TEORÍA DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS PROFESIONALES Y
ACCIDENTES DE TRANSITO FRENTE A LA FUNCIÓN RESARCITORIA
La figura jurídica de la responsabilidad civil ha sido una de las grandes muestras de
igualdad y justicia, en la medida que, dentro del acontecer cotidiano los sujetos buscan la reparación de los daños producto de la ejecución de los negocios jurídicos o por circunstancias fuera de ellas, aquella que tiene como fuente el incumplimiento del deber general de no dañar. “La responsabilidad, en general, supone un vínculo obligacional entre quien comete el daño y quien debe repararlo entre acreedor y deudor, una tensión entre víctima y victimario” (Hinestrosa, 2003). Asimismo, a lo largo del camino de la jurisprudencia en Colombia se ha admitido que dentro de los elementos para la declaratoria de la responsabilidad debe incluirse el hecho, daño y nexo causal. De esta manera, el fenómeno de la responsabilidad civil se encuentra relacionado a la equiparación de todos los daños causados frente a la reparación que se debe otorgar, así, la afectación material, corporal, social y patrimonial sin que exista un motivo jurídico impone devolver al lesionado a la misma situación que se encontraba anteriormente al suceso.
De lo anterior, podemos inferir que la responsabilidad civil producto de un contrato
de prestación de servicios profesionales se encuentra sujeta a las reglas de las obligaciones de hacer, aquellas que emergen tanto de la normativa sobre el ejercicio profesional, como también las contempladas en códigos de ética, códigos de fondo o cualquier disposición que regule dicha actividad o profesión. Es por eso, que la responsabilidad profesional se encuentra agravada, señalado por el texto de Julián Emil Jail: “en cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de las consecuencias y cuando existe una confianza especial”. Ahora bien, dentro de los factores subjetivos de atribución de la responsabilidad para los profesionales reposa tradicionalmente en la noción de la culpa, de ello, resulta el comportamiento imputable a un profesional, en demostrar que el procedimiento o la forma en la que ejecutó las obligaciones derivadas del ejercicio profesional, no corresponde al empleado por el profesional “ético” o “modelo”. Por otro lado, la función resarcitoria de la responsabilidad civil tiene como objetivo garantizar la reparación o indemnización integral de los perjuicios sufridos, causados por actividades peligrosas como la de circulación de vehículos o accidentes de tránsito, para ello, deben concurrir los presupuestos generales de un daño injusto, daño personal o patrimonial causado, el nexo causal entre el hecho y el daño, y, un factor de atribución aplicable. “Responsabilidad Contractual”, nace de la violación a una obligación preexistente, la llamada “Responsabilidad Extracontractual o por actos ilícitos”, no encuentra causa o razón de ser en un incumplimiento, sino que el daño se origina en un accidente o siniestro (Mosset Iturraspe, 1998).
En consecuencia, la Corte Suprema de justicia ha precisado la definición de
responsabilidad extracontractual frente a la obligación resarcitoria de accidentes de tránsito lo siguiente: “para que resulte comprometida la responsabilidad de una persona natural o jurídica, a título extracontractual, se precisa de la concurrencia de tres elementos que la doctrina más tradicional identifica como “culpa, daño y relación de causalidad entre aquélla y este”. Condiciones estas que además de considerar el cuadro axiológico de la pretensión en comentario, definen el esquema de la carga probatoria del demandante, pues es a este a quien le corresponde demostrar el menoscabo patrimonial o moral (daño) y que este se originó en la conducta culpable de quien demanda, porque al fin y al cabo la responsabilidad se engasta en una relación jurídica entre dos sujetos: el autor del daño y quien lo padeció” (Sentencia 5012 de 25 de oct de 1999). De lo anterior, la se establece que las partes deben probar que la acción peligrosa desplegada por la contraparte tuvo el mayor grado de injerencia como generador del hecho dañino, esto con el fin de encontrarlo responsable de los daños y perjuicios ocasionados, consecuencia de la actividad peligrosa.