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UNIDAD 10

1. Ineficacia de los actos jurídicos. Noción. Especies de ineficacia.

5. Otros supuestos de ineficacia.

La ineficacia es pura y simplemente falta de ineficacia.

Eficacia de los negocios jurídicos. La eficacia es una noción adjetiva o derivada, que aplicamos al concepto de
acto jurídico. El negocio jurídico es aquel acto voluntario lícito que tiene por finalidad inmediata la producción de un
efecto jurídico, el cual se produce porque es querido por las partes, y en cuanto no sea ilícito es reconocido por la ley.
Esa aptitud del negocio para producir los efectos queridos por las partes, se denomina eficacia.

La eficacia es la aptitud del acto jurídico para producir efectos jurídicos; más concretamente, para ocasionar los
efectos jurídicos buscados por las partes con su celebración. Y es tal cosa lo que ocurre de ordinario: que el acto
jurídico produzca lo que se suele denominar "sus efectos propios" o "normales", los que han querido generar las
partes al otorgarlo. Así, dejando a un lado efectos secundarios o accesorios, en un contrato de compraventa de un
automotor el comprador ha querido y consigue (de resultar eficaz el acto) adquirir el derecho de dominio sobre el
mismo, mientras que recíprocamente el vendedor ha buscado y logra desprenderse del dominio que tenía sobre la
cosa y adquirir el de la suma de dinero que recibe a cambio como contravalor.

INEFICACIA. Es la privación o disminución de los efectos propios del negocio jurídico, vale decir de los efectos que
las partes persiguen de manera inmediata al otorgarlo. Pero puede producir otros efectos. Ej., el acto anulado no
produce los efectos queridos pero puede dar lugar a la reparación de daños y perjuicios a favor de quien obro de
buena fe por parte de quien causo la nulidad (ART. 391). La ineficacia es un concepto jurídico amplio, que abarca
diversas situaciones en las que los actos carecen de valor, fuerza o eficiencia para lograr sus efectos propios.

Distintas vicisitudes pueden privar al acto jurídico de sus efectos jurídicos propios. Acontece en ciertos casos que por
circunstancias que se presentan -al momento de la celebración del acto jurídico o con posterioridad al mismo-, éste
se ve privado, total o parcialmente, de los efectos pretendidos con su celebración. Justamente esto es lo que
denominamos ineficacia, que no es otra cosa que "falta de efectos". O ya la privación o disminución de los efectos
propios del acto. En palabras de Ghersi, se trataría de aquella situación -causa- que agrede al acto jurídico y le priva
de producir los efectos o consecuencias previstas por las partes para su consolidación y consumación.
En sentido jurídico el término requiere ciertas precisiones ya que la ineficacia jurídica es "la falta de los efectos que se
deducen del contenido del acto, de sus efectos típicos". Ello no impide, sin embargo, que el acto produzca otros
efectos.

Ineficacia es un término amplio que abarca diversas situaciones en las que los actos carecen (en todo o en parte) de
vigor, fuerza o eficiencia para lograr sus efectos. Dentro de estas situaciones queda incluida la nulidad o invalidez, de
manera que la ineficacia tiene un alcance general que comprende también otros supuestos de ineficiencia.

Las precisiones de Windscheid (jurista) hicieron camino: es que si por cualquier circunstancia, un acto no produce los
efectos que le son propios, habrá que decir que es "ineficaz" (no produce efectos); ahora bien, la no producción de
efectos puede originarse en distintas causas: a veces, provendrá de fallas en la estructura constitucional del acto y se
estará en presencia de "invalidez"; otras veces, el acto será válido -no tiene defectos en su estructura constitutiva-
pero por razones ajenas a su estructura (que es perfecta) no producirá efectos.

CLASIFICACIONES.

INEFICACIA ESTRUCTURAL Y FUNCIONAL. La ineficacia de los actos jurídicos puede ser ocasionada por diversas
circunstancias. Causa de ella puede ser un defecto del acto presente en el preciso momento en que el mismo se
celebra. Este defecto o vicio congénito (por ejemplo, falta de capacidad o de voluntariedad en alguno de los sujetos,
imposibilidad del objeto, ilicitud de la causa o falta de la forma requerida en los actos solemnes absolutos) provocará
la invalidez del acto jurídico. Pero también puede ocurrir que el acto jurídico sea realizado sin ningún defecto que
provoque su invalidez, pero que en su desenvolvimiento aparezca una causa (sobreviniente) que lo prive de sus
efectos propios. En este sentido, señala Stolfi, que el defecto de eficacia del acto puede provenir de una causa
extrínseca, es decir, del defecto o de la existencia de circunstancias exteriores a la formación del negocio, las cuales
deberían concurrir, o no concurrir, para que el negocio no se vea privado de sus efectos.

Lo afirmado nos permite hacer una primera clasificación de las ineficacias, teniendo en cuenta si la causa que la
produce es originaria, o sobreviniente

 Ineficacia estática o estructural. La causa que lo produce es originaria, porque la causa que lo provoca (el
vicio o defecto) es congénito y está presente en la génesis del acto. Este tipo de ineficacia es sinónimo de
invalidez. Ej. el comprador del vehículo sería un menor de edad que carecía de capacidad para llevar a cabo
por sí mismo el negocio: se trata de un acto inválido.

 Ineficacia dinámica o funcional. La causa que lo produce es sobreviniente, porque la causa que provoca la
ineficacia aparece en el desenvolvimiento del negocio, y se encuentra fuera de su estructura. A fin de
distinguirla de la invalidez, también se la suele denominar ineficacia en sentido estricto. Ej. el comprador no
era menor sino mayor y capaz para otorgar el acto que se celebra válidamente, sin vicios congénitos; pero
habiéndose pactado el pago del precio en cuotas aquél incumple con sus obligaciones de pago (circunstancia
sobreviniente), lo que lleva al segundo a decidir su resolución por incumplimiento.

INEFICACIA ABSOLUTA Y RELATIVA. De acuerdo a los alcances subjetivos de la ineficacia, se distingue entre
estas dos categorías.

 Ineficacia absoluta. Cuando el acto jurídico queda destituido de sus efectos para todos, inclusive los
otorgantes. Ej. de esta categoría los encontramos en la nulidad, en la revocación, etcétera.
 Ineficacia relativa. Cuando el negocio produce efectos frente a algunos solamente. Ej. típico la
inoponibilidad, en la que el acto es privado de eficacia respecto a determinados terceros, mientras que la
conserva para el resto de los sujetos.

INEFICACIA DE HECHO, INEFICACIA VOLUNTARIA, INEFICACIA LEGAL. Se toma el criterio de distinción de sus
diversos orígenes: legal, voluntario, o fáctico.

 Ineficacia de hecho. Tiene origen en los hechos y no en la voluntad manifestada por las partes del acto
jurídico, ni en disposiciones contenidas en el ordenamiento jurídico. Ubicamos acá a la inexistencia, a la
esterilidad y a los actos incompletos.

- INEXISTENCIA. La teoría del acto inexistente supone la ausencia de algunos de los elementos
esenciales.
Mientras en la nulidad nos hallamos en presencia de un acto que es privado de eficacia por vía de la imposición
prevista en la ley, en la inexistencia la causal de ineficacia es extrajurídica, pertenece al mundo de los hechos y no
del Derecho, y se vincula a la ausencia directa de uno de los elementos configurativos del acto mismo (falta absoluta
de voluntad en el sujeto, falta de objeto o falta de forma), lo que configura un no acto; una positiva inexistencia.

En tales situaciones, no habría en la realidad acto jurídico alguno, sino una mera apariencia de acto jurídico que no
llega a configurarse como tal. Lo pueden ser la simulación absoluta, actos realizados bajo violencia, los realizados a
nombre de quien no se tiene representación o los que incumplen una formalidad exigida ad solemniatem, los que
tienen por objeto un hecho imposible, etc.

- IMPOSIBILIDAD DEL SOBREVINIENTE O ESTERILIDAD. Cuando un acto jurídico válido no produce


sus efectos propios a raíz de un hecho externo (ajeno a las partes) e imprevisibles que lo impide. Una
causa sobreviniente a la constitución del acto jurídico obsta a su subsistencia sin culpa de las partes.

El CCyC la regula en el ART. 955 como un modo de extinción de las obligaciones. Ej. venta de una cosa no fungible
que perece (se pierde, se destruye) antes de su entrega, lo cual frustra la producción del efecto propio del negocio de
compraventa, la cual es la adquisición de la cosa por parte del comprador.

La imposibilidad, además de ser material, como en el ejemplo dado, podría ser jurídica. Por ej. alguien se ha obligado
a entregar determinada mercadería y el gobierno prohíbe la importación de la misma. La consecuencia sería la
extinción de la obligación pues el deudor de la misma ya no podría cumplirla

- INEFICACIA PENDIENTE. Hay ineficacia pendiente cuando un acto jurídico válido ve postergada,
transitoria o definitivamente, la producción de sus efectos propios, hasta tanto se produzca un hecho
previsto por la ley o por las partes.

Ejemplos de este tipo de ineficacia se dan con los actos jurídicos sujetos a una condición suspensiva (ART. 343, 348
y 349, CCyC), con los sujetos a un plazo suspensivo (durante el período anterior al cumplimiento del plazo, ART. 350,
CCyCN). Mientras no acaezca el hecho futuro e incierto al cual se sujetó la eficacia del acto, o mientras no se agote
el plazo previsto, el acto no producirá sus efectos propios.

- ACTOS INCOMPLETOS. Aquí la ineficacia deriva de la ausencia de una de las etapas o tramos que
exige el perfeccionamiento de un acto jurídico complejo. Al no perfeccionarse el mismo en todas las
etapas que exige, no producirá sus efectos propios.

Ej. la venta de un inmueble efectuada por boleto de compraventa y tradición, en el que falta la escritura traslativa de
dominio (título); o cuando se otorga la escritura, pero se posterga la tradición.

 Ineficacia voluntaria. El cese de los efectos buscados por las partes, en este tipo de ineficacias derivan de
su voluntad o de la de una de ellas, en caso de que exclusivo querer alcance. Son tres las especies:
revocación, resolución y recisión. El CCyC las trata al regular los supuestos de extinción, modificación y
adecuación del contrato (ART. 1.076 a 1.091).

- REVOCACIÓN. Tiene lugar cuando el autor de la declaración de voluntad la retrae, dejando sin efecto el
acto jurídico. Se trata de un acto unilateral que sólo puede funcionar en determinados supuestos
previstos en la ley.

Así, pueden revocarse actos unilaterales, como por ej. la oferta bajo ciertas condiciones, la estipulación a favor de
tercero y el testamento (ART. 2.511 CCyC). Pero también ciertos actos bilaterales como el mandato, en el que el
mandante puede retraer su voluntad dejando sin efecto el contrato (ART. 1.329 CCyCN) o ya la donación, que en
ciertas condiciones puede también ser revocada.

En ningún caso, en cambio, podrían revocarse otros actos bilaterales como la compraventa o la locación, en los que
el ordenamiento no autoriza la extinción por voluntad de una sola de las partes. Sin embargo, por excepción, si se
tratara de una compraventa de consumo (es decir, captada por el Derecho del Consumo) realizada fuera del
establecimiento comercial, a distancia o por medios electrónicos, el comprador tiene derecho a revocar la aceptación
de la oferta hecha por el proveedor, dentro de los diez días de celebrado el contrato o desde la entrega del bien
(ART. 1.110, CCyC).

La revocación opera hacia el futuro, a partir del momento en que se retrae la voluntad, quedando firmes todos los
efectos propios producidos hasta ese momento. Es decir, el acto jurídico produce sus efectos propios hasta el
momento en que por la retracción de la voluntad se toma ineficaz haciendo cesar aquéllos.
- RECISIÓN. Por esta causal de ineficacia, un acto jurídico válido queda sin efectos para el futuro, en
razón del acuerdo de partes en tal sentido (recisión bilateral) o ya de la declaración de voluntad de sólo
una de ellas, siempre que esté autorizada a hacerlo por la ley o por la misma convención (recisión
unilateral).

En cuanto a los efectos, la rescisión unilateral opera siempre hacia el futuro, desde el momento de la manifestación
de voluntad hecha en tal sentido. Lo que significa que el acto jurídico unilateralmente rescindido producirá sus efectos
hasta dicho momento.

