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EXposIcion de Y mientras tanto ese conocimiento puede ser reemplazado por el volumen
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transcurre, al menos a efectos occidentales, una evolución de la urdimbre en ción, autorregulación o desrregulación de la cultura, cuestión que a veces nos
la que apenas si pesaba la comunicación, especialmente la comunicación lleva más de una discusión.
vertical, Algo que hoy nos cuesta imaginar. En los tiempos que corren, parece cada vez más claro que la clave del futuro
El mercado y su cultura arrastró lógicamente una síntesis en que la libertad la va a aportar aquel que consiga un marco financiero neoliberal desde el que
da creación tiene mayor protagonismo que el problema del conocimiento, y abordar programas sociales, y que por ello no solo sea rentable sino que
la tiene sobre todo en la producción de resultados históricos, de patrimonio además resulte ortodoxo a los ojos de Milton Freedman. Si así estamos, es
cultural. Aún a mediados del siglo xix era más protagonista de la cultura el imaginable un sector cultura autorregulado y que en el proceso de socia-
heredero del juglar que la veracidad o no de la historia por él narrada. En ese lización no encuentre obstáculos; el punto de partida es precisamente la
mercado bastaba la decisión de la élite, en cuanto a transferen-cia de disfunción antes señalada: las masas acceden a la cultura sólo si entienden,
recursos, el mecenazgo, para ordenar y expandir el gusto y su idea inherente imitan consumen, extrapolan, el gusto de las élites, entendiendo este no como
de cambio. una imposición clasista, sino sencillamente como acumulación histórica,
Pero cuando los procesos industriales ordenan el trabajo, y con ello alte- llámesele imaginaire, mentalidad, gusto, incluso inconsciente colectivo. '
ran la dialéctica élite-masas, la estructura lógicamente experimenta una lenta Para este acceso de las masas contamos con el medio de recursos industriales
transformación, en que los consensos empiezan a ser participados por las que concurren en un mercado de conocimientos de ámbito universa!. La
masas. En ese punto de dimensión secular, algunos más empiezan a requerir cuestión a considerar es que en realidad la cultura contemporánea cuenta con
decisiones acerca de qué cultura, desde y para qué. Identidad. En ese punto una autorregulación efectuada desde las élites, que deja escasísimo margen a
entre Gutemberg y Edison, las decisiones de la élite —el mecenazgo—, las masas.
fueron cada vez menos suficientes, y la cuestión es que aún no hemos hallado Academia y vanguardia son respectivamente el ecúmene y el anecumene,
qué es suficiente.
el territorio ocupado y la frontera, de esa cultura. Y la libertad del creador,
Aún depositamos más protagonismo en e! juglar-creador, intérprete, o del genio, significa en sí la frontera en que la cultura arriesga símbolos y
incluso imitador, que en su mensaje hacia la identidad; es decir, el sector aprendizajes.
cultura depende todavía más de las decisiones de la élite que de los con-
- Ahora bien, esa es una autorregulación en la que no existe la voluntad del
sensos de masas. Y ello pese a la revolución tecnológica en materia de
reproducción, transmisión e información. ciudadano para participar en la cultura, como debiera corresponder a la
socialización democrática en que es posible la libertad del creador, la legiti-
La cultura en el contexto económico ha visto modernizados y multiplicados midad de la academia, la heterodoxia de la vanguardia.
sus soportes y con ello procede de la élite y de sus mediadores. El sector No existe libertad del ciudadano porque esta se refiere al conocimiento y para
cultura tal como hoy lo conocemos concibe su modernidad, su desarrollo, su ejercitarla, academia vanguardia y creador libre han establecido una sucesión
democratización, incluso, más como universalización del gusto de las élites
de aprendizajes excusables, dependientes de la capacidad, no solo de
pasadas y actuales, por medio de la producción industrial y la innovación
adquirirlos intelectualmente, sino de pagarlos en el mercado de las élites. Las
tecnológica, que como socialización propiamente dicha de las opciones libres
simbologías del ciudadano no valen en la cultura contemporánea. hasta el
de creación. Eso implica que lo que asume el mercado es antes la
acumulación histórica que el cambio cultural. La participación ciudadana, la punto de que cuando son incorporadas por tas élites constituyen la esencia
creatividad artesana, no son económicas, puesto que no corresponden a los del o de los ingenuismos o los atavismos o, en términos de centro y periferia,
patrones cultos, acumulativos, instalados por las élites en el proceso industrial. los exotismos.
