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SINOPSIS

Serenity Bell recién salida de la secundaria, toma la decisión de no ingresar a la


universidad, y tomarse un año sabático para pensar por cuál camino quiere dirigir su
vida. Para esto consigue un trabajo de medio tiempo como mesera en una cafetería.
Todo estaba marchando relativamente bien hasta que Drew Evanston entró en su
vida.

Él se fijó en mí.

Y ahora yo no puedo dejar de pensar en ese frío y sexy hombre.


CAPÍTULO 1

Mire alrededor, la mayoría de las mesas estaban ocupadas, especialmente por


trabajadores que salían de las oficinas para almorzar.

Soy mesera de medio tiempo en una pequeña cafetería, y aunque me gusta mi


trabajo, me siento más cómoda trabajando en la parte de atrás. A veces a algunos
clientes les gusta entablar conversaciones, yo soy pésima con las interacciones.
Aunque siempre he intentado dar lo mejor de mi.

Mi madre deseaba que entrara a la universidad una vez acabara la secundaria, sin
embargo, yo pensaba diferente. Decidí tomarme un año, todavía no estaba segura
que carrera tomar, ni si en algún momento querría entrar a la universidad.

Por lo que tuve una conversación con mi madre en la que le hice saber la decisión
que había tomado. Conseguiría un trabajo de medio tiempo, eso ayudaría con las
cuentas, después vería cómo se iban desarrollando las cosas.

Al principio mi madre se molestó, aunque no duró más que un par de horas. Soy su
única hija, y sobre todas las cosas, ella me ama y respeta mis decisiones.

Solo somos nosotras dos, nunca conocí a mi padre. Cuando le pregunté a mi madre
dijo que fue algo de una noche con un chico que conoció en una fiesta. Los dos
estaban borrachos, fueron a un motel, pasó lo que tenía que pasar y a la mañana
siguiente mi madre despertó sola en la cama. Dos meses después descubrió que
estaba embarazada.

Los primeros cinco años de mi vida los pasamos con mis abuelos en Roswell, de
donde es originaria mi madre, después de discutirlo con sus padres, ella tomó la
decisión de irnos a vivir a Pasadena, California. Todo en busca de una mejor vida
para las dos. Visitamos a los abuelos cada vez que podemos.

Mis ojos se posaron en los clientes de la mesa cinco. No es la primera vez que
vienen, por el contrario, llevan un par de meses frecuentando este lugar. Ya es
costumbre verlos aquí, aunque nunca interactúan con nadie. Aparecían por lo
menos una vez a la semana.

Siempre ordenan lo mismo, un batido de fresas y un café negro sin azucar. Estoy
segura que si en este momento me acerco a tomar su orden, ordenarán
exactamente eso.

Se trataba de dos hombres. El primero es un hombre rondando los cuarenta y


tantos, incluso podría llegar a los cincuenta, pero estaba tan bien conservado que
era difícil adivinarlo. Una pared de dos metros fornido, calvo y de piel bronceada. No
sé su nombre, así que por ahora lo llamaré señor calvito. Obviamente solo en mis
pensamientos, el tío tiene pinta de matar a una persona con sus manos.

El segundo es un joven alto, de algunos veinticinco años, extraordinarias pestañas


largas, cabello negro azabache con unos pequeños rizos que caian sobre su frente,
ojos grices llamativos, de tez clara, nariz recta, mandibula marcada, hombros
anchos. Iba vestido con una camisa blanca, sus fuertes biceps marcandose sobre
esta y unos pantalones negros.

La primera vez que entro en la cafetería, por un momento pensé que estaba viendo
un ángel. Mi cuerpo se quedó ahí plantado, viéndolo examinar el menú con
aburrimiento, cuando de repente alzó la vista. Debió sentir que alguien lo estaba
observando. Su mirada cambió cuando se fijó en mí. Me estremecí. Sus ojos se
volvieron oscuros, brillando con calor, pude percibir como sus hombros se tensaron
al recorrer mi cuerpo por completo. Un minuto después dejó de enfocarse en mí
para volver al menú.

Me volví a la zona donde preparaban los alimentos para tranquilizarme. Hombres


guapos venían a la cafetería todos los días, pero ninguno como este.

Un poco más calmada, decidí salir y continuar con mi trabajo.

Me dirigía a su mesa cuando de repente Coral pasó corriendo a mi lado hacia ellos.
Negué con la cabeza, ella solía hacer ese tipo de cosas en cuanto veía un chico
guapo.

A Coral le gustaban las cosas casuales, normalmente no tenía problemas en


conseguir el número del chico al que le había puesto el ojo. Es una mujer segura de
sí misma. Ella había sido bendecida con una piel sin imperfecciones, enormes tetas,
y un trasero que cualquiera mataría por tener, tiene el cabello negro hasta la mitad
de la espalda con algunos reflejos. Para mi tiene la altura perfecta, no es pequeña,
pero tampoco tan alta para intimidar.

Cada intento de Coral por hacer que él se fijara en ella, había fracasado, el tío
simplemente no mostraba signos de interés hacia ella. ¡Vamos! ni siquiera le dirigía
la palabra.

Luego de un montón de quejas y su indignación a lo que al parecer le parecía


imposible que un chico la ignorara magistralmente, decidió dejarlo pasar.
Centrándose en otros chicos, ya no se apresuraba para atender su mesa cada vez
que entraban por la puerta de la cafetería.

–Intenta no distraerte, niña – ordenaron detrás de mí.


Había estado tan absorta pensando en ese chico, que olvidé por completo que
estaba trabajando.

Asentí en dirección a Doroty. No perdí más el tiempo y seguí atendiendo a los


clientes.

Doroty odiaba que me distrajera a cada nada. Ella es la supervisora. Una mujer
bajita, morena, carga con unas libras de más, no obstante, lo compensa con unas
curvas matadoras, no tiene nada que envidiarle a ninguna otra mujer. Al principio
puede parecer una persona de difícil acceso, pero con el tiempo te das cuenta que
tiene un gran corazón y da unos buenos consejos.

–¿Atiendes a los de la mesa cinco, por favor? – pregunta Coral – Estoy ocupada
con la mesa tres y cuatro.

–Claro – No sería la primera vez.

–Gracias – se va con una bandeja en la mano.

Tomó una profunda respiración y caminó hacía ellos.

–Bienvenidos. – Desde aquí puedo tener una hermosa vista de él.

Su atractivo atraía a las personas, pero una sola mirada suya, hacía que quisieras
salir corriendo.

–¿Qué van a ordenar? – preguntó por cortesía, aunque ya sé lo que van a querer.

–Un batido de fresas y un café negro sin azucar, por favor. – Contesta el señor
calvito.

¡Vaya sorpresa, nunca me lo hubiera imaginado!

–Ok. ¿Alguna otra cosa?

–Eso es todo por el momento – vuelve a contestar el señor calvito.

Empiezo a pensar que su acompañante es mudo. En el tiempo que llevan viniendo a


esta cafetería nunca lo he escuchado hablar. El señor calvito es quien siempre hace
las ordenes.

–Bien. En unos minutos tendrán su pedido.

Voy hasta el mostrador.


–Lo mismo de siempre para la mesa cinco.

Una vez les llevan su orden, dejan un par de billetes en la mesa y salen de la
cafetería.

Minutos después de haber cerrado, Doroty se acercó a mí.

–Hoy te toca tirar la basura.

Cada día le tocaba a un trabajador diferente sacar la basura luego de que terminara
la jornada laboral.

–Bien.

Cogí la basura cruzando las puertas traseras que llevan al callejón en donde
dejamos las bolsas de basura.

Abrí el contenedor, echando las bolsas de basura en esta.

–Pero qué tenemos aquí – la voz detrás de mí me asustó profundamente.

Di la vuelta para encontrarme a un señor mayor, un fuerte olor a alcohol y cigarrillos


provenían de él. Quien tenía dificultades para mantenerse en pie, seguro de la
borrachera que se cargaba. Está mirando todo mi cuerpo con lujuria.

Doy unos cuantos pasos atrás, en el momento que veo sus intenciones de
acercarse a mí.

–Yo ya me iba – dije intentando pasar por su lado.

Mi acción se ve interrumpida cuando este me agarra bruscamente la mano. Hago


una mueca.

–¿A dónde vas tan rápido? Quédate y divirtámonos un rato. – Su olor me causa
náuseas.

–Suélteme señor, me está haciendo daño – digo, aún así no me suelta.

–Ya escucho a la señorita – dice una voz conocida detrás de nosotros.