- RESOLUCIÓN. Produce la ineficacia de un acto jurídico por la producción de un hecho sobreviniente al


nacimiento de éste, que puede ser imputable a una de las partes, extraño a la voluntad de las partes o
depender de la decisión de una de ellas.

Resolución automática: Se produce cuando el acto jurídico ha sido sujeto a una condición resolutoria. Entonces,
cuando se produce el hecho futuro e incierto al que ha quedado sujeto la eficacia del acto, el mismo se ve privado de
toda eficacia sin que sea necesaria la declaración de alguna voluntad porque las partes ya la han declarado al
celebrar el acto jurídico sometido a una condición resolutoria. En principio, la condición no opera retroactivamente,
excepto pacto en contrario (ART. 346, CCyC). Pero si las partes hubieren convenido el efecto retroactivo de la
condición, el cumplimiento de ésta obliga a la entrega recíproca de lo que a las partes habría correspondido al tiempo
de la celebración del acto (ART. 348, CCyC).

También hay resolución automática en los casos en los que se pacta un plazo resolutorio. En este supuesto el hecho
al que se supedita la extinción de un derecho es un hecho futuro y cierto en cuanto es de concurrencia inexorable,
aunque se ignore el momento en que sucederá. El plazo resolutorio tampoco alcanza a los efectos propios del
negocio ya cumplidos.

Resolución facultativa: Se requiere, además del acaecimiento del hecho previsto en la ley o en la convención, que la
parte interesada declare su voluntad resolutoria. Esto puede suceder en los contratos frente al incumplimiento de una
de las partes. La otra, que no está en situación de incumplimiento, tiene a su favor dos posibilidades: o bien exige el
cumplimiento de la prestación debida (ART. 1078, inc. e, CCyC; por ej. el pago o la entrega de alguna cosa); o bien
decide la extinción del contrato. Esto constituye lo que llamamos resolución facultativa, pues es una facultad que
puede ejercerse por la sola declaración de voluntad de la parte interesada, frente al incumplimiento de la otra.

En los contratos bilaterales, o sea, en aquellos donde nacen obligaciones recíprocas (por ej., la compraventa), la
cláusula resolutoria es implícita (ART. 1087, CCyC); se entiende incluida en todos los contratos bilaterales donde,
aunque no se lo haya pactado expresamente, cualquiera de las partes, en la medida de que no sea a su vez
incumplidora, puede, ante el incumplimiento de la otra, optar por resolver el contrato dejándolo sin efecto. Para ello,
se exige que la parte que decida resolver emplace previamente a la otra al cumplimiento, bajo apercibimiento de
resolución, en un plazo de quince días excepto que de los usos o de la índole de la prestación resulte otro menor. La
resolución se produce de pleno derecho al vencimiento de dicho plazo (ART. 1088, CCyC). Esta cláusula resolutoria
también puede ser pactada expresamente, es decir, incluida como una cláusula del contrato. En este supuesto la
resolución surte efecto desde que la parte interesada comunica a la incumplidora en forma fehaciente su voluntad de
resolver.

En ambos casos es necesario comunicar a la otra parte la voluntad de resolver y es necesario que exista un
incumplimiento esencial (art. 1084, CCyCN). O sea, no cualquier incumplimiento habilita a resolver el contrato, debe
ser un incumplimiento de una obligación esencial, que es " ...aquella que forma parte de la sustancia misma del
contrato. Y ello es así, cuando la obligación es inherente al contrato; o sea, cuando ocupa un lugar determinante
como prestación.

En lo que respecta a los efectos, la resolución los produce retroactivamente entre las partes (ART. 1079, CCyC)
quienes deben restituirse lo que han recibido en virtud del acto resuelto, aunque las prestaciones cumplidas quedan
firmes si son divisibles. En ningún caso este efecto retroactivo puede afectar los derechos adquiridos a título oneroso
por terceros de buena fe. Además, cuando proceda, podrá exigirse la reparación del daño sufrido como consecuencia
de la extinción.

Resolución opcional: Este tipo de resolución se produce cuando es la propia parte que resuelve la que da lugar al
evento que la autoriza a hacerlo. Ejemplo de ello se da con el arrepentimiento en el caso de señal o arras (ART.
1059, CCyC), en los casos en que se ejercitan los derechos reservados en los pactos de retroventa y de reventa
(ART. 1163 y 1164, CCyC). La diferencia con la resolución facultativa reside en que en ésta la producción del hecho
que autoriza a resolver no depende de la voluntad de la parte, mientras que en la resolución opcional la propia parte
que resuelve es la que origina la producción del evento que la autoriza a resolver el contrato.
 Ineficacia legal. El origen de la privación de los efectos propios del acto jurídico se encuentra en
disposiciones normativas. Abarcan este grupo la inoponibilidad y la nulidad.

2. Inoponibilidad.
Se trata de un supuesto de ineficacia legal mediante el cual, un acto jurídico válido y eficaz entre partes, no producirá
efectos frente a determinados terceros protegidos por la ley.

Debido a la tutela que el legislador decide brindar a tales terceros, el acto no surte efectos a su respecto y por lo tanto
pueden los mismos actuar como si nunca se hubiese realizado; mientras que las partes del acto jurídico no podrán
ejercer contra ellos acciones fundadas en el mismo. Saux afirma que estaremos en presencia de inoponibilidad " ...
cuando el acto mantiene su plena vigencia entre partes, pero respecto de los terceros -de determinado sector de
ellos, o de uno en particular- se lo tiene como si no hubiera existido".

Inoponibilidad positiva. Nos deja en presencia de un acto que surte efectos frente a ciertos sujetos (las partes y los
terceros no incluidos en el haz de protección) y a la vez no lo hace con relación a otros (terceros protegidos por la
inoponibilidad). Esta noción de inoponibilidad responde a lo que ha sido llamado inoponibilidad positiva, en la que el
acto es eficaz entre partes pero no para ciertos terceros, quienes podrán comportarse desconociéndolo.

Inoponibilidad negativa. Reconocida solo por parte de la doctrina. Se configura cuando hay un acto inválido entre
las partes, pero esta invalidez no puede ser opuesta a los terceros, por razones de seguridad jurídica y protección de
la buena fe. Lo que no puede oponerse a los terceros no es en sí el acto mismo sino la declaración de nulidad de
este acto.

FUNDAMENTO DE LA INOPONIBILIDAD. El fundamento de la ley para privar de eficacia a un acto respecto de


determinados terceros reside en brindarle a éstos protección jurídica. En tal dirección, explica Lloveras que "el
fundamento de la inoponibilidad radica, entonces, en la necesidad de otorgar seguridad jurídica a los terceros, detrás
de cuya protección se encuentra la satisfacción de un verdadero interés general: la estabilidad y seguridad de las
transacciones entre los particulares, sin que puedan éstos ser sorprendidos en su buena fe por defectos o vicios
ocultos de los negocios jurídicos que celebran. De esta manera toda la vida social, jurídica y económica de la
sociedad se beneficia". La protección legislativa no está dirigida a los terceros en sentido amplio sino al tercero en
sentido estricto, o sea, al tercero interesado que, no siendo parte del acto inoponible, es parte de otro conectado
objetivamente y se ve afectado por aquél.

DIFERENCIAS CON LA NULIDAD. Se diferencia en que en la nulidad hay invalidez, vale decir, una ineficacia
estructural y absoluta;

En la inoponibilidad el vicio que la genera puede no ser congénito (originario y estructural) y no hay invalidez sino
privación relativa de efectos, al alcanzar sólo a ciertos terceros interesados. Se trata de actos válidos para las partes
y para los terceros en general que, no obstante, no surtirán sus efectos frente a terceros protegidos por la ley (por
ejemplo, el acreedor frente a un acto fraudulento que obtiene una sentencia favorable en una acción de declaración
de inoponibilidad).

PRINCIPALES SUPUESTOS.

- Acto fraudulento: los acreedores pueden ejercer la acción de fraude, revocatoria o pauliana contra los
actos que realice su deudor en fraude a sus derechos y a fin de que se declare que tales actos les son
inoponibles (ART. 338, CCyC).
- El instrumento privado que mientras no haya adquirido fecha cierta por alguno de los modos previstos en
el ART. 317 del CCyC, resulta inoponible a los terceros.
- La transmisión y constitución de derechos reales resulta inoponible a los terceros interesados de buena
fe, hasta que la misma no haya adquirido publicidad suficiente por su inscripción registral o por la
posesión, según el caso (ART. 1893, CCyC).
- La cesión de derechos recién adquiere efectos respecto de terceros, cuando se notifica al deudor cedido
(ART. 1620, CCyC).
- El contradocumento particular que altera lo expresado por las partes en un instrumento público puede ser
invocado por ellas pero es inoponible respecto a terceros interesados de buena fe (ART. 298, CCyC).
- La revocación, modificación o renuncia de poderes debe ser puesta en conocimiento de los terceros y, en
su defecto, son inoponibles a éstos (ART. 381, CCyC).
- La revocación del dominio de cosas no registrables no tiene efecto respecto de terceros sino en cuanto
ellos, por razón de su mala fe, tengan una obligación personal de restituir la cosa (ART. 1967, CCyC).
- El efecto retroactivo de la confirmación de un acto viciado de nulidad relativa es inoponible a los terceros
de buena fe (art. 395, CCyCN). En materia de nulidades se protege al subadquirente de buena fe y a
título oneroso de derechos reales o personales sobre inmueble o mueble registrable (ART. 392, CCyC).
- La simulación no puede oponerse a los acreedores del adquirente que de buena fe hayan ejecutado los
bienes objeto del acto (ART. 337, CCyC).
- El desconocimiento del firmante en el documento firmado en blanco no debe afectar a terceros de buena
fe (ART. 315, CCyC).
- La extinción del dominio fiduciario es inoponible al tercero que de buena fe y a título oneroso contrató con
el fiduciario, dentro de los fines del fideicomiso (ART. 1705, CCyC).

MODO DE OPONERLA. El CCyC se pronuncia en el ART. 397 por la posibilidad de invocar la inoponibilidad en
cualquier momento, sin perjuicio del derecho de la otra parte de invocar la prescripción o caducidad del derecho. Sin
embargo, nada dice acerca del modo de invocarla, aunque la doctrina coincide en que puede ser ejercida como
acción u opuesta como excepción.

Se da solo cuando se produce fraude.

¿Qué puede hacer el acreedor que sabe o supone que su deudor ha realizado un aj que lo perjudica (que generó su
insolvencia o la agravo)?

ACCIÓN REVOCATORIA: INOPONIBILIDAD. ART. 338 CCyC: “Todo acreedor puede solicitar la declaración de
inoponibilidad de los actos celebrados por su deudor en fraude de sus derechos, y de las renuncias al ejercicio de
derechos o facultades con los que hubiese podido mejorar o evitado empeorar su estado de fortuna.”.

De esta manera, el CCyC consagra la acción revocatoria, pauliana o de fraude (o de declaración de inoponibilidad)
que le permite al acreedor atacar el aj fraudulento del deudor.

El acreedor no busca que se declare la nulidad del acto jurídico, sino que el JUEZ -ante quien promovió la acción
revocatoria-:

- Declare que ese aj es inoponible a su respecto en la medida de su crédito,

- Hacer efectivo su crédito, mediante la ejecución del bien que salió indebidamente del patrimonio del deudor.

La inoponibilidad es una de las especies de ineficacia de los aj a las que se refiere el CCyC. ART. 382 menciona 2
categorías de ineficacia: “Categorías de ineficacia. Los actos jurídicos pueden ser ineficaces en razón de su nulidad o
de su inoponibilidad

respecto de determinadas personas.”

- la nulidad (invalidez) y

- la inoponibilidad

La inoponibilidad es un supuesto de ineficacia relativa de un aj, que se produce cuando, a un aj válido y eficaz entre
partes (ej. una compraventa),

La ley, lo priva de efectos respecto de determinados terceros (en este caso, de los acreedores que promovieron la
acción revocatoria), porque los que quiere proteger, y les permite ignorar ese aj y evitar ser alcanzados por sus
efectos.

El aj mantiene su eficacia entre las partes y los demás terceros, a diferencia de la nulidad que invalida y priva de
efectos al aj frente a todo el mundo.

¿Contra quién debe dirigir la acción el acreedor?

