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Capítulo I

El derecho penal internacional

Introducción
i) Para iniciar con el desarrollo del tema, se hace necesario, en primer
lugar, establecer el contenido de la noción jurídica de derecho penal
internacional; esto es, sus elementos y características que lo definen y
permiten distinguirlo del derecho penal de los Estados y de cualquier
otra disciplina jurídica (Sección 1). Vinculada a la noción de derecho
penal internacional, se halla la cuestión de la complejidad normativa
que lo caracteriza: está compuesto por diversos tipos de normas jurídicas
internacionales que concurren en la definición y sanción de los crímenes
internacionales; algo que no existe, por ejemplo, en derecho penal nacional
estatal (Sección 2). Se hace necesario también referirse al nombre mismo
de la nueva disciplina jurídica —¿derecho penal internacional o derecho
internacional penal?—, cuestión que abordaremos desde una perspectiva
histórica (Sección 3). De otro lado, la sanción penal de los crímenes
internacionales puede realizarse mediante tres vías o modalidades (Sección
4): a) mediante el ejercicio de la jurisdicción internacional propia de los
tribunales penales internacionales; b) mediante la jurisdicción universal
que pueden o deben ejercer los tribunales de justicia de los Estados; y
c) mediante la jurisdicción territorial y, según corresponda, extraterritorial
que ejercen también los tribunales nacionales de justicia de los Estados.

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Derecho penal internacional

Finalmente, puesto que el derecho internacional ha establecido en su


desarrollo normas jurídicas que prohíben la impunidad de las violaciones
graves de derechos humanos, las cuales constituyen generalmente graves
crímenes internacionales, dedicaremos la última sección a la cuestión
de las amnistías, los indultos y a la imprescriptibilidad respecto de estas
infracciones graves del derecho internacional (Sección 5).

Sección 1. Definción
ii) El derecho penal internacional está constituido por el conjunto de
normas jurídicas internacionales de carácter penal, sustantivas y procesales
que definen los tipos penales internacionales y rigen la represión penal
internacional de los crímenes internacionales, así como las entidades
encargadas de la aplicación de tales normas. La finalidad del derecho
penal internacional, al tratarse de los crímenes más graves, es la protección
del orden jurídico internacional (paz internacional). El derecho penal
internacional es una rama del derecho internacional público; no es pues
una rama dependiente del derecho interno de los Estados, toda vez que la
existencia de las normas jurídicas internacionales no depende de lo que se
establezca en el Código Penal de un Estado en particular (cfr. Glaser, 1970,
p. 16; David, 2009, p. 1; Ambos, 2004, p. 34; Werle, 2011, p. 78). El
derecho penal internacional así entendido es el objeto del presente estudio,
el cual además se ha focalizado en los cuatro crímenes internacionales
más graves definidos por el Estatuto de Roma que crea la Corte Penal
Internacional, de acuerdo al cual dichos crímenes son los únicos que podrá
juzgar la Corte Penal Internacional1.

1
La competencia de la Corte Penal Internacional se limita a cuatro crímenes internacionales
(genocidio, lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión), según lo que
establece el Estatuto de Roma: «Artículo 5. Crímenes de la competencia de la Corte.- 1.
La competencia de la corte se limitará a los crímenes más graves de trascendencia para la
comunidad internacional en su conjunto. La Corte tendrá competencia, de conformidad
con el presente Estatuto, respecto de los siguientes crímenes: a) El crimen de genocidio;
b) Los crímenes de lesa humanidad; c) Los crímenes de guerra; d) El crimen de agresión».

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José Burneo Labrín

1. Aspectos a destacar
iii) Debe tenerse en consideración, para una adecuada comprensión del
derecho penal internacional, los siguientes aspectos:
a) El derecho penal internacional se refiere únicamente a las
infracciones penales internacionales tipificadas en normas jurídicas
internacionales.
b) Las infracciones penales internacionales suponen la violación de
una norma jurídica internacional preexistente2.
c) El derecho penal internacional impone sanciones penales
únicamente a los individuos. En su estado actual de desarrollo,
no impone sanciones penales a las personas jurídicas; esto es,
Estados, organizaciones internacionales, empresas multinacionales
u otras entidades internacionales3. Sin embargo, otros tribunales
internacionales de carácter no penal, como la Corte Internacional
de Justicia y las cortes internacionales de derechos humanos,
podrán imputar al Estado responsabilidad internacional por hechos
violatorios del derecho internacional y susceptibles de ser calificados
como crímenes o delitos internacionales (sancionados o no

Debemos precisar que, en el caso del crimen de agresión, la Corte Penal Internacional tiene
su competencia en suspenso, la que podrá ejercer en caso se apruebe, inter alia, a partir del
1 de enero del año 2017, en una segunda votación, la definición aprobada en la Primera
Conferencia de Revisión de Estados Partes en el Estatuto de Roma (véase más adelante el
capítulo relativo a este crimen internacional).
2
Sobre los distintos tipos de normas, véase la sección 2 en este mismo capítulo.
3
La Corte Penal Internacional «estará facultada para ejercer su jurisdicción sobre
personas respecto de los crímenes más graves de trascendencia internacional de
conformidad con el presente Estatuto» (artículo 1), precisándose luego que «la Corte
tendrá competencia respecto de las personas naturales» (artículo 25.1) y que «[q]uien
cometa un crimen de la competencia de la Corte será responsable individualmente y
podrá ser penado de conformidad con el presente Estatuto» (artículo 25.2).

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Derecho penal internacional

por un tribunal penal internacional) y, en consecuencia, imponerle


al Estado concernido la obligación de reparar a las víctimas4.
d) En derecho penal internacional, los conceptos de «crimen
internacional» y «delito internacional» son sinónimos. En algún
momento, la doctrina pretendió establecer una distinción entre
ambos, pero finalmente no fue retenida por la Comisión de
Derecho Internacional de las Naciones Unidas, tampoco por el
Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional5.

4
El Estatuto de Roma establece que «[nada de lo dispuesto en el presente Estatuto
respecto de la responsabilidad penal de las personas naturales afectará a la responsabilidad
del Estado conforme al derecho internacional» (artículo 25.4). Véase además el texto
sobre la responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente ilícitos, elaborado
por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, anexo a la resolución
56/83 adoptada por la Asamblea General de la ONU, con fecha 12 de diciembre de
2001. Existe abundante jurisprudencia internacional declarando la responsabilidad de
un Estado por violación, por ejemplo, de normas de derechos humanos. Debe quedar
en claro que los tribunales internacionales de derechos humanos, así como la Corte
Internacional de Justicia, al declarar la responsabilidad de un Estado, no se pronuncian
respecto de la responsabilidad penal internacional de los individuos ni les imponen
sanciones penales.
5
Dos constataciones deben hacerse al respecto. La primera es que, durante el proceso de
discusión y elaboración de su segundo «Proyecto de Código de Crímenes contra la Paz
y la Seguridad de la Humanidad», la Comisión de Derecho Internacional (1983-1996),
ni en primera lectura (versión provisional) ni en segunda lectura (versión definitiva)
formuló la distinción entre crimen internacional y delito internacional; tampoco aparece
tal distinción en su «Proyecto de Estatuto de la Corte Penal Internacional» (elaborado
entre 1990 y 1994). Como es sabido, estos proyectos estuvieron sobre la base del actual
Estatuto de Roma (1998), según se reconoce en el acta final de la Conferencia Diplomática
de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas que aprobó este tratado y en la resolución A,
aprobada al término de la Conferencia Diplomática en Roma. La segunda constatación
se refiere al hecho que la distinción en cuestión fue originalmente formulada, pero luego
retirada en el seno de la misma Comisión de Derecho Internacional en el marco del largo
proceso (1956-2001) de elaboración de su «Proyecto de Artículos sobre Responsabilidad
del Estado por Hechos Internacionalmente Ilícitos». En efecto, el artículo 19 del proyecto
aprobado en primera lectura (1996) formuló la distinción; esto es, califica ciertos hechos
internacionalmente ilícitos, imputables —no a los individuos, sino a los Estados— como
crímenes internacionales y otros como delitos internacionales. Según el mismo artículo 19,

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e) Existen, en derecho internacional, diversos tipos de crímenes


internacionales. Los más conocidos, debido a su gravedad, son el
crimen de genocidio, el crimen de lesa humanidad, los crímenes de
guerra y el crimen de agresión. Según el artículo 5 del Estatuto de
Roma, la Corte Penal Internacional tiene competencia únicamente
respecto de estos cuatro tipos de crímenes internacionales, tal
como los define el mismo Estatuto6. Es decir, el Estatuto de Roma
no es un código penal mundial o universal que incluye los tipos
penales de todos los crímenes internacionales, sino que se refiere
únicamente, según reiteradamente se establece en su «Preámbulo»
y en su artículo 1, a «los crímenes más graves de trascendencia
internacional de conformidad con el presente Estatuto». Esto
significa que, al margen del Estatuto de Roma, existen otros
crímenes internacionales que no han sido incluidos en este. En
cualquier caso, los crímenes internacionales que no se han incluido
en el Estatuto de Roma deben haber sido establecidos en otra
norma jurídica internacional preexistente o posterior al mencionado

de una parte constituye crimen internacional toda «violación de una obligación internacional
esencial para la salvaguardia de intereses fundamentales de la comunidad internacional»
(artículo 19.2) y, de otra, delito internacional «[T]odo hecho internacionalmente ilícito
que sea un crimen internacional conforme al párrafo 2» (artículo 19.4). Este artículo 19
fue aprobado en 1996 por mayoría (CDI, 1996, p. 69). Luego, en el proceso de segunda
lectura, en las sesiones llevadas a cabo entre 1998 y 2001, a la luz del debate realizado y
las opiniones de los gobiernos, la Comisión de Derecho Internacional concluyó, el año
2001, la versión definitiva de su «Proyecto de artículos» tan esperado. En esta versión final,
entre otros artículos, el 19 fue suprimido y con él la distinción en cuestión, quedando
simplemente la calificación general de hecho internacionalmente ilícito imputable al Estado
a fin de evitar la connotación penal que ambos términos conllevan. Según el último relator
especial (1997-2001) a cargo de la redacción del mencionado «Proyecto de artículos», James
Crawford (2004, p. 42), «la idea de los crímenes internacionales tal y como lo expresaba
el [artículo 19 del] Proyecto de Artículos resultaba polémica y era capaz de arruinar todo
el conjunto del proyecto»; motivo por el cual finalmente no fue incluido el mencionado
artículo 19 en el texto definitivo del «Proyecto de artículos» aprobado en segunda lectura
(2001). Cf. Crawford, 2004, pp. 42 y 50.
6
Veáse nota 2, supra.

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Derecho penal internacional

estatuto7, sea dicha norma jurídica de naturaleza convencional,


consuetudinaria o de jus cogens (véase infra la Sección 2 sobre las
diversas normas jurídicas internacionales).

2. La noción jurídica de «los crímenes más graves»: antecedentes


iv) Los antecedentes de la noción contenida en la expresión «delitos más
graves de transcendencia para la comunidad internacional en su conjunto»,
que utiliza el Estatuto de Roma, los encontramos en la doctrina jurídica de
la segunda mitad del siglo XIX e incluso antes, denominándose entonces
Delicta juris Gentium (es decir, «delitos contra el derecho de gentes»),
siendo sus perpetradores calificados como hostis humani generi («enemigos
del género humanos»)8.

7
Entre otros importantes crímenes internacionales, podemos mencionar, por ejemplo,
los actos de terrorismo y el tráfico internacional de drogas ilícitas, según se reconoció
en Roma durante la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones
Unidas sobre el establecimiento de una Corte Penal Internacional (1998). En la
conferencia se afirmó así que tales actos «constituyen graves crímenes de trascendencia
para la comunidad internacional» (resolución E, aprobada al término de la mencionada
conferencia); sin embargo, no fueron incluidos en el Estatuto de Roma que crea la
Corte Penal Internacional al no lograrse un acuerdo al respecto. Por ello, en la misma
resolución puede leerse: «[D]eplorando [la Conferencia Diplomática] que no se haya
podido llegar a un acuerdo sobre una definición generalmente aceptable de los crímenes
de terrorismo y los crímenes relacionados con drogas para que quedaran comprendidos en
la competencia de la Corte» (resolución E). Además de estos dos delitos internacionales
no incluidos en el Estatuto de Roma, existen ciertamente otros en la medida que así lo
establezcan, según mencionamos antes, normas jurídicas internacionales consuetudinarias
y/o convencionales o de jus cogens preexistentes o posteriores al Estatuto de Roma
(1998). Esto lo veremos más adelante a propósito de la desaparición forzada de personas
o de actos de tortura; los cuales, en algunos casos, no reúnen los requisitos de carácter
sistemático o generalizado y por tanto no pueden ser calificados como crímenes de lesa
humanidad, pero constituyen siempre, aún cuando se trate de hechos aislados, crímenes
internacionales (véase infra el capítulo relativo a crímenes de lesa humanidad).
8
La calificación de determinados delitos como Delicta juris Gentium («delitos
internacionales» o «delitos contra el derecho de gentes») fue objeto de debate en la
segunda mitad del siglo XIX en el seno del Instituto de Derecho Internacional y en
otros medios académicos. En efecto, sobre la base de trabajos iniciados con ocasión de

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José Burneo Labrín

3. La noción «crímenes más graves» contemporáneamente


iv.bis) Por «crímenes internacionales más graves» deberá entenderse, a la
luz de lo establecido expresamente en el mismo Estatuto de Roma de la
Corte Penal Internacional, los crímenes internacionales que «constituyen
una amenaza para la paz, la seguridad y el bienestar de la humanidad»
(Preámbulo, párr. 3). Estos crímenes afectan bienes jurídicos esenciales
y protegidos por el orden público internacional; por lo que, según la
comunidad internacional, «no deben quedar sin castigo» (Preámbulo,
párr. 4). La comunidad internacional está, en consecuencia, «decidida a
poner fin a la impunidad de los autores de esos crímenes y a contribuir así
a la prevención de nuevos crímenes» (Preámbulo, párr. 5). En suma, estos
crímenes tienen una «trascendencia para la comunidad internacional en
su conjunto» (Preámbulo, párrs. 4, 9 y artículo 5), son pues crímenes «de
trascendencia internacional» (artículo 1). De acuerdo con lo anterior, la
sanción penal internacional de los crímenes internacionales más graves se
realiza de conformidad con normas de derecho internacional en defensa del
orden público internacional y, en este sentido, en nombre de la comunidad
internacional en su conjunto.

la sesión de Zurich dada en 1877, en la sesión de Munich (1879) se adoptaron acuerdos


específicos. Estaba claro entonces que la piratería y otros delitos (como destrucción de
cables submarinos) constituían Delicta juris Gentium, que daban lugar a la jurisdicción
universal, sea subsidiaria o principal (véase, al respecto, Institut de Droit International,
1928, pp. 99 a 103 y 577). El debate se retomó luego de la Primera Guerra Mundial en
las sesiones de Cambrigde (1931) y de Palermo (1933). Así, el profesor Ch. De Visscher,
en su informe sobre la sesión de Cambridge, destaca que los delitos internacionales afectan
«los intereses generales de la comunidad internacional» (RDIC, 1931, p. 432). En la
sesión de Palermo, estos delitos fueron entendidos como «aquellos actos que constituyen
una infracción contra los intereses generales protegidos por el derecho internacional»;
en otros términos, «delitos que lesionan los intereses comunes te todos los Estados,
tales como la piratería, la trata de esclavos, la trata de mujeres y de niños, el tráfico de
estupefacientes, la puesta en circulación y el tráfico de publicaciones obscenas, la ruptura
o deterioro de cables submarinos […]» (cfr. RIDP, 1933, p. 157; texto entre comillas,
el original en francés, traducido por el autor de esta nota).

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Derecho penal internacional

Sección 2. Las normas jurídicas internacionales


de carácter penal
1. Pluralidad normativa en derecho internacional
v) Hemos afirmado que la infracción penal (crimen/delito) internacional
supone la violación de una norma jurídica penal internacional preexistente.
La cuestión a precisar es que en el derecho internacional público existen
diversos tipos de normas9. Podemos mencionar al respecto, por ejemplo,
las normas jurídicas que se denominan: a) convencionales (provenientes
de un tratado); b) consuetudinarias (provenientes de una costumbre

9
El artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), anexo a la Carta
de las Naciones Unidas (1945), si bien no constituye una enumeración exhaustiva, se
toma como referencia para establecer las fuentes del derecho internacional. El artículo
mencionado reza así:

Artículo 38.

1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias
que le sean sometidas, deberá aplicar:

a) las convenciones internacionales […];

b) la costumbre internacional […];

c) los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas;

d) las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas […] como medio auxiliar
[…].

2. La presente disposición no restringe la facultad de la Corte para decidir un litigio
ex ae quo et bono, si las partes así lo convinieren.

Es pertinente destacar la mentalidad colonialista, imperante todavía cuando se aprobó
el artículo anterior, que encontramos en el enunciado del literal c («los principios
generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas»). De otro lado, debe
precisarse que dicho literal c en cuestión se refiere a los principios generales de derecho
que dimanan del derecho comparado; esto es, de las normas y prácticas judiciales de los
Estados en su conjunto. Esto por cuanto en derecho internacional público se reconoce,
además, la existencia de otros principios, denominados «principios generales de derecho
internacional», los cuales son propios de y fundamentales para el ordenamiento jurídico
internacional. Estos principios generales de derecho internacional, así reconocidos
por todos los Estados del mundo, establecen obligaciones al margen de todo vínculo
convencional. Así, por ejemplo, el principio de la responsabilidad internacional del
Estado perpetrador de un hecho internacionalmente ilícito.

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José Burneo Labrín

internacional); y c) de jus cogens (normas imperativas de derecho


internacional general)10.

2. Obligatoriedad de las diversas normas jurídicas internacionales


vi) En cuanto a su obligatoriedad, es necesario efectuar algunas
precisiones. Las normas jurídicas convencionales obligan únicamente
a los Estados que deciden ser parte en el tratado que las establece. La
norma jurídica consuetudinaria internacional obliga en general a todos
los Estados; los cuales, sin embargo, pueden pactar en un tratado en
contra de ella, salvo que la norma consuetudinaria en cuestión exprese
un principio de derecho internacional general o una norma de jus
cogens, en cuyo caso estas normas se imponen a los Estados al margen
de todo vínculo convencional. La norma de jus cogens, según precisa la
Convención de Viena sobre el derecho de los tratados (1969), no admite
ninguna derogación, ocasiona la nulidad del tratado que la contravenga11;
es decir, se impone a los Estados al margen de todo vínculo convencional.
Por ejemplo, la prohibición del genocidio se impone a todos los Estados
aún cuando no sean parte en la convención o tratado que lo prohíbe12.
En tanto sean coincidentes y/o complementarias, pueden coexistir estos

10
Las normas de jus cogens fueron definidas, con ulterioridad al estatuto de la CIJ precitado,
en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (1969), del siguiente modo:
«Artículo 53. Es nulo todo tratado que, en el momento de su celebración, esté en oposición
con una norma imperativa de derecho internacional general. Para los efectos de la presente
Convención, una norma imperativa de derecho internacional general es una norma aceptada
y reconocida por la comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma que
no admite acuerdo en contrario y que solo puede ser modificada por una norma ulterior
de derecho internacional general que tenga el mismo carácter».
11
Cfr. Koskenniem, 2006 (véase, en especial, la subsección «El efecto del jus cogens: invalidez
de las normas que estén en oposición», párrs. 365 a 373, pp. 211 y ss.). Sobre el tema de
la fragmentación del derecho internacional, véase Saco Chung, 2008, pp. 231-261.
12
En su «Opinión consultiva sobre reservas a la convención sobre genocidio» (1951),
la Corte Internacional de Justicia declaró: «[…] los principios que están a la base de
la Convención [sobre Genocidio, del año 1948] son principios reconocidos por las
naciones civilizadas como obligando a los Estados fuera de todo vínculo convencional».

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Derecho penal internacional

diversos tipos de normas. Así, por ejemplo, la norma convencional no


deroga per se a una norma jurídica consuetudinaria que regula la misma
materia, máxime si el tratado obliga únicamente a los Estados parte y la
norma jurídica consuetudinaria obliga a todos los Estados. En el mismo
sentido, según se explicó, una norma jurídica convencional puede coexistir
con una norma de jus cogens con la condición de que no colisione con esta.
La jurisprudencia internacional es, ciertamente, el medio más indicado
para reconocer las normas de jus cogens y su contenido13. También es
de gran importancia el estudio de otros instrumentos internacionales
emitidos por órganos principales de las Naciones Unidas14. De las normas

Cfr. Réserves à la Convention sur le Génocide, Avis consultatif: CIJ Recueil 1951, p. 23
(traducción no oficial).
13
Sobre el contenido del jus cogens y la jurisprudencia de la Corte Internacional de
Justicia, véase Koskennien, 2006, párrs. 374 a 319, pp. 216 y ss.
14
En cuanto a la posición de la ONU sobre las normas consuetudinarias, su vigencia
actual y su importancia, es necesario tener presente lo afirmado por el secretario general
de las Naciones Unidas en su «Informe al Consejo de Seguridad» (S/25704 del 3 de mayo
de 1993), en el cual se sostiene que el principio de legalidad es respetado cuando se aplica
una norma jurídica internacional preexistente a los hechos, pudiendo ser tal norma de
naturaleza convencional o consuetudinaria. Así, en el informe mencionado, mediante
el cual se fundamentó la creación, por el Consejo de Seguridad, del Tribunal Penal
Internacional para la ex-Yugoslavia, se afirmó: «34. De la opinión del Secretario General,
la aplicación del principio nullum crimen sine lege exige que el Tribunal Internacional
aplique las normas del derecho internacional humanitario que sin duda alguna forman
parte del derecho consuetudinario, de manera que el problema resultante del hecho
de que ciertos Estados, pero no en su totalidad, adhieran a convenciones específicas
no se plantee. […]. 35. La parte del derecho internacional humanitario convencional
que se ha vuelto sin duda alguna parte del derecho internacional consuetudinario es el
derecho aplicable a los conflictos armados objeto de los instrumentos siguientes : los
cuatro convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 para la protección de las víctimas
de guerra ; la Convención de la Haya (IV) sobre las leyes y costumbres de la guerra
terrestre y el Reglamento anexo (1907); la Convención para la prevención y la represión
del crimen de genocidio (1948) y el Estatuto del Tribunal militar internacional de 8 de
agosto de 1945». Cfr. ONU, 1993, párr. 34.

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José Burneo Labrín

de jus cogens se afirma además que son constitutivas del orden público
internacional15.

Sección 3. La cuestión del nombre: ¿derecho penal


internacional o derecho internacional penal?

