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L 4 de Enero 2021
EVANGELIO
Aplicado al Youcat y al Catecismo de la Iglesia Católica
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Re exión
San Juan Pablo II, Papa Catequesis (15-09-1999): El sacramento de la penitencia: encuentro profundo con el
Padre. Audiencia General, 15 de Septiembre de 1999.
El redescubrimiento del sacramento de la penitencia en su signi cado profundo de encuentro
con él, que perdona mediante Cristo en el espíritu (cf. Tertio millennio adveniente, 50). Son
varios los motivos por los que urge en la Iglesia una re exión seria sobre este sacramento. Lo
exige, ante todo, el anuncio del amor del Padre, como fundamento del vivir y el obrar cristiano,
en el marco de la sociedad actual, donde a menudo se halla ofuscada la visión ética de la
existencia humana. Si muchos han perdido la dimensión del bien y del mal, es porque han
perdido el sentido de Dios, interpretando la culpa solamente según perspectivas psicológicas o
sociológicas. En segundo lugar, la pastoral debe dar nuevo impulso a un itinerario de
crecimiento en la fe que subraye el valor del espíritu y de la práctica penitencial en todo el arco
de la vida cristiana. El mensaje bíblico presenta esa dimensión penitencial como compromiso
permanente de conversión. Hacer obras de penitencia supone una transformación de la
conciencia, que es fruto de la gracia de Dios. Sobre todo en el Nuevo Testamento la conversión
es exigida como opción fundamental a aquellos a quienes se dirige la predicación del reino de
Dios: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15 cf. Mt 4,17). Con estas palabras Jesús inicia
su ministerio y anuncia la plenitud de los tiempos y la inminencia del reino. El «convertíos» (en
griego, metanoete) es una llamada a cambiar el modo de pensar y actuar. Esta invitación a la
conversión constituye la conclusión vital del anuncio que hacen los Apóstoles después de
Pentecostés. En él, el objeto del anuncio es explicitado plenamente: ya no es genéricamente el
«reino», sino la obra misma de Jesús, insertada en el plan divino predicho por los profetas.
Después del anuncio de lo que aconteció en Jesucristo muerto, resucitado y vivo en la gloria
del Padre, hacen una apremiante invitación a la conversión, a la que está vinculado también el
perdón de los pecados. Todo esto queda claramente de mani esto en el discurso que Pedro
hace en el pórtico de Salomón: «Dios ha dado así cumplimiento a lo que había anunciado por
boca de todos los profetas, la pasión de su Ungido. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que
sean borrados vuestros pecados».En el Antiguo Testamento, este perdón de los pecados es
prometido por Dios en el marco de la nueva alianza, que él establecerá con su pueblo (cf. Jr
31,31-34). Dios escribirá la ley en el corazón. Desde esa perspectiva, la conversión es un
requisito de la alianza de nitiva con Dios y, a la vez, una actitud permanente de aquel que,
acogiendo las palabras del anuncio evangélico, entra a formar parte del reino de Dios en su
dinamismo histórico y escatológico. En el sacramento de la reconciliación se realizan y hacen
visibles mistéricamente esos valores fundamentales anunciados por la palabra de Dios. Ese
sacramento vuelve a insertar al hombre en el marco salví co de la alianza y lo abre de nuevo a la
vida trinitaria, que es diálogo de gracia, comunicación de amor, don y acogida del Espíritu
Santo.
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Monterrey N.L 4 de Enero 2021
Youcat
Catecismo
1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo
y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho "santos e inmaculados ante él" (Ef 1,4),
como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es "santa e inmaculada ante él" (Ef 5,27). Sin embargo, la vida
nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana,
ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a
n de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf
DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no
cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40).
1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del
anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca;
convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación de la
Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a
Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión
primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf.
Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión
de todos los pecados y el don de la vida nueva.
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Durante su obispado, san Rigoberto facilitó los materiales para que se pudiera
construir la catedral de Reims, una de las mejores de la época, muchas de
cuyas piedras provenían de la muralla de la antigua ciudad. Asimismo
restableció la vida canónica entre sus
sacerdotes (antiguamente se llamaba
canónico a la iglesia o la casa donde residían
los canónigos reglares), facilitándoles viandas
y acomodamiento, así como un fondo común
para la diócesis.
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