sostuvieron que el individuo cristiano en vez de estar atendido de la manera expuesta a
una orden sacerdotal, tiene el derecho de acudir personalmente a Dios, y nadie puede prohibir que todos tengan acceso inmediato al Redentor. La iglesia aparta a algunos como sus funcionarios, para asegurarse así del mejor desempeño de ciertos cargos: pero los individuos del clero constituido de este modo, no forman una orden distinta, superior a la de los demás creyentes y dotándole funciones mediatoriales. El pueblo los elige para ser sus representantes, por lo que deben estar en constante contacto con el pueblo que representan, por medio de una acción pastoral que incluye la predicación y la enseñanza. Calvino también por su celo contra la idolatrización de hombres hace suyas las ideas de Lutero sobre el sacerdocio común: en su sentido estricto del orden y la disciplina, crea una serie de ministerios –de igual derecho-. Calvino nota expresamente que Cristo “no les trasmite su gloria”.
II. El oficio del sacerdote en el Antiguo Testamento
El oficio del sacerdote consistía en varias tareas, una de ellas era interceder delante del pueblo a través de las ofrendas y sacrificios que eran ofrecidos a Jehová. La Torah, traducida generalmente por ley, viene de una raíz que significa: indicar, enseñar, estaba directamente vinculada al sacerdote, él tenía a su cargo su transmisión, su explicación y su aplicación (Deuteronomio 31:9-13). El sacerdote era entonces también un educador y su papel como docente no se limitaba estrictamente a la aplicación casuística de la ley en los marcos estrechos del Templo; su responsabilidad tenía que tomar en serio la situación global en la cual vivía el pueblo, cómo se vivía la justicia en sus relaciones sociales (Oseas 4:4-8)
III. Cuidado pastoral
Otra tarea importante del sacerdote era el cuidar y servir de guía para el pueblo, es decir tenía una responsabilidad pastoral, responsabilidad que no siempre fue cumplida fielmente: El Señor me dirigió la palabra: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y adviérteles que así dice el Señor omnipotente: “¡Ay de ustedes, pastores de Israel, que tan sólo se cuidan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no deben cuidar al rebaño? Ustedes se beben la leche, se visten con la lana, y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan del rebaño. No fortalecen a la oveja débil, no cuidan a la enferma, ni curan a la herida; no van por la descarriada ni buscan a la perdida. Al contrario, tratan al rebaño con crueldad y violencia. Por eso las ovejas se han dispersado: ¡por falta de pastor! Por eso están a la merced de las fieras salvajes” (Ezequiel 34:1-5)