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La Marcha por la Vida fue una alternativa de lucha planificada por la Dirección General de
Extensión de la Universidad Nacional "Siglo XX" en respuesta y apoyo a las dirigentes de las Amas
de Casa Mineras de Siglo XX y Catavi que planteaban una huelga de hambre en interior mina,
forma de lucha desgastada por entonces y sustituida por la marcha. Por esto, la marcha fue
encabezada por universitarios de la "Siglo XX" y las Amas de Casa Mineras de Siglo XX y Catavi.
Inicialmente, la marcha fue planificada para realizarse desde Siglo XX hacia la ciudad de Oruro. La
convocatoria de las bases mineras a concentrarse en Oruro dio lugar a que la marcha se realizara
desde Oruro hacia La Paz. La Marcha por la Vida se realizó entre el 21 de agosto al 28 de agosto
de 1986, con la participación de más de 25,000 trabajadores. La marcha comenzó después del
ampliado de trabajadores mineros en la avenida Cívica Sanjinés Vincenti, en Oruro y su objetivo
era llegar a la ciudad de La Paz, sede de gobierno a una distancia aproximada a pie de 300 km. El
22 de agosto se unieron otros sectores de trabajadores como campesinos y gremiales, llegando el
22 de agosto hasta la localidad de Panduro. Entre las localidades Ayo Ayo y Calamarca el número
de marchistas se incrementó con la participación de la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), sectores populares y universitarios de todo el
país, principalmente de Potosí, Oruro y La Paz. El 25 de agosto, el presidente Paz Estenssoro
decreta la descentralización de la Corporación Minera de Bolivia. El 28 de agosto el gobierno
decretó estado de sitio y 2000 militares reprimieron y pararon la marcha en la localidad de
Calamarca con tanques y carros de asalto. Ante estos hechos, los dirigentes de la Central Obrera
Boliviana, Simón Reyes y Filemón Escobar, piden disolver la marcha9 a 60 km de llegar a la ciudad
de La Paz, para evitar otra masacre.
Los 5.000 mineros bolivianos que, acompañados por sus familias, marchaban hacia La Paz para
protestar por el cierre de minas estatales decidieron ayer voluntariamente regresar a su centros de
trabajo después de permanecer cercados durante más de 24 horas por fuerzas del Ejército a 57
kilómetros de la capital boliviana. Los trabajadores iniciaron el retorno en 40 autobuses prestados
por la alcaldía de La Paz y en otros vehículos particulares, mientras la dirección de la Central
Obrera Boliviana (COB) lanzaba un llamamiento a una huelga general contra la implantación del
estado de sitio. La COB, mediante un comunicado divulgado ayer en La Paz, dio a conocer la
nueva convocatoria de huelga para protestar contra la implantación del estado de sitio y solicitar la
liberación de los detenidos. El Gobierno, entre tanto, prepara el envío al destierro a regiones
remotas del país a los más de 100 políticos detenidos, en su mayoría sindicalistas. "Qué
vergüenza, qué vergüenza. Tenemos tanques, tenemos armas y muchos militares para controlar a
los pobres mineros; pero para enfrentar a los narcotraficantes tenemos que aceptar soldados
extranjeros". Así se expresaba un boliviano al mirar un periódico local que publicaba elocuentes
imágenes del estrecho cerco militar que, en la madrugada del jueves, frenó la columna minera que
se acercaba a La Paz para evitar el cierre de las minas estatales. Los mineros, con los pies llenos
de ampollas, entumecidos por el frío del altiplano y frustradas sus esperanzas de lograr un diálogo
con el Gobierno en La Paz, decidieron, por voluntad propia, volver a sus centros de trabajo
después de resistir por más de 24 horas el rígido cerco militar, que impidió que les llegara toda
ayuda alimenticia, médica e incluso el agua. "La impresión que uno tiene es de algo muy parecido
a una guerra por la cantidad de efectivos del Ejército que están allí", dijo el presidente de la
Conferencia Episcopal, Julio Terrazas, mientras que el obispo de La Paz, Jorge Manrique, acusó al
Gobierno de violar "flagrantemente" los más elementales derechos humanos al impedir la llegada
de auxilios.