1. Una denominación vinculada al surgimiento del derecho penal


internacional
vii) Para abordar la cuestión del nombre relativo a lo que denominamos
derecho penal internacional, es necesario tener presente que este ha
surgido como una nueva disciplina jurídica, conjuntamente con el derecho
internacional de los derechos humanos, en el curso de la segunda mitad
del siglo XX. Estas dos nuevas disciplinas jurídicas o ramas del derecho
internacional público tienen una estrecha relación con el reconocimiento de
15
El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (1998) se pronuncia en el
sentido siguiente: «Dada la importancia de los valores que protege [la prohibición de
la tortura] este principio se ha convertido en una norma imperativa o de jus cogens, es
decir, una norma que en la jerarquía internacional tiene un rango superior al derecho de
los tratados e incluso a las normas consuetudinarias “ordinarias”. Las consecuencias más
evidentes de este rango superior es que el principio en cuestión no puede ser derogado
por los Estados mediante tratados internacionales o en virtud de costumbres locales o
especiales o incluso de normas consuetudinarias generales que no están dotadas de la
misma fuerza» (en Prosecutor v. Anto Furundzija, sentencia del 10 de diciembre de
1998, caso IT-95-17/1, Trial Chamber II, párr. 153). Según la Corte IDH (2003), las
normas de jus cogens sostienen el orden público internacional: «101 […] este tribunal
considera que el principio de igualdad ante la ley, igual protección ante la ley y no
discriminación, pertenece al jus cogens, puesto que sobre él descansa todo el andamiaje
jurídico del orden público nacional e internacional y es un principio fundamental que
permea todo ordenamiento jurídico. […]. Este principio (igualdad y no discriminación)
forma parte del derecho internacional general. En la actual etapa de la evolución del
derecho internacional, el principio fundamental de igualdad y no discriminación ha
ingresado en el dominio del jus cogens» (Corte IDH, «Condición jurídica y derechos de
los migrantes indocumentados», opinión consultiva OC-18/03 del 17 del setiembre del
2003, solicitada por los Estados Unidos Mexicanos, párr. 101; disponible en: <http://
www.acnur.org/t3/fileadmin/Documentos/BDL/2003/2351.pdf?view=1>).

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Derecho penal internacional

la persona humana y de los pueblos como sujetos de derecho internacional;


esto es, como titulares de derechos y de obligaciones, en virtud de lo
establecido en la Carta de las Naciones Unidas (1945)16. En las primeras
décadas del siglo XX, pueden ciertamente encontrarse antecedentes de
ambas ramas del derecho internacional, pero son de alcance limitado,
circunscritos generalmente a una determinada categoría de personas. En
términos concretos, el derecho penal internacional emergió plenamente
con ocasión del juicio de Nuremberg (1945-1946) al término de la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Empero, encontramos algunos
antecedentes legislativos internacionales en el Tratado de Versalles (1919),
que puso fin a la Primer Guerra Mundial, y en el período entre guerras
(1919-1939), siendo entonces denominado por la doctrina como derecho
penal internacional «nuevo», por oposición al derecho penal internacional
«clásico» entonces vigente17.

16
Escribe Luigi Ferrajoli: «La Carta de la ONU marca, pues, el nacimiento de un nuevo
derecho internacional y el final del viejo paradigma […]. En el nuevo ordenamiento
pasan a ser sujetos de derecho internacional no solo los Estados, sino también los
individuos y los pueblos : los primeros, en cuanto titulares frente a sus propios Estados
de los derechos que les confieren la Declaración [Universal de Derechos Humanos] de
1948 y los Pactos [Internacionales , de una parte, de Derechos Civiles y Políticos, y, de
otra parte, de Derechos Económicos, Sociales y Culturales] de 1966; los segundos, en
cuanto titulares del derecho de autodeterminación reconocido por el artículo 1 de esos
mismos Pactos» (1999, p. 145).
17
La idea de un derecho internacional público «nuevo» y de un derecho penal
internacional «nuevo» nace luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1919). La idea
surge en los medios jurídicos y académicos, intelectuales en general y políticos (sobre
todo europeos) porque, sobre la base del derecho internacional público «clásico» entonces
existente —llamado también «derecho de gentes» (de la raíz griega genos, pueblo,
nación)—, era imposible sancionar penalmente al exemperador de Alemania sindicado
como el principal responsable de la «gran guerra» —esto es, de la primera hecatombe
humana (ocho millones de muertos) que ella acarreó—. Refugiado en Holanda, la
extradición del exemperador fracasó pese a que el Tratado de Versalles (1919) establecía
expresamente la constitución de un tribunal internacional para juzgarlo (artículo 227 del
tratado). En este contexto, Fernand Larnaude y Albert de Lapradelle (de la Universidad
de París), en su informe a la Conferencia de Preliminares de la Paz (que elaboró el Tratado
de Versalles de 1919), escribieron que, tras la guerra, «[u]n Derecho Internacional nuevo

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2. El derecho penal internacional «clásico» y la aplicación


extraterritorial de la ley penal nacional
viii) El derecho penal internacional «clásico» es de muy antigua formación:
data de mediados del siglo XIX y sus instituciones están muchas vigentes
en la actualidad. Desde su origen, el derecho penal internacional «clásico»
se refiere a delitos comunes previstos en el derecho interno de los Estados y
que comportan algún elemento de «extraneidad»; es decir, que intervienen
en un caso penal dos o más países. Por ejemplo, la extraneidad puede
producirse cuando un delincuente asalta un banco y luego fuga del país
donde perpetró el delito, lo que puede dar lugar a un pedido de extradición;
también puede referirse a que determinados hechos, perpetrados en el
país AB, afectan los intereses no de AB, sino del país YZ; por ejemplo,
cuando los hechos se refieren a la falsificación de la moneda nacional de
YZ, falsificación que se produce en el territorio de AB. Igualmente, en este
caso puede plantearse un pedido de extradición. En la medida que el asalto
de un banco y la falsificación de moneda constituyan delitos previstos por
las leyes penales internas de los Estados concernidos, se puede concluir
que el derecho penal internacional «clásico» es una rama del derecho
penal nacional de cada Estado18. El derecho penal internacional «clásico»
responde a la necesidad que tiene un Estado, en un caso determinado,

ha nacido» (cfr. Larnaude & De Lapradelle, 1919, pp. 144 y 146). Es de remarcar que
existían otras provisiones (artículos 228 a 230) del tratado para juzgar a los responsables
de crímenes de guerra perpetrados por las fuerzas armadas imperiales alemanas, las cuales
no se operativizaron por razones políticas. Cfr. Descheemaeker, 1946, p. 213. Véase
también: Saldaña, 1925, pp. 1927; y Pella, 1925.
18
En 1922, escribió Donnedieu de Vabres: «Hoy en día, el derecho penal internacional
es un derecho interno», esto por cuanto «en el estado actual de su desarrollo científico,
es imposible de ver en él otra cosa que un capítulo del derecho penal» (1922, p. 5. Texto
original en francés). En el mismo sentido, en 1920, otro clásico en esta materia, Maurice
Travers escribió criticando la noción incipiente entonces de jurisdicción universal: «Ella
[la teoría de la jurisdicción universal] es contraria a la naturaleza de la ley penal y de la
noción misma de Estado. Todo Estado, no tiene, en principio, por misión sino la defensa
de sus propios intereses. […] La naturaleza del Estado determina la envergadura de la ley
represiva que él establece. La ley penal tiene por finalidad exclusiva asegurar la protección

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Derecho penal internacional

de la cooperación o acuerdo con otro Estado a fin de que este le entregue


(extradite) a un presunto delincuente que se encuentra en el territorio
del Estado requerido; de este modo, el Estado solicitante podrá hacer
justicia19. Los diversos casos que pueden dar motivo a una extradición son
conocidos en el derecho penal internacional clásico como constitutivos
de lo que la doctrina ha denominado «aplicación extraterritorial de la ley
penal nacional» y que ha sido reconocida por la Corte Permanente de
Justicia Internacionales en el caso Lotus (1927):
Si es verdad que el principio de la territorialidad del Derecho Penal
sirve de fundamento en todas las legislaciones, no es menos cierto
que todas o casi todas estas legislaciones extiende su acción a delitos
cometidos fuera de su territorio, y esto conforme a sistemas que
cambian de un Estado a otro Estado. (Corte Permanente de Justicia
Internacional, 1927, p. 20. Énfasis nuestro)20.

de un pueblo determinado. El origen de la ley penal y su base están en desacuerdo con


la idea misma de la universalidad» (1920, pp. 75-76. Texto original en francés).
19
El congreso de la Asociación Internacional de Derecho Penal, el cual tuvo lugar el año
1969, definió la extradición como sigue: «[l]a extradición es un acto de asistencia judicial
interestatal en materia penal que tiene por objeto transferir un individuo, perseguido
o condenado penalmente, de la jurisdicción de un Estado a la de otro Estado» (cfr.
Vieira, 1984, p. 191. Texto original en francés). Esta cooperación interestatal dio lugar
a múltiples tratados de extradición desde la segunda mitad del siglo XIX, los cuales
requieren generalmente que el delito esté sancionado en el país demandante como en
el requerido, lo que se conoce como la doble incriminación (Vieira, 1984, pp. 296 y
298).
20
Cfr. CPJI, 1927, p. 20 (traducción no oficial del original en francés). También cfr.
Simon, 2001, p. 28.

30
José Burneo Labrín

En el caso peruano, existió ya, en nuestro Código Penal de 1924,


un artículo expreso al respecto21 el cual inspiró el artículo 2 del Código
Penal vigente (1991)22.

21
En el Código Penal de 1924, leemos sobre la aplicación extraterritorial de la ley penal
peruana:

Artículo 5. Las infracciones cometidas fuera del territorio de la República, serán
reprimidas en los casos siguientes:

Las infracciones comprendidas en los títulos 3 de la sección séptima, [título] 1 de la
sección novena y [título] 2 de la sección décima quinta, cometidos por nacionales o
extranjeros;

Las infracciones no comprendidas en el inciso anterior cometidas por un nacional
[principio de la personalidad activa], susceptibles de extradición, según la ley peruana,
siempre que fueren punibles también en el Estado en que se hubieren perpetrado y cuando
el culpable entrare de cualquier manera en la República. Esta disposición será aplicable
a los extranjeros que adoptaren la ciudadanía peruana después de la perpetración del
hecho punible;

Las infracciones no comprendidas en el inciso primero, cometidas por un extranjero
contra un nacional [principio de la personalidad pasiva], susceptibles de extradición,
según la ley peruana, siempre que fueren punibles también en el Estado en que se
hubieran perpetrado y cuando el culpable entrare de cualquier modo en la República y
no fuere entregado al extranjero;
L
as infracciones de cualquier especie cometidas por funcionarios o empleados del servicio
del Estado, en el desempeño de su cargo.
22
Código Penal vigente (1991):

Artículo 2. La Ley Penal peruana se aplica a todo delito cometido en el extranjero,
cuando:

1. El agente es funcionario o servidor público en desempeño de su cargo;

2. Atenta contra la seguridad o la tranquilidad públicas o se traten de conductas
tipificadas como lavado de activos, siempre que produzca sus efectos en el territorio de
la República;

3. Agravia al Estado y la defensa nacional; a los Poderes del Estado y el orden
constitucional o al orden monetario;

4. Es perpetrado contra o por peruano y el delito esté previsto como susceptible de
extradición según la Ley peruana, siempre que sea punible también en el Estado en que
se cometió y el agente ingresa de cualquier manera al territorio de la República;

5. El Perú está obligado a reprimir conforme a tratados internacionales.

31
Derecho penal internacional

3. Concordancia entre el derecho penal internacional «clásico» y el


derecho internacional clásico
ix) El derecho penal internacional «clásico», teniendo en cuenta sus
orígenes vinculados a la aplicación extraterritorial de la ley penal
nacional, se entendía como coherente con el contenido jurídico del
derecho internacional «público» vigente en el siglo XIX, el cual rigió las
relaciones internacionales hasta la Segunda Guerra mundial. En derecho
internacional público «clásico», no se reconocía a la persona humana, salvo
excepciones, como titular de derechos y de obligaciones internacionales,
sino únicamente a los Estados. Desde esta concepción clásica, no era
posible que se afirmaran derechos humanos universales y, en todo caso,
la sanción penal era un asunto interno de cada Estado. El derecho
internacional público clásico —también denominado «derecho de gentes
clásico»—, escribió un publicista al término de la Primera Guerra Mundial
(1914-1919), era un derecho de gentes sin crímenes ni criminales23.

4. Ambas denominaciones son correctas


x) La corriente mayoritaria contemporánea, bajo la denominación
derecho penal internacional, se refiere a lo que será el objeto de nuestro
curso. Debe repararse, empero, que algunos autores, bajo esta misma
denominación, incluyen tanto el derecho penal internacional «nuevo»
como el derecho penal internacional «clásico». Otros autores, sin
embargo, prefieren denominar al derecho penal internacional, objeto de

23
«Estos rasgos característicos del derecho internacional tradicional influyeron necesaria
y decisivamente en la escasa relevancia de la persona en aquel sistema jurídico que estuvo
concebido en función de los Estados y al margen de la perspectiva de los derechos humanos.
Así, por ejemplo, Dionisio Anzilotti, uno de los autores más representativos de aquella
época, pudo afirmar en 1905, que la existencia en derecho internacional de otros sujetos
de derechos y obligaciones distintos de los Estados era simplemente inconcebible. En el
mismo año, Lassa Francis L. Oppenheim, otra gran autoridad doctrinal de comienzos del
siglo XX, sostuvo que los “así llamados derechos humanos” no solo no gozan sino que
no pueden gozar de protección alguna por parte del Derecho internacional, “ya que este
regula únicamente las relaciones entre los Estados y no puede reconocer derechos a los
individuos”» (cfr. Carrillo, 2001, p. 12).

32
José Burneo Labrín

nuestro curso, como «derecho internacional penal» a fin de expresar con


mayor fuerza su carácter internacional. Si bien en este curso utilizaremos
preferentemente la denominación derecho penal internacional, por lo
expuesto, es doctrinalmente correcto también el uso de la denominación
derecho internacional penal24.

Sección 4.
La sanción penal de los crímenes internacionales
1. Tres modalidades o vías para la sanción penal
de crímenes internacionales
xi) En la actualidad, la sanción penal de los crímenes internacionales puede
realizarse mediante tres modalidades. En primer lugar, mediante tribunales
penales internacionales que ejercen jurisdicción penal internacional
de conformidad con el derecho internacional (ver sección 1.1). En
segunda lugar, mediante tribunales penales nacionales que ejercen, en
determinados casos, jurisdicción universal, cuando así los establece el
derecho internacional (ver sección 1.2). En tercer lugar, también mediante
tribunales penales nacionales, pero en ejercicio de la potestad jurisdiccional
territorial o de la jurisdicción extraterritorial correspondiente al Estado
concernido (ver sección 1.3). Estas tres modalidades las analizaremos a
continuación.

24
Ya en 1964, la cuestión de la denominación a emplear fue debatida. El jurista suizo
Jean Graven, entonces Presidente de la Asociación Internacional de Derecho Penal, en la
presentación del número especial de la Revue internationale de droit pénal (RGDI) sobre
la justicia penal internacional, escribió: «Advertimos simplemente al lector que no hay y
que no debe de encontrar divergencias fundamentales, o sustanciales, en esta diferencia
terminológica”, sin perjuicio de lo cual, continúa, , “nosotros utilizamos personalmente
la terminología correcta en la nueva acepción del ‘Derecho penal internacional’. Nos
parece en efecto esencial, de una parte, que el lenguaje jurídico sea siempre exacto y
preciso y que su terminología responda realmente a lo que este quiere designar ; y, de
otra parte, enfatizar el carácter penal de la disciplina en vías de formación, pues es sobre
la base de la ciencia penal que debe edificarse esta nueva disciplina internacional […]»
(1964, p. 11. Texto original en francés).

33
Derecho penal internacional

1.1. Los tribunales penales internacionales


1.1.1. Diversidad de tribunales penales internacionales
A) Concepto
xii) Los tribunales penales internacionales ejercen la potestad de administrar
justicia de conformidad con las normas jurídicas internacionales que los
crean y rigen. Estas normas determinan sus competencias en cuatro
dimensiones: en razón de la materia (ratione materiae), en razón del lugar
(ratione loci), en razón de la persona (ratione personae) y en razón del tiempo
(ratione temporis). En el ámbito penal, la potestad de administrar justicia les
faculta a sancionar penalmente únicamente a los individuos responsables
de crímenes internacionales; pues, en su estado actual de desarrollo, el
derecho internacional no les confiere la potestad de sancionar penalmente
a los Estados ni a otros sujetos de derecho internacional que pudieran
incurrir en responsabilidad penal internacional por la violación de normas
jurídicas internacionales. Cuando se trata de los crímenes más graves que
afectan los intereses de la comunidad internacional en su conjunto, tales
como los previstos en el Estatuto de Roma (1998), los tribunales penales
internacionales ejercen dicha potestad de administrar justicia en nombre
no de un grupo de Estados, sino de la misma comunidad internacional
afectada.

B) Clasificación o tipos de tribunales penales internacionales


xiii) Actualmente existen tres tipos de tribunales penales internacionales
según sus respectivas modalidades de creación, teniendo como característica
común que se rigen por el derecho internacional:
a) En primer lugar, los creados por el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas; esto es, los ya mencionados tribunales penales
internacionales para la ex-Yugoslavia (1993)25 y para Ruanda

25
El Estatuto del Tribunal Penal Internacional (TPI) para la ex-Yugoslavia fue adoptado
por el Consejo de Seguridad mediante resolución 827 del 25 de mayo de 1993. El texto

34
José Burneo Labrín

(1994)26, respectivamente. Ambos tribunales ejercen la potestad


de administrar justicia no en virtud de un tratado especial, sino
de la Carta de las Naciones Unidas (capítulo VII: «Acción en
caso de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos
de agresión»)27. Los jueces son designados directamente por las
Naciones Unidas y aplican los tipos penales establecidos en derecho
internacional consuetudinario28.
b) En segundo lugar, la Corte Penal Internacional, de carácter
permanente y de alcance universal, cuya potestad de administrar
justicia deriva fundamentalmente del tratado que la crea: el
Estatuto de Roma (1998)29. Se encuentra en funciones desde

en castellano puede verse en Blasi, Reyes & León, 2008, pp.  642-652. El mismo
Consejo de Seguridad ha puesto fin a la existencia de este tribunal. Cfr. la resolución
1966, adoptada el 22 de diciembre de 2010, y la resolución 2329, adoptada el 19 de
diciembre de 2016.
26
El Estatuto del Tribunal Penal Internacional (TPI) para Ruanda fue adoptado por el
Consejo de Seguridad mediante resolución 955 del 8 noviembre 1994 (Blasi, Reyes &
León, 2008, pp. 653-663). Sobre el término de las actividades de este tribunal, cfr. la
resolución 2256, adoptada por el Consejo de Seguridad el 22 de diciembre de 2015.
27
El Consejo de Seguridad, según la Carta de la ONU (capítulo VII: «Acción en caso
de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión»), es el llamado
a determinar las acciones a seguir, incluida la acción armada de acuerdo con las
competencias que se le otorgan.
28
Cfr. Naciones Unidas, S/25704, 20 de mayo de 1993, loc. cit. Véase supra sección 3
sobre la diversidad de normas jurídicas internacionales de carácter penal.
29
Creación de la Corte Penal Internacional por el Estatuto de Roma (1998): «Artículo
1. La Corte. Se instituye por el presente una Corte Penal Internacional (“la Corte”). La
Corte será una institución permanente, estará facultada para ejercer su jurisdicción sobre
personas respecto de los crímenes más graves de trascendencia internacional de conformidad
con el presente Estatuto y tendrá carácter complementario de las jurisdicciones penales
nacionales. La competencia y el funcionamiento de la Corte se regirán por las disposiciones
del presente Estatuto». El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional fue aprobado
en Roma el 17 de julio de 1998 por la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios
de las Naciones Unidas (15 de junio a 17 de julio de 1998). Participaron en la conferencia
160 Estados miembros de la ONU, convocados de conformidad con la resolución 52/160,
del 15 de diciembre de 1997, adoptada por la Asamblea General. Fue aprobado con el

35
Derecho penal internacional

el 1 de marzo de 2003. Los jueces son designados por la Asamblea


de Estados Parte del Estatuto de Roma y aplican los tipos previstos
en el Estatuto de Roma.
c) En tercer lugar, los tribunales mixtos o híbridos, creados algunos
en virtud de acuerdos internacionales bilaterales entre la ONU y
los Estados concernidos, como es el caso de los tribunales mixtos
de Sierra Leona30 y de Camboya31, en funciones desde 2002 y
2004, respectivamente. Otros tribunales mixtos han sido creados
en virtud del capítulo VII de la Carta de la ONU directamente por

voto a favor de 120 Estados; se registraron 7 votos en contra y 20 abstenciones. Cfr. acta
final de la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas sobre
el Establecimiento de una Corte Penal Internacional (Roma, 17 de julio de 1998; texto
disponible en el portal electrónico de la ONU).
30
Sierra Leona y las Naciones Unidas suscribieron un tratado bilateral, de fecha 16 de
enero de 2002, a fin de establecer un Tribunal Especial competente para juzgar los graves
crímenes internacionales —genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad—
cometidos durante la guerra que asoló Sierra Leona durante la última década del siglo
XX. Debe tenerse presente que el Consejo de Seguridad había solicitado, dos años antes,
al secretario general de la ONU, la conclusión de dicho acuerdo internacional con Sierra
Leona (resolución del Consejo de Seguridad 1315, del 14 de agosto de 2000) y que, una
vez suscrito el tratado, el mismo Consejo expresó su satisfacción mediante resolución 1400,
del 28 de marzo de 2000. Cfr. David, 2009, pp. 916 a 919. Véase en el portal electrónico
de las Naciones Unidas la información relativa a este tribunal.
31
En el caso de Camboya, luego que el gobierno solicitara su ayuda, la Asamblea General de
las Naciones Unidas había expresado —mediante su resolución 52/135, del 12 de diciembre
de 1997—, su interés en que se adoptaran medidas concretas a fin de investigar los graves
crímenes internacionales cometidos en el pasado reciente en dicho país. Se trata de enjuiciar
los «Jemeres rojos» («Khmer rouges») que gobernaron el país entre 1975 y 1976, período
en el que habrían muerto más de dos millones de personas. Luego de negociaciones entre
representantes de Camboya y la ONU, esta aprobó —mediante resolución 57/228, del
13 de mayo de 2003— un proyecto de acuerdo internacional entre ambas partes. Firmado
el acuerdo el 6 de junio de 2003, Camboya lo ratificó con fecha 19 de octubre de 2004.
De esta manera, se instalaron, el año 2006, las cámaras extraordinarias en los tribunales
de Camboya, iniciado sus actividad el año 2007. Cfr. David, 2009, pp. 911 a 914. Véase
en el portal electrónico de las Naciones Unidas la información relativa a este tribunal.

