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L 03 de Febrero 2021
EVANGELIO
Aplicado al Youcat y al Catecismo de la Iglesia Católica
PSEUDO JERÓNIMO
Re exión
San Josemaría Escrivá de Balaguer, presbíter
Homilía: José, maestro de Jesús
Es Cristo que pasa, homilía del 19-03-1963. «¿No es este el hijo del carpintero?» (Mc ,).
José amó a Jesús como un padre ama a su hijo, lo trató dándole todo
lo mejor que tenía. José, cuidando de aquel Niño, como le había sido
ordenado, hizo de Jesús un artesano: le transmitió su o cio. Por eso
los vecinos de Nazareth hablarán de Jesús, llamándole
indistintamente faber y fabri lius: artesano e hijo del artesano (Mt
13,55)
Porque Jesús debía parecerse a José: en el modo de trabajar, en rasgos
de su carácter, en la manera de hablar. En el realismo de Jesús, en su
espíritu de observación, en su modo de sentarse a la mesa y de partir
el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera concreta,
tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se re eja lo que ha
sido la infancia y la juventud de Jesús y, por tanto, su trato con José
No es posible desconocer la sublimidad del misterio. Ese Jesús que es
hombre, que habla con el acento de una región determinada de Israel,
que se parece a un artesano llamado José, ése es el Hijo de Dios. Y
¿quién puede enseñar algo a Dios? Pero es realmente hombre, y vive
normalmente: primero como niño, luego como muchacho, que ayuda
en el taller de José; nalmente como un hombre maduro, en la
plenitud de su edad. Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia
delante de Dios y de los hombres (Lc 2,52)
José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado
diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de Él con abnegación
alegre. ¿No será ésta una buena razón para que consideremos a este
varón justo, a este Santo Patriarca en quien culmina la fe de la
Antigua Alianza, como Maestro de vida interior
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Youcat
Catecismo
CRISTO
436 Cristo viene de la traducción griega del término hebreo "Mesías" que quiere
decir "ungido". No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque él cumple
perfectamente la misión divina que esa palabra signi ca. En efecto, en Israel eran
ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que
habían recibido de él. Este era el caso de los reyes (cf. 1 S 9, 16; 10, 1; 16, 1.
12-13; 1 R 1, 39), de los sacerdotes (cf. Ex 29, 7; Lv 8, 12) y, excepcionalmente,
de los profetas (cf. 1 R 19, 16). Este debía ser por excelencia el caso del Mesías
que Dios enviaría para instaurar de nitivamente su Reino (cf. Sal 2, 2; Hch 4,
26-27). El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor (cf. Is 11, 2) a la vez
como rey y sacerdote (cf. Za 4, 14; 6, 13) pero también como profeta (cf. Is 61, 1;
Lc 4, 16-21). Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función
de sacerdote, profeta y rey.
437 El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús como el del Mesías prometido a Israel: "Os ha nacido
hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2, 11). Desde el principio él es "a quien el
Padre ha santi cado y enviado al mundo"(Jn 10, 36), concebido como "santo" (Lc 1, 35) en el seno virginal de
María. José fue llamado por Dios para "tomar consigo a María su esposa" encinta "del que fue engendrado en
ella por el Espíritu Santo" (Mt 1, 20) para que Jesús "llamado Cristo" nazca de la esposa de José en la
descendencia mesiánica de David (Mt 1, 16; cf. Rm 1, 3; 2 Tm 2, 8; Ap 22, 16).
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Entonces fue apaleado brutalmente y le desgarraron con gar os su espalda. Pero durante todo este
feroz martirio, el santo no pro rió ni una sola queja. El rezaba por sus verdugos y para que todos los
cristianos perseveraran en la fe. El gobernador, al ver que el santo no dejaba de proclamar su fe en
Dios, decretó que le cortaran la cabeza. Y cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio iba
bendiciendo por el camino a la inmensa multitud que lo miraba llena de admiración y su bendición
obtenía la curación de muchos.
Pero hubo una curación que entusiasmó mucho a todos.Una pobre mujer tenía a su hijito agonizando
porque se le había atravesado una espina de pescado en la garganta. Corrió hacia un sitio por donde
debía pasar el santo. Se arrodilló y le presentó al enfermito que se ahogaba. San Blas le colocó sus
manos sobre la cabeza al niño y rezó por él. Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró
su salud. El pueblo lo aclamó entusiasmado. Le cortaron la cabeza (era el año 316). Y después de su
muerte empezó a obtener muchos milagros de Dios en favor de los que le rezaban. Se hizo tan
popular que en sólo Italia llegó a tener 35 templos dedicados a él. Su país, Armenia, se hizo cristiano
pocos años después de su martirio. En la Edad Antigua era invocado como Patrono de los cazadores, y
las gentes le tenían gran fe como e caz protector contra las enfermedades de la garganta. El 3 de
febrero bendecían dos velas en honor de San Blas y las colocaban en la garganta de las personas
diciendo: "Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta". Cuando los niños se
enfermaban de la garganta, las mamás repetían: "San Blas bendito, que se ahoga el angelito".
A San Blas, tan amable y generoso, pidámosle que nos consiga de Dios la curación de las
enfermedades corporales de la garganta, pero sobre todo que nos cure de aquella enfermedad
espiritual de la garganta que consiste en hablar de todo lo que no se debe de hablar y en sentir miedo
de hablar de nuestra santa religión y de nuestro amable Redentor, Jesucristo.
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«Glorioso patriarca san José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles,
ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y di cultad. Toma bajo tu
protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una
buena solución. Mi amado Padre, toda mi con anza está puesta en ti. Que no se
diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María,
muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén».
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