Al voltear me encuentro con el señor calvito y su acompañante. Este último tiene
una mirada helada, sus ojos están observando fijamente el lugar en donde me tiene
sujeta el viejo asqueroso. Un músculo se contrajo en su mandíbula.

El viejo al ver a estos dos hombres que obviamente le ganan en fuerza, libero mi
mano inmediatamente.

–Tranquilo, solo estábamos hablando – responde el viejo casi cagandose en los


pantalones.

El señor calvito se movió tan rápido que el viejo no lo vio venir. Lo tomo por el
cuello.

–Lárgate y no quiero volver a verte por los alrededores – su mirada amenazante


decía que no le iría nada bien si no acataba su orden.

–Claro – el viejo no se lo pensó dos veces antes de salir corriendo.

–¿Te hizo daño? – pregunta el señor calvito.

–No es nada. Estoy bien. – lo miro – Muchas gracias por su ayuda.

Estoy más que agradecida de que hayan ahuyentado a ese viejo verde.

–No fue nada. – miró a su compañero quien seguía sin pronunciar ni una sola
palabra – Vamos, te llevaré a un lugar más seguro, en donde podrás tomar un taxi
que te lleve a casa.

Quise alegarle que no era necesario, pero su penetrante mirada no dejaba lugar a
réplicas.

–Está bien.

Los seguí hasta salir del callejón, una vez en la acera iluminada por los faroles de
luz, paró un taxi y me hizo señas para que entrara, no lo pensé dos veces.

Necesitaba la comodidad de mi cama en estos momentos.

El señor calvito le tendió un billete de cien dólares al taxista.

–Lleve a la señorita a la dirección que le indique y quédese con el cambio.

–Pero….
–Sin peros.

Asentí.

–Gracias, otra vez.

–No hay de que – se aparta del taxi perdiéndose en la noche con su compañero.

El chico no dijo nada en todo este tiempo, pero estuvo muy atento a todo.

Veinte minutos después, estaba cerrando la puerta del taxi y dirigiéndome a la


entrada de mi hogar.

–Estoy en casa – le pongo seguro a la puerta antes de tirar mis cosas a un lado de
esta.

–Regresaste tarde del trabajo – mi madre sale de la cocina con cara de


preocupación.

Mi turno en la cafetería es de ocho a dos, sin embargo, este día estaba haciendo
unas horas extras.

–Surgió algo, pero no te preocupes, todo salió bien – digo mientras me tiro en el
sofá respirando profundamente.

No quiero agobiarla con lo que casi pasó está noche, pero no llegó a mayores.

Mi madre se posa detrás de mí dándole un pequeño masaje a mis hombros.

–Hice los macarrones con queso que tanto te gustan.

Gimo.

–Eres la mejor – le doy un beso en su mano derecha.

Puso los ojos en blanco.

–Claro – dice perdiéndose en la cocina.

Suspiré.

Me dije a mi misma que necesitaba rociarme agua bendita.


CAPÍTULO 2

Resulta que soy pésima escogiendo qué ponerme para ir a una discoteca. No lo
hago muy seguido y las pocas veces que lo he hecho, he tenido que recurrir a mi
madre por ayuda. Es extraño, pero Shiri Bell tiene más sentido de la moda que su
propia hija.

–Mamá – gritó desde mi habitación.

Escucho mi puerta abrirse y mi madre se asoma por esta.

–Serenity – suspira al ver todo el desastre que tengo armado – No puedo estar
rescatándote siempre. No has aprendido nada de mi en los últimos años.

Estaba claro que no había aprendido nada viendo el estado en el que me


encontraba. En lo único que me destacaba era en poder hacerle ondas a mi cabello
rubio, las cuales caían en cascadas por toda mi espalda hasta mi cintura.

–Si me ayudas por esta vez, prometo no volver a molestarte más – pido.

Sus ojos color café miran fijamente mis ojos también del mismo color, justo antes de
que las dos estallamos en risa.

–Es muy amable de tu parte, no obstante, ambas sabemos que es una completa
mentira – mi madre se acerca a mi armario.

–Ya bueno, tenía que intentarlo – me encojo de hombros.

Observé a mi madre descartar prendas, por un momento pensé que no encontraría


nada que valiera la pena hasta que me tira a la cara un vestido rojo.

–Gracias.

–Usa estos zapatos – los pone encima de la cama.

El timbre suena.

–Esa debe ser Julliet – digo.

–Yo abriré. Tú termina de alistarte. – Se encaminó hasta la puerta.

–Ok. Solo tardaré unos minutos.


Estaba bajando las escaleras exactamente diez minutos después.

Julliet Garcia, mi mejor amiga desde los seis años, con sus rizos castaños cayendo
por sus hombros y piel aceitunada, me sonríe desde la sala, llevando puesto un
vestido dorado que realza su figura, con sus tacones de infarto de diez centímetros.

–¡Hoy se bebe! – Chilla en cuanto estoy a su lado.

Hago una mueca.

–No quiero que exageres esta noche con eso de las bebidas – le digo tomando mi
bolso.

Nos despedimos de mi madre, salimos de la casa y subimos a su auto.

–Te ves majestuosa con ese vestido. Siempre he dicho que el rojo es tu color.

–Gracias, fue un regalo de mi abuela, y tú no estás nada mal.

–Tu abuela tiene buen gusto – dice mientras da un giro a la izquierda – Coral y Fred
nos encontrarán en la discoteca.

Fred es un compañero de trabajo.

–Bien – respondo.

Unos minutos más tarde, Julliet estaciona su auto. Me encuentro bajando de este,
dirigiéndonos a la entrada en donde un portero nos da la bienvenida.

La discoteca es grande, tiene dos niveles, luces de diferentes colores iluminan el


espacio. La música resuena alrededor, personas se mueven al ritmo de la música en
la pista de baile, la barra es un mar de actividad, parejas se besan y toquetean en
casi cualquier lugar al que mires.

–Vamos a conseguir una mesa – susurra Julliet en mi oído.

Asiento.

Entrelaza nuestras manos guiandome entre la multitud, dos minutos después


tomamos asiento en una mesa para cuatro. Rápidamente Julliet saca su celular del
pequeño bolso de mano que trae.

–Los demás están en la entrada, no tardarán en encontrarnos.


–Claro – tamborileo los dedos sobre la mesa.

Echo un vistazo a la disco abarrotada de gente, estar rodeada de una multitud


siempre me pone nerviosa.

–Tranquila – Julliet pone su mano sobre la mía – Con un par de tragos te sentirás
más relajada.

Le sonrió a mi amiga. Algunas veces me pregunto cómo alguien tan extrovertida


como ella puede ser amiga de alguien introvertida como yo. Agradezco a quien sea
que la haya puesto en mi camino, todo parece más sencillo a su lado.

–Si a esta hora hay tantas personas, no me quiero imaginar cómo estará más tarde
– Fred y Coral llegan hasta nosotras tomando los asientos vacíos.

–Sabes que el sitio es bueno si está lleno de personas – contestó Julliet.

–Garcia, espero que tengas razón – Le guiña un ojo Fred.

–Hay que pedir unas bebidas – lloriqueo Coral – El trabajo y la universidad me


tienen muy estresada.

Echa un vistazo y le hace señas a un camarero.

Para las doce de la noche ya llevábamos varias rondas de margaritas.

Coral y Fred estaban en la pista de baile, no tuvieron ningún problema para


conseguir pareja. Dos extraños se acercaron a nuestra mesa y muy amablemente
decliné la oferta de uno de ellos, Julliet hizo lo mismo con el otro, sé que lo hizo para
que no me sienta abandonada.

-No tienes que rechazar a cada tipo que se te acerque solo por no dejarme sola.

-No lo hago por ti – contestó.

Patrañas.

Mi amiga estira la cabeza hacia un lado.

–¿Ese no es el chico mudo de la cafetería? – Pregunta Julliet mirando hacia la


barra.
Dirijo la mirada en la misma dirección que ella y efectivamente, ahí de pie con una
cerveza en la mano se encuentra Drew, más conocido como el chico mudo. A
diferencia de otras veces, esta noche lleva puesta una camisa polo azul oscuro y
unos jeans. Su cabello está un poco revuelto, todo en él lo hace sobresalir de los
demás a su alrededor. A su lado no está el señor calvito.

Sus ojos están clavados en nuestra mesa. Nuestras miradas se cruzan, lo que hace
que mi cuerpo reaccione como nunca y eso que solo es una mirada. No quiero ni
imaginarme lo que pasará con una caricia.

Me vuelvo, mirando a mi amiga.

