burguesas y abarcan las libertades propias de la tradición
liberal: libertad de conciencia, pensamiento y expresión, libre desarrollo de la
personalidad, libertad de circulación por el territorio, libertad de reunión,
asociación y manifestación pública, derecho a no ser molestado por creencias
o prácticas religiosas, derecho al uso y goce exclusivo de algunos bienes,
derecho de cada ciudadano a escoger su trabajo y emplear su tiempo libre de
manera autónoma, buscando la felicidad a su modo. Estos derechos están
ligados a una concepción “negativa” de la libertad, concebida como ausencia
de toda interferencia en el espacio autónomo del individuo. Es característico en
los autores de la época concebir el Estado como factor limitador de los
derechos humanos cuando degenera en totalitarismos y absolutismos. El
sagrado derecho de la Libertad individual debe ser defendido de las
intromisiones e imposiciones del Estado. Además en los derechos de primera
generación se incluyen también los derechos políticos o derechos de
democracia, que le abren al ciudadano la posibilidad de participar en la
actividad legislativa y en la dirección del Estado.

Con los derechos de segunda generación las reivindicaciones se desplazan


hacia el terreno económico y social, lo que produce también una modificación
sustancial en las relaciones entre derechos y poder. El Estado deja de ser

3
MADRID MALO-GARIZÁBAL, Mario. Estudios sobre derechos fundamentales. Bogotá: Tercer
Mundo, 1995. p. 16. (Serie Textos de divulgación; No. 11).
percibido como algo peligroso y amenazante que por garantizar unos derechos
restringe otros (piénsese en el Leviatán de Hobbes), para transformarse en la
instancia positiva encargada de satisfacer las demandas de salud, bienestar y
dignidad de todo ser humano. Ya en la declaración de los derechos humanos,
fruto de la revolución francesa, encontramos referencia a estos derechos
(derecho a la igualdad), pero adquieren verdadera preponderancia con la
“revolución rusa de octubre” y la declaración de los derechos humanos de la
O.N.U en 19484.

Los derechos humanos de tercera generación también denominados derechos


de la solidaridad o derechos colectivos, son peculiares de estos tiempos y
necesidades, puesto que versan sobre asuntos que hasta hace poco no
preocupaban a individuos y gobiernos: la calidad en los bienes y servicios, el
medio ambiente, la salubridad pública y el patrimonio común de la humanidad.
Cabe anotar que estos derechos han sido interpretados como los derechos
paradigmáticos de los países del tercer mundo con economías e ideologías
mixtas en desarrollo. Finalmente, se ha venido incorporando a la
categorización de derechos anotada, un nuevo tipo de prerrogativas que para
algunos constituyen los denominados derechos de la cuarta generación, sobre
los que la teoría apenas comienza a considerar, que aluden al desarrollo
tecnológico en genética e informática.

Se ha progresado, pues, de un concepto liberal e individualista clásico, en


procura de consolidar la libertad–autonomía al fijar campos vedados a la
intervención estatal para garantizar una órbita de la autonomía privada
(oposición al totalitarismo) a una concepción moderna, de aliento democrático
y fuerte inspiración socialista, cuya idea central es la igualdad y la participación
como fuentes del poder político (oposición a la autocracia). Y en la tercera
generación se persigue la preservación de la especie humana en colectivo,

4
PAPACCHINI, Angelo. Filosofía y derechos humanos. 3ª ed. Cali: Universidad del Valle, 1997.
p. 47.
razón por la que se habla de derechos de la solidaridad, porque son oponibles
al Estado y exigibles de él, pero que no pueden ser realizados sino por la
acción solidaria de todos los actores del juego social5. Desde su surgimiento,
los derechos humanos han tenido como sus titulares a todos los individuos de
la especie humana, sin importar su raza, sexo, status social o nacionalidad.
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos,
significando esto que no pueden ser instrumentalizados ni humillados gracias a
su condición de sujetos morales autónomos.

Para dimensionar los problemas que se ciernen sobre el asunto de los


Derechos Humanos, basta mencionar que es posible encontrar en situaciones
de agresión flagrante de ellos, que para el sujeto que juega el papel activo de la
conducta no se está cometiendo violación alguna de derechos, en razón de que
la víctima no participa de su privilegiada naturaleza humana; es decir, es
plausible pensar en un tipo específico de seres humanos que se considera
ontológicamente superior a otro tipo de seres humanos, o mejor y para ser
coherentes, pseudohumanos. Siguiendo a Richard Rorty, además de la
distinción humano-animal, hay otras dos formas principales en las cuales
nosotros, humanos paradigmáticos, nos distinguimos de los casos fronterizos:
La distinción entre adultos-niños y entre hombre–mujer 6 . Nótese en lo
establecido, que conflicto y derechos humanos van aparejados, es en medio de
los principales conflictos de la historia cuando las grandes declaraciones en pro
de los derechos se manifiestan.