LEGITIMACION PASIVA. Contra el deudor que comete el fraude y el tercero con el que celebró el aj que se impugna
(ej. en una compraventa de inmueble, debe accionar también contra el comprador del bien del deudor).

Además, si -ese tercero transmitió a otra persona el bien adquirido al deudor-, debe accionar contra ese tercero
“subadquirente” (sería el nuevo comprador del inmueble)

Para poder accionar se deben cumplir una serie de condiciones:


Condiciones de procedencia de la acción de fraude, ART. 339. Existen 2 tipos de condiciones para accionar:

*Genéricas: Siempre deben concurrir para que la acción prospere, sea el aj fraudulento a título oneroso o gratuito

*Específicas: Solamente se requieren cuando el aj del d es a título “oneroso”.

CONDICIONES GENÉRICAS. Están previstas en el ART. 339 inc. A y B.

Requisitos. Son requisitos de procedencia de la acción de declaración de inoponibilidad:

A. que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito
de defraudar a futuros acreedores;
B. que el acto haya causado o agravado la insolvencia del deudor;

Entonces, el crédito por el que acciona el acreedor debe ser de fecha anterior al acto: el acreedor puede accionar
siempre que su crédito se haya originado antes del aj fraudulento del deudor. Esto es lógico, porque si su crédito se
originó luego de ese aj, no puede invocar fraude en su perjuicio, porque cuando asumió esa calidad frente al deudor,
el bien objeto del acto fraudulento que salió del patrimonio no formaba parte de la garantía para el cobro de sus
créditos.

Ej. el acreedor no puede impugnar la venta del inmueble hecha el 15 de octubre de 2021 si se constituyó como a del
deudor recién el 15 de noviembre de 2021. En cambio, sí puede accionar si se constituyó como acreedor del deudor
el 14 de octubre de 2021 o antes de esa fecha.

INSOLVENCIA DEL DEUDOR. Es el “perjuicio” que experimenta el acreedor que acciona. en efecto, ese aj que
impugna es el que provoca o agrava la insolvencia existente del deudor.

La insolvencia es un estado de desequilibrio patrimonial que se da cuando el pasivo (deudas) supera al activo
(derechos) y hace que el patrimonio del deudor sea impotente para cubrir las deudas.

En el fraude, ese desequilibrio, es causado, por ej. con la venta del bien que desaparece del activo patrimonial y hace
que el pasivo lo supere.

Tiene que haber una relación causal entre la insolvencia y el perjuicio. se exige que la insolvencia que perjudica al
acreedor, tenga relación causal adecuada con el aj fraudulento. esto se traduce en 2 supuestos:

 que la insolvencia sea producida por ese aj que se impugna; ej. si el deudor enajena el único bien que
compone su patrimonio; o
 que exista antes del aj impugnado y que éste la agrave; ej. cuando hallándose ya insolvente sigue realizando
aj que disminuyen su activo.

Condiciones específicas (solo rige para aj onerosos): Previstas en el ART. 339 inc. C.

“Requisitos. Son requisitos de procedencia de la acción de declaración de inoponibilidad:

C. que quien contrató con el D a título ONEROSO haya “CONOCIDO O DEBIDO CONOCER” que el AJ provocaba o
agravaba la insolvencia.”.

Por eso, el acreedor que acciona debe acreditar que quien contrató a título oneroso con el deudor haya conocido o
debido conocer que el aj provocaba o agravaba la insolvencia. Debe probar la “mala fe” del co-contratante (elemento
subjetivo).

EFECTOS DE LA DECLARACION JUDICIAL DE INOPONIBILIDAD.

¿Qué pasa con ese aj que ataca judicialmente el acreedor? ART. 342: “La declaración de inoponibilidad se pronuncia
exclusivamente en interés de los a que la promueven, y hasta el importe de sus respectivos créditos.”.

El aj se declara judicialmente inoponible para el acreedor accionante; no se declara su nulidad. solo se beneficia el
acreedor, los a accionantes (no todos) y en la medida de sus créditos.

Conclusiones. La acción de fraude no persigue que se declare la nulidad del aj fraudulento con efectos “erga
omnes”, porque el aj sigue siendo válido entre las partes y los demás terceros, sino que tiene como objetivo la
declaración de inoponibilidad del aj (ART. 382 CCyC).

Busca que el juez declare su ineficacia respecto del acreedor que la promueve, de manera que le permita cobrar su
crédito, ejecutando el bien que escapó del patrimonio del deudor por ese aj que se impugna, y hasta el monto de su
acreencia.
Ej. D le vende a C un inmueble que tiene un valor de $ 5.000.000, con el fin de no pagarle a su acreedor que tiene un
crédito a su favor de $ 2.500.000. A acciona judicialmente por fraude contra D y C.

El juez hace lugar a la acción y declara la inoponibilidad de ese aj, hasta esa suma. además, dispone que se subaste
judicialmente el inmueble.

en el remate judicial, se obtienen por el bien, $ 4.000.000.

*$ 2.500.000 son para el a que promovió la acción de fraude (es el monto de su crédito)

* el $ 1.500.000 restante vuelven al adquirente C, pues el aj mantiene plena eficacia.

Pero C puede reclamar a D por los $ en los que fue damnificado por el remate.

¿Qué pasa si la cosa pasó a terceras personas? EFECTOS FRENTE A TERCEROS.

La declaración judicial de inoponobilidad del aj también puede afectar a terceros. a esta situación se refiere el ART.
340: Efectos frente a terceros. deber de indemnizar.

El fraude no puede oponerse a los acreedores del adquirente que de buena fe hayan ejecutado los bienes
comprendidos en el acto.

La acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado sólo procede si
adquirió por título gratuito, o si es cómplice en el fraude; la complicidad se presume si, al momento de contratar,
conocía el estado de insolvencia.

El subadquirente de mala fe y quien contrató de mala fe con el deudor responden solidariamente por los daños
causados al acreedor que ejerció la acción, si los derechos se transmitieron a un adquirente de buena fe y a título
oneroso, o de otro modo se perdieron para el acreedor.

La norma menciona 3 sujetos involucrados que pueden ser demandados por el acreedor:

1. el deudor insolvente;

2. el primer adquirente (que recibe del deudor la cosa objeto del AJ fraudulento);

3. el tercero “subadquirente” (que recibe la cosa del primer adquirente).

La acción revocatoria procede frente a todos ellos, salvo, respecto del tercero “subadquirente” de buena fe y
siempre que la cosa haya sido adquirida a título oneroso.

De lo contrario, si el aj es a título gratuito o el tercero es cómplice en el fraude, la acción procede a su respecto en


ese caso, el tercero está obligado a devolver la cosa para proceder a su remate judicial y así desinteresar al acreedor
en la medida de su interés.

Si la cosa no puede ser restituida (porque pasó a un subadquirente de buena fe a tÍtulo oneroso), el deudor y el
tercero responden solidariamente frente al acreedor por los daños causados.

PARALIZACION DE LA ACCION POR EL DEMANDADO. ¿El demandado puede frenar la acción de fraude y el
remate consecuente? SÍ.

ART. 341: “Extinción de la acción. Cesa la acción de los acreedores si el adquirente de los bienes transmitidos por el
deudor los desinteresa o da garantía suficiente”.”.

La ley, le confiere al TERCERO la FACULTAD DE PARALIZAR la acción de fraude relativa a los bienes que él
adquirió del D, SIN PERJUICIO DE IR LUEGO CONTRA SU TRANSMITENTE.

PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN. ART. 2.562: Prescriben a los 2 años…:

f. el pedido de declaración de inoponibilidad nacido del fraude.

3. Inexistencia. Discusiones.
La teoría del acto inexistente supone la ausencia de algunos de los elementos esenciales.

Mientras en la nulidad nos hallamos en presencia de un acto que es privado de eficacia por vía de la imposición
prevista en la ley, en la inexistencia la causal de ineficacia es extrajurídica, pertenece al mundo de los hechos y no
del Derecho, y se vincula a la ausencia directa de uno de los elementos configurativos del acto mismo (falta absoluta
de voluntad en el sujeto, falta de objeto o falta de forma), lo que configura un no acto; una positiva inexistencia.

En tales situaciones, no habría en la realidad acto jurídico alguno, sino una mera apariencia de acto jurídico que no
llega a configurarse como tal. Lo pueden ser la simulación absoluta, actos realizados bajo violencia, los realizados a
nombre de quien no se tiene representación o los que incumplen una formalidad exigida ad solemniatem, los que
tienen por objeto un hecho imposible, etc.

Origen de la teoría. La teoría de la inexistencia nació en Francia, como un intento de flexibilización de la regla que
exigía para la nulidad un texto expreso que la contemplara. Faltaba tal previsión en numerosos supuestos que
revestían cierta gravedad ante la ausencia de algunos de los elementos esenciales del acto jurídico. Particularmente
suele mencionarse el caso del matrimonio de personas del mismo sexo, cuya ineficacia absoluta -se pensaba en
aquel tiempo- venía impuesta por la naturaleza de las cosas. Para llegar a tal conclusión se dijo: la nulidad presupone
un acto existente con vicios y otra cosa es no existir.

Se afirma entonces desde esta perspectiva, que un acto jurídico al que le falta alguno de sus elementos esenciales
no es un acto viciado sino un acto inexistente. Los autores que sostienen que la inexistencia configura una causal de
ineficacia autónoma aluden a ella como a la expresión más radical de ineficacia. Se atribuyen a Zacharire los
primeros desarrollos de la teoría, pero fueron Aubry y Rau quienes la expusieron en el siglo XIX en forma sistemática
y científica, lo que generó que sus ideas fueran adoptadas por un gran número de autores alcanzando tal fama y
difusión, que su exposición llegó a considerarse la "teoría clásica"-. Señala Cifuentes que "No sólo en Francia tuvo
acogida la doctrina de Aubry-Rau, sino que, con disidencias y diferentes opiniones, también fue acogida en Bélgica,
en el Derecho italiano, español, mexicano”.

La cuestión en el Derecho nacional. Nuestro país no ha sido ajeno a las discusiones suscitadas en torno a la teoría
de la inexistencia.

Muchos autores sostuvieron que en el ordenamiento jurídico argentino no resultaba necesario recurrir a tal categoría
de ineficacia, puesto que el Código de Vélez Sársfield, si bien preveía que la nulidad debía ser determinada por la ley
(recordemos el origen legal de las nulidades) y no creada por los jueces, en su ART. 18 establecía que todos los
actos prohibidos por las leyes eran de ningún valor si la ley no designaba otro efecto. Esta disposición permitía
distinguir entre nulidades expresas e implícitas, que resultaban de la contravención del acto a lo dispuesto en la ley
aun cuando ésta no previera la sanción. Tal circunstancia, sumada a que el Codificador no había incluido norma
alguna relativa a la inexistencia, a más de la regulación exhaustiva que sí en cambio hacía de la nulidad, llevaron a
buena parte de la doctrina nacional a descartar el reconocimiento de la inexistencia como categoría de ineficacia en
nuestro régimen legal. Contribuían a esta perspectiva, el considerar que de la inexistencia se derivaban los mismos
efectos que de los actos nulos de nulidad absoluta, y que la expresión actos inexistentes es contradictoria, toda vez
que lo que no existe no puede llamarse acta29. Se pone de resalto sobre el punto que la expresión incurre en "la
paradoja de los existenciales negativos.

Desde la posición contraria, en un primer momento se argumentaba que la Ley de Matrimonio Civil 2.393
contemplaba expresamente esta causal de ineficacia cuando en su artículo 14 establecía que "Es indispensable para
la existencia del matrimonio el consentimiento de los contrayentes, expresado ante el oficial público encargado del
Registro Civil.”.

Pero con más énfasis más tarde se pondrían de resalto diferencias en orden a las consecuencias prácticas que
justificarían o acordarían utilidad al reconocimiento de la inexistencia. Si el acto es inexistente no acarrea efecto
alguno y si las (aparentes) partes se hubieran entregado algo en virtud del (aparente) acto, debían restituirse las
prestaciones y lo referente a los frutos se regía por los principios establecidos en los artículos 2422 y siguientes del
Código Civil; mientras que la declaración de nulidad importaba ciertos efectos propios sobre el particular en los
artículos 1053 a 1055 del mismo Código.