–Sí, es él.

–Es sexy – Declaró con voz seductora.

Todo mi cuerpo se puso en tensión al escucharla decir eso. No es novedad


escucharla decir ese tipo de cosas de un tío, normalmente no nos atraen la misma
clase de hombres, ella se va más a lo físico y yo por lo intelectual. En todos los años
que tenemos de amistad nunca nos ha gustado el mismo hombre. Y no sé porqué
presiento que no soportaría la idea de mi mejor amiga teniendo algo que ver con
Drew. El pensamiento me revuelve las entrañas.

–Supongo – digo.

–¿Crees que tengo alguna oportunidad con él? – Me mira fijamente a los ojos
cuando pregunta esto.

–Claro que sí. Eres una mujer hermosa y cualquier hombre mataría por estar
contigo.

Aunque siento cada una de las palabras que digo, un malestar se instala en mi
estomago.

–Tampoco exageres – mira de nuevo en dirección a Drew – Me gustaría ser una


mala amiga e intentar tirarmelo, pero no lo soy, y tampoco soy una estupida que no
se da cuenta cuando a su mejor amiga le gusta alguien – voltea hacia mí – Y por lo
que veo es mutuo.

Idiota de mi pensando que no lo notaria. Siempre lo hace.

–¿Por qué no nos olvidamos de eso? – Sugiero dándole un trago a mi bebida.

–Voy a que esta noche te lo coges – anunció.


Me ahogo con la bebida.

–¡Por Dios!

–Vamos a bailar – Pidió como si no acabara de decir tal barbaridad.

Negué, permitiendo que me guíe hasta la pista de baile. Is your love enough de Little
Mix nos da la bienvenida.

Empezamos a cantar como locas, alzando las manos y moviéndonos al ritmo de la


música.

One kiss, you're falling in love


(Are you up for this? Are you up for this?)
Too much is never too much
(Can you handle this? Can you handle this?)
Three nights in a row, I don't stop
(Are you down for it? Are you down for it?)
You can do more than talking baby (shh)

Julliet se pega más a mi y me susurra al oído.

–Alguien no puede mantener los ojos apartados de ti.

No entiendo lo que dice hasta que me señala un punto en donde se encuentra Drew
sentado en un sillón con bebida en mano. Desde donde esta tiene una buena vista
de nuestra posición en la pista de baile.

–Vamos a darle algo con lo que pueda divertirse esta noche en su cama – declaró
Julliet.

Casi me niego a la locura que quiere arrastrarme. Casi.

Me dejé llevar, bailando de la manera más sexy que pude, tiré mi cabeza hacia atrás
deslizando mi mano por mi cuello, la música que brotaba de los altavoces me hacía
mover el cuerpo al ritmo de esta, provocando que el vestido subiera por mis piernas
hasta casi revelar parte de mi trasero.

Un chico se puso delante de ella.

–¿Te molestaría bailar esta pieza conmigo? – preguntó.

Iba a negarme, pero Julliet estaba ahí para impedirlo.


–A mi amiga le encantaría – respondió por mí y me empujó un poco más cerca.

La mire mal. Y ella sonrió de oreja a oreja.

No tardamos demasiado en cogerle el ritmo a la música. El chico es simpático y


sabe hacer buenos chistes.

Mi mirada cae en Drew, quien se dirige hacía nosotros, pasando al grupo de


personas. Su mirada alberga todo tipo de promesas. Se posa detrás del chico, quien
al percatarse de su presencia entrecierra los ojos. Drew le hace un gesto para que
se aleje. Veo las intenciones del chico de alegar, pero algo en la mirada oscura de
Drew hace que se lo piense dos veces. Al final optó por largarse, despidiéndose con
un adiós.

El corazón me da un salto en el pecho. No puedo evitar preguntarme si por fin va a


hablarme. Tiene toda su atención puesta en mí. Hace un movimiento, coloca un
mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Se inclina, susurrándome.

–Quiero arrancarte la ropa. – Por primera vez, su voz llegó a mis oídos. Una voz
ronca y profunda.

Esas palabras me roban la respiración. Mis bragas se mojan como jamás en la vida
lo han hecho. Estoy asombrada de las cosas que me hace sentir. No lo conozco, y
aun así, me doy cuenta que me agradan sus palabras.

–Así, sin más. ¿Sin siquiera invitarme a una cita? – Pregunto.

–Podría invitarte a una cita si quisiera.

–Y ¿qué te detiene?

–No quiero invitarte a una cita. Quiero follarte. – Leí en sus ojos la chispa del deseo.

Tragó con fuerza. De repente sus labios están a centímetros de los míos. Me agarra
de la cintura haciendo que nuestros pechos se toquen. Puedo sentir los fuertes
latidos de su corazón. Lo siento a él, fuerte e imponente. No me suelta y ahora sus
labios están sobre los míos. Su lengua abriéndose paso para dominar la mía. Me
beso como alguien que sabía lo que quería.

Su celular vibra en sus pantalones y me suelta de mala gana. Aprovecho esto para
alejarme de él.

–Debo irme. – Empiezo a alejarme.


–Serenity ¿A dónde vas? – Julliet se posa a mi lado.

–Voy al baño.

–¿Te hizo algo ese chico? – se escucha un poco preocupada.

Aparte de dejar mi cuerpo en llamas, mis bragas mojadas y un deseo enorme de


pasar la noche en su cama.

Me doy la vuelta y veo que Drew ha desaparecido.

–No. Solo necesito refrescarme un poco. – Le sonrío – Sigue disfrutando de la


noche. Yo ya he acabado.

–No tienes porque irte – intenta convencerme.

–Estoy cansada. Diviértete.

Me dirijo al baño, afortunadamente no tengo que hacer fila. Hago del número uno,
lavo mis manos y refresco mi rostro.

Me tambaleo al salir por la puerta del baño. Chocó con un pecho duro.

–Perdón – me disculpo intentando seguir mi camino, sin embargo, alguien me lo


impide.

Drew.

–Nos vamos – ordena sujetando mi mano.

–¿Qué haces? – Intento empujarlo, pero es como tratar de empujar una pared de
cemento.

Me carga en sus hombros como una muñeca de trapo.

–¡Oye! Me haces daño.

–Pues deja de moverte.

Se mueve entre la gente con una agilidad sorprendente, arrastrándome hasta la


salida. Nos acerca hasta un auto negro, el señor calvito esta junto a la puerta
trasera, la cual abre. Drew me baja instandome a entrar, entro seguido de él. No me
es fácil pensar con claridad en estos momentos.
–¿A dónde me llevas? – Pregunto mirando por la ventana.

–A casa. – Contesta.

–Mi casa no está en esta dirección.

–La mía, sí.

–¿Estas de broma?

–Nunca bromeo – responde secamente.

–No tienes que jurarlo – murmure.

Recuesto mi cabeza en el respaldo de mi asiento, mis ojos se empiezan a sentir


pesados. No sé cómo, pero unos minutos después terminó con la cabeza apoyada
en su pecho y sus brazos rodeándome.

Por una fracción de segundo, me permito disfrutar de la seguridad que me transmite


estar entre sus brazos. Cierro los ojos diciéndome que quizás esto no es tan malo
después de todo.

–Ahora que te he encontrado, no pienso dejarte ir. – Creo escuchar a Drew decir
antes de caer en un sueño profundo.
CAPÍTULO 3

Mis ojos se abren de golpe.

Intento levantarme lo más rápido posible, pero el dolor de cabeza me lo impide. Mis
ojos cruzan por toda la habitación, la cual sin lugar a dudas, no era la mía. ¿Dónde
mierdas estoy?. A mi mente llegan imágenes de Drew sacándome de la disco y en
su auto, después de eso, nada. Miro mi cuerpo verificando que aún llevo la ropa
puesta. Aparte de mi cabeza, no me duele nada más. Doy unos pasos fuera de la
cama, mis zapatos están en el piso al lado de una silla y sobre esta se encuentra mi
bolso.

Tengo que irme, pero antes necesito utilizar el baño, de manera que recogí mis
cosas y entré al cuarto de baño.

Las cosas que llevaba en las manos cayeron al suelo. Ahí dentro de la ducha se
encontraba Drew en toda su hermosa gloria, completa y totalmente desnudo. La
escena ante mí hace que me quedé sin aliento.

Mi mirada recorrió todo su cuerpo, desde su torso musculoso, bajando a su


abdomen plano hasta llegar a su gran y duro pene apuntando hacia ella ferozmente.
Tengo que obligarme a apartar la mirada, sin embargo, no puedo. Alzó la vista
encontrándome con sus ojos oscurecidos. Es un regalo a la vista humana.

