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UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS


V SEMESTRE
DERECHO PENAL ESPECIAL I.
Docente: Dr. Manuel López Noriega.
___________________________________________________________________

EXTRACTOS DE JURISPRUDENCIA COLOMBIANA SOBRE GENOCIDIO

FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES DE LOS BIENES JURÍDICOS


PROTEGIDOS Y DE LA PUNICIÓN:
Preámbulo y Artículos: 1, 2, 7, 11, 12, 13, 18, 19, 38, 40-3, 93 y 214-2

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I
CRONOLOGÍA DE LA JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL SOBRE EL
GENOCIDIO Y OTROS ASPECTOS RELEVANTES DEL TEMA:

Corte Constitucional, Sentencia C-488/09, del veintidós (22) de julio de dos mil nueve (2009), Referencia:
expediente D-7593, M.P. Dr. Jorge Iván Palacio Palacio.-
“5.- Instrumentos internacionales sobre Genocidio adoptados por Colombia y
su incorporación al bloque de constitucionalidad

Las normas de derecho internacional adoptadas por Colombia en relación con el


genocidio son básicamente dos: (i) la “Convención para la Prevención y la Sanción
del Delito de Genocidio”, aprobada en el derecho interno mediante Ley 28 de 1959, y
(ii) el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, aprobada por el Congreso
mediante Ley 742 de 2002 y declarado exequible por esta Corporación en la
Sentencia C-578 de 2002.

5.1.- En cuanto hace referencia a la Convención sobre Genocidio, considera la Corte


que es un instrumento que se incorpora al bloque de constitucionalidad por diversas
vías. Como parámetro interpretativo de los derechos humanos reconocidos desde la
Constitución (art.93-2), pues la Convención es un tratado ratificado por Colombia que
tiene relación directa con el respeto a la existencia de los grupos como expresión del
pluralismo y la dignidad humana (art.1 CP), a la vida (art.11 CP), a la integridad
física, a la prohibición de tratos inhumanos, crueles y degradantes (art.12 CP), a la
libertad personal (art. 28 CP), así como a la protección de los niños (art.44 CP).

Aquí es importante recordar que el derecho internacional de los derechos humanos


comprende el conjunto de normas convencionales dirigidas a la “protección de los
derechos fundamentales de los seres humanos, independientemente de su
nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente a los Estados
contratantes”[25]. En esa medida, entiende la Sala que un importante mecanismo de
protección de los derechos humanos es precisamente la tipificación de conductas
que atentan de manera grave contra esos derechos, por cuanto no sólo nadie puede
ser sujeto pasivo de genocidio sino, además, la imposición de sanciones
individualizadas contribuye notablemente y con alto impacto persuasivo a
desestimular los actos de barbarie contra la humanidad

Sumado a lo anterior, no puede perderse de vista que la prohibición de genocidio


también es una norma relacionada con el Derecho Internacional Humanitario que se
integra a la Constitución por la vía del artículo 214-2 Superior, pues la propia
Convención sobre Genocidio señala que ese crimen se prohíbe tanto en tiempo de
paz como en tiempo de guerra[26]. Es así como esta Corporación ha reconocido
que “la prohibición absoluta de genocidio en el curso de un conflicto armado (…)
tiene indubitablemente el rango de ius cogens”[27].

5.2.- Las mismas consideraciones son predicables en cuanto tiene que ver con la
consagración del delito de genocidio en el artículo 6º del Estatuto de Roma de la
Corte Penal Internacional, por supuesto sin desconocer las particularidades propias
de esa regulación, en especial en virtud del principio de complementariedad frente a
la legislación nacional.

Sobre la relevancia del Estatuto de Roma como instrumento de protección de los


derechos humanos y del derecho internacional humanitario, en la Sentencia C-370
de 2006, que examinó la constitucionalidad de la ley de justicia y paz, la Corte insistió
en el deber del Legislador de respetar las obligaciones adquiridas por Colombia en el
marco del derecho internacional humanitario y del derecho internacional de los
derechos humanos, particularmente conforme a lo dispuesto en el Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional:

“El Estatuto de Roma, mediante el cual se crea la Corte Penal


Internacional, constituye probablemente el mayor instrumento
internacional de protección a los derechos humanos y al Derecho
Internacional Humanitario. Según lo define el Preámbulo del mismo
Estatuto, el ánimo que impulsó a la creación de esta Corte fue el
reconocimiento de que “los crímenes más graves de trascendencia para la
comunidad internacional en su conjunto no deben quedar sin castigo y
que, a tal fin, hay que adoptar medidas en el plano nacional e intensificar
la cooperación internacional para asegurar que sean efectivamente
sometidos a la acción de la justicia”
(…)
“Así mismo, el deber de investigación del Estado respecto de los delitos de
suma gravedad ha de cumplirse en términos respetuosos de sus
obligaciones en virtud del Derecho Internacional Humanitario y del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos; a este respecto cobra especial
relevancia lo dispuesto en el estatuto de la Corte Penal Internacional,
debidamente suscrito y ratificado por Colombia, en relación con el cual
afirmó esta Corporación en la sentencia C-578 de 2002: “(…)”.

Sobre este breve marco, procede la Corte a establecer si los términos de


investigación establecidos en la Ley 975/05 respetan los estándares
establecidos para garantizar una investigación seria, exhaustiva, diligente
y eficaz”. (Resaltado fuera de texto).

Con todo, es necesario señalar que los incisos 3º y 4º del artículo 93 de la


Constitución, adicionados por el Acto Legislativo 2 de 2001 [28] autorizaron
expresamente un tratamiento desigual en el marco del Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional, de manera en la regulación adoptada para ese escenario, así
como la sanción de los crímenes de competencia de ese tribunal, se somete a unas
reglas que no necesariamente deben coincidir con los adoptados en legislación
interna[29].

En este sentido, hacen parte del bloque de constitucionalidad aquellos instrumentos


de derecho penal internacional aprobados por Colombia, que guardan una relación
directa con la protección de los derechos humanos y del derecho internacional
humanitario, lo que desde luego deberá ser examinado caso a caso.

En el caso del artículo 6º del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la


incorporación no opera porque el precepto haga parte de dicho estatuto, sino porque
la regulación puntual de esa norma se ajusta a los parámetros consagrados en los
artículos 93 y 214-2 de la Constitución, que además recoge integralmente el
contenido de la Convención para Prevenir y Sancionar el Genocidio.

Sin embargo, advierte la Corte, lo anterior no implica que todas las normas del
Estatuto de Roma hagan parte del bloque de constitucionalidad per se, pues es claro
que dicha normatividad tiene un marco de aplicación particular y concreto en virtud
del principio de complementariedad frente a la legislación nacional. Tampoco supone
que todos los tratados de derecho internacional que consagran el deber de tipificar
ciertos delitos se integren al bloque de constitucionalidad, pues no todos se
relacionan con la protección directa de derechos humanos o del derecho
internacional humanitario[30].

5.3.- En lo que hace referencia específica al delito de genocidio, en la Sentencia C-


177 de 2001 esta Corporación precisó que se trata de un tipo penal que debe leerse
en consonancia con los tratados sobre derechos humanos y derecho internacional
humanitario adoptados por Colombia que forman parte del ius cogens, los cuales
constituyen un “parámetro mínimo de protección” que en todo caso puede ser
ampliado por la legislación interna. En palabras de este Tribunal:

“Así, pues, de lo que hasta aquí se ha expuesto, resulta que el tipo penal
sobre genocidio que consagró el artículo 322ª. de la Ley 589 del 2000,
debe ser interpretado a la luz de los Pactos y Convenios Internacionales
sobre Derechos Humanos ratificados por Colombia, de conformidad con
el artículo 93 de la Constitución y de acuerdo con los principios y
preceptos del Derecho Internacional Humanitario y del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos que forman parte del “ius
cogens.” (Resaltado fuera de texto).

En la misma providencia la Corte constató que la tipificación del genocidio en la


legislación interna, para proteger solamente al grupo nacional, étnico, racial, religioso
o político “que actúe dentro del margen de la Ley”, restringía el ámbito de protección
frente a los estándares internacionales, por lo que declaró la inexequibilidad de dicha
expresión. Al respecto sostuvo lo siguiente:

“En efecto, constata esta Corte que, lejos de adoptar las medidas de
adecuación legislativa consonantes con las obligaciones internacionales
que el Estado Colombiano contrajo, en particular, al suscribir la
Convención de las Naciones Unidas para la Prevención y Sanción del
Delito de Genocidio, que según quedó ya expuesto, el Estado Colombiano
aprobó mediante la Ley 28 de 1959, las que le exigían tipificar como
delito y sancionar severamente las conductas consideradas como
crímenes de lesa humanidad, desvirtuó el propósito que con su
consagración normativa se perseguía, pues restringió la protección de los
derechos a la vida, a la integridad personal y a la libertad de las personas,
al concederla únicamente en tanto y siempre y cuando la conducta
atentatoria recaiga sobre un miembro de un grupo nacional, étnico,
racial, religioso o político “que actúe dentro de margen de la Ley,” con lo
que sacrificó la plena vigencia y la irrestricta protección que, a los
señalados derechos, reconocen tanto el Derecho Internacional
Humanitario, como el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y los
Tratados y Convenios Internacionales que lo codifican”. (Resaltado fuera
de texto).

Igualmente, en la Sentencia C-578 de 2002, que como ya se mencionó analizó la


constitucionalidad del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, se reiteró la
obligación de armonizar la legislación interna con los estándares internacionales
mínimos de protección en materia de derechos humanos y derecho internacional
humanitario para definir sanciones y procedimientos penales de graves crímenes
como el genocidio. En palabras de esta Corporación:

“Según lo que establece el Estatuto de Roma, la soberanía de los Estados


es limitada de varias formas. En primer lugar, porque es la Corte Penal
Internacional –y no cada Estado Parte– quien decide cuándo un Estado
no está dispuesto o no ha sido capaz de ejercer su jurisdicción. En
segundo lugar, porque el análisis de la existencia de una causal de
incapacidad o de indisposición de un Estado, supone que la Corte
examinará las condiciones bajo las cuales el Estado ha ejercido o ejerce
su jurisdicción. En tercer lugar, porque el ejercicio de las competencias
soberanas de los Estados para definir las sanciones y procedimientos
penales de graves violaciones a los derechos humanos tales como el
genocidio, los crímenes de lesa humanidad o los crímenes de
guerra, deberá hacerse de tal forma que resulte compatible con el derecho
internacional de los derechos humanos, el derecho internacional
humanitario y con los fines de lucha contra la impunidad que resalta el
Estatuto de Roma. En cuarto lugar, porque cuando la Corte Penal
Internacional admite un asunto, la jurisdicción nacional pierde
competencia sobre el mismo. Por lo anterior, es necesario examinar
dichas limitaciones”. (Resaltado fuera de texto).

Siguiendo el mismo criterio, en la Sentencia C-181 de 2002 la Corte declaró


inexequibles varias expresiones de una norma que tipificaba el genocidio como falta
disciplinaria, pues consideró que la disposición interna desconocía los estándares
internacionales en la materia. Dijo entonces:

“Lo anterior –además- sin contar con el hecho de que la regulación


internacional no establece un condicionamiento similar en su
normatividad, con lo cual, por virtud de la norma, se estarían
disminuyendo las garantías mínimas de protección instauradas por
aquella”.
(…)
Con la consagración de la falta disciplinaria de desaparición forzada,
condicionada a la ejecución en asalto como factor de punibilidad,la
legislación interna introduce un elemento que restringe la protección
suministrada por los instrumentos internacionales y, por tanto,
contradice lo sostenido por la jurisprudencia constitucional en la
materia [Sentencia C-177 de 2001]. En vista de esta circunstancia, dicha
expresión deberá ser retirada del ordenamiento jurídico”. (Resaltado fuera
de texto).