En materia de matrimonio, la inexistencia no depararía efecto alguno y la unión sería reputada como concubinato en
el Código velezano, mientras que la nulidad del mismo en caso de buena fe significaría un matrimonio putativo con
ciertos efectos particulares, como por ejemplo el previsto por el viejo ART. 132 dejando incólume la emancipación.
Otras diferencias prácticas que han sido señaladas32 se dan en materia de legitimación para oponer una y otra:
oportunidad procesal, prescripción, etcétera. Sobre la base de las mismas se ponía de manifiesto desde estas
posturas la utilidad de la distinción entre una y otra causal de ineficacia. En cuanto a la objeción de índole gramatical,
señalaba Borda, uno de los principales defensores de la teoría en nuestro Derecho que, aunque la misma es seria
(en cuanto a que efectivamente es contradictorio aludir a "actos inexistentes"), " ... como de alguna manera hay que
designar a estas situaciones, a estas meras apariencias, nos parece que no traería ninguna utilidad apartarse de una
designación que, aunque objetable, tiene en su favor una larga tradición".
La discusión adquirió mayor importancia práctica después de la reforma producida por la ley 17.711 al Código Civil en
1968, al modificar el ART. 1051. Se estableció una protección para los subadquirentes de derechos personales o
reales sobre inmuebles quienes, ostentando buena fe y título oneroso, podían oponerse a la reivindicación del
inmueble aunque el acto antecedente fuere nulo o anulable. La redacción dada a este artículo extendía la protección
al adquirente a non domino, vale decir, a quien adquirió de buena fe y a título oneroso el derecho de quien
asumiendo una falsa identidad o invocando un poder que no tenía, lo transfería sin ninguna intervención del
verdadero titular del mismo.

Reaccionó contra esto un sector importante de la doctrina, ante la injusticia que derivaba del despojo al verdadero
dueño. Calificó a estos actos como inexistentes, excluyéndolos del mencionado artículo 1051 del Código Civil,
afirmándose para ello que el mismo resultaba aplicable a los actos nulos o anulables, pero no a los inexistentes. En
consecuencia, para esta postura, ante este tipo de defraudaciones y desde esta perspectiva, no jugaba la protección
para el subadquirente

La jurisprudencia argentina ha sido vacilante frente a esta discusión, aunque cabe señalar que la Corte Suprema de
Justicia, incluso con algunas de las últimas integraciones, ha considerado inexistentes ciertos actos procedimentales
(v. gr., a los que les faltaba la firma de la parte que aparecía como patrocinada), lo cual revela una aceptación de la
teoría, al menos en el ámbito procesal.

4. Nulidad.
Se caracteriza por el rol protagónico que asumen los órganos de aplicación del Derecho. En las restantes especies,
la ineficacia suele ser decidida por las partes (por ej., la rescisión) o por una de ellas (por ej., la revocación, ciertos
tipos de resolución e incluso de rescisión), o darse ipso iure ante el acaecimiento de un hecho jurídico (por ej.,
esterilidad), o ya porque la ley así lo dispone (por ej., varios de los supuestos de inoponibilidad ya estudiados).

La nulidad, en cambio, requiere que además de la previsión normativa que expresa o implícitamente la contemple,
alguien legitimado impugne el acto y un juez lo invalide; de allí la importancia que asumen tales órganos estatales en
la materia.

4.1. Concepto, caracteres, modo de oponerla.


Concepto. La diferencia más relevante que se percibe en las distintas conceptualizaciones aparece en lo que podría
considerarse el punto de partida de la definición; concretamente respecto a si puede o no reputarse a la nulidad como
una "sanción legal".

López Olaciregui sostuvo así que la nulidad o invalidez es una figura de la técnica del Derecho que no puede incluirse
en el campo de las sanciones. Argumentaba para ello que " ...dentro de una construcción general del Derecho la
sanción corresponde a una ilicitud y la nulidad puede configurarse en casos en que no hay ilicitud (por ej., si una
persona actúa en un acto con error esencial y excusable puede luego obtener la nulidad del acto…). Esa nulidad no
sanciona a nadie, ni sanciona nada, porque nadie ha dado motivo a que se le sancione ni nada hay que sancionar". A
éste y otros argumentos agregará que “…la ineficacia no es sanción por la simple razón de que no priva a la voluntad
privada de algo que le sea propio y 'peculiar. En efecto: el acto jurídico no es eficaz por sí mismo sino porque la ley lo
consagra; la ley lo consagra si es conforme a sus requisitos y deja de consagrarlo cuando no es conforme, de modo
que el 'dejar de consagrarlo' no es un 'sacarle algo propio al acto sino un dejar de darle' algo que es propio de la ley".
La nulidad es simplemente una especie o categoría legal de ineficacia.

Si bien en muchos casos la nulidad opera como reacción sancionatoria ante el apartamiento del Derecho, en otros no
ocurre ello en absoluto, como en el caso del error mencionado por este último autor o, más puntualmente todavía, en
los actos otorgados por personas con capacidad de ejercicio restringida en violación a esa misma restricción (actos
otorgados por menores, inhabilitados, personas con capacidad restringida por sentencia prohibidos en función de la
ausencia de capacidad de ejercicio para otorgarlos). En ellos la nulidad opera como medio o instrumento de
protección de la propia persona y no como reprimenda de algún tipo. La idea de la indemnización de daños y
perjuicios como sanción resarcitoria, por otra parte, es algo que ha quedado en el pasado, si se quiere, con la
evolución de la responsabilidad civil desde una deuda de responsabilidad a un crédito de indemnización, en la
conocida expresión de Ivonne Lambert Faivre.

Es importante la idea de la necesidad de impugnación del acto y declaración de invalidez para configurar su nulidad.
La nulidad puede ser definida entonces como una especie legal de ineficacia que, produce la privación parcial o total
de los efectos propios de un acto jurídico, como consecuencia de un vicio originario y esencial, a través de un
proceso de impugnación y declaración.

CARACTERES. a) Especie legal de ineficacia. Hemos puesto de resalto ya el origen legal de la nulidad, esto es, la
necesidad de que esta privación de efectos se encuentre prevista en el ordenamiento jurídico, aunque veremos que
para buena parte de la doctrina no necesariamente de modo explícito. El ordenamiento prevé ciertos supuestos de
hecho (v. gr., actos jurídicos otorgados en violación a ciertas prohibiciones, con falta de capacidad del sujeto, sobre
objeto ilícito o imposible, con violación de ciertas formalidades, con ausencia de buena fe, etc.) y les atribuye la
invalidez como consecuencia.

Esta caracterización genérica de la nulidad como especie legal de ineficacia nos permite evitar su encuadre como
sanción, lo que -a nuestro juicio- si no resulta erróneo, es cuanto menos confuso, incluso cuando se la considerara
como del tipo "resarcitoria". Aludimos a esto antes de proponer nuestra definición y allí nos remitimos.

b) Produce la privación total o parcial de los efectos propios del acto. Aquí encontramos la consecuencia central
de la declaración de nulidad: frustrar los efectos queridos por las partes (llamados "propios", "normales" o "típicos") al
celebrar el negocio jurídico. Quienes a través del acto viciado pretendieron adquirir, modificar o extinguir una relación
jurídica, se verán privados de tales efectos. Es preciso considerar que, como aclaramos en la definición, no siempre
esta privación de efectos es completa, total; en no pocos casos la invalidez no recae sobre el acto en sí, sino
exclusivamente sobre alguna de sus partes, cláusulas o estipulaciones (por ejemplo, una cláusula lesiva o abusiva
incorporada a un contrato). Conviene también recordar para evitar equívocos que la declaración de invalidez no
produce la privación total de efectos, como si el acto "nunca hubiese existido", toda vez que sus derivaciones son
mucho más complejas, en tanto además de ciertos efectos propios que pueden subsistir cuando la nulidad es parcial,
la privación alcanza sólo a los efectos propios o normales del acto, pero producirá a su vez otros efectos (relativos a
las prestaciones principales, a los frutos, productos, mejoras, indemnización de daños, etc.). En otras palabras, al
menos en la concepción actual de las nulidades y su reconocimiento legislativo, es falsa la idea de la falta absoluta
de efectos, cual si se tratara de la inexistencia, y verdadera la afirmación anterior. Los frustrados son los efectos
queridos por las partes, mientras que se producen otros diversos.

Finalmente, en cuanto a esta cualidad de las nulidades, debe decirse también que la privación de los efectos propios
se produce erga omnes, es decir, respecto de todos o frente a todos. Y cuando decimos todos aludimos tanto a las
partes del negocio invalidado como a sus sucesores universales o los terceros en general (sucesores singulares,
acreedores, terceros propiamente dichos, etc.).

c) La nulidad prevista por la legislación vigente se configura con el otorgamiento de un acto jurídico que
contiene un vicio, defecto o irregularidad de una cierta relevancia en alguno de sus elementos estructurales
(sujeto, objeto, causa o forma). Este vicio, por tanto, debe ser congénito u originario; lo que es lo mismo, estar
presente coetáneamente a la celebración del acto jurídico. Y además debe ser esencial, vale decir, debe afectar a
alguno de sus elementos esenciales, impidiendo de tal modo su adecuada constitución en los términos exigidos por
el ordenamiento jurídico. En este sentido, no cualquier vicio es susceptible de causar la declaración de nulidad sino
que debe impedir la configuración de alguno de los elementos estructurales del acto. Por ejemplo, el dolo que impide
que el acto que celebró el sujeto se corresponda con el que quiso celebrar, es decir, el dolo que reuniendo ciertos
requisitos impide la configuración de la intención como elemento interno de la voluntad, podrá producir la declaración
de nulidad del acto. Mas no ocurrirá tal cosa cuando estemos en presencia de un dolo incidental, aquel que no resultó
determinante para la celebración del acto, el que se hubiera otorgado por el agente aun con ciertas condiciones
diversas.

d) Los efectos de la nulidad no se dan por la sola celebración de un acto viciado originaria y esencialmente. Para que
la nulidad en la praxis tenga sentido se requiere de un proceso de impugnación y declaración. Lo que significa que
un sujeto legitimado para impugnar el acto lo haga, articule su planteo de nulidad promoviendo una demanda o
defendiéndose de una entablada por la otra parte a fin de justificar su posición. En otras palabras, que la nulidad se
reclame por vía de acción o de excepción. Y, además, para que se produzcan sus efectos, para que adquiera
relevancia en la realidad, debe mediar una declaración judicial que la disponga.

Se afirma en este sentido que "el acto defectuoso no es automáticamente nulo, sino que hay un proceso que va del
defecto a la impugnabilidad de ésta a la impugnación y de la impugnación a la declaración que da estado a la nulidad.

Merece ser destacada esta característica porque, como decíamos, nos facilita la comprensión de lo que ocurre en
estos casos. Su omisión puede hacernos suponer que cuando la ley establece que si celebra tal o cual acto con
cierta irregularidad será nulo, al hacerse realidad el supuesto de hecho previsto en la norma, es decir, al celebrarse
un acto como el allí previsto, automáticamente, ipso iure, no producirá sus efectos, como si la norma tuviera el poder
de congelar las conductas humanas a partir de la celebración y de tal modo, por el solo hecho de la previsión
normativa invalidante, el cesionario no reciba el crédito cedido por el cedente, o el donatario la propiedad de la cosa
donada por el donante, etcétera. Nótese que esta idea se encuentra presente en la noción de nulidad tradicional y su
diferenciación con la de anulabilidad, que, cabe reconocerlo, parece responder a los orígenes del instituto en el
Derecho Romano. La nulidad aparece caracterizada allí como un tipo radical de ineficacia que se produce
automáticamente, ipso iure, sin necesidad de que alguien ejercite acción alguna; se alude a que el acto jurídico nulo
nace inatendible, o que es inevitable que el acto así calificado por la norma no produzca efectos. Ahora bien, cómo se
explica que en la experiencia acontezca algo muy distinto: que celebrado un acto irregular -sea, bajo la visión
tradicional, nulo 0 anulable-, se produzcan sus efectos hasta tanto alguien lo impugne y un juez declare la invalidez;
verbigracia, que un menor que adultera su documento para poder vender un inmueble careciendo de capacidad para
ello, otorgue una escritura pública, lo entregue y cobre el precio pactado. Esta especie de paralización,
congelamiento o automaticidad del cese de efectos no es en verdad posible de predicar lisa y llanamente porque las
cosas no ocurren de tal modo.