Esta disfunción en la dialéctica entre libertad y conocimiento viene siendo Cabe pues decir, que la autorregulación de la cultura proporcionada por
bordeada en las decisiones merced a una excusa, a una solución; la igualdad las élites en el proceso histórico es consustancialmente antidemocrática y
de oportunidades ante la cultura, se dice, y aceptamos, depende de los cuando más crudamente se ha expresado ese carácter, ha sido precisamente
procesos educativos, los niveles de renta, y la integración social. Es decir, en desde que e! Estado de bienestar ha querido abordar políticas culturales
términos estrictamente liberales, debemos reconocer que el gusto y la transferentes de recursos hacia el sector.
identidad de las élites no actúan en libre concurrencia económica, de cara a la La hegemonía de las élites en el mercado ha atenazado a las políticas
cultura, sino que la condicionan a la capacidad de inversión material de-cada incipientes en la financiación de una cuitara del pasado, una cultura en la-
individuo y de su grupo. que la modernidad simbológica de 1900 sigue postergando al desarrollo tec
Es lo que podríamos llamar desembocar en el problema de la regula- nológíco del 2000, al desarrollo en que sin embargo, ya es Imaginable e in
cluso urgible, una libertad para el conocimiento.
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ral es el dilema de ¡as políticas culturales: las élites ñiflas necesitan
aunque si sus transferencias Inherentes; pero las masas probablemente si.
El dilema, claro está, no se viene presentando en su pureza dialéctica
masas-slites. Su aspecto presente, un largo presente ya, cabe resumirlo en son el gusto y el mercado. Y ello porque esencialmente no es sino una mo-
la reiterada toma de posiciones entre la alta cultura y una vaga extensa dalidad corporativa de mecenazgo en la que la empresa sustituye a! mece-as, y
pegajosa, fenomenología a la que desestimamos hace tiempo como cultura la masa de potenciales consumidores legitimadores a la expectativa de aura
popular y acaso consintamos en cejar como objeto de animación sociocultural del genio creador que se buscaba antaño.
si las finanzas neoliberales le reservan cierta condescendencia El dilema Nada nuevo bajo el sol, por tanto, a excepción de que el crecimiento
viene a consistir en que las políticas culturales que aún sobreviven se en económico es un elemento estructural imprescindible para esta nuevo
cuentran en la necesidad de ser legitimadas cada mañana por esa alta cul comportamiento.
tura, esto es, por los consensos ce la élite verilees en el guste y avalanos La omisión del patrocinio en el sector cultura actual no creo que signifique
por el mercado, y todos ellos instalados en la estructura de! bienestar como por tanto la desregulación en sí. No creo que implique por sí solo el vehículo
genuinos patrones sociales. . ' capaz de insertar a la cultura en los proceses de socialización coetáneos: en
Cualquier devaneo, coqueteo, hacia su par dialéctico, hacíala libertad del todo caso es una resultante da la lenta transformación de mentalidades que
ciudadano, para emplazarse en la cultura sabemos que conduce a una política denuncia el envejecimiento de la legitimidad proporcionada por academia,
cultural hacia su seguro suicidio, su marginación respecto a la excelencia, ese vanguardia, etc. Denuncia ese envejecimiento y anuncia en su casuística la
resumen eicético del etnocentrismo. a su vez eurocéntrico que subyace a los creciente presencia deformas y conceptos de libertad como factor de
patrones culturales del concepto alta cultura. regulación de ¡a cultura.