36
José Burneo Labrín

el Consejo de Seguridad, caso de Timor Oriental32 y de Líbano33,


en funciones desde el año 2000 y 2007, respectivamente. En
todos estos casos de tribunales penales internacionales mixtos,
una parte de los jueces son designados por la ONU y la otra
parte, por el Estado concernido; aplican los tipos penales previstos
en normas jurídicas internacionales consuetudinarias. A la lista
anterior de tribunales penales internacionales mixtos, deben
agregarse, como casos particulares dentro de la excepcionalidad
de los tribunales  mixtos, los casos de Kosovo34 y de Bosnia y

32
En el caso del Tribunal Penal Internacional Mixto para Timor Oriental, se trata de
una decisión de la ATNUTO (Administración Transitoria de las Naciones Unidas para
Timor Oriental), entidad creada por el Consejo de Seguridad mediante resolución 1272,
del 25 de octubre de 1999, en aplicación del capítulo VII de la Carta de la ONU. La
ATNUTO decidió, el año 2000, instituir una entidad que ejerza jurisdicción penal
para la sanción de los responsables de haber cometido genocidio, crímenes contra la
humanidad y crímenes de guerra el año 1999, lo que implica el juzgamiento de personas
nacionales de Indonesia, país que había ocupado militarmente Timor Oriental luego de
la salida de Portugal en 1975. El pueblo de Timor Oriental decidió mayoritariamente su
independencia respecto de Indonesia en un referéndum que tuvo lugar el 30 de agosto
de 1999, instalándose el primer gobierno nacional de Timor Oriental el 20 de mayo del
año 2002. Cfr. David, 2009, p. 915.
33
En el caso de Líbano, el Consejo de Seguridad creó un Tribunal Especial mediante
la resolución 1757, del 30 de mayo de 2007, a fin de sancionar penalmente los actos
de terrorismo ocurridos en ese país entre el 1 de octubre de 2004 y el 12 de diciembre
2005, siempre que tales actos tengan relación con el atentado del 14 de febrero de
2005, mediante el cual fue asesinado el primer ministro del Líbano, así como otras 22
personas en Beyrouth. Ver el «Primer informe anual del Tribunal Especial para Líbano
(2009-2010)» de las Naciones Unidas, disponible en: <http://www.un.org/es/comun/
docs/?symbol=S/2010/159>.
34
En el caso de Kosovo, la situación es particularmente compleja, toda vez que luego
de la guerra de Kosovo (1999), si bien continuaba formalmente siendo parte de Serbia,
el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mediante resolución 1244 (del 10 de
junio de 1999), adoptada en aplicación del capítulo VII de la Carta de la ONU, creó
una administración provisional de las Naciones Unidas (MINUK) que asumió el control
total de la región de Kosovo. Esta administración, al año siguiente, decidió crear un
sistema de administración de justicia, competente sobre todo tipo de crímenes, integrado
por magistrados nativos de la región e internacionales. La situación se tornó aún más

37
Derecho penal internacional

Herzegovina35, cuyos tribunales o corte penales mixtos se crearon


el año 2002 y 2004, respectivamente. En el caso de la República
Centroafricana, se crearía en el futuro también un tribunal penal
especial36.

C) Posición de la ONU sobre los tribunales penales internacionales mixtos


xiv) Debemos relievar, antes de concluir esta temática, lo afirmado por el
secretario general de las Naciones Unidas en su informe (2004) dirigido al
Consejo de Seguridad sobre la justicia de transición, en el que se denomina
cierto tipo de tribunal penal internacional como «mixto»:

compleja, toda vez que las autoridades regionales de mayoría étnica albanesa decidieron,
el año 2008, separarse de Serbia y constituir un Estado independiente. Este nuevo Estado
ha sido reconocido por aproximadamente 74 Estados (entre ellos Estados Unidos), la
mayoría de los países de la Unión Europea y también nuestro país; ciertamente, Serbia
no ha reconocido al nuevo Estado. Cfr. David, 2009, pp. 919-920.
35
En el caso de Bosnia y Herzegovina, se creó, el año 2005, por acuerdo tripartito entre
la Oficina del Alto Representante —Acuerdo de Paz de Dayton—,el Tribunal Penal
Internacional para la ex-Yugoslavia y las autoridad nacionales, un sistema mixto de
administración de justicia compuesto de tres secciones: la sección I sobre crímenes de
guerra; la sección II sobre el crimen organizado, incluido el de corrupción; y la sección III
para los otros crímenes. En la sección, competente para conocer las graves violaciones de
los derechos humanos que se perpetraron en años pasados, la Sala Especial de Crímenes
de Guerra juzgó, el año 2006, a un acusado que le había sido entregado por el Tribunal
Penal Internacional para la ex-Yugoslavia: Radovan Stankovic, quien fue condenado a
20 años de prisión por crímenes contra la humanidad. Actualmente, la mayoría de los
magistrados son nacionales. Cfr. Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, 2008, pp. 5 y 14; Amnesty International, 2009, pp. 18-20; David,
2009, p. 921.
36
En el caso de la República Centroafricana, en mayo de 2015, la presidenta promulgó
una ley mediante la cual se dispuso la creación de un Tribunal Penal Especial con el
objeto de juzgar crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos en dicho país a
partir de enero de 2003. Este tribunal sería un mecanismo híbrido integrado por jueces
internacionales y jueces del sistema de justicia de la referida república. No obstante,
según Amnistía Internacional, hasta fines de 2015, el Tribunal Especial no estaba aún en
funciones debido a falta de financiación (cfr. el Informe Anual 2015/2016, de Amnistía
Internacional, disponible en: <https://www.amnesty.org/es/countries/africa/central-
african-republic/report-central-african-republic/>).

38
José Burneo Labrín

38. […] han surgido diversos modelos institucionales [de tribunales


penales especiales establecidos y/o promovidos por la ONU]. Entre
ellos figuran los tribunales penales internacionales de carácter
especial establecidos por el Consejo de Seguridad como órganos
subsidiarios de las Naciones Unidas para la ex-Yugoslavia [Tribunal
Penal Internacional para la ex-Yugoslavia] y Rwanda [Tribunal Penal
Internacional para Rwanda]; un tribunal mixto para Sierra leona,
establecido sobre la base de un tratado ; un tribunal mixto para
Camboya propuesto en virtud de una ley nacional promulgado a ese
efecto ; un tribunal mixto (a la manera de «un tribunal dentro de
un tribunal») en tal forma en la Sala Especial de la Corte Estatal de
Bosnia y Herzegovina ; una Sala Especial […] para Timor Oriental
[…] (ONU, 2004, párr. 38).

1.1.2. Los tribunales internacionales: una tendencia universal


A) Son parte de una tendencia universal
xv) La creación de los tribunales penales internacionales mencionados
antes forma parte de un proceso mayor que se produce a nivel universal,
particularmente visible a lo largo del siglo pasado. En efecto, el proceso
de globalización de la economía, los avances tecnológicos en general
y particularmente en lo que se refiere a las comunicaciones, producen
una extraordinaria interdependencia e intensificación de las relaciones
entre los Estados, pueblos y ciudadanos del mundo. Este proceso se ha
intensificado y complejizado luego de la Segunda Guerra Mundial con
el reconocimiento de nuevos sujetos internacionales, de los derechos
humanos y de los pueblos, en el marco del nuevo orden público
internacional que instituye la Carta de las Naciones Unidas. El planeta
fue por ello calificado por el secretario general de la ONU, a principios
del nuevo milenio, como una «aldea global» (ONU, 2000b). En este
complejo proceso de globalización y de intensificación de las relaciones
internacionales, se ha venido gestando la jurisdicción internacional a fin de
asegurar la paz internacional mediante la administración de justicia a nivel
supranacional que posibilite la resolución de controversias internacionales

39
Derecho penal internacional

de manera pacífica. Máxime si el nuevo orden público internacional ha


proscrito la guerra como instrumento de solución de los conflictos entre
Estados y ha establecido el deber de lograr soluciones pacíficas basadas
en el derecho y no en la fuerza37. La jurisdicción internacional ha ido
cristalizando a lo largo del siglo XX, con antecedentes en siglos pasados,
y continúa transformándose y desarrollándose hasta la actualidad38.
Podríamos entonces sostener que la jurisdicción internacional es el género
y que la jurisdicción internacional de carácter penal es una especie o
modalidad de aquella39. Veamos, seguidamente y de manera muy breve,
algunos hitos sobre el origen y desarrollo de la jurisdicción internacional
y de sus diversas modalidades o especies, tratando en lo posible de seguir
un orden cronológico.

37
La Carta de las Naciones Unidas (1945) establece la obligación de solucionar los conflictos
de manera pacífica, así como la prohibición de la amenaza o del uso de la fuerza (artículos
2.3 y 2.4.) y dedica su Capítulo VI al arreglo pacífico de controversias. El Estatuto de
Roma (1998) califica la agresión como un crimen internacional (artículo 5).
38
Existe una abundante bibliografía sobre este proceso de intensificación y diversificación
de las relaciones entre Estados a nivel mundial, véase así el excelente trabajo que
encontramos ya en 1927, elaborado por el español Quintiliano Saldaña, «La justice
internacionale» (1927, pp. 227 y ss.). Sobre la globalización económica, ver, por ejemplo,
Stiglitz, 2002. Una perspectiva histórica excelente la encontramos en Hobsbawm, 1995.
39
El secretario general de las Naciones Unidas se refiere a la justicia penal internacional
en los siguientes términos: «40. […] los sistemas de justicia nacionales deben ser el
primer recurso en materia de rendición de cuenta. Sin embargo, cuando las autoridades
nacionales no cumplen sus obligaciones internacionales y se muestran renuentes o
incapaces a la hora de enjuiciar internamente a los infractores, el papel de la comunidad
internacional cobra una importancia crucial, como queda de manifiesto en el
establecimiento y el funcionamiento de los tribunales penales internacionales e híbridos
creados durante el decenio anterior. Estos tribunales representan logros históricos en la
determinación de la responsabilidad por infracciones graves de los derechos humanos
y el derecho internacional humanitario cometidas por autoridades civiles y militares y
reflejan la creciente tendencia de la comunidad internacional de pasar de la tolerancia
de la impunidad y la amnistía a un imperio de la ley en el plano internacionales. Pese a
sus limitaciones e imperfecciones, los tribunales penales internacionales e híbridos han
modificado el carácter de la justicia internacional y realzado la naturaleza mundial del
imperio de la ley». Cfr. ONU, 2004, párr. 40.

40
José Burneo Labrín

B) Los tribunales arbitrales


xvi) A lo largo de los siglos XVIII y XIX, los Estados han constituido
voluntariamente tribunales arbitrales para resolver sus diferendos40.
Finalmente, la comunidad internacional adoptó, durante la Primera
Conferencia de la Paz (1899), una Convención para el arreglo pacífico de
los conflictos internacionales. Esta convención creó el Tribunal (Corte)
Permanente de Arbitraje. Luego, durante la Segunda Conferencia de la
Paz (1907), se aprobó una nueva Convención para el arreglo pacífico de
controversias internacionales, la misma que sustituyó la anterior y reglamentó
el recurso a los medios pacíficos de solución (buenos oficios, mediación,
etc.), dedicando la mayor parte de sus artículos al perfeccionamiento del
Tribunal Permanente de Arbitraje creado algunos años antes. Este tribunal,
aún activo, tiene su sede en La Haya. Se trata, según la convención de 1907,
de favorecer «el arreglo amistoso de los conflictos internacionales», sobre
la base del «imperio del derecho»; esto es, «fortalecer el sentimiento de la
justicia internacional» (Preámbulo). De acuerdo con su primer artículo,
el objeto de la convención es «evitar en lo posible el recurrir a la fuerza
en las relaciones entre los Estados […] asegurar el arreglo pacífico de las
diferencias internacionales» (Seara, 1980, pp. 272 y ss.). Esta fue, sin duda
alguna, la primera institucionalización de una modalidad jurisdiccional, en
este caso de carácter arbitral, de solución de conflictos. Subsiste, empero,
la posibilidad de que los Estados concernidos en un conflicto decidan, en
vez de recurrir al Tribunal Permanente de Arbitraje precitado, constituir
un tribunal arbitral especial.

40
Se hace remontar el arbitraje moderno al caso Alabama (1872): los Estados Unidos
y Gran Bretaña habían sometido a arbitraje una demanda presentada por el primer
país contra el segundo por supuesta violación de la neutralidad durante la guerra civil
norteamericana. El tribunal arbitral, compuesto por miembros designados por las partes y
por otros tres países, ordenó a Gran Bretaña pagar una indemnización. El cumplimiento
ejemplar del laudo por el país concernido demostró la eficacia del arbitraje en el arreglo
de una controversia importante. Cfr. CIJ, 2000, p. 3.

41
Derecho penal internacional

C) Primera Corte de Justicia Internacional de carácter no penal


xvii) La primera Corte Internacional de Justicia fue la Corte de Justicia
Centroamericana. Creada el año 1907 y vigente hasta el año 1918, esta
corte era competente para conocer demandas entre Estados, pero también
de particulares de un país centroamericano contra alguno de los gobiernos
contratantes de la Convención de Washington de 190741.

D) Los tribunales penales internacionales según el Tratado de Versalles


(1919)
xviii) Luego de la Primera Guerra Mundial, en el Tratado de Versalles que
puso fin a dicha guerra encontramos dos intentos fallidos de creación de
tribunales internacionales especiales de carácter penal. En efecto, según
el mencionado tratado:
a) Debía crearse un «tribunal especial» para juzgar al exemperador de
Alemania (artículo 227) como principal responsable de la guerra42.
b) Debían crearse, además, «tribunales militares compuestos por
miembros de los tribunales militares de las potencias concernidas»
para juzgar a «[l]as personas culpables de actos criminales contra
los nacionales de más de uno de los aliados y potencias asociadas»
(artículo 229)43.

41
Fueron Estados partes de la Convención de Washington de 1907, mediante la cual
se creó la Corte de Justicia Centroamericana, los siguientes: Costa Rica, Nicaragua,
Guatemala, El Salvador y Honduras. Cfr. Llanos, 2008, p. 14.
42
Tratado de Versalles (1919): «Artículo 227. […] Un Tribunal Especial será constituido
para la acusación [del Emperador de Alemania], asegurándole las garantías esenciales del
derecho de defensa. Este estará compuesto de cinco jueces, cada uno designado por cada
una de las siguientes potencias: Estados Unidos de América, Gran Bretaña, Francia, Italia
y Japón» (texto disponible en: <http://avalon.law.yale.edu/imt/parti.asp>; consultado el
21 enero de 2015).
43
Tratado de Versalles (1919): «Artículo 229. […] Las personas culpables de actos
criminales contra los nacionales de más de uno de los Aliados y Potencias asociadas será
llevado ante los tribunales militares compuestos de miembros de los tribunales militares
de las Potencias concernidas. En cada caso los acusados estarán autorizados a nombrar

42
José Burneo Labrín

Como la historia lo ha registrado, el Tratado de Versalles no se


cumplió en lo que se refiere a la constitución de estos tribunales penales
internacionales especiales44.

E) El intento de crear una sala penal en la Corte Permanente de Justicia


Internacional
xix) En el siglo XX45, el primer intento de creación de un tribunal
permanente, de alcance universal y de carácter penal, tuvo lugar en el
marco de la Sociedad (o Liga) de las Naciones (en adelante, SDN o Liga de
Naciones) luego de la Primera Guerra Mundial. Habiendo el Estatuto de
la Sociedad de Naciones (Tratado de Versalles de 1919, Parte I, artículos l
a 26) establecido que debía crearse un Tribunal o Corte Permanente
de Justicia Internacional (en adelante, CPJI), el Consejo de la Liga de
Naciones designó un comité consultivo de juristas, presidido por el Barón
Descamps (Bélgica), encargado de elaborar un proyecto de Estatuto de
dicho Tribunal46. El proyecto del comité proponía que la futura CPJI

su propio abogado» (texto disponible en: <http://avalon.law.yale.edu/imt/parti.asp>;


consultado el 21 enero de 2015. Traducción no oficial).
44
Sobre el fracaso del tratado de Versalles en lo que se refiere a los juicios contra el
exemperador y los responsables de crímenes de guerra cometidos por las tropas imperiales
alemanas, véase Descheemaeker., 1946, p.  213; Fauchille, 1921, pp.  1066- 1067; y
Lombois, 1971, pp. 119-120 y 152-153.
45
Es de mencionar que en el siglo XIX hubo una fuerte corriente de opinión favorable
a la creación de un tribunal penal internacional especializado en crímenes de guerra
ante las graves violaciones de normas humanitarias mínimas durante los conflictos
armados. Se trata del proyecto (1872) elaborado por el primer presidente del Comité
Internacional de la Cruz Roja, el jurista suizo Moynier («Proyecto de convenio relativo
a la institución de un órgano judicial internacional para la prevención y la represión de
las violaciones del Convenio de Ginebra [de 1864]»). El proyecto finalmente fue dejado
de lado por los Estados. Sobre dicho proyecto, ver Hall, 1998, pp. 63-82.
46
Tratado de Versalles (1919), artículo 14: «El Consejo formulará y someterá a los
miembros de la Liga, para su adopción, el proyecto para el establecimiento de un Tribunal
Permanente de Justicia Internacional. Este tribunal será competente para conocer y
resolver cualquier diferencia de carácter internacional que las partes le sometan. El
tribunal podrá también asesorar al Consejo o la Asamblea en cualquier diferencia o

43
Derecho penal internacional

fuera competente también respecto de los crímenes contra el derecho de


gentes. Sin embargo, la asamblea de la SDN no retuvo este extremo del
proyecto del comité y decidió finalmente crear la CPJI, antecesora de la
actual Corte Internacional de Justicia, pero sin dotarla de competencia para
sancionar penalmente la comisión de crímenes internacionales (Comisión
de Derecho Internacional, 1949, p. 9).

F) De la Corte Permanente de Justicia Internacional (1921)


a la Corte Internacional de Justicia (1945)
xx) Luego de la Primera Guerra Mundial, la comunidad internacional
decide, en la perspectiva de asegurar la solución pacífica de controversias
entre Estados, crear la Liga de las Naciones así como una Corte o Tribunal
Permanente de Justicia Internacional (Tratado de Versalles, l919)47. Esta
Corte permanente se instaló el año 1921 y estuvo en funciones hasta su
disolución en abril de 1946. Entonces le sucedió la Corte Internacional
de Justicia (en adelante, CIJ), la cual fue creada al término de la Segunda
Guerra Mundial por la Carta de la ONU (1945) en calidad de órgano
judicial principal de la organización48. La CIJ, cuya sede está en La Haya
(Holanda), tiene sin duda alguna una extraordinaria importancia mundial
y es una pieza clave en el proceso de resolución pacífica de conflictos entre
Estados.

G) Una corte penal internacional especializada en terrorismo (1937)


xxi) Se trata del segundo intento de creación de una Corte Penal
Internacional permanente, pero especializada, en el presente intento, para

cuestión que aquellos le expongan» (texto disponible en: <http://avalon.law.yale.edu/


imt/parti.asp>; consultado el 21 enero de 2015. Traducción no oficial).
47
Véase el artículo 14 del Tratado de Versalles, transcrito supra nota 43. La Corte
Permanente de Justicia Internacional se disolvió el año 1946.
48
La CIJ fue creada por la Carta de la ONU: «Artículo 92. La Corte Internacional
de Justicia será el órgano judicial principal de las Naciones Unidas; funcionará de
conformidad con el Estatuto anexo, que está basado en el de la Corte Permanente de
Justicia Internacional, y que forma parte integrante de esta Carta».

44
José Burneo Labrín

sancionar el delito de terrorismo. Se adoptó el 16 de noviembre del año


1937, conjuntamente con la convención del mismo año para la prevención
y la represión del terrorismo, una convención especial para la creación de
una Corte Penal Internacional para la sanción del delito de terrorismo.
Ni una ni otra convención entraron en vigor al sobrevenir poco después
la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial49.

H) Nuremberg, el primer Tribunal Penal Internacional del siglo XX


xxii) En la historia contemporánea50, el primer Tribunal Penal
Internacional que ejerció jurisdicción penal internacional ha sido el
Tribunal Internacional de Nuremberg (1945-1946)51. Este tribunal juzgó
únicamente a los grandes responsables de los crímenes perpetrados por
las potencias del eje europeo —nazi y colaboradores durante la Segunda
Guerra Mundial52—. El segundo tribunal internacional penal, vinculado

49
Textos de ambas convenciones en Glaser, 1970, pp. 233 a 248. Un breve comentario
puede verse en David, 2009, 1102.
50
El recuento histórico de los antecedentes de los tribunales penales internacionales estaría
incompleto si no se trae a la memoria el Tribunal Penal Internacional creado a fines del
siglo XV (el año 1474). En efecto, diversos autores hacen referencia a que, hacia el final de
la Edad Media o en los albores de la Era Moderna, se creó un tribunal para juzgar a Peter
von Hagenbach, en el contexto de un conflicto armado. Von Hagenbach fue gobernador
de la sitiada ciudad de Breisach, en el Alto Rhine, y, una vez derrotado por una amplia
coalición (soberanos de Austria. Francia, Berna, entre otros), fue juzgado y condenado
a muerte por un tribunal ad hoc constituido por veintiocho jueces pertenecientes a la
coalición; fue acusado de atrocidades contra la población civil, en violación de «las leyes
de Dios y de la humanidad». Cfr. Greppi, 1999, pp. 2 y 3.
51
Véase el texto del Estatuto del Tribunal Internacional de Nuremberg en: <http://avalon.
law.yale.edu/imt/imtconst.asp#art1> (consultado el 21 de enero de 2015). Este estatuto
se aprobó como anexo del tratado denominado «Acuerdo de Londres» (de fecha 8 de
agosto de 1945), el cual fue elaborado por Estados Unidos, Inglaterra, Francia y la hoy
disuelta URSS. Véase el texto en inglés y una traducción al castellano del estatuto del
Tribunal de Nuremberg en Blasi, Reyes & Del Rosario, 2008, pp. 613-628.
52
El Tribunal Penal Internacional de Nuremberg (1945), el primero de esta naturaleza,
tuvo como finalidad sancionar penalmente, de conformidad con sueEstatuto, única y
exclusivamente a los grandes responsables del eje europeo, nazis y colaboradores de estos,

45
Derecho penal internacional

también a la Segunda Guerra Mundial, fue el del Tribunal Internacional


de Tokio (1946-1948)53, encargado de juzgar igualmente a los grandes
criminales de guerra, pero pertenecientes en este caso al Imperio japonés.
Ambos tribunales se disolvieron una vez que dictaron sus respectivas
sentencias. Luego de estos dos tribunales ad hoc, no se crearon nuevos
entes jurisdiccionales penales internacionales hasta los que se constituyeron
a fines del mismo siglo XX (mencionados infra).

respecto de crímenes de guerra y otras atrocidades perpetrados antes y durante la Segunda


Guerra Mundial. El tribunal efectuó un único juicio (octubre de 1945-noviembre de
1946) en el que fueron procesados los veintidós acusados por el Ministerio Público como
grandes criminales de guerra. En su sentencia, leída el 30 de setiembre y 1 de octubre
de 1946, el tribunal dispuso la libertad de tres acusados y condenó a los diecinueve
restantes (doce a pena de muerte y siete a diversas penas privativas de libertad, incluida
una cadena perpetua). La parte de la sentencia relativa a las penas se encuentra en Tribunal
de Nuremberg, 1947, t. XXII, pp. 632-635. Luego de este único juicio, que se conoce
internacionalmente como el «juicio de Nuremberg», el Tribunal Internacional no efectuó
nuevos juicios, disolviéndose en noviembre de 1946. La literatura jurídica estadounidense
utiliza con frecuencia la expresión «los juicios de Nuremberg» para referirse a los diversos
juicios que los tribunales militares estadounidenses efectuaron en dicha ciudad, la que se
encontraba en la zona ocupada entonces militarmente y a cargo de los Estados Unidos.
Se aplicó entonces, por todos los tribunales militares de ocupación que operaron en las
zonas en que se dividió el territorio del Estado alemán, la ley 10 expedida en diciembre
de 1945 por el Consejo de Control en Alemania, la que se inspiró y reprodujo, en su
mayor parte, lo establecido en el Estatuto del Tribunal Internacional de Nurernberg.
53
El estatuto del Tribunal de Nuremberg sirvió de modelo para la creación del Tribunal
de Tokio (1946-1948) encargado única y exclusivamente de la sanción penal de los
grandes responsables de crímenes de guerra imputables al Estado de Japón. El Tribunal
de Tokio juzgó a veinticinco acusados por el Ministerio Público como grandes criminales
de guerra; entre los cuales, por decisión del gobierno norteamericano, no se incluyó al
emperador japonés. En su sentencia, el Tribunal de Tokio no exculpó a ningún acusado;
siendo, en consecuencia, condenados: a muerte, siete acusados; a cadena perpetua,
dieciséis acusados y, a prisión temporal, dos acusados. El Tribunal de Tokio, igual que el
Tribunal Internacional de Nuremberg, no realizó nuevos juicios y se disolvió tras expedir
sentencia en noviembre de 1948. Véase el texto en inglés y una traducción al castellano
del estatuto del Tribunal de Tokio en Blasi, Reyes & Del Rosario, 2008, pp. 629-639.

