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TEXTOS, EXÉGESIS Y ÁMBITO DE LA HERMENÉUTICA – HUMBERTO AGUILAR

En torno al contexto de la teología fundamental, diversas teologías actuales entran en el ámbito

de la hermenéutica, aunque asumió el rol de disciplina independiente luego el cisma religioso, que

resaltó una preocupación por diversas cuestiones que la llevan a hacerse cargo de los problemas

gnoseológicos, ontológicos y lingüísticos que inundan todo el campo de la teología fundamental.

Por esto no nos limitamos a comprender la teología bíblica como un simple método exegético sino

la interpretación de la Biblia en cuanto la relación entre fe y razón, y la articulación entre historia y

teología, buscando dar un fundamento racional a la comprensión de la palabra revelada.

Desde una perspectiva tradicional la hermenéutica se remonta hasta los rabinos del siglo I,

quienes estructuraron lo que para nosotros es el antiguo testamento, teniendo como detalle

característico la adaptación de las normas a situaciones contemporáneas a los lectores, es decir,

dirigido siempre a la generación que los lee, actualizando los hechos históricos con un mensaje a

los contemporáneos. Sin embargo, en el nuevo testamento encontramos afinidad a la técnica,

pero con un contenido diferente, que hace posible la aplicación de ciertos tipos de hermenéutica

que resultaran paradigmáticos para la exegesis posterior. En San Ireneo, por ejemplo, los pasajes

oscuros de la Biblia tienen que explicarse por los más claros, la regla de la fe que nos es dada

marcará su lectura, para encontrar un sentido fidedigno de la Escritura Sagrada.

Pasando por Orígenes y las controversias entre el sentido literal y el alegórico, San Agustín con sus

principios hermenéuticos de critica textual, literaria y teológica, acompañaron toda la época

medieval, formulando la distinción entre res y signa, para el buen discernimiento entre la

metáfora y la alegoría, sin dejar de lado el sentido literal autentico, procurando defender la

racionalidad de la fe y la credibilidad de la revelación cristiana. En el caso del antiguo testamento


se hace necesario mantener una lectura con espíritu cristiano, para obtener su sentido espiritual,

realzando el valor apologético de las profecías, puesto que junto con el anuncio de Cristo los

profetas habían proclamado también a la Iglesia y su desarrollo entre los pueblos paganos.

San Agustín nos lega la comprensión de la Iglesia como autentica depositaria de los misterios de

Cristo y aquella que da garantía de la verdadera interpretación y enseñanza de las Escrituras,

añadiendo además la tradición oral, atesorada y conservada en la Iglesia igualmente, pues, aunque

no fue escrita, los sucesores de los apóstoles mantuvieron viva su predicación en su mismo

testimonio de vida y en los dictámenes de los concilios posteriores. Volviendo a los aportes del

‘obispo de Hipona’, en cuanto al problema de la interpretación, siguió de cerca a su maestro San

Ambrosio con su ‘interpretación espiritual’ de la Escritura, que le ayudo en su lucha contra los

maniqueos, optando más adelante por un abordaje más crítico del problema.

La gratuidad de la revelación divina dada a través de la mediación humana, resulta para San

Agustín un imperante preocupación por encontrar una correcta y legítima interpretación de la

misma, por eso el interprete tiene una tarea ardua al determinar si la locución que intenta

comprender es de sentido propio o figurado, ya que la oscuridad de las alegorías hacen necesario

empeñarse en tener principios exegéticos claros, para no caer en interpretaciones impropias por

tomar al pie de la letra lo que en realidad está en sentido figurado. Aquí se introduce otro

problema, el de la pluralidad de sentidos en el mismo texto, del cual San Agustín indicará que hay

que ser concorde con la intención del autor sagrado, la interpretación no es subjetiva totalmente,

incluso solo lo admite solo bajo condiciones concretas y limitadas.


El esfuerzo hermenéutico de San Agustín fue enriquecedor en todos los sentidos, pues inclusive no

deja a un lado los aspectos propiamente filológicos, el interprete debe tener un manejo apropiado

del universo conceptual y lingüístico de la Sagrada Escritura. En suma, la Edad Media recoge la

exégesis agustiniana en cuatro sentidos: el literal, dado por el significado de las expresiones de la

Escritura, tomando en cuenta lo antes mencionado; el alegórico, que logra una comprensión más

profunda del hecho llevándolo siempre a Cristo; el moral, que tiene como fin la instrucción, nos

permite obrar rectamente; y el analógico, o también místico, nos deja ver una vía que nos conduce

hacia la eternidad, nuestra morada futura.

La vigorosidad de la palabra revelada, se hace tal en tanto que descubrimos un único mensaje

divino dado por mediación humana, un mensaje que habla a todas las generaciones, cada cual en

su momento de lectura, pero sin perder la esencia del contenido y la intención de su autor, Dios

en su gran sabiduría no puede contradecirse ni mucho menos dar un mensaje confuso, no es lo

mismo un pasaje ‘oscuro’ que una expresión ambigua o confusa, por eso el interprete tiene sobre

sus hombros una responsabilidad mayor que la del autor en sí, pues debe encontrar, sin haber

conocido al autor, el sentido correcto para captar el mensaje que Dios mismo quiso transmitir a

través de él, aportando a la interpretación y comprensión propiamente teológica de la Biblia, y por

lo tanto a una auténtica teología hermenéutica.

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