Con su mirada puesta en mí, sale lentamente de la ducha, sin preocuparse por
ponerse algo encima, pasa por mi lado desnudo dirigiéndose a la habitación. Sin
pronunciar ni una palabra.

En el momento en que sale del baño, mis pies dejaron de sostenerme, y se


convirtieron en gelatina.

Haciendo caso omiso del fuego que está creciendo en mi pecho, me pongo de pie.
La mujer que me devuelve la mirada atrás vez del espejo, no la reconozco. Cabello
revuelto y enredado, rimel corrido por toda la cara, labios resecos, ojos rojos y la
ropa toda arrugada.

Soy un completo desastre.

Le pongo seguro a la puerta. Busco entre los cajones algún cepillo dental que pueda
usar, mi aliento apesta. Luego de cepillarme los dientes, me quito el vestido para
meterme en la ducha.
Abro la llave y dejó que el agua fría caiga por todo mi cuerpo. Quiero estar lo más
despierta posible, no sé dónde estoy ni quiénes son estás personas.

Cuando salgo del cuarto de baño, Drew no se encuentra en la habitación. Encima


de la cama alguien dejó algo de ropa. La tomó vistiéndome enseguida, temiendo
que alguien pudiera entrar en cualquier momento por esa puerta y encontrarme
desnuda.

Tomando mis cosas me dirijo a la puerta, la abro asomando la cabeza por el pasillo,
no veo a nadie. Sin embargo, escucho murmullos que provienen desde la sala. Un
poco nerviosa salgo al pasillo y me encamino en dirección a las escaleras. Drew
debe provenir de una familia adinerada, todo aquí grita lujo, desde los pisos de
mármol hasta las pinturas en la pared.

Acercándome a las escaleras me doy cuenta que esta no es una casa, es una
mansión, ni en las revistas he visto algo así. Tiene una jodida escalera imperial
doble. Las palmas de mis manos empiezan a sudar cuando las posó en el
pasamanos de la escalera. No sé con qué me encontraré una vez esté abajo.

Mis ojos se arrastran por el salón tratando de asimilar todo mientras estoy bajando
las escaleras alfombradas. El negro y el blanco predominan en todo el lugar,
grandes ventanas, miro hacia arriba, techos alto, es increible.

Bajo el último escalón, y ahí en medio de todo se encuentran dos mujeres sentadas
en un gran mueble blanco. Al verme las dos se ponen de pie. Una es una señora
mayor con cara amable, su cabello esta recogido en un moño bajo, va vestida en un
traje negro. La otra solo se ve un poco mayor que yo, hermosa se quedaría corto
para describirla. Es una mujer alta, sus ojos grises sobresalen, el cabello negro le
cubre la espalda como un manto, tiene los labios rojos, pomulos altos y nariz recta,
lleva puesto un enteriso del mismo color de sus labios.

Pasan unos segundos tensos antes de que alguien diga algo.

–Hola – hablo.

La señora se acerca a mí dándome un beso en cada mejilla.

–Hola, querida. Es un gusto conocerte por fin – se aparta con una sonrisa genuina.

¿Por fin?

–¿Es ella? – habla la más joven – No le veo lo especial. – Arquea una ceja mientras
me evalúa detalladamente.
Auch. Eso dolió.

–Victoria. – Le advierte la señora.

–Lo siento. – Una sonrisa atravesó su rostro – Sé que no debo meterme en las
decisiones de mi adorado hermano. Drew sabe lo que hace. O eso espero.

Empieza a moverse para irse, pero antes de continuar se detiene a mi lado.

–Ten cuidado. Si algo le pasa a mi hermano, te casare y colgare tu cabeza en mi


habitación como trofeo.

Siento un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.

Se marcha antes de que pueda procesar sus palabras. La sigo con la mirada
mientras sube las escaleras. Es imposible que pase desapercibida con el porte que
se carga.

¿Qué coño puedo hacerle yo a su hermano o a alguien más para el caso?

–Discúlpala – pidió la señora – Victoria puede ser un poco difícil y más con lo
referente a su hermano.

No tiene que jurarmelo.

–¿Cree que pueda conseguir un taxi? – Es mejor decir aquí corrió que aquí quedó.

–No te preocupes por eso querida. Mi niño vendrá pronto y él se encargará de


llevarte a casa.

Señora, yo solo quiero huir de esta casa sin tener que verlo.

–No quisiera molestarlo, lo único que necesito es la dirección de esta casa, yo me


ocuparé de lo demás – no puedo pedir un taxi si no sé ni en donde me encuentro.

–Pero Drew…

–Yo me encargo desde aquí Greta, gracias. – Drew aparece no sé de dónde y esta
vez sí está vestido.

Lastima.

Lleva puesto su ya característico pantalon negro y camisa blanca. Otro escalofrío


recorre mi cuerpo, pero esta vez por motivos diferentes.
Calor. Un cosquilleo en mi entrepierna. Calmate estupida, ni siquiera lo conoces.
Necesito recomponerme, la única manera es saliendo de aquí, y mantenerme
alejada de él y todo lo que le provoca a mi cuerpo.

–Claro – contestó la señora llamada Greta. – Fue un placer conocerte querida.


Espero verte pronto.

No si puedo evitarlo.

–Encantada. – Asiento con la cabeza.

Le da un beso en la mejilla a Drew antes de desaparecer por lo que creo es la


cocina.

¿Y ahora qué?. Él no dice nada como siempre y todo está mortalmente silencioso.

Siento la necesidad de volver a besarlo, mientras él parece querer memorizar cada


detalle de mí.

–¿Me llevarás a casa? – Finalmente me las arreglo para preguntar.

Me mira fijamente, como si quisiera ver dentro de mi alma. Me muevo nerviosa.


¿Tanto le cuesta decir algo?. Ya sé que puede hablar perfectamente. Su mirada cae
en algo detrás de mí. Volteo observando a una pareja bajando por las escaleras.
Fue difícil para mí que no se cayera mi mandíbula al suelo.

La mujer que colgaba del brazo del hombre parecía una diosa, tiene un hermoso
rostro, sus ojos de un azul brillante, el cabello negro le cae en capas hasta la
cintura, luce excepcional en su vestido negro de tirantes abrazando cada curva de
su cuerpo. El hombre es una versión más adulta de Drew. La arrogancia emanaba
de sus poros. Su elegante traje hecho a medida no oculta su amplio pecho y brazos
musculosos. Sus ojos son duros como el acero, el cabello negro cuidadosamente
peinado hacia atras. Si su acompañante es una diosa, él es un dios.

–Padre, madre, ella es Serenity. – Drew hace las presentaciones una vez están a
nuestro lado.

Es una locura que todos en esta familia parecen unos modelos. ¿Qué les pasa?

La mujer se acerca a mí con una cálida sonrisa.

–Se bienvenida a nuestro hogar. – Me da un abrazo – Yo soy Audrey y él es Victor,


mi esposo.
Aclaro mi garganta.

–Gracias. Es un gusto conocerlos.

–El gusto es nuestro, ¿Cierto amor? – Audrey posa la mirada en su esposo.

Será por parte de ella, porque de su marido no lo creo a juzgar por la expresión
aburrida en su cara. Su esposo solo asiente. ¡Vaya! Otro al que no le gusta hablar.
Así que es de familia. No sonrió ni una vez, a diferencia de su esposa.

–De acuerdo. – No sé qué más decir.

De la nada aparece el señor calvito.

–Señores – saluda.

–Tex llevará a Serenity a su casa. – Anuncia Drew.

Por fin. Tantas personas extrañas a mi alrededor me ponen de los nervios.

–Puedes regresar tanto como quieras Serenity. – Audrey le lanza a su hijo una
mirada cómplice.

–Se lo agradezco. Pasen un buen día. – Me despido.

Y así sin más el señor calvito me guia hasta la salida.

De camino a casa trato de hacer un poco de conversación con Tex, alias el señor
calvito.

–Así que ¿Trabajas para Drew?

–Sí. – Es la única respuesta que obtengo.

Hasta sus trabajadores son poco habladores. Debe de ser un requisito para trabajar
con ellos.

Una vez en la seguridad de mi hogar, apoyo la espalda contra la puerta y suspiro.

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DREW

Estoy en el despacho de mi padre dándole un trago a mi whisky cuando este hace


acto de presencia.

–¿Crees que es buena idea tener algo con esa chica? – se dirige al mini bar
sirviendose un trago.