Desde el primer momento en que se concibió para los derechos humanos la


característica de universalidad, surgieron duros críticos que sólo veían en ellos
los derechos exclusivos del pueblo francés (desconociendo que el cambio
ideológico, intelectual y político que vivió la humanidad en la edad moderna

5
RAMÍREZ BASTIDAS, YESID. El derecho ambiental en Colombia. 2ª ed. Bogotá: Ediciones
Jurídicas Gustavo Ibáñez, 1996. p. 48.
6
RORTY, Richard. Derechos humanos: Racionalidad y sentimentalidad. Citado por: SHUTE,
Stephen y HURLEY, Susan. De los derechos humanos. Madrid: Trotta, 1993. p. 117-136.
logró que con la revolución francesa estos derechos adquirieran una dimensión
universal por los efectos que aquel acontecimiento produjo en el mundo). En la
actualidad, algunos teóricos del multiculturalismo los restringen únicamente a
occidente.

Otro asunto de vital importancia en torno a los derechos humanos es que estos
no se quedan en meras aspiraciones morales o declaraciones de intenciones,
encontrando respaldo en sistemas normativos, por ejemplo: la Declaración de
los derechos humanos de las Naciones Unidas de 1948, el pacto de San José
de Costa Rica (Derechos económicos, sociales y culturales), la carta de la
tierra y las constituciones contemporáneas. En el ámbito nacional, la parte
dogmática o filosófica de nuestra Carta Política consagra los principios y
derechos fundamentales que sirven de modelo de actuación al legislador en el
proceso de creación de la ley y a los demás operadores del derecho que se
basan en ellos para realizar los juicios de constitucionalidad de las demás
normas integrantes del ordenamiento jurídico.

Para finalizar esta introducción, no puede dejarse de lado la afirmación de que


es el Estado el destinatario principal de las demandas de los derechos
humanos. Al momento de exigir el cumplimiento y la plena vigencia de éstos,
los individuos deben acudir a la instancia que perciben como responsable de
un estado de cosas desagradables e injustas, o como el poder liberador capaz
de asegurar la supresión de las penurias y las molestias. Se apela al Estado de
Derecho como instancia que posee el monopolio de la coerción, para la
protección de la ya mencionada libertad negativa, y al Estado Social de
Derecho para asegurar las condiciones necesarias de una vida digna. Pese a lo
anterior, instituciones intermedias de la sociedad civil como son los gremios,
sindicatos, universidades, asociaciones religiosas, organizaciones no
gubernamentales, van compartiendo cada vez más con la institución estatal
tanto el esfuerzo por detener la violencia, como el compromiso de solidaridad
con los más necesitados.7 Pragmáticamene Norberto Bobbio proponía dejar
de lado las discusiones teóricas y las aporías conceptuales y de
fundamentación para pasar al terreno de la acción efectiva y respetar la
vigencia indiscutible de unos lógicos derechos fundamentales.

De esta manera y después de abordar las características que consideramos


propias de los derechos humanos y su historia, podemos transcribir, por
considerarla acertada, la definición que sobre los mismos hace el profesor
Angelo Papacchini: “Los derechos humanos son reivindicaciones de unos
bienes primarios considerados de vital importancia para todo ser humano, que
concretan en cada época histórica las demandas de libertad y de dignidad.
Estas reivindicaciones van dirigidas en primera instancia al Estado, y están
legitimadas por un sistema normativo o simplemente por el reconocimiento de
la comunidad internacional8”.

1.2 TRADICIONES DE DERECHOS HUMANOS

Los distintos tipos de derechos han encontrado a lo largo de la historia apoyo y


promoción en las teorías políticas que han dado en llamar clásicas. En éstas se
privilegian unos derechos sobre otros por la función que llegarán a cumplir en
pos de intereses específicos. Para la presente monografía no es preciso
ahondar en detalles teóricos por la brevedad exigida, por tanto sólo se hará una
breve alusión del tema que se introduce, mencionándose la postura que tienen
al respecto de los derechos humanos la tradición liberal, la tradición socialista y
la demócrata.

1.2.1 TRADICIÓN LIBERAL. Para los teóricos liberales como Jhon Locke,
Benjamin Constant, Alexis de Toqueville y Jhon Stuart Mill, el supremo valor
humano está constituido por la libertad individual que ningún poder puede

7 PAPACCHINI, Op. Cit., p. 53.


8
Ibid., p. 43.
vulnerar. Como se mencionó en la introducción, se busca defender la libertad
individual de las intromisiones e imposiciones del Estado ostentador del poder;
es lo que se conoce como libertad negativa, la libertad de hacer o ser del sujeto
sin intervención de nadie más (despliegue de la autonomía moral), logrando
con ello la consolidación de garantías eficaces para lograr la defensa de un
espacio vital de movimiento formando barreras resistentes a las interferencias
que puedan presentarse en contra de sus expectativas de realización personal,
desarrollo de sus capacidades y el goce de su propiedad. Esta no intromisión
consiste en que mis derechos dejan de serlo cuando perjudican los derechos
de los demás; la autorregulación y la reciprocidad son necesarias para que
cada sujeto disfrute de sus derechos y permite superar aparentes paradojas
como la violación del derecho de libertad al individuo que vencido en juicio
resulta condenado a pena de prisión.

