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Trabaja a Edipo como héroe trágico.

Un héroe trágico es una persona, generalmente de nacimiento noble.


Esta persona está condenada por el destino, para soportar un gran
sufrimiento. El héroe lucha admirablemente contra este destino, pero
fracasa debido a una falla o error. Edipo, siendo en un principio
hijo de reyes, pasa a ser rey de Tebas, sosteniendo una posición
social elevada. Huye de su destino pues le fue dicho que cometería
parricidio y se casaría con su madre, pero a pesar de sus intentos
no logra escapar de él, irremediablemente termina cometiendo lo que
se le profetiza. Este tipo de protagonista, debe pasar por una
peripecia, una revolución, el cambio de un suceso favorable al
contrario. En la tragedia esto se ve reflejado en la situación de
admiración y respeto que Edipo vivía en un inicio, siendo alabado
como rey de Tebas que en algún momento los salvó de la esfinge, y
como al final se encuentra avergonzado, solo, desterrado y cargando
con la culpa de ser el miasma para Tebas. El héroe trágico siempre
comete el pecado de hybris, el pecado de exceso, es arrastrado por
su carácter arrogante a perpetrar actos que no están permitidos,
sucede a causa del até, ceguera moral o del entendimiento, se le
advierte del error que comete pero lo ignora. En Edipo, el pecado de
hybris se evidencia durante varios momentos, donde se cree superior
que su pueblo e incluso cuando alega que ayudará al Dios. La ceguera
del entendimiento o até, se observa durante el diálogo con Tiresias,
en el transcurso de la acalorada discusión el adivino le revela la
verdad, pero Edipo, ciego, no logra ver lo que Tiresias le devela.
Como protagonista de la tragedia, siempre se le advierte sobre su
destino, siendo rebelde intenta evitarlo creyendo tener el poder de
hacerlo, pero inevitablemente se cumple. Edipo, al enterarse por
medio del oráculo cuál sería su destino, decide huir de Corinto como
medida para evitarlo, pero al final sus esfuerzos fueron en vano
pues termina cometiendo, inconscientemente, lo que el oráculo le
reveló. Esto va de la mano con la característica de libertad, el
héroe actúa y obtiene un resultado que desemboca en una catástrofe,
es la libertad lo que le permite llevar a cabo la lucha por
independizarse de su destino. Lo trágico es que justamente, en su
lucha por liberarse, es lo que hace que el destino se cumpla. Edipo
como héroe trágico, busca evitar su destino, y esa acción es lo que
lo lleva a cumplirlo. A pesar de todo, el héroe trágico, busca
actuar con justicia, en un carácter apasionado y voluntarioso. Edipo
pone su total esfuerzo en hallar la verdad del miasma en Tebas,
además de ser casi una obligación para él por ser el rey, lo toma
personal al sentirse tan unido con su pueblo, en una motivación
sincera y protectora, buscando ayudar a sus súbditos que considera
como hijos. Tras cumplido el destino que se le profetizó, el héroe
trágico, termina en soledad, aislado sin posibilidad de ser ayudado;
Edipo finaliza la obra solo, ciego, avergonzado no sólo de sí mismo,
sino por sus hijos quienes serán señalados por los actos de su
padre. No tiene más remedio que el exilio en soledad, experimentará
el pathos, el sufrimiento.
Edipo: oscilando entre el miasma y el salvador.
El miasma en términos generales es una sustancia que puede ser
animal o vegetal cuando está en descomposición. En la tragedia sería
simbólico, la sangre que tocó el asesino, es lo que hace que sea
impuro y contamine al resto de la ciudad. Esta idea se introduce a
la obra mediante Creón, quien fue enviado al oráculo en busca de
respuestas para solucionar la peste que azotaba a Tebas en ese
momento, siendo la respuesta de los dioses que debían alejar el
miasma que se nutría de su tierra. En actitud de súplica, el pueblo
le reclama a Edipo que los salve, pues frente a ellos él tiene el
rol de salvador, otorgado desde el momento en que los salvó de la
esfinge que proponía el acertijo que solo Edipo pudo resolver. El
sacerdote, que representa a los tebanos, pone a Edipo de testigo
para conmover sentimentalmente, hasta el punto de manipularlo y
exigirle que resuelva la situación. Edipo, como rey de Tebas,
promete encontrar y castigar al asesino, asumiendo nuevamente el rol
de salvador, haciendo referencia a su carácter apasionado y
voluntarioso, lo toma personal al sentirse tan unido con su pueblo,
en una motivación sincera y protectora, buscando ayudar a sus
súbditos que considera como hijos. Sin embargo, Edipo se encuentra
en la ignorancia de que es él mismo a quién promete castigar, pues
es él quién mató a Layo, siendo la peste, la cara material, visible,
física de la mancha moral que contamina a Tebas. A lo largo de la
obra, mientras Edipo desarrolla la investigación para hallar al
asesino, oscila entre ser el salvador y el miasma, cayendo ambas
cualidades en él. Siendo el encargado de indagar profundamente cada
aspecto de lo sucedido para poder salvar a su pueblo, mientras va
atando cabos y encontrando coincidencias con un suceso muy parecido
que protagonizó en su juventud antes de ser el rey de Tebas. El
hecho de que Layo haya sido asesinado a las afueras de Tebas en una
encrucijada de caminos por unos bandidos, se asemeja bastante a el
encuentro que tuvo Edipo, justamente, en la misma localidad, donde
dió muerte a un hombre junto a toda su comitiva. Sin embargo, se
maneja un error en la historia, al referirse a los bandidos se habla
de plural, cuando en realidad fue solo una persona quién cometió el
acto, Edipo. Este dato erróneo retrasará la anagnórisis de Edipo, y
por tanto continuará sembrando las esperanzas en él, creyendo que es
el salvador de Tebas y no su perdición. Incluso en el diálogo con
Tiresias, el adivino le revela la verdad, pero Edipo está demasiado
ciego para verla, experimentando el até. Esta oscilación concluye
con la anagnórisis tardía de Edipo, en la que reconoce todo lo que
ha hecho, se da cuenta de que es tanto el salvador como el misama de
Tebas, y que el castigo que él prometió dictar para el asesino
terminó siendo el sufrimiento que le esperaba enfrentar. Teniendo
que cargar con la culpa de ser el causante del gran número de
desgracias que los tebanos tuvieron que sufrir, desde la muerte de
la vegetación y por consiguiente la de los animales, hasta el
nacimiento de niños muertos. Finaliza la obra solo, ciego,
avergonzado no sólo de sí mismo, sino por sus hijos quienes serán
señalados por los actos de su padre. No tiene más remedio que el
exilio en soledad, experimentará el pathos, el sufrimiento,
permitiendo verla transición de ser el salvador idolatrado, a ser el
miasma que contamina a Tebas.

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