–Eso es un problema mío. – Vuelvo a darle un trago a mi whisky.

–Se convertirá en mio si su padre mete las narices. – Afirma – Doy por hecho que
sabes quien es su padre ¿Verdad?

–Sí.

–¿Aún así vas a seguir adelante? – Inquirió alzando una ceja.

–Sí. No necesito que me hagas advertencias. – Le respondo esforzándome para


buscar una solución a lo que se avecina.

Me importa en lo más mínimo quien sea su padre, si se mete en mi camino será un


hombre muerto.

–Bien. – dice mientras se quita la chaqueta de su traje antes de tomar asiento en su


escritorio.

La puerta vuelve abrirse dando paso a mi hermana menor Victoria. Sin dudar se
dirige al escritorio de nuestro padre y se coloca encima de este. Niego, ella sabe
que a padre le molesta ese tipo de cosas.

–Bajate – ordena padre.

Pero ella lo ignora como siempre. Victoria no es sólo una cara bonita. Pobre del
infeliz que se cruce en su camino.

–Madre tiene la intención de invitar a Serenity a la fiesta. – Anuncia.

Cierro los ojos.

¿Por qué no me sorprende?.


CAPÍTULO 4

Estoy en el trabajo, concentrada en los mensajes que Julliet y yo llevamos horas


enviandonos aprovechando que Doroty está libre hoy. Es casi imposible mirar el
celular cuando ella está cerca.

–Ese momento incómodo en donde no sabes si ser el padrastro o el nuero. – Dice


Fred a mi lado.

Levantó la cabeza de mi celular para dirigir mi atención al lugar al que está mirando
Fred. La sorpresa hace que casi se me caiga el celular de las manos. ¿Quién iba a
imaginar que Audrey y Victoria Evanston entrarian esta mañana por la puerta de la
cafetería en donde trabajo?. Yo no, eso es seguro.

Las veo tomar asiento en una de las mesas.

–Puedes intentar ligar con otra chica. – Tomó el bloc de notas – Ella está fuera de tu
liga, que no te engañe su cara bonita.

–Aguafiestas. – Gruñó Fred mientras me alejo.

Me detengo en su mesa. Su atención está puesta en mí.

–Bienvenidas. – Saludo con cortesía.

Audrey me lanza una sonrisa.

–Querida me da mucho gusto volver a verte otra vez. ¿Cómo estás?

–Estoy bien. ¿Ustedes?

–Muy bien y emocionadas de estar aquí, ¿Cierto Victoria?

Victoria solo asiente. Ella es intimidante.

–¿Ya saben lo que van a pedir?

–La verdad es que no estamos aquí para consumir nada. Mi intención al venir a tu
trabajo ha sido la de hacerte una invitación formal a un evento que tendrá lugar en
nuestra casa. – Saca una invitación de su bolso y me la entrega.

La tomo con un poco de escepticismo.


–¿A mí? ¿Por qué? – Solo nos hemos visto una vez.

–Te dije que era una mala idea. – Interviene Victoria.

–No tomes en cuenta las palabras de mi hija. Yo organizo el evento, quiero verte allí
y Drew también.

Ante la mención de Drew, mi corazón empieza a latir fuerte en mi pecho.

–¿Él le dijo eso?

–Una madre sabe esas cosas. Sé que aún no nos conocemos, pero quiero saber
más de ti, deseo que podamos llegar a ser amigas. – Se escucha tan sincera.

Las posibilidades de que pueda salir de esto son escasas.

–Estoy agradecida por la invitación y me encantaría asistir al evento.

–Perfecto. – sonríe, se acerca dándome un abrazo – No puedo esperar a que llegue


ese día.

Le devuelvo la sonrisa, solo que la mía viene cargada de dudas.

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VICTORIA

–¿Ahora eres cupido? – Le pregunto a mi madre cuando ya estamos en el auto de


camino a casa.

Se ríe.

–Solo quiero crear momentos entre suegra y nuera. – Dice con simpleza.

–Mientras mi padre mata a los hombres con los que me acuesto, tú buscas la
manera de entablar una relación con la que aún no es la mujer de mi hermano. –
Inquiero.

–Tu padre y yo demostramos el amor de diferentes formas. Además, solo estoy


dandole una ayudadita a tu hermano.

–Lo mimas demasiado. – Señalo.


–Es mi bebé.

–Ya es un hombre. – Suelto.

–Para mí siempre será mi bebé. – Admite.

–Controlate, que no se note que es tu preferido.

–Te amo y siempre te he apoyado en todo. ¿Estas cuestionandome como madre?

Me quedo callada.

–Eso pensé. Sabes, de niña siempre querías estar con tu padre, lo perseguías por
toda la casa. De adolescente en vez de salir de compras conmigo o ir a las
actividades de las organizaciones benéficas, preferias acompañar a tu padre a las
reuniones y viajes de negocios. Incluso aun ahora sigues haciéndolo. Nunca quise
ni querré meterme en su relación padre e hija.

El mensaje es claro.

Sé que mi madre me ama, que mataría por mí, pero también sé que Drew es la luz
de sus ojos. Honestamente, no me interesa, porque Audrey Evanston es la mujer
que no interrumpió su embarazo aunque todo estaba en su contra, lo que podría
significar su muerte. Es una madre que siempre ha estado para mí en todas las
etapas de mi vida. Ella lo es todo.

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SERENITY

Después del trabajo, fui al mall e hice algunas compras. Con la ayuda de Julliet
conseguí un vestido, unas zapatillas, perfume, maquillaje y algunos accesorios
nuevos.

La mayoría de los vestidos que Julliet elegía para mí, me parecían exagerados, tres
tiendas después, y casi dándome por vencida, había encontrado el vestido perfecto.

Mi madre estaba en el sofá viendo televisión cuando llegué esa noche a casa.

🎀
–Vas a poner a babear a más de uno. – Julliet terminaba de darme los últimos
retoques.

La verdad era que me sentía hermosa con este vestido. Es un vestido negro de
encaje, llega un poco mas arriba de las rodillas, con tirantes finos y la espalda
descubierta.

–No estoy segura que sea una buena idea ir.

–Por supuesto que sí. – Demando.

–No conozco a esas personas. – protesto.

–Eso no importa. La anfitriona te quiere ahí y su hijo ni se diga. – Me guiña un ojo a


través del espejo.

–¿Cómo puedes estar tan segura de eso?

Puso los ojos en blanco.

–No hay que ser adivino. Por la forma en que te mira y por ese beso que presencié.
Ese chico te desea con ganas. Deja de darle tantas vueltas. ¿Por qué no pruebas?
Si no te gusta, lo dejas y ya.

–Lo haces ver muy fácil.

–Lo es si así lo deseas.

–¿Y si me gusta?

–Lo disfrutas.

La puerta de mi habitación se abre, dandole paso a mi madre.

–Hija, estás preciosa.

–Digna hija de su madre. – Dice Julliet alejándose.

–Gracias. – Contesto.

A la vista queda su gargantilla de oro blanco con una piedra verde ovalada en el
centro.
–Quiero que lleves puesto esto está noche. – Su mirada encontró la mía a través del
espejo.

–Oh madre, pero es tu collar. – Lo coloca en mi cuello.

–Ahora te pertenece a ti. Siempre quise que algún día lo tengas y ese día ha
llegado.

Su expresión se iluminó.

–Gracias. Me encanta. – Lo toque sonriendo.

–¿Y para la mejor amiga no hay algo también? – Se quejó Julliet.

–Pizza, margaritas y películas. – Esta noche mi amiga se quedará a dormir en


nuestra casa.

–No se compara con un collar de unos cuantos miles de dólares, pero tendrá que
bastar por ahora. – Se burló.

–Eres incorregible. – Dice mi madre.

–Suelen decirme lo mucho. – Se encoge de hombros.

–Vamos cariño, ya vinieron por ti.

–No se metan en problemas mientras no estoy. – Les advierto mientras bajamos las
escaleras.

–No prometemos nada. – Julliet va hacia la cocina.

Se me arrugó la nariz.

–Te amo. – Se despide mi madre.

–Yo también.

🎀
Me pare frente a la puerta. Dude un momento antes de tocar el timbre. Al instante la
puerta se abrió y fui recibida por un señor en traje.

–Buenas noches dama. – Me sonríe. – ¿Me permite su invitación?


–Buenas noches – se la entregó.

Verifica que todo esté en orden.

–Sea bienvenida – me escolta hasta el gran salón.

–Gracias – vuelve a su puesto con un asentimiento de cabeza.