Los derechos propios de la tradición liberal son los que garantizan la iniciativa y
la independencia de los individuos frente a la sociedad y el Estado. El derecho
a la vida encabeza la lista, ya que sin éste los demás derechos y libertades no
son posibles, por tal razón ha recibido la denominación de derecho continente.
También se encuentra dentro de esta categoría de derechos el concerniente a
la integridad física y moral que condena cualquier tipo de violencia (tortura,
desaparición, reclusión arbitraria, tratos inhumanos) y se exige del Estado un
deber de garantizar a los ciudadanos seguridad para sus vidas y bienes. Del
mismo modo se consagra el derecho a la intimidad y su respeto: buen nombre,
reputación, dignidad, y el derecho a que la propiedad como desarrollo de la
libertad personal cuente con una protección por parte del Estado. Al mismo
tiempo se encuentran los derechos que se han desarrollado a partir de la
Ilustración, en la cual se exige por parte del sujeto el respeto de su libertad,
como son la libertad de conciencia religiosa, libertad de pensamiento y
expresión y el derecho a organizar la vida privada de cada uno. Se reitera que
el único obstáculo al goce de estos derechos esta representado
exclusivamente en la protección y garantías de los iguales derechos de los
demás.

El Estado se concibe como la necesidad de un poder público que asegure la no


interferencia y la coexistencia pacífica entre sujetos libres, un Estado que
garantice dichas libertades genera las condiciones necesarias para que las
capacidades individuales se desplieguen. El temor específico de pensadores
como Constant y Mill, es la concentración de poder excesiva a la que tiende el
Estado y la sociedad sobre el individuo. El poder absoluto entonces es el mal
radical. Los límites hasta los que puede llegar el Estado frente al individuo
“están claramente marcados por unos eternos principios de justicia y por ciertos
derechos individuales originarios. Los ciudadanos poseen derechos
individuales e independientes de toda autoridad social o política, y cualquier
autoridad que viole esos derechos es ilegítima. Los derechos de los
ciudadanos son: la libertad individual, la libertad religiosa, la libertad de opinión
que comprende el derecho a su libre difusión, el disfrute de la propiedad, la
garantía contra todo acto arbitrario. Ninguna propiedad puede atentar a esos
derechos sin renunciar a su propio título”9. Constant mira con sospecha a
Rousseau y a su idea de la voluntad general, argumentando que ésta puede
ser utilizada por otros para justificar un Estado desmedido en fuerza, un poder
inmenso en el cual bajo la figura de la asamblea popular se llega a un
totalitarismo absoluto al estilo del Leviatán de Hobbes.

Para estos pensadores de la tradición liberal, el peligro de mayor entidad al que


se vería reducido el individuo es el estado absoluto y totalitario, y la limitación
del sagrado derecho de la propiedad privada. Es importante anotar que para la
teoría liberal clásica, la defensa de los derechos políticos pasa a segundo plano
puesto que quedan subordinados al derecho de propiedad: sólo del propietario
pueden predicarse los derechos civiles y políticos, los sistemas políticos

9
CONSTANT, Benjamín. Principios de política. Citado por: PAPACCHINI, Ibid., p. 85.
liberales fueron limitados democráticamente por la exclusión del sufragio y la
ciudadanía de las mujeres y los no propietarios.

Es evidente que ante el gran despliegue liberal de defensa de la propiedad


privada, los derechos económicos y sociales, o peor aún, la solidaridad social
queda relegada. La asistencia a los pobres es más un asunto de caridad, que
de derechos. A juicio de los críticos, el asunto planteado constituye el punto
más flaco de la tesis del liberalismo sobre los derechos y puede esgrimirse que
“el individuo, a quien el liberalismo se ha esforzado en proteger está siempre,
por así decir, en libertad de adquirir su propia libertad en la sociedad liberal;
pero el número de quienes tienen a su disposición los medios de adquisición,
nunca ha formado más que una minoría dentro de la humanidad. El desarrollo
del liberalismo está ligado inevitablemente a los azares de la propiedad. Los
fines a los que sirve son accesibles sólo a la clase poseedora. Fuera de este
reducido círculo, el individuo, cuyos derechos defiende con tanto celo, ha sido
siempre una abstracción, a la que es imposible beneficiar plenamente con sus
ventajas”10.

Finalmente sobre la tradición liberal de los derechos humanos, conviene


recordar que para el teórico de la economía Adam Smith las reivindicaciones
de justicia social no deben dirigirse al Estado sino al mercado, la libertad
económica se convierte en condición del desarrollo social pero la distribución
no conoce la equidad.

1.2.2 TRADICIÓN SOCIALISTA. La libertad en la tradición socialista es


entendida como la posibilidad real de satisfacer necesidades materiales y
espirituales básicas; la liberación de la miseria y del hambre para lograr el
desarrollo de una vida humana plena. Es el Estado quien debe buscar la
redistribución equitativa de los bienes y propiedades para obtener el derecho a

10
H. LANSKI. El liberalismo europeo. Citado por: PAPACCHINI, Ibid., p. 94.
una vida digna. Aquí el derecho a la vida es de gran importancia, aunque va
más allá de la integridad física; aquí se busca garantizar los medios materiales
de existencia que permitan el acceso a bienes primarios (alimentación, vestido,
vivienda), se presenta la necesidad de mejorar los métodos de producción por
parte del Estado y el llamado a los países más ricos a asumir una distribución
equitativa de los alimentos mundiales según las necesidades.