En la Sentencia C-148 de 2005 la Corte resolvió una demanda de


inconstitucionalidad contra la expresión “grave”, incluida en los tipos penales de
genocidio, tortura y tortura en persona protegida. Para resolver los cargos formulados
y determinar si el Legislador había excedido sus límites frente al bloque de
constitucionalidad, esta Corporación recurrió a las definiciones consagradas en
tratados internacionales de derechos humanos. Fue así como encontró que la
palabra “grave” del tipo de genocidio era coincidente con la Convención para prevenir
y sancionar ese delito, así como con el artículo 6º del Estatuto de Roma, mientras
que la misma expresión en los otros tipos penales reñía con la Convención
Interamericana para prevenir y sancionar la Tortura:

“En conclusión, la Corte procederá a declarar la exequibilidad de la


expresión “grave” contenida en el numeral 1 del segundo inciso del
artículo 101 de la Ley 599 de 2000 que tipifica el delito de genocidio por
cuanto en ese caso frente a dicho delito autónomo i) no se desconocen
las normas internacionales que definen el delito de genocidio -que se
contienen en la Convención para la prevención y sanción del delito de
genocidio y en el artículo 6 del Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional- ii) ni se desprotegen los bienes jurídicos que se pretenden
amparar con el referido delito, iii) ni resultan aplicables en materia penal
los mismos criterios que fundamentan la imposición de sanciones en
materia disciplinaria.

Por el contrario la Corte declarará la inexequibilidad de la expresión


“graves” contenida en el artículo 137 de la Ley 599 de 2000 que tipifica el
delito de tortura en persona protegida y 178 de la misma ley que tipifica
el delito de tortura por cuanto i) con ella se vulnera claramente la
Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura y
consecuentemente el artículo 93 superior y por cuanto ii) el artículo 12
constitucional no hace ninguna distinción sobre la prohibición de la
tortura que se fundamenta además en el respeto de la dignidad humana
(art. 1 C.P.)”. (Resaltado fuera de texto).

Finalmente, en la Sentencia C-291 de 2007, la Corte reiteró la necesidad de


compatibilizar la legislación interna con el derecho internacional de los derechos
humanos y el derecho internacional humanitario. En ese caso específico la Corte
advirtió que el delito de toma de rehenes es una conducta punible que hace parte
del ius cogens y por lo tanto vincula al Estado Colombiano en virtud del bloque de
constitucionalidad. Sostuvo al respecto:

“Para efectos de resolver el problema jurídico planteado por este cargo, la


Corte ha de precisar que, si bien Colombia es parte de la Convención
Internacional contra la Toma de Rehenes, la cual fue ratificada mediante
Ley 837 de 2003 y sujeta a revisión previa de la Corte Constitucional en
sentencia C-405 de 2004, esta Convención no ha sido incorporada
formalmente al bloque de constitucionalidad mediante un
pronunciamiento expreso de esta Corporación. A pesar de lo anterior,
resulta claro –por las razones expuestas extensamente en el apartado
5.4.4. de la Sección D de esta providencia- que el delito de toma de
rehenes, a la fecha en que se adopta esta providencia, ha sido incluido
como conducta punible en normas de ius cogens que vinculan al Estado
colombiano como parte del bloque de constitucionalidad, y que constituyen
un parámetro obligado de referencia para ejercer el control de
constitucionalidad sobre la disposición legal acusada.

También es pertinente resaltar en este ámbito que, según aclaró la Corte


Constitucional en la sentencia C-578 de 2002 al efectuar la revisión de
constitucionalidad del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional,
“(…) el ejercicio de las competencias soberanas de los Estados para
definir las sanciones y procedimientos penales de graves violaciones a los
derechos humanos tales como (…) los crímenes de guerra, deberá hacerse
de tal forma que resulte compatible con el derecho internacional de los
derechos humanos, el derecho internacional humanitario y con los fines
de lucha contra la impunidad que resalta el Estatuto de Roma”, de lo cual
se deduce que al momento de tipificar el delito de toma de rehenes, el
legislador colombiano está obligado a cumplir con lo establecido sobre el
particular en el Derecho Internacional Humanitario como ingrediente
constitutivo del bloque de constitucionalidad”. (Resaltado fuera de texto).

La reseña jurisprudencial expuesta conduce a la Corte a concluir que tanto (i)


la “Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio”, como (ii) el
artículo 6º del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, que coincide con
aquélla, se incorporan al bloque de constitucionalidad a efecto del control que debe
adelantar esta Corporación. En consecuencia, la libertad de configuración del
Legislador en la regulación del genocidio está limitada por el deber de armonizar la
normatividad interna con los parámetros internacionales allí fijados.

6.- Las normas de derecho internacional sobre Genocidio y su alcance para


efecto del control constitucional

Una vez reseñados los parámetros generales que condicionan la actividad del
Legislador en el diseño de las normas penales, en especial los que se integran al
bloque de constitucionalidad frente al delito de genocidio, corresponde examinar cuál
es el contenido y alcance de esas normas, para evaluar luego si la legislación interna
armoniza o no con ellas.

En este sentido, la Corte considera que los estándares internacionales relacionados


con el genocidio comprenden al menos tres elementos que constituyen referente
para el control constitucional en esta oportunidad: (6.1) la obligación de sancionar
penalmente el genocidio; (6.2) el deber de tipificar el delito siguiendo las principales
estructuras de imputación previstas en la normativa internacional; y (6.3) la
prohibición de protección deficiente. A continuación la Sala se referirá brevemente a
cada uno de ellos.

6.1.- Obligación de sancionar el crimen de Genocidio

6.1.1.- La utilización del término “genocidio” se debe al jurista polaco-judío Raphaël


Lemkin, quien en 1944 introdujo este neologismo -en aquel entonces- al unir la
palabra griega “genos” (raza) y el sufijo latino “cide”(matar), para definir en una
categoría especial los más graves crímenes contra la humanidad, especialmente
durante la segunda guerra mundial.

Aún cuando en la historia de la humanidad se registran no pocos capítulos


lamentables de persecución y muerte por el sólo hecho de que los miembros de un
grupo presentaban condiciones étnicas, raciales o religiosas comunes, tal vez el más
trágico de todos ellos ha sido el holocausto judío durante la segunda guerra mundial,
cuya trascendencia llevó a la comunidad internacional a reflexionar y sentar las
bases para sancionar con el mayor rigor conductas de tanta gravedad desde una
óptica distinta: bajo crimen de Genocidio[31].

Como reacción a esa barbarie, mediante el Acuerdo de Londres de 1945, suscrito


entre Francia, Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética, se adoptó el
Estatuto del Tribunal Militar Internacional para juzgar a los líderes del régimen nazi
por los crímenes contra la paz, los crímenes de guerra y los crímenes contra la
humanidad, que sirvió de base para llevar a cabo los juicios de Nuremberg y de
Tokio[32]. Según ha tenido oportunidad de explicar esta Corporación, “aun cuando en
el Estatuto [del Tribunal Militar Internacional] no se emplea la expresión genocidio, ni
ninguno de los criminales nazis fue condenado en Nuremberg por genocidio, la
definición de crímenes contra la humanidad que se utiliza en el artículo 6 (c) del
mismo, cobija varios de los actos que hoy en día hacen parte de la definición legal de
genocidio”[33].

Luego de que el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg dictó sus primeros fallos,
la Asamblea General de las Naciones Unidas –acogiendo el término propuesto por
Lemkin- aprobó la Resolución 96 del 11 de diciembre de 1946 y declaró al genocidio
como un “crimen del derecho internacional que el mundo civilizado condena y por el
cual los autores y sus cómplices, deberán ser castigados”, en tanto supone “una
negación del derecho a la existencia de grupos humanos enteros, de la misma
manera que el homicidio es la negación a un individuo humano del derecho a
vivir”. Desde entonces el Genocidio dejó de pertenecer a la categoría de crímenes
contra la humanidad para adquirir contenido como categoría propia [34].

Sin embargo, el primer instrumento de derecho internacional que reconoció


jurídicamente el crimen de genocidio y la obligación de reprimirlo penalmente fue
la “Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio”, adoptada
por la Asamblea General de la Naciones Unidas mediante la Resolución 260ª del 9
de diciembre de 1948 y en vigor desde el 12 de enero de 1951 [35]. Entre otras normas
de la Convención, en el artículo I las partes contratantes “confirman que el
genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de
derecho internacional que ellas se comprometen a prevenir y a sancionar”; el artículo
II consagra la primera definición normativa de genocidio (sobre la que luego volverá
la Corte); el artículo V estipula el deber de los estados partes de castigar penalmente
a los responsables de genocidio o de cualquier otro de los actos allí consagrados; y
el artículo VII prevé el juzgamiento por cada Estado “o ante la Corte Penal
Internacional que sea competente respecto a aquellas de las Partes contratantes que
hayan reconocido su jurisdicción”.

La Corte Internacional de Justicia de la Haya, máxima instancia judicial del sistema


universal de derechos humanos e intérprete autorizada de la Convención para la
Prevención y la Sanción del Crimen de Genocidio[36], en la Opinión Consultiva sobre
las Reservas a esa Convención (1951), declaró que la prohibición del genocidio
constituye una norma consuetudinaria o de ius cogens que vincula a los Estados al
margen de cualquier vínculo formal[37], lo que por lo demás ha sido avalado por la
jurisprudencia de esta Corporación[38].

Otro Acuerdo de Derecho Internacional que consagró el crimen de genocidio y el


deber de sanción penal fue el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional[39]. El
artículo 5º del estatuto asignó competencia a la Corte para enjuiciar “los crímenes
más graves de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto”,
mientras el artículo 6º tipificó expresamente el delito de genocidio.

Los anteriores son los principales instrumentos de orden internacional que consagran
el deber de tipificar el delito de genocidio así como la obligación de los Estados de
sancionar a los responsables de tan graves actos.

6.1.2.- Ahora bien, aunque en el marco específico de la Convención contra el


genocidio nunca fue organizado formalmente un tribunal penal internacional –y la
Corte creada en el Estatuto de Roma no ha proferido aún ninguna condena por
genocidio-, lo cierto es que a pesar de las dificultades se han adelantado procesos
para sancionar tan execrable crimen.

- En el caso de los tribunales nacionales se destaca, por ejemplo, el juicio seguido en


Israel contra Adolph Eichman por sus actos durante la segunda guerra mundial,
quien en 1961 fue condenado a muerte por el genocidio contra el pueblo judío bajo la
idea de que “aquellos crímenes cuya comisión afecta a toda la humanidad y ofende
la conciencia y el derecho de todas las naciones constituyen delicta iuris gentium”[40].

- En el ámbito internacional es necesario referir la actuación del Tribunal Penal


Internacional para Ruanda[41], creado por el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas para enjuiciar a los responsables del genocidio y de otras violaciones de
similar naturaleza durante el conflicto entre las etnias Hutu y Tutsi en África. De
hecho, fue ese tribunal quien profirió la primera condena de una Corte Internacional
por el crimen de genocidio[42].

- También sobresalen varios pronunciamientos del Tribunal Penal Internacional para


la antigua Yugoslavia[43], creado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
para juzgar las graves violaciones del derecho internacional humanitario cometidas
en el territorio de los Balcanes desde 1991, en particular los ataques serbios contra
musulmanes bosnios.

- Así mismo, en el año 2007, la Corte Internacional de Justicia de la Haya tuvo


ocasión de referirse al alcance de este crimen en el marco de la Convención para
prevenir y sancionar el Genocidio, en un asunto sobre el que luego se hará
referencia puntual[44].

En este orden de ideas, la primera obligación que se deriva de los instrumentos


internacionales de derechos humanos frente al genocidio consiste en el deber de
sancionarlo desde la esfera penal, ya sea a nivel de cada Estado o, en su defecto,
desde el derecho penal internacional.

6.2.- El deber de tipificación de acuerdo con las principales estructuras de


imputación. La “pertenencia”al grupo y su relación con el delito de genocidio
en la normatividad internacional

6.2.1.- El Genocidio ha sido considerado como el “crimen de crímenes”[45], en tanto


no sólo representa una aleve afrenta a la vida y la integridad física de los miembros
de un grupo, sino que en últimas niega la existencia misma de la humanidad. En
cuanto a su tipificación, la Convención para la Prevención y la Sanción del Genocidio
lo configuró en los siguientes términos:

“Artículo II.- En la presente Convención, se entiende por genocidio cualquiera de los


actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o
parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:

a) Matanza de miembros del grupo;


b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear
su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo”.

La misma tipificación se dio en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional,


que dispone:

“Artículo 6.- Genocidio. A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por "genocidio"
cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de
destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal:

a) Matanza de miembros del grupo;


b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear
su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”.

