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Origen y alcance del término


El término toma forma durante la segunda mitad del siglo XX, cuando la competencia y
expansión del consumo obliga a las empresas a diferenciarse mediante a campañas de todo
tipo con las que se busca ganar participación en el mercado. Junto con la globalización, este
proceso se intensifica y las marcas comienzan a ser reguladas en cuanto a los mensajes
publicitarios que pueden emitir, atendiendo a las características fehacientes de los productos y
un comentario, de ser necesario, sobre cualquier elemento ambiguo respecto a la compra,
promoción o característica asociada a cualquier producto. Dicha reglamentación, con la
globalización, se produjo de manera dispar en los distintos países del mundo, por lo que
muchas restricciones llegaron a destiempo.

Publicidad engañosa en España


En España, se considera publicidad engañosa a todo aquel mensaje de índole promocional o
publicitario que pueda inducir a un error en cuanto a su interpretación. Ya sea de manera
accidental o deliberada, la ley define expresamente que, si esta puede afectar su
comportamiento económico de manera adversa o producir cualquier perjuicio al consumidor o
incluso a los competidores de la empresa en cuestión, dicho mensaje será considerado como
engañoso.

Es engañosa la publicidad en caso de omitir datos necesarios sobre los bienes o servicios que
puedan producir o efectivamente hayan inducido a un error o actividad considerada perjudicial
para el destinatario.

El mensaje publicitario, en primer lugar, debe valorarse en términos de veracidad. Esto quiere
decir que debe haber un componente referido a la realidad objetiva como alusiones a
comportamientos o elementos materiales o hábitos económicos. Por otro lado, la alusión a
elementos ideológicos y juicios de valor no puede ser considerada engañosa; no por decir
“este es el mejor juguete que jamás haya existido” uno puede decir que se trata de un engaño,
por malo que sea el juguete. Esto es así para todas las manifestaciones de carácter subjetivo
que aparezcan como parte de un mensaje publicitario.
En segundo lugar, si puede demostrarse la inexactitud de la información y datos contenidos en
el mensaje. Dicha inexactitud se recoge en el marco jurídico y la normativa correspondiente a
la defensa al consumidor y en ciertos casos que establecen su jurisprudencia. En este punto
es donde podemos encontrar la razón de las definiciones de “alimento a base de” que
encontramos en los productos.

Algunos otros elementos que pueden determinar la validez o no de un mensaje publicitario

 Expresiones ambiguas o desconocidas que puedan adoptar múltiples significados.


 Expresiones verdaderas, pero que conducen a conclusiones que no se verifican en el uso
cotidiano.
 Una promesa excesiva como fundamental para conseguir el propósito del mensaje.

En cualquiera de estos casos en que el anunciante —y, en consecuencia, la empresa—


incursione en uno o varios de estos puntos, se puede considerar que se trata de publicidad
engañosa. En este sentido, dependiendo de la falta y el alcance del daño producido al o los
consumidores, el responsable puede ser penalizado con el cumplimiento de un resarcimiento
económico para con estos, e incluso percibir un procesamiento penal.

Tipos de publicidad engañosa


La publicidad se ordena con base en la responsabilidad empresarial y los principios de
veracidad expuestos en apartados anteriores. Su forma engañosa puede ser clasificada de la
manera siguiente, según sus características y condiciones:

 Publicidad ilícita
 Publicidad engañosa
 Publicidad desleal
 Publicidad encubierta

Publicidad ilícita
Aquella que vulnera la dignidad de las personas, sus valores o los derechos reconocidos por
ley. Por ejemplo, la incitación de menores a un comportamiento violento o perjudicial para
ellos mismos.

Publicidad engañosa
Aquella que induce al error y supone un perjuicio para el destinatario, pudiendo afectar su
comportamiento, hábitos o salud. Lo mismo puede decirse en caso de dirigirse la publicidad a
desprestigiar a un competidor. Tampoco puede adherir a un código de conducta de otra
organización o de una institución pública sin previa autorización de la entidad en cuestión.

