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Cuando hablamos de procrastinación, nos referimos a posponer o aplazar una tarea importante,

reemplazándola con tareas menos importantes, más fáciles o agradables. No es una forma de
pereza o pereza, sino más bien la dificultad de lidiar con las demandas emocionales que vienen
con una tarea difícil, la procrastinación es un problema emocional. Son distracciones que retrasan
el momento de afrontar actividades que se perciben como dolorosas, desagradables,
desagradables, difíciles, frustrantes, todo lo cual justifica la procrastinación ante un futuro incierto
y condicionalmente lo idealiza. Muchos psicólogos ven la procrastinación como un síntoma de
problemas más serios como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad y
la hiperactividad que experimentamos en nuestra vida diaria. No hay respuestas fáciles sobre
cómo dejar de procrastinar, en parte porque no hay una causa única o identificable. Sin embargo,
un cambio significativo en el pensamiento o el enfoque de una determinada tarea casi siempre
puede ser parte de la solución al problema, entendiendo que no es falta de buena voluntad o
fuerza de voluntad, sino más bien un arreglo emocional. Esto hace que la tarea sea más difícil de lo
que debería ser. Divida la tarea en una serie de tareas más pequeñas y fáciles que se puedan hacer
con menos esfuerzo y preocupación, y luego comience a abordarlas una a la vez. Es aconsejable
crear un borrador inicial o una versión imperfecta anterior del problema en el que pueda trabajar
más adelante en la versión final. Esto le permite renunciar a la búsqueda de la perfección y
lanzarse al negocio sin sentir la necesidad de hacerlo bien la primera vez. Tome sus propias
decisiones, sus propios deseos y sus propias necesidades para aliviar la presión del qué dirán los
demás y la necesidad de validación externa para completar las tareas de conducción retrasadas
con un poco más de miedo.

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