Una tipificación idéntica del genocidio se consagró tanto en el artículo 4º del Estatuto
del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia [46], como en el artículo 2º
del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda[47], aún cuando tales
instrumentos no constituyen referentes directos para el control constitucional que
ahora ocupa la atención de la Sala.

6.2.2- Respecto de las principales estructuras del tipo penal, la doctrina [48] y la
jurisprudencia internacional[49] han señalado que presenta las siguientes
características:
(i) El elemento objetivo (actus reus), consistente en la comisión de alguno de los
actos prohibidos descritos en la norma, a saber: matanza de miembros del grupo;
lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; sometimiento
intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su
destrucción física, total o parcial; medidas destinadas a impedir nacimientos en el
seno del grupo; traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.

En este punto es preciso señalar que si bien la normativa internacional ampara los
grupos nacionales, étnicos, raciales y religiosos, en el caso colombiano el Legislador
amplió el ámbito de protección a los grupos políticos y así lo ha avalado la
jurisprudencia constitucional[50].

La regulación del tipo no exige un número mínimo de muertes o agresiones a los


miembros del grupo, como tampoco es necesaria la extinción definitiva del mismo, de
manera que incluso un solo ataque podría dar lugar a la configuración del crimen, por
supuesto si se reúnen los demás elementos constitutivos el tipo penal.

(ii) El elemento subjetivo (mens rea), que comprende tanto el dolo en general como
la intención especial de destrucción del grupo protegido (dolus specialis), lo que
guarda relación directa con el ataque a las víctimas por razón de su pertenencia al
mismo. En este sentido, desde la conceptualización del crimen de genocidio
propuesta por Lemkin, siempre se ha considerado que el ataque a los miembros del
grupo se hace “por el sólo hecho de pertenecer al grupo” y con la intención de su
destrucción total o parcial. De acuerdo con este jurista:

“El objetivo de tal plan [sistemático de destrucción] debe ser la


desintegración de las instituciones políticas y sociales, la cultura, el
lenguaje, los sentimientos nacionales, la religión y la subsistencia
económica de grupos nacionales, así como la destrucción de la seguridad
personal, la libertad, la salud, la dignidad e incluso la vida de los
miembros de dichos grupos nacionales. El genocidio se dirige contra el
grupo nacional como tal, y las acciones ejecutadas contra los individuos
de dicho grupo se hacen por el solo hecho de pertenecer a dicho grupo
nacional”[51]. (Resaltado fuera de texto).

De esta manera, para que se tipifique el delito de genocidio es necesario que la


afectación a las víctimas se haga con la intención de la destrucción del grupo como
tal, lo que implica que el ataque se efectúe por razón de su pertenencia al grupo
protegido, pues ello constituye un elemento esencial en la configuración del tipo
penal de genocidio…

(…)

(…) 7.1.- Constitucionalidad de la expresión “por razón de su pertenencia al


mismo”, del artículo 101 del Código Penal

7.1.1.- El demandante considera que la expresión acusada introdujo un nuevo


ingrediente normativo al tipo penal de genocidio, al exigir probar el móvil por el que
actuaron los criminales. En su concepto, con ello se disminuye el umbral de
protección frente a la normativa internacional, donde sólo se exige demostrar la
intención de destrucción total o parcial del grupo como tal, y no que el ataque a la
víctima se haya dado “por razón de su pertenencia al mismo”.

Para ofrecer una mayor claridad, en el siguiente cuadro la Sala se permite reseñar la
configuración del genocidio prevista en el Código Penal Colombiano y en las normas
de derecho internacional que se integran al bloque de constitucionalidad:

Código Penal Colombiano Convención sobre Estatuto de Roma de


Genocidio la Corte Penal
Internacional
“Artículo 101. Genocidio. “El que
con el propósito de destruir total
o parcialmente un grupo
nacional, étnico, racial, religioso
o político, por razón de su
pertenencia al mismo,
ocasionare la muerte de sus
miembros, incurrirá en prisión de
cuatrocientos ochenta meses
(480) a seiscientos meses (600);
en multa de dos mil seiscientos
sesenta y seis mil punto sesenta
y seis (2.666,66) a quince mil
(15.000) salarios mínimos
mensuales legales vigentes y en
interdicción de derechos y
funciones públicas de doscientos “Artículo 6.- Genocidio. A
cuarenta (240) a trescientos los efectos del presente
sesenta (360) meses. “Artículo II.- En la Estatuto, se entenderá
presente Convención, se por "genocidio"
La pena será de prisión de ciento entiende por genocidio cualquiera de los actos
sesenta (160) a cuatrocientos cualquiera de los actos mencionados a
cincuenta (450) meses, la multa mencionados a continuación,
de mil trescientos treinta y tres continuación, perpetrados perpetrados con la
punto treinta tres (1.333.33) a con la intención de intención de destruir total
quince mil (15.000) salarios destruir, total o o parcialmente a un
mínimos legales vigentes y la parcialmente, a un grupo grupo nacional, étnico,
interdicción de derechos y nacional, étnico, racial o racial o religioso como
funciones públicas de ochenta religioso, como tal: tal:
(80) a doscientos setenta (270)
meses cuando con el mismo
propósito se cometiere a) Matanza de miembros a) Matanza de miembros
cualquiera de los siguientes del grupo; del grupo;
actos: b) Lesión grave a la b) Lesión grave a la
integridad física o mental integridad física o mental
1. Lesión grave a la integridad de los miembros del de los miembros del
física o mental de miembros del grupo; grupo;
grupo. c) Sometimiento c) Sometimiento
2. Embarazo forzado. intencional del grupo a intencional del grupo a
3. Sometimiento de miembros condiciones de existencia condiciones de
del grupo a condiciones de que hayan de acarrear su existencia que hayan de
existencia que hayan de acarrear destrucción física, total o acarrear su destrucción
su destrucción física, total o parcial; física, total o parcial;
parcial. d) Medidas destinadas a d) Medidas destinadas a
4. Tomar medidas destinadas a impedir los nacimientos impedir nacimientos en el
impedir nacimientos en el seno en el seno del grupo; seno del grupo;
del grupo. e) Traslado por fuerza de e) Traslado por la fuerza
5. Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro de niños del grupo a otro
niños del grupo a otro grupo”. grupo”. grupo”.

A juicio de la Corte, si bien el demandante tiene razón en afirmar que la regulación


del delito de genocidio debe ajustarse a la normativa internacional, se equivoca
cuando señala que la expresión impugnada desconoce dichos estándares. En efecto,
de acuerdo con las normas de derecho penal internacional y la jurisprudencia de esta
Corporación[59], uno de los elementos estructurales del tipo penal de genocidio es la
existencia de un dolo especial (dolus specialis). Ese dolo especial supone que la
afectación de las víctimas se haga con la intención de destrucción del grupo como
tal, esto es, que ello ocurra precisamente “por razón de su pertenencia al mismo”.

7.1.2.- Esta lectura de la norma es coherente con la interpretación que del tipo de
genocidio han hecho los diferentes tribunales internacionales.

- La Corte Internacional de Justicia de la Haya tuvo ocasión de referirse sobre el


particular en el caso de Bosnia y Herzegovina contra Serbia y Montenegro por el
crimen de cerca de 8000 musulmanes bosnios en la ciudad de Srebrenica entre 1992
y 1995. En aquella oportunidad la Corte constató la existencia de actos de un
genocidio ante la intención de destruir a miembros de un grupo religioso y étnico
debido a su pertenencia al mismo. Al examinar los elementos constitutivos del delito,
el alto Tribunal explicó que es necesaria la intención de destrucción del grupo en
todo o en parte y el hecho de que los miembros del grupo sean atacados por
pertenecer al mismo. Dijo entonces:

“187. Adicionalmente a aquellos elementos mentales, el artículo II


requiere un elemento adicional. Requiere el establecimiento de la
"intención de destruir, en todo o en parte... el grupo [protegido], como
tal". No basta establecer, por ejemplo en términos del párrafo (a), que las
ejecuciones ilegales deliberadas de los miembros del grupo hubieren
ocurrido. La intención adicional también debe ser establecida, la cual es
definida muy precisamente. Es a menudo mencionada como la intención
específica o dolus specialis; usualmente será referida en la presente
Sentencia, como la “intención específica (dolus specialis)". No es
suficiente [pero es necesario] que los miembros del grupo sean el blanco
por pertenecer a dicho grupo, es decir, porque el autor tiene una
intención discriminatoria. Se requiere algo más. Los actos enumerados en
el artículo II deben cometerse con la intención de destruir al grupo como
tal en su totalidad o en parte. Las palabras "como tal" enfatizan esa
intención de destruir el grupo protegido.
(…)
370. A la luz de la revisión de la evidencia existente anteriormente y con
respecto de las atrocidades cometidas en Bosnia y Herzegovina en el
lapso de tiempo comprendido entre 1991 – 1995, la Corte ha concluido
que, a excepción de los eventos de Julio de 1995 en Srebrenica, la
intención necesaria requerida para que se constituya el genocidio no ha
sido demostrada de forma concluyente en relación con cada incidente
específico. Sin embargo, el Demandante se basa en la supuesta existencia
de un plan para cometer genocidio, indicado por un patrón de actos
genocidas o potencialmente genocidas cometidos a lo largo y ancho de
todo el territorio, contra las personas identificadas en todo el mundo y en
cada caso sobre la base de su pertenencia a un determinado grupo”[60].
(Resaltado fuera de texto).

El pronunciamiento de la Corte Internacional de Justicia coincide con la interpretación


que del tipo penal de genocidio han hecho otros jueces penales internacionales como
el Tribunal para Ruanda y el Tribunal para la antigua Yugoslavia, cuyos fallos son
particularmente relevantes para precisar el alcance del tipo penal de genocidio, en la
medida en que la regulación prevista en sus respectivos estatutos concuerda
integralmente con la que consagran la Convención sobre Genocidio y el artículo 6º
del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.

- El Tribunal Penal Internacional para Ruanda condenó en 1998 a Jean Paul Akayesu
como responsable de genocidio y crímenes contra la humanidad, debido a sus
ataques contra la etnia Tutsi en su condición de alcalde de la ciudad ruandesa de
Taba. En su fallo el Tribunal sostuvo que una característica específica del genocidio
es que las víctimas sean elegidas por pertenecer a un grupo determinado y no por
sus individualidades. De acuerdo con ese alto Tribunal:

“520. Con respecto al crimen de genocidio, el autor es culpable sólo


cuando ha perpetrado uno de los actos comprendidos en el artículo 2(2)
del Estatuto, con la clara intención de destruir, en todo o en parte, un
grupo particular. El autor es culpable porque sabía o debía haber sabido
que el acto en cuestión destruiría, en todo o en parte, al grupo.
521. Más precisamente, para que cualquiera de los actos del artículo 2(2)
del Estatuto sea elemento constitutivo de genocidio, debe haberse
cometido contra uno o varios individuos, porque éste o estos individuos
eran miembros de un grupo específico, y debido a su pertenencia al
grupo. Por lo tanto, la víctima no es escogida por su identidad individual,
sino a causa de su pertenencia a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso. La víctima del acto es un miembro del grupo, elegido como tal,
lo que significa finalmente que la víctima del crimen de genocidio es el
propio grupo y no solamente el individuo[61]”.[62] (Resaltado fuera de texto).

Lo anterior, a juicio de la Corte, fue justamente lo que se presentó en Ruanda con el


intento de exterminio de los miembros de la etnia Tutsi:

“124. Todo esto prueba, en opinión de la Sala que el objetivo era un grupo
bien particular, el grupo étnico tutsi. Es claro que las víctimas no fueron
elegidas debido a su identidad personal, sino a su pertenencia a tal
grupo. Las víctimas fueron en definitiva elegidas como miembros del
grupo como tal. Según Alison Desforges, en su testimonio, se asesinaba a
los tutsi por el único hecho de haber nacido tutsi”[63]. (Resaltado fuera de
texto).

- En la misma dirección, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia se


ha pronunciado en varias oportunidades frente a los ataques contra musulmanes y
croatas bosnios, insistiendo en que la pertenencia al grupo es uno de los rasgos
característicos y esenciales para la tipificación del genocidio.