46
José Burneo Labrín

I) Tribunales (cortes) regionales de derechos humanos y otros sobre


diversas materias
xxiii) En el campo de los derechos humanos, se ha creado tres cortes
de alcance regional: la Corte Europea de Derechos Humanos (creada
por la Convención Europea de Derechos Humanos en 1950), la Corte
Interamericana de Derechos Humanos o Corte IDH (creada por la
Convención Americana de Derechos Humanos en 1969) y la Corte
Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos (creada por el Protocolo,
en 1998, a la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos).
Con alcance regional o subregional, se han creado diversos tribunales de
justicia para resolver diferendos entre Estados, pudiendo, sin embargo,
en determinados casos, pronunciarse sobre temas de derechos humanos.
El primero a mencionar —y seguramente el que ha alcanzado mayor
desarrollo— es la Corte (o Tribunal) de Justicia de las Comunidades
Europeas (CJCE, 1957), con sede en Luxemburgo, hoy denominado
Tribunal de Justicia de la Unión Europea. En segundo lugar, se ha creado el
Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina de Naciones (1984), con sede
Quito54. En ambos casos, pueden acceder los Estados como las personas
naturales y jurídicas (Llanos, 2008, pp.  21-29). En tercer  lugar, se ha
creado la Corte Centroamericana de Justicia (1994, sede Managua), como
órgano de justicia de la comunidad centroamericana55. A nivel africano,
debemos mencionar, por ejemplo, la Corte de Justicia de la Comunidad
Económica de África Occidental (1996)56. Con alcance universal y de
carácter especializado, debemos mencionar el Tribunal de Derecho del
Mar, establecido por la Convención de las Naciones Unidas sobre el
derecho del mar (1982). En relación a las organizaciones internacionales

54
Para un detalle de su competencia, véase el portal electrónico del Tribunal de Justicia
de la Comunidad Andina de Naciones.
55
Véase el portal electrónico de la Corte Centroamericana de Justicia (<http://portal.
ccj.org.ni/ccj/>).
56
Véase el portal electrónico de la Comunidad Económica de África Occidental (<http://
www.ecowas.int/>).

47
Derecho penal internacional

de vocación universal y pertenecientes a la familia de las Naciones Unidas,


según el profesor Dupuy, se han creado jurisdicciones administrativas tales
como el Tribunal Administrativo de la Organización Internacional del
Trabajo (TAOIT), creado en 1927, y el Tribunal Administrativo de las
Naciones Unidas establecido en 1949 (Dupuy, 1998, p. 483).

J) Tribunales penales internacionales para la exYugoeslavia (1993)


y para Ruanda (1994)
xxiv) En la última década del siglo XX y en el contexto mundial nuevo
creado por la caída del muro de Berlín, la reunificación de Alemania,
la disolución de la URRS y consiguiente formación de una decena de
nuevos (en algún caso podría hablarse del resurgimiento de) Estados
independientes, la desaparición de los regímenes comunistas centro-
europeos —esto es, el fin de la Guerra Fría57—, se conformaron sendos
tribunales penales internacionales especiales para los países antes
mencionados58/59. Fueron creados, en ambos casos, mediante sendas
resoluciones del Consejo de Seguridad en el marco del capítulo VII de la
Carta de las Naciones Unidas, con el respaldo de la Asamblea General de
la ONU. Luego de los tribunales penales internacionales que juzgaron a
los vencidos de la Segunda Guerra Mundial, durante casi medio siglo, en
el contexto de la Guerra Fría, no se constituyeron nuevos TPI especiales
para algún país en particular, ni permanentes de vocación universal60.

57
Según Hobsbawm (1995, pp. 551-578), con el fin de la Guerra Fría concluyó en
realidad lo que había caracterizado el siglo XX.
58
El Tribunal Penal Internacional para la exYugoeslavia fue creado por el Consejo de
Seguridad mediante resolución 827, del 25 de mayo de 1993 (véase el portal electrónico
del tribunal).
59
El Tribunal Penal Internacional para Rwanda fue creado por el Consejo de Seguridad
mediante resolución 955, del 8 de noviembre de 1994 (véase el portal electrónico del
tribunal).
60
Sobre los TPI y los otros tribunales penales internacionales mixtos, véase supra, sección
4.1A y los párrafos precedentes en esta misma sección.

48
José Burneo Labrín

K) La primacía del derecho y no de la fuerza


xxv) Las entidades jurisdiccionales internacionales antes mencionadas
ilustran la existencia de una tendencia a nivel mundial e incluso regional a
lo largo del siglo XX y en particular luego de la Segunda Guerra Mundial:
la comunidad internacional se viene dotando de tribunales de justicia de
alcance universal, regional o subregional para solucionar pacíficamente
las controversias entre Estados y proteger los derechos de los individuos,
colectividades humanas e incluso de las personas morales. Todo ello en
la perspectiva de salvaguardad la paz, la seguridad y el bienestar de la
humanidad y de los pueblos, parafraseando lo afirmado en el preámbulo
de la convención precitada de 1907 sobre tribunales arbitrales, sobre la base
de no al uso de la fuerza, sino al «imperio del derecho»; esto es, mediante
«la justicia internacional»61. Estos tribunales de justicia internacionales,
empero, como todo tribunal de justicia que conocemos en cualquier
país del mundo, no están exentos de errores y de críticas, siendo siempre
necesario ejercer una vigilancia ciudadana a fin de asegurar y pugnar por
su correcto funcionamiento.

1.2. La jurisdicción universal


1.2.1. Noción y antecedentes históricos
xxvi) La jurisdicción universal es la potestad que el derecho internacional
otorga a la justicia nacional de un Estado para sancionar crímenes
internacionales así previstos por normas jurídicas internacionales.
A diferencia de la jurisdicción internacional penal que ejercen los
tribunales penales internacionales, según vimos en la sección precedente,
la jurisdicción universal la ejercen los órganos de justicia de un Estado
de conformidad con el derecho internacional. La potestad de ejercer la

61
Uno de los pioneros en sistematizar la noción de justicia internacional y en fundamentar
la justicia penal internacional fue el jurista español Quintiliano Saldaña. En su curso
ante la Academia de Derecho Internacional de La Haya (1925), abordó esta materia,
titulando su disertación: «La justice internationale» (1927, pp. 225 y ss.).

49
Derecho penal internacional

jurisdicción universal puede provenir de fuente convencional; esto es, en


virtud de un tratado internacional del cual es parte el Estado concernido
y/o en virtud de una norma jurídica internacional consuetudinaria o de
jus cogens. Ahora bien, la jurisdicción universal se configura cuando el
Estado no puede ejercer, de una parte, la jurisdicción territorial porque el
delito se cometió en territorio extranjero; ni, de otra parte, la jurisdicción
extraterritorial prevista en la mayoría de los códigos penales del mundo (La
Pradelle, 2000, p. 905; ver infra, la sección 1.3.2 en este mismo capítulo
relativa a la jurisdicción extraterritorial).
En el caso que el delito sea incriminado mediante normas jurídicas
internacionales consuetudinarias o de jus cogens, las que pueden estar
también recogidas en normas jurídicas convencionales, el Estado que ejerce
la jurisdicción universal actúa en nombre de la comunidad internacional
en su conjunto a fin de preservar el orden público internacional. Como
afirma Amnistía Internacional en su estudio sobre la jurisdicción universal,
cuando una corte nacional de un Estado ejerce la jurisdicción universal
respecto de los crímenes internacionales más graves, «the court is really
acting as an agent of the International community enforcing International
law» (Amnesty International, 2010, p.  10). En estos casos, afirmó la
justicia estadounidense (1985) en el caso Demjanjuck, «prosecuting nation
is acting for all nations»62.

1.2.2. La piratería
xxvi.bis) La represión del delito de piratería, según diversos autores, sería
la modalidad más antigua de jurisdicción universal reconocida por la

62
En el caso de John Demjanjuck, originario de la URSS y nacionalizado estadounidense
desde 1958, la instancia judicial de apelación estadounidense que conocía el caso resolvió
extraditarlo a Israel por crímenes cometidos en tanto guardia de un campo de concentración
nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La Corte estadounidense afirmó entonces que
la jurisdicción universal «[is] based on the assumption that some crime are so universally
condemned that the perpetrators are the enemies of all people. Therefore, any nation which has
custody of the perpetrators may punish them according to its law applicable to such offenses»;
en estos casos, «prosecuting nation is acting for all nations» (cfr. Leigh, 1986).

50
José Burneo Labrín

comunidad internacional. Al respecto, la Corte Permanente de Justicia


Internacional (CPJI), en el caso Lotus (1927), afirmó, respecto de la
sanción del delito de piratería:
A la vista de que es en alta mar [donde se comete el acto de pirateria
y que], sobre este espacio ninguna Nación posee ni el derecho ni el
deber de vigilancia, se niega [al pirata] la protección del pabellón
[…], y se le trata como a un bandido, como a un enemigo de toda
la humanidad -hostis humani generis-, a quien cualquier nación, en
el interés de todos, puede capturar y castigar (Simon, 2001, p. 37).

La doctrina destaca que puede reconocerse como antecedente


doctrinal, de lo que hoy denominamos jurisdicción universal, lo afirmado
por Grotius en su obra De jure belli ac pacis (1625), respecto de los «delitos
que interesan en alguna manera a la sociedad humana»; esto es, «delitos que
los otros Estados, o sus jefes, tienen el derecho de perseguir, de la misma
manera que en cada Estado se ha otorgado una acción popular respecto
de ciertos delitos» (La Pradelle, 2000, pp. 906-907).

1.2.3. La jurisdicción universal de carácter convencional


xxvii) Diversos tratados han previsto el ejercicio obligatorio de la
jurisdicción universal cuando el presunto delincuente ingresa en el
territorio de un Estado parte y este no concede la extradición. Se trata de
la regla aut dedere aut judicare (extraditar o juzgar). De acuerdo con estos
tratados, la jurisdicción universal tiene un carácter subsidiario: solo se
ejercerá si no cumple el Estado con extraditar al presunto delincuente. En
cualquier caso, el ejercicio de la jurisdicción universal es una obligación
del Estado parte cuando el presunto delincuente se encuentra sobre su
territorio; esto es, en términos de la CIJ:
[…] la obligación de someter el caso a sus autoridades competentes
para el ejercicio de la acción penal, [es una obligación del Estado
Parte en la Convención de las Naciones Unidas contra la tortura]

51
Derecho penal internacional

independientemente de la existencia, de manera previa, de una


demanda de extradición contra el presunto delincuente63.

Del mismo modo, los convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949


obligan a que los Estados parte ejerzan la jurisdicción universal aun cuando
no exista un pedido de extradición, en el caso que el justiciable ingrese en el
territorio de los Estados parte (David, 2009, p. 265, párr. 3.3.47). Veamos
ahora una lista no exhaustiva de los tratados que establecen jurisdicción
universal convencional:
a) Los cuatro convenios de Ginebra del 12 de agosto de l949
(artículos 49/Convenio I; 50/Convenio II; 129/Convenio III;
y 146/Convenio IV) y su Protocolo Adicional l (1977) relativo
a la Protección de las víctimas de los Conflictos Armados
Internacionales (artículo 85)64.

63
Además, la CIJ precisa que «la extradición es una opción ofrecida por la Convención
[contra la Tortura] al Estado, mientras que la persecución penal es una obligación
internacional, prevista por la Convención, cuya violación compromete la responsabilidad
del Estado como un hecho ilícito» (CIJ, Questions concernant l’obligation de poursuivre
ou d’extrader (Belgique c. Sénégal), arrêt, CIJ Recueil, 2012, p. 456; traducción no oficial
del original en francés; disponible en: <http://www.icj-cij.org/docket/files/144/17064.
pdf>).
64
El Perú es Estado parte de los cuatro convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949
(aprobación mediante resolución legislativa 12412 del 31 de octubre de 1955), así como
de sus dos protocolos adicionales de 1977 (aprobación mediante resolución legislativa
25029, del 23 de mayo de 1989). Los cuatro convenios son los siguientes: Convenio
I, esto es, Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949 para aliviar la suerte que
corren los heridos y los enfermos de las fuerzas armadas en campaña; Convenio II, esto
es, Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949 para aliviar la suerte que corren los
heridos, los enfermos y los náufragos de las fuerzas armadas en el mar; Convenio III,
esto es, Convenio de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo al trato debido a los
prisioneros de guerra; y Convenio IV, esto es, Convenio de Ginebra del 12 de agosto de
1949 relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra. En cuanto
a los dos protocolos, se trata de los siguientes: Protocolo I del 8 de junio de 1977, esto
es, protocolo adicional a los convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la
protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales; Protocolo II del 8 de
junio de 1977, esto es, protocolo adicional a los convenios de Ginebra del 12 de agosto

52
José Burneo Labrín

b) Convención (1984) de las Naciones Unidas contra la tortura y


otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes65.
c) Convención (1985) de la Organización de Estados Americanos
para prevenir y sancionar la tortura66.
d) Convención (1994) de la Organización de Estados Americanos
sobre desaparición forzada de personas67.
e) Convención (2006) de las Naciones Unidas para la protección de
todas las personas contra las desapariciones forzadas68.
f ) Convenciones para la represión del terrorismo: convención para
la represión de la captura ilícita de aeronaves (La Haya, l 970);
convención para la represión de actos ilícitos dirigidos contra la
seguridad de la aviación civil (Montreal, 1971); convención para
la prevención y represión de los crímenes contra las personas
que gozan de una protección internacional, incluidos los agentes
diplomáticos (1973); convención internacional contra la toma
de rehenes (1979); convención de Roma para la represión de los
actos ilícitos contra la seguridad de la navegación marítima (Roma,
1988); convención internacional para la represión de los atentados
terroristas con explosivos (1997); convención para la represión del
financiamiento del terrorismo (1999) (Gaeta, 2004, pp. 288 y 289).
g) Respecto de la piratería marítima, la Convención de Ginebra del
29 de abril de 1958 sobre el derecho del mar y la Convención de

de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter
internacional.
65
Véase artículos 5 a 8. El Perú es Estado parte: resolución legislativa 24818 del 12 de
mayo de 1988.
66
Véase artículos 12 a 14. El Perú es Estado parte: resolución legislativa 25286 del 12
de diciembre de 1990.
67
Véase artículos IV a VI. El Perú es Estado parte: resolución legislativa 27622 del 5 de
enero de 2002.
68
Véase artículos 9 a 11. El Perú es Estado parte: resolución legislativa 29894 del 6 de
julio de 2012.

53
Derecho penal internacional

Montego Bay del 10 de diciembre de 1982 (La Pradelle, 2000,


p. 907).

1.2.4. La jurisdicción universal consuetudinaria o de jus cogens


xxviii) La jurisdicción universal también puede ser ejercida por los Estados,
además de los casos previstos en los tratados, en virtud de normas jurídicas
internacionales consuetudinarias o de jus cogens.
a) Así, en lo que se refiere a crímenes de guerra, el Comité
Internacional de la Cruz Roja, en su estudio sobre el derecho
internacional humanitario consuetudinario, afirma:
Norma 157. Los Estados tienen derecho a conferir a sus tribunales
nacionales jurisdicción universal en materia de crímenes de guerra.
Resumen.
La práctica de los Estados establece esta regla como una norma
de derecho internacional consuetudinario por lo que respecta a
los crímenes de guerra cometidos tanto en los conflictos armados
internacionales como en los no internacionales (Henckaerts &
Doswald-Beck, 2007, p. 683).

b) Uno de los casos más renombrados de aplicación del principio


de la jurisdicción universal no c­onvencional se encuentra en el
caso del exdictador y exjefe de Estado chileno A. Pinochet, quien
fuera objeto de persecución penal en España por la comisión del
crimen de genocidio. Se debatía, además, en este mismo caso, la
interpretación del artículo 6 de la Convención de las Naciones
Unidas (1948) sobre dicho crimen, toda vez que el artículo
precitado no autorizaba expresamente la jurisdicción universal,
sino la territorial y eventualmente la internacional. En apelación,
la Audiencia Nacional de España (1998) resolvió como sigue:
Que las Partes contratantes no hayan acordado (en el Texto del
Convenio [sobre genocidio]) la persecución universal del delito por
cada una de sus jurisdicciones nacionales no impide el establecimiento,

54
José Burneo Labrín

por un Estado parte, de esa clase de jurisdicción para un deliro


de trascendencia en todo el mundo y que afecta a la comunidad
internacional directamente, a la humanidad toda, como el propio
Convenio entiende. De ningún modo podríamos entender que
el artículo 6 transcrito impidiese a los Estados signatarios hacer
uso del principio de persecución por personalidad activa recogido
en sus normativas internas. Sería impensable que, por aplicación
del Convenio para la Prevención y la Sanción del Delito de
Genocidio, España, por ejemplo, no pudiese castigar a un genocida
de nacionalidad española que hubiese cometido el delito fuera de
España y se hallase en nuestro país […]. Pues bien, los términos del
artículo 6 del Convenio del 1948 no autorizan tampoco a excluir la
jurisdicción para el castigo del genocidio de un Estado parte, como
España, cuyo sistema normativo recoge la extraterritorialidad en orden
al enjuiciamiento de tal deliro […] (Varios autores, 1998)69.

Se hace la salvedad en el mismo apartado, de otro lado, que


la jurisdicción universal tiene carácter subsidiario, en otros
términos, «la jurisdicción de un Estado debería abstenerse de
ejercer jurisdicción sobre hechos, constitutivos de genocidio, que
estuviesen siendo enjuiciados por los tribunales del país en que
ocurrieron o por un tribunal penal internacional». No existiendo
entonces respecto del justiciable ningún proceso penal sobre los
hechos denunciados, ni en el país donde ocurrieron ni en un
tribunal penal internacional, nada impide que España ejerza su
jurisdicción extraterritorial en los casos antes mencionados70. La

69
Fundamentos de Derecho, segundo, Auto del Pleno de la Sala Penal. El auto del Pleno
de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de España fue notificado, con fecha 4 de
noviembre de 1998, al Juzgado Central de Instrucción 5 y, con fecha 5 de noviembre
de 1998, al Juzgado Central de Instrucción 6. El contenido de ambos autos es idéntico,
salvo en las referencias concretas relativas a cada país concernido (Argentina y Chile,
respectivamente). Véase ambos textos en Varios autores, 1998.
70
En relación al delito de tortura, la cuestión de la jurisdicción universal se fundamenta en
la Convención de las Naciones Unidas, de fecha 10 de diciembre de 1984, contra la tortura

55
Derecho penal internacional

posición asumida por la justicia española respecto del ejercicio de


la jurisdicción universal no­convencional, de manera general, es
posterior y coincidente con la posición de la CIJ en el caso Bosnia
y Herzegovina c. Yugoslavia (CIJ, l996)71.
c) Entre los casos en que se ha aplicado también la jurisdicción
universal no convencional, podemos citar los siguientes dos. En
primer lugar, el caso Demjanuk vs. Petrowski, resuelto por una corte
de apelación de los Estados Unidos72, y en segundo lugar, el caso
Eichmann, resuelto por la Corte Suprema de Justicia de Israel73.

y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes: «España tendría jurisdicción propia
como derivada de un tratado internacional en el caso del apartado dos del artículo 5 de la
Convención mencionada, pero como se ha dicho, la cuestión es irrelevante jurídicamente
a los efectos de la apelación del sumario». Ello por cuanto, teniendo «España jurisdicción
para la persecución del genocidio en el extranjero, la investigación y enjuiciamiento tendrá
necesariamente que alcanzar a delitos de tortura integrados en el genocidio» (Auto del
Pleno de la Sala, Fundamentos de Derecho, séptimo).
71
Declara la Corte Internacional de Justicia: «It follows that the rights and obligations
enshrined by the Convention are rights and obligations erga omnes. The Court notes that
the obligation each State thus has to prevent and to punish the crime of genocide is not
territorially limited by the Convention». La traducción no oficial se lee como sigue: «De ello
se deduce que los derechos y obligaciones consagradas por la Convención son derechos
y obligaciones erga omnes. El Tribunal señala por lo tanto que, según la Convención,
la obligación de cada Estado de prevenir y castigar el crimen de genocidio no está
limitada a la competencia territorial». Aplicación de la Convención para la Prevención
y Sanción del delito de Genocidio (Bosnia y Herzegovina c. Yugoslavia), excepciones
preliminares. Sentencia de fecha 11 de julio de 1996. ICJ Reports 1996, disponible en
el portal electrónico de la CIJ.
72
En el caso de John Demjanjuck (originario de la URSS y nacionalizado estadounidense
desde 1958), la instancia judicial de apelación estadounidense que conocía el caso resolvió
extraditarlo a Israel por crímenes cometidos en tanto guardia de un campo de concentración
nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La Corte estadounidense afirmó entonces
que la jurisdicción universal «[is] based o the assumption that some crime are so universally
condemned that the perpetrators are the enemies of all people. Therefore, any nation which has
custody of the perpetrators may punish them according to its law applicable to such offenses»;
en estos casos, «prosecuting nation is acting far all nations» (cfr. Leigh, 1986).
73
En el caso Eichmann, oficial nazi responsable del transporte de centenares de miles de
judíos a los campos de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial, la Corte

56
José Burneo Labrín

d) Es interesante inclusive anotar que, además de la dimensión penal,


la jurisdicción universal puede tener una dimensión de derecho
civil indemnizatoria (Amnesty International, 2010, pp. 18 y 28, y
nota 6). Así, ha devenido célebre el caso Joelito Filartiga vs. Peña
Irala ante la justicia estadounidense. Joelito Filártiga, siendo un Joven
de 17 años, sufrió tortura y muerte (1976) en su natal Paraguay,
hechos de los que fue responsable el policía Peña Irala. La familia
de la víctima, luego de un proceso infructuoso en su país, interpuso
demanda civil de reparación ante un juez de los Estados Unidos
aprovechando que el demandado ingresó al territorio de este país.
La justicia estadounidense, en apelación, afirmó la competencia de la
justicia estadounidense toda vez que: «[…] an act of torture committed
by a state official against one held in detention violates established norms
of the international law of human rights, and hence the law of nations»;
es decir, «the torture has become like pirate and slave trader before him-
hostis humani generis, an enemy of all mankind»74.

