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Integridad de conducta 1:12-2:11

Porque en esto consiste nuestro orgullo: es el testimonio de nuestra conciencia que con
sencillez y sinceridad hacia Dios, y no con sabiduría humana sino con la gracia de Dios,
que nos hemos conducido en este mundo y en especial hacia vosotros (v.12)

Pablo, en muchas ocasiones, usa el verbo enorgullecerse y el sustantivo orgullo. Quiere que
los corintios sepan que él sigue considerándolos como algo de qué enorgullecerse, y les dice
que su orgullo debe ser en el Señor (2 Co. 10:17). El orgullo humano debe desvanecerse y
Dios ser glorificado. Los cristianos, pues, nunca deben ensalzarse, sino en la sola gloria del
Señor Jesucristo.
“Es el testimonio de nuestra conciencia” Pablo introduce el testimonio de la conciencia
porque para él, la conciencia supone la facultad de conceder a una persona «el sentido moral
de que se juzgue a sí misma». La “conciencia” y en griego suneidēsis conlleva la idea de
conocerse a sí mismo. De acuerdo con Romanos 2:14, aun quienes no tienen la ley escrita de
Dios tienen un sentido moral innato de lo que está bien y está mal: “Porque cuando los
gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan
ley, son ley para sí mismos”. La conciencia, o bien afirma el comportamiento correcto, o bien
condena el comportamiento pecador. En el caso de Pablo, el testimonio de su propia
conciencia era irreprochable. Su conciencia, a la luz de una vida entregada al servicio de Dios,
lo absolvía
que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de
Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros. (1:12b)
Pablo ministraba al pueblo de Dios con «simpleza y sinceridad hacia Dios». Soportaba la crítica
y la oposición verbal de un cierto número de personas de la comunidad corintia. La primera
acusación falsa fue que el sufrimiento de Pablo era un castigo de Dios por su pecado. Pero la
conciencia de Pablo afirmaba que su conducta había sido con santidad y sinceridad de Dios.
Más adelante en esta epístola, Pablo responde con detalle a las mentiras sobre su carácter,
señalando lo siguiente: No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro
ministerio no sea vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios,
en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en
tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en
bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con
armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena
fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como
moribundos, más he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas
siempre gozosos; como pobres, más enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, más
poseyéndolo todo (6:3-10)
La palabra sinceridad es traducción del griego eilikrineia, una palabra compuesta de eilē (“luz
del sol”) y krinō (“juzgar”). Describe algo que está a la luz del sol para su inspección. En los
días de Pablo, alfareros inescrupulosos rellenaban las grietas de los recipientes con cera antes
de venderlos. Los compradores cuidadosos ponían los recipientes a contraluz del sol, de modo
que las grietas rellenadas con cera se hicieran visibles. La sinceridad de Pablo provenía de su
santidad y pureza de vida. La describe como proveniente de Dios porque Él era el objeto de
esta y su fuente. En 1 Corintios 15:10 Pablo reconoció que la gracia de Dios era la fuente de
su poder espiritual: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para
conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”.
A los colosenses escribió: “Para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la
cual actúa poderosamente en mí” (Col. 1:29). Pablo era una persona sincera e íntegra. Su vida
soportaría el más minucioso escrutinio; no tenía secretos escondidos. Para que nadie pensara
que Pablo había alcanzado la santidad y la sinceridad de Dios por su propio esfuerzo, añade
que no provenían de sabiduría humana, sino de la gracia de Dios. No se derivan estas de la
sabiduría de Pablo o de sus ideas sobre la religión y la espiritualidad. La sabiduría humana no
puede producir santidad ni sinceridad de Dios, pues no es más que la manifestación de la
pecaminosa rebeldía humana contra Dios. Está compuesta de ideas falibles del corazón
oscurecido por el pecado y separado de la revelación de Dios en Jesucristo y las Escrituras. En
1 Corintios 3:19 Pablo lo describió como “la sabiduría de este mundo es insensatez para con
Dios; pues escrito está: Él prende a los sabios en la astucia de ellos. Como prueba adicional de
integridad, Pablo declaró que se había conducido apropiadamente en el mundo. No se le podía
acusar legítimamente de nada en ningún sitio en el cual hubiere ministrado. En todo momento y
lugar había vivido de manera consecuente una vida irreprochable. La pureza brillante de su
vida contrastaba contra el oscuro y feo telón de fondo de la inmoralidad en Corinto, una ciudad
corrompida, aun para lo que los paganos consideraban normal en la época.
Porque no os escribimos otras cosas de las que leéis, o también entendéis; y espero que
hasta el fin las entenderéis; como también en parte habéis entendido que somos vuestra
gloria, así como también vosotros la nuestra, para el día del Señor Jesús. (v.13-14)
Vemos el testimonio poderoso de la conciencia de Pablo con respecto al segundo alegato en
su contra. Pablo no era solamente inocente de malas prácticas morales, también lo era de
malas prácticas en sus relaciones. No había estafado a nadie, no había usado a nadie para sus
propios fines, no había engañado ni manipulado a nadie. En esta carta, más adelante, ruega a
los corintios: “Admitidnos: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos
engañado” (7:2). No solamente pueden los corintios examinar la conducta de Pablo, sino que
también podían verificarla en sus epístolas las dirigidas a ellos y a otras iglesias. Sus cartas se
habían convertido en algo institucional, como parte de la liturgia, pues incluso se leían en los
cultos. (Ef. 3:4; Col. 4:16). Pablo no escribió sus cartas a los corintios ocultando sus verdaderas
intenciones; no les escribió otras cosas de las que podían leer y entender. No había engaño;
Pablo escribió lo que quería decir, y quería decir lo que escribió. Sus cartas eran claras,
directas, consecuentes, auténticas, transparentes y sin ambigüedades. Leer y entender son
formas compuestas del verbo ginōskō (conocer). La expresión hasta el fin es traducción de
telos, que en este contexto significa “completamente” o “plenamente”. Pablo quería que los
corintios lo entendieran completamente, como también en parte le habían entendido. Quería
que obtuvieran una comprensión más profunda de la Palabra de Dios, de él y de lo que lo
motivaba. Entonces confiarían en Pablo y no se influenciarían por las mentiras de los falsos
profetas.
que somos vuestra gloria, así como también vosotros la nuestra, para el día del Señor
Jesús. (1:14b). Los falsos apóstoles alegaban que era culpable de malas prácticas espirituales
porque enseñaba teología errada. Así como hizo con los cargos anteriores, Pablo respondió a
esta acusación a lo largo de la carta. En 2:17 escribió: “Pues no somos como muchos, que
medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y
delante de Dios, hablamos en Cristo”. Pablo no era un estafador espiritual, no era un charlatán
que tergiversara la verdad de Dios para sus propios fines, como bien lo sabían los corintios. No
deberían haberse avergonzado de Pablo porque, supuestamente, hubiera maltratado o
tergiversado la Palabra de Dios. Más bien, debería haber sido motivo para gloria de ellos, como
ellos lo eran para él. Deberían haberse jactado en el Señor por la forma tan poderosa en la que
Dios había usado a Pablo en Corinto y en otros lugares. Los corintios deberían haber estado
tan orgullosos de Pablo que anhelaran el día del Señor Jesús, el día en que abrazarían al
apóstol en comunión perfecta y eterna. Pablo anhelaba ese día, el día en que la presencia de
aquellos a quienes había ministrado lo llenaría de gozo. La expresión el día del Señor Jesús no
se refiere al día del Señor, el tiempo de la ira de Dios y el juicio final sobre el mundo pecador.
En su lugar, el día referido aquí es el tiempo en que los creyentes glorificados aparecerán ante
el Señor Jesús, cuando se complete y se perfeccione su salvación. Pablo era capaz de anhelar
el día del Señor Jesús con gran gozo. No temía las acusaciones falsas en su contra, porque su
conciencia verificaba que no había pervertido la verdad divina, y así felizmente se mostraría sin
miedo ante su Señor.