Caminé por el salón atestado de personas. Los invitados reían y charlaban. Habían
camareros entrando y saliendo por la puerta giratoria de la cocina, dispersados por
todo el salón ofreciendo bebidas y bocadillos. Todo era realmente lujoso. Me sentía
fuera de lugar en esta fiesta con estas personas ricas y desconocidas. Yo venía de
una familia humilde.

Mis tacones resonaban en el piso de mármol mientras buscaba con la mirada a las
únicas personas que conocía en esta fiesta. Y porqué no, con la buena suerte que
tengo, a la primera que encontré fue a Victoria.

Está charlando con una rubia cerca del ventanal. Lleva un vestido blanco con
detalles en dorado, la tela abraza cada curva de su cuerpo, su cabello recogido en
una alta cola de caballo, ojos ahumados y labios rojos. Ella es simplemente
hermosa. Suspiro con resignación, no vine hasta aquí a pasarla sola deambulando
por los rincones. Aunque algo dentro de mí me decía que era exactamente lo que
pasaría.

Antes de que haya dado dos pasos en dirección hacia Victoria, Audrey llega de la
nada con una espléndida sonrisa adornando su cara.

–Viniste. – Como siempre me recibió con un beso y un abrazo.

–Le dije que lo haría. – Gracias a mi madre y Julliet, pero ella no tenía por qué saber
esa parte.

Me miró de arriba a abajo.

–Estás impresionante.

Ella no se quedaba atrás, con ese vestido blanco en la parte superior, con un más
que envidiable escote, y en la parte inferior el vestido era de color negro, abrazando
sus curvas. Su cabello negro bailaba en su espalda.

–Usted también.

–Puedes tutearme. Estamos en confianza. Y ¿Qué te ha parecido todo hasta ahora?


No sabía por qué quería tenerme cerca obstinadamente.

Justo cuando iba a contestar, alguien más se adelantó.

–Perfecto como todo lo que haces.

Su esposo apareció, abrazando a Audrey por detrás. Llevaba un traje gris a juego
con sus ojos. Enterró la cara en el cuello de su esposa.

–No exageres. – Una sonrisa le tiró de los labios.

–No lo hace. – Dije – De verdad que todo está perfecto.

–Serenity. – Victor se dirige a mí por primera vez.

–Señor. – Mis mejillas se calentaron.

Porque la verdad es que a pesar de la edad, el hombre es increíblemente guapo.

La madre de Drew me hizo un recorrido por parte de la casa. Ella se paseaba por
todo el salón bella y carismática, presentándome a los invitados. Todos querían un
poco de su tiempo. Llevo una hora aquí y hasta el momento no he visto a Drew por
ningún lado.

Uno de los camareros se acercó a Audrey y le susurro algo al oído, ella asintió y me
miró con cara apenada.

–Lamento tener que dejarte, pero acaba de surgir algo y tengo que ir a encargarme.

–No te preocupes por mí, lo entiendo, yo estaré bien.

–Me sentiría mejor si te quedaras en compañía de mi hija.

No le caigo bien a su hija señora.

–No es necesario.

–Claro que sí. – Me tomó de la mano dirigiéndonos hacia donde se encuentra


Victoria con la otra chica. – No pienso dejarte aquí sola.

Creo que prefiero quedarme sola.


Audrey me dejó allí con ellas y nada en la expresión de Victoria me decía que le
agradaba tener mi compañía.

Aproveche que pasaba un camarero con una bandeja llena de tragos y tome una.
Deseaba encontrar algo de qué hablar, sin embargo no se me ocurría nada. ¿De
qué hablaría con alguien que amenazó con cortarme la cabeza?

–Hola. – La rubia me tiende la mano. – Jessica Milton. Mucho gusto.

–Serenity Bell. – Le devuelvo el saludo.

–¿Los Bell del Reino Unido? – Preguntó.

–Los Bell de Roswell.

–Ah – su tono era indiferente.

Se formó un tenso silencio. Le di un trago a mi bebida.

–Al fin mi adorado hermano nos complace con su presencia. – Señaló Victoria.

Seguí su mirada hasta la entrada.

Deje salir el aire. Drew llevaba un traje negro y esta vez cambió su camisa blanca
por una azul cielo. Pasó una de sus manos por su cabello negro. Era tan grande y
atractivo. Un camarero se apresuró a entregarle una copa.

Se deslizó por el salón. Su porte era de total control y confianza. Su mera presencia
hace que cosas pasen dentro de mí.

Cuando sus ojos se encontraron con los míos, me congelé. Recorrió todo mi cuerpo
y apretó la mandíbula llevándose un trago a los labios. La forma en la que estaba
allí, parado, mirándome con esos ojos grises me quemó.

Su atención fue a la rubia a mi lado. Un gesto simple que hizo que su cuerpo se
tensara y le enviará una mirada irritada.

El ceño de Jessica se frunció.

Drew se desvió a uno de los ventanales.

–Disculpen. – Jessica se dirigió rápidamente al lado de Drew.

Trague. La idea de ellos dos juntos me revolvía el estómago.


Los vi tener una conversación acalorada a lo lejos. Parecía que se encontraban
molestos. Ella intentó tocarlo, pero él se lo impidió, soltando algunas palabras, eso
hizo que el rostro de ella se volviera rojo de ira. De repente, la mirada de ella cayó
en mí. Si las miradas matarán yo habría caído muerta en ese mismo instante. Me
miraba con tanto odio, como si le hubiera hecho la peor cosa del mundo.

El volvió a decirle algo, lo que hizo que ella se fuera echando humo y tropezando
con alguien.

–Yo que tú, tendría cuidado con ella. Las mujeres celosas hacen cualquier cosa si
se sienten amenazadas. – Victoria me guiñó un ojo antes de irse.

La mirada de Drew chocó con la mía antes de que también desapareciera.

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DREW

Odio estos eventos, odio a la mayoría de personas que asistían, y odio la manera en
que los hombres ven a Serenity con ese vestido que lleva puesto.

Lo veo en sus ojos y en sus gestos, malditos.

Desean lo que es mío.

Tomó una copa de la bandeja que trae uno de los camareros. Me lo acabo de un
solo trago y vuelvo a tomar otra copa.

Lo que ellos no saben es que se condenarán a una muerte lenta si osan ponerle un
solo dedo encima.

Nunca tuve problemas para compartir una mujer hasta ella. Algo me aburría en el
hecho de tener una relación. Tampoco había experimentado los llamados celos.
Creo que el mundo no estaba preparado para eso.

Lástima.

Desde que la vi no he podido quitarle los ojos de encima. Podía verme arrancandole
el vestido, embriagándome con su aroma, perderme entre sus piernas y hacerla
venir hasta que me suplique que pare.

Ya lo tenía duro otra vez.


He tenido que arreglármelas con pajasos en estos últimos meses. Utilizando su
recuerdo, me calienta de solo pensarlo. Y pronto será completamente mía.

En el momento en que lo veo acercarse a ella, mis instintos se activan.

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SERENITY

Estaba distraída con los dulces cuando sentí una presencia a mi lado.

–¿Qué hace una chica tan hermosa como tú aquí sola? – Preguntó una voz
desconocida.

Era un señor de cabello rubio, ojos cafés, alto y delgado. Llevaba un traje negro,
corbata a juego y camisa roja.

–Disfruto de mi compañía. – Respondí.

Su mirada pesada se concentró en la gargantilla que llevaba puesta. Sus ojos


brillaron con una chispa de algo que no pude descifrar.

–¿Nos conocemos? – Preguntó el señor.

–No creo haberlo visto nunca señor. – Me moví algo nerviosa por la forma en la que
me miraba.

–Cierto, yo no olvidaría esa cara nunca.

Algo en la mirada de este hombre me inquietaba.

–Que maleducado soy, no me he presentado. Mi nombre es Aldo Milton.

–Serenity Bell. No tengo nada que ver con los Bell de Reino Unido. – Me apresuro a
aclarar. – Soy de los Bell de Roswell.

–Roswell. – Susurro pensativamente.

El olor de su perfume llegó hasta mí antes de que pusiera sus manos en mi cintura
rodeándola de una forma posesiva.

Drew.
–¿Interrumpo algo? – El tono de su voz era fuerte y fría.

Aldo hizo una mueca con los labios.

–Solo estabamos teniendo una pequeña conversación, pequeño Evanston. – La


mirada del señor viajó de Drew a mí y a sus brazos en mi cintura.

La expresión de Drew se oscureció.

–Bien.

–¿Es tu chica? – Preguntó el señor.