En el caso Jelisic (1999) el Tribunal advirtió que la intención específica que


caracteriza el genocidio es la selección de las víctimas en cuanto sean parte del
grupo cuya destrucción se pretende, de modo que la pertenencia del individuo al
grupo “es el criterio decisivo para la determinar las víctimas inmediatas del crimen de
genocidio”. Ello sirvió de base para absolver al procesado de la comisión de ese
delito, pues aunque mató arbitrariamente no se probó el dolo especial relacionado
con la escogencia de la víctima por razón de su pertenencia al grupo con la clara
intención de destruirlo. Sostuvo al respecto:

“67. La intención especial que caracteriza al genocidio supone que el


presunto autor del crimen selecciona a sus víctimas porque son parte de
un grupo que él está buscando destruir. En caso de que el objetivo del
autor o autores del delito sea destruir el grupo en su totalidad o en parte,
la “pertenencia del individuo a un grupo particular es el criterio decisivo
para determinar las víctimas inmediatas del crimen de genocidio más que
la identidad de la persona[64]”.[65] (Resaltado fuera de texto).

En el caso Kupréskic (2000) el Tribunal reiteró que los ataques por genocidio deben
ser perpetrados contra individuos a causa de su pertenencia al grupo protegido:

“636. Como se indica anteriormente, el requisito del mens rea para la


persecución es superior que al de los ordinarios delitos contra la
humanidad, aunque inferior al de genocidio. En este contexto, la Sala de
Primera Instancia desea subrayar que la persecución como crimen de
lesa humanidad es un delito del mismo género que el genocidio. Tanto la
persecución como el genocidio son crímenes perpetrados contra personas
pertenecientes a un grupo en particular y las cuales se convierten en
objetivos a raíz de esa pertenencia. En ambas categorías lo que importa es
la intención de discriminar: de atacar a personas en razón de sus
características étnicas, raciales o religiosas (así como en el caso de la
persecución, en razón de su afiliación política). Mientras que en el caso
de la persecución, la intención discriminatoria puede asumir múltiples
formas inhumanas y manifestarse así misma en una pluralidad de
acciones incluyendo el homicidio, en el caso del genocidio esa intención
debe estar acompañada de la intención de destruir, en todo o en parte, el
grupo al cual las víctimas del genocidio pertenecen. (Resaltado fuera de
texto)[66].

El mismo criterio fue acogido en el caso Krstic (2001) con la primera condena de ese
tribunal por genocidio:

“561. En este caso, la Fiscalía y la Defensa, concuerdan en la creencia que


las víctimas de genocidio deben ser el blanco en razón de su pertenencia a
un grupo determinado. Ésta es la única interpretación que coincide con la
intención que caracteriza el crimen del genocidio. La intención de destruir a
un grupo como tal, en todo o en parte, presupone que las víctimas fueron
escogidas en razón de su pertenencia al grupo cuya destrucción se solicitó.

El mero conocimiento por parte de los perpetradores, de la pertenencia de


las víctimas a un grupo distinto, no es suficiente para establecer la
intención de destruir al grupo como tal”[67]. (Resaltado fuera de texto)

Finalmente, en el caso Blagojevic (2005) el Tribunal explicó que la expresión “como


tal”, en la configuración del tipo penal de Genocidio, se refiere al hecho de que las
víctimas sean objeto de ataque por razón de su pertenencia al grupo protegido, sin
perjuicio de que exista otro tipo de razones para la agresión:

“e. ‘Como tal’

669. Las víctimas del crimen deben ser el blanco por su pertenencia en el
grupo protegido, aunque no es necesario que sea únicamente por razón de
dicha pertenencia.

670. Como se mencionó anteriormente, la Sala de Primera Instancia resalta


que la intención específica debe ser destruir al grupo como una entidad
separada y distinta”[68]. (Subrayado no original)

7.1.3.- Las anteriores consideraciones permiten concluir que, de acuerdo con la


regulación internacional y la lectura que de ella han hecho sus intérpretes
autorizados, uno de los elementos estructurales del tipo penal de genocidio es la
existencia de un dolo especial (dolus specialis), que consiste en la intención
específica que tiene el agresor de destruir total o parcialmente al grupo como tal [69].
En otras palabras, un componente del dolo especial del genocidio es que el
perpetrador tenga el propósito principal de destrucción del grupo, de manera que el
ataque ocurre precisamente porque la víctima pertenece al grupo protegido.

7.1.4.- En este orden de ideas, considera la Corte que la expresión “por razón de su
pertenencia al mismo”, del artículo 101 del Código Penal, representa en realidad un
ingrediente normativo subjetivo[70] que reafirma la esencia de tipo penal de genocidio
según los instrumentos de derechos internacional. Así, la norma realza la necesidad
de que exista un vínculo entre la agresión y el propósito o intención de destrucción
del grupo protegido, que no puede ser otro que el ataque se deba a la pertenencia de
la víctima al grupo nacional, étnico, racial, religioso o (en el caso colombiano)
político, ante la finalidad central de destruirlo. Con ello, lejos de afectarse el principio
de legalidad se asegura su plena vigencia, en la medida en que se reviste de
absoluta certeza a la disposición que consagra el delito de genocidio sin alterar
ninguno de los elementos estructurales del tipo penal.
La norma del código penal no desconoce el ámbito de protección del crimen de
genocidio previsto en los instrumentos de derecho internacional que se integran al
bloque de constitucionalidad, sino que por el contrario armoniza plenamente con
dichos estándares, en los cuales la pertenencia al grupo guarda relación directa con
el dolo especial (intención de destruir). En otras palabras, la expresión acusada
simplemente precisa cuál es el alcance del tipo penal de genocidio, pero en nada
cambia frente a la estructura de imputación prevista en el ordenamiento jurídico
internacional, ni hace más restrictivo el ámbito de protección allí consagrado.

En consecuencia, el cargo por violación del artículo 93 de la Carta Política no está


llamado a tener éxito y con ello se desvanece el reproche indirecto por la supuesta
violación del Preámbulo y de los artículos 2º, 5º, 11, 13, 29 y 107 de la Constitución,
por lo que la Corte declarará exequible la expresión impugnada.”
Corte Constitucional, Sentencia C-488/09, del veintidós (22) de julio de dos mil nueve (2009), Referencia:
expediente D-7593, M.P. Dr. Jorge Iván Palacio Palacio.-

II
¿PARA LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA EL CASI EXTERMINIO FÍSICO
DE LOS MIEMBROS DE LA UNIÓN PATRIOTICA ES O NO UN GENOCIDIO?:

Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, resolución de calificación del merito del sumario del catorce (14)
de marzo de dos mil once (2011), radicado 33.118. / Consultar Complemento: Sentencia condenatoria en el mismo
caso y radicado (contra el ex congresista César Pérez García), del quince (15) de mayo de dos mil trece (2013).-
“1.2. Crímenes de Lesa Humanidad y Genocidio según el Derecho
Internacional

Sin perderse de vista lo expuesto en los autos acabados de referir, en lo


relacionado con el fundamento de los crímenes de Lesa Humanidad y, en
específico, del Genocidio, en aquello que atañe a sus orígenes y consagración
como prohibición internacional por constituir un atentado grave contra la
dignidad de la humanidad y que, sería repetitivo realizar un recuento
minucioso como el que fuere objeto de exposición dentro de las providencias
citadas, es menester complementar la base estructural que permite colegir la
existencia de tales conductas dentro del sub judice.

A más de recordar que la conducta de Genocidio fuere juzgada por


primera vez a través de un Tribunal Penal Internacional ad-hoc, como es el caso
de los Juicios de Nüremberg y, que luego de la creación de la Organización de
las Naciones Unidas se empezaron a celebrar Tratados y Convenciones como
aquella suscrita para la Prevención y Sanción del delito de Genocidio y,
posteriormente el Tratado de Roma, vale la pena referenciar la existencia de
otra serie de instrumentos que constituyen conceptos vinculantes para el
Estado Colombiano y plenamente aplicables, con ocasión del Bloque de
Constitucionalidad.

1.3. Bloque de Constitucionalidad

Si bien es cierto, esta categoría fue incluida en la Constitución Política de


1991, la misma no fue denominada así sino hasta que la Corte Constitucional
Colombiana le dio dicho calificativo a partir de 1995 con ocasión de la
sistematización de las normas constitucionales que permitían dicha
categorización.

Frente a lo anterior la Corte Constitucional expuso, en la sentencia No. C-


225 de 1995, que “los tratados internacionales sobre derechos humanos y
derecho internacional humanitario previstos en los artículos 93 y 214 forman
con el resto del texto constitucional un bloque de constitucionalidad, compuesto
por normas formalmente constitucionales –el texto constitucional-, y normas
materialmente constitucionales –aquellas que sin aparecer en el texto
constitucional se consideran reglas y principios de valor constitucional-”.

Lo anterior se traduce en que, aunque la misma Carta Política establece


que es “norma de normas”, los tratados y convenciones de derecho
internacional relacionados con derechos humanos y derecho internacional
humanitario tienen un carácter prevalente que obliga a armonizar el contenido
de la Constitución con lo que en ellos se ha dispuesto y, en ese sentido, crear
un bloque interpretativo que les permita su aplicación en el derecho interno
como reglas y principios de valor constitucional.

A más de lo anterior, no se puede desconocer que esta forma de


interpretación constitucional ha permitido que al interior del derecho
colombiano y, en gran medida, respecto del derecho penal, se hagan avances
con la finalidad de cumplir con las necesidades y estándares del derecho
internacional en materia de justicia y que se enmarcan dentro del dinamismo
que se ha establecido conforme al fenómeno de la globalización, de tal manera
que no se atente contra las disposiciones internas ni contra las de carácter
internacional. Por lo anterior, no puede desconocerse tal y como lo indica la
doctrina que “antes de la entrada en vigor de la Constitución de 1991, las
normas internacionales de derechos humanos no tenían ninguna aplicación
práctica en nuestro país. Con contadas excepciones, los jueces colombianos no
conocían ni aplicaban esas normas, como lo mostró una investigación empírica de
un grupo de jueces y de la Comisión Andina de Juristas Seccional Colombiana” 1,
situación que se presentaba aún cuando había tratados internacionales
incorporados al ordenamiento jurídico interno, toda vez que sus
correspondientes leyes aprobatorias ya habían sido promulgadas y entrado en
vigencia, sin embargo, dicha falencia es la que ahora se pretende resaltar y así
evitar la inaplicabilidad de aquellas normas internacionales vinculantes y cuyo
análisis y aplicación al caso concreto se hacen estrictamente necesarias.

En desarrollo de lo anterior se estructuró el artículo 2° del Código de


Procedimiento Penal, a través del cual se orienta el caso bajo examen (Ley 600
de 2000), en lo relacionado con la integración que debe existir entre las normas
de procedimiento penal, la Constitución y los Tratados y Convenios
Internacionales vinculantes para el Estado Colombiano, por lo que no puede
omitirse la aplicación de los dispositivos que ya han sido referidos respecto de
los crímenes de lesa humanidad y del crimen de Genocidio, así como tampoco
la de los que más adelante se expondrán.

También, vale la pena recordar que la Corte Constitucional determinó que


“no sólo el derecho internacional humanitario es válido en todo tiempo sino que,
además, opera una incorporación automática del mismo al ordenamiento interno
nacional”2, por lo que se considera de especial importancia analizar la
congruencia que debe existir entre el ordenamiento internacional y el interno y
no, circunscribir una serie de conductas a lo dispuesto tardíamente en el
derecho nacional y aspirar a que no se pueda dar aplicación sistemática y
complementaria a las disposiciones internacionales, máxime cuando se han
presentado atentados graves contra la dignidad de la humanidad como así
sucede en los casos de crímenes de Lesa Humanidad.

1
UPRIMNY YEPES, Rodrigo, Bloque de constitucionalidad, Derechos Humanos y Nuevo Procedimiento Penal, en:
Reflexiones sobre el nuevo Sistema Procesal Penal, Consejo Superior de la Judicatura, Escuela Judicial Rodrigo Lara
Bonilla, Bogotá D.C., 2004, pág. 67.
2
CORTE CONSTITUCIONAL, Sentencia de Constitucionalidad No. 225 de 1995.
Para abundar aún más en argumentos que llevan a la Sala al respeto
absoluto por la especial imperatividad de las normas humanitarias válidas
en todo tiempo, además de la incorporación automática a la que ya se ha
referido la Sala en este auto, ésta deriva de la universal aceptación de sus
contenidos normativos por los pueblos civilizados y de la evidencia de los
valores de humanidad que los instrumentos internacionales recogen, como lo
ha sostenido la Corte Constitucional en la sentencia de la revisión
constitucional del Protocolo II de Ginebra, en la que señala: “Todos los actores
armados, estatales o no estatales, están entonces obligados a respetar estas
normas que consagran aquellos principios mínimos de humanidad que no
pueden ser derogados ni siquiera en las peores situaciones de conflicto
armado”3.