Origen y alcance del término


El término toma forma durante la segunda mitad del siglo XX, cuando la competencia y
expansión del consumo obliga a las empresas a diferenciarse mediante a campañas de todo
tipo con las que se busca ganar participación en el mercado. Junto con la globalización, este
proceso se intensifica y las marcas comienzan a ser reguladas en cuanto a los mensajes
publicitarios que pueden emitir, atendiendo a las características fehacientes de los productos y
un comentario, de ser necesario, sobre cualquier elemento ambiguo respecto a la compra,
promoción o característica asociada a cualquier producto. Dicha reglamentación, con la
globalización, se produjo de manera dispar en los distintos países del mundo, por lo que
muchas restricciones llegaron a destiempo.

Publicidad engañosa en España


En España, se considera publicidad engañosa a todo aquel mensaje de índole promocional o
publicitario que pueda inducir a un error en cuanto a su interpretación. Ya sea de manera
accidental o deliberada, la ley define expresamente que, si esta puede afectar su
comportamiento económico de manera adversa o producir cualquier perjuicio al consumidor o
incluso a los competidores de la empresa en cuestión, dicho mensaje será considerado como
engañoso.

Es engañosa la publicidad en caso de omitir datos necesarios sobre los bienes o servicios que
puedan producir o efectivamente hayan inducido a un error o actividad considerada perjudicial
para el destinatario.

El mensaje publicitario, en primer lugar, debe valorarse en términos de veracidad. Esto quiere
decir que debe haber un componente referido a la realidad objetiva como alusiones a
comportamientos o elementos materiales o hábitos económicos. Por otro lado, la alusión a
elementos ideológicos y juicios de valor no puede ser considerada engañosa; no por decir
“este es el mejor juguete que jamás haya existido” uno puede decir que se trata de un engaño,
por malo que sea el juguete. Esto es así para todas las manifestaciones de carácter subjetivo
que aparezcan como parte de un mensaje publicitario.
En segundo lugar, si puede demostrarse la inexactitud de la información y datos contenidos en
el mensaje. Dicha inexactitud se recoge en el marco jurídico y la normativa correspondiente a
la defensa al consumidor y en ciertos casos que establecen su jurisprudencia. En este punto
es donde podemos encontrar la razón de las definiciones de “alimento a base de” que
encontramos en los productos.

Algunos otros elementos que pueden determinar la validez o no de un mensaje publicitario

 Expresiones ambiguas o desconocidas que puedan adoptar múltiples significados.


 Expresiones verdaderas, pero que conducen a conclusiones que no se verifican en el uso
cotidiano.
 Una promesa excesiva como fundamental para conseguir el propósito del mensaje.

En cualquiera de estos casos en que el anunciante —y, en consecuencia, la empresa—


incursione en uno o varios de estos puntos, se puede considerar que se trata de publicidad
engañosa. En este sentido, dependiendo de la falta y el alcance del daño producido al o los
consumidores, el responsable puede ser penalizado con el cumplimiento de un resarcimiento
económico para con estos, e incluso percibir un procesamiento penal.

Tipos de publicidad engañosa


La publicidad se ordena con base en la responsabilidad empresarial y los principios de
veracidad expuestos en apartados anteriores. Su forma engañosa puede ser clasificada de la
manera siguiente, según sus características y condiciones:

 Publicidad ilícita
 Publicidad engañosa
 Publicidad desleal
 Publicidad encubierta

Publicidad ilícita
Aquella que vulnera la dignidad de las personas, sus valores o los derechos reconocidos por
ley. Por ejemplo, la incitación de menores a un comportamiento violento o perjudicial para
ellos mismos.
Publicidad engañosa
Aquella que induce al error y supone un perjuicio para el destinatario, pudiendo afectar su
comportamiento, hábitos o salud. Lo mismo puede decirse en caso de dirigirse la publicidad a
desprestigiar a un competidor. Tampoco puede adherir a un código de conducta de otra
organización o de una institución pública sin previa autorización de la entidad en cuestión.

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