Con esta confianza quise ir primero a vosotros, para que tuvieseis una segunda gracia, y
por vosotros pasar a Macedonia, y desde Macedonia venir otra vez a vosotros, y ser
encaminado por vosotros a Judea. (v. 15-16)
La única razón por la que Pablo planeaba visitar a los corintios en primer lugar era por su
lealtad a ellos. Por esta confianza expresada en el versículo 14, que los corintios debían ser tan
leales a Pablo como él con ellos, quiso ir primero a ellos. A pesar de la rebelión de la iglesia de
Corinto en contra del apóstol, él creía que la mayoría aún le eran fieles. En 1 Corintios 16:5-6,
Pablo escribió que pretendía salir de Éfeso, ministrar en Macedonia, y luego pasar el invierno
con los creyentes de Corinto. Después de haber escrito a los corintios, Pablo decidió cambiar
sus planes y hacer también una visita a Corinto antes de ir a Macedonia, para que los corintios
tuviesen la segunda gracia, en el griego charis, “favor”, “beneficio” de estar en comunión con él
antes y después de su viaje a Macedonia. Según este nuevo plan, Pablo pasaría por Corinto en
su viaje a Macedonia y otra vez cuando volviera desde Macedonia. Los corintios le ayudarían
en su camino a Judea. Añadir otra visita a Corinto era evidencia adicional del amor y lealtad de
Pablo con los creyentes del lugar