Suprema de Justicia de Israel fundó la competencia de su magistratura no en el artículo


6 de la Convención de la ONU sobre Genocidio, sino en la jurisdicción universal no
convencional: «Article 6 [of the Genocide Convention ] impose upon the parties contractual
obligations with future effect […]. This obligation however, has nothing to do with the universal
power vested in every State to prosecute for crimes of this type committed in the past -a power
which is based on customary international law» (cfr. Attorney General of lsrael v. Eichmann.
36 I.I.L.R. 5 (D:C: Jm. 1961), aff d. 36 I.L.R. 277 (S. Ct. lsr. 1962); citado en Burneo
& Bosly, 1999, p. 298).
74
Traducción no oficial: «[…] un acto de tortura cometido por un funcionario
estatal, contra alguien sometido a detención, viola normas establecidas en el Derecho
internacional de los derechos humanos y ofende la ley de las naciones [derecho
internacional]», «el torturador ha devenido, como el pirata y el traficante de esclavos
anteriormente, enemigo del género humano, un enemigo de toda la humanidad»
(cfr. Filartiga v. Peña-Irala. 79-6090, en American Journal of International Law, 75 (1),
150 y 153 (1981); citado por Burneo & Bosly, 1999, p. 296).

57
Derecho penal internacional

1.3. La jurisdicción penal territorial y extraterritorial de los estados


y la represión de crímenes internacionales
1.3.1. Jurisdicción penal territorial
xxix) No existe norma jurídica internacional que prohíba a un Estado
ejercer su jurisdicción penal territorial para juzgar y sancionar, de ser el
caso, los crímenes internacionales perpetrados en el territorio bajo su
jurisdicción. Todo Estado puede entonces reprimir un delito o crimen
internacional ocurrido en su territorio de la misma manera que puede
ejercer la jurisdicción penal territorial para reprimir delitos o crímenes
comunes, siendo el requisito, en ambos tipos delitos, que se encuentren
tipificados su ordenamiento jurídico nacional. Desde hace siglos, los
Estados soberanos ejercen la potestad general de administrar justicia
(«jurisdictio») en sus respectivos territorios. Esta potestad general incluye
ciertamente el ámbito penal a fin de sancionar penalmente las conductas
que se consideran delictivas o criminales y que se han perpetrado al
interior del territorio nacional, lo que se conoce como «jurisdicción
penal territorial». Esta jurisdicción penal territorial respecto de cualquier
tipo de delito o crimen, nacional o internacional, se ejerce en defensa de
los intereses del Estado soberano y en salvaguardia de su orden público
interno. La Corte Permanente de Justicia Internacional, en 1933, expresó
esta idea afirmando: «la jurisdicción es una de las formas más obvias
del ejercicio del poder soberano»75, y, en 1938, la Cámara de los Lores
(Inglaterra), en el caso del barco español «Cristina», afirmó en el mismo
sentido: «[es] un atributo esencial de la soberanía de todos los Estados
independientes y soberanos, el tener jurisdicción sobre todas las personas
y cosas que se encuentren dentro de sus límites territoriales y sobre todos
los casos, civiles y penales que surjan de estos límites»76.

75
Corte Permanente de Justicia Internacional: PJI, Series A/B, 53, Legal Status of Eastern
Greenland (Demmark v. Norway), Judgement, 5 de abril de 1933, 48.
76
Cámara de los Lores: Compañía Naviera Vascongado v. S.s. Cristina and All Persons
claiming an Interest thyerein, Judgement, 12 de marzo de 1938 (en Simon, 2001, p. 2).

58
José Burneo Labrín

1.3.2. Jurisdicción penal extraterritorial


xxx) Además de la jurisdicción penal territorial, desde hace al menos
dos siglos, se reconoce en derecho comparado la «jurisdicción penal
extraterritorial». En efecto, ya en 1927, la Corte Permanente de Justicia
Internacional, en el caso Lotus, afirmó: «[…] sí es verdad que el principio
de la territorialidad del Derecho Penal sirve de fundamento en todas las
legislaciones, no es menos cierto que todas o casi todas estas legislaciones
extienden su acción a delitos cometidos fuera de su territorio, y esto
conforme a sistemas que cambian de Estado a Estado»77. La justificación
de esta jurisdicción penal extraterritorial, según la doctrina penal, afirma
el profesor Hurtado (cfr. Hurtado, 1987, pp. 225-242), radica en el hecho
que determinados delitos, pese a cometerse en el extranjero, tienen
conexión con un Estado determinado en la medida que:
a) Afectan sus intereses; por ejemplo, la falsificación de su moneda
nacional perpetrada en el territorio de un país extranjero, falsifi-
cación que vulnera el principio real o de defensa de sus intereses.
b) Conciernen a individuos que tienen su nacionalidad, sea en calidad
de presunta víctima o de presunto delincuente, para la cual invocará
el principio de personalidad pasiva o activa, respectivamente.

Contemporáneamente, muchos países regulan en sus respectivos


códigos penales la aplicación extraterritorial de sus leyes penales78.

77
Caso Lotus (1927), Corte Permanente de Justicia Internacional, Series A, 10, «S.S.
Lotus (France v. Turkey)», Judgement, 7 de setiembre, 20 (en Simon, 2001, p. 28).
78
Véase una relación de Estados que regulan las diversas modalidades de aplicación
extraterritorial de la ley penal en Henckaerts & Doswald-Beck, 2007, p. 683. Véase
también ejemplos diversos de esta regulación en Amnesty International, 2010, p. 50.

59
Derecho penal internacional

1.3.3. El caso del Perú


xxxi) En el caso del Perú, esta regulación la encontramos ya en el Código
Penal de 192479 como precedente de la actual regulación que se halla en
el artículo 2 (numerales 1 a 4) del Código Penal en vigor desde el año
1991, el cual se lee como sigue:
Artículo 2 [del CP vigente]. La Ley Penal peruana se aplica a todo
delito cometido en el extranjero, cuando:
1. El agente es funcionario o servidor público en desempeño de su
cargo;
2. Atenta contra la seguridad o la tranquilidad públicas o se traten de
conductas tipificadas como lavado de activos, siempre que produzca
sus efectos en el territorio de la República;
3. Agravia al Estado y la defensa nacional; a los Poderes del Estado y
el orden constitucional o al orden monetario;
[Estos primeros tres numerales conciernen el principio real o de
defensa de los intereses de un Estado]
4. Es perpetrado contra peruano [principio de personalidad pasiva] o
por peruano [principio de personalidad activa] y el delito esté previsto
como susceptible de extradición según la Ley peruana, siempre que
sea punible también en el Estado en que se cometió y el agente ingresa
de cualquier manera al territorio de la República;
5. El Perú está obligado a reprimir conforme a tratados internacionales
[jurisdicción universal]80.

El examen de este artículo 2 del Código Penal peruano nos permite


afirmar que «en el Código vigente (artículo 2, numerales 1 a 3) se
mencionan de manera general los delitos reprimibles de acuerdo con el

79
Véase el comentario del profesor Hurtado (1987). Véase, en la nota 20, supra, el texto
del artículo correspondiente del Código Penal de 1924.
80
Artículo modificado por el artículo 1 del decreto legislativo 982, del 22 de julio de
2007.

60
José Burneo Labrín

principio real o de defensa» (Hurtado 2005, pp. 260-261), principio que


se aplica en defensa de un bien jurídico cuyo titular es el Estado; es decir,
tiene por objeto la protección de este último. El numeral 4 se refiere, en
primer lugar, al principio de la personalidad pasiva o competencia pasiva
—esto es, el delito «es perpetrado contra peruano»; en otras palabras,
la víctima es peruana— y su objeto es proteger a los nacionales en el
extranjero. En segundo lugar, el mismo numeral 4 se refiere al principio de
la personalidad activa o de competencia activa: el delito «es perpetrado […]
por peruano» y tiene por objeto, según un sector de la doctrina, «asegurar
la igualdad de tratamiento de los delincuentes nacionales, sin interesar
donde hayan actuado» (Hurtado, 2005, p. 264). El inciso 4 del artículo
2 precitado es de aplicación subsidiaria: se aplica, entre otros requisitos,
en caso el delincuente no haya sido sancionado e ingrese al territorio
nacional. Debe remarcarse, finalmente, que: a) en cualquiera de los casos
previstos en los numerales 1 a 4 del artículo 2 del Código Penal peruano,
el delito debe estar previsto en el ordenamiento jurídico nacional; y
b)  en el caso de la competencia pasiva y competencia activa previstas
en el inciso 4 del mismo artículo 2, «el delito esté previsto como susceptible
de extradición según la Ley peruana, siempre que sea punible también
en el Estado en que se cometió y el agente ingresa de cualquier manera al
territorio de la República».

1.3.4. El artículo 2 del Código Penal peruano se refiere también


a la jurisdicción universal
xxxi.bis) El principio de la competencia o jurisdicción universal ha sido
plasmado en el numeral 5 del mismo artículo 2 precitado: «[…] el Perú
está obligado a reprimir conforme a tratados internacionales». Nótese que
la obligación a que se refiere el numeral 5 es una obligación convencional;
esto es, la contraída en virtud de tratados internacionales —ciertamente
se refiere a los tratados de los que es Estado parte—. No se refiere, en
consecuencia, a la obligación derivada de una norma consuetudinaria o
de jus cogens, como es el caso del crimen de genocidio o de una tortura,

61
Derecho penal internacional

según vimos antes, a la luz de la jurisprudencia comparada y de la CIJ.


El numeral 5 precitado, en todo caso, si bien establece la jurisdicción
universal convencional, no prohíbe la jurisdicción universal derivada de
una norma consuetudinaria o de ius cogens.

1.3.5. La sanción penal de crímenes internacionales en aplicación de la


jurisdicción territorial o extraterritorial
xxxii) La jurisdicción territorial y la aplicación extraterritorial de la ley
penal, que desde hace siglos encontramos en el derecho penal nacional
de los Estados para la sanción, como regla general, de delitos o crímenes
comunes, puede ciertamente ejercerse para la sanción penal de los
«crímenes internacionales». Nada lo prohíbe. En efecto, un Estado
puede haber incluido los tipos penales de alguno o de todos los crímenes
internaciones en su Código Penal, sea por su propia iniciativa o en
cumplimiento de obligaciones derivadas de un tratado internacional como,
por ejemplo, el Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional.
El problema se plantea, por ejemplo, cuando en el territorio de un Estado
se ha perpetrado un crimen internacional de lesa humanidad que no está
tipificado como tal en su respectivo Código Penal, sino como crimen
común de asesinato. Este problema ha sido resuelto por la jurisprudencia
de diversos Estados, incluido el Perú, mediante la aplicación concurrente,
de una parte, del tipo penal existente en el Código Penal —incluido el
quantum de la pena—, en el momento en que ocurrieron los hechos
(por ejemplo, asesinato) y, de otra parte, del tipo penal correspondiente
según una norma jurídica internacional consuetudinaria o de jus cogens
de igual forma existentes al momento en que ocurrieron los hechos
(esta jurisprudencia la estudiaremos en el capítulo correspondiente a los
crímenes de lesa humanidad). Algo análogo puede sostenerse respecto
de delitos de lesa humanidad o genocidio en territorio extranjero
contra nacionales (competencia extraterritorial pasiva) o por presuntos
delincuentes nacionales (competencia extraterritorial activa).

62
José Burneo Labrín

Sección 5. La improcedencia de amnistías y de otras


exenciones respecto de crímenes internacionales81
1. La amnistía, un resabio del pasado
xxxiii) Considerada por algunos como un resabio de la monarquía
absolutista, en realidad la amnistía no es una institución moderna82 y se
la consideró en el pasado como un atributo soberano que podía otorgar
perdón al delincuente o presunto delincuente casi sin limitaciones. La
amnistía fue luego, aunque contestada por una parte de la doctrina83,
incorporada en los ordenamientos jurídicos de los Estados en la era moderna
y contemporánea. La noción de amnistía ha ido variando con el tiempo, en

81
Esta sección 5 se basa en la tesis de post grado (DEA): «Amnistie ou impunité. Le cas
du Pérou dans le contexte du Cône Sud de l’Amérique latine» (1996) que elaboramos en
el Institut des Droits de l’Homme de l’Université Catholique de Lyon, siendo luego
publicado nuestro trabajo, en francés, por el mismo instituto. También retoma parte
de nuestro artículo «La legalización de la impunidad. Un obstáculo a la reconciliación
nacional», publicado por el Consejo Mundial de Iglesias (Harper, 1996; título original
del mismo año: Impunity. An Ethical Perspective. Six Case Studies from Latin America).
82
La amnistía tiene sus raíces en Grecia antigüa. El término «amnistía» —del griego
amnèstia, «olvido», formado del privativo a y mnèstis, «recordar»— fue el nombre que por
primera vez los atenienses dieron a la ley del olvido (amnèstia), hacia el año 403 antes de
nuestra era, luego de expulsar a los Treinta Tiranos de Atenas (cfr. Larouse, 1876, p. 164).
83
Cesare Beccaria e Immanuel Kant se pronunciaron contra el otorgamiento de medidas de
clemencia por el príncipe toda vez que ello alienta la impunidad. El primero afirmó así, en
su libro De los delitos y de las penas: «[…] hacer ver a los hombres que se puede perdonar los
delitos, y que la pena no es consecuencia necesaria, es fomentar el halago de la impunidad,
es hacer creer que, siendo posible perdonarlas, las condenas no personadas son más bien
violencias de las fuerzas que emanaciones de la justicia» (2011[1764], p. 279). Y, a su vez,
Kant, en su Metafísica de las costumbres escribió: «El derecho de gracia (ius aggratiandi) para
el criminal, sea suavizando el castigo o eximiéndole totalmente de él, es el más equívoco de
los derechos del soberano, pues si bien prueba la magnificencia de su grandeza, permite sin
embargo, obrar injustamente en alto grado. En lo que respecta a los crímenes de los súbditos
entre sí no le corresponde en modo alguno ejercer tal derecho: porque aquí la impunidad
(impunitas criminis) es la suma injusticia contra ellos. Por tanto, solo puede hacer uso de este
derecho en el caso de que él mismo sea lesionado (crimen laesae maiestatis). Pero ni siquiera
entonces puede hacerlo si la impunidad pudiera poner en peligro la seguridad del pueblo.
Este es el único derecho que merece el nombre de majestad» (1989[1797], p. 174).

63
Derecho penal internacional

particular ratione materiae, mientras que en sus efectos sigue siendo válido
lo que afirmó al respecto la Corte de Casación de Francia en una sentencia
de hace casi dos siglos, en 1825: «[…] implica la abolición de los delitos,
de la persecución penal o de las condenas, a tal punto que los delitos son,
salvo la acción civil de terceros, como si ellos no hubieran jamás existido»
(Larouse, 1876, p. 164)84. Así, según los autores partidarios de esta antigua
concepción absolutista, todo delito podía ser objeto de amnistía (o de la
gracia del indulto). Sin embargo, la situación cambiará paulatinamente
luego de 1945 con el surgimiento del derecho internacional de los derechos
humanos, del derecho penal internacional y la consolidación del derecho
internacional humanitario en el marco de las Naciones Unidas. En efecto,
el nuevo ordenamiento jurídico internacional en desarrollo luego de 1945
tornó como inaceptable la impunidad respecto de violaciones graves de
derechos humanos. En efecto, en el seno de las Naciones Unidas se declaró
que la impunidad, en general, y subsecuentemente dos de sus mecanismos
principales —la prescripción y la amnistía—, constituyen una violación
de las obligaciones internacionales de los Estados, violación a la que la
comunidad internacional no le reconoce efectos jurídicos.
xxxiv) En esta sección abordaremos la cuestión del cambio radical que se
ha producido en el mundo sobre esta materia luego de la Segunda Guerra
Mundial —esto es, luego del año 1945— y siendo así que tuvo lugar
cronológicamente primero en el seno de las Naciones Unidas, analizaremos
en primer lugar lo sucedido en el ámbito universal. En segundo lugar,
analizaremos el proceso que se desarrollará en el Sistema Interamericano
de Derechos Humanos, habida cuenta que la primera sentencia a nivel
mundial declarando la invalidez de las amnistías en cuestión fue emitida

84
Es de remarcar que, en la literatura jurídica del siglo XIX, respecto de los delitos que
podían ser objeto de la amnistía (ratione materiae), un prestigiado jurista escribirá, en
1899: «[…] no se la concibe [la amnistía], que aplicándose a los delitos o crímenes de
una naturaleza particular que, cualesquiera que fuere su gravedad, no tienen el carácter
de odiosos que tienen la mayor parte de los delitos de derecho común: es decir, se aplica
a los delitos políticos, militares o fiscales» (cfr. Esmein, 1899, p. 487.

64
José Burneo Labrín

el año 2001 por la Corte IDH en el hoy célebre caso «Barrios Altos» que
concierne al Estado peruano.

2. Las Naciones Unidas y la proscripción de la impunidad


y de las amnistías
xxxv) Desde su fundación, la Organización de las Naciones Unidas adoptó
una posición muy firme en contra de la impunidad de los crímenes
perpetrados por los nazis y sus colaboradores durante la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945). Esta es la posición que encontramos en los juicios
de Nuremberg, de Tokio y en los llevados a cabo ante tribunales militares
de posguerra en Europa y Asia. Posición que fue reiterada una y otra vez
por la Asamblea General de las Naciones Unidas en esos mismo años,
precisando siempre que ella releva del derecho internacional vigente y,
por tanto, es de alcance universal.
xxxvi) Lo anterior, empero, se produce en dos contextos internacionales
muy diferentes y que de alguna manera se reflejará en las características
que revestirá la lucha contra la impunidad desde 1945. Ambos contextos
internaciones se definirán, el primero, por la existencia de la Guerra Fría
(1945-1992) y, el segundo, por el fin de esta (1992 hasta la actualidad).
Por ello, la primera parte de esta sección versará sobre lo sucedido
durante la Guerra Fría en relación a la condena de la impunidad, la cual
se concretó inter alia en la no aceptación de la prescripción de los crímenes
internacionales (tratado de la ONU al respecto del año 1968). Esta
posición se consideró desde entonces como uno de los principios que
sustentan el nuevo ordenamiento jurídico que instituye la Carta de las
Naciones Unidas. La segunda parte de esta sección abordará la post-Guerra
Fría (1992 a la fecha), siendo remarcable que en este período se adopta
posiciones que proscriben expresamente las leyes de amnistía que otorgan
impunidad respecto de graves violaciones de los derechos humanos.

65
Derecho penal internacional

2.1. Derechos y responsabilidades internacionales de los individuos


en el contexto de la Guerra Fría (1945-1992)
xxxvii) La comunidad internacional, al aprobar la Carta de las Naciones
Unidas y otros instrumentos internacionales, luego de la Segunda Guerra
Mundial, generó un nuevo ordenamiento jurídico internacional que tiene
como uno de sus elementos centrales el reconocimiento del ser humano
como sujeto de derecho y de obligaciones internacionales. Estas dos
dimensiones han dado lugar, de una parte, a la creación de dos nuevas
disciplinas jurídicas íntimamente relacionadas, el derecho internacional
de los derecho humanos85 y el derecho penal internacional86; y, de otra
parte, a la consolidación del derecho internacional humanitario87. El
nuevo ordenamiento jurídico internacional, de otro lado, reformula la
soberanía estatal en cuanto, si bien establecen límites a la soberanía clásica,
se establece firmemente la necesidad del Estado como promotor y garante,
en tanto miembro de la comunidad internacional, de la vigencia de los
derecho y obligaciones de los individuos sujetos a su jurisdicción. Veremos
seguidamente la manera como la cuestión de la impunidad ha sido tratado
en cada una de las tres disciplinas jurídicas internaciones mencionadas.

2.2.1. La impunidad y el nuevo derecho penal internacional


xxxviii) Veremos a continuación los principales hitos que marcan la
posición de la comunidad internacional respecto de la impunidad en este
período (1945-1992).

A) El Acuerdo de Londres (1945)


La cuestión de la sanción penal de los responsables de atrocidades, que
ya había sido objeto de acuerdos específicos al término de la Primera

85
Sobre Derechos Humanos, véase Villán, 2002 y Faúndez, 1999.
86
Sobre derecho penal internacional, véase David, 2009.
87
Sobre el derecho internacional humanitario, véase Salmón, 2007.

66
José Burneo Labrín

Guerra (1914-1919)88, se planteó nuevamente luego de la Segunda Guerra


Mundial (1939-1945) y, tal como sucedió en Versalles (1919), nuevamente
se limitó la sanción penal a los crímenes cometidos por los vencidos,
en este caso los nazis y sus colaboradores —entre estos últimos, es cierto, los
hubo quienes tenían la nacionalidad de algún país ubicado en el campo de
los vencedores—. El Acuerdo de Londres (del 8 de agosto de 1945), tratado
mediante el cual se creó el Tribunal Internacional de Nuremberg, declaró
que «las Naciones Unidas han continuado proclamando su intención de
someter a la justicia a los criminales de guerra», siendo un acuerdo firme
de los aliados que «los oficiales y soldados alemanes y los miembros del
partido nazi que sean responsables de atrocidades y crímenes […] serán
reenviados a los países donde sus crímenes abominables hayan sido
perpetrados, con la finalidad que puedan ser juzgados y castigados»89.
Estaba claro, en todo caso, de acuerdo con el tratado y el Estatuto
del Tribunal Internacional de Nuremberg (anexo al tratado), que ningún
obstáculo legal o de otra índole podía ser esgrimido para evitar la sanción

88
Es pertinente hacer mención al hecho que, al término de la Primera Guerra Mundial,
la comunidad internacional fue confrontada a la cuestión de si se procedía a otorgar
impunidad o, alternativamente, a la sanción penal de los crímenes de guerra perpetrados
durante aquella. La decisión que se adoptó fue plasmada en el Tratado de Versalles (1919)
que puso fin a la guerra: se incluyó una sección específica en el tratado, denominada
«Parte IV Sanciones», en la cual se acordó que el gobierno alemán «entregará a los Aliados
y Poderes Asociados, o a algunos de ellos que lo soliciten, a todas las personas acusadas
de haber cometido un acto en violación de las leyes y costumbres de la guerra […] que
se encuentren bajo las autoridades alemanas» (artículo 228). Si bien la decisión de no
otorgar impunidad, sino de sancionar penalmente, fue reconocida como conforme
al derecho internacional, el hecho que esta provisión era aplicable únicamente a los
vencidos, entre otras razones, hace difícil que se la reconozca en derecho internacional
como un claro antecedente jurídico en la lucha contra la impunidad. En todo caso, lo
condenable por arbitrario no es el «derecho» que se esgrime contra los vencidos, sino la
«decisión política» de omitir toda declaración y acción que apuntara a la sanción penal
de los crímenes de guerra perpetrados por los vencedores.
89
Parte considerativa, párrafos segundo y tercero, del Acuerdo de Londres, tratado suscrito
el 8 de agosto de 1945 entre Estados Unidos, Inglaterra, Francia y la URSS (en Burneo,
2007, p. 51).

67
Derecho penal internacional

penal de los vencidos. La impunidad no podía ser tolerada a la luz de ambos


instrumentos internacionales, fijándose el principio en virtud del cual los
individuos responsables de los crímenes sometidos a la competencia del
tribunal no se podían beneficiar de ninguna disposición emitida por el
Estado nazi. Es de mencionar que las Naciones Unidas90 y el Tribunal de
Nuremberg91 expresarán que los principios aplicados a los justiciables eran
principios reconocidos por el derecho internacional vigente; empero, el
hecho que se tratara de una justicia sancionadora únicamente de los vencidos
no contribuyó a valorar la dimensión universal de las normas invocadas.