¿Es posible en ese contexto una desregulación de la cultura? Es decir El sector cultura, expuesto al devanee financiero de sus nuevos patroci
¿Una ruptura de su concepto respecto a la academia, la vanguardia y la libe-taa nadores, está mostrando diversas formas de legitimación, distintas fuentes,
del creador? Por supuesto, una desregulación consistente en su apertura
distintos orígenes de autorregulación, en los que siempre asoman uno o va
democrática sin necesidad de negar academia ni vanguardia ni libertan crea-
dora ni gusto ni élite ni mercado no se trata de negar nada. ¿Es posible rios conceptos de libertad.
La respuesta tiene que ser positiva; la articulación más probable o la mas Estos enfoques de la libertad que aparecen hoy en el sector cultura o a
consensuada en estos momentos a dicha respuesta positiva tiene un contenido través de él, puede que se resuman o a mí se me ocurre resumirlos, en tres
esencialmente liberal que no se ha materializado claramente. modalidades presantes en las políticas culturales contemporáneas incluso,
La privatización, esa respuesta actual, viene siendo la privatización de la cabe decir, responsables de los distintos comportamientos.
creatividad en el contexto del crecimiento económico; dicho asi secamente La primera de ellas acomoda a la cultura en el eje de !a conexión de la
quiere ser esto de algún modo el traslado del mecenazgo a niveles de manifes- libertad y del ocio, primordialmente como recompensa, como estadio final del
tación cultural o necesariamente gremiales e incluso reiterativos. En el fondo crecimiento económico y también el crecimiento espiritual, cívico, ciudadano
parece la formula de compromiso surgida en la expansión de la publici-dad es un estadio final propio de las sociedades que se sienten protagonistas
como factor de la producción y a su vez una fórmula acrisolada a partír del históricas del capitalismo, y por ello seguramente este enfoque es el mejor
deporte espectáculo y sublimada por estrategias de imagen corporativa aceptado por la academia y la vanguardia, en la medida en se consideran
En ingles se conoce por "sponsoring' y en español debe llamarse patro- factores de esa cultura, factores de ese estadio final de bienestar.
cinio. Es cierto que el patrocinio aporta una cuota desregularizadora a la cultura Una segunda modalidad ubica la cultura en el encuentro entre la libertad y
o mejor digamos que puede ser cierto. Es cierto porque hace intervenir en la el desarrollo, teniéndola más que nada como expectativa, como emplaza-
decisión de transferencia de recursos dos elementos que escapan a la élite y al miento ratificador, cuando liega o cuando se produce, de un cambio positivo al
genio.
que caben las mismas acotaciones que el del crecimiento: cambío económico,
Esos elementos son, por un lado, la esperada oarticipación de más de un espiritual, cívico, tal enfoque se percibe crecientemente en las sociedades
ciudadano, y de hipotéticos consensos de interés que no requieren forzo- que aceptamos como en vías de desarrollo, coincidiendo justamente con una
samente del aval de la academia ni de la vanguardia. ajustada tendencia fuguista de sus élites, y con un desconcierto casi siempre
Pero lo que el patrocinio no solamente no desregula sino que acentúa. achacado a la estrechez financiera de sus antiguas 'legitimadoras, academia y
vanguardia, frecuentemente nacidas y empantanadas en la empatia
eurocéntrica.
Y en tercer lugar cabe mencionar una modalidad reciente, o ai menos
pujante desde hace poco tiempo, que emplaza a lo cultura simplemente en la
libertad de consumirla. Esta perspectiva, este enfoque mucho menos re-
probable que los dos anteriores toma realmente a la cultura como auténtico tajas del estado cultural, una expresión por cierto poco consistente en cas-
sector productivo, como objetivo industrial. tellano, pero, en fin.