Se insiste: cualquiera fuere el tipo de defecto de que adolezca el acto y el tipo de nulidad que pueda predicarse sobre
tal base, lo cierto es que para su invalidez, para que podamos hablar en concreto de nulidad, hará falta que la parte o
ya un tercero que se encuentren legitimados articulen la nulidad y que partiendo de tal impugnación (o ya de oficio en
supuestos excepcionales) un juez, subsumiendo las circunstancias del caso en la norma violada, la declare. Sólo
entonces y a partir de entonces, se producirán los efectos de esta ineficacia, y estaremos en presencia de la nulidad;
mientras tal declaración no se pronuncie por el juez habrá sólo nulidad en potencia, un acto meramente susceptible
de ser nulificado, si se quiere, sólo riesgo de nulidad.

No obstante, debe señalarse que se admite que la nulidad se produzca, también, por declaración privada de partes,
cuando se ponen de acuerdo en tal sentido. No es frecuente tal acuerdo, pero no puede descartarse.

ARTICULACIÓN. La nulidad puede ser planteada como acción u opuesta como excepción (ART. 383, CCyC).

En el primer caso el afectado por el acto promueve una acción judicial tendiente a que el juez declare la nulidad· del
acto privándolo de efectos. Debe hacerlo contra todos los que intervinieron en el acto jurídico que se pretende sea
anulado.

En el segundo caso, el afectado es demandado en virtud de un acto viciado y entonces, a fin de defenderse, opone la
nulidad del acto con el objeto de eximirse de cumplir las obligaciones emergentes de aquél.

El último párrafo del ART. 383 del CCyCN contiene una norma de carácter procesal: impone la necesidad de cumplir
con la sustanciación del planteo -que hubiere sido opuesto por vía de excepción-, incluso cuando se trate de una
defensa de fondo.

4.2. Clasificación.
CLASFICIACIÓN DE LA NULIDAD. Bajo la vigencia del Código de V élez, la doctrina nacional solía distinguir de
modos diversos a las nulidades. Así, se las clasificaba entre nulidades expresas y virtuales; nulidades totales y
parciales; nulidades absolutas y relativas, actos nulos y anulables, y aun algunos autores distinguían las nulidades
manifiestas de las no manifiestas.

En el propio Código aparecían mencionadas tres de ellas: la de los actos nulos y anulables (arts. 1038 y 1046, Cód.
Civ.), la de nulidad total y parcial (art. 1039) y la de los actos de nulidad absoluta y relativa (arts. 1047 y 1048, Cód.
Civ.).

Ya hemos hecho referencia a la primera, señalando los criterios disímiles con que la misma era abordada. Para
buena parte de la doctrina -mencionamos antes a Llambías como referente de este grupo-, siguiendo autorizadas
opiniones del Derecho Comparado, la distinción pasaba por la necesidad de intervención o no de los órganos de
adjudicación del Derecho. Así, para Cifuentes " ...los actos nulos hacen referencia al caso en que la ley por sí misma,
sin cooperación de ningún otro órgano o poder, reduce a la nada el acto vedado, por ser su defecto rígido,
determinado o taxativo, perfilado o dosificado por la norma, sin posibilidad de graduación, y sin que sea necesario
hacer una investigación de hecho con la correspondiente prueba que lo acredite. Los actos anulables, en cambio,
tienen en la ley solamente un esbozo o un principio de sanción que el juez debe desarrollar o destacar, definirlo y
regularlo según las circunstancias del caso, con su criterio y apreciación; se dice, entonces, que el defecto es
elástico, indefinido, susceptible de más o de menos (graduación). Los actos nulos por lo tanto, están ya prefijados y
valorados objetivamente por la norma. Los actos anulables apenas si están contemplados en ella y dependen del
juzgamiento; su valoración habrá de hacerla el juez que aplica la norma; hasta que recaiga la sentencia, se los
considera válidos”.

Con la reforma de la ley 17.711 al artículo 1051 del Código Civil se dispuso la protección al tercero de buena fe y a
título oneroso que adquiriese derechos reales o personales sobre inmuebles, fuere el acto "nulo o anulable", en el
caso de que se hubiera declarado la nulidad del acto jurídico precedente a su adquisición. A partir de entonces, la
distinción entre actos nulos y anulables pasó a carecer de efectos prácticos en el Derecho argentino, por cuanto el
Código de Vélez normaba que los actos nulos lo eran ab initio, pero de hecho tal nulidad debía ser declarada
judicialmente, como en el caso de los actos anulables y, al haberse equiparado los efectos, la clasificación se tomó
innecesaria.

El nuevo Código eliminó la clasificación entre actos nulos y anulables haciéndose eco de la doctrina nacional que la
consideró innecesaria luego de la citada reforma. Y en su lugar, incluyó la de nulidades totales y parciales, y la de
nulidad absoluta y relativa.

Nulidades totales y parciales. La nulidad será "total o completa" cuando la ineficacia se extienda a todo el acto
jurídico, y "parcial" cuando sólo alcance a una o más cláusulas o partes del acto.

Constituye un requisito elemental de orden lógico para que pueda declararse una nulidad parcial, que la cláusula o
parte afectada sea separable, lo que quiere decir que sea divisible en el sentido de que al ser suprimida o invalidada
no se afecten elementos esenciales del acto jurídico; esto es, que no pierda sentido, equilibrio o razonabilidad el todo.
Si la parte afectada no es separable, corresponde declarar la nulidad total (art. 389, CCyC).

La nulidad parcial es frecuentemente admitida en los testamentos, donde la invalidez de alguna disposición, en
principio, no afecta al resto (arts. 2447, 2467, 2468, 2469, CCyCN). Pero es más dificultoso cumplir tal requisito en el
ámbito de los contratos donde la supresión de una parte puede alterar el sinalagma funcional puesto que, al tratarse
de actos bilaterales, el juez deberá interpretar si las partes lo hubieran celebrado igual sin esa parte o cláusula que se
declara nula. En otras palabras, evaluar si el contrato, aun sin la cláusula o parte anulada, cumple la finalidad que
llevó a las partes a realizarlo.

Existen algunos supuestos en que el ordenamiento jurídico consagra nulidades parciales. Así:

- Cuando dispone que si al dictarse "directivas anticipadas" se incluyera una disposición que importara una
práctica eutanásica, se tendrá por no escrita (art. 60, CCyCN).
- En la sección que regula los contratos de adhesión, cuando se establece en el artículo 988 que las
cláusulas que se consideran allí abusivas, se tendrán por no escritas.
- En el artículo 1122, inciso b, cuando se estipula que en los contratos de consumo las cláusulas abusivas
se tendrán por no convenidas.

Ahora bien, cuando el juez disponga una nulidad parcial, debe a su vez integrar el acto de acuerdo a su naturaleza y
a los intereses que razonablemente puedan considerarse perseguidos por las partes (art. 389, párrafo 2º, CCyCN).
Así lo dice expresamente, por ejemplo, el artículo 989 del CCyCN al referirse a los contratos de adhesión: cuando el
juez declara la nulidad parcial del contrato, simultáneamente lo debe integrar, si no puede subsistir sin comprometer
su finalidad. O bien, específicamente en materia de Derecho del Consumidor, cuando en la ley 24.240 (y sus
modificatorias) establece en el artículo 37 que se tendrán por no convenidas determinadas cláusulas (como las que
limitan la responsabilidad por daños, restrinjan derechos del consumidor, etc.) y que cuando el juez declare la nulidad
parcial, simultáneamente integrará el contrato, si ello fuera necesario.

Rivera y Crovi se muestran críticos respecto a esta atribución conferida por el artículo 389 al juez en orden a la
integración del acto jurídico, considerando dudosa su autoridad pues de este modo se impone a las partes un
contrato distinto al que ellas han querido. Aluden a una "facultad judicial, absolutamente exorbitante" que constituye
una prueba más de la confianza que el CCyCN deposita en los jueces, en este caso, a expensas de la voluntad de
las partes que es el fundamento de la obligatoriedad del contrato. Creemos un tanto exagerada esta crítica en
tiempos donde no es novedad alguna la resignación de ciertos ámbitos de la autonomía de la voluntad y la libertad
contractual en aras de lograr un mayor equilibrio o paridad entre quienes arriban a la celebración de actos jurídicos,
fundamentalmente en el ámbito de los contratos. Por lo general, la experiencia muestra que los supuestos de
cláusulas o estipulaciones susceptibles de declaración de nulidad por adolecer de algún vicio esencial se tratan de
imposiciones hechas por la parte poderosa a la otra más débil, por lo que la aludida integración, siempre que se
adecue a los cánones de la prudencia que cabe exigir a cualquier magistrado en todos los ámbitos de su actuación
no debería traer consigo mayores injusticias o inequidades. Y cuando así no fuese, como en tantos otros cambios,
debe confiarse en la corrección de lo mal decidido a través de las instancias recursivas con que los ciudadanos
contamos en resguardo del principio constitucional de debido proceso, o en todo caso más modernamente, de tutela
judicial efectiva.
Nulidades absolutas y relativas. El criterio para distinguir una categoría de la otra radica en las razones o
fundamentos por los cuales el ordenamiento jurídico prevé la invalidez de ciertos actos. Si el fundamento es la
protección de intereses generales o colectivos, o ya -si se quiere- median razones de orden público, entonces la
nulidad será absoluta. Si en cambio sólo hay intereses particulares en juego, vale decir, la invalidez se endereza sólo
a proteger a una de las partes del negocio viciado, la nulidad será relativa76 . La nulidad relativa está instituida en
beneficio de las personas que resultan perjudicadas por un acto viciado y es viable en los casos en que el defecto
afecte el interés individual.

a) Nulidad absoluta: establece el nuevo Código en su artículo 386 que "Son de nulidad absoluta los actos que
contravienen el orden público, la moral o las buenas costumbres ... " No realiza una enumeración de los actos
viciados por este tipo de nulidad, al igual que el Código derogado, sino que se limita a mencionar algunos supuestos
(por ej., en materias de matrimonio, adopción, etc.). Es el juez, en definitiva, quien determinará el carácter de la
nulidad en cada caso en particular atendiendo a la índole particular o general del interés lesionado por el acto. En el
ámbito del Derecho Civil, se consideran supuestos de nulidad absoluta:

- El acto celebrado con incapacidad de derecho (v. gr., art. 1002, CCyCN);
- El acto con defectos en el objeto, cuando los mismos lesionan un interés general (arts. 279 y 1004, CCyCN);
- el acto con causa ilícita, cuando lesiona un interés general (arts. 281 y 1014, CCyCN);
- el acto celebrado en infracción a la forma legal solemne absoluta (v. gr., art. 1017, CCyCN);
- el acto nulo por nulidad refleja, al serlo el respectivo instrumento, cuando el acto posee una forma solemne
(v. gr., art. 309, CCyCN);
- el matrimonio celebrado con los impedimentos mencionados en el artículo 424 del CCyCN;
- la adopción obtenida en violación a las disposiciones referidas en el artículo 634 del CCyCN

b) Nulidad relativa: son de nulidad relativa los actos a los cuales la ley impone esta sanción sólo en protección del
interés de ciertas personas (art. 386, CCyCN). No nos convence la utilización aquí de la palabra "sanción", cuando en
rigor la invalidez juega un papel distinto, el de instrumento de protección de ciertas personas que lo requieren,
cuestión sobre la que nos hemos pronunciado antes. En el ámbito del Derecho Civil son supuestos de nulidad
relativa:

- El acto celebrado por una persona incapaz de ejercicio o con la capacidad restringida sin la debida
representación o asistencia (art. 44, CCyCN);
- el acto celebrado con anterioridad a la inscripción de la sentencia que declara la incapacidad o capacidad
restringida de una persona (cumpliendo los recaudos del art. 45 del CCyC);
- los actos de disposición (o vedados en la sentencia) celebrados por un inhabilitado sin la asistencia de su
apoyo (art. 49);
- los actos celebrados por un emancipado en contravención a lo dispuesto en los artículos 28 y 29 del CCyC;
- los actos celebrados por los representantes de los incapaces sin la autorización judicial (v. gr., art. 692,
CCyC) e intervención del Ministerio Público (art. 103, CCyCN);
- los actos de disposición de bienes inmuebles o muebles registrables gananciales sin el asentimiento del
cónyuge (arts. 456 y 470, CCyC);
- acto celebrado con vicio de error, dolo o violencia; acto afectado por el vicio de lesión; adopción en violación
al artículo 635 del CCyC;
- matrimonio con los impedimentos o vicios del artículo 425 del CCyC.

c) Consecuencias de la distinción: la importancia de este criterio de clasificación se advierte al reparar en sus


consecuencias prácticas, las que evidencian que no se trata de una distinción puramente teórica o inocua.