La tradición socialista encuentra sus raíces en las ideas de Tomas Moro y de


Tomas Campanella basadas en las utopías; construcciones ideales de
comunidad y seguridad de cada individuo frente a sus necesidades primarias.
Cada sujeto recibe de acuerdo con su propio oficio y condición, siendo éstos
los resultados del esfuerzo, de la actividad y de la racionalidad humana. Moro
en su texto Utopía hace un especial énfasis en la necesidad de suprimir la
propiedad privada para lograr la justicia distributiva predicada por Aristóteles y
así erradicar la pobreza, Campanella por su parte en la Ciudad del Sol hace
un elogio al trabajo con el cual se enaltece la naturaleza humana y la
necesidad de un sistema comunitario en el cual la renuncia individual se ve
recompensada en la cantidad de bienes para toda la comunidad.

En este sentido es necesario recordar que se propugna por el reconocimiento


de las mínimas condiciones de existencia que son resultado del esfuerzo y del
trabajo colectivo, trabajo éste que se constituye en condición necesaria para la
armónica existencia individual y social. Es importante aquí recalcar sobre el
trabajo que para los socialistas constituye un derecho y sólo es visto como una
carga insoportable cuando el trabajador o proletario es explotado y alienado por
el dueño de los medios de producción. (En Grecia el trabajo era considerado
por los aristócratas una maldición, pues preferían el ocio creativo).

Del derecho a la vida se desprende el derecho al trabajo, con el trabajo se


condena el ocio y se da una valoración de la productividad, se mantiene una
buena autoestima y la dignidad de no recibir asistencia privada o pública, se
reclaman garantías para encontrar un trabajo productivo y conservarlo, el
acceso a la formación técnico-profesional para competir con talentos y méritos,
el derecho a la huelga, condiciones sanas y jornadas de trabajo de acuerdo a
sus capacidades físicas y mentales y también espacios para el descanso y el
tiempo libre. Para lograr todo esto se requiere por parte del Estado reducir la
tasa de desempleo y proteger al obrero de tratos inhumanos y arbitrarios, al
igual que legislar equitativamente el tema de los salarios.

Constituye un axioma socialista considerar que los individuos son sujetos de


necesidades materiales y culturales, o en palabras de Papacchini: “Tan
importante como la supervivencia física y la alimentación del cuerpo resulta la
alimentación, por medio de la cultura, de la vida espiritual, condición
indispensable para el goce pleno de la libertad y de los derechos. Puesto que
las diferencias de saber engendran o ratifican diferencias de poder, al reducir
de hecho a unos pocos el pleno disfrute de los derechos políticos o civiles, la
consigna de una instrucción para todos adquiere una importancia básica para
el conjunto de los derechos humanos. (…) Con la enunciación de los derechos
sociales el individuo se ve autorizado a exigir al Estado no solamente la
protección de su vida y bienes, sino también los medios que aseguran las
condiciones materiales de posibilidad para su derecho a la vida y a la cultura.
Puesto que el fin de la sociedad es la felicidad común, la acción del Estado
tiene que tratar de asegurarles a todos los medios mínimos y las condiciones
de posibilidad para una existencia medianamente dichosa”11.

Otro punto de capital importancia para los socialistas lo constituye la propiedad


privada que va unida a la división de la sociedad en clases, la aparición de los
antagonismos -luchas- de clase y nacionales. La propiedad privada hace que la
forma de la propiedad dominante condicione la supremacía de una clase
determinada. Para los socialistas llegará un momento en el cual la propiedad
privada desaparecerá y con ella el egoísmo y la miseria humana. “Una vez que

11
Ibid., p. 109- 110.
en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase y se
haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el
poder público perderá su carácter político. El poder político, hablando
propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra.
Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se constituye
indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte en clase
dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas
relaciones de poder, suprime, al mismo tiempo que estas relaciones de
producción, las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de
las clases en general, y, por tanto, su propia dominación de clase. En
sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y antagonismos de
clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno
será la condición del libre desenvolvimiento de todos”.12 La relación conflicto-
derechos humanos no podría ser más evidente en esta tradición, obsérvese
incluso la particular terminología utilizada: lucha de clases, egoísmo,
antagonismo, clases sociales, materialismo dialéctico.

Encontramos en el socialismo contradicciones en torno a la idea de los


Derechos Humanos: así como se les asigna indiscutible importancia en relación
con la libertad socialista, también se les denuncia como privilegios burgueses
disfrazados. En consonancia con la dialéctica materialista la humanidad se ve
dividida en clases sociales y sólo los individuos pertenecientes a la clase social
dominante serán los poseedores de derechos humanos, situación que se
explica acudiendo a la tesis del economicismo jurídico en la cual la economía
es la base real sobre la cual se levanta la superestructura jurídica y política y a
la que corresponden determinadas formas de conciencia social o en otras
palabras el derecho es creado por los burgueses en pos de su interés de clase.