B) La convención de las Naciones Unidas sobre el crimen


de genocidio (1948)
Un paso adelante, respecto de los textos anteriores, fue sin duda alguna
la convención de las Naciones Unidas para la prevención y la sanción

90
En una de sus primeras resoluciones, la Asamblea General de la ONU declaró, sobre
el derecho de Nuremberg, que se aplicaba entonces a los nazis y sus colaboradores
responsables de crímenes internacionales: «Confirma los principios de Derecho
Internacional reconocidos por el Estatuto de Tribunal de Nuremberg y las sentencias de
dicho Tribunal; [d]a instrucciones al Comité de codificación de Derecho Internacional,
establecido por resolución de la Asamblea General del 11 de diciembre de 1946, para
que trate como un asunto de importancia primordial, los planes para la formulación, en
una codificación general de delitos contra la paz y la seguridad de la humanidad, o de un
Código Criminal Internacional, conteniendo los principios reconocidos en el Estatuto
del Tribunal de Nuremberg y en las sentencias de dicho Tribunal» (resolución 95 (I) del
11 de diciembre de 1946, quincuagésima quinta reunión plenaria, 11 de diciembre de
1946, parte resolutiva).
91
Afirma el Tribunal de Nuremberg en su sentencia: «[…] la redacción del Estatuto
fue el ejercicio de la soberanía del poder legislativo de los países que sometieron
incondicionalmente al Reich Alemán, y el indudable derecho de estos países a legislar
en los territorios ocupados ha sido reconocido por el mundo civilizado». Sobre la base
de esta premisa, concluye el Tribunal: «El Estatuto no es un ejercicio arbitrario del
poder por parte de las naciones victoriosas, desde el punto de vista del Tribunal, como
será demostrado, es la expresión del derecho internacional existente en el momento de
su creación, y en ese sentido es sí mismo una contribución al derecho internacional»
(cfr. Tribunal de Nuremberg, 1947, t. XXII, p. 491 [sección «Violaciones de tratados
internacionales»]).

68
José Burneo Labrín

del delito de genocidio, adoptada por la Asamblea General de la ONU


mediante resolución 260 A (III), del 9 de diciembre de 1948. En efecto,
esta convención, en vigor desde 1951 hasta la actualidad, establece,
respecto del crimen de genocidio, que:
a) El crimen puede ser «cometido en tiempo de paz o en tiempo de
guerra» (artículo I).
b) El autor puede ser cualquier persona, sin importar su nacionalidad;
esto es, no se limita en sus alcances a los nazis o vencidos de la
Segunda Guerra Mundial (artículo II).
c) No se tomará en consideración el cargo público del autor, puede
ser «gobernantes, funcionarios o particulares» (artículo II).
d) Los Estados se comprometen a asegurar la aplicación de las
disposiciones de la convención (artículo V).
e) Los justiciables podrán ser juzgados por la justicia nacional o por
un tribunal internacional competente (artículo VI).

La posición adoptada por la comunidad internacional en la convención


tiene una extraordinaria importancia en lo que se refiere a la lucha contra
la impunidad: esta no será tolerada en ningún caso, en tiempo de paz o
de guerra, sin distingo alguno basado en la nacionalidad o el rango oficial
del acusado. Es el primer texto de naturaleza convencional mediante
el cual la comunidad internacional adoptó una posición firme contra la
impunidad con un alcance potencialmente universal. Esta posición ha
sido incluso posteriormente reforzada en sus alcances al reconocer la CIJ
la existencia de una norma jurídica no convencional —consuetudinaria o
de jus cogens— que incrimina dicho delito internacional a nivel mundial
y autoriza la jurisdicción92.

92
CIJ: Réserves à la Convention sur le Génocide. Avis consultatif, 1951; caso Barcelona
Traction Light and Power Company, 1979; caso Bosnia y Herzegovina contra Yugoslavia,
excepciones preliminares, 1996. Véase el desarrollo de esta temática en el capítulo
correspondiente al crimen de genocidio.

69
Derecho penal internacional

C) La convención de las Naciones Unidas sobre imprescriptibilidad


(1968)
Un periodo particularmente importante en la determinación de una
posición contra la impunidad, a nivel internacional, lo encontramos a
fines de los años sesenta del siglo XX cuando los crímenes perpetrados
durante la Segunda Guerra Mundial podían ser sobreseídos al aplicárseles
las reglas de la prescripción del derecho penal común en ciertos Estados,
particularmente en Alemania. Promovida finalmente por países en
vías de desarrollo y luego de intensos debates, la Asamblea General de
la ONU aprobó por mayoría, mediante resolución 2391 (XXIII) del
26 de noviembre de 1968, la convención sobre la imprescriptibilidad
de los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa humanidad (inclusive
el crimen del genocidio) con un alcance universal y no limitado a
los vencidos de la Segunda Guerra Mundial. La convención declaró
imprescriptibles, «cualquiera que sea la fecha en que se hayan cometido»,
los crímenes de guerra y de lesa humanidad «cometidos tanto en tiempo
de guerra como en tiempo de paz» (artículo I); estableció, asimismo, que
los autores de tales crímenes pueden ser nacionales de cualquier Estado
(articulo II). Precisó la convención que entenderá por crímenes de lesa
humanidad: i) los definidos en el Estatuto del Tribunal de Nuremberg
(1945); ii) el crimen de genocidio definido en la convención sobre
genocidio (1948); iii) el crimen de apartheid (tal como se perpetraba
entonces en África del Sur); y iv) la expulsión por ataque armado u
ocupación (tal como se realizaba ya en Palestina); «aun si en esos actos
no constituyen una violación del derecho interno del país donde fueron
cometidos» (artículo I). Las precisiones «iii» y «iv» fueron parte sustantiva
de la discordia entre la mayoría (países árabes y la mayoría de los africanos
subsaharianos, en alianza con los países entonces comunistas) y la minoría
(países de Europa occidental, EEUU, Canadá). Es pertinente destacar
dos hechos posteriores: el primero, que el crimen de apartheid fue luego

70
José Burneo Labrín

objeto de un tratado específico aprobado por la ONU (1973)93 mediante


el cual se le calificó como crimen de lesa humanidad; el segundo, que el
Estatuto de Roma (1998) de la Corte Penal Internacional ha incorporado
como crimen de lesa humanidad el apartheid y la deportación o traslado
forzoso de población, así como la imprescriptibilidad de los crímenes de
competencia de la Corte Penal Internacional94.
La imprescriptibilidad establecida en la convención de 1968 precitada
nos muestra claramente la posición entonces mayoritaria en el seno de la
comunidad internacional en contra de la impunidad de graves crímenes
internacionales. La convención complementa y ratifica en sus aspectos
centrales la posición asumida veinte años antes por la convención sobre
genocidio. Algo semejante puede decirse de la convención sobre el crimen
de apartheid (1973), la que califica esta práctica como crimen de lesa
humanidad (artículo I), comprometiéndose los Estados a adoptar las
medidas necesarias para sancionar penalmente a los responsables de dicho
crimen internacional (artículo IV).

D) La lucha contra la impunidad es de alcance universal


La resolución 3074 (XXVIII), sobre los principios de cooperación
internacional en la identificación, detención, extradición y castigo de
los culpables de crímenes de guerra, o de crímenes de lesa humanidad,

93
La convención internacional sobre la represión y el castigo del crimen de apartheid
fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante resolución
3068 (XXVIII), del 30 de noviembre de 1973, entrando en vigor el año 1976. El Perú
es Estado parte desde 1978 (aprobado mediante decreto ley 22280, del 5 de setiembre
de 1978).
94
De acuerdo con el Estatuto de Roma (1998) de la Corte Penal Internacional,
constituyen crímenes de lesa humanidad la deportación o traslado forzoso de población
(artículo 7.1.d), así como el apartheid (artículo 7.1.j), y concurrentemente el primero
de los nombrados es también un crimen de guerra durante un CAI (artículos 8.2.a.viii
y 8.2.b.viii) y es crimen de guerra el desplazamiento arbitrario de la población durante
un CANI (artículo 8.2.e.viii). El mismo Estatuto declaró también la imprescriptibilidad
de los crímenes de genocidio, de lesa humanidad y de guerra (artículo 29).

71
Derecho penal internacional

aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 3 de


diciembre de 1973, de alguna manera cierra un proceso que en el ámbito
penal internacional comienza a esbozarse con nitidez luego de la Segunda
Guerra Mundial. Según la resolución, ya no únicamente los nazis, sino
todo individuo responsable de crímenes de guerra o de lesa humanidad,
debe ser sancionado penalmente95. En consecuencia:
1. Los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad,
dondequiera y cualquier que sea la fecha en que se hayan cometido,
será objeto de una investigación, y las personas contra las que existen
pruebas de culpabilidad en la comisión de tales crímenes serán
buscadas, detenidas, enjuiciadas y, en caso de ser declaradas culpables,
castigadas.
[…]
8. Los Estados no adoptarán disposiciones legislativas ni tomarán
medidas de otra índole que puedan menoscabar las obligaciones
internaciones que hayan contraído con respecto a la identificación,
la detención, la extradición y el castigo de los culpables de crímenes
de guerra o de crímenes de lesa humanidad (resolución 3074, 1973,
parte resolutiva).

La Guerra Fría (1945-1992) fue el contexto en el que se produjo el


proceso de consolidación del derecho penal internacional y de desarrollo
normativo e institucional del sistema universal de derechos humanos, lo
que no estuvo exento de ambigüedades e incoherencias. No olvidemos
que, salvo los nazis, no hubo condenados por genocidio o crímenes de
lesa humanidad en estos años. Concluida la Guerra Fría (luego del año
1992), si bien persistirán viejas prácticas, habrá avances y concreciones
importantes que han dado lugar a tomas de posición expresas contra las
leyes de amnistía según veremos más adelante.

95
La comunidad internacional, afirma la misma resolución, debe «asegurar el
enjuiciamiento y el castigo de las personas culpables de crímenes de guerra y de crímenes
de lesa humanidad» («Preámbulo», párr. 2).

72
José Burneo Labrín

2.2.2. Los derechos humanos vs. la impunidad durante la Guerra Fría


xxxix) Los hitos principales al respecto se indican a continuación
brevemente (lista no exhaustiva).

A) Los derechos humanos según la Carta de las Naciones Unidas (1945)


En derecho internacional, el reconocimiento de todo ser humano como
sujeto de derechos sin discriminación alguna, lo hallamos formulado en
la Carta de las Naciones Unidas96. Esta, además, establece el compromiso
de la comunidad internacional97 y de los Estados98 de respetar y hacer
respetar tales derechos de conformidad con la misma carta.

B) La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH, 1948)


Pese a no ser un tratado, este instrumento internacional fue reconocido
rápidamente por la práctica de la ONU como la interpretación auténtica
de los derechos humanos enunciados en su carta y como obligatorio a
nivel universal al devenir su contenido en norma jurídica internacional
consuetudinaria e incluso como expresión de normas jus cogens. Sienta
las bases, juntamente con la carta, del derecho internacional de los
derechos humanos. Al reafirmar la igual dignidad y derechos de todo
ser humano sin distinción alguna y reconocer, inter alia, el derecho a la
igual protección de la ley (artículo 7), a un recurso efectivo que lo ampare
contra actos que violen sus derechos (artículo 8), a acceder ante tribunales
de justicia para la determinación de sus derechos y obligaciones (artículo
11), puede deducirse que la DUDH tornaba inaceptable, en el naciente

96
Cfr. ONU, 1945 (ver en especial «Preámbulo» y artículos 1.3, 13.1.b, 55.c, 62.2 y 76.c.
97
La carta establece: «Artículo 55. […] la Organización [de las Naciones Unidas]
promoverá: […] c) el respeto universal a los derecho humanos y a las libertades
fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión,
y la efectividad de tales derechos y libertades».
98
Carta de las Naciones Unidas: «Artículo 56. Todos los Miembros se comprometen a
tomar medidas conjunta o separadamente, en cooperación con la Organización, para
la realización de los propósitos consignados en el artículo 55».

73
Derecho penal internacional

derecho internacional de derechos humanos, toda medida que otorgara


impunidad a quienes violan gravemente tales derechos. La soberanía del
Estado tiene un límite, tal es el respeto de los derechos fundamentales y
la igual dignidad de los seres humanos (artísulo 30).

C) El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP, 1966)99


Casi veinte años después de la DUDH, se aprobó el tratado que plasma y
desarrolla a nivel convencional los derechos civiles y políticos que reconoció
aquella. De allí su extraordinaria importancia mundial. Además de incluir
en su articulado los derechos reconocidos por la DUDH mencionados
antes, el PIDCP aporta dos precisiones claves para fijar una posición en
relación a la impunidad. De una parte, establece expresa y claramente que
los Estados se comprometen a respetar y garantizar, a todos los individuos
que se encuentren en su territorio y estén sujetos a su jurisdicción, los
derechos que en el mencionado pacto se reconocen, precisando que deberá
el Estado dictar las disposiciones legislativas o de otro carácter para hacer
efectivos tales derechos (artículo 2). De otra parte, establece un núcleo
inderogable de derechos, aún en situación de guerra o de conflicto armado;
tales derechos son, entre otros, los derechos a la vida, a no ser torturado, a
no ser esclavizado o sometido a servidumbre, al principio de legalidad, etc.
(artículo 4). Crea también, como órgano de control del tratado, al Comité
de Derechos Humanos; el cual, entre sus competencias, podrá conocer las
denuncias individuales que le sean presentadas contra un Estado parte100.

99
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP, 1966) fue adoptado
por la ONU mediante su resolución 2200A (XXI), del 16 de diciembre de 1966. El Perú
es Estado parte luego de que fuera aprobado por el decreto ley 22128 (1978), entrando
en vigencia para nuestro país el 28 de julio de 1978. La Constitución Política de 1979
reiteró la aprobación en la décimo sexta de las disposiciones generales y transitorias.
Actualmente el tratado cuenta con aproximadamente 170 Estados parte.
100
El Comité de Derechos Humanos fue creado por el PIDCP precitado, pero la
facultad de recibir denuncias de los individuos contra los Estados parte le fue otorgada
por el Protocolo Facultativo del PIDCP, el cual fue adoptado por las Naciones Unidas
conjuntamente con el PIDCP precitado (ver nota supra). El protocolo fue ratificado

74
José Burneo Labrín

D) Otros tratados de derechos humanos


Entre los tratados de derechos humanos aprobados y en vigor, en el marco
de las Naciones Unidas, podemos mencionar, en orden cronológico, la
Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación
Racial (1965), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales (1966), la Convención sobre la Eliminación de todas
las  formas de Discriminación contra la Mujer (1979), la Convención
contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
(1984) y la Convención sobre los Derechos del Niño (1989). Mención
especial, por su dimensión penal internacional, debe hacerse respecto de
la mencionada Convención contra la Tortura, toda vez que obliga a los
Estados a penalizar (artículo 4) y a ejercer de ser necesario la jurisdicción
universal (artículo 7).

E) Un corpus juris universal


En el contexto de la Guerra Fría, los tratados internacionales de derechos
humanos que se aprobaron llegaron a conformar un sólido corpus juris
universal incompatible con los mecanismos de impunidad que, antes
de 1945, eran aceptados por la comunidad internacional respecto de
determinados actos ilícitos. Los principios de derechos humanos en los
que se sustenta la proscripción de la impunidad en este período son, de
una parte, los que se refieren a la igual dignidad y derechos de todo ser
humano, la prohibición de toda discriminación en el disfrute de tales
derechos, sin distinción alguna, y, de otra parte, la obligación internacional
del Estado como garante de los derechos humanos en los territorios bajo
su jurisdicción, asumiendo en consecuencia el deber de sancionar a los
responsables de violaciones graves de los derechos humanos.

mediante la décimo sexta de las disposiciones generales y transitorias de la Constitución


Política del Perú de 1979 y, luego del trámite correspondiente, entró en vigor para el
Perú desde el 3 de enero de 1981.

75
Derecho penal internacional

2.2.3. La impunidad y el derecho internacional humanitario


xl) A continuación presentaremos las hitos principales.

A) La prohibición de la impunidad en derecho internacional


humanitario consuetudinario
El principio según el cual los individuos son penalmente responsables
por los crímenes de guerra que cometan, ordenen o permitan —afirma
el Comité Internacional de la Cruz Roja— constituye una norma
consuetudinaria en derecho internacional aplicable tanto a los conflictos
internacionales como no internacionales (Henckaerts & Doswald-Beck,
2007, pp. 623-642, normas 151 a 155). En relación a la amnistía, esta
no se concederá «a las personas sospechosas o acusadas de haber cometido
crímenes de guerra, o que estén condenados por ello» y, en cuanto a la
prescripción, «[l]as leyes de prescripción no se aplicarán a los crímenes de
guerra», precisándose que ambas reglas constituyen normas de derecho
internacional consuetudinario aplicable, la primera, a los conflictos
armados no internacionales y, la segunda, tanto a este tipo de conflicto
como a los conflictos armados internacionales (Henckaerts & Doswald-
Beck, 2007, pp. 691-698, normas 159 a 160). Como antecedente, cabe
mencionar lo establecido en: a) el Código Liéber, aplicado durante la guerra
civil estadounidense101; b) el Tratado de Versalles102, adoptado al término
de la Primera Guerra Mundial; y c) el Estatuto del Tribunal Internacional
de Nuremberg y de Tokio, adoptados al término de la Segunda Guerra
Mundial103. Esta responsabilidad individual, así como la obligación de los

101
El Código Liéber, promulgado por el presidente Lincoln como órdenes generales 100
el año 1863 para ser aplicado durante la guerra civil norteamericana, establecía penas
severas, incluso la pena de muerte, para los responsables de atrocidades en contra de la
población civil y de los enemigos indefensos. Cfr. Doswald-Beck, 1993, pp. 99-126.
102
Sobre el Tratado de Versalles, véase supra el subtítulo 1.1 de la sección 4 sobre tribunales
penales internacionales.
103
Sobre los estatutos de los tribunales internacionales de Nuremberg y de Tokio, véase
supra el subtítulo 1.1 de la sección 4 sobre tribunales penales internacionales.

76
José Burneo Labrín

Estados de sancionar penalmente dichos crímenes, se reafirmó mediante


la aprobación de los cuatro convenios de Ginebra de 1949 y de sus dos
protocolos adicionales de 1977104.

B) En los cuatro convenios de Ginebra de 1949,


un tema aparentemente ausente
La cuestión de la aplicación de mecanismos mediante los cuales se otorga
impunidad (prescripción, amnistías, etc.) no se planteó, expresamente, en
los cuatro convenios de Ginebra de 1949, pero sí se realizó una referencia
directa a las amnistías en el Protocolo II de 1977 relativo a los conflictos
armados no internacionales (CANI). Así, leemos en el Protocolo II que,
al término del conflicto, las autoridades en el poder «procurarán conceder
la amnistía más amplia posible a las personas que hayan tomado parte en
el conflicto armado»105. Esta afirmación, precisa el Comité Internacional
de la Cruz Roja, se justifica en el marco de un CANI, toda vez que los
miembros y colaboradores de un grupo subversivo pueden ser perseguidos
y sancionados penalmente de conformidad a las leyes nacionales por haber
incurrido en el delito de rebelión o de sedición, aun cuando no hubieran
perpetrado crímenes de guerra ni violación de los derechos humanos106.
Ahora bien, en caso hubieran perpetrado, los mencionados miembros

104
Cfr. supra nota 64.
105
Protocolo adicional a los convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo
a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional
(Protocolo II): «Artículo 6. Diligencias penales. […]. 5. A la cesación de las hostilidades,
las autoridades en el poder procurarán conceder la amnistía más amplia posible a las
personas que hayan tomado parte en el conflicto armado o que se encuentren privadas
de libertad, internadas o detenidas por motivos relacionados con el conflicto armado».
106
El Comité Internacional de la Cruz Roja afirma: «La ley nacional permanece en
vigor [durante un Conflicto armado no internacional o interno], es decir, que subsiste
el derecho de las autoridades a perseguir y condenar eventualmente a las personas
reconocidas culpables de infracciones en relación con el conflicto. El Protocolo no impide,
en particular, llevar ante los tribunales a un miembro de un grupo armado insurrecto por
el hecho de haber empuñado las armas. No le reconoce ni la condición de combatiente
ni el estatuto de prisionero de guerra» (Junod, 1986, párr. 4441, p. 1368).

77
Derecho penal internacional

o colaboradores de un grupo subversivo durante un CANI, crímenes


de guerra o violaciones graves de derechos humanos, los justiciables de
tales actos no podrán beneficiarse de leyes de amnistía. Tal es la posición
asumida por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en su estudio
sobre el Derecho Internacional Humanitario consuetudinario:
Norma 159. Cuando hayan cesado las hostilidades, las autoridades en
el poder se esforzarán por conceder la amnistía más amplia a quienes
hayan participado en un conflicto armado no internacional o a las
personas privadas de libertad por razones relacionadas con el conflicto
armado, salvo a las personas sospechosas o acusadas de haber cometido
crímenes de guerra o que estén condenadas por ello (Henckaerts &
Doswald-Beck, 2007, pp. 691-698, normas 159 a 160)107.

C) En conclusión
En el caso de un CANI, es posible otorgar amnistías siempre y cuando
no se otorgue a quienes han perpetrado crímenes de guerra o han sido
condenados por ello. Según el mismo CICR, esta afirmación se basa
en la práctica y opiniones reiteradas en el mismo sentido que han sido
realizadas por órganos principales o especializados en derechos humanos,
pertenecientes a las Naciones Unidas, al Sistema Interamericano de
Derechos Humanos o por los Estados, según lo demuestra la jurisprudencia
internacional y comparada (Henckaerts & Doswald-Beck, 2007)108.