No puede entonces desconocerse el mandato, al que no puede oponerse la


temporalidad, porque las normas de derecho internacional humanitario
preservan aquel núcleo intangible y evidente de los derechos humanos, que
se reitera, no puede ser desconocido y menos, excusarse ante la comunidad
internacional, ni ante el ordenamiento jurídico colombiano, “la comisión de
conductas que vulneran claramente la conciencia misma de la humanidad,
como los homicidios arbitrarios, las torturas, los tratos crueles, las tomas de
rehenes, las desapariciones forzadas, los juicios sin garantías o la imposición
de penas expost facto”4.

No se trata entonces de un derecho de excepción, ni tampoco como una


excepción al derecho en sentido de legislación formal, sino más bien con la
naturaleza y características de los crímenes de Lesa Humanidad y con la
necesaria subordinación de la legislación interna a ciertos principios previos y
superiores que condicionan su validez y, consiguientemente, su aplicación5.

De conformidad con lo dispuesto en el Estatuto de Roma, entre el 3 y el


10 de diciembre de 2002, la Asamblea de Estados Partes del Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional, aprobó el cuerpo normativo conocido, referido a
los Elementos de los Crímenes (EC) que ayudarían a la Corte a interpretar y
aplicar los artículos 7° y 8° en forma compatible con el Estatuto:

En relación con el Crimen de Lesa Humanidad, concibió los siguientes:

1. Que el autor haya privado gravemente a una o más personas de sus derechos
fundamentales en contravención del derecho internacional.
2. Que el autor haya dirigido su conducta contra esa persona o personas en razón
de la identidad de un grupo o colectividad o contra el grupo o la colectividad
como tales.
3. Que la conducta haya sido dirigida contra esas personas por motivos políticos,
raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos o de género, según la
definición del párrafo 3 del artículo 7 del Estatuto o por otros motivos
universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al derecho
internacional.
4. Que la conducta se haya cometido en relación con cualquier acto de los
señalados en el párrafo 1 del artículo 7 del Estatuto o con cualquier crimen de
competencia de la Corte.
5. Que la conducta se haya cometido como parte de un ataque generalizado y
sistemático, dirigido contra la población civil.

3
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C-225 de 1995.
4
Ibídem.
5
Cft. Delitos de Lesa Humanidad. Reflexiones acerca de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación. Editorial Ediar. Buenos Aires. Argentina. Capítulo II. José Antonio Buteler, pág. 24.
6. Que el autor haya tenido conocimiento que la conducta era parte de un ataque
generalizado o sistemático dirigido contra una población civil o haya tenido la
intención de que la conducta era parte de un ataque de ese tipo. En este último
caso, valga decir, no es necesario que el autor tuviere conocimiento de todas
las características del ataque ni de los detalles precisos del plan o de la política
de estado o la organización.

Los numerales 5° y 6° que regulan los elementos de los Crímenes de Lesa


Humanidad, describen el contexto en que debe tener lugar el análisis de la
conducta imputada al doctor CÉSAR PÉREZ GARCÍA.

Es preciso recordar también como fundamento, lo expuesto en la


doctrina y la jurisprudencia internacionales pues, aunque en algunos casos no
es vinculante, sí sirve como fuente interpretativa de dichos Tratados y
Convenciones Internacionales, lo que supedita la labor de la administración de
justicia colombiana a adecuar sus criterios a los estándares allí delineados ó,
dicho de otra forma, “los operadores jurídicos tienen la obligación de incorporar
la doctrina y la jurisprudencia de organismos y tribunales internacionales en su
labor hermenéutica, debido a que sería inútil utilizar normas de textura abierta
del nivel internacional para interpretar reglas constitucionales de las mismas
características que incluso usualmente tienen contenidos idénticos. Se requiere el
uso de estas fuentes del derecho internacional para la construcción de
argumentos sólidos en la práctica jurídica y para garantizar que las actuaciones
judiciales internas sean consideradas respetuosas del derecho internacional de
los derechos humanos en los sistemas internacionales de protección” 6, criterio
que es acogido plenamente por esta Corporación.

Es por todo lo anterior y, en complemento del marco normativo expuesto


en los autos brevemente referenciados, a saber, el Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional, la Convención para la Prevención y Sanción del Genocidio,
la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los crímenes de Guerra y de los
crímenes de Lesa Humanidad, la jurisprudencia constitucional Colombiana y
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que también se cuenta con
el Estatuto del Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia y con el Estatuto
del Tribunal Internacional para Ruanda, en lo relacionado con la tipificación de
los crímenes de Lesa Humanidad y del crimen de Genocidio.

De conformidad con el Estatuto del Tribunal Internacional para la Ex


Yugoslavia, creado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
mediante la Resolución No. 827 del 25 de mayo de 1993, se estableció en
su artículo 4° que constituye una violación del derecho internacional
humanitario, el crimen de Genocidio, el cual es definido así:

“Se entiende como Genocidio cualquiera de los siguientes actos cometidos con la
intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso
en cuanto a tal:

1. Asesinato de miembros del grupo


2. Graves atentados contra la integridad física o psíquica de los miembros del grupo
3. (…)

Los siguientes actos serán castigados:

6
VIDAL LÓPEZ, Roberto y SÁNCHEZ MEJÍA, Liliana, Derecho Internacional de los Derechos Humanos y
Derecho Internacional Humanitario, en: Capacitación a Procuradores Judiciales Penales, Sistema Penal Acusatorio,
Ministerio del Interior y de Justicia, Procuraduría General de la Nación y Unión Europea, dentro del marco del
proyecto “Fortalecimiento del sector justicia para la reducción de la impunidad en Colombia, Convenio No.
ALA/2004/016-831”, Pág. 20.
a. El Genocidio
b. La colaboración para la Comisión del Genocidio
c. La incitación directa y pública a cometer Genocidio
d. La tentativa de Genocidio
e. La complicidad en el Genocidio”

Así mismo, se indica en el artículo 5°, que hacen parte de los crímenes
contra la humanidad, aquellos que

Entre ellos:

a. Asesinato
b. (…)
h. Persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos
(…)”

Ahora bien, de acuerdo con el Estatuto del Tribunal Internacional para


Ruanda, creado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
mediante la Resolución No. 955 de 1994, en su artículo 2° se establece que
constituye Genocidio:

“Cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, total o


parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso en cuanto tal:

1. Asesinato de miembros del grupo


2. Graves atentados contra la integridad física o mental de los miembros del grupo.
3. (…)

Serán castigados los siguientes actos:


a. El Genocidio
b. La colaboración para la comisión de Genocidio
c. La incitación directa y pública a cometer Genocidio
d. La tentativa de Genocidio
e. La complicidad en el Genocidio”

De igual forma, se indica en el artículo 3°, que hacen parte de


los crímenes contra la humanidad, aquellos que:

“han sido cometidos en el curso de un ataque generalizado y sistemático, y dirigidos


contra cualquier población civil en razón de su nacionalidad o pertenencia a un grupo
político, étnico, racial o religioso:

a. Asesinato
b. (…)

h. Persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos (…)”

Como se puede observar de las Resoluciones a través de las cuales se


crearon los Tribunales ad-hoc cuyos Estatutos se acaban de referenciar, la
descripción del crimen de Genocidio deviene idéntica a la efectuada por las
Naciones Unidas dentro del artículo 2° de la Convención para la Prevención y
Sanción del delito de Genocidio de 1948 y que fuere retomada por la Legislación
interna Colombiana en el artículo 1° de la Ley 589 de 2000 y en el artículo 101
de la Ley 599 del mismo año, así como por la Asamblea Internacional de
Plenipotenciarios en el marco del Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional, dentro de su artículo 6°.
De acuerdo con lo anterior, queda claro que el marco normativo del delito
de Genocidio como crimen de Lesa Humanidad se encuentra cabalmente
definido en el ámbito internacional aún con anterioridad a la promulgación de
la Ley 589 de 2000, lo que da mayor soporte a la tesis inicialmente expuesta
por la Corte Suprema de Justicia; es decir, el delito de Genocidio es un crimen
de connotación internacional que atenta gravemente contra la dignidad de la
humanidad, tanto así que han tenido que crearse Tribunales ad-hoc con la
finalidad de sancionar internacionalmente aquellas conductas constitutivas de
dicho delito. Aquí y en atención a la fuerza vinculante del Bloque de
Constitucionalidad, acudir a la interpretación sistemática que se ha predicado
en el presente proceso es perfectamente razonable y reconocedora de los
derechos fundamentales no sólo del procesado sino de las víctimas, situación
que de ninguna manera desconoce o desdibuja el principio de legalidad,
máxime cuando se está frente a una conducta constitutiva de un crimen
de macrovulneración que, a más de ser pluri-ofensivo, tiene efectos no
sólo nacionales sino internacionales y cuya comisión se encuentra
proscrita por la comunidad internacional, porque tal y como se referenció en
los autos precedentes a esta decisión, cuando se hizo la cita del artículo 15.1
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en donde se indicó con
claridad que es perfectamente aplicable el concepto del principio de legalidad
universal, pues, recuérdese que la norma acabada de mencionar indica que
“Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no
fueran delictivos según el derecho nacional o internacional”, lo que se traduce en
que no se atenta contra el principio de legalidad cuando se sanciona una
conducta que ha sido descrita a nivel internacional como punible.

La “injusticia extrema”, como así lo ha considerado la doctrina, “hace que


la norma pierda el carácter jurídico o la validez jurídica, por lo que no es
suficiente con lesión o puesta en peligro de bienes jurídicos propia de los delitos
“normales” para afirmar esa extrema injusticia, siendo necesario que se
produzca una contradicción insoportable entre la norma y el núcleo esencial de
los derechos humanos cuya vulneración representa una injusticia extrema”7.

El anterior criterio ha sido expuesto reiteradamente por la Corte Suprema


de Justicia en desarrollo de lo recomendado por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos y de lo decidido por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, tal y como se ha expuesto en su jurisprudencia, en donde ha
indicado que

“Sobre el tópico, cabe destacar que lo que debe definirse, antes que la legislación
procesal vigente para el momento de los acontecimientos, es, como en efecto indica el
delegado del Ministerio Público, el marco constitucional en que ocurrieron los mismos y
se impulsó la cuestionada investigación, que no es otro diferente al que actualmente nos
rige.

Es así como el inciso 1° del artículo 93 de la Constitución Política de 1991 señala que los
tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que reconocen los
derechos humanos y prohíben su limitación en los estados de excepción, prevalecen en el
orden interno.

En este orden de ideas, resulta válido afirmar que la Constitución, directamente, confiere
plenos efectos jurídicos a los tratados y convenios debidamente ratificados por Colombia.

7
CABANA FARALDO, Patricia. Responsabilidad Penal del Dirigente en estructuras Jerárquicas. La autoría mediata
con aparatos organizados de poder.Tirant Lo Blanch. Nro. 302. Valencia. 2004, pág. 219.
Y es a partir de esa preceptiva que se ha fundamentado el concepto de bloque de
constitucionalidad, referente a las normas constitucionales que no están consagradas
directamente en la Carta, pero que regulan principios y valores a los cuales remite esta.

Así las cosas, las disposiciones contenidas en los instrumentos internacionales que han
sido aprobados y ratificados por Colombia, en este caso la normatividad contenida en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, estaban vigentes para el 21 de marzo
de 1998, fecha en la que ocurrió la muerte violenta de la menor Leydi Dayán Sánchez
Tamayo.
(…)
Es, por todo lo anterior, admisible la causal invocada en este evento, con fundamento en
el numeral 4° del artículo 192 de la Ley 906 de 2004, a pesar de que para la fecha de los
hechos, y, en general, para la época en que la justicia penal militar rituó el trámite que
culminó con sentencia absolutoria, no había entrado en vigencia en el ordenamiento
interno colombiano la norma en cuestión, en tanto, se reitera, independientemente de la
legislación interna regulatoria de la materia, ya para ese momento, en el ámbito de los
tratados vigentes suscritos por Colombia y, en consecuencia, con fuerza obligacional que
dimana del bloque de constitucionalidad, era menester adelantar una adecuada y
suficiente investigación que tutelase los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y
la reparación.