Sería fácil adjudicar cada uno de tales enfoques a paradigmas más o
menos manidos, pero sería insuficiente como reflexión. Ni la recompensa es Más acertado me parece colocar los debates a la luz del protagonismo
estrictamente eurocéntrica o del norte, ni la expectativa se produce sólo en el que disfrutan en cada caso el objetivo industrial o el objetivo estructura! antes
sur, ni el objetivo industrial impera exclusivamente en Estados Unidos o señalado en los balances de las políticas, porque creo que la mayoria se
Japón, corno yo mismo estaría tentado de asociar. encuentra atenazada por la Indecisión entre uno y otro, y que en el fondo sólo
Estas tres modalidades de enfoque de la libertad a través del sector cultura subyace el subdesarrollo financiero del sector. Pero es que ademas
están presentes en la difícil.—((amémosle— adolescencia histórica de todas las difícilmente se podrán incorporar competencias estructurales dirigidas a la
políticas culturales que hoy día existen. Es más, su conflicto —conflicto de cultura por un desarrollo en libertad, si las estructuras administrativas con
estos tres enfoques, seguramente es más agudo allí donde se está al borde de la que se encaren sólo admiten a trámite la academia y la vanguardia. Bellas
negación de la política cultural, cuales son los casos británico y artes música museo, biblioteca, cine, teatro, por más que estén fracasando
estadounidense-La cuestión, nada más, es que sólo podemos debatir y ante el ocio o ante la industria o ante el desarrollo. Es que no son paradigmas
cuestionar la cultura y sus políticas contando con medio planeta, porque el capaces de articular la relación entre conocimiento y libertad, y menos en el
mundo árabe y la mayoría de los países asiáticos, África entera, o no están o horizonte de! bienestar.
no quieren estar en tal debate. Religiosidad, leyenda, mito, ritualidad en su Las políticas públicas han de desprenderse de la fenomenología de la
puridad ciertamente no requieren política alguna. cultura como transcriptora de los requerimientos sociales. Han de abordar
Por tanta se traía de un quebradero de cabeza estrictamente occidental, y por lo tanto un análisis de los problemas y abandonar la gestión de productos
ese es un hecho a tener muy presente cuando se habla del asunto. No deben preguntarse más qué cultura-identifica y satisface a ios agentes del
Entonces, ¿que objetivos han de ser legítimos al situar la cultura como Estado, sino, en el Estado, quién necesita política cultural. Y el problema es
sector en el contexto sociopolitico? Creo que el dilema no está, como hasta que se acaba siempre en una respuesta: cada ciudadano.
ahora se piensa, en si el Estado ha de respetar o inmiscuirse en la autorre- La cultura y el sector en que se concreta siguen esperando nitidez en la
gulación de la cultura. Sencillamente porque eso ya no sucede ni creo que definición de conceptos como bien cultural, producto, soporte cultural, lo
jamás haya sucedido de manera estricta. Los tres enfoques de la libertad a que implica que la capacidad de análisis del sector, pero especialmente de sus
que me he referido indican que el Estado irremediablemente está involucrado políticas públicas es aún insuficiente. Y así como dicho análisis ignora
en la cultura, y que ¿so va a seguir sucediendo, en Occidente, eso sí, y que va todavía las cifras más elementales sobre el uso cultural, sobre la demanda, y
a seguir sucediendo porque los ciudadanos en cuanto legitimadores de- por tanto resulta incapaz de abordar algo tan capital como diferenciar pro-
mocráticos, en cuanto consumidores y en cuanto financiadores del Estado, ductos culturales de productos sensibles, sensibles para la cultura quiero
van a obligar a éste, cada vez más, a regular o a desregular su ocio, su decir también cabe decir que se encuentra bloqueado ese análisis precario a
as-piración o su opción consumidora en términos de conocimiento. la hora de equilibrar el peso entre patrimonio o equipamiento cuando pro-
El Estado podrá en el siglo xxi garantizar la autorregulación cultural o graman, cuando abordan programaciones. E incluso en algunas ocasiones esa
planificar la cultura, pero lo que no podrá en ningún caso, si su fundamenta confusión es voluntaria.