–Sí. – El agarre de Drew se intensificó.

Tengo que controlarme para no dejar escapar un grito de sorpresa. ¿Desde cuándo
yo soy su chica? y ¿Por qué escucharlo decir eso hace que el deseo se dispare a
través de mi?

–Eres un chico afortunado – dijo el señor.

Se miraron el uno al otro.

–Lo sé. – Reconoció. – Si nos disculpas tenemos cosas que hacer. – La voz de
Drew se escuchó indiferente.

Y eso fue todo lo que necesito para que Aldo dijera unas palabras de despedida y
se alejara.

Después de ese incomodo momento, Drew me acompañó toda la velada. No me


quejo. Yo no conocía a nadie en esta fiesta aparte de su familia, todos me ponían
nerviosa a diferencia de Audrey, pero ella no podía estar conmigo toda la noche ya
que es la anfitriona. Aunque algo me dice que sus intenciones eran precisamente
esas.

Note que muchas de las mujeres en la fiesta le lanzaban miradas indiscretas a


Drew. No tengo dudas de que más de una quiere meterse en su cama, yo incluida.
Una parte de mi se sintió feliz de que toda su atención sea para mí, causando las
miradas de envidia y celos de las demás.

Drew es el centro de atención de las mujeres y Victoria el de los hombres.

🎀
No sé cómo, pero al final de la noche, Audrey terminó convenciéndome de
quedarme a dormir en su casa. Ahora me encontraba en una de sus habitaciones
para huéspedes y no lograba conciliar el sueño.

Saque los pies de la cama caminando hacia la ventana.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta cuando la puerta de la


habitación se abrió. Tan pronto Drew estuvo dentro, se dirigió directo hacia mí. Su
mirada ardía. Solo llevaba puesta una toalla, la cual dejaba a la vista su tonificado
cuerpo. Él es hermoso por derecho propio.

–¿Qué.. ? – Mi pregunta quedó a medias.

Drew me tomó del cuello y me regaló el beso más caliente que me han dado en toda
mi vida. El beso fue húmedo y apasionado.

Rayos.

De repente mis manos tenían vida propia, y empezaron su descenso por sus
abdominales, su espalda y todo lo que estuviera a mi alcance. La bata que llevaba
puesta salió volando y la toalla cayó al piso. Sus manos fueron a mi trasero,
instandome a enredar mis piernas en su cintura. Podía sentir su gran erección
rozándome.

Con cuidado me depositó en la cama. Su cuerpo cubriendo por completo el mio.


Nuestras miradas fijas el uno en el otro. Frotó la punta de su pene en mi entrada a
través de la fina tela de mis bragas, logrando que gimiera. Se inclinó, tomando mi
labio inferior entre sus dientes, sentí un ligero escalofrío en todo mi cuerpo.

Pasa la mano por mi cara detallándome, la caricia desciende hasta mis pechos.

–¿Puedo tomarlos? – Su pregunta me sorprende, sin embargo, asiento.

En este momento puede tomar lo que quiera de mí que yo no le negaré nada.

Se humecta los labios antes de apoderarse de uno de mis pezones. La sensación


que provoca hace que moje las bragas mucho más de lo que creía posible. Toma mi
pecho con maestría en su boca dándole atención por un par de minutos, haciendo lo
mismo con el otro pecho.

Se yergue sobre mi. Dándome una maravillosa vista de su cuerpo.

Una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios.


–En cuatro – ordenó.

No necesitó repetirlo, en menos de nada, estaba obedeciendo su orden.

Tomo todo mi cabello en una mano, haciendo que arqueara mi espalda. La nalgada
que me soltó resonó por todo el lugar.

–Aah.

Mis bragas fueron arrancadas de un tirón. Contuve la respiración. Sentí como


recorría mi espina dorsal desde la parte baja de mi espalda con su lengua hasta
llegar al lóbulo de mi oreja y morder. Mi sexo se contrajo. La punta de su pene se
paseaba por mis pliegues húmedos.

–Respira – demandó justo antes de penetrarme de una sola estocada.

–¡Mierda!

Lo escuche gruñir.

–Mía.

Lancé lentas respiraciones tratando de que mi cuerpo se adapte a su tamaño.

Agarra mi cadera con una mano, mientras la otra sigue sujetando mi cabello.
Empieza a moverse. Al principio lentamente y después con fuerza. Su pelvis golpea
mis glúteos. Drew me causa sensaciones que jamás he experimentado. Lo disfruto y
demasiado. Me es imposible no gemir.

Su mano se pierde entre mis piernas, encontrando mi clítoris, acercándome más al


orgasmo. Dándome placer. No para de embestirme hasta que los dos alcanzamos el
orgasmo.

Me dejo caer sin aliento sobre la cama. Su cuerpo siguió al mío, tomándome entre
sus brazos, hundo la cara en el espacio entre su cuello y sus hombros. Llenándome
del delicioso olor que desprende su cuerpo.
CAPÍTULO 5

Estaba viva.

Inhale un aliento mientras mi mente se nublaba. Un gruñido gutural en mi oído envió


un escalofrío por todo mi cuerpo. Tenía una pierna envuelta en su cintura y la otra
tocaba el piso. Mis manos se aferraban a él. Su cara enterrada en mi cuello,
mordiendo y lamiendo. El placer me atravesaba golpe tras golpe. Mordí mis labios
para que no se me escaparan los gemidos.

Pasaba por los baños de hombres del trabajo, cuando alguien me tomó por sorpresa
y me hizo desaparecer en este. Mi pulso se aceleró. Estaba a punto de gritar hasta
que me di cuenta de quién se trataba. Drew. El maldito casi me mata del susto.

Parpadeó hacía él.

–¿Qué está mal contigo? – Pregunte.

–Tú. – Dijo antes de irse encima de mí.

Terminé arrinconada en una esquina, mi falda siendo subida con desesperación, mis
bragas otra vez terminaron rotas. Sus labios presionaron contra los míos.

Luego de venirse dentro de mí, otra vez, salió. Me sostuve a él, no estando segura
que pudiera mantenerme en pie. Mis piernas se convirtieron en gelatina.

–Ni una vez me has preguntado si utilizó algún método anticonceptivo.

–Sé que utilizas la píldora. – Aseguro.

–¿Cómo lo sabes? – entrecerre los ojos.

–Yo lo sé todo sobre ti. – Contestó mientras se guardaba el miembro.

–¿Me investigaste?

–Sí. – No había ni una pizca de arrepentimiento en él.

–Eso es algo muy personal. Invadiste mi privacidad sin mi consentimiento. Estoy


segura que eso es un delito.

Se encoge de hombros.
–Me vale – dice dejando sus ojos grises a la altura de los míos.

No puedo creer la poca vergüenza que se gasta esta familia.

–Vámonos. – Ordena – Tu hora de trabajo ya terminó.

Fruncí el ceño. La última vez que mire el reloj faltaban veinte minutos para mi salida.
Subí mi mano derecha mirando la hora en mi reloj y confirmando que efectivamente,
oficialmente estaba fuera de mi horario de trabajo.

–Tengo que arreglar el desastre que hiciste de mí antes de salir.

–Estás perfecta.

–Claro – dije sarcásticamente.

Me dirigí al gran espejo situado en la pared. Perfecta mi culo. Mi cabello era un


desastre, mi piel sudorosa, mi ropa estaba fuera de lugar y arrugada. Para terminar,
no llevaba bragas.

Intenté arreglarme lo más que pude.

–Alguien podría haber entrado. – Le reclame.

–Nadie iba a entrar. – Dijo – Me aseguré de eso.

Al salir me di cuenta a lo que se refería. Tex, alias el señor calvito, estaba de pie
junto a la puerta.

Al pasar por su lado, me saludó con un gesto, inclinando la cabeza. Hice lo mismo.

–Pueden despedirme por esto. – Señale.

Había pasado una semana desde la fiesta en su casa y lo que menos imaginaba era
que apareciera en mi trabajo, para terminar teniendo sexo.

–Pueden intentarlo. – Declaró.

–No tengo millones, así que no puedo darme el lujo de quedarme sin empleo.

–Puedo arreglar eso. – Me guiñó un ojo.

No entendí lo que quiso decir.


–Tengo que ir por mis cosas. – Dije.

–Te espero.

Sacudí la cabeza.

Fred, quien estaba en la caja registradora, miró entre Drew y yo, subiendo y bajando
sus cejas. Sentí mi cara arder, porque obviamente se había imaginado lo que había
pasado allí dentro entre nosotros.

–Callate – dije pasando a su lado.