El soporte de la misma, se itera, lo constituye el marco constitucional en rigor por ese


entonces, que no es otro que los convenios y tratados internacionales aprobados y
ratificados por Colombia.
(…)
Por ello, con independencia de que haya existido o no causal de revisión al tiempo de los
hechos, lo cierto es que Colombia ya había asumido los anteriores compromisos
internacionales y en ningún caso podría anteponer normas de derecho interno para
deshonrarlos.”8 (Subrayas fuera de texto).

En consecuencia y, en perfecta ilación con lo que viene de estudiarse, el


problema planteado trasciende la frontera del derecho interno y se enmarca
dentro de los derroteros que, en materia de Derechos Humanos, ha fijado la
Comunidad Internacional y que han sido asumidos por el Estado Colombiano,
razón por la cual, no pueden aducirse normas de carácter interno con la
finalidad de impedir la aplicación que, por vía del Bloque de Constitucionalidad,
tiene que darse de los Tratados y Convenios Internacionales que al tiempo de
los hechos tenían una vigencia ya bastante prolongada, la cual aún continúa y
sigue siendo aceptada por Colombia.

En este orden de ideas, es dado reflexionar que se trata de un Principio


de Legalidad Universal, esto es, supranacional, más no un incumplimiento de
dicho Principio, también fundamental en el marco de las investigaciones
penales. Corolario de lo que se acaba de exponer, no cabe duda que la
inexistencia de una norma de carácter interno nunca podrá ser antepuesta a lo
regulado internacionalmente por vía de Tratados o Convenios debidamente
ratificados por Colombia en el marco de sus compromisos con la Comunidad
Internacional, máxime en materia de protección de Derechos Humanos, en
razón a su condición de inherentes a todo ser humano, por el sólo hecho de
serlo.

8
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Sala de Casación Penal, Sentencia de Revisión del 1 de noviembre de 2007,
radicado No. 26.077- Este criterio fue idénticamente reiterado por la Corte Suprema de Justicia en la Sentencia de
Revisión del 6 de marzo de 2008, radicado No. 24.841; Sentencia de Revisión del 6 de marzo de 2008, radicado No.
26703; Sentencia de Revisión del 16 de diciembre de 2008, radicado No. 28.476; Sentencia de Revisión del 19 de
agosto de 2009, radicado No. 26.657, M.P.; Sentencia de Revisión del 24 de febrero de 2010, radicado No. 31.195.
Queda así claramente establecido que la categorización como Genocidio
en el marco de los crímenes de Lesa Humanidad de aquellas conductas
graves atentatorias de los Derechos Humanos resulta perfectamente aplicable
sin violentar el principio de legalidad, siempre y cuando se cumplan los
parámetros de legalidad universal y por estar descritas como tales en el marco
de las disposiciones adoptadas por la Comunidad Internacional y que hacen
parte de los compromisos adquiridos por el Estado Colombiano. Por eso resulta
de vital importancia determinar la procedencia de la misma en aquellos asuntos
específicos que no fueron definidos por la comunidad internacional como
Genocidio, como es el caso de los grupos políticos, pero que por materializarse
todos los elementos estructurales básicos de la figura general referenciada por
dicha Comunidad, permite darle aplicación en la mencionada categoría, toda
vez que sí se enmarcan dentro del género (Lesa Humanidad), pues, con
claridad se definió que un ataque generalizado y sistemático contra un
grupo político, sí constituye un crimen de Lesa Humanidad.

Si bien es cierto, dentro del marco normativo que se ha expuesto no sólo


en esta decisión sino en las que la han antecedido, que no se establece
específicamente como constitutiva de Genocidio aquella conducta que se
encuentra dirigida a la destrucción total o parcial de un grupo de carácter
político, no lo es menos que en los autos referenciados inicialmente se analizó
cuáles eran las razones que llevaban a la Corte a considerar que aún así no se
desconoce el principio de legalidad universal, pues la descripción efectuada en
dicho marco normativo hace parte de unas bases estructurales de contenido
general que deben ser adecuadas de manera específica por cada uno de los
Estados, pero siempre en cumplimiento de los elementos básicos que orientan
la tipificación del delito como tal; elementos, que ha considerado esta
Corporación se encuentran reunidos dentro del caso sub examine y que fue
definido en igual sentido por parte de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, tal y como lo reseñó dentro de la sentencia del 26 de mayo de 2010,
en el caso MANUEL CEPEDA VARGAS Vs. COLOMBIA.

En desarrollo de lo anterior, vale la pena recordar lo expuesto por esta


Sala en el siguiente sentido:

“Al respecto deben recordarse las reglas de interpretación de los tratados internacionales
consagradas en la Convención de Viena de 1969, aprobada por la Ley 32 de 1985,
ratificada el 10 de abril de 1985 y en vigor para Colombia desde el 10 de mayo de 1985,
donde se estableció que los tratados internacionales constituyen los parámetros generales
y mínimos de protección de derechos y de los principios de derecho internacional, los
cuales deben ser desarrollados de forma específica por cada uno de los Estados, lo que no
es óbice para ampliar el umbral de aplicación cuando, de forma general, se cumplen todos
los requisitos que en dichos Tratados y Convenios se han determinado.

Lo anterior se traduce, para efectos de los crímenes de especial connotación internacional,


en que la categorización o denominación que se le dé a un específico grupo no es lo
determinante para la adecuación típica como crimen de tal jaez, sino la finalidad de
destruir el mismo o a alguno de sus miembros por el hecho de pertenecer a aquél, razón
por la cual, si al momento de hacer la tipificación se puede determinar que se reúnen
todos los requisitos para predicar que se presenta una “conducta atroz de
aniquilación sistemática y deliberada de un grupo humano con identidad propia
mediante la desaparición de sus miembros”9, es fácilmente colegible que constituye
un delito de lesa humanidad.

9
CORTE CONSTITUCIONAL, Sentencia de Constitucionalidad No. 177 de 2001. En igual sentido en la
Sentencia de Constitucionalidad No. 148 de 2005.
Al respecto, ya se ha presentado al interior de la sociedad colombiana un caso práctico
que ha sido catalogado como de lesa humanidad, por el exterminio de los miembros de un
grupo político por el hecho de la pertenencia al mismo. El caso citado se predica respecto
del movimiento político que se denominó la Unión Patriótica.

De los casos que se resaltan debe tenerse en cuenta lo acontecido con el senador Manuel
Cepeda, quien hacía parte del grupo político citado y fue asesinado el 9 de agosto de 1994
–antes de la entrada en vigencia de la Ley 589 de 2000- por militares y paramilitares
colombianos, cuando se dirigía hacia el Congreso de la República. Debe rescatarse que el
doctor Cepeda Vargas fue el último congresista postulado por la Unión Patriótica y que
resultó electo, pero con su asesinato se truncó la posibilidad de representación política en
el Congreso por parte de dicha agrupación, lo que incidió en la pérdida de su personería
jurídica, produciéndose, entonces, la desaparición –por lo menos jurídica y política- del
grupo”10 (negrillas no originales).

Respecto de ese caso y en armonía con el que aquí se estudia, dentro del
auto citado se hizo precisión que tal acontecer fáctico se enmarcaba dentro de
los delitos de Lesa Humanidad y que, el análisis efectuado era acertado en lo
relacionado con los elementos que permiten estructurar la situación ocurrida
con la UP como un crimen de Genocidio, pero que ahora resulta mucho más
acertado si se tiene en cuenta el contenido de la decisión de fondo analizada en
la sentencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos el 26
de mayo de 2010 dentro del caso de Manuel Cepeda Vs. Colombia, de la cual,
vale la pena resaltar lo que sigue:

“En las fuentes disponibles no se encuentran cifras inequívocas sobre el número de


personas víctimas de la violencia contra la UP. En 1995 los Relatores Especiales de
Naciones Unidas sobre tortura y sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o
arbitrarias habían señalado que desde 1985 la UP había perdido “a más de 2.000
miembros, con inclusión de un senador, tres diputados de la Cámara baja y varios
alcaldes y consejeros municipales, todos los cuales han sido asesinados por motivos
políticos”. En 1998 la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos afirmó que “[l]a actividad política colombiana se caracteriza por el alto grado
de intolerancia frente a los partidos y movimientos de oposición[; que e]l ejemplo más
dramático es el caso de la Unión Patriótica, cuyos militantes han sido víctimas de
ejecuciones sistemáticas[, con m]ás de 1.500 miembros […] asesinados desde la
fundación del mismo en 1985, incluyendo autoridades electas y la casi totalidad de sus
representantes al Congreso. Otros han tenido que exiliarse y abandonar sus cargos
políticos”. La Comisión Interamericana afirmó en 1999 que “[c]asi todos los miembros
de este partido que fueron elegidos para ocupar escaños parlamentarios y otros cargos
importantes, han sido asesinados”. De un documento elaborado en 2008 para el
Programa Presidencial de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la República
surge que, en el período de 1984 a 1993, 540 homicidios corresponden a miembros de la
UP. Así, “se muestra la magnitud de la victimización en contra de la Unión Patriótica
(UP) con respecto al total de víctimas fatales y no fatales de violencia política entre 1984
y 1994”, pues en promedio, las víctimas de la UP representan el 40% del total; aunque
para los años 1986 y 1987 llegaron a representar casi el 60% del total de víctimas”.
(…)
“La violencia contra la UP ha sido caracterizada como sistemática, tanto por
organismos nacionales como internacionales, dada la intención de atacar y eliminar a
sus representantes, miembros e incluso simpatizantes. La Alta Comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos se refirió a las ejecuciones de militantes de
la UP como “sistemáticas”; el Defensor del Pueblo calificó a la violencia contra los
dirigentes y militantes de ese partido como “exterminio sistematizado”; la Corte
Constitucional de Colombia como “eliminación progresiva”; la Comisión
Interamericana como “asesinato masivo y sistemático”; la Procuraduría General de la

10
Auto del 13 de mayo de 2010, a través del cual la Sala avoca el conocimiento del proceso.
Nación se refiere a “exterminio sistemático”, y la Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación como “exterminio”.”
(…)
“Por ende, el Tribunal observa, en atención a lo expresado por autoridades estatales y
organismos internacionales, que los hechos del presente caso ocurrieron en el contexto
descrito de violencia sistemática contra los miembros de la UP.”
(…)
“…la Corte considera que las amenazas y la desprotección deliberada que enfrentó el
Senador Cepeda Vargas, motivadas por su participación en los espacios democráticos a
los que tenía acceso, se manifestaron en restricciones o presiones indebidas o ilegítimas
de sus derechos políticos, de libertad de expresión y de libertad de asociación, pero
también en un quebrantamiento de las reglas del juego democrático. A su vez, al estar
reconocido el móvil político del homicidio (supra párr. 73), la Corte considera que la
ejecución extrajudicial de un oponente por razones políticas no sólo implica la violación
de diversos derechos humanos, sino que atenta contra los principios en que se
fundamenta el Estado de Derecho y vulnera directamente el régimen democrático, en la
medida que conlleva la falta de sujeción de distintas autoridades a las obligaciones de
protección de derechos humanos reconocidos nacional e internacionalmente y a los
órganos internos que controlan su observancia”.
(…)
“En razón de lo anterior, el Estado deberá utilizar los medios que sean necesarios, de
acuerdo con su legislación interna, para continuar eficazmente y con la mayor diligencia
las investigaciones abiertas, así como abrir las que sean necesarias, con el fin de
individualizar, juzgar y eventualmente sancionar a todos los responsables de la ejecución
extrajudicial del Senador Manuel Cepeda Vargas, y remover todos los obstáculos, de
facto y de jure, que puedan mantener la impunidad este caso. En particular, el Estado
deberá conducir las investigaciones con base en los siguientes criterios:

a) investigar de forma efectiva todos los hechos y antecedentes relacionados


con el presente caso, inclusive la alegada existencia del “plan golpe de gracia” u
otros planes dirigidos a amedrentar y asesinar a miembros de la UP, tal como ha
avanzado en ese sentido la Fiscalía General de la Nación, para lo cual deberá
adoptar todas las medidas necesarias para determinar y visibilizar patrones de
conducta de violencia sistemática contra la colectividad de la que hacía parte el
Senador Cepeda Vargas;

b) determinar el conjunto de personas involucradas en la planeación y


ejecución del hecho, incluyendo a quienes hubieren diseñado, planificado o
asumido el control, determinación o dirección de su realización, así como
aquellos que realizaron funciones de organización necesarias para ejecutar las
decisiones tomadas, inclusive si están involucrados altas autoridades civiles,
mandos militares superiores y servicios de inteligencia, evitando omisiones en el
seguimiento de líneas lógicas de investigación;

c) articular, para estos efectos, mecanismos de coordinación entre los


diferentes órganos e instituciones estatales con facultades de investigación y
otros esquemas existentes o por crearse, a efectos de lograr las más coherentes y
efectivas investigaciones, de modo que la protección de los derechos humanos de
las víctimas sea uno de los fines de los procesos, particularmente en casos de
graves violaciones;
d) remover todos los obstáculos que impidan la debida investigación de los
hechos en los respectivos procesos a fin de evitar la repetición de lo ocurrido y
circunstancias como las del presente caso. En este sentido, el Estado no podrá
aplicar leyes de amnistía ni argumentar prescripción, irretroactividad de la ley
penal, cosa juzgada, ni el principio ne bis in ídem, o cualquier excluyente similar
de responsabilidad, para excusarse de esta obligación;
e) asegurar que las personas que participen en la investigación, entre ellas
víctimas, testigos y operadores de justicia, cuenten con las debidas garantías de
seguridad;

f) realizar con especial diligencia, en la indagación por la interacción del


grupo ilegal con agentes estatales y autoridades civiles, la investigación
exhaustiva de todas las personas vinculadas con instituciones estatales y de
miembros de grupos paramilitares que pudieron estar involucrados. Así, la
aplicación del principio de oportunidad o la concesión de cualquier otro
beneficio administrativo o penal no debe generar ningún tipo de obstáculo para
una debida diligencia en las investigaciones de criminalidad asociada a la
comisión de violaciones graves de derechos humanos, y

g) asegurar que los paramilitares extraditados puedan estar a disposición de


las autoridades competentes y que continúen cooperando con los procedimientos
que se desarrollan en Colombia. Igualmente, el Estado debe asegurar que los
procedimientos en el extranjero no entorpezcan ni interfieran con las
investigaciones de las graves violaciones ocurridas en el presente caso ni
disminuyan los derechos reconocidos en esta Sentencia a las víctimas, mediante
mecanismos que hagan posible la colaboración de los extraditados en las
investigaciones que se adelantan en Colombia y, en su caso, la participación de
las víctimas en las diligencias que se lleven a cabo en el extranjero.” (Subrayas
fuera de texto).

Como viene de verse, de conformidad con lo dispuesto por la Corte


Interamericana de Derechos Humanos y, en perfecta armonía con lo expuesto
por la Corte Constitucional y Suprema de Justicia Colombianas, los homicidios
y persecuciones a los miembros y simpatizantes del Partido Político “Unión
Patriótica” estuvieron enmarcados dentro de un plan sistemático, organizado
y generalizado de exterminio, lo que claramente nos permite colegir que
se trató de conductas gravemente atentatorias de los Derechos Humanos,
en especial de la dignidad humana, constitutivas de crímenes de Lesa
Humanidad y, en específico, de Genocidio, pues, si se observa
cuidadosamente lo afirmado por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, se cumplen a cabalidad los elementos estructurales básicos de tal
conducta punible descritos no solo en la Convención para la Prevención y
Sanción del Genocidio de 1948, sino también en los Tratados, Estatutos Ad-hoc
y jurisprudencia nacional e internacional posteriores, por lo menos, en lo
relacionado con la persecución al grupo político denominado UP.

La anterior manifestación reafirma el criterio desarrollado por esta


Corporación en el auto de fecha 13 de mayo de 2010, en el cual se indicó que,
si bien es cierto en los Tratados y Convenios Internacionales sobre Derechos
Humanos y Derecho Internacional Humanitario no se estableció taxativamente
que constituye Genocidio aquella persecución con la finalidad de destruir total
o parcialmente un grupo político, no es menos cierto que la descripción
efectuada en dicho marco normativo es general y, corresponde a cada uno de
los Estados y a la Comunidad Internacional hacer un desarrollo mucho más
específico de acuerdo a las necesidades y evolución de cada una de las
naciones, tal y como lo ha venido reiterando, verbi gratia, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, al interpretar con criterio de autoridad
la Convención Americana de Derechos Humanos. Recuérdese que dicho
desarrollo debe hacerse atendiendo a los elementos que en la normatividad
internacional se han plasmado como constitutivos de un crimen de la categoría
como el que se estudia.
Con base a lo definido por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, los acontecimientos acaecidos con el grupo político “Unión
Patriótica” se enmarcan claramente en esta descripción, pues, se reitera, se
trató de un plan sistemático, organizado y generalizado de exterminio que,
además, se prolongó por varios años y que atentó no sólo contra sus
integrantes sino también contra sus simpatizantes o seguidores.

De lo anterior se concluye que el plan tenía como finalidad la destrucción


total del grupo político “Unión Patriótica”, para lo cual se acudió a la matanza y
ejecución extrajudicial de casi la totalidad de sus miembros, como sucedió en la
masacre de Segovia (Antioquia); adicionalmente, a los pocos integrantes que
sobrevivieron a las matanzas, a las lesiones graves y a los atentados, se les
obligó a subsistir en condiciones que impedían la continuación de su práctica
ideológica, como el caso de aquellas personas que tuvieron que exiliarse en el
exterior o que tuvieron que abstenerse de profesar públicamente sus
convicciones políticas, generando que a la fecha y como consecuencia de la
persecución analizada, dicho grupo político ya no exista, lo que permite
observar el cumplimiento de la finalidad del plan criminal maquinado.

Es así como claramente se evidencia que los atentados contra los


miembros de la Unión Patriótica sí constituyen un Crimen de Lesa Humanidad,
razón más que suficiente para determinar que lo ocurrido en la Masacre de
Segovia se enmarca dentro de dicha categoría y, ello reafirma la tesis de esta
Corporación en el asunto investigado, así como la línea jurisprudencial que se
ha desarrollado respecto de todos los casos en los que se han presentado
atentados graves a los Derechos Humanos y/o al Derecho Internacional
Humanitario tal y como se observa en la sentencia del 16 de diciembre del 2010
dentro del radicado No. 33.039.

Ahora bien, para efectos de disipar cualquier clase de duda sobre las
limitantes establecidas en la legislación penal colombiana respecto del ius
puniendi, debe la Corte acoger lo dispuesto e impuesto por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos dentro de la jurisprudencia que viene de
citarse, en la cual se indica con claridad que es obligación del Estado investigar
con seriedad los atentados graves a los Derechos Humanos y al Derecho
Internacional Humanitario, que se deben utilizar los mecanismos idóneos para
determinar responsabilidad penal y procurar exhaustivamente la identificación
e individualización de los autores materiales así como de quienes determinaron
la comisión de las conductas lesivas. Frente a lo anterior, la Corte
Interamericana ordenó:

“…el Estado no podrá aplicar leyes de amnistía ni argumentar prescripción, irretroactividad


de la ley penal, cosa juzgada, ni el principio ne bis in ídem, o cualquier excluyente similar de
responsabilidad, para excusarse de esta obligación”.

Nuevamente, por tratarse de una investigación sobre una conducta que


atentó gravemente contra los Derechos Humanos y que ya se dejó claro una vez
más, constituye un Crimen de Lesa Humanidad, no pueden aducirse normas
de carácter interno para argumentar que operó la figura de la prescripción, por
lo que se reitera la posición de esta Sala en el sentido de mantener su criterio y
decisión sobre la imprescriptibilidad de esta clase de conductas.

1.4. Genocidio –Lesa Humanidad- y Concierto para delinquir con fines de


genocidio
En desarrollo del principio de legalidad universal que se ha predicado en
las decisiones de esta Sala y sin anticiparse la Corte a emitir criterios de
responsabilidad penal en contra del procesado, debe valorarse que en el
eventual caso del proferimiento de un fallo de carácter condenatorio, solamente
se le podrá imponer la pena que se encontraba establecida para la fecha de
comisión de los hechos, conforme al inciso 2° del artículo 15.1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Teniendo en cuenta lo anterior y lo que se definió en los autos del 13 de


mayo y del 22 de julio del año 2010, aunque las conductas por las cuales se
investiga al procesado son constitutivas de Crimen de Lesa Humanidad (Crimen
de Genocidio), al no existir dicha categorización como tipo penal al interior de la
legislación penal Colombiana, solamente se le podía imputar punitivamente por
los tipos penales existentes al momento de ocurrencia de los hechos que, como
ya se había esbozado, consisten en Homicidio múltiple agravado, Lesiones
Personales múltiples agravadas, Concierto para Delinquir, Daño en Bien Ajeno
y no así, expresamente, por delito de Genocidio y Asociación para cometer
Genocidio.

Por esto, debe examinarse si procede agravar la conducta cuando se trata


de una asociación para delinquir con fines de Genocidio y si esta se puede
enmarcar como uno de los graves atentados a los Derechos Humanos que
permitan hablar del cumplimiento del principio de legalidad y de su
imprescriptibilidad.

Reiteradamente se ha argumentado que son graves atentados contra los


Derechos Humanos y que son constitutivos de crímenes de macrovulneración
aquellos que trascienden las fronteras de lo nacional y han sido rechazados por
la Comunidad Internacional por erigirse en graves violaciones de la dignidad de
la humanidad, el Genocidio, los delitos de Lesa Humanidad, los Crímenes de
Guerra y el Crimen de Agresión, los cuales, actualmente, hacen parte del
catálogo de crímenes de competencia de la Corte Penal Internacional; lo que, en
principio, permitiría pensar que cualquier conducta que constituya un delito
pero que no se enmarca en dicho catálogo, no podría ser considerado como un
grave atentado a los Derechos Humanos.

Sin embargo y en desarrollo de lo expuesto por las autoridades judiciales


nacionales e internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y la Corte Constitucional Colombiana, existen algunas conductas
punibles que si bien, en initio, no constituyen crímenes contra la humanidad,
cuando se relacionan estrechamente con uno de éstos, se configura una nueva
e independiente conducta que puede ser catalogada como tal y a la que se le
debe dar igual tratamiento.

La anterior temática fue objeto de reciente pronunciamiento por la Corte


Constitucional Colombiana cuando se encontraba analizando la exequibilidad
de la Ley 1312 de 2009 a través de la sentencia No. C-936 de 2010, en la que
hace referencia a la relación del Concierto para Delinquir con los crímenes
que atentan contra la humanidad:

“la evolución de la categoría crimen de Lesa Humanidad en el Derecho Penal


Internacional, la jurisprudencia del Tribunal Penal Internacional de Ruanda y el Estatuto
de Roma de la Corte Penal Internacional ha sido consistente en el sentido de considerar
como delito de Lesa Humanidad únicamente el Concierto para Delinquir con fines de
Genocidio”11.

11
CORTE CONSTITUCIONAL, Sentencia de Constitucionalidad No. 936 de 2010, Salvamento de voto de los
Magistrados Juan Carlos Henao Pérez, Humberto Antonio Sierra Porto, Mauricio González Cuervo y Jorge Pretelt
Chaljud, en Comunicado de Prensa No. 59 del 23 de junio de 2010.
Criterio que reafirma la posición expuesta por esta Sala, tal y como se
manifestó en el auto del 13 de mayo de 2010 y en el del 22 de julio del mismo
año.

Dentro del principio de aquellos pronunciamientos la Sala Penal de la


Corte Suprema, indicó:

“…resulta ser contrario a la jurisprudencia en cita, suponer que los únicos delitos que
atentan contra la conciencia de la humanidad son los que están contenidos en los Tratados.
Justamente para precisar cuáles son los aspectos que han de tenerse en cuenta en punto de
considerar cuándo una conducta o conjunto de hechos punibles, son constitutivos de
delitos que ofenden la conciencia de la humanidad y avergüenzan el género humano,
como los señalados en el auto referido, sobrarían.

