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“NOCHE DE PAZ”, EL CANTO PERFECTO

Por Pedro Guzmán Reyna

El canto navideño “Noche de Paz, Noche de Amor” es, sin duda, el más conocido

mundialmente en estas fechas navideñas. Sin embargo, pocos conocen el origen de este

himno cuya melodía es tan cautivadora lo mismo que el mensaje que proyectan sus

palabras. Del libro “Historias de Himnos Amados” (“Stories of Hymns We Love”, en su

original inglés) de Cecilia M. Rudin, resumimos esta interesante historia:

Muy arriba, en los Alpes de Austria, donde el amor por la música es un

don natural en cada niño, se encuentra un remoto pueblecito llamado Oberndorf,

rodeado por los montes Tyrol. En ese lugar vivieron el joven sacerdote Joseph

Mohr y su amigo Franz Gruber, organista de la iglesia del pueblo y maestro de

escuela. Ambos pensaban que para ese tiempo, 1818, todavía no se había

creado el himno perfecto de Navidad.

Con este pensamiento en mente, Mohr se fue a meditar al estudio de su

iglesia un día anterior a la Navidad. Afuera, la quietud de la noche era adornada

por las orlas blancas de la nieve que cubría las montañas. El espíritu puro de

aquella escena maravillosa llenó su corazón con una visión de radiante paz y

gozo de la primera Navidad. ¡Ha nacido un Salvador! Los pensamientos que

habían estado moviéndose en su mente de pronto se hicieron claros y fueron


dando forma a las estrofas del poema que hoy conocemos y amamos como

“Noche de paz, noche de amor”.

Al otro día por la mañana Mohr fue a ver apresuradamente a su amigo el

músico con el manuscrito de su precioso canto. Gruber lo leyó detenidamente y

exclamó con incontrolable entusiasmo: ¡Amigo, hemos hallado el canto perfecto!

¡Alabado sea Dios!

Gruber, emocionado con los versos escritos por su amigo, se dispuso a

componer la melodía perfecta para “el poema perfecto”. “Tus versos se están

cantando a sí mismos”, le dijo a su amigo. La verdadera contribución musical de

Gruber descansa en la belleza y simplicidad de la tonalidad, en la perfecta

armonía espiritual con los versos de Mohr. Los dos hombres comenzaron a

cantar el himno para tenerlo listo en el servicio de esa noche de Navidad.

Cuando llegó la gente por la tarde a la pequeña iglesia de aquella villa

campirana, Mhor y Gruber cantaron por primera vez el himno en público. Los

que los oyeron salieron de la iglesia con lágrimas de gozo y paz.

Un año después, un afinador de pianos pidió a Gruber que le facilitara

una copia de su himno para enseñarlo en un pueblo vecino. Ahí fue cantado por

el cuarteto de las hermanas Strasser, quienes a su vez lo llevaron a la catedral

de Leipzig, Alemania. En ese tiempo el himno era conocido como el “canto

tirolense” por haberse creado en la región de Tyrol. No fue sino hasta 1854

cuando el gran coro imperial de Berlin lo cantó ante el emperador Federico IV el

cual ordenó que “Noche de Paz” fuera incluido como el principal canto en todos
los programas navideños. A partir de entonces, el sencillo villancico navideño fue

traducido a muchos idiomas y se esparció al derredor del mundo.

Quizás queramos recordar una vez más los versos originales que nacieron en una

noche quieta y fría en un pueblecito de los Alpes austriacos:

Noche de paz, noche de amor,

todo duerme en derredor;

entre los astros que esparcen su luz

bella, anunciando al niñito Jesús,

brilla la estrella de paz,

brilla la estrella de paz…

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