Así, la nulidad cuando es absoluta (art. 387, CCyC):

 Puede declararse por el juez sin petición de parte, sin que alguna de las partes se lo pida, es decir, de oficio
(ex officio), cuando además de absoluta la nulidad es manifiesta al momento de dictar la sentencia; es decir,
cuando de la prueba recolectada en el juicio surge evidente la existencia de un vicio que afecta intereses
generales.
 Pueden impugnar el acto y, por tanto, cuentan con legitimación activa el Ministerio Público (porque están en
juego el orden público y los intereses de la comunidad), como también cualquier interesado, siempre que no
se trate de la parte que invoca su propia torpeza para lograr un provecho.
 El acto viciado de nulidad absoluta no es susceptible de confirmación (no puede, a través de un acto jurídico
posterior, subsanarse el defecto del acto viciado).
 La acción es irrenunciable e imprescriptible.
Mientras que cuando la nulidad es relativa (art. 388, CCyCN):

 No puede declararse de oficio por el juez.


 Pueden impugnar el acto (cuentan con legitimación activa) las personas en cuyo beneficio se estableció la
nulidad, es decir, las personas protegidas por la previsión normativa de nulidad. Por excepción, puede
también hacerlo la otra parte del acto jurídico, siempre que sea de buena fe y haya experimentado un
perjuicio importante.

La buena fe aquí significa no sólo que el sujeto no haya provocado la irregularidad que empaña al negocio, sino
también que la haya desconocido al momento de su celebración. Ya por haberla provocado (pensemos en lo actuado
por el lesionante en un caso de lesión, o en un obrar engañoso en el caso de dolo como vicio de la voluntad), ya por
haberla podido advertir obrando diligentemente, quedaría deslegitimado el sujeto, como también en caso de no haber
sufrido perjuicio alguno en virtud del acto o, de sufrirlo, que el mismo no resulte relevante. Esta importancia del
perjuicio, obviamente, al no brindarse pautas objetivas que permitan su medición, quedará a criterio del juez en
función de la prueba que se produzca.

De acuerdo a la parte final del artículo 388 del CCyCN, cuando la persona protegida carece de la capacidad de
ejercicio exigida para el acto (el acto jurídico vulnera el impedimento resultante de la falta de capacidad para
otorgarlo) y ha obrado con dolo, no podrá alegar la nulidad si ha obrado con dolo. Esto es una excepción a la regla de
legitimación señalada antes que alcanza a la persona protegida por la nulidad. Pensamos que hubiera sido más
acertado que "dolo", aludir a "mala fe", en tanto puede generar confusiones qué acepción de dolo ha tomado el
legislador: si la de dolo como malicia o intención de dañar (factor de atribución de responsabilidad subjetivo), si como
maniobra engañosa destinada a bloquear la intención de quien se dispone a celebrar un acto (dolo como vicio de la
voluntad), o ya la de dolo como comportamiento de aquel que pudiendo cumplir no lo hace (dolo obligacional). Tal
vez quepa pensar en que estaríamos ante una acepción diversa de la voz "dolo" -lo cual no parece conveniente
dados los ya demasiados sentidos adjudicados a la misma en el Derecho-, en tanto parece imposible encasillarla en
cualquiera de las anteriores. Rivera y Crovi82 no se pronuncian al respecto, limitándose a señalar la excepción.
Benavente alude a una "contraexcepción" y considera que obraría con dolo cuando se ocultó deliberadamente su
incapacidad y la otra parte obró de buena fe, confiando en la apariencia generada por quien entonces disimuló o de
cualquier modo impidió conocer la falencia existente al tiempo de celebrarlo, y lo ejemplifica con el caso de
falsificación de documentos por parte de un menor de edad para aparentar no serlo.

Pensamos que no es correcto el uso de "contraexcepción" no sólo por el aspecto puramente gramatical sino, en
mayor medida, porque tal cosa significaría una excepción de la excepción, es decir, algo que importa limitar o reducir
el ámbito de una excepción. En realidad, la que nos ocupa no es más que una "excepción" a la regla general sentada
por el mismo artículo en materia de legitimación activa. Y, si bien el ejemplo utilizado es válido para graficar la
previsión hecha por el legislador, no nos soluciona la duda respecto al sentido del término dolo que éste ha
empleado. De acuerdo a su descripción, parecería encuadrar el uso en la idea que subyace en el dolo como vicio,
que requiere de un ardid o maniobra engañosa, pero al mismo tiempo el engaño en este caso no estaría destinado a
hacer incurrir en un error o crear una inferioridad en la otra parte, sino tan sólo en simular su propia incapacidad para
poder otorgar el acto, con lo que lejos nos hallamos del dolo como vicio. Tampoco podemos darle el sentido del dolo
como factor de atribución subjetivo de responsabilidad (o en la terminología clásica, como elemento del acto ilícito),
en tanto no estamos en esos territorios y además no parece ser el de la intención de dañar el sentido con que se
empleó el término. Y definitivamente tampoco estamos en presencia de un dolo obligacional al que ningún rol cabría
asignarle en esta previsión normativa. Por tales motivos pensamos que, desgraciadamente, se ha querido aludir a la
mala fe del sujeto protegido por la nulidad (engañando sobre su impedimento para negociar), usándose esta suerte
de cuarta acepción de la jurídicamente trillada voz "dolo".

Finalmente, en lo que a la legitimación activa refiere, el Ministerio Público la tiene cuando de acuerdo a la ley asuma
carácter principal su actuación (v. art. 103, inc. b, CCyC). Por ejemplo, en caso de una persona que requiere de un
representante legal y no cuenta con el mismo, o cuando un menor, un incapaz o una persona con capacidad
restringida debe actuar ante un incumplimiento de los deberes de sus propios representantes legales.

- Si la nulidad es relativa, es posible subsanar la irregularidad del acto a través de la confirmación expresa o
tácita del mismo (v. arts. 393 a 395 que serán luego abordados).
- La acción para plantear la nulidad, si ésta es relativa, prescribe, rigiendo el plazo de dos años estipulado por
el artículo 2562, inciso a, del CCyC.

4.3. Efectos.
La cabal comprensión de la temática de las nulidades requiere ahondar en aquello que ocurre una vez que se arriba
a la declaración de nulidad. Poco o nada de lo anteriormente dicho tendría sentido si prescindimos de las
consecuencias que produce la invalidez.

Al definir la nulidad dijimos que este tipo de ineficacia trae consigo la privación de los efectos propios del acto jurídico
defectuoso, es decir, de los efectos que se derivan de la naturaleza del acto y que no son sino los que las partes
tuvieron en miras al celebrarlo. Al definir al acto jurídico el CCyCN estipula en el artículo 259 que es el acto voluntario
lícito que tiene por fin inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas.
Justamente este fin inmediato es el que no se va a producir, de ser declarada la nulidad del acto. Las partes al
celebrar el negocio jurídico lo hacen con miras a lograr determinados resultados jurídicos; el efecto primero y
fundamental de la nulidad consiste en privar al acto jurídico, nulo o anulado por sentencia, de las consecuencias
jurídicas propias de él, y que son aquellas que las partes querían alcanzar. Debe recordarse, no obstante, que como
hemos visto no siempre la declaración de nulidad alcanza al acto en su conjunto (nulidad total o completa), sino que
veces esta privación recae sólo sobre algunas estipulaciones del mismo y por ende, resulta mucho menos drástica.

No está de más recordar otra vez que cuando decimos que la nulidad priva al acto de sus efectos propios, el adjetivo
"propios" adquiere particular significación en tanto puede haber efectos que no son de esa estirpe y que el acto
invalidado producirá. La declaración de nulidad (como otros tipos de ineficacia, tal vez dejando a salvo el de
inexistencia) no acarrea la supresión total de efectos del acto irregular, sino de aquellos que derivan de su naturaleza
y las partes buscaron producir. Hay otros que en cambio sí se producen, como por ejemplo el deber de reparar los
daños causados a quien de buena fe celebró el acto jurídico desconociendo el vicio que lo invalidaba (art. 391,
CCyCN). Desarrollaremos seguidamente de qué modo y con qué particulares se produce la privación de los efectos
propios del negocio.

Regla general: Frustración de los efectos propios. Debido a la declaración de nulidad de un acto (y a la
adquisición de firmeza de tal sentencia, esto es, que no pueda ya ser recurrida) el mismo resulta jurídicamente
descalificado y, como consecuencia, se extinguen retroactivamente y erga omnes (frente a todos) los derechos y
deberes adquiridos en virtud del acto invalidado. Ejemplificando, el comprador no será tal y por tanto tampoco dueño
de la cosa que había adquirido de manos del vendedor.

Esta extinción retroactiva y erga omnes de los efectos propios exige entonces volver las cosas al estado en que se
encontraban antes de la celebración del acto jurídico invalidado. Naturalmente, si no hay adquisición de los derechos
y deberes jurídicos que se pretendían adquirir celebrando el acto invalidado, debe regresarse a la situación anterior.

En este sentido el artículo 390 del CCyCN comienza señalando que "La nulidad pronunciada por los jueces vuelve las
cosas al mismo estado en que se hallaban antes del acto declarado nulo ... ".

Pero debe observarse que no siempre es posible este retorno, este intento de regresar al pasado, al estado de cosas
previo al otorgamiento, en tanto suele acontecer en la realidad que tal efecto de la invalidez traiga consigo diversas
dificultades; dificultades que exigen ciertas precisiones que se irán formulando.

Una primera distinción relevante que hay que formular para ello es la relativa a los efectos que produce la declaración
de nulidad entre partes y los que produce respecto de terceros.

Efectos de la declaración de nulidad entre las partes del acto: La comprensión de estos efectos requiere hacer
otra distinción previa: si el acto no ha sido ejecutado (si no se llevaron a cabo las prestaciones previstas en el acto,
vale decir, dar, 0 hacer o no hacer algo), o si el acto fue ejecutado (total o parcialmente).

- a) Acto no ejecutado. Si luego de celebrado el acto las partes no han llegado a ejecutar las prestaciones
convenidas y sobreviene la declaración de nulidad, su efecto será que las mismas no podrán ya demandarse
mutuamente el cumplimiento.

Dicho más brevemente, el efecto será la inexigibilidad de las prestaciones acordadas en el acto. Por ejemplo, en una
compraventa declarada inválida antes de la entrega de la cosa y del pago del precio, el efecto de la nulidad será que
el comprador no podrá exigir la entrega de la cosa ni el vendedor el pago del precio. Y en todo caso, si alguno
reclamara el cumplimiento de lo pactado el otro tendría como defensa, precisamente, la declaración de invalidez del
acto y sus efectos.

- b) Acto ejecutado. La situación es muy distinta. Supone que las partes han llevado adelante el plan
prestacional convenido en el acto jurídico, en todo o en parte, y sobreviene la declaración de invalidez. Es la
situación más habitual en tanto la declaración de invalidez suele producirse años después de la celebración
del acto, pleito mediante.
Volver las cosas al estado anterior aquí es mucho más complejo puesto que las partes se han dado, han hecho u
omitido hacer lo que prometieron al celebrar el acto y hay que deshacer los pasos.

La regla general en este ámbito es la restitución. En principio, volver las cosas a la situación previa a la celebración
del auto implicará para las partes la restitución de lo que mutuamente se han dado y recibido en virtud del acto
descalificado.

Así lo dispone el artículo 390 del CCyCN (recién transcripto sólo en parte): "La nulidad pronunciada por los jueces
vuelve las cosas al mismo estado en que se hallaban antes del acto declarado nulo y obliga a las partes a restituirse
mutuamente lo que han recibido. Estas restituciones se rigen por las disposiciones relativas a la buena o mala fe
según sea el caso, de acuerdo a lo dispuesto en las normas del Capítulo 3 del Título II del Libro Cuarto".