Este argumento sirvió precisamente para concluir que el delito de concierto para delinquir
agravado, que no está incluido, en nuestra legislación, en los instrumentos internacionales
como de lesa humanidad, en tanto comparte las características de esta categoría delictiva,
sería considerado como tal:

“Tomando en consideración los anteriores factores relevantes, la Corte no duda


en señalar que las graves conductas cometidas por los paramilitares deben
enmarcarse, primordialmente, dentro del contexto de crímenes de lesa
humanidad, pues el ataque perpetrado contra la población civil adquirió tales
dimensiones de generalidad y sistematicidad, que alteró de manera
significativa el orden mismo de civilidad, implicando el desconocimiento de
principios fundamentales del orden social imperante.
Los asesinatos, torturas, masacres, desapariciones, desplazamientos forzados,
violaciones, y en fin las múltiples violaciones sistemáticas a los derechos
humanos confesadas hasta el momento por los desmovilizados de esos grupos
armados que han sido escuchados en versión libre en el trámite del
procedimiento señalado en la ley 975 de 2005, no dejan duda que se
configuran las características esenciales que delinean los delitos de lesa
humanidad, en los términos aquí analizados”.

Este mismo análisis, en torno a la consideración del delito de concierto


para delinquir o la denominación que el Estatuto Penal de cada país lo
identifique, ha suscitado también decisiones en casos concretos, como se
aprecia en la sentencia proferida por la Suprema Corte de Justicia de la
República de Argentina, fallo que también será motivo de análisis
posteriormente en torno al tema de la imprescriptibilidad de la conducta, pero
por ahora, permite reflexionar sobre la consideración del delito de “asociación
ilícita” como delito de lesa humanidad:

“11) Que, estrictamente, y a partir de las propias definiciones utilizadas por el


a quo correspondía calificar a la conducta de Arancibia Clavel como un delito
de lesa humanidad, pues la agrupación de la que formaba parte estaba
destinada a perseguir a los opositores políticos de Pinochet, por medio de
homicidios, desaparición forzada de personas y tormentos "sobre cuyo carácter
no caben dudas" con la aquiescencia de funcionarios estatales. En efecto, de
acuerdo con el texto del Estatuto de Roma que en la resolución apelada cita
sólo en su art. 7, queda alcanzada toda forma posible de intervención en esta
clase de hechos. Así, no sólo quedan incluidas las formas "tradicionales" de
participación (art. 25, inc. 3, aps. a, b y c), sino que expresamente menciona el
contribuir "de algún otro modo en la comisión o tentativa de comisión del
crimen por un grupo de personas que tengan una finalidad común" (art. 25, inc.
3°, ap. d), cuando dicha contribución es efectuada "con el propósito de llevar a
cabo la actividad o propósito delictivo del grupo, cuando una u otro entrañe la
comisión de un crimen de la competencia de la Corte" (ap. d, supuesto i).
12) Que, por otro lado, si lo que estaba en discusión era la imprescriptibilidad
de una asociación ilícita cuyo objeto era la comisión de tales crímenes, el
instrumento normativo que debía regir la interpretación era la "Convención
sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de
Lesa Humanidad" (conf. ley 24.584 y decreto 579/2003), que adquirió
jerarquía constitucional por ley 25.778.

13) Que en este sentido no podría sostenerse que si los homicidios, la tortura y
los tormentos, la desaparición forzada de personas, son delitos contra la
humanidad, el formar parte de una asociación destinada a cometerlos no lo sea,
pues constituiría un contrasentido tal afirmación, toda vez que este último sería
un acto preparatorio punible de los otros.

Así, por ejemplo lo estatuyen los arts. 2, y 3 inc. b. de la Convención para


Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, que incluye dentro de los
actos castigados la "asociación para cometer genocidio"12.

A su vez, dentro del auto del 22 de julio de 2010, la Corte expuso:

“Claramente se observa que tanto la legislación internacional, como ocurre con la


normatividad interna, ha tenido en cuenta no sólo la conducta del autor o de los partícipes
sino que también ha considerado en especial la existencia de propósitos dirigidos a
cometer delitos de lesa humanidad, lo cual significa que también deben ser sancionadas en
igual medida aquellas conductas preparatorias para la comisión de los delitos que incluyen
tanto el acuerdo como el tomar parte en una actividad dirigida a ese fin, como ocurre con
el concierto para delinquir agravado y la desaparición forzada.
(…)
Desde el punto de vista de la incorporación de las figuras en el sistema interno
colombiano es, sin duda, el crimen de genocidio y el concierto para genocidio una
fórmula concertada y explicativa del crimen de lesa humanidad; así lo determina el código
penal, y la Corte Constitucional en el control previo a la incorporación y ratificación del
Estatuto de Roma. Razón de diferencia se encuentra en el concierto internacional sin que
ello impida al sistema interno realizar la interpretación que lleva la Sala.”

Como se observa de lo que aquí se ha expuesto, el crimen de Genocidio es


de aquellos delitos de trascendencia internacional, forma parte de los Crímenes
de Macrovulneración o Crímenes de Lesa Humanidad, el cual contiene unos
requisitos específicos que para el caso concreto y en lo que se relaciona con los
atentados a los miembros de la “Unión Patriótica”, se cumplen a satisfacción,
según los estándares internacionales y en cumplimiento del principio de
legalidad, pero a más de ello, debe tenerse en cuenta que de forma
independiente se puede configurar la asociación para cometer el Crimen de
Genocidio, cuya adecuación puede ser perfectamente desarrollada de forma
independiente a la relacionada con el Genocidio. Aún más, ambas pueden
concursar.

No puede perderse de vista que los Tratados y Convenios Internacionales,


jurisprudencia nacional e internacional y doctrina citados, hacen referencia a
una serie de conductas que, enmarcadas dentro de la categorización de
Genocidio, son castigadas, verbi gratia, las matanzas, las desapariciones
forzadas, las lesiones y, asimismo, algunas formas de participación que
excluyen el apotegma según el cual, responde solamente quien realiza la

12
Sentencia en el caso Enrique Lautaro Arancibia Clavel que confirma la imprescriptibilidad de los
crímenes contra la humanidad. Cfr: http://www.derechos.org/nizkor/arg/doc/arancibia1.html
conducta materialmente, quien la ordena o quien la determina. Por lo anterior,
se realiza un avance dogmático en relación con la cadena criminal que se debe
castigar; o, dicho de otra forma, qué partes del iter criminis pueden ser objeto
de reproche penal.

En este orden de ideas, queda claro que la Asociación para cometer


Genocidio, según el derecho internacional, o el Concierto para Delinquir con
fines de Genocidio, según el derecho interno Colombiano, hacen parte de los
actos preparatorios para la posterior perpetración del atentado grave contra la
existencia del grupo cuyo exterminio parcial o total se pretende (Genocidio),
pero aquellos actos se deben castigar por constituir una conducta
independiente y no así, por pretender que hacen parte íntegra de la acción final
como actos preparatorios.

Por lo tanto, teniendo en cuenta que lo que se constituyó fue un grupo de


personas con la finalidad de que realizaran una serie de conductas punibles
tendientes a la eliminación de otro con una tendencia política determinada y
conocida públicamente, conforme con lo aquí expuesto se enmarca dentro del
crimen de Genocidio. El objetivo perseguido con la conformación de ese grupo
inicial no era otro que lograr el exterminio de quienes hacían parte o eran
simpatizantes de la colectividad política por el hecho de ser tales o por su
pertenencia a ella y, en este orden de ideas, quiere decir que se reunieron con el
propósito de cometer el crimen de Genocidio, razón por la cual, además de
haber perpetrado la masacre, se organizaron adecuadamente y con la suficiente
premeditación para poder lograr su objetivo, por lo que resulta razonable
predicar la existencia del concurso de conductas punibles de Genocidio y
Asociación para cometer Genocidio, eso sí, haciendo nuevamente la advertencia
sobre la adecuación típica a los delitos que se encontraban normativamente
regulados para la época de ocurrencia de los hechos.

En fin, son variadas y constantes las respuestas dogmáticas y, con


arraigo, ahora en los instrumentos internacionales, que sin duda hacen parte
de la obligación convencional de ‘cumplir y hacer cumplir’, fundantes en el
‘Bloque de Constitucionalidad’.

La jurisprudencia de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de


Justicia no ha sido ajena al tema13. Es pertinente resaltar como antecedente de
gran interés la sentencia de casación número 18.499, del 25 de octubre de
2001 –Caso Segovia-, en donde se destacan circunstancias similares y, sin
duda, se reconoce la situación de abandono de la población civil, sin que por
ello se afecte el juicio valorativo probatorio, toda vez que se observa la
aquiescencia, la connivencia y la intención de desatender el deber de
protección. En esa oportunidad, puntualmente se dijo:

“A pesar de la pretensión del censor de no poderse creer en las declaraciones de


quienes, como éste último, aseveraron haber observado a su defendido la noche de
los hechos, aduciendo que no pudieron verlo porque llovía mucho y había tormenta
eléctrica, no logra desvirtuar lo apreciado por el Tribunal como otro fundamento de
la condena, al haber tenido la oportunidad esos testigos de observarlo cerca,
mientras otros, de oídas, escucharon que lo habían visto esa noche. Así sea palmario
que se disminuya la visibilidad en la noche, no porque además haya tormenta se
elimina la posibilidad de apreciar lo que ocurre alrededor, menos en distancias
cortas y cuando, ante la magnitud de la tragedia que se desarrollaba, se agudiza la
perceptibilidad”.

13
Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sala Penal. Sentencia de Casación de septiembre 12 de 2007. Rad: 24.404,
conocida como “La Masacre de la Gabarra”.
A su turno, es relevante la reciente decisión –Sentencia de casación
23.825, del 7 de marzo de 2007, Caso Machuca-, en donde se compilan
especiales precisiones sobre la coautoría con respecto al crimen organizado, así:

“Mediando, como en el presenta asunto, ideologías compartidas, voluntades


concurrentes e intervención con aportes concretos según la división preacordada del
trabajo criminal, se afirma que todos son coautores globalmente de la conducta
delictiva realizada y responsables por sus consecuencias. No es, como suele
entenderse, que cada uno sea autor sólo de la parte que le corresponde en la división
del trabajo; ya que en este género de manifestaciones del crimen organizado se
gesta un conocimiento común y una voluntad que también es común y por ello, el
delito que recaiga en ese marco de acción, pertenece a todos como autores”.

Y se referencia el desarrollo doctrinario de lo que se denomina


“Estructuras o aparatos organizados de poder”, al señalarse:

“Sin embargo, como se constata en las reflexiones anteriores, la Sala difiere tanto
de la Procuradora 161 Judicial Penal II, como del Procurador Primero Delegado
para la Casación Penal, en cuanto ellos, en la demanda y en el concepto,
respectivamente, sostienen que en este caso específico los procesados deben
responder como autores mediatos bajo la figura de las estructuras o aparatos
organizados de poder; y, en cambio, para la Sala de Casación Penal, la coautoría
predicable de los procesados es simplemente coautoría impropia, por división del
trabajo en la empresa criminal común, perteneciente por igual a los subversivos que
dinamitaron a propia mano el oleoducto, como a los cuadros de mando del Ejército
de Liberación Nacional y de sus frentes de combate (…)

Tampoco se ha demostrado que los integrantes del Comando Central del ELN o los
jefes de sus grupos o cuadrilla, hubiesen coaccionado a subversivos rasos o sin
posición de mando a cometer el atentado so pena de sanciones disciplinares; y nada
indica que los autores materiales hubiesen sido instigados o presionados o actuado
sin autonomía, hipótesis en la cual sería menester adentrarse en el estudio de lo
atinente a la posible determinación; y si ésta llegare a desvirtuarse, entonces sí
pasaría a explorarse la incidencia de las estructuras organizadas de poder”,

elemento que también hace parte importante de esta presentación del “estado
del arte”.”
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, resolución de calificación del merito del sumario del catorce (14)
de marzo de dos mil once (2011), radicado 33.118. / Consultar Complemento: Sentencia condenatoria en el mismo
caso y radicado (contra el ex congresista César Pérez García), del quince (15) de mayo de dos mil trece (2013).-
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UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO


FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS
DERECHO PENAL ESPECIAL I.
Docente: Manuel López Noriega.

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