–Quiero los detalles. – Murmuró el descarado con voz juguetona.

En sus sueños.

🎀
Los nervios estaban causando estragos en mí. Drew entrelazo nuestros dedos
mientras nos acercabamos a la entrada de mi casa.

–No puedo creer que hayas venido a mi casa en mi ausencia y hablado con mi
madre. – Gruñi.

–Era algo que tenía que hacerse tarde o temprano. – dijo como si nada.

–Sí, pero conmigo y no a mis espaldas. – Alegue.

–Semánticas.

Resople.

Entramos en la casa para encontrar a mi madre sentada en el sofá viendo una


película.

Tosi para llamar su atención.

–Hola cariño. – Miro en dirección al hombre a mi lado – Drew.

–Señora. – Saludo.

–¿Cómo es que has tenido escondido a este chico todo este tiempo, Serenity?
–¡Mamá!

Ok. Esto no era para nada incómodo.

Mi madre sonrió.

Abrí mucho los ojos al reconocer mi bolsa de viajes a un lado del sofá.

–¿Por qué mi bolsa está hecha? – Pregunte.

–Oh, para tu fin de semana fuera de casa. – Respondió ella.

Estoy confundida. ¿Qué fin de semana fuera de casa?

Me encontré con la mirada de Drew.

–Hablé con Shiri esta mañana sobre nuestro viaje de fin de semana a una de las
cabañas que pertenece a mi familia. – Explicó.

Me tense.

–¿Ah, sí?

A mi madre se le iluminaron los ojos.

–¡Sí! Me da gusto ver que estás empezando a disfrutar de la vida y no solo te


quedas estancada en tu trabajo. La vida no se trata solo de trabajo hija.

No me molesta salir y vivir mi vida. Me molestó el hecho de que no me consultara


sus planes antes de venir a mi madre. Decidí no decir nada viendo lo feliz que ella
se encontraba con el asunto. Sin embargo, eso no significaba que más adelante no
lo discutiría con Drew.

–Claro. – Asentí.

–Bien. – Mi madre se acercó abrazándome fuerte – Te amo – me susurro.

Le devolví el abrazo.

–Yo también. – Al separarse de mí, me fije en que sus ojos estaban aguados.

–Cuidala mucho. – Se dirigió a Drew.


–Siempre.

Con eso, él tomó mi bolsa y caminamos hacia su auto.

🎀
El recorrido hacia la cabaña fue tranquilo. Drew solo hablaba cuando le hacía
alguna pregunta y eran respuestas cortas.

Unas horas después, Drew estaba estacionando su auto frente a la gran cabaña.
Nunca había estado en una cabaña y me parecía sorprendente, cerca se
encontraba un pequeño lago. Se podía respirar aire fresco, todo era hermoso y
verde. El sonido de las aves llenaba todo.

Drew deslizó las bolsas sobre sus hombros. Camine detrás de él.

–Este lugar es hermoso. – Reconocí admirando los alrededores.

–Es uno de los lugares favoritos de mi madre. – Dijo mientras buscaba las llaves y
abría la puerta.

Se hizo a un lado para dejarme pasar, caminé hacia el interior y me encontré con
suelos de madera, la planta inferior contaba con una chimenea, un gran ventanal
con una preciosa vista al lago, sala espaciosa, un gran sofá, una pantalla plana y
una elegante cocina. Supongo que en la planta superior están las habitaciones.

–Tu familia es muy...pudiente. – Dude a la hora de hablar.

–Tanto la familia de mi padre como la de mi madre siempre han estado en el mundo


de la hotelería. Además, les gusta invertir en diferentes tipos de proyectos.

–Eso es interesante.

Subió las escaleras y dejó nuestras cosas en la habitación principal.

–¿Tienes hambre? – Preguntó.

–La verdad es que sí. – Conteste.

–Vamos a ver que encontramos en la nevera. Greta se encargó de que tuviéramos


todo lo necesario para pasar el fin de semana.

–¿Greta es su ama de llaves? – Indague.


–Es más que eso. – Reconoció.

–Entiendo.

Efectivamente, Greta se encargó de que no faltara nada. La despensa estaba llena


de todo tipo de cosas y en la nevera habían platos ya preparados, solo tuvimos que
calentarlos.

Nos sentamos a cenar en la mesa redonda de madera. Si fuera por Drew


pasaríamos todo el rato en silencio. Así que llene el silencio con algunas preguntas
sobre su familia.

Su padre es el mayor de tres hermanos, los tres se encargan de los diferentes


negocios familiares. Su madre es hija única y sus padres viajan constantemente, por
eso casi no los ven. Victoria estudió empresariales y al igual que él, ayudaba en los
negocios tanto de su madre como de su padre.

Terminamos la cena, recogimos los platos y luego subimos a ducharnos.

En el baño terminamos teniendo sexo. Parecía que Drew estaba caliente todo el
tiempo. No me voy a quejar. Me encantaba cada centímetro de él.

Por primera vez lo vi con ropa más casual. Unos simples jeans oscuros y un t-shirt.
Yo opté por un vestido suelto de mangas cortas.

–Salgamos. – Dijo Drew, señalando el puente que daba al lago desde el ventanal.

–¿Por qué me trajiste aquí? – Hablé una vez estuvimos afuera.

Lo pensó por un momento.

–No hay muchos lugares que me gusten. Y definitivamente quiero pasar tiempo a
solas contigo.

–Eso es muy romántico.

–Si eso te hace sentir mejor. Llámalo como quieras. – Le resto importancia.

–Pues…Me traes a un fin de semana los dos solos a una cabaña con una
impresionante vista al lago, cenamos, charlamos, tenemos sexo, y ahora estamos
caminando bajo las estrellas. No lo sé rick, pero para mí, es muy romántico.

–Aja. – Me ignoró.
Llegamos al final del puente, la luna llena iluminaba la noche, el cielo estaba lleno
de estrellas. Mire a mi alrededor, todo estaba en calma, pacifico, sin el ruido de los
autos, aquí se podía respirar aire puro.

–Este lugar es maravilloso. Gracias por traerme.

–No te traje aquí solo para admirar el paisaje. - Hay fuego en sus ojos.

–¿Ah no?

–No. ¿Alguna vez te has bañado en un lago, de noche y desnuda?

–¿Qué? ¿Estás loco? ¡Claro que no!

–Entonces, seré el primero. – Empezó a quitarse la ropa.

–Sí, definitivamente estás loco. – Fui retrocediendo.

Este es un Drew diferente, al cual no estoy acostumbrada.

Término de desnudarse y nuestros ojos se encontraron.

–Ven aquí – dijo lento, pero firme.

Negue.

–No.

El aire se sentía pesado.

–Respuesta incorrecta.

Observé para mi horror, como me atrapó rápidamente y me subió sobre su hombro.

Grite.

Todo esfuerzo por liberarme fue en vano.

–Por favor. – Suplique.

–Muy tarde señorita. – Me da una palmada en el trasero.

Y con eso se lanzó al agua conmigo.


Por un instante pensé que me ahogaría, pero Drew no me soltó en ningún momento.
Subimos a la superficie respirando agitadamente. El agua está algo fría. Mi corazón
late con prisa en mi pecho.

–Pero ¿Qué coño pasa contigo, Drew? Podría haber muerto.

–No bajo mi supervisión. – Dice con superioridad.

Nos mantiene pegados tomándome de la cintura.

–Eres un idiota – sonrío llevando mis manos detrás de su cuello.

Me pierdo en la tormenta que son sus ojos.

–No he sentido nada en mucho tiempo. Hasta que te vi.

No voy a mentir. Sus palabras me hacen que una emoción recorra todo mi cuerpo.

Tiró de él para darle un beso fuerte y húmedo. Como siempre, nos recibimos
gustosos, mi vestido está flotando en el agua, lo que le hace más fácil quitarme las
bragas. Reparto besos por su cuello mientras se va acomodando, la cabeza de su
polla queda justo en mi entrada. Nos miramos fijamente y centímetro a centímetro
va entrando en mí. Me encanta sentirlo dentro, me encanta como me mira y me
encanta que sea solo mio.

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ALDO MILTON

Vuelvo a mirar los documentos y fotos que el investigador privado dejó en mi


escritorio. La furia hace que arroje con fuerza el vaso de whisky que tengo en la
mano a la pared. Maldita sea. No voy a permitir que esto arruine mis planes.

Aflojo mi corbata.

Tomó mi celular y marcó su número.

–¿Si? – Contesta.

–Tengo un trabajo para ti.


CAPÍTULO 6

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