La regla, como tal, admite excepciones. Una de ellas, en el ámbito de los contratos, se da con el artículo 1000 del
CCyCN en protección de las personas con restricciones a su capacidad de ejercicio, al disponer que, declarada la
nulidad de un contrato celebrado por persona incapaz o con capacidad restringida, la parte capaz no tiene derecho
para exigir la restitución o reembolso de lo que ha pagado o gastado, excepto si el contrato enriqueció a la parte
incapaz o con capacidad restringida y en cuanto se haya enriquecido. Es una regla específica de protección de los
incapaces de ejercicio que sanciona a quienes se aprovechan de esta situación de incapacidad vedándoles el
derecho a la restitución. La regla no se aplica cuando es el incapaz quien ha dado lugar a la nulidad ocultando
dolosamente su incapacidad. En este caso se trataría de un contratante de buena fe que ha ignorado la incapacidad
de su cocontratante.

Dejando a un lado esta excepción y alguna otra posible, se aplica la regla general de la restitución. En el ejemplo más
común, el vendedor deberá reintegrar el precio y el comprador la cosa adquirida. Así mirada la cosa parece bastante
sencilla, pero la realidad --como venimos adelantando- no suele serlo. Aparecen enseguida ciertas dudas como las
relativas a qué ocurre con los frutos si la cosa entregada era productora de los mismos (un campo agrícola, una suma
de dinero, un negocio comercial, etc.), o qué pasará con los productos extraídos de la cosa a restituir si ésta los
generaba, o a quién se hará cargo del pago de las mejoras hechas a la cosa por quien ha tenido que restituirla en
virtud de la nulidad. O bien, con independencia de la restitución, pueden existir daños para una de las partes que,
bajo ciertos presupuestos, le den derecho a exigir una indemnización a la otra.

A fin de dar solución a este tipo de cuestiones, la última parte del artículo 390 del CCyCN transcripto reenvía a las
reglas del Capítulo 3 (Efectos de las relaciones de poder) del Título II (Posesión y tenencia) del Libro Cuarto
(Derechos Reales) que, en los artículos 1932 a 1940, trata de los frutos, productos y mejoras. No es éste el espacio
adecuado para desarrollar esta temática, propia de los Derechos Reales y de sus especialistas; no obstante,
trataremos de resumir las soluciones:

- Frutos: La regla general es que el poseedor de buena fe hace suyos los frutos percibidos, debiendo esa
buena fe existir en cada hecho de percepción (art. 1935, CCyCN). O se&, ·quien realizó el acto jurídico
desconociendo el vicio que lo afectaba y recibió en consecuencia una cosa productora de frutos, hace suyos
los frutos percibidos y los naturales devengados no percibidos. Los frutos pendientes corresponden siempre
a quien tiene derecho a la restitución de la cosa. Por ejemplo, quien tiene que restituir un campo después de
tres años de haberlo poseído (de buena fe) como dueño en virtud del acto jurídico de compraventa que luego
fue invalidado, reintegrará el inmueble pero no hará lo propio con el producido de las cosechas resultantes
durante ese tiempo por la explotación del inmueble. Y si al entregarlo el campo está sembrado, la cosecha
que después se realice (frutos pendientes) pertenecerá a quien vuelve a ser el propietario del fundo, sin
perjuicio de que deberá éste reembolsarle los gastos en que aquél incurrió para la siembra y su cuidado (v.
gr., semillas, fumigaciones, riego) hasta el momento de la devolución.

En cambio, el poseedor de mala fe, que es quien ha dado lugar a la nulidad, debe restituir los percibidos y los que por
su culpa se dejan de percibir. Siguiendo el ejemplo anterior, si quien obtiene la restitución del campo y debe restituir
el capital entregado oportunamente como precio era de mala fe, reintegrará el capital y sus frutos, hayan sido o no
devengados o percibidos, por lo que también deberá compensar al otorgante de buena fe abonando los intereses que
fije el juez.

- Productos: Sea de buena o mala fe, quien restituye una cosa generadora de productos debe también restituir
los productos que haya obtenido de la misma (art. 1935, CCyC).
- Mejoras: De acuerdo al artículo 1938 del CCyCN, quien restituye la cosa principal no puede reclamar
indemnización por las mejoras de mero mantenimiento ni por las suntuarias, las que pueden ser retiradas si
al hacerlo no se daña aquélla. Si es de buena fe puede reclamar las necesarias y las útiles, pero respecto a
estas últimas sólo hasta el mayor valor adquirido por la cosa.
- Indemnización de daños y perjuicios: Si alguna de las partes, siendo de buena fe, sufre perjuicios como
consecuencia de la declaración de nulidad y se configuran los presupuestos generales de la responsabilidad
civil (expuestos en pasajes anteriores de esta obra), podrá exigir con éxito una reparación de los mismos a
su causante.

Efectos de la declaración de nulidad respecto de terceros. Dijimos que la declaración de nulidad produce efectos
erga omnes; el acto es ineficaz, retroactivamente, frente a todos, respecto a todos, partes del acto y terceros. Cuando
se aborda la temática de la nulidad y los terceros, no se hace en verdad referencia a los terceros en general, a
cualquier tercero, sino a determinados terceros que están en una situación particular por habérseles transmitido un
derecho real o personal en virtud de un acto cuyo antecedente (el acto jurídico que le antecedió) ha sido invalidado

El estudio del problema de la declaración de nulidad con relación a terceros reviste interés cuando es éste un
subadquirente, dado que quien le transmite el derecho lo ha recibido en virtud de un acto que ha sido dejado sin
efecto. Puede fácilmente imaginarse el entuerto que significa en la práctica esta situación y las dudas que se
generan, teniendo en cuenta que en virtud de la anulación de aquel acto anterior las partes deben restituirse lo dado
en virtud del mismo, y una de ellas no podría en principio hacerlo porque antes ha transmitido sus derechos a este
tercero que llamamos subadquirente.

La cuestión central es si, ante la invalidación del acto jurídico antecedente de la adquisición de derechos por parte del
subadquirente, procede reivindicarla de éste (o no); si es exigible la restitución al subadquirente que no ha sido parte
del acto invalidado y por tanto, es un tercero:

c) La solución en el nuevo Código. En el Código Civil y Comercial la solución del problema en análisis la brinda el
artículo 392 que, en similar dirección que el citado 1051 luego de la reforma de 1968, dispone que todos los derechos
reales o personales transmitidos a terceros sobre un inmueble o mueble registrable, por una persona que ha
resultado adquirente en virtud de un acto nulo, quedan sin ningún valor, y pueden ser reclamados directamente del
tercero, excepto contra el subadquirente de derechos reales o personales de buena fe y a título oneroso. Aunque el
artículo 1051 del Código Civil sólo se refería a inmuebles, la protección se extiende ahora a la adquisición de
derechos personales o reales sobre muebles registrables. Tal es la respuesta normativa actual a la pregunta que nos
hiciéramos.

La buena fe a la que se refiere la norma es la llamada buena fe creencia que, según el artículo 1918 del CCyCN, es
la buena fe de quien no conoce ni puede conocer que carece de derecho, es decir, cuando por un error de hecho
esencial y excusable está persuadido de su legitimidad. Como nos estamos refiriendo a la adquisición de derechos
reales o personales sobre inmuebles o muebles registrables, es claro que quien alegue no conocer ni haber podido
conocer el vicio del acto antecedente, es quien ha realizado el estudio del título de su transmitente, o sea, quien ha
estudiado los antecedentes en el Registro General de la Propiedad, si se trata de un inmueble, o del registro que
corresponda, si se trata de un mueble registrable. En este sentido, el objeto de la buena fe del adquirente no puede
ser otro, en principio, que lo que surge de los certificados expedidos por el Registro Inmobiliario; el tercero protegido
es el llamado tercero registral, es decir, un subadquirente de buena fe y a título oneroso que ha inscripto su título en
el Registro, habiendo adquirido de quien tiene a su vez inscripto su título en el Registro, título que tiene algún vicio
que lo toma inválido.

Quedan excluidos de la protección del artículo 392 del CCyCN los derechos adquiridos por terceros sobre cosas
muebles no registrables, ya que las mismas tienen un régimen especial establecido en el artículo 1895 del CCyC.

Efectos de la declaración de nulidad frente al adquirente non domino: Sin perjuicio de que la cuestión ha sido
adelantada antes, al aludir a la inexistencia y a la inoponibilidad, debe recordarse que la transmisión a non domino
tiene lugar cuando quien transmite el derecho no es el verdadero titular del mismo. El verdadero titular no participa
del acto, sino que otro sujeto -habitualmente falsificando o adulterando documentos- se hace pasar por él. Durante la
vigencia del Código Civil el problema que planteaban este tipo de adquisiciones era saber si el tercero subadquirente,
merced a su buena fe y al título oneroso, quedaba amparado por el artículo 1051 y por tanto podía repeler la
reivindicación del verdadero titular del derecho, aunque no fuera éste quien le hubiera transmitido el derecho. La
solución fue discutida por la doctrina y la jurisprudencia y la respuesta no fue uniforme.

Ahora la cuestión aparece expresamente solucionada por el último párrafo del artículo 392 del CCyCN que dice: "Los
subadquirentes no pueden ampararse en su buena fe y título oneroso si el acto se ha realizado sin intervención del
titular del derecho".

En estas situaciones, por tanto, la declaración de nulidad del acto alcanza al tercero, quien no podrá ampararse en su
buena fe y título oneroso, dado que el acto que precedió a su adquisición fue realizado sin la intervención del
verdadero titular del derecho.
4.4. Confirmación del acto sujeto a una acción de nulidad. Conversión. Actos indirectos.
Hay confirmación cuando la parte que puede articular la nulidad relativa manifiesta expresa o tácitamente su voluntad
de tener el acto por válido, después de haber desaparecido la causa de nulidad (art. 393, CCyCN). Recordemos que
sólo pueden ser confirmados los actos de nulidad relativa, donde se hallen en juego intereses particulares. En éstos,
la parte que podría invocar la nulidad no lo hace. Los actos de nulidad absoluta no pueden ser confirmados porque en
este caso lo protegido son intereses generales que no son disponibles por las partes.

La confirmación es un acto jurídico unilateral que no requiere de la conformidad de la otra parte. Requisito de validez
del acto de confirmación es que haya desaparecido la causa de la nulidad (por ejemplo, el menor de edad llega a la
mayoría adquiriendo capacidad de ejercicio, 0 bien el acto es confirmado por sus padres).

Especies: La confirmación, como dijimos al definirla, puede ser:

- Expresa: resulta de una declaración expresa de voluntad, que se hace constar en un instrumento que debe
reunir las formas exigidas para el acto que se sanea, y contiene la mención expresa de la causa de la
nulidad, de su desaparición y de la voluntad de confirmar el acto (art. 394, CCyCN).
- Tácita: resulta del cumplimiento total o parcial del acto nulo realizado con conocimiento de la causa de
nulidad o de otro acto del que se deriva la voluntad inequívoca de sanear el vicio del acto (art. 394, párrafo
2º, CCyCN). O sea, consiste en la ejecución del negocio, pero para que sea válida, debe haber desaparecido
la causa de la nulidad y el afectado debe ser plenamente consciente de la posibilidad de impugnar el acto
viciado y, sin embargo, tener intención de sanearlo.

Efectos de la confirmación: La confirmación produce la convalidación o saneamiento del acto jurídico


viciado, haciendo desaparecer los efectos de la nulidad a la cual estaba sujeto96 • Esta convalidación
tiene efectos retroactivos (se remonta a la celebración del acto jurídico saneado), aunque éstos no pueden
perjudicar a terceros de buena fe (art. 395, CCyCN). Los terceros protegidos son los que adquirieron
derechos antes de la confirmación, pero en el tiempo en que ya había cesado la causa que invalidaba el
acto.
CONVERSIÓN. Se produce la conversión de un acto jurídico cuando un negocio que no satisface los recaudos
exigidos por la ley para valer como tal, puede valer como otro. El Código de Vélez no regulaba la conversión como un
supuesto general de superación de la ineficacia, aunque sí lo hacía con algunos casos en particular (arts. 987, 1185,
505, Cód. Civ). Sin embargo, la falta de una norma genérica no fue obstáculo para la expansión del instituto más allá
de los supuestos legislados en particular.

El nuevo Código sí trata a la conversión como un supuesto genérico de saneamiento estableciendo, en el artículo
384, que "El acto nulo puede convertirse en otro diferente válido cuyos requisitos esenciales satisfaga, si el fin
práctico perseguido por las partes permite suponer que ellas lo habrían querido si hubiesen previsto la nulidad".