Curiosamente en la declaración de derechos de 1789 la igualdad no fue


considerada como derecho básico, adquiriendo exclusivo protagonismo la
12
MARX, Kart y ENGELS, Friedrich. El manifiesto del partido comunista. Madrid: Sarpe,
1983.p. 49.
libertad; fue en la declaración jacobina de 1793 donde la igualdad adquirió
categoría de derecho fundamental, natural e imprescriptible. Ya Rousseau
expresaba que la igualdad es condición de existencia de la libertad. Antes que
igualdad frente a la ley se requiere igualdad de medios; la idea de igualdad es
entendida desde Aristóteles como una forma de justicia, ya el estagirita
anotaba en la Ética Nicomaquea “parece que es injusto el transgresor de la ley,
pero lo es también el codicioso y el que no es equitativo; luego es evidente que
el justo será el que observa la ley y también el equitativo. De ahí que lo sea lo
legal y lo equitativo (= igualitario), y lo injusto, lo ilegal y lo no equitativo.”13 La
justicia según la igualdad se condensa en la conocida fórmula de “Lo igual para
los iguales, y lo desigual para los desiguales”.

Marx defendía el ideal de una vida humana digna y plena en la cual la libertad
solidaria*, el respeto mutuo y la no-instrumentalización** son realidades
necesarias para lograr el ideal de dignidad. Sostiene que es necesario destruir
las relaciones que se basan en explotación e instrumentación de unos hombres
por parte de otros para entrar a redefinir algunos de los derechos proclamados
por las revoluciones burguesas pero siempre en sentido socialista: “La primera
tarea en una organización distinta de la sociedad debería consistir por lo tanto
en asegurar a todos el acceso a los medios para poder vivir, la asistencia
contra el hambre, la miseria y la desnutrición”14.

Las últimas tendencias de esta tradición a finales del siglo anterior proponían el
Estado Social de Derecho como el mecanismo adecuado para lograr que las
necesidades se conviertan en auténticos derechos que pueden ser reclamados

13
ARISTÓTELES. Ética Nicomaquea (1129b). Citado por: RUÍZ MIGUEL, Alfonso., Op. cit. p.
35.
* En donde se pasa de una libertad restringida a una forma más rica de humanidad o a una
forma de superación de la libertad burguesa.
** Desarrollo del imperativo categórico kantiano en su tercera fórmula que en términos menos
abstractos significa que el ser humano por su condición de ser digno no puede ser utilizado
como cosa o herramienta de nadie, pues es fin en sí mismo y no medio.
14
PAPACCHINI ,Op. Cit., p. 121-122.
por parte del individuo al Estado y que además se goce de la seguridad de la
integridad y el respeto por la vida privada. Esto se logra con el apoyo de los
ciudadanos al participar en el desarrollo de los planes sociales, es un no dejar
solo al Estado frente al tema de la solidaridad social. Es así entonces como en
esta tradición los teóricos de los países socialistas han venido defendiendo el
valor prioritario de los derechos humanos de segunda generación, es decir, los
derechos sociales, económicos y culturales, con especial énfasis en el derecho
al trabajo*, además, casi todos ellos han venido insistiendo en la necesidad de
relacionar la problemática de los derechos humanos con las posibilidades y el
poder real para llevarlos a la práctica, al igual que en la importancia que
revisten las condiciones materiales para que derechos y libertades no se
reduzcan a simples deseos o aspiraciones.

1.2.3 TRADICIÓN DEMÓCRATA.

La tradición demócrata concibe la idea de libertad como participación en el


poder, como manifestación de la voluntad general; el individuo necesita su
autonomía pero reclama una participación como ciudadano frente a la política y
al espacio público, el Estado es el reflejo de la sociabilidad. Se destaca el papel
del ser humano como ciudadano y privilegia por consiguiente los derechos de
participación política o derechos de la democracia. Según esta tradición, “los
verdaderos derechos del hombre son los derechos del ciudadano como
derechos políticos de participación en el poder, que de un lado suponen los
derechos de libertad, y del otro garantizan, por su misma existencia, la toma
en cuenta de las exigencias de solidaridad o de hermandad15”. Lo que significa
que toda persona tiene pleno derecho a ser ciudadano de una comunidad
política; algo que supone como condición, en las actuales circunstancias de la
humanidad, que la comunidad a la que pertenece -pueblo o nación- tenga un