107
Los crímenes de guerra a que se refiere la norma consuetudinaria 159 pueden, en
ciertos casos, concurrentemente calificarse (concurso ideal de delitos) como actos de
genocidio o crímenes de lesa humanidad cuando los hechos pueden subsumirse también
en los tipos penales internacionales correspondientes. Nótese que los crímenes de guerra
perpetrados por quienes intervienen en el conflicto armando no requieren de una práctica
generalizada o sistemática, por lo que los actos aislados de tortura, desapariciones forzadas
o ejecuciones extrajudiciales podrían calificarse como crímenes de guerra.
108
El CICR cita, inter alia: i) la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
«Informe sobre la situación de los derechos humanos en El Salvador» (caso 11.138), en
documento OEA/Ser.L/V/II.85, Doc. 28 rev., del 11 de febrero de 1994 («Conclusiones
generales, párr. C»); ii) la Corte IDH, «Caso Gelman vs. Uruguay. Sentencia del 24 de

78
José Burneo Labrín

2.2. La proscripción de las amnistía en el seno de la ONU


post-1992
2.2.1. Las amnistías en el sistema universal de derechos humanos
post-1992109
A) La labor de pionera del Comité de Derechos Humanos
de las Naciones Unidas
xli) El primer órgano de las Naciones Unidas, y seguramente el primero a
nivel universal, que adoptó una posición expresa sobre la incompatibilidad
de ciertas amnistías con el derecho internacional de los derechos humanos
fue el Comité de Derechos Humanos mencionado supra. En efecto,
en 1992, en su «Observación general 20» relativa a los actos de tortura,
el Comité de Derechos Humanos afirmó que las leyes de amnistía en
cuestión son «incompatibles con la obligación de los Estados de investigar
tales actos, de garantizar que no se cometan tales actos dentro de su
jurisdicción y de vela por que no se realicen tales actos en el futuro»110. Es
necesario destacar que el comité se refiere al delito de tortura en general,
sea este o no un crimen de lesa humanidad, toda vez que todo acto de
tortura constituye siempre una violación grave de derechos humanos y, al
mismo tiempo, un crimen internacional111. La obligación internacional

febrero del 2013 (fondo y reparaciones)», párrs. 210 y 211; y, iii) al Comité de Derechos
Humanos, «Observaciones finales del Comité de Derechos Humanos: Líbano», UN
Doc. CCPR/C/79/Add.78, del 5 de mayo de 1997, párr. 12, y «Observaciones finales
del Comité Derecho Humanos: Croacia», UN Doc. CCPR/CO/71/HRV, del 4 de abril
de 2001, párr. 11.
109
La Guerra Fría concluyó definitivamente en 1992 con la disolución de la URSS, hecho
que había sido precedido por la caída del muro de Berlín en 1989 y la reunificación de
Alemania. Cfr. Hobsbawm, 1995, pp. 551-576; en particular su «Capítulo XIX. El fin
del milenio», con el cual concluye la obra.
110
Comité de Derechos Humanos, 44.° período de sesiones (1992), «Observación general
20», «Prohibición de la tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes»
(artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos), párr. 15.
111
Todo acto de tortura constituye siempre un crimen internacional, pudiendo calificarse,
según se precisa en los «Elementos de los crímenes» (aprobados conforme al artículo 9

79
Derecho penal internacional

del Estado parte, según el comité, tiene tres dimensiones: investigar tales
actos, garantizar que no se realicen y velar porque no se repitan. Con
ocasión del examen de los informes periódicos de los Estados partes en el
PIDCP, el comité se pronunció contra las leyes de amnistía existentes en
ciertos países, precisando que estas impiden al Estado «garantizar que toda
persona cuyos derechos y libertades hayan sido violados pueda interponer
un recurso efectivo ante la autoridad competente, judicial, administrativa
o legislativa»; esto es, «[excluyen] la posibilidad de investigar violaciones
anteriores de los derechos humanos, y, por lo tanto, impide que el Estado
Parte pueda cumplir su obligación de facilitar un recurso efectivo a las
víctimas de esas violaciones»112.
El recurso efectivo a que tienen derecho las víctimas ha sido establecido
expresamente en el artículo 2.3 del PIDCP113. Estas declaraciones del
Comité de Derechos Humanos de la ONU, a propósito del caso de
Uruguay en 1993, fueron reiteradas pocos años después al examinar los

del Estatuto de Roma), como crimen de lesa humanidad de tortura, en algunos casos,
y en otros como genocidio mediante lesión grave a la integridad física o mental, o
concurrentemente como crimen de guerra de tortura cuando fuera pertinente. Empero,
aun cuando un acto de tortura no reúna los requisitos para ser considerado en alguna
de las tres categorías precitadas, puede calificarse siempre como crimen internacional
de tortura. En efecto, todo acto de tortura infringe los tratados de la ONU (1984) y la
OEA (1985) relativos a la tortura, así como una norma consuetudinaria y de jus cogens.
Algo análogo sucede con la desaparición forzada de personas. Esta temática se desarrolla
más adelante en el capítulo cuatro sobre los crímenes de lesa humanidad.
112
Comité de Derechos Humanos del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, documentos de Naciones Unidas CCPR/C/79/Add.19, del 5 de mayo de
1993, «Observaciones finales al informe periódico de la República de Uruguay», párr. 7.
Esta posición la reiteró el comité, al mismo país, el año 1998: «Observaciones finales
del Comité de Derechos Humanos: República del Uruguay», UN Doc. CCPR/C/79/
Add.90, del 8 abril de 1998.
113
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: «Artículo 2.3. Cada uno de los
Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que a) Toda persona
cuyos derechos o libertades reconocidas por el presente Pacto hayan sido violados podrá
interponer un recurso efectivo, aun cuando tal violación hubiera sido cometido por
personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales».

80
José Burneo Labrín

informes periódicos de Argentina114, Paraguay115, Haití116, Yemén117 y


Perú118. En consecuencia, afirmó el mismo comité, en su «Observación
general 31», «cuando funcionarios públicos o agentes del Estado han
cometido violaciones de los derechos del paco a que se hace referencia
en el presente párrafo [tortura, ejecuciones sumarias y arbitrarias,
desapariciones forzadas], los Estados Partes no pueden eximir a los autores
de su responsabilidad personal, como ha ocurrido con determinadas
amnistías»119.

B) La Asamblea General de las Naciones Unidas y su primera resolución


sobre las amnistías
La primera vez que la Asamblea General de la ONU adoptó una posición
expresamente condenatoria de las amnistías que otorgan impunidad a
responsables de violaciones graves de derechos humanos, específicamente
en relación a la desaparición forzada de personas, fue mediante la
resolución 47/133, del 18 de diciembre de 1992, intitulada «Declaración
sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones
forzadas». Leemos así: «Artículo 18.1. Los autores o presuntos autores
de actos previstos en el párrafo 1 del artículo 4 supra no se beneficiarán

114
Comité de Derechos Humanos, «Observaciones finales al informe periódico de
Argentina», CCPR/C/79/Add.46, del 7 de abril de 1995.
115
Comité de Derechos Humanos, «Observaciones finales al informe periódico de
Paraguay», CCPR/C/79/Add.48, del 3 de octubre de 1995.
116
Comité de Derechos Humanos, «Observaciones finales al informe periódico de Haití»,
CCPR/C/79/Add.49, del 3 de octubre de 1995.
117
Comité de Derechos Humanos, «Observaciones finales al informe periódico de
Yemén», CCPR/C/79/Add.51, del 3 de octubre de 1995.
118
Comité de Derechos Humanos, «Observaciones finales al informe periódico de Perú»,
CCPR/C/79/Add.67, del 25 de julio de 1996.
119
Comité de Derechos Humanos, 80.° periodo de sesiones (2004), «Observación
general 31», «La índole de la obligación jurídica general impuesta a los estados partes
en el pacto», párr. 18.

81
Derecho penal internacional

de ninguna ley de amnistía especial u otras medidas análogas que tengan


por efectos exonerarlos de cualquier procedimiento o sanción penal»120.
Siguiendo el razonamiento que hallamos en los diversos artículos de
la resolución de 1992, coincidente con lo expresado por el Comité de
Derechos Humanos precitado, la ilegalidad internacional de las amnistías
relativas a violaciones graves de derechos humanos radica en que ellas
implican el incumplimiento de obligaciones internacionales contraídas
por los Estados en materia de derechos humanos, derechos que no pueden
ser conculcados de conformidad con el derecho internacional.

C) La Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993)


Pocos meses después de la aprobación por la Asamblea General de
la resolución 47/113 (1992), tuvo lugar en Viena (junio de 1993) la
Conferencia Mundial de Derechos Humanos convocada por las Naciones
Unidas. En esta participaron como miembros plenos (derecho a voz y
voto) únicamente los Estados integrantes de la ONU. La conferencia
tenía, entre sus múltiples asuntos a considerar, la cuestión de la impunidad

120
El artículo 4.1 al que reenvía el artículo 18.1 supra se lee como sigue: «4.1. Todo acto
de desaparición forzada será considerado de conformidad con el derecho penal, delito
pasible de penas apropiadas que tengan en cuenta su extrema gravedad». En el mismo
sentido, se lee en el primer artículo de la misma resolución «1.1. Todo acto de desaparición
forzada constituye un ultraje a la dignidad humana. Es condenado como una negación de
los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y como una violación grave manifiesta de
los derechos humanos y de las libertades fundamentales proclamados en la Declaración
Universal de Derechos Humanos y reafirmados y desarrollados en otros instrumentos
internacionales pertinentes». Por lo anterior: «[L]os Estados deberán tomar las medidas
jurídicas apropiadas que tengan a su disposición a fin de que todo presunto autor de un
acto de desaparición forzada, que se encuentre bajo su jurisdicción o bajo su control, sea
sometido a juicio» (artículo 14) (Asamblea General de las Naciones Unidas, resolución
47/133, del fecha 18 de diciembre de 1992, «Declaración sobre la protección de todas
las personas contra las desapariciones forzadas»). Nótese que las desapariciones forzadas
materia de la resolución de 1992 se refieren a «todo acto de desaparición forzada», lo que
incluye tanto a las que pudieran calificarse como crímenes de lesa humanidad como a las
que constituyen actos aislados, siendo en ambos casos una violación grave manifiesta de
los derechos humanos.

82
José Burneo Labrín

a través de las leyes nacionales de amnistía u otros mecanismo, asunto


que no era nuevo para los Estados participantes en los debates, toda vez
que había sido materia de, por ejemplo, la resolución 47/133 (1992)
precitada. Por lo anterior, el documento final de dicha conferencia mundial
constituye un hito importante en la definición de una posición por parte
de la comunidad internacional respecto de las leyes de amnistía u otros
mecanismos nacionales que venían entonces siendo utilizados por diversos
Estados en el mundo. El discurso a favor de la impunidad se justificaba
en que esta era necesaria para alcanzar la democracia y la paz; en términos
directos, propugnaba la construcción de una democracia y paz sin justicia
(«peace without justice») ni respeto por tanto de los derechos humanos.
La respuesta que hallamos en el documento final de la conferencia a este
discurso justificatorio de la impunidad se basa en el contenido mismo de la
noción de democracia. Afirma entonces la conferencia mundial que: «[La]
democracia, el desarrollo y el respeto de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales son conceptos interdependientes que se refuerzan
mutuamente» (párr. 8, parte I). El reconocimiento de la interdependencia
de los conceptos de democracia, desarrollo y respeto de derechos humanos
justifica la expresión de preocupación «por la cuestión de la impunidad de
los autores de las violaciones de derechos humanos» (párr. 91, parte II). De
otro lado, no habiendo aún concluido el estudio exhaustivo de la cuestión
de la impunidad en el sistema universal de derechos humanos de la ONU,
expresó la conferencia su apoyo a los esfuerzos que a tal efecto desplegaba,
en el marco de las Naciones Unidas, la Comisión de Derechos Humanos
y, en particular, el órgano técnico de esta, la Subcomisión de Promoción
y Protección de Derechos Humanos, «para examinar todos los aspectos
de este problema» (párr. 91, parte II).

D) Los trabajos de la Subcomisión de Promoción


y Protección de Derechos Humanos de la ONU
La Subcomisión de Promoción y Protección de Derechos Humanos, de
acuerdo con el Programa de Acción de Viena mencionado, concluyó el

83
Derecho penal internacional

estudio de la cuestión de la impunidad el año 1997121. El estudio se refiere


a la cuestión de la impunidad y de las amnistías en los principios 18 y 25,
respectivamente, en los siguientes términos:
Principio 18 [sobre la impunidad en general] – Deberes de los
estados en el ámbito de la administración de justicia”. La impunidad
constituye una inobservancia de las obligaciones que tienen los estados
de investigar sobre las violaciones, de tomar las medidas adecuadas
para detener a sus autores, principalmente en el ámbito de la justicia,
para que estos sean perseguidos, juzgados y condenados a penas
apropiadas, de asegurar a sus víctimas las vías de recursos efectivos
eficaces y la reparación de los perjuicios sufridos, y de tomar todas

121
Subcomisión de Promoción y Protección de Derechos Humanos, «La cuestión de la
impunidad de los autores de violaciones de los derechos humanos (civiles y políticos).
Informe final elaborado por M. Jonet en aplicación de la decisión 1996/119 de la Sub-
Comisión», documento de las Naciones Unidas E/CN.4/Sub.2/1997/20/Rev.1, del 2 de
octubre de 1997. El estudio consta de 42 principios organizados en tres capítulos, a saber:
el derecho a la verdad (I), el derecho a la justicia (II) y el derecho de reparación (III). En
cuanto al derecho a la verdad, en el estudio precitado, la subcomisión afirma, de una parte,
su dimensión colectiva —«cada pueblo tiene el derecho inalienable de conocer la verdad»
(principio 1)» y, de otra parte, su dimensión individual —«independientemente de toda acción
en justicia, las familias de las víctimas tienen el derecho de conocer la verdad» (principio 2)—.
Como un instrumento para hacer efectivo el derecho a la verdad, sin sustituir la acción de la
justicia cuya labor se circunscribe a cada caso que se le somete, se plantea la constitución de
comisiones de la verdad —«comisiones no judiciales de investigación» (principios 5 al 12)—.
Se relieva, finalmente, la necesidad de preservar los archivos sobre lo sucedido (principios 13
al 17). En relación al derecho a la justicia (principios 18 al 32), el estudio destaca, inter alia,
la necesidad de no utilizar la amnistía ni la prescripción como mecanismos de impunidad
y la necesidad de asegurar la independencia del Poder Judicial, objetando que los tribunales
militares pueden conocer los casos sobre violaciones de los derechos humanos, «que serán
solo de la competencia de las jurisdicciones ordinarias internas» o «de una jurisdicción penal
internacional» (principios 31 y 32). Finalmente, el estudio, del derecho a la reparación
(principios 33 al 42), recuerda el principio jurídico internacional según el cual el Estado tiene
la obligación de reparar a las víctimas. Un aspecto a destacar en esta parte tiene que ver con
las garantías de no repetición de las violaciones, la cual implica un conjunto de medidas tales
como la disolución de todo grupo armado responsable de dichas violaciones o que amenace
a las víctimas y sus familiares, la derogación de la legislación y jurisdicción de excepción, así
como las medidas administrativas encaminadas a destituir a los agentes del Estado implicados
en los procesos de violaciones graves de los derechos humanos.

84
José Burneo Labrín

las medidas destinadas a evitar la repetición de tales violaciones. Si


la iniciativa de perseguirlos es una misión que compete, en primer
lugar, al Estado, se deben adoptar una serie de reglas complementarias
para permitir que todas las víctimas puedan tomar la iniciativa por sí
mismas, individual o colectivamente, en caso de carencia de poderes
públicos, principalmente para que se puedan constituir en parte
civil. Esta facultad debería ser extendida a las Organizaciones No
Gubernamentales que justifiquen una acción reconocida en favor de
la defensa de las víctimas concernidas122.
[…]
Principio 25 - Restricción y otras medidas relativas a la amnistía. [L]os
autores de crímenes graves según el derecho internacional no se pueden
beneficiar de tales medidas mientras el Estado no haya satisfecho las
obligaciones enumeradas en el principio 18 [supra]123.

E) La Comisión de Derechos Humanos de la ONU


y la cuestión de la impunidad
La comisión, hoy en día disuelta y reemplazada por el Consejo de Derechos
Humanos de la ONU124, aprobó el año 2002 una resolución mediante
la cual:
2. Subraya también la importancia de adoptar todas las medidas
posibles y necesarias para que respondan ante la justicia los autores,
incluidos los cómplices, de violaciones de los derechos humanos y
del derecho internacional humanitario, reconoce que no debería

122
Ídem, «Principio 18 – Deberes de los estados en el ámbito de la administración de
justicia», sección II: «El derecho a la justicia».
123
Ídem, «Principio 25 – Restricción y otras medidas relativas a la amnistía», sección II:
«El derecho a la justicia». En cuanto al contenido de la noción «crímenes graves según
el Derecho Internacional» que se utiliza en el principio 25, el mismo estudio (sección
«Definiciones») precisa su contenido: «[E]n el sentido de los presentes principios, esta
calificación se entiende de los crímenes de guerra y de los crímenes contra la humanidad,
incluido el genocidio, y las infracciones graves al derecho internacional humanitario».
124
La Comisión de Derechos Humanos de la ONU fue substituida por el entonces recién
creado Consejo de Derechos Humanos de la ONU, de conformidad con la resolución
60/251 aprobada el 16 de junio de 2006 por la Asamblea General de la Naciones Unidas.

85
Derecho penal internacional

concederse la amnistía a quienes cometan violaciones del derecho


humanitario internacional y de la normativa de derechos humanos
que constituyen delitos graves e insta a los estados a que actúen
respetando las obligaciones que les corresponden conforme al derecho
internacional125.

De esta manera, el sistema de derechos humanos de la ONU (post-


1992) desarrolló una posición explícita en el sentido que son incompatibles
con el derecho internacional de derechos humanos las amnistías u otros
mecanismos mediante los cuales se otorgaba impunidad a los responsables
de violaciones graves de los derechos humanos. Esta posición que hallamos
en el campo específico de los derechos humanos, de otro lado, está
indisolublemente vinculada y es coherente con el comportamiento de la
comunidad internacional en el ámbito del derecho penal internacional
sobre estas mismas materias, lo que desarrollamos a continuación.

2.2.2. El derecho penal internacional post-1992


y la cuestión de la impunidad
xlii) Los hitos principales son los que detallamos a continuación.

A) Los tribunales penales internacionales para la ex-Yugoslavia126


y Ruanda127
Ambos tribunales fueron creados mediante sendas resoluciones aprobadas
por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas los años 1993 y 1994,
respectivamente. En sus estatutos, aprobados también por el mencionado
consejo, no existe una toma de posición expresa sobre la cuestión de las

125
Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, resolución 2002/79,
intitulada «Impunidad», del 25 de abril de 2002. Disponible en: <http://ap.ohchr.org/
documents/S/CHR/resolutions/E-CN_4-RES-2002-79.doc>.
126
Sobre el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, véase supra subtítulo 1.1
de la sección 4 sobre tribunales penales internacionales, en este mismo capítulo.
127
Sobre el Tribunal Penal Internacional para la Ruanda, véase supra subtítulo 1.1 de la
sección 4 sobre tribunales penales internacionales, en este mismo capítulo.

86
José Burneo Labrín

amnistías u otros mecanismos de impunidad respecto de los crímenes de


genocidio, lesa humanidad y de guerra sometidos a la competencia de
los dos tribunales. Empero, se establece expresamente que, de una parte,
se juzgará sin excepción alguna a los presuntos responsables y que no se
aceptarán exenciones basadas en el hecho que el acusado sea «jefe de Estado
o de Gobierno» (TPI-Y, artículo 7; TPI-R, artículo 6). De otra parte, los
tribunales mencionados tienen, según sus estatutos, prioridad o primacía
sobre las jurisdicciones nacionales, pudiendo, en cualquier estado del
procedimiento, solicitar a las jurisdicciones nacionales correspondientes
que se desprendan de un procedimiento (TPI-Y, artículo 9; TPI-R, artículo
8). No han tenido casos en los que hayan debido resolver una controversia
a propósito de leyes de amnistía; sin embargo, el TPI-Y, un caso de 1998,
hizo mención al hecho que la tortura, cuya práctica, afirma el Tribunal,
está prohibida por una norma jus cogens, no podrá ser objeto de una
amnistía, medida que es violatoria del derecho internacional, pudiendo los
beneficiarios de tal amnistía ser perseguidos penalmente por otros Estados
(jurisdicción universal) o en su propio Estado bajo un régimen ulterior128.

B) El Estatuto de Roma (1998) de la Corte Penal Internacional129


El estatuto no se refiere a las amnistías, si bien establece expresamente la
imprescriptibilidad (artículo 29) de los crímenes internacionales sometidos
a la competencia de la Corte130. Se reitera el principio de la no procedencia
del cargo oficial: en ningún caso eximirá de responsabilidad penal el cargo
oficial, «sea Jefe de Estado o de Gobierno» (artículo 27) y, además, en caso
de que la justicia nacional no juzgue (artículo 17) o emita sentencia en
violación del debido proceso, tendrá primacía la Corte y no reconocerá

128
Cfr. Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, caso Le Procureur c/ Anto
Furundija, IT-95-17/1-T, sentencia de 10 de diciembre de 1998, párr. 155.
129
Sobre el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, véase el siguiente capítulo
dedicado a este tratado internacional.
130
El artículo 29 del Estatuto de Roma precitado establece: «Artículo 29. Los crímenes
de la competencia de la Corte no prescribirán».

87
Derecho penal internacional

valor de cosa juzgada (artículo 20) en los casos correspondientes. Es de


particular interés, finalmente, lo afirmado en el preámbulo del Estatuto de
Roma, puesto que fija la posición de la comunidad internacional respecto
de la impunidad en general:
Afirmando que los crímenes más graves de trascendencia para la
comunidad internacional en su conjunto [genocidio, lesa humanidad,
crímenes de guerra, crimen de agresión] no deben quedar sin castigo
[…] (cuarto considerando).
Decididos a poner fin a la impunidad de los autores de esos crímenes
y a contribuir así a la prevención de nuevos crímenes (quinto
considerando).
Recordando que es deber de todo Estado ejercer su jurisdicción penal
contra responsables de crímenes internacionales (sexto considerando).

Es posible sostener que las Naciones Unidas, al aprobar el Estatuto de


Roma, reafirma lo que desde décadas atrás venía sosteniendo en diversos
instrumentos internacionales según vimos en la subseccion precedente: la
impunidad de los crímenes internacionales mencionados es contraria al
ordenamiento jurídico internacional y no será tolerada por la comunidad
internacional. En los años que siguen, sin embargo, la cuestión de las
amnistías será materia de pronunciamientos y decisiones explícitos por
parte del Consejo de Seguridad, la Secretaria General y la misma Asamblea
General, como veremos a continuación.

C) El Consejo de Seguridad y los tribunales mixtos


El año 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó
la resolución 1315 (el 14 de agosto), la primera mediante la cual
fija una posición explicita sobre las amnistías relativas a crímenes
internacionales131. En la resolución mencionada, mediante la cual se

131
Según hace notar el Comité Internacional de la Cruz Roja, ya en 1997 el Consejo de
Seguridad urgió a Croacia a fin de que aplique la ley croata de amnistía de acuerdo con
los estándares internacionales; esto es, que se debía revisar adecuadamente los casos contra

88
José Burneo Labrín

decide la creación de un tribunal especial mediante un acuerdo con Sierra


Leona, se afirma: «[…] que las disposiciones relativas a la amnistía no
se aplicarán a los crímenes internacionales de genocidio, los crímenes
de lesa humanidad, los crímenes de guerra y otras violaciones graves
del derecho internacional humanitario» y, en consecuencia, solicitó
«al Secretario General [de las Naciones Unidas] que negocie un acuerdo
con el gobierno de Sierra Leona con el fin de crear un tribunal especial
independiente en consonancia con la presente resolución»132.
En cumplimiento de lo solicitado por el Consejo de Seguridad, en
octubre del mismo año, el secretario general remitió el informe sobre la
negociación concluida con el gobierno de Sierra Leona anexando el texto del
Estatuto del Tribunal Especial para Sierra Leona, el cual incluye el tratamiento
de las amnistías. El secretario general da cuenta de la posición institucional
respecto de las amnistías que se transmitió al gobierno mencionado:
22. […] las Naciones Unidas mantienen sistemáticamente la posición
de que la amnistía no puede concederse respecto de crímenes
internacionales como el genocidio, los crímenes de lesa humanidad
o las infracciones graves del derecho internacional humanitario.
[…]
24. Durante las negociaciones del Estatuto del Tribunal Especial,
el Gobierno de Sierra Leona estuvo de acuerdo con la posición de
las Naciones Unidas y aceptó la inclusión de una cláusula de amnistía
en los términos siguientes:

individuos por «graves violaciones del derecho internacional humanitario, las cuales no
están cubiertas por la ley de amnistía» (traducción no oficial). De esta manera, el Consejo de
Seguridad expresaba su respaldo a lo dispuesto por la ley croata de amnistía, toda vez que esta
había establecido que no se aplicaba a determinados crímenes (como genocidio, violaciones
graves de las leyes y costumbres de la guerra). Cfr. Ley de amnistía de Croacia y la resolución
1120 aprobada por el Consejo de Seguridad el 14 de julio de 1997, párr. 7 (Henckaerts &
Doswald-Beck, 2005, pp. 4023 y 4034, numerales 684 y 724, respectivamente).
132
Cfr. párrafo 5 del preámbulo y numeral 1 de la parte dispositiva, respectivamente,
de la resolución 1315 (2000) aprobada por el Consejo de Seguridad el 14 de agosto de
2000.