Así que, al proponerme esto, ¿usé quizá de ligereza? ¿O lo que pienso hacer, lo pienso
según la carne, para que haya en mí Sí y No? Mas, como Dios es fiel, nuestra palabra a
vosotros no es Sí y No. (v. 17-18)
Los acusadores de Pablo, no contentos con acusar su lealtad, también cuestionaron su
sinceridad. Probablemente, Pablo estaba citando a alguno de sus acusadores cuando negó
que fuera culpable de ligereza en lo que dijo o lo que pensaba hacer. Las palabras mēti ara en
la primera pregunta de Pablo introducen una pregunta que llama a una respuesta negativa e
indignada. Lo que Pablo dice es de hecho: “¿Vacilaba cuando quería hacer eso? De ninguna
manera. No era un oportunista taimado ni un mentiroso superficial, caprichoso y frívolo.
Tampoco tenía el propósito de hacer lo que pensaba según la carne. Pablo no hizo planes de
manera puramente humana. No buscaba agradarse a sí mismo o tomar decisiones que se
ajustaran a sus intereses egoístas, sino según el Espíritu. Nadie puede acusar a Pablo de
hacer planes desde una perspectiva mundana, ya que el apóstol ha demostrado siempre su
total dedicación al Señor. Pablo declaró enfáticamente lo siguiente para respaldar su afirmación
de sinceridad: “Mas, como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es Sí y No”.
Probablemente estaba haciendo un juramento, llamando a Dios como testigo fidedigno de su
veracidad. La idea de Pablo es que Dios es veraz, y él, como representante de Dios, también lo
es. Pablo seguía siendo leal y sincero, sin importar que sus planes hubieran cambiado.

Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros,
por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él; porque todas las
promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de
Dios. (v. 19-20)

Habiendo calumniado a Pablo por cambiar sus planes de viaje, también alegaron que su
enseñanza sobre el Señor Jesús no era digna de confianza. Pablo, en respuesta al ataque a su
Señor, enfatizó la naturaleza de Cristo como el Dios-hombre usando el grandioso y profundo
título de: el Hijo de Dios, Jesucristo. Pablo no era el único que había predicado las verdades del
Hijo de Dios a los corintios; Silvano y Timoteo también les habían predicado. Silvano (Silas) era
un líder prominente de la iglesia de Jerusalén. Timoteo era el hijo amado de Pablo en la fe
Tanto Silvano como Timoteo habían ministrado con Pablo en Corinto (Hch. 18:5). Su
predicación no era de poco fiar, no había sido Sí y No; mas un Sí resonante, firme y sin
dubitaciones a la verdad de Dios en Jesucristo. Luego Pablo resume la gloria de Cristo
recordando a los corintios que todas las promesas de Dios son en él Sí. Todas las promesas
divinas de salvación son sí, lo cual quiere decir que todas se hacen realidad en Cristo.
Pablo reflexiona sobre la multitud de promesas que Dios ha hecho a su pueblo. Sabe que
últimamente todas ellas han sido y están siendo cumplidas en el Hijo de Dios. Cuando dice “En
él “sí” quiere decir que todo el Nuevo Testamento es un testimonio de que las promesas de
Dios se han cumplido y se están cumpliendo en Jesucristo. Y La palabra Amén es una
afirmación solemne de la veracidad de la declaración. Pablo argumentó que era absurdo
aceptar y experimentar el mensaje considerándolo digno de confianza, pero no considerar
confiables a quienes lo predicaban

Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual
también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
(1:21-22)
Pablo describió cuatro obras gloriosas que Dios había hecho en su vida con los verbos
confirma, ungió, sellado y dado. La frase con vosotros y las cuatro conjugaciones en primera
persona del plural indican la confianza de Pablo en que los corintios también habían
experimentado esas obras divinas, como todos los creyentes. Primero, Dios confirma a los
creyentes en Cristo en la salvación. Esta es la obra de la gracia salvadora que pone a los
cristianos en unión con Él y en unión unos con otros. La autenticidad de Pablo estaba
inextricablemente ligada con la de los corintios y negarlo era negar la realidad de su propia vida
espiritual. Dios ungió los creyentes. Ungir a alguien es comisionarlo para un servicio. El verbo
chriō (ungió) aparece cuatro veces más en el Nuevo Testamento, todas en pasajes que se
refieren a Cristo (Lc. 4:18; Hch. 4:27; 10:38; He. 1:9). El sustantivo relacionado chrisma
describe la unción que viven todos los creyentes cuando reciben de Cristo al Espíritu Santo (1
Co. 12:13) que los guía, les da poder y les enseña. Dios ha sellado a los creyentes. Sphragizō
(sellado) se refiere a estampar una marca de identificación sobre algo. Aquí, como en Efesios
1:13; 4:30 y 2 Timoteo 2:19, se refiere a que Dios ha marcado como suyos a los creyentes,
haciéndoles morada del Espíritu Santo. Dios les ha dado a los creyentes las arras del Espíritu
en sus corazones. Que el Espíritu habite en ellos no solamente es la unción y el sello sino el
pago inicial o la garantía de la herencia eterna de los creyentes el primer pago de la gloria
futura.

Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no
he pasado todavía a Corinto. No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que
colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes. Esto, pues, determiné
para conmigo, no ir otra vez a vosotros con tristeza. (1:23- 2:1)

Pablo recalca el pronombre personal yo para declarar, inequívocamente, que él mismo, sin sus
colaboradores, es el que apela a Dios. El apóstol apeló a Dios para que verificara la verdad de
lo que estaba a punto de escribir y para que lo juzgara si estaba mintiendo. Pablo revela ahora
la razón por la que no había vuelto a Corinto, según había prometido. No fue a Corinto para ser
indulgente con ellos en cuanto a la vara de la disciplina. El apóstol, antes de que los visitara,
también esperaba un buen informe de Tito sobre el arrepentimiento de los corintios y sobre el
rechazo de los falsos apóstoles en favor de él. Pablo, siempre sensible a evitar la provocación
de un conflicto innecesario, agregó este descargo de responsabilidad positivo: “No que nos
enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo”. Pablo nunca abusó de
su autoridad apostólica para obtener prestigio, poder o para promover sus intenciones egoístas.
Su meta, aun a la hora de disciplinar a todos los corintios rebeldes, era el gozo que les
produciría la santidad. Pablo confiaba en que, por la fe de ellos (su salvación), estuvieran firme.
Pablo había determinado, no solo por el beneficio de ellos sino por el suyo propio, que no iría
otra vez a los corintios con tristeza. Se refería a una dolorosa visita que les había hecho
anteriormente a Corinto. Cuando supo que habían llegado los falsos profetas, Pablo salió de
Éfeso con premura hacia Corinto para enfrentar la situación. La visita no fue un éxito; de hecho,
algunos (posiblemente los falsos apóstoles) insultaron abiertamente a Pablo (2 Co. 2:5-8) y los
corintios no lo defendieron.

Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo
contristé? Y esto mismo os escribí, para que cuando llegue no tenga tristeza de parte de
aquellos de quienes me debiera gozar; confiando en vosotros todos que mi gozo es el de
todos vosotros. (2:2-3)
La sensibilidad y paciencia de Pablo con los corintios no quería decir que no estuviera
dispuesto a disciplinarlos si no se arrepentían. Su celo por la pureza de la iglesia hizo que
estuviera dispuesto a entristecerlos si era necesario. Y, si lo hacía, lo único que lo alegraría
sería el arrepentimiento de aquellos a quienes contristó. Pablo esperaba que se arrepintieran,
para que cuando él fuera a Corinto no tuviera tristeza de parte de aquellos de quienes se
debería gozar. Pablo estaba dispuesto a confrontar el pecado no arrepentido, aun al costo de
su propia alegría. Muestra que se preocupa por la iglesia de Corinto, con sus visitas
personales, cartas, y envío de representantes. Esperaba que los asuntos pecaminosos que
confrontaba en sus cartas quedaran resueltos antes de que visitara Corinto, y confiaba en que
así sería. Así su gozo sería el de todos; no podrían tener gozo mutuo en tanto los corintios
continuaran en su pecado.

Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas,
no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os
tengo. (2:4)

Aquí vemos que la situación en Corinto le había producido un hondo pesar revela que la
situación en Corinto le había producido un hondo pesar. Y que Pablo confrontara el pecado de
los corintios requería gran amor, no sentimentalismo. Esto es muy doloroso para un pastor que
confrontar el pecado en su amada congregación. Pero el objetivo de Pablo no era
entristecerlos, sino que los corintios supieran cuán grande era el amor que les tenía. No le
agradaba la tristeza de ellos, pero deseaba que esto los llevara al arrepentimiento y al gozo.

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