* Paradójicamente en nuestra Constitución Política en el artículo 25 se ubica este derecho


dentro de los derechos fundamentales y no es exigible vía tutela, porque esto depende del
comportamiento de la economía.
15
Ibid., p. 141.
suficiente grado de autonomía política, que no tiene por qué traducirse
necesariamente en un Estado independiente, sino que puede apuntar (y hoy
parece ésta una salida que debe ser explorada) hacia formaciones
supranacionales amplias con autonomías coordinadas en diversos aspectos16.
Los derechos políticos se requieren para organizar la participación de las
personas en asuntos públicos que implican el compromiso de toda la sociedad.
En este grupo de derechos se encuentran entre otros el derecho a elegir y ser
elegido; el derecho a ocupar cargos públicos; el derecho a la libre asociación
política y sindical. Se busca que el individuo abandone un poco su
individualidad y se sume al compromiso de elaborar la ley y de ejercer el poder
como consecuencia de una voluntad general*. “En lugar de destruir la igualdad
natural, el pacto fundamental sustituye al contrario una igualdad moral y
legítima a la desigualdad física que la naturaleza pudo haber establecido entre
los hombres, quienes pudiendo ser desiguales en fuerza o en talento, se hacen
iguales por convención y por derecho.17”

Lo que se pretende lograr en esta tradición es que hay un mismo interés en


conseguir que el gobierno funcione y funcione bien, ya que a todos los
ciudadanos los afecta directamente el tipo de administración que se adopte.
Además se mira la democracia como el medio más seguro y eficaz para
resolver conflictos sociales sin llegar a la violencia. En desarrollo de la idea
kantiana expresada en “La paz perpetua”, de que entre estados democráticos
no hay declaraciones de guerra.

16
ETXEBERRIA, Xavier. El reto de los derechos humanos. Colección cuadernos F y S.
Santander: Sal Terrae, 1994. p. 13.

* Tal como lo sostiene Rousseau en su contrato social, en el que la libertad del ciudadano se
entiende como autonomía política y participación en las decisiones públicas, cuando se es
parte activa de la voluntad racional: legislador, soberano y ciudadano en compañía de los
demás.
17
ROUSSEAU, Juan Jacobo. El contrato social. Medellín: Edilux, 1989, p. 28
1. 3 CONTRASTE

Luego de repasar de manera muy sucinta lo propio acerca de las generaciones


y las distintas tradiciones de derechos humanos, es claro que el ambiente en el
que se desenvuelven todas es de constante divergencia de intereses humanos
que persiguen el logro de objetivos específicos. La tradición liberal concentra
su atención en las libertades que sirven de talanquera a la interferencia estatal
en la autonomía individual, la socialista de manera pragmática privilegia la
igualdad que se concreta en acceso equitativo a los medios materiales y
finalmente la tradición demócrata afinca sus esfuerzos en la participación
política del ciudadano.

Dada la escasez, la finitud de los recursos y la creciente acumulación de


capital, quizá lo más difícil de alcanzar sin mediar un nuevo acuerdo* será
proporcionarle a la totalidad de los individuos una base material que garantice
condiciones dignas de existencia, sólo sobre la cual podrán soportarse
derechos que garanticen el pleno desarrollo humano. La propuesta entonces es
superar las tensiones que puedan generarse entre tradiciones asumiendo que
los distintos derechos por ejemplo libertad e igualdad deben articularse, pues
sin uno el otro no garantiza el respeto por la dignidad humana. “La base
absoluta de los derechos de primera generación es la posibilidad de libertad,
pero su puesta en práctica depende de determinadas condiciones materiales
de existencia, y es precisamente aquí, como condiciones de libertad, donde
encuentran su verdadero sentido los derechos sociales, siempre relativos al
momento histórico y siempre perfectibles; más obvios y aprehensibles que el
absoluto de libertad, pero también más ambiguos, porque pueden ahogar la
raíz viviente de los derechos humanos, en una filantropía del bienestar y
debilitar el absoluto de la libertad desde la confusa relatividad de los deseos
que, aunque sometidos a la finitud, tienden a lo infinito. Mientras se evite caer
en esos riesgos, es evidente que el ejercicio de la libertad requiere
determinadas condiciones, como son la ausencia de ciertas restricciones y de
necesidades acuciantes; condiciones que deben ser reclamadas sobre todo
para los miembros más débiles de la sociedad. De este modo no se da la
oposición entre derechos civiles y sociales: las así llamadas libertades formales
y materiales se necesitan mutuamente, cada una como condición de la otra”18.

* Siguiendo a Rawls puede denominarse “justicia en equidad” en desarrollo de su teoría de la


justicia social que establece un pacto social con velo de ignorancia que garantiza la equidad.
18
VV. AA. Los fundamentos filosóficos de los derechos humanos. Citado por: ETXEBERRIA,
Op Cit., p. 8.
2. LOS DERECHOS HUMANOS EN COLOMBIA

El tema de derechos humanos en Colombia que presenta notable especialidad


a raíz de la situación violenta generalizada y prolongada, ha generado en los
últimos tiempos infinidad de análisis, conjeturas y conclusiones que dependen
de la posición ideológica y el rigor con el que los observadores asumen la
cuestión. Nuestro país se ha preciado de poseer una larga y profunda tradición
democrática a lo largo de su historia y se ha convertido en paradigma de
comportamiento político. A comparación de otros países del hemisferio que
afrontaron en las décadas de los 70 y 80 radicales dictaduras, conflictos
externos armados como la declaratoria de guerra entre Perú y Ecuador o los
cierres en el Congreso y los bruscos y acelerados cambios en el Ejecutivo en
este último y Argentina, Colombia se ha mantenido en el marco de la
legitimidad y el funcionamiento de las instituciones estatales y de la empresa
privada se desarrolla en algunos casos en relativa normalidad. Pese a lo
anterior, el país afronta uno de los conflictos políticos y sociales más agudos y
prolongados del planeta, cuestión esta que no es desconocida en la presente
monografía y que determinará el camino de investigación. Pasaremos entonces
a establecer una relación de los conceptos que en torno a los derechos
humanos pueden encontrarse en la Constitución Política y las instituciones más
representativas.