Para que pueda haber conversión del acto jurídico se necesitan dos recaudos: uno objetivo y otro subjetivo. El
objetivo se refiere a que el acto nulo reúna las condiciones de validez de otro acto jurídico, mientras que el subjetivo
se relaciona con la intención de las partes que permita suponer que hubieran querido celebrar el eficaz de haber
advertido el vicio que invalidaba al anterior.

Mediante la conversión se evita que negocios jurídicos que las partes tienen por válidos queden privados de los
efectos pretendidos aun cuando éstos hubiesen podido conseguirse plenamente o, al menos, en parte, por otro
medio, con un negocio de otro tipo cuyos requisitos de validez se hayan cumplido, y si debiere suponerse que las
partes, si hubieran tomado en cuenta las posibilidades de orden jurídico, habrían celebrado ese negocio distinto.

En los Fundamentos al Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación, los redactores manifiestan haber
adoptado la "dirección subjetiva de la conversión", que es la de los Códigos alemán, italiano, portugués y griego. Su
configuración requiere los requisitos objetivos y subjetivos mencionados en el párrafo anterior. En esta dirección
subjetiva se trata de reconstruir la voluntad hipotética -y no real- de las partes, de modo de poder considerar que ellas
hubieran querido el negocio diverso si hubieran previsto la invalidez del celebrado.

Tobías considera que "la conversión (en sentido propio o sustancial) apunta a salvar la imperfección del acto,
atribuyéndole el de ser otro negocio válido acorde con el fin práctico perseguido y la voluntad hipotética de las partes.
Se ha creído encontrar el fundamento con la invocación de la regla utile per inutile non vietatur o en los principios de
conservación, de la buena fe o del resguardo de la autonomía privada. El más convincente_ es el último: se busca
favorecer el mantenimiento de una iniciativa negocial que se estima digna de tutela y que, tal como se celebró, no
puede desplegar los efectos a que estaba dirigida por padecer de defectos en su estructura constitucional".

Se distingue entre la conversión formal y la material.

- Conversión formal: se mantiene la misma naturaleza del negocio pero cambia su forma. Así, por
ejemplo, el artículo 294 del CCyCN estatuye que el instrumento que no tenga la forma debida vale
como instrumento privado si está firmado por las partes.
- Conversión material: Muta el negocio inválido a otro distinto. Es así que, verbigracia, en el artículo
1018 del CCyCN se establece la conversión de todos los actos jurídicos formales solemnes
relativos donde, si las partes omiten darle al acto la forma requerida por el ordenamiento, la
consecuencia no será la nulidad, sino que el otorgamiento pendiente del instrumento previsto
constituirá una obligación de hacer.

ACTOS INDIRECTOS. Directamente vinculada con la temática de las ineficacias se encuentra la de los
actos indirectos.

Acto jurídico indirecto es aquel que las partes celebran para obtener un resultado práctico que no es el que
se deriva de su naturaleza. Lo que no hay en este caso es correspondencia entre el fin perseguido y el
medio empleado. Por ejemplo, se transfiere el dominio de una cosa en garantía de un crédito. En este
ejemplo se utiliza el acto jurídico compraventa, pero con una finalidad distinta a la transferencia del
dominio, pues las partes lo que buscan es otorgar una garantía para una operación de mutuo.

El artículo 385 del CCyCN consagra la validez del acto jurídico indirecto, siempre que no se otorgue para
eludir una prohibición de la ley o para perjudicar a un tercero. Volviendo al ejemplo dado, la transferencia
del dominio de una casa hecha en garantía de un crédito no sería válida si se hiciera para esconder la
existencia de intereses usurarios. O para evitar el pago de los impuestos más onerosos que implicaría la
celebración del mutuo.

El negocio jurídico indirecto se distingue del acto simulado pues es un acto real que no permanece oculto
ni persigue engañar. Normalmente se recurre al acto jurídico indirecto para satisfacer necesidades
jurídicas complejas.

PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN DE NULIDAD.

Dijimos ya que la acción de nulidad absoluta es imprescriptible por cuanto si se la admitiera, el mero
transcurso del tiempo sería una forma de convalidar un acto cuyo vicio afecta intereses generales.

En lo que refiere a la prescripción de la acción de nulidad relativa, opera al cumplirse el plazo de dos años
(art. 2562, inc. a, CCyCN). Este plazo ha de contarse conforme al artículo 2563 del CCyCN:

- Si se trata de vicios de la voluntad, desde que cesó la violencia o desde que el error o el dolo se
conocieron o pudieron ser conocidos.
- En la acción de simulación entre partes desde que, requerida una de ellas, se negó a dejar sin
efecto el acto simulado.
- En la acción de simulación ejercida por tercero, desde que conoció o pudo conocer el vicio del acto
jurídico.
- En la nulidad por incapacidad, desde que ésta cesó.
- En la acción de nulidad por lesión, desde la fecha en que la obligación a cargo del lesionado debía
ser cumplida.

Esto en cuanto a la acción de nulidad. Ahora bien, ¿cuál sería el plazo de prescripción si la nulidad se
opusiera como excepción, teniendo en cuenta, como ya vimos, que la nulidad puede articularse como
acción o como excepción? Algunos autores sostienen que los plazos de prescripción son idénticos, ya se
articule como acción o como excepción.

Otros afirman que la excepción de nulidad es imprescriptible, pues de lo contrario se le exigiría al afectado
la promoción de la acción para evitar su prescripción, aunque la otra parte no hubiere pretendido exigir el
cumplimiento del acto viciado.
Nuestra doctrina mayoritariamente acoge esta solución. Es la que científicamente se ajusta a la naturaleza
de las excepciones y produce un resultado justo, frente a la situación inactiva de la parte que no ha
pretendido, hasta mucho después, requerir la intervención del órgano judicial para consumar el negocio
viciado. No obstante, como referimos en cita anterior, desde esta misma postura se han señalado algunos
supuestos en los que, excepcionalmente, se considera prescriptible la nulidad como defensa.

NULIDAD DE LA SIMULACION.

ACCIÓN DE SIMULACIÓN. Instrumento legal apto para atacar el acto insincero, que tiende a desvanecer los efectos
del acto simulado, demostrando que detrás de él no hay nada, y dejando a la luz el acto verdadero o disimulado.

Ejercidas por las partes: En la simulación lícita, las partes siempre pueden accionar; en la simulación ilícita, las
partes cuentan con la acción de simulación siempre que se cumplan ciertos requisitos previstos en el ART. 335.

ART. 335: “Acción entre las partes. Contradocumento. Los que otorgan un acto simulado ilícito o que perjudica a
terceros no pueden ejercer acción alguna el uno contra el otro sobre la simulación, excepto que las partes no puedan
obtener beneficio alguno de las resultas del ejercicio de la acción de simulación.”.

Prueba. ART. 332 2º párrafo: “La simulación alegada por las partes debe probarse mediante el respectivo
contradocumento. Puede prescindirse de él, cuando la parte justifica las razones por las cuales no existe o no puede
ser presentado y median circunstancias que hacen inequívoca la simulación.”.

Ejercida por terceros: Sujetos ajenos al acto que tengan un interés actual o eventual; legitimación pasiva: hay
litisconsorcio pasivo necesario entre todos los que participaron del acto simulado.

ART. 336: “Acción de terceros. Los terceros cuyos derechos o intereses legítimos son afectados por el acto simulado
pueden demandar su nulidad. Pueden acreditar la simulación por cualquier medio de prueba.”.

Prueba. Es lógico que ellos no pueden presentar el contradocumento (otorgado entre las partes y destinado a
quedar en secreto). Por eso, se admite la validez de la prueba de presunciones (legales o de hecho).

1) las personas: en algunos casos, el parentesco es tomado como fundamento para presumir la simulación o cuando
las partes son “concubinos” o tienen “amistad íntima”.

2) relativas al objeto del negocio: por ej. cuando el vendedor enajena su única o principal fuente de recursos o todos
sus bienes por un precio único o a precio vil.

3) relativas a la inejecución del negocio: se refiere a la no ejecución del acto, por ej. cuando la cosa continúa en
posesión del vendedor, en carácter de locatario, comodatario, etc. o por ej. la escasa capacidad económica de la
parte.

4) relativas al tiempo: cuando una de las partes enajena bienes ante la inminencia de su divorcio o de un embargo.

5) otras presunciones: falta de necesidad del negocio; el exceso de formas o abuso de solemnidades en los casos
que la ley no las exige (ej. compra de muebles por escritura pública).

Valoración de la prueba indiciaria: Estas presunciones serán valoradas por el juez en su conjunto, ya que deben ser:
graves, precisas y concordantes.

EFECTOS DE LA PROCEDENCIA DE LA ACCIÓN. Declara la nulidad del acto simulado, aparente.

 Si HAY SIMULACIÓN ABSOLUTA, se evidencia que la situación jurídica existente antes de la celebración
del acto simulado no ha sido modificada.
 Si HAY SIMULACIÓN RELATIVA, surge a la luz el acto disimulado.
Efectos para los terceros. Se benefician todos los terceros, haya accionado o no. ART. 337: “Efectos frente a
terceros. Deber de indemnizar. La simulación no puede oponerse a los acreedores del adquirente simulado que de
buena fe hayan ejecutado los bienes comprendidos en el acto.

La acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado sólo procede si
adquirió por título gratuito, o si es cómplice en la simulación.

El subadquirente de mala fe y quien contrató de mala fe con el deudor responden solidariamente por los daños
causados al acreedor que ejerció la acción, si los derechos se transmitieron a un adquirente de buena fe y a título
oneroso, o de otro modo se perdieron para el acreedor. El que contrató de buena fe y a título gratuito con el deudor,
responde en la medida de su enriquecimiento.

La simulación no puede oponerse a los acreedores del adquirente simulado que de buena fe hayan ejecutado los
bienes comprendidos en el acto.”.

Ej: -Juan simular vender a Pedro; Luis, acreedor de Pedro ejecuta el bien

Luego se declara la nulidad de la venta por la simulación.

La ejecución no puede ser dejada sin efecto. Protege al acreedor y al adquirente por subasta.

La acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado sólo procede si
adquirió por título gratuito, o si es cómplice en la simulación.

- Juan simula vender a Pedro. Pedro vende a Lorenzo

Luis, acreedor de Juan puede ir contra Lorenzo solo si es de mala fe.

- Juan simula vender a Pedro

Pedro dona a Lorenzo

Luis, acreedor de Juan puede ir contra Lorenzo siempre, sin importar si es de buena o mala fe.

El subadquirente de mala fe y quien contrató de mala fe con el deudor responden solidariamente por los daños
causados al acreedor que ejerció la acción, si los derechos se transmitieron a un adquirente de buena fe y a título
oneroso, o de otro modo se perdieron para el acreedor.

El que contrató de buena fe y a título gratuito con el deudor, responde en la medida de su enriquecimiento.

PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN. ART. 2.562: “Plazo de prescripción de dos años. Prescriben a los dos años:

a) el pedido de declaración de nulidad relativa.”.

ART. 2.563: “Cómputo del plazo de dos años. En la acción de declaración de nulidad relativa, de revisión y de
inoponibilidad de actos jurídicos, el plazo se cuenta:

b. en la simulación entre partes, desde que, requerida una de ellas, se negó a dejar sin efecto el acto simulado;

c. en la simulación ejercida por tercero, desde que conoció o pudo conocer el vicio del acto jurídico.”.

DIFERENCIAS ENTRE FRAUDE Y SIMULACIÓN.

SIMULACIÓN
FRAUDE - Es un acto ficticio.
- Es un acto real. - Es un acto nulo.
- Es un acto válido. - No siempre busca perjudicar.
- Siempre busca perjudicar a terceros. - El acuerdo es un elemento de la simulación.
- No siempre hay acuerdo entre las partes. - Acción de simulación: a. Se propone anular el acto
- Acción de inoponibilidad: a. Tiende a declarar ficticio, y si hay simulación relativa, dejar al
inoponible un acto real y efectivo del deudor. descubierto el acto realmente querido y convenido
b. Solo puede ser intentada por los por las partes.
acreedores de créditos con fecha anterior al b. Puede ser ejercida por cualquier tercero
fraude. que sufra perjuicio de la simulación.
c. Solo beneficia al acreedor que acciona, c. Beneficia a todo interesado en la
para quien el acto será oponible.
declaración de nulidad del acto simulado.

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