es democrático, es identificar que la cultura, y en concreto el sector cultura Ahora bien seguramente los dos nudos más críticos de las políticas culturales
condicionará y medirá el desarrollo en libertad, como de hecho ya sucede. aparte de lo indicado, son de calado mucho más profundo; ambos están
Cabe aventurar por tanto que el enfoque ideológico de la cultura para ese arraigados en el proceso histórico, en ese proceso lento al que me he referido
desarrollo en libertad, ya está emplazado como objetivo estructural de con anterioridad y que todavía pertenecen a la mentalidad compartida. El
cualquier política. La cuestión estriba en si el enfoque parte de que ese primero de ellos se refiere al proceso o los procesos educativos; las políticas
objetivo es-necesario para los antiguos legitimadores de la cultura, c quienes culturales asumen todavía un carácter subsidiario respecto de las políticas
lo requieren son todos los ciudadanos. educativas, siendo que estas evidentemente tocan techo en sus metodologías
Las respuestas que venimos conociendo pueda que estén polarizadas y y sueltan lastre de sus fracasos, sea responsabilizando a las políticas
puede que nos inviten a polemizar sobre las dimensiones, amenazas o ven- científicas de asegurar la calidad futura, sea trasladando a las poli-ticas
asistencias el relleno de las lagunas producidas. Si ese hecho, cada día mas
aquilatado, es comprensible y explicable, lo que no lo es tanto es que el
crecimiento educativo no haya encontrado su lógico marco cultural,
La cultura, cabría deducir, está fuera de la igualdad de oportunidades ante el
conocimiento, y es que tal vez las políticas culturales no han abordado hasta
ahora el encuadramiento de la educación como parte de su ámbito global de
estrategia.
Sea por dejadez o por temor a esa hermana mayor, en el Estado con-
temporáneo, la política cultural sigue sin analizar si el proceso educativo ha de
ser por siempre sustentada por las élites, o si en la socialización democrática
este mismo proceso educativo es más que nada un retorno hacia las masas
desde el desarrollo cultura!.
El segundo de los nudos, con lo cual ya voy a dar fin a esta intervención, es
más famoso, más conocido: la financiación de la cultura. Claro que pro-
bablemente esa expresión, tan recurrida, encierra en sí misma una batida en
retirada de muchas políticas culturales porque, ¿se trata de financiar la cultura
o de analizar y encarar una economía, la economía de la cultura?
En este caso la mentalidad está ejerciendo una penosa dictadura sobre
Jas políticas, porque por ejemplo los duros esfuerzos políticos y presupues-
tarios dirigidos hacia el patrimonio, jamás han suscitado un debate sobre
hasta qué punto el patrimonio está compuesto por múltiples símbolos de
economías muertas, en tanto que esas mismas políticas castigan con rigor de
analista de mercado de futuros a pequeñas y medianas empresas del sector
cuyos participantes, trabajadores e iniciativas cometen la extravagancia de
estar vivos. .
La economía de la cultura, junto con debates pendientes como el apun-
tado, a duras penas será encarada con valentía tras la definición y catalogación
de los productos culturales y como el enfoque de su evolución técnica siga
estando ausente de las administraciones culturales.
Sólo con programas de incorporación de las políticas de la cultura a la
actualidad, será posible el tránsito desde su manejo con criterios de menta-
lidad a su planificación en términos democráticos, y para ello el conocimiento
sin más de lectores y componentes del sector de su economía es todavía una
asignatura pendiente.
Mientras tanto y quizás por suscitar dudas, podríamos situarnos ante un
dilema del futuro. Las políticas culturales, ¿para qué deben prepararse? ¿Para
subvencionar el pasado o para financiar el crecimiento cultural? En cuál de
esos extremos se estará cumpliendo con más puntos de una agenda todavía
imaginaria capaz de hacer de cada ciudadano un mejor actor de nuestra
memoria, de nuestra identidad, de nuestra técnica.
Seguramente el dilema está deficientemente planteado por mí, porque
para hacer las cosas cabalmente lo que nos falta, yo creo, es el valor de
planificar, racionalizar y democratizar las políticas culturales.