En el capítulo primero del título segundo de la Constitución Política, (que


integra la parte dogmática o filosófica), se establece lo concerniente a los
derechos individuales o de libertad y se les denominó derechos fundamentales,
pero resultaría equívoca y arbitraria la pretensión de reducir los derechos
básicos de los colombianos a los consagrados entre los artículos 11 y 41 de la
Carta, puesto que en capítulos siguientes se consagran los derechos sociales o
de la igualdad y los derechos colectivos y del medio ambiente que también
tienen carácter esencial. De la lectura del artículo 94 de nuestra Carta Política
puede concluirse que no todos los derechos fundamentales han sido objeto de
reconocimiento expreso por parte del constituyente, manifestándose que “La
Enunciación de los derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los
convenios internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros
que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos.” 19
La Corte Constitucional en amplia jurisprudencia ha definido los derechos
humanos como los que pertenecen a toda persona en razón de su dignidad
humana, independientemente de su ubicación en el cuerpo normativo de la
Constitución. es así como en la sentencia T-406 de 1992 expresó: “Los criterios
que determinan el carácter fundamental de un derecho sobrepasan la
consagración expresa y dependen de la existencia de un consenso histórico y de
una voluntad colectiva en torno de la naturaleza específica de un derecho, con
todas sus implicaciones relativas al contenido esencial, a la conexión con los
principios y a la eficacia directa”20. Es decir, es la sociedad de acuerdo a sus
principios, valores y necesidades quien determina la fundamentalidad de un
derecho y no la plasmación en un texto legal, lo que es reconocido a través de la
jurisprudencia.

La misma Corte, en sentencia T-02 de 1992 estableció varios criterios para


determinar los derechos fundamentales apoyándose en doctrina. Los criterios
principales para determinar los derechos constitucionales fundamentales son dos:
la persona humana y el reconocimiento expreso. El primero contiene una base
material y el segundo una formal21. Para el supremo tribunal constitucional, un
derecho es fundamental cuando se ajusta o por lo menos presenta una de las
siguientes situaciones: Ser reconocido expresamente como tal por la propia
Constitución, es decir estar consagrado taxativamente; tener como sujeto a la
persona humana considerada en cuanto protagonista del orden jurídico, en cuanto
titular de bienes primarios cuyo origen está en la esencia misma del hombre; estar

19
GÓMEZ SIERRA, Francisco. Constitución Política de Colombia. Bogotá: Leyer, 2005, Artículo
94. p. 58.
20
CORTE CONSTITUCIONAL. Sentencia T-406 de 1992. Magistrado ponente: Ciro Angarita
Barón. Bogota: [s.n], 1992,p.12, <disponible en:www.200.21.19.133> [fecha de consulta: Junio 14
de 2006].
21
CORTE CONSTITUCIONAL. Sentencia T-02 de 1992. Magistrado ponente: Alejandro Martínez
Caballero. Bogota: [s.n], 1992,p.21, <disponible en:www.200.21.19.133> [fecha de consulta: Junio
14 de 2006].
enunciado en los instrumentos internacionales que desarrollan las proclamaciones
de la Declaración Universal de 1948; hallarse protegido por el constituyente a
través de una garantía cimera y especial, en cuya virtud las reformas
constitucionales que lo afectaren puedan someterse eventualmente, por iniciativa
popular, al referendo previsto en el artículo 377 de la Constitución; poseer un
núcleo esencial que ni siquiera sea legítimo alterar cuando el Estado ejerce su
derecho de excepción en caso de guerra exterior o de conmoción interior. En otras
palabras, encontrarse amparado por la prohibición constitucional de suspenderlo
mediante decretos legislativos dictados al amparo de los artículos 212 y 213 de la
Carta Política.

“Más necesario y urgente que elaborar un catálogo completo y preciso de los


derechos dotados de fundamentalidad es preocuparse por la real eficacia de las
normas que regulan su amparo y su aplicación, porque la supremacía irresistible
de esos derechos sólo se hace realidad allí donde no se le somete por las
autoridades al regateo, a los vaivenes de la conveniencia pragmática o a la
solapada maniobra reduccionista”22.

El constituyente de 1991 consagró de manera novedosa en el artículo 86 de la


Carta Política la Acción de Tutela, mediante la cual toda persona podrá reclamar
ante los jueces, en cualquier momento y lugar, en procedimiento preferente y
sumario, por sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad
pública. La protección consistirá en una orden para que aquél respecto de quien
se solicita la tutela, actúe o se abstenga de hacerlo. El fallo, que será de inmediato
cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez competente y, en todo caso, éste lo
remitirá a la Corte Constitucional para su eventual revisión. Esta acción sólo
procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo
que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio

22
MADRID MALO-GARIZABAL, Op. cit,. p. 18.
irremediable. En ningún caso podrán transcurrir más de diez días entre la solicitud
de tutela y su resolución. La ley establecerá los casos en los que la acción de
tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave y
directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle en
estado de subordinación o indefensión.