89
Derecho penal internacional

«La amnistía que se conceda a personas sobre las que tenga


competencia el Tribunal Especial por los crímenes indicados
en los artículos 2 y 4 del presente Estatuto no impedirá su
procesamiento».
[…]
Al no reconocerse efectos jurídicos a la amnistía concedida en virtud
del Acuerdo de Lomé [entre el Gobierno y las fuerzas rebeldes], dada
su ilegalidad con arreglo al derecho internacional, ha desaparecido el
obstáculo para fijar la fecha de comienzo de la competencia (ONU,
2000a, párrs. 22 y 24)133.

Sobre la base de lo anterior, el Estatuto del Tribunal Especial de Sierra


Leona establece:
Artículo 10.- Amnistía.
La amnistía concedida a una persona respecto de la cual el Tribunal
Especial tenga competencia en relación con uno de los crímenes a
que hace referencia en los artículos 2 y 4 del presente Estatuto no
constituirá un impedimento para el procesamiento (ONU, 2000a,
párrs. 22 y 24).
El Consejo de Seguridad, suscrito el acuerdo entre las Naciones Unidas
y Sierra Leona, expresó en una nueva resolución:
9. Celebra la firma el 16 de enero de 2002 del acuerdo entre el
Gobierno de Sierra Leona y las Naciones Unidas [representadas
estas por el Secretario General] sobre el Establecimiento del Tribunal
Especial para Sierra Leona, como se prevé en la Resolución 1315
(2000), de 14 de agosto de 2000134.

133
El secretario general reiteró esta posición el año 2001 en los términos siguientes:
«[…] el beneficio de la amnistía en favor de aquellos que han perpetrado graves violaciones
del derecho internacional humanitario y del derecho penal internacional no es aceptable»
(traducción no oficial). Cfr. ONU, 2001, párr. 10, citado en Henckaerts & Doswald-
Beck, 2005, p. 4036, numeral 739.
134
Cfr. la resolución 1400 del Consejo de Seguridad de la ONU, del 28 de marzo
de 2002, parte dispositiva, numeral 9. Finalmente, la entonces principal institución

90
José Burneo Labrín

El estándar adoptado en el caso de Sierra Leona se ha visto


sucesivamente reiterado con ocasión de la creación de otros dos tribunales
especiales: el de Camboya (2002)135 y el de Líbano (2007)136, creados por
la Asamblea General y por el Consejo de Seguridad, respectivamente.

sobre derechos humanos de las Naciones Unidas, la Comisión de Derechos Humanos,


luego de tomar nota respecto de la cláusula que declara no admisibles las amnistías en
cuestión, expresa su satisfacción por el establecimiento del Tribunal Mixto en Sierra
Leona en los términos siguientes: «Tomando nota del Acuerdo de Paz firmado en Lomé
el 7 de julio de 1999 y recordando que el Representante Especial del Secretario General
reservó su posición al añadir a su firma del Acuerdo una declaración en el sentido de
que las Naciones Unidas consideraban que las disposiciones del Acuerdo relativas a la
amnistía no se aplicarían a los crímenes internacionales de genocidio, los crímenes de lesa
humanidad, los crímenes de guerra y otras violaciones graves del derecho internacional
humanitario […] 1. Acoge con satisfacción […] h) El proyecto de acuerdo entre el
Secretario General y el Gobierno de Sierra Leona respecto de la creación de un tribunal
especial independiente, en consonancia con la resolución 1315 (2000) del Consejo de
Seguridad, con objeto de hacer comparecer ante la justicia a aquellas personas a quienes
cabe la mayor responsabilidad por la comisión de crímenes de guerra y otras violaciones
graves del derecho internacional humanitario» (resolución 2001/20, «Situación de los
derechos humanos en Sierra Leona», aprobada el 20 de abril de 2001, «Preámbulo»,
párr. 4, y «Parte resolutiva», sección 1.h).
135
La Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante su resolución 57/228
(«Proceso a los Jemeres Rojos»), aprobada el 22 de mayo de 2003, estableció los términos
del acuerdo entre las Naciones Unidas y el gobierno real camboyano para el juzgamiento
de los autores de crímenes internacionales durante el periodo de la Kampuchea
Democrática. El acuerdo se refiere a las amnistías en los siguientes términos: «Articulo
16. Amnistía. 1. El Gobierno real camboyano no solicitará la amnistía ni la gracia de
quien sea pasible de juzgamiento penal o reconocido culpable en razón de los crímenes
sancionados por el Acuerdo» (traducción no oficial; el texto en francés se lee como sigue:
«Article 16. Amnistie. 1. Le Gouvernement royal cambodgien ne demandera pas l´amnistie
ni la grâce de quiconque est passible de poursuites ou reconnu coupable á raison de crimes
visés dans le présent Accord»).
136
El Consejo de Seguridad, mediante su resolución 1757, aprobada el 30 de mayo
de 2007, estableció los términos del acuerdo entre las Naciones Unidas y la república
libanesa relativo al establecimiento de un tribunal especial para el Líbano, en el cual
leemos: «Artículo 16. Amnistía. El Gobierno se compromete a no conceder amnistía
a ninguna persona por ningún delito que entre dentro de la competencia del Tribunal
Especial. La amnistía ya concedida con respecto a cualquiera de esas personas o delitos
no constituirá un impedimento para el procesamiento».

91
Derecho penal internacional

3. El sistema interamericano de derechos humanos y las leyes de


amnistía
3.1. Posición de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
de la OEA
3.1.1. Una actividad precursora
xliii) El mismo año 1992 en que el Comité de Derechos Humanos de
la ONU se pronunció explícitamente contra las leyes de amnistía, la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos se pronunció también,
por primera vez, en un caso relativo a El Salvador, sobre las leyes de amnistía
en los siguientes términos:
La aplicación del Decreto de Amnistía constituye una clara violación
de la obligación del Gobierno de El Salvador de investigar y sancionar
las violaciones de los derechos de las víctimas de Las Hojas, y de
proporcionar reparación de los daños producidos por la violación.
El derecho a la vida protegido por el artículo 4 de la Convención,
y el derecho a la integridad personal por el artículo 5, son derechos
inderogables, y como tal nunca están sujetos a suspensión, según el
artículo 27 de la Convención.
La aplicación del Decreto de Amnistía en el caso actual hace
ineficaces y sin valor las obligaciones impuestas por el artículo 1.1 de
la Convención, y en consecuencia constituye una violación de dicho
artículo. El referido Decreto de Amnistía, aplicado a este caso, impide
la eficacia de un recurso jurídico sobre el asesinato, trato inhumano y
la ausencia de garantías judiciales; niega el carácter fundamental de los
derechos humanos más básicos. La amnistía elimina la medida tal vez
más efectiva para poner en vigencia tales derechos; el enjuiciamiento
y castigo de los hechores137.

137
Informe 26/92, caso 10.287, de la Corte IDH (El Salvador, 24 de setiembre de 1992),
disponible en su portal electrónico.

92
José Burneo Labrín

En relación a la Argentina, pocos días después, afirmó:


50. En el presente informe uno de los hechos denunciados consiste
en el efecto jurídico de la sanción de las Leyes y el Decreto, en
tanto en cuanto privó a las víctimas de su derecho a obtener una
investigación judicial en sede criminal, destinada a individualizar
y sancionar a los responsables de los delitos cometido. En
consecuencia, se denuncia como incompatible con la Convención
la violación de las garantías judiciales (artículo 8) y del derecho de
la protección judicial (artículo 25), en relación con la obligación
para los Estados de garantizar el libre y pleno ejercicio de los
derechos reconocidos (artículo 1.1 de la Convención).Estos hechos
se produjeron con la sanción de las medidas cuestionadas, en
1986, 1987 y 1989, con posterioridad a la entrada en vigor de la
Convención para Argentina en 1984138.

En el mismo sentido se pronunció la comisión en el caso de Uruguay,


también el año 1992139.

3.1.2. Primera demanda diez años después


Si bien la Comisión Interamericana de Derechos Humanos consideró,
según los textos anteriores desde 1992, que las leyes de amnistía y
similares que otorgan impunidad a responsables de violaciones de
derechos humanos constituyen una violación de la Convención
Americana sobre Derechos humanos, decidió no remitir los casos
mencionados ante la Corte Interamericana. Eso lo hará casi una
década después, en el caso Barrios Altos (Perú), considerado hoy en día

138
Informe 28/92, casos 10.147, 10.181, 10.240, 10.262, 10.309 y 10.311, de la Corte
IDH (Argentina, 2 de octubre de 1992), disponible en su portal electrónico.
139
«La Comisión Interamericana de Derechos Humanos: 1. Concluye que la Ley 15.848,
del 22 de diciembre de 1986, es incompatible con el artículo XVIII (Derecho de justicia)
de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y los artículos 1,
8 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos». Informe 29/92, casos
10.029, 10.036, 10.145, 10.305, 10.372, 10.373, 10.374 y 10.375, de la Corte IDH
(Uruguay, 2 de octubre de 1992), disponible en su portal electrónico.

93
Derecho penal internacional

emblemático a nivel mundial, resolviendo la Corte en los términos que


reseñaremos a continuación.

3.2. La Corte Interamericana de Derechos Humanos y las leyes


de amnistía
xliv) A manera de antecedente jurídico, es necesario destacar que la Corte
había asumido una firme posición contra la impunidad en general desde
su primera sentencia de fondo, expedida el año 1988:
176. El Estado está, por otra parte, obligado a investigar toda situación
en la que se hayan violado los derechos humanos protegidos por la
Convención. Si el aparato del estado actúa de modo que tal violación
quede impune y no se restablezca, en cuanto sea posible, a la víctima
en la plenitud de sus derechos, puede afirmarse que ha incumplido el
deber de garantizar su libre y pleno ejercicio a las personas sujetas a su
jurisdicción. Lo mismo es válido cuando se tolere que los particulares
o grupos de ellos actúen libre o impunemente en menoscabo de los
derechos humanos reconocidos en la Convención140.

3.2.1. Primera sentencia explícita contra las leyes de amnistía


La Corte IDH, si bien se había pronunciado netamente contra la
impunidad en su primera sentencia de 1988 —lo que reiteró en su
jurisprudencia ulterior—, no se había pronunciado explícitamente contra
las leyes de amnistía hasta el año 2001. Nótese que, en términos históricos,

140
Corte IDH, caso Velásquez Rodríguez vs. Honduras, sentencia del 29 de julio de 1988
(fondo); disponible en: <http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_04_esp.
pdf>. La Corte precisa en la misma sentencia que, según el artículo 1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos: «166. La segunda obligación de los estados Partes es
la de “garantizar” el libre y pleno ejercicio de los derechos reconocidos en la Convención
a toda persona sujeta a su jurisdicción. […]. Como consecuencia de esta obligación los
estados deben prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos
por la Convención y procurar, además, el restablecimiento, si es posible, del derecho
conculcado y, en su caso, la reparación de los daños producidos por la violación de
derechos humanos».

94
José Burneo Labrín

la cuestión ya había sido zanjada por las Naciones Unidas explícitamente


el año 2000, a propósito del Tribunal Especial para Sierra Leona, según
vimos antes. La Corte afirmó entonces, en el caso Barrios Altos vs. Perú,
de fecha 14 de marzo de 2001:
41. Esta Corte considera que son inadmisibles las disposiciones de
amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de
excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir la investigación
y sanción de los responsables de las violaciones graves de los derechos
humanos tales como la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales
o arbitrarias y las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas
por contravenir derechos inderogables reconocidos por el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos.
[…]
43. La Corte estima necesario enfatizar que, a la luz de las obligaciones
generales consagradas en los artículos 1.1 y 2 de la Convención
Americana, los Estados Partes tienen el deber de tomar las providencias
de toda índole para que nadie sea sustraído de la protección judicial y
del ejercicio del derecho a un recurso sencillo y eficaz, en los términos
de los artículos 8 y 25 de la Convención. Es por ello que los Estados
Partes en la Convención que adopten leyes que tengan este efecto,
como lo son las leyes de autoamnistía, incurren en una violación de
los artículos 8 y 25 en concordancia con los artículos 1.1 y 2 de la
Convención. Las leyes de autoamnistía conducen a la indefensión
de las víctimas y a la perpetuación de la impunidad, por lo que
son manifiestamente incompatibles con la letra y el espíritu de la
Convención Americana. Este tipo de leyes impide la identificación
de los individuos responsables de violaciones a derechos humanos, ya
que se obstaculiza la investigación y el acceso a la justicia e impide a
las víctimas y a sus familiares conocer la verdad y recibir la reparación
correspondiente.
44. Como consecuencia de la manifiesta incompatibilidad entre las
leyes de autoamnistía y la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, las mencionadas leyes carecen de efectos jurídicos y

95
Derecho penal internacional

no pueden seguir representando un obstáculo para la investigación


de los hechos que constituyen es te caso ni para la identificación y el
castigo de los responsables, ni puedan tener igual o similar impacto
respecto de otros casos de violación de los derechos consagrados en
la Convención Americana acontecidos en el Perú141.

3.2.2. Importancia de la sentencia del caso Barrios Altos


La sentencia supra recaída en el Caso Barrios Altos vs. Perú (2001) tiene
una extraordinaria importancia no solo para el Perú y para nuestro
continente, sino a nivel mundial. Ello es así porque inaugura, en
expresión utilizada por la Comisión de la Verdad y Reconciliación del
Perú, «una nueva etapa en la lucha contra la impunidad» (CVR, 2003,
t. I, pp.  220-224). Era la primera vez que un órgano jurisdiccional
internacional, haciendo suya la argumentación construida en el seno
de las Naciones Unidas, declaró la invalidez jurídica de las leyes de
amnistía que otorgan impunidad respecto de graves violaciones de
derechos humanos. Luego fue reiterada esta posición en casos relativos a
Chile142, Brasil143 y Uruguay144 (Corte IDH, 2011), no siendo necesario
el pronunciamiento respecto de Argentina por cuanto la Corte Suprema

141
Cfr. Corte IDH, caso Barrios Altos vs. Perú, sentencia del 14 de marzo de 2001,
serie C, 75, párrs. 41, 43 y 44. Disponible en: <http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/
articulos/Seriec_75_esp.pdf>.
142
Cfr. Corte IDH, caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, sentencia del 26 de
setiembre de 2006; disponible en: <http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/
seriec_154_esp.pdf>.
143
Cfr. Corte IDH, caso Gomes Lund y otros («Guerrilha do Araguaia») vs. Brasil,
sentencia del 24 de noviembre de 2010 (excepciones preliminares, fondo, reparaciones y
costas); disponible en: <http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_219_esp.
pdf>.
144
Cfr. Corte IDH, caso Gelman vs. Uruguay, sentencia del 24 de febrero de 2011
(fondo y reparaciones); disponible en: <http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/
seriec_221_esp1.pdf>.

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José Burneo Labrín

de Justicia de este país declaró, el año 2005145, tomando expresamente


en consideración la sentencia Barrios Altos (2001), la invalidez de sus
leyes de impunidad. El resultado fue que en Argentina, en Perú146

145
Cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación (República Argentina), sentencia
S. 1767. XXXVIII (Buenos Aires, 14 de junio de 2005). Recurso de hecho, Simón,
Julio Héctor y otros s/ privación ilegítima de la libertad, etc. - causa 17.768. La Corte
Suprema de Justicia de la Nación (Argentina) declaro así: «24) Que la traslación de las
conclusiones de la Corte Interamericana en “Barrios Altos” al caso argentino resulta
imperativa, si es que las decisiones del tribunal internacional mencionado han de ser
interpretados de buena fe como pautas jurisprudenciales […] la situación que generó
las leyes peruanas y su texto no son, por cierto, “exactamente” iguales a las de punto
final y obediencia debida. Sin embargo, a los fines de determinar la compatibilidad de
dichas leyes con el derecho internacional de los derechos humanos, no es esto lo que
importa. Lo decisivo aquí es, en cambio, que las leyes de punto final y de obediencia
debida presentan los mismo vicios que llevaron a la Corte Interamericana a rechazar las
leyes peruanas de “autoamnistía” […] cuya finalidad es la de evitar la persecución de
lesiones graves a los derechos humanos […]». «25) […] la circunstancia de que leyes de
estas características puedan ser calificadas como “amnistías” ha perdido toda relevancia
en cuanto a su legitimidad. Pues, en la medida en que dichas normas obstaculizan el
esclarecimiento y la efectiva sanción de actos contrarios a los derechos reconocidos en
los tratados mencionados, impiden el cumplimiento del deber de garantía a que se
ha comprometido el estado argentino, y resultan inadmisibles». «31) Que, desde ese
punto de vista, a fin de dar cumplimiento a los tratados internacionales en materia de
derechos humanos, la supresión de las leyes de punto final y de obediencia debida resulta
impostergable y ha de producirse de tal forma que no pueda derivarse de ellas obstáculo
normativo alguno para la persecución de hechos como los que constituyen el objeto de
la presente causa. Esto significa que quienes resultaron beneficiarios de tales leyes no
pueden invocar ni la prohibición de retroactividad de la ley penal más grave ni la cosa
juzgada. Pues, de acuerdo con lo establecido por la Corte Interamericana en los casos
citados, tales principios no pueden convertirse en el impedimento para la anulación de
las leyes mencionadas ni para la prosecución de las causas que fenecieron en razón de
ellas, ni la de toda otra que hubiera debido iniciarse y no lo haya sido nunca, en otras
palabras, la sujeción del estado argentino a la jurisdicción interamericana impide que el
principio de “irretroactividad” de la ley penal sea invocada para incumplir los deberes
asumidos en materia de persecución de violaciones graves a los derechos humanos».
146
Pocos meses después de la expedición de la sentencia de Barrios Altos (de fecha 14 de
marzo 2001), el Consejo Supremo de Justicia Militar del Perú declaró nula en todos sus
extremos su ejecutoria suprema del año 1995, mediante la cual se habían otorgado beneficios
de amnistía a diversos acusados por la comisión de violaciones graves de derechos humanos.

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Derecho penal internacional

y en Chile147 se reabrieron los casos sobreseídos en aplicación de leyes de

En efecto, según da cuenta la Corte IDH en la sentencia recaída en el caso de La Cantuta:


«80.63. El 16 de octubre de 2001 la Sala Plena del CSJM, en relación con la causa No.
157-V-93, […] a efectos de dar cumplimiento a la sentencia de interpretación de la Corte
Interamericana […] de fecha tres de setiembre [de 2001 ] del caso “Barrios Altos”», dispuso
lo siguiente: «[…] declarar NULA en todos sus extremos, la Ejecutoria Suprema de dieciséis
de junio de mil novecientos noventa y cinco, que resolvió aplicar el beneficio de Amnistía al
General de brigada Ejército Peruano Juan Rivero Lazo, Coronel Ejército peruano Federico
Augusto Navarro Pérez, Mayores ejército Peruano Santiago Enrique Martin Rivas y Carlos
Eliseo Pichilingue Guevara: Capitán Ejército Peruano José Adolfo Velarde Astete: Teniente
Ejército Peruano Aquilino Portella Núñez. […] que los presentes autos vuelvan al estado
procesal anterior a la aplicación del beneficio de amnistía, al haber quedado sin efectos jurídicos
la aplicación de beneficio de amnistía otorgado a estos sentenciados, debiendo remitirse la
presente causa al Vocal Instructor a fin que proceda conforme a Ley y cumpla con la ejecución
de sentencia de fecha tres de mayo de mil novecientos noventa y cuatro: y los devolvieron»
(Corte IDH, caso La Cantuta vs. Perú, sentencia del 29 de noviembre de 2006, párr. 80.63;
disponible en: <http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_162_esp.pdf>).
147
En el caso de Chile, la Corte Suprema de Justicia, mediante sentencia expedida el 18
de enero 2007, en el caso del homicidio perpetrado el 31 de octubre de 1973 en contra de
ciudadano mapuche José Matías Ñanco, declaró que, tratándose de un crimen de guerra
y de lesa humanidad, era imprescriptible e inadmistiable : «DECIMO NOVENO. Que
habiéndose resuelto la excepción de prescripción señalada y negado su procedencia, este
Tribunal deberá pronunciarse sobre la excepción de amnistía que fue hecha valer por los
recurridos en lo principal de fojas 522. […] De acuerdo al análisis de las circunstancias
fácticas que rodearon la comisión del delito de autos, hemos concluido que se trata de un
delito de guerra o de lesa humanidad y, como tal, también tiene el carácter de inadmistiable»
(sentencia, parte relativa a la casación). «Cuarto. […] la propia Corte Interamericana en
el “Caso Barrios Altos”, expresa que: «son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las
disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que
pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones graves
de los derechos humanos» (sentencia del 14 de marzo de 2001, serie C, 75, párr. 41)»
(sentencia, parte relativa al fallo condenatorio). «QUINTO. Que, estos crímenes de
guerra y los de lesa humanidad, se han elevado, por el derecho internacional al carácter de
principio la imprescriptibilidad, como lo indica el artículo 1 de los Convenios de Ginebra,
declaración expresamente formulada en la Convención sobre Imprescriptibilidad de los
Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, adoptada por la Asamblea
General de Naciones Unidas en 1968 y en vigor desde 1970, pero no ratificada por Chile»
(sentencia, parte relativa al fallo condenatorio). La condena de los responsables, sin embargo,
se efectúa por la comisión del delito de homicidio, contemplado en el artículo 391.2 del
Código Penal de Chile vigente en el momento de los hechos.

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amnistía que otorgaban impunidad a quienes habían perpetrado graves


violaciones de los derechos humanos.

3.3. Las Naciones Unidas y los sistemas internacionales de derechos


humanos no aceptan la impunidad de violaciones graves de
derechos humanos
xlv) Es frecuente que sectores comprometidos con graves violaciones de
derechos humanos pretendan justificar sus actos en nombre de un estado
de derecho y una democracia que excluyen el respeto de los derechos
humanos. En lo político, estos mismos sectores sostienen que, si se quiere
lograr la reconciliación nacional, es precio garantizar la impunidad de
quienes cometieron eventualmente excesos, pero cumplieron con su deber
y salvaron la nación del caos, de la anarquía, del terrorismo. La respuesta
que ha elaborado la comunidad internacional en el marco de las Naciones
Unidas desde su fundación en 1945 ha sido muy clara: la impunidad
no es aceptada como válida en el derecho internacional y una de sus
expresiones más netas —las leyes de amnistía relativas a violaciones graves
de derechos humanos— constituye una clara violación de las obligaciones
contraídas por los Estados como garantes de los derechos humanos de
las personas sometidas a su jurisdicción. Esta posición, primero respecto
de la impunidad en general y luego de manera explícita respecto de las
amnistías mencionadas, se ha mantenido y consolidado a lo largo de la
segunda mitad del siglo XX y con mayor nitidez aun en la primera década
del presenta siglo. La comisión y la Corte Interamericanas de Derechos
Humano se alimentan de la doctrina jurídica y valores que en el seno de
las Naciones Unidas se construyen y promueven no sin dificultad, pero
que constituyen hoy en día, a nivel mundial, una suerte de patrimonio
jurídico común de la humanidad.

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