Para superar los conflictos que se suscitan al momento de hacer exigibles


derechos que no se encuentran consagrados en el capítulo de los derechos
fundamentales pero que también son inherentes a la persona humana, como son
los derechos económicos, sociales y culturales, la Corte Constitucional colombiana
esgrimió el argumento de la conexidad, estableciendo que si estos no se
protegen, aquellos no tienen sentido, es así como en la sentencia T-571 de 1992
se expresó: “Los derechos fundamentales por conexidad son aquellos que no
siendo denominados como tales en el texto constitucional, sin embargo, les es
comunicada esta calificación en virtud de la íntima e inescindible relación con otros
derechos fundamentales, de forma que si no fueron protegidos en forma inmediata
los primeros se ocasionaría la vulneración o amenaza de los segundos. Es el caso
de la salud, que no siendo en principio derecho fundamental, adquiere esta
categoría cuando la desatención del enfermo amenaza con poner en peligro su
derecho a la vida”23. No tiene sentido la protección al derecho a la vida sino se
garantiza el de la salud, o el derecho a la libre expresión sin educación.

23
CORTE CONSTITUCIONAL. Sentencia T-571 de 1992. Magistrado ponente: Jaime Sanin
Greiffenstein. Bogota: [s.n], 1992,p.21, <disponible en:www.200.21.19.133> [fecha de consulta:
Junio 14 de 2006].
* En Colombia la organización de las fuentes del derecho que obliga (entiéndase Derecho Positivo)
fue nombrado por la Corte Constitucional como bloque de constitucionalidad a partir de la
constitución de 1991. Dicho bloque está conformado por el texto completo de la Constitución
Política y los actos reformatorios de ésta; las remisiones o reenvíos que se hacen desde el texto
constitucional como lo son el artículo 53 que remite a los convenios internacionales del trabajo
debidamente ratificados, condicionando así la legislación laboral ordinaria; el artículo 93 que
incorpora los tratados y convenios internacionales ratificados por Colombia relativos a los derechos
humanos sumándole a éstos además el carácter netamente constitucional de la materia que
abordan (dignidad humana), tanto así que tienen un trámite legislativo especial (artículo 164 C.N.)
y una prohibición de suspender cualquiera de ellos durante los estados de excepción (artículo 214
C.N.); el artículo 94 que establece la posibilidad de incluir en el bloque de constitucionalidad otros
derechos humanos incluidos en instrumentos internacionales no ratificados por Colombia; el
Finalmente y según lo dispuesto en el artículo 93 de nuestra Constitución Política,
los tratados y convenios internacionales ratificados por el congreso, que
reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los estados de
excepción, prevalecen en el orden interno. Los derechos y deberes consagrados
en la carta, se interpretarán de conformidad con los tratados internacionales sobre
derechos humanos ratificados por Colombia (bloque de constitucionalidad*). En
consecuencia el Acto Legislativo 02 de 2001 adicionó el presente artículo con el
siguiente texto: “El Estado colombiano puede reconocer la jurisdicción de la Corte
Penal internacional en los términos previstos en el Estatuto de Roma adoptado el
17 de Julio de 1998 por la Conferencia de Plenipotenciarios de las Naciones
Unidas y, consecuentemente, ratificar este tratado de conformidad con el
procedimiento establecido en esta Constitución. La admisión de un tratamiento
diferente en materias sustanciales por parte del Estatuto de Roma con respecto a
las garantías contenidas en la Constitución tendrá efectos exclusivamente dentro
del ámbito de la materia regulada en él”24.

artículo 101 que remite a los tratados internacionales sobre delimitación territorial y a los laudos
arbitrales en los que sea parte la Nación ; el artículo 151 que remite a las leyes orgánicas; el
artículo 152 que remite a las leyes estatutarias; el artículo 214 que impone las reglas del Derecho
Internacional Humanitario como límite material para la actuación del ejecutivo durante los estados
de excepción, así como patrón de interpretación de los decretos legislativos dictados en virtud de la
declaratoria de guerra exterior o conmoción interior y finalmente los artículos 376 y 378 que
amplían los parámetros de validez de los actos reformatorios de la Constitución a través de las
leyes de convocatoria. Además de estas normas expresamente consagradas se han utilizado como
instrumentos integrantes del bloque de constitucionalidad el título preliminar del Código Civil y las
normas rectoras de los códigos. Con esta teoría del bloque de constitucionalidad se demuestra la
superioridad del tema de los derechos humanos y la importancia de la Constitución como punto de
partida, situación muy diferente a la que las constituciones anteriores a la de 1991 consagraban en
sus preceptos (ya que el individuo como sujeto de derechos no era tenido prácticamente en
cuenta).
24
GOMEZ SIERRA., Op. Cit., p. 286.

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